Está en la página 1de 5

1

Pontificia Universidad Javeriana


Facultad de Educación
Educación filosófica
Profesor: Eduar Amorocho
Alumno: Sergio Andrés Suárez
Relatoría sobre: la Ética Nicomáquea
5 de abril de 2019

LOS BIENES

Umbral discursivo

El presente escrito tiene como finalidad exponer los libros I, II y V de la Ética

Nicomáquea, cuya autoría descansa en el filósofo griego Ἀριστοτέλης Aristóteles.

Espacio dialógico

El griego Ἀνδρόνικος Andrónico de Rodas fue el primero en esquematizar la obra del

profesor de Μέγας Αλέξανδρος Alejandro Magno, suceso que marcó la forma como se

abordan los textos del filósofo incluso en nuestros tiempos.

Libro I

Como presentación del primer apartado se ostentan trece subdivisiones que pretenden

encapsular ideas del pensamiento aristotélico centrales. En labor primigenia se encuentra que:

“[T]odo arte y toda investigación e, igualmente, toda acción y libre elección parecen tender a

algún bien; por esto se ha manifestado, con razón, que el bien es aquello hacia lo que todas

las cosas tienden” (Aristóteles, p.1094a).

Aquella sentencia da apertura a la investigación de lo que se puede denominar como

la ciencia de los fines, pues subsiguiente a ello, se da un proceso de identificación entre la

actividad en sí o como vehículo para aproximarse al bien anhelado. Con base en los

presupuesto mencionados, se vislumbra en las subdivisiones siguientes aristas que delimitan

la búsqueda propuesta; una de ella expone que el bien querido por sí mismo es más excelso y
2

que aquella ciencia por antonomasia directiva es la política, ya que, regula a las otras en la

persecución de la felicidad o bien supremo.

Para el filósofo existen tres tipos de vida: la del vulgo que confunde a la felicidad con

el placer sin más, la de los sobresalientes por sus dotes naturales que solapan el fin último con

los honores y una Βιοζ dedicada a la contemplación o actividad anímica distintiva del

Πολίτης polités. Si es de premura hacerse un cargo directivo en la πόλις polis, es mandatorio

haber sido ejercitado para orientar los afanes a la razón desde temprana edad, pues el qué no

necesita un porqué si se encuentra en plenitud del mismo.

El “bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y si las

virtudes son varias, de acuerdo con la mejor y más perfecta, y además en una vida entera”

(Aristóteles, p.1098a). Oración que conduce los esbozos finales del “Libro I”, puesto que,

alcanzar la εὐδαιμονία eudaimonía aristotélica entendido como prosperidad o felicidad, liga

al buen conducido por la costumbre al ἀρετή areté o virtud y a la Φρόνησις phrónesis o arte

del buen vivir.

En esta línea de pensamiento es pertinente hacer énfasis en la distinción anímica de la

división decimotercera, pues la razón o parte más elevada y autoctona del Πολίτης polités,

posibilita el ejercicio de las virtudes dianoéticas propias del modo de ser y éticas en lo

referente al carácter. Cabe aclarar que este tipo de griego no era ajeno a las demás

modalidades de alma, ya que, evidenciaba lo desiderativo semejante a los animales, pero con

la salvedad de un hijo que escucha al padre y lo enteramente irracional o nutritivo presente

desde las plantas.

Libro II

El segundo apartado dispuesto para el presente análisis consta de nueve subdivisiones,

cuyo foco se centra en la complejidad de la virtud. En correlación al libro anterior, se clarifica

la noción de virtud dianoética, pues se le atañe su génesis a la enseñanza, experiencia y


3

tiempo; lo referente a la virtud ética muestra una raíz etimológica muy ligada a la costumbre,

por ello, el filósofo indica que lo único posible frente a esta actividad es estar en capacidad de

recibir determinada virtud, mas no producirla por naturaleza.

Ἀριστοτέλης Aritóteles afirma: “la virtud se refiere a placeres y dolores; que crece por

las mismas acciones que la produce y es destrozada si no actúa de la misma manera, y que se

ejercita en las mismas cosas que le dieron origen” (Aristóteles, p.1105a). Argumento que le

permite enlazar la condición de la virtud con la de arte y hacer visible la figura del maestro

como estamento de ayuda para el perfeccionamiento de las mismas.

Para el autor se vivifica la virtud en el acto, por ende expone la manera en que es

lícito hablar de la acción virtuosa: “en primer lugar, si se sabe lo que se hace; luego, si las

elige por ellas mismas; y, en tercer lugar, si las hace con firmeza e inquebrantablemente”

(Aristóteles, p.11105a). Frente a este punto, de igual manera realiza una salvedad en lo que

respecta a los refugiados de la teoría y no en su práctica, ya que, los compara con los

enfermos que escuchan al doctor y no hacen lo que les formulen.

“La virtud es un modo de ser… toda virtud lleva a término la buena disposición de

aquello de lo cual es virtud y hace que realice bien su función” (Aristóteles, p.1106a). Puesto

ello en contexto, el filósofo culmina la diferenciación de los modos de ser elegibles y prestos

a formar la disposición del que los realice, con las pasiones o móviles atravesados por dolor y

placer carente de elección, y las facultades o capacidades de ver al Πολίτης polités permeado

de la pasión.

“[E]l modo de ser intermedio es en todas las cosas laudable, pero debemos inclinarnos

unas veces hacia el exceso y otras hacia el defecto, ya que así alcanzaremos más fácilmente el

término medio y el bien” (Aristóteles, p.1109b). Coyuntura que arroja la exposición a los

límites de lo ético, puesto que, es allí donde la virtud florece en medio de los extremos por

defecto y exceso.
4

Si de principios universales se ha de hablar, la aplicabilidad que se ostente será mayor,

no obstante, los particulares se ajustarán en mejor medida a la acción, pues ella versa en lo

singular. Ante semejante declaración, se puede apreciar a la magnanimidad más cercana de la

vanidad, que de la pusilanimidad al referirse al honor y frente a la moderación se vislumbra

cercanía de lo insensible más que de lo intemperante, si se atiende a las cuestiones del placer.

Libro V

El tercer apartado se encuentra conformado por once subcapítulos que se enmarcan en

lo referente a la justicia, pues “[E]s la virtud en el más cabal sentido, porque es la práctica de

la virtud perfecta, y es perfecta, porque el que la posee puede hacer uso de la virtud con los

otros y no solo consigo mismo” (Aristóteles, p.1129b). En este marco conceptual es

pertinente clarificar dos sentidos en los que se puede hablar de justicia, ya que, en primera

instancia se encuentra la absoluta o natural, más allá de los límites de lo que a los seres

humanos respecta y la particular comprendida entre la justicia distributiva y correctiva.

La distributiva le apunta a la proporcionalidad geométrica, donde la igualdad de los

bienes debe encajar con el avalúo del que recibe lo dicho; frente a la correctiva se vislumbra

un panorama aritmético, puesto que, su misión radica en reparar el desbalance que haya entre

las partes, por tal motivo ha de utilizar la suma de las dos magnitudes sobre su mitad.

Como otra arista de gran importancia, se revela el motor de asociación humano en lo

que respecta a la reciprocidad, pues “la moneda, como una medida, iguala las cosas

haciéndolas conmensurables: no habría asociación, si no hubiese cambio, ni cambio, si no

hubiera igualdad, ni igualdad, si no hubiera conmensurabilidad” (Aristóteles. p.1133b).

En el décimo primer subcapítulo, el autor da cierre a las cuestiones mencionadas al

plantearse la posibilidad de la injusticia contra uno mismo; paradigma acotado con

anterioridad al referirse a la injusticia total como la maldad en sí y a la parcial como lo

asociado a algún vicio. La cuestión planteada se posibilita en el momento donde entran en


5

relación: la parte racional con la irracional del alma, “y es, ciertamente, al atender a estas

partes, cuando parece que es posible la injusticia con uno mismo, pues estas partes pueden

sufrir algo contra sus propios deseos” (Aristóteles, p.1138b).

Cierre

Para dar paso a la última parte del escrito es preponderante dejar una consideración en

boga; aquella versa sobre el cambio que puede generar desde temprana edad, el tratamiento

de cuestiones referentes a la justicia, virtud, equidad y felicidad entre otras. Pues, como

Ἀριστοτέλης Aristóteles expone al inicio de su obra, no es de gran provecho el saber en dicho

menester, sino el hacer, ya que, la preocupación central de la ética debe vivificar el ser

buenos a través de la acción y el continuo refinamiento de la misma.

Bibliografía

Aristóteles. (1985). Ética Nicomáquea. Ética Eudemia. Madrid, España: Editorial Gredos.

También podría gustarte