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Introducción
Con el impulso socrático a flor de piel, se vuelve indispensable abrir el preámbulo de la
presente relatoría a través de la pregunta, de la incógnita, del cuestionamiento por el qué, el
cómo y el para qué del ciudadano ideal; de aquel ciudadano que habita y que, en ultimas, es
el componente sine qua non de la República. Antes de inmiscuirse en lo fundamental, huelga
argüir que tales cuestiones que competen a la construcción de la ciudadanía siempre han
estado vigentes a lo largo del devenir del hombre en sociedad, y no son solamente
idealizaciones de antiguos atenienses, pues en todo orden social que haya existido a lo largo
del tiempo se halla cierta trascendencia al papel que juega el sujeto en la composición
interrelacional de estructuras sociales complejas. Esto se evidencia de diversas maneras
según la configuración particular de las sociedades, siendo distinta la versión Confuciana del
arquetipo de sujeto en la sociedad China, así como la versión judeocristiana en la que el
arquetipo de sujeto social ve condicionado su accionar por la divina providencia. Empero,
ocasionalmente, resulta necesario volver al planteamiento originario, al que Platón en boca
de Sócrates inauguró a través de sus Diálogos, pues en él se comprende la ciudadanía mucho
más allá de ser una simple construcción mesiánica del ciudadano, a tal punto que dicha
construcción se manifiesta no solo como un encauzamiento del sujeto hacia la buena
convivencia, sino también como un medio para el alcance del bienestar común e incluso de
la felicidad. Todo ello hace de la visión Platónica casi que un paradigma social, uno en el que
coexiste la idealización junto a planteamientos con fundamentación sólida en relación a las
condiciones y procedimientos necesarios para la existencia fáctica de dicha sociedad utópica.
Estos planteamientos que se revelan poco a poco mediante la fórmula mayéutica expresada
por Sócrates, son las bases para indagar sobre las cuestiones vinculadas a la ciudadanía.
Dicha indagación se sustentará de los Libros III, IV y V de los diálogos platónicos titulados
LA REPÚBLICA.
¿Qué es ser ciudadano?
De todo lo anterior se desprende una primera noción de lo que es ser ciudadano, ya que,
además de la ocupación que a cada cual le corresponde, también ha de
Entre el Estado y el Individuo existe una relación analógica, una suerte de reciprocidad
hierática que se ve mediada por la justicia. Dicha relación se sostiene bajo el precepto de, “sí
las partes que integran el todo son x; el todo debe ser x”. De esta manera, si los ciudadanos
en su individualidad son justos, el estado en su conjunción es justo. Así, es menester
comprender que, más allá de la relación proporcional, la justicia surge como el zócalo sobre
el que debe erigirse el emplazamiento de la ciudadanía, en tanto que, si se pretende constituir
un estado justo, hay que formar ciudadanos justos.
Cabe mencionar, que la prudencia, el valor y la templanza son cualidades que imperan en la
constitución de una verdadera ciudadanía, pues de lo contrario se impondría la injusticia, Por
un lado encuentra la prudencia en los gobernantes, cualidad indispensable para la gobernanza
virtuosa; por otro lado encuentra el valor en los guerreros, pues sin ello no podrían realizar
la función que se les ha asignado; por último, la templanza, consiste en la armonía entre la
prudencia y el valor, está entre lo menos bueno y lo mejor por naturaleza que hay en la ciudad
o en una persona.
Consideraciones finales
Ahora bien, más allá de un final conclusivo, quisiera dejar abierto las tres interrogantes que
son utilizados como epígrafes, durante el presente texto, pues, quizás, nos permita sondear
sobre la utilidad de las cuestiones que giran en torno a la construcción de ciudadanía. Sin
lugar a dudas, los tres libros, trabajados en LA REPÚBLICA, dan cuenta de una versión casi
que olvidada de lo que es ser ciudadano, en tanto que, ligan la construcción de ciudadanía
como el medio para que el hombre en sociedad encuentre la felicidad. Probablemente, el
transcurrir de los tiempo y de las configuraciones que derivaron de la revolución francesa e
incluso de la revolución rusa, han incidido en que la felicidad desaparezca del sentido que
tiene la formación de un estado y de una ciudadanía. De esta manera, se vuelve pertinente
preguntarnos también; En la actualidad, ¿La construcción de ciudadanía antepone el bien del
ciudadano, o más opera como excusa para el sostenimiento de una maquinaria que necesita
de “engranajes” bien lubricados”?; ¿No son acaso las competencias ciudadanas, ideas
cargadas con preceptos morales que incitan al individuo a realizar una acción determinada?.
Bibliografía
Platón. (1955). La República (Penguin Classics). (D. Lee, Trans.). Londres, Inglaterra:
Libros Putnam. (Obra original escrita 360 aC).