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En este marco la nueva ley que nos rige toma una dirección contraria para
mejorar el acceso a la justicia, y no solo eso, sino que también al mismo propósito
de todo instituto cautelar. Como cuestiones trascendentes se encuentra, en primer
lugar, la obligación hacia el juez que recibe una solicitud de medida cautelar de
requerir a la autoridad pública demanda un informe que dé cuenta del interés
público comprometido por la solicitud (art. 4), a lo que raramente se verá una
acción u omisión por el Estado en donde no este comprometido el interés público,
ya que es propio de la naturaleza de gobierno que tienen dichas autoridades.
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atenta contra la misma naturaleza del instituto. Con este límite “razonable” pero
dentro de los seis meses cae el mismo sentido que acompaña la medida, pues se
sabe que la duración de los procesos judiciales insume varios años y las esperanzas
de cualquier justiciable se vuelven efímeras durante ese tiempo.
Si bien la ley aclara situaciones en las que no rige la necesidad del informe
previo y ni el límite a la vigencia temporal de las medidas cautelares, lo cierto es
que las excepciones dadas escapan ampliamente las innumerables posibilidades con
las que nos podemos encontrar en la realidad. Solamente considera los siguientes
casos; cuando se trate de sectores socialmente vulnerables acreditados en el
proceso, se encuentre comprometida la vida digna conforme la Convención
Americana de Derechos Humanos, la salud o un derecho de naturaleza alimentaria.
Como también cuando se trate de un derecho de naturaleza ambiental.
Ahora bien como afirma Horacio Verbitsky; “…hay muchas situaciones en las
que aún sin estar en juego “en forma directa” la vida, la salud, la alimentación ni el
medio ambiente, las medidas cautelares amparan derechos fundamentales de
personas o grupos sociales, como la protección de los migrantes contra la expulsión
y su derecho a la educación; la definición de alternativas de vivienda de personas
desalojadas; la suspensión de normas que limitan en forma inconstitucional la
libertad personal; la defensa de la libertad sindical o la exigencia de acciones
positivas del Estado, de modo de garantizar derechos en condiciones de igualdad.”
Al leer los dos artículos, creo como allí se sostiene, que podemos encontrar
coincidencias en la necesidad de mejorar el funcionamiento de la Justicia, donde
especialmente el gran desafío tendría que estar dado por democratizar su acceso
por parte de la sociedad; tendiendo de este modo a recuperar la confianza en el
Poder Judicial brindando un mejor servicio de justicia igualitario para todas las
personas.
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no son estos los cambios que a mi parecen se ven reflejados en esta nueva ley,
sino que tiende a lo contrario.
Con todo esto es fácil advertir que lejos de democratizar la Justicia, con
estas modificaciones se afecta la tutela judicial efectiva del común de la gente, del
particular, y si hablamos de democratización tenemos que pensar más allá de la
disputa de un grupo económico con el Estado, cosa por la que hoy parece que quien
“paga los platos rotos” somos todos nosotros. Es decir, se ha perdido la perspectiva
de la verdadera discusión por la que debería pasar acerca del funcionamiento de la
administración de justicia.
Referencias:
BRACCIALE ARIEL.