Está en la página 1de 2

“Salmos 23:4.

Aunque ande en valle de sombras de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo tu
vara y tu cayado me confortara y me libraran de todo enemigo y de todo mal me protegerán.

Oh señor de los mundos yo confió en ti porque sé que siempre estarás conmigo. Porque después
de andar perdido y extraviado por este mundo, Al fin, te he encontrado. Y ahora se, que siempre
has estado ahí, sin yo saberlo.

Siempre mi dios, has formado parte de mí y de mi ser, sin darme en mi ignorancia de ello porque
cada vez que nos miramos mundanamente a nosotros mismos, desviamos nuestra mirada de ti.

“SALMOS 23:4.” Aunque ande

en valle de sombra de muerte,

no temeré mal alguno;


porque Tú estarás conmigo;
tu vara y tu cayado me confortarán;
y me librarán de todo enemigo;
y de todo mal me protegerán.

Oh, Señor de los mundos, yo confío en Ti. Porque sé que siempre estarás
conmigo. Porque después de andar perdido y extraviado por este mundo, al
fin te he encontrado. Y ahora sé, que siempre has estado ahí, sin yo saberlo.
Siempre mi Dios, has formado parte de mí y de mi ser, sin darme cuenta en mi
ignorancia de ello. Porque cada vez que nos miramos mundanamente a
nosotros mismos, desviamos nuestra mirada de Ti. Porque sé que, cada vez
que nos oímos mundanamente a nosotros mismos, dejamos de escucharte a Ti.
Porque he aprendido que, siempre que mundanamente nos sentimos a
nosotros mismos, dejamos de percibirte a Ti. Perdóname por haber sido tan
ciego a pesar de que te mostraste tantas veces delante de mí. Perdóname por
ser tan sordo, a pesar de todos tus arrullos cariñosos.
Perdóname mi buen Dios, porque a pesar de demostrarme tantas veces que
estabas ahí cuando más te necesitaba, yo enseguida lo olvidaba, y de nuevo
volvía corriendo a desear refugiarme en la corriente corrupta mundana.
Perdóname mi Dios todopoderoso, porque a pesar de ser tan cobarde y débil,
y traicionarte tantas veces, me has perdonado siempre que he vuelto mis ojos,
mis oídos y mis sentidos, hacia Ti. Siempre que te he buscado, te he
encontrado. Y siempre que te buscaba era porque yo te había perdido. Y
siempre que te buscaba era porque yo andaba perdido.
Tú siempre estás ahí, como el faro marítimo más potente y alto, que se ve en
todo este mundo, para guiarme en las noches extraviadas por todas mis
dudas, de mi falta de fe, de los extravíos producidos por mis mundanos deseos
y pasiones.
Siempre estás ahí, oh Faro Luminoso, que se te escucha en las noches de
intensa niebla, cuando mis emociones y sentimientos mundanos, hacen que se
extravíen mis alborotadores y amotinados pensamientos, y confundan a mi
aturdida conciencia. Tú mi buen Faro, siempre estás ahí, aunque las
telarañas que mis propias manos tejen en mis ojos, y los tapones cera en mis
oídos, no me dejen oírte y verte.
Tú mi buen Faro, siempre estás ahí, aunque mi cobardía y debilidad, solo me
den fuerzas para darte la espalda, y poner rumbo hacia las tinieblas
mundanas de mi alma.
Oh, mi buen Dios, perdóname por tener que pedirte tantas veces perdón.
Oh, mi buen Señor de los mundos, perdóname por tener tanta paciencia
conmigo y tener que perdonarme tantas y tantas veces. Ahora reconozco y sé,
mi Dios todopoderoso, que no eres solo grande para aplicar tu Justicia, sino
que también sé, que todavía eres más grande aplicando tu perdón a todos los
que una y otra vez, reconocemos nuestros errores y nos arrepentimos.

No salgas de casa sin dios… QUE NO


SE TE OLVIDE

También podría gustarte