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$abajo Practico Word 01-Reina, Zamora MARTINEZ 6tob
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La idea de territorio asociada e identificada con los límites de su materialidad está presente hoy en día.
El vínculo entre fenómeno social y medio espacial permanece. A su vez, el geógrafo debe hacerse un
inventario de los hechos y después buscarlos en el mapa. Así, cada lugar, establecimiento o comunidad
posee una individualidad, una cualidad que le es propia, que es su exacta localización.
Los estudios etnográficos contienen siempre un mapa: su función es la de localizar los habitantes
extraños, distantes de nosotros, en sus lugares “exactos”. Este es el primer elemento de aproximación,
entonces geógrafos y antropólogos compartirían la idea de que las culturas se arraigan en un medio
físico determinado. A la unidad ecológica, o sea, las relaciones de los seres vivos entre sí y con el medio
que habitan, se le contrapone la diversidad de los pueblos, por tanto que cada uno posee sus costumbres,
sus creencias, sus vestimentas, su modo de vida, su idiosincrasia.
Las distancias se acortaron tanto que ya no tiene sentido decir que existen, es más, las fronteras ya
fueron ultrapasadas, se borraron las fronteras, todo a causa de las tecnologías.
Al aferrarse uno al Estado-nación como es ese lugar con fronteras definidas, población fija, y su
gobierno, se ocultan los mecanismos de la globalización, como que no la dejan ingresar si uno se aferra
al Estado-nación, obstinándose con la centralidad del trabajo, la cual ya fue ultrapasada.
“Espacio”, la categoría es ocupada de diferentes maneras. Espacio y tiempo son categorías que preceden
a las ideologías y las concepciones del mundo, y varían con las sociedades a las cuales corresponden.
Cada pueblo tendría de esta forma, su “forma primitiva”. Pero los cambios en la sociedad consolidaron
un “patrón civilizatorio particular” que es el de la modernidad-mundo, en el cual uno de sus
peculiaridades es la desterritorialización. Lo que generaría una “territorialidad desarraigada” (creo).
¿Qué es un espacio global? Sassen lo define como la ciudad global. Da el ejemplo de Nueva York, Tokio
y Londres, las cuales son ciudades globalizadas, grandes centros urbanos ubicados en distintas partes del
globo que son muy importantes con alta cantidad de tecnologías. La ciudad global es un núcleo
articulador del capitalismo mundial. Igual, ninguna de esas ciudades puede ser comprendida dentro de
sus fronteras, no hay centralidad. Internamente abarcan el área metropolitana de sus países,
externamente constituyen una red, un conjunto dinámico donde las actividades que faltan en Londres se
complementan en Tokio por ejemplo. Hay una fragmentación de la producción, una deslocalización del
trabajo.
Braudel o Wallerstein, en cuanto a esto, planteaban que toda economía-mundo se organiza a partir de un
centro, pero Sassen al demostrar ese universo interactivo muestra que ya no es posible esa centralidad.
La globalización se sustenta sobre una base sólida que es el capitalismo. De modo que una ciudad sólo
es global cuando se encuentra articulada, de forma dinámica, al sistema capitalista mundial. Ejemplo:
Buenos Aires, San Pablo, Seúl, estos en nivel regional. Igualmente, sólo algunos espacios merecen el
calificativo de “global”, otros están excluidos.
Para Ortiz no es así, espacio y tiempo son categorías sociales pertenecientes a un determinado tipo de
civilización, y por más que tengan estrecha relación con la materialidad del mundo capitalista no se las
puede identificar con esa dimensión. Considera más correcto decir que el sustrato económico y
tecnológico del capitalismo es la condición necesaria para la consolidación del proceso de globalización.
Pero sí admite que el movimiento de desterritorialización se aplica a las ciudades, en el modo que las
define Sassen, a la producción automovilística, pero también a la creación de lugares particulares, a las
identidades planetarias y a una memoria “internacional-popular”.
Ortiz realiza la distinción entre “globalización” y “mundialización” por cuanto que globalización aplica
al terreno económico y tecnológico, y en la esfera de la cultura se habla de mundialización de la cultura,
no de globalización.
Cambiando de nivel la cosa cambia. Lo “nacional” presupone un espacio más amplio. También su
territorio está físicamente determinado, sus límites son fijos y su extensión es más dilatada. La nación
transita el camino de la turbulencia histórica por cuanto que se modela de acuerdo con los intereses de
sus instituciones, sus luchas, su visión del pasado, su política de construcción del presente. Es un
proceso largo que presupone la ocupación de un área geográfica y la invención de una conciencia
colectiva compartida por sus ciudadanos. En relación con lo “local”, lo “nacional” se impone por
unicidad. Existe “UNA” cultura nacional. Lo nacional engloba a los “lugares”, contrastando con su
diversidad.
Así, al hablar de “local”, “nacional” y “global”, se muestra un ordenamiento entre niveles espaciales
diferenciados, lo que lleva a pensar la relación entre ellos. Lo local se relaciona con lo nacional, lo
nacional resiste o se somete a lo global… La globalización aquí es entendida no como un movimiento de
una sociedad global, sino como resultado de un conjunto de interacciones.
Otra manera, en vez de pensar en unidades antitéticas, es pensar en términos de inclusión. Así, lo
“global” incluye lo “nacional”, que, a su vez, incluye lo “local”. Igual no le cierra porque se estaría
planteando lo global como un megaconjunto que estaría envolviendo a conjuntos más simples.
La propuesta de Ortiz ante esto, es considerar el espacio como un conjunto de planos atravesados por
procesos sociales diferenciados, entonces se dejan de lados los pares opuestos o la idea de inclusión.
Existen, entonces, tres dimensiones:
Ortiz estaría sugiriendo que la mundialización de la cultura y entonces del espacio, debería ser definida
en términos de transversalidad. Tanto lo nacional como lo mundial sólo existen en la medida en que
son vivencias. Al principio, hizo falta un esfuerzo histórico para que la conciencia colectiva, en el
comienzo restringida a una ideología de Estado, se transformara en cultura. Los hombres tuvieron que
aprender a interiorizar la necesidad de pensarse como miembros de sólo un país.
Ortiz define el lugar como un espacio transglósico, en el cual se entrecruzan diferentes espacialidades.
En el mundo de hoy, este postulado ya no satisface. Los individuos tienen referencias, pero no raíces que
los fijen físicamente al centro. La movilidad es una exigencia de un X tipo de civilización. Así, las
sociedades contemporáneas viven una territorialidad desarraigada. El desarraigo es una expresión de
esta época, expresión de otro territorio.
Modernidad-mundo e identidad
Cada cultura representa un patrón, un todo coherente cuyo resultado se realiza en la acción de los
hombres. Se comportan de acuerdo con el carácter estructural de la personalidad de determinada cultura,
o sea, un conjunto de normas aprendidas a través de la cultura. Socializados desde la infancia dentro de
un determinado contexto, los integrantes de esa cultura interiorizarían los elementos constitutivos del
núcleo central de su sociedad.
El carácter se aplica a niveles distintos, primero en el individuo, pero luego se torna identidad colectiva.
El carácter étnico de un grupo pasa entonces a ser concebido como la cultura compartida por sus
miembros. Ortiz destaca para esto tres nociones: integración, territorialidad y centralidad.
Para los antropólogos, la cultura es un todo integrado, una totalidad en la que se encuentran
orgánicamente articuladas diferentes dimensiones de la vida social. La cultura está marcada también, por
su función integradora, que conforma a los individuos según las exigencias de la sociedad. Sin embargo,
la capacidad de inclusión se delimita a un territorio físico.
En el interior de su territorialidad, toda cultura es una, indivisa; se distingue de todas las otras y se
define por una “centralidad” particular. Es como que la cultura posee un núcleo. El núcleo puede estar
sujeto a cambios que son lentos y graduales. Es como que elementos antiguos son abandonados y
elementos nuevos son desarrollados. Hay aquí un cierto grado de integración, el cual se va a producir a
través de cualquier proceso de modificación cultural.
Inevitablemente, los antropólogos saben que existen tipos diferentes de formaciones sociales: sociedades
tribales, ciudades-Estado, imperios. Como cada cultura es una, singular, se considera que cada sociedad
nacional es un todo integrado, cuya base material es el Estado-Nación. El mundo se constituye entonces,
en una pléyade de culturas nacionales, cada cual con su idiosincrasia.
La identidad, según una definición de Ortiz, es una especie de construcción simbólica, una construcción
cultural e ideológica. De esta forma no tiene mucho sentido la búsqueda de “una” identidad, es más
correcto pensarla a partir de su interacción con otras identidades.
La nación, sería un nuevo tipo de organización social que representa la totalidad que trasciende a los
individuos, los grupos y las clases sociales. Esto como novedad histórica, como diría Hobsbawm, ya que
antes la nación, contraponiéndola con la definición anterior, para Mauss es una sociedad material y
moralmente integrada a un poder central establece y permanente, con fronteras determinadas y una
relativa unidad moral, mental y cultural de los habitantes.
La idea de Nación implica que los individuos dejen de considerar sus regiones como base territorial de
sus acciones. La Nación desencaja a los ciudadanos de sus particularidades, de sus provincianismos, y
las integra como parte de una misma sociedad. La parte se integra al todo.
El espacio local se desterritorializa, y adquiere otro significado. El principio fundamental de la
modernidad es la individualidad, lo que significa que se rompen los vínculos estamentales, dejan al
individuo libre para circular según su voluntad.
El advenimiento de la “sociedad” rompe con los lazos de solidaridad y afectividad. La nación pretende
recuperarlos a todos los ciudadanos y hablar de una “comunidad nacional”. Ortiz plantea que es
irrealizable frente a la transformación radical de la sociedad. La modernidad, al mismo tiempo que se
encarna en la Nación, trae con ella los gérmenes de su propia negación. El resultado es un doble
movimiento: desterritorialización de los hombres y se re-territorialización en el ámbito de otra
dimensión. De esta manera, la identidad nacional exige permanente reconstrucción.
La nación define un espacio geográfico en cuyo interior se realizan las aspiraciones políticas y los
proyectos personales. Así, el Estado-nación también es una instancia de producción de sentido.
La realidad del mundo hoy es que el TODO está hecho trizas; el centro es amenazado por la desunión,
pero no significa que las sociedades se descompongan, tampoco que los Estado-Nación se diluyan.
Significa que el contexto cambió, el espacio se transforma y que la modernidad-mundo impulsa un
movimiento de desterritorialización hacia afuera de las fronteras nacionales, y acelera las condiciones de
movilidad y desencaje.
A partir de la globalización, la propia noción de espacio se transforma. El núcleo de cada cultura, o sea
el referente para la construcción de la identidad, pierde centralidad.