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Pontificia Universidad Javeriana

Practica III: Enfoque ontológico y epistemológico


Relatoría: Sesión 22 DE Marzo
Presentado por: Edgar Mauricio Naranjo Rodríguez
22.03.2019

Introducción
Con el impulso socrático a flor de piel, se vuelve indispensable abrir el preámbulo de la
presente relatoría a través de la pregunta, de la incógnita, del cuestionamiento por el qué, el
cómo y el para qué del ciudadano ideal; de aquel ciudadano que habita y que, en ultimas, es
el componente sine qua non de la República. Antes de inmiscuirse en lo fundamental, huelga
argüir que tales cuestiones que competen a la construcción de la ciudadanía siempre han
estado vigentes a lo largo del devenir del hombre en sociedad, y no son solamente
idealizaciones de antiguos atenienses, pues en todo orden social que haya existido a lo largo
del tiempo se halla cierta trascendencia al papel que juega el sujeto en la composición
interrelacional de estructuras sociales complejas. Esto se evidencia de diversas maneras
según la configuración particular de las sociedades, siendo distinta la versión Confuciana del
arquetipo de sujeto en la sociedad China, así como la versión judeocristiana en la que el
arquetipo de sujeto social ve condicionado su accionar por la divina providencia. Empero,
ocasionalmente, resulta necesario volver al planteamiento originario, al que Platón en boca
de Sócrates inauguró a través de sus Diálogos, pues en él se comprende la ciudadanía mucho
más allá de ser una simple construcción mesiánica del ciudadano, a tal punto que dicha
construcción se manifiesta no solo como un encauzamiento del sujeto hacia la buena
convivencia, sino también como un medio para el alcance del bienestar común e incluso de
la felicidad. Todo ello hace de la visión Platónica casi que un paradigma social, uno en el que
coexiste la idealización junto a planteamientos con fundamentación sólida en relación a las
condiciones y procedimientos necesarios para la existencia fáctica de dicha sociedad utópica.
Estos planteamientos que se revelan poco a poco mediante la fórmula mayéutica expresada
por Sócrates, son las bases para indagar sobre las cuestiones vinculadas a la ciudadanía.
Dicha indagación se sustentará de los Libros III, IV y V de los diálogos platónicos titulados
LA REPÚBLICA.
¿Qué es ser ciudadano?

Asumamos en primera instancia la imposibilidad de pensar en el ciudadano antes de pensar


en el Estado. Como tal, el estado surge de las necesidades de los individuos que actúan en
cooperación, pues al comprender que el individuo no es un ser autárquico e independiente de
los demás, se procura que la cooperación sea el Locus para la satisfacción de dichas
necesidades. Asimismo, de la búsqueda por suplir las necesidades humanas a través de la
cooperación, surge además la especialización o la división de oficios, concibiendo toda una
estructura social a través de la función propia de cada hombre. Sin embargo, el accionar que
cada hombre tiene que realizar según su función no hace del todo que el estado se configure
como estado; hace falta algo más, y es a lo que Sócrates denomina “Virtud” –areté-. Antes
de cualquier acepción moral, la virtud o areté tiene que ver con el buen funcionamiento de
las cosas, o en este caso, de los oficios. Así por ejemplo, quien se ocupase de la cosecha y
para considerarse virtuoso, debía procurar recoger correctamente los frutos, semillas u
hortalizas de los campos, de la misma manera, quien se encargase de pastorear ovejas, debía
velar por la vida y manutención de su rebaño. No obstante, la referencia de Sócrates traspasa
el carácter mundano de lo que se entiende por virtud, y con ello aduce en la virtud un
componente que subyace en la constitución del estado: la virtud de vivir. Al mencionar la
virtud de vivir, no se asocia la vida con este u otro oficio, más bien se profundiza en el ser
humano en tanto ser compuesto de un alma y un cuerpo. Por un lado, el cuerpo exige la
satisfacción de necesidades referentes al cuerpo, y en este sentido, la cooperación y por tanto
el cumplimiento de un oficio satisfacen las necesidades del cuerpo en su relación con la
sociedad. Mientras que, por otro lado, el alma requiere de la satisfacción de otras necesidades,
y esto se consuma viviendo, es decir, la función del alma es por tanto vivir. Sin embargo, no
basta meramente con vivir, y, por ello, ha de existir una virtud que haga del vivir un buen
vivir, la cual, argumenta Sócrates, es en últimas la Justicia.

De todo lo anterior se desprende una primera noción de lo que es ser ciudadano, ya que,
además de la ocupación que a cada cual le corresponde, también ha de

¿Cómo es el ciudadano ideal?

Entre el Estado y el Individuo existe una relación analógica, una suerte de reciprocidad
hierática que se ve mediada por la justicia. Dicha relación se sostiene bajo el precepto de, “sí
las partes que integran el todo son x; el todo debe ser x”. De esta manera, si los ciudadanos
en su individualidad son justos, el estado en su conjunción es justo. Así, es menester
comprender que, más allá de la relación proporcional, la justicia surge como el zócalo sobre
el que debe erigirse el emplazamiento de la ciudadanía, en tanto que, si se pretende constituir
un estado justo, hay que formar ciudadanos justos.

Para comprender dicha formación, en los diálogos se alude en un primer momento a la


censura de los mitos y fabulas compuestas por poetas que presentan a los dioses y a los héroes
llorando, riéndose incorrectamente, mintiendo, utilizando un lenguaje injusto y
lamentándose, puesto que esto solo contribuye a que existan temores sin fundamento. Por lo
demás, se leerán pasaje en que los héroes aparecen leales, valientes, templados,
desinteresados y dóciles a sus jefes, los cuáles serán modelos a seguir. En segunda instancia
se menciona la urgencia de cultivar el sentimiento por lo bello, atenuando el amor por la
belleza hasta los confines del alma, y asumiendo un perfecto acuerdo con esta; asimismo, se
menciona formación gimnastica como una actividad indispensable, comprendiendo su
importancia desde la infancia, pues quien ejercite el cuerpo, contribuirá a cultivar su alma.
Sócrates aclara que cuando un Estado necesita médicos y jueces para remediar los desórdenes
del cuerpo y del alma, es una señal de que el Estado carece de fuerza –razón asociada a la
reciprocidad entre estado e individuo. Además, se sostiene la idea de un acuerdo armonioso
entre lo bello (la música) y lo físico (la gimnasia), dado que el exceso de lo bello puede
afeminar las almas, mientras que el exceso de lo físico puede derivar en temperamentos
brutales. En tercer lugar, muy en sintonía con la relación analógica mencionada en el párrafo
anterior, Sócrates, junto a Adimanto y a Glaucon, proclaman que la justicia “consiste en
ocuparse únicamente de los asuntos propios. Esto se esclarece cuando Sócrates afirma que
el interés de algunos no merece ninguna consideración cuando se trata del interés general,
pues tan pronto como éste se halle asegurado, cada uno gozará, según su ocupación, de la
felicidad que esté naturalmente unida a ella. Lo importante, por ende, es que cada ciudadano
y cada clase se mantengan en su puesto.

Cabe mencionar, que la prudencia, el valor y la templanza son cualidades que imperan en la
constitución de una verdadera ciudadanía, pues de lo contrario se impondría la injusticia, Por
un lado encuentra la prudencia en los gobernantes, cualidad indispensable para la gobernanza
virtuosa; por otro lado encuentra el valor en los guerreros, pues sin ello no podrían realizar
la función que se les ha asignado; por último, la templanza, consiste en la armonía entre la
prudencia y el valor, está entre lo menos bueno y lo mejor por naturaleza que hay en la ciudad
o en una persona.

¿Para qué la ciudadanía?

Como se expresa en la introducción, la ciudadanía desde la visión platónica no solamente


tiene que ver con la convivencia armónica de un conjunto de individuos que componen la
ciudad, también tiene que ver con el individuo y su eterna búsqueda de la felicidad. Si bien
nunca se expresa que, por el hecho de ser ciudadano se es feliz, en el momento en que se
edifica un estado semejante al que idealiza Platón, dicho estado se deriva de una condición
necesaria que antecede a la constitución misma del estado, la cual, resulta siendo la felicidad
misma de los individuos.

La noción de “relación analógica mediada por la justicia” contribuye a la comprensión de lo


anterior, pues la armonía y la salud del alma de los individuos se ven directamente reflejadas
en el estado o en su defecto, en la ciudad. No basta con contemplar la justicia como
fundamento de la constitución de la ciudad en donde “cada quien se ocupa de sus propios
asuntos”, sino que es menester matizarla a través del individuo mismo. El hecho de que la
belleza, la gimnasia e incluso la razón deban acompasarse equilibradamente, demuestra que
el desenvolvimiento del hombre no tiene que obedecer únicamente a la cooperación tendiente
a la simple satisfacción de necesidades, sino que también da evidencia de que la ciudad, en
tanto estructura ideal, es la expresión máxima de la voluntad del alma por alimentarse, pues
en el fondo y volviendo al principio, la ciudad tiene una razón de ser que supera la llana
subsistencia. La ciudad – como la idealiza platón- es a fin de cuentas un estado de cosas que
da cabida a la felicidad humana.

Consideraciones finales

Ahora bien, más allá de un final conclusivo, quisiera dejar abierto las tres interrogantes que
son utilizados como epígrafes, durante el presente texto, pues, quizás, nos permita sondear
sobre la utilidad de las cuestiones que giran en torno a la construcción de ciudadanía. Sin
lugar a dudas, los tres libros, trabajados en LA REPÚBLICA, dan cuenta de una versión casi
que olvidada de lo que es ser ciudadano, en tanto que, ligan la construcción de ciudadanía
como el medio para que el hombre en sociedad encuentre la felicidad. Probablemente, el
transcurrir de los tiempo y de las configuraciones que derivaron de la revolución francesa e
incluso de la revolución rusa, han incidido en que la felicidad desaparezca del sentido que
tiene la formación de un estado y de una ciudadanía. De esta manera, se vuelve pertinente
preguntarnos también; En la actualidad, ¿La construcción de ciudadanía antepone el bien del
ciudadano, o más opera como excusa para el sostenimiento de una maquinaria que necesita
de “engranajes” bien lubricados”?; ¿No son acaso las competencias ciudadanas, ideas
cargadas con preceptos morales que incitan al individuo a realizar una acción determinada?.

Bibliografía

Chatelet, François, 1967. El Pensamiento de Platón, Barcelona, Ed. Labor

Platón. (1955). La República (Penguin Classics). (D. Lee, Trans.). Londres, Inglaterra:
Libros Putnam. (Obra original escrita 360 aC).

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