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El Neolítico en África

Imágenes (de arriba hacia abajo): una posible escena de combate. Pinturas de Tassili,
Argelia; una serie de fragmentos de huevos de avestruz con decoración; y una gubia del
yacimiento de Shaheinab.

El proceso de Neolitización en el continente africano no ha sido un proceso de segundo


orden. Hay que tener en cuenta que un buen número de cultivos, entre ellos el ñame, el
cacahuete, el sorgo, algunas variantes de mijo o la espadaña son originarios de África.

El proceso comenzó en la región del noroeste del continente, en unas fechas que oscilan
entre 7000 y 5000 a.e.c., llegando a su fin en una época tan tardía como el siglo I en la zona
meridional. Los dos elementos clave de la neolitización africana son, por un lado, la llegada
de gentes al valle del Nilo y, por el otro, la evolución autóctona de ciertos grupos
mesolíticos en las zonas interiores del Sáhara y el Magreb.

El norte del continente, de clima mediterráneo, presentaba condiciones aptas para el cultivo
de cereales, esencialmente cebada y trigo. Los yacimientos más antiguos se encuentran en
el Sáhara y el valle del río Nilo. Hacia el VI milenio, los grupos mesolíticos prepastoriles
del área desarrollaron una economía productiva que daría lugar a grupos culturales
diferentes en lo que hoy es Sudán y Egipto, la amplia región del Magreb y el Sáhara.

En el valle del Nilo, gentes provenientes del exterior desarrollarán las culturas de
Shaheinab (Jartúm) y de Fayum.

El neolítico de Jartúm, en el valle medio del Nilo, se data entre 4900 y 3800 a.e.c. Se
relaciona con una tradición mesolítica local así como con el Sáhara. Los yacimientos más
relevantes son Jartúm, Shaheinab, Geili y Kadero. La economía de esta cultura se centra en
la caza y la pesca, en la recolección, sobre todo de sorgo, y en la ganadería de bóvidos,
ovejas y cabras. Existen yacimientos pequeños, cercanos al Nilo, en los que han aparecido
arpones y microlitos y que, por tanto, estarían dedicados a la pesca, así como otros
mayores, más alejados del río, con presencia de cerámica y morteros. Es posible que esta
particularidad responda a una ocupación cíclica. Ciertos indicios apuntan a una
estratificación social. Se trata de algunas inhumaciones en Kadero, en donde ricos ajuares,
con amazonita sahariana, cerámicas de lujo, mazas y conchas provenientes del Mar Rojo,
apuntan hacia esa dirección.

La cultura material, por su parte, está conformada por la presencia de morteros, arpones de
hueso, cerámica impresa, incisa, fina y bruñida, anzuelos confeccionados en concha,
microlitos geométricos y gubias pétreas pulimentadas. En el yacimiento de Jebel Tomat, en
el centro de Sudán, así como en el sitio de Dhar Tichitt, localizado en la actual Mauritania,
es donde se han hallado los primeros restos de especies cultivadas. Al final del Neolítico la
proporción de los yacimientos disminuye, quizá como consecuencia de una economía
ganadera y comercial que suponga el abandono de la agricultura. En cualquier caso, en la
necrópolis de El Kadada (Sudán) así como en la de Kadruka (Nubia septentrional), datadas
entre 2800 y 2300 a.e.c., existen ricos ajuares en tumbas agrupadas alrededor de una más
antigua y suntuosa que se ubica en las zonas más elevadas.

En Merimda y el Fayum (hacia 4450 a.e.c.), se encuentran las primeras culturas neolíticas
del norte del continente, que presentan influencias de la región levantina del Próximo
Oriente de Asia, de donde procederían útiles en piedra pulimentada, puntas de flecha, la
agricultura del trigo, el lino y la cebada, la ganadería de cabras y ovejas, así como, muy
probablemente, el hilado y el tejido, así como del Sáhara, lugar de procedencia de las
hachas pulimentadas, ciertas decoraciones cerámicas y las cuentas de cáscara de avestruz y
de amazonita del Tibesti. En el oasis de El Fayum se descubrieron grandes asentamientos
(con poblaciones que rondarían las dos centenas de personas), en los que se encuentran
cabañas de madera con hogares internos, además de silos concentrados (tal vez comunales),
fechados hacia 3800 a.e.c. La base económica sería mixta, a base de caza y pesca (que
incluiría hipopótamos), la ganadería, centrada en la cría de cerdos, ovejas, cabras y bóvidos,
y la agricultura de cebada y trigo.

La cultura material consiste en la presencia de hoces en piedra con mangos de madera o de


hueso, puntas de flecha bifaciales, hachas, molinos de piedra, cerámica bruñida y lisa así
como punzones y arpones de hueso. La cultura abarcaría dos fases: una, de 4450 a 3550
a.e.c., en la que se presentan claras afinidades con el Próximo Oriente y se caracteriza por
los útiles bifaciales y una industria de lascas; y la otra, de 3450 a 2850 a.e.c., con una
industria microlaminar de la que podrían ser responsables grupos humanos llegados del
Sahara oriental.

En el gran yacimiento de Merimda Beni Salama (3950-3450 a.e.c.), que pudo contener casi
dos millares de personas, las primeras viviendas fueron hechas de madera (luego de adobe),
presentando una planta ovalada, semiexcavada. Entre las casas se ubicaban sepulturas sin
ajuar, sobre todo de mujeres e infantes. Alguas zonas son de trilla, con jarras con función
de silos en los suelos de las viviendas. Aparecieron algunas figurillas humanas, de factura
bastante tosca. En sus fases finales parece que hubo una cierta diferenciación social, pues
algunas casas de un tamaño distinto, con graneros en su interior, pudieran ser un posible
indicio de propiedad privada.

La primera colonización sahariana postglaciar se produjo hacia el IX milenio, tal y como


constatan yacimientos con microlitos así como la presencia de campamentos temporales de
recolectores (gramíneas) que provienen de la costa mediterránea, y cazadores locales. Se
emplean anzuelos hechos en concha y arpones óseos. Ya hacia el séptimo milenio se
elabora cerámica decorada con espina de barbo, una cerámica que se difundirá hacia el
valle del Rift y el Nilo, así como hacia occidente, el río Níger, gracias a los pastores
nómadas.

Únicamente a mediados del I milenio a.e.c. aparecen comunidades agrícolas, dando


comienzo la expansión bantú hacia el sur y el centro del continente. Los indicios apuntan al
cultivo de mijo y sorgo, además de la domesticación de bovinos.

En esta región hay tres grupos de Neolítico. El primero de ellos, el Mediterráneo, en la


costa del Magreb; el segundo aquel de tradición industrial Capsiense, en las zonas interiores
del Magreb; y el tercero, el Tenereense en el Sáhara central. Los tres poseen en común una
economía pastoril, cerámicas incisas y un utillaje pétreo análogo. Del neolítico
Mediterráneo destaca el yacimiento de la cueva de Oued Guettara, datada hacia 4900 a.e.c.,
así como el llamado cementerio de los escargots. Estos sitios encajan con aquellos de la
costa opuesta del mar Mediterráneo, de donde procederían, como el caso de Curriachiagu,
en Córcega, Cueva de los Murciélagos, en Córdoba, o Chateneuf-les-Martigues, en la
Provenza francesa. La relación marítima con la zona europea de la costa mediterránea se
verifica por los hallazgos de obsidiana de Lípari y Pantelleria en yacimientos de Argelia y
Túnez, así como en la presencia de cerámica cardial en el norte de Marruecos (Gar Cahal,
Cueva de Achakar, por ejemplo).

El Neolítico de tradición Capsiense se definió a partir del sitio de Redeyef (Túnez). La


facies propiamente neolítica de la región capsiense corresponde a Jebel Bou, en Argelia,
con presencia de morteros y útiles en hueso. La cultura material incluye agujas de coser en
hueso, puntas de flecha bifaciales, recipientes de cáscara de huevo de avestruz y, sobre
todo, ejemplos de arte mueble en forma de grabados de animales y cuentas de collar
confeccionadas con caparazones de tortuga. La cerámica es bastante escasa.

El Tenereense (Ténére, y macizo de Air, Sáhara central, al norte de Níger, aunque se


extiende al sur de Argelia, como Tassili, y a Chad), se fecha entre 3850 y 2450 a.e.c. Su
presencia es clara en los yacimientos de Adrar Bous. En la cultura material destaca la
presencia de herramientas en jade verde y sílex, sobre todo puntas de flecha bifaciales
triangulares, así como microlitos geométricos, raspadores, raederas y cuchillos. Además se
han hallado azuelas y hachas, en tanto que la cerámica presenta decoración impresa e
incisa. El arte rupestre y mueble es muy notable, destacando las famosas figuras
antropomorfas y zoomorfas de Tassili.

En el África oriental el Neolítico parece originarse a partir de los contactos con grupos de
pastores migrantes que se dirigen hacia el sur escapando de la desecación sahariana. En esta
amplia región el Neolítico se data entre 4000 y 1300 a.e.c., destacando el complejo cultural
llamado Neolítico Pastoral (Kenia y norte de Tanzania).
En el norte del África Oriental fue Etiopía la clave en la difusión de la agricultura. En esta
área se cultivaron, hasta la actualidad, especies de origen asiático, en tanto que la ganadería
de bóvidos, en torno al lago Besaka, se constata ya en el IV milenio. Los vestigios agrícolas
más arcaicos corresponden a los hallazgos de la Cueva de Lalibea, en especial guisantes y
cebada. En las proximidades del célebre lago Turkana, yacimientos de grupos mesolíticos
aparecen asociados con los ejemplos más antiguos de ganado doméstico.

En los sitios del Neolítico Pastoral hay restos de ganado, tanto ovejas y cabras como vacas,
si bien en una proporción inferior a los vestigios de especies animales salvajes, básicamente
ñúes y gacelas, un dato que hace factible pensar que la cría de ganado pudo ser un
complemento. No hay pruebas de cultivo de plantas, si bien se puede pensar que
recolectarían especies silvestres, pues se encontraron morteros. En las tierras altas de
Uganda, Kenia y Etiopía se cultivaron plantas zonales, del tipo del nug y del plátano
africano. En las zonas selváticas se repite el fenómeno, pero con la palma aceitera y
tubérculos como el ñame. La cerámica está también presente.

Existen en la zona yacimientos con presencia, normalmente en inhumaciones, de útiles


líticos (en obsidiana), hojas, lascas y cerámica, además de recipientes pétreos, sobre todo
cuencos. Estos útiles han dado lugar a la denominación de grupos, entre los que sobresale el
llamado Cultura de las vasijas de piedra.

Aunque en el África Occidental solamente se han podido documentar animales


domesticados a mediado del III milenio, y de plantas no antes de 1200 a.e.c., la presencia
en esta región de hachas, azadas, microlitos y cerámica fechables entre 5000 y 4000 a.e.c.,
levantan serias sospechas acerca de la época de inicio aquí del neolítico. La primera cultura
neolítica conocida fue la de Kintampo, hacia 1600 a.e.c., que se desarrolló en lo que hoy es
Ghana, Togo y Costa de Marfil, esencialmente presente en abrigos rocosos.

Los indicios de sedentarización en pequeños asentamientos se obtienen de la abundante


cerámica y de las herramientas líticas, sobre todo puntas de flecha (Ntesero), las hachas
pulimentadas, quizá empleadas para talar bosques, morteros y brazaletes de piedra. Existen,
por otro lado, restos de actividad ganadera de cabras, vacas y ovejas y agrícola de palma,
guisantes y ñame. Muy probablemente estas gentes recolectasen sorgo y mijo. En Duadi
Tilemsi (río Níger) y en Kintampo (Ghana, cuyas fases finales se documentan hacia 1050),
se han hallado restos de bóvidos domesticados datados en torno al 2000 a.e.c. la presencia
de materias primas es un indicador de un intercambio comercial a larga distancia. Lo
mismo podría decirse al respecto de la presencia de figurillas zoomorfas hechas en arcilla.

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