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La traducción ha acompañado al hombre desde los inicios de la Historia.

Los primeros
documentos bilingües sumerio-acadios y la condición de poliglotismo de las civilizaciones
del Próximo Oriente muestran un panorama en que la traducción ha sido vehículo
insustituible para el intercambio cultural. Nos remontamos a una etapa que ha llamado
García Yebra "protohistoria de la traducción"1. Desde entonces esta actividad, como contacto
cultural, como traspaso de la tradición, ha acompañado al ser humano en su historia hasta
hoy.
Los historiadores de la traducción suelen establecer un primer período en que hemos
de hablar fundamentalmente de interpretación oral, aunque también de traducción escrita con
frutos tan relevantes como, por ejemplo, la versión de los Septuaginta. A continuación se
distingue un período en que se comienza a reflexionar sobre la traducción a partir de la
práctica traductora. Se caracteriza esta fase, como indica Steiner, por su orientación
empírica2. A partir de este momento podemos hablar de una "teoría" o, al menos, de una
"preteoría" de la traducción. Tuvo lugar, como es bien sabido, en la Roma deseosa de

1 "Protohistoria de la traducción", J.C. SANTOYO ET ALII, Fidus Interpres, 1, León, 1987, 11-24.
2 Cf. G. STEINER, Después de Babel. Aspectos del lenguaje y la traducción, (=After Babel. Aspects of
Language and Translation, Nueva York, 1975 trad. cast. A. Castañón), México-Madrid-Buenos Aires, 1980, pp.
272-274. Este autor habla de cuatro periodos en la historia de la traducción. El primero de ellos se extendería desde
Cicerón hasta finales del siglo XVIII. Con las ideas de Tytler y, sobre todo, el célebre ensayo de Schleiermacher
Über die verschiedenen Methoden des Übersetzens publicado en 1813 se abre una segunda fase "de teoría e
investigación hermeneútica". La tercera época o "comente moderna" se caracteriza por la aplicación de las teorías
lingüísticas a la reflexión sobre la traducción, inspirada en el formalismo. Según Steiner desde principios de los
sesenta, con el descubrimiento del texto de Benjamin Die Aufgabe des Übersetzens y la influencia de Gadamer, se
ha vuelto a las investigaciones hermeneúticas, cf. el cuarto capítulo de la obra citada, titulado "Las ambiciones de
la teoría".
22 Primera parte

asimilar la cultura griega. En este sentido se ha dicho en más de una ocasión que la
traducción es un invento romano? allí, en la voz de Cicerón y Horacio, encontramos las que
tradicionalmente se han considerado primeras reflexiones teóricas sobre esta actividad.
La traducción renacentista bebió en gran medida de las fuentes clásicas para su crítica
de la traducción medieval y se apoyó en las auctoritates latinas para constituirse como
género. Bajo sus declaraciones programáticas, sus ideas, prejuicios, topica a los que se
adhieren o combaten, puede advertirse una línea de continuidad que remonta en gran parte a
la Antigüedad Clásica. Por ello creemos conveniente hacer un breve repaso por alguno de
los momentos más importantes en el devenir histórico, que dará luz y permitirá situar en su
contexto debido las ideas sobre la traducción que predominaron en el Renacimiento español.

El fragmento más citado de Cicerón sobre el tema pertenece a De optimo genere


oratorum. Allí el autor, al hablar sobre sus versiones de Esquines y Demóstenes, declara que
ha traducido (convertere) ut orator, estableciendo una diferencia con la traducción ut
interpres. Es propio del orator verter manteniendo las ideas y su forma, pero usando palabras
adecuadas al uso latino (ad nostram consuetudinem). En su proceder, nos dice Cicerón, no
se creyó obligado a verbo pro verbo...reddere, sino que se esforzó únicamente por mantener
genus omne verborum vimque. En definitiva, concluye, se trata de "sopesar" las palabras del
original (adpendere) y no de "contarlas" manteniendo su número exacto (adnumerare)4.
Pero no es éste el único lugar de Cicerón repetidamente citado en el contexto de la
traducción. Otro pasaje célebre lo encontramos en Definibus bonorum et malorum, en donde
el latino explica su manera de exponer los textos filosóficos griegos. Nos dice allí que para
su cometido no ha recurrido a trasladar palabra por palabra lo que los filósofos dijeron, a la
manera de los intérpretes poco elocuentes. Por el contrario, su método consiste en elegir la
palabra más usada en latín que signifique lo mismo que la que trasladaría literalmente el
griego, en verter por más de un término lo que en griego se dice con uno sólo o, también, en
mantener el préstamo griego cuando no hay equivalente latino5.
Tradicionalmente estos textos se han interpretado como una condena de Cicerón a la
traducción literal, propia de interpretes indiserti que realizan una traducción "palabra por
palabra" (exprimere verbum e verbo) y una defensa de una traducción oratoria libre que
pretende recoger las ideas y tono del original, sin ser esclava de la letra. Así lo ha señalado,
por ejemplo, Kloepfer, quien destaca la visión tradicional de Cicerón como el "liberador" de
la "copia esclava"6. Aunque la recepción mayoritaria de las palabras de Cicerón ha sido en

3 Cf. J.C. SANTOYO, Teoría y crítica de la traducción: Antología, Barcelona, 1987, en la introducción, p. 8.
4 De opt. gen., 13-14.
5 De fin., 3 , 4 , 15.
6 R. KLOEPFER, Die Theorie der literarischen Übersekung, Munich, 1967, pp. 21-27. Sin embargo considera
este autor que, del mismo modo que la traducción literal desemboca en la interlineal, la traducción libre acaba
siendo imitación ("Nachdichtung")y adaptación ("Umdichtung"), y que ambos tipos de traducción pueden
Primeros pasos en [a teoría de [a traducción 23

el sentido que indica Kloepfer, no siempre recibieron esta interpretación, ya en el mismo


Renacimiento, como veremos más adelante. Modernamente García Yebra ha censurado esta
valoración tradicional, pues en su opinión no hay motivo para considerar a Cicerón
preceptista de la traducción. Cree el crítico español que Cicerón menciona al intérprete sólo
para distinguirlo del orador, que no hace traducciones, sino refundiciones o imitaciones7. De
hecho, si leemos la continuación del pasaje comentado del tratado De optirno genere
veremos que Cicerón, al traducir a Esquines y Demóstenes, no pretendía tanto traducir las
palabras griegas cuanto mantenerse dentro del mismo género que éstas. Su objetivo, en
definitiva, era dar una norma de estilo para los oradores. Con sus traducciones, afirma, erit
regula, ad quam dirigantur eorum orationes qui Attice volent dicere*.

1.2. HORACIO

El segundo autor siempre citado entre los clásicos como teórico de la traducción es
Horacio, cuyos versos 133-34 del Ars Poetica, nec verbo verburn curabis reddere fidus/
interpres, han sido interpretados tradicionalmente como una condena de la traducción literal
verbo verburn y, en consecuencia, se ha visto en ellos una recomendación de la traducción
libre en la misma línea que Cicerón.
De nuevo García Yebra, en su comentario a estos versos, niega cualquier fundamento
a la consideración de Horacio como preceptista de la traducción. En realidad, Horacio hace
aquí una referencia al jidus interpres sólo como término de comparación, sin ninguna
intención de juzgar su actividad, sino para diferenciarlo del poeta novel que pretende escribir
sobre materias ya conocidas. Para García Yebra, que se basa en el crítico del siglo XVII
Pierre Daniel Huet, el responsable de la mala interpretación fue Jerónimo, que hace una
lectura descontextualizada de los versos e inaugura una tradición que ha perpetuado a lo
largo del tiempo el error, como veremos más adelante.

Con Andronico en la Epica; Ennio, Pacuvio y Accio en la Tragedia; Cecilio, Plauto y


Terencio en la Comedia, con las versiones de Cicerón, Catulo, la traducción de Arato de
Germánico o la del pseudo-aristotélico m p t ~dopoude Apuleyo, la traducción se sitúa en

considerarse "como una huida ante un trabajo enorme que requiere un gran dominio de las lenguas" (y que sería la
traducción en sentido estricto). Cicerón sigue siendo utilizado en la polémica actual entre los partidarios de una
traducción apegada al texto fuente y aquéllos más preocupados por la lengua meta. Los primeros pretenden traducir
según el ciceroniano ut interpres. buscando una "equivalenciaformal", mientras que los segundos defienden una
traducción ut oraror que practica una "equivalenciadinimica". Para un resumen de la situación puede verse, por
ejemplo, E. TORRE, Teoría de la traducción literaria. Madrid, 1994, pp. 13-15.
7 Cf. V. GARC~A YEBRA,"Cicerón y Horacio, Lpreceptistas de la traducción?", CFC 16 (1979) 139-154.
8 De opt.gen., 23.
24 Primera parte

Roma en el contexto de la asimilación de la cultura griegas. Sobre todo en época arcaica, la


"traducción" no se realiza desde la igualdad de lenguas, sino que es vehículo para dotar a una
lengua rudimentaria y primitiva de capacidad literaria. No faltan al respecto los lamentos por
la patria semonis egestas que la comparación con la lengua griega ponía al descubierto ante
la conciencia lingüística de los latinoslo. En un primer periodo, que conocemos sobre todo
por las traducciones de obras teatrales, se busca producir en el espectador romano el mismo
efecto que la obra causó en el griego, en terminología modema, una "equivalencia dinámica"
que, tras la resituación de la obra en ambiente romano, en muchos casos no debía dejar
invariable más que el núcleo semántico básico. No existe en ellas una distinción clara entre
"traducción" y "adaptación". Cuando a partir de Cicerón comienza la reflexión sobre esta
actividad, las ideas sobre la traducción literaria aparecen en estrecha conexión con el
concepto de aemulatio. La "traducción" es una vía para el enriquecimiento del idioma y para
el ejercicio de los oradores: ha de superar la obra original, no sustituirla palabra por palabra.
Por otra parte, el bilingüismo existente entre las clases cultas, capaces de entender los textos
griegos originales, colabora en la idea de la inutilidad de la traducción tal y como hoy la
entendemos.
Desde este punto de vista, no es preciso insistir en el carácter de reivindicación
nacionalista que adquiere la traducción en el sentido ciceroniano. Su prevención contra el
verbum verbo ha de entenderse desde su patriotismo, enunciado sin cortapisas en un célebre
pasaje de las Tusculanas (1,l) y afianzado en sus declaraciones sobre la superioridad del
latín frente al griegoll. En la estela ciceroniana se mantiene Quintiliano quien en su Institutio
oratoria traza las líneas de actuación que ha de seguir el orador para enriquecer al máximo

9 La bibliografía sobre la traducción en la Antigüedad es, como se sabe, amplísima. Remitimos a los trabajos
clásicos de A. REIFF,Interpretatio. imitatio, aemulatio. Begriff und Vorstellung literarischer Abhiingigkeit bei den
Romern, Bonn, 1959; M. FUHRMANN, "Interpretatio. Notizen zur Wortgeschichte", en D. LIEBS,(ed.), Sympotica K
Wieacker; Gottingen, 1970, pp. 80-110; A. TRAINA, Vortit barbare. Le traduzioni poetiche da Livio Andronico a
Cicerone, Roma, 1974; F.M. RENER,Interpretatio. Language and translation from Cicero to Tyler; Amsterdam,
1989; y también, para la problemática general del conocimiento de las lenguas extranjeras en el mundo greco-
romano y el papel de la traducción en él, al volumen colectivo C. W. MULLER-K. SER-J. WERNER, Zum Umgang
mit Fiemden Sprachen in der Griechisch-romischen Antike, Darmstadt, 1992, sobre todo la exhaustiva bibliografía
final. El último estudio de conjunto que conocemos sobre el tema es el de A. SEELE,Romische Ubersetzel: Note,
Freiheiten, Absichten. Verfahren des Literarischen Ubersetzens in der Griechisch-Romischen Antike, Darmstadt,
1995. En él, además de estar recogida la producción bibliográfica más importante, se ensaya un análisis original y
esclarecedor en la medida en que sistematiza los testimonios de los autores clásicos sobre la traducción según los
diversos problemas que encaran, los coteja con la praxis traductora y los pone en relación con los conceptos de la
modema "traductología". Además señala las líneas directrices de su recepción en la historia de la traducción,
mostrando hasta qué punto su interpretación tradicional ha adolecido de un tratamiento bastante superficial. Puede
verse también, para un punto de vista histórico y sociológico, el breve y esclarecedor repaso de V. GARC~A YEBRA
"La traducción del griego en la educación romana" publicado en el volumen Traducción: Historia y Teoría. Madrid,
1994, pp. 28-47.
10 Cf. por ejemplo, el famoso testimonio de Lucrecio, 1, 136-139. Al respecto, M. L ~ P ELZ~ P E Z"Lucrecio,
,
traductor de Epicuro", J.C. SANTOYO ET ALII,Fidus Interpres, 11, León, 1987, 364-373.
11 Cf., por ejemplo, Fin., 1,10 o 3,5.
Primeros pasos en la teoría de la traducción 25

su lengua y su estilo mediante la "traducción" de otras obrasl2. Es necesario advertir que en


su concepción de la aemulatio como ejercicio formativo se refiere Quintiliano no sólo a la
"traducción" interlingual, sino también a la intralingual; también la refundición y "traslado"
de obras latinas aportan beneficiosos frutos al que se ejercita en el arte oratorial3. Del mismo
modo Plinio el Joven recomienda la traducción, tanto directa como inversa, como ejercicio
retórico. Su utilidad viene dada por el hecho de que permite adquirir proprietas splendorque
verborum, copia figurarum, vis explicandi además de desarrollar la inveniendi facultas
mediante la imitatiol4. En Séneca el Viejo leemos la misma idea de la aemulatio en su
alusión a la traducción como certamen en la que el objetivo es resultar vencedor's.
A medida que la literatura latina se independizó de sus modelos griegos hemos de
suponer que producción original y "traducción" tomaron límites más precisos y propios. En
cualquier caso, las circunstancias especiales en que surgió en Roma el concepto de
"traducción libre" -las de la recepción de la literatura griega y la conformación de la lengua
literaria latina- hacen que apenas podamos aplicarlo a nuestra idea actual de lo que debe ser
la traducción entre lenguas y culturas en similares estadios de desarrollo. En este sentido, un
simple repaso de los requisitos que ha de cumplir un traductor que gozan actualmente de
consenso, pese a las diferentes tendencias y definiciones de la traducción existentes, muestra
las profundas diferencias que nos separan de la Antigüedad. Como indica Seele, hoy en día
al menos hay acuerdo en señalar lo que no se debe hacer: no debe el traductor ponerse en
primer plano para, rivalizando con el autor, intentar superar el texto. Además, ha de saber
distinguir en el original los elementos invariables de los variables y permitirse ciertas
libertades sólo con éstos últimos: la ampliación o reducción, la alteración del núcleo
semántico de la obra, su cambio de tono etc., están vedados al traductor modernol6. Por el
contrario, el concepto de "ocultamiento" del traductor, esencial y en la base de los requisitos
mencionados, era completamente ajeno para el intérprete antiguo.

12 Inst. orar., 10, S, 2-5. García Yebra, en el trabajo ya citado ("Cicerón y Horacio", pp. 149 y SS.)acude
precisamente al testimonio de Quintiliano para demostrar su tesis de que Cicerón, pese a haber sido utilizado en la
historia de la traducción como defensor de la "traducción libre", no se sitúa en el ámbito del traductor, sino en el
del orador, y que extraer de su posición la conclusión de que condenaba la traducción literal o "palabra por palabra"
es tomarse demasiadas licencias.
13 En este sentido hay que entender sus célebres palabras del pasaje citado en la nota anterior, neque ego
paraphrasin esse interpretationem tantum volo, sed circa eosdem sensum certamen atque aemulationem. Como
advierte Seele, una defectuosa comprensión de esta frase ha provocado una deformación más en la recepción de las
ideas de los clásicos sobre la traducción, plasmada en la justificación en las palabras del teórico latino de una
contraposición entre "interpretación/traducción" y "paráfrasis". En realidad el concepto de interpretatio recibe en
Quintiliano un nuevo sentido. Se refiere con él al traslado de un texto latino en otro, también latino, por medio de
sinónimos. Frente a este trasvase mecánico, la paraphrasin supone la recreación del texto, ejercicio mucho más útil
que el mero "palabra por palabra" intralingual. Como vemos, ambos conceptos no están aplicados en este texto a la
"traducción", cf. A. SEELE,Romische Ubersetzer: pp. 99-101. La interpretatio es una forma de ex latinis conversio
que consiste en la inmutatio o sustitución palabra por palabra de los términos del texto (latino) modelo, cf. H.
LAUSBERG, Manual de Retórica literaria, 11, Madrid, 1984, p. 408.
14 Epist. 7, 9.
15 Controversiae, 9,1,13.
16 Cf. Romische Ubersetzer, p. 10.
Primera parte

La fuente transmisora de los textos de Cicerón y Horacio en el contexto de la


traducción es, como es sabido, Jerónimo. Por sus consideraciones teóricas sobre la
traducción, su labor crítica y su propia práctica traductora ha pasado a la historia como
patrón de los traductores. Su conocida epístola Ad Pammacchium constituye un pequeño
tratado de "traductología" en el que se inspiraron los traductores posteriores.
Jerónimo había traducido por encargo de Eusebio de Cremona una carta de Epifanio de
Salamis destinada a Juan, obispo de Jerusalén. El traductor cristiano realizó la traducción
para Eusebio y le pidió que no la hiciera pública, deseo que no fue respetado. En cuanto fue
conocida, la carta provocó entre los rivales de Jerónimo, con Rufino a la cabeza, la acusación
de que intentaba falsear el contenido del original para desacreditar a Juan y poner en su boca
opiniones heréticasl7. La necesidad de justificar su versión le lleva a desarrollar ampliamente
sus ideas sobre la traducción en la mencionada carta a Pammaquio, escrita sobre el 395.
Jerónimo, traductor experimentado y buen conocedor de los problemas que esta actividad
conlleva, había abordado este tema también en otros lugares.
Jerónimo argumenta en la epístola que en su traducción no pretendió falsear el
contenido del original, sino llevar a cabo lo que para él es una traducción correcta. Aunque
no es literal, es fiel al contenido y pretende, en clara expresión ciceroniana, sensum
exprimere: profiteor me in interpretatione Graecorum absque scripturis sanctis, ubi et
verborum ordo mysterium est, non verbum e verbo sed sensum exprimere de sensu (57,5).
Para resultar más convincente, se acoge a la socorrida autoridad de los antiguos y
afirma que en esta forma de traducir ad sensum se limita a seguir la tradición clásica y a
autores como Cicerón, Horacio, Plauto o Terencio que así tradujeron. Probablemente
Jerónimo, muy familiarizado con la cultura antigua, era consciente de que la traducción en
la Antigüedad, al menos en los ejemplos que citaba, debía ser entendida en el contexto claro
de la recepción literaria y de que la reflexión sobre tal actividad se enmarcaba dentro de los
ideales retóricos, en absoluto extrapolable a la traducción de documentos y cartas, como era
el caso. De cualquier manera cita directamente las palabras de Cicerón en De optimo genere
oratorum y los versos 133-4 del Ars poetica de Horacio, pues la necesidad le forzaba a una
interpretación de tales textos según su propia conveniencia. A continuación, para mostrar
que él mismo desde su juventud se inclinó por este tipo de traducción y rechazó el verbum
verbo, cita sus propias palabras en el prefacio a su versión de Eusebio varios años anterior.
Allí ponía de relieve la dificultad de la labor del traductor, declaración que, por mucho que
ahora fuera traída a colación de forma interesada, formula el gran problema con el que ha de
enfrentarse siempre un traductor; la armonía y equilibrio exacto entre la fidelidad al original
y el respeto hacia la lengua de llegada y el hablante nativo de ésta.

17 Cf. G.J.M. BARTELINK, Liber de oprimo genere interpretandi. Ein Kornenrac Leiden, 1980. Para un resumen
de la actividad de Jerónimo como traductor, con bibliografía, cf. J. GONZÁLEZ
LUIS,"Notas sobre Jerónimo traductor
y comentxista", Tabona, Revista de Prehistoria, Arqueología y Filología Clásica 5 (1984) 397-406.
Primeros pasos en la teoría de la traducción 27

Como hemos visto, en su primera declaración Jerónimo parte de una distinción


esencial entre las sagradas escrituras y las obras profanas. Para el texto sacro, donde las
palabras han sido inspiradas por la propia divinidad, exige una traducción literal, apegada a
la letra aún cuando el resultado sea incomprensiblel8. Sin embargo, en la traducción de los
textos griegos (se refiere Jerónimo a los Padres), la versión literal es condenable desde un
punto de vista literario. En la carta a Pammaquio considera que los cómicos latinos habían
conservado en sus versiones el decorem y la elegantiam, sin confundir la veritatem
interpretationis con el atarse al rigor de la letra. En la Epistola Ad Sunniam et Fratellam
(106), en la que se detiene en examinar distintos ejemplos del Libro de los Salmos en los que
divergen la traducción griega de los Septuaginta y la latina, vuelve a este tema. Para
Jerónimo la traducción literal, con su obsesivo celo por la exactitud, descuida la belleza de
la lengua, su e j u f m ' d u m interpretationis kakozhl 'aequimur; omnem decorem
translationis amittimus, et hanc esse regulam boni interpretis, ut - idivwm&&paealterius,
suae linguae exprimat proprietate.

1.5. LA TRADUCCIÓN MEDIEVAL

Estos textos de Jerónimo, en su gran difusión medieval, constituirán el nexo de unión


entre las ideas de Cicerón y Horacio y el concepto deljidus interpres medieval.
Según hemos visto, aunque Jerónimo invoca a los clásicos en la defensa de su derecho
a una traducción libre capaz de trasladar el decorem de la lengua original, para su magnum
opus, la traducción de la Biblia, se exigirá una versión palabra por palabra que preserve hasta
en el más mínimo matiz el misterioso significado de la palabra divina, que trasciende los
límites del entendimiento humano y cuyo desentrañamiento corresponde, no a la traducción,
sino a la hermeneútica. En esta exigencia, como indica Schwarzlg, está implícito el
reconocimiento de que una traducción ad sensum es incapaz de aprehender todos los detalles
que la traducción ad verbum mantiene. Esta carencia, sólo sugerida por Jerónimo, será la que
decida a los traductores medievales del griego al latín a defender la necesidad de la
traducción palabra por palabra.
En el prefacio a su versión de la Eisagogé de Porfirio, Boecio declara que, como unjidus
interpres, ha traducido cum verbo verbum, justificando esta opción por su interés en verter la
incorrupta veritas del texto original más que el lepos luculentae orationis. Cree Schwarz que
Boecio hace referencia a las palabras de Jerónimo en la epístola 57 y que rememora el verso
de Horacio allí citado. En esta declaración puede verse una evolución a partir de las teorías de
Jerónimo: Boecio extiende el principio que el santo había reservado a los textos sacros y lo
aplica también a otros géneros, en este caso a los textos filosóficos, renunciando a la elegancia
de estilo por trasladar sin alteraciones y fielmente las ideas del autor, es decir, por actuar como

O. C.. p. 31.
18 Cf. R. KLOEPFER,
"Themeaning of Fidus Interpres in Medieval translation",JthS, 45, (1944), pp. 73-78, en
19 Cf. W. SCHWARZ,
concreto p. 75.
28 Primera parte

los jidi interpretes. El concepto de fidus interpres en Boecio -aquel que traduce verbum
verbo- es idéntico al que Jerónimo había extraído de las palabras de Horacio. Consciente de
estar contradiciendo la autoridad de los clásicos, Boecio admite su culpam20.
Semejante defensa del método palabra por palabra encontramos también en Juan
Escoto en su prefacio a la traducción de Dioniso Areopagita. El traductor además advierte al
lector, por si considera algún pasaje en exceso oscuro, que su misión es traducir, no explicar:
sin ver0 obscuram minusque apertam praedictae interpretationis seriem iudicaverit, videat
me interpretem huius operis esse, non expositorem2l. En una evidente evocación de las
palabras de Boecio, Escoto alude también a su culpamfidi interpretis.
Las consecuencias a extraer de estas declaraciones programáticas, los motivos que
guían la elección de esta forma de traducir están claramente indicados por Schwarz: "this
method is considered to be the surest safeguard against any alteration of the original thought
or the introduction of false or heretical views into the author's work. The translator cannot
be blamed for the views expressed in the translationW22.
Aunque hubo voces que advirtieron de las limitaciones de una traducción completamente
apegada a la letra y es común encontrar quejas sobre las dificultades del método -el propio
Escoto era consciente de ellas y se lamenta de la dificultad de trasladar los compuestos griegos
al latín, justificando la necesidad de abandonar la estricta aplicación del palabra por palabra
para ello- una literalidad, al menos teórica, cada vez mayor predominó en el panorama
medieval, favorecida por un creciente desconocimiento de las letras que dió libertad de acción
a la ineptitud de muchos traductores23. Una de las consecuencia de este traducir palabra por
palabra atendiendo sólo al contenido fue la proliferación de traducciones escritas en un estilo
deteriorado y un latín ilegible. En muchos casos incluso no resultaba posible entenderlas si no
era recurriendo al original griego que seguían al pie de la letra. Contra la negligencia hacia la
lengua latina se levantaron los primeros humanistas italianos con su nueva teorización sobre lo
que debía ser una interpretatio recta. Ella se convirtió en el enemigo al que combatir, a veces
airadamente, con las nuevas armas del "humanismo retórico".

1.6. EL CUATROCIENTOS ITALIANO

La Italia del Cuatrocientos es habitualmente considerada como la cuna de la "nueva"


reflexión sobre la traducción, íntimamente asociada con el cambio de actitud que se produce
en varios frentes.

20 Texto en SCHWARZ, o.c., p. 73.


2 1 Ibidem.
22 o.c., p. 76.
23 Véase F. BLAIT,"Remarques sur 1' histoire des traductions latines", C&M 3 (1938139) 217-242, en concreto
p. 222. Sobre la preferencia a nivel teórico delfidus interpres y de la traducción ad verbum en la Edad Media es un
testimonio ilustrativo el Catholicon de Giovanni Babbi (1286), obra que alcanzó una gran difusión. En el vocablo
Parafrasres puede leerse: parafrastes ...secundum quosdam dicitur qui minus bene interpretatur, qui scilicet non
transfert litteram ex littera sed sensum ex sensu (tomamos la referencia de R. SABADINNI, "Del tradurre i classici
antichi in Italia" Atene e Roma 3 (1900) cok. 201-217, cita en col. 206).
Primeros pasos en la teoría de la traducción 29

Obviamente, el descubrimiento de los textos clásicos y el contacto directo con ellos


crea la necesidad de su difusión. Los traductores encargados de esta actividad se saben parte
integrante de los programas de recuperación de la literatura clásica que surgen bajo la
protección de diversos mecenas en los grandes centros culturales de Italia, sobre todo en la
corte de Nicolás V, que ha sido definida modernamente como una gran
"~bersetzun~sanstalt"24.El desconocimiento general del griego requiere de unas
generaciones de humanistas que se afanan en su estudio en torno a los maestros helenos
emigrados a Occidente con la caída de Constantinopla y ponen en práctica lo aprendido
traduciendo. Son los herederos espirituales de Petrarca y Bocaccio: Salutati, Bruni, Filelfo,
Poggio, Uberto y Pier Candido Decembrio, Guarino, Giustiniani, Barbaro, Pannonio,
Poliziano etc. A lo largo del siglo XV su labor cristaliza en las versiones latinas de un
elevado número de autores griegos: Homero, Platón, sobre todo Aristóteles, Plutarco,
Tucídides, Jenofonte, Diodoro, Apiano, Polibio, Ptolomeo, los Padres de la Iglesia etc25.
Estos intérpretes, que por lo demás pertenecen de hecho a una oligarquía económica y
cultural, se consideraban en cierto modo miembros de un grupo de iniciados con el poder de
hacer accesibles a un público más amplio los tesoros de la literatura griega, de satisfacer la
creciente demanda de una sociedad ávida de revivir a los clásicos26. De ahí su orgullo al
exclamar que "donan a la latinidad" (latinitate donare) estos tesoros, sabedores de que con
su labor llevan a cabo un bien a la comunidad. Sólo los studia humanitatis permitirán -en su
entusiasmo ingenuo- olvidar la "barbarie medieval" y hacer progresar al hombre moderno.
Únicamente los clásicos ofrecían no sólo los conocimientos necesarios para regir los estados
y las casas, sino también modelos de los que aprender y, en la medida de lo posible, emular.
Surge pues una clara conciencia de la importancia de su misión, que adquiere un
carácter político en la medida en que forma parte del cambio social que se está produciendo.
La dimensión nacionalista del Renacimiento italiano ha sido suficientemente puesta de
relieve y en ningún sitio se refleja mejor que en las Elegantiae de Valla. Allí el rescate del
latín es el arma con que luchar en el certamen contra los "bárbaros", apelativo usual para
aludir a la tradición escolástica. Bastante se ha insistido en la importancia que adquiere en
esta corriente ideológica la Filología. El estudio del lenguaje tiene como fin la recuperación
de la realidad que los escolásticos habían perdido de vista con sus disquisiciones metafísicas.

24 Cf. G . VOIGT, Die Wiederbelebung des Klassisclzen Altertums, Berlin, 1893, p. 156.
25 Para un panorama general, cf. R. SABADINNI, Le scoperte dei codici latini e greci ne'secoli XIV e X1! Firenze,
1905 y los manuales clásicos de J.E. SANDYS, A History of Classical Scholarship, New York, 1985; R. PFEIFFER,
Historia de la Filología Clásica. De 1300 a 1850 (= History of Classical Scholarship. From 1300 to 1800, Oxford,
1976, trad. cast. J. Vicuña y M" R. Lafuente), Madrid, 1981, pp. 53-86; L. D. REYNOLDS, N. G . WILSON, Copistas y
Filólogos (=Scribes and Scholars, Oxford, 1974, trad. cast. M. Sánchez Mariana), Madrid, 1986, pp. 160-212 y G .
HIGHET, La tradición clásica. Influencias griegas y romanas en la literatura occidental (= Tlze Classical Tradition.
Greek and Roman Influences on Western Literature, Oxford, 1949) vol. 1, pp. 168-202.
26 Como indica Voigt, el público al que se dirigen estas traducciones no es erudito o filólogo. Tales humanistas
escriben y traducen más bien "fürgeniessende und lernlustige Dilettanten, die nach dem neuen Stoffe verlangte, die
auf klare lesbare und geschmückte Form Anspruch machen",o.c., p. 171.
30 Primera parte

Sólo la búsqueda de los textos y la Crítica Textual, que los depuraba, permitían escuchar la
voz auténtica y original de los maestros antiguos27.Es preciso poner de relieve además el
papel decisivo que en este panorama se atribuía a la traducción, pues sólo ella en definitiva,
como indica Steiner, "podía asegurar que el hombre moderno no se viese despojado de la
sabiduría y herencia del pasado"28.
Como consecuencia, hay un cambio de actitud con respecto a la labor de la traducción
cuyos reflejos más evidentes son, por una parte, la pérdida del anonimato que ocultaba al
intéprete medieval y, por otra, una encendida defensa de esta actividad. Las palabras de
Leonardo Bruni en el prefacio a su traducción de la Eda de Marco Antonio de Plutarco
dirigido a Salutati (ca. 140516)son una buena muestra de las reivindicaciones comunes a los
intérpretes de la época. En él Bruni explica que el objetivo de sus versiones es renovar la
herencia de la Antigüedad para la utilidad de los hombres modernos: Habemus quidem in
animo hos omnes Plutarchi viros...in latinum convertere et famam ac gloriam summorum
virorum renovare, ut simul cum utilitate nostra, quam ex Graecorum cognitione percepimus,
nostrorum quoque hominum sit coniuncta utilitas29. Sin embargo, se duele de la difícil
situación en que se encuentra el traductor, que ha de luchar con la falta de reconocimiento
por su servicio a la comunidad y la incomprensión hacia una tarea que requiere un gran
esfuerzo. Además se queja de la extendida costumbre de atribuir al traductor todos los
defectos de la obra traducida, aunque éstos provengan del autor original, mientras que, sin
embargo, siempre se le escatiman los elogios. Además, frente a la objeción común de la
imposibilidad de traducir al latín la elegancia griega, entona una encendida defensa de la
lengua latina, que -dice- puede llegar a la misma vim dicendi aut facundiam que la griegaso.
Visto el tono triunfalista con que afirman su labor las más de las veces, hemos de
conceder a estos lamentos algún carácter retórico. Sin embargo, no es menos cierto que estos
traductores tuvieron que enfrentarse con un secular desprecio hacia la traducción. Para
Steiner se trata de una idea fundamentada en la creencia firme de que el proceso traductor
implica inevitablemente una devaluación. En su interesante análisis señala la existencia de
prejucios "de orden religioso y psicológico relativos a la legitimidad del paso de una lengua
a otra", en la medida en que el lenguaje es "esencia divina y numinosa". A partir del siglo
XV el argumento de la imposibilidad de la traducción se seculariza, basándose ahora en la
convicción de que es imposible la simetría entre dos sistemas semánticos distintos. Ambas
concepciones, en cualquier caso, tienen algo en común, las dos comparten "una impresión
de pérdida"31. En un conocido estudio sobre la traducción en el Renacimiento, Gianfranco
Folena ha recogido un ilustrativo testimonio de este desdén en boca de Domenico da Prato,

27 Véase, por ejemplo, el estudio de F. RICO,El sueño del humanismo. De Petrarca a Erasmo, Madrid, 1993,
especialmente, pp. 17-43.
28 o. c., p. 283.
29 Citado por la edición de H. B A R ~ N Leonardo
, Bruni Aretino, humanistisch-philosophischeSchriften mit
einer Chronologie seiner Werke und Briefe, Leipzig-Berlin, 1928, p. 102.
30 Ibidem, pp. 103-104.
31 Cf.G. STEINER, O. c., pp. 275-76.
Primeros pasos en la teoría de la traducción 31

que toma partido por los "inventori" frente a los "traduttori". La fama, en última instancia
-tal y como Bruni denunciaba-, corona sólo a los primeros32.
La nueva actitud a que aludimos, encarnada en la élite de los humanistas, trae consigo
un proceso de "profesionalización" de la traducción. Consecuencia inmediata de éste es la
exigencia de una serie de requisitos a aquél que quiera dedicarse a ella. Algunos de ellos
fueron enumerados por Bruni, como veremos, en su De interpretatio recta: el dominio
riguroso de la lengua de la que se traduce, el manejo diestro, amplio y consciente de la
lengua a la que se traduce y un conocimiento profundo de los autores que se traducen. La
adquisición de estas destrezas -dirá Bruni- sólo se alcanza con la atenta lectura de los
clásicos y el estudio minucioso de las artes retórica y oratoria. En definitiva, la preparación
que él mismo y los de su círculo recibieron del maestro Crisóloras.
Es precisamente en este contexto cuando se impone el término traducere como
tecnicismo para designar esta labor. Ya Sabbadini señaló la primera aparición de traducere
con el significado específico con el que pasó a las lenguas romances en el propio Bruni, en
carta fechada en 140533. Después Folena, en su excelente estudio de la cuestión, ha analizado
ampliamente cómo la gran difusión que disfrutaron las versiones del florentino contribuyó a
extender el término, proceso en el que la figura de Guarino jugó un papel determinante.
Hasta este momento encontramos efectivamente una enorme polisemia en este ámbito. La
lengua latina disponía de una gran riqueza de términos y matices. Los más frecuentes para
la traducción escrita y literaria eran verto/converto, exprimere, reddere; mutare en
Quintiliano y Séneca, que conviven con imitari o interpretari. Será transfero, poco usual en
Cicerón, con el derivado translatare, el que encontramos habitualmente en Jerónimo y en el
latín tardío y el que pasará a las lenguas romances en la Edad Media. Durante el Medievo
hay una progresiva pérdida del valor de la traducción como aemulatio y transfero se
identifica con tradere en el sentido de pura transmisión de contenidos o reconstrucción de
un texto. Traducere no toma la concepción actual de "traducir" hasta el Renacimiento a partir
de Bruni. El tecnicismo acabó sustituyendo a los otros términos y pasó al italiano y, de él, al
resto de las lenguas romances. Conviven, en el caso concreto del español, "trasladar",
"romancear" o "romancar" (en Berceo el más temprano testimonio) hasta la aparición de
"traducir" por primera vez en Juan de Mena, en su Summa de la Yliada de Omero (ca. 1442-
1444), ya con clara influencia italiana34.

32 Cf. G. FOLENA, "Volgarizzare e tradurre. Idea e terminologia della traduzione del Medio Evo italiano
ali'Umanesimo europeo", La traduzione, saggi e studi, Trieste, 1973,59-120, cita en p. 105. (Hay edición separada
con el título Volgarizzare e tradurre, Turin, 1991).
33 "Del tradurre i classici", col. 202.
34 Como se sabe no disponían los griegos de un término concreto para designar esta actividad. Conviven, pues,
como términos genéricos p&za@pw, pzaPcpá@, o pzaypb@. Para este tema, es muy interesante el análisis de
A. GARC~A CALVO,"Apuntes para una historia de la traducción", Lalia: Ensayos de estudio lingüístico de la
sociedad, Madrid, 1973, pp. 39-76. Para el caso latino, además de la bibliografía ya citada, puede verse el resumen
de A. SÁNCHEZ MANZANO, "Traducir palabra latina", Fidus Interpres, León, 1987, 156-163. Un análisis más
detallado de esta cuestión en el estudio de G. FOLENA, sobre todo en pp. 60-84.
32 Primera parte

Fruto de esta "tecnificación" es también la discusión sobre el método que ha de seguir


el traductor. En este sentido, las declaraciones de los traductores en sus prólogos y epístolas
revelan el decidido esfuerzo de reflexión con que los humanistas desarrollaron su labor, y la
variedad de puntos de vista que mantuvieron, todos ellos resultado de la actividad práctica
desarrollada. La teoría sobre la traducción está, como venimos observando, estrechamente
implicada en el nuevo panorama que trajo consigo el Humanismo y que, desde el punto de
vista lingüístico, se articuló en torno a dos pilares fundamentales: la recuperación del griego
y la depuración de la lengua latina. Italia contaba con una rica tradición de
"vulgarizamientos" que no desaparecerá tampoco en el Cuatrocientos, ahora en estrecha
relación con el tercer pilar básico de la "revolución" humanista: la reivindicación de la
lengua vulgar. Sin embargo será la traducción griegoAatín (y en menor medida el hebreo, en
casos como el de Manetti al que aludiremos más adelante) la que aglutine la nueva reflexión.
Precisamente es el reencuentro de Occidente con el griego la novedad esencial del
Humanismo.
Por otra parte, el descubrimiento de la prosa artística o "numerosa", la exigencia del
uso de un latín clásico, o más exactamente ciceroniano, y la pretensión de extender este latín,
sentido como propio, al resto del mundo que caracterizan a este humanismo introducen en la
reflexión renacentista sobre la traducción un nuevo criterio ausente de las traducciones
medievales: el artístico. En este sentido, la traducción fue campo de batalla privilegiado en
la ofensiva contra el latín medieval y bárbaro que emprendieron los humanistas. También en
este ámbito polemizaron pues, como ha observado agudamente Yndurain en su reciente
manual al referirse a esta cuestión, "quien quiere destacar empieza por buscarse enemigos
con los que polemizar, provocando el combate, a la espera de que se produzca la reacción
que justifique nuevas exhibiciones"".
Desde este punto de vista el problema ahora recibe un nuevo enfoque, el de cómo
conjugar fidelidad y belleza. Es preciso además tener presente que la relación con los
clásicos por parte de los humanistas iba más allá de la imitatio36. En este sentido, en la
mayoría de los casos, la traducción del griego al latín era entendida como siglos atrás lo
había hecho Quintiliano: como aemulatio artística, como ejercicio para la perfección
retórica. Por ello, esta actividad se convertirá en el "banco de pruebas" en el que ejercitarse
y desarrollar la propia capacidad oratoria, en uno de los medios para devolver al latín su
florecimiento clásico. En estas coordenadas es fácil entender la decepción que sufriría Bruni
cuando, al leer la traducción medieval de Aristóteles, no descubrió en ella siquiera huellas
de la elocuencia del estagirita tan alabada por Cicerón37. En su empeño por demostrar la
capacidad oratoria del griego, atribuirá esta carencia, como veremos, a la ignorancia e

35 Y continúa "pero lo cierto es que enemigo no lo había; habia sí, un estilo escolástico elaborado para sus
propias necesidades que en nada empecía el desarrollo de una literatura elegantemente peréthnica, no se ocupaba
de ello...", cf. D. YNDURÁIN,Humanismo y Renacimiento en España, Madrid, 1994, p. 304.
36 E Rico trae a colación al respecto un interesante testimonio de Petrarca: "me complace el parecido
(similitudo), no la identidad (idenrifas)",cf. El sueño, p. 42.
37 Por ejemplo en De orar., 1, 11,49 y en Acad., 38, 119.
Primeros pasos en la teoría de la traducción

incapacidad del traductor, que escribe en latín escolástico.


Si en algún tópico cristalizó el proceso que estamos describiendo, fue éste sin duda la
toma de partido ante la dicotomía "traducción ad sensurn/ ad verbum". En torno a este par
gira la mayor parte de los testimonios de los traductores, que enlazan así con la tradición
anterior. Cada uno de ellos tuvo su propio punto de vista al respecto y ofreció su propia
receta sobre cuál era la forma más correcta de traducir. Entre los dos polos, la traducción
literal y la versión libre que llega a ser una refundición del texto, encontramos una gran
variedad de opciones38.
Ya Dante había aludido al problema de la dificultad de mantener la trabazón musical
de un texto poético al traducirlo. Y Petrarca se había basado en la autoridad de Jerónimo para
expresar los límites de la traducción ad verbum cuando escribe sobre la traducción de
Homero que por petición suya había iniciado Leoncio Pilato (ca. 1360-65)39. Con estos
antecedentes, hemos de buscar, sin embargo, el centro de la nueva reflexión sobre la
traducción en la figura de Crisóloras, llegado a Florencia desde Grecia en 1397 por
mediación de Salutati para enseñar griego. La influencia que ejerció en este ámbito fue
enorme y reconocida por sus discípulos según demuestra el acuerdo que en todos ellos se
aprecia al respecto40. Por una carta de su discípulo Cencio de Rustici conocemos
someramente sus ideas. Según informa el documento, Crisóloras, aunque empleó la
traducción interlineal en la práctica como medio de aprendizaje del griego, en la teoría
propugna el ad sententiam transferre, que Sabbadini interpreta como "traducción literal fiel"
y distingue de la conversio ad verbum, la traducción extremadamente litera141. Esta última
queda, en opinión de Crisóloras, invalidada por cuanto no sólo pervierte el estilo y resulta
absurda sino que, además, es incapaz de mantener la sententia. Es, en definitiva, el
reconocimiento de la imposibilidad de la traducción literal que tan horrísonos resultados
había producido42.
La exigencia retórica en la traducción tiene un adepto claro en Salutati. Cae en sus
manos la traducción que Simón Atumano había realizado del tratado De cohibenda ira de
Plutarco en la curia papa1 de Avignon. Según relata Salutati en una epístola dirigida al
Cardenal Pietro Corsini (ca. 1396-7) la decepción que le causó ver las palabras de su
admirado Plutarco tan deformadas en la versión medieval, le impulsó a rehacerla en "estilo
latino". Este hecho nos informa de que no era precisamente fidelidad en el sentido actual lo
que el italiano demandaba de la versión, ya que Salutati, como él mismo declara, no sabía
griego. En efecto, el humanista acusa con violencia a la versión de Atumano de ser

38 Al respecto cf. P. CHIESA, "Ad verbum o ad sensum? Modelli e conscienza metodologica della traduzione
tra tarda antichitá e alto medioevo", Medioevo e Rinascimento, 1 (1987) 1-51.
39 Cf. G. FOLENA, o.c., pp. 91-94.
40 Cf. R. WEISS,"Gli inizi dello studio del greco a Firenze" en Medieval and Humanist Greek, Padova, 1977;
para el tema en concreto de las traducciones del griego cf. L. GUALDO ROSA,"Le traduzioni dal greco nella prima
metá del '400: alle radici del classicismo europeo", Hommages d H. Bardon, Latomus, 187 (1985) 177-193.
41 11 metodo degli umanisti, Firenze, 1921, p. 24.
42 Véase el texto en R. SABADINNI, Il metodo, pp. 23-24.
34 Primera parte

semigreca, epíteto que volveremos a encontrar con frecuencia en otros autores. Él propugna
una forma de traducir que mantenga la sententia, pero también el ornatus. Para ello, y por
lograr la claritas, puede tomarse el traductor la libertad de alterar el orden de palabras,
cambiar la composición del texto o añadir énfasis mediante el cambio del tono enunciativo
al exclamativo o interrogativo43.
Con similares términos se manifiesta en la carta que escribe a Antonio Loschi cuando
éste se plantea rehacer poéticamente la traducción homérica de Pilato. En ella Salutati le
expone cuáles son los criterios que debe seguir. En la idea de que una traducción que siga
las verba no puede satisfacer las demandas estilísticas, ha de atender al contenido (res) y
adornar la sententia retóricamente: para ello, por gracia del ornatus, es libre el intérprete para
añadir, quitar o cambi+.
Sin embargo, la exigencia de la versión ad sententiam llevada al extremo e identificada
con una traducción libre y sin cortapisas provenientes del texto fuente la encontramos sobre
todo en algunas declaraciones de Poggio. En realidad, al hablar de su versión de Jenofonte,
reclamará para sí mismo el estatuto de historiador más que el de intérprete: Certe servata
rerum gravitate effugi verbositatem... et...hesi orationi nostrae non ut interpres verborum,
sed veluti historiae scriptol45. Según declara, no duda en eliminar aquello que, aun bien
dicho en griego, no pueda expresarse de forma elegante en latín. En definitiva le interesa
seguir la historia y mantener la veritas rerum y no las palabras exactas del original: Non
verba singula, non sententiolas omnes, non collocutiones, quae quidem frequentius
inseruntul; expressi, quippe qui sciam multa graece haud infacunde dici, quae apud nos non
absque fastidio legi a doctis possent; sed historiam sum sequutus ea quandoque omittens,
quae neque veritati rerum detraherent et concinne dico latine vix posse viderentul46. Sin
llegar a los límites de Poggio, podrían multiplicarse los testimonios del rechazo a la
traducción ad verbum y la defensa de una versión ad sententiam. Así, por ejemplo, U.
Decembrio quien defiende, en el prefacio a su versión de la República, una traducción más
ornata que aquella resultante de la aplicación del verbum e verbo, que choca con la
diversidad de las lenguas47.
De lo dicho hasta ahora se deduce la gran variedad de métodos defendidos, del mismo
modo que la práctica fue bien distinta en un traductor y otro. Un buen ejemplo de ello son
las posturas encontradas de Bruni y Guarino con respecto a uno de los temas esenciales, el
de los préstamos del griego. Mientras Bmni, como veremos detenidamente, abornina de las
traducciones semigraecae, salpicadas de términos griegos y opone frente a ellos la copia
latina, Guarino defiende estos préstamos recurriendo a Quintiliano, que los aprobaba como

43 Véase el texto en G . FOLENA, o.c., p. 95.


44 El texto es citado en A. DE PETRIS,"Le teorie umanistiche del tradurre e YApologeticus de Giannozzo
Manetti",BiblH&R 37 (1975) 14-32, p. 18.
45 Citado por A. DE PETRIS, o.c., p. 18.
46 Citado por R. SABADINNI, "Del tradurre", col. 209.
47 Texto en A. DE PETRIS, o.c., p. 20.
Primeros pasos en la teoría de 10 iraducción 35

medio de enriquecimiento del propio idioma, justificándolos como recurso para la variatio48.
La polémica de Bruni con el traductor medieval de Aristóteles dió lugar a una serie de
escritos que constituyen un intento de sistematización de los diversos problemas y son
testimonio valioso de la situación que estamos describiendo. El núcleo de sus ideas hemos
de buscarlo en los prólogos a sus traducciones de la Etica y la Política de Aristóteles, en los
que critica duramente las traducciones medievales, muestra sus errores por medio de
ejemplos y propone, frente a ellas, una preceptiva de la traducción que desarrolla más
ampliamente en su tratado De interpretatione recta, obra que constituye, como indica
Folena, un hito en la historia de la teoria de la traducción@.
No hay que olvidar que fue Bruni quien en De studiis et litteris liber trató por primera
vez de la importancia del ritmo en la prosa y analizó el estilo de Cicerón. Este
descubrimiento de la elocuencia tuliana, capital en la imitación del estilo ciceroniano en el
latín humanista, tiene mucho que ver además en su concepción de una traducción que
reproduzca tanto el contenido como la forma. Uno de los textos capitales para nuestro tema
es la Praemissio quaedam ad evidentiam novae translationis Ethicorum Aristotelis que
Baron fecha en torno a 1416117. En él justifica Bruni la oportunidad de la nueva traducción
de la obra aristotélica por la mala calidad de la versión anterior y comienza una airada crítica
al intérprete medieval. El ataque de Bruni se dirige fundamentalmente en dos direcciones:
hacia su deficiente conocimiento del griego que le lleva a interpretar mal algunos pasajes y
hacia la "rudeza" del estilo latino en el que está vertida50. Esta ignorancia impide al traductor,
acudiendo a la riqueza del latín (in opulentia nostra), verter cada término griego por uno
latino. El resultado es una traducción "semigriega" y "semilatina": in utraque deficiens
lingua, in neutra integer. Además, prosigue nuestro autor, en su forma de traducir las
oraciones, el intérprete medieval traiciona la elocuencia de Aristóteles de quien Cicerón dijo
que había logrado unir el arte oratoria con la sabiduria. A continuación pasa a hacer una
apología del latín. Contra la acusación de inopia trae a colación los ejemplos clásicos, ya
utilizados por Jerónimo, de Plauto y Terencio y sus versiones de la comedia griega. Contra
los que esgrimen la ariditas de la lengua latina, dice que en nada son inferiores Cicerón y
Virgilio a Demóstenes y Homero.
Volviendo a la traducción, ofrece algunos ejemplos que demuestran esta ignorancia de
las lenguas del traductor medieval y, continuando su ataque, le acusa además de no conocer
la materia que está traduciendo: atque fieri potest, ut ille in philosophia doctus fuerit, sed
equidem non puto, cum videam ipsum res quoque simul cum nominibus confundentem.

48 Así lo dice en la epístola a Floro Valerio de 1405 sobre su versión de la Isocratisparaenesis ad Demonicum.
El texto puede verse en G. FOLENA, o.c., p. 99. Cf. al respecto L. GUALDO ROSA,o.c., pp. 187-88. Guarino estable-
ció un programa educativo en el que la traducciónjugaba un papel esencial para el conocimiento de las lenguas. De
hecho el aprendizaje del griego se realizaba de forma autodidacta con la ayuda de textos bilingües. En las versiones
escolares se procedía a una traducción literal en la que los téminos griegos se transliteraban y acompafiaban de
glosas o comentarios, cf. R. SABADINNI, Il metodo, pp. 17-27.
49 También Steiner, quien considera que en este periodo la de Bruni, junto con Huet, es la contribución más
interesante a la Teoría de la Traducción, cf. G. STEINER, o.c., p. 272.
50 Cf. Praemissio en H. B A R ~ N o.c.,
, p. 77 y SS.
36 Primera parte

Finaliza su juicio de manera rotunda: el intérprete más que verter (convertere) las palabras
de Aristóteles, las ha pervertido (pewertere). Por este motivo, concluye, acometió él, por su
parte, esta labor: ut hos libros nunc prirnurn Latinos fecerirn, curn antea non essent.
Esta enérgica crítica se convirtió pronto en el centro de un debate del que fue
protagonista destacado el humanista español Alonso de Cartagena, pues salió en defensa del
traductor medieval. En esta controversia, como veremos más adelante, algunos estudiosos
han creído ver el enfrentamiento entre las ideas medievales sobre la traducción y la nueva
concepción renacentista representada en las posiciones de Bruni. Fue motivado por esta
polémica por lo que Bruni, recogiendo y sistematizando un tanto sus ideas, escribió el De
recta interpretatione (ca. 1420 según la datación de Baron)sl.
Comienza retomando las críticas que había hecho en la Praernissio, si bien esta vez
moderando el tono, probablemente porque había sido reconvenido por el Arzobispo de
Milán, Francesco Piccolpasso, mediador entre él y Cartagena. Explica que su inclemencia
hacia el traductor medieval fue fruto del apasionamiento provocado por la aflicción que le
produjo el estado en que quedó la obra de Aristóteles de forma tan ignorante vertida52. Así,
nos dice, para hacerse comprender totalmente -y en parte también para ser "perdonado"-
expondrá cuáles son las condiciones que, a su entender, ha de cumplir un buen traductor, no
sin antes darnos una definición de la traducción: dico igitur ornnern interpretationis virn in
eo consistere, ut, quod in altera lingua scriptum sit, id in alteram recte traducatui-53.
Para llevar a cabo tal labor, es preciso, en primer lugar, un profundo conocimiento de
la lengua de la que se quiere traducir, conocimiento que sólo puede ser adquirido por el
estudio y la lectura de los maestros pues, nerno enim, qui hos ornnes non legerit, evolverit,
versarit undique atque tenuerit, virn signzjkataque verborurn intellegere potesP. Sólo de
este modo podrá tenerse un dominio de la lengua y de sus tropos y maneras de decir (tropi
jiguraeque loquendi), siendo así que el significado de muchas de ellas viene dado por el uso
(ex consuetudine)55.
En segundo lugar, se ha de dominar también la lengua a la que se traduce, para que,
por falta de un conocimiento suficiente del latín, no se dejen términos griegos. También en
este caso el intérprete ha de conocer la "fuerza y naturaleza de las palabras", las figuras de
decir empleadas por los escritores y, sobre todo, ha de evitar la novedad Cfugiatque et
verborum et orationis novitatern, praesertirn ineptarn et barbaram)56. Además es necesario

51 Leemos el texto en la edición de H. Barón. Además hay una traducción castellana en M. PÉREZGONZÁLEZ,
"Leonardo Bmni y su tratado De interpretatione Recta", CFC(Lat) 8 (1995) 193-233. Cf. también, A. GUZMÁN,
"LeonardoBruni, traductor y traductólogo del Humanismo",Hieronymus Complutensis 2 (1995) 75-80.
52 Cf. H. B A R ~o.c.,
N p. 83,4-5.
53 Ibidem, p. 83, 31-32.
54 Ibidem, p. 84, 10-12.
55 Y pone algunos ejemplos de expresiones metonímicas y metafóricas como gero tibi more, de la que dice:
Quid enim sir "gerere"et quid "mos",etiam rudis lector intelligit; quid ver0 totum signijicat, alium est, así como
de expresiones aparentementesinónimas pero con diferencias de matiz o de usos sinonímicos de términos distintos
cf. H. B A R ~ N , p. 84-85.
o.c.,
56 Ibidem, p. 85-86. De nuevo ofrece ejemplos que ilustran lo que dice: el traductor no ha de usar proelium
por bellum, ni urbs por civitas, ha de distinguir entre cupere y optare etc.
Primeros pasos en la teoría de la traducción 37

que el traductor tenga un "buen oído" y no desbarate lo que está dicho de forma armoniosa
y elegante. En definitiva un intérprete será hábil cuando consiga mantener en su versión la
doctrina rerum y el scribendi ornatus57.
Otro requisito imprescindible para un buen traductor es que sea capaz de mantener el
estilo del autor que traduce. Dado que no es lo mismo -dice Bruni- la amplitudo et copia de
Cicerón, ni la exilitas et brevitas de Salustio o la granditas quaedam subaspera de Livio, el
buen traductor se impregna del estilo de cada uno al traducirlos: rapitur enim interpres vi
ipsa in genus dicendi illius, de quo transfert, nec aliter seware sensum commode poterit, nisi
sese insinuet ac inflectat per illius comprehensiones et ambitus cum verborum proprietate
orationisque efigie58 En este cometido, insiste, lo más dificil es la traducción del ritmo y
ornatus. Efectivamente, el traductor sólo podrá trasvasar la grandeza de la obra en su versión
si mantiene la ornamentación de las palabras y la de las sentencias, su cadencia y su ritmo59.
En la segunda parte de la obra, Bruni se detiene en someter de nuevo a crítica algunos
pasajes de la traducción medieval. La conclusión no se hace esperar: estamos ante una
traducción "bárbara", "semigriega", llena de "los mayores absurdos y extravagancias", obra
de un traductor disipatus y delumbatus que vuelve los libros de Aristóteles "de suaves,
ásperos, de hermosos, deformes, de elegantes, difíciles, de sonoros, disonantes"60. El tratado
se cerraba con una tercera parte que por desgracia queda interrumpida en todos los
manuscritos, lo que hace pensar a Baron que la obra quedó inconclusa. Bruni informa de que
en ella va a recurrir a la autoridad de Cicerón y Jerónimo para justificar sus críticas.
La influencia de las ideas de Bruni es perceptible en las declaraciones de muchos
intérpretes del momento. Un ejemplo de ello lo encontramos en la figura de Giannozzo
Manetti, uno de los precursores en el estudio del hebreo y traductor de la Biblia. Su versión
del Salterio, realizada por encargo de Nicolás V, le acarreó críticas que intentó contestar en
su escrito Quinque libri adversus suae novae Psalterii traductionis obtrectatores
apologetici, obra que debió ser elaborada entre 1454 y 1456 y permaneció inédita61. La
aportación de Manetti resulta de gran interés en la medida en que supone un intento de hacer
compatibles las ideas humanistas sobre la traducción y la versión de las Sagradas Escrituras.
En las palabras de Manetti puede advertirse la influencia clara de Salutati, Poggio, Valla etc,
pero, en especial, según ha puesto de relieve De Petris, de Bruni. Como éste último, denuncia
la inconcinnitas de los traductores apegados a la letra y junto a esta condena del literalismo
propugna una interpretatio recta que, con las armas de un perfecto dominio de las lenguas,
sea Gel y capaz de volver también el ornatus orationis. Sin embargo, Manetti recuerda que
la gravedad de contenidos de los escritos teológicos y filosóficos los diferencia de los

57 Ibidem, p. 86, 10 y SS.


58 Ibidem. p. 87, 12-15.
59 Ibidem, p. 90, 36-39.
60 Tanto es así que: si quis apud inferos sensus sir rerum nostrarum, indignetur et dolear Aristoteles libros
suos ab imperitis hominibus ita lacerari. ac suos esse neget. quos isti transtulerunt, ac suum illis nomen inscribi
molestissimeferat. ibidem, p. 96, 14-19.
61 Cf. A. DE PETRIS, O.C.
38 Primera parte

poéticos, históricos y oratorios en donde el intérprete ha de atender sobre todo a las


exigencias formales. En definitiva, el traductor de la Biblia ha de situarse en el medio justo
entre la literalidad que vuelve el texto oscuro e incomprensible y la libertad excesiva que lo
modifica a su antojo. Su modelo en este arte es, una vez más, Jerónimo.

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