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¿SON ÉTICAMENTE JUSTIFICABLES LOS ZOOLÓGICOS?

Gustavo Ortiz Millán


Instituto de Investigaciones Filosóficas,
Universidad Nacional Autónoma de México
gmom@filosoficas.unam.mx

Introducción

Recientemente los zoológicos han sido objeto de intenso debate y muchos se preguntan si

son éticamente justificables. Para tomar una postura al respecto y poder evaluar éticamente

su existencia, es necesario conocer y analizar críticamente los argumentos que se dan tanto

a favor como en contra de ellos. En este texto presentaré los cuatro argumentos principales

sobre los que se basa la discusión en torno a los zoológicos. Se nos dice que son valiosos

porque: 1) son lugares de recreación, 2) porque cumplen una función educativa, 3) porque

hacen investigación y, finalmente, 4) porque hacen trabajo de conservación, es decir,

protegen y reintroducen en vida libre especies en riesgo de extinción. Cada uno de estos

argumentos ha sido criticado por quienes se oponen a los zoológicos. Revisaré brevemente

algunos de los argumentos centrales tanto a favor como en contra sobre cada uno de estos

puntos. Tras hacer un balance de estos argumentos, podemos concluir que hay fuertes

razones para tomar una postura escéptica frente a estos cuatro argumentos que justifican la

existencia de los zoológicos. Finalmente concluyo que si reconocemos que, a partir de la

misma base sobre la que atribuimos derechos a los humanos, podemos atribuir derechos a

los animales, entonces la respuesta a la pregunta que motiva este artículo es que los

zoológicos no son éticamente justificables.

*
Una versión modificada de este texto aparecerá publicada en Ética animal: fundamentos cognitivos
y filosóficos para nuestra relación ética con otras especies animales, compilado por Bernardo Aguilera
Dreyse, Alberto Lecaros Urzúa y Erick Valdés Meza, Editorial de la Pontificia Universidad Comillas de
Madrid, Madrid (en proceso de publicación).

1
Antes de comenzar, hay que hacer algunas precisiones conceptuales y definir lo que

entendemos por zoológico. Un zoológico es una institución que exhibe animales en

cautiverio al público con propósitos recreativos, educativos, de conservación y de

investigación. En ocasiones estos lugares también crían animales. Si los entendemos de este

modo, entonces los zoológicos son una institución relativamente reciente en la historia de la

humanidad. Desde la Antigüedad ha habido colecciones privadas de animales, pero no

tenían funciones educativas o de recreación popular, sino que eran simplemente un símbolo

de poder y riqueza. No eran zoológicos, propiamente hablando, tal como éstos se definen

actualmente. Los primeros zoológicos como tales aparecen en la época de la Ilustración,

cuando las colecciones privadas de fieras (ménageries) dan paso a los jardines zoológicos,

como los de Schönbrunn, en Viena en 1765, el Jardin des Plantes, en París en 1793, y el

London Zoological Garden, en 1828, que fue el primero en llamarse a sí mismo

“zoológico”. En Estados Unidos, el primer zoológico estilo europeo se funda en Filadelfia

en 1874.1 América Latina no quiso quedarse a la zaga y los primeros zoológicos como tales

se fundan en Buenos Aires (1875), Río de Janeiro (1888) y Montevideo (1894). Años

después se fundarían el Zoológico de Chapultepec, en la Ciudad de México, en 1923 y el

Zoológico Nacional de Chile, en Santiago, en 1925.

1
Para una historia más detallada de los zoológicos y los acuarios, véanse los artículos compilados en
Kisling (2001). La aparición de los zoológicos en el siglo XIX se debió también a que estos traían un prestigio
considerable a las ciudades que los albergaban, típicamente capitales de metrópolis imperiales. Como en la
Antigüedad, eran símbolos de poder y riqueza. Según explica John Berger (1992, p. 19): “En el siglo XIX, los
zoológicos públicos eran una confirmación del moderno poder colonial. La captura de los animales era una
representación simbólica de la conquista de tierras distantes y exóticas. Los ‘exploradores’ probaban su
patriotismo al mandar a casa a un tigre o a un elefante. El regalo de un animal exótico al zoológico
metropolitano llegó a verse como una muestra de relaciones diplomáticas subordinadas. Aun así, como
cualquier otra institución pública del siglo XIX, el zoológico, por más apoyo que diera a la ideología del
imperialismo, tenía que afirmar una función independiente y cívica”. La función era ampliar el conocimiento
científico y la educación del pueblo. Por otro lado, así como nuestra moderna idea del zoológico nace con el
imperialismo colonialista, coincidentemente también nace con él nuestra moderna idea del turismo, en la que
los zoológicos empezaron a tener un lugar cada vez más importante.

2
Hoy en día hay más de 1,200 zoológicos registrados en la Asociación Mundial de

Zoológicos y Acuarios (WAZA, por sus siglas en inglés), con alrededor de un millón de

animales vertebrados, que reciben unos 700 millones de visitantes cada año (WAZA,

2005). El 80% de estos zoológicos están en ciudades. Estos datos no incluyen los

zoológicos que no están registrados ante la WAZA y que probablemente no cumplen con

sus lineamientos.

Hablaré aquí sobre zoológicos, pero todo lo que diga sobre ellos puede extenderse

también a los acuarios. Aunque tienen problemas específicos dependiendo del tipo de

animales que manejan, no hay diferencias significativas entre los argumentos a favor y en

contra de unos y otros.

Recreación, turismo y educación

El público que asiste a los zoológicos los identifica como lugares de recreación.

Tradicionalmente, la gente ha llevado a su familia al parque zoológico el fin de semana, en

vacaciones o días libres para pasar el día o hacer turismo. La gran mayoría de los visitantes

ven su experiencia en el zoológico como una actividad social con fuertes beneficios de

cohesión familiar. Dos terceras partes de los visitantes a zoológicos son familias y la razón

principal para visitarlo es hacer una “salida familiar” (Cain y Meritt, 2007). Muchos

zoológicos se presentan a sí mismos en su publicidad y en sus páginas web como lugares de

recreación, dado que en muchos casos, ya sean instituciones públicas o privadas, dependen

de los ingresos así generados. Muchos incluso explícitamente ofrecen la organización de

fiestas de cumpleaños, bodas, congresos, así como oportunidades para interactuar con los

animales, montarlos o alimentarlos, entre otras muchas actividades que ofrecen (Carr y

Cohen, 2011).

3
Diversas ciudades han fomentado, como parte de sus políticas turísticas, la creación

de zoológicos, los cuáles se han convertido en uno de los principales atractivos turísticos,

especialmente para familias con niños. En algunos casos, entre el 60 y el 75% de los

visitantes son gente que no vive en la ciudad en la que se localiza el zoológico y que están

haciendo turismo (Cain y Meritt, 2007). De hecho, el turismo constituye una de las

principales razones para promover la creación de zoológicos —y no tanto el fomento a la

educación, la investigación o la conservación, que posteriormente se citarán como sus

principales razones de ser—.2 Sin embargo, el que los zoológicos constituyan un atractivo

turístico no puede servir de base para su justificación ética, porque hay otras muchas

formas de atraer turistas a una ciudad que no implican el cautiverio de los animales (como

la creación de museos, parques temáticos, festivales, actividades artísticas, monumentos,

entre otras).

Algunos estudios muestran que mucha de la gente que asiste a los zoológicos para

llevar a la familia o para hacer turismo no se interesa especialmente por los animales. Un

estudio sociológico, realizado por Edward Ludwig, mostró que “para la mayoría de la

gente, la mayoría de los animales no son lo suficientemente interesantes como para

ponerles atención más que de manera fugaz. De hecho, es probable que la mayoría de los

animales sean vistos de pasada a menos que el animal haga algo para detener al espectador”

(Ludwig, 1981, p. 314). La gente tiende a detenerse cuando los animales son alimentados,

hacen ruido, imitan la conducta humana o cuando hay cachorros. De otro modo, según

2
Citando a Tribe, Linke y Winter (2011, pp. 69-70) resumen la idea de los zoológicos como
atractivos turísticos del siguiente modo: “Los zoológicos también contribuyen significativamente a la
economía nacional. Operando como una atracción turística, crean empleo, compran bienes y servicios, reciben
turistas extranjeros que impulsan el intercambio de divisas, reinvierten los excedentes en el desarrollo del
zoológico y también atraen directa e indirectamente a los visitantes al área local”. Véase también Tribe (2004)
para un panorama más amplio de la relación entre los zoológicos y el turismo.

4
Kreger (1998, p. 378), la gente se detiene entre 30 segundos y dos minutos en cada

exhibidor, que no es tiempo suficiente para leer los letreros. La indiferencia de la gente

hacia los animales, afirma Ludwig, también tiende a desincentivar a los empleados del

zoológico, a algunos de los cuales ni siquiera les gustan los animales.3

Aunque se suele citar la recreación y el turismo como parte de la justificación para

la existencia de zoológicos, desde los años 70 la actitud de la gente hacia esta institución ha

cambiado y ha habido mayor preocupación por el bienestar de los animales en cautiverio,

por eso los zoológicos se han visto obligados a presentarse cada vez más como instituciones

educativas, de investigación y conservación para justificar su existencia. Ni la recreación ni

el turismo constituyen argumentos lo suficientemente fuertes para mantener cautivos a

miles de animales, frecuentemente en condiciones cuestionables de bienestar, sobre todo

porque hay muchas otras formas de recreación actualmente que no tienen los problemas de

justificación moral que tienen los zoológicos.

Muchos enfatizan el carácter educativo de los zoológicos. Se argumenta que, dado

que cada vez más gente vive en ciudades, se ha perdido la conexión con animales silvestres

y los zoológicos ofrecen una buena oportunidad para que la gente conozca directamente a

los animales y aprenda sobre la naturaleza. Además, dada la gran destrucción del hábitat de

muchas especies en todo el mundo, los zoológicos ofrecen una de las pocas oportunidades

para ver algunos animales cuyos hábitats ya no existen. Por eso, los zoológicos ponen cada

vez más énfasis en su aspecto educativo (Patrick et al., 2007) y de hecho han redirigido sus

3
Un campo relativamente nuevo de investigación es el de “estudios sobre visitantes” (visitor
studies), que estudia aspectos sociológicos, psicológicos y educativos de los visitantes a lugares públicos
como los zoológicos. Davey (2006) hace un útil recuento de la literatura sobre el tema. Algunos estudios
sobre visitantes muestran que un porcentaje bajo de visitantes están interesados en aprender sobre los
animales o la conservación (véase Dunlap y Kellert, 2004).

5
esfuerzos para incentivar no sólo a niños, sino a personas de cualquier edad. Asimismo, han

incrementado sus herramientas pedagógicas de modo que ahora usan cada vez más

tecnologías de la información, videos y pantallas interactivas que permiten al visitante tener

una experiencia más rica (Andersen, 2003). Sin embargo, es probable que sean pocos los

zoológicos que cuentan con este tipo de herramientas educativas y que la mayor parte de la

información que reciben los visitantes provenga de los letreros explicativos colocados junto

a los exhibidores. Muchos zoológicos tampoco cuentan con personal suficiente para hacer

visitas guiadas, a pesar de que se ha visto que estas visitas mejoran el aprendizaje en los

visitantes.4

Sin embargo, a pesar del gran énfasis que ponen los zoológicos en la educación y de

la creciente literatura sobre su rol educativo, hay poca evidencia que demuestre que las

visitas al zoológico o incluso la interacción directa con animales mejoran el conocimiento

de los visitantes sobre biología o asuntos relacionados con la conservación. Tampoco hay

evidencia de que las visitas a los zoológicos tengan un mayor impacto educativo en los

visitantes que otros medios de información sobre animales, por ejemplo, programas

educativos de televisión sobre animales silvestres. Si alguien puede aprender más sobre una

especie animal o sobre biodiversidad a través de un documental del National Geographic o

de Animal Planet que en una visita al zoológico, entonces el peso del argumento educativo

a favor de los zoológicos pierde fuerza. ¿Por qué hay que tener cautivos a millones de

animales para aprender cosas que bien podríamos aprender de otros modos que no

4
Eric Jensen evaluó los resultados, entre niños de 7 a 15 años, relativos al aprendizaje sobre biología
y conservación de visitas guiadas y no guiadas por un educador en el Zoológico de Londres. “El 41% de las
visitas guiadas por un educador y el 34% de las visitas no guiadas resultaron tener aprendizaje relacionado
con la biología de la conservación. Los cambios negativos en el entendimiento de los niños sobre los animales
y sus hábitats fueron más prevalentes en las visitas sin guía” (Jensen, 2014, p. 1004). De hecho, estos números
sugieren que en ambos casos el impacto educativo es bajo.

6
impliquen su cautiverio? Hay modos alternativos de educación sobre los animales: visitas a

museos de historia natural o páginas de Internet con datos acerca de animales silvestres,

entre otras. No obstante, quienes defienden a los zoológicos argumentan que, aunque todo

esto puede ser verdad, este tipo de interacciones son “impersonales, vicarias y voyeuristas”

(Patrick y Tunnicliffe, 2013, p. 179) —aunque podría decirse que igualmente voyeurista es

la visita al zoológico—. Son imágenes bidimensionales, nos dicen, reducidas en tamaño

que no provocan interacciones emotivas o afectivas de primera mano. Con todo, hay formas

de conocimiento sobre los animales que sí implican un conocimiento de primera mano,

como las visitas al campo encaminadas a conocer su hábitat de maneras no invasivas ni

perjudiciales para los animales, como sucede con el turismo ecológico no invasivo.

Desafortunadamente, carecemos de estudios que muestren que se puede aprender más a

través de estas otras opciones que de una visita al zoológico; pero esa es una investigación

que precisamente deben hacer los zoológicos, para demostrar que se aprende más a través

de ellos que de otros medios. Como afirman Moss y Esson, la carga de la evidencia sobre el

rol educativo de los zoológicos recae sobre sus hombros:

Los zoológicos y sus organismos de acreditación se encuentran entre la espada y la

pared. Durante muchos años, se han promovido con confianza como proveedores de

educación, particularmente con respecto a la conservación de la biodiversidad; tal

vez incluso utilizaron esta función educativa como justificación de su existencia.

Debido a esto, la carga de la evidencia del impacto educativo recae directamente

sobre los hombros de los zoológicos. Sin embargo, la investigación realizada hasta

ahora (y hay una cantidad sustancial) claramente no ha sido aceptada

universalmente como una demostración efectiva del impacto positivo de los

7
zoológicos. De hecho, las críticas revisadas por pares de los últimos años […]

sugieren que esta cuestión está aquí para quedarse. Lejos de los objetivos educativos

estratégicos y las declaraciones de misión, encontramos evidencia que sugiere que

los organismos de acreditación y algunos zoológicos hacen públicas afirmaciones

causales sobre los zoológicos y su impacto educativo positivo. Mientras más

grandes sean las afirmaciones, mayor será la base de evidencia requerida para

apoyarlas. (Moss y Esson, 2013, p. 17)

No basta que los zoológicos afirmen que están haciendo una labor educativa, tendrían que

darnos evidencias que muestren su impacto educativo positivo y su superioridad con

respecto a formas alternativas de aprendizaje acerca de los animales.

El carácter educativo de los zoológicos no debe consistir simplemente en dar

información a los visitantes, sino en promover actitudes y valores positivos hacia los

animales y la naturaleza, es decir, en promover una ética ambiental adecuada. En ese

sentido, algunos críticos de los zoológicos han argumentado que, de hecho, los zoológicos

tienen un impacto educativo negativo. Por ejemplo, Robert Sommer ha argumentado que

muchos zoológicos tienden a perpetuar estereotipos de animales en la gente, sobre todo en

los niños, como por ejemplo que los lobos son feroces o, podríamos añadir, que las hienas

son depredadores cobardes y burlones o que los osos perezosos son perezosos (u otras

formas de antropomorfización que no ayudan a la comprensión de la conducta animal). “A

pesar de que tengan excelentes intenciones, incluso los mejores zoológicos pueden estar

creando estereotipos animales que no sólo son incorrectos, sino que en realidad van en

contra de los intereses de la preservación de la vida silvestre” (Sommer, 1972, p. 27-28).

Aunque la situación ha cambiado desde que Sommer escribió esto, muchos zoológicos no

8
hacen mucho para cambiar los estereotipos con los que la gente llega a ver a los animales.

En todo caso, si hay un mensaje implícito en los zoológicos es el de que es correcto

encerrar animales si eso se justifica con una excusa (por ejemplo, que se hace con

propósitos educativos o de conservación). Refuerzan la idea de que los animales existen

para servir a los seres humanos y no como individuos conscientes con intereses propios.

Perpetúan la idea de que los animales no humanos son inferiores porque los humanos

podemos controlar sus vidas y encerrarlos para servir a nuestros fines.5

Investigación científica

Una de las razones más comúnmente citadas a favor de la existencia de los zoológicos es

que en ellos se realiza investigación científica. Según Stoinski et al. (1998) 88% de los

zoológicos de Estados Unidos realizan algún tipo de investigación. 75% de ellos hacen

investigación en reproducción, 85% en etología y 59% en temas de conservación. Otros

temas en los que se investiga en los zoológicos son fisiología general, bienestar animal,

manejo de poblaciones, domesticación, taxonomía, genética, patología, nutrición,

identificación, biotecnología, bancos de biomateriales, entre otros (Wharton, 2007). Sin

embargo, en 1997, sólo 41% de 220 zoológicos europeos a los que se les invitó a participar

en una encuesta sobre investigación, respondieron diciendo que sí la hacían (Nogge, 1997).

Además, no todos los zoológicos hacen investigación en todas las áreas. Es muy probable

que muchos zoológicos que se encuentran en países en vías de desarrollo hagan poca o

ninguna investigación.

5
WAZA publicó recientemente una encuesta mundial sobre el impacto de los zoológicos en la
comprensión de la biodiversidad. Aunque el informe da muchos datos positivos sobre cómo ayudan a un
mejor entendimiento de la biodiversidad, también muestra que las visitas al zoológico hacen que la gente sea
17% menos comprometida a adoptar medidas de protección y creación de hábitats y 9% menos propensa a
actuar contra la contaminación y el cambio climático (Parker, 2017, p. 46 y WAZA, 2014).

9
Pocos zoológicos tienen contratado personal de tiempo completo dedicado a hacer

investigación. Mientras que muchas industrias dedican del 3 al 5% de su presupuesto a la

investigación, los zoológicos no alcanzan ni siquiera esa cifra (Wharton, 2007, p. 182). El

costo de mantener un zoológico es muy alto y dedicar dinero a la investigación es un lujo

que pocos se pueden dar. Gran parte de la investigación que se hace en los zoológicos es en

buena medida financiada por otras instituciones, como universidades, instituciones privadas

de investigación o agencias gubernamentales, no por los zoológicos. En aquellos

zoológicos que tienen personal dedicado a la investigación, muchos de ellos realizan

investigación fuera del zoológico, por ejemplo, aquellos que hacen investigación en temas

de conservación.

Sin embargo, un tema más importante que el de si se hace investigación científica

en los zoológicos es el de qué tan válida y útil es la información que se obtiene. Algunos

críticos argumentan que el diseño experimental de la mayoría de las investigaciones

realizadas dentro de los zoológicos carece de rigor científico y pocas veces se reporta en

publicaciones arbitradas (Jamieson 2004a). El problema consiste en que se suelen estudiar

poblaciones muy pequeñas y frecuentemente se carece de un grupo de control que se

encuentre en circunstancias similares a las del grupo al que se estudia. Esto hace que la

información obtenida no sea significativa.

Buena parte de la investigación que se realiza en zoológicos se hace en temas de

etología, es decir, de conducta animal. Sin embargo, se ha afirmado que no hay mucho que

aprender de animales silvestres en cautiverio (que de algún modo es una contradicción en

términos) y bajo condiciones no naturales, por ejemplo, en las que no interactúan con otras

especies, en las que no tienen que procurarse su propio alimento o en que no pueden

desarrollar muchos de sus comportamientos naturales. Se podría objetar que los estudios de

10
etología sí aportan conocimiento sobre el comportamiento de animales en cautiverio, para

beneficio de ellos y que este conocimiento se utiliza para establecer parámetros para poder

comparar a estos animales con sus congéneres en vida libre. Obviamente, si los animales no

estuvieran cautivos, no sería necesario generar conocimiento en la materia. Otros han

afirmado que se pueden investigar temas diferentes, como el de la domesticación o de

posibles conductas que no se podrían manifestar en vida libre. Es posible que muchos

zoológicos (sobre todo aquellos que tienen más espacio para reproducir más

aproximadamente las condiciones naturales de vida de los animales) puedan generar datos

más confiables, no obstante, es más probable que se pueda generar información mucho más

precisa estudiando a los animales en su hábitat natural, donde están más en contacto con sus

depredadores o sus presas, según sea el caso.

Otros tipos de investigación (por ejemplo, de anatomía o patología) que se realizan

en los zoológicos tienen tres propósitos principales (Jamieson, 2004a, p. 170): 1) mejorar

las condiciones de los zoológicos para optimizar las condiciones en que viven y se

reproducen los animales, 2) proveer modelos animales que nos ayuden a entender

enfermedades humanas y animales, y 3) incrementar nuestro conocimiento sobre los

animales. Sin embargo, aunque el primer punto suene loable, eso sería innecesario si

animales silvestres no se mantuvieran en cautiverio en zoológicos. Como afirma Jamieson,

“si no hubiera zoológicos, no habría necesidad de mejorarlos”.

Sobre si los animales de zoológico nos pueden ayudar a entender enfermedades

humanas, habría que recordar que el grueso de la investigación que se realiza con animales

se hace con animales de laboratorio (como ratones, primates, gatos o perros) y no con

animales silvestres como los que encontramos en un zoológico. Cuando se usan animales

silvestres, esta investigación no se hace en zoológicos, sino en laboratorios. Es difícil

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manipular tigres, leones, jirafas o rinocerontes para llevar a cabo procedimientos a veces

invasivos. Adicionalmente, es difícil extrapolar los resultados de una investigación llevada

a cabo en una especie animal a los seres humanos, dadas las muchas diferencias entre

especies. En realidad, son pocos los animales en los que se puede hacer investigación y

cuyos resultados sean útiles para los seres humanos.

El tercer fin mencionado sobre la investigación con animales de zoológico es el de

incrementar nuestro conocimiento sobre los animales del zoológico. Sin duda, buscar el

conocimiento es un fin valioso, pero el conocimiento por el conocimiento mismo no es

valioso si no tiene una finalidad práctica. Los directamente implicados en los beneficios de

ese conocimiento son los animales mismos, puesto que este conocimiento nos ayudaría a

mejorar su salud y su bienestar, pero si millones de ellos que están en cautiverio encuentran

comprometido su propio bienestar precisamente por encontrarse en esa situación, entonces

habría razones para dudar del valor de ese conocimiento.

Conservación

La conservación de especies en peligro de extinción y de sus hábitats es para muchos la

principal función de los zoológicos hoy en día. La Asociación de Zoológicos y Acuarios

(AZA, por sus siglas en inglés) define los zoológicos como centros de conservación que

son responsables de la salud del ecosistema y de la supervivencia de especies. Uno de los

requisitos para pertenecer a la AZA es la realización de trabajo de conservación. 231

zoológicos en todo el mundo son miembros de la asociación. Según su Reporte Anual de

Conservación y Ciencia para el año 2015, los miembros de la AZA invirtieron $186 mil

millones de dólares ese año en proyectos de conservación en 121 países, y se beneficiaron

12
700 especies, 188 de las cuales se encuentran en peligro de extinción y 39 están

amenazadas (AZA, 2015).

Muchos de los defensores de los zoológicos los presentan como modernas arcas de

Noé que tratan de conservar tantas especies como sea posible, sobre todo ante la

perspectiva de la devastación de ecosistemas en todo el mundo, del calentamiento global y

del acelerado ritmo de desaparición de especies. Se suelen citar como ejemplos de especies

que habían desaparecido en vida libre y que sólo lograron salvarse gracias a su

reintroducción a partir de ejemplares de zoológicos al órix de Arabia (Oryx leucoryx), al

bisonte europeo (Bison bonasus), al hurón de patas negras (Mustela nigripes) y al caballo

silvestre de Mongolia (Equus ferus przewalskii), entre otros. Algunos zoológicos tienen

actualmente biobancos que preservan el material genético de especies amenazadas, por si

éstas llegaran a extinguirse (Clarke, 2009). Los planes de supervivencia de especies en

peligro de extinción de algunas asociaciones de zoológicos contemplan la protección de

entre 500 y 900 especies (Dunlap y Kellert, 2004, p. 211).

Sin embargo, muchos críticos de los zoológicos dudan que su contribución a la

conservación de especies sea significativa. Los programas de reintroducción exitosos, como

los que he mencionado, son raros: son muy costosos, usualmente tienen pocas

probabilidades de éxito y requieren un hábitat natural viable, y precisamente la principal

causa de la extinción de especies es la destrucción de sus hábitats por causas

antropogénicas (la cacería, el calentamiento global, la destrucción de selvas y bosques para

extender la agricultura, etc.).6 Los zoológicos no pueden proteger más que a una parte

6
Esto nos debe llevar a preguntarnos si tiene sentido la conservación de especies si sus hábitats
naturales han sido destruidos y nunca podrán ser reintroducidas. Este es un tema que requiere de un
tratamiento más amplio del que puedo darle aquí.

13
insignificante de las miles de especies que están en peligro de extinción. Según la Lista

Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN por sus siglas

en inglés), de las 44,838 especies evaluadas, 16,928 se encuentran amenazadas de extinción

(UICN, 2017). Sin embargo, de estas especies, en 2008 la AZA tenía sólo 114 planes de

reproducción (Planes de Supervivencia de Especies o SSP, por sus siglas en inglés) para

especies amenazadas (Margodt, 2010, p. 12).

Son pocos los casos de animales en cautiverio que pueden ser reintroducidos en vida

libre: muchos sólo conocen el cautiverio y no están preparados para los desafíos de su

liberación en hábitats naturales. Por ejemplo, estos animales suelen no tener miedo a los

humanos porque se han habituado a ellos y, al ser reintroducidos en vida libre, suelen

acercarse a poblaciones humanas en busca de comida o refugio, como se ha visto que

sucede con orcas liberadas. Se les tiene que enseñar a los depredadores, por ejemplo, a

cazar, porque esta conducta no es instintiva, sino aprendida. De hecho, es muy difícil, si no

es que casi imposible, liberar animales de muchas especies, incluyendo especies

amenazadas como elefantes, osos polares, gorilas, orangutanes, tigres y chimpancés. En

general, los zoológicos no reproducen animales con la intención de reponer las poblaciones

amenazadas. Menos del 30% de las especies que tienen los zoológicos se encuentran en la

Lista Roja de la UICN como especies amenazadas; en algunos casos, las colecciones de los

zoológicos no llegan a tener ni un 10% (Zimmermann y Wilkinson, 2007b, p. 307). En

otras palabras, la mayoría de las especies que tienen los zoológicos no están amenazadas

(no son vulnerables ni están en vías de extinción).

Dentro del porcentaje de especies amenazadas que tienen los zoológicos, la mayor

parte de sus programas de reproducción están enfocados a mamíferos (52.62%) y a aves

(35.62%). Reptiles, anfibios, peces e invertebrados ocupan el 12% restante. Sin embargo,

14
no parece haber ninguna razón ecológica para esta distribución. Según los datos de la Lista

Roja de la UICN, el número de especies de anfibios amenazadas (32.5%) excede a los

mamíferos (23%) o a las aves (12%) (Stuart et al., 2004, p. 1783). No sólo están más

amenazados los anfibios, sino que el costo para su conservación es mucho menor que el que

se destina a cualquier gran mamífero. El director de Amphibian Ark, Kevin Zippel,

comentó a Scientific American que los anfibios son “absolutamente vitales para sus

ecosistemas” y que “por el precio de mantener a un solo elefante en cautiverio por un año,

cerca de US $100,000, podrías pagar por la habilidad técnica y las instalaciones para salvar

a una especie entera de anfibios” (citado por Margodt, 2010, p. 16). Es decir, los zoológicos

tienen un marcado favoritismo hacia los mamíferos y las aves, que son más carismáticos y

que probablemente atraen a más visitantes, que hacia anfibios o invertebrados, que no

suelen ser tan atractivos al público, incluso cuando sería más efectiva y menos costosa su

conservación.7 La motivación para mantener y reproducir grandes mamíferos en zoológicos

no es ecológica, sino que tiene que ver con los intereses económicos de los zoológicos

(muchos de ellos instituciones privadas que dependen de sus ingresos para su

supervivencia), así como de lo que perciben como las preferencias de los visitantes y sus

valoraciones estéticas. Esto ha llevado a algunos críticos de los zoológicos a sostener que

“la conservación que hacen los zoológicos es, en primer lugar, acerca de la conservación de

los zoológicos mismos, no acerca de conservar especies amenazadas” (Margodt, 2010,

p. 17).

7
No sólo no fomentan su conservación, sino que el 59% de los reptiles y 73% de los anfibios
mencionados en la base de datos ISIS (International Species Information System) de zoológicos
estadounidenses de 2003 fueron capturados de vida silvestre. 21% de los mamíferos y 37% de las aves
también lo fueron (Baker, 2007, p. 145). De hecho, ocasionalmente los zoológicos necesitan tomar animales
de vida libre para propósitos de conservación, para mantener la diversidad genética de una especie.

15
Las probabilidades de éxito de los programas de reintroducción de especies son muy

bajas. Según Beck (1995, p. 156), de 145 proyectos que liberaron animales criados en

cautiverio para restablecer o reforzar poblaciones naturales, sólo un 11% tuvieron éxito.

Esto se debe a distintas razones, pero Paul Dolman et al. (2015) han argumentado que, a

menos que los animales en la naturaleza estén protegidos, la reproducción en cautiverio no

será significativa. Cuando una especie está en peligro de extinción en la naturaleza, no

siempre es una buena idea establecer una población de cría en cautiverio, porque sin

conservación in situ no tiene sentido la reproducción ex situ, o sea, en cautiverio.

La cría en cautiverio puede ofrecer una última oportunidad cuando las especies se

enfrentan a una extinción inminente, pero en última instancia depende del

restablecimiento de una población en estado silvestre. Esto ha resultado exitoso para

algunas especies de alto perfil, pero en muchos casos no lo ha sido. Los programas

pueden fallar por muchas razones, incluyendo los retrasos en el logro de la cría

exitosa, el fracaso en la construcción de una población autosustentable, la

domesticación y la pérdida de la diversidad genética, y un pobre desempeño después

de las liberaciones en la naturaleza. La cría en cauterio puede reducir la motivación

y los recursos para la conservación en el medio silvestre, con consecuencias

desastrosas. (Dolman, 2015)

En muchos casos, es más complicado y costoso mantener y reproducir animales en

cautiverio que proteger sus hábitats y buscar los medios para que se mantenga una

población que se pueda reproducir en vida libre. Por otro lado, criar animales en cautiverio

bajo el pretexto de que se les reintroducirá puede desviar esfuerzos y recursos para

protegerlos en vida libre.

16
Los animales criados en cautiverio presentan una serie de problemas que no tienen

los animales en vida libre. Entre los principales problemas se encuentra la falta de

diversidad genética. Incluso si se recurre a ejemplares de otros zoológicos, las poblaciones

de animales en cautiverio suelen ser pequeñas; un grupo genético (genetic pool) reducido

obliga a cruzar a individuos genéticamente relacionados y llega un punto en el que la

endogamia hace difícil la reproducción y la supervivencia de los animales. Esta es una de

las causas por las que la mortalidad infantil en animales en cautiverio es mucho mayor a la

de los mismos animales en vida libre. Boakes et al. (2007) investigaron los efectos de la

endogamia en 119 poblaciones de zoológicos (que abarcaban 88 especies de mamíferos,

aves, reptiles y anfibios), y mostraron que la depresión endogámica para la supervivencia

neonatal fue significativa en las 119 poblaciones. Adicionalmente, si se están

reintroduciendo con propósitos de conservación a individuos que provienen de estos

programas de reproducción, esto arroja dudas acerca de sus posibilidades de adaptación y

supervivencia.

Cautiverio y derechos animales

Hasta aquí he revisado algunos de los principales argumentos que dan los zoológicos para

justificar su existencia, así como algunas de las principales objeciones. Una conclusión

preliminar que podemos sacar es que los argumentos a favor de los zoológicos no son tan

sólidos como parecen a primera vista. Hace falta mucha más evidencia para probar, por

ejemplo, que los zoológicos efectivamente cumplen una función educativa significativa y

que ayudan a fomentar una ética ambiental adecuada a través de inculcar una visión más

comprehensiva de los animales y su medio ambiente. Haría falta que mostraran de un modo

más fehaciente la utilidad de la investigación que realizan, particularmente aquella que

17
debería tener repercusiones más allá del ámbito de los propios zoológicos. También

tendrían que probar, entre otras cosas, que se enfocan en las especies más amenazadas y no

sólo en las más carismáticas para el público. Muchos creemos que nada de esto es posible,

y aunque fuera posible, hay otra línea argumental en contra de los zoológicos y que se

centra en los animales como portadores de derechos. Para el enfoque de los derechos

ninguna de las justificaciones que hemos examinado es suficiente como para anular o

vulnerar su derecho a la libertad, y en muchas ocasiones su derecho a la vida. Los

zoológicos simplemente no son éticamente justificables.

La idea de que podemos disponer de los animales a voluntad y hacer con ellos lo

que nos plazca, como encerrarlos en una jaula y disponer de sus vidas, y luego afirmar que

lo hacemos con propósitos educativos, de entretenimiento o para saber más de ellos es

negar que tienen intereses propios o, en cualquier caso, pensar que, si tienen intereses,

valen menos y que se pueden subordinar a los intereses de los humanos. En otras palabras,

lleva implícita la idea de que los animales son objetos que podemos poseer como se posee

una cosa. Negar que tienen intereses propios implica verlos como cosas, sin valor moral

independiente del de su propietario. Pero esta idea es inconsistente con las reacciones de

enojo o de indignación que cada vez más gente tiene frente al sufrimiento animal;

reacciones que no tenemos ante cosas que no tienen valor moral. Por coherencia, entonces,

hay que reconocer que los animales tienen intereses independientes de los de los humanos.

Esto les da un valor moral propio y los hace objeto de consideración moral y de respeto:

tenemos obligaciones morales hacia los animales, entre otras cosas, porque sus intereses y

sus vidas pueden verse afectados por nuestras acciones. Si no, ¿por qué quien se hace cargo

de un perro tiene obligaciones hacia él? Aunque puede haber diferencias (biológicas,

sentimentales, etc.) entre un perro y un tigre en un zoológico, no hay ninguna diferencia

18
moral entre ellos. Ambos tienen el mismo valor moral; ambos tienen intereses porque

tienen conciencia de lo que les sucede y, además, de que sus vidas pueden ir a mejor o a

peor. Pero no sólo tienen valor moral, sino que podemos atribuirles derechos morales (que

eventualmente pueden convertirse en derechos legales). Si pensamos sobre qué base

atribuimos derechos morales (de los que los derechos humanos son una subespecie) a los

seres humanos, nos damos cuenta de que los atribuimos como mecanismos de protección a

sus intereses fundamentales. Aunque en ocasiones se atribuyen sobre la base de la agencia,

la autonomía o la racionalidad, esto genera problemas para una teoría de derechos, porque

no sólo no explica que podamos atribuir derechos a los bebés prelingüísticos o a la gente

con discapacidades cognitivas severas, sino que hace renunciables derechos que

normalmente concebimos como irrenunciables. (Pero incluso sobre bases como

racionalidad, autonomía y agencia, los animales no humanos poseen capacidades cognitivas

lo suficientemente complejas como para que también les atribuyamos derechos sobre esa

base.) Ahora, si aceptamos la idea de que los animales tienen derechos, se sigue que

tenemos ciertas obligaciones hacia ellos, particularmente en el caso de los zoológicos.8

Empecemos preguntándonos qué derechos tienen los animales. Es obvio que no

tienen derechos que derivan de arreglos políticos o sociales de los humanos, como el

derecho al voto o al matrimonio, pero hay derechos que los seres humanos tenemos, y que

dadas las similitudes entre las capacidades físicas y cognitivas de humanos y animales, no

podemos justificadamente negárselos a estos últimos si se lo reconocemos a los primeros

8
Cuando atribuimos derechos a los animales, este derecho tiene un destinatario, que somos los seres
humanos, no otros animales. Los derechos generan obligaciones en los seres humanos, no en otros animales.
Lo que queremos es una ética que rija nuestras acciones hacia los animales, no una que rija las suyas. He
ahondado más sobre el tema de los derechos de los animales en Ortiz Millán (en prensa). Para una defensa
más amplia de la idea de los derechos de los animales, véase Regan (1995 y 2016).

19
(véase Rachels, 1997). Los derechos a la vida y a la libertad se encuentran, sin duda, entre

los derechos que compartimos animales humanos y no humanos. Si los seres humanos

tenemos un derecho a la vida es porque ésta constituye un interés fundamental para seres

que tienen conciencia de su propia existencia, y particularmente de aquellos que tienen la

capacidad de planear y anticipar su propio futuro. Sobre la misma base podemos atribuir el

derecho a la vida a los animales. Si los humanos tenemos derecho a la libertad es porque,

sin él, nuestros intereses se verían dañados de manera significativa; la libertad nos permite

realizar nuestras capacidades y conducir nuestras vidas según nuestros planes. Para que un

individuo tenga un interés en la libertad “no se necesita más que el que la interferencia de

otras personas le causen daño al impedirle que haga lo que quiere” (Giroux, 2016, p. 33). El

cautiverio de los animales es una violación a su derecho a la libertad. Por definición,

“cautiverio” es la privación de la libertad y es una idea definitoria de los zoológicos como

los hemos conocido tradicionalmente. Estos dañan los intereses vitales de los animales al

mantenerlos en cautiverio. (Habría que matizar esta afirmación reconociendo que distintas

especies tienen diferentes intereses vitales según sus necesidades: el interés del león por

una vida en libertad que le permita desarrollar sus capacidades no es el mismo que el de un

folívoro (Bradypus variegatus), que necesita mucho menos espacio para desarrollarlas. Esto

también justifica la existencia de animales de compañía y/o “de ornato”.)

A los animales que se encuentran en cautiverio se les ha quitado la oportunidad de

comportarse de manera natural. Se les sustrae de su hábitat natural, se les separa de sus

manadas y se rompen vínculos importantes para ellos, se les impide interactuar con

miembros de otras especies, a veces incluso con los de su misma especie, o se les obliga a

vivir en grupos sociales anormales (como sólo machos o sólo hembras), se obliga a

especies solitarias a vivir en grupo o en densidades que generan conflictos sociales, se les

20
impide procurarse su propia comida y, en general, se les impide realizar las conductas que

llevarían a cabo en sus hábitats naturales. Por eso, incluso en los zoológicos con las mejores

condiciones, se viola el derecho a la libertad de los animales.9

Adicionalmente, el cautiverio va asociado con el desarrollo de diversas patologías,

tanto físicas como psicológicas, que desarrollan los animales de zoológico. La mera

exhibición de los animales al público les genera estrés (Davey, 2007), por no mencionar su

captura,10 traslado y manejo dentro del zoológico. Incluso a pesar de que muchos

zoológicos han dejado de exhibir a los animales en jaulas de concreto y barras de acero,

para dar paso a exhibidores que tratan de reproducir el hábitat natural de los animales,

muchos se encuentran en lugares con condiciones climáticas para las que los animales no

están adaptados. Además, los animales suelen pasar dos terceras partes de sus vidas

encerrados en casas de noche, mientras el zoológico está cerrado (cuando hay exceso de

ejemplares, algunos animales se alternan en el exhibidor cada tercer día, con lo cual pasan

más tiempo en sus casas de noche que al aire libre). Además, éstas suelen ser jaulas que

carecen de cualquier tipo de enriquecimiento ambiental. Sin la estimulación ambiental o

interacción con otros miembros de su especie, la vida de los animales de zoológico suele

ser aburrida y llevarlos a desarrollar ansiedad o depresión y finalmente conductas

estereotípicas, como la de los felinos que van y vienen dentro de su exhibidor, la de los

elefantes que menean la cabeza sin cesar o la de los osos polares que compulsivamente se

echan a nadar en círculos (véanse Swaisgood et al. 2005, así como los artículos compilados

9
Algo similar ha argumentado Jamieson (2004a y 2004b), pero sin recurrir a la idea de derechos de
los animales. Jamieson simplemente afirma que, dado que se impide que los animales lleven a cabo conductas
naturales en sus propios hábitats, existe una presunción moral en contra de mantener animales en cautiverio.
10
En muchos países, como México, la legislación impide que los zoológicos capturen animales en
vida libre para incluirlos dentro de su colección. Sin embargo, muchos animales provienen de donaciones o
han sido confiscados de circos o de gente que los ha adquirido de forma ilegal. Algunos de los problemas que
estos animales generan para los zoológicos son examinados por Cuarón (2005).

21
en Mason y Rushen, 2006). Son casos de neurosis causada por confinamiento. Esto lleva a

algunos animales a mostrar conductas agresivas que en vida libre no tendrían. Todo esto

muestra que los intereses vitales de los animales se ven afectados por el cautiverio.

Al afirmar que el cautiverio de los animales puede tener efectos negativos en su

bienestar no quiero dar la impresión de que la libertad es valiosa para los animales porque

les permite obtener otras cosas que son valiosas para ellos, como el bienestar. Si esto fuera

así, entonces los humanos podríamos seguir usando a los animales y manteniéndolos

cautivos siempre y cuando ellos estuvieran bien y no sufrieran. El interés de los animales

por la libertad no está subordinado a su bienestar; ellos tienen un interés directo en la

libertad en la medida en la que se les daña cuando la interferencia humana en sus vidas les

impide hacer lo que quieren hacer.11

La situación del derecho a la vida en los zoológicos es tanto o más grave. Los

programas de reproducción tienden a crear un superávit o un excedente de animales que

posteriormente los zoológicos no pueden mantener. Para un zoológico, basta con tener un

solo macho (de un león o de una hiena, por ejemplo) que pueda reproducirse con las

hembras de la manada. Tener más de uno puede crear rivalidades y problemas dentro del

grupo, además de que representa un gasto de mantenimiento para el zoológico. Sin

embargo, en vez de dejar de reproducir a los animales, los zoológicos los reproducen

porque la contracepción puede implicar riesgos médicos, porque algunos animales pueden

volverse infértiles si no se reproducen y porque, dado que los privan de buena parte de sus

11
El tema del interés de los animales en la libertad ha sido desarrollado ampliamente por Giroux
(2016). Ella argumenta en contra de una concepción positiva de la libertad (entendida como una versión
sofisticada de la autonomía) según la cual los humanos podrían saber mejor que los animales qué es lo que
está en su mejor interés y mantenerlos bajo su dominio. Esto sucede cuando se subordina la libertad al
bienestar. En cambio, Giroux argumenta que tanto bajo una concepción negativa como bajo una concepción
republicana de la libertad, los animales tienen un interés directo en ser libres y que ese interés debe protegerse
reconociendo su derecho a la libertad.

22
comportamientos naturales, es importante dejar que se reproduzcan y críen a sus cachorros

(Parker 2017). Esto crea excedentes (mayormente machos) y los zoológicos tienen tres

soluciones para deshacerse de ellos —que además es una forma de mantener genéticamente

robusto al grupo de animales de esa especie—. La primera es que suelen tener programas

de intercambio con otros zoológicos, para evitar estos problemas, pero también posibles

endogamias. Pero por un lado, el cambio de zoológico de un animal rompe las relaciones

sociales dentro del grupo, crea inestabilidad social y genera tensiones para el animal

transferido. Algunos animales terminan pasando por varios zoológicos durante su vida.

Además, muchos zoológicos ya no necesitan más machos de especies que están

sobrerrepresentadas y, encima de todo, tienen que pagar por el traslado. La segunda

solución para los animales excedentes es venderlos a individuos, instituciones privadas (que

no siempre tienen las condiciones necesarias para el mantenimiento del animal) o a clubes

de cazadores (HSUS, 2017). La tercera es matar (culling) o someter a “eutanasia” de

animales mayormente sanos, pero inútiles para los programas de reproducción (son

“genéticamente innecesarios”) y costosos para el zoológico.12 Robert Lacy (1995), del

Parque Zoológico de Chicago, ha defendido esta opción, argumentando que eso es

preferible a mandarlos a zoológicos de calidad inferior, donde los animales la pasarán mal.

La Asociación Europea de Zoológicos y Acuarios no publica información sobre el número

de animales sanos que se matan, pero su director ejecutivo, Lesley Dickie, estima que se

matan entre 3,000 y 5,000 animales en los zoológicos europeos al año (Barnes, 2014). Tan

12
“Eutanasia” es claramente un eufemismo que usa el personal del zoológico y los veterinarios para
no hablar directamente de matanza; sin embargo, está mal empleado, porque la eutanasia consiste en dar
muerte sin sufrimiento físico a alguien, típicamente con dolor o sufrimiento, por su propio interés. En los
zoológicos se mata a animales sanos y, aunque muchas veces en interés del animal, se hace más bien en
interés del zoológico.

23
sólo el Zoológico de Copenhague (donde su suscitó el caso de la “eutanasia” de la jirafa

Marius en 2014) mata entre veinte y treinta animales al año, habitualmente antílopes, renos,

cabras, pero también leones, tigres, zebras y osos (Parker, 2017). Aunque los zoológicos de

Estados Unidos prefieren el traslado de los animales, los reglamentos de la AZA también

permiten la matanza y es una práctica común, sobre todo entre animales poco carismáticos

(Parker, 2017). La reintroducción en vida libre suele no contemplarse en casos de animales

excedentes porque éstos con frecuencia no se adaptan, pero sobre todo porque es muy

costosa para el zoológico y porque en muchos casos han desaparecido sus hábitats

naturales. En cualquier caso, la matanza de animales sanos en zoológicos no es justificable

éticamente si se reconoce su derecho a la vida.

El reconocimiento de los derechos de los animales es incompatible con la existencia

de los zoológicos. Se objetará que los derechos pueden ser limitados cuando hay otros

derechos en conflicto o cuando hay fuertes razones de utilidad social. Pero ni el

entretenimiento, la educación, la investigación ni la conservación que se realizan en los

zoológicos justifican la limitación de los derechos fundamentales de los animales. Sobre

todo porque hemos visto que estas justificaciones suelen no ser sino la expresión de buenas

intenciones sin una base sólida que las fundamente.

Es evidente que los zoológicos no van a desaparecer de la noche a la mañana, pero

hay modos en que se pueden transformar para que los animales que ahí viven estén mejor.

Lo primero es que exista legislación más rigurosa que impida la destrucción de los hábitats

naturales de muchas especies de animales. En segundo lugar, los zoológicos deberían

buscar modos de enviar a sus animales excedentes a santuarios o a lugares donde puedan

integrarse a programas reales de conservación. Los zoológicos también deben dejar de

comprar animales —e incluso de venderlos a laboratorios, coleccionistas privados o

24
ranchos cinegéticos, como sucede en algunos zoológicos (Clifton, 1988)—. Sobre todo,

deben dejar de extraer animales de vida libre, como sucede con reptiles, anfibios y la fauna

marina (por ejemplo, las orcas y los delfines que se usan en acuarios). Finalmente, debemos

buscar el modo de que los zoológicos se conviertan en parques ecológicos o en santuarios.

Un santuario es una instalación a la que se lleva a los animales para que vivan y estén

protegidos durante toda su vida; a diferencia de los refugios de animales, los santuarios no

buscan colocarlos con individuos o instituciones, sino mantenerlos hasta su muerte natural.

Un ejemplo de un zoológico que está cumpliendo el rol de santuario es el centro de rescate

de primates Monkey World, en el Reino Unido, donde se encuentran muchos primates que

habían sido abusados en circos o laboratorios. El Santuario de Elefantes en Tennessee

también ha recibido elefantes de circos y zoológicos; los elefantes cuentan ahí con varios

cientos de hectáreas de bosques y pastizales en los que pueden vivir el resto de su vida en

libertad. Hay muchos otros santuarios similares registrados ante la Federación Global de

Santuarios de Animales, una organización sin fines de lucro, fundada en 2007, que certifica

los santuarios, los centros de rescate y de rehabilitación de animales en todo el mundo. En

2016, el Zoológico de Buenos Aires cerró sus puertas para convertirse en un ecoparque,

mandando a buena parte de sus animales a santuarios y conservando sólo los animales que

por edad o por enfermedad ya no podían trasladarse.

Cada vez son más los santuarios de animales y progresivamente se presentan como

una alternativa viable para la transformación de los zoológicos en el mundo y para la

conservación de fauna silvestre, sobre todo en aquellos casos en los que se han perdido sus

hábitats naturales. La idea cobrará más fuerza cuando la gente que visita los zoológicos

empiece a reconocer los derechos de los animales y empiece a preguntarse si es correcto

mantener a miles de animales cautivos, cuestione las razones que comúnmente dan los

25
zoológicos, deje de asistir a ellos y empiece a apoyar la idea de los santuarios. Estos deben

ser lugares donde los animales tengan la oportunidad de ejercer sus derechos a la libertad y

a la vida. Habremos empezado entonces a reparar una deuda histórica que tenemos con los

animales.13

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13
Agradezco los comentarios de Lorena Jiménez y Adriana Cossío a una versión anterior de este
ensayo. Asimismo, agradezco el financiamiento, a través de una beca PASPA, de la Dirección General de
Asuntos del Personal Académico de la UNAM.

26
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