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Pontificia Universidad Javeriana

Poder Locales en la Nueva Granada


Las crónicas de Indias como agente de poder
Entregado por: Edgar Mauricio Naranjo Rodríguez
Entregado a: Juana María Marín Leoz
27 nov. 19

ESTADO DEL ARTE

En búsqueda de abrir este repertorio investigativo, resulta indispensable tomar como


medida primera el esbozo de lo que se pretende investigar, demarcando así una ruta inicial
del pretendido estado del arte. Para ello, establezco como eje estructurante de la
investigación a las crónicas de indias escritas durante el periodo de la conquista española y
parte de lo que sería el establecimiento del orden colonial, examinándolas desde el papel
que tuvieron como agentes de poder. Si bien, mi deseo frente a lo que compete al inicio de
este apartado no es consolidar un marco teórico, es pertinente dejar asentados aquellos
elementos que me posibiliten escudriñar acerca de las investigaciones que se han llevado a
cabo en relación al eje central de mi pretendido desarrollo investigativo; por lo cual, me
permito dar comienzo a esta compilación investigativa con el libro de Michel de Certeau,
titulada “La escritura de la Historia”.1

Siendo De Certeau uno de los exponentes clásicos en lo que respecta a la


historiografía, es quien, a través de su obra, expone magistralmente la relación que
mantiene el discurso con lo real en el marco de la escritura de la historia, concibiendo
como dimensión subyacente el carácter político sobre el que la operatividad historiográfica
puede llegar a situarse.2 A partir de este prisma, la crónica, entendida como un resultado
tangible del hacer historia, “se apoya en un poder político que crea un lugar propio (ciudad,
1
De Certeau, M. (1993). La escritura de la historia. Universidad Iberoamericana.
2
En el prólogo de La escritura de la historia, De Certeau relaciona la labor historiográfica con la cuestión del
poder y la representación del otro. Por un lado, se aprecia cómo la práctica de la escritura de la historia se
convierte en una actividad violenta, en la que se proyecta la historia del dominador sobre el cuerpo de “otro”.
Por otro lado, se construye la imagen del otro, separando abruptamente la dimensión enunciadora del cuerpo
del cuerpo mismo.

1|Página
nación, etcétera) donde un querer puede y debe escribir (construir) un sistema (una razón
que organiza prácticas)”.3 Aquí, el “querer escrito de un sistema” debe comprenderse como
una condición de posibilidad que permite la legitimación del poder, en donde se autoriza el
ejercicio del poder mediante la construcción de una genealogía discursiva de las acciones
que dicho poder ha realizado. De esta manera, la crónica vendría a ser el producto de
quienes manejaban la pluma y a su vez estaban estrechamente asociados a las funciones del
poder. Asimismo, a partir de perspectiva de De Certeau, la escritura de la historia
contribuye en la invención de lo otro desde una lógica lingüística particular, sobre la cual se
inscriben voluntades, deseos y/o finalidades anexas a un propósito de aprehensión,
nominación apropiación y de ese otro.

Considerando lo descrito en el párrafo anterior, es menester acotar lo concerniente a


la invención del otro a partir del concepto de Representación, que, para la elucubración de
este apartado, ha de definirse desde las aportaciones de Roger Chartier y Edward Said en
sus respectivas obras, “El mundo como representación: estudios sobre historia cultural” 4 y
“Orientalismo”.5 Por su parte, Chartier dimensiona dicho concepto como el conjunto de
formas teatralizadas y estilizadas mediante las cuales sujetos, grupos y poderes construyen,
proponen e imponen una imagen de sí y de los grupos subalternizados. De esta manera, el
concepto de representación conduce a comprender el ejercicio del poder desde un modelo
relacional pues, en última instancia, “la eficacia de toda representación radica en la
percepción y el reconocimiento de los destinatarios y de la adhesión o la distancia con los
mecanismos de persuasión puestos en acción”. 6 En cuanto a Edward Said, podría afirmarse
que existe una clara analogía entre lo que él denomina como orientalismo y lo que se refleja
en las crónicas de indias en el marco de las dinámicas imperialistas, pues, para él, las
representaciones que construye el imperio de sí mismo, de los territorios subyugados y de
las poblaciones que habitan en ellos, dan sentido a la dominación y por tanto, a la
hegemonía del poder basada en la autoridad intelectual de quien enuncia frente a quien es
3
De Certeau, La escritura de la historia, p. 20.
4
Chartier, R. (2002). El mundo como representación: estudios sobre historia cultural. Gedisa,.
5
Said, E. (2002), Orientalismo, Barcelona, Debolsillo.
6
Sánchez, E. G. (2014). Reflexiones en torno al concepto de representación y su uso en la historia cultural.
Question, 1(42), p. 235.

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representado. Se trata entonces de asimilar la función de las representaciones como el
Locus para la reafirmación imperial, en tanto que consolida un imaginario en las metrópolis
a través de hacer presente lo ausente.

A pesar de lo anterior, cabe mencionar que De Certeau en ningún apartado de su


obra menciona a las Crónicas, haciendo alusión únicamente al nuevo funcionamiento de la
escritura para occidente mediante la alegoría realizada por Jan Van der Straet en la que se
representa el encuentro entre el explorador Américo Vespucio y una india llamada
América.7 No obstante, el horizonte teórico que ofrece De Certeau contribuye a la
sedimentación de unas bases historiográficas que dan cabida a una comprensión de la
crónica en la que pueden analizarse múltiples variables y complejidades de las relaciones
posibles entre el querer del poder (expresados desde distintos actores del proceso de
conquista) y la construcción escrita del discurso histórico. Del mismo modo, ni Chartier, ni
Said hacen referencia a las Representaciones construidas en las crónicas de Indias,
obviando desde luego, que la obra de Said se ocupa del proceso imperialista de Europa
sobre Oriente, y que, por tanto, permite dilucidar muchos elementos correlaciónales entre
las representaciones suscitadas en ambos procesos de imposición hegemónica.

Centrándome ahora en aquellas investigaciones centradas en las crónicas y su


compleja relación con el poder, es necesario traer a colación el texto de Walter Mignolo
titulado “Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista”, pues en él se
alcanzan a apreciar aquellos aspectos de las crónicas de Indias que se sitúan más allá de lo
contenido por la escritura. Tal logro se debe a la convergencia literaria entre la
correspondencia colonial, los informes expresados como relaciones y las crónicas, ya que,
al poner bajo el mismo lente estos tres esquemas de tipología textual, emana de ello el
sentido histórico y contextual de la escritura. Preguntas como ¿Por qué y para qué la crónica?,
¿De dónde su posibilidad y su finalidad?, ¿Qué es lo que explica en última instancia? brotan de la
susodicha convergencia.
7
«Américo Vespucci el Descubridor llega del mar. De pie, y revestido con coraza, como un cruzado, lleva las
armas europeas del sentido y tiene detrás de sí los navíos que traerán al Ociddente los tesoros de un paraíso.
Frente a él, la india América, mujer acostada, desnuda, presencia innominada de la diferencia, cuerpo que
despierta en un espacio de vegetaciones y animales exóticos. Escena inaugural. Despues de un momento de
estupor en ese umbral flaqueado por una columnata de árboles, el conuistador va a escribir el cuerpo de la otra
y trazar en él su propia historia» Véase en: De Certeau, La escritura de la Historia, p 11.

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Sin embargo, la investigación que da cuenta de aquel carácter “meta-textual” de la
crónica es el trabajo realizado por Luis Fernando Restrepo quien, a través de las elegías
logra detectar la configuración de discursos de saber y de poder que constituyen el mundo
imaginado por Juan de Castellanos durante el periodo de la Conquista sobre las Indias
Occidentales. Es menester señalar que, a pesar de los componentes literarios que hacen de
la Elegía una narrativa particular, debe ser entendida igualmente como Crónica de Indias,
dado el valor historiográfico que recae en “ser [un] informe del pasado o [una] anotación de
los acontecimientos del presente, fuertemente estructurados por la secuencia temporal”. 8
Aquí, Restrepo examina las Elegías más allá de lo que remiten textualmente,
considerándolas no solamente a partir de su contenido, sino también (y sobre todo) de su
forma; razón por la cual introduce su obra con la pregunta “¿Qué significa escribir una
historia en verso épico a finales del siglo XVI en el Nuevo Reino de Granada?”.9

A lo largo del libro se aprecia un despliegue analítico del porqué la narración


“histórica” construida por Juan de Castellanos se escribió así, y no de otra manera. Ya
desde un principio Restrepo procura hacer una lectura de las Elegías, enfocada antes que
nada en desmontar el discurso colonial que subyace en ellas. Tal discurso, dice Restrepo, se
constituye a partir de una narrativa sujeta a ser moldeada y a desconocer otras narrativas en
función de la consolidación de la perspectiva encomendera a cerca de su papel en el origen
del Nuevo Reino de Granada. Dicha narrativa se produce mediante la convergencia de
varias formas discursivas literarias, las cuales permiten concebir el proyecto historiográfico
manifiesto en un texto histórico que en última instancia opera como artefacto literario. Los
elementos genéricos que son recogidos se establecen como “códigos culturales que utiliza
Castellanos para dotar de sentido la historia de la colonización americana” 10 apelando a un
pasado grandioso que subordina al presente –más concretamente a un orden social
emergente: el de la burocracia-, legitimando un orden social de varones caballerescos,

8
Mignolo, W. D. (1992). Cartas, crónicas y relaciones del descubrimiento y la conquista. In Historia de la
literatura hispanoamericana. P. 69.
9
Restrepo, L. F. (1999). Un nuevo reino imaginado: las elegias de varones ilustres de Indias de Juan de
Castellanos: Del Nuevo Reino de Granada. Instituto Colombiano de cultura hispánica. P. 13.
10
Ibíd. P. 18.

4|Página
edificando la identidad de una aristocracia militar y desnaturalizando un espacio para luego
construirlo culturalmente.

A partir de lo anterior logra entreverse como la Elegía, lejos de descartarse como


fuente histórica debido a su componente literario, se ve enriquecida precisamente por este,
pues, más allá de la veracidad fáctica, se trata de considerar los hechos como elementos
narrativamente construidos a favor de intereses concretos. Es lo que para Chartier vendría a
significar una noción de “texto” que se aleja de las concepciones semióticas, carentes de
materialidad y de historicidad, y enfatiza en la importancia de los soportes materiales que
11
dan el texto a leer y que condicionan sus formas de circulación. En la Elegía, lo
fundamental no es el acercamiento a la realidad del pasado, sino el cómo se le da sentido a
una realidad ficcional a partir de recursos literarios mítico-épicos que se entretejen con la
búsqueda de la reafirmación de un orden social en decadencia. Aquí el sentido se
constituye a través de la intelección de una historia, de la comprensión sistémica del
proceso de conquista, de la conjugación de lo que se sabe sobre los hechos en un plano de
sintetismo histórico- literario, y, de la condición de posibilidad que permite inscribirse a
Occidente frente a un otro mediante la producción histórica de éste en función de
racionalizar el control del territorio de ultramar. De esta manera la preminencia de la
tradición épica en las Elegías resulta ser el insumo utilizado por Juan de Castellanos para
trazar la historia de la Conquista, una historia que a fin de cuentas busca establearse a partir
de su función: la de salvaguardar la relación de poderes que tienen los varones ilustres que
aún se rigen por las costumbre y el imaginario caballeresco.

Dejando de lado lo anterior, varias son las investigaciones que se ocupan de la


visión o composición del “otro” en las crónicas de Indias en relación con el proyecto
legitimador del poder ibérico. Es de carácter generalizado la construcción de
representaciones sobre el Nuevo Mundo y sus habitantes en el discurso de las crónicas,
pues, como se ha señalado, cuando se enuncia lo ausente en el plano de una lógica
hegemónica, se desvirtúa la realidad del sujeto y de la dimensión geográfica para ser re-
concebida a partir del razonamiento y la búsqueda de la afirmación del sentido de la

11
Chartier, R. (2002). El mundo como representación: estudios sobre historia cultural. Gedisa,.

5|Página
ocupación, resinificando “lo real” a partir de un sistema de valores que ratifica el ejercicio
del poder, Así, por ejemplo, el libro de Félix Bolaños titulado: “Barbarie y Canibalismo en
la Retórica Colonial. Los Indios Pijaos de Fray Pedro Simón” ofrece una perspectiva crítica
de la utilización del canibalismo como retórica para el exterminio pijao; en tanto que
“provee […] el mejor argumento para proponer y justificar su exterminio y representar el
rasgo más conspicuo de la diferenciación entre el “nosotros, los hombres europeos, y el
“ellos”, los bárbaros de las indias”. Lo dicho se complejiza aún más cuando existe un deseo
latente por el dominio económico, político, religioso y territorial que se expresa a través de
una red extensa de signos y referencias que permiten lidiar con la idea de lo diferente, bajo
lo cual, subyace el discurso que deslegitima y deshumaniza la resistencia del “otro” frente
al dominio que se le pretende imponer. De esta forma, el autor permite evidenciar como la
historiografía colonial se encarga de justificar la presencia ibérica en tierras invadidas,
partiendo del supuesto de que lo indígena es erróneo y por tanto, sujeto a una redefinición
y por tanto, eliminación según la lógica colonial.

Ligado al ejemplo anterior, el texto titulado “El demonio y la visión del otro en la
primera parte de la Crónica del Perú (1553) de Pedro Cieza de León” 12 da muestra de cómo
Cieza de León al describir las costumbres de los indígenas del occidente colombiano,
asocia la antropofagia y el uso ritual de partes del cuerpo con prácticas “demoniacas”. Sin
embargo, lo interesante es que en el texto se hace referencia a un fragmento en el que Cieza
de León lamenta que Francisco de Martín junto a sus congéneres se hayan visto obligados a
comer carne humana, eximiéndolos de un detrimento moral dadas las condiciones de
necesidad. Así, esta representación discursiva surgida desde la vivencia se
vuelve parte de un bastión moral en el que la palabra escrita guarda y asegura los valores
Civitates, distinguiendo e imponiendo una barrea al carácter salvaje que envuelve al
territorio mismo, y que, incluso, puede “corromper” a los ibéricos. No se trata solamente de
un canon retórico legitimador para el ejercicio de la evangelización y del dominio, se trata
además de comprender que las representaciones en las crónicas obedecen tanto sentido de

12
de León Azcárate, J. L. (2015). El demonio y la visión del" otro" en la primera parte de la Crónica del Perú
(1553) de Pedro Cieza de León. Revista Complutense de Historia de América, 41, 197.

6|Página
distinción y apropiación mediante la conversión, como un sentido en el que los ibéricos
también pueden ser tentados por las condiciones que imperan en el Nuevo Mundo.

Una de las investigaciones que ahonda explícitamente en la relación entre el


discurso representacional encontrado en las crónicas y los métodos de dominación y
apropiación del indígena es la que tiene por título “El papel de las crónicas misionales
coloniales en la configuración de los Llanos Orientales de Colombia y en la producción
social de las diferencias”. Como bien lo enuncia éste epígrafe, en el texto desarrolla una
perspectiva bi-frontal sobre el papel que tuvieron las crónicas misionales en esta parte del
territorio neogranadino. Por un lado, las crónicas misionales presentan una dimensión
negativa del indígena, en la que se le representa como un individuo salvaje e inculto, sin un
ápice de civilización en ser ontológico. Por otro lado, ofrecen una dimensión positiva en la
que el indígena es lo que Aristóteles llamaría un ser racional en potencia, tal y como los
13
son los niños y las mujeres. De lo anterior es que comienza agestarse la reconfiguración
de lo existente en pos del nuevo orden:

Las crónicas misionales muestran la propensión de los misioneros a eliminar de las


prácticas cotidianas de los indígenas aspectos tales como la presencia de los piaches,
mohanes o alabuquis, considerados por aquellos como indios farsantes y representantes del
demonio; a desestructurar la forma de organización social que, como respuesta a las
condiciones ecológicas del territorio ocupado, se basaba en la existencia de grupos
pequeños, organización considerada por los misioneros como evidencia de la falta de
gobierno, que buscó transformarse a través del poblamiento nucleado y la construcción de
poblados permanentes; la práctica del infanticidio en el primer nacido de los hijos mellizos,
el hijo defectuoso o algunas de las hijas mujeres. […] Estas y muchas otras prácticas
culturales, sociales, políticas y económicas de los indígenas fueron intervenidas y reguladas
por los misioneros en su propósito de convertir a los indígenas al cristianismo y hacer de
ellos hombres útiles al Imperio. 14

De ésta forma, dicha investigación permite dar cuenta de cómo las crónicas
refuerzan discursivamente la necesidad de eliminar las prácticas indígenas que proliferaban
Aristóteles, A. (1959). Ética a Nicómaco. Instituto de Estudios Políticos.
13

14
Gómez, L. M. G. (2015). El papel de las crónicas misionales coloniales en la configuración de los Llanos
Orientales de Colombia y en la producción social de las diferencias. Historia y sociedad, (29), p. 39.

7|Página
por el territorio oriental, dado que, al suprimirlas, el proyecto evangelizador lograría
establecerse como el catalizador para la sumisión e inserción de los indígenas al orden
colonia.

Finalmente, dos son las investigaciones que han comprendido la crónica y su


función como agente de poder a partir de una sistematización geográfica y discursiva que
refuerza el imaginario de un proceso de conquista armonioso y homogéneo, y por tanto,
concede un carácter unívoco a la apropiación ibérica del territorio de ultramar. Por un lado,
el trabajo de grado titulado “El cuarto lugar, descubrimiento, descripción y aprehensión del
nuevo mundo. Una interpretación del mundo en la crónica del Perú de Pedro Cieza de
León”, el cual indaga alrededor de la “figuración” territorial del Nuevo Mundo expresada la
dimensión discursiva de la Crónica. Por otro lado el texto “Los no lugares: espacios del
anonimato”, el cual, como su título sugiere, concibe los escenarios de conquista y
colonización como no lugares, aquellos, que, en el momento en el que irrumpe el poder,
son redimensionados, re-denominados y por tanto, apropiados,

En este sentido, a partir de la conjugación de los dos textos se evidencia cómo para
los conquistadores la fundación de ciudades era una actividad fundamental, no sólo por la
autoproclamación de ser el fundador de tal o cual ciudad, sino por el carácter político que
obtenían tanto los pobladores como la ciudad en sí misma. El hecho de constituir
comunidades de conquista y fundación, a parte de la posible obtención de méritos reales,
contribuía a la integración de un territorio desconocido al orden del mundo ibérico. Sin
embargo, cabe acotar que las fundaciones por si solas no constituían un panorama integral
de dicho orden, más bien, reflejaban la naturaleza misma de la primera etapa de la
conquista, pues en ella se observa que las fundaciones obedecían al interés de empresas
privadas motivadas por la retribución que podían concederles los posibles encuentros de
grandes riquezas, o bien, el ascenso social derivado del favor real. Según esto, la crónica se
aprecia como un elemento clave para la figuración de una integración territorial del nuevo
mundo, pues en ella se aprecia el recorrido expresado en un relato enfocado en describir el
paso por las Indias a partir de la demarcación de sus provincias, la descripción de ellas, las
fundaciones de las nuevas ciudades, e incluso la caracterización de los naturales de cada

8|Página
región. No es gratuito las composición de las crónicas esté sustentada en las descripciones
de los lugares y las fundaciones de las ciudades, pues en su relato se logra entrever desde el
inicio la concepción de una representación construida geográfica y discursivamente, dando
lugar a la cohesión de las partes (ciudades y villas) para la formulación de un todo (Imperio
monárquico). Así, esta representación discursiva surgida desde la vivencia se vuelve parte
de una legitimación de apropiación en la que, la palabra escrita es el elemento legitimador
en el proceso de colonización del imperio español, asegurándose de esta forma que los
territorios conquistados harían parte del sistema político y administrativo ibérico.

Como conclusión, y a su vez, preámbulo de lo que sigue, es de carácter menesteroso


comprenderlas a partir de la función discursiva que tuvieron en relación a la nominación,
aprehensión, comprensión y apropiación de un territorio que, para los ojos europeos, se
revelaba como un Mundo Nuevo. Dicha función se expresa al superar la dimensión
descriptiva de las crónicas mediante la comprensión de todo el marco contextual que se
fragua durante y después de su realización, evidenciando una finalidad subyacente
vinculada a las aspiraciones personales de los cronistas, y un propósito sistemático por
fundamentar un Telos histórico y providencial que da sentido al proceso de Conquista, y
que contribuye a la cimentación de las bases del nuevo orden social.

INTRODUCCIÓN

9|Página
De manera que el Nuevo Mundo, como la cultura de la edad moderna, es en buena
medida, un producto impreso, una suma de dispositivos, en su mayoría de dos
dimensiones, fáciles de movilizar, manipular y archivar

MAURICIO NIETO

Los estudios históricos que han gravitado alrededor del proceso de la Conquista y la
constitución del Orden Colonial en el continente americano, siempre, sin excepción alguna,
han afrontado el carácter ineludible que tienen las Crónicas de Indias en tanto fuentes de
primera mano. Con ello, se hizo necesario problematizar su condición de fuente para
evidenciar la historia más allá de lo determinado por la narrativa y el testimonio,
considerándolas no solamente como un medio, sino como un fin historiográfico. El efecto
de tal re-calibración analítica fue el develamiento de cómo la producción de las Crónicas,
más que obedecer a inclinaciones inspiradas de los cronistas por describir una realidad
novedosa, guardaba un sentido discursivo estrechamente vinculado con las dinámicas del
poder.

Sin embargo, a partir de una somera indagación sobre aquellos estudios históricos que
tienen por objeto de investigación a las Crónicas (incluso, también sobre los que no lo
tienen), puedo sostener que el grosor de éstos se ha enfocado en examinar la relación entre
las Crónicas y el poder a partir de una instrumentalización de lo escritural para la re-
significación de un mundo mediante representaciones. Así, mucho se ha escatimado acerca
de cómo la legitimación del poder hegemónico se expresa en las Crónicas a través de la
construcción de una otredad, y cómo, sobre dicha otredad, se superpone una genealogía
discursiva de las acciones de quienes ostentan el poder. Dicho de otro modo, la incursión
investigativa de diversos autores se ha centrado en observar a las Crónicas como el lugar en
el que se enuncian múltiples representaciones del nuevo mundo y, por ende, en el que se
reflejan los intereses, voluntades y finalidades que tiene el orden dominante sobre el
dominado.

Además de lo ya expuesto, es posible ver que en el decurso investigativo poco se ha


profundizado sobre la sujeción tácita que tuvieron en su momento las Crónicas de Indias

10 | P á g i n a
con los mecanismos de poder, pues, si bien se entiende que la Crónica fungió como medio
probatorio para el escalonamiento social, por mi parte no me he topado con alguna
investigación que ahonde en la dimensión política de las Crónicas de Indias teniendo en
cuenta su condición como cuerpo discursivo que se ve impulsada y también incide en la
configuración del poder. De aquí que surja insoslayable la cuestión de ¿Cómo se entiende
entonces la condición y la posición de la Crónica frente al funcionamiento del poder? Con
esta cuestión lo que pretendo hacer ostensible es la enmarcación de la Crónica en el porqué
de lo enunciado, en la razón por la cual se expresa lo que se expresa de determinada
manera, intentando vislumbrar todo aquello que es englobado por las dinámicas en las
prácticas discursivas, es decir, aquello que se relaciona sobre quién tiene el derecho a
manifestar un enunciado, desde dónde se deriva lo enunciado y cuál es el posicionamiento
de quien modula el discurso.

De lo anterior, se plantea entonces la búsqueda de una aproximación alternativa al


relacionamiento entre las Crónicas y el poder, una que procure utilizar las interpretaciones
ya existentes acerca de la construcción de representaciones del Nuevo Mundo, pero que, al
mismo tiempo, contemple el entramado político sobre el que se escenifica la Crónica como
un cuerpo discursivo que afecta y es afectado por el flujo del poder. Considerando lo
anterior, la función de la crónica en su manifestación tangible ha de entenderse
primeramente a partir de su razón de ser, de las motivaciones del encomendero, el
conquistador o la clerecía con respecto al acceso sobre los mecanismos de poder; y en
segunda instancia, a partir de la influencia que logra la Crónica mediante su dimensión
discursiva, epistolar y testificadora sobre el curso que el poder adquiere con base a las
decisiones derivadas de tal influencia.

No obstante, es menester que la futura aproximación investigativa se sitúe sobre un marco


prudencial que posibilite abarcar de forma certera lo que pretendo esbozar, por lo que, la
cuestión central sobre la que se proyectará la investigación será el del papel de las crónicas
frente a la sedimentación de poderes locales, específicamente en la región nominada como
Nueva Granada. Esto lo planteo a la luz de que, en el caso de Gonzalo Jiménez de Quesada

11 | P á g i n a
se logra apreciar en su atribuido “Epítome de la conquista del Nuevo Reino de Granada” 15
una fuerte asociación entre el testimonio vivificador y la búsqueda de acceso al poder; con
lo que, en base con tal asociación, el proceder investigativo vendría a materializarse al
concebir la obra referida como aquel cuerpo discursivo que tiene un sentido en potencia
derivado del flujo del poder, empero que, a su vez, tiene una repercusión tangible en la
configuración de los encomenderos como el poder local primigenio.

UMBRAL ESCRITURAL

Más allá de la consideración histórica que pueda sustraerse de las crónicas de la Conquista,
es de carácter menesteroso comprenderlas a partir de la función discursiva que tuvieron en
relación a la nominación, aprehensión, comprensión y apropiación de un territorio que, para
los ojos europeos, se revelaba como un Mundo Nuevo. Dicha función se expresa al superar
la dimensión descriptiva de las crónicas mediante la comprensión de todo el marco
contextual que se fragua durante y después de su realización, evidenciando una finalidad
subyacente vinculada a un propósito sistemático por fundamentar un Telos histórico y
providencial que da sentido al proceso de Conquista y que contribuye a la cimentación de
las bases del nuevo orden social. A este respecto, es menester indicar que, si bien las
crónicas de conquista tienen un papel vital a la hora de cimentar el susodicho Telos, por sí
solas no alcanzan a establecer un corpus estructural del devenir providencial, puesto que
ellas se encuadran dentro de un escenario promovido por motivaciones e inclinaciones
personales y empresariales.16 Lo que sí lograría instaurar las bases para dar sentido al
encauzamiento del devenir, debería ser una obra que englobe las experiencias suscitadas en
las crónicas para luego articularlas a una trayectoria que explique la razón de ser del
imperio. Considerando lo anterior, entre las muchas obras, la de Lucas Fernández de
Piedrahita titulada Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada es una
de esas que obedece a esa búsqueda de sentido histórico en función de dilucidar las razones

15
Millán de Benavides, Carmen. Epítome de la conquista del Nuevo Reino de Granada: La cosmografía
española del siglo XVI y el conocimiento por cuestionario. (Centro Editorial Javeriano; Bogotá, 2001)
16
Aquí hago referencia a cómo, las empresas privadas constituidas por los ibéricos que se embarcaron al
Nuevo Mundo, así como las inclinaciones personales, llegaron a concebir un escenario de disputa y ansia por
el reconocimiento individual, por lo que al final, logra apreciar como todo lo anterior fue permeado en las
crónicas de conquista

12 | P á g i n a
y el decurso de la experiencia española en el Nuevo Mundo. Ciertamente, podría analogar
la obra de Piedrahita con la obra Hegeliana en tanto que, cuando Hegel se refiere al devenir
del espíritu hacia lo absoluto, lo hace en el marco de un acontecer histórico;17 de la misma
manera, al examinar la obra de Piedrahita, es posible encontrarse con el deseo de enmarcar
los sucesos aludidos en las crónicas dentro de un flujo tendiente hacia el reverberamiento y
consolidación del imperio español. Cabe señalar que, si bien los volúmenes escritos por
Piedrahita operan dentro de una intencionalidad por la sistematicidad, como bien se expresa
en el epígrafe de la obra, únicamente se encargar del Nuevo Reino de Granada

De esta manera, lo que pretendo esbozar al menos como preámbulo será el sentido del
discurso, el fin por el cual se escribe lo que se escribe, el horizonte epistémico e histórico
desde el que pude ser percibida la obra de Lucas Fernández de Piedrahita titulada Historia
General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada. Así, busco entrever aquellos
elementos que den cuenta de la función discursiva de la crónica, apelando al lugar que ésta
tiene como dispositivo de agenciamiento de poder. Para ello, no abarcaré la totalidad del
contenido de los capítulos, sino que me limitaré a hilar algunos apartados de aquellos
capítulos que me permitan indagar sobre la “figuración” del Nuevo Reino de Granada
expresada en la dimensión discursiva de la Crónica.

De esta manera, en aras de darle un primer tratamiento a la obra de Piedrahita para que
posteriormente pueda ahondar genuinamente en cada uno de los apartados, quiero partir
desde la estructura misma de la obra. En términos generales la Historia General de las
Conquistas del Nuevo Reino de Granada se sustenta en una especie de recuento historial que
va desarrollándose en franjas cronológicas. Dichas franjas tienen como punto de partida tres
distintas regiones de la Nueva Granada, los cuales vendrían a ser Tocuyo, Santa Marta y Popayán; y
desde ellas se demarca el avance de los conquistadores. Así pues, se atisba un avance
aparentemente sincrónico de los tres ejércitos, hasta llegar al Valle de los Alcázares y sentar la
Fundación de Santa Fe de Bogotá, y después repartirse o continuar las exploraciones desde estas
tres gobernaciones del Nuevo Reino de Granada. Según lo anterior, se puede empezar a observar

17
Hegel concibe a la historia como el devenir del desarrollo del espíritu en el que la idea toma conciencia de
sí misma y propicia el desarrollo mismo de la libertad humana. Lo anterior lo concibo a partir de la siguiente
obra: Hegel, Georg Wilhelm F. Lecciones sobre la historia de la filosofía. No. 04; B2936E5. K5, H4.. 1955.

13 | P á g i n a
que para los conquistadores la fundación de ciudades era una actividad fundamental, no
sólo por la autoproclamación de ser el fundador de tal o cual ciudad, sino por el carácter
político que obtenían tanto los pobladores como la ciudad en sí misma. El hecho de
constituir comunidades de conquista y fundación, a parte de la posible obtención de méritos
reales, contribuía a la integración de un territorio desconocido al orden del mundo ibérico.
Sin embargo, cabe acotar que las fundaciones por si solas no constituían un panorama
integral de dicho orden, más bien, reflejaban la naturaleza misma de la primera etapa de la
conquista, pues en ella se observa que las fundaciones obedecían al interés de empresas
privadas motivadas por la retribución que podían concederles los posibles encuentros de
grandes riquezas, o bien, el ascenso social derivado del favor real. Es en este sentido que la
obra de Pidreahita entra a jugar un papel clave para la figuración de una integración
territorial del Nuevo Reino de Granada, pues en ella se aprecia el recorrido expresado en un
relato enfocado en describir el paso por las Indias a partir de la demarcación de sus
provincias, la descripción de ellas, las fundaciones de las nuevas ciudades, e incluso la
caracterización de los naturales de cada región. No es gratuito que Piedrahita escriba su
obra según lo referido, pues en su relato se logra entrever desde el inicio la concepción de
una representación construida geográfica y discursivamente, dando lugar a la cohesión de
las partes (ciudades y villas) para la formulación de un todo (Nuevo Reino de Granada).
Así, esta representación discursiva surgida desde la vivencia expresada en las crónicas 18 se
vuelve parte de un proyecto de legitimación y de apropiación en el que, lo documentado es
el insumo determinante en el proceso de figuración del Telos de la colonización del imperio
español, asegurándose de esta forma que los territorios conquistados harían parte del
sistema político y administrativo ibérico.

Teniendo en cuenta este primer acercamiento preliminar, se logra apreciar la forma


particular en la que Piedrahita compone su crónica, trazándole al lector entradas escenas de
diferentes protagonistas ante su muerte o ante una hazaña, describiendo las particularidades

18
Para construir su obra acudió a lo escrito por Juan de Castellanos, Antonio de Herrera, fray Pedro Simón,
Juan Flórez de Ocáriz, Alonso de Ercilla, Bernardo de Vargas, Antonio de la Galancha, Pedro Ordóñez de
Ceballos, Inca Garcilaso y Pedro Cieza de León, así como numerosas relaciones de los primeros
conquistadores, al menos en lo referente a la información de Jerónimo Lebrón de Quiñones contra los
Quesadas y primeros capitanes del Nuevo Reino de Granada.

14 | P á g i n a
topográficas, refiriéndose a la fundación de ciudades o villas muy en relación con la figura
que auspicio tal fundación, mostrando la relación política de la apropiación del territorio, y
sobre todo, describiendo con fulgor como el camino de los conquistadores siempre
conducía a nutrir la gloria del imperio. Siendo consciente de todos estos datos que da al
lector, demuestra que su obra se enmarca dentro de un proyecto de representación
discursiva en la que la indicación del nombre de cada ciudad, de su fundador y poblador,
contribuye a la consolidación de un orden que no sólo se configura físicamente, sino que
también lo hace a través del discurso. En la obra de Piedrahita pareciese que su autor
comprende la importancia de que el Nuevo Reino de granada sea apropiado como un todo,
razón por la cual se evidencia un intento loable por configurar la organización y
constitución de una unidad geográfica en el discurso. Así mismo, el discurso abarca la
existencia de los indígenas en términos de dominación en relación con los españoles, aun
cuando señalaba la resistencia que pudieran establecer.

En última instancia, según lo que puedo llegar a entrever en la obra de Piedrahita, se


aprecia cómo la crónica, al ser la forma más usada para describir y comprender lo que los
conquistadores vieron y experimentaron, la obra logra convertirse en un amalgamamiento
de distintas experiencias de la conquista, las cuales legitiman la dominación española
mediante una narrativa que recrea y representa al Nuevo Mundo, que lo figura
geográficamente como un todo, y que, a fin de cuentas, permite que sea apropiado y
entendido como una entidad territorial conquistada, que existe a partir de la experiencia de
la conquista, y que, sobre todo, hace parte de la extensión territorial de la corona.

HACIA LA CRISTALIZACIÓN DE UNA CONSCIENCIA CRIOLLA

Al realizar una leve aproximación a la extensa obra de Fernández de Piedrahita, desde el


principio, se pueden atisbar numerosos indicios que van develando una cuestión de fondo.
Dicha cuestión, más que obedecer a un sentido de figuración territorial, tiene ver con la
construcción de una identidad que se realiza mediante el ejercicio de hacer historia,19y que
además, “se apoya en un poder político que crea un lugar propio (ciudad, nación, etcétera)
donde un querer puede y debe escribir (construir) un sistema (una razón que organiza
19
De Certeau, M. La escritura de la historia. Universidad Iberoamericana. 1993.

15 | P á g i n a
práctica”.20 Tal cuestión vendría a ser la de la constitución de una consciencia criolla en el
marco de un nuevo orden colonial, pues, como veremos, la crónica de Piedrahita logra
configurar un sistema (en términos de Certaunianos) que legitima el lugar de los criollos en
el ejercicio del poder. Bajo este respecto es necesario concebir la Historia General de las
Conquistas del Nuevo Reino de Granada como un agente de poder escritural que reafirma
el poder político no sólo del imperio, sino también (y sobre todo) del poder local que se
erigía desde un emplazamiento propio, puesto que, lo que podrá apreciarse ya desde la
segunda mitad del siglo XVI será la configuración de un nuevo orden colonial en el que la
identidad criolla irá desarrollándose hasta hacer metástasis en las últimas décadas del siglo
XVIII y en las primeras del siglo XIX.21

La configuración del nuevo orden colonial ha de comprenderse a la luz de la inserción de


las Leyes Nuevas, pues a través de ellas se difumina el orden señorial derivado del periodo
de la conquista,22 y se da lugar a un establecimiento administrativo más acorde con los
intereses de la corona. Tal inserción se da mediante la proyección de una economía política
del colonialismo basada en un modelo de segregación racial, residencial y político-
económico de la población, siendo dividida en dos grandes bloques: La República de indios

20
Ibíd. P 20
21
Dicha metástasis, aunque pareciese operar según un sentido teleológico, obedece más bien a la disrupción
que generaron las leyes borbónicas frente a lo que Phelan denomina “constitución no escrita”, la cual consistía
en una serie de arreglos informales entre españoles de Europa y españoles americanos cuya importancia
radicaba en dar a los súbditos del rey una cierta participación a la hora de imponer nuevas medidas
económicas que los afectaran. Sin embargo, la importancia de reconocer una constitución no escrita, no
solamente se reduce en el particular funcionamiento del poder durante el periodo de gobierno de los
Habsburgo, sino que implica reconocer la consciencia y la identidad criolla como un elemento sine qua non
de la misma constitución no escrita. Al considerarlo de esta forma, dicho componente deja dilucidar el rol
determinante que juegan las tomas de decisiones cimentadas en las pulsiones de los individuos, que, tras
codificarse primero en intereses de grupo y después en medidas políticas, influyen decisivamente sobre la
configuración económica y social de aquellos sujetos pertenecientes a un determinado ordenamiento estatal.
No obstante, al dilucidar que la monarquía moderna disponía de limitados medios para hacer sentir su
presencia en los distintos sectores geográficos y sociales de su jurisdicción, la toma de decisiones
desembocaría en aquellas instancias de poder que operan directamente sobre dichos sectores, es decir,
desembocaría sobre el poder local constituido por los criollos. Así, podría entenderse que las élites criollas de
la Nueva Granada gozaban de una importante potestad en lo que al ejercicio del poder se refiere, pues, aun
cuando la monarquía seguía siendo la figura personificada del poder, el grado de autonomía reflejados en la
capacidad de operatividad y maniobrabilidad con la que contaban aquellas instancias de poder
jerárquicamente inferiores, da cuenta de que el poder, dependiendo de factores circunstanciales, puede verse
fragmentado. Véase en: Phelan, John Leddy. El pueblo y el rey: la revolución comunera en Colombia, 1781.
Editorial Universidad del Rosario, 2012.
22
Ramos, A. (2009). Los criollos y el orden colonial. Boletín de historia y antigüedades, 96(845). P. 6

16 | P á g i n a
y La República de españoles. Ya para 1593, dicho modelo se convirtió en el parámetro
general del ordenamiento territorial basado en la delimitación del espacio que deberían
ocupar las dos repúblicas, la instauración de mecanismos para disponer del recurso laboral
indígena y de su producción, y el rol que tendría el corregidor de naturales con respecto a
sus funciones como recolector tributario y administrador del alquiler de la mano de obra
indígena;23 por lo que, si bien, los pueblos de indios ahora estarían sujetos directamente con
el estado colonial, seguirían estando a disposición de los españoles como mano de obra y
generadores de tributo. Con ello, el mencionado orden señorial se vería trastocado con la
instauración del aparato burocrático integrado por los llamados advenedizos, propiciando
que una la identidad criolla floreciera a la luz de formulaciones discursivas que distinguían
su patria, orientándolos a autodefinirse y reclamar prelaciones ante los advenedizos y los
funcionarios de la corona.

Aquí es cuando en la obra de Piedrahita, mediante una genealogía de las grandes hazañas y
de la conformación de las ciudades, se construye una representación de los criollos, e
incluso, en términos de Benedict Anderson, se concibe un lugar imaginado.24 La ciudad en
tanto pináculo de representación, ya fuese en el caso de la incorporación del pasado
precolombino en el que la organización política de los Muiscas sale a relucir, o en el que se
exaltan las acciones heroicas de los conquistadores en concomitancia con la fundación de
las ciudades, o incluso, en el que se destacan los logros de la evangelización; aparece como
un elemento de alusión continua, siempre enlazada con una realidad sociocultural e
histórica del criollo. Cabe señalar además, que en relación a la ciudad siempre son
mencionados los títulos y las prebendas, pues el sólo hecho de mencionarlas destila un
poder evocativo y un lugar con respecto a la Corona y a la identidad de la ciudad. En el
momento de considerar a Santafé, suscitando la nobleza y la lealtad de la misma, aludiendo
a diversos elementos simbólicos, se está incorporando a la ciudad en un todo imperial más
allá de ser un simple ente jurisdiccional, pues como lo resalta Ramos, tal figuración de las
civitas en el plano fáctico “condujo a los criollos a tener el convencimiento de que sus

23
Herrera Ángel, M. (1996). Poder local, población y ordenamiento territorial en la Nueva Granada-siglo
XVIII. Bogotá: Archivo General de la Nación.
24
En términos de Benedict Anderson

17 | P á g i n a
reinos estaban en pie de igualdad con los de Castilla y León” 25 De este modo, la prelación
que tiene Santafé por encima de otras ciudades o villas obedece a un sentir criollo
enraizado con la ciudad de origen, por lo que, la irrupción descriptiva del desarrollo de
Santafé en su dimensión poblacional y arquitectónica es dada gracias a que Piedrahita nació
en la susodicha ciudad, y, además, fue participe activo en el ajetreo político y por tanto,
actuaba en el marco del ejercicio de poder en el ámbito local. Lo anterior se puede apreciar
con claridad al observar la descripción que hace Piedrahita de Santa Fe:

Sus calles son anchas, derechas y empedradas de presente todas con tal disposición, que ni
en el invierno se ven lados, ni fastidian polvos en el verano, sus edificios altos y bajos son
costosos y bien labrados a lo moderno, de piedra, ladrillo, cal y teja, de suerte que no los
exceden los de Castilla.26

Si bien el recorrido geográfico que traza Piedrahita es bastante amplio, se denota un interés
exacerbado por darle un lugar nuclear a Santafé, y esto no solamente se expresa en la
descripción material que ostenta la ciudad, sino también se expresa mediante la descripción
de quienes la pueblan. Es aquí, cuando los criollos pasan al centro del escenario discursivo,
suscitándose cada uno de las virtudes atribuidas a ellos, diferenciándolos tanto de indios,
como de peninsulares, pues, a aparte de verse mediados por un aire cortesano, ellos:

[…] son de vivos ingenios; hablan el idioma español con más pureza castellana que
todos los demás de las Indias; inclínanse poco al estudio de las leyes y medicina,
que sobresalen en Lima y Méjico; y mucho al de la Sagrada Teología, filosofía y
letras humanas; extrémanse en la celebración ostentosa del culto divino, y en
agasajar forasteros.27

No obstante, cabe acotar que los varones ilustres destacados no son únicamente los mismos
a los que alude Juan de Castellanos en su Elegías de varones ilustres de Indias, es decir, los
conquistadores o los fundadores, ni sus hijos encomenderos; son también sacerdotes,
obispos y autoridades del clero, aquellos quienes coadyuvaron al levantamiento de una

25
Ramos, A. (2009). Los criollos y el orden colonial. Boletín de historia y antigüedades, 96(845). P. 1
26
DE PIEDRAHÍTA, Fernández, et al. Historia general de las conquistas de nuevo Reino de Granada. 2019.
p. 305
27
Ibíd. p. 315

18 | P á g i n a
capilla o un edificio dedicado al culto. En este sentido, son extensos los apartados en los
que son reverberados los conquistadores, tal y como se evidencia en el caso de Hernán
Pérez de Quesada, quien es presentado como un “hombre de buena y robusta presencia,
agradable sobre encarecimiento a cuantos lo trataban; templado en las cosas prósperas y
sufrido en las adversas, de costumbres populares para gobernar hombres, y de notable
destreza en regir un caballo”,28 o del mismo modo en el caso de Sebastián de Benalcázar, a
quien lo describe como “el conquistador de primera magnitud que corrió más reinos”.
Empero, la exaltación de la identidad criolla se ve atravesada por la intención de consolidar
una historia eclesiástica, incorporando a la ciudad en un proceso de nominación, posesión,
hegemonización y textualización que se entiende a partir del ideal del criollo religioso
preilustrado.

De esta manera, las motivaciones y aspiraciones de quien lleva a cabo el ejercicio de hacer
historia se imponen sobre el objeto o el espacio descrito, pues el valor que Piedrahíta
otorga a la ciudad se deriva de una sujeción activa en el ejercicio del poder. En tanto
sacerdote y criollo, observa en la ciudad las señales de su propio oficio, atribuyéndoles
condiciones de centro y periferia. Su descripción deja de ser, entonces neutral y se
convierte en una representación de la ciudad en la cual la ordenación del espacio expresa
categorías sociales y simbólicas que sirven al criollo preilustrado para trazar, comentar y
transformar un orden social a través del poder de la pluma, en el cual los peninsulares,
desplazando a los criollos, tenían la exclusiva prelación para ordenar y poseer esos
territorios en nombre del rey.

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28
Ibíd. p. 126

19 | P á g i n a
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