Está en la página 1de 161

See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.

net/publication/327189716

LA TEORÍA DEL VALOR Y EL ANÁLISIS INSUMO-PRODUCTO

Book · August 2018

CITATIONS READS
4 136

1 author:

Diego Guerrero
Complutense University of Madrid
150 PUBLICATIONS   145 CITATIONS   

SEE PROFILE

Some of the authors of this publication are also working on these related projects:

Karl Marx View project

All content following this page was uploaded by Diego Guerrero on 23 August 2018.

The user has requested enhancement of the downloaded file.


LA TEORÍA DEL VALOR
Y EL ANÁLISIS INSUMO-PRODUCTO

Diego Guerrero
[diego.guerrero@cps.ucm.es]
(Septiembre 2000)
LA TEORÍA DEL VALOR Y EL ANÁLISIS INSUMO-PRODUCTO: ÍNDICE

Presentación y agradecimientos 1
Introducción 3

PARTE I: LA TEORÍA DEL VALOR EN PERSPECTIVA HISTÓRICA 10

Capítulo 1. Microeconomía y equilibrio parcial 11


1.1. Teoría de los precios 11
1.2. Teoría del beneficio 17
1.3. Teoría de la agregación 25
1.4. Equilibrio parcial y perspectiva dinámica 36

Capítulo 2. El debate contemporáneo sobre la teoría laboral del valor (TLV) 40


2.1. Cuatro posiciones en el debate sobre la "transformación" de valores en precios 40
2.2. Lo que los críticos no ven en la "Transformación" de Marx 44
2.3. El valor del dinero y el valor de los insumos. Shaikh versus Mage-Foley-Itoh 58
2.4. Precio de producción y "valor de producción": La interpretación del valor como "valor de producción" 67

PARTE II: LAS TABLAS INSUMO-PRODUCTO


Y LA CONTRASTACIÓN EMPÍRICA DE LA TEORÍA DEL VALOR EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA 71

Capítulo 3. El modelo insumo-producto y la Economía matemática lineal 72


3.1. Von Neumann y los modelos económico-matemáticos lineales 72
3.2. El análisis insumo-producto y la Inversa de Leontief 76
3.3. Pasinetti y la generalización de la Integración Vertical 84
3.4. La literatura sobre el cálculo empírico de loa valores 87

Capítulo 4. La aplicación del modelo insumo-producto a las tablas españolas ("Tablas input-output de la economía española,", o
TIOE) 97
4.1. Sectorización, homogeneización y adecuación de las TIOE 97
4.2. Los coeficientes de trabajo directo y el cómputo del trabajo indirecto 100
4.3. Los métodos de cálculo de valores y precios 116

Capítulo 5. La relación empírica entre precios y valores-trabajo en el caso español 125


7.1. Correlación y desviaciones precios-valores para 51 sectores 125
7.2. Factores explicativos de las desviaciones: la composición en valor del capital verticalmente integrada 128
7.3. La dimensión temporal de la regulación de los precios por los valores (1986-1991) 139
Apéndice de datos 140

Conclusiones 148
Referencias 154

1
Presentación y agradecimientos.

Este libro es el resultado de una investigación realizada en la New School for Social
Research, de Nueva York, durante el curso 1997/1998, gracias a una Ayuda del Ministerio
de Educación y Cultura concedida al Proyecto titulado "La robustez empírica de las teorías
de los precios: valores, precios de producción y precios de mercado en la Economía
española a través de las tablas input-output" (Resolución de la Dirección General de
Enseñanza Superior de 19-6-97, dentro del Subprograma de Estancias de Investigadores
españoles en centros de investigación extranjeros). De los resultados obtenidos nada se ha
publicado hasta el momento, aunque el material en curso ha ido sirviendo como base para
la preparación de sucesivas ponencias presentadas en diferentes congresos (estando la
señalada en el punto 4 en curso de publicación): 1) Nueva York, febrero 1998: "Input-
output and dynamic values: the Spanish case" (Eastern Economic Association); 2) Lisboa,
noviembre 1998: "Labour values and non-neoclassical Microeconomics" (European
Association for the Evolutionary Political Economy); 3) Boston, marzo 1999: "Market
prices and labour values: a Spanish perspective" (Eastern Economic Association); 4)
Guadalajara (México), septiembre de 1999: "Precios de mercado y valores-trabajo en
España, a partir de las últimas Tablas input-output", Ponencia presentada al International
Input-Output Seminar: Regional and Other Applications.

Quiero agradecer al profesor A. Shaikh su invitación para la estancia como Visiting Scholar
en la New School, que me permitió gozar de las condiciones necesarias para realizar esta
investigación, así como sus amistosos comentarios y críticas a los sucesivos borradores que
le iba presentando A los compañeros del Depto de Eª Aplicada V, de la Facultad de
Políticas de la UCM, les agradezco la generosidad que tuvieron al aceptar trastrocar los
planes docentes que aquella invitación supuso. También les estoy agradecido a quienes han
comentado diversos aspectos de este trabajo, especialmente los que más paciencia han
tenido en la lectura del mismo, desde Paolo Giussani y Alan Freeman a David Laibman y
Manuel Muiños. También Eladio Febrero y, más recientemente, José Tapia y Julio Sánchez
Chóliz me han hecho comentarios útiles.

1
Por último, me gustaría dedicar este trabajo a la memoria de un gran economista fallecido
recientemente (en 1999), Wassily Leontief, al que tuve la inmensa suerte de conocer
personalmente durante mi estancia en Nueva York, participando en el Seminario que --¡a
sus 92 años!-- todavía celebraba semanalmente en su despacho de la NYU (véase mi In
memoriam en el nº 81 de la revista Economistas). Para desgracia de todos los que
practicamos la Economía, ése fue el último curso de su dilatada y fructífera actividad
académica. Y para mí, en particular, su generosidad (y la de su ayudante, el prof. Nauphal)
me permitió, no sólo asistir al seminario, sino tener el honor de presentar allí los primeros
resultados del trabajo que ahora tiene el lector en sus manos, que ya fuera comentado y
criticado entonces por ambos.

2
INTRODUCCIÓN

Una de las características más destacadas de la disciplina económica1 es la falta de un


diálogo auténtico entre los diferentes paradigmas. Los economistas neoclásicos ignoran a
Marx y dan por enterrada la teoría del valor-trabajo. Los neorricardianos y postkeynesianos
modernos no la ignoran por lo general, pero coinciden con los neoclásicos en creer estar de
vuelta del mismo entierro, en cuya procesión comparten duelo, por cierto, aunque parezca
paradójico, con la mayoría de los marxistas. Por su parte, éstos, al igual que ciertas
fracciones de la Economía neoclásica, han sido frecuentemente muy refractarios al uso de
las matemáticas como instrumental adecuado para mantener y desarrollar las enseñanzas
económicas de sus respectivos maestros. Si los ultraliberales Mises y Hayek o los
modernos representantes de la Nueva Escuela Austriaca se oponen, en general, al uso de las
matemáticas, otro tanto puede afirmarse de la mayoría de los marxistas, que creen ver en
ellas un signo de corrupción ideológica y de revisionismo.

En esta investigación se parte, por tanto, de unos presupuestos muy diferentes de los de ese
marxismo tradicional, siendo el primero de ellos el convencimiento --reforzado tras muchos
años de estudio de la teoría laboral del valor (TLV)-- de que esta teoría es el punto de
partido más válido para la renovación de la Microeconomía contemporánea, así como de
toda la teoría económica. Como esto genera muchos malentendidos en torno a la aportación
de Marx --malentendidos crecientes a partir de 1989, debido a la asociación general (pero
errónea) entre su obra y los acontecimientos políticos del Este de Europa--, es necesario no
rehuir la posición de Marx al respecto, así como los debates que sobre la misma ha
registrado la literatura económica más allá de cualquier ánimo de disputa puramente
política en el aspecto más elemental de este término:

Por una parte, Marx dejó una obra inacabada; y de la parte que más o menos terminó sólo
publicó una pequeña fracción. Esto puede dar lugar --de hecho, lo ha dado-- a interminables
discusiones literales (filológicas) sobre qué es lo que dijo o quiso decir en tal o cual pasaje.

1
Seguiremos en este libro la tradición de distinguir entre economía --conjunto de fenómenos pertenecientes a
un sector de la realidad social primaria-- y Economía, entendida como disciplina (o ciencia, según algunos)
económica, es decir, especializada en el estudio de la economía.

3
Aquí se dejará de lado este tipo de discusiones --no porque no tengan interés en sí, sino
porque no se puede abordar todo al mismo tiempo-- y se adoptará un enfoque más acorde
con el espíritu último de Marx, que nos parece tan simple como el respeto de un principio
básico: partir de la realidad y volver siempre a ella como doble movimiento necesario de la
actividad científica, aunque por medio el entendimiento se ocupe de modelos abstractos y
simples que poco tienen que ver, aparentemente, con esa misma realidad.

El que Marx dejara su trabajo incompleto dio pie a muchos marxistas y no marxistas para
intentar por su cuenta desarrollar los resultados marxianos. No hay duda de que es mejor
intentar aportar y añadir que limitarse a repetir (en ocasiones, como un papagayo, y a veces,
lo que es peor, como un papagayo sordo). También me parece insuficiente limitarse a leer y
releer a Marx, aunque sea, desde luego, necesario. Pero el problema es que muchos de los
que pretendieron continuar el esfuerzo realista de Marx por encontrar respuestas a
preguntas relevantes para la ciencia (e incluso para la propia actividad social) sólo supieron
añadir al edificio conceptual iniciado por él un peso muerto, un elemento que en mi opinión
es siempre deplorable por representar un peligro del que ninguno nos vemos nunca libre: el
eclecticismo. Mi posición al respecto es clara (véase Guerrero, 1997a, para más detalle): el
eclecticismo fuerte, en ciencia, es inadmisible, sencillamente porque sólo significa
inconsciencia de las propias contradicciones en que uno incurre. Pero expliquémoslo de
nuevo (brevemente).

Por supuesto, todo el mundo debe evitar también ser sectario, tanto en ciencia como en todo
lo demás, por lo que intentar huir del eclecticismo por esa falsa vía es una ilusión vana que
no nos acerca a la meta que buscamos ni un paso más allá de donde nos deja tirados el
eclecticismo (quizás nos aleje un poco más). Por otra parte, es cierto que se pueden
encontrar buenos materiales de construcción del más diverso origen, como han demostrado,
entre muchos otros, no sólo Marx, sino cuantos científicos ha habido en la historia y han
quedado. Pero, a mi juicio, la cuestión decisiva cuando se tiene que operar con materiales
de procedencia diversa es qué es lo que se integra en qué. Y lo que han hecho la mayor
parte de los marxistas y antimarxistas que se han acercado al estudio de Marx es integrar
ideas de éste en contextos conceptuales no sólo completamente ajenos a éste (lo cual no es

4
malo en sí) sino superados por el propio Marx (a veces, incluso criticados y anulados por su
crítica expresa), lo cual sólo puede ser considerado como un paso atrás en el permanente y
barroco proceso de construcción científica secular. Si se entiende la posición aquí
defendida, está claro que de lo que se trata es de hacer algo que va a contrapelo de lo que se
ha solido hacer: propongo integrar en el edificio teórico construido sobre la base de los
cimientos puestos por Marx los elementos válidos aportados desde cualquier otra posición
diferente, sin ningún tipo de censura previa, pero sin renunciar a un control ex post tendente
a comprobar que el metabolismo del cuerpo receptor no los rechaza por pura
incompatibilidad biológica.

La razón de este planteamiento no tiene que ver con que uno sea o no un marxista --aunque
acepto de buen grado que se me llame así, tiendo a evitar la autodenominación2, lo mismo
que tampoco me considero antimarxista aunque alguno me tenga por tal o yo mismo me
confiese crítico de la tradición marxista--, sino con que me interesa, como a Marx y a
muchos otros, la ciencia. La razón no es tampoco que yo tenga algún compromiso especial,
político o ideológico, con Marx o con los marxistas. Precisamente, si me considero
marxista más de una vez es porque no tengo ni quiero tener compromiso político o
ideológico con nadie, a excepción de con el libre pensamiento, y es precisamente porque
ése mismo fue el único compromiso real de Marx durante toda su vida por lo que se vio
siempre movido hacia sus otros compromisos, ésos que a todos se les vienen a la mente
cuando se habla de Marx (todo marxista debería considerar de lectura obligada el
imprescindible libro de Martínez Marzoa, 1983).

La razón de partir de Marx --procurando evitar las falsificaciones y tergiversaciones,


antiguas y modernas, de Marx-- para, al mismo tiempo, construir con nuevos materiales,
vengan de donde vengan, con el único criterio de que el proceso de metabolización de estos
contenidos supere el triple requisito que exige universalmente la ciencia --contrastación

2
Primero porque las etiquetas son siempre insuficientes y, sobre todo, porque, siendo opuesto al capitalismo,
no voy a estar a favor de una de sus más claras manifestaciones, como es el marketing, actividad en la que a
veces se cae al vender las propias ideas con la "imagen de marca Marx": agradezco a M. Román que me
hiciera comprender que esto es así. Pero, en segundo lugar, porque estoy básicamente de acuerdo con la idea
de M. Rubel acerca de que Marx fue un severo crítico del marxismo, no en vano le escribe Marx a Engels, a la

5
fáctica, lógica y teórico-crítica-- es que el autor de esta líneas está convencido de que la
postmodernidad --por mucho que se diga y repita lo contrario-- todavía no ha comenzado.
Es decir, nuestra sociedad está todavía enfrentada a los mismos retos con que se enfrentaba
al inicio de la modernidad --nada más lógico, pues se trata esencialmente de la misma
sociedad--, y fueron ésos de los que Marx dejó constancia en su obra. Si se quiere un
resumen, la siguiente pregunta es una síntesis suficiente: ¿es la forma de la sociedad
burguesa la última y definitiva, o es posible o necesariamente superable? O bien: ¿contiene
la sociedad capitalista en su seno --y dónde-- los elementos de transformación hacia una
nueva etapa humana donde la asociación libre de los trabajadores sustituya a la forma
actual y alienada de actividad productiva, basada en la fragmentación, la privatización, la
explotación y la expropiación del trabajo?

A mi juicio, Marx planteó las preguntas correctas a las que nuestro tiempo se enfrenta
todavía, y comenzó, además, a dar las respuestas correctas, sólo que no pudo terminar (¿y
quién ha conseguido eso alguna vez?) de responder de forma completa y total (lo que es
imposible, dicho sea de paso, para cualquier aportación individual, por muy genial que sea).
No hubiera podido dar una respuesta acabada porque la ciencia se hace, no entre todos,
pero sí entre muchos (con o sin la oposición de algunos); y esto, creo yo, es algo que nadie
se atreverá a poner en duda. Por eso, resulta infinitamente sorprendente que algunos
quieran enterrar las aportaciones válidas de ciertos autores recurriendo a un argumento tan
vacío como la pretendida superación que el simple paso del tiempo llevaría, según ellos,
necesariamente aparejada.

Pero es que, además, bajo el omnipresente y falso argumento de la novedad --que en


esencia siempre es el mismo: "sí, todo eso valía antes, pero deido al surgimiento de las
nuevas condiciones es imprescindible adaptar la antigua teoría si se quiere captar lo
novedoso, o resignarse a quedar superado por la realidad"-- se oculta muchas veces un
razonamiento puramente anticuado, y no es difícil rastrear, en casos que estudiaremos en
este trabajo, la falsa novedad de las modernas teorías aparentemente superadoras. La

vuelta de su viaje a Francia de 1882, que entre marxistas y antimarxistas (se refería a las diversas facciones
del partido socialista francés) le habían amargado el viaje.

6
ciencia no puede admitir la sustitución de unos fundamentos más avanzados por otros que,
en realidad, bajo su "apariencia de modernidad" --simple apariencia cuando la modernidad
se basa en un criterio puramente cronológico, como si una teoría posterior no pudiera ser
inferior a otra anterior--, son más rudimentarios y más pobres que los primeros. Lo que
ocurre a menudo en las ciencias sociales --la Economía incluida-- es que muchos se
empeñan en criticar a Marx sólo mediante la construcción y presentación como novedoso
de algo que está fundamentado en ideas que son aun más antiguas, y desde luego mucho
más primitivas, que las de Marx (y que, en ocasiones, como se dijo, hasta fueron ya
criticadas por él mismo).

No se tome, sin embargo, lo anterior como una oda a las maravillas intelectuales alcanzadas
por algo así como la cima del intelecto humano. Uno de los muchos problemas de la teoría
marxiana3 del valor, y de la moderna teoría microeconómica basada en la teoría laboral del
valor, es que se hace preciso usar el moderno instrumental matemático que existe en la
actualidad, y no nos basta por tanto, en absoluto, el que existía en la época de Marx (el que
él utilizó). Marx sabía bastante matemática para su época, pero no podía utilizar el álgebra
matricial o el concepto de integración vertical, sencillamente porque en su tiempo los
teoremas de Perron y Frobenius o la Inversa de Leontief todavía no se habían descubierto.
No obstante, hoy en día no existe justificación alguna para negarse a utilizar esas
herramientas en un intento de poner al día la teoría de Marx.

Algunos marxistas han protestado contra este procedimiento porque consideran que las
matemáticas están impregnadas de ideología. Muchos creen que, al tener la Economía
neoclásica un carácter abiertamente ideológico --liberal, cuando no ultraideológico:
ultraliberal-- y ser, al mismo tiempo, perfectamente compatible con el lenguaje matemático
moderno, eso equivale a la imposibilidad de usar tal instrumental en el contexto de la teoría

3
El adjetivo marxiano se usará aquí con la intención de referirnos con él, no a la tradición marxista
mayoritaria, sino al propio Marx o a quienes pretenden partir de su principal aportación, la teoría laboral del
valor (TLV), para construir otra Economía (aunque no se renuncie por ello a otras aportaciones).

7
del valor-trabajo4. Nada más falso que esa afirmación, como ya se encargó de demostrar
Bródy en 1970.

La historia de una disciplina no puede desconocerse cuando se pretende aportar algo nuevo,
porque se corre el riesgo, hablando en castizo, de pretender haber descubierto el
Mediterráneo cuando ya estaban allí todos los mediterráneos. Aparte de los trabajos
recientes usados como punto de partida inmediato de la investigación origen de este libro
(Shaikh, 1984; Ochoa, 1984; Chilcote, 1997), en el mismo se presenta una línea
interpretativa que combina, partiendo de Marx, aportaciones de gente tan diversa como el
historiador y teórico ruso-menchevique de la economía I. I. Rubin (1928), el economista
matemático húngaro, discípulo de von Neumann y de Leontief, A. Bródy (1970), o el
filósofo español Felipe Martínez Marzoa (1983). Aunque pudiera parecer extravagante,
estoy convencido de que --o al menos lo espero-- la lectura que aquí se hace de la TLV es
posible (lo que no es poco, sabiendo que es más fácil construir una lectura que sea
sencillamente "imposible"). En mi opinión eso es lo que son, no sólo las lecturas
neoclásicas (aunque Morishima tenga mucho interesante que decir al respecto), sino
también, en gran medida, la lectura de la TLV que es, hoy por hoy, dominante en la
tradición de la Economía crítica: la teoría neorricardiano-postkeynesiana, cada vez más
usualmente caracterizada como el enfoque o paradigma del surplus approach (enfoque del
excedente). Repitamos: no se trata de negar las aportaciones de este enfoque (como
tampoco las de los neoclásicos); pero no se puede mejorar a Marx con ideas que, en el
fondo, son el resultado de manipulaciones y remanipulaciones de ideas procedentes de
Ricardo y Smith --cuando no, y eso es más grave aun, de Malthus y Say--, y no porque sean
más antiguas (históricamente) que las de Marx, sino porque fueron efectivamente superadas
y metabolizadas en el sistema conceptual marxiano. A tantos marxistas y no marxistas
críticos e izquierdistas en general que nos quieren vender la postmodernidad como la forma
de comprender la modernidad, no está de más recordarles que se les ve el plumero de la
premodernidad debajo de su brillante ropaje (frecuentemente comprado en los saldos de
unos grandes almacenes). Ahora bien, a quienes de verdad quieren comprender cómo

4
Aunque el autor prefiere el uso de la expresión "teoría laboral del valor" (TLV) a la más corriente de "teoría
del valor-trabajo" (véase una explicación en Guerrero, 1997b), en este libro ambas se toman como perfectos
sinónimos. Sin embargo, las siglas que usaremos serán siempre TLV.

8
funciona la modernidad en la que estamos sólo se les puede ofrecer lo mismo que ellos dan:
diálogo y cooperación, pues poco importa que sobre unos y otros caigan las más diversas
etiquetas multicolores de la próxima campaña del otoño-invierno ideológico.

Para terminar esta introducción, una última reflexión. El admirado Leontief, que no era
marxista, nos dejó el modelo insumo-producto. El admirado von Neumann, que no era
economista, sino matemático, nos dejó las matemáticas imprescindibles para la lectura
moderna del autor de El Capital. Otros autores no marxistas, desde Walras y Bortkiewicz a
Samuelson, Steedman o Morishima, pasando por Sraffa o Pasinetti, aportaron ideas
notables que se han usado, directa o indirectamente, en el cuerpo de esta investigación. Sin
embargo, las preguntas siguen siendo todavía las de Marx --en esto hay mucha gente de
acuerdo--, y, en mi opinión, las respuestas también siguen siendo las de Marx --en esto
habrá menos acuerdo, sin duda--, aunque, eso sí, adaptadas, prolongadas, completadas con
los resultados que el pensamiento libre, el pensamiento que no tiene otra guía que la busca
de la verdad, tiene que saber encontrar al enfrentarse con la realidad que tenemos delante (y
detrás: no nos olvidemos de la historia de los hechos y de la ideas).

En este libro se ofrece, por tanto, un desafío para todo el que acepte dialogar sobre una
cuestión que no es sino la base misma de la Economía como disciplina teórica: no es
posible desarrollar una teoría del valor --y, por tanto, una Microeconomía-- realista para el
siglo XXI si no se toma como punto de partida la TLV ideada por Marx y se completa la
construcción de dicha teoría partiendo de Marx (aunque ello exija ir contra la tradición
marxista) y no en contra de Marx.

9
PARTE I:
LA TEORÍA DEL VALOR EN PERSPECTIVA HISTÓRICA

10
CAPÍTULO 1.
MICROECONOMÍA Y EQUILIBRIO PARCIAL.

Hoy en día la teoría del valor ocupa un lugar impreciso, cuando no indefinido, en el
conjunto de la teoría económica. En cuanto teoría del valor en sentido amplio, se la puede
considerar sinónimo de teoría de los precios relativos, y en ese sentido ocupa el lugar
central de la Microeconomía, o incluso se la puede identificar con la Microeconomía en su
conjunto. Pero en un sentido más estricto y restringido, la mayoría la considera como una
pura reliquia de tiempos pasados, un apéndice filosófico, completamente superfluo además,
para la moderna teoría positiva de la Economía. En realidad, la teoría del valor no es sólo
una teoría de los precios sino también una teoría de los beneficios y una teoría de la
agregación económica, por lo que, no sólo puede llenar de contenido toda la
Microeconomía, sino que incluso la transciende claramente5. Se comprende, entonces, que
el intento de reducirla a una teoría de los precios relativos ampute una gran parte de su
contenido y tenga consecuencias muy serias sobre la integridad de la teoría económica.

1.1. Teoría de los precios

Para el microeconomista convencional, la teoría del valor es la teoría de los precios


relativos, especialmente la teoría matemática de los precios relativos. Para el teórico del
equilibrio general, basta con la actividad mental de asociar números reales a las mercancías
y llamarlos precios para situarse en el terreno de la teoría del valor6, una teoría donde lo
que de verdad cuentan son los teoremas matemáticos y el razonamiento no sólo abstracto
sino formal, es decir, puramente lógico, sin auténticos referentes empíricos en la realidad.
Pero la tendencia actual de los modernos economistas neoclásicos es a prescindir de la idea
de valor como de algo distinto del precio (relativo), por lo que no sorprende que el primero
desaparezca incluso de los índices analíticos de los manuales de Microeconomía. Pero antes

5
Por supuesto, la tarea de delimitación y trazado de fronteras artificiales no tiene mucho que ver con la
actividad científica propiamente dicha, pero, sabido esto, no hay inconveniente en respetar las convenciones
habituales.
6
Véase Debreu (1959), p. 37.

11
de habérnoslas con la interpretación matemática moderna de la teoría del valor --que nos
ocupará, sobre todo en la parte II de este libro--, se impone una breve mirada retrospectiva
que nos dé una perspectiva de conjunto útil para enmarcar los capítulos posteriores.

Hace aproximadamente un siglo, quien es hoy casi unánimemente considerado el


economista más importante de todos los tiempos, León Walras, agrupaba la historia de las
teorías del valor en tan sólo tres: las del valor-trabajo, el valor-utilidad y el valor-escasez.
Walras se oponía a la teoría del valor-utilidad de Say7 argumentando que la utilidad es
condición necesaria pero no “suficiente para crear el valor” (1926, p. 338). Rechazaba con
igual rotundidad la teoría del valor-trabajo de Smith, aunque advertía que “ha sido
generalmente mal refutada” (p. 337). Para él, la pregunta importante era: “¿por qué el
trabajo vale y se intercambia?"; a la que respondía: "porque es escaso”. De esta manera
conseguía aparentemente reducir la teoría del valor-trabajo a la teoría que él mismo
defendía8, aquélla cuyo origen rastreó hasta Genovesi y Senior, y también, y sobre todo,
hasta Burlamaqui y su propio padre: la teoría o “doctrina de la escasez”.

Sin embargo, en la forma, según él, “excelentemente enunciada por Burlamaqui”, esta
teoría de la escasez no es más que lo siguiente: “Los fundamentos del precio son, en primer
lugar, la capacidad de las cosas para satisfacer nuestras necesidades, nuestro bienestar, o los
placeres de la vida, en una palabra, la utilidad de las cosas; y, en segundo lugar, su escasez”
(p. 339). Por consiguiente, se impone la reflexión siguiente: puesto que la utilidad no es en
sí misma una explicación, como el propio Walras se encargó de dejar claro, es evidente que
la medida del precio debe estar vinculada más bien a la medida de la escasez; ¿pero cómo
medimos la escasez? Parece obvio que no puede tratarse de la escasez concebida en
términos absolutos porque todos los datos disponibles y una mínima reflexión militan en
contra de esta tesis. Piénsese en dos cuadros diferentes de un célebre pintor de hace varios
siglos: los dos son únicos --y, por tanto, igualmente escasos en términos absolutos-- pero su
precio es distinto. Tiene que haber, por consiguiente, una manera de solucionar este
problema en términos de algo así como una escasez relativa, es decir, en forma que queden

7
Véase la cita del Catéchisme de J. B. Say en Walras (1926), p. 337.
8
En la segunda edición de su libro, aparecido en 1889, Walras reconoció la prioridad de Gossen, Jevons y
Menger en la elaboración de esta teoría.

12
simultáneamente implicadas la escasez (de la “oferta” del bien en cuestión) y la utilidad, o
necesidad (la “demanda”) de ese bien.

Cuando, en la segunda edición de sus Principios, señala Walras que su rareté coincide con
la solución obtenida por las “condiciones del máximo de utilidad” de Gossen, o con la que
derivada de las “ecuaciones de intercambio” de Jevons, o también (aunque esta vez
formulada en versión no matemática) con la utilidad-límite, o Grenznutzen, de Menger, lo
que está de hecho afirmando es la equivalencia esencial entre lo que hoy consideraríamos la
solución aportada por el modelo del equilibrio parcial del mercado y la que ofrece su
propio modelo de equilibrio general, es decir, las dos secciones, o enfoques, en que se
divide convencionalmente la Microeconomía del siglo XX. El propio Walras habría estado
de acuerdo con esto, pues afirmó expresamente: “consideraremos la fórmula de Jevons
válida sólo para el caso simplificado de dos individuos. Para este caso, la formulación de
Jevons es idéntica a la nuestra (...) Resta aún por considerar el caso general (...)” (ibidem, p.
342).

Como sabe cualquier estudiante, Walras es al equilibrio general lo mismo que Marshall es
respecto del equilibrio parcial; pero hoy no ignoramos que ambas son sólo dos versiones
de una misma teoría básica. Como demuestran todos los libros de texto, el enfoque del
equilibrio parcial es más sencillo, se presta más fácilmente al análisis gráfico, y puede
prescindir incluso, si se desea, de casi todo el tratamiento matemático. Posiblemente sea por
todas esas razones por lo que es dicho enfoque el que aparece en los manuales de Economía
en el lugar preferente, en una posición siempre anterior (lógica y cronológicamente) a la del
análisis del equilibrio general. Por esa razón, esa misma pauta es la que vamos a seguir
aquí, y, por eso, antes de ocuparnos del lado matemático de estos problemas, los
analizaremos en su aspecto más simple e inmediato, el que cualquier estudiante está en
condiciones de captar sin mucho esfuerzo.

La versión moderna de la teoría de Marshall (que coincide, pues, con la de Walras como un
caso particular de ésta) nos dice que lo que hay detrás de la curva de demanda es la utilidad
marginal de los consumidores, y que detrás de la oferta está el coste marginal de los

13
productores; es decir, las dos partes que se enfrentan en el mercado como compradores y
vendedores de cualquier mercancía. Hoy en día la oferta y la demanda se representan
normalmente tal como aparecen en la figura 1.1, pero sus conceptos son básicamente los
mismos que ya se tenía de ellos en tiempos de los clásicos (que, sin embargo, no usaron
gráficos de este tipo).

Figura 1.1. La representación convencional de un equilibrio de oferta y demanda

No obstante, como es bien conocido, la explicación de los precios de equilibrio por la oferta
y la demanda no agradaba ni a Smith ni a Ricardo, aunque sí a Malthus. Pero el rechazo de
Ricardo era tan grande que le escribió a su amigo Malthus: “Usted dice que la oferta y la
demanda regulan el valor, pero esto, a mi juicio, es no decir nada” (citado en Meek, 1974,
p. 195).

Siguiendo a Ricardo, hoy podemos argumentar lo siguiente: decir que las curvas O y D se
cruzan en E es no decir nada, o al menos nada que pueda satisfacer al economista teórico, a
menos que se explique por qué se cruzan esas curvas a ese nivel de precio (y no a otro

14
cualquiera), por qué tienen esa forma e inclinación, qué es lo que a su vez las determina,
etc. Dejando a un lado las enormes diferencias entre la competencia perfecta neoclásica y la
libre competencia de los clásicos (véanse al respecto Guerrero, 1994, 1995), lo importante
es que la teoría del valor que subyace a ambas concepciones prevé consecuencias distintas
sobre el comportamiento del punto E, según que dicho punto se considere situado, o no, en
la curva de oferta a largo plazo correspondiente a la situación de mercado (y que no
aparece en la figura 1.1).

Figura 1.2. El caso en que el equilibrio a corto plazo es a la vez un equilibrio a largo plazo

Si suponemos que en el largo plazo (estático) las condiciones de producción se mantienen


inalteradas con independencia del tamaño del mercado, la curva de oferta a largo plazo será
una curva horizontal (véase en la figura 1.2 la curva Olp). Y si añadimos el supuesto de que
el punto E es no sólo un equilibrio a corto sino también, efectivamente, un equilibrio a
largo plazo (lo cual quiere decir que estará situado sobre la curva Olp), deduciremos que
ninguna variación de la curva de demanda puede afectar al precio de equilibrio a largo
plazo (aunque sí afecte a la cantidad de equilibrio), ya que si el equilibrio a corto plazo se
estableciera, por ejemplo, a un nivel superior a E, como el nivel P2 en la figura 1.3, el
beneficio en este sector sería superior a la media de la economía, lo cual atraería a capital

15
adicional que, al impulsar la curva de oferta hacia la derecha (hasta O'), haría que el nuevo
equilibrio de largo plazo se obtuviera finalmente, no en el punto 2, sino en el 3.

Figura 1.3. La demanda determina la cantidad de equilibrio,


pero sólo la oferta a largo plazo (Olp) determina el precio de equilibrio estable

Ahora bien, sabemos por qué la curva Olp se traza a esa altura y no más arriba o más abajo:
porque es esa altura precisamente, y no ninguna otra, la definida por el mínimo de la curva
de costes medios a largo plazo de la empresa representativa de este sector. En el lenguaje
neoclásico, este coste medio no coincide con lo que se entiende por coste en el lenguaje
corriente, ya que, además del coste propiamente dicho, incluye también el “rendimiento
medio”, es decir, la rentabilidad correspondiente a la tasa de beneficio normal. Por
consiguiente, la explicación convencional del nivel del coste medio --que es más bien el
nivel del precio de equilibrio a largo plazo, por la razón señalada-- no estará completa hasta
que no se haya explicado cuál es precisamente (y por qué) el nivel del beneficio que debe
considerarse “normal” o “medio” en cada caso. ¿Se trata de un 1000% o de un 0.001%, o
quizás de un 1%? Lo menos que se puede decir de la teoría convencional es que recurre a
otro segmento de la teoría para responder a esta pregunta, pero no considera que la
respuesta se sitúe en el interior de la teoría del valor misma. Aunque también se podría

16
sospechar, como confirmaremos en la sección 1.2, que lo que de verdad les interesa es
rehuir la cuestión. Es más, llegados a este punto del beneficio, lo que en realidad parece
esperar el intérprete convencional de la teoría económica es que el lector se haya olvidado
ya de que lo que nos ocupa es un aspecto central de la determinación del precio de las
mercancías (es decir, la cuestión del valor).

Como veremos en detalle en próximos capítulos, el precio compatible con la rentabilidad


media, o sea, el precio de producción (que se nos aparece aquí como "precio de equilibrio a
largo plazo", en términos neoclásicos, pero que es también el prix nécessaire de los
fisiócratas y el natural price de los clásicos) puede calcularse por procedimientos
puramente algebraicos a partir de datos estadísticos y empíricos cuya interpretación es
debatida en la actualidad. Sin embargo, por el momento sólo retendremos la idea --que
analizaremos en la sección siguiente-- de que mientras que la TLV ofrece una solución a la
cuestión de la determinación cuantitativa de esa tasa de ganancia media de la economía,
otras teorías del valor no parecen estar en igualdad de condiciones en este terreno,
oscilando entre la total inconsciencia del problema y el contento más vacuo, basado en el
simple reconocimiento descriptivo, sin capacidad de proporcionar una auténtica
explicación.

1.2. Teorías del beneficio

En la historia del pensamiento económico no es imposible identificar diversas teorías del


beneficio, pero lo más significativo de este campo concreto del análisis económico es que,
más que teorías, lo que se aprecia es, por un lado, la mezcla de esfuerzos explicativos con
argumentos puramente descriptivos, y, por otro lado, la confusión reinante en el interior de
algunos de estos argumentos sobre el origen y la magnitud del beneficio.

Un primer elemento descriptivo lo ofrece la idea del margen de beneficio (markup), según
la cual de lo que se trata es de un simple añadido que se hace a los costes, y que es de
diferente cuantía según el sector de la economía de que se trate. Autores como Kalecki y

17
toda la tradición de postkeynesianos que se inspiran en él han insistido, por ejemplo, en la
explicación de las magnitudes relativas de los márgenes sectoriales de beneficio a partir de
una teoría del diferente grado sectorial de monopolio existente en las empresas de cada
sector. Pero, incluso dejando de lado otras críticas9, es evidente que la explicación de por
qué divergen las tasas de ganancia de las diferentes industrias no es una explicación ni del
origen de la ganancia ni de la cuantía de la tasa de ganancia media de la economía, que,
según esa interpretación, podría ser de cualquier tamaño y permitir asimismo cualquier
disparidad sectorial imaginable en torno a cualquier media arbitrariamente elegida.

Un segundo rasgo descriptivo lo ofrece la idea de que salario y beneficio10 son las dos
partes del valor añadido a nivel agregado, o renta nacional. Por mucho que se insista en la
relación de oposición (o incluso de antagonismo) que caracteriza a ambas variables --como
cuando, siguiendo a Ricardo, se dice que, desde él, es evidente que un aumento de uno de
esos dos elementos se tiene que producir a costa de una disminución del otro elemento, si
se supone dado el total que se reparten entre ambos--, esto tampoco es una explicación del
origen de los beneficios, y tampoco da cuenta de la magnitud de los beneficios, salvo que se
explique11, junto con la cuantía de los salarios, la del valor añadido. Sraffa, al insistir
modernamente en ese antagonismo, ha inducido a algunos sraffianos a creer que ofreció
una teoría de la distribución. Pero esto no sólo no es cierto12, sino que en nada resolvería,
aunque lo fuera, la doble cuestión que debe responder la teoría del beneficio.

9
Fundamentalmente, la idea de que es más factible una explicación diferente de esas diferencias sectoriales
de rentabilidad, basada en las diferencias técnicas que existen entre los distintos sectores. Así, supuesta la
tendencia a la igualación de las tasas sectoriales de ganancia (g = B/K), y teniendo en cuenta que el margen de
beneficio puede escribirse como m = B/Y, no es difícil ver que éste último puede escribirse en función de la
primera y de la productividad del capital (o de su inversa, el cociente capital-producto, r), de forma que m =
g·r = (B/K)·(K/Y) = B/Y. Por tanto, si g tiende a ser la misma en todos los sectores, es obvio que el margen de
beneficio tenderá a ser diferente como consecuencia de las diferencias naturales en el cociente capital-
producto (que refeja la "composición del capital" de Marx).
10
En todo el libro se usarán los términos de ganancia y beneficio como sinónimos, y lo mismo ocurrirá con
las expresiones "tasa de ganancia" y "tasa de beneficio" (o tipo, en vez de tasa).
11
Decimos "explique", no simplemente que se contabilice.
12
Pasinetti escribe que "la distribución de la renta es uno de los campos en que la Producción de mercancías
de Sraffa ha dado lugar, desde su publicación, a las más variadas interpretaciones. Un punto de vista
(extremo) es que Sraffa no tiene nada que decir sobre la distribución de la renta (...) Otro punto de vista se va
al extremo opuesto (...) Mi propia interpretación de Sraffa es que ninguna de estas interpretaciones extremas
puede sostenerse" (1988, p. 135). Sin embargo, el propio Pasinetti tiene que reconocer que la posición de
Sraffa sólo puede definirse "en términos negativos" --por ejemplo, diciendo que es "una posición muy clara en
contra de la teoría de la distribución mayoritaria"--, o en términos muy genéricos, casi vagos, afirmando que
en el libro de Sraffa sólo "se puede encontrar claramente los fundamentos de una teoría de la distribución de

18
Si de lo anterior pasamos a los intentos algo más elaborados por explicar los beneficios,
cabe citar tres grandes teorías que aparecen en la literatura como alternativas de la
explicación que ofrece la TLV. Se trata de las teorías de la productividad física del capital,
y de las que, por analogía, llamaremos teoría de la productividad monetaria (o temporal)
del capital (basada en el tipo de interés) y teoría de la productividad sistémica (o también
dinámica, o matemática) del capital. Todas ellas se oponen a la teoría de Marx, como teoría
de la productividad expropiatoria, o laboral, del capital, y enlazan con la tradición, hasta
cierto punto más ingenua, que precisaba recurrir a ideas como el ahorro o la abstinencia
para intentar justificar el beneficio del capital. Analicémoslas brevemente por separado.

La teoría de la productividad física del capital, ligada a J. B. Clark, sigue siendo la más
popular en los libros de texto de Economía, pero ni siquiera quienes simpatizan con la
tradición abierta por este autor, los economistas neoclásicos contemporáneos más
ortodoxos, la defienden seriamente hoy en día. Tras los debates sobre la teoría del capital
(la controversia original de los dos Cambridge y toda la literatura posterior13), quedó claro
que ningún neoclásico pudo demostrar cómo sería posible medir el capital antes de recurrir
a agregaciones monetarias (que debían estar basadas a su vez en precios monetarios, donde
ya está presupuesta la existencia de un beneficio cuantitativamente determinado, y, por
tanto, de una cierta cantidad de capital). Por consiguiente, el dilema que se les planteó
resultó ser fatal: o recurrían a los precios (y por tanto al beneficio) para explicar la cantidad
de capital que debería servirles a su vez como explicación del beneficio, o bien no podían
definir una cantidad física de capital y, por consiguiente, tampoco una productividad física
de ese capital. Enfrentados con este problema, Samuelson y los demás participantes
neoclásicos en estas polémicas tuvieron que reconocer finalmente la imposibilidad de
defender lógicamente la teoría clarkiana de la distribución de la renta (véase, para este
punto, la segunda parte del exhaustivo libro de Jorland, 1995).

la renta", añadiendo que "cualquier teoría específica de la distribución de la renta que se proponga debe
compararse con dichos fundamentos, y resultar compatible o incompatible con ellos" (ibidem, p. 136) Entre
las que parecen compatibles, Pasinetti señala la teoría clásica del "salario de subsistencia", la teoría del "poder
de negociación" de los diferentes grupos sociales, una "teoría puramente monetaria" sobre los tipos de interés,
o "cualquier versión de la teoría postkeynesiana que relaciona la tasa de ganancia con la tasa de crecimiento"
(ibidem).

19
Pues bien, aunque no se reconozca todavía con la misma claridad, la que podemos llamar
teoría de la productividad monetaria, o temporal, del capital no supone en realidad avance
alguno sobre la teoría anterior, sino tan sólo una de estas dos cosas. O bien se parte
simplemente de la obviedad de que los beneficios son una realidad en la economía
capitalista --y más concretamente una realidad temporal, cronológica, en el sentido de que
su magnitud es estadísticamente tanto mayor cuanto mayor es el tiempo de facto que se
deja transcurrir para que se amasen los citados beneficios14--, y entonces la explicación se
reduce a esa mera tautología. O bien se tiene que recurrir a una explicación del tipo de
interés en términos de las socorridas, pero vacías, oferta y demanda, ya se trate de la
versión neoclásica o de la versión keynesiana de dicha teoría15. En cualquier caso, si
recordamos por qué estamos analizando aquí las teorías del beneficio --sólo porque algunos
autores, los teóricos más serios, necesitaban y necesitan ir más allá de la pura invocación de
la oferta y la demanda como teoría explicativa de los precios de mercado--, no parece
lógico dar el rodeo de buscar explicaciones alternativas para los otros componentes del
precio, para luego terminar renunciando a ello cuando se trata del componente beneficio
(explicado, a la postre, en términos de oferta y demanda).

Por último, la que llamo teoría de la productividad sistémica del capital es el resultado de
un puro ejercicio abstracto, formal, matemático, que interpreta la tasa de ganancia como el
dual de la tasa máxima de crecimiento uniforme de un sistema dinámico del tipo de los
analizados por von Neumann (1938). Este autor mostró por primera vez que ambas tasas
coinciden cuando se resuelve algebraicamente el sistema de ecuaciones que expresa los
datos de una economía, a pesar de haberse obtenido por procedimientos distintos. En
concreto, la tasa de crecimiento es la inversa del autovalor dominante de una autoecuación
cuyo autovector derecho es el vector de proporciones de producciones sectoriales
compatibles con el crecimiento uniforme máximo, mientras que la tasa de ganancia es la

13
Véase a este repaso un amplio y reciente repaso en Jorland (1995).
14
No en vano la dimensión correcta de la tasa de ganancia es, como ha señalado Bródy (1970), T-1, es decir,
la inversa del tiempo. Sin embargo, es claro que la especificación de la dimensión de una variable es un
problema diferente del de la determinación cuantitativa de su magnitud.
15
Sabido es que, para Keynes, la explicación no estriba en la oferta de ahorro y la demanda de inversión,
como en los neoclásicos, pero eso no le capacitó para usar conceptos verdaderamente diferentes, ya que tuvo
que recurrir a la oferta monetaria y la demanda de dinero. Sraffa (1960), por su parte, se remite a Keynes

20
inversa del autovalor de la autoecuación equivalente cuyo autovector izquierdo son los
precios de producción (los precios que contienen la misma tasa de ganancia en todos los
sectores). Esta dualidad matemática se ha interpretado modernamente, tanto en la tradición
neoclásica como en la neorricardiana, como evidencia de que la tasa de crecimiento explica
la tasa de ganancia, pero la posición que refleja esta manera de ver las cosas sólo puede
calificarse como un subproducto del fetichismo matemático de los economistas
contemporáneos, que, olvidando las pautas seguidas por los economistas matemáticos más
serios (véase al respecto la opinión de Leontief, 1954, 1971; Kaldor, 1971; o Morishima,
1973), creen que lo material está ya incluido en lo formal.

En realidad, los dos autovectores lo son de una misma matriz insumo-producto, y el


resultado anterior no es sino una forma más sofisticada de afirmar que a la producción
sectorial total se llega por igual analizando las filas que las columnas (es decir el número de
sectores) en que, más o menos convencionalmente, descomponemos el producto social
total. Sin embargo, esto no puede servir en sí mismo para afirmar la prioridad de las unas
sobre las otras (o viceversa).

Por su parte, la TLV no sólo permite encontrar la solución a la cuestión del beneficio, sino
explicar dónde y por qué fallan las otras teorías. Empezando por lo segundo, y en orden
inverso al seguido en los párrafos anteriores, diremos que, desde un punto de vista formal,
el dual y el primal de un problema matemático son enteramente equivalentes, y no hay
razón matemática alguna para dar prioridad a uno sobre el otro. Sin embargo, desde un
punto de vista económico, la interpretación correcta de la relación entre tasa de ganancia y
tasa de crecimiento parece ser muy diferente. La historia nos demuestra que sólo la
existencia de plustrabajo en una sociedad hace posible la reproducción ampliada de la
misma. El plustrabajo es condición necesaria del crecimiento económico, aunque no sea
condición suficiente (porque se puede destinar el plustrabajo a consumo adicional, sin
crecimiento). Cuando el plustrabajo adopta la forma histórica de la plusvalía (cuya
expresión monetaria es el beneficio), es ésta la condición del crecimiento. Y esta condición

como explicación última del beneficio, y los sraffianos se limitan a combinar esa idea con la idea ya
comentada de la relación de antagonismo que vincula a salarios y beneficios en una perspectiva clásica.

21
no es un dato puramente histórico. Sigue siendo muy actual. Hoy es posible el beneficio sin
crecimiento, pero no a la inversa. Es la tasa de beneficio la que explica la tasa de
crecimiento máxima, y no a la inversa. Es más, si hacemos el ejercicio mental de suponer
que el consumo se reduce a cero y que todos los beneficios se reinvierten, el resultado será
que el crecimiento económico asociado a esa hipótesis se hace máximo, pero ello no
afectará en lo más mínimo a la relación de causalidad subyacente, que seguirá siendo
idénticamente igual que en el caso general.

Algo similar ocurre con la relación entre tasa de ganancia y tipo de interés. El segundo sólo
es la forma específica que adopta el primero en una industria particular: la del sector
bancario o financiero. Los tipos de interés activos y pasivos de la banca privada se ajustan
de tal manera que, teniendo en cuenta los condicionantes impuestos por el Banco Central y
los demás datos de la economía, su diferencial (neto de costes operativos y otros gastos)
proporcione (tendencialmente) al capital invertido en esta rama la misma rentabilidad
media que en el resto de las industrias. El interés no es, pues, sino una concreción particular
de la tasa de ganancia, y viene explicado por ésta, y no al contrario, como ocurre en la (a
nuestro juicio falsa) teoría de la productividad monetaria del capital.

En cuanto a la productividad física del capital, hay que distinguir dos cosas. La teoría
laboral del valor permite una auténtica agregación física y objetiva16 de los diferentes
medios de producción que constituyen el cuerpo material del capital (en realidad, permite la
agregación de cualquier cesta de mercancías heterogéneas). Pero una vez que se concibe el
lado material del capital como una simple acumulación de trabajo pasado --que se enfrenta
al trabajo presente de los obreros como capital constante--, es evidente que este capital
constante no puede tener productividad alguna en términos de valor, por más que los

16
Muchos autores, en particular los teóricos del excedente (surplus, surplus approach), insisten en lo físico
como contrapuesto al trabajo. La razón es que quieren rehuir la teoría laboral del valor, y crean una
separación artificial para intentar fundamentar una posición alternativa, pero en realidad no existe tal
separación. Lo que de hecho hay es lo laboral como especificación particular de lo físico y, por tanto, como
requisito necesario para la cuantificación de lo físico. Si lo físico no se especifica de alguna manera, entonces
resulta indeterminado, no sólo cuantitativa sino también cualitativamente (ya que comprende realidades tan
diversas como el peso, las calorías o la radioactividad). Por otro lado, lo físico y lo social no son propiedades
incompatibles en el trabajo. Es verdad que el trabajo abstracto es más bien el lado social del trabajo, pero esto
no desprovee a este trabajo de su existencia real y física. Simplemente, no coincide con el trabajo concreto,
pero ambos son tan sólo dos aspectos del mismo proceso laboral humano.

22
medios de producción contribuyan (y de manera decisiva, según la TLV) a la productividad
física del trabajo humano (aumentando la cantidad de valores de uso que es posible
alcanzar por unidad de trabajo). La distinción entre valor y riqueza, ya muy presente en
Ricardo, es radical en Marx, y por tanto cuando bautizamos la TLV como una teoría de la
productividad laboral del capital no se quiere decir que el capital sea auténticamente
productivo de valor, sino que el valor del que se apropia el capital ha sido producido en
realidad por el trabajo (aunque, por supuesto, en la producción de las mercancías en cuanto
meros productos o cosas, el sustrato material del capital, es decir, los medios de
producción, entran tanto como el trabajo17).

En cuanto al lado positivo de la TLV, la idea básica procede del hecho de que todas las
sociedades necesitan trabajar para reproducirse, y necesitan repartir la cantidad total de
trabajo de la que pueden disponer entre los diferentes usos posibles. En otras formas
sociales previas al capitalismo, los diferentes tipos de trabajo se asignan a los diferentes
usos en proporciones o cantidades que se determinan de forma más o menos directa. Pero
en el capitalismo no existe ninguna institución central, ninguna tradición ni ningún
mecanismo consciente que cumplan esta tarea. No existe coordinación a priori de las
diferentes unidades de producción (que son las empresas o unidades de capital). En cada
una de estas unidades, el trabajo está fragmentado y, por tanto, separado del trabajo de las
demás unidades --y eso es así como resultado de un largo proceso histórico de privatización
del trabajo social, o de la actividad productiva y reproductiva de la sociedad, que llega a un
culmen insuperable con el desarrollo del sistema del capital--, y esto hace que la
coordinación tenga que producirse ex post, a través de la intermediación del mercado. Pero
el mercado es el lugar donde se validan los precios como precios efectivos, y Marx
descubrió que lo que se producía en último término en esa validación era el reconocimiento
de la forma específica de asignación del trabajo llevada a cabo en el proceso de producción
de cada unidad de capital. De forma que los precios de mercado no son sino otra forma de
expresar las cantidades de trabajo socialmente necesarias para reproducir cada tipo de
mercancía.

17
Recuérdese la célebre cita de W. Petty, refrendada por Marx, en el que el primero dice que el trabajo
(hands) es el padre, y la tierra (land), la madre, de toda la riqueza social.

23
En el capitalismo, además, la propia fuerza de trabajo se convierte en una mercancía más, y
se ve sometida por tanto a las mismas leyes que las demás mercancías18. Sus costes de
reproducción se reducen a un mínimo (como cualquier otra mercancía) debido al impulso
de la competencia, que es lo que define la operativa del capital a nivel microeconómico.
Una vez que la reproducción de la fuerza de trabajo se reduce a un mínimo, que es al
mismo tiempo una fracción tan sólo de la cantidad de trabajo que esa fuerza de trabajo
puede realizar bajo la norma del capital, los propietarios capitalistas de los medios de
producción están en condiciones de pagar a los trabajadores el equivalente de la mercancía
que éstos venden, y a la vez quedarse con la fracción de la jornada laboral que no tienen
que pagar. Esta extracción de plusvalor es la fuente del beneficio y, gracias a su reinversión
en nuevos medios de producción, la fuente del capital, que resulta ser, por tanto, sólo
trabajo impagado acumulado en el pasado en manos de los capitalistas.

El cociente entre el plustrabajo total realizado en un periodo de tiempo y el trabajo total


representado por el capital invertido por la clase capitalista al principio de ese periodo es
exactamente la magnitud de la tasa general o media de ganancia. Este logro científico de
importancia decisiva, debido a Marx, no se reconoce unánimemente por puras razones
ideológicas. Sin embargo, si no se deja que los prejuicios ideológicos interfieran en el
reconocimiento de la superioridad de la TLV (la única que ofrece una explicación de la
magnitud de la tasa de ganancia), concluiremos que, con esto, tenemos al mismo tiempo
una teoría de la distribución de la renta (que es tan sólo un aspecto de la teoría general del
valor). Esto quiere decir que sólo se necesita la TLV para explicar tanto los precios como
los beneficios. La determinación de los precios resulta ser completamente real y objetiva,
pero esta objetividad no radica en un mundo físico y muerto, sino que es una objetividad
activa, no es sino la práctica humana, cuyo elemento esencial y decisivo bajo la forma
social capitalista es el trabajo social. Por tanto, es el mundo objetivo de la producción en su
movimiento, representado y resumido en el proceso social del trabajo capitalista, lo que
determina al mismo tiempo los precios y el tipo de beneficio, los valores y los plusvalores.
En cambio, si se prefiere --a mi juicio, por razones ideológicas a menudo ocultas o

18
Véase en Guerrero (2000) cómo esta teoría se basta a sí misma para transformarse en una teoría completa
del desempleo que dé cuenta, a la vez, de la tendencia secular al crecimiento del ejército industrial de reserva
y del movimiento cíclico que experimenta la propia tasa de desempleo.

24
inconscientes-- evitar toda referencia al trabajo y a los valores, entonces es imposible
determinar y explicar la magnitud de los beneficios y de la tasa de beneficio, así como de
los precios (aunque se siga siendo capaz, por supuesto, de calcularlos a partir de los datos
ofrecidos, ex post, por la contabilización del proceso de trabajo social mismo, el mismo
proceso que algunos autores prefieren llamar, usando un conocido y aséptico circunloquio,
“el conjunto de los datos físicos más la distribución" del sistema).

1.3. Teoría de la agregación económica

La relación universal e indirecta que existe entre las mercancías del mundo real (social)
capitalista exige que la razón teórica (no menos real y social, aunque mental) se pregunte
por la propiedad común y cuantificable que en todas ellas debe existir. Según la TLV, esta
propiedad es la de ser todas ellas el producto de una cierta cantidad (esa cantidad y no otra)
de todo el trabajo social actualmente disponible. Ahora podemos añadir que esta
característica de las mercancías muestra claramente la propiedad aditiva, y esto permite
fundamentar en el trabajo la posibilidad de agregación y de análisis macroeconómicos. Pero
obsérvese que si el trabajo puede servir como patrón de medida es porque reúne las
características de un auténtico patrón de medida: universalidad e invariabilidad. Tenemos,
por tanto, en el trabajo una dimensión adicional a las analizadas en las dos primeras
secciones de este capítulo, pero esta dimensión del trabajo debe ser cuidadosamente
separada de su naturaleza como fuente y origen del valor.

Schumpeter tenía mucha razón --y no se ha prestado a este punto la enorme trascendencia
que tiene-- al señalar a Malthus como ejemplo paradigmático de que es perfectamente
posible adoptar una teoría del valor distinta de la TLV y, sin embargo, recurrir al trabajo
como medida del valor. Esto merece una explicación. Las múltiples, innumerables
propiedades de las cosas, lo mismo físicas que económicas, no siempre se manifiestan y son
medibles de forma directa, sino que en ocasiones requieren formas indirectas de medida19.
Esto no le pasó desapercibido a Marx, que señaló que con las cantidades de trabajo también

19
Véase Ganssmann (1988), y una discusión de sus ideas en Guerrero (1997a).

25
sucede lo mismo, pues sólo se ponen de manifiesto y aparecen --sólo se las puede descubrir
y computar-- a través de los precios monetarios, en los cuales los valores se representan en
forma de cantidades de valor de uso de otras mercancías con las que se comparan las
primeras. Estas mercancías que sirven de punto de comparación podrían ser de hecho
cualquier mercancía --y de hecho así comenzó siendo--, pero en la práctica actual los
intercambios mercantiles se realizan entre mercancías y dinero, porque esa misma práctica
social ha impuesto una mercancía como equivalente universal, individualizándola y
singularizándola frente al resto de las mercancías20.

Otra forma (habitual pero desafortunada, en mi opinión) de ver la cuestión prescinde, sin
embargo, del criterio básico de la práctica --el de la actividad real de los agentes efectivos
en las economías de verdad-- a la hora de seleccionar pragmáticamente un equivalente
universal, y dirige su atención hacia el ámbito de la pura abstracción mental, donde la
equivalencia formal de todas las mercancías como referentes y medida del valor es, desde
luego, un hecho. Así, algunos autores prefieren razonar en términos puramente teóricos (en
el sentido de no prácticos), y considerar que los valores se expresan bien como precios
relativos bilaterales (en cuyo caso se miden los valores en cantidades de valores de uso de
la segunda mercancía por la que se cambia una unidad de la primera), bien como precios
salariales.

En este segundo caso, la mercancía que se usa como polo de comparación es la mercancía
fuerza de trabajo, y por tanto el valor se expresa en cierto número de unidades de esta
mercancía, llamadas a veces unidades de salario o unidades de trabajo adquirible21. Téngase
en cuenta que es perfectamente posible --y esto da la razón a Schumpeter-- usar una teoría
del valor diferente, por ejemplo, una teoría del valor-utilidad o del valor-escasez, y
considerar que estos valores no se expresan directamente en esas unidades, sino

20
Hoy, el dinero crediticio ha sustituido al dinero metálico (el oro) como forma mayoritaria del dinero, pero
hasta la denominación de las monedas nacionales nos recuerda su origen metálico. Este cambio en nada
modifica, además, la verdad de la afirmación anterior, según la cual la realidad social del sistema económico
capitalista, la práctica de sus agentes reales, se ha encargado de contraponer una mercancía a las demás,
convirtiendo a la primera, entre otras cosas, en el equivalente universal.
21
Commanded labour en Smith puede traducirse como trabajo adquirible, término que nos parece preferible
al trabajo ordenable que utiliza Rojo en la traducción del libro de Sraffa, y al trabajo demandable de Sacristán
en la traducción de la Historia de Schumpeter.

26
indirectamente, y haciéndolo además en términos de la mercancía fuerza de trabajo. Ésta es
exactamente la posición de Malthus, que sigue en esto una de las teorías defendidas por
Smith. Como se sabe, Smith defendió una teoría del trabajo contenido en la mercancía, pero
también una teoría del trabajo adquirible con la mercancía, que pareció preferir a la
primera22.

Aunque la teoría del valor de Smith no se limita a la defensa simultánea de las dos
versiones citadas de la teoría del valor-trabajo23, este aspecto de su teoría es el que más
atención ha recibido en la literatura posterior. Ricardo, por ejemplo, combate esta idea de
Smith, y lo hace de forma consecuente y acertada, desde el punto de vista de la TLV.
Ricardo se opone al trabajo adquirible como patrón de medida porque le parece tan variable
como el oro o el trigo24. A Ricardo le parece evidente la variabilidad del valor del oro o del

22
“Como el precio nominal o monetario de los bienes determina y decide finalmente si son o no razonables
las compras o las ventas, y por él se regulan casi todas las transacciones de la vida común, cuando media
precio, no es de extrañar que se preste más atención al precio nominal que al real. Sin embargo, en una obra
de la naturaleza de la presente, puede ser muy útil comparar los diferentes valores reales de una mercancía, en
distintos tiempos y lugares, o los diferentes grados de capacidad adquisitiva con respecto al trabajo de otros
pueblos que con ella pudiera adquirir su dueño, en distintas ocasiones. En este caso es necesario que
comparemos, no las diferentes cantidades de plata, por las que generalmente se vendió, sino las distintas
cantidades de trabajo que por dichas cantidades de plata se obtuvieron" (Smith, 1776, pp. 38-39).
23
Por ejemplo, es muy interesante la propuesta pragmática para sustituir los difícilmente encontrables precios
del trabajo por los más asequibles precios del cereal: “Ahora bien, los precios corrientes del trabajo, en
lugares y época distantes, apenas se conocen con cierto grado de exactitud. Los precios del grano, aun cuando
en muy pocos sitios se registraron de una manera regular, son, por lo general, mejor conocidos, y de ellos
tomaron noticia con más frecuencia historiadores y escritores. Con éstos, pues, debemos contentarnos y no
porque se hallen siempre en la debida y exacta proporción con los precios corrientes del trabajo, sino porque
son los que más comúnmente se aproximan a dicha proporción. Es esta circunstancia la que nos permite hacer
varias comparaciones de esta índole” (1776, pp. 38-39).
24
Escribe: “Adam Smith, quien definió con tanta exactitud la fuente originaria del valor en cambio, y venía
obligado, por consiguiente, a sostener que todas las cosas se hacen más o menos valiosas en proporción a la
mayor o menor cantidad de trabajo empleado en su producción, ha establecido otra medida de valor, y dice
que las cosas son más o menos valiosas según que puedan ser cambiadas por una cantidad mayor o menor de
dicha medida. A veces emplea para ello el trigo; otras veces, el trabajo, pero no la cantidad de trabajo
empleada para la producción de un objeto, sino aquella de que se puede disponer en el mercado: como si éstas
fuesen dos expresiones equivalentes y como si, porque el trabajo de un hombre se volviese doblemente
eficiente y éste pudiera, por lo tanto, producir doble cantidad de un artículo, fuera a recibir necesariamente, en
cambio, del mismo, una suma dos veces mayor. Si esto fuese cierto, si la remuneración del trabajador fuera
siempre proporcionalmente a lo que se produce, la cantidad de trabajo empleada en una cosa y [la] que ésta
puede adquirir serían siempre iguales, y cualquiera de las dos podría medir con exactitud las variaciones de
las demás cosas; pero no ocurre así; la primera constituye en muchas circunstancias una medida invariable,
que indica correctamente las variaciones de las demás cosas; la segunda está sujeta a muchas fluctuaciones
con respecto a las comparadas con ella. Adam Smith, después de haber demostrado con mucha habilidad la
insuficiencia de una medida invariable, como el oro y la plata, para determinar el valor variable de las demás
cosas, ha escogido a su vez una medida no menos variable, como es el trigo o el trabajo” (Ricardo, 1817, p.
30).

27
trigo, pero no menos variable le parece el valor del trabajo25, porque, al igual que en Smith,
falta en él la doble distinción que aparece a este respecto en Marx.

Por una parte, Marx distingue entre trabajo y fuerza de trabajo, y con ello capta que la
unidad de medida del primero es invariable (una hora, por ejemplo) por mucho que varíe el
valor de la mercancía fuerza de trabajo, que, como cualquier otra mercancía, no sólo puede
variar sino que es imposible que pueda tener siempre el mismo valor. Por otra parte, la
distinción entre el valor y la forma del valor supone una auténtica anticipación por parte de
Marx de la moderna teoría de la medida --desarrollada por los físicos y los filósofos de la
medida--, y concretamente de las dos ideas centrales señaladas por Ganssmann (1988). Por
una parte, la idea (ya aparecida aquí) de que la medida intrínseca o directa se expresa en
una medida externa o indirecta. Pero en segundo lugar, la idea --y esto es de una
importancia decisiva-- de que en toda medida se produce una abstracción, gracias a la cual
se genera la igualdad entre los objetos que se miden (que son objeto de la medida en
cuestión) porque todos ellos son reducidos, al medirse, a meros portadores (Träger es la
expresión usada por Marx) de la propiedad seleccionada, dejándose de lado en esta
operación todas las demás propiedades de la cosa medida, consideradas temporalmente
como irrelevantes y despreciables a efectos de la finalidad práctica para la que los agentes
económicos de la sociedad capitalista se muestran interesados en llevar a cabo la operación
real de medida (que es anterior y previa, y no debe confundirse, con la actividad de medida
posterior que interesa al teórico de la economía capitalista).

Volviendo al primer aspecto citado, una vez que se parte de la distinción entre dos medidas
del valor, se comprenderá que sea posible usar como medida indirecta un patrón no
invariable, con tal que la medida intrínseca sí reúna el requisito de invariabilidad, y siempre
que se pueda establecer en la práctica, y en cada momento, una relación precisa entre
ambas medidas. Por tanto, lo único que requiere una teoría del valor para permitir una
teoría de la agregación es que la unidad de medida inmanente sea invariable, y Marx

25
Se pregunta: “¿No es también el valor del trabajo igualmente variable, afectado como está no solamente,
como las demás cosas, por la proporción entre la oferta y la demanda, que varían uniformemente con cada
cambio ocurrido en las condiciones de la comunidad, sino también por el precio variable de los alimentos y
demás artículos de primera necesidad en que los trabajadores gastan sus salarios?” (ibid., p. 31).

28
cumplió los requisitos exigidos con su teoría laboral del valor (la TLV), al elegir para este
papel la hora de trabajo simple como hora de trabajo de reloj26.

En cuanto a la medida indirecta, no se requiere que la mercancía elegida para ello tenga un
valor invariable, sino simplemente que contenga la propiedad que se especifica en la
medida inmanente. Este último aspecto es muy importante para cualquier evaluación de las
teorías del valor. Y a este respecto hay que decir que Adam Smith intuyó este punto mejor
que Ricardo, pues mientras que él señaló la equivalencia entre los dos tipos de medidas “en
circunstancias iguales de tiempo y lugar”, Ricardo sufrió la confusión de pensar que era
necesaria una mercancía cuyo valor se mantuviera invariable en el tiempo. Al creer
erróneamente que la mercancía-patrón que sirviera de medida debía ser invariable de
acuerdo con ese patrón, y al ser simultáneamente consciente de que no se puede encontrar
en la práctica una mercancía real de esa naturaleza, Ricardo argumenta --y a ello dedica
gran parte de su energía intelectual-- que, aunque no pueda encontrarse en la práctica, la
búsqueda de tal mercancía-patrón es sumamente relevante en la teoría27, es decir, para el
teórico.

Desde este punto de vista citado, no cabe duda de que la confusión parcial de Ricardo se
prolongó y agravó en Sraffa --como tampoco duda nadie de que Sraffa encontró una
solución para el problema teórico de Ricardo--, y ello, en mi opinión, por un triple motivo:

1) no sólo dedicó una atención desmedida --en cuanto no se necesita una mercancía
de valor invariable cuando se tiene un patrón invariable que no es mercancía-- a la cuestión
de la mercancía patrón28;

26
No se precipite el lector hacia la cuestión de la reducción de los trabajos heterogéneos a trabajo homogéneo,
porque también esa cuestión está resuelta (al menos desde Bródy, 1970) desde el punto de vista de la TLV.
27
“Si pudiera hallarse una cosa que en todo tiempo requiriera la misma cantidad de trabajo para su
producción, se tendría allí un valor invariable, que sería eminentemente útil como término de medida para las
variaciones de las demás cosas. Pero no lo conocemos, y, por consiguiente, no podemos fijar medida de valor.
Sin embargo, es de una importancia considerable, para establecer una teoría correcta, el averiguar cuáles son
las cualidades esenciales que habría de reunir esa medida, a fin de poder conocer las causas de la variación del
valor relativo de las cosas y calcular la forma en que actuarán según todas las probabilidades” (1817, p. 33).
28
Sraffa, que se presenta como continuador de Ricardo, cree haber encontrado las cualidades del patrón de
medida de Ricardo. Tras definir idealmente una “mercancía patrón”, y un “sistema patrón”, llega a la “renta
nacional patrón” como unidad de medida de los “sistemas efectivos”, y la presenta como “el patrón de
salarios y precios que hemos estado buscando” (Sraffa, 1960, p. 45). En un apéndice, añade que “la

29
2) sino que la asoció tan sólo a la cuestión --típicamente ricardiana, pero secundaria
para Ricardo, al revés que para Sraffa-- de la distribución de la renta y sus posibles efectos
sobre los precios29; y

3) sobre todo, la terminó ligando a una maniobra final que, bajo la apariencia30 de
una defensa de la TLV, lo que hizo fue reconducir y reducir la teoría de Ricardo a la
versión smithiano-malthusiana de la teoría del valor (dando así un auténtico paso atrás,
pues el trabajo aparece sólo como la medida en que se expresa una fuente de valor que
puede ser cualquiera). En efecto, como demuestra la “sorpresa” que a él mismo31 le produce
ese descubrimiento, a lo que llega inconscientemente Sraffa es a que, al usar el trabajo total
como simple unidad de medida (como normalización, diríamos en el argot de los sistemas
de ecuaciones lineales) de los valores, está volviendo de hecho a Smith y a Malthus, en el
sentido de independizar la cuestión de la medida aparente y efectiva de la cuestión de fondo
del origen o causa --o explicación, si se quieren usar términos menos cargados de
significación filosófica especulativa-- del valor como propiedad específica realmente
presente en las mercancías de hecho, cuya medida nos interesa llevar a cabo para

concepción de una medida patrón de valor como un medio entre dos extremos (...) también pertenece a
Ricardo" (p. 132).
29
Sraffa (1960) dice que la clave para entender la influencia de los cambios distributivos sobre los precios es
lo que Marx llamó la diferente composición orgánica del capital de las diferentes industrias. Si ésta no es
idéntica en todos los sectores, una variación en el salario, por ejemplo un descenso, provocará un “déficit” en
las industrias que tienen menos trabajo en relación con sus medios de producción (y un “superávit” en el caso
contrario). Por tanto, habría una “proporción crítica” que marcaría la frontera entre ambas, de forma que “una
industria que empleara esa ‘proporción’ particular mostraría un equilibrio”(p. 31). Si existiera una industria
con esa proporción, “la mercancía producida por tal industria no experimentaría la necesidad (...) de aumentar
o descender en valor en relación con cualquier otra mercancía cuando los salarios se elevaran o descendieran”
(p. 34). Definiendo la proporción entre trabajo y medios de producción como una “razón-valor”, resulta que la
misma es necesariamente diferente para cada industria salvo en el caso en que el salario es cero y, por tanto,
la tasa de ganancia es máxima y coincide al mismo tiempo con la citada razón-valor (R). Fuera del caso en
que w = 0, no es probable encontrar una mercancía “equilibrada” en el sentido anteriormente definido, pero
sería más fácil encontrar una “mercancía compuesta” que sí reuniese los requisitos exigidos. Si “segregamos
del sistema económico existente aquellas fracciones de las industrias básicas individuales que, conjuntamente,
forman un sistema completo en miniatura dotado de la propiedad de que las diferentes mercancías están
representadas entre sus medios de producción totales en las mismas proporciones en que lo están sus
productos”, podríamos llamar a esa mercancía compuesta “la mercancía patrón”, y el “conjunto de ecuaciones
(o de industrias) tomadas en las proporciones que generan la mercancía patrón será denominado el sistema
patrón” (pp. 39-40). Por último, toma “como unidad de la mercancía patrón la cantidad de la misma que
formaría el producto neto de un sistema patrón que empleara el trabajo total del sistema existente (...) Tal
unidad será denominada producto neto patrón o renta nacional patrón” (p. 40).
30
Ya Duménil (1980) se encargó de señalar este punto, en el apéndice que le dedica a Sraffa.

30
comprender el lado cuantitativo de una relación social universal cuya dimensión cualitativa
no se puede disociar ni abstraer de la mente del teórico de la economía capitalista. Sraffa
abre así la puerta para la defensa de una concepción del valor que no se interesa sino por la
medida externa del valor, pero que renuncia o puede renunciar a la explicación teórica de
los valores empíricos, en la tradición del peor Smith o del saltimbanqui Malthus, pero
también del propio Sraffa y de muchos discípulos suyos que, motivados quizás por el
inmovilismo cierto de muchos marxistas, han olvidado el no menos evidente esquematismo
de quienes han aprovechado esta debilidad para reclamar la autosuficiencia de la oferta y la
demanda como base de una teoría del valor.

Magnitudes absolutas y relativas


Un segundo aspecto decisivo para la teoría del valor como teoría de la agregación
económica lo supone la cuestión de las relaciones existentes entre precios absolutos y
precios relativos, como caso particular de un fenómeno más general (universal, de hecho),
como es la relación entre magnitudes absolutas y magnitudes relativas.

Los economistas que a lo largo de toda la historia de nuestra disciplina han insistido en que
sólo deben interesar al teórico los precios relativos de las mercancías, pero no los
absolutos, desconocen el principio básico de que no puede existir una "cantidad relativa" de
algo sin que existan al mismo tiempo "cantidades absolutas" de ese algo. Si podemos
afirmar de A que es tres veces mayor que B es porque tenemos un patrón universal de
medida absoluta, que puede usarse tanto para conocer el "tamaño absoluto" de A como el
de B. Cuando hablamos del precio relativo de dos mercancías nos referimos al precio
relativo de una unidad de cada una de ellas en términos de unidades de la otra. Si el precio
relativo de A en términos de B es 7 (y lo escribimos como Pab = 7), esto significa que es
posible obtener por medio de intercambio mercantil --no por un simple ejercicio de
gimnasia mental-- 7 unidades de B a cambio de sólo una unidad de A. Si decimos que el
peso relativo de esas dos mismas unidades es 2 queremos decir que una unidad de A pesa
tanto como dos unidades de B (en términos de los campos gravitatorios reales implicados,

31
“Es sorprendente que la mercancía patrón, que ha sido desarrollada aquí desde ella, resulte equivalente a
algo muy cercano al patrón sugerido por Adam Smith, a saber, el ‘trabajo ordenable’ (sección 43), al que el
propio Ricardo se opuso tan decididamente” (Sraffa, 1960, p. 132).

31
no en términos de la conciencia del espectador). Y si su volumen relativo es 4, lo que
queremos decir es que una unidad de A ocupa un espacio físico cuatro veces superior (en su
entorno, no en la mente del observador) al que ocupa una unidad de B.

El precio es pues una magnitud real y relativa, lo mismo que el peso relativo, el volumen
relativo, etc. Pero la diferencia estriba en que en todos los casos (salvo en el precio) el
usuario del concepto parece consciente de que se trata de cantidades reales relativas (o
cocientes de cantidades reales absolutas) de algo que ya está identificado y que llamamos
convencionalmente peso, volumen o lo que sea. Por el contrario, cuando se trata de un
precio se pretende argumentar, extrañamente, que no es posible decir que el precio relativo
es un cociente de precios absolutos; y, además, se argumenta eso no porque no sepamos
qué significa el precio absoluto (de hecho, la TLV lo explica perfectamente), sino porque
"no es necesario saberlo".

Curiosamente, en este planteamiento hay una inversión total del enfoque correcto y
habitual. Los mismos autores que se abstraen de la práctica social universal (el uso del
dinero y de los precios monetarios reales en el mundo mercantil) y se interesan sólo por la
práctica imaginaria o convencional de la fijación arbitraria de un numerario --que sólo
puede tener una finalidad puramente teórica-- recurren ahora a un falso argumento
"práctico" para intentar descartar la conveniencia del análisis teórico completo --que no se
contenta con el precio relativo y exige comprender la naturaleza del precio absoluto--,
señalando que, puesto que en el mercado no es necesario nada distinto de los precios
relativos para llevar a cabo las transacciones efectivas (al fin y al cabo, el precio monetario
es un caso particular de precio relativo), el teórico no tiene por qué preocuparse por los
precios absolutos.

Una primera respuesta podría ser del mismo tipo pragmático que el argumento recién
empleado: ¿a qué viene tanto interés, entonces, por las ecuaciones del sistema completo de
precios y tasas de ganancia si el capitalista vendedor, o su empleado, estarán siempre

32
amablemente32 dispuestos a informarnos del precio exacto de cada una de las mercancías
concretas por las que mostremos nuestro interés mercantil real?

Pero más importante es la respuesta teórica. Marx demostró que si existen precios relativos
tiene que ser porque existen precios absolutos. No se puede defender lógicamente que
existen los precios relativos pero no los absolutos. La mayoría de los economistas actuales
piensa que es posible concebir el precio como una simple “relación de intercambio” entre
dos mercancías. Pero veamos. Si escribimos A = 7B, esto significa que una unidad de A es
tanto como 7 unidades de B, es decir, que 7 B equivalen o son iguales a una unidad de A.
Pero se impone entonces la pregunta: ¿iguales en términos de qué? Según los datos de
nuestro problema, dados más arriba, si nos refiriéramos al peso, tendríamos que escribir A
= 2B. Si nos refiriéramos al volumen, escribiríamos A = 4B. En cambio, estamos
escribiendo A = 7B y hablamos de precios. Luego hay que especificar de qué propiedad de
las mercancías estamos tratando. Marx dijo que se trataba del trabajo (más exactamente del
total del trabajo social actualmente disponible y fraccionable en el seno de las empresas
capitalistas), y los economistas modernos, conscientes de los problemas lógicos a que se
enfrenta cualquier hipótesis alternativa, y a la vez afectados por el halo de desprestigio que
parece rodear a quien se coloca de parte de Marx en este punto, prefieren, en su mayoría, no
definirse y optan por no escoger ninguna, a la espera de que pase la tormenta que obliga a
elegir en una situación tan comprometida (una minoría de ellos prefiere usar
conscientemente la estrategia del calamar: al sentirse perseguido, lo esté o no en realidad,
procura expulsar la mayor cantidad posible de tinta, cuanto más negra mejor, para que el
adversario pierda la pista enseguida y cambie de tercio lo antes posible).

En un trabajo aparte33, intento demostrar que no es posible elegir otros candidatos a


fundamento del valor, o que al menos no es posible ningún candidato que soporte tan bien
como el trabajo la prueba universal de la triple contrastación científica (lógica, teórica y
empírica). Pero ahora nos centraremos en el otro lado del argumento a favor de la teoría
laboral del valor, porque lo que tampoco pueden negar los críticos de la TLV es que el

32
Que esa amabilidad sea forzada o natural, como han venido discutiendo en la prensa dos colegas de
profesión --Félix Ovejero y Carlos Rodríguez Braun-- es lo de menos en este punto.
33
El lector interesado puede pedirlo a diego.guerrero@cps.ucm.es

33
trabajo es una propiedad que reúne todos los requisitos para funcionar como patrón de
medida y de agregación. De hecho, no se trata sólo de que el trabajo sea una condición
suficiente de la teoría del medida económica, sino que es una condición necesaria, como
vamos a ver. No se trata de una opción, y mucho menos de un capricho; no es que se pueda
elegir entre el uso de unas u otras unidades. En realidad, la adopción de las unidades de
valor es obligada para el análisis de cualquier problema de agregación (es decir, en la
práctica, para cualquier problema económico), porque no existe otro medio de poder sumar
cantidades de mercancías que son físicamente heterogéneas, y poder, simultáneamente,
compararlas en el tiempo. El problema de los números índices nos servirá para entender las
razones de que esto sea así.

Todo el mundo sabe cómo hay que descomponer cualquier incremento nominal del PIB
para distinguir entre su crecimiento real y el incremento de los precios asociados a los
productos que lo componen. Si representamos por Y el número índice del PIB nominal, por
Yr el correspondiente al PIB real y por dY el correspondiente al deflactor del producto
interior bruto (PIB), y usando subíndices para las mercancías y superíndices para el tiempo,
la identidad
Y ≡ dY*Yr

no es sino otra manera de representar la siguiente igualdad:

∑ ∑ ∑
t t 0
x
t
i
⋅ p i x
t
i
⋅ p i x
t
i
⋅ p i
i
= i
⋅ i

∑ ∑ ∑
0 0 0
x
0
i
⋅ p i x
t
i
⋅ p i x
0
i
⋅ p i
i i i

Obsérvese que esta operación sólo es posible si tenemos las mismas mercancías en el
numerador que en el denominador, es decir, en el momento 0 y en el momento t, ya que, en
caso contrario, cuando en el transcurso del lapso que va de 0 a t se da cabida a la aparición
de nuevas mercancías, es imposible saber qué precio tenían dichas mercancías en el
momento 0 (puesto que sólo existen en t pero no en 0), por lo que p0 no existe para ellas.
Ésta es la razón de que en la práctica los índices de precios y de cantidades habitualmente
usados en la contabilidad nacional necesiten cambiar de base tan a menudo: el hecho de que

34
estén continuamente apareciendo nuevas mercancías hace que cualquier ecuación
convencional de este tipo tenga cada vez menos sentido real, pues la cesta que se utiliza se
va haciendo cada vez menos representativa de la cesta real de la producción. Pero lo que
estamos planteando aquí no es una simple cuestión de dificultades prácticas, sino un
auténtico problema mucho más general y de una naturaleza distinta. Se trata de la
definición teórica de un agregado de mercancías y de su evolución en el tiempo histórico,
problema mercantil real (no imaginario) cuya solución exige un principio físico de
conservación --y la hora de trabajo simple utilizada por Marx no sólo lo es, sino que es el
único que ha sido propuesto de forma consciente y coherente hasta el presente-- para poder
concebir la producción de dos periodos temporales distintos como cosas comparables.

Obsérvese lo anterior con mayor detalle. Por ejemplo, supongamos que i = 1, 2...n, y las
unidades usadas son, respectivamente, kilogramos, litros, m3, etc. En la expresión anterior,
la agregación es posible en el cálculo de estos índices porque tenemos una serie (una suma)
de productos (multiplicaciones) de la forma:

(kilos · ptas./kilo) + (litros · ptas./litro) + ··· + (unidades · ptas./unidad),

donde cada uno de los paréntesis viene expresado, por tanto, en pesetas. Obsérvese ahora la
vía alternativa que hace posible el uso de la teoría del valor. Si medimos las cantidades de
cada mercancía en el mismo tipo de unidades (cantidades de valor-trabajo simple y
homogéneo exigidas por su reproducción normal), la heterogeneidad desaparece (porque
consideramos a cada mercancía desde el punto de vista de lo que todas tienen en común: ser
quanta dados de ese trabajo social) y el vector de precios se nos convierte en un único
precio: el de la hora de trabajo simple. Tendríamos, por tanto:

(horas · ptas./hora) + (horas · ptas./hora) + ··· + (horas · ptas./hora),

o bien:
(horas + horas + ··· + horas) · ptas./hora.

35
1.4. Equilibrio parcial y perspectiva dinámica

Resumamos. Hemos visto a lo largo de este capítulo que el trabajo cumple plenamente su
función como factor explicativo, simultáneamente, de una teoría de los precios, una teoría
del beneficio y una teoría de la agregación económica, y ha quedado implícito que ello le
permite --y, a nuestro juicio, le exige-- convertirse en el elemento central también de la
teoría de la competencia y, con ello, de toda la Microeconomía contemporánea. En
capítulos posteriores, en los que se adoptará una perspectiva más semejante a la del
equilibrio general, se tratarán in extenso los conceptos que ahora sólo mencionaremos en
esta última sección del capítulo 1. Pero antes de entrar en explicaciones detalladas,
supondremos provisionalmente que el lector está ya familiarizado con conceptos que se
analizan infra (por ejemplo, por qué identificamos los valores-trabajo con lo que
habitualmente se conoce como "precios de producción": véase el capítulo 2), simplemente
para estar en condiciones de usar el habitual enfoque gráfico del equilibrio parcial y mostrar
de forma sencilla y rápida los dos aspectos de la competencia (el intrasectorial y el
intersectorial) que debe explicar cualquier teoría de la competencia que, como la nuestra,
pretenda ser completa (véase un desarrollo de este punto en Guerrero, 1995).

En la figura 1.4 vemos que la curva de oferta a largo plazo viene explicada por el mínimo
coste medio a largo plazo, no de la empresa representativa única de los modelos
convencionales de competencia, sino de la empresa que representa a los capitales
reguladores de cada sector, que son los capitales que utilizan la mejor técnica disponible y
reproducible34. Por tanto, junto a estos capitales (representados por la CMeLP2 en la figura)
habrá, en el caso general, otros capitales que utilizan una técnica inferior (o más antigua,

34
La diferencia entre el precio de producción (PP) y el precio de producción de los capitales reguladores (PPr)
estriba en que, en el precio de producción es todo el sector el que se somete a la igualación de la tasa de
ganancia, mientras que en el PPr son sólo los capitales reguladores los que se ven sometidos a los efectos de la
tendencia a la igualación de las rentabilidades. Sin embargo, en capítulos posteriores no abundaremos en esta
diferencia y supondremos siempre que ambos coinciden en general. Para una explicación de este punto, véase
Shaikh (1984).

36
Figura 1.4. Las condiciones de producción de los capitales reguladores del sector
determinan la oferta a largo plazo (Olp)

por lo que le corresponderán costes más altos: CMeLP1), pero también otros capitales que
gozarán de una situación incluso mejor que la de los capitales reguladores, aunque sea
gracias al aprovechamiento de condiciones de producción que no se pueden reproducir por
parte de los nuevos capitales. Estas ventajas del capital 3 (representado por CMeLP3)
pueden derivar de una localización privilegiada, del acceso exclusivo a materias primas de
calidad excepcional, o de cualquier razón particular similar que impida que cualquier
competidor, presente o futuro, pueda estar en condiciones de imitar o reproducir
sistemáticamente dichas condiciones concretas.

No se debe pensar que los capitales reguladores (CR) ocupan siempre la posición media -ni
siquiera intermedia- entre los capitales de un sector productivo. Como se observa en la
figura 1.5, también podrían ser los capitales con mejores (lado izquierdo: a) o peores (lado
derecho: b) condiciones de entre todos los existentes los que se constituyeran como CR en
determinadas circunstancias específicas. Según Marx, el caso a se corresponde con
situaciones de rápido progreso técnico en las que la capacidad productiva es suficiente para
proporcionar al mercado todo lo que éste esté en condiciones de demandar. En cambio, el
caso representado en b es la situación en que la oferta proveniente de los capitales en
mejores condiciones de producción está rígidamente determinada y es imposible de
aumentar, por lo que surge para ellos, en un contexto de expansión más o menos continua

37
de la demanda, la oportunidad de obtener una renta35 que eleva la rentabilidad individual de
esos capitales por encima de la media de la economía.

Figura 1.5 Los capitales reguladores pueden ser los de mejores(caso a)


o peores (caso b) condiciones de coste:
Caso a Caso b

Un último factor a tener en cuenta es la competencia intersectorial. Como volveremos a


encontrarla más adelante, aquí daremos por supuesta la diferencia entre valores y precios de
producción. En la figura 1.6 se ve que, en realidad, sólo cuando la composición orgánica36
del capital de un sector determinado coincide con la composición media del conjunto de la
economía se produce la coincidencia entre el valor de producción y el valor directo (véase
el capítulo 2), es decir, entre lo que habitualmente se denominan, con más imprecisión,
"precio de producción" y "valor". En caso contrario tendremos una de las desviaciones cuya
medida realizaremos en capítulos posteriores. Más particularmente, si la composición del
sector i es inferior a la media (coci < coc*), la curva de valor estará situada por encima del
precio de producción, y si es superior estará situada por debajo (coci > coc*).

35
Aunque los clásicos y Marx hablaron de renta de la tierra, era evidente para todos ellos que la tierra sólo
representaba el caso paradigmático en que se aplicaba de forma más universal este principio general. Los
economistas contemporáneos son también conscientes de esta correspondencia.
36
En realidad, se trata de lo que la literatura contemporánea llama la composición en valor del capital
verticalmente integrada, por lo que será ése el concepto utilizado en la parte empírica de esta investigación
(véanse los capítulos 4 y 5).

38
Figura 1.6. La competencia intersectorial desvía el valor de producción respecto del valor directo

39
CAPÍTULO 2.
EL DEBATE CONTEMPORÁNEO SOBRE LA TEORÍA DEL VALOR.

2.1. Cuatro posiciones en el debate sobre la "transformación" de valores en precios

Puesto que existen buenos repasos de la historia de los debates sobre el problema de la
transformación37, aquí preferimos hacer un esfuerzo de síntesis para quedarnos sólo con
unas pocas posiciones básicas pero representativas. Para los fines que nos interesan,
podemos señalar cuatro grandes posiciones; las tres primeras de las cuales representan la
situación en términos históricos, mientras que la última refleja lo que a mi juicio constituye
el dilema más actual, cuya resolución parece un requisito imprescindible para el avance
futuro de la teoría en este terreno:

1) La posición de que la teoría del valor de Marx es correcta y acabada, es decir,


que no necesita ningún añadido que la reinterprete o intente mejorarla porque, con ello, sólo
se consigue tergiversarla y convertirla en una teoría distinta.

2) La posición mayoritaria, de quienes consideran que la teoría laboral del valor es


incorrecta, pero corregible38, aunque dicha corrección se haga al precio de la modificación
de algunas de las conclusiones extraídas por Marx de su teoría.

3) La posición de quienes consideran correcta la teoría de Marx, pero al mismo


tiempo inacabada, y piensan que el desarrollo de esa teoría debe integrar algunas de las
contribuciones de los críticos y modificar algunos aspectos concretos de las conclusiones de
Marx que, sin embargo, no hacen incorrecto el contenido de su teoría.

4) Por último, el reto que debe resolver la teoría en el próximo futuro puede
describirse como el resultado de la agudización del dilema que enfrenta a las posiciones 1 y
3 y que parece haber colocado el debate contemporáneo en un impasse importante. A mi

37
Véanse Desai (1991), Dostaler (1978), Howard y King (1989 y 1992), Jorland (1995).
38
No consideramos a quienes la consideran incorregible, salvo que entren a discutir algún aspecto concreto de
la teoría que estamos desarrollando en esta investigación.

40
juicio, de ese punto muerto sólo se puede salir añadiendo nuevos elementos para completar
la teoría de Marx; elementos que, a diferencia de lo que ocurre en la posición 2, no
sustituyen la teoría de Marx por teorías opuestas, ni la subsumen en otra superior, sino que
se incorporan al cuerpo teórico y conceptual marxiano por absorción activa de éste, es
decir, quedando subsumidos ellos en el interior de la teoría que consideramos superior, que
es la que procede de Marx.

Desarrollamos a continuación las 4 posiciones con un poco más de detalle:

1) Los partidarios de la primera posición se limitan a repetir las ideas centrales de la teoría
de Marx, reproduciendo incluso la forma de los argumentos, que no consideran necesario
modernizar. Aunque esta posición no permite avanzar sobre lo ya adquirido hace más de un
siglo, tiene al menos el mérito de recordarnos cuáles son los planteamientos de Marx, que
no siempre son fielmente reproducidos y aparecen frecuentemente tergiversados al cabo de
una serie interminable de polémicas, donde se termina perdiendo finalmente el hilo
conductor del argumento original. Desde este punto de vista, la llamada Transformación en
Marx --que ha dado lugar a lo que la literatura especializada conoce como el "problema" o
"debate" de la Transformación (expresión que suele completarse con los términos "de
valores en precios")-- es el análisis de cómo se pasa mentalmente de un valor concebido
como la suma del capital constante más el capital variable más la plusvalía directamente
producida (c + v + pv) a un valor transformado cuantitativamente en la suma de los dos
primeros componentes más un beneficio "proporcional" al capital invertido (c + v + r·K).
Puesto que el beneficio total sólo es la plusvalía total redistribuida (redistribuida de tal
forma que haga posible la citada rentabilidad igual39 en cada sector), y la tasa de ganancia
general es ese total dividido por el capital total, no hay ninguna duda de que la suma de los
valores a escala agregada (es decir, para el conjunto de la economía) coincidirá por
definición con la suma de los precios de producción así definidos para esa misma escala.

Tenemos pues tres identidades como conclusión de este tipo de razonamiento:

39
Aunque en la vida capitalista real dicha igualdad sólo aparezca como tendencia, en el proceso mental es
legítimo considerarla como una tendencia que se plasma inmediatamente en una igualdad total. Ésta es
precisamente la ventaja de los modelos teóricos sobre la compleja realidad: su mayor sencillez.

41
a) la suma de los precios es igual a la suma de valores;

b) la suma de los beneficios, igual a suma de las plusvalías;

c) la tasa de ganancia es idéntica tanto si el numerador y el denominador se miden


en términos de valores como en términos de precios.

2) Lo que tienen en común todos los que defienden que la TLV de Marx es incorrecta en
este punto es la idea de que el desarrollo formal del pensamiento de Marx pone
necesariamente en evidencia una serie de errores que es necesario corregir. Sin entrar de
momento en la notación más habitual hoy en día (el álgebra matricial), diremos que los dos
errores esenciales más señalados son: 1) el de transformar pv a la vez que se deja sin
transformar c y v; y 2) el de concebir r como si fuera lo mismo un cociente de variables
medidas en precios que medido en valores. Una vez que se procede a esa doble
rectificación, el análisis de Marx puede quedar, en el mejor de los casos, como una primera
aproximación a la teoría correcta (algo así como lo que sucede con la teoría de Newton en
relación con la de Einstein40, vistas desde la perspectiva actual), y resultan evidentes los
elementos de su teoría que deben sacrificarse. En concreto, la categoría de los valores de las
mercancías resulta ser redundante e innecesaria para una moderna teoría de los precios, al
menos en lo que ésta tiene de específico, si bien puede constituir una idea fructífera en
cuanto mecanismo que pone al descubierto el origen de la explotación de los trabajadores.

Esta tesis de la necesaria subsunción de la TLV de Marx en una teoría superior no va unida
a un nombre y apellido singular (como parece ocurrir en la Física, al menos desde el punto
de vista del profano) sino, más bien, a un conjunto de ellos que aparecen ahora bajo la
etiqueta común de una larga tradición del pensamiento económico, que se remonta al
periodo de los fisiócratas y de los clásicos y que llega a nuestros días con el nombre del ya
citado paradigma del excedente. En estas condiciones, los críticos de esta segunda corriente

40
Puesto que el propio Einstein afirmaba, no sin humor, que "dos y dos son cuatro, hasta nueva orden", no
creo que le represente un problema mayor el haberse enterado allá en el cielo de que el reciente
descubrimiento de que el universo es plano --y no curvo como él pensaba-- parece contradecir su teoría de la
relatividad.

42
están dispuestos a incluir la teoría de Marx como uno de los elementos importantes --para
algunos, como un elemento decisivo y fundamental, incluso-- de la citada tradición, pero
consideran una pretensión injustificada el énfasis en singularizar su aportación hasta
colocarla por encima de la de nombres igualmente importantes como son, por sólo citar a
los modernos, von Neumann, Leontief, Sraffa, Pasinetti o Garegnani.

La mayor parte de los marxistas contemporáneos importantes (por ejemplo, Sweezy, Dobb,
Meek, Roemer, etc.) defienden esta posición (véanse, como muestra, las contribuciones
recogidas en Bradley y Howard, 1982, o en Eatwell, Milgate y Newman, 1990, o la
"historia" de Howard y King, 1989, 1992).

3) Sin embargo, algunos marxistas disienten de forma importante de la mayoría de la


tradición anterior. Para los autores de esta tercera posición (por ejemplo, Shaikh o Bródy o
también los representantes de la llamada Nueva Interpretación41), la teoría de Marx es
correcta, sólo que incompleta, y necesita sólo ser desarrollada para estar en condiciones de
afrontar los retos que ofrece al análisis una realidad que es siempre cambiante (y la realidad
capitalista también lo es). Estos autores discrepan de las conclusiones obtenidas por los del
grupo anterior acerca de la redundancia o inconsistencia de la teoría de Marx, y en lugar de
sumarse a la propuesta de éstos últimos --quedarse con los precios de producción y
renunciar al valor--, ellos proponen interpretar ambos como inseparables el uno del otro.
Aunque piensan que, en términos generales, los críticos tienen razón en la idea de que no se
pueden mantener simultáneamente las tres identidades de Marx, y aunque utilizan, incluso,
conceptos surgidos dentro de la tradición de dichos críticos (tanto en sus análisis teóricos
como en sus trabajos empíricos), los autores de este tercer grupo han contribuido de forma
decisiva a demostrar que todas las conclusiones importantes que se pueden derivar de la
TLV así modernizada son compatibles y están en la línea de desarrollo del pensamiento de
Marx.

4) Por último, digamos que, en este momento, ante los marxistas que se oponen a la idea de
que la TLV es incorrecta se abre un dilema que se plantea cada vez de forma más aguda: o

41
Se trata de una Nueva Interpretación del problema de la Transformación.

43
bien se continúa por la senda abierta por los autores del tercer grupo, intentando llevar el
análisis de Marx más allá de donde él lo dejó; o bien se asume el inmovilismo de la
posición del grupo 1, en la que parece imposible añadir nada relevante a lo que ya quedó
dicho por el maestro. En mi opinión, si se combinan los planteamientos que se desarrollan
en las secciones subsiguientes de este capítulo con la pauta metodológica seguida por los
autores del grupo 3, es posible pasar a una nueva posición --la cuarta-- en la que no se
trataría ya de que valor y precio hayan de ir unidos (como dicen en el grupo 3), en vez de
separados (como proponen en el grupo 2), sino más bien de que ambos son una misma
cosa, o, mejor, que el precio de producción (valor de producción, como lo llamaremos más
adelante) es el auténtico valor (posición que no debe confundirse con la teoría del grupo 2,
para quienes lo más importante es el precio de producción, porque, a diferencia del valor,
sólo él es teóricamente imprescindible).

Estos planteamientos, y en especial el uso de la aportación realizada por Rubin, Bródy y


Martínez Marzoa, nos pueden llevar a modificar algunas de las conclusiones obtenidas en el
grupo 3 por Shaikh, Foley y Duménil, o incluso a comprobar que Marx podría llegar a tener
razón con su triple identidad si se definen los valores y los precios de producción de la
forma específica que analizaremos más tarde; pero al mismo tiempo nos conduce a la
necesidad de defender el uso de algunos de los conceptos generados originalmente por
críticos de la TLV --como los "coeficientes de trabajo verticalmente integrados" o los
precios de producción entendidos como "autovectores"-- como elementos integrantes
imprescindibles de una moderna TLV.

2.2. Lo que los críticos no ven en la "Transformación" de Marx

La idea de la Transformación es una de las más genuinas del aparato conceptual de Marx.
Así como Marx reelaboró y dio nuevo contenido a muchas de las categorías que tomó de
analistas y teóricos que le precedieron, y cuyas ideas metabolizó en el conjunto de su
propio cuerpo teórico, también ocurre con algunos de sus conceptos que nadie antes que él
los usó, o al menos nadie los usó en ese sentido. Con algunos de los conceptos marxianos lo

44
que ha sucedido es que se los ha dejado en segundo plano, poniendo el énfasis la literatura
posterior en otros conceptos que, sin embargo, no son tan específicos de Marx42. Pero con
el concepto de Transformación --lo que popularmente se conoce como la transformación de
valores en precios-- ha ocurrido todo lo contrario. Debido a su elaboración específicamente
marxista, y al papel central que ocupa en la construcción de su teoría del valor, se ha
generado tanta literatura en torno al mismo --y además tan cargada de juicios negativos--
que hoy en día casi todo el mundo sabe (o cree saber) que la TLV de Marx padece de los
defectos que aquejan a su famosa Transformación43.

La manera tradicional de enfocar la cuestión consiste en hacer completamente


aproblemática la pareja de términos (o polos) entre los cuales se experimenta o lleva a cabo
la transformación, para centrar todo el interés en el proceso mismo de transformación, en
un intento de descubrir su mayor o menor solidez como producto o camino lógico del
pensamiento. La forma típica de llevar a cabo ese enfoque tradicional es considerar la
transformación como un problema matemático cuya solución es inequívocamente objetiva e
indiscutible, y comparar el que hoy sabemos que es el procedimiento matemáticamente
correcto con el que de hecho utilizó Marx, dejando para más tarde, como punto
complementario, pero secundario, la cuestión de enjuiciar hasta qué punto las discrepancias

42
En otro plano, esto fue lo mismo que ocurrió, por ejemplo, con la idea de la dictadura del proletariado,
genuinamente marxista (y no de Lenin o de otros autores), frente a los conceptos más genéricos de clase o de
lucha de clases, que él expresamente reconoció como anteriores a él (premarxistas): véase al respecto su
famosa carta a Weidemeyer. No sería difícil citar otros ejemplos de un fenómeno bastante general por lo que
respecta a la obra de Marx.
43
Pudiera parecer sorprendente, pero es desde luego habitual, que una editorial como la francesa Économica
le encargue un resumen sobre las teorías del valor --para su celebrada colección Économie (poche)-- a alguien
que se permite escribir simplezas como ésta: "la pertinencia del proceder de Ricardo se observa en la
perennidad de la corriente neorricardiana. No ocurre lo mismo con Marx. Aunque no haga falta insistir en la
importancia de la corriente marxista hasta época reciente, no por ello deja de tener la teoría del valor de Marx
un error lógico percibido desde 1905 por L. Bortkiewicz (error localizado en lo que llama Marx la
'transformación de los valores en precios de producción'). Este error fue perfectamente ocultado por los
marxistas hasta que la obra de P. Sraffa arriba citada los codujo a reconocer que la 'transformación' era
sencillamente imposible. Esta imposibilidad invalida evidentemente el conjunto del procedimiento, hasta el
punto de poder preguntarnos por qué lo exponemos en el capítulo 2" (Mouchot, 1994, pp. 13-14). No me
resisto a reproducir la autocontestación del propio Mouchot, pues se trata del mismo tipo de joya de
quincallería que brilla en la cita reproducida más arriba: "A esta pregunta se le pueden dar dos respuestas
complementarias: en primer lugar, parece difícil ignorar una 'teoría' que, aunque sea falsa, ha hecho vivir a
millones de personas durante un siglo; además, aunque la construcción de Marx no sea válida, su intento de
explicación de una 'explotación' de los trabajadores corre un fuerte riesgo de resurgir en un momento en que
nuestras economías occidentales reconstituyen lo que él habría llamado un 'ejército industrial de reserva'..."
(ibid., p. 14; cursivas mías: DG).

45
pueden ser consideradas lo suficientemente relevantes como para equivaler a una
descalificación completa, o sólo parcial, del método marxiano (en todo esto, la
argumentación puramente económica brilla por su ausencia, una vez reducida a su
envoltura formal).

Sin embargo, vamos a utilizar aquí una manera diferente --poco tradicional-- de enfocar la
cuestión, ya que parece preferible analizar primero qué es aquello que es objeto de la
transformación, porque pudiera resultar que la falta de acuerdo sobre este punto nos llevara
a divergencias de fondo cuya dilucidación se convirtiera en requisito previo para el juicio
posterior que merezca el aspecto técnico (matemático) del proceso transformador en cuanto
tal. Esta manera de proceder nos parece, no sólo inobjetable, sino también la única
científicamente relevante, ya que, como veremos, los juicios que abundan en la literatura
sobre el problema de la transformación afectan a mucho más que al procedimiento técnico
o matemático de transformación; afectan en realidad al juicio sobre qué es lo que se
transforma y en qué se transforma.

Veamos la cosa desde el punto de vista más general posible. Antes de considerar la cuestión
más a fondo, se puede emplear un argumento que no puede dejar de entender hasta el más
lego en la cuestión que debatiremos luego. Es obvio que si tenemos una transformación de
(digamos) A en B, y esta transformación se lleva a cabo mediante un procedimiento
considerado redundante, inconsistente e irrelevante, no es posible saber si los adjetivos
están correctamente utilizados si se deja de lado el contenido mismo de A y de B. Los
críticos de la TLV afirman que el procedimiento marxiano de transformación es redundante
porque "no se necesita A para obtener B". Afirman también que, en la práctica, los agentes
económicos reales se basan en B porque "no existe para ellos" nada que pueda llamarse A.
Y afirman por último que en la transformación de A en B se usa un enfoque incoherente,
porque la transformación resulta incompleta y además está mal hecha (es errónea).

No vamos a caer aquí en la tentación de volver a empezar por el lado más candente del
asunto, porque volveríamos a dejarnos enredar en la trampa que denunciamos. Al contrario:
hay que comenzar necesariamente repensando qué es lo que entendemos por A y por B, así

46
como qué es lo que entendía Marx por ambos conceptos. En este análisis, saltará
inmediatamente a la vista que no basta con afirmar que A son los "valores-trabajo", y B los
"precios competitivos" (expresión que prefieren algunos aunque no sea la que usara Marx)
o "precios de producción". Y para entender todas las dimensiones implicadas en el análisis
marxiano, hace falta ir por partes, comenzando con la distinción entre tres parejas de
adjetivos que --¡primera sorpresa!-- pueden aplicarse por igual al sustantivo precio que al
sustantivo valor (aunque hemos preferido usar más a menudo el primero de ellos, por ser el
más cercano a la práctica habitual de la literatura sobre el tema, con respecto a cuya
terminología, sin embargo, nuestros conceptos no dejan de representar una ruptura notable).

a) Precios absolutos y precios relativos


En Marx, la distinción entre precio absoluto y relativo no coincide con la distinción más
convencional al respecto. Convencionalmente, se entiende por precio absoluto un precio
expresado en dinero44, mientras que un precio relativo sería el cociente entre dos precios
absolutos, de forma que equivaldría a la expresión, por ejemplo, del precio de la mercancía
A en términos de la mercancía B. Si escribiéramos el precio monetario de esas dos
mercancías como PA = 10 y PB = 5, el precio relativo sería PAB = PA / PB = 10 / 5 = 2. Si
suponemos que el precio de A se mide en pesetas por kilo, y el de B en pesetas por litro,
PAB vendría expresado en términos de litros de B por kilos de A45.

En Marx, el precio monetario es otro precio relativo más, con la única particularidad de que
su referente no sería una mercancía B cualquiera, sino la mercancía singular que se utiliza
en la práctica social como equivalente universal de los intercambios mercantiles. Si
suponemos que el dinero es el oro46 (dinero metálico), el precio monetario simplemente
expresa la cantidad de unidades de oro a las que equivale una unidad de la mercancía cuyo
precio relativo se mide (la mercancía A). Por consiguiente, lo que aparecía como precio

44
Así se entiende incluso en la no tan convencional Joan Robinson, cuando --para criticar la idea de la
autosuficiencia de los precios relativos-- escribió aquello de que lo que interesa es saber cuanto dinero hay
que darle al frutero callejero por un kilo de la fruta i, o por medio kilo de fruta j, y no tanto el precio relativo
de i respecto de j.
45
Ya que (ptas./kg.) / (ptas./l.) = l./kg.
46
Nada cambiaría si supusiéramos que el dinero no metálico (el crediticio) es la forma predominante de
dinero. Lo único que habría que considerar es el tiempo de trabajo que se necesita para reproducir una peseta,
no de oro, sino de pasivos del sector financiero.

47
absoluto convencional (por ejemplo, PA = 10 ptas./kg.) se revela en Marx como un precio
relativo en términos de oro (cuya unidad física medimos arbitrariamente en unidades de 5
gramos que llamamos, por ejemplo, pesetas).

Así, el que PA = 10 ptas./kg. resulta de que el auténtico precio absoluto (según Marx) de un
kilo de A coincide con el de 10 unidades de oro. Para no confundir, llamemos
momentáneamente valores a esos precios absolutos. Puesto que en Marx los valores son
cantidades de trabajo, el resultado expresado en el precio de A ( = 10 ptas./kg.) podría ser la
consecuencia de que en la realidad las cantidades de trabajo requeridas para producir un
kilo de A y una peseta (5 gramos) de oro fueran, por ejemplo, respectivamente, una hora y
6 minutos, con lo que:
PA = VA / VO = (1 hora/kg. A) / (0.1 horas/pta.) = 10 ptas./kg. A.

Desde este punto de vista, el precio monetario y el precio relativo convencional son precios
indirectos o exteriores, que reflejan en el cuerpo de otra mercancía el valor o precio interno
que tiene auténticamente cada mercancía, eso que Marx llama a veces su valor intrínseco o
precio absoluto (para diferenciarlo del precio relativo o valor relativo, que es el precio
externo, medido en unidades de otras mercancías).

b) Precios reales y precios conceptuales


Los precios que se fijan en las transacciones mercantiles diarias del mundo real son todos
ellos, desde el punto de vista del apartado anterior, precios relativos. Concretamente, son
precios monetarios en un mundo donde el dinero es mayoritariamente dinero crediticio en
vez de metálico. Pero nos interesa ahora preguntarnos por otra pareja de conceptos de
precios tan relevante como --pero distinta de-- la anterior. Se trata de la diferencia que
existe entre un precio empírico y un precio teórico, o bien, entre un precio estadístico real y
un precio conceptual o abstracto47.

47
Esta forma de expresarse tiene que resultar necesariamente ambigua, porque conlleva problemas muy
sutiles que atañen tanto al terreno ontológico como al epistemológico. Si decimos que el precio de la gasolina
súper en España en 1997 fue de 120.83 pesetas, puede que dicho precio no se aplicara de hecho a ninguna
transacción real, porque se trata tan sólo de una pura media estadística obtenida como media anual de precios
mensuales o semanales, que resultan a su vez ser medias de precios provinciales, etc., no habiendo necesidad
de que ninguna de estas medias coincida realmente con los auténticos precios efectivos pagados por los
consumidores de carne y hueso. Sin embargo, al considerar este precio de 120.83 como precio empírico o

48
Para Marx, los precios de producción son, en este sentido, precios conceptuales, y no, como
pretenden muchos de sus críticos, precios reales. Pero, al mismo tiempo, desde el punto de
vista de la distinción precedente, son tanto precios absolutos como precios relativos (o,
expresados en forma igualmente válida, son tanto valores absolutos como valores
relativos). Como al lector le puede chocar enfrentarse con una terminología que no es la
normal, conviene ir despacio por este camino. Veamos.

De las dos afirmaciones del párrafo anterior, la segunda significa tan sólo que, al decir
precio de producción, Marx está a veces pensando en precios de producción y, otras veces,
en valores de producción. Es decir, está pensando en algo que puede expresarse alternativa
o indistintamente como una cantidad de horas de trabajo o como una cantidad de mercancía
equivalente (se trate o no de dinero). Por consiguiente, nos parece útil introducir el
neologismo de valor de producción porque, aunque ausente por completo de la letra de la
obra de Marx, nos parece omnipresente en el espíritu que transpira su teoría.

En cuanto a la primera afirmación anterior, que el precio de producción sea un precio


conceptual o teórico (y que lo mismo pueda afirmarse del valor de producción) no significa
que hayamos abandonado el terreno de la teoría económica en busca del ámbito de la
especulación metafísica. Significa sólo que se trata de una categoría mental que
necesitamos usar los economistas (no los agentes económicos) para mejor entender los
procesos reales (los fenómenos competitivos que subyacen a la formación de los auténticos
precios efectivos), y significa al mismo tiempo que es un error la práctica habitual de los
críticos de Marx, acostumbrados a escribir como si pensaran que no existe diferencia
alguna entre estos precios teóricos y los precios reales.

Cuando Steedman o Samuelson dicen que hay que evitar la categoría de valor, y usar sólo
la de precio de producción, porque los empresarios y demás agentes económicos basan sus

real, lo que hacemos de hecho es plantear la cuestión de su relación con la teoría económica, o con esa parte
de la teoría que tiene por objeto entender y explicar qué factores determinan aproximadamente que ese precio
tenga esa magnitud, y no otra. En el análisis de todas estas cuestiones surge entonces la posibilidad de utilizar
otros precios distintos, que son los que estamos llamando aquí precios conceptuales o teóricos, que tienen
únicamente por objeto ayudar a la mente humana a una mejor comprensión del comportamiento de los
auténticos precios efectivos.

49
decisiones reales en los segundos, en vez de en los primeros, lo que de hecho están
haciendo es confundir los precios de producción con los precios efectivos, y olvidar al
mismo tiempo que esa crítica debería llevarlos a ellos a abandonar también el uso de los
precios de producción como categoría redundante, ya que los empresarios y consumidores
de hecho basan sus decisiones sólo en los precios efectivos48, y no en los precios de
producción, que tienen un interés exclusivamente teórico.

c) Precios mediatos y precios inmediatos


Si se reconoce la justicia de la contracrítica anterior, se abre la puerta hacia una
comprensión más amplia de la teoría del valor. Desde el momento en que se comprende la
necesidad de usar instrumentos analíticos que nos permitan trascender la realidad más
inmediata, se autoriza al pensamiento a crear tantos eslabones conceptuales como requiera
la comprensión más completa y exacta de esa realidad. Evidentemente, sería absurdo
recargar de forma arbitraria e innecesaria la batería de categorías exigidas para una tarea
así: sólo estará justificado el uso de cuantos conceptos resulten verdaderamente
imprescindibles, porque la economía de esfuerzos es un valor por sí misma que nadie
debería poner en entredicho.

Sin embargo, el elemento crucial en este momento tiene mucho que ver con lo ya discutido
en el capítulo primero. Un concepto como el de precio de producción simplemente
presupone --pero no explica-- la existencia de una tasa de ganancia uniforme en cada uno
de los sectores en que se descompone la economía. El concepto en sí es necesario porque
reproduce en la mente los efectos de ese proceso auténticamente real que llamamos
competencia intersectorial, y que provoca de facto la tendencia a la igualación de las
rentabilidades de cada industria. Pero, por idénticas razones, necesitamos también --y desde
el punto de vista lógico, lo necesitamos antes, como un prius lógico-- el concepto de precio
que nos permita dar cuenta de esa otra realidad económica que hace posible el beneficio, y
que no es otra cosa que la existencia de un plustrabajo, fuente del plusvalor y del excedente.

48
Los precios efectivos coinciden con los precios de mercado sólo en un modelo teórico simplificado donde
no interviene ninguna institución (por ejemplo, el Estado) capaz de fijar precios a un nivel diferente al
impuesto por las fuerzas de mercado. En un modelo más general, en cambio, es preferible --y sigo en esto el

50
El concepto de valor, entendido como esas A de nuestro ejemplo general anterior, que se
convierten en B como consecuencia de la citada transformación, es, desde el punto de vista
ya analizado en los apartados anteriores (a y b), tanto un precio absoluto como un precio
relativo, pero es claramente un precio conceptual o teórico (no real, en el sentido ya
indicado), tan conceptual (ni más ni menos) como el precio de producción. Pero debe
también quedar claro que su necesidad conceptual es tan real como la que nos exige
elaborar el concepto de precio de producción, y en esto radica una diferencia importante
entre la concepción aquí defendida de la TLV y la que se atiene al puro algoritmo
matemático que nos conduce como por arte de magia a los famosos "precios de
producción" sin necesidad de pasar por los valores.

Sin el concepto de valor (que incluye el concepto de valor de la fuerza de trabajo y, por
tanto, el concepto de plusvalor) no sería posible comprender el origen del beneficio, y ello
es teóricamente relevante, no sólo como explicación del fenómeno de la explotación --que
es lo que suelen conceder hasta quienes los consideran prescindibles para usos teóricos más
serios--, sino también --y esto es lo que más nos interesa en este punto-- como única
explicación posible de la magnitud de la tasa de beneficio del sistema, y, por consiguiente,
de la magnitud de los precios de producción que prevalecen en el modelo relevante de
explicación de los precios efectivos. Esto significa que sólo la teoría del valor-trabajo puede
servir de base sólida para una Microeconomía alternativa (véase Guerrero, 1998)

d) La síntesis de los elementos anteriores


Todo lo anterior nos conduce a una primera impresión que vamos a tratar de confirmar o
desvanecer con el análisis que desarrollaremos en este apartado. La impresión es que
cuando los críticos de Marx piensan en la transformación como una transformación de
valores (v) en precios de producción (pp), la conciben como algo que no es sino una
transición tan sencilla como la siguiente:
v → pp

consejo de Alfons Barceló-- usar el término "precio efectivo" que el alternativo de precio de mercado, debido
a la mayor generalidad del primero.

51
Sin embargo, el pensamiento de Marx es más complejo, y obliga a poner en comunicación
al menos tres niveles diferentes de análisis. Veremos sucesivamente qué se contiene en
cada uno de ellos, pero como trataremos de sistematizar su pensamiento y resumirlo
finalmente en un cuadro-resumen que lo abarque todo, diremos, refiriéndonos a la futura
tabla 2.2, que estos tres niveles coinciden con lo que en esa tabla aparece como un triple
movimiento, uno horizontal, y dos verticales (a su vez, uno descendente y otro ascendente).
En términos de su contenido, estos tres niveles podrían corresponder con lo que serían tres
componentes de su teoría del valor en sentido amplio:

1) su teoría del valor en sentido estricto, que coincide con el aspecto cualitativo o
precuantitativo de la teoría marxiana del valor, y responde a preguntas como las de en qué
consiste el valor (su sustancia o contenido) y cómo se manifiesta y mide (la
dimensionalidad de las variables utilizadas, etc.);

2) la teoría de la competencia, que encierra la dimensión más cuantitativa de la


misma, y se pregunta por la magnitud de los valores o precios de las mercancías
específicas, y sus determinantes;

3) la teoría de las relaciones entre la realidad del valor y la teoría del valor, como
parte de la reflexión epistemológica marxiana sobre la conexión general entre realidad y
pensamiento.

d.1. La dimensión cualitativa del valor


El contenido de este aspecto de la teoría del valor ha sido ya analizado en la sección 2.1,
por lo que bastará aquí un resumen en forma de tabla, donde queden reflejadas las ideas
más básicas. En la tabla 2.1 se intenta hacer eso con los diferentes conceptos de precio y
valor que se necesitan para dejar clara la dependencia de los precios relativos respecto de
los absolutos (las cantidades de trabajo). Se usan letras griegas para los precios o valores
absolutos (trabajo), y letras latinas para los precios o valores relativos. Y se distinguen tres
tipos distintos de valores relativos para dejar constancia tanto de los precios que aparecen
habitualmente en la obra de Marx (concebidos como precios monetarios expresados en oro

52
o dinero metálico), como de los precios relativos (el cociente de dos mercancías
cualesquiera) en los que insiste más bien la moderna literatura, y, finalmente, en los precios
monetarios de la época contemporánea, donde domina el dinero no metálico o crediticio
(llamado en la tabla dinero bancario).

Tabla 2.1. Los precios externos, como expresión de los precios intrínsecos
Precio o valor Precio o valor relativo (letras latinas)
absoluto
(letras griegas)
Mercancía i En términos de oro En términos de otra En términos de dinero
(mercancía o) mercancía (j) bancario (b)
υi vio = υi / υo vij = υi / υj vib = υi / υb
(unidad: horas de (unidad: (unidad: (unidad:
trabajo) nº de monedas de oro) nº de unidades de j) nº de pesetas actuales)

d.2. La teoría de la competencia, como parte de la teoría del valor


La determinación de la magnitud de cada precio es el producto de una teoría que tiene por
objetivo aclarar cuál es la cantidad de trabajo que realmente se debe tener en cuenta para la
especificación de los precios definitivos. En dicha teoría intervienen toda una serie de
factores en un proceso explicativo escalonado, que puede dar tantos pasos como se quiera,
pero que en Marx consiste normalmente en tres pasos principales que sirven para relacionar
un total de cuatro conceptos de valor. Los llamaremos aquí valor individual (ψ), directo (δ)
de producción (π) y de mercado (µ), y su contenido respectivo es el siguiente.

* El valor individual es la cantidad de trabajo necesaria para producir una mercancía, en las
condiciones específicas de producción de un capital individual.

* El valor directo es la cantidad de trabajo necesaria para producir una mercancía, en las
condiciones de la rama49 productiva concreta de que se trate. Se diferencia del anterior en
que no sólo tiene en cuenta las condiciones de la empresa individual sino también las

49
Hay que advertir que utilizaremos rama y sector como sinónimos, siempre que el contexto permita eludir
cualquier ambigüedad (por ejemplo la que procede del uso de la expresión sector productivo como sector

53
condiciones de la competencia intrasectorial entre ellas (es decir, en el fondo, las
condiciones de todas las empresas que compiten en la producción de esa misma mercancía,
formando así el capital sectorial).

* El valor de producción (o productivo) es la cantidad de trabajo necesaria para producir


una mercancía, en términos de las condiciones globales del aparato productivo de la
economía (condiciones que son objeto del apartado de la teoría de la competencia que
aborda la competencia intersectorial, pero que escapa a la competencia intrasectorial).
Tiene en cuenta, además de la competencia intrasectorial, el hecho de que todas las
empresas compiten además con las empresas de los demás sectores o ramas, como efecto y
causa a la vez de la tendencia igualatoria de la rentabilidad que se pone en marcha como
consecuencia de la búsqueda del máximo beneficio por parte de cada empresa y capital
individual. Tiene en cuenta, por tanto, las condiciones de producción del capital productivo
total.

* Por último, el valor efectivo (o valor de mercado, o mercantil, si prescindimos del Estado
y de todo contexto institucional) es la cantidad de trabajo finalmente necesaria para
producir una mercancía, teniendo en cuenta, no sólo las condiciones competitivas ideales
del modelo, sino también los factores y fricciones reales que modifican la influencia de las
leyes competitivas estructurales (factores como la situación coyuntural de la oferta y la
demanda en el corto plazo, la incidencia del Estado por la vía fiscal, los obstáculos reales
de tipo administrativo o legislativo impuestos al libre movimiento del capital o a la libre
fijación de precios, etc.).

d.3. La realidad del valor y la teoría del valor


La moderna teoría del conocimiento es cada vez más acorde con los postulados
epistemológicos desarrollados en la obra de Marx. Autores como Bhaskar, Bunge, Marzoa
o Lawson insisten en criticar la miopía de los planteamientos neopositivistas que sólo
pueden sostener concepciones fragmentarias y aparentes de la propia realidad. En la

diferenciado del sector improductivo de la economía, desde el punto de vista de la teoría marxiana del trabajo
productivo e improductivo de plusvalor).

54
moderna concepción, lo mismo que en Marx, la realidad no se limita a los hechos y los
individuos que se manifiestan a la vista, sino que integra asimismo las estructuras y las
relaciones que subyacen a los mismos. Lo mismo que en las ciencias físicas ocurre con las
ciencias sociales. Un ser humano no puede captar con sus sentidos la diferencia entre una
temperatura de 500º y otra de 1000º, pero dispone de instrumentos que le permiten captar
indirectamente la temperatura (deduce la temperatura a partir de la medida de, por ejemplo,
la altura de una columna de mercurio, la posición de una determinada aguja o la presión de
un determinado espacio cerrado, etc., con lo que en realidad está midiendo una variable, la
temperatura, no directa, sino indirectamente, a través de la medida directa de otras variables
que se relacionan con la primera de una forma inalterable o, al menos, predecible). Lo
mismo sucede con el valor. Aunque se ha descubierto que el valor es la cantidad de trabajo
puesta50 en la mercancía, se sabe también que su medida se hace en la práctica por la vía
indirecta de la cantidad de otras mercancías con las que se compara la primera.

Las cantidades de trabajo, y por tanto los valores, son tan reales y tan indudables que, como
afirmó Marx, hasta un niño sabe que si una nación (o cualquier comunidad) no trabajara se
moriría de hambre y no se podría reproducir en el tiempo51. Desde el punto de vista de la
teoría cualitativa del valor, los valores absolutos y los relativos son tan reales unos como
los otros, a pesar de que se manifiesten antes los segundos a la evidencia del espectador de
la realidad. Una mercancía puede llevar una etiqueta indicando su precio, pero difícilmente
llevará otra que refleje la cantidad de trabajo que ha costado. Esto no hace, sin embargo, a
la segunda menos real, lo mismo que la radioactividad de un objeto no es menos real que su
olor por el hecho de que el segundo sea más aparente para el ser humano, mientras el
primero pase normalmente desapercibido.

Desde el punto de vista de la teoría cuantitativa del valor, también hay otro aspecto de lo
real especialmente relevante. Los valores relativos que aparecen ante los agentes

50
En realidad sería más exacto hablar de un coste marginal en trabajo que de un coste medio --puesto que el
primero remite más fácilmente al futuro que el segundo, que se refiere al presente--, y también más acorde
con la concepción de Marx, que insistió el el coste necesario para reproducir (en el futuro inmediato) la
mercancía, y no en el necesario (hasta hoy) para producirla.

55
económicos son los precios efectivos de sus mercancías, de esas mercancías que los
convierten a ellos precisamente en agentes, ya se trate de compradores o de vendedores de
las mismas. Ya vimos en el apartado b) que ni siquiera los valores efectivos a los que nos
hemos referido antes son reales en el sentido más purista y estricto, pues dichos valores
suelen ser de hecho simples medias estadísticas (en espacios geográficos y lapsos
temporales más o menos amplios) de los auténticos precios locales y cotidianos, cuya
volatilidad es a menudo tan manifiesta que nos llevaría a la imposibilidad de toda teoría si
no recurriéramos a las citadas simplificaciones. Sin embargo, una vez colocados estos
precios estadísticos bajo la etiqueta de precios reales --los auténticos precios reales que
interesan a la teoría de la competencia--, los demás precios (individuales, directos y de
producción) se nos aparecen, por contraposición, como precios teóricos, cuya relación entre
sí y con los precios reales plantea una serie de cuestiones para cuya solución se hace
imprescindible la construcción de la tabla que presentamos a continuación, y que resume
todo lo dicho hasta ahora en esta sección 2.

Tabla 2.2. El cuadro completo de precios y valores en el esquema conceptual marxiano

A B
Precios Precios relativos (en términos de...
absolutos ...oro; ...mercancía j; ...dinero
(en horas) crediticio)

C 1 Individuales ψi yio = ψi/µ0 yij = ψi/ψj yib = ψi/µb

Precios teóricos
2 Directos δi dio = δi/µ0 dij = δi/δj dib = δi/µb
3 De producción πi pio = πi/µ0 pij = πi/πj pib = πi/µb

D
4 Efectivos µi mio = µi/µ0 mij = µi/µj mib = µi/µb
Precios reales

A la vista de esta tabla, podemos preguntarnos ahora: ¿Qué significa para Marx la
afirmación de que "los valores determinan los precios"? En los términos de toda la
discusión precedente, la conclusión sólo puede ser que significa tres cosas al mismo
tiempo:

51
Él insistía en que su teoría sólo trataba de reflejar la realidad, y que era la realidad la que demostraba la
existencia de las relaciones de valor antes y mejor que su propia teoría (véanse sus comentarios al Tratado de

56
1) que los precios absolutos determinan los precios relativos, es decir, que las
cantidades de trabajo se expresan en la práctica en precios monetarios y se miden en el
mercado (éste es el movimiento horizontal al que nos referimos antes: A →B);

2) que los precios reales determinan los precios teóricos en el sentido de que una
parte de la realidad social determina esa parte de la conciencia social que comprende la
teoría de los precios, es decir, la necesidad de analizar, comprender y calcular los precios
reales (es el movimiento vertical ascendente que mencionamos supra: D→C);

3) que los precios superiores determinan los inferiores en términos sólo de la


secuencia lógica de la exposición de los resultados de la investigación anterior (es el
movimiento vertical descendente que va de 1→2→3→4).

Pero junto a estos tres movimientos, o dimensiones, de la determinación de los precios por
los valores, hay tres elementos característicos de la lectura de Marx aquí ofrecida que han
pasado desapercibidos por casi toda la literatura anterior, pero que resultan esenciales para
una correcta comprensión de la TLV. Uno de ellos es evidente en la tabla 2.2, pero no los
otros dos, que tienen más que ver con los modernos desarrollos posteriores a Marx.

1) El primer elemento arranca de la consideración del dinero como una mercancía


distinta de las demás. Como ya sabemos, Marx no concibe el dinero como una mercancía
más que se elige arbitrariamente como numerario para cálculos meramente teóricos (de los
economistas), sino como la mercancía elegida por la práctica social de los agentes
económicos del capitalismo real para enfrentarse con ella a las demás mercancías como
poseedores del equivalente universal. Por consiguiente, y tal como se ve en la tabla, a
diferencia de los precios relativos de las mercancías (i, j), en los precios relativos en los que
interviene el dinero (ya se trate de dinero metálico o crediticio), el denominador es siempre
el valor efectivo del dinero (µo o µb según los casos). La razón es que, en efecto, Marx
razona --como lo hacen los modernos defensores de la Nueva Interpretación (Duménil,
Foley, etc.)-- concibiendo el dinero como si fuera la inversa de lo que estos autores llaman

economía de Adolph Wagner, en Marx, 1880).

57
la expresión monetaria del tiempo de trabajo (es decir, el cociente entre el producto
nacional y la cantidad total de trabajo abstracto: véanse Foley, 1983, 1986).
Desarrollaremos más ampliamente este punto en la sección 2.3.

2) El segundo elemento se relaciona con el anterior, pero tiene que ver con la
magnitud del trabajo indirecto imputable a los medios de producción que intervienen en la
producción. El debate sobre si Marx definió y cuantificó el valor de los insumos en
términos de valor o en términos de precios queda aclarado a la luz de la tabla 2.2 y de la
discusión anterior. Marx usa, en efecto, µ (es decir, cantidades de trabajo) para evaluar esos
insumos, pero esos µ son al mismo tiempo magnitudes monetarias, o m (ya que µi = mio *
µo). Esta cuestión ha dado lugar a una intensa polémica en la literatura marxista
contemporánea, que revisaremos también en la siguiente sección de este capítulo.

3) El tercer elemento es la idea de que, para Marx, el precio de producción es sólo


la expresión monetaria del valor de producción, que es la expresión acabada del valor en
condiciones capitalistas globales. Esta idea, que no nos atrevemos a bautizar como
interpretación MRBM (usando el acrónimo formado por las iniciales de los autores que, en
mi opinión, más han contribuido junto a Marx y después de él a formar esta interpretación:
Rubin, Bródy y Marzoa), la desarrollamos en la sección 2.4.

2.3. El valor del dinero y el valor de los insumos. Shaikh versus Mage-Foley-Itoh

Existe un doble debate entre los marxistas sobre qué debe entenderse por el valor de los
componentes del capital constante y variable que entran en la producción de las mercancías,
así como sobre el valor del dinero (o su inversa, la expresión monetaria del tiempo de
trabajo, o EMTT) y, en especial, sobre el uso que de ésta puede y debe hacerse con ocasión
del paso de magnitudes expresadas en valor a magnitudes expresadas en dinero, y
viceversa. Dejando de lado aquí otros aspectos relacionados con esta cuestión52, las dos
posiciones básicas al respecto quedan bien reflejadas en la polémica que ha mantenido

58
Shaikh contra una línea interpretativa que él asocia con autores tan diferentes como Mage,
Foley o Itoh.

En su conocido trabajo empírico (para los Estados Unidos) sobre la ley de la tendencia
descendente de la tasa de ganancia, Mage (1963) dedica un apéndice al problema de la
transformación, donde puede leerse:
“Como capital constante o variable, el ‘bien de capital’ no es según Marx sino la ‘forma disfrazada’
del ‘valor mismo’. En el extremo del proceso D-M-D’, el ‘valor mismo’ se presenta en su forma
general, como puro dinero. El ‘bien de capital’, como disfraz del dinero, puede transferir a su
producto sólo el valor que representa, sólo el equivalente en valor de su coste monetario efectivo
para el capitalista que lo usa. Si éste pagó por él una cantidad mayor o menor que su valor, esto no
tiene, según Marx, ninguna consecuencia para él en la medida en que realmente le costó el precio
efectivo de mercado. La diferencia entre el valor creado en su producción y su precio de producción
ya fue transferida a otros capitalistas a través de la tasa de ganancia media” (Mage, 1963, pp. 242-
243).

Y en su propio trabajo empírico, su método, según explica él mismo, consistió en partir de


series estadísticas en precios que se transforman en series en valor de la siguiente manera:
“Cada una de ellas debe transformarse desde magnitudes en dólares a las correspondientes
cantidades de horas de tiempo de trabajo socialmente necesario, para determinar la
plusvalía neta, el consumo de capital y el stock53 total de capital. El problema clave, sin
embargo, es determinar la razón o cociente en que los dólares corrientes de un año dado
representan horas de tiempo de trabajo, el contenido en trabajo del dólar corriente”
(ibidem, p. 197).

A pesar de su importancia, el trabajo de Mage nunca fue publicado, por lo que esta cuestión
habría pasado desapercibida si se hubiera limitado a aparecer en una obra de este tipo. Pero
Shaikh considera que lo que hacen Foley, Duménil y los demás defensores de la “nueva
interpretación” es imitar a Mage en el uso de una “expresión monetaria de los valores” (o
del tiempo de trabajo) para pasar libremente de un tipo de medida al otro --y en ambos
sentidos--, lo que, según la interpretación de Shaikh, es contrario a los usos del propio

52
Por ejemplo, el problema de la definición estática o dinámica del valor de los insumos.
53
Anque existe una traducción española para esta palabra --por ejemplo, en México se usa siempre acervo de
capital para referirse al montante o fondo de capital acumulado--, el uso de la expresión inglesa está tan
extendido en España que parece imposible --al contrario de lo que suponíamos para argumentar la sustitución
de la expresión input-output por la de insumo-producto-- desbancar la expresión stock de capital. Por
consiguiente, y no sin cierta incoherencia en este punto, usaremos siempre stock en este caso.

59
Marx. Sin embargo, los autores criticados responden que ellos hacen esto precisamente
porque es lo mismo que, en su opinión, hacía Marx. Para Foley, por ejemplo,
“la teoría de Marx implica la existencia de una equivalencia cuantitativa en cada periodo particular
entre la unidad monetaria y el tiempo de trabajo social. Llamaré a esto la ‘expresión monetaria del
trabajo’ (o EMT), cuya dimensión es $ (u otra unidad monetaria) por hora (u otra unidad de tiempo)
de trabajo. Marx usa continuamente esta concepción para pasar del cómputo en dinero al cómputo en
trabajo y viceversa. Un ejemplo especialmente significativo lo proporciona el primer capítulo del
volumen III de El Capital (1894), donde Marx usa este concepto libremente en el contexto de la
discusión de economías con desiguales composiciones orgánicas del capital, y donde, por tanto, los
precios de producción de mercancías individuales (la reconstrucción marxiana de los ‘precios
naturales’ de Smith) no tienen por qué ser proporcionales al trabajo materializado en ellos” (Foley,
1997, p. 41).

Según Foley, lo mismo ocurre en el volumen I, donde “Marx afirma claramente que los
precios efectivos de mercado así como los precios naturales o precios de producción
pueden no ser proporcionales en general a los coeficientes de trabajo incorporado, pero
continúa usando claramente, en mi opinión, un coeficiente EMT para pasar de cálculos en
tiempo de trabajo a cálculos en precios monetarios (en ambos sentidos). De lo cual
concluyo que Marx no vio ninguna dificultad para la elaboración monetaria de su teoría
laboral del valor que procediera de las desproporcionalidades entre precios monetarios y
trabajo materializado. El punto absolutamente crucial de la visión de Marx es que el
sistema de intercambio de mercancías basado en el dinero es simultáneamente un sistema
de distribución del tiempo de trabajo social” (ibidem).

Creo que Foley tienen razón en todo lo que expone aquí. Acierta en identificar el elemento
crucial en Marx (coincide en esto con la interpretación de Rubin, como veremos infra), así
como en la afirmación de que Marx no vio ninguna dificultad en esta cuestión. Sin
embargo, Foley estará de acuerdo en que el que Marx no la viera no significa
necesariamente que no exista. Volveremos también a esto más tarde, pero veamos antes la
crítica de Shaikh a Foley:
“En tiempos recientes, varios autores (Foley, 1982; Lipietz, 1982) han intentado convertir la
identidad algebraica de Mage en una ‘nueva’ solución del problema de la transformación, definiendo
simplemente tanto el valor de la fuerza de trabajo como el valor del dinero en la manera adecuada.
Lo que olvidan mencionar son las consecuencias de este proceder. Como pura definición, el valor del
dinero λ* es el trabajo vivo adquirible por el producto neto. Esto significa que el valor de la fuerza
de trabajo V’ es el trabajo vivo adquirible por la masa salarial en dinero de los trabajadores
productivos, y que la plusvalía S’ es simplemente el trabajo vivo adquirible por la masa de beneficio
existente. Marx afirmó que el precio y los beneficios eran la forma monetaria del valor y de la
plusvalía. El nuevo enfoque abandona esto completamente, ¡al definir la plusvalía como una forma
del beneficio! Toda la relación entre plusvalor y beneficio resulta así invertida. Además, esta

60
interpretación no tiene siquiera la virtud de ser nueva, ya que no es nada más que la segunda
definición dada por Adam Smith del valor trabajo como el trabajo vivo adquirible con el precio.
Ricardo y Marx rechazaron decididamente este enfoque, con buenas razones” (Shaikh y Tonak,
1994, p. 179).

Foley ha rechazado la identificación de su posición con la teoría de Adam Smith, y en esto


tiene razón54. Pero la cuestión es diferente de como la interpreta Foley. Tiene razón en que
Smith define el valor como p/W, mientras que él lo define como p/E55, y en este sentido
Shaikh se equivoca al identificar ambas posturas. Pero la cuestión que está planteando
Shaikh no es ésa. Es verdad que un precio dividido por algo (otra cosa) nos puede dar un
valor, y que lo que Foley entiende por ese algo no es lo mismo que lo que entiende Smith.
Pero lo importante es si el procedimiento correcto consiste en derivar el valor a partir del
precio o en lo contrario --como afirma Shaikh--, es decir, en derivar el precio a partir del
valor: ésta es la cuestión central. En realidad, cuando Foley (ya desde 1982)56 afirma que
Marx identifica el valor con el precio de los insumos, o cuando otros autores hacen
recientemente lo mismo57, lo que les mueve es el mismo propósito que aparece más

54
“Shaikh y Tonak muestran aquí una falta de compresión de la Nueva Interpretación o de la concepción de
Smith sobre el valor como trabajo adquirible. La definición de Smith identifica la cantidad de lo que él
llamaba ‘trabajo’, y Marx ‘fuerza de trabajo’, con el trabajo que el precio de la mercancías podría adquirir en
el mercado, que en términos algebraicos es p/W, donde p es el precio monetario de la mercancías, y W el
salario monetario. Las razones que tenían Ricardo y Marx para rechazar la concepción de Smith son correctas,
y se basan en que la definición de Smith confunde los efectos de la tecnología y de la distribución sobre el
valor de las mercancías. Ricardo y Marx corrigen esto al considerar que el valor se produce por medio de
gasto de trabajo en el proceso de producción, y en consecuencia se determina lógicamente antes de la
distribución del valor del producto neto entre salarios y beneficios. La Nueva Interpretación es completamente
coherente con el argumento de Marx en este punto, ya que la definición de la expresión monetaria del trabajo
como cociente entre el valor del producto neto a precios de mercado y el trabajo vivo gastado en un periodo
no tiene nada que ver con el nivel de los salarios monetarios (y ésta no es la concepción de Smith)” (p. 47).
55
En ambos casos, al dividir una variable expresada en ($/unidad) por otra que se expresa en ($/hora), el
resultado es un "valor" (horas/unidad).
56
“Marx llama al coste no salarial capital constante, al coste salarial capital variable, y al beneficio
plusvalía” (1982, p. 38).
57
Pueden distinguirse, sin embargo, dos versiones de este proceder. En la primera, se repite básicamente la
posición de Foley: “De hecho el valor transferido por el capital constante es igual al valor medido por el
dinero avanzado para comprar los elementos de ese capital. De igual manera, el valor del capital variable se
mide por el dinero avanzado para pagar al trabajador, no por el valor de los productos que consume”
(Freeman y Carchedi, 1996, p. xi). Pero en la segunda se da un paso más, y creo yo que en parte con buena
lógica dentro de esta concepción (Moseley acusa a Foley de incoherente por defender sólo la redefinición del
capital variable, y no la del capital constante al mismo tiempo). Sin embargo, Moseley escribe que “el
concepto clave de capital lo define Marx en términos de dinero, no en términos de tiempo de trabajo”; por esa
razón, “el capital constante y el capital variable no tienen que transformarse de magnitudes de valor en
magnitudes de precio, porque el capital constante y el capital variable no se determinan primero como valores
de los medios de producción y de los bienes salariales y luego como precios de esas mismas cestas de bienes.
Más bien, se toman como dadas las mismas cantidades de capital constante y capital variable, tanto en el
análisis agregado de la plusvalía del volumen I como en el análisis desagregado de los precios de producción

61
expresamente en Itoh (1980)58, que también ha sido criticado por Shaikh59 (véase también
el reciente intento de mantener la "triple igualdad" de Marx en Loranger, 1999).

del volumen III, con independencia de si los precios de los medios de producción y los bienes salariales son o
no proporcionales a sus valores” (1997, pp. 110, 114). Sin embargo, otros autores de la TSS (véase infra) han
criticado la posición de Foley y Moseley. Por ejemplo, en relación con Ramos (1995), Roberts ha escrito (en
sintonía con la posiciín de Shaikh al respecto) que “primero soluciona para precios y valores en términos de
dinero, y luego traduce estas medidas a términos de tiempo de trabajo por medio de lo que llama ‘EMT’
(expresión monetaria del trabajo) (...) Un enfoque que equivale a afirmar que la expresión de las mercancías
en dinero (precios de producción monetarios, valores monetarios) es lógicamente anterior a cualquier medida
en términos de tiempo de trabajo social (...) Creo que el enfoque monetario de Ramos invierte efectivamente
la estructura completa del argumento en la parte I del volumen I de El capital” (Roberts, 1996, pp. 12-13).
58
“En mi opinión, este problema puede solucionarse sobre la base de una distinción dimensional entre las
formas y la sustancia del valor, investigando tres aspectos interrelacionados de los valores. Debemos
preguntarnos cómo (i) la sustancia de valor producida, o las cantidades de trabajo incorporado en las
mercancías, dadas las condiciones sociales y técnicas de producción, determina (ii) los precios de producción
como forma de valor que se expresa en términos de dinero, pero también (iii) las cantidades de trabajo --la
sustancia de valor-- adquirible a través de esos precios de producción por cada clase y rama industrial (...) Si
nos limitamos a comparar los valores producidos y los precios de producción, es decir los puntos citados
como (i) y (ii), no puede sorprender que las proposiciones de Marx sobre los dos conjuntos de totales no se
mantengan directamente, ya que la sustancia de valor y la plusvalía tienen una dimensión cuantitativa
diferente de la de los precios de producción y los beneficios. La primera se mide en horas, y la segunda en
dólares o libras, por ejemplo. Pero la comparación relevante al evaluar las proposiciones de Marx es entre (i)
y (iii): valor y plusvalor total producidos, y valor y plusvalor total adquiridos por medio de los precios de
producción. Estas últimas magnitudes (iii) pueden concebirse así, suponiendo condiciones físicas estables
(aunque no necesariamente duraderas) de producción. Primero, el capital constante y el variable son idénticos
al valor original de los componentes ci y vi. Cualquiera que sea el conjunto de precios de producción, cuando
el elemento de coste de producción que comprenden se usa para recomprar medios de producción y fuerza de
trabajo, la sustancia de valor adquirida a través de esos precios de producción debe reemplazar simplemente a
la sustancia de valor del capital constante y variable usado para producir los productos y sus valores (i). En
segundo lugar, de todos los componentes del valor, sólo la plusvalía total (s) --la plusvalía materializada en el
plusproducto social-- se ve obligada a sufrir un reparto entre las industrias a través de los beneficios medios
que se incorporan a los precios de producción. Tanto si suponemos un plusproducto compuesto sólo por una
mercancía única, como se hizo en Itoh, 1980, 1988, como si partimos de una composición uniforme de las
mercancías que se compran a partir del beneficio en un modelo de n sectores, cada plusvalía sectorial
adquirida (si’) es una fracción de la plusvalía total proporcional al beneficio sectorial (pi) como parte del
beneficio total (p), de manera que si’ = (s) (pi/p). Las cifras que representan finalmente la sustancia adquirida
de valor (ai’ = ci + vi + si’) y la plusvalía adquirida (si’) difieren evidentemente de las correspondientes
entradas de valor y plusvalor producidos en cada industria, pero los totales coinciden: el valor y el plusvalor
total producidos son idénticos al valor y plusvalor total distribuidos a través de los precios y los beneficios.
Tanto (i) como (iii) incorporan los elementos del precio de coste (ci + vi), de forma que sólo la plusvalía
redistribuida obtenida a cambio de los precios de mercado diferencia la sustancia de valor adquirida de la
sustancia de valor producida en cada industria. Aunque no completamente idénticos a los de Marx, estos
resultados son muy similares y concuerdan muy probablemente con lo que Marx quería decir en sus
proposiciones sobre los dos conjuntos de totales. Creo que esto representa una solución satisfactoria de un
antiguo problema en la polémica sobre la transformación. Es interesante observar que la estructura lógica
básica de las tres tablas de Itoh y las principales conclusiones que derivan de ellas no se ven alteradas si el
modelo se extiende a n sectores o si los centros de gravedad (precios de producción) se sustituyen por precios
de mercado, excepto en caso de posibles fluctuaciones destructivas de los precios” (Itoh, 1992, pp. 61-62).
59
La posición de Shaikh queda también muy clara en su respuesta a Itoh: “Es siempre correcto decir que el
dinero gastado en comprar cualquier mercancía compra el valor materializado en ella, de forma que el dinero
gastado en la compra del plusproducto (el beneficio) se cambia por el valor materializado en este
plusproducto (plusvalor). Pero por muy ilustrativo que sea este énfasis en los valores adquiridos, no se
enfrenta en realidad a la cuestión que plantea el problema de la transformación (o el de la comparación de

62
Es posible concretar el alcance de la cuestión que se debate entre estos autores fijando
nuestra atención en un ejemplo que ilustra muy bien la diferencia. Pensemos en el suelo
como insumo del proceso de producción de cualquier mercancía. Sabemos que la tierra
virgen no contiene valor alguno por tratarse de un bien natural al que no se le ha
incorporado trabajo humano, pero que sí tiene un precio de mercado positivo. A primera
vista, esto parece suficiente para negar la posibilidad de escribir en este caso:

µi = mio * µo,

puesto que µi no puede ser cero y ser al mismo tiempo igual al producto de dos números
positivos. Podría argumentarse que si se usa el precio del suelo junto al valor del dinero
para computar un valor positivo de este bien, que entra como insumo en la mayoría de los
procesos de producción, estamos falseando el cálculo (debido a la razón explicada), aparte
de ilustrando por qué no es posible seguir este procedimiento sin efectuar simultáneamente
una inversión completa de la teoría de Marx, en la que los precios dependen de los valores,
y no a la inversa.

Sin embargo, Mage, Foley, Itoh y otros autores parecen estar pensando en que el uso del
valor del dinero para pasar de precios a valores de mercado es legítimo cuando se utiliza
una perspectiva distinta de la de la pura mercancía individual, es decir, siempre que, como
en el caso de Marx, se razona en términos de los insumos totales que integran el capital
constante y variable de cualquier capitalista (individual, sectorial o agregado). Desde este
punto de vista, la relación entre la producción social y el trabajo social es una media que
tiene en cuenta todas las desviaciones, de la clase que sean, que operan entre valores y

cualesquiera dos esquemas de precios relativos diferentes), como se ilustra en las tablas 1A-2A (...) Podemos
imaginar otras tablas 2A’, 2A’’, etc., donde los precios sean precios de monopolio o precios de mercado, etc.
Todas estas tablas reflejarían la misma plusvalía, todas adquirirían los mismos productos y plusproductos
físicos, pero en cada caso el beneficio realizado sería diferente, aunque la plusvalía subyacente fuera la
misma. Itoh se contentaría con decir que las diferentes cantidades de beneficio total realizado en las tablas 2A,
2A’, 2A’’, etc. comprarían el plusproducto y, por tanto, una cantidad de valor igual a la plusvalía. ¡Pero esto
no nos diría nada en absoluto sobre la determinación cuantitativa del beneficio total, que sería diferente en
cada caso! Marx afirma que el beneficio deriva de la plusvalía. El análisis de los valores adquiridos nos dice
que (en condiciones autorreproductivas) el beneficio compra el plusproducto. Estas dos afirmaciones no son
lo mismo. El rompecabezas central sigue en su sitio: puesto que la plusvalía sólo se transfiere en la
circulación, ¿cómo es posible que el beneficio total pueda variar independientemente del plusvalor total
simplemente porque el modo de circulación varía?” (Shaikh, 1992, p. 81).

63
precios finales, por lo que sigue siendo correcto su uso incluso tras considerar entre los
insumos la tierra y los demás bienes sujetos al pago de una renta, ya que esta renta no es
sino una más de las desviaciones aludidas y tenidas en cuenta en el cómputo global del
valor del dinero.

Respecto a la cuestión cualitativa, más que cuantitativa, es decir, la de la coherencia de


obtener los valores a partir de los precios, creo que ambas partes se reparten la razón,
porque ambas perspectivas pueden ser válidas como punto de partida del análisis. Marx se
plantea el problema del valor en un contexto de tiempo real, ya que a él le interesa la
determinación del valor en un proceso de producción presente partiendo de las premisas ya
dadas que pertenecen al pasado. Entre éstas se encuentra el valor de los insumos porque su
determinación es ajena al proceso que está bajo el control del capitalista. A mi juicio, no se
trata (como creen los partidarios del TSS: véase la sección 2.4) de que el valor de los
insumos esté dado en el pasado y debido a eso ya no pueda cambiar su valor. Duménil y
Lévy (1997) han criticado acertadamente este punto de vista (véase Guerrero, 1999a),
mostrando que el único valor que cuenta de los insumos es el que tienen en el momento
presente (porque el valor es la cantidad de trabajo que se necesita para la reproducción
futura con la tecnología marginal presente disponible para cada tipo de mercancía).

De lo que se trata, pues, es de que los valores de los insumos son lógicamente distintos de
los valores de los productos. El capitalista que usa el proceso de producción como un
simple medio del proceso que a él le interesa, que es la valorización, usa los insumos como
algo cuyo valor está dado para él (con independencia de que ese valor fluctúe debido a
circunstancias ajenas por completo a ese capitalista), algo que está fuera de su alcance. Sin
embargo, ello no obsta para que su proceso de producción --la combinación de esos
insumos con el trabajo directo de los obreros cuya fuerza de trabajo también le pertenece--
siga siendo el elemento crucial en la determinación del valor de la mercancía que para él lo
es todo: su propia mercancía objeto de su proceso de producción, cuyo valor debe realizar
en el mercado para tener acceso a la masa de dinero que constituye el objetivo final de su
iniciativa empresarial individual.

64
Desde este punto de vista, Marx tiene toda la razón en suponer que los valores de los
insumos sólo cuentan como el equivalente de los precios de mercado pagados por ellos, o,
mejor dicho, como el equivalente de los precios actuales (presentes) de mercado. Usando la
notación y el instrumental modernos, es perfectamente posible formalizar estas ideas de
Marx identificándolas con la posición defendida en este debate por Mage, Foley o Itoh.
Partiendo de la notación presentada en los epígrafes anteriores, los valores directos (δ), la
plusvalía (s), la tasa general de ganancia (única), g, y los valores de producción (π) en Marx
se escribirían como aparecen en las ecuaciones (1) a (4) [siendo t la producción total en
términos físicos]:
δ = a0 + µ·A (1)
s = a0 - µ·B (2)
g = (s·t) / (µ·K·t) (3)
π = µ·(A+ B + g·K) (4)

En estas ecuaciones60, todos los insumos están valorados a sus valores efectivos (es decir,
de mercado, µ), ya se trate de los elementos del capital constante usados en la producción
(representados por la matriz de coeficientes técnicos, A), de los elementos que integran el
consumo de los trabajadores (matriz B), o de los que forman el stock de capital invertido
por los capitalistas (K). Estos valores efectivos se computan en la práctica, además, como el
equivalente en valor de los precios efectivos (µi = mio * µo). Una de las tareas urgentes que
hay que realizar es la de llevar a cabo una estimación de la robustez empírica de estas
ecuaciones, y su comparación con la correspondiente a la fórmula tradicional usada
mayoritariamente para esta clase de contrastaciones empíricas, pero en lo que sigue nos
mantendremos siempre en el terreno puramente teórico.

Y en este terreno, la cuestión que se plantea en realidad es la siguiente: si hemos


considerado que la posición de Marx es legítima, ¿por qué no considerar entonces errónea
la posición contraria, representada en el debate anterior por las tesis de Shaikh? En primer

60
Compárese con la representación tradicional de las ideas de Marx, que lee δ en vez de µ cada vez que Marx
se refiere al valor de los insumos:
δ = a0 + δ·A (1’)
s = a0 - δ·B (2’)
g = (s·t) / (δ·K·t) (3’)
π = δ·(A+ B + g·K) (4’)

65
lugar, la posición de Shaikh cuenta también con buenos argumentos para su defensa. En mi
opinión, si Marx hubiera conocido la posibilidad de expresar los valores y los precios de
producción como función de ellos mismos, y la no necesidad de hacer intervenir a los
valores de mercado en el correcto cálculo matemático de los primeros, hubiera considerado
esta solución como técnicamente superior a la que él mismo utilizó, además de
teóricamente equivalente, por lo que sin duda se habría inclinado por ella. Según esta
última interpretación, los valores son "coeficientes de trabajo verticalmente integrados", y
los valores de producción son simples autovectores, ya que las ecuaciones (1'') y (4''):
δ = a0 + δ·A (1'')
π = π·(A+ B + r·K) (4'')

son fácilmente transformables en las correspondientes (1''') y (4''') que nos autorizan a esa
conclusión:
δ = a0 (I - A)-1 (1''')
(1/r)·π = π·[(K·(I - A - B)-1] (4''')

El que las ecuaciones (1''') y (4''') nos permitan calcular los valores y los precios de
producción sin necesidad de recurrir a precios de mercado es desde luego una ventaja,
sobre todo desde el punto de vista de la exposición de la teoría del valor. Sin embargo, no
hay que sacralizar estas fórmulas, y al mismo tiempo condenar a las ecuaciones (1) a (4)
como incoherentes, sobre todo cuando se utiliza todo este aparato conceptual para la
investigación empírica, ya que, en ese caso, nos vemos obligados a recurrir a datos
estadísticos que producen idéntica contaminación en el cálculo de otras variables, incluidos
los coeficientes de trabajo directo, por ejemplo, que se obtienen en la práctica usando como
ponderación los salarios (de mercado) relativos proporcionados por la Contabilidad
Nacional.

Como conclusión final de este epígrafe, podemos señalar, pues, las siguientes:

1) Marx pensó que la transformación dejaba inalterada la masa de plusvalor, la masa


de valor y la tasa de ganancia. Las tres conclusiones son ciertas si se definen los valores

66
directos y de producción a partir de los valores efectivos de los insumos y se usa un único
valor del dinero como operador exclusivo en el paso de unas a otras magnitudes.

2) la formulación alternativa de los valores directos como coeficientes de trabajo


verticalmente integrados, y de los valores de producción como autovectores, es
técnicamente superior y mejora la técnica expositiva de la TLV. Su uso conlleva, sin
embargo, el descarte de la triple y simultánea identidad marxiana analizada en la sección
2.1 (manteniéndose exclusivamente la primera de ellas, que iguala valores totales y precios
totales), pero no invalida el uso de las ecuaciones de Marx como una primera aproximación
(véanse Shaikh, 1984, 1998) que resulta completamente correcta en el contexto de sus
propias definiciones.

3) Aunque la posición de Mage, Foley e Itoh es más acorde con la posición de


Marx, la de Shaikh (que no es sino la de Bródy, como veremos más tarde) es preferible para
el trabajo empírico, e incluso más exacta y actual que la del propio Marx. Ambas
soluciones deben ser empleadas simultáneamente, y su compatibilidad es un aspecto más de
la fortaleza teórica y empírica de la teoría del valor de Marx.

4) Por último, las conclusiones anteriores salen reforzadas, en mi opinión, del


proceso de revisión al que someteremos en la sección 2.4 al concepto de precio de
producción, que es sólo la forma habitual de llamar a algo que, como se desprendía de la
tabla 2.2, sólo era el valor de producción. Esta interpretación supone poder dar un paso más
allá de la posición de Shaikh, y colocarnos en la senda que nos dirige al futuro de la
moderna TLV.

2.4. Precio de producción y "valor de producción". La interpretación del valor como


"valor de producción"

Para apreciar de forma global el sentido y significado de las principales acusaciones de los
críticos, así como los tipos de reacciones más características suscitadas en los defensores,

67
conviene, en mi opinión, partir de lo que debe considerarse hoy en día la versión más
elaborada de la TLV, incluyendo las aportaciones positivas que han contribuido a
desarrollar las ideas de Marx, entre las que ocupan un lugar preeminente Rubin (1928),
Bródy (1970) y Martínez Marzoa (1983). La idea central no es otra que la consideración del
precio de producción como el auténtico valor en condiciones capitalistas plenas (lo que
venimos llamando valor de producción), idea que está tanto en Marx (de forma implícita)
como en los autores citados, y que es la auténtica vía de superación de muchos de los
impasses y puntos muertos a que han conducido gran parte de los debates hasta ahora. No
se trata sólo de que “los críticos de la teoría de Marx que ven una contradicción entre la
teoría del valor-trabajo y la teoría del precio de producción no comprenden el método de
Marx” (Rubin, 1928, p. 278). Se trata de que la teoría que define el valor en condiciones
capitalistas es la del precio de producción: “La teoría del valor-trabajo sólo presupone
relaciones de producción entre productores de mercancías. La teoría del precio de
producción supone, además, relaciones de producción entre capitalistas y obreros, por un
lado, y entre diversos grupos de capitalistas industriales, por el otro” (p. 314).

Bródy da un paso más respecto a Rubin al identificar por completo valores y precios de
producción en la práctica, completando así una ruptura con la tradición dualista que no
parece haberse percibido por los defensores contemporáneos de la línea no dualista
(fundamentalmente, el TSS, o Temporal Single System, donde Single no es sino otra
denominación para el enfoque no dualista que reclaman Freeman y Carchedi, 1996, o
Kliman y McGlone, 1997). Ha pasado completamente desapercibido el hecho de que, ya
desde el índice de su libro, Bródy hablara de “precios en valor” y “precios de producción”,
y decidiera usar, aun antes de empezar, el mismo símbolo, p, para “el vector de valor o
precio” (Bródy, 1970, p. 11). Pero lo más interesante es que su análisis de las
“dimensiones” de las variables implicadas es perfectamente compatible con el que
expondremos más adelante. En la sección de su libro que dedica a este tema (pp. 95-100),
tras denunciar la inconsistencia del modelo Cobb-Douglas como ejemplo de lo que puede
ocurrir cuando no se tiene el cuidado (a diferencia de lo que hacían Jevons y Wicksteed,
poco imitados al respecto) de practicar el “análisis dimensional”, Bródy analiza
cuidadosamente el tipo de unidades en que están expresadas todas las variables que

68
aparecen en su modelo, y llega finalmente a la conclusión de que “el precio no es sino el
valor de una unidad de producto”, que él escribe:
[pk] = [viaik] = [W/i] [i/k] = [W/k];

añadiendo, además, una serie de comentarios que completan la esencia de su posición61.

Finalmente, Martínez Marzoa (1983) explica que la reducción del trabajo concreto a trabajo
abstracto es un proceso que se lleva a cabo en dos pasos:
“En el primero de ellos, la comparación se hace entre los productores de un mismo producto, y,
consiguientemente, la ‘media social’ puede establecerse en términos físicos (...) En cambio, en el
segundo paso, en la comparación entre sectores, dado que los productos son magnitudes distintas, no
hay ningún punto de partida físico para definir una ‘media’; la única base para reducir a un criterio
igual es, pues, económica y no física, a saber: es el hecho de que, si la relación de valor entre los
productos totales de unos y otros sectores coincidiese con su relación de tiempo de trabajo real total,
la tasa de ganancia de ciertas ramas en su conjunto sería permanentemente mayor que la de otras
ramas, lo cual es incompatible con la concurrencia (...) La interpretación que hemos establecido del
‘precio de producción’ excluye la idea de una ‘transferencia de valor’ (y, por lo tanto, la de una
‘transferencia de plusvalía’), por cuanto pretende fundamentar que en el ramo industrial más atrasado
se constituye, con el mismo tiempo de trabajo, menos valor, sin que éste tenga que haber sido
transferido a ninguna parte; e, igualmente, que en las industrias o ramos más avanzados, con el
mismo tiempo real de trabajo, hay más valor constituido, sin que el mismo tenga que haber venido
transferido de parte alguna. El aceptar esto en la comparación entre empresas del mismo sector es

61
"Así, tenemos que distinguir conceptualmente entre valor y corriente de valor. Designamos la primera
dimensión (basada en el alemán Werth y el inglés Worth) simbólicamente por [W], y las corrientes de valor
tendrán, en consecuencia, la dimensión [WT-1] --intensidad o flujo (...) Pero, ¿cuál es entonces la medida del
valor? ¿Cómo se relaciona su dimensión con las otras cosas que observamos en economía? La teoría del valor
trabajo ofrece una respuesta. El valor se crea por el trabajo (...) Designamos esto, el trabajar, el movimiento --
el trabajo, en suma-- por el símbolo [L]. La cantidad de trabajo gastado, [LT], nos da valor. De esto se deriva
que [L] = [WT-1], el trabajo tiene dimensión de una corriente de valor. ¿Pero cómo medir el trabajo? ¿No
podría medirse por su número? Pero esto sería como medir la radioactividad de los metales por su peso o su
contenido cúbico, despreciando la actividad específica misma. La fuerza de trabajo puede trabajar más o
menos intensamente, en trabajos más o menos cualificados, y el resultado serán valores creados muy
diferentes. Quizás el trabajo de cualificación media podría medirse (...) por las diferencias en el coste de
reproducción de las cualificaciones necesarias. Pero la diferente intensidad del trabajo, de las cualificaciones,
aun siendo hechos evidentes de la vida cotidiana, desafía la medida objetiva y sólo puede juzgarse
indirectamente en términos de costos de entrenamiento, o de productividades. En consecuencia, no podemos
encontrar el patrón de medida exacto por el procedimiento de retroceder desde el valor al trabajo y desde el
trabajo a la fuerza de trabajo. Parece que el valor no tiene una unidad intrínseca. En nuestro modelo, el valor
tenía que determinarse de manera circular. Podemos determinar proporciones pero no magnitudes absolutas.
Contamos con un grado de libertad para el patrón de medida; éste no tiene ninguna unidad elemental absoluta.
Pero estamos ante la misma posición filosófica que ante las unidades de longitud o de tiempo. También ellas
son puramente convencionales, y tampoco tienen ninguna unidad interna, intrínseca y objetiva. ¿Qué
podemos hacer entonces? Podemos fijar, por ejemplo, una hora de trabajo de cualificación e intensidad
medias como la unidad que usaremos. Marx hizo esto por razones didácticas en el primer volumen de El
Capital, y gracias a ello pudo deducir los precios en valor (en contraste con los precios de producción) de
forma no circular, al parecer. Aquí hacemos lo mismo al analizar la dimensionalidad de nuestro modelo:
consideramos que la unidad de valor se fija desde el principio y construimos a partir de ahí la dimensión [W],
considerada ahora de forma inequívocamente medible” (Bródy, 1970, pp. 97-98).

69
habitual en los teóricos de la llamada ‘economía marxista'; en cambio, es menos corriente aceptarlo
en la comparación entre sectores” (Martínez Marzoa, 1983, pp. 74-75).

Pero tiene buen cuidado en rechazar el argumento que podría surgir automáticamente como
réplica frente a su posición, a saber: que esta interpretación equivaldría a “desplazar la
creación del valor de la esfera de la producción a la esfera de la circulación”, con la
siguiente contrarréplica que, por parecernos plenamente subscribible, podemos usar como
remate y punto final de todo este capítulo:
“es en el acto de producción, pero de la producción social en su conjunto (no de una industria o
rama), donde ocurre efectivamente que tal proceso es más o menos productivo que tal otro, donde
hay realmente una ‘media social’ (...) Pero, ¿de qué manera esos valores se le ponen de manifiesto a
la propia sociedad de la que se trata?; no de otro modo que en el mercado; o sea, ‘en la circulación’.
Las magnitudes de valor se determinan en la producción, pero la propia sociedad no tienen otra
posibilidad de conocerlas que el mercado; y esto ocurre así porque, en la sociedad moderna, la
producción social en su conjunto (en la cual, y no en tal o cual industria o rama, se determinan los
valores) sólo se constituye como tal a través del mercado” (ibid., pp. 76-77).

70
PARTE II:
LAS TABLAS INSUMO-PRODUCTO
Y LA CONTRASTACIÓN EMPÍRICA DE LA TEORÍA DEL VALOR
EN LA ECONOMÍA ESPAÑOLA

71
CAPÍTULO 3.
EL MODELO INSUMO-PRODUCTO Y LA ECONOMÍA MATEMÁTICA LINEAL

3.1 Von Neumann y los modelos económico-matemáticos lineales

Podemos señalar tres grandes familias o tipos de interpretaciones sobre la importante


cuestión de la equivalencia entre los distintos modelos económico-matemáticos lineales
existentes: la interpretación neoclásica, la clásica y la marxiana (inspirada en Marx más que
en la tradición marxista).

1. En 1958, Dorfman, Samuelson y Solow (cuyas iniciales conjuntas, DSS, van a servirnos
para denominar a esta primera interpretación) escribieron que los economistas habían
estado "haciendo economía lineal durante más de cuarenta años sin ser conscientes de ello"
(DSS, 1958, p. 1). La razón de este sorprendente hecho era, según estos autores, que "hasta
recientemente los economistas han pasado sobre los aspectos lineales de sus problemas
como sobre algo obvio, trivial y sin interés", pero esto empezó a cambiar al hacerse
conscientes de los nuevos métodos de análisis que "dependen de forma importante de las
características lineales de los problemas económicos"; los más importantes de estos
métodos son tres: "la programación lineal, el análisis input-output, y la teoría de juegos"
(ibidem), cuyo significado básico repasamos a continuación.

Según DSS, el primero en aparecer fue la teoría de juegos, cuyo teorema central data de
1928. Lo que su autor, J. von Neumann62, mostró en este teorema es cómo cada uno de los
participantes en el juego "puede actuar para garantizarse al menos cierta ganancia mínima
(o pérdida máxima)", de forma que al hacer esto está también impidiendo que "sus
oponentes logren más que su beneficio mínimo garantizable", y, al mismo tiempo, entre
todos consiguen que las ganancias efectivas sean las ganancias mínimas para todos, y que
"las acciones y rendimientos queden determinados para todos los participantes" (p. 2). La
segunda rama de la economía lineal se debe al modelo insumo-producto de Leontief (1936,

62
El modelo básico de la teoría de juegos construida por von Neumann en 1926 es el que se refiere a sólo dos
personas y es del tipo de suma cero.

72
1941, 1951). En su versión original, este modelo "se ocupaba de un sistema económico
completamente cerrado" en el que el equilibrio existe cuando las magnitudes de los
diferentes productos son tales que "¡se produce de cada uno exactamente lo que se requiere
de ellos como insumos de todos los demás!" (p. 3). Por último, DSS se refieren a la
programación lineal, desarrollada inicialmente por G. B. Dantzig63 en 1947, y sus
"importantes similitudes con el problema estudiado por Leontief", ya que "la relación entre
objetivos y actividades en los planes de la Fuerza Aérea es análoga a la que existe entre los
productos finales y los productos industriales sectoriales del modelo de Leontief"; en
ambos casos, de lo que se trata es de una "conexión entre fines y medios" (p. 3), aunque "el
análisis insumo-producto puede concebirse como un caso especial de programación lineal
en el que no hay espacio para ninguna elección una vez que se ha determinado la pauta
deseada de productos finales" (p. 4).

DSS aciertan en la conclusión final que extraen de este repaso: la conexión entre las tres
ramas o modelos --que "pasó desapercibida durante un tiempo, incluso después de que los
tres problemas individuales y sus soluciones fueran bien conocidos"-- reside en el hecho de
que "las estructuras matemáticas de la programación lineal y la teoría de juegos son
prácticamente idénticas", pues ambas son sólo "aplicaciones de la misma rama de la
matemática --el análisis de las desigualdades lineales--, una rama con otras muchas
aplicaciones tanto dentro como fuera de la economía" (p. 5). Sin embargo, lo más
característico de la interpretación de DSS64 es la excesivamente alegre subsunción de estos
nuevos métodos matemáticos en el cuerpo de la teoría neoclásica: "la programación lineal
ha resultado ser el método más poderoso a nuestra disposición para la resolución de los
problemas del equilibrio general que Walras y sus discípulos más inmediatos dejaron sin
resolver" (p. 7). Tras mostrar que, en las dos primeras ediciones de sus Principios, Walras
(y también Cassel) usó el mismo tipo de coeficientes fijos utilizados por Leontief, DSS
concluyen que, en realidad, "oculto en cada sistema de equilibrio general competitivo hay

63
Cuando apareció el libro de DSS (1958), las aportaciones de Kantorovich, realizadas desde los años 30,
eran todavía desconocidas en Occidente.
64
También Weintraub, como ya sabemos, y muchos otros presentan los desarrollos hechos en torno a la
economía lineal como algo que sucede en el interior de una evolución del pensamiento acerca de la
"existencia del equilibrio competitivo" (véase especialmente el capítulo 6 de Weintraub, 1985).

73
un problema de máximo para el valor de la producción, y un problema de mínimo para el
rendimiento de los factores" (pp. 348, 370).

2. La segunda línea interpretativa ha caminado en dirección contraria, interesada en


deslindar la Economía lineal de los desarrollos neoclásicos. Por una parte, esta corriente
insiste en señalar los precedentes de inspiración clásica (en el sentido de no-neoclásica, no
en el sentido que le daba Keynes) en el tratamiento matemático de la producción como un
"flujo circular" (la expresión procede de Sraffa, 1960) en vez de como una "avenida
unidireccional". Así, ponen énfasis en autores como Bortkiewicz y, sobre todo, Charasoff,
"quizás el primer autor en observar claramente lo que más de dos décadas después von
Neumann iba a llamar la 'notable dualidad (simetría) de las variables monetarias (precios pj,
factor de interés β) y de las variables técnicas (intensidades de producción qi, coeficiente de
expansión de la economía α)'" (Kurz y Salvadori, 1995, p. 390). En segundo lugar, los
mismos autores señalan que el propio Leontief compartía también esa concepción, como lo
demuestra la parte de su tesis doctoral (dirigida por Bortkiewicz) que publicó en 1928 con
el título de La economía como flujo circular. Estos autores reconocen que Leontief admite
que su modelo insumo-producto "es una adaptación de la teoría neoclásica del equilibrio
general al estudio empírico de la interdependencia cuantitativa entre actividades
económicas interrelacionadas" (Leontief, 1966, p. 134), pero insisten en que, a pesar de
ello, "preservó el concepto de flujo circular, y no adoptó, en contra de lo mantenido por
algunos, la visión de la producción de Walras y Cassel" (Kurz y Salvadori, 1995, p. 393).
Por último, en esta tradición se ofrece una "interpretación alternativa" del modelo de von
Neumann (ibidem, p. 407), que se oponen a la de Arrow65 y McKenzie66, y opta por la
lectura minoritaria ofrecida por otro grupo de autores67, según la cual la consideración de
las condiciones de demanda sólo debe contar como "una segunda aproximación", y no
como el centro de la teoría (a diferencia de lo que ocurre en el modelo neoclásico), pues los
auténticos factores determinantes de los precios para von Neumann, según ellos, estarían

65
"Aunque von Neumann no hace ninguna referencia (...), parece muy claro que tomó la obra de Cassel como
punto de partida" (Arrow, 1989, p. 17).
66
Que asegura que el modelo de Cassel "fue generalizado al caso de la producción conjunta, en un contexto
especial, por von Neumann" (McKenzie, 1987, p. 500).
67
Por ejemplo, Champernowne, 1945-46, Kaldor, 1961, Morishima, 1973 y Godwin, 1986.

74
contenidos en una teoría autocontenida donde precisamente se "ignora esta segunda
aproximación" (Champernowne, 1945-46, p. 17; Kurz y Salvadori, 1995, p. 423).

3. Por su parte, Bródy (1970) ofrece, a mi juicio, la interpretación más amplia y más
ajustada a la realidad de las tres indicadas, señalando además la equivalencia del modelo de
Marx con los tres que señalan DSS y con el modelo de von Neumann, e insistiendo en algo
a lo que se unirá luego la práctica totalidad de los estudiosos de la cuestión (Morishima,
Samuelson, Kurz y Salvadori, etc.): la anticipación ofrecida por Marx de algunas de las
categorías centrales de la moderna economía lineal68. Para Bródy, la relación correcta entre
los diferentes modelos mencionados en esta sección es la que se observa en el siguiente
esquema (recogido de su página 59), donde se pone de manifiesto que no se trata de una
estricta igualdad, sino más bien de una jerarquía en términos de mayor o menor generalidad
(los niveles superiores expresan más generalidad que los inferiores):

von Neumann

Marx-Leontief Programación lineal

Teoría de juegos

La equivalencia matemática de la teoría de juegos con los modelos de producción lineal fue
reconocida muy pronto, a pesar de que se trataba de un modelo basado en la especulación
matemática abstracta más que en nada que tuviera que ver con la economía. Pero Bródy ha
insistido en la equivalencia de todos los modelos entre sí, partiendo de una idea ya
desarrollada por su maestro von Neumann. Este último escribió:
"Por supuesto, en la mecánica clásica existen dos maneras absolutamente equivalentes de afirmar la
misma teoría, siendo una de ellas causal y la otra teleológica. Ambas describen la misma realidad (...)
La descripción de Newton es causal y la de d'Alembert es teleológica (...) Toda la diferencia que
existe entre ambas es una transformación puramente matemática (...) Esto es muy importante, ya que
prueba que si uno ha comprendido realmente un tema, cosas que antes parecían ser contradictorias
pueden verse como puras transformaciones matemáticas de la otra. Cosas que parecen representar

68
Jorland llega a escribir que "la fecundidad teórica del marxismo, que está en el origen de la economía
matemática lineal, se ha revelado en la pluma de economistas no marxistas" (1995, p. 13).

75
diferencias de principio y de interpretación pueden resultar no tener ningún efecto significativo sobre
enunciados y predicciones. Pueden no significar nada para el contenido de la teoría" (citado en
Bródy, 1970, p. 50).

Bródy aplica esta idea a los cinco modelos de su esquema. Así, señala que el modelo de
Marx (de precios de producción) es un modelo de carácter "determinista-causal", pero que
puede también interpretarse como un "modelo de equilibrio". Asimismo, el modelo de von
Neumann es un modelo de equilibrio, pero tanto él como el modelo de Leontief, y tanto en
sus aspectos primal como dual, pueden interpretarse "como modelos teleológicos" (p. 56).
Por su parte, el modelo de von Neumann y el de la teoría de juegos parten ambos "de un
punto de vista algo más complejo y muy especial: el del principio minimax" (ibidem); y
todos los modelos tienen en común la característica de la "linealidad". Sin embargo, todos
estos modelos también tienen en común características "mucho más profundas" que la
linealidad, y que se resumen en su equivalencia matemática (p. 57). Bródy dice que von
Neumann y Dantzig ya fueron conscientes de este hecho, aunque no lo extendieron hasta
incluir el modelo de Marx. Por último, Bródy afirma que, aunque no es posible afirmar cuál
de los dos modelos --el de Leontief o el de la programación lineal-- es más general69, ello
no impide que ambos puedan transformarse "en un modelo de von Neumann", razón por la
cual éste debe ser considerado como el de mayor generalidad (p. 58).

3.2. El análisis Insumo-Producto y la Inversa de Leontief

Dentro del aparato matemático imprescindible para las contrastaciones del último capítulo
de este libro, hay varios instrumentos o herramientas de una relevancia teórica y práctica
muy especial. Se trata por una parte del álgebra lineal, imprescindible para desarrollar la
estructura matemática básica del modelo insumo-producto, y en particular de la Inversa de
Leontief. En segundo lugar, está el concepto de integración vertical del tejido productivo
interdependiente, sugerido también por Leontief y desarrollado más tarde por L. Pasinetti:
éste resultará también crucial en nuestra investigación, pues los valores (los valores-trabajo

69
En esto discrepa de la interpretación estándar, ya que señala que, si bien el segundo parece más general por
utilizar cualquier tipo de matrices, no necesariamente cuadradas, sin embargo resalta que la matriz de Leontief

76
de la TLV) pueden ser definidos más exactamente, aunque sólo en primera instancia, como
"coeficientes de trabajo verticalmente integrados". Por último, los teoremas de Perron y
Frobenius nos permitirán atribuir una significación especial a los autovalores y
autovectores de ciertas matrices70 insumo-producto, usando los autovectores asociados al
autovalor dominante como el aparato formal que nos proporciona los vectores de "precios
(o valores) de producción" (y usando también los autovectores de su dual como los vectores
de producciones sectoriales o, mejor, de estructuras relativas de la producción sectorial, que
gozan de las propiedades singulares que se analizarán infra).

Como es bien conocido, la estructura fundamental de una tabla insumo-producto puede


resumirse como en la tabla 3.1. La estructura matemática de cualquier sistema de este tipo
consiste en una serie de n ecuaciones lineales con n incógnitas, lo que permite construir
matrices de coeficientes de orden n x n y, consiguientemente, utilizar el álgebra matricial
elemental para obtener la solución de múltiples problemas asociados de una forma sencilla,
que en general consiste en la simple aplicación de la matriz inversa correspondiente.

Tabla 3.1: Estructura básica de la tabla insumo-producto


TABLA INSUMO-PRODUCTO
Productores Demanda Final
1 2 3 4 5 6 7 8 C I (X - M) G
Productores 1
2
3
4
5
6
7
8
Valor añadido Empleados Remuneración de los Asalariados PRODUCTO
Propietarios Excedente de Explotación NACIONAL
Estado Impuestos Indirectos BRUTO
(PNB)
Fuente: Miller y Blair (1985), basándose en el Departamento de Comercio y el Bureau of Economic Analysis
(Estados Unidos) [El significado de los sectores es el siguiente: 1: Agricultura; 2: Minería; 3: Manufactura; 4:
Construcción; 5: Comercio; 6: Transporte; 7: Servicios; 8: Otros. C: consumo privado, I: inversión privada,
(X - M): exportaciones netas, G: demanda pública.]

(I - A) es más general que la matriz bc' usada en programación lineal, que es "estrictamente diádica" y con
rango igual o inferior a uno.
70
Véanse Frobenius (1908, 1909, 1912), Perron (1907); o, más recientemente, Gantmacher (1959) o
Schneider y Barker (1973), y una aplicación de estas ideas a la Economía en Chiang (1984).

77
Veamos algunas de las posibilidades que nos ofrece el álgebra lineal. La más simple
arranca con la descripción del valor de la producción de cualquier sector de la economía
(por ejemplo, el sector i) como la suma de la producción que ese sector vende a cada uno de
los sectores (incluido él mismo, pero llamados todos ahora sector j) más la producción que
se destina a la demanda final. Si la producción final del sector i la representamos por Yi,
podemos escribir su producción total (Xi, suma de la intermedia más la final) como:
Xi = zi1 + zi2 +... + zij +... + zin + Yi

Puesto que hay n sectores, lo que tenemos en realidad es un sistema de n ecuaciones, que
puede escribirse como:
X1 = z11 + z12 +... + z1j +... + z1n + Y1
X2 = z21 + z22 +... + z2j + ... + z2n + Y2
. . .
Xi = zi1 + zi2 + ... + zij + ... + zin + Yi
. . .
Xn = zn1 + zn2 + ... + znj + ... + znn + Yn

Obviamente, la magnitud de los flujos interindustriales puede registrarse en una tabla,


donde se ponga, a la izquierda (en las filas) la lista de sectores vendedores, y arriba (en las
columnas) la lista de los mismos sectores pero "leídos" ahora como compradores. Desde el
punto de vista de las columnas, tenemos, pues, los insumos; mientras que desde el punto de
vista de las filas aparecen los productos de cada sector. Por consiguiente, en cada celdilla
de la correspondiente tabla “insumo-producto” tendríamos que escribir el valor de cada uno
de los zij, tal como se ve en la tabla 3.2:

Tabla 3.2: Nueva versión de una tabla insumo-producto


Sectores compradores
1 2 ... i ... N

1 z11 z12 z1i z1n

2 z21 z22 z2i z2n


Sectores
... ... ... ... ... ... ...
vendedores
i zi1 zi2 zii zin

... ... ... ... ... ... ...

n zn1 zn2 zni znn

78
Un supuesto fundamental en el modelo insumo-producto es el de que los flujos
interindustriales que llegan del sector i al sector j dependen exclusivamente del producto
total del sector j:
“Es obvio que nadie se opone a la idea de que mientras más coches se produzcan en un año, se
necesitará mayor cantidad de acero por parte de los productores de automóviles"; sin embargo,
"donde comienza el desacuerdo es en relación con la naturaleza concreta de esa relación", ya que "en
el análisis insumo-producto esta relación es de la siguiente forma: tras observar zij, el flujo de
insumos desde i hasta j, y Xj, el producto (bruto) total de j, se forma el cociente entre el insumo y el
producto, zij/Xj, al que llamaremos aij:
aij = zij/Xj
Este cociente se llama coeficiente técnico” (Miller y Blair, 1985, p. 11).

La razón de que se llame "coeficiente técnico" es que se supone que dicho cociente es fijo,
pues representa la técnica media que domina en cada sector en cada momento (véase
también Carter y Bródy, 1970). Por tanto, si partimos de este supuesto, podemos escribir el
sistema de ecuaciones anterior de la siguiente forma:
X1 = a11 X1 + a12 X2 + ... + a1j Xj + ... + a1n Xn + Y1
X2 = a21 X1 + a22 X2 + ... + a2j Xj + ... + a2n Xn + Y2
. . .
Xi = ai1 X1 + ai2 X2 + ... + aij Xj + ... + ain Xn + Yi
. . .
Xn = an1 X1 + an2 X2 + ... + anj Xj + ... + ann Xn + Yn

o también:
X1 - a11 X1 - a12 X2 - ... - a1j Xj - ... - a1n Xn = Y1
X2 - a21 X1 - a22 X2 - ... - a2j Xj - ... - a2n Xn = Y2
. . .
Xi - ai1 X1 - ai2 X2 - ... - aij Xj - ... - ain Xn = Yi
. . .
Xn - an1 X1 - an2 X2 - ... - anj Xj - ... - ann Xn = Yn

y, por tanto, también como:


(1- a11)X1 - a12 X2 - ... - a1j Xj - ... - a1n Xn = Y1
- a21 X1 + (1 - a22)X2 - ... - a2j Xj - ... - a2n Xn = Y2
. . .

- ai1 X1 - ai2 X2 - ... + (1 - aij)Xj - ... - ain Xn = Yi


. . .
- an1 X1 - an2 X2 - ... - anj Xj - ... + (1 - ann)Xn = Yn

Es claro que usando la notación matricial, y llamando A a la matriz de coeficientes técnicos,


X al vector de productos totales, e Y al de productos finales, el último sistema puede
escribirse simplemente como:
(I-A)·X = Y,

79
lo que significa que el que este sistema de ecuaciones tenga o no solución dependerá de si
la matriz (I-A) es o no singular, o, dicho de otra manera, de que exista o no su inversa: (I-
A)-1. Sabemos que si |I-A| ≠ 0, entonces dicha inversa existe y la solución (que será única)
vendrá dada por:
X = (I-A)-1·Y,

donde (I-A)-1 es la “inversa de Leontief”. Esta inversa, en esa misma forma o en otras
similares, la usaremos a menudo, y no sólo como medio de convertir un vector de
productos netos en otro de productos brutos, ya que el mismo principio puede usarse para
aplicar la inversa como medio de transformar cantidades directas de trabajo (o de cualquier
otra cosa que consideremos como un insumo) en cantidades totales (directas más
indirectas), haciendo así posible el cálculo de los coeficientes de trabajo “verticalmente
integrados”. Veremos, sin embargo, antes que nada, que el método de la inversa es
completamente equivalente al método tradicional ("iterativo"), que puede resultar más
intuitivo para algunos lectores.

En el caso de matrices positivas cuyas columnas suman menos de la unidad, es fácil


comprobar que (I-A)-1 es equivalente a (I + A + A2 + A3 + ... + An). Simplemente,
consideremos el siguiente producto:
(I-A) (I + A + A2 + A3 + ... + An),

y hagamos la multiplicación del segundo paréntesis primero por I y después por (-A).
Resulta bastante obvio que el producto es igual a (I-An+1), y, por tanto, cuando n → ∞,
entonces An+1 → 0, y (I-An+1) = I. Esto quiere decir que cuando n es suficientemente grande
el producto de los dos paréntesis de la expresión anterior es igual a la unidad, por lo que el
segundo tiene que representar la matriz inversa de la que representa el primero (su producto
es la matriz identidad).

Por tanto, puesto que (I-A)-1 = (I + A + A2 + A3 + ...), entonces X = (I-A)-1Y puede también
calcularse como:
X = (I + A + A2 + A3 + ...)Y,
que no es sino:

80
X = Y + AY + A2Y + A3Y + ...,

cuya interpretación es sencilla. Pensemos, por ejemplo, en uno de los componentes de esos
vectores de producto: el papel. La última expresión significa entonces que el papel total
demandado por la economía es la suma de la demanda final de papel más la demanda que
procede de la producción de los insumos intermedios que entran en la producción de papel,
más la que procede de la producción de los insumos utilizados en la producción de los
insumos anteriores, más...; y así sucesivamente.

De la misma manera, la cantidad de trabajo total que representa un coeficiente de trabajo


verticalmente integrado puede concebirse como el trabajo directo necesario para producir
una unidad de la mercancía i, más el trabajo necesario para la producción de los insumos
usados en la producción de i, más el necesario para producir los insumos empleados en la
producción de los insumos de la fase anterior, y así indefinidamente. En la tabla 3.3, se ha
usado el ejemplo real de la economía española para mostrar de qué forma se produce la
convergencia de la serie de potencias de las últimas ecuaciones hacia el valor del
coeficiente verticalmente integrado, usando en las columnas de la tabla los valores
sucesivos obtenidos haciendo sucesivamente n = 1, 2, 3,... y así hasta 16, cuando se decide
interrumpir el proceso por obtenerse la convergencia plena al nivel requerido (de tres
decimales) para todos y cada uno de los 51 sectores de las tablas. Puede observarse cómo a
partir de n = 7 u 8, los valores prácticamente no se modifican en la mayoría de los casos, o
lo hacen en una magnitud muy pequeña, quedando así ilustrada la total equivalencia de los
dos métodos alternativos mencionados.

81
Tabla 3.3: El cálculo de los valores (y sus 16 primeras aproximaciones) por el método iterativo
SECTORES- v1 v2 v3 v4 v5 v6 v7 v8 v9
1 0.617 0.824 0.942 0.999 1.027 1.041 1.048 1.051 1.053
2 1.007 1.151 1.213 1.239 1.251 1.257 1.26 1.262 1.263
3 0.436 0.552 0.601 0.623 0.633 0.639 0.642 0.643 0.644
4 0.069 0.659 0.757 0.797 0.814 0.822 0.826 0.828 0.829
5 0.088 0.185 0.224 0.242 0.251 0.256 0.258 0.259 0.26
6 0.052 0.119 0.173 0.196 0.206 0.211 0.214 0.216 0.216
7 0.144 0.208 0.232 0.24 0.244 0.246 0.247 0.247 0.247
8 0.422 0.516 0.577 0.602 0.614 0.621 0.624 0.626 0.627
9 0.233 0.443 0.512 0.539 0.551 0.557 0.56 0.562 0.563
10 0.402 0.537 0.59 0.616 0.628 0.633 0.636 0.637 0.638
11 0.311 0.458 0.52 0.547 0.56 0.567 0.57 0.571 0.572
12 0.191 0.399 0.573 0.683 0.749 0.787 0.809 0.821 0.828
13 0.18 0.393 0.541 0.634 0.689 0.719 0.736 0.746 0.751
14 0.206 0.407 0.478 0.51 0.524 0.531 0.535 0.537 0.538
15 0.37 0.506 0.574 0.606 0.621 0.628 0.632 0.634 0.635
16 0.519 0.701 0.784 0.822 0.839 0.847 0.851 0.853 0.854
17 0.426 0.633 0.737 0.784 0.807 0.818 0.824 0.827 0.828
18 0.276 0.511 0.634 0.692 0.72 0.733 0.739 0.743 0.744
19 0.526 0.731 0.842 0.911 0.95 0.973 0.986 0.993 0.997
20 0.354 0.613 0.74 0.808 0.846 0.868 0.88 0.886 0.89
21 0.207 0.434 0.562 0.628 0.662 0.68 0.69 0.695 0.698
22 0.47 0.676 0.773 0.824 0.852 0.867 0.876 0.88 0.883
23 0.298 0.583 0.752 0.846 0.898 0.926 0.942 0.951 0.955
24 0.631 0.901 1.015 1.071 1.1 1.116 1.124 1.129 1.132
25 0.15 0.607 0.766 0.853 0.895 0.916 0.926 0.931 0.933
26 0.163 0.569 0.72 0.801 0.84 0.86 0.869 0.874 0.876
27 0.239 0.597 0.754 0.834 0.873 0.892 0.902 0.906 0.909
28 0.238 0.483 0.585 0.635 0.66 0.672 0.678 0.681 0.682
29 0.133 0.305 0.381 0.422 0.442 0.452 0.457 0.46 0.461
30 0.467 0.714 0.831 0.886 0.911 0.923 0.929 0.932 0.933
31 0.405 0.651 0.811 0.887 0.925 0.943 0.952 0.957 0.959
32 0.579 0.887 1.016 1.075 1.102 1.116 1.122 1.126 1.127
33 0.209 0.454 0.573 0.63 0.658 0.671 0.677 0.681 0.682
34 0.428 0.598 0.718 0.776 0.803 0.816 0.823 0.826 0.827
35 0.344 0.609 0.735 0.795 0.823 0.837 0.844 0.847 0.849
36 0.484 0.751 0.882 0.948 0.981 0.998 1.007 1.011 1.014
37 0.556 0.792 0.886 0.93 0.951 0.963 0.968 0.971 0.973
38 0.415 0.603 0.708 0.762 0.791 0.806 0.814 0.818 0.82
39 0.689 0.768 0.796 0.808 0.813 0.816 0.817 0.817 0.818
40 0.353 0.556 0.671 0.719 0.742 0.754 0.759 0.762 0.763
41 1.348 1.849 2.049 2.131 2.169 2.188 2.199 2.204 2.207
42 0.879 1.059 1.127 1.159 1.174 1.181 1.185 1.187 1.188
43 0.523 0.77 0.858 0.895 0.912 0.919 0.923 0.925 0.926
44 0.32 0.548 0.639 0.68 0.698 0.707 0.711 0.714 0.715
45 0.439 0.57 0.614 0.633 0.641 0.646 0.648 0.649 0.65
46 0.598 0.666 0.688 0.697 0.7 0.702 0.703 0.704 0.704
47 0.616 0.756 0.796 0.81 0.816 0.819 0.82 0.821 0.821
48 0.395 0.515 0.55 0.567 0.574 0.578 0.58 0.58 0.581
49 1.263 1.373 1.419 1.439 1.448 1.453 1.455 1.456 1.457
50 0.63 0.716 0.762 0.783 0.793 0.798 0.801 0.802 0.803
51 0.573 0.644 0.673 0.686 0.692 0.695 0.696 0.697 0.697

82
(Sigue la Tabla)
SECTORES v10 v11 v12 V13 v14 v15 v16 ... v
1 1.054 1.055 1.055 1.055 1.055 1.055 1.055 ... 1.055
2 1.263 1.263 1.263 1.264 1.264 1.264 1.264 ... 1.264
3 0.644 0.645 0.645 0.645 0.645 0.645 0.645 ... 0.645
4 0.829 0.83 0.83 0.83 0.83 0.83 0.83 ... 0.83
5 0.261 0.261 0.261 0.261 0.261 0.261 0.261 ... 0.261
6 0.217 0.217 0.217 0.217 0.217 0.217 0.217 ... 0.217
7 0.247 0.247 0.247 0.248 0.248 0.248 0.248 ... 0.248
8 0.627 0.627 0.628 0.628 0.628 0.628 0.628 ... 0.628
9 0.563 0.563 0.563 0.563 0.563 0.563 0.563 ... 0.563
10 0.639 0.639 0.639 0.639 0.639 0.639 0.639 ... 0.639
11 0.573 0.573 0.573 0.573 0.573 0.573 0.573 ... 0.573
12 0.831 0.834 0.835 0.835 0.836 0.836 0.836 ... 0.836
13 0.754 0.756 0.757 0.757 0.757 0.757 0.758 ... 0.758
14 0.538 0.538 0.539 0.539 0.539 0.539 0.539 ... 0.539
15 0.635 0.636 0.636 0.636 0.636 0.636 0.636 ... 0.636
16 0.855 0.855 0.855 0.855 0.856 0.856 0.856 ... 0.856
17 0.829 0.829 0.83 0.83 0.83 0.83 0.83 ... 0.83
18 0.745 0.746 0.746 0.746 0.746 0.746 0.746 ... 0.746
19 0.999 1 1.001 1.001 1.002 1.002 1.002 ... 1.002
20 0.892 0.893 0.894 0.894 0.894 0.894 0.894 ... 0.894
21 0.699 0.7 0.701 0.701 0.701 0.701 0.701 ... 0.701
22 0.884 0.885 0.885 0.885 0.885 0.885 0.885 ... 0.885
23 0.958 0.959 0.96 0.96 0.961 0.961 0.961 ... 0.961
24 1.133 1.134 1.134 1.134 1.135 1.135 1.135 ... 1.135
25 0.935 0.935 0.936 0.936 0.936 0.936 0.936 ... 0.936
26 0.877 0.878 0.878 0.879 0.879 0.879 0.879 ... 0.879
27 0.91 0.911 0.911 0.911 0.911 0.911 0.911 ... 0.911
28 0.683 0.683 0.684 0.684 0.684 0.684 0.684 ... 0.684
29 0.462 0.462 0.462 0.462 0.462 0.462 0.462 ... 0.462
30 0.934 0.935 0.935 0.935 0.935 0.935 0.935 ... 0.935
31 0.96 0.96 0.961 0.961 0.961 0.961 0.961 ... 0.961
32 1.128 1.129 1.129 1.129 1.129 1.129 1.129 ... 1.129
33 0.683 0.684 0.684 0.684 0.684 0.684 0.684 ... 0.684
34 0.828 0.829 0.829 0.829 0.829 0.829 0.829 ... 0.829
35 0.85 0.85 0.85 0.851 0.851 0.851 0.851 ... 0.851
36 1.015 1.016 1.016 1.016 1.016 1.016 1.016 ... 1.016
37 0.974 0.974 0.975 0.975 0.975 0.975 0.975 ... 0.975
38 0.822 0.822 0.823 0.823 0.823 0.823 0.823 ... 0.823
39 0.818 0.818 0.818 0.818 0.818 0.818 0.818 ... 0.818
40 0.764 0.765 0.765 0.765 0.765 0.765 0.765 ... 0.765
41 2.208 2.209 2.21 2.21 2.21 2.21 2.21 ... 2.21
42 1.188 1.189 1.189 1.189 1.189 1.189 1.189 ... 1.189
43 0.927 0.927 0.927 0.928 0.928 0.928 0.928 ... 0.928
44 0.716 0.716 0.716 0.716 0.716 0.716 0.716 ... 0.716
45 0.65 0.65 0.65 0.65 0.65 0.65 0.65 ... 0.65
46 0.704 0.704 0.704 0.704 0.704 0.704 0.704 ... 0.704
47 0.821 0.821 0.822 0.822 0.822 0.822 0.822 ... 0.822
48 0.581 0.581 0.581 0.581 0.581 0.581 0.581 ... 0.581
49 1.457 1.457 1.457 1.457 1.457 1.457 1.457 ... 1.457
50 0.803 0.803 0.803 0.803 0.803 0.803 0.803 ... 0.803
51 0.697 0.697 0.697 0.697 0.697 0.697 0.697 ... 0.697

83
3.3. Pasinetti y la generalización de la Integración Vertical

Pasinetti formalizó y generalizó la idea de la integración vertical en el artículo que dedicó


en 1973 a la "noción de integración vertical en el análisis económico", en el que parte de
una representación del "sistema económico físico" por medio de las tres ecuaciones
siguientes:
(I - A) X = Y
a0 X = L
A' X = S,

donde las siglas tienen el significado habitual (A es la matriz de coeficientes técnicos,


incluida la depreciación, X el vector de productos brutos, Y el de demanda final, a0 el de
coeficientes de trabajo directo, L el de cantidades totales de trabajo abstracto, y donde S y
A' se refieren al stock de capital total71 tanto en términos de magnitudes absolutas como de
coeficientes). Tras reescribir las ecuaciones anteriores como:
X = (I - A)-1 Y (1)
L = a0 (I - A)-1Y (2)
S = A (I - A)-1 Y (3),

comenta Pasinetti que los coeficientes del lado derecho de la ecuación (1) son los
ampliamente utilizados coeficientes de la inversa de Leontief, pero que son muchos menos
usados los correspondientes a las ecuaciones (2) y (3), que llama v y H para escribir
nuevamente (2) y (3) como:
L = v·Y (2')
S= H·Y (3').

Según Pasinetti, cada coeficiente vi en (2') "expresa de forma consolidada la cantidad de


trabajo directa e indirectamente requerido en todo el sistema económico para obtener una
unidad física de la mercancía i como bien final", es decir, es un coeficiente de trabajo
verticalmente integrado. Por su parte, cada vector columna hi "expresa de forma
consolidada la serie de cantidades físicas heterogéneas de mercancías 1, 2, ... m, que se
requieren directa e indirectamente como stocks, en el conjunto del sistema económico, para
obtener una unidad física de mercancía i como bien final (i = 1, 2, ...m)", y "esto es otra

71
A' = A + AF(I-δ), donde AF es la matriz de coeficientes de capital fijo, y δ representa la fracción deprecida
de los mismos en cada año.

84
mercancía compuesta particular que llamaremos una unidad de capacidad productiva
verticalmente integrada para la mercancía i" (1973, p. 6). Una vez definidos ambos
conceptos, el de sector verticalmente integrado se desprende rápidamente de lo anterior, ya
que no es otra cosa que el conjunto formado por los escalares vi y los vectores hi:
"Un sector verticalmente integrado es en consecuencia una manera compacta de representar un
subsistema, pues sintetiza cada subsistema en un único coeficiente de trabajo vi y una única
mercancía compuesta hi", de forma que "para un sistema económico con m mercancías, obtendremos
obviamente m coeficientes de trabajo (los m componentes de l vector fila v) y m unidades de
capacidad productiva (las m columnas de la matriz H), es decir, m sectores verticalmente integrados
para la producción de las m mercancías como bienes finales" (ibidem).

Otra manera alternativa de llegar al mismo resultado consiste en decir que si a0 y A sirven
para clasificar las cantidades totales de trabajo, L, y capital, S, "según el criterio de la
industria", lo que hacemos al usar la idea de la integración vertical es utilizar un criterio de
clasificación distinto --el de "los sectores verticalmente integrados"-- que, si bien no es
directamente observable, puede ser sencillamente "cuantificable de forma indirecta"
(ibidem, p. 7). Como señala Pasinetti en este mismo artículo, fue "Leontief quien primero
aplicó estos conceptos en un trabajo empírico bien conocido", aunque su propia
formalización es más amplia y sistemática, y ha permitido desarrollar la línea de literatura
empírica a la que pertenece este trabajo. Además, también le pertenece la formulación
canónica de los precios de producción como una función de los valores (véase ibíd., p. 7):
p = v w + p H π,

que tiene que ver con el sistema patrón marxiano desarrollado por Shaikh, por
contraposición al de Sraffa.

Autovalores y autovectores de las matrices insumo-producto


Finalmente, el otro conjunto importante de conceptos matemáticos que se usarán
extensamente en este trabajo se refiere a los autovalores y los autovectores de matrices
cuadradas no negativas. Si, con carácter general, llamamos A a una matriz de rango n, x a
un vector de orden (n x 1), y α a un escalar, entonces diremos que x es el autovector de la
matriz A si podemos escribir:
A·x = α·x,

85
en cuyo caso los escalares α serán los autovalores de A. Si descendemos un escalón,
debemos distinguir entre los autovectores izquierdos y derechos de una matriz (véase Rugh,
1993). Aunque en nuestro trabajo de investigación hicimos uso de ambos --el vector de
precios de producción es un autovector izquierdo, mientras que el vector de los productos
que componen la mercancía patrón de Sraffa, o la de Shaikh, son autovectores derechos72--,
en este libro prácticamente no se trata más que de los primeros, que escribiremos aquí de la
forma más habitual:
A·p = λ·p

(donde p es el vector columna de precios de producción, y λ, la tasa de ganancia media de


la economía), aunque podríamos dejar enunciado el planteamiento (totalmente simétrico)
que corresponde a los segundos:
x·A = x·λ

(donde x es el vector fila de productos, y λ, la tasa de crecimiento uniforme de la


economía). La demostración de las afirmaciones anteriores, que se basa en el uso de los
teoremas de Perron-Frobenius para matrices no negativas e irreducibles, no se da aquí (pero
véase, por ejemplo, el apéndice matemático de Pasinetti, 1977). Hay que tener en cuenta,
no obstante, que sólo nos interesará el máximo autovalor de la matriz, que, en nuestro caso,
debido a los citados teoremas, es positivo y tiene asociado un autovector (compuesto por
elementos exclusivamente positivos) asociado con él (véase Bródy, 1970).

Una última observación pertinente es que cualquier múltiplo de un autovector (el resultado
de su producto por cualquier escalar) es también un autovector. Esto significa que los datos
de la matriz A sólo determinan las proporciones o valores relativos de los elementos del
autovector (tanto si se trata de precios como de productos), pero no pueden determinar sus
magnitudes absolutas. Por tanto, en términos matemáticos diremos que estamos operando
con sistemas con un grado de libertad, y podremos elegir libremente el tipo de

72
En la práctica, el software usado ha sido sobre todo el programa Mathcad, en el que los autovalores y
autovectores se obtienen con toda sencillez (véase Mathsoft, 1994). Así, escribiendo “eigenvals(M)”, se
obtiene “un vector que contiene los autovalores de la matriz cuadrada M”, y escribiendo “eigenvec(M, z)”,
una “matriz que contiene los autovectores normalizados correspondientes al autovalor z de la matriz cuadrada
M”.

86
normalización exigido para el cierre del sistema, que deberá ser precisado en cada caso (por
ejemplo, usaremos normalmente el valor total de la producción en valores-trabajo para
normalizar el vector de precios de producción). Pero en términos económicos, no hemos
hecho sino volver a la conclusión fundamental de la primera parte del libro acerca de la
imposibilidad de fundamentar una auténtica explicación de los valores que no proceda del
interior de la TLV (o bien de una teoría alternativa que ofrezca una hipótesis alternativa
para basar los valores absolutos), ya que los valores absolutos vuelven a presentársenos
como un prius lógico y, por tanto, como un problema que aparece una y otra vez con
carácter previo al problema secundario del cómputo puramente formal y matemático de los
vectores de valores relativos.

3.4. La literatura sobre el cálculo empírico de los valores-trabajo

1. Marx
Marx (1885) anticipó muchos de los desarrollos del modelo de Leontief --el propio
Leontief así lo ha reconocido, a pesar de su ambigua relación con Marx y con los
neoclásicos-- e hizo otras aportaciones al enfoque matemático, como su anticipación del
concepto de dualidad, reconocida por Morishima y Bródy. En relación con lo primero,
Bródy señala que fue Marx el primero en escribir una tabla insumo-producto:
“De acuerdo con la relación, que hemos presupuesto, de 2/5 materia prima, 1/5 maquinaria, 1/5
salario, 1/5 plusproducto, del cual los señores capitalistas al mismo tiempo viven y realizan su
plusvalía, nosotros necesitamos, si el producto global de A, B, C, D, E = 100, un productor E para lo
necesario para los trabajadores, 2 capitalistas, A y B, que producen materias primas para los demás,
un capitalista, C, que produce la maquinaria y un capitalista, D, que produce el plusproducto. El
cálculo sería el siguiente (el productor de maquinaria tiene que producir la parte de su mercancía para
sí mismo):
Para el Materia Maquinaria plusproducto
trabajo prima
A) Fabricante de materias primas 20 40 20 20 = 100
B) Fabricante de materias primas 20 40 20 20 = 100
C) Productor de maquinaria 20 40 20 20 = 100
D) Productor de medios de 20 40 20 20 =100
subsistencia
E) Productor de plusproducto 20 40 20 20 = 100
(...) [Y, en efecto, ésta (extraída de los Grundrisse)] "muy bien podría ser la primera tabla insumo-
producto (ficticia) de la ciencia económica" (Bródy, 1970, p. 33),

87
Bródy observa también que Marx "comienza con coeficientes de insumos al construir su
tabla", de forma que
"la tabla (si se presentan los coeficientes como porcentajes) nos da un total de 1 en cada fila, y por
tanto un autovalor máximo igual a 1, que la hace muy parecida a nuestra matriz A. A continuación,
Marx usa la tabla para analizar los flujos de producto por una parte, y los flujos de valor desde el
punto de vista dual (por ejemplo, se pregunta por la situación en la que uno de los capitalistas vende
sus productos por debajo de su valor), e incluso se adentra en la cuestión de la reproducción
ampliada (discute las modificaciones de las proporciones de la producción en el caso de que se gaste
el excedente en medios de producción adicionales en lugar de en productos de lujo). Desde el punto
de vista cuantitativo, su análisis no llega al nivel que hacen posible los modernos métodos
matriciales. Ésta es una de las razones principales, posiblemente, de que se decida finalmente por el
modelo agregado, de dos sectores, en su tratado principal, El Capital. Sin embargo, podemos ver el
modelo como un sistema de interdependencias, concebido e incluso explicado por Marx. Mi tarea
consistió simplemente en la modernización de su forma matemática, usando el atajo del álgebra
matricial desarrollado y aplicado a la economía después de Marx” (ibidem).

Por otra parte, también Bródy ha desarrollado profusamente las relaciones entre el principio
de la dualidad en Economía, el uso del instrumental del álgebra matricial y el análisis
insumo-producto. También esto lo ha reconocido Leontief al considerarlo el sucesor directo
de Lange --que según él fue el primero que introdujo su propio modelo en los países del
Este-- en el prefacio que él mismo escribió al libro de Bródy, donde señala que éste retoma
el análisis “donde Lange lo había dejado" y avanza "la solución de cuestiones teóricas
discutidas en los números actuales de las revistas económicas occidentales, y al hacerlo así
muestra cómo tanto las preguntas como las respuestas se remiten a Karl Marx y otros
economistas clásicos” (Leontief, 1970, p. 7).

El principio en cuestión --que, como nos recuerda Bródy, fue formulado rigurosamente por
primera vez por su compatriota von Neumann-- consiste en lo siguiente:
“que todos los procesos productivos intrincados pueden examinarse en un doble aspecto: como
procesos físicos que crean valores de uso y como procesos que simultáneamente les asignan valores
(...) Aunque el principio de dualidad llegó a ser ampliamente conocido por primera vez como la
conexión entre las soluciones primal y dual de programación lineal, la dualidad no es algo exclusivo
de los modelos de optimización. La dualidad puede interpretarse de forma similar también en otros
modelos. En todos ellos la dualidad significa una simetría estricta de los dos aspectos del sistema
económico presentado, de los dos lados del proceso de producción, sus dimensiones física y de valor,
sus aspectos de ‘valor de uso’ y de ‘valor’. No se trata sólo de simetría sino también de estrecha
interdependencia. Los sistemas de ecuaciones matemáticas que describen los procesos de
reproducción, el enorme metabolismo de la sociedad, determinan, ‘vistas desde un aspecto’, las
proporciones de los productos y de los procesos de trabajo, la relaciones entre las cosas útiles y los
específicos tipos de trabajo que los crean, mientras que el mismo sistema de ecuaciones, ‘visto desde
el otro aspecto’, explica la valoración, el flujo de valor de las transacciones monetarias, o de valores
de cambio homogéneos” (pp. 62-63).

88
Tras recordarnos que el mismo principio gobierna “tanto los modelos no lineales como
lineales”, insiste en que el punto central es que “ambos pueden siempre examinarse desde
dos puntos de vista, el de los valores de uso heterogéneos y el de los valores de cambio”, y
en que, desde un punto de vista matemático, el principio es en sí mismo muy simple:
“establece una conexión entre las soluciones de un sistema dado de ecuaciones y las de su
sistema adjunto (o transpuesto)” (p. 63). De hecho, los matemáticos dicen que este
principio es el concepto individual con más ramificaciones dentro de las matemáticas”, y lo
explican de esta forma sencilla: “Un elemento de un espacio lineal S puede caracterizarse
de forma más directa y esclarecedora en términos de su interacción con un conjunto elegido
adecuadamente de elementos en el espacio dual S’”73. Pues bien, en El Capital de Marx se
encuentra el primer análisis detallado del principio de dualidad en la ciencia económica74.
Suscribo, por último, la conclusión final a la que llega Bródy:

73
Beckenbach-Bellmann, 1961. En realidad, Bródy lo hace aún más fácil de entender: “En el análisis de
sistemas complicados ciertas partes del sistema (sus parámetros físicos o, en términos económicos, ciertas
actividades, tipos de trabajo y de producto) pueden no ser directamente conmensurables debido a su carácter
heterogéneo por naturaleza. Sin embargo, para una descripción más clara y una comprensión de la operativa
del sistema, y, posteriormente, para el control del proceso, se necesita una medida homogénea. Este problema
de orden, medida y control puede resolverse tomando en consideración las interrelaciones que conectan las
diferentes partes del sistema. Así el sistema proporciona su propio instrumento de medida basado en sus
propias leyes internas e interrelaciones. En la medida en que las relaciones mutuas de las partes de un sistema
se prestan a una descripción matemática, el dual ofrece un instrumento apropiado para la ordenación y la
medición. Con las soluciones duales como ‘pesos’, ‘ponderaciones’ o ‘precios’, se hace posible ordenar y
medir las partes originalmente heterogéneas y no conmensurables (estados, actividades, productos, etc.)” (pp.
63-64) [En el terreno de la economía, la dualidad se convierte en lo siguiente:] “Con una división del trabajo y
una producción mercantil altamente desarrolladas, los flujos de dinero emergen como el ‘dual’ de los flujos de
bienes. Al inventar las monedas, los lidios proporcionaron a la humanidad un mecanismo práctico (aunque no
necesariamente consistente) para el cálculo de la solución dual. La circulación del dinero opera como un
enorme ordenador analógico que averigua continuamente las ‘incógnitas’ duales del proceso de reproducción”
(p. 64).
74
En su capítulo primero, Marx escribe --y Bródy reprocha a von Neumann no haber percibido esto--: “Por
tanto, en la ecuación del valor, en la que el abrigo es equivalente a la tela, el abrigo oficia como forma del
valor. El valor de la mercancía tela se expresa en la forma corporal de la mercancía abrigo, el valor de uno en
el valor de uso del otro (KI, p. 52)". Bródy señala que “en contraste con Smith y Ricardo, Marx no habla de la
dualidad del valor de uso y el valor de cambio, sino del valor de uso y el valor en general. Sólo en
condiciones históricas específicas, concretamente en la sociedad mercantil, aparece este valor en forma de
valor de cambio” (p. 65). De hecho, la diferencia entre Marx, por un lado, y Smith y Ricardo por la otra, no
depende de que en los últimos falte todo enfoque histórico en sus estudios económicos, sino en su insuficiente
base filosófica. La sólida formación filosófica de Marx le permitió ir más allá de la dualidad entre los dos
aspectos de la mercancía, y descubrir, por primera vez en la historia, el aspecto dual del trabajo mismo: los
conceptos marxianos de ‘trabajo concreto’ y ‘trabajo abstracto’ son la expresión de la dualidad del trabajo en
las sociedades capitalistas, aunque, como señala Bródy, “el trabajo tiene un carácter dual siempre que existe
división del trabajo, con independencia del tipo de organización social” (p. 65). Pero el principio de dualidad
no se reduce al primer capitulo de El Capital, sino que permea toda la obra de Marx, “conectado muchas ideas
y problemas diferentes”, en los que la correspondencia entre los aspectos primal y dual se hace “no sólo en los
rasgos más generales sino también a menudo en cuestiones de detalle” (p. 66). Además, Marx aparece como

89
“Es a la vez notable y penoso que este enfoque fundamental enfatizado por Marx como resultado
principal de su trabajo de investigación haya dejado tan débil impresión en nuestra concepción
general de El Capital, su obra principal. Sea cual sea su efecto indirecto, el destino del Capital como
obra científica es, en su conjunto, nada envidiable. Si fuera menos alabado y menos denunciado y
más ampliamente leído, habría existido menor número de ideas falsas sobre él, y la economía habría
hecho progresos más rápidos” (p. 67).

La literatura de la que forma parte este libro usa como motivo central las potencialidades
del análisis insumo-producto como forma general y matemática de captación de las
interrelaciones básicas entre los diferentes sectores de la economía para, a partir de esa
interdependencia general, hacer posible el cálculo de los valores-trabajo y otras formas
alternativas de definición del valor de las mercancías. En este tradición, hay que hacer
referencia, antes de pasar al capítulo siguiente, a los principales mojones que uno encuentra
a lo largo del camino recorrido desde la época de Marx. Eso es lo que hacemos a
continuación.

2. De Leontief a Bródy
En su famoso artículo de 1953 sobre el comercio internacional --que dio lugar a la conocida
paradoja de Leontief--, este autor usó las tablas insumo-producto de los Estados Unidos (a
192 sectores) para una serie de estimaciones entre las cuales estaba el cálculo de los
requerimientos directos y totales de trabajo y de capital de cada sector, por millón de
dólares de producción sectorial. Aparte de otras contribuciones que también son de interés
para un estudio como el nuestro75, Leontief explica así el método de cálculo empleado para
esa operación. En primer lugar, calcula los requerimientos directos de capital y trabajo de
cada industria, y los relaciona en una tabla como “los requerimientos por cada millón de

perfectamente consciente de la importancia de todo esto: “Lo mejor de mi libro es: 1. El énfasis en el carácter
dual del trabajo, justo en el primer capítulo, según que el trabajo se exprese en valor de uso o en valor de
cambio (ésta es la base de toda la comprensión de los hechos) (W., vol. 31, p. 326)". [Y:] “Ha escapado a la
atención de todos los economistas, sin excepción, que si la mercancía es algo dual --valor de uso y valor de
cambio--, entonces el trabajo incorporado a la mercancía debe ser también de carácter dual (...) De hecho,
aquí se encierra todo el secreto de la concepción crítica (W., vol. 32, p. 11)" (ibidem; Bródy utiliza KI para
referirse al volumen primero de El Capital, y W para la edición alemana de las obras completas: Werke;
véanse Marx, 1867, 1894).
75
Por ejemplo, Chilcote ha señalado cómo este autor es consciente de que, a pesar de la no linealidad evidente
de la curva de salarios, “dentro del rango relevante de tasas de rendimiento sobre el capital, entre el 10% y el
30%, es prácticamente lineal” Leontief (1985, p. 398). Chilcote escribe que “Leontief concluye que el efecto
de la distribución sobre los precios es bastante limitado, y el cambio técnico domina su movimiento” (1997, p.
121).

90
dólares de la industria de la izquierda”. Pero inmediatamente después, y refiriéndose a los
requerimientos de capital de una industria concreta (la del automóvil), señala que
“esto es sólo una parte del capital adicional total que habría que invertir en la economía americana
para hacerla capaz de producir --para fines de exportación, por ejemplo-- esa cantidad adicional de
vehículos. Como vimos antes, el insumo de acero en la industria automovilística tendrá que aumentar
en 235 mil dólares y el insumo de productos textiles en 39 mil. Esto por supuesto significa
inversiones adicionales en las industrias del acero y textil. Pueden calcularse las magnitudes de estos
requerimientos de capital adicionales. Para hacerlo, basta con multiplicar la cantidad de capital que
cada una de esas industrias requiere por millón de dólares de su capacidad por la demanda adicional
para sus productos indirectamente generada por el millón de dólares de incremento en el producto de
la industria del automóvil” (1953, pp. 72-73). [Por supuesto, lo mismo se aplica al caso de los
requerimientos de trabajo:] “las horas-hombre destinadas a la producción de, por ejemplo, un valor
de un millón de dólares de automóviles son en parte absorbidas por la industria del automóvil pero en
parte se emplean en todos los demás sectores de la economía" (ibid., p. 74).

En un segundo artículo sobre el mismo tema, Leontief es más claro en la explicación del
método concreto utilizado para el cálculo que nos interesa, aunque en ella se vuelven a
observar los dos pasos que se necesitan siempre: 1) la aplicación de la inversa de Leontief,
(I-A)-1, a cualquier vector de demanda final; y 2) la premultiplicación del producto anterior
por [k] o por [l], es decir, por las filas de coeficientes directos de capital o de trabajo para
obtener los correspondientes coeficientes de requerimientos totales de capital o de
trabajo76,77.

Bródy (1970) fue quizás el primero --al menos entre los economistas conocidos en
occidente-- en usar las tablas insumo-producto y la inversa de Leontief, así como el
moderno álgebra matricial, para el cálculo de los vectores de precios de producción de una

76
“Sin entrar en los detalles técnicos de los cálculos llevados a cabo, permítaseme observar que la tabla
insumo-producto original, al mostrar los requerimientos directos de insumos de cada industria utilizados en la
producción de otras industrias, puede transformarse en una nueva tabla llamada su inversa. Las entradas de
esta nueva matriz, también rectangular, indican cuanto habría que aumentar el producto total de cada sector
para satisfacer los requerimientos totales, es decir, directos e indirectos, de, por ejemplo, un millón de dólares
de valor de productos disponibles para la demanda final --de sus propios productos y también de productos de
los otros sectores. Dadas las cantidades de capital, trabajo, o cualquier otro factor empleado por cada industria
por unidad de producto, estos coeficientes pueden multiplicarse por la correspondiente fila de la inversa. Así
se obtiene un nuevo conjunto de tablas que muestran las cantidades adicionales de esos factores que necesita
cada industria para la satisfacción de la demanda directa e indirecta de sus productos generada por cada
millón de dólares de valor de sus productos o alternativamente de los productos de las demás industrias. La
suma columna a columna de las entradas de cada una de esas tablas nos da las cantidades totales de los
respectivos factores absorbidas por la economía como un todo por millón de dólares de valor vendido por
cada uno de los factores productivos” (Leontief, 1956, p. 109).
77
Más tarde, Anwar Shaikh ha usado los datos de Leontief para mostrar que “la cercanía de la correlación
entre precios de mercado y precios directos es evidente. Para estos datos, la desviación normal es
aproximadamente de ±20%, y, como se muestra más adelante, una regresión lineal logarítmica ofrece
excelentes resultados”, entre ellos una R2 = 0.95814 (Shaikh, 1984, pp. 75-76).

91
economía real (en este caso, Hungría), aunque en su libro se refiere a estos cálculos como
una práctica habitual entonces en los países este-europeos como parte del trabajo de
planificación de sus economías (véase también el concepto de "valoraciones objetivamente
determinadas" de Kantorovich, 1939, que guardan una relación muy estrecha con este tipo
de cálculos, como no podía ser de otra manera). En cualquier caso, el planteamiento teórico
"occidental" --es decir, el referido al sistema de ecuaciones necesario para el cálculo de los
precios de producción y de la tasa de ganancia del capitalismo de tipo no soviético-- fue
desarrollado por Seton (1957) dentro de la literatura existente sobre la cuestión de la
transformación, a la que este autor aportó la forma actual --matricial-- de enfocar y
solucionar un problema planteado ya por Marx y discutido casi siempre en la versión que
del mismo ofreciera su crítico Bortkiewicz.78

3. Las aportaciones más recientes


Pero hasta bien entrados los años setenta, y sobre todo en los ochenta, no comenzó la
auténtica generalización de este tipo de cálculos. Uno de los primeros trabajos de este tipo
en Occidente parece haber sido el realizado para Turquía por el desconocido M. Arda
(1976). Según Ochoa, él mismo uno de los mayores contribuyentes a esta tradición durante
los ochenta, este autor calculó para el caso turco (véase Arda, 1976) los valores y los
precios de producción a partir de las tablas insumo-producto de ese país (a 27 sectores) de
1963 y 1968 (Ochoa, 1984, p. 28). Más o menos por la misma época, tuvo lugar la
contribución, más famosa, de G. Marzi y P. Varri (1977), que usaron las tablas italianas
(para 1959 y 1967), a 25 sectores, para calcular --en el marco de un modelo de capital
circulante y con enfoque sraffiano-- los precios de producción en relación con el salario
monetario, para tasas de ganancia situadas en el rango r = 0 - 0.80 (= tasa de ganancia
máxima). Marzi y Varri concluyeron que la desviación media entre los vectores de precios
de producción y de valores trabajo era de un 19% en 1959 y de 17% en 1967, y, como
señala Shaikh, usaron los datos también para examinar la correlación intertemporal entre
los cambios en los precios relativos y los cambios en los valores relativos, concluyendo que
“casi el 92% de los cambios en los precios de producción vienen explicadas por cambios en

78
En dos artículos anteriores al libro de Bródy, Barkai usa el caso de Israel para hacer una crítica de la teoría
laboral del valor (véanse Barkai, 1967 y 1970, y Chilcote, 1997).

92
los valores” (Shaikh, 1984, pp. 73-74). Finalmente, en los setenta es cuando también
Shaikh comienza a ocuparse de estas cuestiones, aunque su primera publicación al respecto
no se produce hasta 1984.

Shaikh comienza aprovechando los trabajos de Leontief y de Marzi y Varri para cambiar el
contexto teórico en el que se pueden interpretar esos datos. Por ejemplo, comentando el
trabajo de los autores italianos, escribe que “esto es Ricardo por partida doble, ¡el mismo
Ricardo desdeñado durante más de un siglo por su ‘teoría del 93%’ de los precios de
producción! Por supuesto, este aspecto particular del análisis de Ricardo es evitado
cuidadosamente por los neorricardianos” (Shaikh, 1984, p. 74). Pero su propia aportación
ha consistido en dos cosas: por una parte, los cálculos llevados a cabo por él mismo, tanto
en 1984 como en 1998; y, por otra, el enorme impulso dado a esta literatura, al dirigir los
trabajos de una serie de autores sobre estas cuestiones (por ejemplo, Ochoa, 1984, o
Chilcote, 1997, entre otros).

En 1984, Shaikh publicó los resultados de un estudio referido a la economía de los Estados
Unidos, usando los datos de la tabla de 1967 (a 83 sectores) y también otros desarrollados
previamente por Edward Wolff (véase Wolff, 1977, sobre Puerto Rico, y Wolff, 1979, para
los EE. UU.). Usando dos métodos alternativos de computar el trabajo abstracto --“en años-
hombre de requerimientos de trabajo indiferenciado” y “en años-hombre ajustados con un
índice de cualificación ponderados a partir de los salarios relativos (a falta de mejores
índices)”--, Shaikh obtuvo en el análisis cruzado un R2 de 0.94894. En cuanto a sus
discípulos, los trabajos de Ochoa y otros han extendido los métodos de Shaikh a periodos
más largos para el caso de los Estados Unidos, y también a otros países diferentes.

El de Ochoa es quizás el trabajo más conocido de todos en este campo (véanse sobre todo
Ochoa, 1984, 1989). Como a lo largo de la tercera parte de este libro me referiré varias
veces a sus aportaciones, me limitaré aquí a señalar las aportaciones que él mismo destaca
en el capítulo de conclusiones de su Tesis Doctoral. Según esto (Ochoa, 1984, pp. 224-
225), los principales resultados obtenidos serían: a) Los valores trabajo son el determinante
principal tanto de los precios de producción como de los precios de mercado, y tanto desde

93
el punto de vista del análisis cruzado como temporal, encontrando para todos los años
"desviaciones absolutas medias" (DAM) y "desviaciones absolutas medias ponderadas"
(DAMP) claramente por debajo del 20%. b) El impacto cuantitativo de la transformación de
los valores (o precios directos, mejor) en precios de producción es mucho menor de lo que
se ha supuesto normalmente, y las tasas de ganancia agregadas asociadas con ambos son
casi idénticas y evolucionan conjuntamente en el tiempo. c) La solución aproximada de
Marx al problema de la transformación es extremadamente cercana a la solución exacta,
tanto en análisis cruzado (R2 = 0.995) como en el tiempo (R2 = 0.980), justificando así su
propio convencimiento de que los efectos secundarios originados por la transformación del
precio de los insumos pueden despreciarse. d) Las curvas de salario para todos los años son
prácticamente lineales, y la reversión (o “reswitching”) no es efectivamente una posibilidad
a tener en cuenta para las economías capitalistas realmente existentes.

En cuanto a otro discípulo de Shaikh, Chilcote (1997), su primera contribución radica en la


extensión temporal y geográfica alcanzada por su investigación, en el doble sentido del
largo periodo cubierto por su estudio del caso estadounidense (1958-1987) y del gran
número de países al que fue capaz de extender los cálculos (nada menos que 10 países de la
OCDE para todo el periodo 1970-1990). Chilcote ha sabido aprovechar todo el trabajo
previo ya realizado con el objetivo de superar “la brecha existente entre las cuentas insumo-
producto y los datos disponibles sobre empleo, salarios, stock de capital, depreciación,
rotación del capital y flujos de inversión”, usando para ello la obra de Juillard (1993),
Ochoa (1984), Cooney (1989) y Shaikh (1984). Chilcote ha desmontado también ciertas
críticas (como la de Lance Taylor, 1994) levantadas contra la idea de integración vertical
desarrollada por, Leontief, Sraffa, Pasinetti, Shaikh y Ochoa. Por último, y más allá de los
“11 puntos” sobre los que él mismo insiste en sus conclusiones (1997, pp. 274-276), su
trabajo le avala para concluir que
“a diferencia de la teoría de los precios neoclásica, que sólo incidentalmente se presta al examen
empírico, la teoría del valor trabajo es determinante y precisa en sus predicciones. En su más simple
formulación es inflexible. No hay ninguna cadena de razonamiento complicada. Las relaciones
lógicas son directas. Las premisas y las conclusiones son determinantes y sujetas a falsación (...) La
amplia disponibilidad de cuentas insumo-producto, el poder de cálculo de los ordenadores personales
actuales y la sencillez de los lenguajes de programación modernos dejan poco espacio para la
especulación empírica” (pp. 262-263).

94
No queremos dar a entender que todo el trabajo actual en este campo tiene que ver con
Shaikh y sus discípulos (ahí están los trabajos de Petrovic, 1987; Bienenfeld, 1988;
Panethimitakis, 1993; etc.), pero también es verdad que buena parte de este trabajo se hace
en relación con la línea abierta por él (por ejemplo, Cockshott y Cottrell, 1995, o Valle,
1994). Incluso el único79 trabajo existente hasta ahora en España sobre estas cuestiones
(Febrero, 1998) se ve obligado a reconocer, tras insistir en la diferente perspectiva teórica
adoptada80 para su realización, que “quien primero concibió este trabajo es el profesor
Anwar Shaikh” (p. ii)

Digamos algo, para acabar este capítulo, del trabajo de Cockshott y Cottrell, ya que estos
autores han aportado como novedad importante la introducción de la cuestión de la
comparación de la TLV con la de otros fundamentos alternativos para el análisis empírico
(lo cual ha sido luego desarrollado también por Chilcote). Ellos han calculado para el caso
británico, usando la tabla de 1984, los llamados “valores” (alternativos) resultantes de
considerar a la electricidad, el petróleo, el hierro o el acero como fuente y origen del valor.
Al efectuar la regresión entre las ventas sectoriales y las cantidades de trabajo y de los
valores alternativos, han demostrado que los resultados de esas alternativas no son
comparables a los del trabajo. El valor más elevado que encuentran es una R2 ajustada de
0.682 para la electricidad, mientras que para el trabajo la más baja está en 0.955. Por otra
parte, también concluyen que la distribución no desempeña ningún papel relevante en la
determinación de los precios efectivos. Y en cuanto a sus argumentos teóricos sobre la
imposibilidad de usar fuentes alternativas del valor distintas del trabajo, volveremos a
encontrar sus argumentos más tarde, donde se añaden nuestros propios resultados empíricos
para el caso español.

79
Está también, como precedente, el trabajo de Segura y Restoy (1986), pero sólo en cuanto al análisis de los
coeficientes de trabajo directos y verticalmente integrados de los años 1975 y 1980. No hay en él ningún
intento de comparar precios con valores ni otros aspectos de la teoría del valor, sino sólo un análisis del
cambio técnico en España. Por su parte, Febrero (1998) aprovecha convenientemente los datos ofrecidos por
Barriga (1992) en un contexto muy distinto, dirigido a conseguir algo básico y previo, como la
homogeneización de las diferentes tablas insumo-producto españolas de los años 60 y 70.
80
“Al igual que Ochoa, 1984, este trabajo pretende complementar con una aportación empírica la controversia
sobre la teoría del valor trabajo y los debates sobre el concepto de capital. No obstante, a diferencia con el
estudio citado (de naturaleza marxista) el nuestro ha sido construido desde una perspectiva sraffiana. Por esta
razón, una buena parte de los problemas conceptuales será diferente aunque el enfoque empírico es similar”
(p. 1).

95
Terminado este doble repaso de la literatura que aborda la metodología necesaria para su
aplicación al caso español --tanto la que profundiza en el instrumental técnico-matemático
exigido como la que desarrolla su aplicación a los estudios empíricos que nos servirán de
precedentes inmediatos para nuestra investigación--, estamos ya en condiciones de pasar a
la parte aplicada del mismo, donde se someterán las conclusiones de naturaleza teórica y
metodológica que hemos venido obteniendo hasta ahora a la prueba de fuego de la
contrastación empírica. Ni qué decir tiene que esta contrastación empírica no puede ser el
único criterio de relevancia científica, pero estamos firmemente convencidos de que,
conjuntamente con la discusión lógica y teórico-crítica de los fundamentos largamente
discutidos (o al menos hechos explícitos) hasta ahora, lo que aquí se ofrece al lector puede
constituir, si éste se presta al diálogo que aquí se le ofrece --un diálogo que en este ámbito
de la disciplina económica apenas ha existido, y menos aun en el caso español, donde esta
literatura sobre la TLV y su contrastación empírica es prácticamente desconocida--, un
buen impulso para llevar la discusión de las bases teóricas de la Microeconomía y, por
tanto, de toda la disciplina económica, al nivel que las necesidades de comprensión del
funcionamiento real de nuestras economías capitalistas exige hoy en día de todos los
profesionales de este campo de la ciencia social.

96
CAPÍTULO 4.
LA APLICACIÓN DEL MODELO A LAS TABLAS ESPAÑOLAS
("TABLAS INPUT-OUTPUT DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA", O TIOE)

Antes de pensar siquiera en practicar ninguna contrastación empírica de la TLV y de las


demás teorías del valor, hay que comprobar si se cuenta con el material estadístico
necesario para llevar a cabo una investigación de este tipo. De lo visto hasta ahora se
desprende que necesitamos fundamentalmente información procedente de las tablas
insumo-producto nacionales, pero no sólo eso. Por lo tanto, antes de describir el
procedimiento concreto utilizado para el cómputo de valores y precios de producción
(secciones 4.2 y 4.3), habrá que discutir en una primera sección el tipo de ajustes que hubo
que realizar en las tablas españolas (que llamaremos a partir de ahora las TIOE81) para
hacerlas conformables con nuestras necesidades específicas de información, así como los
métodos empleados para el abastecimiento de los datos complementarios que no son
proporcionados directamente por las TIOE (sección 4.1).

4.1. Sectorización, homogeneización y adecuación de las TIOE

El primer paso consiste en la conversión de las tablas españolas, originalmente dadas en


una desagregación de 56 sectores, en tablas de dimensión 51 x 51. La razón de que el
número de sectores elegido sea 51 en vez de cualquier otra cifra no es en absoluto
arbitraria, sino que se explica por la necesidad de dejar fuera a los sectores que, por no
contener mercancías normales, no se les puede aplicar las categorías y métodos típicos de
esta investigación (valores y precios mercantiles). Aunque el Instituto Nacional de
Estadística (INE) usa una clasificación llamada R-56, las matrices que en realidad
proporciona son de dimensión 58 x 58, ya que, junto a los 56 sectores de la clasificación, se

81
Como ya se dijo, la terminología usual para las tablas insumo-producto no es ésta en España. A diferencia
de lo que ocurre en México y otros países hispanohablantes, o de lo que ocurre en Francia, donde se refieren a
las tablas de "entrada y salida" en francés, en España se prefiere la terminología anglosajona, razón por la cual
el nombre oficial de las tablas insumo-producto de nuestro país es el de "Tablas Input-Output de la Economía
esañola (TIOE)".

97
incluye un sector ficticio llamado producción imputada de servicios bancarios (PISB)82 y
una última fila (y columna) para la suma de esos 57 sectores que se recoge bajo el epígrafe
de Total.

Las razones para convertir las TIOE en tablas y matrices de 51 x 51 son fáciles de entender.
El análisis de la correlación empírica existente entre valores-trabajo y precios de mercado
(véase el capítulo 5) exige dejar fuera, en primer lugar, los cuatro sectores (del 54 al 57)
correspondientes a la Administración o "sector institucional de Administraciones
Públicas"83, ya que, como su propio nombre indica, prestan "servicios no destinados a la
venta", que no son por tanto mercancías. Por consiguiente, al no poder tener un precio
mercantil, al menos en el sentido ordinario del término, no tiene sentido que nos
preguntemos por la correlación de un precio inexistente con ninguna otra variable
concebible. Por otra parte, los 52 sectores restantes se convierten finalmente en 51 una vez
excluido el sector 50, Alquiler inmobiliario, no por el hecho de que este sector esté
especialmente asociado con la difícil cuestión de la renta del suelo84, sino porque, en el
tratamiento que le da el INE --al igual que los Institutos de Estadística de casi todo el
mundo-- se incluyen dos componentes del alquiler inmobiliario (uno real y otro ficticio85)
cuya injustificada mezcla estadística distorsiona seriamente el alcance real que la auténtica
renta (de la tierra) tiene en el contexto del mecanismo de mercado.

En definitiva, tanto la exclusión de los cinco sectores citados (50; 54-57) como la
corrección aplicada a la PISB (sector 48) –que, más que ser excluido, es simplemente

82
Véase Guerrero (1989) para un análisis de algunos de los problemas teóricos y metodológicos asociados a
la construcción estadística de la PISB.
83
Estos sectores son: 54: “Servicios generales de las administraciones públicas”; 55: “Investigación y
enseñanza no destinada a la venta”; 56:" Sanidad no destinada a la venta”; 57: “Servicios no destinados a la
venta no comprendidos en otra parte”.
84
Aunque la presencia de la renta del suelo sea probablemente más alta en este sector de alquiler inmobiliario
que en el resto de los sectores, esto sólo afectaría a la desviación (que sería mayor) de su precio de mercado
respecto al correspondiente precio de producción, pero esto no es un motivo suficiente para excluirlos de las
tablas que usamos en nuestra investigación, ya que se trataría de una desviación de la misma naturaleza de la
que se produce como consecuencia de aplicar tipos impositivos especialmente elevados a determinadas
mercancías (por ejemplo, en los sectores petrolíferos, el tabaco o el alcohol).
85
La razón por la que se precisa dejar fuera el sector de alquiler inmobiliario es, por tanto, que una proporción
importante de su “producción” no tiene auténtica contrapartida en el mercado sino que es el “autoalquiler”
que se pagan los propietarios de las viviendas en el contexto teórico desde el que se elabora la metodología

98
integrado en el sector 47: “Crédito y seguros”, de donde procede, y del cual se desgaja en la
TIOE únicamente por razones de falta de información suficiente para distribuir
adecuadamente los intereses percibidos por el sector financiero entre los demás sectores de
la economía— están relacionadas con la importante cuestión teórica del trabajo productivo
e improductivo, cuyo estudio hemos hecho extensamente en otro lugar (véase el capítulo 2
de Guerrero, 1989, y un resumen más asequible en Guerrero, 1990) y no podemos
reproducir aquí por razones de espacio. Sin embargo, sí se hace necesario recordar al menos
un punto crucial.

Se trata de que, desde el punto de vista de la Economía marxiana, todo el trabajo de


circulación pura debe quedar excluido del cómputo del trabajo productivo a escala social, y
sin embargo esto no debe llevarnos a excluir más sectores de nuestras tablas (aparte de los
ya citados), a pesar de la enorme tradición de Economía marxista (véase, por ejemplo,
Shaikh y Tonak, 1994) que tiende a excluir los sectores comerciales y financieros debido a
este motivo. Nuestra opinión al respecto es que, según la teoría de Marx, la circulación
pura es un fenómeno necesario en todos los sectores productivos de la economía
capitalista, puesto que todos ellos necesitan vender --realizar, en el lenguaje del circuito de
la reproducción del capital-- las mercancías que producen y, por tanto, deben desviar una
parte del trabajo colectivo hacia estas actividades que sólo afectan a la transmisión de la
propiedad de las mercancías. A pesar de que resulta cómodo suponer que el peso de los
sectores comerciales y financieros en el total es equivalente al de la circulación pura, no
hay razón teórica para que esto tenga que ser así en ningún momento del tiempo, ni para
que la evolución de ambos subconjuntos siga la misma pauta. Por consiguiente, conscientes
de que en cada sector existe una determinada proporción de trabajo improductivo debido a
las necesidades de la circulación pura, esto no exige, sin embargo, modificación alguna en
nuestras tablas y matrices de 51 x 51, ya que el precio de mercado que se impone en cada
uno de ellos comprende todos los costes más el beneficio total, con independencia de cómo
se distribuya éste entre la parte que se necesita para financiar esas actividades y el
remanente que queda para otros fines después de descontar la primera parte.

convencional de las tablas insumo-producto nacionales y la contabilidad nacional: un alquiler ficticio que no
existe en la realidad pero que los contables imputan a los propietarios que ocupan sus viviendas.

99
Sin embargo, los aspectos metodológicos más interesantes de esta investigación86 son, sin
duda, los más directamente vinculados a los problemas teóricos debatidos en capítulos
anteriores, por lo que vamos a centrar nuestra atención, a partir de ahora, en estas
cuestiones. Como se ha apuntado más arriba, los valores-trabajo se calculan en primer lugar
como coeficientes de trabajo verticalmente integrados, haciendo uso tanto de la inversa de
Leontief como del concepto de integración vertical desarrollado por Leontief y Pasinetti.
Esto significa que estos "valores" equivalen a la cantidad total –directa más indirecta— de
trabajo que se requiere en cada momento para reproducir una unidad de cada tipo de
mercancía que se produce en las condiciones normales del sector. Procede, por
consiguiente, pasar a detallar el método utilizado para el cómputo de estas cantidades --
directas e indirectas-- de trabajo, como haremos en 4.2 y 4.3, para terminar finalmente con
el análisis del cálculo de los valores y de los precios de producción en la ecoomía española
(capítulo 5).

4.2. Los coeficientes de trabajo directo y el cómputo del trabajo indirecto

A. Los coeficientes de trabajo directo

Para el cómputo de la cantidad de trabajo directo hay que partir de la cantidad necesaria de
trabajo concreto y convertirla en, o reducirla a, cantidades de trabajo abstracto (Marx,
1867, cap. I). Posteriormente, se divide la última cantidad entre el número de unidades de
mercancía producidas para obtener el correspondiente coeficiente de trabajo directo (la

86
Desde un punto de vista puramente técnico, aparece un segundo tipo de problemas en el proceso de
obtención de nuestras tablas 51 x 51 que merecen un breve comentario. El primero de ellos es que, al
distribuir la PISB, hay que tener buen cuidado de no hacerlo íntegramente entre los sectores de la tabla de
insumos intermedios exclusivamente, ya que los intereses percibidos por el sector bancario proceden
igualmente de los sectores finales de la economía (principalmente, las familias y las administraciones). En
nuestros cálculos, y a falta de mayor información, se ha supuesto que la distribución de la PISB entre sectores
de demanda intermedia y final es proporcional al reparto de la demanda total entre esos dos mismos
componentes. Por otra parte, debe tenerse en cuenta que, aunque el mayor o menor nivel de desagregación
usado en las tablas puede afectar a las medidas empleadas para computar la desviación entre valores y
precios, la realidad es que la diferencia entre el uso de los 56 sectores del INE y los 51 finalmente retenidos
no es demasiado importante, pero sí relevante. El uso de la DAM (desviación absoluta media) indica que
dichas desviaciones se reducen un 12% (en términos relativos) cuando se pasa de los 57 a los 51 sectores,
mientras que la DAMP (desviación absoluta media ponderada) se reduce casi un 25%.

100
cantidad unitaria de trabajo abstracto que constituye el primer componente del valor
unitario de la mercancía).

a) El trabajo concreto
La cuantificación del trabajo concreto total de cada sector se obtiene así:

1. Partimos del empleo total del sector (L), entendido como la suma del empleo
asalariado (A) y no asalariado (nA) que hay en él. Las TIOE proporcionan directamente L y
A para cada uno de los años de nuestra investigación (1986-1991).

2. El número total de horas trabajadas en el sector en un año se obtiene


multiplicando L por el número de horas que integran la jornada anual media de cada
ocupado (hpy). Las TIOE no incluyen información sobre estas hpy, por lo que se necesita
recurrir a otra fuente, en este caso la Encuesta de Salarios, para deducir esta información.
Puesto que en dicha Encuesta existe información tanto sobre el salario medio por hora (w/h)
como sobre el salario medio mensual (w/m), es inmediato el cálculo de las horas de trabajo
al mes (h/m) a partir de los dos datos anteriores (dividiendo w/m por w/h). Basta por tanto
con multiplicar h/m por 12 para obtener h/y, ya que es lógico suponer que el INE usa la
información disponible sobre una base anual para calcular sus datos mensuales (pues es
necesario tener en cuenta la existencia de las vacaciones y otras distorsiones estacionales
que pueden afectar a los datos de meses específicos).

En cualquier caso, el hecho de que se use el salario mensual medio (la media anual de los
datos correspondientes a esta variable en los cuatro trimestres para los que se proporciona
información) es una garantía de que nada se modificaría si hubiera que multiplicar este dato
por otro número distinto de 12, ya que lo que cuenta en nuestros cálculos es simplemente el
índice que reflejan estos salarios medios. Es decir, no usamos directamente la cantidad de
horas trabajadas al año, sino que tomamos como cantidad total de trabajo concreto el
número de empleados en el sector, y la medimos en años-hombre, sólo que en vez de usar
directamente L, corregimos este dato para tener en cuenta la diferente longitud de la jornada
de trabajo en los distintos sectores.

101
Tabla 4.1. Cálculo de los índices de horas anuales trabajadas en cada sector de la Encuesta de Salarios
Sectores de la Encuesta gpm gph gpm/gph = (h/m)i /
h/m (h/m)*
11 Minas de carbón 211679 1549 136.66 0.93
12 a 14 Extracción y refino de petróleo 288995 1992 145.08 0.99
15 Electricidad 240201 1663 144.44 0.99
16 Captación y distribución de agua 198316 1349 147.01 1.00
21 Minerales metálicos 189802 1295 146.57 1.00
221 a 223 Producción de minerales metálicos 189071 1282 147.48 1.01
224 Producción de minerales no férricos 186710 1289 144.85 0.99
23 Extracción de minerales no metálicos 133280 897 148.58 1.02
241-5, 249 Industria de minerales no metálicos 139289 938 148.50 1.01
246 Industria del vidrio 160727 1096 146.65 1.00
247 Industria de la cerámica 135261 909 148.80 1.02
25 Industria química 198429 1355 146.44 1.00
311-3, 315, 319 Fundición de metales 129056 872 148.00 1.01
314 Estructuras metálicas 144008 970 148.46 1.01
316 Fabricación de herramientas 151490 1035 146.37 1.00
32 Fabricación de equipos mecánicos 156983 1061 147.96 1.01
33 Máquinas de oficina y ordenadores 198895 1427 139.38 0.95
34 Fabricación de material eléctrico 157209 1075 146.24 1.00
35 Fabricación de material electrónico 180175 1222 147.44 1.01
36 Fabricación de automóviles 183914 1281 143.57 0.98
37,38 Construcción naval 172378 1216 141.76 0.97
39 Instrumentos de precisión y óptica 213961 1458 146.75 1.00
411-423 Industria de la alimentación 128521 878 146.38 1.00
424-428 Industria de la bebida 183047 1250 146.44 1.00
429 Industria del tabaco 192075 1364 140.82 0.96
43(sin 435) Industria textil 120028 819 146.55 1.00
435 Industria de géneros de punto 103736 711 145.90 1.00
44 Industria del cuero 119530 803 148.85 1.02
451, 452 Industria del calzado 96271 645 149.26 1.02
453-56 Industria del vestido 93535 640 146.15 1.00
46 Industria de la madera y del corcho 98859 661 149.56 1.02
471-73 Industria del papel 162717 1108 146.86 1.00
474-5 Artes gráficas 148725 1031 144.25 0.99
481 Industria del caucho 172802 1161 148.84 1.02
482 Industria del plástico 136436 926 147.34 1.01
49 Otras industrias manufactureras 136828 937 146.03 1.00
501-3 Edificación y obras públicas 119463 800 149.33 1.02
504 Acabado de edificios 125594 845 148.63 1.02
61 a 63 Comercio al por mayor 118502 807 146.84 1.00
64, 67 Comercio al por menor 122640 832 147.40 1.01
65, 66 Restaurantes, hoteles y cafés 106009 710 149.31 1.02
71, 73-6 Transportes y comunicaciones 187420 1268 147.81 1.01
722, 723 Transportes por carretera 138960 922 150.72 1.03
81 Instituciones financieras 265023 1871 141.65 0.97
82 Seguros 183476 1283 143.01 0.98
M E D I A D E L A E C O N O M Í A -- -- 146.33 1.00

Por consiguiente, el trabajo concreto vendrá dado por

102
L’ = L · i,

donde i es el correspondiente índice sectorial del número de horas trabajadas al año (que
suponemos igual a 1 en el conjunto de la economía).

Hay que tener en cuenta que la desagregación sectorial empleada en la Encuesta de Salarios
no coincide con la de las TIOE, por lo que fue preciso realizar una tabla de correspondencia
entre ambas clasificaciones. En la tabla 4.1 se muestra la clasificación usada por la
Encuesta y los datos correspondientes al año 1990, y se detalla el método utilizado: se parte
de la “ganancia87 media por trabajador y mes (en ptas.): pagos totales en jornada normal y
extraordinaria” y de la “ganancia media por hora trabajada (en ptas.): pagos totales en
jornada normal y extraordinaria”, o sea gpm y gph, para calcular h/m (o sea, el cociente
entre ambas), así como el índice i = (h/m)i / (h/m)*.

Posteriormente, se convierten los datos de la Encuesta de Salarios en datos de los 51


sectores, para lo que hay que añadir información referente a la Agricultura, que se supone
tiene un índice de 0.7 debido a la estacionalidad de la mayor parte de las tareas agrícolas.

b) Trabajo abstracto
El trabajo concreto desarrollado en cada sector no puede tomarse directamente como
representativo de la cantidad de trabajo simple socialmente necesaria para reproducir cada
tipo de mercancía puesto que los diferentes trabajos concretos sectoriales se caracterizan
por presentar diferentes grados de "complejidad" e "intensidad". Estas diferencias
cualitativas entre los distintos tipos de trabajo sufren un proceso de reducción real a trabajo
simple y homogéneo a través de la competencia de capitalistas y trabajadores, de forma que
en el marco del sistema capitalista los diferentes trabajos se igualan entre sí como
determinadas cantidades de trabajo simple y abstracto. Como escribe Marx, el trabajo más
complejo equivale a una cantidad multiplicada o elevada a cierta potencia de trabajo más
simple.

87
Precisemos que el término "ganancia" hace referencia aquí al salario bruto, cosa que aunque pueda parecer
evidente, es mejor aclarar, sobre todo teniendo en cuenta que se habla muchas veces en este libro de ganancia
como sinónimo de beneficio, y de tasa de ganancia como otro nombre para la tasa de beneficio.

103
Se ha debatido mucho la cuestión de cómo sería posible hacer en la práctica esta reducción
a trabajo simple. En la estela del pensamiento de Marx hay, sin embargo, dos aportaciones
que destacan sobre las demás en la solución de este problema. Por una parte, Rubin (1928)
dejó claro los principios que se aplican tanto dentro de un sector como entre diferentes
sectores. En el primer caso, la igualación de diferentes trabajos que producen el mismo tipo
de mercancía “estará sujeta al siguiente principio: dos gastos de trabajo se reconocen como
iguales si crean cantidades iguales de un producto determinado, aunque de hecho estos
gastos de trabajo puedan ser muy diferentes entre sí en términos de la extensión del tiempo
de trabajo, intensidad, etc.” (p. 212).

Pero este criterio no nos sirve cuando se trata de comparar el trabajo de diversas ramas
productivas. En este caso, hay que empezar teniendo en cuenta que “el concepto de trabajo
calificado debe distinguirse con precisión de otros dos conceptos con los que
frecuentemente se lo confunde: la habilidad (o destreza) y la intensidad. Al hablar de
trabajo calificado, tenemos en cuenta el nivel de calificación (aprendizaje) media que se
requiere para emplearse en una determinada forma de trabajo, una determinada profesión o
especialidad. Es necesario distinguir esa calificación media de la calificación individual del
productor particular, en el contexto de la misma profesión o especialidad.” (pp. 214-215).
Por otra parte, se trata de explicar “por qué el trabajo calificado, independientemente del
nivel de su intensidad, crea un producto de mayor valor” (p. 216).

Rubin señala que explicar el valor de las mercancías en términos del valor de la fuerza de
trabajo equivale a invertir el método seguido por Marx, y propone en cambio partir del
“equilibrio entre diferentes formas de trabajo”: “El valor del producto del trabajo calificado
debe exceder el valor del producto del trabajo simple (...) en la cantidad de valor que
compensa las diferentes condiciones de producción y establece el equilibrio entre esas
formas de trabajo”; así, una hora en el sector de joyería equivale, digamos, a dos en el de
zapatería “porque el equilibrio en la distribución del trabajo entre esas dos ramas de la
producción se establece precisamente en la proporción de cambio implicada y cesa la
transferencia de una rama a la otra” (p. 218).

104
Rubin se opone además a la objeción típica contra esta teoría, la de que “los marxistas no
pueden indicar el criterio o patrón por el cual podemos igualar de antemano una unidad de
trabajo calificado (...) con un determinado número de unidades de trabajo simple” (p. 221).
Se trata simplemente del diferente tiempo de formación y aprendizaje necesario para
desempeñar cada tipo de trabajo: en la medida que se requiere más de esto, el trabajo que se
desarrolla producirá más valor por unidad de tiempo.

Puesto que no tenemos información sobre la cantidad total de tiempo de aprendizaje que
hay que atribuir a cada especialidad, profesión y sector de la economía, tenemos que
recurrir a otros procedimientos si queremos disponer de una forma práctica de convertir las
horas de trabajo concrreto en horas de trabajo abstracto. Pero si tenemos en cuenta el
principio de equilibrio en la distribución de trabajo, esto quiere decir que en condiciones
normales la competencia entre los trabajadores hará que haya una correspondencia entre el
tiempo de trabajo necesario para disponer de una fuerza de trabajo de cierta cualificación y
el coste monetario de adquirirla. Por consiguiente, la propia remuneración de la fuerza de
trabajo de mayor calificación y complejidad deberá ser mayor porque requiere consumir
una mayor proporción de trabajo social para ser creada. El salario medio del trabajo
complejo será, por consiguiente, más elevado que el del trabajo simple, pero el hecho de
que usemos el índice de los salarios sectoriales (en relación con el salario medio de la
economía, que suponemos igual a la unidad) como el mecanismo de conversión del trabajo
heterogéneo a trabajo simple y homogéneo no significa que se incurra en circularidad.

Bródy (1970) ha demostrado que basta con conocer las cantidades desagregadas de cada
tipo de trabajo diferente y el consumo que se requiere para reproducir cada uno de los tipos
de fuerzas de trabajo asociados con las primeras para, a partir de esta información y de la
proporcionada por la tabla de insumos intermedios de la economía, determinar
inequívocamente el coeficiente corrector que corresponde aplicar a cada tipo de trabajo
complejo para su conversión en trabajo simple88. En nuestro caso, y a falta también de los

88
Sin embargo, una extensa literatura parece desconocer este resultado de Bródy (véase por ejemplo Blaug,
1982).

105
datos necesarios para aplicar adecuadamente el método de Bródy89, hemos decidido recurrir
a los salarios monetarios relativos como indicador aproximado de los citados coeficientes,

89
De lo que se trata es de desagregar, o, mejor, como dice el propio Bródy, de "no agregar" las distintas clases
de trabajo que se tomen en consideración. Supongamos que existen m clases distintas de trabajo y n
mercancías. En ese caso, la matriz A se amplía para convertirse, en vez de una matriz nxn en una matriz
(n+m)x(n+m), donde las m últimas filas son los coeficientes de trabajo directo de cada una de las m clases de
trabajo existentes, y las m últimas columnas son los consumos necesarios para reproducir cada uno de esos
tipos de trabajo. Lógicamente, la nueva matriz ampliada, A(n+m)x(n+m), podría partirse en otras cuatro, de
dimensiones, respectivamente, nxn, nxm, mxn y mxm, siendo ésta última una matriz cuadrada nula. De esta
forma, tendríamos:

Por otra parte, podríamos obtener una matriz B(n+m)x(n+m), similar a la clásica matriz A, con la única diferencia
de que recogería ahora los insumos necesarios para reproducir cada tipo de fuerza de trabajo en vez de cada
una de las n mercancías tal que:

donde Bnxn vendría definida como la suma de las matrices correspondientes a cada uno de los m tipos de
trabajos heterogéneos que estemos considerando:

Aunque el problema teórico está, pues, resuelto, es obvio que será muy difícil desarrollar un trabajo empírico
basado en información suficiente como para obtener las m matrices necesarias, pero, en el caso particular en
que supongamos m = 1, como será nuestro caso, sólo hace falta añadir que el cálculo de la matriz B puede
hacerse a partir de la expresión siguiente:
B = αcn'
donde α es un escalar que representa la participación de la masa salarial total en el consumo privado total; c es
un vector columna (nx1) que recoge la distribución porcentual del consumo privado entre las distintas n ramas
de la economía, y n' es el vector fila, 1xn, que refleja la distribución sectorial del empleo.
Todo lo anterior significa que el vector de valores-trabajo puede calcularse como un autovector perfectamente
análogo al que sirve de base para el cálculo de los precios de producción en la literatura más conocida, pero
con la singularidad de que el autovalor dominante al que vendría asociado sería, en este caso, no la inversa de
la tasa de ganancia uniforme del sistema, sino la inversa de (1+θ), donde θ es la tasa de plusvalor uniforme en
todos los sectores.
De esta manera, tendríamos dos vías para escribir correctamente los valores-trabajo. En la primera
interpretación, el vector de valores, 1x(n+m), estaría formado por los n primeros elementos que nos darían los
valores de las n mercancías, más los m últimos que nos proporcionarían los pesos o ponderaciones que se
necesitan para convertir los trabajos heterogéneos en cantidades de trabajo homogéneo (es decir, los valores
relativos de las diferentes fuerzas de trabajo):

106
siguiendo en esto, por consiguiente, la práctica de toda la literatura que se ha ocupado ya de
estos temas (Shaikh, Ochoa, Chilcote, etc.) con ánimo de desarrollar estimaciones
empíricas.

Volviendo de esta breve incursión teórica al terreno de los procedimientos específicos de


cálculo que necesitamos para nuestra investigación, tenemos que el cómputo de la cantidad
de trabajo abstracto realizada en cada sector en un año puede obtenerse en la práctica como
el simple producto de L’ por un nuevo índice, z, que traduzca el nivel relativo de salario
medio sectorial --pudiendo definirse z = 1 para el conjunto de la economía, o también,
como se eligió en nuestro caso, haciendo z = 1 en el sector de menor salario comparativo,
por ser éste el más fácilmente asimilable al trabajo simple. Por consiguiente, el
procedimiento de conversión de las cantidades de trabajo concreto a cantidades de trabajo
abstracto exigió dar los siguientes pasos:

* El salario medio mensual se obtuvo como cociente de dos datos proporcionados por las
TIOE: la suma total de salarios en cada sector (W, que incluye todas las prestaciones de la
seguridad social que integran lo que normalmente se conoce como la remuneración de los
asalariados en la Contabilidad Nacional) y el trabajo asalariado de cada sector (A):
zi = (W/A)i / (W/A)*

(con zi (mín.) = 1).

* El trabajo abstracto total de cada sector se obtiene como:


ta = L’·z

v' = v'A + v'B(1+ θ)


(1/[1+ θ]) v' = v'B(I-A)-1
sv' = v'H (4),
donde el escalar s representa el concepto marxiano de "salario relativo" y la matriz H = B(I-A)-1.
Por otra parte, la segunda interpretación nos conduce a ver con más precisión en qué consiste el método
teórico de obtención de los coeficientes de trabajo directo, ya que la ecuación (2) se puede interpretar como la
suma de dos componentes donde el primero de ellos, el trabajo directo es un vector fila (1 x n) de coeficientes
de trabajo directo, que puede ahora interpretarse como el producto del vector (1 x m) de valores de las fuerzas
de trabajo heterogéneas por la matriz rectangular (m x n) de los insumos de trabajo que requiere cada una de
las n mercancías:
a0' = [v'n+i][an+i,j],
con i = 1, ..., m, y j = 1, ..., n.

107
* Los coeficientes de trabajo directo (a0) se calculan como el cociente de ta dividido entre
la cantidad de mercancías producidas en cada sector (q), que coincide con lo que las tablas
llaman producción efectiva a salida de fábrica. Debe tenerse en cuenta que q no está
medida en términos físicos –puesto que la producción de cada sector de las tablas o de
cualquier otra estadística de base empírica se compone de mercancías muy diversas que
sólo pueden ser homogeneizadas tras su traducción a cantidades monetarias—por lo que los
coeficientes obtenidos son unitarios, pero no en el sentido de que se trata de cantidades de
trabajo necesarias "por unidad de mercancía", sino cantidades de trabajo "por cada peseta
de mercancía producida".

B. El cómputo del trabajo indirecto

Los coeficientes a0 representan cantidades de trabajo directo por unidad (de mercancía o de
valor monetario de mercancías), por lo que se necesita añadirles las cantidades de trabajo
indirecto para obtener el contenido total en trabajo de cada unidad en cuestión. El trabajo
indirecto es el que está incorporado en los medios de producción que se utilizan en cada
proceso de producción, y su valor se transmite a la mercancía que se obtiene al final de ese
proceso debido a que opera sobre ellos, mediante su uso o/y transformación física, el
trabajo directo de los trabajadores que utilizan esos medios como objetos o medios de
trabajo. La transmisión del valor de los medios de producción desde ellos mismos hasta las
mercancías producidas tiene lugar a través de dos vías diferentes, según que estemos
considerando el caso de los componentes del capital constante que consisten en capital fijo
o bien en capital circulante.

El capital fijo tiene una duración física más larga, normalmente de varios años, y participa
en múltiples procesos de producción sucesivamente, uno tras otro, de forma que su valor se
transmite sólo parcialmente en cada uno de los ciclos productivos. En la práctica, la
fracción del valor de los elementos del capital fijo que se transmite a cada mercancía
producida puede calcularse como una parte alícuota de su valor total, y de hecho así se hace
habitualmente en la Contabilidad Nacional, suponiendo tanto los contables privados como
las instancias oficiales que dichas fracciones se relacionan normalmente con el número de

108
periodos anuales de vida que se atribuye a cada activo, usando para ello métodos e hipótesis
bastante simples.

Así, si un activo fijo determinado tiene una duración prevista de 10 años y se usa además el
sistema de depreciación más simple, se podría calcular la fracción de valor de ese activo
transmitida a las mercancías producidas durante ese año simplemente dividiendo entre 10
su valor total. La práctica común de las contabilidades nacionales reales no difiere
demasiado de este procedimiento, como lo demuestra el método usado por el INE, que
aplica una sencilla función lineal conocida como inglesa, y supone además, para el cálculo
de la amortización, que los activos fijos sólo tienen dos tipos de duración máxima: 17 años
en el caso general y 40 años en el caso de los activos residenciales y de construcción (INE,
1995).

En cuanto al capital circulante, el valor de cada uno de sus elementos físicos se transmite
íntegramente a la mercancía en cuyo proceso de producción han intervenido (ya sea como
materia prima, como materia auxiliar, como energía, etc.). Estos valores están recogidos
directamente en las tablas de insumos intermedios, y, una vez divididos por los
correspondientes productos totales de cada sector, se transforman en los habituales
coeficientes técnicos o verticales habitualmente proporcionados por las tablas insumo-
producto.

Por consiguiente, el trabajo indirecto puede conocerse mediante simple suma, a partir de las
matrices A (que representa las transacciones intersectoriales, o consumos intermedios, de la
economía) y D (matriz de coeficientes de depreciación, que recoge los costes totales de
depreciación experimentados por cada sector divididos por el producto total del sector).
Más concretamente, el método de cálculo de cada una de estas matrices puede detallarse
así:

a) La matriz de coeficientes técnicos (A)


Como se ha dicho, las tablas de coeficientes técnicos son habitualmente proporcionadas
directamente por la institución que elabora las tablas insumo-producto. Sin embargo, una

109
buena vía para descubrir la existencia de posibles errores de cálculo o, más típicamente,
tipográficos, consiste en utilizar las tablas de transacciones totales entre los diferentes
sectores y dividirlas por el vector de productos finales de cada sector. En el caso concreto
de nuestros cálculos, el método seguido ha sido el segundo, por lo que esta matriz ha sido
calculada en la práctica como
A = X·Q-1,

donde X es la matriz que representa las transacciones totales y Q es la matriz diagonal que
contiene en su diagonal principal el producto sectorial (computado, como se ha dicho, en
términos de producción efectiva salida de fábrica).

b) La matriz de coeficientes de depreciación del capital fijo (D)


A diferencia de los que ocurre en otros países, en España no existen todavía datos oficiales
de capital y de depreciación al nivel de desagregación utilizado en las TIOE. Por
consiguiente, se hace preciso el recurso a fuentes privadas y el añadido de un buen número
de supuestos adicionales para poder llegar a construir todas las correspondientes tablas y
matrices que necesitamos. En concreto, esto ha exigido dar los siguientes pasos:

* Construcción de la matriz de coeficientes de capital fijo por peseta de producto


total obtenido (matriz KF = [kfij] o cantidades de stock de capital fijo de cada sector i
necesarias para producir una unidad de j).

* Construcción de la matriz formada por las inversas de las duraciones de vida de


cada tipo de activos (que llamaremos LTI).

* Construcción de la matriz de depreciación (D) como el producto de las dos


anteriores:
D = KF·LTI,

debido al supuesto simplificador, ya comentado, de un ritmo constante de transmisión del


valor durante toda la vida útil de cada activo.

110
Sin embargo, la construcción de cada una de estas tres matrices es suficientemente
laboriosa como para que merezca la pena detenerse un instante en su método específico de
elaboración, cosa que detallamos a continuación:

1. Debe empezarse por observar que la matriz de coeficientes de capital fijo (KF) no estaría
disponible aunque existieran los datos de stock de capital total de cada uno de los sectores
que integran las TIOE. Para disponer de esta matriz se necesita, además, conocer cómo se
distribuye el capital fijo de cada sector entre cada uno de sus distintos componentes, es
decir, cómo se compone un stock de 1 billón de pesetas entre los productos que proceden de
los diferentes sectores de las tablas (por ejemplo, edificios, máquinas del tipo A, B o C,
motores, medios de transporte, etc.). A falta de esta información, se requiere algún
procedimiento alternativo de construcción, y se ha optado por el que llega a KF a través de
la fórmula
KF = f·ky,

donde f y ky son vectores. En particular, f es el vector columna (51 x 1) de los porcentajes


que representa cada uno de los 51 sectores en el total de la formación bruta de capital fijo
(FBCF) de la economía; mientras que ky es el vector fila (1 x 51) de las cocientes
sectoriales capital/producto. Para la obtención de ky, se han tenido que combinar los datos
de capital proporcionados por la Fundación del Banco BilbaoVizcaya (BBV) y los datos de
producción procedentes de las TIOE. Una vez más, al no coincidir la desagregación
sectorial utilizada por el BBV con ninguna de las clasificaciones aplicadas por las TIOE, se
hizo necesario fijar un método de correspondencia, que en este caso se reproduce en la tabla
4.2. Como se señala en la publicación del BBV, estos datos de capital se corresponden con
el “stock neto de capital privado por ramas de actividad (España)” en millones de pesetas
de 1990 (BBV, 1996, tabla III.3.1, en el volumen 3, p. 59). De acuerdo con la interpretación
ofrecida en el volumen I (p. 41), está claro que se trata simplemente de capital fijo, ya que
allí se escribe que “el concepto de capital empleado en el presente estudio hace referencia
al capital neto y, de acuerdo con la definición utilizada a nivel internacional, incluye sólo el
conjunto de activos duraderos, tangibles y reproducibles. Esta definición excluye, por tanto,
el inmovilizado inmaterial, las existencias, el inmovilizado en curso y los terrenos y bienes
naturales”.

111
Tabla 4.2. La correspondencia entre las clasificaciones sectoriales
del BBV (datos de capital) y de las TIOE (datos de producción)
Sectores BBV Sectores
TIOE
Agricultura 1
Pesca 1
Productos energéticos sin leasing 2, 3-11
Minerales metálicos y siderometalurgia 12-13
Minerales y productos no metálicos 14-17
Productos químicos 18
Prod. metálicos n.c.o.p. 19
Maq. agrícola e industrial 20
Maq. oficina y otras 21
Material y accesorios eléctricos 22
Material de transporte 23-24
Alimentación, bebidas y tabaco 25-29
Textil, cuero calzado y vestido 30-31
Papel, artículos de papel e impresión 33-34
Caucho y otras 35
Madera, corcho y otras 32, 36
Total prod. industrial sin leasing --
Inversión industrial financiada con leasing --
Total energía e industria --
Construcción residencial 37
Hostelería y restauración 40
Transporte 41-45
Comunicaciones 46
Instituciones de crédito y seguro 47
Otros n.c.o.p. 38-39, 48-51
Total servicios venta territorializados --
Total territorializado --
Servicios no territorializados: transporte 37
TOTAL --

Por consiguiente, una vez convertidos los datos sectoriales a la clasificación de las TIOE,
estuvimos en condiciones de obtener los cocientes capital/producto que se necesitan para la
construcción del vector ky, pero no directamente porque, hasta aquí, lo que habríamos
obtenido serían los datos de capital en pesetas constantes divididos por los datos de
producto en pesetas corrientes, por lo que necesitábamos previamente contar con los
consiguientes deflactores. Dichos deflactores pudieron sin embargo obtenerse a partir de los
datos del propio BBV. Puesto que en el volumen citado se incluyen las tablas 3.1
(“inversión privada en pesetas corrientes”) y 3.2 (“inversión privada en pesetas de 1990"),
ambas referidas a la serie 1964-1991, fue posible deducir la correspondiente serie de
deflactores de la inversión dividiendo la primera por la segunda. A continuación,
suponiendo que los deflactores de las series de capital son los mismos que los de la

112
inversión --supuesto habitual en esta clase de trabajos--, se obtiene la serie de capital en
pesetas corrientes simplemente deflactando la serie de capital en pesetas constantes con los
datos correspondientes a la serie de los deflactores.

En cuanto al vector f, su cálculo es posible a partir de los datos proporcionados por las
TIOE sobre FBCF. Obsérvese, por tanto, que la obtención de KF sólo requiere multiplicar f
por ky, lo cual merece dos comentarios finales. En primer lugar, desde el punto de vista
algebraico, la multiplicación de un vector columna (51 x 1) por un vector fila (1 x 51) nos
da una matriz cuadrada (51 x 51) puesto que ambos vectores son conformables para la
multiplicación. En cuanto a la interpretación económica de este procedimiento, el mismo
equivale al supuesto de que el capital fijo de cada sector j está distribuido entre los distintos
componentes físicos de ese capital en exactamente la misma proporción en que se
distribuyó la formación bruta de capital de cada uno de los sectores j entre los distintos
sectores vendedores de bienes de equipo (sectores i). Este supuesto es bastante habitual, y
no parece desacertada su utilización como primera aproximación, aunque sea evidente que
la composición real de la inversión anual no se mantiene inalterada durante toda la vida de
los activos productivos.

2. En cuanto a la matriz LTI, se han utilizado para su cálculo dos vías alternativas. La
primera arranca de los datos proporcionados por el INE, mientras que la segunda tiene su
origen en los ofrecidos por Ochoa para los EE. UU. (Ochoa, 1984). En ambos casos, se ha
llegado a una matriz diagonal que contiene la inversa de la vida útil esperada para cada tipo
de activo según el sector productor. Hay que tener en cuenta que sólo una minoría de
sectores de las tablas insumo-producto producen "bienes de inversión", por lo que no
sorprende que, con independencia del procedimiento utilizado, estas matrices presenten
abundancia de ceros en su diagonal.

En nuestro caso, la matriz LTI se ha calculado dos veces (como LTI1 y LTI2). La que usa los
datos del propio INE (LTI1) contienen 31 sectores que dan cero frente a 20 sectores con
valores positivos, de los cuales todos menos el sector 37 (construcción) tienen el valor 1/17
(el sector 37 es en cambio 1/40) debido a que esos son los dos supuestos de duración de la

113
vida útil utilizados por el Instituto (17 años para todos los activos diferentes de los de
construcción; 40 para estos últimos). En cuanto a los datos de la matriz LTI2, la variedad es
mayor en lo referente a la vida útil de los diferentes activos, pero la necesidad de convertir
la desagregación a 71 sectores utilizada por Ochoa (tabla 4.3) a los 51 de las TIOE hace que
finalmente se pueda contar con un menor número de sectores con valores positivos
(distintos de cero) en su diagonal.

Tabla 4.3. Clasificación sectorial usada en Ochoa 1984 (71 sectores),


a partir de las tablas insumo-producto de los Estados Unidos
1 Agricultura 37 Ferretería
2 Mineral de hierro 38 Otros productos metálicos
3 Minerales metálicos no férreos 39 Motores y turbinas
4 Minería de carbón 40 Maquinaria y equipo agrícola
5 Petróleo y gas natural 41 Maquinaria y equipo de construcción
6 Piedra, arcillas, etc. 42 Equipos de manipulación de materiales
7 Minería química y de fertilizantes 43 Maquinaria y equipo de transformación de metales
8 Construcción y reparación 44 Maquinaria y equipo industrial en general
9 Armamento y accesorios 45 Maquinaria y equipo industrial especializado
10 Alimentación 46 Productos de maquinaria para tiendas
11 Tabaco 47 Máquinas de oficina y ordenadores
12 Tejidos e hilados 48 Máquinas para los servicios
13 Productos textiles diversos, moquetas, etc. 49 Equipos de transmisión eléctrica
14 Vestido 50 Electrodomésticos
15 Otros productos textiles 51 Equipo eléctrico, cables, etc.
16 Madera (excepto contenedores) 52 Equipos de radio, TV y comunicación
17 Contenedores de madera 53 Componentes electrónicos y accesorios
18 Mobiliario doméstico 54 Maquinaria eléctrica diversa
19 Otro mobiliario 55 Vehículos a motor
20 Papel 56 Aeronaves y piezas
21 Cartón y cajas 57 Otro equipo de transporte
22 Imprenta y publicaciones 58 Instrumentos profesionales y científicos
23 Productos químicos 59 Productos de fotografía y óptica
24 Plásticos y materiales sintéticos 60 Manufacturas diversas
25 Productos de droguería y limpieza 61 Transporte
26 Pinturas 62 Comunicaciones, excepto emisiones
27 Refino de petróleo 63 Emisiones de radio y TV
28 Caucho y productos plásticos 64 Servicios públicos
29 Cuero 65 Comercio
30 Calzado y productos de cuero 66 Finanzas y seguros
31 Vidrio y productos de vidrio 67 Hoteles y reparación (excepto autos)
32 Productos de piedra y arcilla 68 Servicios a las empresas; investigación y desarrollo
33 Productos básicos de hierro y acero 69 Reparación y servicios al automóvil
34 Productos básicos de metales no férreos 70 Ocio
35 Contenedores de metal 71 Servicios médicos y educativos; organizaciones
36 Calderas y transformados metálicos benéficas

114
La utilización de estos datos merece algunos comentarios. Aunque los datos americanos
son oficiales (como cuenta Ochoa, proceden del Departamento de Trabajo de los EE. UU.),
puede parecer extraño que se usen datos de otro país para el cálculo de variables
correspondientes a un contexto nacional caracterizado por una estructura productiva muy
diferente. La razón de este proceder deriva de la necesidad de contrastar lo que, en un
principio, parecía el uso de un supuesto excesivamente simplista por parte del INE, como es
el de admitir tan sólo dos duraciones de vida útil (17 y 40 años), cuando los datos de
Estados Unidos ofrecían una variedad mucho mayor (entre 1 y 36 años). Los datos
americanos parecían, por tanto, más cercanos a la realidad, aun cuando se pudiera suponer
que la vida media de todos los activos en ambos países, a pesar de ser similar desde un
punto de vista físico, habría de ser diferente desde el punto de vista económico (no hay que
olvidar que la vida efectiva de los activos depende de forma fundamental de los procesos de
obsolescencia técnica que vienen condicionados por la intensidad de la competencia a la
que se ven sometidos los diferentes productores como consecuencia de la introducción de
nuevas técnicas).

En cualquier caso, el doble cálculo de muchas de las variables utilizadas en nuestro trabajo
(usando primero LTI1 y luego LTI2) nos ha permitido comprobar la relevancia de la idea
apuntada por Bródy de que tanto precios como valores son mucho más sensibles a las
modificaciones que puedan observarse en las variables flujo que en las variables stock.
Teniendo en cuenta que el cálculo de LTI es un simple paso intermedio para el cálculo de la
matriz de coeficientes de capital, no nos pareció sorprendente la comprobación de que el
uso de cualquiera de las alternativas usadas modificaba, en efecto, sólo de una manera muy
leve los resultados finales de nuestra investigación.

3. Por último, la matriz de coeficientes de depreciación (D) se obtuvo, por tanto, por partida
doble, según se usara LT1 o LT2. Llamaremos a la primera D1, y D2 a la segunda, viniendo
ambas definidas, respectivamente, como
D1 = K·LTI1
D2 = K·LTI2,

115
pero señalando que, a efectos prácticos, las restantes variables estimadas se hicieron
siempre a partir de D1.

4.3. Los métodos de cálculo de valores y precios

Hemos repetido varias veces que el valor se forma como una suma donde se integran dos
componentes: el trabajo directo (que podemos llamar TD) y el trabajo indirecto (TI). Antes
de razonar en términos de unidades de mercancía, podemos ver cómo se puede expresar
esta igualdad para el caso del valor total producido globalmente en el seno de cualquier
sector productivo a lo largo de un periodo de producción estándar (digamos, un año). Es
fácil ver que, puesto que el trabajo encerrado en los medios de producción no es sino su
valor (que puede, por tanto, expresarse como el valor de cualquier otra mercancía, es decir,
como una suma de trabajo directo más indirecto)90, el trabajo total (TT) puede escribirse
(usando los subíndices para indicar el número de periodos temporales en que nos movemos
hacia atrás en el tiempo) como:
TT = TD + TI = TD + (TD1 + TI1) = TD + TD1 + (TD2 + TI2) =
= ...=
= TD + TD1 + TD2 + ...+ TDn-1 + (TDn + TIn) = ... (1)

Lo anterior quiere decir que el trabajo total necesario para la producción del valor mercantil
puede interpretarse como una suma de cantidades sucesivas en el tiempo de trabajos
directos llevados a cabo en distintos periodos. Puede demostrarse fácilmente que existe una
vía alternativa, pero completamente equivalente, de llegar a los mismos resultados, usando
el instrumental ofrecido por el álgebra matricial. Para ver esto último, vamos a utilizar, sin
embargo, no las cantidades sectoriales totales, sino los habituales coeficientes (cantidades
definidas en términos unitarios). Por consiguiente, el coeficiente de trabajo total será igual a
la suma del coeficiente de trabajo directo más el coeficiente de trabajo indirecto (es decir, el
trabajo necesario para reproducir los insumos de capital circulante y la parte depreciada del

90
En este caso, sería la suma del trabajo desarrollado en el proceso de producción inmediato de esos medios
de producción más el encerrado en los medios que se usaron para su producción, y así sucesivamente con
cada una de las etapas a las que nos remontemos.

116
capital fijo). Por tanto, llamando v al valor de una unidad y utilizando la notación
presentada más arriba, podemos escribir:
v = a0 + v·(A+D),

Por consiguiente, puesto que lo anterior equivale a:


v·(I - (A+D)) = a0,

también puede escribirse:


v = a0·(I-(A+D))-1,

o, haciendo H = (I-(A+D))-1 ,
v = a0·H

H es simplemente la inversa de Leontief, con la única diferencia, respecto a su


representación más habitual [H = (I-A)-1], de que se ha incluido en nuestra H también la
depreciación (que a veces se deja fuera si se utilizan modelos que recurren exclusivamente
a capital circulante y excluyen el capital fijo y, por tanto, la depreciación). El papel de esta
inversa es, pues, sencillamente, el de transformar el coeficiente directo de trabajo en el
coeficiente total, o coeficiente verticalmente integrado, o, simplemente, el valor-trabajo
necesario para la reproducción normal de la mercancía.

Los ingredientes de los precios de producción


Los precios de producción son el resultado de una redistribución de la plusvalía producida,
que se lleva a cabo por la competencia intersectorial, que tiende a hacer que la rentabilidad
de los diferentes sectores sea aproximadamente igual, como consecuencia de que el capital
tiende a desplazarse desde aquellos sectores con menor rentabilidad hacia los sectores con
mayor rentabilidad. Por tanto, la definición del precio de producción --que llamaremos
simplemente p-- es la suma de los costes de producción más una ganancia que se define
como el resultado de aplicar la tasa de ganancia media de la economía al capital invertido
en cada sector. Dicho capital, K, es la suma del capital fijo, KF, más el stock de capital
circulante “inmovilizado” en el activo del sector como consecuencia del periodo medio de
rotación que exige el proceso de circulación del capital, KC.

117
Puesto que se trata de costes de producción más ganancia, los costes no pueden limitarse
ahora a los costes materiales más la depreciación (la expresión monetaria de la suma de las
matrices de coeficientes de consumos intermedios: A+D) sino que tienen que incluir
también los costes salariales, que a su vez pueden concebirse como la expresión monetaria
de la matriz de los consumos necesarios de los trabajadores. Por tanto, llamando B a esta
última matriz, y A’ a la suma de las tres matrices de coeficientes (o costes, es decir: A’ =
A+D+B), podemos escribir el vector de precios de producción como:
p = p·A’ + r·p·K,

o bien, puesto que


p·(I-A’) = r·p·K,

y, por tanto, p = r·p·K · (I-A’)-1, como:


p = r·p·K·H’

(donde H’ representa la inversa de (I-A’)). La interpretación de estas expresiones se hará


más tarde, pero digamos ahora que en la primera de ellas se observa que tanto los costes
como el beneficio se han puesto como el resultado de un producto de cantidades físicas por
sus respectivos precios unitarios (que son los mismos precios de producción que se calculan
en el lado izquierdo de la igualdad). Antes de continuar con el análisis de esta expresión de
los precios de producción, conviene mostrar, sin embargo, cuáles han sido los métodos
utilizados para la obtención de las matrices B y KC en el caso español.

a) El consumo de los trabajadores (p·B)


El consumo de los trabajadores es un consumo de subsistencia, pero subsistencia no
significa, para Marx, ningún nivel físico determinado, sino básicamente un nivel --definido
para cada momento en el tiempo, pero variable y normalmente creciente a largo plazo-- tal
que sólo permite a la clase de los trabajadores como conjunto su reproducción como tal
clase, es decir, sin permitirle ahorrar los medios para que una parte de sus miembros se
convierta en miembros de otra clase (capitalistas o autónomos), o, mejor, que lo haga sólo a
un ritmo menor de aquel en que tiene lugar la transferencia inversa (es decir, el trasvase de
efectivos desde esas otras clases hacia la clase trabajadora). La competencia entre los

118
trabajadores, que se rige por las mismas reglas que la competencia entre capitalistas91,
fuerza a los primeros a conformarse con ese nivel, de forma que el colectivo de su clase
recibe, por término medio, nada más que el valor de la fuerza global de trabajo, y por tanto
sólo puede consumir los medios de consumo que permiten reproducir la clase en las
condiciones citadas, pero no más allá de ese nivel.

Dado que las mercancías que integran la cesta global de consumo de los trabajadores deben
comprarse en el mercado al igual que el resto de las mercancías producidas, las mismas
experimentan el mismo proceso de transformación cuantitativa en su valor que las demás
mercancías. Por consiguiente, el valor global de esa cesta puede representarse más
adecuadamente como el producto de su cantidad física por su precio de producción, más
que por su valor-trabajo, o sea, llamando B a la cesta física, su valor modificado (valor de
producción) sería p·B. En la literatura existente sobre estos temas existen dos vías
alternativas, pero equivalentes, de calcular este valor de la fuerza de trabajo porque usan
dos caminos distintos para determinar la matriz B. En nuestro caso, hemos preferido seguir
a Chilcote, 1997 (frente a Ochoa, 1984), y ello exige que se den los siguientes pasos para la
determinación de B.

1. En primer lugar, hace falta determinar la matriz E (51 x 51), que recoge las cantidades
gastadas en las diferentes mercancías de consumo por parte de los trabajadores. Esta matriz
se obtiene, a su vez, como el producto de dos vectores ((51 x 1) x (1 x 51)), c·n, que
representan, respectivamente, la composición de la cesta nacional de consumo de la clase
trabajadora (c) y el porcentaje o fracción de los trabajadores totales que trabaja en cada
sector (n). Por tanto, escribimos:
E = c·n.

2. Por su parte, c se determina simplemente como el producto de un escalar, x = ΣW/ΣC,


que representa el porcentaje del consumo privado nacional que se demanda con la suma de
los salarios de los trabajadores (recuérdese el supuesto de que el ahorro de los trabajadores

91
Donde la presión ejercida por el ejército industrial de reserva cumple el mismo papel central, respecto al
trabajador, que la disciplina impuesta por la ley del beneficio a cada una de las unidades de capital
productivo.

119
es cero), por el vector (51 x 1) de los productos que cada sector destina al consumo privado
(C). Por tanto,
c = x·C

3. En tercer lugar, B es la matriz de los coeficientes de consumo de los trabajadores, por lo


que se calcula simplemente como
B = E·Q-1.

4. Por último, tal como se ha dicho, se calcula el valor de la fuerza de trabajo como el
producto p·B.

b) El capital circulante
El stock de capital circulante (KC) será manipulado, como es habitual, en forma de una
matriz de coeficientes unitarios, donde cada elemento kcij representa la cantidad de stock de
capital circulante de cada tipo de mercancía i necesaria para la producción de una unidad de
la mercancía j. Estos coeficientes pueden calcularse como el producto de la matriz (A + B)
por la matriz diagonal de tiempos de rotación (T). Al no disponer de esta última matriz para
el caso español, hacemos el supuesto de que el periodo de rotación es el mismo que en el
caso de los Estados Unidos, por lo que usamos los datos de Ochoa92, una vez convertidos
desde los 71 sectores originales a nuestros 51 sectores. Aunque se pueda pensar que la
rotación es más rápida en Estados Unidos, quizás el hecho de que los datos americanos se
refieren a 1963 mientras que los españoles son de 1986-1991 pueda servir para compensar
esa diferencia. Por otra parte, hay que recordar nuevamente la idea de Bródy sobre que los
datos finales en este tipo de cálculos son mucho menos sensibles a los stocks que a los
flujos, todo lo cual permite contemplar el supuesto anterior sin atribuirle un grado de
escepticismo superior al habitual.

En la tabla 4.1 se muestra el tiempo de rotación de los 51 sectores de las TIOE.

92
Quien escribe, a su vez, que “usamos los cocientes inventario/producto para 1963 de acuerdo con la
estructura insumo-producto, tal y como vienen dados por el Departamento de Comercio y el Bureau of
Economic Analysis 1973. A falta de mejor información, nos vimos obligados a suponer que estos valores eran
válidos para todos los años de nuestro estudio” (Ochoa, 1984, p. 254).

120
Tabla 4.1. El tiempo de rotación de los activos medios sectoriales
1 010 Productos de la agricultura, silvicultura y pesca. 0.149
2 031 Hulla y aglomerados de hulla 0.017
3 033 Lignito y briquetas de lignito 0.017
4 050 Productos de la coquefacción 0.017
5 071 Petróleo bruto. 0.061
6 073 Productos petrolíferos 0.017
7 075 Gas natural. 0.017
8 096 Agua (captación, depuración, distribución), vapor, etc. 0.046
9 097 Energía eléctrica. 0.046
10 098 Gas manufacturado. 0.046
11 110 Combustibles nucleares 0.017
12 134 Minerales de hierro y productos siderúrgicos 0.017
13 137 Minerales no férreos; metales no férreos 0.017
14 151 Cemento, cal y yeso. 0.017
15 153 Vidrio. 0.130
16 155 Tierra cocida; productos cerámicos 0.117
17 157 Otros minerales y derivados no metálicos 0.117
18 170 Productos químicos. 0.108
19 190 Productos metálicos 0.140
20 210 Máquinas agrícolas e industriales 0.190
21 230 Máquinas de oficina, y tratamiento de la información 0.176
22 250 Material eléctrico. 0.156
23 270 Vehículos automóviles y motores 0.064
24 290 Otros medios de transporte 0.167
25 310 Carnes y conservas . 0.089
26 330 Leche y productos 0.089
27 350 Otros alimentos. 0.089
28 370 Bebidas. 0.089
29 390 Tabacos 0.331
30 410 Productos textiles: 0.122
31 430 Cuero, artículos en piel y cuero, calzado 0.126
32 450 Madera y muebles de madera 0.126
33 471 Pastas de papel, papel y cartón 0.098
34 473 Artículos de papel, impresión 0.077
35 490 Productos de caucho y plástico 0.119
36 510 Productos de otras industrias manufactureras 0.139
37 530 Construcción 0.040
38 550 Recuperación y reparación 0.026
39 570 Comercio. 0.400
40 590 Restaurantes y alojamientos 0.027
41 611 Ferrocarriles. 0.025
42 613 Transporte por carretera, 0.025
43 631 Transporte marítimo y de cabotaje; navegación interior 0.025
44 633 Transporte aéreo. 0.025
45 650 Servicios anexos a los transportes 0.025
46 670 Comunicaciones. 0.065
47 690 Créditos y seguros. 0.002
49 710 Servicios prestados a las empresas 0.017
51 750 Investigación y enseñanza destinada a la venta 0.001
52 770 Sanidad destinada a la venta 0.001
53 790 Servicios destinados a la venta n. c. o. p. 0.070

121
La definición múltiple de los precios de producción
Aunque los precios de producción están inequívocamente definidos desde un punto de vista
teórico, en la práctica se han usado diferentes versiones de los mismos debido a que los
autores usan contextos y modelos distintos en sus análisis. Chilcote (1997) ha sistematizado
este uso plural recogiendo en una tabla las cinco maneras posibles de definir dichos precios,
según se incluya, o no, la depreciación, el capital fijo, la rotación del capital circulante y la
tasa de utilización de la capacidad productiva. La consideración de todas las posibilidades
de los precios de producción, junto a las dos posibilidades de computar los precios directos
(es decir, los valores, una vez normalizados), según se incluya o no en ellos la depreciación,
permite mostrar la tabla-resumen 4.2 (véase Chilcote, 1997, p. 158).

Tabla 4.2. Componentes de los diferentes modelos de cálculo


(valores directos y precios de producción)
Variables Insumos Depreciación Capital fijo Rotación Utilización
Intermedios de la
capacidad
A, l, B D K T U

d1 X

d2 X X

P1 X X

P2 X X X

P3 X X X X

P4 X X X X

P5 X X X X X

[donde H’ = (I-A’)-1 y M = K·H’], la cual nos permite ver directamente cómo la obtención
de los precios de producción y de la tasa de ganancia media de la economía sólo es, desde
el punto de vista matemático, lo mismo que la solución de un sencillo problema de
autoecuación definido por:
(1/r)·p = p·M.

La definición exacta de cada una de las posibilidades es por tanto:


p1 = p1·(A+D+B) + r·p1·(A+B)
p2 = p2·(A+D+B) + r·p2·(K+A+B)

122
p3 = p3·(A+D+B) + r·p3·[K+(A+B)·T]
p4 = p4·(A+D+B) + r·p4·[K(U)+A+B]
p5 = p5·(A+D+B) + r·p5·[K(U)+(A+B)·T]

Todas estas formas no son sino expresiones singulares de la fórmula general, ya conocida,
según la cual:
p = p·A’ + r·p·K = r·p·K·H’ = r·p·M

La tasa de ganancia (r) es la inversa del autovalor dominante de la matriz M, y el vector de


precios de producción (p) es el autovector izquierdo asociado con dicho autovalor. Esta
definición puramente matemática de la tasa de ganancia no debe hacernos olvidar, sin
embargo, que hace falta una interpretación material de este resultado formal (como, en
general, puede afirmarse de cualquier modelo matemático). Por consiguiente, tras unos
comentarios sobre la relevancia estadística de usar unas u otras de las definiciones del
cuadro de Chilcote, cerraremos este epígrafe recordando la interpretación matemática de la
tasa de ganancia de la que partimos en nuestro trabajo.

Hay que aclarar que, en el caso español, todos los cálculos se han hecho partiendo de la
definición de los valores directos como d2 (es decir, incluyendo siempre la depreciación), y
de los precios de producción como p3 (incluyendo el capital fijo y los stocks de capital
circulante, pero sin ajustar estos stocks con el grado de utilización de la capacidad
productiva, U). No podemos opinar sobre la modificación de los resultados que se
produciría tras tener en cuenta el factor U, pues no hemos hecho estos cálculos93.

Volviendo a la interpretación de la tasa de ganancia, haremos uso, una vez más, de la ayuda
que ofrece el riquísimo libro de Bródy (1970). En este capítulo hemos escrito y definido los
valores y precios de producción como:
v = a0·H (1)
p = r·p·K·H' = r·p·M (2)

93
Sin embargo, Chilcote llega a la conclusión de que, al menos en el caso de los Estados Unidos, esta
modificación es muy pequeña.

123
[donde H = (I - (A+D))-1, y H' = (I - (A+D+B))-1]. Usando nuestra notación, pero las ideas
de Bródy, reescribimos p como:
p = r·b·H'

(donde b = p·K es el vector de stocks de capital expresados en términos monetarios en lugar


de en términos físicos), por lo que, haciendo a1 = r·b, llegamos a:
p = a1·H' (3),

pero también a:
p = r·H'' (4)

(con H'' = b·H' = p·K·H' = p·M).

La expresión (3), formalmente idéntica a (1) --Bródy refuerza aun más esta equivalencia al
escribir p tanto para los valores como para los precios de producción-- nos dice que, si los
valores son coeficientes de trabajo verticalmente integrados, los precios de producción no
son más que masas de beneficio verticalmente integradas. O también, recordando el origen
del beneficio en el plusvalor (trabajo impagado), que los precios de producción son
coeficientes de trabajo no pagado verticalmente integrados. La ecuación (4), por su parte,
nos recuerda que el precio de producción puede interpretarse como la rentabilidad del
"capital total verticalmente integrado", donde ese capital total incluye tanto los medios de
producción como de subsistencia de los que dispone el sistema (es decir, donde H' incluye
tanto A y D como B).

124
CAPÍTULO 5.

LA RELACIÓN EMPÍRICA ENTRE PRECIOS Y VALORES-TRABAJO

EN EL CASO ESPAÑOL

5.1. Correlación y desviaciones precios-valores para 51 sectores

Antes de intentar explicar a qué se deben las desviaciones entre precios y valores --luego
analizaremos tanto las que se producen entre predios de producción y precios directos como
entre precios de mercado y precios de producción-- podemos intentar una visión
panorámica sobre su magnitud global, comentando algunas de las principales conclusiones
generales observables:

1) en general, las desviaciones se hacen mayores a medida que aumenta la desagregación


utilizada, como se observa en la tabla 5.1, y como cabía esperar desde un punto de vista
teórico. Una vez repetidos los mismos cálculos que se explican en este capítulo, pero para
un nivel de agregación mucho mayor --distinguiendo sólo entre agricultura, industria y
servicios privados, tal y como se hace en Ochoa (1984)--, se confirma el resultado obtenido
por este autor, que para el caso español se expresa en los datos de la siguiente tabla:

Tabla 5.1.
Las desviaciones entre precios de mercado y valores, y el nivel de desagregación sectorial (1990)
Valores directos Valores de producción
A 3 sectores A 51 sectores A 3 sectores A 51 sectores
DAMP 2.7% 14.3% 3.7% 15.6%
DAM 2.7% 22.2% 9.8% 19.3%
CV 2.7% 33.1% 11.7% 24.9%

Asimismo, si de los 51 sectores se pasara a 100, 500, 2000, etc., cabría esperar unas
magnitudes cada vez mayores de estas desviaciones, lo cual es lógico puesto que la
agregación hace que desviaciones individuales elevadas, pero de signo contrario, se
compensen en el interior de una cifra agregada que renuncia por definición a la diversidad

125
ofrecida por el análisis más detallado. En realidad, si se tiene en cuenta que las mercancías
individuales son en la práctica cientos de miles o incluso millones --su número depende de
la definición exacta que se dé a cada mercancía--, no puede sorprender que nos
encontremos en ese caso con desviaciones verdaderamente elevadas94. Debe tenerse muy
claro que la cantidad de mercancías diferentes es increíblemente alta en nuestras modernas
sociedades capitalistas, y por tanto lo que estoy llamando precios individuales son en
realidad medias de una cantidad enorme de precios diferentes. Piénsese, por ejemplo, en la
agricultura: la totalidad de la agricultura más la ganadería, la silvicultura y la pesca, forman
un único sector (el 1) de las TIOE (R-56). Si se compara esto con la diversidad de
productos primarios que podemos encontrar en cualquier mercado de barrio, el contraste es
tan fuerte que puede uno llegar a la conclusión de que no tiene ningún sentido continuar
hablando de el precio del sector agrícola.

Pero no se crea que la situación de los sectores industriales y de servicios es diferente por el
hecho de que las tablas distingan múltiples subsectores en cada caso. Por ejemplo, el sector
que nuestras tablas llaman material eléctrico, se corresponde con los sectores 34 y 35 de la
Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE) (véase INE, 1995, p. 465). Es
decir, comprende lo que para la Encuesta Industrial son los sectores 39 y 40 (es decir,
Maquinaria y material eléctrico y Material electrónico, respectivamente: INE, 1992, p.
xix). Pero basta echar un vistazo a los productos que se relacionan en la Encuesta dentro de
estos dos sectores para convencerse de que son tan numerosos (se mencionan 57 en total95)
y tan amplios en su contenido que nada hemos avanzado respecto de la situación en la
agricultura. En cualquier caso, no estará de más recordar aquí96 cuáles son los 51 sectores
de nuestras tablas (clasificación R-56, en el mismo orden y con idénticos códigos con que

94
En términos teóricos, además, estas desviaciones pueden llegar a ser ∞, ya que, como se discutió en el
capítulo 2, existen mercancías con precio positivo y valor nulo (la tierra virgen y demás bienes naturales
apropiables no sometidos a proceso de transformación mediante el trabajo), y también, más frecuentemente,
mercancías con valor positivo pero cuyo precio se eleva desmesuradamente por encima de aquél, debido al
hecho de que su oferta es rígida y la demanda puede ser muy superior a la cantidad realmente existente.
95
Por mencionar sólo unos cuantos, digamos que entre el “material eléctrico” se citan “motores eléctricos”,
“pilas”, “lavavajillas, lavadoras y secadoras de ropa, de uso doméstico” o “ventiladores y acondicionadores de
aire”. Y entre el “material electrónico” están los “aparatos y equipo telefónico”, “receptores de radio”,
“receptores de televisión”, “cintas magnetofónicas grabadas” o las “válvulas y tubos electrónicos y de rayos
X” (INE 1992, pp. 142 y 146).
96
Véase la tabla 5.2, que --junto a las tablas 5.4 a 5.6 y 5.8 a 5.11-- se encuentra en un apéndice situado al
final de este capítulo, para facilitar su exposición visual.

126
los publica el Instituto Nacional de Estadística, siguiendo la clasificación del Sistema
Europeo de Cuentas), aunque agrupando en primer lugar los que forman parte de nuestras
matrices 51x51, y dejando aparte los "otros sectores" (seis) que excluimos de la R-56.

2) Las desviaciones son aproximadamente las mismas en todos los años estudiados (1986-
1991), y parecen mayores cuando se las identifica a través del coeficiente de variación97
(CV) que con las desviaciones absolutas media (DAM), y mayores con la MAD que con las
DAMP (desviaciones absolutas medias ponderadas) (véase la tabla 5.3).

Tabla 5.3. Las desviaciones entre precios de mercado (m) y valores trabajo (precios directos, d,
y precios de producción: p1, p2, p3) en España (1986-1991), para la clasificación de 51 sectores
DAMP m-d m-p1 m-p2 m-p3 d-p1 d-p2 d-p3
1986 0.140 0.212 0.152 0.148 0.132 0.131 0.151
1987 0.140 0.207 0.147 0.145 0.126 0.128 0.150
1988 0.137 0.194 0.139 0.131 0.119 0.120 0.142
1989 0.134 0.200 0.147 0.143 0.125 0.123 0.143
1990 0.143 0.204 0.162 0.156 0.115 0.115 0.135
1991 0.152 0.213 0.171 0.157 0.114 0.113 0.134
Media 0.141 0.205 0.153 0.147 0.122 0.122 0.143

DAM m-d m-p1 m-p2 m-p3 d-p1 d-p2 d-p3


1986 0.218 0.251 0.188 0.182 0.122 0.166 0.231
1987 0.207 0.240 0.180 0.181 0.116 0.162 0.228
1988 0.211 0.238 0.185 0.181 0.112 0.158 0.226
1989 0.211 0.237 0.186 0.186 0.125 0.162 0.221
1990 0.222 0.249 0.201 0.193 0.111 0.155 0.215
1991 0.236 0.271 0.216 0.190 0.107 0.153 0.214
Media 0.218 0.248 0.193 0.186 0.116 0.159 0.223

CV m-d m-p1 m-p2 m-p3 d-p1 d-p2 d-p3


1986 0.347 0.334 0.256 0.245 0.152 0.181 0.227
1987 0.329 0.318 0.243 0.235 0.144 0.176 0.224
1988 0.340 0.325 0.251 0.239 0.137 0.170 0.220
1989 0.330 0.307 0.247 0.244 0.149 0.172 0.218
1990 0.331 0.315 0.256 0.249 0.133 0.165 0.214
1991 0.352 0.335 0.268 0.250 0.130 0.162 0.213
Media 0.338 0.322 0.254 0.244 0.141 0.171 0.219

3) Es importante la correcta definición de los precios de producción. En la tabla 5.3 puede


observarse cómo las desviaciones entre precios de mercado y precios de producción son
tanto menores cuanto mejor definidos están dichos precios de producción (y cómo,
lógicamente, ocurre lo contrario cuando lo que se comparan son los precios directos con los

97
A este respecto, deben tenerse en cuenta las consideraciones de Steedman y Tomkins (1998).

127
precios de producción). Si se contara con una estimación del grado de utilización de la
capacidad productiva en los diversos sectores industriales y de servicios de la economía
española, los resultados mejorarían algo, aunque ya se dijo en el capítulo anterior que la
estimación de Chilcote (1997) no resultó demasiado prometedora en este sentido.

5.2. Los factores explicativos de las desviaciones: la composición en valor del capital
verticalmente integrada

En esta sección, mantendremos la práctica anterior de usar los datos del año 1990 como
ilustración de los resultados obtenidos. Al analizar las desviaciones entre precios y valores,
o, usando la terminología específica desarrollada en capítulos anteriores, entre precios
(valores) de mercado y precios (valores) directos, hay que tener en cuenta que dichas
desviaciones son el resultado de lo que podríamos llamar un doble proceso de desviación:

1) están en primer lugar las desviaciones entre los precios de producción y los
precios directos, como consecuencia del efecto inmediato de la competencia intersectorial,
que es el que más relevante resulta desde un punto de vista teórico, y en el que se ha
concentrado de hecho casi la totalidad de la literatura existente sobre la cuestión de la
Transformación;

2) están en segundo lugar las desviaciones entre los precios de mercado y los
precios de producción, como consecuencia de toda una serie de factores modificativos (la
existencia de impuestos indirectos, de precios regulados, rentas, así como factores más
coyunturales que afectan de forma distinta a cada uno de los mercados sectoriales, etc.) que
aparecen confundidos y entremezclados en este segundo paso, con pocas posibilidades de
deslindamiento preciso y de medición estadística exhaustiva, debido a la escasez de los
datos disponibles para llevar a buen término un análisis de este tipo.

Sin embargo, antes de entrar a analizar cada uno de los dos tipos de desviaciones, así como
sus factores determinantes, procede observar el comportamiento sectorial de la desviación

128
global (resultado conjunto de ambas). En la figura 5.1. se expresa esa desviación global en
cada uno de los 51 sectores como una serie de barras cuya altura se distribuye alrededor del
valor 100, ya que lo que expresa esta figura son las magnitudes de los cocientes precio
directo/precio efectivo (llamado en las figuras "de mercado") correspondientes a cada
sector. Combinando el gráfico con la tabla 5.2 se puede saber fácilmente cuáles son los
sectores con mayores desviaciones positivas (en el gráfico son los sectores nº 41, 49 y 2) y
negativas (los sectores 7, 6 y 29), respectivamente. Estos sectores son, por una parte, los
ferrocarriles, los servicios a las empresas y el sector hullero, para los que los precios
efectivos parecen ser bastante inferiores a sus precios directos (razón por la cual los
cocientes representados en el gráfico oscilan para ellos en torno a 2, es decir, 200%); y, por
otra, el petróleo, el gas natural y el tabaco, para los que se da el caso contrario (y sus
cocientes son inferiores a 0.5, ó 50%).

Figura 5.1: El cociente entre los precios directos y los precios de mercado
en los 51 sectores de la TIOE de 1990

129
a) Las desviaciones entre precios (valores) de producción y precios (valores) directos
Hemos dicho que las desviaciones entre precios efectivos (m) y precios directos (d) --o sea,
los cocientes (m/d)-- podían y debían analizarse como el resultado de dos desviaciones
(como si escribiéramos el primer cociente como el resultado de multiplicar otros dos, es
decir: m/d = (p/d)*(m/p)). Por tanto, nos centraremos en el comportamiento del cociente
(p/d) en primer lugar, ya que, como hemos dicho, es el más importante desde el punto de
vista de la contrastación de la teoría del valor y de la tradición de la literatura existente
sobre la Transformación. En la figura 5.2. aparece el valor de este cociente para cada uno
de los 51 sectores, observándose dos agrupaciones de sectores en las cuales este valor
supera claramente la media. Por una parte, los sectores 6 a 11, y en segundo lugar los
sectores 43 a 46. Desde un punto de vista teórico, la TLV predice que el precio (valor) de
producción supera al precio (valor) directo en aquellos sectores para los cuales la
composición orgánica del capital es superior a la media (ocurriendo lo contrario en los
sectores con composición del capital inferior a la media de la economía)98.

Figura 5.2: El cociente precios de producción/precios directos


en los 51 sectores de la TIOE de 1990

130
Sin embargo, de los datos de la tabla 5.4 (véase el apéndice al final del capítulo) podemos
extraer una impresión más precisa de qué es lo que debemos entender cuando decimos que
estas desviaciones vienen explicadas por las respectivas composiciones sectoriales del
capital. En esta tabla, la última columna de la derecha representa la composición en valor
del capital (cvc), tal y como se mide corrientemente en la práctica, es decir, como el
cociente entre el valor del capital fijo y el valor del capital variable (la suma de los salarios)
de cada sector. La penúltima columna expresa esa misma composición en valor más
correctamente, ya que se incluye en el numerador tanto el capital fijo como el capital
circulante, y, dado que en la práctica se han usado coeficientes (por unidad de producto) en
el numerador, se ha hecho lo mismo en el denominador, por lo que se han usado los
coeficientes de trabajo directo, a0. Por último, la segunda columna representa lo que,
siguiendo a Pasinetti, Shaikh y Ochoa, llamamos "composición en valor del capital
verticalmente integrada" (cvcvi).

Figura 5.3: Las desviaciones sectoriales precios de producción/precios directos


y los valores de la cvc en cada sector (TIOE, 1990)

98
Más adelante, daremos mayor precisión a esta afirmación.

131
Ochoa llama H a la matriz de coeficientes de "capacidad productiva verticalmente
integrada", y define la cvcvi como (vH/v) (donde v son los coeficientes de trabajo
verticalmente integrados, o valores)99. Siguiendo la notación utilizada en el capítulo 4,
nuestra composición en valor del capital verticalmente integrada es más bien (vM/v), donde
M = K·H', siendo K = KF + (A + B)·T, y H' = (I - (A + B + D))-1.

Es evidente en la tabla 5.4 que las desviaciones precios de producción-precios directos


están mucho más estrechamente relacionadas con el valor de la cvcvi de cada sector que
con el de sus respectivas cvc (sin integrar). Si comparamos las desviaciones de precios con
las cvc, obtenemos una correlación entre ambos vectores (columnas 1 y 2 de la tabla) del
64.9%. La figura 5.3 ilustra esta correspondencia100, mientras que la tabla 5.5 muestra la
relación de sectores ordenados de mayor a menor composición en valor del capital. En
cambio, la correlación es mucho mayor con la cvcvi101: un 98.6%. En la figura 5.4 se puede
observar que ambas líneas se superponen de manera casi perfecta.

99
Este autor parte de la siguiente expresión del precio de producción:
p = p (A + b'a0 + D) + ρ·p·[K + (A + b'a0)<t>],
donde b'a0 hace las veces de nuestra matriz B (b' es el vector de salarios reales, y a0 son los coeficientes de
trabajo directo, por lo que b'a0 "nos da una matriz de la cantidad de bien i requerida para el consumo de los
trabajadores necesarios en la producción de una unidad de j" (Ochoa, 1984, p. 55). Reescribiendo el salario
ahora en términos monetarios, la expresión del precio de producción queda:
p = wa0 + p·(A + D) + ρ·p·[K + (A + b'a0)<t>],
y, por tanto,
p = wa0·(I - A - D)-1 + ρ·p·[K + (A + b'a0)<t>] (I - A - D)-1,
es decir,
p = w·v + ρ·p·H.
Ochoa usa esta última expresión para mostrar que, utilizando la aproximación de Marx (v en lugar de p), es
posible escribir de forma aproximada:
p = w·v + ρ·v·H,
en cuyo caso:
p = v·w + ρ·v [v·H/v] = v [w + ρ (vH/v)].
Por tanto, cuando ρ = 0 y w = 1, los precios de producción coinciden con los valores. Mientras que para ρ > 0,
habrá dos movimientos opuestos sobre la magnitud de los precios de producción: "en primer lugar, tenderán a
ser cada vez más pequeños, ya que w decrece monotónicamente cuando ρ crece; en segundo lugar, tenderán a
ser mayores que los valores, ya que un ρ creciente le dará un peso cada vez mayor al término de la
composición en valor del capital verticalmente integrada. Para cada par (w, ρ) debe haber un valor intermedio
de la cvcvi que equilibre ambos efectos. El sector que adopta ese valor tendrá un precio de producción
relativo igual a su valor relativo. Los sectores con cvcvi más elevadas tendrán precios mayores que sus
valores, y los sectores con cvcvi menores, precios de producción más bajos que sus valores" (pp. 113-115).
100
Tomando la media aritmética de los cocientes p/d = 111.35 como el valor medio de la composición en
valor del capital también.
101
Los resultados completos de ambas regresiones, junto al de la relación entre ambas composiciones del
capital, se transcriben a continuación:

132
Figura 5.4: Las desviaciones sectoriales precios de producción/precios directos
y los valores de la composición verticalmente integrada (cvcvi) en cada sector (TIOE, 1990)

1) pd y cvc Resultados de la regresión


Constante 94.2437
Err Std de Y 18.3309
R2 0.6488
Nº de observaciones 51.0000
Grados de libertad 49.0000
Coeficiente(s) X 2.9327
Err Std del Coef. 0.3083
2) pd y cvcvi
Constante 8.5549
Err Std de Y 3.6139
R2 0.9863
Nº de observaciones 51.0000
Grados de libertad 49.0000
Coeficiente(s) X 21.6610
Err Std del Coef. 0.3640
3) cvc y cvcvi
Constante -17.6081
Err Std de Y 4.8056
R2 0.6800
Nº de observaciones 51.0000
Grados de libertad 49.0000
Coeficiente(s) X 4.9396
Err Std del Coef. 0.4841

133
Por último, la tabla 5.5 nos enseña que, en contra de lo que pudiera pensarse en un primer
momento, las dos composiciones de capital pueden mostrar y de hecho muestran
magnitudes muy diferentes dentro de un mismo sector, como lo demuestra el que haya muy
pocos sectores en esta tabla con cifras cercanas al 100% (que corresponde al caso de
igualdad entre las dos composiciones), así como el que la dispersión de estos cocientes sea
suficientemente grande como para oscilar entre el 19% y más del 800%.

Esto hace conveniente profundizar un poco más en dos de los aspectos que más
íntimamente se relacionan con esta cuestión:

1) el significado de la cvcvi. La composición en valor del capital es el valor del


stock de capital que se necesita tener invertido en el sector por cada unidad de trabajo
directo que se gasta en ese mismo sector. En cambio la "composición en valor del capital
verticalmente integrada" relaciona lo particular con lo general, pues puede y debe
interpretarse como el valor del capital total que se requiere en el conjunto de la economía
(compuesto por tanto por la mezcla precisa de diferentes medios de producción que viene
exigida por la reproducción de las interrelaciones sectoriales realmente existentes) en
relación con una unidad de valor (suma de trabajo directo más indirecto) producida en cada
uno de los sectores específicos de que se trate. Aunque hay una evidente relación entre
ambas composiciones (la correlación entre ambas series viene expresada por una R2 =
0.675), nuestros datos confirman que la dispersión es mucho más pequeña cuando tratamos
de composiciones verticalmente integradas que en el caso contrario.

Esto es evidente también en la tabla 5.5, donde se observa que los sectores con alta cvcvi
(los primeros de la tabka 5.4) son los últimos de esta lista, y los sectores con cvcvi más baja
son los primeros en ella. La razón es obvia: al venir considerada de forma indirecta la
composición del resto de la economía (junto a la del propio sector, que lo hace
directamente), a través de la compleja red de interrelaciones que recoge la tabla insumo-
producto, los sectores con baja composición de capital (por ejemplo, la construcción) ven
cómo aumenta su composición integrada, mientras que aquellos sectores caracterizadas por

134
composiciones directas muy superiores a la media ven reducir su distancia con respecto a
los demás al considerar también la composición de los sectores que les sirven de insumos.
Sin embargo, dado que la cvcvi media es muy superior a la cvc, son muchos menos los
sectores cuyo cociente es inferior a la unidad que los que están en la situación contraria.

2) la de las diferencias entre capital total y fijo, tal y como se ve en la tabla 5.6. Si se
comparan los datos de esta tabla con las dos últimas columnas de la tabla 5.4, se observa
que no hay una correspondencia directa entre aquellos sectores con más peso en capital no
fijo (circulante) --la industria, la construcción y el comercio, por una parte, frente a la
agricultura, la energía o los servicios, por otra-- y los sectores que presentan una
composición más alta en términos de capital total, debido a que dicho capital se compara
(se divide) no con los salarios, como en el otro caso, sino con el valor total de la mercancía
de cada sector.

b) Las desviaciones entre los precios de mercado y los precios de producción


Como ya se ha dicho, en el segundo conjunto de desviaciones (m/p) no interviene un único
factor determinante (como en el caso de las desviaciones p/d) sino un conjunto heterogéneo
de factores que hace mucho más complicada la comprobación empírica de su influencia
exacta respectiva. Entre ellos, el más sencillo de rastrear desde el punto de vista estadístico
es el que suponen los impuestos indirectos que recaen sobre la producción de los diferentes
sectores. En las tablas de insumos primarios de las TIOE hay tres partidas diferentes de
impuestos cuyo peso relativo sobre la "producción efectiva salida de fábrica" vamos a
analizar. Sin embargo, antes que nada señalemos que esas tres partidas se corresponden con
las filas 67 ("Impuestos netos ligados a la producción"), 79 ("Total impuestos netos ligados
a la importación") y 83 ("IVA que grava los productos") de las tablas de "insumos
primarios" de las TIOE, cuya estructura completa se reproduce en la tabla 5.7.

Como vamos a ver, el conjunto de impuestos indirectos que tiene mayor incidencia en la
producción efectiva salida de fábrica (pesf) es el primero (los ligados a la producción). En
la tabla 5.8 se han incluido, sin embargo, sendas columnas para cada uno de los tipos de
impuestos (los ligados a la producción: iilp, los ligados a la importación: iilm, y el IVA), y

135
una última columna (la número 2 en la tabla) que representa el peso conjunto de las tres
clases de impuestos (ii) sobre la pesf. Como ya se ha dicho, la existencia de otros factores
determinantes hace que la correlación entre esa columna y la correspondiente a las
desviaciones m/p sea muy inferior a la existente entre las cvcvi y las desviaciones p/d (la R2
es en este caso del 35.9%).

Tabla 5.7. La estructura de la tabla de insumos primarios en las TIOE


58 1 Total de consumos intermedios
59 2 Sueldos y salarios brutos
60 3 Cotizaciones sociales
61 4 Remuneración de asalariados
62 5 Excedente bruto de explotación
63 6 Valor Añadido Bruto al coste de factores
64 7 Impuestos ligados a la producción
65 8 Subvenciones de explotación
66 9 Desgravación fiscal a la exportación
67 10 Impuestos netos ligados a la producción
68 11 Valor Añadido Bruto a precios de mercado
69 12 Producción efectiva salida de fábrica (Pesf)
70 13 Transferencias de subproductos ordinarios, prod. vecinos y producc. secundarias
71 14 Ventas residuales de las Administraciones Públicas
72 15 Total transferencias
73 16 Producción distribuida
74 17 Importaciones CIF procedentes de países CE
75 18 Importaciones CIF procedentes de Terceros países
76 19 Total Importaciones CIF
77 20 Impuestos netos ligados a la importación procedente de países CE
78 21 Impuestos netos ligados a la importación procedente de Terceros países
79 22 Total Impuestos netos ligados a la importación
80 23 Importaciones salida de aduana procedentes. de la CE
81 24 Importaciones salida de aduana de países Terceros
82 25 Total Importaciones salida de aduana
83 26 IVA que grava los productos
84 TOTAL Recursos

La tabla 5.9 ayuda a entender un poco mejor por qué los datos del IVA (el porcentaje que
aparece en la tabla 5.8) son tan dispares y tan aparentemente alejados de lo que pudiera
esperarse de la popularidad de un impuesto como el IVA. La razón es, sencillamente, que
los sectores de la TIOE tienen muy diferentes comportamientos en términos de los
porcentajes de su producción total que procede de las importaciones, así como del
porcentaje que representa su valor añadido en el producto total (viniendo el porcentaje
complementario explicado por el peso de los consumos intermedios del sector).

136
En los gráficos que incluimos a continuación (figuras 5.5 a 5.7) puede extenderse el análisis
a la consideración de la definición de los precios de producción, y observarse cómo las
desviaciones máximas se reducen tanto al pasar de p1 a p2 (las barras más altas bajan de
más de un 300% en la figura 5.5 a menos de un 200% en la 5.6) como en el paso de p2 a p3
(las barras vuelven a caer en la figura 5.7 en relación con la 5.6, por debajo del 175% esta
vez).

Figura 5.5: El cociente entre los precios efectivos y los precios de producción p1:
p1 = p1·(A+D+B) + r·p1·(A+B)

137
Figura 5.6: El cociente entre los precios efectivos y los precios de producción p2:
p2 = p2·(A+D+B) + r·p2·(K+A+B)

Figura 5.7: El cociente entre los precios efectivos y los precios de producción p3:
p3 = p3·(A+D+B) + r·p3·[K+(A+B)·T]

138
5.3. La dinámica temporal de la regulación de los precios por los valores (1986-1991)

Puesto que hemos hecho todos los precios de mercado iguales a 100 en todos los años de
nuestro estudio, ahora no podemos utilizar estos precios en el análisis de regresión, puesto
que obtendríamos un mensaje de Error al comparar una variable que cambia en el tiempo
con otra que permanece invariable. Por consiguiente, nos vemos limitados a comparar los
precios directos con los precios de producción en nuestro análisis dinámico. En las tablas
5.10 y 5.11 hemos resumido los valores adoptados por R2 en cada uno de los 51 sectores
estudiados, al comparar la evolución en el tiempo, en el periodo disponible de 1986-1991,
entre cada par de variables seleccionados. Estas variables han sido los precios directos y los
precios de producción, pero como de éstos hemos trabajado con tres versiones distintas,
ofrecemos la correlación de d con cada una de las tres versiones del precio de producción:
p1, p2, p3 (tabla 5.10); así como la correlación entre los tres tipos de precios de producción
(tabla 5.11).

El dato más relevante de los seis ofrecidos es el de la correlación en el tiempo entre los
precios directos y los auténticos precios de producción (p3), que ofrece una cifra muy
elevada: un 75.7% de media de los 51 sectores, con valores superiores al 90% para una alta
mayoría de sectores.

139
APÉNDICE DE DATOS AL CAPÍTULO 5: Tablas 2; 4 a 6; y 8 a 11.
Tabla 5.2. Los sectores TIOE-90 (clasificación R-56), y % que representa cada uno en el total de 51
%
1 010 Productos de la agricultura, silvicultura y pesca 6.1
2 031 Hulla y aglomerados de hulla 0.3
3 033 Lignito y briquetas de lignito 0.1
4 050 Productos de la coquefacción 0.1
5 071 Petróleo bruto 0.0
6 073 Productos petrolíferos 2.6
7 075 Gas natural 0.1
8 096 Agua (captación, depuración, distrib.), vapor, agua caliente, etc. 0.3
9 097 Energía eléctrica 2.5
10 098 Gas manufacturado 0.0
11 110 Combustibles nucleares 0.1
12 134 Minerales de hierro y productos siderúrgicos 2.1
13 137 Minerales no férreos; metales no férreos 0.6
14 151 Cemento, cal y yeso 0.4
15 153 Vidrio 0.3
16 155 Tierra cocida; productos cerámicos 0.5
17 157 Otros minerales y derivados no metálicos 1.1
18 170 Productos químicos 3.0
19 190 Productos metálicos 2.4
20 210 Máquinas agrícolas e industriales 1.5
21 230 Máquinas de oficina, y tratamiento de la información 0.6
22 250 Material eléctrico 2.0
23 270 Vehículos automóviles y motores 3.2
24 290 Otros medios de transporte 1.0
25 310 Carnes y conservas 2.2
26 330 Leche y productos 0.8
27 350 Otros alimentos 3.7
28 370 Bebidas 1.3
29 390 Tabacos 0.5
30 410 Productos textiles 2.1
31 430 Cuero, artículos en piel y cuero, calzado 0.8
32 450 Madera y muebles de madera 1.2
33 471 Pastas de papel, papel y cartón 0.5
34 473 Artículos de papel, impresión 1.5
35 490 Productos de caucho y plástico 1.4
36 510 Productos de otras industrias manufactureras 0.5
37 530 Construcción 10.8
38 550 Recuperación y reparación 2.3
39 570 Comercio 10.1
40 590 Restaurantes y alojamientos 8.6
41 611 Ferrocarriles 0.2
42 613 Transporte por carretera 2.7
43 631 Transporte marítimo y de cabotaje; navegación interior 0.2
44 633 Transporte aéreo 0.6
45 650 Servicios anexos a los transportes 0.8
46 670 Comunicaciones 1.3
47 690 Créditos y seguros 6.5
49 710 Servicios prestados a las empresas 4.1
51 750 Investigación y enseñanza destinada a la venta 0.6
52 770 Sanidad destinada a la venta 1.0
53 790 Servicios destinados a la venta n. c. o. p. 2.6
Total 100
Otros sectores: 48 PISB Producción Imputada de servicios bancarios
50 730 Alquiler inmobiliario
54 810 Servicios generales de las Administraciones Públicas
55 850 Investigación y enseñanza no destinada a la venta
56 890 Sanidad no destinada a la venta
57 930 Servicios no destinados a la venta n. c. o. p.

140
Tabla 5.4. Sectores de la TIOE-90 ordenados de mayor a menor
según el valor del cociente precio de producción/precio directo (p3/d)
p3/d cvcvi = v*K/a0 KF/Ra
v*H/v
6 073 Productos petrolíferos 215.50 9.59 32.34 48.27
7 075 Gas natural 197.33 8.86 11.00 16.44
11 110 Combustibles nucleares 187.29 8.34 17.92 26.54
46 670 Comunicaciones 176.19 7.03 5.93 9.09
10 098 Gas manufacturado 156.07 7.01 5.82 8.69
9 097 Energía eléctrica 153.79 6.91 8.34 12.27
5 071 Petróleo bruto 152.06 6.72 10.75 15.75
8 096 Agua (capt., depur., dist.), vapor, agua caliente 128.89 5.79 4.55 6.94
44 633 Transporte aéreo 125.66 5.24 3.36 5.05
45 650 Servicios anexos a los transportes 123.53 5.11 3.49 5.51
4 050 Productos de la coquefacción 123.37 5.51 21.01 29.15
1 010 Productos de la agricultura, silvicultura y pesca 121.48 4.94 3.15 9.99
43 631 Transporte marítimo y de cab., navegación interior 120.43 5.02 2.92 4.42
12 134 Minerales de hierro y productos siderúrgicos 117.54 5.13 3.87 5.77
25 310 Carnes y conservas 115.71 4.73 2.15 3.23
14 151 Cemento, cal y yeso 115.01 4.90 3.00 4.55
33 471 Pastas de papel, papel y cartón 113.85 4.74 2.60 3.55
29 390 Tabacos 113.59 4.60 2.45 2.54
3 033 Lignito y briquetas de lignito 113.13 5.05 3.34 4.65
13 137 Minerales no férreos; metales no férreos 112.62 4.90 3.12 4.68
26 330 Leche y productos 112.32 4.60 1.80 2.26
18 170 Productos químicos 105.03 4.57 2.25 3.05
27 350 Otros alimentos 103.43 4.25 1.18 1.84
17 157 Otros minerales y derivados no metálicos 103.23 4.30 1.88 2.79
15 153 Vidrio 101.77 4.26 1.75 2.43
38 550 Recuperación y reparación 101.34 4.28 2.30 5.62
49 710 Servicios prestados a las empresas 101.02 4.22 1.95 3.96
42 613 Transporte por carretera 100.19 4.20 1.60 6.40
35 490 Productos de caucho y plástico 99.74 4.23 1.81 2.43
28 370 Bebidas 98.80 4.10 1.27 1.74
34 473 Artículos de papel, impresión 96.49 4.02 1.30 1.88
16 155 Tierra cocida; productos cerámicos 96.35 4.03 1.38 1.93
39 570 Comercio 96.24 3.94 1.60 3.67
47 690 Créditos y seguros 96.01 3.89 1.48 2.16
40 590 Restaurantes y alojamientos 95.49 3.95 1.12 2.87
19 190 Productos metálicos 93.49 3.95 1.14 1.65
23 270 Vehículos automóviles y motores 92.05 3.99 1.28 1.60
36 510 Productos de otras industrias manufactureras 91.76 3.86 1.34 2.19
52 770 Sanidad destinada a la venta 91.18 3.84 1.46 2.89
53 790 Servicios destinados a la venta n. c. o. p. 90.65 3.79 1.41 2.87
32 450 Madera y muebles de madera 89.67 3.74 1.07 1.94
2 031 Hulla y aglomerados de hulla 89.37 3.94 1.68 2.36
31 430 Cuero, artículos en piel y cuero, calzado 89.15 3.74 0.97 1.33
20 210 Máquinas agrícolas e industriales 87.99 3.80 1.07 1.15
41 611 Ferrocarriles 86.30 3.63 1.11 1.63
22 250 Material eléctrico 84.22 3.64 0.89 1.06
24 290 Otros medios de transporte 83.83 3.60 0.93 0.97
21 230 Máquinas oficina, y tratamiento de la información 83.61 3.66 1.13 1.12
30 410 Productos textiles 83.40 3.53 0.77 1.03
37 530 Construcción 76.69 3.22 0.25 0.39
51 750 Investigación y enseñanza destinada a la venta 75.14 3.15 0.70 1.25
Media ponderada 100 4.19 1.72

141
Tabla 5.5. Sectores de la TIOE-90 ordenados de mayor a menor
según la magnitud del cociente entre sus dos composiciones de capital (cvc/cvcvi)
37 530 Construcción 12.86
30 410 Productos textiles 4.59
51 750 Investigación y enseñanza destinada a la venta 4.49
22 250 Material eléctrico 4.09
24 290 Otros medios de transporte 3.89
31 430 Cuero, artículos en piel y cuero, calzado 3.84
27 350 Otros alimentos 3.62
20 210 Máquinas agrícolas e industriales 3.57
40 590 Restaurantes y alojamientos 3.52
32 450 Madera y muebles de madera 3.51
19 190 Productos metálicos 3.48
41 611 Ferrocarriles 3.29
21 230 Máquinas de oficina, y tratamiento de la información 3.25
28 370 Bebidas 3.23
23 270 Vehículos automóviles y motores 3.13
34 473 Artículos de papel, impresión 3.11
16 155 Tierra cocida; productos cerámicos 2.91
36 510 Productos de otras industrias manufactureras 2.88
53 790 Servicios destinados a la venta n. c. o. p. 2.69
52 770 Sanidad destinada a la venta 2.63
47 690 Créditos y seguros 2.63
42 613 Transporte por carretera 2.62
26 330 Leche y productos 2.56
39 570 Comercio 2.46
15 153 Vidrio 2.44
2 031 Hulla y aglomerados de hulla 2.34
35 490 Productos de caucho y plástico 2.34
17 157 Otros minerales y derivados no metálicos 2.29
25 310 Carnes y conservas 2.20
49 710 Servicios prestados a las empresas 2.16
18 170 Productos químicos 2.03
29 390 Tabacos 1.88
38 550 Recuperación y reparación 1.86
33 471 Pastas de papel, papel y cartón 1.82
43 631 Transporte marítimo y de cabotaje; navegación interior 1.72
14 151 Cemento, cal y yeso 1.63
13 137 Minerales no férreos; metales no férreos 1.57
1 010 Productos de la agricultura, silvicultura y pesca 1.57
44 633 Transporte aéreo 1.56
3 033 Lignito y briquetas de lignito 1.51
45 650 Servicios anexos a los transportes 1.46
12 134 Minerales de hierro y productos siderúrgicos 1.33
8 096 Agua (captación, depur., distribuc.), vapor, agua caliente, etc. 1.27
10 098 Gas manufacturado 1.21
46 670 Comunicaciones 1.19
9 097 Energía eléctrica 0.83
7 075 Gas natural 0.81
5 071 Petróleo bruto 0.63
11 110 Combustibles nucleares 0.47
6 073 Productos petrolíferos 0.30
4 050 Productos de la coquefacción 0.26

142
Tabla 5.6: Valor de los cocientes sectoriales entre capital total (fijo más circulante) y capital fijo
1 010 Productos de la agricultura, silvicultura y pesca 1.077
2 031 Hulla y aglomerados de hulla 1.009
3 033 Lignito y briquetas de lignito 1.005
4 050 Productos de la coquefacción 1.010
5 071 Petróleo bruto 1.015
6 073 Productos petrolíferos 1.003
7 075 Gas natural 1.002
8 096 Agua (captación, depuración, distrib.), vapor, agua caliente, etc. 1.012
9 097 Energía eléctrica 1.011
10 098 Gas manufacturado 1.009
11 110 Combustibles nucleares 1.005
12 134 Minerales de hierro y productos siderúrgicos 1.019
13 137 Minerales no férreos; metales no férreos 1.015
14 151 Cemento, cal y yeso 1.013
15 153 Vidrio 1.107
16 155 Tierra cocida; productos cerámicos 1.123
17 157 Otros minerales y derivados no metálicos 1.120
18 170 Productos químicos. 1.130
19 190 Productos metálicos 1.221
20 210 Máquinas agrícolas e industriales 1.544
21 230 Máquinas de oficina, y tratamiento de la información 1.641
22 250 Material eléctrico 1.331
23 270 Vehículos automóviles y motores 1.178
24 290 Otros medios de transporte 1.397
25 310 Carnes y conservas 1.264
26 330 Leche y productos 1.254
27 350 Otros alimentos 1.262
28 370 Bebidas 1.193
29 390 Tabacos 1.449
30 410 Productos textiles 1.311
31 430 Cuero, artículos en piel y cuero, calzado 1.334
32 450 Madera y muebles de madera 1.217
33 471 Pastas de papel, papel y cartón 1.123
34 473 Artículos de papel, impresión 1.100
35 490 Productos de caucho y plástico 1.156
36 510 Productos de otras industrias manufactureras 1.204
37 530 Construcción 1.242
38 550 Recuperación y reparación 1.018
39 570 Comercio 1.227
40 590 Restaurantes y alojamientos 1.041
41 611 Ferrocarriles 1.029
42 613 Transporte por carretera 1.015
43 631 Transporte marítimo y de cabotaje; navegación interior 1.014
44 633 Transporte aéreo 1.013
45 650 Servicios anexos a los transportes 1.008
46 670 Comunicaciones 1.008
47 690 Créditos y seguros 1.001
49 710 Servicios prestados a las empresas 1.008
51 750 Investigación y enseñanza destinada a la venta 1.001
52 770 Sanidad destinada a la venta 1.001
53 790 Servicios destinados a la venta n. c. o. p. 1.039

143
Tabla 5.8. Los sectores de la TIOE-90 ordenados de mayor a menor según el valor del cociente m/p,
junto a los respectivos pesos de los impuestos indirectos sobre su producto sectorial
. m/p3 ii% iilp% iilm% iva%
(iilp/pesf)
29 390 Tabacos 174.80 0.61 0.49 0.01 0.12
7 075 Gas natural. 143.87 0.3 0.00 0.00 0.03
21 230 Máquinas de oficina, y t. inform. 137.24 0.17 -0.00 0.06 0.11
49 710 Servicios prestados a empresas 126.97 0.17 0.14 0.00 0.04
14 151 Cemento, cal y yeso 126.91 0.00 0.00 0.00 0.00
28 370 Bebidas 126.71 0.13 0.07 0.02 0.04
40 590 Restaurantes y alojamientos 123.00 0.05 0.00 0.00 0.05
15 153 Vidrio 117.28 0.02 0.00 0.01 0.01
53 790 Servicios destinados venta ncop. 117.07 0.12 0.09 0.00 0.04
37 530 Construcción 116.99 0.06 0.02 0.00 0.04
52 770 Sanidad destinada a la venta 116.52 0.01 0.00 0.00 0.01
47 690 Créditos y seguros 114.98 0.00 0.00 0.00 0.00
22 250 Material eléctrico 109.37 0.08 0.00 0.03 0.04
10 098 Gas manufacturado 106.99 0.10 -0.00 0.00 0.10
39 570 Comercio 106.95 0.08 0.01 0.00 0.06
45 650 Servicios anexos a los transportes 106.70 0.03 0.01 0.00 0.02
38 550 Recuperación y reparación 103.82 0.05 0.00 0.00 0.05
6 073 Productos petrolíferos 102.48 0.43 0.36 0.01 0.07
5 071 Petróleo bruto 102.02 0.01 0.01 0.00 0.00
24 290 Otros medios de transporte 100.71 0.07 0.00 0.03 0.04
8 096 Agua, vapor, agua caliente, etc. 100.41 -0.02 -0.05 0.00 0.03
30 410 Productos textiles 100.10 0.08 0.00 0.01 0.07
20 210 Máquinas agrícolas e industriales 99.48 0.07 0.00 0.05 0.01
17 157 Otros minerales y d. no metálicos 99.29 0.00 0.00 0.00 0.00
9 097 Energía eléctrica 98.99 0.04 0.00 0.00 0.04
18 170 Productos químicos 98.95 0.05 0.00 0.01 0.03
13 137 Minerales y metales no férreos 97.90 0.01 -0.00 0.01 0.00
34 473 Artículos de papel, impresión 97.56 0.03 0.00 0.00 0.02
16 155 Tierra cocida; productos cerámicos 97.23 0.01 0.00 0.00 0.01
35 490 Productos de caucho y plástico 96.90 0.02 0.00 0.01 0.01
33 471 Pastas de papel, papel y cartón 96.01 0.01 -0.00 0.00 0.01
31 430 Cuero, artíc. piel y cuero, calzado 95.29 0.06 0.00 0.01 0.05
3 033 Lignito y briquetas de lignito 92.26 0.00 0.00 0.00 0.00
36 510 Productos otras i. Manufactureras 92.15 0.11 0.00 0.02 0.10
27 350 Otros alimentos 91.86 0.01 -0.02 0.00 0.03
26 330 Leche y productos 91.62 0.04 -0.02 0.00 0.06
19 190 Productos metálicos 89.89 0.03 0.00 0.01 0.02
23 270 Vehículos automóviles y motores 88.55 0.17 0.00 0.03 0.14
25 310 Carnes y conservas 87.40 0.04 -0.00 0.00 0.04
11 110 Combustibles nucleares 81.77 0.00 -0.00 0.00 0.00
32 450 Madera y muebles de madera 79.33 0.04 0.00 0.00 0.03
1 010 Pr. agricultura, silvicultura, pesca 79.09 -0.03 -0.04 0.00 0.01
12 134 Minerales hierro y p. siderúrgicos 78.79 0.00 -0.00 0.00 0.00
44 633 Transporte aéreo 75.30 -0.01 -0.02 0.00 0.01
51 750 Investigación y enseñanza venta 75.27 -0.49 -0.49 0.00 0.00
43 631 Transp. Marítimo; naveg. interior 71.02 -0.01 -0.02 0.00 0.01
42 613 Transporte por carretera 69.26 -0.00 -0.03 0.00 0.02
2 031 Hulla y aglomerados de hulla 68.44 -0.25 -0.26 0.00 0.01
4 050 Productos de la coquefacción 67.03 0.00 0.00 0.00 0.00
46 670 Comunicaciones 57.10 0.03 -0.02 0.00 0.05
41 611 Ferrocarriles 46.14 -1.20 -1.23 0.00 0.03

144
Tabla 5.9. Los valores de tres cocientes diferentes para cada sector:
IVA/VABcf, importaciones/producto total, VABcf/producto total
IVA/VABcf M/ VABcf/pesf
(%) (M+pesf) (%)
(%)
1 010 Productos de la agricultura, silvicultura y pesca 1.2 8.8 55.2
2 031 Hulla y aglomerados de hulla 1.1 23.3 90.5
3 033 Lignito y briquetas de lignito 0.1 1.8 71.8
4 050 Productos de la coquefacción 0.0 4.4 32.4
5 071 Petróleo bruto 0.0 97.0 58.8
6 073 Productos petrolíferos 44.5 11.0 14.6
7 075 Gas natural 3.7 31.3 84.5
8 096 Agua (captación, depur., distr.), vapor, agua caliente 4.1 0.0 75.5
9 097 Energía eléctrica 6.4 0.0 62.7
10 098 Gas manufacturado 14.3 0.0 69.3
11 110 Combustibles nucleares 0.0 25.0 42.2
12 134 Minerales de hierro y productos siderúrgicos 0.0 18.7 22.6
13 137 Minerales no férreos; metales no férreos 0.0 33.4 38.1
14 151 Cemento, cal y yeso 0.1 4.9 59.5
15 153 Vidrio 1.5 18.5 63.1
16 155 Tierra cocida; productos cerámicos 1.0 8.1 56.0
17 157 Otros minerales y derivados no metálicos 0.0 8.3 46.6
18 170 Productos químicos 8.0 30.0 38.9
19 190 Productos metálicos 3.6 13.7 48.1
20 210 Máquinas agrícolas e industriales 3.1 47.8 40.5
21 230 Máquinas de oficina, y tratamiento de la informac. 25.4 58.5 43.2
22 250 Material eléctrico 8.0 36.5 52.9
23 270 Vehículos automóviles y motores 56.2 31.1 24.2
24 290 Otros medios de transporte 8.3 31.9 48.4
25 310 Carnes y conservas 16.6 6.4 23.9
26 330 Leche y productos 18.5 7.4 29.6
27 350 Otros alimentos 7.5 13.1 35.0
28 370 Bebidas 9.8 8.0 43.8
29 390 Tabacos 67.8 8.1 17.0
30 410 Productos textiles 14.4 20.9 48.2
31 430 Cuero, artículos en piel y cuero, calzado 13.2 11.9 40.0
32 450 Madera y muebles de madera 6.8 13.7 43.0
33 471 Pastas de papel, papel y cartón 1.6 33.9 35.3
34 473 Artículos de papel, impresión 4.7 8.8 47.5
35 490 Productos de caucho y plástico 2.3 17.7 45.2
36 510 Productos de otras industrias manufactureras 21.3 20.5 45.0
37 530 Construcción 7.0 0.0 55.8
38 550 Recuperación y reparación 8.1 0.0 57.4
39 570 Comercio 7.6 1.2 80.1
40 590 Restaurantes y alojamientos 8.5 0.0 53.7
41 611 Ferrocarriles 2.5 0.6 126.4
42 613 Transporte por carretera 4.2 0.0 57.3
43 631 Transporte marítimo, cabotaje; navegación interior 2.6 1.1 38.3
44 633 Transporte aéreo 3.1 18.4 36.8
45 650 Servicios anexos a los transportes 2.6 16.9 73.7
46 670 Comunicaciones 5.3 0.6 91.0
47 690 Créditos y seguros 0.1 0.8 76.1
49 710 Servicios prestados a las empresas 5.5 10.8 63.7
51 750 Investigación y enseñanza destinada a la venta 0.4 0.0 120.2
52 770 Sanidad destinada a la venta 0.8 0.0 77.3
53 790 Servicios destinados a la venta n. c. o. p. 5.0 1.5 71.8

145
Tabla 5.10. Correlación en el periodo 1986-91 entre...
...d - p1 ...d - p2 ...d - p3
1 010 Productos de la agricultura, silvicultura y pesca 0.906 0.915 0.896
2 031 Hulla y aglomerados de hulla 0.990 0.964 0.848
3 033 Lignito y briquetas de lignito 0.993 0.981 0.938
4 050 Productos de la coquefacción 0.997 0.996 0.975
5 071 Petróleo bruto 0.993 0.982 0.957
6 073 Productos petrolíferos 0.993 0.688 0.338
7 075 Gas natural 0.982 0.567 0.229
8 096 Agua, vapor, agua caliente, etc. 0.783 0.613 0.289
9 097 Energía eléctrica 0.954 0.938 0.866
10 098 Gas manufacturado 0.997 0.981 0.973
11 110 Combustibles nucleares 0.747 0.385 0.236
12 134 Minerales de hierro y productos siderúrgicos 0.762 0.986 0.973
13 137 Minerales no férreos; metales no férreos 0.154 0.309 0.662
14 151 Cemento, cal y yeso 0.827 0.442 0.039
15 153 Vidrio 0.997 0.958 0.873
16 155 Tierra cocida; productos cerámicos 0.321 0.829 0.887
17 157 Otros minerales y derivados no metálicos 0.910 0.986 0.974
18 170 Productos químicos 0.991 0.985 0.981
19 190 Productos metálicos 0.822 0.981 0.912
20 210 Máquinas agrícolas e industriales 0.900 0.994 0.970
21 230 Máquinas oficina, y tratamiento de la información -0.128 0.797 0.890
22 250 Material eléctrico 0.782 0.912 0.922
23 270 Vehículos automóviles y motores 0.877 0.996 0.981
24 290 Otros medios de transporte 0.943 0.887 0.851
25 310 Carnes y conservas 0.939 0.875 0.793
26 330 Leche y productos 0.900 0.919 0.917
27 350 Otros alimentos 0.958 0.989 0.992
28 370 Bebidas 0.691 0.683 0.678
29 390 Tabacos 0.918 0.932 0.937
30 410 Productos textiles 0.986 0.989 0.986
31 430 Cuero, artículos en piel y cuero, calzado 0.936 0.912 0.906
32 450 Madera y muebles de madera 0.981 0.988 0.990
33 471 Pastas de papel, papel y cartón 0.996 0.997 0.996
34 473 Artículos de papel, impresión 0.998 0.997 0.996
35 490 Productos de caucho y plástico 0.870 0.821 0.791
36 510 Productos de otras industrias manufactureras 0.920 0.985 0.992
37 530 Construcción 0.991 0.984 0.971
38 550 Recuperación y reparación 0.993 0.896 0.434
39 570 Comercio 0.411 0.077 -0.101
40 590 Restaurantes y alojamientos 0.978 0.996 0.997
41 611 Ferrocarriles 0.831 0.526 0.369
42 613 Transporte por carretera 0.014 0.186 0.173
43 631 Transporte marítimo y cabot.; navegación interior 0.863 0.885 0.869
44 633 Transporte aéreo 0.999 0.998 0.996
45 650 Servicios anexos a los transportes 0.885 0.518 0.167
46 670 Comunicaciones 0.973 0.969 0.928
47 690 Créditos y seguros 0.865 0.981 0.981
49 710 Servicios prestados a las empresas 0.964 0.959 0.956
51 750 Investigación y enseñanza destinada a la venta 0.945 0.910 0.875
52 770 Sanidad destinada a la venta 0.584 -0.110 -0.436
53 790 Servicios destinados a la venta n. c. o. p. 0.997 0.995 0.990
MEDIA 0.841 0.822 0.757

146
Tabla 5.11. Correlación en el periodo 1986-91 entre...
...p1 - p2 ...p2 - p3 ...p1 - p3
1 010 Productos de la agricultura, silvicultura y pesca 0.998 0.996 0.993
2 031 Hulla y aglomerados de hulla 0.960 0.952 0.829
3 033 Lignito y briquetas de lignito 0.964 0.985 0.905
4 050 Productos de la coquefacción 0.991 0.990 0.963
5 071 Petróleo bruto 0.995 0.993 0.975
6 073 Productos petrolíferos 0.733 0.907 0.385
7 075 Gas natural 0.688 0.914 0.361
8 096 Agua, vapor, agua caliente, etc. 0.318 0.928 -0.031
9 097 Energía eléctrica 0.939 0.980 0.852
10 098 Gas manufacturado 0.993 0.999 0.986
11 110 Combustibles nucleares 0.898 0.987 0.815
12 134 Minerales de hierro y productos siderúrgicos 0.821 0.961 0.633
13 137 Minerales no férreos; metales no férreos 0.976 0.864 0.736
14 151 Cemento, cal y yeso 0.096 0.893 -0.362
15 153 Vidrio 0.955 0.975 0.865
16 155 Tierra cocida; productos cerámicos 0.727 0.718 0.045
17 157 Otros minerales y derivados no metálicos 0.924 0.988 0.854
18 170 Productos químicos 0.999 1.000 0.997
19 190 Productos metálicos 0.874 0.906 0.588
20 210 Máquinas agrícolas e industriales 0.850 0.991 0.778
21 230 Máquinas oficina, y tratamiento de la información 0.476 0.979 0.296
22 250 Material eléctrico 0.871 0.993 0.812
23 270 Vehículos automóviles y motores 0.904 0.978 0.831
24 290 Otros medios de transporte 0.984 0.987 0.950
25 310 Carnes y conservas 0.977 0.987 0.929
26 330 Leche y productos 0.989 0.994 0.969
27 350 Otros alimentos 0.986 0.993 0.960
28 370 Bebidas 0.991 0.997 0.977
29 390 Tabacos 0.999 0.999 0.997
30 410 Productos textiles 0.996 0.999 0.992
31 430 Cuero, artículos en piel y cuero, calzado 0.998 1.000 0.997
32 450 Madera y muebles de madera 0.998 0.998 0.993
33 471 Pastas de papel, papel y cartón 0.999 1.000 0.998
34 473 Artículos de papel, impresión 0.999 1.000 0.998
35 490 Productos de caucho y plástico 0.994 0.996 0.981
36 510 Productos de otras industrias manufactureras 0.959 0.987 0.908
37 530 Construcción 0.997 0.998 0.991
38 550 Recuperación y reparación 0.931 0.784 0.504
39 570 Comercio 0.911 0.977 0.803
40 590 Restaurantes y alojamientos 0.990 0.996 0.973
41 611 Ferrocarriles 0.897 0.981 0.797
42 613 Transporte por carretera 0.967 0.995 0.946
43 631 Transporte marítimo y cabot.; navegación interior 0.996 0.998 0.992
44 633 Transporte aéreo 0.994 1.000 0.992
45 650 Servicios anexos a los transportes 0.774 0.925 0.480
46 670 Comunicaciones 0.961 0.984 0.954
47 690 Créditos y seguros 0.935 0.954 0.786
49 710 Servicios prestados a las empresas 0.995 0.999 0.989
51 750 Investigación y enseñanza destinada a la venta 0.993 0.996 0.978
52 770 Sanidad destinada a la venta 0.703 0.935 0.405
53 790 Servicios destinados a la venta n. C. o. p. 0.997 0.998 0.992
MEDIA 0.899 0.967 0.791

147
CONCLUSIONES

Tras el recorrido efectuado en las páginas anteriores, no hay más remedio que empezar
resaltando lo que tal vez sea una de las conclusiones más relevantes que se pueden extraer
de este repaso. Y es que en los debates sobre la teoría del valor todas las partes han pecado
de exceso de testarudez en la defensa de las propias posiciones. La irritación con la que
cada uno ha solido incorporarse a la polémica ha impedido a menudo comprender la
posición del contrario, cuando no ha limitado la capacidad autoexpositiva de la teoría
defendida. Intentemos, sin caer en el eclecticismo, dejar las cosas listas para la prosecución
del diálogo científico sobre el tema, pero evitando las confusiones y equívocos que las
páginas anteriores pretenden haber contribuido a desenmarañar. Resumamos las
conclusiones sustantivas de la opción interpretativa defendida en este libro.

Adam Smith o Ricardo no se daban por satisfechos con una explicación de los valores
basada en la oferta y la demanda. De hecho se preguntaron qué es lo que determina, a su
vez, esas ofertas y esas demandas, y encontraron la respuesta en las cantidades de trabajo
necesarias para reproducir las mercancías en las condiciones sociales y técnicas dadas por
la economía capitalista. Sin embargo, ambos llegaron a callejones sin salida. Smith sumaba
a los costes de los insumos (incluida la renta pagada al terrateniente) el salario de
subsistencia y un beneficio "normal", pero no sabía explicar cuál era el nivel de dicho
beneficio normal sin volver a caer en la trampa de la oferta y la demanda. Ricardo prefería
sumar a los costes materiales (el trabajo incorporado a los medios de producción) el trabajo
desarrollado directamente en la producción (con independencia de su reparto entre salarios
y beneficios). Cuando se dio cuenta de que dicho reparto podía tener una incidencia --que
siempre consideró (y tenía razón) secundaria-- sobre la determinación del valor, se esforzó
en buscar (y no encontró, por ser imposible) una mercancía que fuera un patrón invariable
de valor. Algunos discípulos modernos de Ricardo pusieron tanto esfuerzo en encontrar tal
mercancía imaginaria que terminaron buscándole usos que no le correspondían (quizás
como compensación a tal esfuerzo), por ejemplo, el de servir de prueba de que las
cantidades de trabajo "indirecto" estaban mal medidas de acuerdo con la versión tradicional
de la TLV: la teoría del "valor-trabajo directo".

148
En dos siglos largos de discusiones se ha terminado olvidando algo, no por trivial menos
importante. Para saber un precio efectivo (aquí y ahora) no se necesitan teorías complicadas
sino actos muy sencillos de llevar a cabo, como preguntar al vendedor directamente. Sin
embargo, para saber el comportamiento teórico de ese y de cualquier otro precio sí que
necesitamos (en este campo disciplinar lo mismo que en cualquier otro) una teoría, y,
evidentemente, una teoría que sea buena. El patrón invariable de medida del valor de las
mercancías no necesita ser, a su vez, una mercancía, algo que Smith y Ricardo no sabían
porque no distinguían bien --al igual que Marx hasta finales de la década de 1850-- entre el
trabajo en sí (que no es mercancía) y la fuerza de trabajo (que sí lo es).

Con ese avance (y otros), Marx dio el paso adelante más importante en la comprensión de
la teoría del valor, pero no pudo explicarlo adecuadamente, en parte porque dejó
impublicada, a su muerte, una parte fundamental de su obra (sin duda porque tenía
problemas teóricos importantes sin resolver, entre otras razones), y en parte porque todavía
se explicaba en "hegelés" en una época en que la profesión --a la que siempre le faltó una
buena base filosófica que Marx, por el contrario, sí tenía-- empezó a cambiar hacia el hoy
imprescindible lenguaje matemático (arma de dos filos, ninguno de los cuales puede
olvidarse). Marx comprendió la importancia de dominar este lenguaje pero la época en que
vivió le impidió llegar a tiempo para poderlo hacer de forma efectiva --lo que no quita que
haya que atribuirle las intuiciones geniales que le reconocen economistas matemáticos
contemporáneos tan importantes como Bródy, Morishima o incluso Samuelson. Sin
embargo, lo que no se le puede achacar a Marx sí puede ser objeto de lamentación en sus
discípulos, empeñados en sostener a toda costa la célebre divisa del traduttore, tradittore, al
menos en lo que se refiere a su abrumadoramente mayoritaria oposición al uso de las
matemáticas (como, por otra parte, ocurría también con un sector importante de la
economía burguesa, que arranca de las escuela austriaca e historicista-institucionalista).

Marx nos dejó la distinción cuantitativa clave entre el "valor" y el "precio de producción",
pero lo hizo en medio de un contexto conceptual que si para él estaba básicamente claro
(aunque no acabado), se expresaba en un aparato terminológico oscuro, que discípulos y
detractores se esforzaron en ennegrecer cada vez más. Tuvo que pasar un siglo para que

149
uno de sus seguidores, András Bródy, dominador de las técnicas matemáticas desarrolladas
por autores no marxistas como Von Neumann y Leontief, entre otros, demostrara que el
auténtico valor-trabajo es el precio de producción --o dicho en lenguaje aun más chocante
pero esperemos que meridianamente claro para el lector atento de este trabajo, que el
auténtico precio-trabajo es el valor de producción--, ayudando a desentrañar la madeja de
la confusión que se había ido enrollando durante tanto tiempo.

Sin embargo, es importante no perder de vista que el no dominio del lenguaje matemático
tampoco es un impedimento insuperable para entender el núcleo del problema, como lo
demuestra el filósofo español Martínez Marzoa, que pone en su justo sitio el estatus de la
desviación cuantitativa entre ambos precios teóricos: exactamente, el mismo estatus que
tiene la otra gran desviación (entre precio individual y precio medio directo del sector) a la
que la literatura no ha reservado ni la centésima parte de la atención que mereció la
primera.

Lo anterior no debe llevarnos a infravalorar --pues esto sería un error tanto o más grave que
el de caer en el extremo opuesto-- el alcance que se debe dar al instrumental matemático en
las formas modernas de investigación y argumentación. El lenguaje matemático nos sirve,
por ejemplo, para comprender con exactitud que el valor unitario de producción no es sino
la rentabilidad del capital total (verticalmente integrado) que necesita el conjunto de la
economía para producir una unidad de cada tipo de mercancía específica. O,
alternativamente, es el beneficio verticalmente integrado de cada tipo de proceso global
que termina en cada especie de mercancía final (es decir, incorporado en el proceso de
producción inmediato de cada tipo de mercancía así como en los procesos de producción
exigidos para la producción de los insumos que entran en el primero, más los insumos de
esos insumos, etc.).

Ahora bien, aunque en el párrafo anterior se hable de capital, de rentabilidad y de beneficio,


también hay que insistir en que no se trata de nada distinto de las cantidades de trabajo que
constituyen los valores (idea central de la teoría laboral del valor). El uso político del
concepto de plusvalor --como prueba "utilitariamente científica" de la explotación y como

150
argumento a favor del socialismo-- ha dejado en segundo plano su alcance teórico como
pieza imprescindible para cerrar la teoría del valor. Sin una tesis sobre la medida del
beneficio no se puede terminar de explicar la magnitud de los valores. En cambio, una vez
que se comprende que el margen de beneficio que entra en cada precio singular no es
caprichoso sino (en el plano del modelo teórico) exactamente el necesario para que las tasas
de beneficio de los capitales reguladores de los distintos sectores se igualen, en ese
momento quedan también reducidos los costes materiales de las mercancías que sirven de
insumo en cualquier proceso de producción a cantidades de trabajo (pagado en parte, y en
parte impagado) necesaria para su reproducción social en condiciones capitalistas.

Es la doble naturaleza del trabajador asalariado la clave de la teoría laboral del valor. Por
una parte, como productor, el el único sujeto activo de un mundo que no sólo es
antropomórfico sino que necesita ser explicado y entendido en términos antropomórficos.
Por otro lado, está temporalmente convertido en un productor mercantil y, por
consiguiente, sometido a las leyes que rigen la producción mercantil. Esta dualidad se
manifiesta en que su actividad social --que no puede dejar de ser el centro y la medida de
todo en un mundo antropomórfico-- puede servir de medida incluso para la mercancía de la
que es portador, su propia capacidad laboral. Lo que hace singular al trabajo en el mundo
natural que lo rodea es que la proporción de las cosas que produce el hombre frente a las
que producen otros seres vivos y sociales es tan ingente que sería absurdo pretender
sustituir el antropomorfismo por cualquier otro "x-morfismo". Por otra parte, del mundo de
los seres inanimados ni siquiera podemos imaginar la capacidad de presentarse en los
mercados por sí mismos.

El formalismo de los sistemas matemáticos de los modelos teóricos es tan puro que nada
impide decir, usando las tablas insumo-producto, que se requiere sólo consumir medio
bolígrafo a lo largo y ancho del sistema de interrelaciones e interdependencias económicas
para reproducir globalmente una unidad de bolígrafo final, e incluso es posible parafrasear
las tesis de la TLV para añadir que eso significa que la tasa de explotación del bolígrafo es,
en esos términos, del 100%. Sin embargo, nada de esto deja de ser un sinsentido para todo

151
el que busque un mínimo de realismo en la comprensión material de nuestro entorno social
y natural.

El autor cree necesario advertir, asimismo, que los cálculos empíricos de la segunda parte
del libro no deben usarse para extrapolar las conclusiones más allá del lugar al que nos
autoriza a llegar la lógica. Hay que insistir en las importantes limitaciones de los datos
estadísticos disponibles, en las claras insuficiencias ya comentadas en el propio proceso de
construcción de algunos de las variables intermedias necesarias, así como en el alcance
teórico restringido que tiene, en último caso, el que la magnitud de una desviación
porcentual o de una correlación sea mayor o menor.

Sin embargo, lo anterior no debe llevar a minusvalorar la magnitud de lo logrado. El


esfuerzo de una investigación de esta naturaleza no es estéril porque, al menos por una vía
indirecta, nos ofrece una garantía adicional de que las hipótesis teóricas desarrolladas en la
primera parte del libro no se ven desmentidas por un trabajo de contrastación así concebido,
por muy gruesa (en el sentido de "basta", no de "vasta") que sea la calidad del apoyo
empírico conseguido. No se pierde de vista en ningún momento que se trata de un número
insignificante de sectores (51) comparado con la multitud de miles de mercancías concretas
que existen en la práctica. Pero de la misma forma que eso no anula la conveniencia,
incluso la necesidad, de seguir elaborando tablas insumo-producto --y estoy dispuesto a
llamar loco a quien se alce con una propuesta semejante--, tampoco debe usarse para
deslegitimar sin más un estudio de este tipo, ya que algunas de las conclusiones extraídas
pueden darse por incuestionablemente asentadas.

Así, el que exista una correlación tal alta, a nivel (macro-)sectorial, entre la magnitud
relativa de las desviaciones observables "precios (valores) de producción/precios (valores)
directos" y la magnitud relativas de las desviaciones igualmente observables entre las
composiciones (sectoriales) en valor del capital verticalmente integradas y la media global
de éstas (para el conjunto de la economía) es, a mi juicio, un hecho muy significativo.
Igualmente, el que parte de las desviaciones entre los precios efectivos y los precios de
producción venga explicada por la diferente incidencia sectorial de la imposición indirecta,

152
o el que las series temporales de precios (si bien referidas a un periodo extremadamente
corto) muestren asimismo un buen comportamiento respecto a los coeficientes de trabajo
verticalmente integrados, son todos resultados empíricos que no se deberían despreciar.

Sin embargo, no me gustaría acabar sin insistir en el argumento teórico que, sigue siendo, a
pesar de todo, el fundamental. Las ecuaciones nos dan unos vectores de precios y una
magnitud dada de uno de los autovalores de la matriz insumo-producto (al que se asocian
aquéllos) que pueden interpretarse de manera muy similar en contextos teóricos muy
diferentes. Ya se lean esos precios como los precios de Sraffa, de Walras, de Von
Neumann, o como los "precios (valores) de producción" de Marx, lo que a mi juicio otorga
su superioridad a éstos últimos es que se enmarcan en una teoría más amplia que ofrece una
explicación simultánea de la magnitud de la tasa de ganancia, y sirve por tanto para "cerrar"
la teoría del valor. Por el teorema de la dualidad sabemos que esa tasa de ganancia única es
al mismo tiempo la tasa de crecimiento uniforme en un mundo (un modelo) en que los
beneficios se reinvierten íntegramente. Pero nada podrá revertir la causalidad material que
en el mundo capitalista real circula desde los beneficios a la inversión (o al tipo de interés) ,
y no al contrario, por mucho que el esqueleto formal de los sistemas de ecuaciones que
permite derivar ambas interpretaciones sea exactamente idéntico en ambas versiones
teóricas.

153
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Arda, M. E. (1976): An Intersectoral Study of the Turkish Economy: Variations of Price Schemes Derivable
from Input-Output Tables, Ann Arbor, Mich.: University Microfilms.

Arrow, K. (1989): "Von Neumann and the existence theorem for General Equilibrium", en Dore, Chakravarty,
Goodwin, eds., John von Neumann and Modern Economics, Oxford: Clarendon Press, pp. 15-28.

Banco Bilbao Vizcaya (1996): El stock de capital en España y sus Comunidades Autónomas, 3 volúmenes,
Fundación BBV e Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas.

Barkai, H. (1967): “The empirical assumptions of Ricardo’s 93 per cent labour theory of value”, Economica
34, noviembre, pp. 418-423.
(1970): “The labor theory of value as an operational proposition”, Economica 37, mayo, pp. 187-190.

Barriga, L. (1992): Dinamicidad de las tablas de coeficientes técnicos en el análisis input-output. Análisis en
base a una serie de 25 años, Tesis Doctoral, Universidad Autonoma de Madrid.

Beckenbach-Bellmann (1961): Inequalities, Berlin: Springer Verlag.

Bienenfeld, M. (1988): "Regularities in price changes as an effect of changes in distribution", Cambridge


Journal of Economics, 12 (2), pp. 247-255.

Blaug, M. (1982): "Another look at the labour reduction problem in Marx", en Bradely y Howard (1982), pp.
188-202.

Bradley, I. y M. Howard, eds. (1982): Classical and Marxian Political Economy. Essays in Honor of Ronald
L. Meek, New York: St. Martin's Press.

Bródy, A. (1970): Proportions, Prices and Planning. A Mathematical Restatement of the Labor Theory of
Value, Budapest: Akademiai Kiado.

Caravale, G. A., ed. (1991): Marx and Modern Economic Analysis. Vol. I: Values, Prices and Exploitation,
Aldershot: Edward Elgar.

Carchedi, G. (1996): "Non-equilibrium market prices", en Freeman y Carchedi (1996), pp. 164-182.

Carter, A. y A. Brody (1970): Contributions to Input-Output Analysis, 2 vols., Proceedings of the Fourth
International Conference on Input-Output Techniques, Amsterdam: North Holland Publishing Co.

Champernowne, D. G. (1945-46): "A note on J. v. Neumann's article on 'A Model of Economic Equilibrium'",
Review of Economic Studies, 13, pp. 10-18.

Chiang, A. C. (1984): Fundamental Methods in Mathematical Economics, 3ª edición, New York: McGraw
Hill.

Chilcote, E. (1997): "Interindustry structure, relative prices and productivity: an input-output study of the U.S.
and O.E.C.D countries", tesis doctoral no publicada, New School for Social Research, New York.

Cockshott, W. P. y A. Cottrell (1995): Towards a New Socialism, Nottingham: Spokesman.

Cooney, P. (1989): Competition vs. Monopoly: an I-O Analysis of Profit Rates and Markups for the U.S.
Economy, 1958-1977, Tesis Doctoral, New York: New School for Social Research.

Debreu, G. (1959): Teoría del valor. Un análisis axiomático del equilibrio económico, Barcelona: Bosch,
1973.

154
Desai, M. (1991): "The transformation problem", en Caravale (1991), pp. 3-44.

Dostaler, G. (1978): Valor y precio: historia de un debate, México: Terranova, 1980.

DSS [Dorfman, R., P. Samuelson y R. Solow] (1958): Linear Programming and Economic Analysis, New
York: McGraw-Hill.

Duménil, G. (1980): De la valeur aux prix de production. Une réinterprétation de la transformation, Paris:
Économica.

Duménil, G. y D. Lévy (1997): "The conservation of value. A rejoinder to Alan Freeman", manuscrito no
publicado, 18 pp.

Eatwell, J., M. Milgate y P. Newman, eds. (1990): Marxian Economics, New York: W. W. Norton.

Febrero, E. (1998): Valor-trabajo: un indicador de productividad y competitividad. Una aplicación empírica


al caso español: 1970-1992, Tesis doctoral, Universidad de Castilla-La Mancha.

Foley, D. (1982): "The value of money, the value of labor power and the Marxian transformation problem",
Review of Radical Political Economics, 14 (2), pp. 37-47.
(1983): "On Marx's theory of money", Social Concept, 1 (1), mayo, pp. 5-19.
(1986): Money, Accumulation and Crisis, Chur (Suiza): Harwood Academic Publishers.
(1997): "Recent developments in the labor theory of value", en International Working Group on
Value Theory 1997 Mini-Conference's Working Papers, pp. 38-51.

Freeman, A. y G.Carchedi (1996): Marx and Non-Equilibrium Economics, Cheltenham, UK, Brookfield, US:
Edward Elgar.

Frobenius, G. (1908): "Uber Matrizen aus positiven Elementen I", Sitzungeberichte der koniglich
preussischen Akademie der Wissenschaften, pp. 471-476.
(1909): "Uber Matrizen aus positiven Elementen II", Sitzungeberichte der koniglich preussischen
Akademie der Wissenschaften, pp. 514-518.
(1912): "Uber Matrizen aus nicht negativen Elementen", Sitzungeberichte der koniglich preussischen
Akademie der Wissenschaften, pp. 456-477.

Ganssmann, H. (1988): "Abstract as a metaphor? A comment on Steedman", History of Political Economy, 20


(3), pp. 461-470.

Gantmacher, R. F. (1959): The Theory of Matrices, 2 vols., New York: Chelsea Publiching Co.

Godwin, R. (1986): "Swinging along the turnpike with von Neumann and Sraffa", Cambridge Journal of
Economics, 10, pp. 203-210.

Guerrero, D. (1989): Acumulación de capital, distribución de la renta y crisis de rentabilidad en España


(1954-1987), Madrid: Universidad Complutense.
(1990). "Cuestiones polémicas sobre la teoría marxista del trabajo productivo", Política y Sociedad,
5, Madrid.
(1994): "La teoria dinámica de la competencia", Cuadernos de Economía, 22 (62/63), enero-agosto,
pp. 97-118.
(1995): Competitividad: teoría y política, Barcelona: Ariel.
(1997a): Historia del pensamiento económico heterodoxo, Madrid: Trotta.
(1997b): "Un Marx imposible. El marxismo sin teoría laboral del valor", Investigación Económica,
México, LVII:222, pp. 105-143.
(1998): "Labor theory of value and non-neoclassical microeconomics", EAEPE, Lisboa, noviembre.
(1999a): "Labor values and market prices: a Spanish perspective", IWGVT, Boston, Eastern
Economic Association, marzo.

155
(1999b): "In Memoriam (en la muerte de Leontief)", Economistas, 81, Madrid.
(2000): "Las políticas de empleo liberales, keynesianas y heterodoxas", en Osuna. y Román (eds.) (2000): El
problema del empleo en el siglo XXI, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales-IDR.

Howard, M. C. y J. E. King (1989): A History of Marxian Economics, vol. I, 1883-1929, Princeton: Princeton
University Press.
(1992): A History of Marxian Economics, vol. II, 1929-1990, Princeton: Princeton University Press.

Instituto Nacional de Estadística (1992): Encuesta Industrial, Madrid, varios años.


(1995): Tablas Input-Output de la Economía Española 1990, ed. electrónica, Madrid.

Itoh, M. (1980): Value and Crisis. Essays on Marxian Economics in Japan, N.York: Monthly Review Press.
(1988): The Basic Theory of Capitalism, London: Macmillan.
(1992): "The value controversy reconsidered", en B. Roberts and S. Feiner (eds.): Radical
Economics, Norwell, Ma.: Kluwer Academic Publishers, pp. 53-75.

Jorland, G. (1995): Les paradoxes du capital, Paris: Éditions Odile Jacob.

Juillard, M. (1993): "Methodology of the input-output database", mimeografiado.

Kaldor, N. (1971): "The irrelevance of equilibrium economics", Economic Journal, dic., pp. 1237-1255.

Kantorovich, L. V. (1939): "Mathematical methods of organizing and planning production", Management


Science, vol. 6, 1960, pp. 363-422.

Kliman, A. y T. McGlone (1997): "A temporal, single-system, interpretation of Marx's value theory", Review
of Political Economy.

Kurz, H. D. y N. Salvadori (1995): Theory of Production. A Long-period Analysis, Cambridge: Cambridge


University Press.

Leontief, W. W. (1936): "Quantitative input and output relations in the economic system of the United
States", Review of Economic Statistics, 18, agosto, pp. 105-125.
(1941): The Structure of American Economy, 1919-29, Cambridge: Harvard University Press.
(1951): The Structure of American Economy, 1919-39, New York: Oxford University Press.
(1953): "Domestic production and foreign trade: the American capital position re-examined", en
Leontief (1966), pp. 68-99 ["Producción interna y comercio exterior: reexamen de la posición
estadounidense por lo que respecta al capital", Análisis económico input-output, Barcelona: Orbis,
1984, pp. 127-163].
(1954): “Las matemáticas en la teoría económica”, Bulletin of the American Mathematical Society,
60 (3), mayo 1954 [en Ensayos sobre economía, Barcelona: Planeta-Agostini, 1986, pp. 39-68].
(1956): "Factor proportions and the structure of American trade: further theoretical and empirical
analysis", en Leontief (1966), pp. 100-133 ["Las relaciones entre los factores y la estructura del
comercio estadounidense: nuevo análisis teórico y empírico", Análisis económico input-output,
Barcelona: Orbis, 1984, pp. 165-205].
(1966): Input-Output Economics, New York: Oxford University Press.
(1970): "Preface" al libro de Bródy 1970, en Bródy (1970), pp. 7-8.
(1971): "Theoretical assumptions and nonobserved facts", American Economic Review, 61 (1),
marzo, pp. 1-7.
(1985): Essays in Economics. Theories, Theorizing, Facts, and Policies, New Brunswick y Oxford:
Transaction Books.

Lipietz, A. (1982): "The so-called 'transformation problem' revisited", Journal of Economic Theory, 26 (1),
enero, pp. 59-88.

156
Loranger, J.-G. (1999): "La détermination du taux de profit moyen dans l'équation des prix de production: une
solution linéale au problème de la transformation", Revue Économique, marzo.

Mage, S. (1963): The Law of Falling Tendency of the Rate of Profit, its Place in the Marxian Theoretical
System and Relevance to the U.S. Economy, tesis doctoral, Nueva York: Columbia University.

Martinez Marzoa, F. (1983): La filosofia de El Capital, Madrid: Taurus.

Marx, K. (1867): El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro I, Siglo XXI, Madrid, 1978, 3
volúmenes.
(1880): Notas marginales al Tratado de Economía Política de Adolph Wagner, Pasado y Presente, n. 97,
México, 1982.
(1885): El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro II, Madrid: Siglo XXI, 1979, 2 volúmenes.
(1894): El Capital. Crítica de la Economía Política. Libro III, Madrid: Siglo XXI, 1979, 3 volúmenes.

Marzi, G. y O. Varri (1977): Variazioni di produttivita nell'economia italiana: 1959-1967 (Un applicazione
dello schema di Sraffa), Bologna: Società Editrice Il Mulino.

MathSoft (1994): Mathcad 50 for Windows: User's Guide, Mathsoft Inc., Cambridge, Mass.

McKenzie, L. W. (1987): "General Equilibrium", en Eatwell, Milgate y Newman, eds., vol. 2, pp. 498-512.

Meek, R. L. (1974): "El valor en la historia del pensamiento económico", en Smith, Marx y después. Diez
ensayos sobre el desarrollo del pensamiento económico, México: Siglo XXI, 1980, pp. 183-203.

Miller, R. E. y P. D. Blair (1985): Input-Output Analysis. Foundations and Extensions, Englewood Cliffs, NJ:
Prentice-Hall.

Morishima, M. (1973): Marx's Ecoomics: A Dual Theory of Value and Growth, Cambridge: University Press.

Moseley, F. (1997): "The 'new solution' to the transformation problem: a sympathetic critique", IWGVT 1997
Mini-Conference's Working Papers, Washington, pp. 110-122.

Mouchot, C. (1994): Les théories de la valeur, Paris: Économica.

Neumann, J. Von (1938): "A model of general equilibrium", Review of Economic Studies, 13, 1946: pp. 1-9
["Un modelo de equilibrio económico general", en J. Segura y C. R. Braun, eds., La economía en sus textos,
Madrid: Taurus, 1998, pp. 364-377].

Ochoa, E. (1984): Labor values and prices of production: an interindustry study of the U.S. economy, 1947-
1972, Tesis doctoral no publicada, New York: New School for Social Research.
(1989): "Values, prices and wage-profit curves in the U.S. economy", Cambridge Journal of
Economics, 13, pp. 413-429.

Panethimitakis, A. (1983): "Direct versus total labour productivity in Greek manufacturing: 1958-1980",
Economic Systems Research, 5 (1), pp. 79-93.

Pasinetti, L. L. (1973): "The notion of vertical integration in economic analysis", Metroeconomica, 25: 1-29.
(1977): Lectures on the Theory of Production, New York: Columbia University Press.
(1988): "Sraffa on income distribution", Cambridge Journal of Economics, 12, pp. 135-138.

Perron, O. (1907): "Zur Theorie der Matrizen", Mathematische Annalen, 44, julio, pp. 248-263.

Petrovic, P. (1987): "The deviation of production prices from labour values: some methodology and empirical
evidence", Cambridge Journal of Economics, 11 (3), pp. 197-210.

157
Ramos, A. (1995): "Notes on what could be an alternative approach to some labor reductions suggested by
Marx", mimeografiado.

Ricardo, D. (1817): Principios de Economía Política y Tributación, Madrid: Ayuso, 1973; trad. M. Román.

Roberts, B. (1996): "Value and exchange-value: from concrete labors to abstract labor", Department of
Economics, College of William and Mary University of Southern Maine, Portland, ME, mimeografiado.

Rubin, I. I. (1928): Ensayo sobre la teoría marxista del valor, Buenos Aires: Pasado y Presente, 1974.

Rugh, W. J. (1993): Linear System Theory, Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice Hall.

Schneider, H. y G. P. Barker (1973): Matrices and Linear Albegra, New York: Dover, 1989.

Segura, J. y F. Restoy (1986): "Una explotación de las tablas input-output de la economía española para 1975
y 1980", Documento de Trabajo 8608, Madrid: Fundación Empresa Pública y Universidad Complutense.

Seton, F. (1957): "The 'transformation problem'", Review of Economic Studies, 24, pp. 149-160.

Shaikh, A. (1984): "The transformation from Marx to Sraffa", en Mandel y Freeman (eds.): Marx, Ricardo,
Sraffa, London: Verso, pp. 43-84.
(1992): "Values and value transfers: a comment on Itoh", en B. Roberts and S. Feiner (eds.): Radical
Economics, Norwell, Ma.: Kluwer Academic Publishers, pp. 76-90.
(1998): "The empirical strength of the labor theory of value", en R. Bellofiore, ed., Marxian
Economics--A Reappraisal: Essays on Volume III of Capital--Profits, Prices and Dynamics", New
York: St, Martin Press.

Shaikh, A. y E. Tonak (1994): Measuring the Wealth of Nations. The Political Economy of National
Accounts. Cambridge: Cambridge University Press.

Smith, A. (1776): Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, México: Fondo de
Cultura Económica, 1980; ed. de E. Cannan, trad. de G. Franco.

Sraffa, P. (1960): Production of Commodities by Means of Commodities. Prelude to a Critique of Economic


Theory, Cambridge: Cambridge University Press [Producción de mercancías por medio de mercancías,
Vilassar de Mar: Oikos-Tau, 1966; trad. de L. Á. Rojo].

Steedman, I. y J. Tomkins (1998): "On measuring the deviation of prices from values", Cambridge Journal of
Economics, 22, pp. 379-385.

Taylor, L. (1994). "Pasinetti processes", New York: New School for Social Research, mimeografiado, mayo,
32 pp.

Valle, A. (1994): "Correspondence between labor values and prices: a new approach", Review of Radical
Political Economics, 26 (2), pp. 57-66.

Walras, L. (1926): Elementos de economía política pura (o Teoría de la riqueza social), ed. y trad. J. Segura, 4ª
ed., definitiva, Madrid: Alianza, 1987.

Weintraub, E. R. (1985): General Equilibrium Analysis. Studies in Appraisal, Ann Arbor, Michigan: The
University of Michigan Press.

Wolff, E. N. (1977): "Unproductive labor and the rate of surplus value in the United States, 1947-67", en P.
Zarembka, ed., Research in Political Economy, vol. I, Greenwich, Conn.: JAI Press, pp. 87-115.
(1979): "The rate of surplus value, the organic composition and the general rate of profit in the U.S.
economy, 1947-67", American Economic Review, 69 (3), pp. 329-341.

158

View publication stats

También podría gustarte