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Como contenido de verdad: consistencia y coherencia con otras verdades admitidas, o con
referencia a un hecho o situación que haga verdadero o falso dicho contenido.
Como función lógico-matemática: consistencia y coherencia con el hecho de «ser algo real»
frente a una mera posibilidad lógica que define un mundo o una situación posible en un
determinado marco teórico que justifica la función.
Como discurso dirigido a la persuasión como motivación para promover o proponer una
determinada acción.
Como finalidad de acción: consistencia o coherencia con otros intereses o motivaciones del
individuo o individuos receptores del contenido como motivación a actuar de determinada
manera.
RAZONAMIENTO
En sentido amplio, se entiende por razonamiento a la facultad que permite resolver problemas,
extraer conclusiones y aprender de manera consciente de los hechos, estableciendo
conexiones causales y lógicas necesarias entre ellos. En sentido más restringido se puede
hablar de diferentes tipos de razonamiento:
El razonamiento argumentativo en tanto actividad mental se corresponde con la actividad
lingüística de argumentar. En otras palabras, un argumento es la expresión lingüística de
un razonamiento.
En oratoria, las falacias constituyen un error en el proceso lógico de pensamiento. No son una
falsedad, que es un error en los hechos en los que se basa la argumentación, sino un error en
el proceso de argumentación. Las falacias violan principios lógicos bajo una apariencia de
validez. Cuando descubrimos las falacias en el discurso, descubrimos cómo se ha confundido
a la audiencia para hacerla creer en algo. Dentro de las falacias extra dictionem, que son las
que incluyen una asunción falsa no relacionada con el uso de la gramática, las falacias ignoratio
elenchi, o "refutaciones ignorantes", en su traducción directa tan contundente, son usadas con
frecuencia por los políticos en su discurso. Este tipo de falacia ocurre cuando se elude la
cuestión que se está realmente debatiendo, concentrándose en otra con la que tiene una
relación meramente tangencial.
El discurso independentista incluye todos los seis tipos de falacias ignoratio elenchi. La primera
es la falacia ad hominem, en la que se ataca la persona con la que se debate, no su
argumentación. Lo hace Rufián cuando llama "miserable" a Rajoy, o le pide que "saque sus
sucias manos de las instituciones catalanas", o cuando Joan Tardá dice que Felipe VI es "digno
de Felipe V". Puigdemont animó a votar el 1 de octubre para responder a la "represión
enloquecida" de un Estado español que actúa con "cobardía".
La falacia ad populum apela a que si la mayoría cree que algo es de cierta manera, entonces
debe de serlo. Es el argumento que emplean los defensores del impacto antropogénico en el
cambio climático cuando dicen que el 98% de la comunidad científica está de acuerdo.
Puigdemont lo intenta cuando dice que "decenas" de parlamentarios en Europa le mostraron su
indignación por la "represión" del 1 de octubre. Jordi Sánchez decía que "no pueden silenciar la
voz de un pueblo". Y es lo que funciona detrás del argumento de que "España nos roba".
La falacia ad misericordiam busca sustituir la lógica por la pena. Es decirle al agente de tráfico
que ibas a 150 porque tu hijo está esperándote en casa con fiebre. Este argumento se ha usado
con intensidad en el relato de las cargas policiales del 1 de octubre, con las imágenes de la
policía rompiendo puertas de cristal o de señoras con la cabeza sangrando. Puigdemont
hablaba de "violencia injustificable contra gente pacíficamente concentrada". También,
explicando su huida a Bruselas: "Una parte del Gobierno nos hemos desplazado al corazón de
Europa para denunciar la actuación del Gobierno español y su politización y para evidenciar
ante todo el mundo el grave déficit democrático que se da ahora mismo en el Estado español."
La falacia ad baculum recurre al argumento del palo, para inspirar miedo describiendo las
consecuencias de adoptar la posición del contrario. Es lo que hace Rufián cuando señala en un
tuit al periodista de El País del que no le gusta su artículo sobre la vida de Junqueras en la
cárcel. También Mireia Boya, de la CUP, cuando se dirige a los Comunes antes del 1 de octubre,
en un desbordamiento de inventiva diciendo que "Roma no paga a traidores".
En la falacia ad ignorantiam se aprovecha la ignorancia del contrario sobre los hechos que
tumbarían la posición propia. Es lo que se hace cuando se recurre a citar constantemente la
"democracia" para justificar el referéndum del 1 de octubre, sobre todo fuera de España. Por
ejemplo, The Guardian tituló un artículo sobre una entrevista a Puigdemont "This is not just
about Catalonia. This is about democracy itself".
LA ORATORIA
Se llama oratoria al arte de hablar con elocuencia. En segundo lugar, es también un género
literario formado por el discurso, la arenga, la disertación, el sermón, el panegírico, entre otras
varias.
Este segundo sentido más amplio se aplica a todos los procesos literarios que están planteados
o expresados con la misma finalidad y con propósito persuasivo. Esta finalidad de persuadir al
destinatario es la que diferencia la oratoria de otros procesos comunicativos orales. Del mismo
modo que la finalidad de la didáctica es enseñar y la de la poética deleitar, lo que pretende la
oratoria es convencer de algo. La persuasión consiste en que con las razones que uno expresa
oralmente se induce, mueve u obliga a otro a creer o hacer una cosa. Ahora bien, no es su única
finalidad. El propósito de la oratoria pública puede ir desde transmitir información a motivar a la
gente para que actúe, o simplemente relatar una historia. Los buenos oradores deberían ser
capaces de cambiar las emociones de sus oyentes y no sólo informarlos. La oratoria puede ser
una poderosa herramienta que se usa para propósitos tales como la motivación, influencia,
persuasión, información, traducción o simple entretenimiento.
LA NARRACIÓN
La narración dentro del género literario narrativo, se comprende como narrar o relatar una
historia real o imaginaria. Se denomina narración a la manera de contar una secuencia o una
serie de acciones, realizadas por unos personajes, en un lugar determinado a lo largo de un
intervalo de tiempo determinado, es decir, se refiere lingüística y/o visualmente a una sucesión
de hechos.
Tanto las acciones, como los personajes y el lugar, pueden ser reales o imaginarios. Esto no
afecta al carácter de la narración, porque el objetivo del autor de la narración es que el lector se
imagine los sucesos que se cuentan.
Mientras que desde la perspectiva semiológica la narración se puede realizar con cualquier
clase de signos, la lingüística considera que un texto narrativo responde a una clasificación
basada en la estructura interna donde predominan secuencias narrativas. Estas secuencias se
construyen mediante el signo lingüístico, lo que deja fuera el carácter narrativo que pudiera
presentar un cuadro o imágenes.