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Teoría de la Enunciación

Apunte a partir del texto de María Isabel Fillinich La Enunciación

La teoría de la Enunciación hace referencia a la presencia del sujeto en el discurso. “El proceso de
enunciación, de apropiación del lenguaje por parte de un Yo que apela a un Tú, pone en juego los
diversos aspectos de la subjetividad configurada por el propio discurso” (Filinich: 1998)

La autora explica que el proceso de enunciación, la constitución del sujeto de la enunciación del
discurso involucra la dimensión intelectiva y afectiva, la dimensión temporal y locativa, la actividad
perceptiva y cognoscitiva del observador, la modalización del discurso, es decir, todo ello
conforma la subjetividad discursiva.

En el capítulo 1 “Conceptos generales de la teoría de la enunciación”, Filinich expone que el


abordaje del estudio del lenguaje puede hacerse desde dos puntos de vista:

1. “Una forma consiste en considerarlo como un sistema de significación cuyos elementos se


definen por las relaciones que entablan entre sí” (Filinich: 1998)
2. “Otra consiste en considerar que el ejercicio del lenguaje es una acción como tantas otras
cuya significación depende no sólo de las relaciones estructurales entre sus elementos
constitutivos sino también de los interlocutores implicados y sus circunstancias espacio-
temporales.” (Filinich: 1998)

Una frase puede ser analizada por su gramaticalidad y aceptabilidad dentro de una comunidad
lingüística, al margen de las circunstancias en que dicha frase fue emitida. O bien puede ser
analizada como un enunciado, es decir, “…como una ocurrencia singular de la frase, efectuada en
determinadas circunstancias…” (Filinich: 1998)

Ejemplo: ¡Lindo día el de hoy!

Como enunciado podría aludir a una tormenta que arruina el tránsito normal hacia el trabajo, en
este caso se hace evidente el uso de la ironía, por medio de la cual el enunciado asume una
significación suplementaria que sería necesario explicar.

“Privilegiar uno u otro aspecto del lenguaje, es decir, su carácter de sistema de relaciones
autónomo, independiente en su realización, o bien su productividad significativa en posibles
situaciones comunicativas, implica adoptar concepciones diferentes acerca de la significación y del
lenguaje, y sobre el lugar de éste dentro de la experiencia humana”. (Filinich: 1998)

En este punto la autora cita a Ducrot quien establece una diferencia entre las dos posiciones con
respecto al lenguaje. Enuncia la posición de Saussure para quien la lengua consiste en un código,
entendido como una correspondencia entre la realidad fónica y la realidad psíquica a la que
expresa y comunica. La actividad lingüística es precisamente la utilización de ese código pero sin
hacer ninguna alusión al uso.

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La lingüística de la enunciación se caracteriza porque la lengua comporta de manera constitutiva
indicaciones referidas al acto de hablar. Esta lingüística postula que al hacer uso de la lengua se
instaura o se contribuye a instaurar relaciones específicas entre los interlocutores.

Entre los estudiosos que se preocuparon por reflexionar acerca de la capacidad del lenguaje para
ejercer acciones concretas encuentran los filósofos del lenguaje, y entre ellos Austin quien en su
libro “Cómo hacer cosas con palabras” manifiesta su preocupación sobre el poder del lenguaje
para hacer cosas, efectuar acciones. Según este autor el lenguaje no sólo hacer circular
significaciones sino que a través de las palabras se pueden realizar acciones.

Ejemplo de esto último podría ser: “Juro decir toda la verdad”, en el mismo acto de decir se realiza
un juramento. Aquí decir es hacer. Los verbos que poseen esta particularidad son los denominados
verbos performativos. Ejemplos: jurar, prometer, bendecir, comprometer, etc.

Para esta teoría el ordenamiento gramatical aceptable es el acto locucionario

El hecho de que la frase afirme, interrogue, ordene, solicite es el acto ilocucionario

La capacidad de un efecto sobre el interlocutor, por ejemplo: hacerle creer, hacerle saber,
consolarlo, bendecirlo, etc. se denomina acto perlocucionario

La propuesta de Austin se vio enriquecida con los aporte de Searle J. quien con su obra Actos de
habla donde afirma que hablar un lenguaje es participar en una forma de conducta gobernada por
reglas. Hablar es la unidad básica de la comunicación. Searle distingue tres géneros distintos de
actos de habla: actos de emisión, actos proposicionales y actos ilocucionarios.

Los actos de emisión consisten en emitir palabras; los actos proposicionales aluden al hecho de
referir y predicar y los actos ilocucionarios se refieren a los actos de enunciar, preguntar, mandar,
prometer, etc.

Ampliar este concepto

Ambas posiciones frente a los actos de habla llegan al ámbito de la lingüística por los estudios de
Benveniste, quien se preocupó por el sujeto hablante, por su relación con el lenguaje y con su
interlocutor, por los efectos del discurso, entre otras cuestiones. El lenguaje es lo que dado la
especificidad al hombre y le ha dado a este la posibilidad de objetivarse, contemplarse y analizarse
a sí mismo.

Según Benveniste “Es en y por el lenguaje como el hombre se constituye como sujeto, porque el
solo lenguaje funda en realidad, en su modalidad que es la del ser, el concepto de ego”
(Benveniste: 1978 a, p. 180)

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El 1° argumento de Benveniste para sostener el carácter lingüístico de la subjetividad es: La
polaridad de las personas (yo/tú)

Se concibe al sujeto hablante como un locutor que dirige su discurso a otro: el yo implica
necesariamente el tú, pues el ejercicio del lenguaje es siempre un acto transitivo, apunto al otro,
configura su presencia. El hecho de asumir el lenguaje para dirigirse a otro conlleva la instauración
de un lugar desde donde se habla, de un centro de referencia desde donde se organiza el discurso.
Tal lugar está ocupado por el sujeto del discurso, por el yo al cual remite todo enunciado.

La relación yo/tú a que refiere Benveniste subyace a todo enunciado.

El 2° argumento para fundamentar lingüísticamente la subjetividad se basa en el reconocimiento


de otros elementos que poseen las mismas características de los pronombres personales, es
decir que son forma vacías cuya significación se realiza en el mismo acto del discurso: Son los
indicadores de la deixis, demostrativos, adverbios, adjetivos, que organizan las relaciones
espaciales y temporales en torno al sujeto tomado como punto de referencia.

Los elementos indiciales o deícticos organizan el espacio y el tiempo alrededor del centro
constituido por el sujeto de la enunciación y marcado por el ego, hic et nunc del discurso.
Locución latina que significa aquí y ahora. Leer y comentar página 16 y 17 con relación al cuento
de Bioy Casares: La salvación.

El 3° argumento de Benveniste es la expresión de la temporalidad. El tiempo presente no puede


definirse sin no es por referencia a la instancia del discurso que lo enuncia. El presente es el
tiempo en el que se habla. Fuera del discurso el tiempo no tiene asidero. Cada acontecimiento
enunciativo inaugura un presente en función del cual pueden comprenderse los variados tiempos
del enunciado.

Ejemplo:

a) Ayer fue feriado.

Marca la anterioridad del suceso con respecto al tiempo presente de la enunciación.

Yo (te) digo (hoy) que ayer fue feriado.

b) Mañana será feriado.

Si cambiamos el verbo del enunciado al futuro, se cambiaría el adverbio y se establecería la


posterioridad con respecto al momento del discurso.

Yo (te) digo (hoy) que mañana será feriado.

A partir de estos tres argumentos Benveniste extrae el siguiente corolorio:

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“El lenguaje es la posibilidad de la subjetividad, por contener siempre las formas lingüísticas
apropiadas a su expresión, y el discurso provoca la emergencia de la subjetividad” (Benveniste:
1978 a, p. 184)

Corolario: Razonamiento, juicio o hecho que es consecuencia lógica de lo demostrado o sucedido


anteriormente.

Para Benveniste la subjetividad es una virtualidad contenida en el lenguaje en las formas generales
y vacías (pronombres personales / deícticos en general/ temporalidad) que ofrece para su
actualización en el discurso.

Las formas de la subjetividad están previstas por la lengua, y el hablante empírico recurre a ellas
para adoptar el papel de sujeto de la enunciación y dejar las huella de su presencia en el
enunciado.

Enunciado y enunciación
En todo enunciado, sea este de la naturaleza y de la extensión que fuere (verbal o no verbal, una
frase o un relato) es posible reconocer dos niveles:

 El nivel de lo expresado, la información transmitida, la historia contada, es decir el nivel


enuncivo o lo enunciado.
 El nivel enunciativo o la enunciación, es decir el proceso subyacente por el cual lo
expresado es atribuible a un yo que apela a un tú.

A modo de resumen: en el enunciado, en una manifestación discursiva cualquiera, reconocemos lo


enunciado y la enunciación.

El enunciado puede ser concebido como una materialidad perceptible realizada en cualquier
sustancia expresiva, ya sea verbal, escrito u oral, o no verbal – gestual, sonora, visual

El enunciado conlleva dos niveles, de los cuales uno es explícito, lo enunciado, aquello que es
objeto del discurso, y el otro, implícito, la enunciación, presupuesta por todo enunciado en que
todo discurso proviene de un yo que destina su alocución a un tú.

Resumiendo, diremos que enunciado y enunciación son dos dimensiones siempre presentes, de
manera explícita una, e implícita la otra, en todo discurso. Cada una de estas partes aporta sus
propios componentes de manera tal que podemos hablar de actores, tiempo y espacio del
enunciado y de la enunciación.

Siendo siempre la dimensión enunciativa siempre implícita, su captación requiere de un esfuerzo


de interpretación, dado que la enunciación es un vacío que debe ser llenado, una elipsis que exige
una actividad de paráfrasis. En consecuencia, la enunciación así entendida no se agota en las

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marcas observables en el enunciado sino que, a partir de ellas, se proyecta en el nivel implícito de
la significación.

Discurso, texto y contexto

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