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GEOGRAFÍA, PAISAJE E IDENTIDAD

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BIBLIOTECA NUEVA UNIVERSIDAD
MANUALES Y OBRAS DE REFERENCIA

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Clara Copeta y Rubén Lois (Eds.)

GEOGRAFÍA, PAISAJE E IDENTIDAD

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BIBLIOTECA NUEVA

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Cubierta: A. Imbert

Edición digital, 2014

© Los autores
© Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid
Almagro, 38
28010 Madrid
www.bibliotecanueva.es

ISBN: 978-84-16095-02-5

6
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación
pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La
infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y
sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográfi cos (www.cedro.org) vela por el respeto de los
citados derechos.

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ÍNDICE

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PRESENTACIÓN, Rubén C. Lois González

INTRODUCCIÓN, Clara Copeta

LA IDENTIDAD: NUEVA CATEGORÍA DESCRIPTIVA DEL TERRITORIO Y DEL PAISAJE, Clara


Copeta
EL DON DE HUMBOLDT: EL CONCEPTO DE PAISAJE, Franco Farinelli
ESPECIFICIDAD, TIPICIDAD E IDENTIDAD EN LOS SISTEMAS SOCIOECONÓMICOS LOCALES,
Maria Fiori
GEOGRAFÍA DE ITALIA Y OBJETIVO FOTOGRÁFICO. CONSIDERACIONES AL MARGEN DE UNA
EXPERIENCIA EDITORIAL, Bruno Vecchio

EL GARGANO: UNA CONOCIDA SUBREGIÓN TURÍSTICA DEL SUR DE ITALIA CON UNA
MARCADA IDENTIDAD TERRITORIAL, Isabella Varraso

DINÁMICAS URBANAS CREATIVAS Y SOSTENIBLES: EL SURGIMIENTO Y LA AFIRMACIÓN DE


LAS REDES SOCIALES «BLANDAS» Y «MIXTAS», Marina Marengo

GEROLAMO VENERIO Y LA ÉPOCA DE LA RESTAURACIÓN, Francesco Micelli


DEMÓGRAFOS, FASCISMO, POLÍTICA DE NATALIDAD. NODOS PROBLEMÁTICOS Y
PERSPECTIVAS DE INVESTIGACIÓN, Anna Treves

LA CALLE: EL ICONO DE ITALIA EN LA LITERATURA DE VIAJE ALEMANA ENTRE EL


SETECIENTOS Y EL OCHOCIENTOS, Teodoro Scamardi

CONVERSACIONES DE COEXISTENCIA. LOS LUGARES Y POLÍTICAS DE DOS ÁREAS RURALES DE


LA APULIA, Valeria Monno

DINÁMICAS DE IDENTIDAD Y USO DEL SUELO EN LAS DESCRIPCIONES NORMATIVAS: ÁREA


NATURAL Y PROTEGIDA DE GRAVINA DI PUGLIA (ITALIA), Adele Celino, Angela Colonna

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y Grazia Concilio
MUNDO PARADÓJICO: DIEZ MOTIVOS DE LA INUTILIDAD DE LA EDUCACIÓN GEOGRÁFICA,
Andrea Bissanti
APÉNDICE. NUEVAS IDENTIDADES TERRITORIALES DEL PRESENTE: UNA PERSPECTIVA DESDE
LA PENÍNSULA IBÉRICA, Rubén Lois y Miguel Pazos

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Presentación
RUBÉN C. LOIS GONZÁLEZ

A pesar de los recortes presupuestarios a los que se ha visto sometida la educación


superior en ese país, este libro intenta mostrar que, gracias a la incesante actividad de un
conjunto de investigadores de indudable talento y enorme entusiasmo, la Geografía
italiana sigue gozando de buena salud y está capacitada para aportar interesantes ideas al
panorama internacional. Hace unos meses me interesé por la realización de un congreso
internacional de geógrafos en la Goiania, Brasil. Entre los invitados al acto figuraba el
incansable y prolífico Paul Claval. Sea como fuere, lo que de verdad me llamó la
atención fue la conferencia de un joven profesor de la región del Paraná llamado Marcos
Aurelio Saquet. La ponencia versaba sobre las concepciones del territorio manejadas por
los mejores teóricos de la Geografía europeos aparecidos en los últimos años. Para poder
dar forma a su investigación, avalada por un libro titulado Abordagens e concepções de
territorio (2007), el joven brasileño había permanecido en Europa en una estancia de
investigación algunos meses. Sin embargo, lejos de decantarse por Alemania o Francia,
prefirió concentrarse, residir e investigar en Italia. Según Saquet, escuelas de
pensamiento como las formadas por Giuseppe Dematteis o Franco Farinelli justificaban
su decisión.
Verdaderamente, tanto en la modificación del concepto de territorio, como en la
delimitación de la vieja noción de paisaje, las nuevas generaciones de geó-grafos
italianos tienen mucho que decir en España. En cuanto al territorio, desde el comienzo de
los años 70, se puede hablar —con el auge de la interpretación neomarxista y gramsciana
del espacio y con el desarrollo de la Geografía democrática de corte utópico y
anarquista, protagonizados por Lucio Gambi en Milán, Massimo Quaini en Génova,

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Pasquale Coppola en Nápoles, Vincenzo Guarrasi en Palermo y Franco Farinelli en
Bolonia— de una refundación global de la ciencia geográfica. Lo que se trataba de poner
de manifiesto al principio era que había problemas reales que debían imponer a las
disciplinas académicas una nueva organización del conocimiento. En los 60 y 70, los
problemas que convenía destacar eran las nuevas contradicciones en las relaciones de
poder entre las clases sociales y su reflejo espacial. Lo interesante para el caso es que,
desde entonces, esa intención crítica ya no dejaría de influir en el devenir de la
disciplina.
En un primer momento, los aspectos sociológicos y políticos del paisaje ocuparán
fundamentalmente a algunos autores encabezados por el periodista e historiador Emilio
Sereni (1961) y por el geógrafo Eugenio Turri (1974). Ellos iniciarán los acercamientos
al paisaje desde la óptica del materialismo histórico, aceptando que el territorio refleja
las condiciones materiales de la historia mediante su organización económico-social. Sin
duda, su aportación será de gran importancia. Sin embargo, pronto se pondrá de
manifiesto que esos primeros planteamientos no eran suficientes para hacer frente de
modo crítico a la poliédrica cuestión del paisaje.
Reducir el paisaje al espacio en el que tiene lugar y se refleja la lucha de clases
resultaba empobrecedor por, al menos, tres razones. En primer lugar, y así lo harían ver
algunos humanistas liderados por Rosario Assunto —entre los que han destacado
Massimo Venturi Ferriolo o Raffaele Milani—, porque al hacerlo se dejaba de lado el
origen artístico, y, por tanto, subjetivo y muy humano, del concepto. Para subsanar este
primer error sin caer en el esteticismo, el filósofo Venturi Ferriolo escribirá una Etiche
del paesaggio (2002) digna de mención, y el autor del segundo capítulo de este libro, el
geógrafo Franco Farinelli (2003), hará una pirueta que le permitirá aceptar el origen
artístico de la noción sin olvidar la importancia política que adquiere desde tiempos de
Humboldt.
Reducir el paisaje a la lucha de clases también resultaba empobrecedor desde la
nueva coyuntura socioeconómica. En la sociedad del bienestar el problema no consistía
tanto en denunciar las presiones espaciales a las que se sometía al proletariado como en
identifi car a los actores no institucionales —la sociedad civil—, las redes y su capacidad
o incapacidad de «hablar» o de «hacerse oír» en una esfera situada más allá del Estado o
del Mercado. Uno de los grandes promotores en Italia de este tipo de estudios será
Giuseppe Dematteis. A su lado conviene recordar el esfuerzo del grupo de
investigadores formado desde finales de los años 80 por Marina Faccioli, Paola Morelli,
Claudio Cerreti y Alessandro Gallo. Y, en el presente libro, a estos aspectos dedica su
atención, entre otros, Marina Marengo (2005).
Por fin, reducir el paisaje a la lucha de clases también caía en el reduccionismo
desde una perspectiva sociopolítica porque deja de lado conflictos regionales o entre
centro y periferia. En este sentido, también Italia tenía mucho que decir. La culminación
del proceso de unificación (1859-1861) promovió la creación de un nuevo marco para la
educación. La Ley Casati, promulgada primeramente para el Piamonte (1859), y, sobre
todo, el Reglamento de 1867, incluyeron ya a la Geografía en la educación primaria. La

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rapidez de esa inclusión vino dada por las necesidades políticas del momento: se hacía
preciso difundir y afianzar rápidamente la conciencia de la nacionalidad. Desde aquellos
años, los italianos, y entre ellos, muy especialmente, la clase política dedicada a
cuestiones administrativas, serán especialmente sensibles al tema de la identidad local,
regional y nacional. Pero serán los investigadores de las universidades los que, desde los
años 80, y gracias al aval de la nueva «Europa de las regiones», explorarán con nuevos
bríos el problema de la identidad. La socióloga Loredana Sciolla (1986) y el antropólogo
Francesco Remotti (1995), ambos de la Universidad de Turín, se convertirán en autores
de referencia en este sentido. Y las aportaciones que hacen al presente libro algunas de
las grandes promotoras de la Geografía local y regional italiana —me refiero a las
profesoras de la Universidad de Bari, Clara Copeta (1992) y Maria Fiori (2003)—,
reflejan el vigor con el que el tema se está tratando entre los geógrafos de la península.
Resumiendo, algunos de los problemas más interesantes que la Geografía
contemporánea relaciona con el paisaje son presentados y analizados en este libro. La
profundidad de las reflexiones y los estudios concretos sobre identidad, territorio y redes
sociales, explican el valor del mismo fuera de Italia. El tomo se cierra, además, con un
«epílogo para españoles» que introduce el tema de la identidad en nuestra geografía y
que, espero, sea del agrado de los lectores.

BIBLIOGRAFÍA

ALMAGIA, Roberto, «La geografia in Italia dal 1860 al 1960», L’Universo, Florencia,
Instituto Geográfico Militar, 1961, págs. 419-432.
BALDACCI, Osvaldo, «Organizzazione degli studi e delle ricerche», «Un sessantenio di
ricerca geografi ca italiana», Memorie della Societa Geografica Italiana, Roma,
1964, vol. XXVI, págs. 33-59.
DE MATTEIS, Giuseppe, «Nodi e reti nello sviluppo locale», en A. Magnaghi (ed.), Il
territorio dell’abitare, Milán, Angeli, 1990, págs. 249-268.
DE MATTEIS, G.; CLEMENTI, A. y PALERMO P. C. (eds.), Ambienti insediativi e contesti
locali, Bari, Laterza, 1996.
COPETA, Clara, Dal Paesaggio al Piano Paesistico, Bari, Adriatica, 1992.
CORNA-PELLEGRINI, G. y BRUSA, C. (cood.), La ricerca geografi ca in Italia, 1960-1980,
Varese, Ask Edizioni, 1980.
FARINELLI, FRANCO, «Il paesaggio, i soggetto, il luogo» en Geografia. Un’introduzine ai
modeli del mondo, Turín, Einaudi, 2003, págs. 38-123.
FIORI, Maria, Identità territoriale per lo sviluppo e l’imprenditorialità. Applicazioni
geoeconomiche d’una metodologia quali-quantitativa, Bari, WIP Edizioni Scientifi
che, 2003.
Marengo, Marina (a cargo de), La dimensione locale. Esperienze di ricerca e questioni
metodologiche : atti del seminario internazionale, Facoltà di Lettere di Arezzo,

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Università di Siena, Arezzo, 16-18 settembre 2005, Roma, Aracne, 2005.
MILANI, Raffaele, L’arte del paesaggio, Bolonia, Il Mulino, 2003 (edición en castellano,
Madrid, Biblioteca Nueva, 2008).
REMOTTI, Francesco, Contro l’identità, Bari, Laterza, 1995.
SAQUET, Marcos Aurelio, Abordagens e concepções de territorio, São Paulo, UNESP,
2007.
SERENI, Emilio, Storia del paesaggio agrario italiano, Bari, Laterza, 1961.
SCIOLLA, Loredana (ed.), Identità, Turín, Rosenberg & Sellier, 1986.
TURRI, Eugenio, Antropologia del paesaggio, Milán, Edizioni di Comunità, 1974.
VENTURI FERRIOLO, Massimo, Etiche del paesaggio. Il progetto del mondo umano,
Roma, Editori Riuniti, 2002.

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Introducción
CLARA COPETA

En este libro algunos investigadores italianos (geógrafos, urbanistas y un literato)


y dos geógrafos españoles presentan sus consideraciones y su manera de leer e
interpretar el territorio. La pluralidad de los mundos a la que nos enfrentamos nos hace
tomar conciencia de las diversidades que se corresponden con nuestras ideologías y
modalidades interpretativas. Por ello, el volumen representa una ocasión para reflexionar
sobre los modos de pensar y hacer geografías.
F. Farinelli expone un concepto de paisaje bastante complejo e innovador. El autor
afirma que el paisaje presupone la modernidad, es decir, el período mismo durante el
cual Von Humbolt lo formuló coincide con el origen de la «sociedad civil», que en aquel
período, en Alemania, se opone al mundo aristocrático-feudal. El propio Humbolt es
quien, según Farinelli, transforma el concepto de paisaje todavía en boga, o sea estético
y pictórico, en un saber estratégico capaz de transformar la cultura burguesa mediante
nuevos instrumentos conceptuales.
F. Micelli se dirige, al contrario, hacia el pasado, dedicando su artículo a
Gerolamo Venerio, un estudioso de la región italiana del Firuli que vivió durante la
época de la Restauración, es decir, durante los siglos XVIII-XIX. Este estudioso recogió
datos estadísticos relativos a las condiciones meteorológicas, registrando así durante
cuarenta años las temperaturas y la pluviosidad en la ciudad de Udine.
B. Vecchio investiga sobre una relación que, a menudo, se descuida en Geografía:
la relación entre la fotografía y la Geografía misma. El autor considera la fotografía
como un documento/monumento y desde esta óptica repasa el catálogo histórico del
estudio fotográfico Alinari en Florencia. Parte de dos tipologías de imágenes: el

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territorio y el ambiente junto a las estructuras agrarias tradicionales y la ciudad.
Descubre que esta última fue fotografiada de manera más habitual y presenta una
perspectiva monumental que respeta los cánones de la «bella vista».
A. Treves dirige su mirada hacia el período del fascismo (años 20-30) analizando
las políticas de natalidad del régimen y las problemáticas vinculadas con éste. A partir de
estas políticas demográficas se desarrollaron las ciencias demográficas.
Por su parte, la identidad territorial interesa a tres autoras desde una perspectiva
diferente: I. Varraso, M. Fiori y la abajo firmante. I. Varraso reconoce la identidad
territorial en una subregión turística de la región Pulla: el Gargano. La autora analiza el
concepto de bien turístico que, desde su punto de vista, es tan sólo percibido como bien
productivo a disposición del turista; además, enfoca su atención en el Gargano desde el
punto de vista del patrimonio cultural, medioambiental, arquitectónico, por lo tanto, hace
falta hablar de un turismo cultural como el gran contenedor de la capacidad de animar
las motivaciones del turista. Un examen de los lugares turísticos presentes en dicho
territorio completa este capítulo. M. Fiori se pregunta si también la Geografía
Económica puede disfrutar de manera proficua del concepto de identidad territorial.
Desde luego, la respuesta es positiva: el discurso sobre la identidad ofrece nuevos
pretextos y métodos para crear conocimientos y competencias. Yo misma intento leer la
identidad del territorio y del paisaje con un método que, sobre todo, intenta resaltar sus
características.
M. Marengo se detiene en la nueva relación que se ha creado en la sociedad
posmoderna entre la esfera pública y la esfera privada, de hecho la sociedad civil recubre
hoy en día un nuevo papel: el de la intermediación entre las dos esferas.
T. Scamardi, docente de literatura, muestra que en el imaginario colectivo alemán
el lugar que más representa a Italia es la calle. A través de la observación y de la
representación de una aparente casualidad del flujo de vida cotidiana, así como se
manifiesta en las calles, el escritorviajero define cada vez su idea de Italia. El análisis se
realiza en textos de autores que se posicionan entre finales del setecientos y principios
del ochocientos y que abarcan los grandes centros culturales del sur: Nápoles y Palermo.
Pero se podrían hacer consideraciones parecidas, salvando las distancias oportunas,
estudiando otros períodos históricos y otras realidades geográficas.
Las especialistas en ordenación del territorio, A. Celino, A. Colonna y G.
Concilio, afirman que las imágenes del territorio empleadas para representar la actividad
de planificación resultan ineficaces para la construcción de estrategias de acciones
adecuadas. Una lectura objetiva del territorio no consigue siempre representar su
complejidad, desde aquí surge la necesidad de una lectura interpretativa.
V. Monno, también especialista en ordenación del territorio, se interesa en su
artículo por definir una Geografía de la transición que, desde su punto de vista, se realiza
a través de tentativas de conversación y de coexistencia entre lugares y políticas.
A. Bissanti, de manera irónica y aguda, indica las razones por las que en el colegio
no se debería estudiar Geografía.
Como conclusión, Rubén Lois y Miguel Pazos retoman la problemática te-

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rritorio/identidad, adelantada en mi aportación y en las de Varraso y Fiori, para poner de
manifiesto la situación de la disciplina geográfica en el caso español.

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La identidad: nueva categoría descriptiva del territorio y del
paisaje*
CLARA COPETA
Università degli Studi di Bari

1. EL CONCEPTO DE IDENTIDAD

Con esta aportación se quiere analizar el territorio y el paisaje a través del


concepto de identidad, que de esta forma quiere convertirse en categoría descriptiva. Se
ha intentado interpretar el territorio del Municipio de Corato (BA), en el marco del
Documento Programático Preliminar del Plan Urbanístico General (agosto 2002) y el
paisaje del Parque de la Alta Murgia.
Primero hay que preguntarse cómo entender el concepto de identidad. Con este
propósito podemos hacer referencia a E. Rambaldi (1979), que afirma que ésta sería el
producto de un proceso de diferenciación. Identidad significaría buscar en la diferencia
el principium individuationis. Incluso G. Paba (1998) nos recuerda que tan sólo la
revelación de la diferencia permite encontrar las identidades; diferencia entre individuo e
individuo (…), entre lugar y lugar, mundo y mundo (…). Entonces diferenciación en
sentido horizontal entre identidad e identidad, pero diferenciación interna y vertical
también. Diferencia y no escisión en la relación interna y vertical de la identidad consigo
misma. Identidad como residuo, fundamento ontológico, o bien como límite, punto de
aproximación, horizonte y objetivo.
La identidad nace, pues, en la búsqueda de la diferencia; sin embargo, es necesario
esbozar brevemente la relación Identidad/ Geografía.

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La vida de un concepto es compleja, sufre continuos cambios, y está sujeta a
reformulaciones que responden a un nuevo contexto ideológico. En Geografía, esto es
interesante en tanto en cuanto está fuertemente relacionado con nociones como las de
lugar y paisaje. Por ejemplo, hace poco más de un siglo, P. Vidal de la Blache, en su
Tableau de Géographie de la France (1908), sostenía que «une contrée est une (sic)
reservoir où dorment des énergies dont l’emploi dépend de l’homme. Cest lui qui en la
pliant à son image, met en lumière son individua-lité … Ce mot de personnalité
appartient au domaine de la Géographie humaine (pág. 8)». Por este motivo se
transforma en une individualité géographique que es propia de cada lugar y que deriva
de acontecimientos geológicos y climáticos, de la flora y de la fauna. Tenemos, pues, por
un lado, una reivindicación disciplinar, y, por otro, una identidad marcada por la
sustancialidad del suelo, por la fisicidad, la ruralidad1.
Si para Vidal de la Blache la individualidad se vincula con los lieux, para los
geógrafos humanos —hasta los años 50-60— la identidad/homogeneidad está
relacionada con el concepto de región, que a su vez está caracterizada por fenómenos
físicos y económicos; ésta es sustancialmente autoreferencial.
En los años 70 y 80, la new humanistic geography coloca la identidad, en cambio,
en relación con el lugar (place) que recibe una nueva definición. Se habla por un lado de
representación territorial, determinada por ciertas características ambientales, culturales,
históricas, paisajísticas, con las que un grupo social se identifi ca (Copeta, 1992).
Algunos autores norteamericanos, como Yi Fu-Tuan, afirman que la identidad humana
presupone la identidad con su propio place que así se convierte en símbolo de sosiego y
seguridad. Por consiguiente se ve esta identidad como un proceso descriptivo, relacional,
contingente y, sobre todo, social.
Vidal de la Blache relaciona la identidad con su lieu, los geógrafos humanos con
la región, y los geógrafos humanistas con el place y su valor simbólico, que se
exterioriza también en el sense of place. Ni que decir tiene que esta nueva visión del
concepto de identidad está inspirada en las teorías de algunos sociólogos, por lo general
de extracción fenomenológica (Berger y Luckmann, 1974), que afirman que la identidad
ya no es sustancial y tampoco personal, sino una construcción en la misma medida social
e individual, que puede considerarse como un conjunto de relaciones y representaciones,
que utiliza (Sciolla, 1988) un sistema de símbolos significativos (ej. lenguaje), y que se
desarrolla en una pluralidad de mundos de la vida (Berger y Luckmann, 19832).
Actualmente se asiste a una nueva reformulación del concepto y sobre todo a un
nuevo uso. Si hasta hoy la geografía era la única disciplina territorial en utilizar este
concepto, estableciendo una relación bastante consolidada, en los últimos años, la
planificación territorial ha reivindicado un uso proyectual, incluyéndola en un enfoque
que valoriza las nociones de territorio, eficacia, comunidad, identidad3 (Cinà, 2000).
Este enfoque territorialista ha sido admitido, y es el hecho más interesante, por las
leyes urbanísticas de la Regione Toscana (L.r. 16 gennaio 1995, n. 5, art. 24), cuya
reglamentación se denomina Estatuto de los Lugares4 y de la Regione Liguria (L.r. 4
settembre 1997, n. 36, art. 18, 25), cuyo dictado normativo se denonima Descripción

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Fundacional.
Estas leyes han sido ejecutadas sólo a escala comunal y/ o provincial, y apuntan,
entre muchas cosas, al redescubrimiento de la identidad del territorio y de su carácter
evolutivo, su afirmarse como centro de un nuevo proyecto social (Cinà, 2000, pág. 12).
Además, los lugares se convierten en un input del proyecto.
El mismo G. Cinà (2000) nos pone en guardia sobre las nuevas referencias
conceptuales, en cuanto que las formas y los medios para operar los análisis y las síntesis
interpretativas no están claramente expresados, y, además, manifiesta dudas, no acerca
de las intenciones de las leyes, sino acerca de los términos de su operatividad. Por
ejemplo la Descripción Fundacional debería construir saberes técnicos, saberes comunes,
pero, como demuestran los primeros planes redactados, emergen objetivas dificultades
de parte de los proyectistas al construir una Descripción Fundacional según el dictado
normativo (después de la experiencia de 150 planes) (ibíd.).
Se puede añadir que los conceptos utilizados de lugar e identidad no están
explicitados nunca, se diría más bien que son parte del registro lexical; y su identidad
corresponde a sus invariantes estructurales; además, no se hace nunca referencia a la
identidad tal y como la viven los habitantes.
En el caso examinado, la identidad se entiende como categoría descriptiva del
territorio, como lectura alternativa, que puede encontrar su utilidad, como acabamos de
decir, en un Documento Programático Preliminar del Plan Urbanístico General.
Por lo tanto, menciónese primero la Ley Regional núm. 20 de la Regione Puglia
del 27 de julio de 2001 «Normas generales de gobierno y uso del territorio»,
esencialmente los artículos 1 y 9, que son una declaración de intenciones.

Art. 1.–Finalidades.
La Regione Puglia persigue los objetivos de la protección de los valores ambientales históricos
y culturales del territorio, y también el objetivo de su recalificación, conducentes al desarrollo
sostenible de la comunidad regional.
Art. 9.–Contenidos del Plan Urbanístico General.
Previsiones estructurales.
… Identifi can las lineas fundamentales de la ordenación de todo territorio comunal, derivadas
del reconocimiento de la realidad socio-económica de la identidad ambiental, histórica y cultural del
asentamiento, considerando también las áreas a valorar y proteger por sus aspectos ecológicos,
paisajísticos y productivos singulares.

Este dictado normativo es más pobre que los anteriormente mencionados: faltan
referencias a la organización de los ánalisis territoriales y ambientales y, sobre todo, los
concernientes a la participación de los ciudadanos.
Por lo tanto, para el análisis identitario del territorio del Municipio de Corato nos
hemos inspirado en el concepto de identidad tal y como ha sido expresado por el
antropólogo F. Remotti (1995), que merece la pena enunciar brevemente:

• La identidad es en realidad una invención: se basa en decisiones y se organiza de


diferentes modos; así pues, de alguna forma siempre se construye, se inventa;

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• de esto deriva que incluso los confines se basan en decisiones;
• hay que negociarla continuamente;
• se ciñe a las particularidades (aunque no coincida con éstas);
• se alimenta de fuentes escritas: la descripción es algo que define la identidad;
• es un recurso;
• es una exigencia irremediable, pero siendo sólo identidad, muere; sola, corre el
riesgo de ser demasiado selectiva y hacer que se pierda la apertura a la alteridad;
• existe tensión entre identidad y alteridad, en cuanto que la primera se construye a
daño de la segunda.

Se puede añadir aun que es un devenir, un proceso, y que está relacionada con la
memoria.
Para hacer operativo este concepto y aplicarlo tanto al territorio como al paisaje
cabe definir un iter metodológico

• que empiece en la observación directa;


• que permita que emerjan las características objetivadas (las constantes) a través de
una operación de selección de lo observado;
• que describa peculiaridades del territorio.

Luego, a través de entrevistas directas, se intentará explorar el sense of place, el


vínculo de los habitantes con su propio territorio, y se evidenciarán las
autorrepresentaciones territoriales, paisajísticas y los lugares simbólicos (Copeta, 1992).
Un último parámetro consiste en considerar las relaciones identidad/alteridad
según la siguiente tipología (Remotti, 1995):

• la identidad niega la alteridad (territorios museizados);


• la identidad reconoce la alteridad;
• junto a la identidad se admite la inevitabilidad de la alteridad;
• la alteridad es coesencial: la identidad está hecha también de alteridad;
• se puede perder la identidad (ej. vacíos semánticos, atopia).

2. DESCRIPCIÓN DEL TERRITORIO DEL MUNICIPIO DE CORATO

El área del Municipio de Corato (alrededor de 170 km2) está situada en una franja
territorial prevalentemente cárstica denominada Murgias Bajas y en ligero declive: desde
cota 614 m (Masseria Pennacchio, parte de la cual se encuentra en pequeña área de las
Murgias Altas) hasta cota 232 m del centro urbano, a 144 m por encima de la carretera
provincial para Trani —confín comunal— hacia la costa adriática (fig. 1). Esta variedad

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altitudinal permite delinear tres áreas con otras tantas identidades:

• el centro urbano;
• el cinturón verde que rodea parte del centro urbano;
• el área de las Murgias Altas que se encuentra en el homónimo Parque Nacional.

2.1. EL CENTRO URBANO

El centro urbano (fig. 2) de la ciudad de Corato (46.796 habitantes, según el


último Censo) presenta una fuerte heterogeneidad. Por ello es posible diferenciar en su
interior tres subáreas con matices diferentes: a) el centro histórico, b) la ciudad del siglo
XIX y c) la periferia atópica.

FIGURA 1.—Los límites administrativos del Ayuntamiento de Corato (Bari)

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Las constantes que hay que considerar para todo centro urbano son:

• altitud;
• morfología;
• sistemas viarios internos del centro urbano;
• formas urbanas (del centro histórico y de la ciudad del siglo XIX);
• identidad arquitectónica;
• lugares públicos (analizados según las categorías: lugares simbólicos/lugares
atópicos);
• identidad productiva.

FIGURA 2.—El centro urbano de Corato (Bari)

2.1.1. El centro histórico

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La ciudad de Corato fue sede de una colonia agrícola romana, y por ende se
construyó según un esquema viario ortogonal. Alrededor del año 1000 el Borgo Casale
(es decir, el antiguo núcleo de Corato) obtuvo la atribución de Civitas. En esa época era
un centro fortificado con una cinta muraria con cuatro torres y algunas puertas de acceso,
las viviendas se encontraban en la planta baja con sólo uno o dos espacios.
Hacia el siglo XIV se derribó en parte la muralla, para construirla después
externamente, de modo que dejara mayor espacio a la urbanización. En el siglo XVII
continuó la ampliación de los muros y eso dio origen al Stradone (Avenida), arteria
viaria que aún delimita el centro histórico casi en forma de círculo, con un radio de unos
160 metros5
Dejamos la descripción del centro histórico y de la vida socioeconómica al
ingeniero Giannuzzi, ingeniero comunal de la ciudad de Altamura, que, a principios del
siglo XIX, la describió de esta forma:

El municipio de Corato yace en un lugar bajo y húmedo de manera que no hay ningún edificio
que no disfrute de su pozo, para sacar aguas manantiales. Todos los edificios que lo componen (…)
están situados en un estrato de arena roja (…). Abundan los viñedos, y el vino, capital de la industria
que es sostén de las familias más distinguidas; el vino se conserva en su mayor parte en bodegas que se
extienden bajo las calles. Como es sabido, toda la gente de clase baja de aquellas poblaciones (…) es
sucia porque está acostumbrada a arrojar la basura (…) ante la puerta de sus viviendas (Galise, 1995).

En 1868 el ingeniero C. Rosalba, en su relación del Plan de ordenación territorial,


se expresó aún en estos términos: «La ciudad de Corato (…) está compuesta por una
parte central de la antigua construcción, rodeada por una amplia avenida en la que se
levantan los principales edificios y que reúne dos principales y espaciosas plazas
denominadas del Plebiscito y de San Domenico, en la carretera de Trani (…). Las calles
eran angostas y en el medio de éstas discurría un riachuelo descubierto de aguas
pútridas, de trecho en trecho eran interceptadas por arcos con viviendas sobrepuestas que
impedían el paso de los pocos rayos de sol. (…) estaban enmarcados por viviendas
imposibles, en gran parte sometidas al plano callejero, y de grutas subterráneas (…) en
esas casuchas no se podía encerrar ni siquiera a las bestias. En ellas, en cambio, vivía
gente muy particular, nativos que se transmitían las casas de padre a hijo. Los que no
pertenecían a esta clase dificilmente vivían en estos lugares: los últimos eslabones de la
cadena social, mujeres de mala vida, etc.»
El centro histórico era tan compacto que fue necesario, al menos para los
planificadores de la época, realizar algunas «hendiduras» que facilitaran las
comunicaciones. De esta forma la calle Duomo dividió en dos partes el centro histórico y
este corte fue apoyado también por el ingeniero C. Rosalba: «Además de este trabajo
(…..) queda todavía el de abrir la comunicación más fácil a la Iglesia Madre por la parte
trasera, que está próxima al Stradone Principal»6 Esta hendidura fue completada tan sólo
en los años 20 del siglo pasado.
Pero a causa de la presencia de este corte, la zona oeste del núcleo antiguo se
derrumbó completamente, de hecho, éste estuvo llenísimo hasta los años 20 y en cambio

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hoy aparece completamente abandonado y degradado.
Es necesario recordar que en 1922 se produjeron graves daños al centro histórico,
a causa del levantamiento de la falda freática, como consecuencia de añadas de lluvias
muy abundantes y por la falta de una red de alcantarillado adecuada. Cinco edificios se
derrumbaron, 484 sufrieron daños (entre ellos, edificios de valor), 214 fueron demolidos
total o parcialmente (Tandoi, 1997).
El centro histórico sufre todavía las consecuencias del desastre: áreas aplanadas a
consecuencia de los edificios demolidos, ruinas, construcciones inestables, etc. Un
centro histórico, pues, afectado por la degradación urbana y social, en el que, sin
embargo, conviven algunos edificios históricos notables que C. Gelao (1999) define
como «emergencias arquitectónicas», como el Palazzo de Mattis, el Palazzo Nuovo, el
Palazzo Gentile, la Iglesia Madre, que se remontan todos al 1600.
En conclusión: esta visión negativa se ha atenuado en los últimos años, en cuanto
que calle Duomo y calle Roma ya poseen un cierto aliciente comercial y algunos
edificios antiguos se encuentran en fase de restauración. Seguramente queda todavía
mucho por hacer (recuperación con la sustitución de las construcciones y rehabilitación
de edificios históricos, reforma de calles y lugares públicos, etc.), pero la
resemantización del área podría empezar aquí mismo.

2.1.2. La ciudad del siglo XIX. La ciudad del ingeniero Camillo Rosalba

La burguesía naciente produjo edificios neoclásicos: Palazzo Addario, Palazzo la


Monica Nuovo, Palazzo Lops, Palazzo Gioia, todos del siglo XIX, más allá del Stradone;
pero este territorio necesitaba un «ajuste general» así que se decidió valerse de un Plan
Regulador (uno de los primeros en Italia después de la unificación) cuya redacción se la
confiaron al ingeniero C. Rosalba en 1868.
A él se debe la característica identitaria más relevante de la ciudad «nueva», es
decir, su forma decagonal que abrazó sea la ya existente, sea la futura urbanización. «La
planta general fue concebida como una gran fortaleza para defender la ciudad, pero con
esa variedad que mejor se ajusta a la monotonía de las formas de un tablero de ajedrez.»
Además de esto, él preveía realizar una condición «mejorada de las viviendas y el
alejamiento de los residuos urbanos que aseguran la importante finalidad que Ustedes se
proponen. La pavimentación de las calles con inclinaciones reguladas (…)
enderezamiento de las calles tortuosas. La zona únicamente habitable y que mejor se
ajusta a las conveniencias del comercio y de fácil construcción es la que resulta de la
figura poligonal que constituye los extremos de la construcción actual». Además ha sido
necesario desarollar el área de las viviendas hacia el noreste «que posee una mayor
extensión para las nuevas viviendas y plazas a su alrededor, que en otro punto se
encuentra entre las comunicaciones de las ciudades cercanas de Trani, Ruvo y Andria».
«Hacen falta plazas, calles espaciosas y rectas. Pero esto no es suficiente, hace

25
falta que el plano esté bien diseñado, con gusto y brío, para que se encuentre al mismo
tiempo orden y originalidad, euritmia y variedad, aquí las calles se ramifican en forma de
estrella, como la pata de un gallo, por un lado y de espiga por otro, en forma de abanico,
paralelas, por todas partes trivios y cuadrivios, en diversas posiciones con una multitud
de plazas.»
Ésta era la intención del ingeniero C. Rosalba acerca de la morfología urbana y
viaria; la morfología arquitectónica de los edificios que, con el paso del tiempo, han
ocupado las partes no ocupadas del decágono es más variada: alguna alusión al Liberty,
a la arquitectura oficial del fascismo y, sobre todo, a la arquitectura «tradicional», de
hecho cabe recordar que, hasta hace unos veinte años, Corato era una ciudad campesina,
por eso las viviendas, incluso en su estilo arquitectónico, deben adecuarse a la actividad
económica prevalente.
La ciudad de Corato, a finales de los años 20 del siglo pasado, alcanzó los 50.000
habitantes, pero hubo que esperar a los años 50 del siglo pasado para la formulación de
un nuevo Plan Regulador confiado a los ingenieros M. Zocca y F. Leone (1957). Al
principio éstos propusieron limitar las demoliciones, en el interior del centro histórico,
sólo a los edificios en ruina, pero también propusieron enderezar la expansión urbana en
modo radial (a lo largo de las carreteras provinciales y estatales). Sin embargo,
permitieron la demolición de los edificios históricos, que se sustituyeron con «los
modernos» de mayor altura (21 metros), y que redujeron el carácter compacto de la
arquitectura de la ciudad.
Este Plan Regulador tenía previsto, también, lejos del centro urbano,
asentamientos de carácter popular: las Unrra Casas (el actual barrio Belvedere; véase
más abajo).
Por lo tanto, además de la complejidad urbanística del centro del siglo XIX, existe
otro orden de consideraciones que hay que subrayar, consideraciones sugeridas por F.
Choay (1995): «la ciudad, ejerce un doble poder maravilloso sobre sus habitantes, que se
arraigan en el espacio y en el tiempo (…) por eso los mismo que la edificaban, la
vivían».
Lo que acabamos de decir, hace que sea necesario relevar el arraigamiento, uno de
cuyos signos puede ser la fiesta patronal de san Cataldo, que dura tres días: 19, 20 y 21
de agosto. Para esta ocasión los emigrantes originarios de Corato regresan de Turín y
Grenoble (Francia), es decir, de las dos ciudades que hospedan el mayor número de
emigrantes. Es por este motivo precisamente por lo que se estableció un hermanamiento
entre la ciudad de Corato y la de Grenoble.
Otro signo son esos lugares que ya se han convertido en lugares simbólicos con los
que se identifi can los habitantes: el Stradone, Piazza S. Bolivar, Piazza Vittorio
Emanuele, Piazza Cesare Battisti, Piazza Plebiscito. De la misma forma se han
individuado lugares escasamente frecuentados por el público a causa de la degradación
social, lugares que resultan ser vacíos semánticos: Piazza Buonarroti, Piazza
Cannizzzaro, Piazza dei Bambini, Piazza d’Acquisto, Piazza Mentana.

26
2.1.3. La periferia atópica

Más allá del límite definido por el decágono del ingeniero Camillo Rosalba, se
encuentran asentamientos de carácter popular, y las ya mencionadas Unrra Casas, que se
remontan a los años 50. La periferia de Corato comparte la suerte de las áreas periféricas
de otros centros urbanos (las áreas denominadas «167»): que son atópicas y poseen
escasos servicios, motivo por el que la ciudad está obligada a gravitar alrededor del
centro urbano. De hecho, el municipio de Corato se está expandiendo a lo largo de todos
los ejes viarios, creando apéndices sin peculiaridades arquitectónicas y sin memoria. Tal
vez exista una excepción: el núcleo de San Elia (a lo largo de la vía de San Elia hasta el
cruce con la calle Massarenti), que presenta signos de una naciente identidad
(semantización del territorio).
Este núcleo presenta varios servicios: un banco, varios supermercados y
establecimientos comerciales, centros escolares. El elemento catalizador es la escuela
primaria Alcide De Gasperi, que favorece las interacciones sociales quedando abierta,
desde las 18:00 hasta las 22:30, para fomentar actividades sociales y deportivas para sus
alumnos y ex alumnos. En cambio existen dos lugares públicos: la Piazza Almirante y la
Villa Comunale, de los cuales el primero es un lugar de degradación social, y el segundo
carece del mobiliario urbano mínimo. Ambos son escasamente frecuentados, no cumplen
su vocación y son vacíos semánticos.
Mas allá de la periferia continua, se encuentra un segundo asentamiento de casas
recientes que corroe esa suerte de cinturón verde de olivares y viñedos que abraza con
amplitud desigual la ciudad de Corato. Existen además empresas agroalimentarias y
artesanales. La presencia de estos edificios es tan apremiante que la residencia señorial
de los Addario (en vía delle Macine), antaño rodeada de espacios verdes, hoy aparece
ahogada por el cemento.
La interfaz entre la periferia urbana y la parte degradada del cinturón verde
representa un área de transición que se identifi ca con la atopia que avanza y que
desnaturaliza.

2.2. EL CINTURÓN VERDE

Esta área se identifi ca con el territorio caracterizado por una altitud entre los 300
m y los 400 m. El suelo es cársico, por eso carece de cursos de agua de superficie;
existen por otra parte numerosos cauces secos (los lame, ej. Lama di Pietro, Lama
Porcara, etc.) donde se encuentran reductos de bosques, otrora abundantes, hoy en
cambio reducidos a pequeñas manchas (por ejemplo el bosque comunal Difesa).
Este territorio está recorrido desde hace siglos por tratturi: «arterias que
alcanzaban y alcanzan todavía la ciudad y las antiguas granjas (masserie), que aún
conservan su antigua funcionalidad y cultivos agrarios que siguen siendo los mismos

27
desde hace siglos» (Galise, 1995).
El suelo es más fértil que el del Murgias Altas y entonces aquí se encuentran los
cultivos más ricos7: olivares (48%), sembrados (18%) y viñedos (13%).
Los que trabajan en la agricultura residen la mayor parte en el centro urbano, ya
que dichos cultivos no necesitan de la presencia continua del hombre.
Las constantes de esta área son:

• altitud;
• morfología;
• uso del suelo;
• edificios;
• redes viarias, la antigua que consiste en tratturi y la moderna que consiste en
carreteras estatales y provinciales;
• identidad productiva.

Además de la fertilidad del suelo, algunos edificios califican el área. Son antiguas,
majestuosas masserias, a veces fortificadas, que se remontan la mayoría al siglo XVII y
XVIII: Addario, Cafaro, Mancini, Spada, Polvere delle Rose, Torre del Vento, etc.
Como ya hemos dicho, parte del cinturón verde, es decir, la parte donde se insinúa
la periferia del centro urbano, sufre una pérdida de identidad.

2.3. ÁREA DE LA ALTA MURGIA

Esta área se halla en el parque de la Alta Murgia, que es un espacio protegido, y


ello en sí constituye un gran recurso. Este territorio está destinado tradicionalmente a los
pastos, sin embargo, presenta áreas cerealistas debidas al cambio de uso del suelo, a
causa del despedregamiento (moledura mecánica de las rocas calizas que afloran).
El conjunto, según afirma Tommaso Fiore (1978), «da la impresión de un área
desolada, sombría, lóbrega, desesperada» en cuanto que los edificios son elementos
aislados y discontinuos, pero esta desesperación, en cambio, en verano se convierte en el
«paraíso de nuestros sueños» donde reina «la casa del encanto» (Castel del Monte).
Este territorio calcáreo determina la forma de vivir de los escasos habitantes que
siguen afincados en sus granjas (masserie).
Las constantes que este territorio revela son:

• el aislamiento/la ausencia de cualquier, aunque mínimo, centro urbano, que hoy se


ha convertido en una característica positiva rara, no común;
• edificios típicos: masseria, jazzi8, mungituri9, piscinas (para la recuperación de las
aguas pluviales), neviera (depósitos para amontonar la nieve del invierno, ej. san
Magno), paredes en seco (como límite de la propiedad);

28
• la cobertura vegetal: tanto la espontánea (seudoestepa mediterránea) como la debida
a la obra del hombre y áreas limitadas de repoblación;
• formas del suelo: todas la formas cársicas: dolinas, puli 10, pozos, barrancos,
inghiottitoi11;
• altitud: desde 400 m hasta 612 m.

Esta área, sin embargo, presenta evidentes signos de degradación que contrastan
su identidad, es decir, el despedregamiento (resultato de una política de incentivos
públicos-CEE y Regione Puglia) que ha desbarajustado irremediablemente la facies del
territorio, provocando un daño irreversible; las cavas, que abandonadas y no saneadas
muy a menudo se convierten en vertederos a cielo abierto; los fangos de depuración y
residuales y los vertederos abusivos, debidos al difícil control del territorio.
Los elementos puntuales que indican identidad/calidad presentes en el territorio
son: la Iglesia de san Magno, tumbas en forma de túmulo (en san Magno), Masseria
Cimadomo, Masseria Piede Piccolo, Masseria Torre di Nebbia Vecchia, Piscina
dell’Antica (en el Masseria Cimadomo), Masseria Musci.
El elemento de la zona que indica calidad/identidad es el Bosque Straccia
Cappello. Al lado de estos elementos cabe destacar el área de san Magno indicada por
los habitantes de Corato como su autorrepresentación territorial.

2.4. PARA CONCLUIR

Algunas mutaciones se verificaron en un breve plazo en el campo económico y en


el urbanístico; las otras constantes, en cambio, necesitan plazos más largos para
manifestar sus cambios. Por lo que concierne a la población cabe observar los datos
estadísticos sacados de los censos desde 1961 hasta 2001.

TABLA I

Fuente: Istat, Censo de la Población y de las Viviendas.

Por lo tanto, en los últimos cuarenta años la situación ha cambiado


completamente, la ciudad rural es cada vez más manufacturera y terciaria. Para el futuro

29
próximo es posible imaginar una agricultura aún más especializada, relacionada con un
sector agroalimentario complementario, lo que puede suponer un refuerzo de la
comercialización de estos productos.
En esos mismos años la identidad urbanística y arquitectónica ha cambiado al
mismo ritmo; lo que una vez era un centro compacto, hoy está diseminado, sin servicios
periféricos, con escasas áreas verdes y que, además, carece de lugares de agregación que
puedan favorecer la integración social y de esta forma poner en marcha procesos de
semantización del territorio. Sobre todo en este caso cabe pronosticar recalificaciones
territoriales y ambientales, que esperamos sean previstas en el nuevo Plan Urbanístico
General.

3. ANÁLISIS DEL PAISAJE DEL PARQUE DE LA ALTA MURGIA

Para hacer el análisis del paisaje del parque natural de la Alta Murgia hemos
empezado tomando en cuenta algunas consideraciones tratadas en la Convención
Europea del Paisaje (ratificada en Florencia en el año 2000) que propone por primera vez
una política adecuada al reconocimiento, valoración y protección del paisaje.
Nos han interesado por su innovación los siguientes apartados:

• la cualidad del paisaje constituye un elemento esencial porque no se refiere


solamente a los paisajes excepcionales sino también a aquellos que, para los
distintos grupos sociales, constituyen el cuadro de sus vidas cotidianas;
• la participación de los ciudadanos en los procesos de identificación y valoración de
sus paisajes (más allá de la autorrepresentación) que además son un componente
esencial del patrimonio natural y cultural;
• la identidad paisajística está relacionada con los procesos anteriormente
mencionados.

A partir de estas consideraciones se puede deducir la base conceptual que hemos


utilizado para realizar el presente análisis, es decir:

• el concepto de paisaje;
• las autorrepresentaciones;
• el concepto de identidad;
• el paisaje se entiende como un concepto relacional, en el sentido que se discute la
relación sujeto/objeto. Esta se puede entender como una descripción del modo en
el cual se consigue «vivir» y «poseer» dicho paisaje;
• las autorrepresentaciones se entienden como una proyección de la identidad de los
valores simbólicos y de la experiencia vivida, a nivel territorial, de un
determinado grupo social. Éstas se configuran a través de entrevistas con los

30
usuarios directos y actuan como una forma de comunicación no verbal;
• la identidad se entiende también como un concepto relacional, en nuestro caso se
utiliza como categoría interpretativa y se convierte en sinónimo de calidad.

Si bien la identidad se forma a partir de la toma de decisiones, se trata de una


construcción social y es posible determinar en cada momento su núcleo ya que está
constituido por constantes que son fundamentales para hacer operativo el concepto
mismo.
Intentaremos registrar la identidad del paisaje del parque de la Alta Murgia, en
primer lugar con la identificación de las constantes que constituyen su estructura. Tal
selección se basa en el estudio histórico-cartográfico, archivístico y en el reconocimiento
directo del territorio.
La primera característica que asume la cualidad de constante es:

• el aislamiento, es decir, la ausencia de centros urbanos mínimos; en el pasado esta


constante tenía una connotación negativa mientras que hoy puede reconsiderarse
y convertirse en una característica «no común».

Y además:

• construcciones típicas (masías, jazzi 12, ordeñaderos, cisternas, muros de piedra sin
argamasa, etc.);
• tipos de suelo (por ejemplo, todas las formas típicas del carsismo);
• la cobertura vegetal (tanto la espontánea como la debida a la obra del hombre).

3.1. LAS UNIDADES DEL PAISAJE13

En una primera lectura del paisaje es preciso concretar las unidades que según P.
Castelnovi (1997) sirven para desarrollar «el carácter de “elemento” de la estructura
mayor» y tienen que ser «reconocibles para pertenecer a categorías tipológicas». Éstas
son útiles para «describir grandes secuencias de paisaje» (pág. 92).
El paisaje de la Alta Murgia constituye una sola unidad, pero, pese a ello, es
posible individuar tres subáreas:

• la subárea en la Fosa Bradánica, que comprende una parte muy limitada. El


elemento característico es la llanura de la Fosa Bradánica (casi 400 m de altitud),
que tiene como fondo las colinas Murgianas (casi 700 m). El cultivo de cereales
es típico de esta área; el cultivo de tabaco es muy reciente y está ubicado en áreas
muy limitadas;

31
• la segunda comprende los territorios de los pueblos de la Alta Murgia: Poggiorsini,
Altamura, Spinazzola y Minervino (desde 450 m hasta 600 m de altitud). Se
caracteriza por la presencia abundante de roca calcárea y el predominio del
cultivo de cereales que gracias a las compensaciones de la Comunidad Europea
en base a las leyes regionales (n. 984 de 1977 y n. 34 de 1981) se ha difundido en
áreas que antes estaban reservadas a los pastos matosos y arbolados (zonas de
seudoestepa mediterránea);
• la tercera comprende el borde exterior de la zona del parque donde el territorio
degrada hacia la costa adriática (de 300 a casi 400 m de altitud). Hasta hace pocos
años se llamaba la Apulia del Árbol por la abundancia de cultivos arbóreos
(olivares, viñedos, almendrales), hoy tal definición se adapta sólo a un territorio
limitado a causa del despiedramiento, aún existen zonas de bosques,
esencialmente de encinas.

3.2. LA LECTURA DE LOS SIGNOS

La lectura es la relación que hace de nexo entre un signo y un sujeto. U. Eco nos
recuerda, con un poco de ironía, que ésta es una interpretación, con todos sus límites. De
hecho, es preciso tener en cuenta que cualquier texto presupone, por una parte, la
ambigüedad del mensaje y del contenido (por ejemplo, los signos del territorio que van
desapareciendo, que ya sólo son restos o que han mutado sus funciones convirtiéndose
en ambiguos), por otra, los prejuicios distorsionados del receptor, es decir, todo lo que
definimos como ideología, objetivo y contexto cultural. Las presuposiciones irreales
también son las connotaciones aleatorias, además de los errores de interpretación.
Por lo demás, aún es preciso tener en cuenta que cada objeto se reviste de sentido
y que la sociedad convierte el uso del objeto en el significado del mismo (Barthes,
1966). ¡Entonces la semantización es fatal! Pero, además de esto, es fundamental
subrayar que los significados no son estables a lo largo del tiempo y no existe uno
definitivo.
La lectura de los signos característicos de un determinado paisaje es compleja y
arriesgada; de todos modos, se intentará aplicar un método de lectura —en parte
inspirado en U. Eco— a las construcciones presentes en la zona del Parque de la Alta
Murgia. El tipo de lectura que se ha efectuado es solamente positivo y no exhaustivo.
Para una lectura más detallada es preciso hacer una identificación de los signos y
de su significado actual puesto que no son estables durante el correr del tiempo y además
no existe un significado definitivo. Como afirma U. Eco (1977) «la historia con su
vitalidad voraz vacía y llena las formas, las priva y las enriquece de significados». El
grupo social puede hacer revivir las formas y los sistemas de significado aunque —como
se explicará más adelante— hay formas extensas que han perdido la potencia semántica
original, y aparecen como mensajes intensos y demasiado complejos respecto a las

32
informaciones que transmiten: un sentido pequeño para un cuerpo grande. Cuando sea
posible, se relacionarán los signos con su función actual y para esto nos inspiraremos en
U. Eco, el cual afirma que cada construcción se caracteriza por una función principal y
por una o más funciones secundarias: las funciones principales son denotativas, las
funciones secundarias son connotativas; la diferencia no es de tipo aseológico pero sí
que lo es en el sentido de que las funciones secundarias se apoyan en las funciones
denotativas. Este vínculo signo-función nos ayudará a hacer consideraciones, ya sea
sobre la actualización de la función de signo, en el caso de las construcciones, ya sea
sobre la evolución de la estructura de los mismos (de tipo simbólico o estructural).
Los signos seleccionados son:

• signos de la antropización histórica;


• signos de la morfología;
• signos de la vegetación;
• signos de atopía;
• signos del degrado.

3.3. LOS SIGNOS DE LA ANTROPIZACIÓN HISTÓRICA

El estudio de las construcciones no puede prescindir de una breve descripción del


sistema de asentamiento y de las relaciones socioeconómicas de la área murgiana.
Territorio destinado tradicionalmente al pastoreo con una extensa área de cultivo
de cereales, la Alta Murgia aparece visiblemente marcada por la oposición entre llenos
urbanos y vacíos agrícolas, donde las grandes concentraciones urbanas están colocadas
casi en forma de círculo alrededor del altiplano, destinadas a subrayar una relación
dialéctica basada esencialmente en la estructura latifundista de la Murgia y en las
funciones de tipo comercial, así como en la organización presente en los centros
urbanos.
La impresión de área desolada formada por extensiones pastoreocerealistas se
interrumpe por la presencia de elementos puntuales como masserie (masías) y jazzi,
también éstos aislados y discontinuos, los complejos diseños de piedra (constituidos por
cisternas, ordeñaderos, muros de piedra sin argamasa) a veces numerosos, que en su
conjunto constituyen un complicado sistema de estructuración especial en el cual cada
elemento, natural o construido, aparece insertado coherentemente en una especie de
unión entre tierra y hombre. En el ámbito de esta articulación el nombre masseria viene
comúnmente atribuido a todos los asentamientos rurales presentes en el territorio —
excepto construcciones de tipología y de función muy diferentes como los jazzi o
trulos14— prescindiendo de la distinta organización de los espacios y de las
edificaciones o de la presencia y diversa combinación de elementos definidos, como la
torre o el recinto15, aquí están congregados desde complejos formados por pocas

33
habitaciones en un único piso hasta las construcciones de dos y raramente tres pisos de
altura, realizados en un cuerpo único o en partes distintas especializadas según la
función, como la cisterna para la recogida del agua de la lluvia, distintos tipos de pozos
de abastecimiento, los trulos utilizados para el depósito del material agrícola, los pajares;
construido siguiendo el desnivel del terreno y destinado al amparo de los rebaños, el
jazzo está dotado, en general, de largas techumbres en la parte superior destinadas a
cubrir el redil —en comunicación directa con los corrales para acoger el ganado— y, en
la inferior, de ordeñaderos y distintas estructuras de servicio.
En esta estructura articulada, la presencia del jazzo asume una apariencia
discriminatoria en la lectura espacial del altiplano; dependiendo de la relación y la
combinación entre masía y jazzo, asi podemos entrever «dos “regiones” murgia-nas»;
entonces, supongamos la destinación económica que prevale del complejo arquitectónico
y del reflejo del territorio del cual forma parte, es decir, si está destinado a la explotación
extensiva de las praderías en agro de Altamura, o a una producción cerealista más ancha
en agro de Gracina. Es en la relación entre masía y jazzo donde se definen de modo más
visible acciones emergentes del hombre, en la «desolada» Murgia, la retícula territorial
de un sistema agro-pastoral, que se ha modelado con el pasar del tiempo y también
enriquecido con una estructura singular de asentamientos permanentes y temporales. El
mismo sistema ha adquirido un carácter de «modernidad» con la facilidad de
movimiento, el ciclo de los trabajos agrarios y la mecanización que, a menudo, ha
producido efectos nocivos en las antiguas estructuras del territorio y en su visibilidad,
destruyendo los signos sedimentarios con el tiempo e introduciendo construcciones
completamente extirpadas del contexto (por ejemplo, recintos altos de cimiento, naves
industriales, etc.).
Para los signos construidos, a través de la combinación de las funciones primarias
y de las funciones secundarias descritas anteriormente, hemos llegado a una lectura que
contempla cinco casos distintos, pero que de algún modo se puede extender y articular
según la tipología de manufacturado/producción.
Tipología A:
• coexistencia de las dos funciones primarias;
• permanencia de las funciones secundarias en una medida razonable;
• permanencia de las funciones secundarias bajo condiciones de enriquecimiento.

En la masía-agroturismo, donde ha permanecido la función original agríco-


la/económica, se ha sobrepuesto la función turístico/receptiva, que ha permitido la
conservación de los elementos arquitectónicos de la forma original, y se han
aprovechado una serie de nuevos valores ecológico/ambientales aportados por los
outsiders (turistas).

Tipología B:
• pérdida del sentido de la función primaria;
• permanencia de las funciones secundarias en una medida razonable.

34
Torre Quadra, residencia nobiliaria veraniega, situada en el centro de un vasto
latifundio de Bitonto, también era la referencia de una serie de actividades agrícolas. La
función original, bajo la presión del progreso tecnológico, ha cambiado hacia una
destinación de restauración más próspera (restaurante o sala de banquetes), que ha dado
más importancia a algunas tipologías específicas, conservando inalterado el conjunto
arquitectónico armónico.
La masseria Martucci, en Altamura, restaurada por completo y donde algunos
elementos de servicio han sido restaurados, como el jardín mediterráneo, el pozo, el
jazzo, modificando su destinación agrícola original y convirtiéndose así en un centro de
estudios y documentación sobre el territorio de la alta Murgia.

Tipología C:
• pérdida de la función primaria;
• pérdida de casi todas las funciones secundarias;
• sustitución de las funciones secundarias bajo condiciones de enrique-cimiento.

Castel del Monte, grande forma sin un significado más que el cultural/ testimonial,
ha perdido todas las funciones para las cuales fue concebido (residencia de caza o
residencia real); se ha perdido o se ha alterado el sentido de su forma plano/volumétrica
(el mandala16); su arquitectura ha sido restaurada, la UNESCO lo ha reconocido como
Patrimonio de la Humanidad, se ha quedado como el imponente museo de sí mismo.
Tipología D:
• pérdida de la función primaria;
• sustitución con otra función primaria;
• alteración de las funciones secundarias bajo signos de enriquecimiento.

Es el caso del Jazzo de la Ficocchia en Rivo, que se ha convertido en punto de


encuentro parroquial, que han modificado el sentido y el aspecto adaptándolo a las
propias necesidades litúrgicas mediante elementos simbólicos (cruces, altares…).
La Masseria Nací, donde algunos locales que en su origen estaban destinados al
refugio de los animales se han transformado en salas de baile, con los elementos de
decoración correspondientes.

Tipología E:
• cambio de la función primaria —sólo uso temporal;
• conservación de la función secundaria;
• signos de riqueza: nuevo valor ecológico/ambiental.

La masía de san Magno —Cimadomo, en Corato—, conserva, por ejemplo, la


función residencial sólo para períodos limitados de tiempo, mientras que continúa el uso
de los establos y el cuidado de los animales. Otro ejemplo es la masía Musci, también en

35
Corato, completamente restaurada, y donde la función primaria ha sido sustituida por la
residencial veraniega. Un ejemplo posterior, análogo a los dos primeros es la masía
Torre di Nebbia Vecchia (Torre de Niebla Vieja), en Corato, actualmente en fase de
recuperación.

Tipología F:
• restos de manufacturados.

Son los signos que van desapareciendo, probablemente porque la función original
no se podía sustituir, o mejor, eran manufacturados funcionales para un sistema
económico social y así, hasta hoy, no traducibles temporalmente. Muros de piedra sin
argamasa, trulos, ceñuelos y bancales aparecen hoy como formas que carecen de
función, cuya supervivencia, se debe, por desgracia, al estado de inmovilidad que está
atravesando el territorio murgiano.

3.4. LOS SIGNOS DE LA MORFOLOGÍA

Vamos a intentar hacer una breve descripción de la morfología peculiar de la zona.


Las características del territorio son el resultado de largos procesos de erosión,
principalmente a causa de las aguas pluviales que a través del anhídrido carbónico
deshacen el carbono de calcio del cual están compuestas las rocas calcáreas, dando lugar
al fenómeno del carsismo. El carsismo se caracteriza por el número y las formas de
superficie, y también por la presencia de una extensa vascularización hipogea. Las
«zonas cársicas» son las formas cársicas de superficie más difundidas, mientras que las
«dolinas» o puli17 son más vistosas y morfológicamente más típicas; y entre las formas
subterráneas (pozos, voragini18, grutas y cavernas), lo son los inghiottitoi (engullideros).

Tipología A:
• permanencia de la función principal;
• atribución de más funciones secundarias.

El pulo de Altamura, ha conservado a lo largo del tiempo una característica


particular debida a su destacada geomorfología, ya que tiene superpuesta una serie de
valores añadidos (hacer «escalada libre», ser la meta de excursiones de domingo…) y, al
mismo tiempo, ha perdido su valor reconocido porque lo usan también como
«cementerio» de automóviles viejos.

Tipología B:
• pérdida de la función principal;

36
• atribución de una función secundaria bajo signos de enriquecimiento.

La Gruta de Lamalunga, una ancha y articulada forma calcárea subterránea, donde


ha sido descubierto el hombre de Altamura, el fósil de un hombre que vivió hace,
aproximadamente, 200.000 o 400.000 años, y una serie de restos arqueológicos, que
testimonian que la función principal de la cavidad fue la de vivienda.

3.5. LOS SIGNOS VEGETALES

La flora espontánea de esta área está formada por zonas de bosques de fresnos y
robles y por formaciones subestépicas de herbáceos. El cultivo típico es el de cereales.
Se consideran signos atípicos las áreas de reforestación de coníferas y las plantaciones
recientes, como el tabaco. Un caso ambiguo es el de los sembrados sobre terrenos que
han sido despedrados.

3.6. LOS SIGNOS ATÍPICOS

En el caso de que una o más invariables de la identidad se pierdan o sean menos


relevantes se hablará de signos atípicos. Son signos que tienen un impacto visual
negativo como, por ejemplo, los signos de la modernidad que no van de acuerdo con el
paisaje murgiano (muros de contención de cemento, urbanizaciones modernas,
voluminosos cobertizos de cemento usados como refugio para animales, áreas de
reforestación de coníferas, senderos asfaltados, etc.).

37
3.7. LOS SIGNOS DE LA DEGRADACIÓN

38
Una posterior tipología de signos presentes en el paisaje murgiano son los de la
degradación, que se manifiestan de distintos modos y a través de procesos complicados y
articulados de los cuales no se conoce la repercusión efectiva en el territorio, pero se
puede intentar hacer, aunque sea, una breve descripción.

a) El despiedramiento. En los últimos años al fenómeno de la extracción de piedra


se le ha unido el del despiedramiento, un proceso que consiste en la excavación, más o
menos profunda, de los terrenos calcáreos y en la fracturación mecánica del material que
se obtiene. Desde una política de incentivos públicos (CEE-Regione), el fenómeno del
despiedramiento ha reducido de modo relevante la superficie pastoral del entero
altollano, alterando irremediablemente la facies (el paisaje). (Daño irreversible.)
b) Los canteros. La extracción está muy difundida. Las canteras abandonadas, en
vez de ser saneadas ecológicamente como se debería, según la normativa regional, se
utilizan como descargas a cielo abierto. (Es posible hacer intervenciones de
recuperación.)
c) Los embalses artificiales. Los embalses artificiales y el relativo sistema de
canales nacieron a causa de la «variante tecnológica» para la red hidráulica de la cuenca
de Capo d’Acqua. Tales infraestructuras, cuya construcción causa un notable impacto
ambiental, en particular visual, están inutilizadas. (Daño irreversible.)
d) Los fangos y las descargas abusivas. A causa de su aislamiento, que no facilita
el control, la Alta Murgia es un receptáculo de fangos para depuración y reutilización,
transgrediendo el plano regional de sanamiento de las aguas (DGR 455/83), además de
recibir descargas abusivas de residuos de diferentes géneros. (Es posible hacer
intervenciones de recuperación.)
e) Los servicios militares. Una consideración aparte se merecen los servicios
militares. Esta categoría es ambigua y por eso se ha decidido mencionarla en último
lugar. Su ambigüedad reside en que, por una parte, casi 14.000 hectáreas de territorio
murgiano han sido destinadas a polígonos militares permanentes (deliberación núm. 400
de 1976); por otra parte, se puede afirmar que, en cierta manera, han preservado el
paisaje.

3.8. LOS CRITERIOS DE VALORACIÓN

Después de haber conducido el análisis puntual de los signos que identifi can el
estado actual del paisaje, éstos tienen que clasificarse según algunas categorías de
valoración, que son: 1) Cualidad-Identidad; 2) Relevancia; 3) Vulnerabilidad; 4)
Criterio.
Naturalmente la segmentación adoptada no es «exclusiva», en el sentido de que un
signo que indica claramente identidad (criterio cualidad/identidad) puede resultar ser
«vulnerable» a causa de su estado de conservación y de su escasa accesibilidad (véase,

39
por ejemplo, el Jazzo Seicarri, en agro de Andria). Además estas categorías de
valoración están atadas a las correspondientes acciones de intervención:

a) Cualidad-identidad:
• rareza (por ejemplo, Pulo, Pulicchio, Castel del Monte, túmulos en Corato…);
• gran naturalidad (ej.: prados de matorrales con material calcáreo super-ficial, Lama
Poggiorssini, bosques de robles o encinas, zonas de seudoestepa mediterránea,
colinas murgianas, etc.);
• vistas panorámicas (ej.: panorama del Castillo Garagnone).

ACCIÓN: tutela y valoración.

b) Relevancia:
• el significado de los signos y de la memoria, de su carácter de imagen colectiva,
auto-representación paisajística (por ejemplo, área de san Magno en agro de
Corato, etc.).

ACCIONES: favorecer el reconocimiento y la tutela.

c) Vulnerabilidad:
• signos de identidad frágil y escasa intensidad informativa (ej.: complejos de
segundas casas modernas, masías y jazzi completamente abandonados).

ACCIONES: recuperación.

d) Análisis crítico:
• presencia de implantes alterantes, degradación física, modificación del aspecto del
paisaje y de las condiciones de naturalidad (ej.: despiedramiento, canteras no
recuperadas, etc.).

ACCIONES: recuperación, minimización, atribución de un nuevo significado.

Para poner ejemplos sobre el análisis desarrollado y la aplicación de los criterios


de valoración se adjunta el Esquema 1 (pág. 38).

40
FIGURA 3.—Territorio del Parque de la Alta Murgia

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42
El don de Humboldt: el concepto de paisaje*
FRANCO FARINELLI
Università degli studi di Bologna

Se necesitan tres, no sólo dos cosas, para que un paisaje pueda existir: no tan sólo
un sujeto que mira y algo que es mirado, sino también el máximo de horizonte posible,
y, por lo tanto, una altura que lo favorezca, a no ser que el ambiente sea del todo llano.
La última condición es la más significativa. Por sorprendente que parezca, es sólo a
comienzos del siglo XIX —con la Erdkunde de Ritter— cuando la descripción geográfica
del mundo empezó a incluir, y de manera sistemática, la de las formas del relieve,
ignoradas casi del todo hasta el siglo XVII. Y antes de la segunda mitad del siglo XVIII, es
decir, antes de que los barómetros a presión llegaran a ser instrumentos fiables, a muy
pocas personas se les había ocurrido medir la altura de un monte (Dainville, 1962). Por
eso, el paisaje presupone no sólo la modernidad, sino también la domesticación de los
montes, su inclusión en la ecúmene, que sólo tuvo lugar, precisamente, entre los siglos
XVIII y XIX.
Precisamente por todo ello, el sujeto del paisaje, el hombre que mira desde lo alto
el panorama de abajo, es un sujeto históricamente determinado. En ámbito geográfico
eso coincide con el nacimiento de la «sociedad civil», de la opinión pública que se
opone, en Alemania, al mundo aristocrático-feudal.
El concepto de paisaje empieza a formar parte del análisis geográfico gracias a
Alexander von Humboldt, uno de los representantes, junto a Ritter, de la Erdkun-de1. En
el segundo volumen de su obra maestra, Cosmos, aparecido en Berlín en 1847, o sea un
año antes de los motines que conducirían a la burguesía al poder, esboza la historia de
los modelos que han dominado, desde los orígenes, la visión del mundo por parte de la

43
humanidad. Y toda su reconstrucción se desarrolla alrededor del papel estratégico
desempeñado por el modelo de paisaje. A propósito de eso, Humboldt (1845, págs. 4-6,
8-10, 17-20, 24, 66-7, 71) distingue tres estadios del conocimiento, tres etapas de la
relación cognoscitiva entre el hombre y su ambiente, valederas no sólo desde el punto de
vista de la filogenia, es decir, de la historia de la estirpe humana en su conjunto, sino
también desde el de la ontogenia, la historia de cada individuo.
El primer estadio es el de la sugestión (Eindruck), que nace en el ánimo humano
como manifestación original, sentimiento primigenio ante la grandiosidad y la belleza de
la naturaleza. Su forma cognoscitiva es precisamente la del paisaje, que corresponde con
el mundo entendido como armónica totalidad de tipo estético-sentimental a la que todo
análisis racional (todavía) es ajeno, y que, por lo tanto, sólo tiene que ver con la facultad
psíquica del sujeto.
Eindruck es una palabra compuesta y sencilla sólo en apariencia. Druck significa
precisamente impresión y vale incluso para la de las letras de imprenta en las hojas de
papel blancas. En cambio, para Humboldt atañe a la sensibilidad del sujeto que mira: la
hoja blanca es su alma y las características del paisaje son los moldes que en ella se
imprimen. Pero también la otra mitad del término tiene igual importancia, el prefijo Ein.
Significa «uno», pero, en realidad, tiene una doble función. Por un lado, se refiere a la
singularidad e individualidad del sujeto que mira y, mirando, desencadena el proceso del
conocimiento. Al mismo tiempo, señala la aptitud del sujeto para reducir a unidad la
pluralidad de impresiones, así que, ya desde el principio —aunque sólo a nivel estético y
de la impresión—, el ámbito cognoscitivo se configura como una totalidad, un todo
predispuesto a la revelación del orden «escondido bajo la piel de los fenómenos».
La tarea del estadio siguiente, el Einsicht, es decir el análisis, consiste en
desarticular la totalidad sentimental e iniciar su traducción en términos científicos. De
hecho, en el vocablo Ein-sicht, el prefijo, en apariencia idéntico, expresa lo contrario de
lo expresado en Ein-druck. Sicht quiere decir aquí «vista», mirada estrechamente
conectada con la elaboración reflexiva y el pensamiento racional. Y la unicidad
vehiculada por el prefijo no afecta al sujeto, sino al objeto, se refiere a la concentración
del pensamiento en un solo elemento entre los presentes, en forma de totalidad, a la
íntima impresión de partida. En el estadio intermedio, el del análisis científico, ya no hay
paisaje (sentimiento, impresión estética), ni, por consiguiente, totalidad, sino solamente
una disección fría y racional de cada componente.
Sin embargo, el eclipse de la totalidad es momentáneo y sólo tiene que ver con el
segundo nivel del conocimiento. Se restablece completamente en el tercer y último
estadio, que Humboldt identifi ca con el concepto de Zusammenhang, de totalidad
constituida por el estar juntos (Zusammen) en una relación de mutua interdependencia de
todos los elementos anteriormente analizados. Se trata de la síntesis, del punto de
llegada, del término extremo del procedimiento cognoscitivo. En él, en virtud de la
mediación constituida por el examen analítico, la totalidad original es transformada y
restablecida ya no a nivel estético y de la impresión sentimental, sino científico. Para
Humboldt, el desarrollo de cada conocimiento no es sino traducción en términos

44
finalmente científicos de una impresión auroral, la expresada precisamente por el paisaje,
que no es absolutamente científica, sin la que, sin embargo, toda la ciencia sería
imposible.
En el lenguaje de la ciencia actual, el Zusammenhang de Humboldt corresponde
con la complejidad, o, mejor dicho, con la complejidad global. Y no caben dudas de que,
cuando verdaderamente se haga la historia del pensamiento global, a Humboldt le tocará
un puesto de absoluto relieve.

1. EL PAISAJE ES EL ICONO

Hay una analogía patente entre la tríplice articulación cognoscitiva de Humboldt y


la tríplice articulación de Peirce a propósito de la relación entre signo y objeto, ya que,
prestando atención, existe una correspondencia puntual entre los estadios de la primera y
los modos de la segunda. Pero, en el caso del primer nivel —el del paisaje y del icono—
se trata de una verdadera coincidencia, de una identidad programática. Y precisamente
en esa identidad se fundamentaba la estrategia de Humboldt, cuya intención era la
transformación del hombre de gusto en observador de la naturaleza.
Su objetivo era arrancar a la burguesía alemana de los «vacuos juegos poéticos»,
como más tarde diría Franz Mehring (1910, trad. it. pág. 164), para dotarla, en cambio,
de un saber capaz de garantizarle, con el conocimiento científico, el control del mundo.
Pero todo eso precisamente a partir de la «distinta educación literaria» de las «más altas
clases populares», de «todos los rangos cultos» (Humboldt, 1845, pág. 18). La última
expesión traduce las palabras alemanas die Gebildeten, que literalmente significa «los
que se han formado en la imagen (Bild), en los cuadros». Y Cuadros de la naturaleza
(Ansichten der Natur) se llamará la obra, publicada por primera vez en Tubinga en 1808,
que convencerá a la entera burguesía europea para que estudiara el mundo físico. Con
esta obra el concepto de paisaje se transforma, por vez primera, de concepto estético en
concepto científico, pasa de la literatura artística y poética a la geografía, se carga de un
significado inédito y literalmente revolucionario, desde el punto de vista de la historia
del conocimiento. Todavía hoy día el término Ansicht (al pie de la letra: veduta) tiene
dos sentidos: lo que se ve y lo que se piensa, lo cual confirma su sentido unitario, su
original inseparabilidad, su absoluta coincidencia funcional.
El ámbito en el que se inserta la realización del proyecto humboldtiano es el del
complejo de la esfera pública burguesa. Georg Forster fue el primero que introdujo en
Alemania, en los umbrales de la última década del siglo XVIII, el moderno concepto de
opinión pública: con él Humboldt se fue a París en 1790, para conocer la revolución
republicana. Forster volvió convencido del jacobinismo y de la oportunidad, en tierra
alemana, de la experiencia de Francia: el fracaso de la insurrección de Maguncia, en la
que participó en primera línea, precedió por pocos meses a su muerte. En cambio,
Humboldt no se dedicó a la revolución política, sino a la cultural, precisamente centrada

45
en el concepto de paisaje y la mudanza estructural de su función, de estética a científica:
mudanza que podía realizarse sólo a partir de la imagen artística, la única imagen de la
naturaleza entonces conocida por la burguesía. Se trataba de conducir al protagonista de
la dimensión pública literaria, al conocedor de la obra de arte, hacia una visión del
mundo que pudiera evolucionar en comprensión científica del propio mundo, yendo más
allá de la simple contemplación. Se trataba de transformar la cultura burguesa partiendo
de su matriz estética, de mudar el sabor pictórico y poético, al que esa cultura estaba
limitada, en ciencia de la naturaleza, apta para el dominio y no sólo para la simple
representación. El paisaje, la veduta pictórica fue, con Humboldt, el instrumento de esta
transformación. Al fin y al cabo, opina Humboldt, estratega del pensamiento crítico
burgués, que la entrada en el ámbito del conocimiento científico presupone atravesar
totalmente el «reino de la apariencia estética». Y precisamente el concepto de paisaje,
que todos los burgueses conocen porque conocen los cuadros y las demás descripciones
artísticas, es concebido como el vehículo más apto para garantizar ese tránsito (Farinelli,
1991).
De muchacho, Georg Forster había acompañado a James Cook en su sugundo
viaje por el mundo. Y cuando Humboldt indicó el origen de su ardiente deseo de visitar
los países tropicales, recordó, además de las descripciones de las islas de los mares del
sur por parte de su amigo, los cuadros de Hodges, que él vio en Londres, en la residencia
del virrey indiano Warren Hastings, y que retratan las riberas del Ganges. Aún era la
época en la que, proponiendo las palabras de Heinrich von Kleist (s. d., pág. 76), los
exploradores circunnavegaban el globo terrestre «para ver si acaso no estuviera más
abierto en algún punto por su parte trasera».

2. LA MIRADA DE HUMBOLDT Y LA ASTUCIA DE LO PINTORESCO

Pero Humboldt nunca consiguió ir a India. Para los ingleses era impensable que un
acusón alemán, con ser gran amigo del rey de Prusia, vagara tranquilamente por sus
dominios. Entonces, al final, Humboldt se dirigió al mundo tropical de América,
empleando toda la conspicua herencia materna en el último gran viaje privado de
exploración científica, después del cual la organización de la batida del globo llegó a ser,
a esos niveles, asunto de Estado. Entre 1799 y 1804 penetró en la cuenca del Orinoco y
en las Andas, remontando por el istmo americano y Cuba hasta Washington, ciudad que
el presidente Jefferson acababa de proyectar y construir. Como se expresó Chateaubriand
(s. d., pág. 60), el primer romántico francés, en América Humboldt «lo ha pintado todo y
lo ha escrito todo». Más tarde, Antonello Gerbi (1995, pág. 453) explicaría que con
Humboldt el pensamiento de Occidente realiza finalmente la pacífica conquista y anexa
idealmente a su mundo, al único Cosmos, esas razones que hasta entonces habían sido
casi sólo objeto de curiosidad, asombro y derrisión. Por lo tanto, una verdadera
revolución de la mirada, que recoge y explota la lección de los «viajeros pintorescos»

46
especialmente atraídos, inmediatamente antes de la Revolución Francesa, por los
volcanes mediterráneos, a cuya «fascinación de serpientes de cascabel» ni siquiera
Goethe (1903, trad. it., págs. 168-200) logró sustraerse. Ya para ellos el mundo consistía,
al pie de la letra, en una serie de cuadros, su descripción dependía de la preliminar
reducción de las facciones terrestres a un conjunto de ilustraciones artísticas. Así, por
ejemplo, Jean Hoüel (1782, pág. 2) describe la partida de la costa de Campania hacia
Sicilia: «a cada paso nuevos objetos se ofrecían a nuestra vista. Muy pronto el Vesubio a
la derecha, Pozzuoli y Baia a la izquierda, se acercaron debido al alejamiento de nuestro
barco de la costa, formando un único cuadro con la ciudad de Nápoles».
Es precisamente ésta la imagen pintoresca, como se explica bajo el relativo lema
en la Encyclopédie de Diderot y Dalambert: una imagen en la que el golpe de vista
impresiona mucho, «según la intención del pintor», pero, al mismo tiempo, los objetos se
distinguen con facilidad, a costa de reducir al mínimo el estorbo de la presencia humana.
La función de esta última sólo consiste en hacer apreciables, por lo contrario, las
incomensurables dimensiones de la escena natural que funge de fondo. Por tanto, basta
con un par de figuritas para dejar casi todo el primer plano a la minuciosa y precisa
representación de las exóticas formas animales y vegetales, de las inusitadas (para el
lector europeo) morfologías, cuya representación es el objetivo real del artista. En los
magníficos in-folios de los viajes en el Reino de Nápoles y las islas del Hoüel y del
Saint-Non las imágenes pintorescas acompañan sistemáticamente al texto, según una
relación orgánica que hace inseparables a éste de aquéllas. El monumental relato de la
hazaña americana de Humboldt, en 35 volúmenes, fue completado con dos atlas, uno
geográfico y el otro compuesto de vedutas: las Vues des Cordillères et monuments des
peuples indigènes de l’Amerique, publicadas en París en 1810. Tales incisiones en
colores, en las que canon pintoresco e ilustración científica se unen, fueron el
instrumento más sutil y nervioso de la estrategia humboldtiana, porque precisamente con
ellas, para Humboldt, el paisaje coincide.
Ábrase, por ejemplo, en correspondencia de la tabla central, que representa el
Chimborazo visto desde el altiplano de Tapia. Higos chumbos, cactos, rocas y llamas,
además de algunos indígenas con vestidos variopintos, resaltan en la llanura dominada
por el volcán que entonces se creía que era, con sus 6.500 metros aproximadamente, la
montaña más alta del mundo. Su mole se recorta poderosa sobre el azul cobalto del cielo,
hecha aun más vívida por el cándido capucho que orna la cumbre y baja, por la ladera,
hasta desaparecer, con un borde absolutamente rectilíneo, por debajo de una cierta cota:
el límite de las nieves perpetuas, que Humboldt sitemáticamente detecta y que más que
otras cosas apremia hacer observar al espectador, extasiado por la belleza de la escena y
la brillantez de los colores. (Para estos dibujos vale lo mismo que para los esquemas
geométricos, a los que hemos recurrido al principio: ninguna reproducción puede
sustituir a la visión directa; y no para no ceder, en este caso, a su contenido implícito,
sino, al contrario, para poder ser seducidos, siguiendo las intenciones de Humboldt.)

47
3. UNA «NEBLINOSA LEJANÍA»

El propio Goethe, en las Afinidades electivas, reconoce la extraordinaria habilidad


de Humboldt y su capacidad de seducción. La historia de sus relaciones no es nada
simple y está llena de silencios, divergencias y acuerdos. Por ejemplo Goethe, a
diferencia de Humboldt, nunca admitirá el uso de instrumentos que ayuden en la
indagación de la naturaleza, y sostendrá que a ésta sólo le basta con su ojo tal como es,
sin recurrir a ninguna prótesis. Pero ambos están de acuerdo en un punto: la presencia,
en cada vista del paisaje, cada vez que se mira el mundo desde el punto de vista
paisajístico, de cierta bruma al horizonte, de una progresiva pérdida de claridad y
limpidez del aire conforme la distancia va aumentando. No se trata de un simple
fenómeno atmosférico que depende de condiciones peculiares de naturaleza climática y
metereológica, como de buenas a primeras se podría pensar, sino de un dato cultural y
político. Para el Goethe del Viaje a Italia, el horizonte aparece brumoso porque en su
mirada influyen los cuadros de los paisajistas que estuvo admirando en Alemania antes
de su partida, entre los cuales se encuentran algunos de los artistas tomados como
modelos por Humboldt en el Cosmos: Anibal Carracci, Ruysdael, Everdingen, Poussin,
Claude Lorrain (Hard, 1969). En el caso de Humboldt, la cuestión es aún más
complicada, porque lo que en Goethe no es del todo consciente y en cualquier caso no
intencional, obedece, en cambio, a un proyecto preciso y deliberado y sigue el curso de
una metáfora calculada y coherente.
Para Humboldt, al igual que para los burgueses conciudadanos suyos, la
fascinación por los países tropicales depende, ante todo, del hecho de que allí está
completamente ausente el despótico poder aristocrático-feudal que, al contrario, domina
en la patria. Precisamente porque ese poder, que es máximo en llanura, se atenúa y va
desapareciendo en los relieves, la montaña alemana es tanto para Humboldt como para
su amigo Schiller, la casa de la libertad, una especie de versión doméstica de los
trópicos. Y es en la cumbre de la montaña donde la «neblinosa lejanía» se manifiesta y
provoca «un embrujo lleno de misterio», una impresión que se refleja grave y présaga en
el espíritu y los sentimientos: la imagen de lo «sensible-infinito» (Humboldt, 1845, pág.
38), es decir, del carácter fatalmente incompleto de lo que vemos, estructuralmente
inconcluso de lo que sabemos, programáticamente partisano (aunque tienda a la
totalidad) de lo que hacemos. También para Humboldt —como para Goethe— la bruma
que envuelve las cosas en lejanía es indicadora de la dependencia de la descripción
literaria de la representación pictórica, pero, al mismo tiempo, es mucho más. Para
Humboldt, estratega, o mejor, político del conocimiento, ella es metáfora de toda
intención proyectiva, de cada proyectualidad político-social, siempre en el horizonte y
nunca alcanzada, y por eso indeterminada en sus formas menos cercanas. Tal como
Humboldt explota la ambivalencia del término «paisaje», en el que significado y
significante son indistinguibles, de la misma manera objeto y concepto presentan, en el
primer estadio de su estrategia cognoscitiva, la misma forma vaga e indefinida (Farinelli,
1991).

48
De forma y estadio del conocimiento, de fase de una estrategia y vehículo de una
tensión, el paisaje pasa a ser, de golpe y sin explicación, un simple conjunto de objetos
en 1919, con los «fundamentos» de la Landschaftskunde (que hay que traducir, por tanto,
como «geografía del paisaje») de Siegfried Passarge. Como se deduce de este texto,
dado que el paisaje es la única forma de realidad asequible al geógrafo, equivale a la
propia realidad geográfica. Y ya está. El estado del alma y la etapa cognitiva, entonces lo
invisible y lo existente (lo que no se puede tocar ni contar), de esa forma llegan a ser la
cosa, visible y existente, a la vista y al tacto del geógrafo. La Primera Guerra Mundial
fue la ocasión o, más bien, el móvil de esa repentina mudanza ontológica. El instrumento
fue la cámara fotográfica, un medio que reduce a dato instantáneo y objetivamente
producido lo que antes era, en cambio, el resultado de un proceso subjetivamente
fundado y conscientemente determinado desde el punto de vista social. Y así es que la
conciencia del carácter procesal y social del conocimiento (no tan sólo del geográfico)
padecieron el mismo destino que la bruma que los representaba: desaparecieron de la
vista y, por eso, cesaron de existir.

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50
Especificidad, tipicidad e identidad en los sistemas
socioeconómicos locales. Aplicación de una metodología
para el levantamiento de las relaciones geográficas entre
empresas*
MARIA FIORI**
Università degli Studi di Bari

1. LOS SISTEMAS SOCIOECONÓMICOS LOCALES ENTRE IDENTIDAD Y


CONEXIÓN CON LAS REDES GLOBALES

En la última parte del siglo pasado, y no sólo en el ámbito geográfico, se


subsiguieron reflexiones, a veces contrapuestas y alternativas, sobre las transformaciones
socioeconómicas en curso. En un primer momento se depositó confianza y se manifestó
cierto interés en los procesos de «globalización» y reducción de las diversidades. Sin
embargo, muy pronto el debate se enriqueció con la literatura y la producción científica
sobre lo «local», el lugar, sus valores, sus instituciones, sus reglas, la identidad (Sforzi,
2000).
La ciencia económica, con sus orientaciones marginalistas y utilitaristas, la
regional science, la geografía cuantitativa, habían concebido un hombre racional
«librado» de su propia comunidad y cultura, es decir, de los vínculos de una identidad
geográfica. El fenómeno de la atopía, nada nuevo en realidad, se impuso con fuerza
significativa y ganó relevancia social en la segunda mitad del siglo XX. La crisis de la
territorialidad está ampliamente difundida en las ciencias de la posguerra y, durante los
años 60 surgió primero como un asunto norteamericano, a raíz de la «ultra movilidad» y

51
la marginalización de las culturas locales, ya que se las creía incapaces de adaptarse a la
transformación.
El sucesivo progreso científico y, sobre todo, tecnológico habría tenido que
producir un mundo más estable y ordenado. Pero el mundo y las vidas humanas,
plasmados por los caracteres dicotómicos y dualistas de globalización e identidad,
terminan por parecerse poco a estas previsiones (Giddens, 1994). Desde unos cuantos
puntos de vista (por ejemplo, el de las tecnologías de la comunicación), la sociedad se ha
desterritorializado en la network society, la «aldea global» de McLuhan. Desde otros, ha
habido una oleada de expresiones tajantes de identidad colectiva, de retos a la
globalización también, a nivel de la especificidad cultural y de la voluntad de control de
sus propias vidas y ambientes (Castells, 1999). Es también por eso por lo que en las
investigaciones geográficas se detectan modalidades para la observación de más
variables idóneas, complejas, diferentes de las simplemente numéricas del
reduccionismo cuantitativo, a las que, de todas maneras, siempre es útil acudir.
Sobresale, una vez más, la conciencia de un «dispositivo simbólico» de los lugares, antes
empobrecido por una reducción del actuar territorial y un extrañamiento de los actores
locales (Turco, 1994, pág. 380).
Los conceptos de identidad y localidad que se van desarrollando en las últimas
décadas son casi del todo nuevos. No tienden a una reivindicación de provincialismos ni
a una exaltación de diversidades, sino que aspiran a distinguir y valorar hábitos y
prácticas de cada día, que a menudo son muy poco visibles, en las que se articulan
relaciones sociales y económicas, y que definen sus peculiaridades y su existencia en el
territorio. No se trata de la tradición stricto sensu, del pasado histórico, sino de la
perspectiva bajo la cual vivir el presente y mirar al futuro, una actitud con la que hacer
frente a los cambios económicos sin desestructurar la sociedad. (Sforzi, 2000).
En los procesos en curso este «localismo económico» no puede ser limitado a la
zona industrial, sino que hay que referirlo a una general «habilidad autoorgani-zadora de
un sistema con una relevante especialización, enraizado en la cultura y la vocación
económica de un territorio» (Landini, 1997, pág. 10). Entonces, no hay sólo una
«atmósfera industrial», sino que hay que tener en cuenta también otras formas de
especialización territorial. La separación espacial de la cadena del valor produjo
territorios especializados en una operación o en una fase del proceso de producción.
Además, hay otras formas de sistemas locales, muy a menudo deseados, cuyas premisas
son la atmósfera cultural y social y la identidad.
Frecuentemente, se trata de sistemas rurales, cuyas relaciones económico-
productivas y socioculturales se convierten en factores de competitividad: sus efectos
tienen consecuencias en muchos sectores (agrícola, agroalimenticio, artesanía, turismo,
educación), los cuales integran sus propias rentas y sostienen la desestacionalización.
Premisas de esas formas son la sociedad y/ o la comunidad local y las prácticas
reflexivas (Ferrao y Lopes, 2003). El análisis de las relaciones reales de carácter
geográfico que ese tipo particular de empresas desencadena en el espacio necesita una
metodología ad hoc, construida a partir de realidades territoriales concretas.

52
2. ¿QUÉ FENÓMENOS HAY QUE CONSIDERAR COMO INDICADORES DE
REALIDADES LOCALES CONCRETAS? ¿CUÁLES SON LOS APLICABLES A
OTROS SISTEMAS SOCIOECONÓMICOS Y A UNA ESCALA ESPACIAL MÁS
AMPLIA?

El concepto de identidad es típicamente, pero no únicamente, geográfico. También


tiene que ver con otras disciplinas, cuya numerosidad viene dada en función de sus
formas de manifestación: local, nacional, territorial, social, étnica, de género, económica
y otras. Por supuesto hay geógrafos que, desde hace tiempo, se ocupan de la identidad y
de los «modos inmateriales de pensar y vivir» (Cloke, Philo y Sadler, 1991), pero el
nacimiento de una geografía de la identidad y de un debate sobre ella es un fenómeno
bastante reciente en las revistas especializadas. Ese debate quizás sea más enraizado en
la investigación económica y sociológica. De todos modos, la Geografía Económica
cuenta con medios con los que tratar los fenómenos de identidad. Más aspectos de ese
fenómeno se pueden destacar por medio del concepto de lugar y, de hecho, existe una
geografía económica identitaria de los lugares.
Entonces, ¿qué hay que observar para una «lectura» de los sistemas locales y para
una comparación entre diferentes «sistemas identitarios», particularmente en el sur de
Italia? Gran atención se dedica in primis a las prácticas difundidas y colectivas. «Cada
sociedad produce territorios, espacios marcados por la práctica, por las representaciones
de la vida humana» (Bailly y Beguin, 1998, pág. 16), saberes tácitos y patentes, pegados
a las experiencias concretas locales y a las capacidades específicas determinadas por los
operadores económicos, sociales e institucionales, conocimientos técnicos y científicos,
producidos en las empresas, en las sociedades-comunidades y en las universidades.
En particular, las prácticas alimenticias suscitan cada vez más interés. La
circulación de valores gastronómicos es, al fin y al cabo, una comparación, en la que es
posible observar un flujo de comunicación asimétrico (Caldo y Guarrasi, 1994), entre
culturas con papel dominante y otras que, aun siendo, en apariencia, subalternas, logran
dar vida a especificidades que, en los mercados de hoy, que exigen diversificación,
llegan a ser ventajas competitivas. Uno de los fenómenos en los que esto se muestra con
más claridad es el turismo enogastronómico, que marca el paso del turismo suelo
consumidor al de renta-agrícola implementa-dor (Innocenti, 2002, pág. 32).
Aunque no tengan que depender en absoluto de una historia inmemorial, las
prácticas de las que se cree que se pueden sacar indicadores de identidad para un sistema
local tienen, obviamente, un origen. Así, hay procesos históricos de tradición económica
que han conducido a la formación del sistema económico identitario. «Cada nueva
unidad empieza a la fuerza su propia historia individual con analogías y diferencias
estructurales con sus padres.»
«Todo bicho viviente parte con una estructura inicial que condiciona el curso de
sus interacciones y delimita los cambios estructurales que esas interacciones provocan en
él. Al mismo tiempo, todo bicho viviente nace en un lugar particular, en un ambiente…
con su propia dinámica estructural, separada, al nivel operativo, del ser viviente… En

53
esa congruencia estructural, una perturbación del ambiente no contiene en sí la
especificación de sus efectos en el ser viviente, sino que es la relación con su propia
estructura la que determina su propia transformación con relación a la perturbación.» Ese
proceso no es evolutivo, «no hay supervivencia del más idóneo, sí que hay supervivencia
del idóneo» (Maturana y Varela, 1987, págs. 71, 87).
A diferencia del funcionamiento de un organismo, en el que el punto central es el
propio organismo, para el funcionamiento de un sistema social humano es central la
actividad dialógica, el dominio lingüístico y los medios de comunicación, los que se
pueden dividir en dos grandes familias, cuyos límites se hacen cada vez menos netos: los
medios de comunicación interpersonal y los de comunicación de masas. Entre los temas
relativos al dominio lingüístico se inserta el problema de la participación. Hoy en día
estamos asistiendo —lo cual prueba el papel creciente de la identidad— al relanzamiento
de las fórmulas de la democracia y de la finanza pública «de participación» en una
«concentración estable» en la actividad de apropiación y gestión (Berdoulay y Entrkin,
1998) de los recursos territoriales. Es conveniente prestar atención a la concentración de
intereses, ya que en ella también —y sobre todo— se produce la identidad. Con respecto
a eso hace falta observar las relaciones conflictivas entre diferentes identidades, que no
son las diferentes clases socio-espaciales, sino las internas a una misma clase socio-
espacial, en el uso de los recursos territoriales: naturales, antrópicos y simbólicos.
La tradición, los símbolos y las prácticas —como ya dijimos antes— para llegar a
ser identidad no tienen que existir desde tiempos inmemoriales. Más que una
investigación sobre el origen y la duración histórica de una tradición, conviene prestar
atención a fenómenos como la apropiación y el ejercicio de la tradición, de símbolos y
prácticas con las que plasmar el futuro y participar en la construcción de un proyecto
compartido, caracterizado por una gestión y un control de los recursos a nivel local. Una
tradición que desde el punto de vista multiescalar no sea subalterna, ni desaparezca, con
respecto a otros niveles de gestión y control.

3. METODOLOGÍAS: PREMISAS EPISTEMOLÓGICAS Y PARADIGMAS PARA


EL ANÁLISIS DE LOS SISTEMAS ECONÓMICOS IDENTITARIOS

Dado el asunto en cuestión, hay que preguntarse ante todo a qué paradigmas una
geografía de las identidades, y de las identidades económicas, puede hacer referencia y,
por lo tanto, qué instrumentos hay que utilizar. Hay muchas afinidades con las llamadas
aproximaciones críticas al racionalismo (Roszac, 1973). Es posible y necesario captar
instrumentos de una plétora de corrientes y aproximaciones: de estudios geográficos,
económicos y sociológicos de perspectiva humanística, de estudios sobre las relaciones
sociales, aunque no comunitarios, de los estudiosos radicales, del pensamiento sistémico,
de la complejidad y, no por último, de la geografía cuantitativa. Con respecto a esta
última, más que a los modelos que se desarrollan y se completan en la sola dimensión

54
lógico-formal, hay que hacer referencia a los probabilistas y constructivistas, en los que
la «for-malización parte de los comportamientos observados y registrados». De hecho,
una geografía de la identidad no tiene que ser antitética a los «análisis» positivistas de la
cuantitativa spatial science, que, con su representar un punto de vista incompleto
(Robinson, 1998, pág. 407), en todo caso ofrece elementos útiles para la interpretación,
el control de los resultados y la representación de los datos.
Los métodos para hacer frente al momento identitario de la geografía económica
se definen en esas prácticas cognoscitivas que se realizan en las «técnicas del análisis
cuantitativo» (Robinson, 1998, pág. 411), en los cuestionarios (entrevistas formales), en
las entrevistas no direccionales (encuestas informales), en la observación participante, en
la actividad hermenéutica. Con estas prácticas es posible observar fenómenos-
indicadores de tipicidad, a saber: la concentración de los consumos y de la producción, la
presencia de símbolos locales en las susodichas actividades, el papel que algunas
prácticas económicas y algunos bienes, prevalentemente alimenticios, desempeñan en las
imágenes y proyectos de las comunidades locales.
La literatura geográfica brinda una serie diversificada de instrumentos y métodos,
cuya organización, de todos modos nunca rígida, es necesaria para comparar sistemas
locales identitarios diferentes y colocarlos en un contexto territorial más amplio, para
poder individuar con más fiabilidad las relaciones entre el comportamiento de la empresa
privada y el crecimiento y desarrollo regional. Instrumentos y metodologías constituyen
un núcleo de interés —importante, pero no exclusivo— de este trabajo, en el que el caso
industrial presentado constituye una primera etapa esencial para experimentar y difundir
en un determinado territorio una metodología para el levantamiento de las relaciones
espaciales que procede, sobre todo —cuando no únicamente—, de la literatura
anglosajona.

4. PUNTO DE PARTIDA CIENTÍFICA Y DESCRIPCIÓN DE LA INVESTIGACIÓN

Sólo en la última década se hicieron más numerosos y consistentes los estudios


dirigidos a desarrollar una metodología eficaz y capaz de evidenciar las relaciones
espaciales entre el comportamiento de la empresa (y ya no, sobre todo —cuando no
solamente—, entre instalaciones materiales) y crecimiento y desarrollo regional. Otra
novedad en la investigación es la puesta a punto, mejor dicho, la investigación de campo
dirigida no sólo a conocer estas relaciones, sino también a definir una metodología
aplicable con la misma eficacia en ambientes geográficos diferentes. Entre estos estudios
destaca el procedimiento propuesto por Markusen (1994, véase también Dicken y
Malmberg, 2001), que se puede considerar un protocolo de investigación muy útil (Fiori,
2003).
Ese procedimiento prevé una serie determinada de etapas por seguir para poder
obtener indicaciones cualitativas, comparables en el espacio y en el tiempo, sobre las

55
relaciones espaciales desencadenadas en un territorio por comportamientos y estrategias
de empresa, por medio de entrevistas semiestructuradas y en profundidad, que enfocan
en particular la historia de la empresa, el contexto operativo, las relaciones con el
mercado, la tecnología y los procesos de producción, las relaciones con la mano de obra,
el comportamiento de la competencia, etc. La metodología permite entrar en la
especificidad territorial mucho más que lo que permiten levantamientos de tipo
cuantitativo. Además, permite entender el punto de vista de los actores que actúan en el
territorio en cuestión y que se pueden considerar concausa de comportamientos
espaciales, organización y reorganización territorial.
Se utilizan los datos estadísticos para elegir, de manera no arbitraria, los casos de
estudio: ellos tienen una función de control sobre las indicaciones obtenidas. Además, a
la hora de seleccionar una empresa, el modelo de Markusen indica una serie de etapas en
las que hay que motivar las elecciones hechas; el primer trámite es la selección de la
industria-clave, a partir de la estructura industrial del territorio que se está estudiando.
Aquí se presentan los resultados de una observación de campo conducida a partir
del modelo de referencia, que hizo más rápida y segura la elección de un caso de estudio
representativo, y algunas modificaciones que se hicieron para concertarlo con el
territorio de aplicación.

5. EL CONTEXTO

Por lo que concierne, particularmente, al tejido económico territorial, un elemento


indicador es, por supuesto, la ocupación. En el sur de Italia nada menos que un 15,7% de
la ocupación manufacturera se concentra en las industrias alimenticias, de bebidas y
tabaco, con un índice de especialización1 de 1,7% (ISTAT, 2001), y un 15,7% de los
encargados sobre el total de los encargados de las industrias manufactureras (véase tabla
1). Si se compara la estructura de exportaciones del sur con la nacional, se obtiene una
prueba más de la importancia de los productos agroalimenticios, de las bebidas y los
tabacos. Esos productos tienen, de hecho, un peso netamente mayor en las regiones
meridionales que en el total de los bienes exportados (13,5% frente a un 7,2% a nivel
nacional).
Ahora bien, veamos la tabla 2; el tejido productivo de las regiones meridionales es
particularmente pulverizado: un 49,3% de las unidades manufactureras locales tiene un
solo empleado (un 34,5% en el centro-norte); un 40,2% pertenece a la categoría 2-9
empleados (un 46,6% en el centro-norte); un 6,1% cuenta, en cambio, con 10-19
empleados (10,9% en el resto de la nación). El resto se concentra en la categoría 20-49
(3,9% en el sur frente a un 7% en el centro-norte), mientras que las unidades locales con
una cantidad mayor de empleados tiene un peso marginal con respecto del total (0,5% en
el sur contra un 1,1% en las regiones centro-septentrionales).
Por tanto es oportuno enfocar las empresas más pequeñas, considerando su

56
importancia (en términos de numerosidad) en el sur más que en el resto del país. La
extensión de los resultados obtenidos del análisis del comportamiento de una gran
empresa meridional al resto del territorio posiblemente implique un efecto de distorsión
de la imagen del sistema, dados los caracteres del tejido productivo meridional.
Arraigo e internacionalización de las empresas meridionales. La pulverización del
tejido empresarial italiano y, en particular, del sur es uno de los mayores puntos débiles
de la estructura productiva de Italia. Por lo general, la capacidad de ampliar los
horizontes comerciales fuera del territorio nacional se relaciona con la dimensión de una
empresa. Esta teoría ha encontrado aplicación a nivel mundial, sobre todo a partir de los
años 80, marcados por el continuo crecimiento de las dimensiones industriales. Sin
embargo, la carrera de las adquisiciones no afectó a las empresas italianas, que siguieron
caracterizándose por una dimensión mediana o pequeña.
Por otra parte, diversas investigaciones empíricas sobre el caso italiano
documentan que las empresas pequeñas y medianas, no obstante su escasa dimensión, ya
forman parte de la economía internacional. Unos estudiosos atribuyen el aumento del
nivel de internacionalización a la consolidación de los «distritos industriales»2 en las
últimas décadas, y, en particular, a la importancia que en ellos adquirieron las relaciones
informales entre empresas, un tipo de relaciones que alcanzaron tanta eficiencia como
para compensar las desventajas que proceden de las carencias de las estructuras formales
(estatales). Claro está, por lo que atañe al nivel de internacionalización, que encuestas de
diferentes fuentes subrayan una creciente apertura del sur al comercio exterior,
registrando un discreto crecimiento de la cuota de exportación en el total nacional, en
particular, en los últimos ocho años. A pesar de todo eso, sólo un 14,5% de las pequeñas
y medianas empresas meridionales trabaja fuera de los límites nacionales (el valor
correspondiente en el norte del país es, más o menos, un 24,5%).
El fenómeno de las empresas pequeñas organizadas en distritos afecta
principalmente al norteeste y al centro, mientras que en el sur sólo atañe a pocas áreas.
El desarrollo de sistemas de redes locales, de hecho, no es posible por todas partes, ya
que exige condiciones: tradiciones artesanales y comerciales, consolidadas a lo largo del
tiempo; autonomía económica y político-administrativa; dimensiones de los
asentamientos y estructuras sociales favorables al espíritu comunitario y a la cooperación
de las empresas entre ellas, de ellas con los trabajadores y las administraciones locales;
disponibilidad de capital social (confianza, cooperación), etc.
Las producciones artesanas nunca faltaron en el sur, pero muy a menudo no
lograron consolidarse; a veces, desaparecieron tras el nacimiento de grandes
instalaciones industriales, localizadas por la intervención del Estado, sobre todo a partir
de finales de los años 50 del siglo XX, provocada por un general atraso socioeconómico
que hizo que la mano de obra abandonara tanto la agricultura de subsistencia como las
actividades artesanales.
Las inversiones fueron destinadas, sobre todo, a la construcción de grandes
instalaciones en las industrias básicas, siderúrgica y química, que cambiaron totalmente
el aspecto de Tarento y de su provincia, y de otras ciudades meridionales también,

57
liberando de la miseria a millones de ciudadanos. A pesar de todo, los límites de la
elección pública fueron considerables. De hecho, apostando a las industrias productoras
de bienes a gran escala, las ventajas mayores las obtuvieron las ya existentes y boyantes
industrias del norte, gracias al abastecimiento de acero para automóviles y
electrodomésticos o de petróleo refinado para la motorización. Las empresas del norte,
entonces, obtuvieron de ello los indispensables abastecimientos básicos y los bienes
intermedios necesarios para sus producciones —y, además, la oportunidad de destinar
maquinarias, instalaciones y bienes de consumo al mercado meridional que iba creciendo
y diversifi cándose a raíz del aumento de las rentas—. La integración territorial y
económica tuvo lugar por medio de relaciones sobre todo extrarregionales: Tarento
estaba más «cerca» de Génova que de Bari; el área de Siracusa y Catania más cerca de
Milán que de Palermo. No hay que olvidar los caracteres físicos y morfológicos y la
insulari-dad, que contribuyeron mucho en la carencia de infraestructuras e integración.
En el norte la presencia de un gran mercado regional en el valle del Po, con sus
difundidas infraestructuras de transporte, y la mayor proximidad a los grandes mercados
alemán y francés permitieron a los mejores artesanos crecer y especializarse. En el sur,
en cambio, las escasas infraestructuras de transporte estaban más dirigidas a consentir
rápidas comunicaciones con el norte que a conectar las diferentes regiones del sur entre
ellas (Viesti, 2003).
El eje nortesur favoreció la penetración por parte de las empresas del norte en el
mercado meridional y, desgraciadamente, desde entonces la situación infraestructural no
ha mudado mucho. Diversos estudiosos afirman que el desarrollo económico y la
integración de las regiones meridionales necesitan tanto la consolidación de una
industrialización dirigida lo más posible a los recursos y las estructuras preexistentes in
loco, como una política de transportes que aumente la conectividad de las redes, mejore
la conexión de los sistemas urbanos menores, revalorice la función del sistema
ferroviario secundario y valorice los retículos viales menores.
El caso de la provincia de Tarento presenta una dicotomía interesante. Es la
provincia más industrial de Apulia en términos de gran industria (piénsese en la ILVA
Laminati Piani, ex ITALSÍDER), pero las relaciones espaciales de este tipo de
instalaciones la acercan al exterior más que a su territorio interior. Para «leer» el tejido
económico-empresarial del traspaís de esa importante ciudad portuaria, entonces, no es
adecuado el criterio de la empresa o de la clase de empresas líder. Al igual que en el
resto del sur, con la salvedad de la industria de base y las actividades portuarias, la red
constructora se compone de empresas pequeñas y medianas. La provincia de Tarento
cuenta con el 12% de las empresas activas de Apulia, un valor menor del que Apulia, en
conjunto, representa con respecto del sur (20,0%), y ése, a su vez, repercute por casi 1/3
en el total de Italia (Union-camere, 2005).
Además, al considerar las unidades estadísticas territoriales europeas (NUTS), y,
en particular, el nivel 3 (análogo a las provincias italianas), se constata que la provincia
de Tarento, junto a la de Lecce, se encuentra en la tipología 2, la penúltima de 11 cluster,
individuados sobre la base de veinte indicadores estadísticos. La tipología 2 incluye 46

58
provincias, situadas sobre todo en Italia y España, y se caracteriza por un nivel de
desarrollo económico bastante contenido, una propensión tecnológica muy reducida
(medida en términos de despachos/habitante y despachos high tech/habitante), índices de
accesibilidad extremadamente bajos, saldo migratorio negativo, probablemente
relacionado con la situación negativa del mercado del trabajo (la tasa de paro, 20,1% en
1995, subió al 20,9 en 2000). Además, marca un empeoramiento con respecto tanto de
Italia (que en ese período pasó de un 11,9% a un 10,6) como de los países de la Unión
Europea, que, en conjunto, registran un 10,5% en 1995 y un 8,3% en 2000. Por lo
demás, se encuentra en una condición de debilidad mayor que las otras tres provincias de
Apulia (Bari, su capital, Foggia y Bríndisi), que forman parte de la tipología 3
(UNIONCAMERE, 2004).
También es verdad que, para elegir las empresas por entrevistar, Markusen sugiere
enfocar las empresas líder, entre otras cosas, con el fin de restringir la numerosidad de
los casos, ya que las industrias más grandes constituyen normalmente una minoría. Pero
por razones de adaptación al contexto territorial en cuestión, no se ha seguido ese
criterio, y la selección se hizo en el ámbito de la categoría dimensional comprendida
entre 1 y 50 empleados, dado que un 99,5% de las unidades manufactureras del sur
forma parte de esta clase —aunque esto complique el problema de la numerosidad de los
casos por detectar.
El criterio de la producción identitaria y además cuantitativamente significativa
con respecto a las demás puede solucionar el problema, ya que la producción de café
entra en la categoría de «producción de alimentos y bebidas», que ya hemos visto
«fuerte» en el sur, tanto en el número de empleados como en el de empresas, dentro de
una red cuyos nudos (cada empresa) son muy pequeños (ya hemos visto que más de un
99,0% tiene un número de empleados entre 1 y 49).
La empresa Moncafé S.n.c., en Faggiano, en la provincia de Tarento, se distingue
por una producción (la torrefacción del café, una subclase de lo manufacturero) que se
puede considerar un signo de identidad geográfica transescalar (nacional y local), aunque
se pueda definir a la vez de atípica, vista su correspondencia con una práctica alimenticia
tradicional, y que, sin embargo, no utiliza productos de la actividad agrícola local. Por
razones de brevedad, a continuación sólo se hará referencia a algunos de los datos
empleados a la hora de seleccionar la industria-clave, mientras que en la segunda fase se
presentan los resultados principales del trabajo de campo.
A nivel geográfico-económico es interesante analizar la producción manufacturera
del café: no sólo porque la bebida tiene una tradición enraizada y difundida por todo el
territorio nacional (en este sentido puede ser identitaria), sino también porque la
torrefacción del café forma parte de las empresas manufactureras, difundidas en el
territorio y con dimensión pequeña. En la provincia de Tarento, 11 industrias resultan
inscritas en el Registro de las Empresas, con un número de empleados que va de los 31
de la Caffè Ninfole, la única sociedad anónima, a 13

59
6. EL CASO DE ESTUDIO

Entre las empresas interesantes para la investigación, la Moncafé S.n.c. se


presentó particularmente disponible. Se trata de una empresa que produce y comercializa
café torrefacto (el código Ateco de este sector es 15.86.0, al que le corresponde un índice
de especialización de 1,69), situada en Faggiano, un pueblo con 3.513 habitantes. Se
tratarán los puntosclave relativos a este caso siguiendo la pauta del modelo de referencia.
En la Moncafé S.n.c. trabajan (además de los 2 socios) 8 empleados y 3 agentes de
negocios, su mercado de referencia es el internacional. Como veremos más adelante, no
obstante su fuerte propensión a la exportación, la empresa está fuertemente enraizada en
el territorio en el que se sitúa desde hace casi veinte años, por medio del intercambio de
informaciones con actores provinciales y regionales, la participación en un consorcio, el
empleo de personal exclusivamente local, las relaciones con los bancos provinciales (y
nacionales, también). El estudio de este caso industrial, entonces, fue particularmente
interesante, sobre todo bajo el punto de vista geográfico, por la presencia de dos aspectos
espacialmente opuestos, pero, al mismo tiempo, complementarios, que representan los
mayores factores de éxito para la empresa: apertura a los mercados internacionales y
arraigo territorial.
La estructura organizadora de la industria. La Moncafè S.n.c. es una industria
que produce y comercializa el tradicional café exprés italiano desde 1986. El
establecimiento industrial cubre una superficie de 7.243 metros cuadrados (2.010 de área
cubierta). El estudio de este caso industrial fue llevado a cabo a través de una serie de
entrevistas, seleccionando a los informadoresclave con base en los diferentes tipos de
preguntas que fue necesario hacer para reconstruir los comportamientos espaciales y
estratégicos de la empresa. Como indica explícita-mente Markusen, individuar a los
sujetos más idóneos para ofrecer informaciones conlleva problemas considerables a
causa de la especialización funcional que brinda perspectivas muy diferentes incluso y
posibles divergencias de opiniones especialmente en las empresas más grandes.
Considerando las dimensiones de la industria en cuestión (en términos de empleados) y
la especialización media de las funciones ha sido posible ganar informaciones
cualitativamente notables y de buena fuente, entrevistando a un número de sujetos
contenido.
Para seleccionar a los informadoresclave no se puede prescindir del análisis de la
estructura organizadora de la empresa, sin tener en cuenta la dimensión industrial. La
primera visita al establecimiento de la Moncafè sirvió precisamente para reconstruir el
organigrama (fig. 1). Éste presenta una estructura pluri-funcional. El criterio básico de
división del trabajo, al nivel dependiente de la dirección, es la especialización según
funciones, es decir, un grupo de procesos direccionales de la misma clase económico-
técnica. Los niveles organizadores fundamentales corresponden a los siguientes órganos:
la dirección general; la dirección de los departamentos funcionales; las unidades
operativas.
En el primer nivel se encuentra el gestor único: responsable de las actividades,

60
conduce la empresa, elaborando decisiones estratégicas y coordinando la acción de las
diferentes áreas funcionales. Además, es responsable de la gestión económico-financiera
de la industria y de la gestión del personal. En el nivel intermedio, las direcciones de los
departamentos funcionales están especializadas en la gestión de las diversas funciones:
adquisiciones, ventas, producción, administración, marketing. Al mismo nivel se
encuentra el responsable de calidad de la Moncafè.
Hay que subrayar que la empresa para hacer frente de manera eficaz a la
competencia de las industrias líder en la producción de café, tanto en el mercado
nacional como en el exterior, en 1998 implementó el sistema de calidad según la norma
UNE-EN ISO 9002, actualizado en 2002 según la nueva norma UNE-EN ISO
9001:2000. Con respecto a eso, el responsable calidad se ocupa de todas las actividades
necesarias para alcanzar los objetivos de calidad industriales, según los requisitos
establecidos por las susodichas normas.

FIGURA 1.—Organigrama de la Moncafé S.n.c.

El departamento encargado de la administración dirige el sistema de


levantamiento contable y es responsable de la documentación (recibida y emitida) y de
los procedimientos de facturación, conforme a las directivas concordadas con el gestor
único.
El responsable de producción se ocupa de actividades relacionadas con la
producción y la manutención de las máquinas y de los medios productivos. De ese
departamento dependen también las unidades operativas, cuyas tareas son
prevalentemente directivas. Es el propio encargado de la producción quien dirige, de
hecho, la actividad de confección, el almacén de materias primas y de productos
completos. En calidad de responsable de confección organiza las partidas completas
previstas por los ciclos de fabricación. Como responsable del almacén de materias

61
primas dirige la aceptación de las materias recibidas y su entrega a la producción. Al ser
responsable del almacén de productos completos, se ocupa del almacenamiento,
conservación y embalaje del output, y, además, de las expediciones.
Al responsable de ventas competen todas las actividades comerciales de la
industria. Se ocupa de ganar nuevos contratos y gestionar las campañas promocio-nales.
El responsable de la oficina de adquisiciones es el encargado de seleccionar los nuevos
proveedores y realizar las adquisiciones en función de las peticiones que proceden de las
áreas funcionales pertinentes. El responsable de marketing coordina, conforme a las
directivas concordadas con el gestor único, cada actividad que tenga que ver con:
productos (calidad, envase); política de precios (descuentos, ofertas, etc.); promociones;
distribución (organización de los canales de venta nacionales e internacionales);
comunicación con el cliente tanto potencial como adquirido (tacitas de colección,
diversos gadgets, ferias, propagandas, marketing directo, mitin, folletos).
La demanda: clientes locales, nacionales e internacionales. Después de
reconstruir el organigrama de la Moncafè, fue posible especificar a los informadores por
entrevistar, al fin de obtener una tablilla relacional que se pareciera mucho a la propuesta
por Markusen.
Primero, se sometió a una entrevista al responsable de ventas, con el fin de
reconstruir la estructura de la demanda por medio de preguntas relativas a los clientes
locales y extra-locales. Una peculiaridad emergió ya a partir de las primeras respuestas,
es decir, una gran apertura de la empresa a los mercados exteriores, a diferencia de la
mayoría de las empresas italianas de dimensiones pequeñas, que consideran, en cambio,
el mercado local como área principal de comercialización de sus productos.
Con el paso del tiempo, la Moncafè ha llegado a ser una de las mayores
torrefacciones de café de Apulia, con un volumen de ventas que en 2004 alcanzó los
3.032.000 euros, sobre todo gracias a las exportaciones hacia nada menos que 25 países,
europeos y no (fig. 2), y a la redistribución en el mercado nacional (fig. 3). Se trata sobre
todo de países en los que la competencia es muy poca o, incluso, no existe para nada.
Aquí la empresa consigue un alto nivel de imagen, contando mucho con las inversiones
en promoción y realizando estrategias de penetración en los mercados, diferenciadas
según las características de la demanda.

FIGURA 2.—Los mercados exteriores de la Moncafè S.n.c.

62
Fuente: www.moncafe.it-Moncafé nel mondo/
Hace falta precisar que la empresa produce, en su mayor parte, café en grano para
las exigencias del mercado extra-doméstico (cafeterías, restaurantes, hoteles, etc.), pero a
partir del año 2001 instaló una máquina automática para la confección de la molienda de
250 gramos, ampliando las ventas a la Gran Distribución Organizada (GDO). La
producción anual en 2004 alcanzó los 582.000 kg, de los cuales un 98,2% es destinado al
canal Ho.Re.Ca. (un acrónimo que significa hotel, restaurante y cáterin) y un 1,8%, al
mercado doméstico.
Las regiones del sur de Italia absorben el 43% (42% Apulia; 0,4% Lucania; 0,6%
Calabria) del segmento de mercado Ho.Re.Ca, mientras las del centronorte sólo el 3%
(2% Las Marcas; 1% Lombardía). Un 54% del café en grano está destinado, entonces, a
los mercados exteriores. Los mayores países adquirentes, en orden decreciente de
importancia (siempre considerando el canal Ho.Re. Ca), son: Albania, Kosovo,
República de Macedonia, Egipto, Estados Unidos, Reino Unido, Hungría, Emiratos
Árabes Unidos, Grecia, Canadá, Qatar, Montenegro, Rumanía, Eslovaquia, Rusia,
Georgia. También por lo que concierne al canal de la GDO, el mercado principal de
referencia es el exterior, con un peso del 62%; los mayores importadores de café molido
son: Hungría, Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos y Qatar. La última parte (38%)
está destinada, en cambio, al mercado de Apulia.
Para servir a sus clientes de la manera más eficiente, la Moncafè se vale de canales
de distribución diferenciados según las áreas geográficas. Los agentes directos entregan
el café a la mayoría de los mercados de Apulia y Lucania. En el resto de Italia hay
concesionarios exclusivistas, generalmente uno por cada región cliente (con la salvedad
de los dos concesionarios de Apulia de Bari y Lecce), con su propia red de adquirentes.
La forma de expansión a los mercados exteriores es la exportación indirecta
(internacionalización comercial), ya que la empresa no cuenta con establecimientos de
producción o filiales de venta al extranjero, ni ha llegado a unos acuerdos de
colaboración con actores extranjeros. La distribución, entonces, se desarrolla por medio
de importadores exclusivistas de la marca en cada país; éstos, a su vez, distribuyen los
productos a los concesionarios regionales para garantizar una cobertura vasta.
Para adoptar la estrategia de la exportación indirecta es necesario contar con un

63
amplio margen competitivo con respecto a la competencia, así que los compradores se
dirijan directamente a los productores. A la segunda entrevista se sometió al gestor único
de la Moncafè y se obtuvo que la industria intenta conservar una ventaja competitiva
constante, modificando la relación calidad/precio según las exigencias de los clientes y
maximizando asistencia y servicios como la manutención ordinaria de las maquinarias
para el café.
Una correcta aproximación al mercado permitió a la empresa extender su propia
red de venta, con consecuencias importantes en la performance económica. Primero, la
actividad de exportación consintió reducir la incidencia de los costes fijos unitarios
relacionados con una serie de actividades (marketing, actualización de procesos, etc.),
aumentando, de tal manera, las ganancias. Además, las economías de diversificación
geográfica redujeron los riesgos procedentes de posibles fluctuaciones de la demanda
interior.
Proveedores locales y extra-locales. La entrevista a la que se sometió al
responsable de la oficina de adquisiciones ha sido muy útil a la hora de reconstruir la
estructura de la oferta de la empresa. Las informaciones que se recogieron en este sector
evidenciaron relaciones con proveedores tanto meridionales como septentrionales. Las
importaciones del extranjero sólo atañen a las materias primas (dado que, como se sabe,
los terrenos y el clima italianos no son nada idóneos para el cultivo de los cafetales).
Las clases de café crudo, que la Moncafè utiliza (principalmente la clase ará-bica y
robusta), las compra por medio de sociedades broker suizas que importan directamente
de algunos de los países productores de café: Brasil, Colombia, Camerún, Vietnam,
Indonesia, etc.
Las bobinas para la realización de los paquetes empleados en la confección del
café tostado proceden de una industria de Salerno. Las válvulas para guardar el aroma,
en cambio, son adquiridas en Bolonia, pero es en el establecimiento de la Moncafè
donde se aplican a cada paquete. Los cartones para el almacenaje y transporte del
producto completo son adquiridos en Corato (Ba). Todas las instalaciones del
establecimiento proceden de empresas situadas en Bolonia y Parma. La producción es
totalmente automatizada y dirigida por un software realizado por una empresa de
Módena. La mano de obra (que incluye el trabajo técnico, administrativo y los agentes
de comercio) se recluta a nivel provincial (con la salvedad de un agente de comercio y
un técnico de la provincia de Brindisi).
Por lo que concierne a los recursos financieros, las aportaciones de los dos socios
constituyen el capital total. La empresa se dirige a los servicios financieros
proporcionados por institutos de crédito situados en el norte de Italia y filiales, también,
en la provincia de Tarento y, además, ha establecido relaciones con bancos locales, sobre
todo por servicios de caja y tesorería.
En el análisis de los proveedores no hay que pasar por alto las administraciones
públicas y las asociaciones locales, muy importantes porque proporcionan servicios y
reglamentos. La Cámara de Comercio de Tarento, la Cámara de Comercio italooriental
de Bari y el Centro Exterior Apulia, de hecho, desempeñan un papel institucional pujante

64
para el desarrollo de la empresa, por medio de la planificación de acontecimientos y
ferias y la erogación de servicios de información.
El escenario competitivo. Pasando al análisis del cuadro competitivo, se debe
subrayar que la competencia en el mercado italiano sólo la constituyen torrefacciones
locales y nacionales, debido a la consolidada tradición italiana del café expreso, que
defiende a la empresa de los rivales extranjeros. La situación es diferente en el mercado
internacional, donde la Moncafè tiene que enfrentarse a competidores no sólo italianos,
sino también extranjeros.
Como ya se ha dicho, una de las estrategias que todavía garantiza el éxito de la
empresa en el extranjero —y que le permite no preocuparse demasiado por los
productores de café más grandes— es la inserción en mercados vírgenes, en los que la
competencia todavía está poco aguerrida o, incluso (en algunas áreas), ausente.
Analicemos ahora el escenario competitivo en los diferentes mercados de
desemboque de la empresa. Los principales competidores activos en el mercado regional
son torrefacciones tanto de Apulia —Ninfole, situada en la propia provincia de Tarento,
Saicaf, ubicada en Bari, Quarta Caffè y Valentino, colocadas en Lecce— como del norte
de Italia —Portioli, Milán; Illy, Trieste; Mokarabia y Segafredo, Bolonia.
Si se considera el mercado del sur de Italia en conjunto, a los competidores que se
acaba de mencionar hay que añadir la empresa de Bari, Battista caffè, Moak en Ragusa,
Caffè Guglielmo en Catanzaro y la torrefacción Hausbrandt con sede en Trieste y activa
en el sur por medio de concesionarios (al igual que las empresas septentrionales
susodichas).
Los mayores competidores de la Moncafè en el centro-norte son: Romcaffè
(Macerata), Caffè Saquella (Pescara), Caffè Gimoka (Sondrio), Caffè Hardy (Milán),
Pellini (Verona), Portioli, Mokarabia y Moak. En los mercados exteriores la empresa de
Faggiano compite tanto con algunos de los mayores productores italianos (Lavazza, Illy,
Segafredo, Portioli, Kimbo, etc.) como con empresas extranjeras, entre las cuales las más
temibles son: Nescafé (con sede en Suiza), Starbuck Coffe (situada en los Estados
Unidos), Elite Cafè (situada en Holanda), Don Café (con sede en Albania) y Kraft food-
Jacobs (con sede en Alemania).
Las asociaciones de categoría. La Moncafè forma parte de la asociación nacional
de categoría Caffè Trieste, que reúne diversas empresas italianas con relaciones directas
o indirectas con el café (las que trabajan con café no molido, las que se ocupan de
expediciones, empresas de café). A nivel local, en cambio, está inscrita en la Asociación
de los Industriales de Tarento (Assindustria), que resulta determinante para la reunión de
las exigencias comunes de las empresas de toda la provincia y la difusión de
informaciones de sector, a través de la organización de congresos y mítines con los
participantes.
Las economías de aglomeración y las relaciones de colaboración. En su trabajo
Markusen utiliza el término «arraigo» para indicar a la red de relaciones espaciales a
nivel local que la empresa establece con otras empresas/organizaciones: una red que la
«ancla» en el territorio en el que se encuentra. Estas relaciones se explican con las

65
economías de aglomeración o bien se basan en confianza y colaboración. Los procesos
de aglomeración, como se sabe, se deben sobre todo al funcionamiento de las economías
externas (o externalidad), de memoria mar-shalliana. Mientras que las economías
interiores implican ventajas en términos de reducción de los gastos de la empresa debido
al aumento de las cantidades producidas, las economías exteriores no dependen de las
características de la empresa, sino de su localización. Las economías de aglomeración se
clasifican en economías de urbanización y economías de localización. Las primeras
brindan ventajas conectadas con las relaciones que pueden establecerse entre actividades
económicas de sectores diferentes por estar localizadas en el mismo sitio: cercanía del
mercado de venta de los productos o de compra de los factores productivos;
infraestructuración del territorio; disponibilidad de servicios de consultoría y asistencia,
financieros y legales; disponibilidad de informaciones; mayor posibilidad de encontrar
los input necesarios para la producción —y, sobre todo, fuerzas vivas— en la cantidad y
de la calidad necesarias.
En cambio, las economías de localización proceden de la presencia de empresas
conectadas, que pertenecen al mismo sector industrial o bien al mismo sistema de
producción o al mismo proceso productivo. Los factores determinantes de esas
economías son: centralidad con respecto del abanico de demanda; disponibilidad de
trabajadores especializados; desarrollo de empresas especializadas en el abastecimiento
de servicios o productos de cierto tipo a las demás empresas; atmósfera industrial
competitiva (Dicken y Lloyd, 1993).
Con las entrevistas realizadas fue posible observar que la Moncafè disfruta sobre
todo de las ventajas relacionadas con las economías de urbanización. La empresa está
emplazada en la zona industrial de Faggiano, el área contiene unas 30 empresas y es
contigua a la de San Giorgio Jonico: juntas, componen un tejido industrial global de unas
80 industrias que pertenecen a sectores diferentes. La elección de la localización por
parte de los dos socios tuvo lugar tras un cuidadoso análisis del territorio, de las vías de
comunicación y de los servicios integrados para las empresas.
Desde el punto de vista de los transportes, la cercanía al puerto de Tarento,
Terminal Container facilita considerablemente las actividades de importación-
exportación de la empresa. Los puertos de Bari y Brindisi, empleados para algunas
exportaciones hacia los países del este, comunican bien con Faggiano. Además, la
Monacafè sólo dista 1 kilómetro del centro urbano de Faggiano y del de San Giorgio
Jonico, obteniendo ventajas en términos de servicios públicos y financieros.
De las respuestas salió que no se trata de un verdadero «distrito industrial»,
correspondiente a criterios definidos por la norma, ya que las empresas ubicadas en la
zona industrial no tienen una especialización industrial parecida. Sin embargo —lo cual
es muy importante en un contexto del sur de Italia— en los últimos años se van
consolidando las relaciones basadas en confianza y colaboración. En 2004, de hecho, se
fundó un consorcio llamado CO.IMPRE, con sede en la mencionada área industrial de
Faggiano, compuesto por 26 industrias locales que pertenecen a diferentes sectores de
producción: entre ésas, la Monca-fè. El objetivo del consorcio es el de acrecentar las

66
economías de aglomeración y administrar un centro direccional (hoy día ya realizado),
en el que cada empresa participante pueda tener oficinas y dirigir la formación del
personal. Además, se prevé la realización de bancos, correos y de una Cámara de
Comercio. Cada dos meses el consorcio organiza encuentros con delegaciones
extranjeras para permitir que las empresas establezcan acuerdos bilaterales con actores
extranjeros. Después de un año de actividad, de todas maneras, hay que tener en cuenta
que muchas buenas intenciones todavía están por definir.
Es interesante que la empresa en cuestión mantiene importantes relaciones de
colaboración también a nivel regional, es decir, con industrias ubicadas en las provincias
de Bari y Lecce y activas en el sector alimenticio. No existen acuerdos escritos con estas
últimas, ni vínculos contractuales, sino simples relaciones informales que aspiran a
activar sinergias exclusivamente en el campo del comercio con el extranjero. Las
ventajas económicas (que proceden de las relaciones con las empresas de Apulia) se
consiguen por medio de la planificación común de acontecimientos feriales y mítines, el
compartir de transportes (groupage) y el cambio recíproco de informaciones sobre los
clientes internacionales.

FIGURA 3.—Red de relaciones de una empresa productora de café en el espacio local y extra-local

67
A pesar de una considerable propensión a la exportación, el arraigo y el empeño
de la Moncafè en la región son patentes. Todo eso, debido sobre todo a los comunes
orígenes de Apulia del personal empleado en la industria y de los dos socios, interesados
entonces en contribuir al desarrollo local por medio de su actividad, según afirman los
sujetos entrevistados. El interés en el desarrollo del territorio resulta, además, de la
acogida de numerosos estudiantes universitarios y de institutos técnicos (instrucción
superior para alumnos de 14 a 18 años) de la provincia de Tarento, que se dirigen a la
empresa para visitar el establecimiento y acrecentar sus conocimientos industriales.
Después de analizar todas las entradas que constituyen la tablilla relacional creada
por Markusen, es posible visualizar gráficamente las relaciones interiores y las exteriores
a la región (Apulia) en la que se sitúa la empresa (fig. 3). Destacan, además, las
relaciones de colaboración (entradas en negritas) y las de cambio simple.
Dimensión temporal y dinámicas empresariales. La empresa fue fundada en 1986,
como ya se ha dicho, por los dos socios, gracias a una consolidada experiencia de
distribuidores y de encargados de la manutención de máquinas profesionales-
automáticas para expreso (en oficinas, bancos y empresas privadas) y de concesionarios
de productos Nestlé foodservice. En los primeros años, los recursos dedicados a la

68
actividad de la Moncafè fueron limitados, dado que la actividad de los distribuidores
automáticos ( vending) iba extendiéndose. Torre-facción, almacenaje y distribución del
café se realizaban, de hecho, en un pequeño local situado en el centro de Pulsano (otro
pequeño pueblo en la provincia de Tarento).
Debido a la crisis del sector de la distribución automática en 1990 (cambio de tipo
4
2 , según el modelo Markusen), los dos socios decidieron ceder esa actividad y potenciar
las inversiones en la torrefacción de café. Conociendo el canal vending en el business del
café y ganando informaciones importantes por medio de los contactos con los viejos
proveedores, ahora competidores, los socios obtuvieron muy buenos resultados en el
mercado tanto local como exterior (al principio, en Grecia y Albania).
En 1994 la productividad de la Moncafè creció debido a la adquisición de
instalaciones nuevas, pero en 1997 fue necesario transferir las oficinas y la producción
entera al amplio establecimiento ubicado en la zona industrial de Faggiano, debido al
aumento de la demanda. Entre otras cosas, la elección se debió a la extensión continua
de este área en términos de vías de comunicación, servicios, aparcamientos, carreteras,
nacimientos de nuevas empresas (cambio de tipo 15).
Aproximadamente dos veces a la semana, la empresa dirige container en
importación y exportación, y a diferencia de cuando las conexiones tenían lugar con los
polos logísticos de Salerno, Nápoles y Gioia Tauro, la ubicación actual permite explotar
del todo el puerto de Tarento-Terminal Container, muy bien conectado. Por lo que
concierne a los cambios en la estrategia de la empresa e internos a la estructura
empresarial (cambio de tipo 3), hay que poner de relieve que, en los últimos años, se
amplió la plantilla con técnicos cualificados y obreros muy jóvenes, con el mismo
espíritu dinámico de la empresa.
También los mercados de desemboque experimentaron un ciclo de crecimiento
relevante. En los primeros tres años de actividad la Moncafè tenía relaciones con clientes
exclusivamente regionales; luego, el management adoptó una estrategia de extensión a
los mercados exteriores. Es posible ahora completar el gráfico insertando en la columna
central los elementos dinámicos útiles para comprender la dimensión temporal de la
empresa (fig. 4):

FIGURA 4.—Red de relaciones de una empresa productora de café en el espacio local y extra-local

69
Acontecimientos-clave de la Moncafè S.n.c:

• fundación en 1986;
• desde 1989 adopta una estrategia de extensión a los mercados exteriores;
• en 1990 los socios ceden la actividad de distribución de máquinas automáticas para
expreso;
• en 1994 los socios adquieren nuevas instalaciones;
• en 1997 la empresa se traslada en la zona industrial de Faggiano;
• en 2002 se amplía el orgánico.

7. COMPORTAMIENTOS ESTRATÉGICOS DE ÉXITO DE LA MONCAFÈ S.N.C

Sistemas productivos innovadores y flexibles. Para obtener una producción flexible


y cualitativamente alta, la Moncafè ha realizado diversas innovaciones en el proceso,

70
asegurándose un ahorro en algunos tipos de costes y garantizándole al cliente una buena
relación de calidad/precio.
Con respecto a eso, la empresa aplica, en el ámbito del área productiva, el Variety
Reduction Program (VRP). Este sistema permite reducir los componentes del producto y
las variedades inútiles. Las diferentes mezclas de café cocido las evidencia un
etiquetador computadorizado que, a la hora de confeccionar, imprime el nombre en los
paquetes, los cuales pueden ser —entonces— estándares. El VRP se aplica también a los
cartones, predispuestos para cualquier mezcla a través de una plantilla imprimida que el
operador marca en la última fase de la confección según las diferentes cualidades. De
esta manera se obtiene un ahorro en los costes de los materiales, existencias de almacén
menores, gastos generales reducidos, energía, instalaciones y mano de obra directa.
La Moncafè dispone de una moderna instalación de torrefacción y confección del
café, que permite realizar una producción suelta (Lean Production). La unidad central
computadorizada dirige el programa productivo y acciona las maquinarias automatizadas
(Computer Integrated Manufacturing). Este sistema exige, por parte de los empleados en
la producción, una capacidad para adaptarse a las diferentes tareas (multiskilling) y
mucha profesionalidad, pasando de funciones de transformación directa de los materiales
a funciones de control de las instalaciones. La producción suelta permite variar las
cantidades y tipos de producto con facilidad y rapidez, sin programar de nuevo o
modificar las instalaciones.
La base de la flexibilidad productiva es el sistema del just in time, que se utiliza
para reducir los costes de espera de los materiales, haciendo que lleguen a la línea de
producción en el momento oportuno y reduciendo las provisiones. La implementación
del just in time implicó muchas dificultades para la empresa. La amplia serie de mezclas
ofrecida por la Moncafè y las diferentes marcas que posee (Moncafè, Caffè Sampietro y
Caffè Mediterraneo) crean problemas en la estandarización de la producción y la
reducción de los tiempos de equipamiento de las instalaciones (start-up).
Una característica connatural al tipo de producto obliga a la empresa a producir en
previsión o para el almacén, para el mercado local: las mezclas de café cocido, antes de
ser distribuidas a los clientes, tienen que ser almacenadas y madurar aproximadamente
durante 35-40 días, a fin de mejorar las cualidades organolépticas. Eso implica muy altos
gastos de gestión de las provisiones, almacenaje y gastos financieros. Por lo que
concierne, en cambio, al output destinado al mercado de la Italia centro-septentrional y
al exterior, la producción es bajo pedido del cliente. La maduración tiene lugar en el
transporte y termina en los almacenes de los concesionarios exclusivistas de los
productos de la empresa.
El sistema del just in time potencia notablemente el papel de los diferentes
proveedores, que tienen que respetar los estándares de calidad nuevos y cada vez más
exigentes. En la Moncafè, los proveedores están envueltos activamente, junto a los
dependientes industriales (comakership), para asegurar una nivelación de la producción
(trabajando casi en falta de provisiones) y una cantidad de materias primas y
semiacabados, que no interrumpan la cadena productiva, a no ser que se trate de casos

71
raros y excepcionales.
Para hacer su estructura empresarial cada vez más flexible y contestar con rapidez
y gastos sostenibles a las demandas del mercado, muchas veces la Mon-cafè tuvo que
tomar decisiones de make or buy: realizar dentro de la empresa la producción (make) o
dejar a un sujeto externo las actividades no estratégicas para la empresa (outsourcing).
La única actividad que la empresa elegió externalizar es la producción de café
descafeinado en sobres (DEK), debido al alto coste de las instalaciones de
descafeinización y de la cuota marginal de mercado que este producto representa.
Antes de la adquisición (en 2004) de una nueva instalación automatizada para la
producción de los barquillos monodosis de café, la empresa se dirigía a sujetos externos
con respecto a esta actividad también. Los barquillos eran confeccionados con la marca
de la empresa por grandes industrias que trabajaban por cuenta de terceros. Dado el coste
relevante de las instalaciones de producción en atmósfera controlada de los barquillos,
los socios prefirieron ponderar cuidadosamente el peso de este segmento de mercado y
su importancia estratégica, antes de invertir.
La Calidad Total. En el listado de las estrategias de éxito de la Moncafè, una de
las más importantes es la instalación, implementación y certificación del sistema Calidad
Total, conseguido en 1998, según los requisitos establecidos por la norma UNE-EN ISO
9002, actualizada en 2002, según la norma UNE-EN ISO 9001:2000.
La decisión de conseguir esta certificación permitió a la empresa desarrollar su
propia competitividad en el mercado tanto nacional como internacional, y probó una
notable habilidad para adaptarse al contexto ambiental mudable, entonces flexibilidad
por parte del management. De hecho, los comercios están considerablemente
condicionados por la capacidad de proporcionar un producto de calidad constante, a
sabiendas de que los mayores clientes realizan una selección cada vez más esmerada de
sus propios proveedores, según precisos estándares de calidad. La Calidad Total aspira a
cumplir con las exigencias del cliente, pero hay que subrayar que el cliente no es sólo el
consumidor final del producto. Cada miembro de la empresa tiene sus clientes, es decir,
los que reciben el resultado de su trabajo en el proceso de administración. Por ello, la
calidad no significa sólo un atributo del producto, sino que envuelve todas las funciones
empresariales, exigiendo una redefinición profunda de estrategias, organización y
lógicas de acción. De tal manera, la Moncafè pudo reforzar su propia imagen en los
mercados, ganando nuevos clientes, y obtuvo muchas veces la posibilidad de adjudicarse
contratas en entes y administraciones públicas.
Claro está, la certificación conlleva unos gastos (gastos de prevención; gastos de
valoración; gastos debidos a defectos internos; gastos debidos a defectos externos), pero
según van creciendo los costes de calidad, se reducen otros costes, gracias al
mejoramiento de las prestaciones y una explotación mayor de los recursos empresariales.
La implementación y la certificación del sistema de Calidad Total exigió involucrar en la
empresa a consultorías, laboratorios especializados y organismos de control y de prueba,
o sea:

72
• Soluzione Qualità (Bari), consultoría direccional, para actividades relacionadas con
la planificación e implementación del sistema Calidad Total;
• Laboratorios técnicos especializados y centros SIT (Sistema Nacional de
Calibrado), para el calibrado de un instrumento y las pruebas;
• Certiagro (Certiqulity), ente acreditado Sincert, miembro CISQ e IQ-Net, para
controles de inspección relativos a la aplicación de los procedimientos.

Diferentes aproximaciones a los mercados-objetivo italianos y exteriores. Una


empresa activa sistemáticamente en el mercado global debe analizar y seleccionar las
características de los mercados-objetivo (grupos de consumidores a los que quiere dirigir
sus propios esfuerzos de marketing), para hacer una elección entre dos tipologías de
aproximaciones. La primera conduce a la aplicación de la estrategia de agregación e
implica la consideración del mercado total de manera unitaria, al igual que en un
mercado de masas, en el que las partes componentes son semejantes e indiferenciadas.
La segunda, en cambio, consiste en la segmentación del mercado, realizada después de
individuar a grupos de potenciales adquirentes (segmentos) con demandas homogéneas
(Stanton, Varaldo, págs. 59-67).
En relación con esto, la Moncafè aplica aproximaciones totalmente diferentes al
mercado italiano y al exterior. El mercado del café en Italia es demasiado variado y
heterogéneo y la empresa no puede considerarlo una entidad uniforme. Por eso emplea
una estrategia de segmentación, clasificando a los clientes según su poder adquisitivo, la
colocación geográfica y el target (se realiza una segmentación sólo dentro del canal
Ho.Re.Ca, que, como ya hemos dicho antes, absorbe un 98,2% de la producción anual).
La empresa desarrolla un específico marketing mix para cada uno de los
segmentos individuados, brindando una notable variedad de mezclas, a las que aplica
precios diferentes. Las exigencias heterogéneas de los clientes nacionales se satisfacen
también por medio del abastecimiento de equipos y letreros luminosos con los logos de
las diferentes marcas registradas y la oferta de unos gadgets y accesorios para cafeterías
y restaurantes.
La situación es muy diferente en los mercados exteriores, en los que los clientes
son homogéneos tanto en términos estructurales como de gustos. Al no haber una cultura
enraizada del café, en los países extranjeros no se percibe la diferente calidad de las
mezclas y eso permite a la empresa aplicar una estrategia de agregación del mercado.
Sin embargo, hay diferencias en las aproximaciones utilizadas por los
importadores que crean la red de venta en los diferentes países. Esas diferencias atañen a
la importancia atribuida a los elementos que componen el marketing mix (producto,
precio, distribución, comunicación). Por ejemplo, es muy interesante evidenciar las
peculiaridades de los importadores de café de los países del este de Europa y de los
anglosajones. Los primeros prestan atención a los servicios para los clientes y a la
comunicación, los segundos, en cambio, se concentran exclusivamente en la venta del
producto, sin preocuparse por reforzar la imagen de la marca o bien dedicar más tiempo
y recursos a los servicios de posventa.

73
La comunicación publicitaria. El café representa un mercado con alta intensidad
de marketing. Las actividades de comunicación, para las empresas que aspiran a ganar o
mantener cuotas relevantes de mercado, alcanzan niveles muy altos en relación a las
facturaciones desarrolladas y constituyen un medio indispensable para aumentar la
fuerza de la marca. La Moncafè, según afirma el responsable de marketing, gasta una
parte relevante de sus ganancias en las expensas promocionales y utiliza canales
diferentes para alcanzar a los clientes potenciales y reforzar su imagen ante los clientes
adquiridos. En particular:

• periódicamente, la empresa transmite en Italia y en algunos países extranjeros


anuncios televisivos, actualizados según la campaña promocional;
• un empuje notable a la obtención de confirmaciones inmediatas es la comunicación
realizada por medio de insertos, artículos y páginas publicitarias en revistas
especializadas en el sector, a saber Madein Italy food & beverage, Bargiornale,
Mixer y Bar Business;
• no se utiliza la tecnología informática sólo en el ámbito del proceso productivo,
sino también para la realización de una actividad de marketing innovador (web
marketing). De hecho, en 1995 la Moncafè creó un sitio web (www.moncafe.it),
actualizado por completo en 2005, que contiene todas las informaciones
necesarias sobre la empresa y sus productos. La empresa dispone de Internet
como un escaparate telemático y, además, telemáticamente dirige gran parte de
las relaciones con los clientes (sobre todo extranjeros) y, a veces, con algunos
proveedores;
• en los últimos años, la oficina de marketing de la empresa de Faggiano ha ido
dirigiéndose cada vez más al deporte (fútbol, balonvolea, baloncesto, vela),
patrocinando acontecimientos de carácter nacional e internacional, históricamente
monopolio publicitario de las grandes empresas;
• un empuje notable a la actividad comercial de la empresa lo brinda la participación
en ferias y la organización de mítines en el extranjero. Desde hace unos años está
presente con su pabellones en la mayor parte de los acontecimientos feriales del
sector tanto en Italia como en algunos países extranjeros (Estados Unidos, Grecia,
Albania y Alemania);
• para consolidar su marca, la Moncafè destina gran parte de su presupuesto anual a
la adquisición de letreros luminosos y accesorios, entregados en comodato
gratuito a cafeterías, hoteles y restaurantes.

8. CONSIDERACIONES FINALES Y CONCLUSIONES

El extraordinario desarrollo tecnológico, tanto en los sistemas de comunicación y


transporte como en los modos de producción, y el derribo de las barreras artificiales a la

74
circulación internacional de bienes, servicios, capitales y conocimiento contribuyen a
trazar una nueva geografía de las relaciones globales.
Hoy en día la unidad de espacio, tiempo y acción parece posible, pero si los
lugares son virtualmente indiferentes, lo que hace la diferencia es precisamente la
peculiaridad geográfica. El conjunto de relaciones entre empresas y entre éstas y otros
sujetos pone de relieve, de hecho, el papel del territorio y de la localización como
ocasión para disfrutar las ventajas competitivas a largo plazo. La competitividad
depende, por supuesto, de la organización interior de la empresa, pero para explicitarla
son esenciales los atributos del territorio, que explican las diferentes elecciones
espaciales, y en particular:

• las condiciones de los factores: cada lugar cuenta con cierta disponibilidad de
factores productivos (materias primas, fuerzas vivas, transportes, etc.), necesarios
para competir;
• las condiciones de la demanda: cuanto más exigente es la demanda interior de
productos y servicios, más incita a perseguir objetivos cualitativos elevados;
• las industrias conectadas o de soporte: éstas pueden ser estimulantes para el
intercambio de conocimientos tecnológicos y la circulación de las informaciones;
• la rivalidad entre empresas: importante por inducirlas a introducir innovaciones y
acrecentar su eficiencia.

Las relaciones espaciales que envuelven a las empresas pueden ser simplemente el
resultado de la contigüidad (como en los tradicionales modelos de aglomeración) o bien
indicar relaciones de colaboración basadas en la confian-za, y no de simple intercambio.
En este último caso, que ocurre sobre todo en los distritos industriales, las empresas
comparten principalmente informaciones, personal e instalaciones.
La geógrafa Ann Markusen, después de numerosos estudios e investigaciones de
campo, propuso un modelo de análisis basado en las entrevistas —quizás se pueda
definir como un verdadero protocolo— que permite evidenciar tanto el arraigo de una
empresa en la economía local como las relaciones con el extranjero. Elemento central de
este método es el soporte gráfico, en el que las industrias aparecen activas en dos
dimensiones: la primera coincide con la cadena productiva (en la que primero adquieren
input y por último ceden output), la segunda, con las relaciones de competición y/ o
cooperación con los competidores y las organizaciones.
Se aplicó este modelo al caso «Moncafè S.n.c», lo cual permitió analizar el
comportamiento empresarial teniendo en cuenta el contexto operativo, la tecnología y los
procesos productivos, sin pasar por alto la dimensión temporal.
La apertura de la empresa al extranjero, a pesar de sus dimensiones pequeñas,
permite evaluar algunas de las posibles estrategias con que también otras empresas
pequeñas y medianas pueden dirigirse al mercado internacional, superando las
dificultades que dependen de sus recursos limitados. Claro está, hay que tener en cuenta
las peculiaridades de los diferentes sectores económicos, sin hacer generalizaciones a

75
priori. Algunos comportamientos observados pueden ser ejemplos muy buenos para
muchos tipos de empresas industriales. Además, no obstante la importancia de la
estrategia de internacionalización comercial, la empresa mantiene fuertes raíces en el
territorio en que se ubica, a través del intercambio de informaciones y las relaciones
informales con actores económicos locales. El análisis de este caso fue muy intersante
por permitir evidenciar dos aspectos espaciales opuestos, pero, a la vez,
complementarios: arraigo en el territorio y apertura a los mercados internacionales6.

GLOSARIO

EMPRESA ACTIVA: empresa inscrita en el Registro de las Empresas que ejerce su actividad
y no resulta tener procedimientos concursados en acto.
ÍNDICE DE NATALIDAD (EMPRESARIAL): es el número de empresas inscritas en los registros
de las Cámaras oficiales de Comercio, Industria, Agricultura y Artesanía, con
salvedad de las agrícolas, en un sector temporal dado, cada 100 existentes a
comienzos del período.
EMPLEADOS: personas que trabajan en una unidad jurídico-económica (empresa,
institución), como trabajadores independientes o dependientes (a tiempo fijo, a
tiempo parcial o con contratos para la formación y trabajo), también en caso de
ausencia temporal del trabajo.
NORTE DE ITALIA: Piamonte, Valle de Aosta, Liguria, Lombardía, Trentino-Alto Adigio,
Véneto, Friul-Venecia Julia, Emilia Romania.
NORTE OESTE: Piamonte, Valle de Aosta, Liguria, Lombardía.
NORTE ESTE: Trentino-Alto Adigio, Véneto, Friul-Venecia Julia, Emilia Romania.
CENTRO: Toscana, Umbría, Las Marcas, Lacio.
SUR DE ITALIA: Abruzos, Molise, Campania, Lucania, Apulia, Calabria, Sicilia, Cerdeña.
SUR: Abruzos, Molise, Campania, Lucania, Apulia, Calabria.
ISLAS: Sicilia, Cerdeña.

TABLA 1.—La especialización sectorial de las empresas manufactureras del sur de Italia

76
TABLA 2.—Estructura dimensional del sector manufacturero: unidades locales por clases de empleados (%)

Fuente: Basada en Istat, Censo General de Industria y Servicios, 2001.

TABLA 3.—Sectores especializados en la división de las industrias alimenticias y de bebidas en el sur (I


Trimestre de 2005)

77
TABLA 3 (cont.).—Sectores especializados en la división de las industrias alimenticias y de bebidas en el sur (I
Trimestre de 2005)

78
Fuente: Basada en Cámara de Comercio, Tarento, 2005.
FIGURA 5.—Los mercados de la Moncafè S.n.c. en Italia

79
Fuente: www.moncafe.it-Moncafè Italia/
FIGURA 6.—Los mercados exteriores de la Moncafè S.n.c.

80
Fuente: www.moncafe.it-Moncafè nel mondo/

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82
Geografía de Italia y objetivo fotográfico. Consideraciones al
margen de una experiencia editorial*
BRUNO VECCHIO
Università degli Studi di Firenze (Italia)

1. PRÓLOGO

Este trabajo nace de una empresa editorial en la que se me hizo participar: la


redacción de la obra Historia y sus imágenes. Italia desde la Unidad hasta hoy día (La
storia e le sue immagini. L’Italia dall’unità ad oggi), coordinada por dos historiadores de
la Universidad de Turín, Massimo Fippo y Piergiorgio Zunnino, y publicada por el editor
Garzanti/Grandi Opere en Milán entre finales de 2002 y comienzos de 2003.
La obra se vale —para esbozar una síntesis de la historia de Italia en el período en
cuestión— del material de los Archivos Alinari. Estos archivos no contienen sólo el
repertorio de esta famosa familia de fotógrafos florentinos, sino también una serie
riquísima de otros fondos fotográficos que se adquirió al correr del tiempo o bien caídos
en suerte a la gestión de la actual Sociedad Alinari; entre otras cosas, el archivo
fotográfico del Touring Club italiano1.
Una de las peculiaridades de esta obra con respecto a las demás que se publicaron
en Italia en los últimos años o décadas sobre temas análogos es la de comprender —al
principio— una sección muy amplia (más de doscientas páginas) claramente dedicada a
«Territorio y paisaje». La sección está dividida, a su vez, en seis subsecciones:
«Campos»; «Montañas»; «Mares y costas»; «Ciudades y áreas urbanizadas»; «Vías de
comunicación y medios de transporte»; «Traumas territoriales»; y ha sido coordinada

83
por el infrascrito. En el texto a continuación voy a profundizar en algunas
consideraciones teóricas y metodológicas que la participación en el trabajo y, en
particular, la composición de las secciones redactadas por mí mismo, desencadenaron en
mí. Principalmente voy a recordar unas cuestiones relacionadas con la especificidad del
medio fotográfico en geografía; para concluir, voy a explicar los criterios que han
orientado —para la construcción de algunas secciones— el uso del material fotográfico
disponible.

2. SOBRE LA ESPECIFICIDAD DEL MEDIO FOTOGRÁFICO: CIMIENTOS DEL


DEBATE

Vamos a discutir si la extrordinaria capacidad de los medios icónicos para «poner


en forma» la percepción común en el mundo contemporáneo es una peculiaridad de
nuestra época, o bien, por el contrario, un rasgo característico de un largo período de la
civilización humana (sólo espaciado por paréntesis de relativa mayor importancia del
logos) y, entonces, hoy lo percibido no es sino el advenimiento de nuevas modalidades
de comunicación icónica que hacen supervalorar la divergencia con el pasado2.
Lo que parece difícil de rebatir es el hecho de que en la comunicación «los medios
materiales son fuertes, fortísimos y, tras su activación, quedan en nosotros como a priori
kantianos, dispuestos a modelar, a poner en forma nuestra experiencia sensorial» (Marra,
2001, pág. 8). Desde este punto de vista, si hoy en día la fotografía puede parecer un
medio relativamente obsoleto respecto a las imágenes dinámicas cada vez más
frecuentes, por un lado, no se debe olvidar el papel que desempeñó en el siglo XIX, ya
que preparó la pista para las innovaciones contemporáneas en campo icónico3, y,
entonces, la naturaleza de «a priori kantiano» que adquirió durante mucho tiempo4. Y
por otro lado, no se puede absolutamente afirmar que el rol «persuasivo» de las
fotografías sea hoy marginal, si se piensa en la tirada local de las revistas populares o de
revistas más elitistas en papel cuché. Basta con eso para hacer irrenunciable la
aproximación crítica a la fuente, también en el caso de las imágenes fotográficas.
Con respecto a esta aproximación crítica recordemos ante todo el examen
meticuloso de Jacques Le Goff sobre el camino que la historiografía de las últimas
décadas se abrió para salir de la presunción positivista de la objetividad del
«documento»; y entonces su advertencia de que «no existe un documento objetivo,
inocuo, primario», que cada documento es «monumento» también, es decir, recuerdo de
sí mismo, que una sociedad quiere perpetuar intencionalmente y según determinadas
modalidades (Le Goff, 1978, págs. 38-46). De estos asertos sacamos el corolario de que
la fotografía, obviamente, al ser un documento, teóricamente pide una aproximación
crítica parecida; y quizás la pida aún más un grupo de fotografías —particularmente
importantes en los orígenes de la fotografía italiana—, es decir, las que más logran
acreditar la suposición de que sean «reproducción objetiva» del mundo, a raíz de la

84
atmósfera positivista en que se colocan y sus caracteres intrínsecos a la vez.
En realidad —lo recordó Gabriele D’Autilia en el prefacio a un reciente trabajo
suyo sobre el uso de la fotografía en historia— el documento fotográfico comparte de
lleno las características de los demás documentos: tiene una «ineludible naturaleza
ambigua» al ser «vehículo de mensajes intencionales y no intencionales a la vez»
(D’Autilia, 2001, pág. XI); por lo tanto, es esencial aproximarse críticamente tanto a él
como a los otros documentos. Mejor dicho, más a él, dada la mayor ilusión de objetiva
asepticidad que la fotografía puede brindar.
Por eso, la contextualización en las dinámicas socioculturales es irrenunciable
también en el sector de la imagen fotográfica: esa contextualización, que algunos autores
propenden a subrayar como típica y característica del posmodernismo, de la que, por el
contrario, otros recuerdan la plena operatividad, también en el saber de la fase
«moderna»5.
La línea historiográfica más vigorosa , que opina que, por lo general, «la búsqueda
de los indicios debe apoyarse en un fuerte proceso cognoscitivo», según D’Autilia, se
transfunde, en el campo específico de la fotografía, en la recomendación para que se
organice una comparación entre la intuición del historiador y la ineludible ambigüedad
del documento fotográfico, que quizás se pueda realizar por medio de la que Rudolf
Arnheim define «llena experiencia perceptiva».

3. SOBRE EL MEDIO FOTOGRÁFICO EN GEOGRAFÍA

Éste es el contexto general que define el carácter de la fotografía como


documento. Sin embargo, no hay que pasar por alto la relación específica entre la
fotografía y la tradición de los estudios geográficos.
Tiempo atrás, Peppino Ortoleva escribió, con respecto al papel subordinado al que
la imagen fotográfica fue largo rato relegada en el campo de los estudios teóricos, que
eso sucedió a causa de cuatro motivos:

• la fotografía es incompatible con el flujo temporal;


• reproduce a un número infinito, y por eso difícil de administrar, de individuos;
• es difícil de traducir a palabra escrita (lo que, sobre todo, exigen los historiadores);
• «Tras los entusiasmos positivistas, la cultura occidental ha ido a la búsqueda de
estructuras profundas, en detrimento de la apariencia sensible.»

Por todos estos motivos, concluye que la foto ha sido descuidada por historiadores,
sociólogos y economistas durante mucho tiempo (Ortoleva, 1983, pág. 1152)6.
Aquí interesa subrayar el hecho de que algunos de esos que, largo y tendido, se
percibieron como límites de la fuente fotográfica por la sensibilidad foto-gráfi ca,
durante el mismo período de tiempo se invirtieron en ventajas por la tradición geográfi

85
ca; o, por lo menos, en caracteres que la geografía no juzgaba limitativos.
Prescindiendo del segundo motivo citado por Ortoleva, que no representa
problema ninguno en geografía (porque la geografía se orienta tradicionalmente a
encuadres en que los hombres son apéndices del espacio fotografiado o faltan del todo);
prescindiendo de todo eso, una historia crítica de la geografía permite afirmar que el
primer y el tercer motivo no crean problemas al paradigma positivista, y el cuarto motivo
es justo el efecto de un movimiento (la búsqueda de estructuras profundas) al que la
geografía ha sido ajena durante mucho tiempo.
Con respecto al primer y al tercer carácter descritos por Ortoleva, véase lo que
recuerda Franco Farinelli (1987, pág. 11): según afirma la regla del «fenome-nismo», en
virtud del que apariencia y sustancia de las cosas coinciden, la llamada «geografía del
paisaje» disfruta de suerte constante en la geografía positivista. En el sentido de que lo
que aparece («el paisaje») inmediatamente dice todo sobre lo que es. Pues, entonces, el
paisaje llega a ser «toda la geografía». «La idea de paisaje sirve, al fin y al cabo, para
indicar, de manera sintética, el conjunto de los “hechos geográficos” que hay que tener
en cuenta y por los que no es ni siquiera necesaria la específica enumeración, ya que se
imponen por sí mismos al ser directamente observables en el tour d’horizon» (Zerbi,
1993, pág. 37). Con respecto a la geografía italiana, aún en los años 50 el ejemplo de
investigación geográfica sobre las migraciones, propuesto por Ferdinando Milone para
los italianos que se fueron a trabajar a las minas de Bélgica, encontró fuertes resistencias
en el mileu académico, sobre todo por la dificultad de incluir la investigación misma en
ese paradigma «paisajístico». Así que al final se compartirá la opinión de que los
geógrafos sí que pueden estudiar las migraciones, pero sólo porque ellas tienen
consecuencias directas en la transformación del «paisaje» (Rinauro, 2004, págs. 507-
514).
Si la apariencia de las cosas es tan crucial para la geografía de la primera mitad del
siglo XX, no sorprende el que «en la aparente empírica inmediatez de la “vista”
fotográfica encuentra su forma de expresión nueva y favorita, la que más que otras
satisface su falta de irreflexiva objetividad» (Farinelli, 1987, pág. 12).
Falta de dimensión temporal de la foto y carencia de bagaje argumentativo, que
son tan dañosos a la hora de acreditar la fuente fotográfica para los historiadores, no
pueden tener el mismo efecto en los geógrafos.
Desde este punto de vista, el talante tradicional de la geografía hacia la fotografía
—vista como objetiva representación de la realidad— es adecuado para comprender bien
aquellas iniciativas que, hacia las postrimerías del siglo XIX y en la primera mitad del
siglo XX, aspiran a utilizar el medio fotográfico como una oportunidad decisiva para obras
garrafales de inventario del «estado del mundo». La obra de Alinari (o del Touring club
nacional) en escala de Italia se puede leer en este sentido, aunque —claro está— no es la
única; en el campo del inventario global, por ejemplo, es relevante el caso del banquero
y filántropo francés Albert Kahn (1860-1940), el fundador de la empresa de las Archives
de la Planète (Archivos del planeta), un inmenso repertorio fotográfico (y cinema-
tográfico también) global; para construirlo financia entre 1909 y 1931 servicios de

86
filmación en 50 países, valiéndose de la dirección científica del geógrafo Jean Brunhes
(Kahn et Al., 1978; Kahn y Grendi Hirschkoff, 1986)7.
Por lo demás, las argumentaciones que quieren demostrar que la fotografía es
también intencionalidad no logran infirmar esa presunción de objetividad de la
fotografía. Prescindiendo del hecho de que el debate sobre la contextuali-zación del
documento sólo maduró unos treinta años antes; prescindiendo de eso, para la específica
fuente fotográfica las argumentaciones sobre la intencionalidad en el uso del medio —
que podrían contradecir la opinión de que «la fotografía es realidad»— con su ser
notorias, van a ser poco relevantes hasta que la práctica fotográfica sea sobre todo
patrimonio de profesionales, hasta que —debido también a la difusión de masas de la
fotografía autónoma relacionada con el desarrollo turístico (Urry, 1995, págs. 195-198)
— esté patente la diferencia entre la instantánea sacada por el hombre de la calle y la
misma instantánea sacada por un profesional. Todo eso vale —una vez más, y por lo
menos en Italia— hasta mediados del siglo XX: al final de esa época se difunden
considerablemente las cámaras no profesionales8. Sólo en este caso podrá creerse en
cierta medida patrimonio compartido la aserción de que no toda cámara y no todo
fotógrafo —como también no todo ojo humano— «lee el mundo» de la misma manera9,
por el único hecho de que reproduce los mismos contornos físicos de lo fotografiado10.
Entonces, durante décadas predominó una condición que nos parece posible
describir como difundido desconocimiento de la opinión pública respecto a la fotografía
como documento/monumento. En este desconocimiento contribuyó involuntariamente la
escasa atención de los historiadores a esa fuente. En estas condiciones, la construcción
de los conocimientos sobre aquella particular declinación de la fotografía, es decir la
fotografía «geográfi ca» ha sido dejada en manos de pocas y aisladas intervenciones11.
Con respecto a eso, en Italia destaca el pequeño volumen publicado a mediados de
los años 70 por Giorgio Bergami y Tonino Bettanini, con el objetivo de ofrecer una
deconstrucción de la foto geográfica contemporánea y que, en efecto, propone un amplio
abanico de lecturas dirigidas de ella, que aspiran a argumentar la no neutralidad de
elecciones que, a primera vista, podrían parecer técnicas (Bergami y Bettanini, 1975).
No se puede pasar por alto, en el sector específico de la contextualización de los
fotógrafos en cuyos archivos hemos trabajado, los florentinos Alinari, el enfoque
propuesto por Filippo Zevi12. Zevi explica que los Alinari desde la fundación de la firma
(mediados del siglo XIX) hasta los años 20 del siglo XX desarrollan una subterránea y
eficaz obra de educación técnico-cultural en sus numerosos operadores, con el fin de que
los productos de su firma adquieran caracteres estándar, que tengan en cuenta la
personalidad de cada fotógrafo. Entre estos caracteres es relevante la elección de una
«lectura de perspectiva del ambiente» que procede «del patrimonio de la cultura
absorbida, aunque —claro está— sin darse cuenta, en la convivencia diaria con el
Renacimiento»; como uno, en Florencia, se puede esperar (Zevi, 1977, pág. 249).
Además, esos caracteres tienden, justo en virtud de su frecuencia continua, a proponerse
como «objetivos», rasgos propios de lo efigiado: es «el carácter industrial de la

87
producción de este código que elimina la parte del sujeto» (Farinelli, 1980, pág. 22).
Entonces, si una consecuencia del «fenomenismo» de cierta versión de la geografía (y de
una más general forma mentis de la que puede ser expresión) es su subvaloración de la
intencionalidad del documento fotográfico, quizás las elecciones técnicas y culturales de
los Ali-nari sean capaces de consolidar esta subvaloración.
Por supuesto, tan pronto como se adquiera conciencia del hecho de que el material
Alinari —aunque no sea mediato por la cultura de los autores y tienda a un inventario
«científico»— es de todas maneras e inevitablemente una representación orientada, se
puede gozar al máximo de las potencialidades de su Archivo. Entonces puede que, para
los fines de las específicas preguntas que se ponen a la documentación, también la
repetitividad de los módulos de composición de Alinari tenga ventajas documentales
relevantes.
Otras ventajas del archivo Alinari proceden —como ya se recordó— de su acoger
también material con características diferentes; como el del fotógrafo romano Brogi; su
patrimonio, «en comparación de la cifra de los Alinari, a trechos casi parece ser un
esbozo o algo artesanal». Y llega incluso a mostrar «el trabajo de los obreros, algo
improbable en una foto Alinari» (Farinelli, 1980, pág. 23); y descuidar las diversas
adquisiciones recientes de los Archivos Alinari de fondos de fotógrafos
contemporáneos13.
Al fin y al cabo, la fotografía ha sido, durante largo tiempo, perjudicada, por un
lado, por la escasa atención que muchas de las ciencias sociales le dedicaron, por otro
lado, por el uso acrítico que de ella se hace en otros ámbitos; a pesar de eso, según la
experiencia del infrascrito con los Archivos Alinari, estamos convencidos de que es un
recurso precioso con tal de que se la trate crítica y adecuadamente y tenga un valor
didáctico y documental notable.

4. SOBRE LOS CRITERIOS DE USO DEL MATERIAL ALINARI: LOS CAMPOS

Veamos ahora la enunciación de unos importantes criteros que hemos adoptado en


el uso del material Alinari y luego pongamos ejemplos.
Las líneas indicadas por la dirección científica de la obra eran más o menos las
expuestas a continuación:

• estructura predeterminada del discurso. Tanto por lo que atañe al tema general
«Territorio y ambiente», como por lo que concierne a la subdivisión general en
subsecciones, la gama de asuntos prevista era bastante rígida. El autor, por
ejemplo, tuvo que gastar muchas argumentaciones, sobre todo en la sección
«Campos» para defender la elección —que él estimaba irrenunciable— de una
amplia exposición de tipologías regionales, por eso eminentemente sincrónicas,
de los fenómenos, que desempeñara un papel incisivo junto a la consueta

88
narración diacrónica de las vicisitudes italianas por medio de la imagen;
• subordinación de la imagen al texto explicativo y viceversa. Esta línea —por el
contrario compartida del todo por el infrascrito— hizo que la obra, en su
totalidad, apareciera realmente diferente de una antología de «bonitas imágenes»
fotográficas, conforme a los módulos acreditados por muchas publicaciones
parecidas y por diversas publicaciones Alinari14. Con estas premisas el criterio
adoptado en la sección «Territorio y paisaje» no podía sino ser el de acudir a las
certidumbres de la reflexión geográfico-económica y geográfico-social,
proponiendo en el texto una suma de tales certidumbres —forzadamente concisa
— de las que luego queda por probar la posibilidad de manifestación en la
iconografía.

En las subsecciones, editadas por el infrascrito, la sucesión de los asuntos fue


entonces muy similar a la de un manual de geografía humana de la Italia desde mediados
del siglo XIX hasta hoy día (o sea, una sinopsis de historia territorial). En cada una de las
subsecciones, a un enfoque inicial más o menos amplio del problema investigado,
relativo a las estructuras (agrarias, urbanas, de transportes), existentes en Italia en el año
de la Unidad (1861), le siguió una exposición diacrónica de los cambios mayores.
El primer problema con el que nos topamos es el tema con el que, por tradición, el
geógrafo tiene que medirse: la forma del territorio (que generalmente definimos con el
término paisaje) informa perfectamente (y, conforme nos acerquemos a nuestros días
informa cada vez menos) acerca de los fenómenos que actúan sobre el territorio. Por lo
que, aspectos patentemente análogos pueden remitir a estructuras diferentes, formas
distintas pueden celar analogías sustanciales de funcionamiento.
Por consiguiente, reforzado en mi intención por la dirección científica del trabajo,
opté por adoptar una «mirada cartesiana», que trabaja conforme el «paradigma de la
huella». Según ese paradigma, se buscan «en el paisaje las manifestaciones de
estructuras ocultadas que se intenta revelar» (Debarbieux, 1992, pág. 275).
Es una vez más D’Autilia quien escribe: «Primer documento “objetivo” para la
cultura positivista que lo produjo […], la fotografía constituye un instrumento
extraordinario del historiador, con que él estudia mentalidades, emociones, cariños, es
decir lo más impalpable que la historia nos ha entregado» (D’Autilia, 2001, pág. XII).
Ampliando esta afirmación ad usum geographiae, es posible hablar, por lo general, de
posibilidades de sacar lo inmaterial, y, además, admitir que también el geógrafo puede
derivar inspiración e instrucción de las fotos, según las mismas líneas: de lo perceptible,
llegar hasta la argumentación —y, tendencialmente, a la reconstrucción— de lo
imperceptible.
De esta tesis procede nuestro forzamiento, a veces extremo, sobre las fuentes
fotográficas utilizadas, para que ellas expresen una sola —la que en dicha circunstancia
más interés tenía— de las múltiples informaciones que podrían brindar.
Quizás el caso más significativo (de todos modos, el que más impresionó a su
autor) sea —en la subsección «Campos»— el de la clasificación de la Italia agrícola en

89
grandes reparticiones regionales (práctica preliminar a la descripción de las
transformaciones agropastoriles del último siglo y medio).
En el caso en cuestión se trató de explotar la reflexión historiográfica más reciente
para que se individuaran, en el material fotográfico disponible, los indicios que permitían
atribuir cada una de las agriculturas a uno u otro de estos tipos regionales.
En virtud de ese proceso, la dimensión visible —entonces, la más notablemente
propia del medio fotográfico— ha sido sobremanera desclasada y relegada a un papel
muy subordinado a la satisfacción del fin elegido: construir esa regionalización.
La regionalización agrícola, en efecto, ha sido construida y basada en lo que la
dimensión visible de las agriculturas percibe como extremadamente lejano, pero, al
mismo tiempo —según nosotros— eficaz para una comprensión real de éstas. Estamos
hablando de la clasificación según «estructuras agrarias» tradicionales.
De esta manera, se ha evidenciado una fuerte unidad —que, claro está, a muchos
les podrá parecer opinable15— entre estructuras agrarias paisajística-mente muy
variadas, como las de la Italia centro-septentrional. Esta extrema variedad ha sido
reunida bajo el único título «Campos italianos de media y pequeña gestión de la Italia
centro-septentrional» (págs. 10-15), individuando el sentido unitario en el hecho de que
esos camps remontan a la medieval «Italia de los comunes» (y, luego, de las señorías
ciudadanas), puesto que ésos ejercieron con mayor continuidad su acción sobre el campo
circunstante y ése fue plasmado «por los centros urbanos, sus capitales, por la
organización del trabajo agrícola que logran conseguir» (pág. 10). Llanura aluvial del
valle del Po y véneta de Piamonte a Friul-Venecia Julia, llanura aluvial de Emilia y de
Romaña, colinas de la Toscana interior, de Las Marcas y de Umbría, es decir, la mayor
parte de la llanura y de las colinas de la Italia centro-septentrional (o sea, la «Italia de los
comunes»), están reunidas en una única amplísima categoría de campos, que prescinde
tanto del gran abanico de formas jurídicas de la contratación agraria (alquiler, aparcería,
pequeña propiedad), como de la gran gama de cultivos practicada (por lo menos, los
permitidos por caracteres climáticos a medio camino entre el subcontinental y el
submediterráneo), como, en fin, de las formas del hábitat (del hábitat de los centros de
población diseminados al verdadero hábitat diseminado). Todos esos caracteres, con su
ser diferentes, aparecen a la vez en la tipología socioeconómica deseada.
Al lado de esta sustancial unidad de significado (pero no de formas) de las
estructuras agrarias centro-septentrionales, destaca la fragmentación de las estructuras
agrarias tradicionales de la Italia centro-meridional.
Aquí, la dimensión visible y paisajística adquiere un sentido explicativo mayor, la
interpretación de las estructuras agrarias tradicionales le debe mucho más a la
observación de las formas, caracteres patentemente diferentes remiten a diferencias
sustanciales. Las imágenes del sur rural, entregadas por los reformadores ilustrados
dieciochescos y de la primera mitad del siglo XIX, y luego por los reformadores
meridionalistas sucesivos a la unificación italiana son tan contrapuestas entre ellas como
para fundar en el imaginario común una oposición evidente —es decir, paisajística—
entre latifundio (págs. 22-23) y «jardín mediterráneo» (págs. 20-21, véase fig. 1), una

90
oposición que corresponde realmente a una discriminación socioeconómica también.
Quien quiera argumentar, desde el punto de vista iconográfico, estos rasgos
contrapuestos de la agricultura del centro-sur tiene que hacerse cargo —y eso es lo que
hemos tratado de hacer— de que otras distinciones en la agricultura del centro-sur (más
sutiles de coger desde el punto de vista paisajístico, pero igualmente sustanciales desde
el punto de vista estructural) son esenciales, aunque hayan sido relevadas mucho más
tarde por los estudiosos y la literatura científica del sector.
Es el caso de la distinción, realizada (por primera vez en 1944) por el
meridionalista Manlio Rossi Doria por lo que concierne al latifundio, entre la versión
«capitalista» y la «campesina» de él: una distinción que atañe no tanto a la forma
paisajística, sino a sus estructuras sociales. Es el caso —aún más— de esa estructura que
en el volumen hemos definido «pequeña y mediana gestión de media intensidad de
cultivo de la Italia centro-meridional».

FIGURA 1.— Cesare Pezzini, Vista de los alrededores de Bagheria (Palermo), 1934.
(Touring Club Italiano/Gestión Archivos Alinari, Milán). Sacada de Vecchio, 2002.
Reproducción autorizada

Esta última estructura —que recuerda, en cierta medida y frecuentemente también


en los aspectos paisajísticos, la de los campos «de los comunes» del centro-norte— ha
sido reconocida muy tarde como fenómeno significativo para los campos del centro-sur.
Un reconocimiento pleno de ella se encuentra sólo en la reflexión que empezó en la
mitad de los años 80 y en torno al historiador Piero Bevilacqua y la revista Meridiana.
Este reconocimiento se registra en la Historia de la agricultura italiana en la edad
contemporánea (Storia dell’agricoltura italiana in età contemporanea), bajo la dirección

91
de Bevilacqua y publicada por Marsilio entre 1989 y 1991, específicamente en el ensayo
de Angelo Massafra y Saverio Russo (1989).
El lento reconocimiento de esta estructura se debe a diversos motivos. Por un lado,
está el carácter mucho más fragmentado de estas presencias de «pequeña gestión»
respecto al centro-norte; por el otro, la afirmación gradual y en épocas más recientes de
estas pequeñas gestiones, a raíz tanto de una menor fortaleza de las burguesías de la
provincia meridional respecto a las de la «Italia de los comunes», como de una
«acumulación campesina» facilitada por las migraciones a larga distancia del último
siglo. La unión de estos dos fenómenos (lentitud en la formación y en la fragmentación
espacial) hizo que la evidencia del hecho y su consideración como algo único apareciera
más tarde. Así que, en 1944, en la mencionada obra, Manlio Rossi Doria cita esta
estructura agraria, que él considera atípica en el sur de Italia, sólo como característica de
Irpinia, de la región de Benevento y del Cilento septentrional (todas en Campania) y de
la región de Cosenza en Calabria (Rossi Doria, 1956, pág. 7). En cambio, hemos tratado
de describir, desde el punto de vista iconográfico, la presencia de tal estructura en
ámbitos mucho más amplios de los reconocidos por el ilustre meridionalista16. De todos
modos, hemos intentado dar una énfasis particular a estas presencias de «pequeño
cultivo» meridional (y entonces, la gama de las estructuras agrarias italianas aparece más
compleja), porque compartimos la opinión de que ellas logran ahuyentar la imagen de un
sur «diferente», inevitablemente sujeto a su condición de «infierno» agroambiental (el
latifundio) o de paraíso (el «jardín mediterráneo»). Lo cual nunca es superfluo, y aún
menos cuando cierta vulgata sociológica tiende a reforzar el concepto de una diversidad
irremediable del sur respecto al norte17.
Una dificultad encontrada en el discurso sobre las estructuras agrarias
tradicionales depende del hecho de que algunas declinaciones regionales significativas
de ellas han sido fotografiadas en años bastante recientes, y no en el siglo XIX. Sin
embargo, la inercia del paisaje —cuando no de las estructuras—, que hace patente su
existencia, ha permitido construir igualmente y sin demasiados daños y vacíos un equipo
iconográfico convincente. Piénsese, por ejemplo, en la representación del latifundio
capitalista centro-meridional (págs. 22-23): si para el «Campo romano» se pudo utilizar
una foto de Giacomo Brogi del año 1920, para el latifundio de la Calabria jonia se debió
retroceder en el tiempo hasta llegar a una foto de Toni Nicolini del año 1963 y para el de
la Sicilia interior a una foto de Italo Zannier del año 1968. En todos estos casos la fecha
bastante reciente no daña la eficacia de la demostración.

5. SOBRE LOS CRITERIOS DE USO DEL MATERIAL ALINARI: LAS CIUDADES

Las modalidades de exposición de la iconografía en el ámbito del discurso


científico que se quiso promover han sido bastante diferentes por lo que atañe al
fenómeno urbano. En los Archivos Alinari, la ciudad —en sentido lato— está mucho

92
más fotografiada que el campo; por eso, el problema no fue tanto el de hacer una
complicada búsqueda de documentación «rara» (que, en casos de espacios no
urbanizados hizo necesaria una búsqueda en fuentes exteriores a esos archivos18), sino
que, con respecto a esa documentación —superabundante— se llevó a cabo una fuerte
selección. Ya lo hemos dicho, los Alinari dedican gran atención al monumento o a la
perspectiva monumental. A ésa, y no raramente, se le subordina también el campo y se
tiende a reproducir cánones de la «bella vista», a veces también en las situaciones menos
urbanas que se pueda imaginar (véase, por ejemplo, la imagen del Gennargentu, en
Cerdeña, de 1910; pág. 55). Entonces, en las ciudades, el problema no fue tanto el de ir a
la búsqueda de una documentación escasa, sino el de defenderse de la base
monumentalista querida por la abundante iconografía, para buscar las instantáneas que
diesen una idea del funcionamiento de las ciudades italianas en la época deseada (siglo
XIX o XX), y no sólo de su forma edilicia (útil, sobre todo, para intuir cómo ellas eran
vividas en el pasado).
Las líneas de acción para alcanzar esta meta han sido diversas. Veámoslas
rápidamente:
Explotar las fotos en las que los fotógrafos Alinari renuncian a la técnica de la
eliminación de la presencia humana y, sobre todo, del trabajo; y eso porque esta técnica
no es practicable, al tratarse de ciudades diferentes de las «Ciudades del silencio» tan
numerosas en Italia entre 19 y 20 siglos19. Véase la imagen de Messina en un día de
mercado (pág. 105), elegida por ser funcional a nuestra voluntad de enseñarla como una
de las principales ciudades italianas de la época. Una calidad cuya conciencia ha sido
borrada o, por lo menos, sensiblemente reducida por la involución económica y social de
la ciudad tras el terrible terremoto de 1908 (Gambi, 1960, pág. 6). O bien la otra imagen,
la del barrio S. Lucía en Nápoles. En esa ciudad, de todas maneras, sería muy difícil —
incluso para los operadores Alinari— coger un contexto carente de toda humanidad20.
Explotar el conjunto de fotos que atañen a los Archivos Alinari, pero que no se
deben precisamente a los Alinari, y que permiten obtener indicios (e, incluso, algo más
que indicios) sobre el funcionamiento urbano. Es el caso de una bonita imagen de
Anderson que reproduce Verona desde lo alto (pág. 102; véase fig. 2), con los molinos
flotantes en el Ádige, indicio único, pero importante, de los tráficos de la ciudad en una
instantánea sacada en una escala que excluye la humanidad del campo visual y anticipa,
en cierta medida, el estilo de las fotos aéreas. Es el caso, sobre todo, de las muchísimas
imágenes del fotógrafo Brogi sobre sitios urbanos

93
FIGURA 2.—Empresa fotográfica Anderson, Panorama de Verona, aproximadamente1890. (Archivos
Alinari/Archivo Anderson, Florencia). Sacada de Vecchio, 2002. Reproducción autorizada

FIGURA 3.—Empresa fotográfica Giacomo Brogi, Palacio de los Seguros en Plaza Venecia, Roma, 1911 con
cierta movida, como la plaza Cordusio en Milán (pág. 109), Plaza Venecia en Roma (pág. 114; véase fig. 3), plaza
De Ferrari en Génova (pág. 115).
Aceptar la privación de presencia humana que la foto deriva del encuadre en
escala pequeña, ya que el fenómeno que se quiere demostrar es argumentable también
sin presencia humana visible, admite entonces su ausencia. Éste es, de modo particular,
el caso de las fotos que conciernen al crecimiento urbano italiano en la segunda

94
posguerra: porque el fenómeno que se quiere argumentar es la acción del rendimiento
urbano sobre la conformación de los nuevos barrios (así que éstos pueden ser leídos
como la «concreción, la solidificación del rendimiento»; pág. 128). Por consiguiente, la
brutal materialidad del fenómeno que se quiere evocar, el hecho de que ése explota y
condiciona las formas de la socialidad, no sólo no padece la presencia de un conjunto
iconográfico parecido, sino que goza de la presentación de un espacio carente de seres
humanos o casi. Véanse las imágenes que completan el capítulo «Las ciudades de la
posguerra en los años setenta» (págs. 126-129) y, en particular, la imagen de los barrios
Prati y Flaminio en Roma, fotografiados desde Monte Mario, una imagen que, desde este
punto de vista, presenta —una vez más— sustancialmente las características de una foto
aérea (pág. 129)21.

6. CONCLUSIÓN

Al comienzo del ensayo hemos comprobado cómo la fotografía, igual que las
demás familias de fuentes, es «monumento» y «documento» a la vez. De lo dicho hasta
aquí resulta que la hemos utilizado casi sólo en su primer aspecto. Y,
correspondientemente, hemos insistido en el hecho de que nuestra narración acredita la
susodicha mirada «cartesiana» al paisaje (paisaje como manifestación de estructuras
escondidas, todavía por descifrar). Sabemos que el paisaje no es sólo eso (es decir, lo
visible del territorio)22, pero ésta fue la perspectiva elegida para la ocasión. Una
argumentación sobre la fotografía como expresión de cierta visión del mundo prescindía
de la tarea que nos habíamos fijado: la descripción del territorio italiano y su evolución.
Por eso, aunque en el título de la sección se hable de paisaje, nunca se ha creído
poder hacer saltar a la vista sistemáticamente la subjetividad de la mirada (fotográfica).
Muy frecuentemente se ha aspirado —arbitrariamente, claro está— a depurar la
fotografía de su intencionalidad, para ver lo que el objetivo fotográfico permite ver,
independientemente de esa intención.
Sólo en pocos casos el carácter de la instantánea dejaba transparentar tan
patentemente la idea del fotógrafo y fue en estos casos cuando creímos no poder, en
absoluto, pasar en silencio la circunstancia.
Por ejemplo, piénsese en el caso de una finca en el campo florentino
aproximadamente en 1900, en cuya efigie la finalidad celebrativa es particularmente
evidente (pág. 15), con los exponentes de tres generaciones de la familia del aparcero
que se reúnen armoniosamente en el jardín y se dedican al descanso o al trabajo del telar:
en definitiva, un ejemplo de versión del siglo XX de la famosa pintura del siglo XIV,
Efectos del buen gobierno en el campo, pintado en la Casa Consistorial de Siena por
Ambrogio Lorenzetti.
Otro caso es la serie de fotos sacadas por el equipo de fotógrafos Villani en época
fascista, que presentan en versiones nuevas la tradicional monumentaliza-ción y

95
eliminación del campo visual de las personas, en función de la voluntad del que encarga
la obra: enseñar la irrelevancia de la humanidad común frente a los símbolos edilicios
del totalitarismo.
En estos casos, entonces, hemos descrito, breve pero explícitamente, las peculiares
técnicas iconográficas del operador. En este sentido se trata de excepciones.
Pero en otros casos, la intencionalidad —aunque nosotros no la citamos— trasluce
claramente. Es imposible, por ejemplo, no vislumbrarla en los numerosos casos de otras
fotografías sacadas en los veinte años de régimen fascista por el Instituto Luce23 con
finalidades didácticas (finalidades que traslucen la humanidad, en este caso presente,
aunque dispuesta con ordenación); reproducen tanto la inauguración de la nueva
Estación central de Milán (pág. 159), como la de un complejo de viviendas de protección
oficial en Bolonia (pág. 118), como una obra de reforestación en Calabria, con los
obreros vivazmente concentrados en las terrazas y armoniosamente diseminados por la
pendiente (pág. 60).
Prescindiendo de estos veinte años, nos parece que reflejan con toda evidencia —y
también sin nuestras explícitas sugerencias— nuevas y diferentes intencionalidades del
Instituto Luce. Piénsese en las instantáneas del año 1947, con las que el Instituto
documenta la pobreza de los «arrabales» (es decir, los barrios «sub-integrados») en
Roma, consecuencia previsible del «pico sanativo» celebrado por la retórica fascista en
los años anteriores (pág. 119)24. Piénsese también en la representación del Instituto de
unos episodios centrales de la reforma territorial de los años 1949 y siguientes (pág. 35),
como la «entrega de los terrenos a los campesinos» en Cassino en 1951, con los
cartelones izados por los presentes que repiten «¡Viva el pequeño campesino
propietario!» (ibíd.).
Confiamos en que el lector, más allá de la presencia o la ausencia de nuestras
invitaciones explícitas en el volumen y consciente de las reflexiones que hemos
propuesto, pueda, en muchos casos, estimar autónomamente el sentido de las fotografías
propuestas también como «monumento», y no sólo como simple y más o menos aséptico
documento.

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98
El Gargano: una conocida subregión turística del sur de Italia
con una marcada identidad territorial*
ISABELLA VARRASO
Università degli Studi di Foggia

1. CONCEPTO DE FUENTE TURÍSTICA

Las demandas y las expectativas del turista, en relación a las áreas de destinación,
comprenden, por lo general, aspectos conectados a las características de los sitios, a los
elementos naturales o históricos, a las formas de acogida, a las particularidades de la
población, todos estos, requisitos que delinean un perfil de identidad territorial y, por el
mismo motivo, representan una fuente turística para los territorios, sea por sí misma, por
la organización en la cual están insertados o por la posible valorización propuesta.
Segun Fregonese y Muscarà (1995, pág. 68) «el concepto de fuente corresponde al
de un bien disponible o que puede convertirse en disponible para el consumo de un
“objeto” que ya ha sido incluido, por tradición, por costumbre, o a través de los medios
de comunicación, en la lista de los “bienes”, es decir, de lo que es consumible o está
disponible para el consumo, conviene o es interesante consumir. En esta primera
definición aparece claro que el concepto de fuente no corresponde a un dato que no muta
a lo largo del tiempo (…) Entre el hombre y las fuentes se entromete la historia, al
menos bajo tres perfiles distintos: tecnológico, económico y cultural. No es demasiado
importante establecer cuál de estas tres condiciones de la productividad de las fuentes es
prioritaria. Es muy probable que la adquisición “cultural” de un bien, en el cuadro de las
fuentes, pueda tener mayor relieve respecto a las otras dos condiciones. Sin duda, se
necesitan las tres condiciones que antes mencionaba».

99
Por lo tanto, para estos autores, un elemento se transforma en fuente o en un bien
turístico sólo si viene percibido como bien productivo y está a disposición del turista; si
hay instrumentos técnicos que permiten su utilización y modalidades tecnológicas y
sociales adecuadas para actualizar una fuente que, de no ser así, sería sólo potencial; si es
económicamente accesible, y si conlleva costes soportables. El gran campo de las
fuentes turísticas está subdividido en cuatro partes:

• los bienes ambientales de tipo natural (por ejemplo: los paisajes naturales, el mar,
las condiciones climáticas, etc.);
• los bienes ambientales de tipo cultural (por ejemplo: castillos o museos, centros
históricos o los paisajes rurales);
• las estructuras de recepción (por ejemplo: hoteles o campings, los establecimientos
públicos o las tiendas);
• estructuras de todo tipo (por ejemplo: las calles o medios de transporte, los sistemas
de descontaminación, las oficinas de turismo o las estaciones metereológicas)
(Fregonese y Muscarà, 1995, pág. 71).

A estas categorías se están acercando cada vez más, y con fuerza, más variables
culturales que tienen en cuenta las usanzas, costumbres, tradiciones y artesanías locales.
Con lo cual, por ejemplo, una clasificación diferente considera la subdivisión de las
fuentes turísticas en naturales y culturales; estas últimas en materiales: los elementos
histórico-artísticos, museos o gastronomía; y extra-materiales: los valores culturales,
danzas o artes antiguas (Pellegrini, 2000, págs. 25-28).
Estratégico, dentro de las decisiones relacionadas con las iniciativas de promoción,
es el modo de entender la atracción turística. Una interpretación de las fuentes turísticas
que puede tener algunas consecuencias interesantes para la investigación geográfica es la
propuesta por Leiper (1990) en Richards (2002). Leiper usa la definición de MacCannell,
para el cual es «una atracción empírica entre un turista, un lugar (sight, emergenza) y un
índice, una parte de información del lugar destacado» (1976, pág. 41, cursiva del autor)1,
y la replantea en términos de sistema. Así, «una atracción turística es un sistema que
comprende tres elementos: un turista, un lugar y un índice» (1990, pág. 370, cursiva del
autor). Esta definición sugiere que la atracción asume importancia por el hecho de que se
señala la presencia de ésta, y así, adquiere significado aunque le falten los significantes.
Leiper, además, elabora un modelo más general, sustituyendo el concepto de
‘lugar’ por el de ‘núcleo’. Por lo tanto, él afirma: «una atracción turística es un sistema
formado por tres elementos: un turista o elemento humano, un núcleo o elemento central,
y un índice o elemento informativo. Empieza a existir cuando los tres elementos están
conectados». El elemento central, o núcleo del sistema, se entiende como «cada aspecto
o característica de un lugar que un viajero pretende visitar o que visita efectivamente»
(Leiper, 1990, págs. 371-372, cursiva del autor). Entonces produce un campo magnético
movido por fuerzas centrífugas, y los turistas no son «arrastrados» hacia un lugar, sino
«son “empujados” (…) hacia lugares o eventos por las propias motivaciones que

100
necesitan satisfacer» (Leiper, 1990, pág. 380).
El estudioso define los núcleos según las razones que solicitan la visita a los
lugares, y las jerarquiza: un núcleo primario es un atributo de un lugar (como un sitio, un
lugar, una persona, o un elemento cultural) que influye en la decisión de ir allí a
visitarlo; un núcleo secundario es un lugar famoso antes de la visita, pero no tan
significativo como para inducir a pensar un itinerario prefijado; un nucleo terciario es lo
que se descubre una vez llegado al destino. También clasifica los índices a partir de la
modalidad de transmisión de la información relativa a un lugar destacado y distingue: los
señaladores generadores, que son bits de informaciones recogidas, antes del viaje, en el
lugar de donde se parte; señalado-res de tránsito, que se encuentran por la calle;
señaladores contiguos, que están ubicados en el núcleo al cual se refieren, o sea, en el
destino. Más aún, se sugiere con nexos relacionales entre motivación, tipo de núcleo
visitado y tipo de índice encontrado y se observa cuándo «es necesario al menos un
índice generador, que presente atracciones para constituir un núcleo primario y con ello
motivar a un individuo a emprender un viaje turístico» (1990, pág. 379, cursiva del
autor).
Es un modelo que, recurriendo a un análisis semiótico, consigue encuadrar el
concepto de atracción de lugares simbólicos en la óptica posmoderna de los signos, y
para el cual los lugares, considerados como manifestaciones capaces de transmitir
significados, están sujetos a un uso, y, por lo tanto, a un consumo social (Richards, 2002,
pág. 1049). Es una interpretación dúctil para comprender «las modalidades con que los
lugares de destino atraen al turista, la naturaleza y las formas que asumen las visitas a las
etapas del trayecto (…), la estructura y el funcionamiento de los sistemas de atracción en
las regiones de destino» (Dredge, 1999, pág. 780), aunque no reflexiona sobre el
significado de los lugares destacados y no presta demasiada atención a los problemas
relacionados con la presentación de los mensajes que dan los índices (Pearce, 1999, pág.
81). El uso de informaciones geográficas, por parte de los medios de comunicación,
presenta aspectos delicados por las oportunidades y los riesgos que conlleva, entre otros,
por ejemplo, en términos de construcción de mapas mentales, una comunicación no
atenta, puede inducir o confirmar estereotipos (Bhattacharyya, 1997; Dilley, 1986; Hay e
Israel, 2001; Liepens, 1996).
Desde el punto de vista geográfico, la propuesta de concebir las fuentes de manera
sistemática y articuladas en núcleo, es interesante, porque permite conectarse
conceptualmente a la organización de redes y a su jerarquía y tener en cuenta,
relacionando, los distintos ámbitos territoriales de acción y las motivaciones de los
turistas. Además, las relaciones estrechas entre la estructura jerárquica de los núcleos y
las articulaciones de los índices mediante escalas espaciales de intervención, dan líneas
guía para la construcción de itinerarios, y proponen una clave operativa para dirigir
proyectos de intervención locales. Se convierte en crucial, desde esta óptica, la
percepción de los lugares, la voluntad de promoverlos y la proyectación de las líneas de
crecimiento/desarrollo, también asume un papel importante la figura de los operadores
turísticos que, a través de la información, pueden orientar los itinerarios turísticos, y

101
también empeñarse en invertir las tendencias.
Una aplicación empírica del modelo propuesto por Leiper la efectúa Richards
(2002) para estudiar el sistema de atracciones culturales. «La investigación indica una
fuerte relación entre el origen geográfico de los turistas, sus características socio-
demográficas, modalidades de viaje y uso de los índices. Estos últimos varían según
algunos factores, como la motivación, la edad y la educación de los participantes; el uso
de los índices depende, probablemente, del capital cultural y de los instrumentos de
consumo disponibles» (pág. 1062). De hecho es una confirmación de la importancia,
también en este ámbito, de los estudios geográficos sobre comportamientos espaciales
conducidos por los procesos perceptivos, y sobre los vínculos y la incidencia que los
lugares de partida tienen sobre los lugares de destino.
La investigación, además, demuestra el efecto de las indicaciones, de las agencias
al clasificar la atracción cultural en «alta» y «popular», en las decisiones de los turistas,
influyendo, así, en algunos segmentos de mercado; para terminar: «indica la existencia
de una dualidad entre efectos estructuralizantes de una atracción turística y la
reproducción y desarrollo de estos elementos a través de las prácticas de los turistas»
(Richards, 2002, pag. 1062).
A partir de lo que se ha dicho hasta ahora, entre otras cosas, la creciente exigencia
de gestión, con fines turísticos, del patrimonio y de las fuentes patrimoniales que: «en el
sentido puro del término (…) es todo lo que tiene que ver con las tradiciones, lugares y
valores culturales, que grupos influyentes presumen de salvaguardar por doquier del
mundo. En un sentido más amplio, el patrimonio consiste en aquel particular sentido de
pertenencia y continuidad que cada individuo percibe de manera diferente. En la
dimensión del presente y a nivel personal, esta percepción, se puede adquirir sólo a
través de la comprensión de las propias raíces. El sitio, junto a su patrimonio, representa
el resultado apreciable de la necesidad de continuidad, que se basa en la idea de
conservación del desarrollo turístico» (Millar, 1989, pág. 241 en la trad. ital.). Se trata
entonces de fuentes sujetas a procesos de reproducción social, como ya se ha visto, que
una gestión atenta permitirá seguir de modo adecuado y, por qué no, poner un objetivo a
la promoción. También es una relación que se une a la propuesta de Ray (1998, 1999) de
desarrollo turístico local, solicitado y sostenido, organizando de modo oportuno la
dotación de fuentes y de técnicas, y también de elementos materiales e inmateriales, que
pertenecen al sistema cultural de una localidad y que componen el «repertorio de
desarrollo» del grupo humano a quien, poco a poco, afecta.
Exagerando, es un punto de vista según el cual se le da un significado cultural a la
entera dotación de las características físicas y antrópicas de un territorio, y esto, piensa
Millar (1989, pag. 241 en la trad. ital.), refiriéndose sólo a los aspectos materiales de las
fuentes, «no solo da fuerzas al análisis y a la mejor comprensión del patrimonio cultural,
natural y arquitectónico heredado del pasado, en todas sus múltiples y únicas
manifestaciones, sino que también permite establecer las prioridades de gestión, evitando
que errores de valoración provoquen la pérdida irreparable de fuentes (…)». Como
consecuencia lógica, la interpretación es el punto de partida de donde deriva la

102
presentación de las diversas actividades propuestas a una clientela variada, presentación
que «a través de guías, oficinas de información y reconstrucciones históricas, divierte y
educa al visitante. También, ofrece la oportunidad de ver: el presente a la luz del pasado,
un punto de partida para el futuro y, a veces, la ocasión de abandonarse a la nostalgia».
Contribuye, además, a concienciar a la población de la importancia de la tutela de las
propias «riquezas».
El turismo cultural se convierte en un gran contenedor de la capacidad de animar
las motivaciones del turista, pero corre el peligro, si no se precisa, de ser un contenedor
demasiado genérico para encanalar intervenciones prefijadas. Es también por este motivo
que se están desarrollando muchos estudios que prestan mucha atención a los segmentos
de mercado que tratan y gestionan este tipo de turismo y a la variedad de intereses que lo
generan. Son ámbitos de investigación que facilitan el análisis de las manifestaciones
espaciales que el turismo cultural produce.
«El turista cultural es el que visita, o pretende visitar, una atracción del turismo
cultural, galeria de arte, museo o lugares históricos, asiste a una representación o a un
festival, o participa en una serie de actividades durante el curso del propio viaje,
independientemente del motivo principal del mismo» (Mac-Kercher, 2002, pág. 30). Se
trata de una definición vaga que no ayuda a tener en cuenta las distintas modalidades
donde, precisamente, el turismo cultural se manifiesta. MacKercher (2002) añade que
una mejor comprensión del fenómeno se alcanza considerando dos elementos que, según
él, orientan la decisión: la centralidad del objetivo del viaje y la profundidad de la
experiencia cultural que se quiere alcanzar. La primera variable tiene en cuenta la
finalidad principal que empuja al turista a ir a un lugar, mientras que la segunda
considera la especialización de los intereses del turista (Stebbins, 1996), y el nivel de
escala espacial de la atracción turística, que tal como se conoce entre geógrafos, está
estrechamente relacionada a la distancia del destino y da privilegio al «vecino», por lo
que sitios nacionales y locales suscitan un sentimiento de vínculo personal cada vez más
fuerte, con consecuencias en la profundidad de la experiencia del visitante (Ti-mothy,
1997).
Por lo tanto, se construye un modelo de turismo cultural poniendo al lado, sobre
una escala continua bidimensional, estas dos variables que de esta manera son graduadas
(fig. 1). De hecho, «la importancia (o centralidad) del turismo cultural, en algunos casos,
es la razón principal de escoger un determinado lugar, mientras que, juega un papel
menos importante en otras. Tal vez la visita a un lugar destacado sea una necesidad
(reuniones familiares,…) y no tenga ningún papel significativo en la elección del
destino, aunque el turista participará en las actividades del turismo cultural una vez esté
en el sitio. Analogamente, la profundidad de la experiencia variará de una experiencia
débil, superficial o de simple visita, a una experiencia muy profunda, orientada al
aprendizaje» (Mac-Kercher, 2002, pág. 32).

FIGURA 1.—Clasificación del turismo cultural

103
Fuente: MacKercher, 2002, pág. 32.

El autor distingue cinco tipos de turistas culturales:

• El turista cultural decidido (alta centralidad/profundidad de experiencia): este tipo


de turista cultural tiene una profunda experiencia y está motivado para ir a un
lugar y conocer otras culturas o herencias históricas;
• El turista cultural de «visita» (alta centralidad/superficialidad de la experiencia):
uno de los motivos principales para ir a un lugar es el de conocer otras culturas o
herencias históricas, pero este tipo de turista tiene una experiencia superficial,
busca el entretenimiento;
• El turista cultural indiferente (modesta centralidad/superficialidad de la
experiencia): los motivos del turismo cultural juegan un papel limitado en la
decisión de visitar un lugar, a este tipo de turista le atrae el lugar de destino de
modo superficial;
• El turista cultural ocasional (baja centralidad/superficialidad de la experiencia): el
turismo cultural no desarrolla un papel significativo en el proceso de selección
del lugar de visita, pero una vez en el sitio/lugar, la persona participa de las
actividades del turismo cultural, obteniendo una experiencia superficial;
• El turista cultural curioso (baja centralidad/profundidad de la experiencia): el

104
turismo cultural tiene un papel inapreciable o nulo en la decisión de visitar un
lugar, pero cuando este tipo de turista se encuentra visitando una atracción
cultural obtiene una profunda experiencia.

Las primeras cuatro tipologías comprenden la mayor parte de las manifestaciones


de turismo cultural, mientras la figura del turista cultural curioso es anómala respecto a
las categorías precedentes. «La combinación de turistas culturales variará de un lugar a
otro y de una atracción a otra en un mismo sitio. Esta mezcla se verá influenciada por un
cierto número de factores: por la posición del lugar de destino respecto a la oferta, su
fama en relación al turismo cultural o histórico y el tipo de turista que consigue atraer.
Es de esperar que los lugares conocidos por sus bienes culturales o históricos atraigan un
número mayor de turistas decididos y de «visita», mientras los lugares sin una fuerte
fama, atraeran más al turista cultural indiferente y ocasional» (MacKercher, 2002, pág.
33).
Una comprobación, de esta propuesta de tipología, la han hecho en Hong Kong
utilizando cuestionarios estructurados (MacKercher y Du Cros, 2003). El estudio, entre
otros, identifica el factor de la distancia, ya sea física o cultural, como uno de los
principales motivos que diferencian los comportamientos de los turistas; demuestra
también como en el ámbito de una misma tipología de turismo hay distintas maneras de
entender la visita a un lugar y se perciben en el análisis de las múltiples motivaciones.
De todos modos, de lo que se ha dicho hasta ahora, se subraya que es fundamental
el conocimiento de las fuentes turísticas y de su organización espacial para valorar la
capacidad de impacto, para examinar los indicadores actuales y pensar en los futuros.

2. LUGARES DESTACADOS Y TURÍSTICOS DEL GARGANO

En la hipótesis de considerar fuente turística sólo el bien que puede ser apreciado
por el turista o el excursionista porque es famoso o lo han hecho accesible, y que los
sistemas de atracción turística están en estrecha relación con los instrumentos
informativos que los señalan, se ha querido ver cuáles eran los lugares destacados del
Gargano propuestos en las principales fuentes de información turística más accesibles, y
cómo se manifiestan en el espacio turístico que se esta analizando2.
El área objeto de estudio es capaz de satisfacer la más variada demanda de viajes:
naturales, culturales, religiosos, balnearios, de diversión, etc. Pero el territorio percibido
por el futuro huésped potencial de la «Montaña del sol» (para usar la sugestiva expresión
de Acquaviva y Eisermann, 1971) se concreta en una imagen con un nivel de definición
de calidad decididamente inferior respecto a la potencial, porque no siempre es nítida y,
a menudo, es imprecisa: por ejemplo, no se conocen los límites de los diferentes ámbitos
espaciales (costero, forestal, lacustre, orográfico, etc.) o no se tiene la justa percepción
de las distancias, especialmente de las áreas internas.

105
El turista potencial empieza su viaje mucho antes de la partida efectiva, a través de
la recogida de información relativa al lugar que desea visitar. Empieza así a formarse un
mapa mental de la zona de interés en el que empieza a fijar/señalar: algunos lugares
destacados y turísticos, con las principales posiciones relativas y las distancias respecto a
puntos de referencia conocidos (Fiori, 1995). No siempre se puede dedicar mucho
tiempo a esta fase, y, en consecuencia, se buscan instrumentos capaces de informar de
modo rápido, como Internet, documentales, cd-rom, guías turísticas. Además, el
visitante, una vez en el lugar, será inducido a ver los lugares destacados señalados en los
documentos disponibles, por lo que, lo que no aparece en las guías no se puede clasificar
como fuente turística efectiva porque dificilmente será famosa, y por consiguiente poco
apreciada.
Para intentar entender qué idea se puede generar del Gargano el turista potencial, a
través de instrumentos de observación indirecta, se han considerado las guías y los
mapas turísticos del área más difundidos y fáciles de encontrar durante el hipotético
viaje. En particular, se han analizado las siguientes publicaciones:

BERTHOUD, G., Tuttogargano 2002, Foce Varano, G. Campanozzi, 2002.


Parchi Nazionali d’Italia. Gargano. Storia, natura, itinerari, mete turistiche,
informazioni utili, «Le Guide di Airone», Milán, Mondadori, 1996.
Puglia, «Guida d’Italia», Milán, TCI, 1978, rest. 1996, en particular págs. 199-232.
Puglia. Dal Gargano al Salento con le città d’arte, i castelli, le cattedrali, «Guide
d’Italia», Milán, TCI, 1998, en particular págs. 84-94.

Y las siguientes representaciones en mapas:

Carta regionale della Puglia e della Basilicata, scala 1:250 000, Florencia, Istituto
Geografico Militare, 1982.
Il Gargano. Carta turistica e nautica, scala 1:80 000, Florencia, Litografia Artistica Car-
tografica, 1987;
Il Parco Nazionale del Gargano, «Le Carte Guida di Airone», Parco Nazionale del
Garga-no, scala 1:100.000, Milán, Mondadori, 2002.
Parchi Nazionali d’Italia. Gargano. La mappa del Parco Nazionale con i nuovi confini e
le Isole Tremiti, scala 1:250 000, Milán, Mondadori, 1996 (adjunta a la publicación
Parchi Nazionali d’Italia. Gargano, «Le Guide di Airone»).

De la lectura de este material se han tomado, recogiéndolos en una lista, los


lugares turísticos señalados en los mapas y en las descripciones de las guías. Se ha
decidido no considerar en la presente investigación el territorio de las islas Tremiti,
porque habría que añadir otro elemento de variabilidad a causa de los aspectos
particulares que manifiesta el turismo de las pequeñas islas.
A las dos grandes y generales clases de lugares destacados, antrópicos y físicos, se
ha unido una tercera que tiene en cuenta los lugares físicos y antrópicos del espacio

106
costero, a causa de la importancia que se les ha atribuido desde las fuentes tomadas en
consideración. Por lo tanto, las categorías consideradas han sido las siguientes:

• Lugares destacados antrópicos: castillos, catedrales, iglesias, abadías, edificios


históricos, masías, puntos de interés arqueológico;
• Lugares destacados físicos: arboledas y áreas forestales, pinedas, áreas de interés
ambiental, particulares manifestaciones cársicas (grutas, dolinas), senderos,
puntos panorámicos;
• Lugares destacados del espacio costero: grutas marinas, bahías, torres de
avistamiento, marinas y asentamientos turísticos.

Se ha decidido hacer una lista de los lugares citados, agrupándolos en las


categorías mencionadas, según la modalidad con que, normalmente, el turista recoge y
utiliza las informaciones, recurriendo a la sucesión espacial dada por las propuestas y
sugerida en las guías, en nuestro caso los textos consultados. En esta ocasión se han
tomado como referencia los dos itinerarios turísticos propuestos por la publicacion del
TCI de 1998. La selección ha sido dictada por la observación de tales trayectos que,
respecto a los otros disponibles, siguen un criterio más claro al considerar los lugares
destacados, ya sean costeros o internos, y permiten visitar una amplia parte, la más
fácilmente recorrible de la subregión.
El primer itinerario (de 228 km) sigue el litoral del promontorio. Parte desde
Foggia y sigue hasta Manfredonia, Mattinata, Vieste, Pechici, Rodi Garganico. Después
de llegar a la localidad de Torre Mileto, gira hacia Lesina y Poggio Imperiale y, para
acabar, conduce hacia el interior, alcanzando Sannicandro Garga-nico, donde concluye.
El segundo (de 175 km) transcurre por el interior del Gargano. Empieza en
Sannicandro Garganico, donde se había interrumpido el anterior, y se dirige hacia
Cagnano Varano, Ischitella, Vico del Gargano; atraviesa la Foresta Umbra hasta el
Monte S. Angelo, y llega a S. Giovanni Rotondo, a S. Marco in Lamis y a Rignano
Garganico, para después volver a Foggia.
Las dos categorías de fuentes, las antrópicas y las físicas, se han recogido en una
lista, aquí se sintetizan en dos fichas, en las cuales, los lugares importantes se nombran a
medida que se van encontrando al recorrer los itinerarios mencionados. El Cuadro 1 hace
referencia a los sitios destacados señalados en el itinerario costero, el Cuadro 2 registra
los lugares del itinerario del interior. Los lugares destacados de la costa, por etapas de
costa, empezando de noroeste a sudeste, se encuentran en los Cuadros 3, 4 y 5.
Por lo general, se ha intentado tener en cuenta todas las indicaciones que ponen de
relieve las distintas fuentes, y no sólo las indicaciones comunes a las publicaciones. A
menudo durante el curso del trabajo se ha notado como el número de lugares destacados
señalados es inferior a los existentes y conocidos de manera directa.

CUADRO 1.—Lugares destacados físicos y antrópicos del Gargano*

107
SIPONTO.—Centro turístico balnear, surgido en el mismo lugar que la antigua Sipontum; Iglesia de S.
María Maggiore (s. XII); Iglesia de S. Leonardo (s. XI), a pocos kilómetros de Siponto en la S.S. 89.
MANFREDONIA.—Instalación medieval del castillo (1256) y de los muros de las torres que aún están
presentes; Museo Nazionale del Gargano en el interior del castillo; puerto destinado a funciones
turísticas; catedral (1680, barroco local); iglesias de: S. Domenico (s. XIV), S. Francesco y S.
Benedetto.
MASSERIA IL CASTELLO.—Antigua masía situada en el camino entre Manfredonia y Mattinata.
CAPPELLA MADONNA DELLA LIBERA.—Capilla ubicada en los alrededores de Mattinata.
MATTINATA.—Centro histórico; sede del antiguo asentamiento de Matinum; a pocos kilómetros de la
población, en el Monte Sarraceno, restos de una necrópoli de la Edad de Bronce.
VALLONE DI VIGNANOTICA.—Por la carretera litoral entre Mattinata y Vieste; vegetación de tipo
mediterráneo; tajo de roca blanquísima; arena blanca.
BAIA DELLE ZAGARE.—Se abre entre una selva de farallones; posee una estructura receptiva.
CALA DELLA PERGOLA.—Pequeña y sugestiva cala a casi 25 km al noreste de Mattinata.
PUGNOCHIUSO.—Sugestiva bahía; centro de vacaciones, sigue a la Cala di Pergola hacia el norte.
SPIAGGIA DI PORTOGRECO.—Playa de los alrederores de una torre construida para los avistamientos.
TESTA DEL GARGANO.—El punto más oriental del Adriático.

CUADRO 1 (cont.).—Lugares destacados físicos y antrópicos del Gargano*

PIZZOMUNNO.—Singular monolito de roca modelada por el viento, ubicado en la playa de Vieste.


VIESTE.—Centro histórico de gran relieve, núcleo histórico construido en la península de S. Fra-cesco;
castillo sueco (1240); catedral (s. XI); museo arqueológico; restos de asentamientos y hallazgos del
período entre los siglos IV y II a.C.; interesante y numerosa presencia, en su territorio, de grutas
marinas.
ISOLA DEL FARO DI S. EUFEMIA.—Isla situada delante de Vieste; gruta con inscripciones del año 1000.
S. MARIA DI MERINO.—A pocos kilómetros de Peschici; gruta con preciosos restos de la Edad de Bronce.
MADONNA DI LORETO.—Iglesia, a 2 km de Peschici, donde se recogen los exvotos de los marineros.
PESCHICI.—Centro que surge sobre un acantilado en forma de pico (90 m.); puerto de pequeñas
dimensiones; pequeño castillo (s. XIII); a poca distancia de la zona habitada, ruinas de la iglesia de S.
María di Calena (s. XII) que perteneció a la abadía benedictina de las islas Tremiti.
MASSERIA MARTUCCI.—Actualmente incorporada a la Iglesia de S. María di Calena.
RODI GARGANICO.—Centro de referencia del cultivo de cítricos del Gargano; pineda; tajos de roca
blanquísima; ciudad vieja; Iglesia de la Madonna della Libera (1826); Iglesia de S. Pietro (s. XIII).
TORRE MILETO.—Torre de vigilancia; pequeña zona habitada con playa equipada.
LAGO DI VARANO.—Lago costero de 10 km de largo y 7,5 km de ancho, profundidad media de 3,7 m;
perímetro 36,8 km; alimentado por manantiales subacuáticos; las orillas están cubiertas por cañizares y
una pineda; interesante para la pesca y caza; al oeste conectado al mar mediante la desembocadura del
canalpuerto de Caporale; en los parajes de su costa hay una base para hidroaviones activa durante la
Segunda Guerra Mundial.

108
MADONNA DELL’ELIO.—Iglesia (s. XI) ubicada casi a mitad de camino entre los lagos de Lesina y
Varano.
LAGO DI LESINA.—Lago costero, 22 km de largo, 5 km de ancho, 50 km de perímetro; aguas poco
profundas, 1,5 m., abundantes de anguilas; orillas con cañizares que, entre otros, protegen una conspicua
fauna migratoria; escenario natural desfigurado por la abusiva construcción de segundas residencias.
LESINA.—Surge sobre una pequeña península situada en el lago homónimo; antiguo refugio de los
habitantes de Lucera; edificio episcopal; Iglesia de S. Giovanni in Piano; importante sitio prehistórico al
este del centro habitado.
TORRE FORTORE.—Marina del centro de Lesina, situada en la costa oeste del lago; presencia de áreas
humedas; por desgracia conocida por la desfiguración de cemento.
PUNTA PIETRE NERE.—Interesante lugar destacado por su geología de los alrededores de Torre Fortore;
abundante pineda al abrigo de las dunas costeras; en la playa hay un barco varado.
TORRE SCAMPAMORTE.—Situada en la zona costera entre el mar y la orilla norte del lago de Lesina,
casi a mitad del istmo; ejemplo de sutil fusión de paisaje y naturaleza.
POGGIO IMPERIALE.—Pequeño centro que surge en la cima de una colina; palacio de la nobleza (segunda
mitad de 1800) del noble Palacio Imperial.

CUADRO 1 (cont.).—Lugares destacados físicos y antrópicos del Gargano*

MADONNA DELL’INCORONATA.—Iglesia (1833) de camino entre Poggio Imperiale y Apricena.


APRICENA.—Centro agrícola; canteras para la extracción del mármol; castillo federiciano; palacio de
baronía (1658); Iglesia de San Martino (s. XVII).
CASTEL PAGANO.—Restos de un complejo federiciano al sudeste de Apricena.
SANNICANDRO GARGANICO.—Pobladísimo centro del Gargano; castillo (reconstruido en el s. XV);
interesantes masías en los alrededores del camino entre Sannicandro y Torre Mileto.

* Las citaciones siguen la sucesión espacial del itinerario costero propuesto por TCI, 1998.

CUADRO 2.—Lugares destacables físicos y antrópicos del Gargano*

PASSO INGARANO.—Sugestivo punto panorámico (274 m. s.l.m.) donde el panorama va desde el lago de
Lesina hasta las islas Tremiti.
CAGNANO VARANO.—Ciudad vieja; palacio de baronía; Iglesia de San Nicola; masías.
CARPINO.—situado en una zona de viejos olivos; restos de un castillo normando; Iglesia medieval de S.
Cirillo (puerta lateral del s. XV); en el territorio municipal restos de un establecimiento termal romano.
ISCHITELLA.—Antiguo barrio medieval; callejuelas con escaleras empinadas; castillo del 1600; palacio del
1700; Convento de S. Francesco; edificio Ventrella del 1700; iglesias del Purgatorio (s. XVIII) y de S.
Eustachio (estilo románico).
VICO DEL GARGANO —Grupo de colinas de origen medieval; castillo del 1300; Monasterio trapense de
Maratea, antigua almazara.
FORESTA UMBRA.—11.000 hectareas de bosque; áreas edificadas; por el interior de la arboleda selva
corre la S.S 528; reserva de corzos y gamos; lago pequeño artificial; manifestaciones cársicas; abundacia

109
de biodiversidad.
MONTE SANT’ANGELO.—Centro enrocado sobre un saliente rocoso que da al golfo de Man-fredonia; en
una gruta, según la tradición religiosa, apareció el arcángel Miguel; antiguamente (especialmente en el
período histórico de las cruzadas) y en la actualidad meta de peregrinaje del mundo cristiano; Santuario
de san Michele Arcangelo, construido sobre la gruta de la aparición; castillo normando ampliado por los
suecos, y las dinastías de Anjou y de los Borbones; Tumba de Rotari (s. XII); Iglesia de S. Maria
Maggiore (siglos XI-XIII); museo de artes y tradiciones populares del Gargano «Giovanni Tancredi»,
ubicado en el ex convento de S. Francesco; iglesias de: S. Benedeto (1340), S. Antonio Abate (s. XII),
S. Francesco (1351), S. Pietro (1894).
S. MARIA DEGLI ANGELI.—Iglesia pequeña del 1300 situada en posición panorámica a 30 minutos de
camino al oeste de Monte S. Angelo.
S. MARIA DI PULSANO.—Iglesia (s. VI) que se inserta en un escenario rico en tajos y grutas naturales, a
9,5 km a suroeste de Monte S. Angelo.
ABBAZIA DELLA TRINITÀ.—Ruinas de una abadía del siglo XI.
GRAVA DI CAMPOLATO.—Cavidad cársica muy importante que llega a 304 m de profundidad; presencia
de un curso de agua subterráneo.
PANTANO DI S. EGIDIO.—Engullidero; viejo ejemplo lacustre hoy saneado, queda una depósito
rectangular.

CUADRO 2 (cont.).—Lugares destacables físicos y antrópicos del Gargano*

SAN GIOVANNI ROTONDO.—Pobladísimo centro, famoso por la presencia de la tumba de san Pio;
Iglesias de S. Giovanni (antigua de epoca incierta), de S. Onofrio (s. XIV), de S. Orsola (s. XVII);
hospital «Casa sollievo della sofferenza»; pintoresco vía crucis.
CONVENTO DI S. MATTEO.—Convento (VI s.), situado en el bosque Defensa de S. Matteo, a 3 km de S.
Marco in Lamis, donde se conserva la estatua del santo.
GROTTA DI MONTENERO.—Interesante fenómeno cársico al noroeste del Convento de S. Matteo.
SAN MARCO IN LAMIS.—Centro que surge en una ancha cuenca cársica circundada de bosques; Chiesa
Matrice (s. XVI); edificio Abacial (s. XVII).
DOLINA POZZATINA.—Es una de las dolinas más grandes de Italia (diametro 2 km, profundidad 100 m),
ubicada a los alrededores del camino entre S. Marco in Lamis y Sannicandro Garganico.
MADONNA DI STIGNANO.—Santuario (s. XVI) a 4 km al oeste de S. Marco in Lamis por el camino
hacia S. Severo; claustro con un pozo de 1576.
RIGNANO GARGANICO.—Denominado Balcón de Puglia (590 m s.l.m.) por el magnífico panorama que
se puede disfrutar desde aquí y que va desde el lago de Lesina hasta más allá del Golfo de Manfredonia;
castillo (s. XI); Iglesia S. Maria (s. XII).
GROTTA PAGLICCI.—Situada al sur de Rignano Garganico; excavaciones con restos de homo sapiens; en
los alrededores se halla una masía homónima.

* Las citaciones siguen la sucesión espacial del itinerario de tierra adentro propuesto por el TCI, 1998.

CUADRO 3.—Centros de interés de la costa del Gargano (recorrido de costa Torre Fortore-Peschici)

110
TORRES
• Torre Fortore
• Torre Scampamorte
• Torre dei Signori
• Torre Mileto
• Torre di Calarossa
• Torre Monte Pucci

MARINAS Y ASENTAMIENTOS TURÍSTICOS


• Marina de Lesina
• Torre Mileto
• Capoiale
• Playa del Sole
• San Menaio
• Calenella

CUADRO 4.—Sitios destacables de la costa del Gargano (recorrido por la costa Peschici-Mattinatella)

GRUTAS
• Gruta di Manacore
• Gruta dell’acqua
• Gruta Saracena
• Gruta Architiello S. Felice
• Gruta Calda
• Gruta Sfondata Grande
• Gruta Sanguinaria
• Gruta Due Porte
• Gruta Sfondata Piccola
• Gruta dei Marmi
• Gruta della Pergola
• Gruta dei Sogni
• Gruta de Vignanotica
• Gruta dei Colombi
• Gruta Bucata Merlata
• Gruta dei Pipistrelli
• Gruta Campana Grande

111
• Gruta Grotta dei Marmi
• Gruta del Serpente
• Gruta Arco Maggiore
• Gruta Due Finestre
TORRES
• Torre di Calalunga
• Torre Usmai
• Torre di Sfinale
• Torre di Porticello
• Torre Papagno
• Torre del Ponte
• Torre di Portonuovo
• Torre Gattarella
• Torre di S. Felice
• Torre di Campi
• Torre di Portogreco

CUADRO 4 (cont.).—Sitios destacables de la costa del Gargano (recorrido por la costa Peschici-Mattinatella)

• Torre dell’Aglio
• Torre di Pugnochiuso
• Torre del Segnale
BAHÍAS
• Bahía de Monacora
• Bahía de Campi
• Bahía de Pugnochiuso
• Bahía de Vignanotica
• Bahía de le Zagare
MARINAS Y ASENTAMIENTOS TURISTICOS
• Punta de Manacore
• Playa de Scialmarino
• Playa San Lorenzo
• Pizzomunno
• Playa del Castello
• Playa di Porto Nuovo
• Cala de San Felice
• Torre di Campi

112
• Torre di Portogreco
• Pugnochiuso
• Cala Pergola
• Bahía de le Zagare
• Mattinatella

CUADRO 5.—Lugares destacables de la costa del Gargano (recorrido de costa Mattintella-Playa di Siponto)

TORRES
• Torre Quintadamo
• Torre di Porto
• Torre Varcaro
• Torre di Monaco
MARINAS Y ASENTAMIENTOS TURÍSTICOS
• Puerto de Mattinata
• Playa de Siponto

FIGURA 2.—Gargano: emergencias turísticas antrópicas

FIGURA 3.—Gargano: emergencias turísticas físicas

113
FIGURA 4.—Emergencias costeras del Gargano: trecho de costa Torre Fortore-Peschici

FIGURA 5.—Emergencias costeras del Gargano: trecho de costa Peschici-Mattinatella

114
FIGURA 6.—Emergencias costeras del Gargano (trecho de costa Mattinatella-Lido de Siponto)

115
FIGURA 7.—Gargano: distribución espacial de los trabucchi – Antiguo instrumento para pescar, constituido por
una suerte de puente de madera proyectado hacia el mar (Aliota, 2002, pág. 33).

116
FIGURA 8.—Distribución de los tipos de casa rural (la línea rasgueada define el confín de la casa rural del
Tavoliere: 1. Casa elemental; 2. Masía gargánica; 3. Casa de campomasía; 4. Masía con torres de defensa; 5.
Masía de campo y de ovejas del tipo del Tavoliere; 6. Casa de campo; 7. Casa de campo con «ascre»; 8. «Sciale»
(pequeño restaurante en los escollos); 9. Palacio; 10. Viviendas troglodíticas; 11. Casas de veraneo; 12. Áreas con
construcciones rurales nuevas; 13. Centros de población; 14. Masías con garitas colgantes; 15. Recientes
complejos de relevancia turística particular (Baldacci, 1970, pág. 61)

117
FIGURA 9.—Distribución de los tipos de mansiones provisionalmente pobladas: 1. Área prevalente de la cabaña
totalmente de madera y paja; 2. De la cabaña con base de piedras y techo de paja o mollido de pajas; 3. De la
cabaña con tablones laterales y techo de teja de madera; 4. De la cabaña en piedra; 5. De la «casita», de la «torre»
y de la «cueva»; 6. Áreas con cuevas naturales y artificiales utilizadas para el refugio del ganado (Baldacci, 1970,
pág. 63)

FIGURA 10.—Cuevas y barrancos gargánicos. I. Cuevas; II. Barrancos; III. Áreas con carsismo muy difundido;
IV. Áreas con cuevas naturales y artificiales permanentemente pobladas (Baldacci, 1957).

118
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122
Dinámicas urbanas creativas y sostenibles: el surgimiento y
la afirmación de las redes sociales «blandas» y «mixtas»
MARINA MARENGO
Universidad de Siena-Arezzo

La transición hacia las sociedades postindustriales o posmodernas exige una


transformación radical de la relación entre esfera pública y privada en toda escala territorial.
Esta afirmación nos obliga a tomar en consideración las cuestiones de ciudadanía, en sentido
amplio, y de sociedad civil. El espacio «residuo» existente entre el Estado y el mercado ha
dejado suficiente margen de maniobra para la formación de una esfera intermedia, así como
para su individuación y planteamiento teórico: este margen —o intersticio, si queremos— es
indispensable para que aquélla pueda obtener una correcta legitimación (el droit de cité de los
franceses) en las sociedades modernas «maduras». Sin referirnos a ideologías específicas,
podemos constatar un hecho concreto y tangible, sobre todo en el ámbito local: hoy la sociedad
civil puede ser considerada como lugar de intermediación entre la esfera pública y la privada y
puede desempeñar el papel de «piedra angular» en la redefinición de la ciudadanía, de la
participación social, y puede también dar vida a nuevas formas de organización, sociedad y
proyectos sociales, locales o no. La sociedad civil era considerada, hasta hace pocos lustros,
como una especie de «franja arcaica», residuo de la sociedad feudal: hoy en día, la «tercera
esfera» se está transformando en una zona creativa, una «periferia societal» en la que se
elaboran y proponen nuevos modos de producción, de relaciones, de gestión y de regulación.

Esta breve introducción nos permite presentar el objetivo de esta contribución, en


la que trataremos de reflexionar sobre la potencialidad de los sistemas locales en lo que
respecta a recursos tanto de creatividad como de creación de redes relacionales blandas y
mixtas, cuya plasticidad se adapta a las necesidades locales, a los recursos endógenos
existentes, y a las capacidades de captar y reutilizar recursos externos al sistema local,

123
adaptándolos al contexto local en cuestión y a los actores interesados.

1. LA DIMENSIÓN LOCAL Y LAS CUESTIONES DE COMPLEJIDAD: LAS


REDES «FUERTES»Y LAS REDES «DÉBILES»

Reflexionar sobre la diversidad de las redes de sujetos en un contexto local significa intentar
penetrar en la complejidad: complejidad local no siempre reconocida o fácilmente reconocible, sobre
todo a causa de una oposición lo-cal/global que generalmente remite dicha complejidad a la dimensión
global en vez de a la local, percibida y representada como más «simple» y con menos «espesor»
relacional, además de económico y cultural.

Aparte de la antinomia global/local, existe otro tipo de contraposición que crea


confusión y dificulta la individuación y el funcionamiento de los sujetos, actores y redes
locales: la oposición fuerte/débil. Por lo general, cuando hablamos de sujetos, actores o
redes «fuertes», nos referimos casi siempre a sujetos o redes institucionales, o de carácter
económico/financiero. En el caso de las redes de creatividad, nos hallamos frente a
entidades reticulares ancladas o que quieren anclarse en territorio local, pero que no son
específicamente institucionales (incluso si a menudo están unidas a instituciones o se
intersecan con ellas), o que no están expresamente reconocidas por su «valor
económico» (aunque a menudo contribuyen a crear riqueza, en sentido estricto y en
sentido amplio, a nivel local).
Considerando la oposición «fuerza/debilidad» en las redes locales, podemos
comenzar nuestro recorrido desde una primera división aproximativa que se desprende
de lo afirmado más arriba. En un sistema local existen, o mejor dicho, pueden ser
individuados, dos grandes tipos de redes relacionales que es posible definir como:

• redes institucionales: que poseen la capacidad y el poder de «normalizar» y ejercen


control en ámbito local;
• redes no institucionales: poseen capacidad/poder propositivo, pero necesitan
obtener la legitimidad por parte de las redes institucionales para
desempeñar/adquirir un papel oficial en el contexto local y concretar sus
capacidades propositivas (lo que sería pasar de la capacidad propositiva a la
capacidad creativa, a la concreción y al reconocimiento de tal creatividad).

Esta primera subdivisión aproximativa de las redes locales nos remite


inmediatamente a dinámicas verticales, y más específicamente, top down en el primer
caso, y dinámicas horizontales y verticales de tipo bottom up en el segundo. Si tratamos
de superar esta primera repartición «reticular», nos encontramos frente a una pluralidad
de sujetos y actores locales, de redes y de interacciones existentes o posibles entre
sujetos, actores y redes que nos obligan, en cualquier caso, a reflexionar sobre la
complejidad de la dimensión relacional y reticular local. Y las oposiciones

124
redes/sujetos/actores, «fuertes» y «débiles», o institucionales/ no institucionales, pierden
buena parte de su plenitud y de su fuerza, dejando que surjan las especificidades de lo
local, cuyos confines espaciales y relacionales no son ya tan definibles ni presentan
contornos tan bien trazados. Y sobre todo, nos envía al concepto y al papel de la «tercera
esfera», la «cívica».
El métissage de actores locales nos induce, de este modo, a reflexionar sobre la
existencia, las características y el funcionamiento de un tercer tipo de redes locales, las
«mixtas». Éstas están constituidas y construidas por actores tanto institucionales como
no institucionales. La interacción entre estos dos tipos de actores, y las intersecciones
con las dos redes precedentes, constituyen la norma con el fin de construir, realizar y
gestionar proyectos locales de origen sea netamente endógeno o exógeno, o sea, una vez
más, mixto. Estas redes surgen a menudo como reacción a estímulos externos a los
ámbitos locales, como pueden ser proyectos europeos o proyectos regionales (Marengo,
Racine 2004; Peruzzi, Marengo, 2004). Los estímulos externos invitan o, en ciertos
casos, obligan a los sujetos locales —tanto institucionales como no institucionales— a
recuestionar su concepción y gestión de lo local. También cambian sus consecuencias el
papel y el funcionamiento de los dos tipos anteriores de red, de tal modo que los nuevos
tipos de relaciones —flujos bidireccionales, ya sea top down o bottom up— puedan no
sólo nacer, sino también afirmarse y perdurar.
Gracias a tales dinámicas relacionales, los actores «mudos», que no poseen la
fuerza y/ o la legitimidad necesaria para ser escuchados, pueden al fin «hacer oír su voz»
y reivindicar un papel activo en el contexto local. El concepto de actor mudo nos redirige
directamente a los diversos tipos de redes, ya que los actores/redes institucionales (o que
manifiestan un poder económico/financiero y regulador local) se pueden considerar
«hablantes», ya que no sólo poseen el poder de actuar, sino que también están en
situación de transmitir la información con los medios de comunicación locales de los que
disponen. Los actores no institucionales, en este punto de la reflexión, se verían
reducidos a «actores mudos», que no están en situación de transmitir la información con
medios de comunicación locales. Tal incapacidad de «hablar» o de «hacerse oír» podría
ser una realidad perfectamente comprobada a falta de dinámicas sociales emergentes de
la «tercera esfera».

2. HACIA UN MODELO SLOW SOCIAL: EL PAPEL DE LAS REDES «BLANDAS»

La subdivisión de los actores en «mudos/hablantes» nos repropone una


contraposición limitante y limitada del contexto local, de los actores/ sujetos y redes que
contribuyen a construir un contexto social local. La multiplicidad de los actores y redes
existentes hace que este último no pueda reducirse a una mera oposición entre ellos y
nos obliga, por el contrario, a reflexionar en términos de complejidad, de espesor de lo
local, induciéndonos a adentrarnos en los «estratos» (diacrónicos y sincrónicos) que

125
constituyen una sociedad y un sistema local.
En los últimos años, la reacción contra las tendencias homogeneizantes exó-genas
ha hecho emerger en el ámbito local conjuntos de actores convencidos de la necesidad:

• de salvaguardar las particularidades locales (ambientales, económicas, sociales,


culturales);
• de responder a nuevos tipos de necesidades locales a las que las redes
institucionales (locales o no) no están en situación de responder con suficiente
rapidez (su función normalizadora hace que sean estructuralmente más lentas y
sin capacidad de adaptarse a los cambios locales);
• de querer prestar voz a actores/sujetos poco escuchados por no estar en grado de
ejercer poder o, en todo caso, suficiente presión sobre los actores institucionales.

El surgimiento de tales entidades sociales y la adquisición por su parte de un peso


social, y a menudo también económico, en la sociedad local, ha provocado
modificaciones en los comportamientos o en los modos de gobierno locales, en el
sentido de que las relaciones esencialmente top down, en las que la mayor parte de los
actores no institucionales no podían explicitar ninguna función porque no tenían la
capacidad de actuar, se han transformado gradualmente y se han abierto a las nuevas
iniciativas manifestadas por la sociedad local. Incluso no habiendo alcanzado un
equilibrio entre relaciones top down y bottom up, la apertura al diálogo y a la escucha
por parte de los actores institucionales ha llevado a una complicación de las redes locales
ya que:

• se ha reconocido el valor de las reivindicaciones/propuestas/competencias de


actores —sujetos— redes, surgidas de la necesidad de responder a nuevas
necesidades/aspiraciones de los habitantes, así como de la voluntad de participar
en la construcción y en la gestión del contexto local;
• se han realizado algunas elecciones de partnership entre actores institucionales y no
institucionales;
• por parte de los actores institucionales, se ha elegido ceder la gestión de
determinadas producciones o servicios a los actores no institucionales. Esto ha
sucedido a menudo tras haber reconocido su incapacidad y su falta de
competencia para actuar en determinados campos de lo social y lo cultural, pero
también de la producción y la valorización de los recursos económicos locales.
Llegado el caso, los actores institucionales intervienen en un momento dado a
petición de los actores no institucionales, cuando éstos entienden que no tienen
bastante fuerza en la transmisión de sus creaciones/producciones (sociales,
culturales, económicas);
• se han abierto nuevas formas de diálogo y de escucha recíproca entre los diversos
tipos y niveles de relaciones, con el fin de obtener una mayor eficacia, y también

126
para proyectar/construir mejor la sociedad local.

De estas reflexiones se puede deducir fácilmente el debilitamiento del papel de


control social de las instituciones. La necesidad de encontrar nuevos modos relacionales
locales y de proporcionar espacio y voz a actores «cívicos» —desde el simple ciudadano
al comité de barrio, a las asociaciones, a las cooperativas sociales— permite comprender
que «la institucionalización no es un proceso irreversible, a pesar del hecho de que las
instituciones, una vez formadas, tengan tendencia a perdurar. Diversas razones históricas
pueden provocar una reducción del alcance de las acciones institucionalizadas» (Berger
y Luckman, 1996, pág. 114). Y con la reducción del alcance de las instituciones se
reduce en parte también su legitimidad (hecho grave, ya que, en sí mismas, las
instituciones son los «lugares» de legitimación de las innovaciones y las nuevas
propuestas). La debilitación de las instituciones, si por un lado crea desorientación, por
otro permite el surgimiento de nuevas propuestas, de nuevos modelos no legitimados
pero que pueden desempeñar un papel no sólo propositivo, sino incluso revolucionario,
en el sentido del alcance social de las nuevas propuestas, del consenso obtenido en el
contexto local, de los cambios visibles e invisibles en los ámbitos locales (en los niveles
territorial y social). En este sentido, los cambios en proceso desempeñan un papel
político esencial, otorgando/devolviendo la voz a actores que tienen capacidad de
proponer nuevos proyectos de sociedad local, ya provengan de redes institucionales o no
institucionales.
El profundo cambio de los actores/sujetos en los contextos locales, tras decenios
de «estandarización» y de uniformación en las instituciones— que a menudo han
esperado las exigencias y respondido a las necesidades de las sociedades, locales o no—
pone de manifiesto la importancia siempre creciente que asumen las redes «blandas» (no
institucionales), que poseen una gran capacidad plástica y que están en situación de
recibir rápidamente los cambios y las necesidades de las sociedades locales, además de
estar en grado de valorar los recursos locales con el fin de hacer «públicos» los nuevos
modos de producción y de socializa-ción. La flexibilidad o la plasticidad que les es
propia a los actores/sujetos/redes no institucionales permite el surgimiento, la afirmación
y la legitimación de los recursos de creatividad local. La interacción entre redes
institucionales y no institucionales puede, sucesivamente, permitir a las creatividades
locales ser conocidas y reconocidas, no sólo localmente, sino también en contextos
territoriales jerárquicamente más elevados.
En consonancia con la recuperación ética del slow, de todo lo que podríamos
definir como al alcance del individuo, en lo que respecta a su persona y su bienestar ya
sea material o inmaterial, proponemos definir las relaciones sociales, las redes y los
nuevos modelos sociales locales emergentes slow social.

3. LA PLASTICIDAD DE LAS REDES BLANDAS

127
Antes de argumentar sobre la capacidad de adaptación de las redes no
institucionales, nos parece indispensable reflexionar sobre la que hoy se define como la
«crisis de los vínculos sociales». François Ascher nos ayuda en esta argumentación ya
que sostiene que «… hace falta distinguir diversos fenómenos. El primero de ellos nos
sitúa frente a una realidad específica: no existe una desaparición de los vínculos sociales,
sino su profunda transformación. La sociedad pasa efectiva y progresivamente de un
tejido social constituido por vínculos poco numerosos, no elegidos, pero duraderos y
sólidos, a un tejido social constituido por vínculos numerosos, pero débiles. Este nuevo
tejido social no es necesariamente menos sólido que el precedente, pero su solidez reside
más en su flexibilidad que en el espesor de sus fibras. Y es por tanto un error considerar
la desaparición progresiva del tejido social precedente como disolución de la
sociedad…» (Ascher, 2000, pág. 174).
La crisis de la solidaridad y del tejido social preexistente y debilitado se mani-
fiesta, en primer lugar, en una transformación, una adaptación «desde abajo», es decir, a
partir de los ciudadanos. Los nuevos modos relacionales menos visibles y no
institucionalizados —o que no se benefician de la plena legitimidad de parte de las
instituciones existentes-—, han surgido con el fin de responder a las necesidades y a las
aspiraciones de los ciudadanos que reivindican una carencia de apoyo social de
proximidad —de barrio, de distrito, de ayuntamiento, etc.—. Se trata, pues, sobre todo,
de nuevos vínculos que tienen que ver con la cotidianidad, en el sentido de acciones
concretas, pero también, por ejemplo, de información o de formación. El mismo
François Ascher explicita a este respecto algunas de las nuevas formas de solidaridad
urbana. Estas reflexiones demuestran que los ciudadanos, mucho antes que las
instituciones públicas, se han atrevido a «ir mas allá» y proponer un modelo «maduro»
de relaciones sociales: «… esta solidaridad es también diferente de la del período
precedente, ya que es cada vez menos el resultado de una copresencia en un mismo
barrio y, por el contrario, es cada vez más la conciencia de intereses colectivos de los
habitantes de una misma aglomeración. Se trata de una solidaridad de tipo “reflexivo”
que junto a Francis Godard hemos definido como “tercera solidaridad”, para poder
insertarla como prolongación de las dos formas de solidaridad —mecánica y orgánica—
distinguidas por Emile Durkheim» (2000, pág. 174).
En los ámbitos locales, aunque no exclusivamente, los fenómenos de nuevas
solidaridades, de creaciones de nuevos tipos de relaciones sociales, menos visibles pero
más intensas, permite que contribuyan a la creación y al refuerzo del nuevo tejido social
no sólo pocos individuos detentores de un poder o de un modelo, sino también el
conjunto de los actores locales interesados. En este movimiento, el asociacionismo local
adquiere un papel de mayor y mayor peso, en el sentido de que, además de desarrollar
una acción «nuclear» para las nuevas relaciones entretejidas, la asociación puede
contribuir a inscribir la red local en la dimensión «visible», gracias a la creación de
lugares de encuentro, de planificación, de intercambio y, por qué no, de confrontación —
también necesaria en cualquier sociedad que no sea estática sino portadora de creatividad
—. La debilidad de las relaciones no institucionales, no siempre visibles y conocidas,

128
puede, por tanto, transformarse en un elemento de fuerza, porque la no-
institucionalización permite una gran adaptación a las necesidades y a las aspiraciones de
la sociedad local. Los procesos innovadores, los inputs procedentes de los ciudadanos,
tienen mucho que decir en estas redes y en estos lugares, porque la capacidad de adap-
tación/acomodación al cambio es su rasgo distintivo. Y esto también gracias a los actores
que contribuyen a la creación y perduración de tales redes.

4. DESVENTAJAS DE LAS REDES «BLANDAS»

Hasta el momento hemos argumentado y tratado de entender el papel positivo y


propositivo de las redes blandas en la creación de nuevos proyectos de sociedad local.
Sin embargo, no debemos olvidar la cruz de la moneda, sobre todo en la fase actual de
redefinición de sociedades locales por parte de los ciudadanos. Se trata de la necesaria
búsqueda de equilibrio entre dos modos opuestos de concebir la acción social, de los
diferentes tiempos y modos de actuar y de reaccionar a los cambios cada vez más
visibles y desestabilizantes, tanto en el ámbito local como global.
La «esfera intermedia» entre Estado y mercado, que hemos mencionado al
principio, ha cobrado una importancia cada vez mayor como «nuevo motor» de la
sociedad, de manera inversamente proporcional a la pérdida de funciones y dinamismo
del Estado-Providencia. Se trata ciertamente de una importancia relativa, pues las
relaciones entre el sector social público y la esfera intermedia han asumido
frecuentemente la forma de mutuos y recíprocos acomodamientos. Al enfrentarse a los
rápidos y consistentes cambios sociales y a la incapacidad del sector público de
responder a las necesidades emergentes, las instituciones públicas a menudo han elegido
financiar a «proveedores» privados de servicios. Esta elección ha permitido al Estado no
ampliar demasiado su campo de intervención social, pero también, en un cierto sentido,
«ceder» a la capacidad de adaptación y a las competencias que muestra el sector privado.
Esta elección ha provocado que las instituciones públicas llegasen a financiar la esfera
privada de la sociedad, no obstante, casi siempre sin una acción reguladora eficaz o un
concierto efectivo entre público/financiador y privado/proveedor de servicios. Esta falta
de claridad en las relaciones entre las dos redes sociales a menudo crea problemas de
dependencia económica y también de «chantaje político» o, es más, de elecciones
consideradas por parte del público como «nepotísticas» con respecto a lo privado: todo
esto con perjuicio de la continuidad de los servicios ofrecidos y quizá también de su
calidad. Las relaciones de acomodación mutua y recíproca, a pesar de los mecanismos
perversos y negativos para la sociedad civil —por ejemplo, el uso instrumental y
predefinido de financiación pública que roba espacio a nuevas iniciativas—, constituyen,
no obstante, el primer paso hacia nuevas formas relacionales y de colaboración entre el
sector público y el sector privado. «No es casualidad, por ejemplo, que la atención hacia
los “proveedores privados de bienes públicos” aumente a la vez que aumentan los

129
intentos de insertar mecanismos reguladores del Welfare fundados sobre la competición
económica o sobre formas de planificación participativa» (Ranci, 1999, pág. 30). Las
consideraciones de Costanzo Ranci nos conducen a otras sobre las relaciones entre los
sectores sociales público y privado. La crisis del Welfare moderno ha reducido las
capacidades de intervención directa del sector social público: esta realidad ha abierto un
pasaje para el sector social privado, que se amplía cada vez más. Este último, de
«componente residual» y de «buena voluntad» de los ciudadanos, se está convirtiendo en
partner de pleno derecho de un sector público en busca de una nueva identidad, nuevos
objetivos y también nuevas funciones que desempeñar.

5. LAS REDES «MIXTAS»: ¿UN COMPROMISO SOCIAL O UN NUEVO MODELO


DE WELFARE LOCAL?

Las políticas de Welfare se están dirigiendo, en algunos casos bastante


rápidamente, hacia formas «mixtas»: la reciente difusión de convenciones entre
organismos privados y Estado, así como la colaboración entre instituciones públicas y
privadas, constituyen ya una realidad irrenunciable.
El Welfare mix, aun siendo, desde un cierto punto de vista, el aspecto más
innovador de las relaciones entre el Estado y los organismos privados, muestra todavía
numerosas «debilidades» debidas a su «juventud», en particular desde el punto de vista
de su definición teórica. Estas «fisuras» se deben a dos modos opuestos de concebir el
Welfare (Ranci, 1999):

• el modelo «residual», en el que el Estado no mantiene más que la responsabilidad


social y financiera de salvaguardar algunas de las necesidades fundamentales de
los ciudadanos, y en el que los organismos privados son llamados a desempeñar
un papel principal;
• el modelo institucional, en el que el Estado asume siempre mayores
responsabilidades en el ámbito de políticas sociales «universalizantes».

En realidad, las modalidades relacionales entre las redes sociales públicas y


privadas son mucho más complejas. Pueden variar según los contextos, las culturas y
también los ámbitos institucionales preexistentes. La complejidad que emerge del
examen de estas relaciones no puede en ningún caso reducirse a transacciones
económicas —financiación pública de organismos privados— sino que, por el contrario,
exige una acción reguladora por parte del Estado, que, no obstante, está aún por definir o
redefinir completamente.
La «esfera cívica» es el terreno en el que se desarrolla la economía solidaria: esta
última se centra en la participación de los actores y en la complementariedad entre lo
económico y lo social. Esta complementariedad permite crear (o dirigirse hacia)

130
relaciones contractuales fundadas en el concierto entre diferentes partners. La economía
solidaria abre camino a la experimentación social y a la definición de nuevos modelos de
producción social, cultural y económica: cede así a los ciudadanos la iniciativa de
decisiones colectivas en lo que respecta a sus actividades económicas y a la organización
de la sociedad local. De este modo es posible crear, por hibridación, una zona intermedia
entre la economía de mercado, solidaria y pública: todo esto asociando a los usuarios de
los servicios ofrecidos. El objetivo de la economía solidaria es el de instaurar un
partnership entre grupos sociales e instituciones públicas. Las tensiones actuales nos
demuestran que, aunque ya en proceso, este cambio en la concepción de lo social está
todavía en fase experimental: los «derechos adquiridos» sea por el sector social público,
sea por el privado, tradicionalmente partner del primero, vuelven tortuoso el fenómeno
de la hibridación. Todo esto no impide que, cuando el modelo de Wel-fare mix ha
conseguido encontrar un equilibrio por lo menos parcial, se hayan reducido tensiones
sociales locales, mientras que los impulsos a la innovación y a la experimentación de
nuevos modos relacionales se han ganado ya el consenso de los actores sociales locales.

6. DE LAS VENTAJAS A LOS RIESGOS DEL MÉTISSAGE RELACIONAL: UNA


CONCLUSIÓN (MUY) PROVISIONAL

Una gestión más equilibrada de las relaciones locales y una continuidad en la


interacción entre redes institucionales y no institucionales pueden, sin embargo, conducir
a una nueva rigidez relacional y al riesgo de nuevos cierres. El ejemplo de ciertas
colaboraciones entre entes y asociaciones locales nos indica que las redes «mixtas» (en
las que la interacción entre actores de las diversas redes es el lado esencial que ha
permitido la construcción y el funcionamiento de la nueva red) pueden correr el riesgo
de encallarse, de institucionalizarse, de volverse menos plásticas y de no poder responder
a las necesidades/aspiraciones de los habitantes.
Podremos afirmar que las redes «mixtas», que se sitúan, como hemos visto, en el
nivel intermedio entre las institucionales y las no-institucionales, necesitan mantenerse
en un cierto nivel de «riesgo», deben solicitar periódicamente una nueva obtención de
legitimidad por parte de los actores de las otras dos redes con el fin de evitar su
endurecimiento y su cierre. Su papel de mediadoras entre las redes institucionales y no-
institucionales exige que se beneficien, a todos los efectos, de una legitimidad plena, a
pesar de los cambios que puedan tener lugar en el contexto local, desde el punto de vista
institucional o no institucional. De este modo las redes «mixtas» podrían mantener
activo su papel de mediación (sin demasiado riesgo de formalización y normalización),
ejercer un poder de control sobre las posibles desviaciones de las otras dos redes
(cambios políticos, formación de lobbies sociales, culturales, etc.), además de
desempeñar un papel de legitimación de las capacidades creativas y de sensibilización a
la normaliza-ción de las innovaciones.

131
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133
Gerolamo Venerio y la época de la Restauración
FRANCESCO MICELLI
Universidad de Trieste

1. INTRODUCCIÓN

Gerolamo Venerio (1778-1844) es una figura importante y compleja en una época


de bruscos cambios políticos: del Antiguo Régimen a la experiencia de Napoleón, desde
esta última a la época de la Restauración. Su filantropía, su pasión por la ciencia, su
interés por la agricultura parecieran anticipar muchos de los comportamientos de los
sectores dirigentes del Friuli, particularmente de aquellos que, desde 1846, confluyen en
la Associazione Agraria Friulana (Sociedad Agraria). El vínculo con las generaciones
iluministas parece importante ya que, al menos en parte, ayuda a entender el modo en
que es percibida la experiencia del Reino de Italia; por otro lado, justifica la intensa
actividad científica en los años de la Restauración.
El legado de Antonio Zanon (1696-1770) y de Fabio Asquini (1726-1818) ha sido
completamente aceptado. Para Venerio, en efecto, la investigación cientí-fica y la
reflexión humanística tienen la misma, idéntica, significación, pues ambas son el
resultado del bienestar general, del progreso de toda la sociedad. El rol de la burguesía y
de la nueva nobleza es promover nuevos modos de convivencia, guiar a los sectores
subalternos para que éstos alcancen objetivos de bienestar cada vez más ambiciosos,
pero también legitimar las desigualdades, consideradas como principio y fuerza de la
transformación. Para Venerio, la «filosofía de la estadística» es también uno de los
instrumentos necesarios para describir e interpretar la realidad: tanto en el ámbito de la
meteorología como del análisis social, la «filosofía de la estadística» es utilizada

134
indistintamente para conocer el estado del tiempo en Udine y deducir las condiciones de
vida en el distrito de Palmanova. Desde puntos de vista diferentes según los casos, el
conocimiento científico permite conocer, por ejemplo, las condiciones de la agricultura,
ya que su modernización permite acabar con la miseria en la campiña friulana, así como
promover un proceso de prosperidad y de incipiente industrialización.
A mitad de camino entre iluminismo y positivismo, Venerio conserva la fe
católica y la confianza en las instituciones de beneficencia de la Iglesia. Desde este punto
de vista, su filantropía no es difícil de entender: para ello es necesario admitir la
interacción entre conservación y progreso, consolidada en oposición a los desastres de
las Guerras Napoleónicas y en armonía con las ideas que, al menos en un primer
momento, Austria había defendido durante el Reino Lombardo-Véne-to1. Los cargos
públicos que Venerio, con cierta renuencia, acepta, confirman, por un lado, la hipótesis
de una sustancial adhesión a la política de los Hasburgo; por otro, sugieren ampliar la
investigación para encuadrar una generación y una época de suma importancia en el
estudio no sólo de la geografía italiana, sino también de otros aspectos de nuestro
presente. El grupo de estudiosos que junto a Venerio desarrolla sus actividades en el
ámbito de la Accademia di Udine (Academia de Udine) acoge con entusiasmo la
investigación meteorológica que le ha hecho famoso, atribuyéndole una legítima
importancia en la lucha contra la miseria y las enfermedades endémicas que aquejan a la
región, y contra la desorganización del territorio y el atraso de las técnicas agrícolas
utilizadas en el Friuli.

2. FILANTROPÍA Y CIENCIA. AGRICULTURA Y PROGRESO

Francesco Pelizzo en su estudio Notizie statistiche sul Friuli (Noticias estadísticas


sobre el Friuli), un texto que, aunque no fue publicado, era conocido por los socios de la
Academia de Udine, que en más de una oportunidad, entre 1830 y 1844, discutieron y
comentaron el trabajo en las juntas directivas, transcribe los datos meteorológicos
elaborados por Gerolamo Venerio. Éstos están todavía expresados en grados Reaumur y
en pulgadas de París porque G. B. Bassi (1792- 1879) no ha publicado aún el trabajo de
su amigo Venerio ni transformado las medidas en grados centígrados2. La importancia
que Pelizzo atribuye a las condiciones de la atmósfera es resultado de una posible
relación entre el clima y las enfermedades endémicas. En efecto, el capítulo que recoge
las observaciones de Venerio lleva como título Delle stagioni considerate
meteorologicamente e della loro influenza sull’organismo animale (Sobre las estaciones
consideradas metereoló-gicamente y sobre su influencia en el organismo animal). Calor
y frío, humedad y sequía, junto a la calidad del aire y a la composición del suelo, podrían
explicar las fiebres intermitentes de la llanura, las enfermedades del aparato respiratorio
en las montañas, así como justificar la difusión de las epidemias3. Estas observaciones
puntuales adquieren una significación más general cuando, tanto en el caso de Pelizzo

135
como en el de Venerio, denotan la influencia del pensamiento de Melchiorre Gioia. En
su Filosofia della statistica (Filosofía de la estadística) (1838) todos los momentos de la
vida social están relacionados con las condiciones topográficas y, por consiguiente, con
la temperatura y las precipitaciones. Desde este punto de vista, las mediciones cotidianas
que Venerio realizó por más de cuarenta años (1802-1844) pueden ser consideradas
como descubrimiento y descripción del mundo, y además expresan la profunda
convicción de estar completando el gran libro de la naturaleza. En rigor, el
descubrimiento y la descripción del mundo se realizan como si éste fuese un gran libro,
cuya lectura, letra por letra, sílaba por sílaba, manifesta la racionalidad del diseño según
el cual ha sido construido. Este precepto constituye el fundamento de la seriedad y
atención que Venerio pone en la observación de los fenómenos meteorológicos y en la
calidad de los instrumentos de medición. No es casual que Venerio se haya fotografiado
junto a termómetros y barómetros que él mismo modifica y cuya descripción precede
siempre todas las tablas hombrotérmicas y de presión. Otro punto de interés común que
le une a Gioia es la investigación fenomenológica4. En este tema, sin embargo, la
posición de ambos estudiosos es diferente: Venerio no infi ere el clima de la fl oración
de algunas plantas, sino que calcula el día y la hora de la fl oración para cotejar los
paisajes y los climas, para sugerir, llegado el caso, nuevos cultivos. El significado
práctico de este tipo de investigación es evidente, antecede a la propagación de la colza
en los campos de pastoreo, contribuye a la difusión de la patata y ayuda a calcular los
límites altimétricos de los diferentes cultivos5. El razonamiento sobre los rayos y sobre
la necesidad de instalar pararrayos en los campanarios y en las iglesias está relacionado
con este tipo de investigación; también lo están la anotación de los 31 temblores de tierra
que se produjeron entre 1805 y 1843 o las mediciones barométricas de precisión en el
canal Ledra (de acuerdo con el trazado sugerido por Bassi) y aquéllas realizadas para
determinar la altura de los Alpes. Es evidente que el conocimiento científico de Venerio
está constantemente dirigido a la actividad práctica-aplicada y tiene en cuenta el rol
social y civil de la ciencia. La particular atención hacia el progreso de la agricultura es,
además, una característica común de toda la intelectualidad friulana que se reconoce en
la Academia de Udine. La aplicación de la ciencia es pensada en función del
mejoramiento de las clases subalternas duramente golpeadas por las carestías y las
epidemias. La actitud solidaria de Venerio debe ser reconocida no sólo porque ofrece
pan a los pobres, sino también porque les ofrece tabaco. Esta anécdota merece
consideración ya que la relación de Venerio con la servidumbre y los empleados, con los
huérfanos y los mendigos reconoce una igualdad natural, el derecho de todos los
individuos a ser felices. Luigi Fabris, que pronuncia el elogio fúnebre de Venerio,
rescata este aspecto de su personalidad, sobre todo para subrayar la sobriedad de este
importante propietario virtuoso y la impronta cristiana que debería caracterizar la
relación entre propietarios y arrendatarios en la campiña friulana6.

136
3. CIENCIA Y OBSERVACIÓN: LA METEOROLOGÍA

Después de haber explicado brevemente el rol de Venerio en la época de la


Restauración, puede ser útil describir su actividad científica en el sector de los estudios
meteorológicos, reflexionar, desde este campo, acerca de su figura en relación a Fabio
Asquini (1726-1818), a Giovanni Clodig (1828-1898), a Giovanni Marinelli (1846-1900)
y a Arturo Malignani (1865-1939). El largo camino de la meteorología, desde el
iluminismo al positivismo que sigue al Risorgimento, avanza sin rupturas. Sólo dos
hechos interrumpen, en parte, esta continuidad: en 1843, Venerio debe abandonar sus
observaciones meteorológicas; en 1866, Giovanni Clodig, profesor de física en el
Instituto Técnico «A. Zanon» de Udine comienza, en cambio, un nuevo ciclo de
observaciones.
El comienzo de los estudios meteorológicos coincide, en Friuli, con la creación de
la Società pratica di agricoltura (Sociedad práctica de agricultura). En 1765, en ocasión
del discurso de inauguración de la Sociedad, Fabio Asquini señala «la necesidad de
instituir cuanto antes, las tablas meteorológicas». Las observaciones que el mismo
Asquini reúne o manda recoger entre 1782 y 1797 son recopiladas en el Giornale astro-
meteorologico que el abad Giuseppe Toaldo publica en Padua. El encuentro con Asquini
estimula a Venerio a afrontar la aventura científica: desde noviembre de 1802 y por
cuarenta años, con la esporádica ayuda de su hermano Antonio, Venerio mide la presión,
la temperatura, la humedad, la actividad eólica, las precipitaciones y el estado del tiempo
de la ciudad de Udine. La acción de los vientos en ausencia de eficientes anemómetros
es medida siguiendo una escala cualitativa: 0, calmo; 1, brisa suave; 2, poco viento; 3,
viento un poco vigoroso; 4, viento fuerte; 5, viento muy fuerte; 6, viento violento. Para
referirse a la calidad de los días, Venerio adopta una escala de 13 valores: magnífico,
bellísimo, muy bello, bello, bello con nubes, bastante bonito, inestable, más bien
nublado, nublado con zonas despejadas, nublado con pocas zonas despejadas, totalmente
nublado o casi. La dificultad para alcanzar resultados constantes, utilizando los
higrómetros a su disposición, le induce también a obviar los datos de humedad, a
clasificar los días simplemente como bellos, inestables o cubiertos. Los resultados de su
extraordinario trabajo fueron recopilados por G. B. Bassi después de su muerte en un
volumen de casi 500 páginas publicado en 1851: constituye uno de los monumentos de
la climatología mundial y la base de todas las sucesivas investigaciones realizadas en el
Friuli7. Giovanni Marinelli en su Illustrazione del comune di Udine (Ilustración del
ayuntamiento de Udine), la primer guía del Friuli, publicada por la Società Alpina
Friulana (Sociedad Alpina Friulana) en 1886, reconoce el mérito de Venerio y utiliza sus
observaciones meteorológicas para comenzar la descripción de la ciudad de Udine, para
definir según una concepción de la geografía todavía impregnada de compromiso civil
los primeros pasos de cualquier tipo de acción en un determinado territorio8. En sus
estudios altimétricos, Marinelli utiliza también las observaciones de Venerio que, en el
campo de la determinación de la altitud y en la medición de los límites altimétricos de la
vegetación es considerado el maestro de las nuevas generaciones de naturalistas,

137
geólogos y geógrafos friulanos.

4. CONCLUSIONES

La precisión de sus observaciones, la colaboración con estudiosos a nivel local y


europeo, la exclusión de «opiniones vulgares» y teorías aventuradas caracterizan la
actividad de Venerio y las contribuciones de G. B. Bassi. El observatorio de Venerio, en
la calle Savorgnana, guarda estrecha relación con el observatorio astronómico del
castillo de Udine donde Arturo Malignani, desde 1888 y hasta su muerte, realizó
observaciones similares. Las investigaciones de Malignani resuelven las carencias
cognitivas desde 1917 a 1926, cuando la guerra destruye la estación meteorológica de
Udine e interrumpe por nueve años las revelaciones oficiales. Esta tarea de observación
que Malignani realiza en sustitución del Estado sirvió para completar cien años de
observaciones y, en general, para neutralizar presuntas «tendencias» climáticas y «ciclos
periódicos» imprecisos y no justificados, para dar certeza científica frente a las
diferencias entre los cuarenta años de observaciones meteorológicas de Venerio en el
siglo XIX y los cuarenta de Malignani entre finales del siglo XIX y principios del XX. El
fuerte legado de la tradición, que indirectamente Joseph Gentili reconoce cuando
compara el sistema de plans cotés adoptado por Bassi para representar la temperatura
media diaria cada cinco días y la escala de 1 centímetro por mes en el eje de las abscisas
y 2 centímetros por día en el eje de las coordenadas, es evidente, también, en las dos
ediciones (1949 y 1962) de Il paesaggio terrestre (El paisaje terrestre). En esta obra, su
autor, el conocido geógrafo friulano Renato Biasutti, discípulo de Giovanni Marinelli,
recupera la representación gráfica con tres coordenadas y curvas de nivel9. No es en sí
importante este pormenor científico, sino cómo ese detalle ha sido recuperado a partir de
un patrimonio cognitivo, resultado del trabajo de generaciones de estudiosos y de la
abnegación de personajes como Gerolamo Venerio.

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139
Demógrafos, fascismo, política de natalidad. Nodos
problemáticos y perspectivas de investigación*
ANNA TREVES
Università degli Studi di Milano

Como presupuesto para todo lo que pretendo analizar en estas páginas, quisiera
antes que nada mencionar un dato ya suficientemente conocido acerca del modo en que
se trató el tema de la población en la Italia del fascismo y sobre el cual varios estudiosos,
en los últimos años, han realizado amplios y penetrantes análisis (Ipsen, De Grazia): es
decir, el enorme peso y relevancia que Mussolini y el régimen fascista atribuyeron a la
perspectiva de que también Italia llegara a sufrir un derrumbe de la natalidad y de la
población1. La perspectiva de que esto ocurriera constituyó una auténtica pesadilla, y se
percibió como una amenaza fatal para las aspiraciones de fuerza y de potencia imperial
de la grande proletaria.
Es en este contexto y sobre este trasfondo donde debe situarse el tema en que
concentraré mi reflexión, el de las relaciones entre los especialistas de demografía y el
régimen en los años 20 y 30. Fue un período en el que, por un lado, la «escuela
demográfica» italiana conoció una de las épocas de desarrollo más fecundo —en todos
los sentidos— y de mayor prestigio; y por otro lado, el Estado-régimen hizo de la
cuestión demográfica, de la propia política demográ-fico-natalista, uno de los rasgos
centrales sobre los que se caracterizó a sí mismo. Así, entre las ciencias demográficas y
el fascismo acabó necesariamente por determinarse lo que podríamos definir como un
sistema, cuando menos, significativo de relaciones que, se pretendiese o no, terminó
connotando de modo decisivo en el imaginario de los italianos el perfil de las ciencias
demográficas e incluso el término mismo de demografía, y fue éste un factor que

140
condicionaría por largo tiempo y en profundidad los estudios de población de nuestro
país en el período sucesivo al del fascismo.
De la cuestión me ocupé ya en un volumen editado hace unos años, que trataba la
natalidad y la política italianas en el siglo XX (Treves, 2001). Lo que intentaré hacer aquí
es señalar algunas ideas interpretativas de fondo que parecen desprenderse de aquel
trabajo y señalar, a partir de ellas, una serie de temas que, a mi modo de ver, se
configuran como posibles filones de investigación, como asuntos relevantes que
permanecen abiertos.

1. COMO CONSECUENCIA DE LAS DECISIONES DEL DUCE

Los sucesos sobre los que pretendo reflexionar toman como punto de partida un
evento por entero político pero, al mismo tiempo, de notable relevancia por sus efectos
en el mundo académico. Me refiero, decirlo parecerá banal, al célebre discurso llamado
de la Ascensión, con el que, en mayo de 1927, Mussolini anunció, como un cambio
fundamental, la instauración de la política demográfico-natalista, y la proclamó, incluso,
«fundamento y coronación» de toda la política del régimen. Porque, como él mismo dijo,
abatir y dar la vuelta a la perspectiva de la caída demográfica constituía la condición
previa indispensable para una política italiana de potencia: política de potencia que del
fascismo constituía la propia razón de ser y la justificación histórica (y, a mi parecer, fue
precisamente esta centralidad deseada por Mussolini lo que hizo del natalismo fascista
un unicum en el panorama de las políticas natalistas establecidas en tantos países durante
aquellos años). Pero, decíamos, aquel acontecimiento supuso un giro también en el
terreno de los estudios demográficos: porque fue a partir de él, y del clima que creó,
cuando se realizó una auténtica explosión de investigaciones dedicadas a analizar el tema
específico de la natalidad, tema que, entre los diversos ámbitos de análisis de la
demografía, quizá había sido hasta aquel momento el más escasamente indagado.
No puede escapársenos el significado de tal expansión. Los estudios, la evidencia
lo demuestra, siguieron a, no anticiparon, las decisiones de la política, como, por otra
parte, subrayan de modo completamente explícito dos acreditados estudiosos, Livio Livi
(1932) y Paolo Fortunati (1939). Y con efectos de grande y perdurable alcance. A partir
de aquel momento y durante todo el período fascista, el de la natalidad siguió siendo,
con diferencia, el filón principal al que se dedicaron los estudios de población: lo
evidencia muy bien, en los últimos años del régimen, Livio Livi, haciendo notar que se
había determinado dentro de la ciencia demográfica un claro desequilibrio a favor de los
estudios sobre la natalidad (Livi, 1942).
Establecido que, al menos en mi opinión, fue sin duda el que acabamos de
mencionar el verdadero vínculo entre elección política y orientación de los estudios, no
he llegado a conclusiones seguras sobre un punto relevante: ¿qué papel jugaron los
estadistas-demógrafos en que Mussolini se viera inducido a esas resoluciones natalistas?

141
O mejor dicho, ¿qué influencia tuvo Corrado Gini, que por entonces, a mitad de los años
20, era de los más notables, si no el más notable estudioso de estadística y demografía y
que, ante todo, había sido nombrado poco antes, por parte de Mussolini, presidente del
Instituto Central de Estadística (Istat)? Reflexionando tanto sobre las publicaciones de
Gini como sobre las carpetas de documentos preparativos para el discurso de la
Ascensión, en las cuales aparece una densa correspondencia entre Mussolini y el director
del Istat, he acabado convenciéndome de que, en realidad, Gini jugó en aquella decisión
un papel marginal. Un punto, naturalmente, abierto a la discusión.

2. CIENCIA Y RÉGIMEN

Sea como sea, aquella impresionante convergencia y concentración de los estudios


sobre temas de natalidad era la señal de que entre los estadistas-demógra-fos y el
fascismo estaba naciendo una especie de relación especial. Se puede decir perfectamente
que el apoyo entusiasta y convencido que la escuela demográfica italiana en su conjunto
manifestaba hacia la política demográfico-natalista del régimen formaba en cierto modo
un todo único con la actividad de estudio y de investigación que dirigían sus exponentes;
casi como si se tratase de momentos desarrollados el uno en función del otro. Y es éste el
aspecto gracias al cual se entiende el valor que asumían las declaraciones de elogio al
Duce y a su obra providencial, recurrentes con una cierta frecuencia en los mismos
escritos científicos de esos autores, o las teorizaciones elaboradas, en cuanto
demógrafos, por parte de un Corrado Gini (1941 y 1942) o también de un Stefano
Somogy (1934) acerca del régimen autoritario como forma ideal del Estado para poder
llevar a cabo con éxito una política natalista. Había, en todo ello, algo que iba más allá
de la expresión de un genérico asenso, como el que llegaba al fascismo desde un amplio
sector de la sociedad y de la gran mayoría de los intelectuales (Belardelli). Creo que es
justo ver en ello el resultado de la condición extraordinaria en que se encontraban unos
estudiosos que contemplaban cómo el régimen atribuía una enorme centralidad a temas y
decisiones a los que ellos mismos llegaban en el ámbito científico.
De ello emerge una cuestión que se perfila como central en la historia de la cultura
demográfica italiana del siglo XX. Porque, como es sabido, fue justamente durante el
fascismo cuando la demografía tomó en Italia los ropajes de disciplina cada vez más
autónoma, independiente de la estadística. Proceso, se entiende, que corresponde a los
que tenían lugar al mismo tiempo en otros países, pero que en Italia se desarrolló en el
clima y el contexto del que estamos hablando, asumiendo la marca específica y
caracterizante de ese vínculo con el fascismo. Porque el régimen encontraba en la obra
de los demógrafos una confirmación y una garantía científica de la validez de la propia
política en un ámbito que proclamaba como crucial; y tenía, por tanto, el mayor interés
en hacer adquirir a la disciplina y a sus cultivadores un prestigio de primer orden. De ahí
el florecimiento de cátedras, revistas y entidades de investigación. Se puede decir, en

142
otras palabras, que en Italia la demografía nació y en gran parte se definió como ciencia
autónoma con y en función del fascismo, afirmándose como orgánica dentro de un
aspecto fundamental de su política y de su imagen, o situándose sin más como ciencia
del régimen. Es característica, en este sentido, la afirmación del mencionado Livio Livi,
según el cual se podía hablar en Italia de una auténtica escuela demográfica no tanto
porque presentase una unidad de posturas —fueron muy ásperos, y quizá particularmente
en aquel tiempo, los contrastes de método y académicos— sino precisamente por el
consenso otorgado al régimen y a su política poblacionista (Livi, 1938a).
Todo ello configura otro de los nodos problemáticos, sobre el que espero se
puedan generar investigaciones, y que pertenece específicamente a la historia de la
materia. Se trata, obviamente, del consenso otorgado al régimen. Sería necesario analizar
el tipo de adhesión que dio cada uno de los estudiosos, captar en los detalles la evidente
diversidad. Sobre todo, sería necesario intentar analizar de modo cuidadoso qué papel
concreto ejerció para cada estudioso, en la elaboración teórica y en la obra científica, la
relación con el régimen, para Giorgio Mortara, para Corrado Gini, para Livio Livi, así
como para Paolo Fortunati o para Mario De Vergottini (Dalla Zuanna). Sabiendo, en
todo caso, que aquélla fue una de las etapas más fecundas en la historia de las disciplinas
demográficas en Italia.
Lo que he dicho hasta ahora no significa, hay que remarcarlo, que los estudios de
los demógrafos-estadistas se modelaran de acuerdo con la propaganda fascista, que se
limitaran a alabar la natalidad, así como a recordar los méritos de las provincias más
prolíficas. Todo lo contrario. En aquel extraordinario florecimiento de estudios, de datos
y de reflexiones sobre los problemas de la natalidad publicados entre las dos guerras —
de particular relevancia son los aparecidos durante los últimos años 30 en el ámbito de
las investigaciones coordinadas por Livio Livi— encontramos la continua demostración
de la irrelevancia y falsedad de toda una serie de lugares comunes propagandísticos.
Muchos estudios, por ejemplo, revelaron que no era cierto que la natalidad rural se
mantuviese siempre bastante más elevada que la urbana; subrayaron con decisión que la
disminución de los nacimientos ocurría sobre todo en las zonas rurales, las tan
ensalzadas zonas rurales, lugar, en la retórica fascista, de toda la fecundidad y toda la
bondad. Otros evidenciaron, a través del análisis de los datos, que no a las zonas rurales
sino a las urbanas tenía que atribuirse el «mantenimiento» o, más aún, la leve
recuperación de la natalidad producida en los últimos años 30: los italianos volvían a
tener algún hijo más precisamente en las ciudades, las tan vilipendiadas ciudades,
lugares por definición de la infertilidad y de todo posible mal.
¿Una oposición al régimen por parte de los demógrafos? No, ciertamente.
Aquellos estudios, al menos por lo que, según mi opinión, se puede llegar a afirmar, no
constituían realmente una crítica, es decir, una rebelión contra el régimen. No eran un
signo de la falta de consenso. Por un lado, podían constituir la base documental mediante
la cual el régimen podía justificar las propias acciones. ¿Las estadísticas mostraban que
los nacimientos seguían declinando? Ello confirmaba que la política de sostenimiento de
la natalidad era absolutamente necesaria. Pero sobre todo aquellos estudios deben ser

143
encuadrados en lo que, como ha mostrado Carl Ipsen (1997), fue una clave
caracterizante, un hilo conductor permanente de la actitud de Mussolini con respecto a la
política natalista: la conciencia de su escasa eficacia, hasta tal punto que habló, algunos
años, de auténtico fracaso (era también, naturalmente, una forma de exhortar a la
acción). Si Mussolini mismo se empeñaba en declarar el fracaso de la política de
natalidad, bien podían hacerlo también los estudiosos.

3. AL FLANCO, NO A LA GUÍA DE LA POLÍTICA DEMOGRÁFICA

Lo que he dicho hasta ahora puede dar la impresión de un cuadro de relaciones


unívoco y compacto. Sin embargo, aparece un elemento de contradicción que desplaza
un poco el ángulo de observación, indicio de una realidad compleja. En efecto, incluso
con esa organicidad de los lazos entre demógrafos y régimen, hasta casi el final de los
años 30 no les es concedido un papel directo, de dirigencia o de elaboración y de
proyecto, en la concreta política demográfica, como sucedía, en cambio, con los
estudiosos de otros ámbitos, como el agrario o el del saneamiento. El hecho es que los
demógrafos, los demógrafos-estadistas, desde Corrado Gini a Franco Savorgnan o Livio
Livi, por citar sólo algunos, o a los más aislados Giorgio Mortara o Marcello Boldrini,
no entraron durante un largo período —como técnicos, como estudiosos acreditados, si
se puede usar este término— en la organización del Estado. No les fue delegada la
realización de la política demográfico-natalista.
Por tanto, estas figuras dieron vida, efectivamente, a un extraordinario crecimiento
cuantitativo y cualitativo de los estudios y adquirieron un papel de gran prestigio en el
mundo intelectual y académico. Pero en esencia el régimen les convocaba sólo para
ilustrar y aplaudir las decisiones políticas, no para prepararlas o gestionarlas; como si se
esperase de ellos, tan sólo, una aportación en términos de garantía intelectual o,
simplemente, de imagen.
La hipótesis —es una hipótesis, tan sólo eso—, que creo poder avanzar para
explicar una realidad semejante, remite, de fondo, a una falta de tradición, de buenos
hábitos de pensamiento: una carencia observada en los propios autores, en parte, que no
habían alcanzado aún una elaboración científica sobre las políticas de intervención, pero
sobre todo en la clase política, que no advirtió, durante un largo período, la exigencia de
profundizar sobre las condiciones y las vías para determinar dinámicas de incremento de
la natalidad. Pero sobre las razones y sobre el modo en que se vivía esta relación, que
podríamos definir como de vecindad teórica pero distancia práctica, entre régimen y
demógrafos-estadistas, estimo que todavía hay mucho que analizar.

4. DENTRO DE LAS INSTITUCIONES. EL NODO DEMOGRAFÍA-RAZA

144
Este equilibrio duró mucho tiempo, al menos hasta 1937-1938, cuando se abrió
una fase diversa, realmente crucial, más aún que la que gira en torno al discurso de la
Ascensión, para la historia de las relaciones entre escuela demográfica italiana y
régimen. Una fase que contempló el ingreso de muchos demógrafos dentro, de un modo
u otro, de las instituciones; y ello en el momento en que la política demográfica se
fusionaba estrechamente con la política de la raza.
Es necesario hacer alguna mención al contexto en el cual se desarrollaron tales
cambios. Durante años, desde 1933-1934 —desde que en Alemania la propaganda del
nazismo había empezado a magnificar lo que parecían éxitos extraordinarios en lo
referente a la natalidad alcanzados rápidamente por el nuevo régimen—, Mussolini había
expresado repetidamente la propia desilusión sobre los resultados obtenidos por la
política fascista. Había que hacer algo.
De modo que, en ese clima dominado por la confrontación con el modelo alemán
—y en el período en que se estaba acelerando el complejo acercamiento a la Alemania
nazi—, se llegó a lo que fue proclamado como un «vuelco» en la situación, y que,
ciertamente, marcó el inicio de un nuevo período en las relaciones entre demógrafos y
régimen. En marzo de 1937, diez años después del discurso de la Ascensión, en una
sesión del Gran Consejo del Fascismo, con informe del ministro de Educación Nacional,
Giuseppe Bottai, fue proclamado el relanzamiento de la política demográfico-natalista
bajo el signo de la política familiar. Relanzamiento que se concretaría, poco tiempo
después, en toda una serie de disposiciones legislativas, entre las cuales, para nuestro
análisis, tienen particular interés la institución de los préstamos matrimoniales y la
creación de una Oficina Central Demográfica.
Los préstamos matrimoniales eran ayudas monetarias otorgadas a las parejas a
punto de casarse: la hipótesis que llevó a su establecimiento era que, gracias a estas
ayudas, las parejas se casarían en mayor número y sobre todo más jóvenes. Se trataba en
la conciencia de los legisladores de una medida de naturaleza estrictamente natalista
porque todavía prevalecía por entonces la convicción de que la edad del enlace era una
variable de gran trascendencia en la determinación de los niveles de fecundidad de un
país. Los préstamos, con una forma en parte diversa, habían sido introducidos en
Alemania poquísimos meses después del acceso al poder de Hitler y la propaganda nazi
los presentaba insistentemente como el instrumento central que había determinado en el
país los fuertes incrementos de la natalidad. En el cuadro de aquella fase histórica, creo
que se puede decir que la introducción de los préstamos en la política demográfica
italiana adquirió el carácter de síntoma de la creciente atención por la Alemania nazi, en
meses en que Mussolini aún se proclamaba distante a ella. Lo que, en todo caso, habría
que hacer notar aquí es que diferentes estudiosos italianos, de modo análogo a los de
otros países, en artículos publicados entre 1935 y 1936, habían manifestado muchas
dudas sobre la validez de los préstamos como instrumento de la política natalista. ¿Una
confirmación palpable de la marginalidad política de los estudiosos? La cuestión es que
los préstamos fueron propuestos, en la reunión de marzo de 1937, por iniciativa, o al
menos con la aquiescencia, de uno de los demógrafos más reputados, Livio Livi.

145
Probablemente se puede leer este suceso como el primer signo de una mutación en
las relaciones entre demógrafos y política, relaciones en las cuales el papel protagonista
tocaba ya no a Corrado Gini sino al propio Livi. Veamos por qué. La otra decisión del
Gran Consejo que aquí nos interesa, y a la que ya me he referido antes, fue la de crear
una estructura de coordinación general de la política demográfica, hasta aquel momento
del todo inexistente: la Oficina Central Demográfica, que fue instituida en junio de ese
mismo año, 1937. Se trataba de un ente del Estado al que se confiaban tanto las tareas
políticas de centralización y organización de la política en el ámbito demográfico como
el estudio de los problemas demográficos. Y precisamente a Livi —el único estudioso
que, como tal, había secundado la introducción de los préstamos— y, a través de él, a los
numerosísimos estudiosos que trabajaban en su recientemente fundado Comité de
Asesoramiento para los Estudios sobre Población (creado también en el mismo febrero
de 1937) se les encomendaban las competencias de estudio y de investigación de la
Oficina. Muchos demógrafos —fueran o no conscientes de ello— entraban, por esa vía,
dentro de las instituciones; y entraban en ellas, en cierto modo, con el disfraz de
técnicos, o quizás de estudiosos acreditados, de estudiosos arropados por el beneplácito
oficial. Por primera vez, los estudiosos asumían potencialmente un papel en la
preparación, en la elaboración y en la gestión de la política demográfica. Se trataba, no
cabe duda, de un cambio crucial en la relación entre cultura demográfica y régimen.
Sobre ese cambio de 1937 habrá que seguir indagando, son muchos los problemas
abiertos. ¿Existieron contactos a lo largo de 1937, y de qué tipo, entre Livio Livi y
Giuseppe Bottai, ese Bottai que no albergaba mucha simpatía por los estudiosos de
estadística (Dau Novelli)? Pero sobre todo hay que preguntarse si aquella reunión en la
cual se decidió la introducción en la política demográ-fica de una medida a imitación del
modelo típicamente alemán, constituía un paso consciente, era un consciente acto
político, en el camino que llevaría al año siguiente al establecimiento de la política
racista antihebrea. Una reunión coordinada, como se ha dicho, por Bottai, que se
convertiría en uno de los más fervientes ejecutores de esa misma política.
Julio de 1938, publicación del Manifiesto de la raza, que daba inicio en Italia a la
persecución de la población hebrea; agosto de 1938, censo de los hebreos; septiembre de
1938, destierro de los hebreos extranjeros y expulsión de docentes y alumnos de las
escuelas de todo orden y grado. Después de toda una serie de titubeos o de aparentes
titubeos, Mussolini embocaba con decisión el camino de la política de la raza. Hay que
recordar que la opción racista planteaba a Mussolini un problema considerable: el de
demostrar que no era un imitador, sumiso frente a la Alemania nazi. ¿Qué hizo? Tomó
una decisión que para nuestro análisis es de total relevancia.
Decidió afirmar que la opción racista no era sino el natural, el consecuente
desarrollo de la política demográfico-natalista que ya desde hacía dieciséis años, como
aseguraba, era uno de los más específicos emblemas del fascismo. ¿La política
demográfico-natalista no había sido siempre, proclamaba Mussolini, una política en
defensa de la suerte de la estirpe, de la raza italiana? Acreditar la política racista como
lógica desembocadura de la demográfica ofrecía argumentos para reafirmar la

146
originalidad fascista de la vía del racismo italiana. Además de mediante las palabras y la
propaganda, el régimen intentó acreditar la imagen de la identificación entre las dos
políticas también de otro modo. Lo hizo, en particular, en la organización de la política
estatal. El gesto más patente fue la creación, en septiembre de 1938, de la Dirección
General para la Demografía y la Raza (que fue muy pronto llamada Demorazza), que
tenía competencias de estudio y de política en ambos campos. Como si contar habitantes
y contar hebreos a discriminar y perseguir fueran la misma cosa.
Es evidente que un planteamiento político semejante convocaba —en mayor
medida que a otros intelectuales— a los demógrafos-estadistas. Porque, además, era
también de su mundo de donde llegaba una tradición de interés por los problemas
etnológicos, antropológicos, de la eugenesia, de la raza.
Se abre aquí el capítulo en extremo complicado de la confrontación entre
demógrafos-estadistas y régimen en los largos años de la política de la raza. Me limitaré
a evidenciar algunas cuestiones que me parecen de especial importancia.
Se podría suponer que los demógrafos se habían lanzado entonces al estudio de los
problemas de la raza. No lo hicieron. En otras palabras, no se dedicaron a estudiar lo que
el régimen indicaba como central, tal como habían hecho en su momento con la
natalidad. Siguieron ocupándose, tranquilamente, sobre todo de nacimientos, de muertes,
de bodas, de migraciones. Y al mismo tiempo, en su conjunto, no demostraron ni en sus
escritos ni en declaraciones oficiales su entusiasmo o su aprobación por la política racial.
Ninguna referencia, para entendernos, a narices aguileñas. No es poco. Aunque hubiera
alguna excepción relevante a esta actitud general.
Al mismo tiempo, aceptaron, sin aparentes problemas, la combinación que el
régimen había impuesto entre política demográfica y política racial. ¿Qué puede esto
significar?
Un primer ejemplo. En septiembre de 1938, la Oficina Central Demográfica fue
transformada en la Dirección General para la Demografía y la Raza (Demo-razza). El
Comité de Estudios sobre la Población dirigido por Livio Livi, que dependía de la
Oficina Central, se convirtió automáticamente en dependiente no ya de una entidad
estatal ocupada tan solo de demografía y política de la población, sino de una entidad
que además de ocuparse de demografía se ocupaba también, y sobre todo, de raza. Livi
permaneció en su cargo. Elección coherente, por otra parte, con la de hacerse nombrar
miembro del Consejo Superior para la Demografía y la Raza, que era un órgano que
agrupaba intelectuales para la elaboración de la política racial. Y permanecieron en sus
cargos también todos los estudiosos que con Livi trabajaban en el Comité de Estudios.
Salvo Stefano Somogy que, siendo hebreo, fue expulsado.
Otro ejemplo. En las universidades, como consecuencia de un decreto firmado por
el ministro de Educación Nacional, Giuseppe Bottai, a las materias de demografía se les
atribuyó una nueva denominación, «Demografía general y demografía comparada de la
raza» o bien «Desarrollo de la población y política de la raza». Varios estudiosos se
encontraron enseñando esas nuevas materias, aceptaron enseñar esas materias. ¿Con qué
ánimo lo hicieron? ¿Lo hicieron tranquilamente y convencidos, con indiferencia más que

147
con indignación? ¿Hay huellas de alguna resistencia ante una disposición como ésta, de
alguna tentativa por parte de los estudiosos de demografía y estadística para trasladarse a
otro tipo de materias? En este caso, la correspondencia privada o la documentación
depositada en los archivos universitarios podrán dar indicaciones interesantes.
Y hay más. Los demógrafos-estadistas de mayor notoriedad aceptaron escribir —
escribieron, debemos subrayarlo, sólo de demografía, no de racismo— en la revista que
representaba el órgano oficial de Demorazza, Razza e civiltá. ¿Hubo algún intento de
negarse a escribir en esta revista? ¿Se les obligó a hacerlo? ¿De qué manera? ¿O en
cambio fue una satisfacción o un honor para ellos ser aceptados entre los colaboradores
de la revista?
En definitiva, los demógrafos, los demógrafos-estadistas, decíamos, aceptaron de
facto, en sus decisiones, la combinación que el régimen había impuesto entre la política
demográfica y la política racial. Se mostraron, en su comportamiento público, del todo
indiferentes al ámbito general para el que trabajaban o escribían. Aquéllos eran los
lugares donde se producían la investigación y la enseñanza demográfica. Y eso les
bastaba. De esa manera los estudiosos en su conjunto fueron garantes, con su autoridad
científica, y por las vías que he evocado, de los vínculos entre demografía y raza. Y
quizá era sobre todo esto lo que el régimen pretendía de ellos. Se volvieron, desde esta
perspectiva, garantes de la política de la raza.
Mientras tanto, algunos de los más ilustres demógrafos italianos estaban siendo
arrinconados, por ser hebreos. Dejaban el país, unos hacia el lejano Brasil, otros hacia la
difícil Palestina.
Quedan sin duda varios problemas abiertos. Los regímenes autoritariototalitarios
constriñen a los propios súbditos (súbditos, no ciudadanos) a una vida dificilísima.
Llevan necesariamente a ambigüedades, a incitar a elecciones que en el fuero interno
quizá no se aprueban; ponen a los seres humanos frente a pruebas dramáticas; impulsan a
la indiferencia. Los problemas abiertos tienen que ver sobre todo, a mi parecer, con los
itinerarios interiores, diferentes necesariamente para cada uno de los estudiosos, con los
sentimientos y las intenciones que llevaron a aquellas decisiones y a aquellos
comportamientos. Naturalmente es difícil, a menudo imposible, entrar en el «fuero
interno». Algo se entrevé en un atormentado artículo de Livio Livi (1938 b), algo
sabemos por Pierpaolo Luzzatto Fegiz (Rinauro, 2002). Un filón de análisis que se podrá
afrontar sólo si se da acceso a los documentos de varios estudiosos, si es que sobre la
confrontación con la política racial algunos de ellos dejaron alguna reflexión escrita; si,
sobre la cuestión, llegaron a reflexionar. Sólo en el caso de que pudiéramos hallar alguna
luz sobre ese tipo de itinerarios, podremos quizá llegar a interpretaciones más complejas
y a responder a interrogantes de fondo. ¿Cómo interpretar ese obstinado limitarse a tratar
sólo de temas demográficos? ¿Se trató de una forma consciente y deliberada de no
colaborar con las opciones racistas? ¿De una consciente autoexclusión de las políticas
raciales? ¿Era un modo de gritar el propio no a esas políticas? ¿O se trató simplemente
—como supongo que fue en la mayoría de los casos— de una continuación del propio
oficio indiferentes a cuanto estaba sucediendo? Interrogantes que naturalmente no se

148
formulan en el caso de aquellas personas —pero fueron, ya se ha dicho, relativamente
pocas— que declararon explícitamente que aprobaban la política de la raza. Y luego está
el caso de Livio Livi. Como se ha visto, aceptó entrar en el Consejo Superior para la
Demografía y la Raza y siguió en su cargo de director del Comité de Estudios también
cuando éste pasó a depender de Demorazza: contribuyó con ello, ciertamente, con su
autoridad, a respaldar la política racista. Pero, con su evidente limitación investigadora al
campo de la demografía, contribuyó quizá a salvar de alguna manera la demografía de la
contaminación con el racismo. ¿Se trató de una elección consciente? ¿O por el contrario
era esa que he manejado como hipótesis una idea que ni siquiera llegó a rozarlo?

5. DESPUÉS DE LA GUERRA

Hay, en suma, todavía mucho que no entendemos sobre lo que ocurrió realmente
durante las dos guerras en el mundo de los demógrafos, qué orientaciones reales y qué
tensiones internas había detrás de ciertos comportamientos y decisiones públicas. Ello
nada quita, sin embargo, a un dato de fondo: que en el recuerdo, en el imaginario
colectivo aquella fase consolidó más que nunca la idea de la demografía como ciencia
fascistoide. Es éste un legado que condicionó de modo absolutamente determinante la
evolución de los estudios demográficos en Italia en la época sucesiva a la caída del
fascismo. Se puede afirmar sin más, incluso, que la experiencia, tan compleja, de la
relación con el régimen, ha constituido en cierta medida la clave de la historia de esta
disciplina en nuestro país después de la guerra, durante varios decenios.
Precisamente por esto, la senda principal para captar en profundidad los caracteres
y, sobre todo, el peso y la penetración del vínculo entre cultura de-mográfico-estadística
y fascismo, debería pasar en mi opinión a través de la observación de lo que sucedió tras
la caída del fascismo, a través del análisis de los acontecimientos, de los itinerarios de la
cultura demográfica de la posguerra. Un terreno que está todavía, en gran parte, por arar.
Me gustaría destacar tan sólo un tema. Caído el régimen, los demógrafos-
estadistas salieron de forma radical de la escena, perdieron el papel en cierto modo
público y de prestigio que habían disfrutado hasta aquel momento; o, más aún,
renunciaron a él. De un solo golpe, ése es el aspecto más elocuente, el que más impacta,
cambiaron sus intereses prioritarios, sus temas de estudio: no sólo, durante muchos años,
no se ocuparon ya de nacimientos, sino que además se ocuparon bastante menos de
demografía, dirigieron su atención cada vez más a la estadística, en algún caso a la
sociología o incluso a la antropología. Fue como un cambio de piel. Es difícil no
interpretar una transformación tan impresionante como un indicio de hasta qué punto
sentían pesar el hecho de que para la opinión común la idea misma, el término mismo de
demografía, estaba asociado de modo inextricable con el recuerdo del régimen. No había
remedio: pronunciar la palabra demografía significó, aún muchos años después de la
guerra, pronunciar uno de los tantos nombres del fascismo. Decir demografía, y mejor no

149
hablar siquiera de política demográfica, corría el riesgo de sonar fascista, sonaba fascista.
Esta situación se prolongó durante mucho tiempo también después del período de la
inmediata posguerra. Los demógrafos, o mejor los ya anteriormente demó-grafos,
siguieron ocupándose poco de demografía, y poquísimo de natalidad, al menos hasta
mediados de los años 60, años de inflexión para la historia de la demografía por tantas
razones, incluida la desaparición casi simultánea de los grandes maestros. Y siguieron,
en todo caso, fuera de la escena pública al menos hasta el congreso sobre población de
Bucarest, en 1974.
Todo ello, es evidente, configura un juicio, una valoración, una interpretación: una
interpretación que los demógrafos mismos daban sobre su propio pasado. Y es
precisamente ese intento de distanciarse del pasado, hablando de algo diferente, lo que
nos ofrece la clave y la medida de hasta qué punto les había resultado oneroso el nexo
con el fascismo.
Otro aspecto que debe ser subrayado particularmente es que a la conciencia de lo
sucedido en el pasado, a la sensación de cuánto pesaba sobre ellos, correspondió en los
demógrafos no sólo en los primeros años de la posguerra, sino durante un período
larguísimo, en cierto sentido hasta ahora mismo un rechazo a mirar hacia ese pasado, un
negarse a reflexionar sobre la propia historia. Y eso también en una fase como la que se
inicia en los años 60, en la que se asistió a un enorme incremento, casi a una explosión,
de la historiografía sobre el fascismo, y poco a poco se difundió la capacidad de razonar
sobre ese período en términos de «comprensión histórica y no de proceso». Fue tan
radical la «autocensura» de los demógrafos que se llegó a un paradójico olvido incluso
de lo que ellos mismos habían pensado y escrito. No puedo profundizar en este
argumento, pero, por increíble que pueda parecer, frente a las grandes transformaciones
demográ-ficas que estaba viviendo Italia en los años 50 y 60, se utilizaron bastante poco
los refinados instrumentos interpretativos creados en el período de entreguerras, o
incluso pareció que a veces se olvidaban los resultados alcanzados en el análisis de la
realidad, como, por ejemplo, los de las migraciones internas o la recuperación de la
natalidad de finales del los años 30 (Treves, 1976, 2003). Casi como si los estudiosos
ignorasen por completo la riquísima cultura demográfica de que habían sido
protagonistas. Pero, naturalmente, también en este caso se trata de una interpretación, de
una hipótesis de trabajo.

6. UN AUSPICIO

Todo, en definitiva, induce a ver en los acontecimientos del período fascista y en


la experiencia, tan compleja, de la relación con el régimen, algo como el eje de la
historia de la cultura demográfica italiana a lo largo de gran parte del siglo XX. Es por
eso por lo que la conclusión a la deseo llegar «por obvia que pueda parecer» está en el
auspicio de que los advenimientos de la población italiana en el período de entreguerras,

150
la historia de los demógrafos y la demografía y las relaciones entre demografía y política
en aquellos años, puedan en el futuro ser estudiados ampliamente, y que la atención de
los investigadores se dirija poco a poco a reflexionar cada vez más sobre los años
sucesivos al final del conflicto, hasta llegar al menos hasta la gran inflexión de los años
70. En particular, sería muy valiosa la aportación de estudios conducidos desde el punto
de vista y con la sensibilidad y las competencias específicas de los especialistas de las
ciencias demográficas.
Todo esto con la convicción de que la cultura demográfica no atañe solamente a
los especialistas, sino que, por el contrario, es un aspecto significativo del conocimiento
que una sociedad tiene sobre sí misma. También en este sentido, una reflexión más
amplia acerca del propio pasado por parte de los demógrafos puede representar una
contribución de importancia crucial, tanto más en un momento en que el tema de la
política en el terreno de la población y en particular en el de la natalidad ha vuelto a
revestir tanta relevancia en el debate público y político.

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151
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Studi in onore di Roberto Mainardi, «Quaderni di Acme», 56, Università degli studi
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152
La calle: el icono de Italia en la literatura de viaje alemana
entre el Setecientos y el Ochocientos*
TEODORO SCAMARDI
Universidad de Bari

1. MITO Y ANTI-MITO DE ITALIA EN ALEMANIA

Durante siglos Italia tuvo que desenvolver un papel importante en el desarrollo de


la civilización europea, primero como centro del imperio y de la religión y después como
patria del humanismo y del renacimiento, conjuntamente con la presencia de la Santa
Sede como centro de la diplomacia internacional y a partir del Setecientos, como patria
de las artes. Todo esto dio vida a representaciones míticas culminadas, entre los siglos
XVII y XVIII, durante el fenómeno cultural de moda que fue El Viaje a Italia, en forma de
Grand Tour, «a part of education» (Bacon), para la formación del joven aristocrático
europeo. En particular, por lo que concierne a Alemania, a partir de la segunda mitad del
Setecientos, Italia ha dado vida a un sentido cultural, el «mito de Italia», que ha tenido
hasta hace poco tiempo, una fuerte incidencia en la cultura alemana, literaria, figurativa,
musical… Este mito forma parte de un programa cultural, el clasicismo de Wei-mar, la
deutsche Klassik, que representa la respuesta alemana a los problemas de la modernidad.
Si los ingleses respondieron con sus «revoluciones», desde la Gloriosa de 1688, a la de
la agricultura y la industrial, y los franceses con la gran Revolución, los alemanes
incapaces de encontrar una respuesta a los problemas de la modernidad en el campo de
la práctica política y social, la buscaron en todos los ámbitos, partiendo de la reflexión
teórica. A la destrucción de la modernidad, responden con la búsqueda de la totalidad; a
la disipación y el desorden, con la búsqueda del equilibrio entre realidad interior y

153
realidad exterior; a la relación naturaleza y sociedad con la construcción de un orden de
valores homogéneos. En este orden confluyen, por una parte la herencia herderiana del
vínculo orgánico entre las partes y el todo, y por la otra, los valores de un cristianismo
secularizado. Italia —es esta la esencia del mito italiano de los alemanes— engloba en sí
misma algunas contradicciones de lo moderno en una síntesis armónica. Es evidente que
una perspectiva semejante necesitaba extrapolarse, concretamente no ver los aspectos
negativos de la realidad italiana —y vaya si habían—, así que, como en todos los mitos,
también en el mito de Italia, la Italia real aparece pero no en su totalidad, tanto es así que
la composición del icono poético que mejor representa Italia, el famoso Kennst Du das
Land wo die Zitronen blühen… (Conoce el país donde nacen los limones…), precede el
viaje a Italia.
En el origen del mito, como se conoce, está Winckelmann, pero sin los centenares
de relatos de viajes italianos hechos por viajeros a la vez desconocidos y de obras de
invención, naturalmente de valor desigual, que traducen los tópicos periegéticos en
tópicos literarios, el mito italiano probablemente no se hubiera consolidado y no hubiera
tenido la repercusión que de hecho ha tenido.
Las relaciones entre Italia y Alemania son complejas y particulares, hay constancia
de ello en el refrán que dice «Los italianos admiran a los alemanes, pero no los aman.
Los alemanes aman a los italianos pero no los aprecian.» Como se puede intuir también
en estas palabras, el mito coexiste con el antimito; un mito con valor negativo que
ahonda sus raíces en el antipapismo de Lutero, que empieza en Roma, acaba por abrazar
toda Italia y que ha estado presente desde siempre entre las clases populares (el mito
italiano en su valencia positiva es esencialmente un fenómeno culto), que se nutre de
estereotipos, tópicos, clichés, prejuicios que se quedan casi inmutados en los siglos y se
perpetúan en los chismes de cervecería o en los periódicos populares y en las revistas de
nuestros días (italianos de poco fiar, caóticos, timadores, ociosos, holgazanes,
superficiales, que nunca llevan a cabo una guerra con el mismo aliado con el cual habían
empezado)1. Entre las publicaciones que más representan el polo del antimito se
encuentran, a caballo entre los siglos XVIII y XIX, los volúmenes: England und Italien
(Inglaterra e Italia) de Johann Wilhelm von Archenholtz2, las Erinnerungen von einer
Reise aus Liefl and nach Rom und Neapel (Memorias de un viaje de Livonia a Roma y
Nápoles) de August von Kotzebue3, el volumen Italien wie es wirklich ist. Bericht über
eine merkwürdige Reise in den hesperischen Gefilden, als Warnungsstimme für alle,
welche sich dahin sehnen (Italia, como es en realidad. Relato de un viaje notable en los
Campos de la Hesperia, que sirva de orientación para todos aquellos que se mueren de
ganas de ir) de Gustav Nicolai4, todas estas publicaciones provocaron en su época un
largo debate.
En el ámbito de la representación de Italia, y esto vale ya sea para la creación del
mito o para su destrucción, el sitio que más concentra en sí mismo el espíritu italiano,
hasta convertirse en un icono, es a partir de la segunda mitad del Setecientos, la calle. A
través de la observación y la representación de la aparente casualidad del flujo de la vida
cotidiana como se manifiesta en la colorada y abigarrada realidad callejera, el escritor-

154
viajante tiene modo de definir, parte por parte, su idea de Italia. Como es normal, en su
mirada y su escritura operan sobre el resultado final condicionamientos de varios tipos:
desde los estereotipos y prejuicios de la tradición a las propias aversiones personales; de
los gustos personales determinados por su experiencia de vida y de la propia formación
cultural a las grandes redes histórico-culturales. Por motivos de espacio, en mi análisis
me centraré en los decenios comprendidos entre finales del Setecientos y principios del
Ochocientos, examinando las páginas relativas en su mayoría a los grandes centros
urbanos del sur, Nápoles y Palermo, donde en la conciencia de los alemanes de esos
años, Italia «es más Italia» tanto que, como ya se sabe, de Sicilia, Goethe dirá que «Italia
sin Sicilia no grabaría ninguna imagen en el alma: aquí se encuentra la clave de todo»
(272)5.

2. LA CALLE ICONO DE ITALIA

La calle, por lo tanto, es el icono de Italia. No siendo así durante la época del
Grand Tour, cuando la atención del viajante está, por lo general, puesta al inventario de
iglesias, monumentos, obras de arte, escritos latinos, curiosidades, y la percepción de la
realidad humana pasa a través del contacto con personajes públicos en sitios
representativos (academias, bibliotecas, conversaciones), pertenecientes a la propia clase
social (la del viajero), raramente a través de la observación de la vida del día a día y de la
gente común. Por lo tanto, no será de extrañar que las alusiones de la calle de un Johann
Caspar Goethe que viene a Italia en el 1740 y cuya sensibilidad cultural se coloca en el
ámbito del Grand Tour tienen que ver con su materialidad o con la auto-representación
de personajes importantes que desfilan por las calles en carrozas o palanquines
imponentes, tanto que «el caminar es muy incomodo»6. Sólo de refilón vienen
considerados otros aspectos que tenían que ser relevantes como, por ejemplo, las tiendas
«de cualquier tipo de víveres, como peces, carne, vino, etc.» que estropean «el
panorama», o las freidurías callejeras que con el «olor de las cosas fritas» molestan
mucho a «la nariz alemana»7. Viene registrado —pero esto tiene que ver con la
particular, interesada, atención que el luterano tiene para los aspectos más discutibles de
la práctica católica— que, por ejemplo, es en la calle donde en una «fosa o un agujero
tapiado» se tiran «sin orden, uno encima del otro, niños desamparados, de nuevo nacidos
y muertos», por el hecho de que «estos infelices muertos (…) delante del bautismo» no
se merecen mejor sepultura destinados como están al limbo8. Por lo que atañe a las
carrozas y los palanquines que llenan las calles napolitanas, éste es un dato que perdura
en el tiempo. También Archenholz, a distancia de decenios, anota que en Nápoles el
número de las carrozas sería el mismo que en París y que estas carrozas serían incluso
más pomposas, al estar tiradas por seis bellos caballos napolitanos y seguidas de una
«masa de servidores y lacayos vestidos ricamente» (362). También Kotzebue tomará
nota, con sarcasmo, de esta manía de los nobles napolitanos de ir siempre y donde sea

155
con la carroza:

Por estas partes, no hay peor desgracia en el mundo que ir a pie; y por eso, a un pobre diablo
que lo ha perdido todo en el juego, no se le dice que ya no tiene nada para comer, mas se le compadece
exclamando: «¡Pobrecito! Va a pie»9.

3. JOHANN WOLFGANG GOETHE, LA CALLE Y LOS HOLGAZANES

Es en Weimar, gracias a la presencia de Goethe y no sólo por eso10, que nace el


mito italiano. El Viaje a Italia goethiano, que, por supuesto, no es posible reducir a la
dimensión de un simple diario de viaje, tiene un carácter compuesto con una consciente
estructuración épica (redactado a distancia de casi treinta años a partir del viaje refleja el
consciente de Goethe, próximo a los setenta años, que mira a su experiencia italiana con
ojos diferentes respecto a aquellos de los años 1786-1788). Más que el relato de un viaje,
es una novela, la novela italiana de Goethe, nueva también en la forma. En las primeras
páginas son introducidos, como en una ouverture, los temas que serán desarrollados
durante el curso de la narración, el primero de todos es el de la calle, sitio abierto,
escenario de la vida italiana, opuesto a interior, sitio cerrado, escenario de la vida
alemana. Esta oposición acompaña la otra, no menos productiva, entre sol (sur) y niebla
(norte) «…nosotros, los cimerios, apenas sabemos qué es el día. Envueltos en tinieblas
eternas, poco nos importa si es de día o de noche, puesto» (54). Llegado a Torbole, sus
costumbres mentales (de Goethe), sus criterios de evaluación vienen puestos a dura
prueba, precisamente por una escena callejera que a los ojos de un alemán se presentaría
como un oxímoron en la convivencia «natural» de ocupación laboral y charla cotidiana,
«actividades» que para un alemán formaban —y forman— parte de ámbitos distintos y
separados: «Las vecinas se pasan el día entero corroteando a gritos, pero al mismo
tiempo todas tienen quehaceres. Aún no he visto aquí ninguna mujer ociosa» (35).
Análogamente en Verona:

Aquí la gente se entremezcla de forma muy animada por las calles en un espectáculo muy
alegre, en especial en aquellas vías donde se concentran los comercios y los puestos de artesanos. Aquí
las puertas de los talleres y las tiendas nunca están cerradas, el establecimento permanece abierto de
par en par, de manera que desde fuera se ve hasta el fondo del mismo y se puede contemplar todo lo
que allí sucede. Los sastres cosen, los zapateros tiran de la hebra y pican, todo ello prácticamente en la
calzada, incluso se diría que los talleres forman parte de ésta. De noche, cuando están encendidas las
luces, la imagen rebosa vida.
Cuando hay mercado, las plazas están muy llenas, la cantidad de fruta y verdura expuesta en él
es inabarcable por la vista, hay todo el ajo y la cebolla del mundo. Además se grita, bromea y canta
durante todo el día; unos se abalanzan sobre otros, se pelean, emiten exclamaciones de júbilo y ríen sin
cesar. El aire suave y los precios módicos de los alimentos permiten vivir con ligereza, y a poco que
puedan al aire libre.
Por las noches es cuando de verdad empiezan los cantos y el ruido. La canción Mambrú se fue
a la guerra se oye por doquier, luego un tímpano, después de un violín. Se diría que se ejercitan en
imitar mediante silbidos a cualquier especie de pájaro, y los más singulares tonos ahogan otros sonidos

156
en las calles de la ciudad. Este sentimiento exuberante de la existencia que confiere el clima benigno
también se da entre la gente pobre, e incluso la sombra del pueblo parece más luminosa y venerable
(56).

Todos estos micrologismos quieren suministrar al lector una primera clave de


lectura de la realidad italiana fundada sobre el concepto de permeabilidad (porosidad
dirá Benjamín en el mil novecientos) en contraposición a la rígida delimitación de los
espacios sociales y de su impermeabilidad en los países nórdicos. Éste es un contacto
inédito, donde confluyen análisis psicológico e intuición antropológico-cultural,
protegido de estereotipos y prejuicios —pero no del mito—. Es en este cuadro que la tan
pretendida suciedad de los italianos —tópico obsesivo de la literatura de viaje sobre
Italia— viene fuertemente reajustada:

La falta de limpieza y comodidad en las casas, que a nosotros tanto nos llama la atención, tiene
el mismo origen: sus moradores siempre están fuera y en su despreocupación no piensan en nada. Al
pueblo todo le parece bien, el ciudadano medio vive al día, el rico y distinguido se encierra en su casa,
no tan confortable como las del norte. Las reuniones mundanas se celebran en locales públicos. Los
vestíbulos y los pórticos están repletos de inmundicias, pero se considera algo natural. El pueblo no
retrocede ante nada. El rico podrá ser rico y construirá palacios; y el noble, por su parte, gobernará,
pero los claustros o vestíbulos que construyen los pudientes son utilizados por el pueblo para sus
necesidades, y ninguna es más urgente que la de expulsar, lo más rápido posible, todo aquello que han
ingerido durante el día tan a menudo como han podido. Si alguien se propone impedir esto no debe
dárselas de gran señor, esto es, no debe proceder como si una parte de su vivienda perteneciera al
público, sino cerrar sus puertas a cal y canto, y en paz. Con mayor motivo la gente no se deja privar de
su derecho a utilizar a su antojo los edificios públicos, y de eso se quejan los extranjeros en toda Italia
(57).

También esta evidencia es interpretada como expresión de la naturalidad de la


vida italiana en oposición a la civilización de las buenas maneras vista como resultado
de un freno progresivo del instinto natural. Cuando al inicio del viaje, aún en Torbole,
Goethe, teniendo que satisfacer ciertas necesidades fisiológicas, se dirigió a un siervo,
éste, con naturalidad, le indica la calle: «Qui abasso può servirsi!» (¡Aquí abajo puede
servirse!). No comprendiéndolo Goethe le pregunta: «Dove?» (¿Dónde?), el siervo, un
poco sorprendido, pero con amabilidad, se lo rebate (el texto en italiano y la trascripción
goethiana conservan el acento veneto): «Da per tutto, dove vuol!» (¡Por todas partes,
donde quiera!) (35). Pero es en Nápoles donde la calle asume importancia: «la gente
hace vida en la calle, sentada al sol siempre que éste luce» (204). El napolitano está
convencido de tener el paraíso, y la idea que él se ha hecho del norte, y que Goethe
refiere para la edificación de sus compatriotas en italiano como prueba de su
autenticidad, se concentra en la frase: «Siempre nieve, casas de madera, gran ignorancia,
pero mucho dinero.» La calle, entonces, en Nápoles se identifi ca con la vida tout court.
Y esto no vale sólo para el pueblo:

Hoy, como todos los viernes, se ha celebrado el gran paseo de la nobleza, donde cada cual luce
sus carruajes y sus caballos. No hay nada más elegante que estos animales; por primera vez en mi vida
se me ha alegrado el alma al verlos (212).

157
El mismo sentido de infi nito Goethe lo percibe, y nos lo cuenta así, «recorriendo
las calles y las plazas, en la Chiaja, en una noche de luna llena» (214). Pero también la
sensación, muy moderna, del individuo que desaparece en la multitud y el sentido de la
soledad vivida, pero no con angustia, sino como un evento liberatorio, Goethe, que no
había estado nunca en París ni en Londres, los percibe por primera vez en Nápoles, de
nuevo por la calle:

Cubrimos el trayecto en dos calesas, porque no nos atrevimos a guiarnos nosotros mismos en
medio de la confusión de la ciudad. El cochero va gritando a cada momento «¡dejen paso, dejen
paso!», a fin de que los asnos portadores de leña o de basura, las calesas que vienen en dirección
contraria, los hombres que arrastran cargas o caminan libres, los niños y los ancianos tomen las
precauciones necesarias y se aparten para que nosotros podamos proseguir nuestro vivo trote sin
obstáculos (215).

Aquí las personas no saben absolutamente nada unas de otras, apenas se dan cuenta de que
corretean juntas todo el día arriba y abajo; viven en un paraíso y van continuamente de un lado a otro,
sin fijarse apenas en lo que les rodea, y, sólo cuando el abismo infernal situado en su vecindad empieza
a causar estragos, recurren a la sangre de San Genaro, del mismo modo que el resto del mundo se
defiende o quisiera defenderse contra la muerte y el diablo también con sangre.
Pasearse entre una multitud tan infinita y en movimiento continuo es muy interesante y
produce efectos benéficos. ¡Cómo fluye la masa indistinta y, sin embargo, cómo encuentra cada uno su
camino y su objetivo! En medio de tal multitud y de una animación tan intensa me siento por primera
vez realmente tranquilo y solitario; cuanto más tumultuosas son las calles más sereno me torno (232).

Los momentos cumbre de la reflexión goethiana sobre la modernidad, el nexo


entre el trabajo, la organización social y la necesidad de alegría para vivir del individuo
pasan a través de la descripción de escenarios callejeros. Me refiero a las páginas,
famosísimas, dedicadas al carnaval romano y al fenómeno de los holgazanes
napolitanos.
Empecemos con el carnaval romano. Goethe inicia el tratado con una descripción
de la calle. Nos dice cómo es de larga y nos señala la relación desequilibrada entre su
amplitud y la altura de los edificios flanqueantes. Para los peatones están reservadas las
alzas del adoquinado en ambos lados, anchas desde seis hasta ocho pies; el espacio que
queda en el centro, que no supera en ninguna parte los doce o catorce pasos, está
reservado a las carrozas.
Los domingos y días festivos reina una gran animación en el Corso. Al atardecer, los romanos
nobles y ricos acuden allí para pasear en carruaje durante una hora u hora y media en apretadas filas.
Los coches descienden del palacio de Venecia por la izquierda y, cuando hace buen tiempo, pasan por
delante del obelisco, salen por la puerta del Popolo, siguen vía Flaminia y en ocasiones llegan hasta el
Ponte Molle.
Los que vuelven, ya sea temprano o tarde, circulan por el lado opuesto; así, las dos hileras de
carruajes pasan juntas en el orden más perfecto.
A las carrozas de los embajadores se les permite circular en ambos sentidos, entre las dos
hileras, un privilegio del que también gozaba «el Pretendiente» que residía en Roma con el nombre de
duque de Albania (523).

Cuando una campana del Campidoglio da la señal del inicio del carnaval todos

158
saben que, desde ese momento, se pueden abandonar a la locura:

A partir de ese momento, el circunspecto ciudadano romano, que durante todo el año se guarda
celosamente de cometer ningún desvarío, abandona súbitamente toda su seriedad.
Los pavimentadores, que han estado trabajando hasta el último momento, recogen sus
utensilios y abandonan la labor para empezar a divertirse. Poco a poco los ciudadanos van adornando
los balcones y las ventanas con tapices; en las aceras, a ambos lados de la calle, se colocan sillas
delande de las casas; los vecinos de condición más modesta y todos los niños salen a la calle, que poco
a poco ha ido adquiriendo el aspecto de gran sala de fiestas, una inmensa galería decorada.
Al igual que todas las ventanas se hallan adornadas de tapices, también las tribunas lo están de
viejas tapicerías; las numerosas sillas incrementan la impresión de estar en un salón, y el cielo,
benigno, raras veces obliga a recordar que se está al aire libre.
Así la calle resulta cada vez más habitable. Al salir de casa, no se tiene la impresión de estar en
plena calle y entre gente extraña, sino en un salón y entre personas conocidas (526).

El desfile de máscaras también es una ruptura sociológica y puede que algo más
que eso: un estudio antropológico. Desde los hombres vestidos de mujer a las mujeres
vestidas de hombre, desde el abogado que agarra a los transeúntes con máscara o sin
ella, amenaza a diestro y siniestro con un proceso, enumerando los relatos de los
crímenes más ridículos, pero también los más usuales, con todos los detalles del caso, a
las chicas que, disfrazadas de la mejor manera, aprovechan la confusión para divertirse.
Los atuendos corrientes de cualquier estamento pueden servir también de disfrazes.

Palafreneros con grandes brochas cepillan la espalda de quien se les antoja. Los vetturini
ofrecen sus servicios con su habitual impertinencia. Más graciosos son los vestidos de aldeanas,
mujeres de Frascati, de pescadores, de barqueros, de esbirros napolitanos, de griegos (529).

Los extranjeros que también forman parte del paisaje romano se levantan
disfrazados: «Los largos ropajes de las gentes del norte, los grandes botones, los
extravagantes sombreros redondos, todo llama la atención de los romanos, y así el
extranjero se convierte para ellos en un disfrazado» (530). Lo mismo vale para los
mozos panaderos alemanes que se veían deambular por la ciudad en estado de
embriaguez. Lo que se representa en la calle es la vida, la vida italiana, claro, pero
también la vida tout court. De la calle italiana Goethe deja al final de su tratado, una vez
llegado, por decirlo así, al miércoles de ceniza, una profunda lección de vida, es decir:

Los placeres más intensos y mayores sólo aparecen y nos emocionan un instante, como los
caballos que pasan raudos ante nosotros y apenas dejan huella en nuestra alma; y dado que la vida,
como el Carnaval en Roma, es en suma algo imposible de captar con la mirada, insatisfactorio y lleno
de peligros, desearíamos que esta indolente reunión de máscaras permitiera que todos recordaran la
importancia de cada placer momentáneo, con frecuencia de poca importancia, que la existencia nos
brinda (548).

Esta descripción de una parcela de vida que otro observador hubiera representado
bajo un punto de vista folklorista de la vida meridional, se transforma en la página
goethiana, en una reflexión filosófica y en un inesperado posicionamiento afín a la

159
Revolución Francesa y a la revolución tout court: «La libertad y la igualdad sólo pueden
ser saboreadas en el vértigo de la locura».
Pasemos ahora al fenómeno de los holgazanes napolitanos. No hay viajero, entre
el fin del Setecientos y el inicio del Ochocientos, que no dedique a éstos alguna página.
El punto de vista es bastante crítico, o mejor, despreciable. El barón Montesquieu (172)
habla de ellos como los «hombres más miserables de la tierra», «sin arte ni parte, [que]
viven de hortalizas y que van vestidos sólo con unos calzones. Y se dejan instigar
fácilmente»11 (Montesquieu piensa en Lázaro Masianello, que en la mitad del
Seiscientos había promovido la primera insurrección popular violenta, que no fue muy
aceptada por la aristocracia europea). Las reflexiones de Goethe son de otro tipo. Para
empezar responde a la indicación de Volkmann sobre la presencia de 40.000 holgazanes
en Nápoles, registrada más tarde por otros viajeros, y lo hace no corrigiendo la cifra, sino
iniciando una crítica de principio:

Mis conocimientos adquiridos sobre la situación meridional me hicieron sospechar que se


trataba de una opinión propia de la gente del norte (350).

Para verificar la afirmación de Volkmann sale a la calle. Y así, caminando por ese
«impresionante y laberíntico hormiguero» que son las calles de Nápoles, empieza a
«familiarizarse con las diversas figuras para enjuiciarlas y clasifi carlas según su porte,
traje, conducta y ocupación» (350). Así descubre: «…aunque encontré mucha gente mal
vestida, no vi a nadie desocupado» (350): y si alguno por casualidad lo está, es debido al
hecho de que así lo exige su actividad laboral:

Los mozos de cuerda que cuentan con puestos privilegiados en las distintas plazas y sólo
esperan a que alguien solicite sus servicios; los caleseros con sus mozos y criados, que se ven en las
grandes plazas junto a sus calesas tiradas por un solo caballo, cuidando sus animales y dispuestos a
servir a quien los llame; los marineros que fuman su pipa en el muelle, los pescadores echados al sol,
tal vez porque sopla un viento contrario que les impide hacerse a la mar. También vi muchos que iban
y venían, pero la mayoría de ellos mostraba algún signo de su actividad. No vi ningún mendigo a
excepción de personas muy viejas o discapacitadas por deformaciones físicas. Cuanto más miraba en
derreror y con más atención me fijaba menos conseguía localizar verdaderos ociosos, ni entre la clase
baja y media; ni por la mañana ni durante el resto del día, sin distinciones de edad o sexo (351).

Los campos más cercanos a Nápoles son una gran huerta y da alegría ver las grandes
cantidades de hortalizas que se transportan a la ciudad en los días de mercado, y cómo esos hombres
emprendedores vuelven a llevar inmediatamente los desechos vegetales a los campos para acelerar el
ciclo natural.
Dado el increíble consumo de hortalizas, los troncos y hojas de coliflor, brécol, alcachofas,
repollos, lechugas y ajos constituyen la mayor parte de la basura napolitana y son lo más solicitado.
Sobre el lomo de un borrico se colocan dos grandes cestas flexibles, que no sólo se llenan hasta arriba,
sino que encima de cada una se amontona con mucho arte toda una pirámide. No hay huerto que pueda
subsistir sin ellos. Un mozo, un chico o a veces el patrón mismo van y vienen tantas veces como haga
falta del huerto a la ciudad, que para ellos es una rica mina de ganancias a cualquier hora del día. Es
fácil imaginarse con cuánta atención esos basureros van en busca de estiércol de caballos y mulos
(352).

160
Goethe anota las miles de ocupaciones de la calle, desde los vendedores de
limonada: «dan vueltas con toneles de agua helada, vasos y limones para hacer en
cualquier sitio limonada al instante, una bebida que ni el más pobre deja de tomar», a
otros que «andan con bandejas sobre las que llevan botellas con diversos licores y
copitas en forma de cono, metidas en anillos de madera para que no se caigan» y aún
otros que «llevan canastas llenas de toda clase de pastas dulces, golosinas, limones y
otras frutas», y «parece que todos quisieran contribuir y participar en la gran fiesta del
placer que en Nápoles se celebra a diario» (352). La reflexión final tiene paradoja:

Cierto es que a cada paso se ven personas mal vestidas e incluso andrajosas, pero eso no
implica que sean perezosas ni holgazanas. Hasta me atrevería a defender la paradoja de que en
Nápoles, comparativamente, la mayor parte de la industria se halla en manos de la clase más baja
(353).

Goethe no esconde que la distinta operatividad del norte tiene que ver con las
distintas condiciones climáticas que en el norte, inclementes, obligan «a la previsión y el
recaudo», e incitan, «las mujeres han de salar y ahumar para proveer la cocina durante
todo el año y los hombres deben almacenar reservas de leña, frutas y forraje para los
animales, por eso la mayoría de las horas y de los días de buen clima se dedican al
trabajo y no hay tiempo para disfrutarlos» (353).

No cabe duda de que los efectos de la naturaleza, invariables durante milenios, han
determinado el carácter, en muchos aspectos digno de admiración, de las naciones norteñas. En
cambio, desde nuestra óptica, juzgamos con demasiada severidad a los pueblos meridionales, tan
favorecidos por el clima (…). Un mendigo napolitano podría muy bien despreciar el cargo de virrey en
Noruega o declinar la honra que la emperatriz de Rusia quisiera hacerle nombrándole gobernador de
Siberia (353).

Goethe es consciente de haber tocado un punto importante en la reflexión sobre la


organización moderna de la producción fundada en la división del trabajo que conlleva
la pérdida de la totalidad. Si tuviese tiempo —dice— con placer ahondaría más en este
aspecto de la vida napolitana —una empresa «que precisaría mucho talento y algunos
años de observación»— pero piensa que tal investigación lo llevaría hasta la conclusión
final de que «el llamado lazarone no tiene ni un pelo más de holgazán que las demás
clases sociales, y al mismo tiempo se vería que todos, a su manera, no trabajan para
simplemente vivir, sino para disfrutar, y que incluso trabajando quieren gozar de la vida»
(354). Para el comentario de estas páginas goethianas cedo la palabra no a un crítico
literario, sino a un economista, a Luigi Enaudi, el cual, reseñando la traducción de estas
páginas napolitanas traducidas por Giustino Fortunato para la «Reforma social» (marzo-
abril 1918)12, escribía: «Hay, en estas cartas de Goethe, algunas páginas que nos hacen
venir a la mente la máxima ruskiniana: la verdadera realidad no es el rédito ni el uso que
hacemos de ello; es la vida que nosotros llevamos en la producción del rédito.» Así que,
después de haber resumido las páginas goethianas y haber propuesto de nuevo las
conclusiones que Goethe había sacado, continúa así:

161
He aquí la filosofía de la vida de los napolitanos del siglo XVIII. El acercamiento imprevisto
entre las observaciones del soberano intelecto alemán y los aforismos del esteta y reformador inglés
puede que no sea casual. Los italianos pensaron durante demasiado tiempo y muchos lo piensan aún
ahora que sea suficiente importar la industria del sur para elevar a los habitantes a un nivel aún más
alto de felicidad y de bienestar. En estos generosos tentativos hay un error parcial. La industria da
provecho en cuanto crece la masa de cosas útiles pensadas para el hombre; no en cuanto crece
inútilmente, inspirando el amor del trabajo por el trabajo, provocando el afán de subir y crecer el
«trabajo» del hombre. La antigua sobriedad de deseos, el trabajo cumplido con el objetivo de hacer la
vida más bonita tendría que hacer honor. El problema social más urgente no es aumentar la riqueza del
hombre, sino recordarle el porqué trabaja y produce. Puede que los mercaderes, los hortelanos, y
pescadores observados por Goethe sintieran más que los obreros de hoy de los establecimientos del
Ilva a Pozzuoli, la belleza del trabajo cumplido. No se tienen que tirar las máquinas pero sí hacer la
vida más bonita y deseable a los que gobiernan las máquinas.

4. JUSTUS TOMMASINI Y LAS CALLES DE PALERMO

Demos ahora un salto hasta Palermo. Estamos en los años 20 del Ochocientos. El
viajante es Justus Westphal (Justus Tommasini), un geógrafo y matemático de Schwerin
que había escogido Italia como segunda patria13. Tommasini nos da, para empezar, una
primera información breve sobre la estructura urbanística de la ciudad, «un cuadrado
subdividido por dos calles rectas que se encruzan en ángulo recto a la mitad del
itinerario, la calle Toledo o, como la prefieren llamar los palermitanos el Cassaro, y la
calle Maqueda, formando cuatro barrios de dimensiones bastante símiles, y los cuales al
mismo tiempo están cruzados por muchas callejuelas, la mayor parte torcidas y
estrechas» (20). Mientras las dos calles principales están formadas por una serie de
edificios, las callejuelas internas son «tan estrechas y sucias que si uno por casualidad se
ha encontrado una vez allí dentro yendo de paseo sin meta y sin ninguna necesidad, se
guardará bien de arriesgarse a ir allí una segunda vez» (20-21). Para darnos una idea de
la ciudad, Tommasini se pone en el lugar de un observador de la calle, se trata de la calle
Toledo, el actual Corso Vittorio Emmanuele, en las distintas horas del día: desde las
primeras luces del alba hasta la noche profunda. El punto de observación es, como en
muchas «metrópolis» de la segunda mitad del Ochocientos, el balcón que da a la calle.
Al alba, mientras la mayor parte de la gente aún duerme, se puede ver un mozo o un
obrero dirigiéndose a su dura jornada de trabajo. Se abre un balcón y he aquí que se
asoma «una bella mujer (…) en negligé» para tomar una bocanada de aire fresco.
Mientras llega la mañana, la ciudad empieza a despertar. Mujeres de edad se dirigen a la
iglesia, sea por costumbre, sea por aburrimiento; entre ellas hay jóvenes cubiertas con un
chal blanco, pero con una motivación diferente —no faltar a una cita galante—. Si no
quieres perderte la ocasión de conocer a alguna mujer interesante tienes que coger el
abrigo e ir a misa. No hagas caso al rostro grave de la vieja que acompaña a la joven:
llegada la ocasión está dispuesta no a cerrar un ojo sino los dos. Mientras tanto se ha
hecho de día. Los cabreros han entrado en la ciudad con su rebaño e invitan a comprar su
leche: «Latte! Latte friscu! Chi vuol buon latte di capra!» (dialecto siciliano) (¡Leche,

162
leche fresca! ¡Quién quiere leche buena de cabra!) Una sierva, en enaguas y camisón, se
asoma a la puerta de casa con un recipiente. El cabrero, con una mano mantiene el
recipiente debajo de la tetilla de la cabra mientras con la otra la ordeña poniendo esmero
en hacer mucha espuma: así da la impresión de que el recipiente está lleno antes de que
lo esté de verdad. Los señores del cuarto y quinto piso, con una cuerdecilla, hacen bajar
un recipiente dentro de una cesta para después izarla con cuidado para que no caiga la
leche. Los campesinos empujan sus asnos con las canastas llenísimas de verduras
ofreciendo sus productos: «Carote! Oh che belle carote! Vrocculu! Cucuzze di stidda!
Chi vuol finocchiu? Lattuga, bella lattuga!» (dialecto siciliano) (¡Zanahorias! ¡Oh, qué
zanahorias más bonitas! ¡Brécoles! ¡Calabazas! ¿Quién quiere hinojo? ¡Lechuga, bonita
lechuga!), mientras el hortelano, por su parte, ofrece «Muluni di tavola! Puma d’amuri!
Pitrusinu! Oh che belle fraule! Che belle fraule!» o «Portogalli! Belli portogalli!»
(¡Melones! ¡Tomates! ¡Perejil! ¡Oh, qué fresas más bonitas! ¡Qué bonitas fresas!
¡Naranjas! ¡Naranjas bonitas!) Después de haber dado la vuelta por las calles, los
campesinos y los hortelanos llegan a su sitio en el mercado. Mientras tanto, abren el bar
y los propietarios sacan fuera las sillas para quien quiera tomarse el café en el exterior.
Durante el rito cotidiano del café se sientan, uno al lado del otro, el marqués con el
coronel, el abad con el mozo. Las amas de casa, para refrescar, mojan la calle delante de
la puerta de casa. Mientras, una después de otra, abren todas las otras tiendas. La gente
se levanta temprano, porque por la tarde todos harán la siesta, así que, ya una hora
después del alba, toda la ciudad está en pleno movimiento. Quien tiene que vender algo,
expone sus cosas sobre una banqueta o una mesita. Los libreros ambulantes ofrecen su
mercancía: libros de iglesia, libros de oraciones y de edificación, clásicos latinos,
también textos de cancioncillas, en dialecto, que tratan sobre los hechos más
disparatados: desde la historia de un capitán de bandoleros hasta la descripción de la
creación del mundo y del Juicio Universal. Lisiados piden caridad exhibiendo sus
malformaciones y sus infortunios. Viejos inhábiles, pero también jóvenes con buena
salud y con pocas ganas de trabajar, piden limosna suplicándote que les des algo por las
llagas de Nuestro Señor y por la Virgen Santísima. Si los complaces, invocan sobre ti la
protección de los santos, robándote, si pueden, el pañuelo del bolsillo. No sirve de nada
alejar esta masa de pordioseros, porque no tienes tiempo de alejarlos que ya los tienes de
nuevo encima, como las moscas. Los aguadores dan vueltas con un botellón de agua en
una mano y en la otra limones, corren detrás de ti y te invitan chillando a grito pelado
que aproveches su oferta: «Acqua, sig-nori! Acqua frisca! Chi beve acqua con limune!»
(siciliano) (¡Agua señores, agua fresca! ¡Quién bebe agua con limón!) Y cuando te giras
para mirarles a la cara, están tranquilos y silenciosos como si nunca hubieran abierto
boca. Mientras, un batallón de soldados austriacos a la vuelta de una maniobra cruza la
calle al ritmo de una marcha militar mientras todos se paran para escuchar la música,
atraídos sobre todo por el redoble del tambor. Si no sabes escribir, puedes, con
compensación, hacerte escribir una carta o una súplica por un escribano callejero. Los
cocheros paran a los paseantes ofreciéndose para acompañarlos con su carroza, y no es
fácil deshacerse de su indiscreción. Está arraigada la costumbre del reposo posmeridiano.

163
Después de la siesta la vida de la calle empieza de nuevo con la misma vitalidad de
antes. Están muy difundidos los juegos de calle como el juego de la petanca, que en
Palermo se juega sustituyendo las bolas por naranjas y, el juego más italiano, el juego de
la morra. Otros se reúnen delante de los despachos de billetes de lotería para jugar sus
números con obstinación. A menudo se piden los números que se van a jugar a los
extranjeros porque son luteranos, considerados herejes y, por lo tanto, de algún modo
emparentados con el diablo —ésta es una motivación a raíz de una argumentación
aparentemente extraña, porque revela cuan profundos son el prejuicio y la aversión hacia
los protestantes en tierra católica—, se les atribuye poderes ocultos (23 sg.). La calle
también es la pasarela de la nobleza:

Una multitud de equipajes más o menos elegantes con uno o dos servidores en librea de pie en
la parte posterior desfila por la calle Toledo en una fila larga y, pasando por la Puerta cerca del mar, se
dirige hacia el paseo por la rambla. Jóvenes señoras acicaladas están sentadas con sus acompañantes en
las carrozas y hacen lo posible para mostrar el mejor lado al público, sobre todo a los señores jóvenes
que dejan traslucir su mismo deseo galopando con delicadeza sobre sus caballos, generalmente no
demasiado bonitos, o caminando entre las filas de carrozas (40 sg.).

Solo el siroco consigue mantener en casa a la gente, nobles y plebeyos. «Dicen


que las damas se estiran desnudas sobre las mesas de mármol para que las siervas les
tiren agua. Por todas partes se barren muy cuidadosamente las puertas y las ventanas de
las habitaciones y se moja continuamente el suelo», como recuerda Georg Arnold
Jacobi14. Las reuniones llamadas Conversaciones, se dan en las casas privadas, por lo
general en el Casino de los nobles donde uno se puede sentir libre como en la propia
casa, o en la Marina. Pero es de nuevo en la calle, de paseo, posiblemente al atardecer,
en la oscuridad, que se estrechan los amores, tanto que «para favorecer mejor el placer y
la intriga, hay costumbre de que nadie, sea de la condición que sea, pueda traer consigo
una luz. Los candelabros se apagan a Porta Felice, donde los domésticos esperan la
vuelta de las carrozas, y la reunión continúa durante una hora o dos en la oscuridad más
absoluta»15. También en Sicilia, un marido no se puede permitir de rehusar a la mujer el
paseo por la Marina, igualmente éste se ha convertido en costumbre. Los nobles no
renuncian a ello ni en caso de condiciones atmosféricas adversas: «Debajo de
tempestades violentas se veían nobles y burgueses cerca de la ciudad en sus carrozas
paradas; y también con la peor tramontana no había modo de disuadirles del paseo»15.
Tommasini anota que la presencia de pretendientes o galanes siguiendo a las damas que
dan una vuelta por las tiendas elegantes para admirar las novedades llegadas de París, un
fenómeno, este de los cortejos, que en las otras ciudades italianas en aquella época ya
había desaparecido del todo17. Pero no sólo hay pretendientes, por la calle se encuentra
una masa de ociosos, que por una compensación, están dispuestos a testimoniar en falso
en las numerosas causas y controversias ocasionadas a menudo por motivos fútiles e
incentivadas por abogados y notarios. También ellos, los artesanos, trabajan por la calle,
en las aceras agrupados según la especialidad, por una parte los sastres, por otra los
zapateros «cantan y charlan entre ellos desde una acera a la otra y cuando la voz no

164
basta, a causa del gran alboroto se recurre al lenguaje gestual excesivamente expresivo»
(34). A veces pasa que todo este alboroto se para de improvisto como por milagro.
Todos se quitan el sombrero y se arrodillan: se acerca un pequeño cortejo que lleva el
viático a un moribundo: «en la cabeza uno que toca el tambor, después de él los chicos
del coro dotados de incensarios y de candelas encendidas» (35). Apenas se aleja el
cortejo, he aquí que el jaleo empieza de nuevo como antes y con mayor potencia que
antes. Pero éste no es el único momento en el cual la calle se convierte en sitio
representante de la devoción popular. En la ocasión de la procesión para la fiesta del
santo patrón, largas filas de monjes y de monaguillos avanzan con antorchas de cera
mientras los chiquillos se desgreñan para recoger en saquitos de papel la cera que gotea
de las antorchas. El cortejo se mete en marcha en medio de la confusión y del jaleo
general y entonces llega al palacio del arzobispo. Desde un balcón, el arzobispo, el
cardinal Gravina mirando hacia el santo, hace, por cuanto se lo permita su constitución,
un inclino al que le sigue una genuflexión por parte de la multitud, mientras en la plaza,
se oye un ruido ensordecedor de mortaretes (11). Las festividades en Sicilia duran varios
días: cinco en Palermo para santa Rosalía, cinco en Catania para santa Ágata, siete en
Siracusa para el Corpus Domini. En los días de fiesta la actividad normal se suspende.
Todo queda alterado: las horas de trabajo, de las comidas y las de sueño. Se intenta
alargar al máximo estos días de fiesta en los que todo está permitido, y durante los cuales
parece irse atrás en el tiempo durante la Edad de Oro. Los extranjeros se quedan atónitos
pero también sienten pena al ver tanto empeño, tantos gastos, tanto arte malgastados en
una apoteosis que dura alguna hora. El pueblo, que ya ha tenido experiencia del
terremoto y ha asistido a la destrucción, en pocos minutos, de construcciones que habían
resistido durante siglos, ha aprendido a gozar del momento que pasa, un momento de
joya perfecta que sólo la fiesta, y una sola vez al año, es capaz de conceder. Desde el
primer día de fiesta, el isleño, que tan a menudo ha indignado al observador extranjero
por su apatía y su indolencia, se convierte en otro hombre. Los mismos preparativos de
la fiesta se transforman en una fiesta y una animación alegre se difunde por la ciudad.
Para realizar las decoraciones de las calles, preparar la iluminación, los decorados, los
desfiles y los juegos teatrales y luego, al terminar la fiesta, para desmontarlo todo sirven
algunas semanas. Es increíble ver a todas las clases sociales empeñadas en el mismo
trabajo, cada una según sus capacidades y economía. Durante las fiestas se desvelan
todas las cualidades escondidas del siciliano o precisamente en esas ocasiones se puede
captar su temperamento artístico esencialmente decorativo y dramático: ama el fasto, el
espectáculo es todo lo que salta a los ojos y le habla a la imaginación. Tommasini
describe la suntuosidad con la cual viene organizada la procesión por las calles con
riqueza de detalles:

Una larga procesión avanza solemne y con gran pomposidad por las calles, sobre todo por la
calle Toledo. En la cabeza una docena de tambores, que redoblan con fuerza, siguen ordenes de
eclesiásticos con sus diferentes parámetros, en la cima, coros de niños (…). Después sigue una música
de jenízaros; la efigie del santo de madera (no sé de qué santo se trata porque siendo profano tengo
poco en común con esta gente) la llevan encima de un palanquín adornado abundantemente; encima de

165
la efigie un baldaquín en velludo rojo con recamados en oro sujetado por religiosos; luego más
tambores y más religiosos con antorchas de cera y para acabar un escuadrón de soldados austríacos
(…). Todas las iglesias de los parajes hacen repicar las campanas; la gente se arrodilla por la calle o en
los balcones engalanados con tapices rojos y rezan o gritan hacia el santo: ¡Viva! (52 sg.).

El exceso de pompa exhibido en ocasión de una representación pública es para el


viajero extranjero la consecuencia inevitable de una naturaleza compleja y excéntrica,
pero también, a pesar de condiciones de vida míseras, solar y rica de un gran espíritu de
iniciativa. Pero volvamos a la descripción de la jornada paler-mitana. La siesta dura
hasta las cuatro. A esa hora se levantan y se visten, la costumbre dice que para la siesta
se desnuden antes de acostarse. La calle Toledo se reanima aunque el ruido no alcanza la
intensidad de la mañana. Todos los habitantes de un vecindario se precipitan a la calle y
despachan sus tareas, también las más íntimas, sin muchas formalidades y sin ningún
pudor. Una masa de niños pequeños y sucísimos empieza a hurgar entre los residuos que
llenan las calles y gritan, chillan, piden limosna mientras las mujeres ocupadas en hilar
discuten con las vecinas y, en el caso de que no opinen lo mismo que la otra, la discusión
se calienta y de modo extraordinario. Mientras, dos chicas bailan la tarantela. Al son del
avemaría la gente que pasea empieza a ir a casa, pero la jornada aún no ha terminado.
Todas las tiendas se quedan abiertas e iluminadas como si fuera de día, sobre todo las
heladerías, que ofrecen de todo, desde la limonada al granizado, desde el ponche
granizado al jarabe de cidra, desde la crema de café al chocolate. El mercado del pez, a
pesar de la hora tardía, está animadísimo, más que de día. Los vendedores ofrecen su
mercancía con la voz ya ronca por haber gritado todo el día: «Pisci spata! Oh che bel
pisci spata! Mizzurru friscu! Chi vuol tunnu buonu e friscu? Oh che palamitu! Che
palamitu! Che bella cosa!» (49) (dialecto siciliano) (¡Pez espada! ¡Oh, qué pez espada
más bonito! ¡Merluza fresca! ¿Quién quiere atún bueno y fresco? ¡Oh, qué sardina! ¡Qué
sardina! ¡Qué bonito!) Cansado de la jornada, el viajero se dirige hacia casa; pero antes
aún captura alguna impresión sonora: el canto a más voces de mujeres en adoración
delante de una imagen de la virgen, puros acordes, claros, mientras alrededor ya no hay
ruido y un canto melancólico al son de una mandolina que cruza el silencio de la noche.
«Poco a poco —Tommasini concluye— la voz se aleja mientras aún se percibe, sereno y
tierno, el eco de los sonidos y nosotros nos dormimos totalmente felices de saber que
estamos en este paraíso de Trinaquia» (53).
Esta descripción de Palermo de Tommasini —y esto también vale para muchos
otros textos relativos a viajes de la primera mitad del Ochocientos— indica un cambio de
registro en la percepción y en la representación de Italia por parte de un viajero
extranjero. La crónica de un viaje de finales del Setecientos programadamente vuelto
hacia una representación «objetiva» del pueblo visitado se transforma, casi
inadvertidamente, en «relato». Los tópicos del viaje se convierten en literarios, tópicos,
que una larga tradición literaria e icnográfi ca nos ha vuelto hasta demasiado familiares.
A la Italia de las ruinas, la Italia de las artes, le sigue la Italia de lo pintoresco y del color
local, la tarantela y la mandolina, el canto melancólico en la noche y el claro de luna. Y
una vez más, todo esto pasa a través de la representación de la calle.

166
5. AUGUST VON KOTZEBUE: UNA ESCENA CALLEJERA EN NÁPOLES

En fin, para ilustrar otro momento de la deconstrucción del mito volvamos a


Nápoles, en algunas páginas de Kotzebue. «Nápoles me parece una gran casa en la cual
vive mucha gente, y las casas me parecen simples habitaciones donde dormir, porque,
aparte de dormir, todo lo demás que hacen normalmente los seres humanos, sucede por
la calle» (I, 180). Es en la calle que matan, despluman y asan los pollos, y también es en
la calle que éstos son comidos por los clientes. Los aguadores disponen de una especie
de quiosco muy rudimentario, cuatro palos colorados, dorados, fijados en lo alto por
astas puestas de través con un motivo ornamental extraño: puños cerrados con el pulgar
que sobresale entre el índice y el mediano, un símbolo grosero en otra parte, aquí puede
que sea sólo apotropaico. La bebida consiste en agua helada con un añadido de zumo de
limón. El vendedor es rapidísimo en verter el agua, añadir el limón, coger el dinero y
dar, cuando es necesario, el cambio, asediado por una multitud de transeúntes. Cuando
cae el atardecer, los quioscos se iluminan con 8, 10, a veces 12 linternas. Y, al contrario
de lo normal, todo esto pasa en condiciones de limpieza total.
Kotzebue entonces se difunde en la descripción de todos los géneros alimen-tícios
que se ven por la calle, calles siempre rebosadas, y no sólo de seres humanos, también de
cerdos, pollos, gallinas, terneras…:

Además de las vacas también hay muchas terneras que dan vueltas por esta ciudad, y se trata
de un tema muy especial. Las terneras son propiedad de los franciscanos, los cuales como muchos
otros monjes no sólo se nutren del magnánimo pueblo, sino también dejan en sus manos el cuidado de
las propias terneras. A tal fin se limitan en aplicar en la frente de la ternera una tarjeta cuadrada que
representa a san Francisco. Dotadas con este pase, las terneras van donde quieren, comen y duermen
donde les apetece, sin que nadie ose en ningún modo obstaculizarlas. Es más, cuando a una de estas
terneras le da por entrar en una casa y buscar allí un sitio para dormir, el dueño de la casa lo considera
un buen auspicio. Es increíble hasta qué punto llega la imprudencia de los monjes en esta ciudad: sólo
la estupidez de la plebe la supera.

Y naturalmente la preparación, la cocción y el modo más apropiado para comerlas:

(La cocinera) los hirvió durante poco más de cinco minutos, después escurrió el agua, vertió
encima la salsa de carne, encima esparció queso, y la comida ya estaba hecha. El hijo, un niño de cinco
años más o menos, a fuerza de gritar había obtenido por adelantado algunos hilos de espaguetis medio
crudos. Mientras tanto el vecino se había levantado de su oficina y sin pedir permiso se encendió la
pipa en el fogón. Por un instante se temió que un cerdo y un asno hicieran caer toda la cocina.
Comer una porción de espaguetis es un arte que se tiene que aprender de los napolitanos:
porque éstos, siendo tan largos, se tienen que coger con el pulgar y el índice y, después de haber
torcido el cuello para atrás y haber abierto la boca de par en par, se introducen desde lo alto. Antes de
comerlos con la cuchara, los extranjeros suelen desmenuzarlos con cuchillo y tenedor. Una manera
parecida de proceder pero va indiscutiblemente contra el uso nacional (…). Lástima que no los dejen
cocer lo bastante (…). Todo tiene que ser duro, y para un extranjero absolutamente incomible (I, 183).

Al lado de la denuncia de las condiciones de extrema pobreza de las clases


populares, Kotzebue presenta una serie de tipos y momentos de la vida napolitana

167
(«Algunas escenas callejeras napolitanas») (I, 201): el predicador de calle que se mueve
de un lado al otro de la ciudad precedido por una bandera y por un crucifijo, y que en
ocasiones es utilizado por el Gobierno para que difunda entre el pueblo ésta o esa voz; el
golfillo que imita al predicador de calle ofreciendo la propia interpretación por pocos
céntimos debajo de los señores; el pregonero de bálsamos milagrosos; el dentista de calle
que atrae a sus clientes con la representación en un teatrillo ambulante de un espectáculo
de marionetas; el juego de la morra; los banquillos para el juego de cartas; el juego de la
peonza, y no son necesariamente sólo los chicos los que se empeñan en estos
pasatiempos; también los acompañamientos fúnebres barrocos con sus pintorescas
confraternidades enmascaradas; los abogados, numerosísimos y ocupadísimos; los
músicos; los castrados; los policías reconocibles por su uniforme de amarillo y negro; los
mercaderes armenios; los esclavos argelinos. Por la calle no sólo se come, se bebe, se
cocina, se ordeñan las vacas, se da de comer a las terneras, se venden mercancías, se
escriben cartas y súplicas, se despiojan, mas también se hacen con gran desenvoltura
necesidades corporales ocasionales. Y todo esto con gran naturalidad infantil, animal:
«Los napolitanos tienen en común con las bestias el hecho de que tampoco esconden sus
costumbres, no tienen el sentido de lo que está bien, y por eso no se preocupan en ningún
caso de quien los está mirando» (II, 124). Nápoles se ha convertido por eso en una gran
cloaca única, insoportable para los ojos y la nariz de los extranjeros (II, 194). No hay
entrada de edificio o de casa que se salve de estas malas costumbres de los napolitanos.
Para defenderse de estas costumbres, alguno, fiándose de la mojigatería del pueblo ha
tenido la idea de pintar en las paredes cruces con la esperanza de que, como señal de
respeto hacia el símbolo de la cruz, se abstengan de ensuciar la pared. Este truco
funciona a menudo, pero no siempre. Para potenciar el efecto de disuasión al lado de la
cruz hay quien ha pintado, entre llamas, almas del purgatorio con los brazos levantados
en señal de súplica. Tal cuadro obtiene por lo general, el efecto deseado. Hay quien no
entiende las intenciones de lo pintado y se apresura en apagar las llamas con el chorro de
la propia orina18. El punto más alto de la deconstrucción del mito, de ese aspecto del
mito que llega hasta nosotros en el eslogan «italianos: buena gente» —italianos amables,
humanos, con un innato sentido de piedad hacia el próximo, cordiales, fáciles de
conmover—, Kotzebue lo alcanza en la descripción de una escena callejera, una crónica
de viaje con la indicación detallada del sitio, del día y de la hora en el cual los hechos
presentados sucedieron:

UNA ESCENA ATROZ EN NÁPOLES

Una mañana que andaba por una calle rebosada de gente, vi un grupo de personas agrupado
delante del taller de un zapatero en torno a una mujer tumbada en el suelo hacia la cual se dirigían
todas las miradas. Puesto que no perdía ocasión para estudiar al pueblo, me aparté de la multitud, y vi
una mujer moribunda. Al mismo tiempo oí estas palabras provenientes de los labios de muchos
asistentes —que me sacudieron hasta las vísceras—, la mujer se estaba muriendo de hambre. La visión
de aquella criatura sufriendo confirmaba demasiado tal afirmación. Estaba cubierta muy mal, con
pedazos de ropa, un esqueleto miserable, y podría tener desde treinta hasta cuarenta años. Yacía sobre
el adoquinado, justo en la entrada del taller del zapatero; al lado había una vieja silla de paja, arrastrada

168
allí, pero no creo que fuese para ella. Era evidente que luchaba contra la muerte. Nadie pasaba más allá
sin pararse un momento para observar el espectáculo tremendo. Pero después cada uno tomaba de
nuevo su camino sin prestar ayuda. Me empujaban cada vez más adelante por el continuo ir y venir, y
ahora me encontraba muy cerca de la moribunda. Con el bolso en las manos, yo rezaba, ¡por el amor
del cielo! —sí, angustiado nombré hasta a la Virgen Santa— que alguien se moviera por compasión.
¡En vano! En el taller del zapatero, que estaba abierto, había un maestro y dos aprendices. Les ofrecí
todo lo que tenía, para que llevaran dentro a la mujer y la tumbasen sobre una cama. ¡Nada que hacer!
—Uno de los aprendices hasta se puso a reír, ¡sí, en serio! A reír, puede que fuera porque hablo mal
italiano—. Me consuela creer que la moribunda aún consiguiera entender si no mis palabras, al menos
mis gestos, porque su mirada estaba puesta sobre mí —yo fui el último objeto sobre el cual se fijaron
sus ojos que se estaban apagando—, justo después ¡expiró! Yo no quería creerlo; esperaba aún poder
salvar a la pobre infeliz y titubeando me alejé de ella; pero un pasante, supongo que era un médico, le
cogió el pulso, dijo tranquilamente «¡Esta muerta!», y siguió por su camino. Después de esto yo
también me tiré atrás, pero no me fui, quería ver como acabaría. El cadáver se quedó allí por un buen
cuarto de hora, con miles de personas que estaban mirando con la boca abierta; hasta que al final
llegaron los policías, que se lo llevaron arrastrándolo. Y ahora denuncio tal atrocidad delante de toda
Europa, digo en voz alta: el 4 de diciembre de 1804, hacia las diez de la mañana, en Nápoles, en la
calle Giacomo, una de las más ajetreadas de la ciudad, ¡¡¡una persona se ha muerto de hambre!!! —El
rey se ha ido a cazar esta mañana. He visto pasar veinte o treinta de sus perros— y todos bien
nutridos» (II, 92).

169
Conversaciones de coexistencia. Los lugares y políticas de
dos áreas rurales de la Apulia*
VALERIA MONNO
Politecnico di Bari, Taranto

RESUMEN

No hay duda de que las políticas de desarrollo sostenible local, con su énfasis en la
integración de valores y éticas problemáticas, han introducido en muchas áreas rurales
italianas una nueva sensibilidad y atención hacia el ambiente. Las formas de coexistencia
que se van componiendo en estas áreas, al oscuro de la cultura de la reconciliación entre
naturaleza y sociedad, no son tan claras. En este trabajo exploro estas transformaciones,
centrando la atención en el cambio de las prácticas de coexistencia en dos áreas rurales
de la Apulia: el valle del Ofanto y la Tierra de las Gravinas del Arco Jónico; y hablo de
estos lugares en términos de geografía de la transición.
Marcando las diferencias del modo de entender la coexistencia, la geografía de
estas dos áreas pone en evidencia cómo la integración de valores y éticas conflictivas no
se puede asimilar como un proceso lineal, ni como objetivo ya existente en los procesos
de producción de lugares. Las políticas de desarrollo sostenible, desviando el concepto
de integración como proceso de resolución de los problemas ambientales aplicable en
cualquier parte, parece que generan y refuerzan límites y reproducen un concepto de
naturaleza como área extrema del desarrollo económico. Los nuevos paisajes sostenibles,
en vez de animar el desarrollo de formas alternativas de coexistencia, no son espacios de
experimentación política donde restablecer nuestro modo de vivir con la naturaleza.

170
1. EXPLORAR TRANSICIONES

Hasta un observador distraído podría notar que los programas y las políticas
nacionales y europeas que promueven un desarrollo local sostenible han aplicado en las
áreas rurales de la Apulia dinámicas de producción de lugares inusuales en estos
territorios típicos por su adversidad a los cambios. Lenguajes e instrumentos nuevos,
tratados, prácticas e informes de los que actúan forman una transición hacia la
sostenibilidad componiendo geografías rurales complejas en evolución, caracterizadas
por una insólita sensibilidad y cuidado del ambiente. ¿Pero cuáles son y qué diferencias
hay entre los nuevos paisajes sostenibles que se están componiendo en estas áreas? ¿Qué
formas de coexistencia provoca la relación entre políticas sostenibles y prácticas
cotidianas de producción de los lugares?
Estas cuestiones se han formado mientras me preguntaba si sería posible una
política ambiental en mi región, en la que, la palabra naturaleza ha sido aceptada
recientemente en el diccionario local, y donde aún es difícil que la tengan en cuenta en
las políticas de desarrollo, se ha enfrentado con los procesos de institución de un parque
regional en dos áreas rurales de la Apulia, precisamente en el valle del Ofanto y la Tierra
de las Gravinas del Arco Jónico, ambas en transición hacia un desarrollo local
sostenible.
En general, las lecturas son de transiciones hacia un desarrollo local sostenible
como un camino lineal de integración entre naturaleza y sociedad, siempre
balanceándose entre la innovación y la continuidad (Coalizzo y Delidda, 2003). Según
Hajer y Fisher (1999) esto se debe al hecho de que la cultura de la integración, que está
en la base de las políticas sostenibles, de ser un frame para la acción se ha convertido en
un frame de interpretación. Resumiendo, nos inducen a interpretar la complejidad de los
procesos de transformación ambiental a través del policy framework, que está formado
por las mismas políticas de desarrollo sostenible. En la base de este comportamiento hay
una excesiva valoración del papel que desarrollan las políticas, que deberían actuar como
agentes de cambio de los contextos locales, y en este framework, se les consiente
innovarse fundamentalmente por imitación y adaptación. Una visión semejante, no sólo
reduciría los contextos a simples receptores, sino también los construiría y discriminaría,
para utilizar una frase de Lanzara (…), en términos de capacidades negativas. Al final, si
la aplicación de una política o un programa no consigue activar los contextos, la culpa
siempre es de una cultura local tan abstracta como despersonalizada.
Entonces, ¿cómo debemos explorar estos caminos, intentando evitar la trampa del
policy framework? Por supuesto, como dice Harvey (2004), la elección de cualquier
punto de partida para nuestras reflexiones, nunca es inocente. Mi punto de partida se
basa en dos conceptos: el de coexistencia y el de lugar en el sentido de evento. Ésta me
ha parecido la clave de lectura justa para introducirme en la complejidad de las
transformaciones actuales en el valle del Ofanto y en la Tierra de las Gravinas del Arco
Jónico, dos lugares que no podía omitir en mi investigación porque son delicados milieu
de prospectivas sobrepuestas, distancias que comunican, divergencias y disparidades, de

171
potenciales e intensidades heterogéneas (Deleuze, 1997, pág. 50) en la búsqueda de
formas nuevas de coexistencia entre naturaleza y sociedad.
La percepción de milieu me ha inducido a adoptar una idea de lugar como evento,
es decir, como un momento en particular de una articulación particular de una red de
relaciones y prácticas sociales existentes y en proceso de cambio (Massey, 2005).
Cuando hablo de lugar me refiero a un mix de conexiones e inter conexiones entre
diferentes trayectorias de relaciones y prácticas. En éste hay relaciones que aún deben
construirse y relaciones que no se van a realizar nunca (Massey, 2005).
He elegido el concepto de coexistencia porque, al contrario que el de integración,
no conlleva ninguna fusión o reconciliación entre éticas o valores diferentes. La
coexistencia, en cambio, conlleva una búsqueda intersticial, sumergida, discontinua y no
siempre intencionada de formas diferentes de gestión de conflictos (entre las cuales se
puede comprender la integración). Este concepto, no sólo me permite explorar una
trayectoria específica de relaciones y prácticas, también me permite entrar en los
espacios between de diferentes trayectorias donde emergen conexiones,
interdependencias y gaps (Bradbury y Lichtenstein, 2000).
Ambos conceptos se basan en una concepción de transformación como be-coming
(Deleuze y Guattari, 1994), es decir, como movimiento mediante el cual una cosa o
alguien se convierte en otro, mientras sigue siendo lo que es. Las trayectorias no pueden
asimilarse a una especie de trazado (Inglod, 2005) o sucesión lineal de puntos
conectados por segmentos que conducen hacia una meta predefinida. Una trayectoria
nunca está cerrada. Es un espaciotiempo abierto al porvenir.
Es difícil representar textualmente el sentido de la existencia simultánea y del
movimiento no lineal que se asocia a los conceptos de coexistencia y de lugar
anteriormente mencionados. He intentado explicarlo en los párrafos siguientes en
términos de geografía de transición, que no es más que un conjunto de «espacios-
tiempo», de relaciones prácticas, dentro y entre las cuales se construyen y aprenden
posibilidades de coexistencia. Cada geografía se compone de cuatro espaciostiempo o de
trayectorias, que han surgido a través de conversaciones estratégicas en estas dos áreas
rurales de la Apulia. El primer espaciotiempo es «Eglobale» y es común en ambas, el
segundo coincide con la trayectoria local de las prácticas y relaciones aplicadas de la
sostenibilidad, el tercero es el espacio-tiempo de la naturaleza y el cuarto es el del
contacto. Este último es un espacio que he explorado mediante experimentos de
participación con el fín de construir escenarios.
Antes de explicar estas dos geografías es necesario aclarar a lo que me refiero
cuando hablo de conversación estratégica, y para esto tengo en cuenta la idea de
investigación como conversación con una situación problemática. Esta conversación se
desarrolla mediante entrevistas, observaciones directas y experimentos de exploración.
La conversación es lo que permite entrar en un contexto, porque es un medio constituido
donde el sí mismo y el otro se enfrentan y coexisten en una situación problemática. Así,
la conversación es un modo para hacer que un contexto sea explorable. El contexto, en
mi investigación, son sólo esas trayectorias que he sido capaz de interceptar y que,

172
claramente, no van a cubrir todo sobre su composición ni constitución. En el fondo, el
contexto siempre es infinito según Jedlowski (2003). Si el concepto de conversación me
permite aclarar a lo que me refiero con contexto y de relacionarme a él, también permite
colocarme en su interior como parte integrante, con todos mis sistemas, creencias,
normas y valores.
Lo estratégico en estas conversaciones no tiene nada que ver con la voluntad de
construir un futuro que quiere llegar a otra afirmación estática que se espera realizar
dentro de pocos años, y dentro del cual el futuro no es más que una cadena de causas que
conectan el pasado con el futuro. Pensar en el futuro sólo es otra forma de aprovechar el
tiempo de la experiencia que siempre está abierto a los eventos que vendrán. El tiempo
es producción y medio de creación, es creatividad como posibilidad (Deleuze y Guattari,
1994).
Una geografía de la transición no pretende reflejar ni construir una imagen
unívoca de las transformaciones que se están realizando en el valle del Ofanto y la Tierra
de las Gravinas. Sólo es un modo de explorar aprendizajes sociales.
En los párrafos siguientes empiezo por trazar un breve perfil de dos áreas rurales.
Al mismo tiempo describo la geografía de la transición del valle del Ofanto y de la
Tierra de las Gravinas.

2. DOS ÁREAS RURALES EN TRANSICIÓN: UN BREVE PERFIL

2.1. EL VALLE DEL OFANTO

El valle del río Ofanto desde siempre se ha considerado en Apulia una área de
transición entre ambientes y culturas distintas. Aunque no hay un mapa del valle, éste
coincide con un ambiente heterogéneo, entre las provincias de Foggia y Bari, formado
por pequeños y grandes municipios, estos últimos importantes por la presencia de
pequeñas y medianas empresas, y territorios agrícolas extensos a la vez que
profundamente diferentes. Desde los años 60 hasta los 90, el desarrollo económico de
esta área rural se ha caracterizado por el Intervento Straordinario per il Mezzogiorno,
instituido para reducir el gap de desarrollo entre norte y sur. El Intervento Straordinario
en el valle del Ofanto quería reforzar la agricultura mediante la construcción de un
sistema de infraestructuras hidráulicas necesarias para combatir la escasez de agua de un
valle y una región semiárida del sur.
El resultado de esta política fue la «domesticación» y la explotación sin límites del
río, determinado en gran parte por las actividades agrícolas, lo cual ha llevado al río a
una situación de crisis ambiental, al límite de la irreversibilidad. Cuando cesó el
Intervento Straordinario en los años 90, empieza una nueva temporada de desarrollo
auto-propulsivo caracterizada por un insólito fermento económico e institucional. La
multitud de pequeñas y medianas empresas, que se habían desarrollado años atrás a la
sombra del sector agrícola, empiezan a conducir el camino de transición del valle hacia

173
un desarrollo local sostenible. La cultura del desarrollo sostenible ha alcanzado al valle,
aunque imperceptiblemente, a través de iniciativas y programas nacionales y europeos,
todos orientados a construir nuevos territorios competitivos y sostenibles, todos
formados sobre la cultura de la integración. La mayor parte de los actores clave y de los
Gobiernos locales ven estos programas como oportunidades que no pueden dejar
escapar.
A pesar de esto, el río sigue siendo utilizado sin ser impuesta ninguna norma,
sobre todo a causa de una planificación de desembocadura que nunca aplicaron en la
región. La temporada de los parques, que por fin se inauguró en Apulia con la Ley
Regional núm. 19 de 1997, ofreció una esperanza para reducir la presión antrópica del
río y tutelarlo. Pero estas esperanzas desvanecieron rápidamente: en el caso del río
Ofanto, el área destinada a parque regional coincidía sólo con su desembocadura, por
supuesto este hecho creó muchos debates. Llegados a este punto mi tratado se orienta
hacia el valle.

2.2. LA TIERRA DE LAS GRAVINAS DEL ARCO JÓNICO

La parte occidental del Arco Jónico está marcada por las gravinas, que son
profundos surcos calcáreos causados por la erosión del terreno y que conectan las colinas
de la Murgia con el mar Jónico. Por eso a la provincia de Taranto la conocen como: la
Tierra de las Gravinas. Ésta comprende un territorio de trece municipios, la mayor parte
de ellos son de pequeñas dimensiones, y todos están caracterizados por una economía
principalmente agrícola. Aquí también, hasta los años 90, el desarrollo económico estaba
marcado por el Intervento Straordinario per il Mezzogiorno al cual se debe la ubicación
en Taranto del establecimiento siderúrgico Italsider, el actual ILVA. El establecimiento
de Taranto hoy es uno de los más contaminantes del campo siderúrgico que han
sobrevivido a la reforma económica aplicada por los procesos de globalización en
Europa.
El asentamiento de la Italsider transformó el Arco Jónico en la periferia de la zona
industrial. Las actividades agrícolas al no poder competir con la gran industria se
quedaron sin mano de obra necesaria para sostenerlas y fracasaron. La crisis del sector
siderúrgico de los años 80 y la privatización del establecimiento en 1996, indujeron a los
pequeños centros de la Tierra de las Gravinas a buscar un nuevo camino de desarrollo.
La agricultura, sobre todo en la zona entre la Murgia y la costa, muy pronto volvió a
representar una fuente de ingresos importante para el área, pero, al mismo tiempo, se
transformó en una práctica más agresiva hacia el ambiente. Las prácticas agrícolas
intensivas fragmentan ecosistemas, sustraen agua de las faldas, usan pesticidas, se
apropian de las gravinas, despiedran las zonas murgianas incentivadas por la política
agrícola de comunidad, comprometiendo, de modo irreversible, la morfología.
En toda el área parece difícil cancelar tantos años de monocultivos industriales y

174
las relaciones de poder que los han acompañado. Los programas orientados a promover
un desarrollo sostenible intentan aplicar una innovación. Quién sabe, puede que entre
una agricultura y una industria agresivas venga instituido uno de los parques más
extensos de la región. Ésta es la imagen que se me ha quedado grabada desde la primera
vez, hace pocos años, que pasé por esta tierra.

3. ESPACIO-TIEMPO COMUNES. DESARROLLO LOCAL SOSTENIBLE Y


PARQUES

En términos políticos la integración de cada cosa, mente-cuerpo, naturaleza-


sociedad, pobre-rico, culturas distintas, no es una aspiración nueva. La integración ha
sido, y es aún, una fantasía que siempre ha ejercitado un poder benigno en nuestras
mentes: es la oportunidad de dar a nuestra racionalidad el poder de guiar nuestras vidas
en una prospectiva ética compartida. Es un concepto que nos puede ofrecer los
instrumentos operativos y precisos para quitar de nuestro futuro aquella incertidumbre
radical que actualmente caracteriza nuestros tiempos, como algunos estudiosos han
descrito: la segunda modernidad.
Hoy esta palabra ha adquirido un papel dominante en nuestra sociedad neoliberal y
fragmentada. Además, integración y fragmentación pueden considerarse las dos caras de
la misma moneda (Rosenau). Integrar significa reconciliar mundos que nos parecen
divididos e irreconciliables, con el objetivo de construir formas de coexistencia no
conflictivas. El paisaje del conflicto en una sociedad fragmentada suscita miedo. Esto
recuerda que la existencia de fronteras y conflictos marcados corren el riesgo de
enfurecerse hasta un punto que se hacen imposibles de resolver y que perduran…
La palabra parque, al menos en el sentido que se le ha atribuido en el panorama
legislativo nacional y regional italiano, sostiene un escenario de contraposición entre
naturaleza y sociedad aunque está diluido por prácticas de participación dirigidas a
mitigar los conflictos. De hecho, el parque es principalmente un ámbito de protección de
la naturaleza, una «excepción» en territorios expuestos a prácticas de desarrollo
económico insostenibles. En Apulia, la Ley Regional 19/1997 propone este modelo de
intervención, pero aunque se abran procesos de institución de parques, el diálogo limita
la participación en las fases iniciales del proceso y condiciona las posibilidades de
interacción en torno a delimita-ciones, ya predefinidas en la misma norma, de los
ámbitos que se tienen que proteger.
Así se entiende cómo la perspectiva de desarrollo local sostenible donde la
integración entre ambiente y desarrollo, que habla de la progresiva desaparición de
límites marcados y largas contraposiciones, ejerce una atracción particular en nuestra
sociedad cada vez más «limpia» y competitiva. En el frame del conflicto, la narrativa de
la integración o del desarrollo sostenible sustituye otra hecha de límites maleables y
permeables, de posibles reconciliaciones a través de negociaciones y de la búsqueda del

175
acuerdo. La idea que las sostiene es la de un paisaje hecho de relaciones entre sociedad y
naturaleza de tipo co-evolutivo, sin ganadores ni perdedores, lo cual puede estar forjado
mediante políticas fundadas en la razón (deliberación) y en la racionalidad
(coordinación) (Barber y Bartlett, 2005) completamente conscientes e intencionales. Es
un paisaje en el cual la naturaleza se transforma en problema ambiental, donde
habitantes locales trabajadores, eficientes y capaces pueden afrontar de un modo
adecuado, coordinando racionalmente las propias acciones para crear un bien construido
a través de un diálogo continuo razonable. Éste, también, es necesariamente un paisaje
cada vez más poblado de expertos, los únicos capaces de intervenir en los problemas
ambientales conjuntamente con los ciudadanos informados, conscientes. En este paisaje
cada abertura hacia lo que por tradición se ha excludido es posible, porque es a través de
un ambientalismo racional que los órganos de protección ambiental podrán, a través de
adaptaciones progresivas, transformarse en una norma implicada de la cultura local, en
vez de quedarse en un simple decreto del Gobierno (Barber y Barlett, 2005).
El principio de integración de las políticas ambientales EPI (Environmen-tal
Policy Integration) es la oposición operativa a esta idea, según la cual el ambiente,
siendo un ámbito de intervención transversal tendría que estar integrado en las políticas
económicas europeas mediante un proceso de coordinación y good governance. En la
práctica de muchos programas e iniciativas como los Leader, los Proyectos integrados
territoriales (PIT), sectoriales (PIS) y pactos territoriales, este principio ha demostrado
algunas debilidades. Según algunos críticos la integración concebida como proceso de
coordinación racional entre políticas sectoriales, no haría más que reproducir y reforzar
la actual división cognitiva existente y operativa entre ambiente y economía (Jordan,
Schout y Zito, 2004; Lenschow, 2002). Además, estableciendo que es el ambiente el que
se tiene que integrar en las políticas económicas, aclara de una vez por todas que las
reglas de inclusión y exclusión tiene que dictarlas el libre mercado.
Otros afirman, que los procesos de buena governance por mucho que sean
inclusivos no están exentos de relaciones de poder asimétricas. Éstas operarían siempre a
favor de la afirmación de la temática más persuasiva, o sea la del crecimiento
económico. La good governance sobrevalora las cuestiones de inclusividad de los
procesos de gobierno, cuando se habla de reconciliación entre economía y ambiente, es
sólo un modo de omitir la injusticia estructural de costes y beneficios asociados a las
decisiones.
En resumen, aplicar integraciones, en una perspectiva tan general como huidiza,
en una buena governance no es suficiente para garantizar que las cuestiones de justicia
ambiental, social y económica sean entre ellas adecuadamente equilibradas.

4. ¿DÓNDE ESTÁ EL OFANTO? UN RÍO ENTRE LA INDIFERENCIA, EL AFECTO


Y EL DESARROLLO

176
4.1.EL ESPACIO-TIEMPO DE LAS MEZCLAS DE IDENTIDADES: COMUNIDADES DE PROYECTO Y
NUEVAS RELACIONES DE PODER

En el valle del Ofanto la temporada del desarrollo local coincide con un proceso
de fragmentación territorial favorecido por la irrupción de los programas e iniciativas
nacionales y europeas creados para su promoción. Este proceso va acompañado de la
aparición sobre la escena política de una nueva atención hacia la naturaleza y las culturas
originales, que hacen de medio para agregar intereses diferentes a partir de un terreno de
identidad común. Así en el valle del Ofanto aparecen dos sectores: el agrícola, que atañe
a la cultura rural de la Piana del Ta-voliere, y la de la pequeña o mediana empresa que,
por el contrario, se construye en torno a la identidad laboriosa del contorno urbano del
territorio Bari-Ofanto. Ambas coaliciones de actores locales concernientes a la identidad
ponen manos a la obra para realizar nuevos proyectos de desarrollo.
Poco a poco, municipios, asociaciones de categoría, empresas y asociaciones
ambientalistas, algunos por simple conveniencia, otros por estar encantados con nuevo
esquema de desarrollo o porque estaban convencidos de proteger el ambiente, acogían la
nueva cultura del hacer y del proyecto. Esta cultura tiene una cualidad: la de permitir a
cada una de estas identidades luchar por sus propios intereses sin tener que entrar en
conflicto.
En el Valle del Ofanto estaba naciendo una nueva geografía de la diferencia
«cultural-ambiental» gracias a la creación de comunidades de proyecto que se
construyeron en torno a los programas nacionales y europeos. Lo que hay en común
entre la mayor parte de estas comunidades de proyecto es una actividad dirigida
principalmente a la promoción territorial que precisa una nueva sensibilidad hacia las
cualidades ambientales de los territorios. En estas comunidades el territorio se
transforma en un recurso ambiental indispensable para un desarrollo económico
competitivo que mira a lo típico y a la calidad de los productos locales, ya sean agrícolas
o artesanales. Los eslóganes más utilizados en estos proyectos son: «El ambiente se
come» y «Valorar los bienes culturales y ambientales para un turismo rural», que
representan este cambio de sensibilidad hacia el ambiente, pero que pocas veces se
corresponde con un cambio de comportamiento y cese en el abuso de los recursos
ambientales.
Si se observa esta geografía, a través de las comunidades de proyecto, compone un
espacio de relaciones y prácticas que no están equiparadas. En el Valle la más influyente
y activa en la zona es la del «Pacto Territorial Barese-Ofantino norte» que nació en el
1998 y que operó a través de su Agenzia di Sviluppo (Agencia del Desarrollo) y más
adelante, mediante sus cuatro agencias, para el Turismo, para la Calidad del Ambiente,
la de Internacionalización y la de Cohesión Social, cuyos objetivos se construyeron a
través de un largo proceso de participación de los actores clave. Ésta representa la nueva
alianza entre instituciones públicas de pequeñas y medianas empresas que crecieron en la
sombra del desarrollo económico después de la guerra.
Con la aparición del Pacto como protagonista clave, la imagen del «Barese-

177
Ofantino norte» reemplaza la del paisaje fluvial del valle del Ofanto y en este proceso
sustituye un pasado rural con un futuro de desarrollo autopropulsivo basado en la
pequeña y mediana empresa. El reclamo de un ambiente fluvial consigue catalizar un
consenso en el plano político, pero en éste, el río es un elemento marginal.
El Pacto Territorial, que sus componentes no dudan en definir como un «estado
nuevo», ofrece a los actores locales un espacio político capaz de catalizar los viejos y
nuevos intereses presentes en el área. Actúa como agente de cambio gracias a su gran
capacidad de negociación y coordinación, que habla correctamente el lenguaje de los
programas europeos, y actúa adoptando la lógica eficiente, algo inusual en este territorio.
Frente a una esfera pública en crisis, el Pacto se convierte, junto a sus agencias, en la
nueva cabina de control del desarrollo local. Éste dispone de una organización capaz de
organizar y gestionar relaciones y prácticas en este extenso ámbito territorial. Pero
mientras las relaciones entre Pacto, actores económicos y Gobiernos locales se hacen
más intensas, las de la gente local y las asociaciones ambientalistas se debilitan.
En este nuevo grupo de relaciones y prácticas muy pronto la Agencia para la
Calidad Ambiental instituida por el Pacto se convierte en el nuevo gatekeeper de las
políticas ambientales en el área.
La agencia se propone integrar economía y ambiente creando un nuevo sistema de
calidades ambientales en el «estado nuevo». Claramente éste es un sistema instrumental
para promover el desarrollo económico, necesario para obtener los fondos nacionales y
europeos. El eslogan «el ambiente se come» se convierte también en eslogan de la
Agencia. Para su director, el futuro del «estado nuevo» se pone en riesgo de conflictos y
límites culturales que la cuestión ambiental corre el peligro de agravar. El deber de la
Agencia consiste sobre todo en la gestión de los problemas ambientales. La construcción
de cualquier estrategia ambiental debe tratar de realizar un cuadro de nuevos
conocimientos y de señaladores útiles para hacer una lista y enumerar de modo preciso
dichos problemas para poderlos controlar y resolver.
Con este frame de acción, la Agencia, que se encarga aunque de modo informal de
la sexta provincia apulesa, recién formada por las ciudades de Andria, Barletta y Trani,
pone en marcha un proceso de Agenda 21 Local en el ámbito de la cual aparece el primer
informe sobre el estado del ambiente en el área valiéndose del apoyo de expertos y
manteniendo una oportuna distancia crítica de las asociaciones ambientalistas locales
que criticarán duramente esta decisión. Más adelante organiza los foros para la
construcción de la «visión» de desarrollo para el área.
Confirmando su voluntad de actuar como leadership, la Agencia limita el proceso
de participación a los actores clave que trabajan en el área. Los foros, que pretenden
construir una visión compartida capaz de ganar la aprobación de todos, aunque son útiles
para debatir las cuestiones ambientales no hacen más que confirmar lo que ya se conoce.
Los empresarios no quieren renunciar al uso desvinculado del río y prefieren hablar de
economía sostenible. Las asociaciones ambientalistas insisten sobre la necesidad de
extender el parque por todo el curso fluvial y quieren que los recursos naturales sean
reconocidos como un bien común. El Pacto sigue sosteniendo que el ambiente, y por lo

178
tanto el río, tiene que ser concebido como un espacio de nueva proyección como
resultado de los procesos de governance.
La Agencia, en su papel de gestor de los problemas y mediador legítimo entre
instancias de desarrollo, defiende un concepto de parque «dúctil y suave» que supere el
significado vinculante propio de la Ley Nacional 349/90. En el fondo, el problema
«parque» es un problema de coordinación. Para la Agencia el parque ya existe. Sólo que
está extraviado en muchas prácticas: en algunos Planos Urbanísticos vigentes en algunos
municipios del valle, existe como SIC en el que los futuros instrumentos de planificación
urbana tendrán que adaptarse, y existe también como una serie de proyectos ya
construidos en los cuales están previstas una serie de acciones dirigidas a valorar el
ambiente fluvial. El parque fragmentado que ya existe puede hacerse realidad gracias a
una actividad de coordinación entre planos, programas y proyectos que la Agencia tiene
la capacidad de poner en práctica. Esta mentalidad también parece reforzada por la
posición del nuevo Gobierno regional, que aunque es muy activo sobre el plano de las
políticas ambientales, sigue sin querer extender el perímetro del parque por todo el curso
del río, mirando, en cambio, a la institución del Parque de la Desembocadura.
Aunque la Agencia se propone como mediadora, tiene tendencia a fallar en las
cuestiones sustantivas, en nombre de un diálogo razonable que intenta construir un
acuerdo entre intereses múltiples. El miedo a que los problemas paralicen la acción
conlleva el enfrentamiento de las cuestiones sustantivas a las cuestiones de
procedimiento. Lo que cuenta en realidad son los procesos de interacción porque se
consideran la condición necesaria y suficiente para invertir las modalidades de
explotación insostenibles de los recursos naturales. Pero ¿cuál es el futuro ambiental del
valle? La Agencia persigue las lógicas que están en la base de los programas, reconoce la
visión del Pacto y la falta de alguna iniciativa que sirva para explorar la naturaleza de los
problemas ambientales del valle.

4.2. EL ESPACIO-TIEMPO DEL AFECTO Y DE LAS EMOCIONES: IRRUPCIONES DE LA NATURALEZA


ENTRE RESISTENCIA Y DESENCANTO

Cuando era una adolescente y viajaba hacia el norte con mi familia, en un punto
preciso de la autopista, mi padre me decía: «¡Mira, el Ofanto!» Yo nunca he conseguido
ver ese río. Mi mirada me sugería que estaba simplemente cruzando una de las
numerosas zonas áridas y con leves depresiones del terreno que caracterizan la
geomorfología de la Apulia. ¿Dónde estaba el río?
He encontrado este río muchos años después, durante mis estudios de ingeniería.
Durante estos años la imagen del lecho árido se ha convertido en un paisaje de agua
abundante, recogida en muchos diques de aprovisionamiento hídrico para la agricultura.
La primera vez que, verdaderamente, vi el río fue en los años 90, a través de los ojos de
algunos ambientalistas del Centro de Educazione Ambientale de San Ferdinando di
Puglia que cité para entrevistarles sobre el proceso de institución del Parque de la

179
Desembocadura del Río Ofanto, un proceso lleno de problemas y que todavía está
bloqueado.
Antes de empezar a hablar del parque, la primera cosa que hicieron los
ambientalistas fue enseñarme el Ofanto. Me acompañaron durante un pequeño viaje
virtual por las numerosas habitaciones de su sede, en todas, había reproducciones de los
ambientes del río. Aún había vida en el río, árboles y ambientes protegidos donde vivía
la nutria. Todo a mi alrededor me decía que era un mundo que corría el peligro de ser
erradicado definitivamente y que era preciso aprender a amarlo y respetarlo.
Una vez acabado este viaje por el río empezamos a hablar del parque.
He vuelto a ver a aquellos activistas y a muchos más en numerosas ocasiones. Para
los activistas hablar del parque significaba escribir la historia del Ofanto para hacerlo
finalmente visible después de tantos años sin reglas y de transgresiones continuas en ese
trozo de naturaleza. Querían volver a escribir esa historia como una historia de
explotación de la naturaleza que las relaciones, las fuerzas del poder, entre técnicos
políticos y economía local habían hecho posible. La verdadera historia del río no es la
famosa historia que han contado de una modernización hecha en nombre del interés
público —la lucha contra la escasez de agua— combatida en nombre de un bien común,
es decir, el desarrollo de la Apulia. Al contrario, ésa era una historia de traición del
interés público a favor del bien de pocos, una alianza entre políticos técnicos y economía
local, los cuales habían construido el acuerdo en torno a una democracia del agua, que
concentraba el poder en manos de pocos, así como distribuía el agua entre los distintos
diques. Esta alianza entre políticos técnicos y economía local, consituida en torno a los
fondos puestos a disposición de la Cassa del Mezzogiorno, había erosionado poco a poco
toda forma de respuesta y de reivindicación de justicia ambiental relacionada con el uso
del río, al cual ésta había contrapuesto, en una región atrasada en el desarrollo, por un
lado, nuevas, aunque precarias, oportunidades de trabajo relacionadas con la
construcción de obras públicas y, por otro lado, dejando que la explotación ilegal de las
áreas protegidas siguiera sin intervenciones drásticas.
Podría describir el proceso de explotación del río que recogí de la explicación de
los activistas como un campo de fuerzas hechas de acuerdos firmes entre políticos,
técnicos y economía local y de acuerdos débiles entre esta alianza y las poblaciones que
vivían en el valle, las cuales habían generado en nombre del progreso una especie de
indiferencia hacia el uso que se hacía del río y hacia la sustitución lenta e invasiva de su
experiencia por la de la técnico-experta.
En realidad las asociaciones ambientalistas habían empezado a escribir esa historia
ya al comienzo de los años 90, cuando después de la aprobación de la Ley Nacional para
la Defensa del Territorio (183/1989) habían constituido un grupo mixto de activistas y
expertos con el objetivo de estudiar y hacer propuestas de planificación de la cuenca.
Esta decisión de usar una ley basada en la idea del sometimiento de la naturaleza
funcional a las exigencias del desarrollo, aunque podría parecer una paradoja,
representaba en ese momento histórico el único modo de protestar contra un Gobierno
regional que no quería escuchar sus voces de activistas y, por lo tanto, tampoco la voz de

180
la naturaleza.
La alianza entre activistas y expertos en temas de interés público, en cambio,
hubiera podido dar crédito a la voz de los ambientalistas. Pero los conocimientos, así
como las propuestas que habían generado los del grupo nunca se tomaron en
consideración. El Gobierno regional así como la gente común, después de años de
indiferencia y de lenguajes técnicos-expertos, no consideraban válidas las experiencias
aportadas por los activistas. La alianza entre activistas y expertos se había, por este
motivo, perdido por el camino no consiguiendo destruir el hábito (Bordieu) de aquella
poderosa barrera del cambio creada con años de prácticas y rutinas implícitas que habían
sostenido aquella democracia del agua. Así que a los activistas no les quedaba otra forma
de acción que la protesta. Y nunca tuvieron dudas: continuaron la lucha para hacer
escuchar la voz de la naturaleza, porque aquella naturaleza devastada se merecía una
revancha.
La temporada de los parques hubiera podido abrir nuevas ocasiones de tutela
ambiental sobre todo en el momento más alto de la difusión del concepto de desarrollo
sostenible y de muchas experiencias de planificación y gestión ambiental basadas en la
colaboración entre instituciones y comunidades locales, cuyos ecos provenían de países
muy lejanos. Por desgracia para los activistas, el perímetro demasiado reducido que
había sugerido la Ley Regional cerraba cualquier posibilidad de diálogo. A pesar de que
el período del Intervento Straordinario había concluido, la propuesta del parque regional
limitado solamente a la desembocadura del río continuaba legitimando las relaciones de
poder que habían sostenido la alianza económico-política responsable del deterioro del
río, y que hubieran podido continuar apropiándose de la naturaleza.
Aceptar aquella propuesta hubiera significado traicionar a la naturaleza, porque
forma parte del mundo en que vivimos. Aceptar aquella propuesta hubiera significado
traicionar la ética y las esperanzas que se habían sostenido durante tantos años de
batallas. Aceptar aquella propuesta hubiera significado legitimar la misma alianza entre
políticos, expertos y economía local que apoyaba esa propuesta y que continuaba
explotando el río. Pero además de esto, la falta de aceptación, por parte de las
asociaciones, de la propuesta del parque denunciaba una colisión profunda entre la idea
institucional de parque y la de los activistas.
Para estos últimos, el parque no coincidía con un territorio que hace «excepción» a
la regla de un desarrollo económico. El parque es un nuevo paradigma de desarrollo
surgido de una nueva concepción de ciudadanía ambiental. El parque, para los
ambientalistas, es una ocasión para experimentar una política de desarrollo local capaz
de ofrecer una alternativa de desarrollo que requeriría una voluntad política que los
Gobiernos regionales que se sucedieron nunca demostraron que tenían. El hecho de que
el proceso institutivo del Parque de la Desembocadura del Ofanto actualmente esté aún
bloqueado es testimonio de la falta de esa voluntad.
Una política ambiental tendría que haber contemplado la constitución de diferentes
espacios y formas de acción. En primer lugar, era necesario practicar una política del
afecto mediante la cual reconstruir una relación profunda entre los habitantes del valle y

181
el río. Esto se podía hacer, por un lado, a través de una política de la memoria que
reelaborase los viejos recuerdos de un río largo en el cual se veraneaba en un río para
vivir en el presente.
En segundo lugar, había que continuar presionando a las instituciones mediante
una política subversiva y de diálogo. Las acciones rebeldes podían asumir la forma de
actos simbólicos como las replantaciones de áreas protegidas cultivadas ilegalmente, o
de protestas organizadas contra las administraciones locales y la falta de aplicación de
normas vigentes que atañen a la tutela y la salvaguardia del ambiente y del territorio.
Para desarrollar un diálogo «equilibrado» con las instituciones era necesario constituir
una coalición entre los ciudadanos y las pequeñas y grandes asociaciones para sostener
la propuesta de que el parque fluvial comprendiera una área mucho más extensa que la
considerada por la Ley Regional. Las actividades del Centro de Educación Ambiental
junto a la fundación del Comité para la Institución del Parque del Río Ofanto representan
un primer ejemplo de esta política.
La cultura de proyecto que está transformando la geografía cultural y ambiental
del valle ofrece una tercera posibilidad a los activistas. Esta cultura queda marcada. Las
asociaciones dejan a un lado la utopía «parque», renuncian a las formas de política
subversivas para intentar construir nuevas cooperaciones con los Gobiernos locales
dispuestos a dialogar. El nuevo objetivo es hacerse visibles y creíbles como operadores
capaces de actuar y promover proyectos de educación ambiental, de reconstrucción o
protección de pequeños hábitats naturales, mediante la producción en el ámbito de los
LIFE. Éstas intentan construirse un repertorio propio de prácticas con éxito y usarla
como base para hacer presión a los Gobiernos locales. A pesar de este esfuerzo, la mayor
parte de los proyectos que las asociaciones han ayudado a crear se quedan en los cajones
de los Gobiernos locales o los dan a asociaciones no-profit en la fase de implementación.
A fin de cuentas siempre colocan a las asociaciones en los márgenes de la «política».
Después de haber abandonado la actividad a favor de la cultura del proyecto y del
diálogo, las asociaciones están desorientadas. El enorme trabajo desarrollado para la
sensibilización de las poblaciones locales hacia los temas ambientales no parece haber
causado ningún efecto. Hasta se ha perdido la cohesión de los objetivos de la acción
ambiental. Algunos sostienen que sería preciso volver a una política de denuncia y de
resistencia. Otros sostienen que la cultura del proyecto ha cambiado el modo de ver el
parque. Otros están convencidos de que la sensación de desorientación está en las
condiciones que han cambiado del entorno. Otros dicen que se debe admitir que la
temporada del desarrollo sostenible ha permitido realizar el parque. Han pasado de
hablar del parque para hacer el parque a través de pequeños proyectos como «il Percorso
Pero» que demuestra la posibilidad de hacer el parque y, por lo tanto, cambiar las
prácticas de producción de los lugares.
Todos están de acuerdo en que la creación del Pacto Territorial y de la Agencia
para la Calidad del Ambiente han debilitado toda política para la naturaleza. ¿Qué
autoridad puede tener esta Agencia tratándose de bienes comunes? Al mismo tiempo
todos son conscientes del hecho de que al haberse apoyado en los Gobiernos locales, las

182
asociaciones han perdido el contacto con la gente que ahora les consideran «colapsadas»
con la política y no más una vanguardia. Y las asociaciones reconocen que ya no
desempeñan este papel en el espacio de las relaciones. ¿Quién cuidará del ambiente? Su
futuro es oscuro, pero puede que la vuelta de la idea de parque, en este caso parque de
ideas, pueda abrir algún camino a la esperanza.

4.3. EL ESPACIO-TIEMPO DEL CONTACTO: COMPARACIÓN DE ÓRDENES INSTITUCIONALES

El parque como territorio que hay que gobernar, el parque como experimentación
y el sistema de las calidades ambientales son los tres conceptos dominantes en la
geografía de la transición del valle. El concepto de parque como lugar privilegiado del
desarrollo sostenible parece ofrecer alguna perspectiva de reconciliación (Barbanente y
Monno, 2005). Pero mirando bien la confrontación entre valores ambientales y los de
matriz económica, que se desarrolla principalmente fuera de las actividades formales ya
sea de la Agencia, de las asociaciones ambientalistas o de los Gobiernos y entidades
locales, desvela problemas mucho más profundos y difícilmente reconciliables en el
interior del concepto de parque. Surge un profundo conflicto entre las formas
institucionales que cada concepto lleva en su interior.
La Agencia actúa siguiendo la lógica de construcción de una alternativa de
desarrollo local que coloca en el centro de las relaciones entre sociedad civil e
instituciones públicas a las comunidades de proyecto, responsables de la competitividad
territorial. El papel central atribuido a las comunidades de proyecto corresponde a una
concepción del sistema de calidades ambientales, como resultan de las negociaciones
entre intereses. Para la Agencia, el espacio de las relaciones es competitivo, plural y
negociable por parte de esas comunidades de proyecto, legitimadas en la acción del
acuerdo que éstas consiguen crear en torno a las propias acciones. Su forma de negociar
tiene éxito, ya que no obliga a los actores a transformar prácticas y rutinas consolidadas,
sino que les permite que se adapten y de este modo reducen los costes de posibles
reformaciones y nuevas organizaciones en los cambios globales o locales. En esta
perspectiva no hay sitio para mediaciones entre valores problemáticos sino sólo para
negociaciones entre intereses. Su contacto con la gestión del ambiente es eficiente, lo
cual no permite explorar los límites y conflictos entre economía y ambiente.

183
Las asociaciones conciben de modo distinto el espacio de las relaciones. Para las
asociaciones el único modo de tutelar a la naturaleza es a través de una esfera pública
habermasiana donde la sociedad civil y los actores locales se enfrentan con las
instituciones públicas que, como éstas afirman, tienen que actuar como mediación y
protección de la naturaleza como un bien común. La pluralidad del territorio se considera
un bien al que no se puede renunciar, pero ésta se tiene que poder expresar en el ámbito
de las instituciones públicas, que son las únicas legitimadas para ejercer un papel de
mediación entre valores y éticas arraigadas.

En definitiva, las asociaciones piden a los Gobiernos locales responsabilidad y


transparencia como antídoto necesario para contrastar las redes de poder ocultas que
surgen o se consolidan, para más tarde, dar lugar a la experimentación. Su modelo de
esfera pública no consigue innovar en las prácticas locales porque precisa aprendizajes
transformativos a los cuales se asocian costes ciertos y beneficios imposibles de
cuantificar.
Aún es más dificil encontrar las formas de interacción de los Gobiernos locales,
siempre vulnerables a los cambios de leadership política. Este modelo, en el caso del
actual Gobierno regional, sitúa en el centro del proceso de la institución pública, al que
da el poder de decidir y de guiar. Sus interlocutores privilegiados siguen siendo los
actores económicos y los municipios. Las asociaciones, si quieren jugar algun papel en

184
el espacio de las relaciones de poder, no tienen más elección que la de aceptar este
modelo. La nueva governance, dirigida a garantizar un camino de gobierno eficiente, no
permite experimentaciones, no acepta desafíos. Actúa.

5. EN UNA TIERRA ÁSPERA. LA TIERRA DE LAS GRAVINAS, UN PARQUE EN


UN MAR DE INSOSTENIBILIDAD

5.1. EL ESPACIO-TIEMPO DE LAS MEZCLAS DE IDENTIDAD: ¿EL TÍPICO BUSINESS?

El desarrollo local también llega en esta área a través de los programas nacionales
y europeos, pero aquí encuentran un territorio que aún está bajo el efecto de los impactos
sociales, económicos y ambientales producidos por la monocultura industrial. Aquí los
Pactos Territoriales no funcionan a causa de la ausencia de pequeñas o medianas
empresas lo bastante robustas. En cambio, principalmente se usan los programas
europeos como los Leader, PIT y PIS, generalmente utilizados como fuente de
financiación que sustituye la estatal. En un territorio donde falta una mentalidad
empresarial y una clase dirigente, los PIT y los Leader no ponen en marcha ningún tipo
de desarrollo alternativo, ni tampoco un desarrollo local sostenible. Es difícil hablar de
ambiente en este territorio tan débil bajo el perfil político y socioeconómico por culpa de
los gravísimos daños ambientales que han creado la industria siderúrgica y la agricultura.
En la zona hay una opinión común sobre estos nuevos programas, dicen que no
son más que el típico business. De hecho la construcción de los proyectos se sigue
haciendo en habitaciones cerradas, y al poder de pocos. De todos modos, la transición
hacia un desarrollo local sostenible da visibilidad a trayectorias de desarrollo, que ya
existen en este territorio. El Arco Jónico quiere separarse de Taranto, con la cual
comparte, principalmente, los costes del desarrollo más que los beneficios. En particular,
las agregaciones territoriales que se forman en torno a los Leader describen el intento de
crear en la Tierra de las Gravinas una identidad propia sin la cual es difícil trazar o
reforzar caminos de desarrollo alternativos a la industria.

185
5.2. EL ESPACIO-TIEMPO DE LAS IRRUPCIONES DE LAS GRAVINAS: RENDICIÓN
(IN)CONDICIONAL

En la Tierra de las Gravinas, el clima de desinterés hacia los ambientes naturales y


sus recursos, que han explotado año tras año de manera incondicionada, se desvanece en
1995 cuando el Gobierno regional delinea como Lugar de Interés Comunitario un
territorio extenso que comprende la parte alta de las Gravinas, territorios agrícolas
extendidos y parte de centros históricos de 13 municipios. Esta decisión produce
entusiasmo y crea nuevos problemas en el área y entre Gobierno regional y poblaciones
locales. El parque llega a esta tierra como la última de las muchas decisiones top-down,
indiferente a los problemas y a las esperanzas de ese territorio.
En un territorio donde la agricultura constituye un importante sector económico
perciben el parque como una amenaza a las potencialidades de desarrollo agrícola y
turístico del área y como una inevitable vuelta a una condición de dependencia absoluta
del destino de Taranto.
Al contrario, todas las pequeñas y divididas asociaciones culturales y ambientales,
que actúan en el área, han acogido la decisión regional con entusiasmo. La puesta en
marcha del proceso de institución del parque les da la fuerza vital necesaria para actuar
en un territorio refractario y ver el ambiente como una cosa que hay que proteger. Éstas
se asocian y forman un Comité de Coordinación y construyen relaciones fuertes con el
Gobierno regional. La Coordinación se convierte muy pronto en la longa manus del
Gobierno regional en el área donde las asociaciones trabajan duro para construir el
acuerdo de la propuesta de parque regional. La búsqueda de un acuerdo induce a la
Coordinación a abandonar cualquier belicosidad en la afirmación de una ética de la
naturaleza y a proponer el parque como «sistema integrado de bienes culturales y
ambientales» y símbolo de una diversidad deseada de los procesos de desarrollo en el
área, basada en una antigua identidad rural para poner junto a las que ya existen, para
promoverlas y reforzarlas. Estos motivos aseguraban que tendrían un mayor éxito
respeto a las otras que se basaban en la naturaleza y que se insertarían mejor en los
pliegues de las relaciones de poder dominantes en el territorio para fracturarlas.
Después del cambio de coalición política al frente del Gobierno regional, las
relaciones entre Coordinación y región se interrumpen: por mucho que la escuchen, la
Coordinación está excluida de las negociaciones. La Coordinación, por su parte, aunque
critica el procedimiento regional, no combate nunca hasta el fondo el proceso de
institución del parque sino que intenta reforzar el acuerdo que ha construido ampliando
la base. Hace pocos meses, con la llegada del nuevo Gobierno regional la situación
cambia.
El nuevo Gobierno regional ha decidido llevar a cabo todos los procesos
institucionales de parques regionales que aún no se han concluido para demostrar su
vocación ambientalista. Así se instituye el Parque de la Tierra de las Gravinas, en esos
trozos de territorio que habían resistido a los precedentes cuatro años de negociaciones
entre región y municipios. Las asociaciones, naturalmente, no querían aceptar esa

186
propuesta. Pero el miedo de que la creciente presión que ejercitaban los agricultores
sobre el Gobierno regional pudiera modificar la voluntad política indujo a los
ambientalistas a aceptar ese perímetro. Claramente desde el punto de vista de los valores
ambientales el parque es una derrota. Pero si una decisión similar se proyecta en el
contexto de las relaciones de poder que gobiernan aquel trozo de territorio, entonces
aquel perímetro tiene que considerarse un compromiso justo.
Entre otros, el Parque de las Gravinas es el parque regional más extenso. Por
mucho que la ley institucional deje márgenes anchos de negociación para reducir
ulteriormente su límite, el Parque sigue siendo un nuevo límite entre viejo y nuevo. Hoy
el desafío es otro. El nuevo desafío consiste en demostrar que el Parque de las Gravinas,
si se mira como construcción de un sistema de relaciones complejo y articulado entre
elementos paisajístico-ambiental y actuales y futuros usos del territorio, puede funcionar,
puede producir ingresos y gracias a esto puede transformarse en el símbolo de un nuevo
desarrollo local sostenible. El Parque de las Gravinas puede arribar a la Bolsa
Internacional del Turismo de Milán dedicada a los parques y a las reservas naturales.

5.3. EL ESPACIO-TIEMPO DEL CONTACTO: EN BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD PERDIDA

El parque y los programas Leader exponen la importancia de la (re)construcción


de la identidad en un territorio frágil. Más concretamente, recuperar la identidad perdida
significa encontrar un fuerte vínculo con el territorio de las gravinas (elemento
característico del mismo) de modo que puedan desarrollar un profundo sentido de
pertenencia a una área homogénea y constituir una verdadera comunidad reconocible.
Para (re)construir esta identidad se tendría que admitir que hoy esta tierra está compuesta
de al menos tres ámbitos: el primero dotado de una fuerte identidad que coincide con el
área donde están los trozos de gravinas más importantes, el segundo caracterizado por
una identidad débil dentro de la cual el sentido de pertenencia a la tierra de las gravinas
se ha contaminado a causa de los procesos de desarrollo urbano, y, por último, el ámbito
de la llanura y de la costa cuyo sentido de pertenencia ha sido cancelado por prácticas de
producción agrícola y procesos de desarrollo urbano insostenible.

FIGURA 1.—Ámbitos de identidad

187
Un proceso de recuperación de la identidad dirigido a abrir la «caja negra» de los
procesos de desarrollo local podría empezar a partir de este mapa del territorio. El
ámbito territorial caracterizado por la identidad fuerte podría representar el lugar donde
experimentar una comunicación coevolutiva armoniosa entre hombre y ambiente. Esta
área se convertiría en el símbolo de un desarrollo alternativo y centro de difusión de los
debates sobre la identidad en toda el área. En los otros ámbitos se necesitaría empezar un
proceso de negociación de las identidades, el único capaz de reconstruir un nuevo
equilibrio, y también nuevas reglas de desarrollo sostenible.
Ésta es la orientación que debería seguir una política dirigida a reconstruir el
sentido de pertenencia de los lugares. Una política igual haría participar a stakehol-der y
a los habitantes en los procesos de decisión para concienciarles de las dinámicas de
desarrollo aplicadas en el territorio. Al mismo tiempo, esta política tendría que ayudar a
las comunidades locales a auto-organizarse. Sólo a través de formas de auto-
organización se podrían definir objetivos de sostenibilidad compartidos a nivel local y
nuevas reglas de pertenencia. Sobre todo la auto-organizacion de las comunidades
locales tendría que mirar a construir visiones a largo plazo necesarias para poder superar
la disminución y la crisis de modo duradero y evitar la prevalencia de comportamientos
utilitaristas que devastan el territorio.
Una política de la pertenencia precisaría, en cualquier caso, un fuerte compromiso
en la sensibilización de las poblaciones locales hacia los temas ambientales,
promoviendo prácticas de educación ambiental que hicieran entender cuán frágiles son
los equilibrios entre sistemas paisajísticos y formas de desarrollo, y cuáles son los costes
sociales y ambientales que siguen a la ruptura de estos equilibrios. Este escenario es el
único capaz de oponerse a las modas actuales, que causarán inevitablemente el deterioro
social, económico y ambiental.

188
6. INTERPRETAR LA GEOGRAFÍA DE LA TRANSICIÓN

Hoy, el Valle del Ofanto y la Tierra de las Gravinas representan dos territorios
cuyos límites fuzzy no se pueden trazar sobre un plano euclídeo. Éstos forman parte de la
geografía mutante de una región, que está pasando por un proceso de cambios, en la que
son frecuentes señales de naturaleza y cultura original. Pero ¿dónde está la naturaleza?
¿Qué sitio le reservarán en el futuro?
Si quisiéramos interpretar la geografía de estas dos áreas rurales utilizando el
framework de la integración o del parque se podría concluir que la historia del valle del
Ofanto es una geografía que explica los límites del concepto de integración y la fallida
política de los parques, por cómo la han descrito en muchos libros. La geografía de la
Tierra de las Gravinas confirma, en cambio, el fracaso de las políticas de desarrollo
sostenible y de la integración cuando se encuentran con una cultura local incapaz de
aprender. En esta tierra, «gana» el parque como proyecto top-down y de construcción de
límites específicos entre naturaleza y desarrollo. Las dos geografías indican cómo el
camino hacia un desarrollo local sostenible, de contornos tan vagos como inciertos,
aunque introduce lenguajes y maneras de proceder nuevas, y principios de tolerancia
más reducidos respecto a los ya existentes, hacia una explotación indiscriminada de los
recursos ambientales, es un proceso que reduce las diferencias existentes, oculta los
problemas de justicia ya sean de tipo social, económico o ambiental, y reproduce con
una forma nueva los límites y los problemas entre naturaleza y sociedad. En ambas
áreas, la cultura de la integración ha hecho suyas las luchas para la protección de la
naturaleza, vaciando su contenido y debilitándolas. El concepto de parque está en un
contenedor vacío que ya no es capaz de activar algún tipo de cooperación o promover un
esfuerzo colectivo para gestir economía y ambiente en una prospectiva de largo período.
En ambas áreas, la cultura de la integración aún está lejos de su realización. El impacto
de la cultura de la sostenibilidad en estos territorios al final, solamente produciría una
modernización ecológica blanda.
De todos modos las geografías de la transición, si se interpretan de este modo, no
nos dirían nada de nuevo sobre las formas de coexistencia que se van componiendo a la
sombra del desarrollo sostenible. Para explorarlas tenemos que mirarlas como una
multiplicidad y como un proceso de producción de sentido.
En el Valle del Ofanto existe una fuerte tensión entre instancias dirigidas a
construir nuevos espacios gobernables mediante las políticas sostenibles e instancias
dirigidas a tutelar la naturaleza como un bien común.
La búsqueda de espacios gobernables en las comunidades del proyecto en el caso
de la Agencia no introduce innovaciones radicales que atañen a la manera de gestionar
los problemas entre economía y ambiente como los nuevos lenguajes de reconciliación
podrían inducir a pensar. Éstos se acercan a los viejos sin implicar alguna tentativa de
complicar los modos de coexistir con la naturaleza que ya están arraigados en el
territorio. Parece que el objetivo del nuevo lenguaje no sea el de comunicar, sino el de
inculcar mediante motes o eslóganes, «palabras de orden», el modo predominante,

189
ortodoxo de clasificar, organizar y explicar el mundo (Bogue, 2004, pág. 71). Aquí la
llamada a la naturaleza es solamente instrumental para la construcción de acuerdos. La
llamada a la naturaleza es una llamada al orden. Las innovaciones que introduce son las
de la privatización del juicio moral.
Desde el punto de vista de los procesos de producción de sentido que acompañan a
la actividad de la Agencia, centrado así en la propia performance y en un pequeño
conjunto de factores capaces de remover las complicaciones que surgen alrededor de su
actuación, cae en la «trampa de la simplicidad» (Weick, 1979).
A menudo, cuando las organizaciones tienen éxito, tienden a simplificar la propia
representación, el ambiente que las rodea y sobre todo las cadenas de causaefecto que
creen causar. Mientras sus capacidades para obtener el máximo rendimiento aumentan,
se reducen la capacidad de explorar y de aprender que hay en las mismas y también en
las que las rodean. Éstas se hacen cada vez más expertas, pero menos capaces de
aprender (Miller, 1993). En vez de explorar conceptos, ésta más bien opta por su uso
instrumental dirigido a integrar elementos contrarios y resolver tensiones mediante una
síntesis que busca lo comprimido, soluciones eficientes y satisfagan a todos los que
buscan un acuerdo como medio que interrumpe las tensiones. Ciertamente introduce una
mirada benigna hacia la naturaleza como fuente de economía.
En cambio, el espacio de la naturaleza está habitado por agentes «éticos» (Yu,
2005), o sea agentes que intentan experimentar, aun estando en la turbulencia de la
transición. Según ellos, no se trata sólo de buscar soluciones complacientes, sino
también de desarrollar los problemas observados y vividos. Los problemas se convierten
en cuestiones que fuerzan a una mentalidad reflexiva, que fuerzan el tener que pensar lo
que aún no se ha pensado y a problematizar de nuevo el campo de acción en el que se
actúa. Estos agentes están abiertos al aprendizaje como proceso que siempre implica
aprender y desaprender lo que se da por descontado (Argyris, 1991). Son agentes de la
improvisación que sustituye la estrategia en el sentido que ésta da a los actores las
informaciones necesarias respecto a aquellas que disponen para tomar decisiones que
vayan más de acuerdo con lo que está sucediendo, así como afirmó Weick: «to
unterstand improvisation as strategy is to understand the order within it and what we
usually miss is that a little order can go a long way» (1987, pág. 229).
Este modo de dar sentido a la realidad tiene implicaciones profundas con los
modos de concebir la coexistencia con la naturaleza. La integración, observada a través
de los ojos de las asociaciones ambientalistas del valle del Ofanto, no es una condición
necesaria y suficiente para poner en marcha un recorrido de desarrollo que tutele el
ambiente, ni la sostenibilidad es el verdadero desafío que se tiene que enfrentar en él. El
verdadero desafío en el valle es repensar las categorías de naturaleza y ambiente, así
como nosotros las hemos concebido hasta ahora, afrontando la turbulencia de las
transformaciones a través de un proceso de experimentación. La propuesta de repensar el
parque como parque de ideas parece dar énfasis a la voluntad de no renunciar a esta
mentalidad activa y reflexiva al mismo tiempo. Ciertamente el dominio de la política
tiene que quedar siempre como un ámbito de negociación y contestación en continua

190
tensión con el ambiente biofísico. La tensión es algo siempre presente, cuyos extremos
están relacionados de modo que hace posible el funcionamiento de una síntesis de esas
relaciones sin reemplazarlas o atenuarlas. La ética de la responsabilidad y del bien
común, de algún modo, es el tratar de vivir juntos.
Para afrontar este desafío se precisa una voluntad política que acepte arriesgar y
que asuma la responsabilidad de nutrir espacios de aprendizaje cotidiano donde una
política en los lugares sea el resultado de prácticas intencionales y emergentes.
El espacio-tiempo del contacto, con su mirada hacia el futuro, expone algunos de
los motivos por los cuales las diferentes trayectorias que pueblan el Valle no han
conseguido, hasta este momento, entrelazar y encontrar campos de posible colaboración.
El concepto de parque, una palabra que aparece en cada trayectoria, y que por este
motivo parece poder construir un punto de partida para tejer nuevas relaciones y
prácticas de cooperación dirigidas a la tutela del río, en realidad, sólo de modo ficticio
puede acercar posiciones distantes. En cada trayectoria el concepto de parque está
relacionado con otros conceptos y problemas específicos que pretende resolver, en los
cuales no existe ningún acuerdo. Además está relacionado con una prospectiva de esfera
pública diferente. Cuando se explora en el espacio-tiempo del contacto, el problema no
se limita sólo al existente entre naturaleza y sociedad, entre economía y ambiente. Éste
atañe a la geografía institucional, a las formas de democracia que deberían acompañar el
proceso de transición hacia la sostenibilidad.
Las asociaciones miran a la esfera pública habermasiana, la Agencia, en cambio, a
un espacio de interacción plural, el Gobierno regional a una democracia deliberativa en
la cual la participación de la sociedad civil en los procesos de decisión es sólo periférica
y la negociación con los actores políticos y económicos clave del territorio se queda
abierta. Este conflicto es el que representa diferentes perspectivas de los procesos de
producción de los lugares y las que deberían considerarse conocimientos válidos en
ellos, más que los diferentes valores que posee cada agente para impedir la creación de
cualquier tipo de alianza entre ellos. Este conflicto va más alla de la cuestión de las
«reglas» a seguir en la interacción como base de un diálogo abierto.
Es un modo de aprender a actuar y practicar en un terreno que no es común, que
puede obtenerse sólo si existe un deseo legítimo de desafiar los vínculos institucionales y
las normas sociales, y compartir solidaridad, ayuda recíproca y una ética del cuidado
entre agentes distintos. Estas prácticas evitan expertos y proyectos y pueden ayudar a
buscar colectivamente vías de fuga del silencio y del aislamiento. Esta forma de ética
basada en trabajar y aprender colectivamente utiliza el terreno no común que
encontramos todos los días en la vida cotidiana.
Si las formas de acción e interacción en las que se basa la actividad de la Agencia
y del Gobierno pueden encontrarse fácilmente en el terreno de la negociación entre
intereses, interrumpiendo cuestiones de aprendizaje de las relaciones entre naturaleza y
sociedad, el concebir la interacción propia del ambientalismo que busca recorrer
«terrenos no comunes» (Chatterton, 2006) mientras que la práctica de una ética de la
responsabilidad y del cuidado se quedan débiles. Pero es gracias a un ambientalismo

191
reflexivo que acepta la responsabilidad de su juicio moral (Barman, 2006) y por esto no
se rinde ni al parque, a toda costa, ni a la lógica administrativa, para hacer que el espacio
de posibilidades de repensar al futuro del río en este valle se quede abierto a la
experimentación y con ésta a todas las tensiones que derivan de las cuestiones de justicia
que acompañan siempre a la producción de nuevas formas de coexistencia.
En la geografía ambiental de la Tierra de las Gravinas del Arco Jónico en cambio,
las relaciones y las prácticas en la base de los procesos de producción de los lugares se
han quedado impermeables a la cultura de la sostenibilidad. La economía industrial y la
lógica de los polos de crecimiento gozan aún de un poder extremo en la prefiguración de
futuros posibles. Pero en esta tierra, la lógica de la reconciliación entre valores empieza a
considerarse una condición necesaria para introducir nuevas sensibilidades ambientales y
facilitar la creación de una nueva comunidad sostenible.
De todos modos, el perdurar de las fuertes relaciones de poder, aún demasiado
estables, hace imposible pensar en algún tipo de integración que pueda desarrollarse a
través de una confrontación abierta entre diferentes éticas y valores. Experimentar no
forma parte del horizonte de la acción a corto plazo. Se necesitan certidumbres, hechos
que demuestren que otro desarrollo es posible. La institución del parque se inscribe en
esta necesidad de acciones concretas y de «espacios de verdad». En esta búsqueda de
hechos, el ambientalismo local no se compromete a reflexionar de modo crítico sobre sus
propias acciones. Aquí se trata de una cuestión de instrumentos idóneos (Hajer, 1999).
Aquí también aprender es crucial, pero en este caso los espacios de aprendizaje se
tienen que promover y construir, más que valorizar.
Las debilidades de este uso excesivamente pragmático salen a la luz cuando la
mirada se proyecta al futuro. A la exigencia de la construcción de «espacios de verdad»
se opone la necesidad de construir una identidad y una comunidad de la Tierra de las
Gravinas a la cual corresponde una fuerte necesidad de participación. La construcción de
la identidad, entendida como un proceso de producción de sentido, es el punto de partida
para reescribir la historia de esta tierra y dar vida a una comunidad reconocible. Pero la
nueva identidad de la Tierra de las Gravinas, si algún día se realizara, no se podrá hacer
sin representar la identidad múltiple de los que la pueblan. La negociación entre valores
y éticas diferentes no puede interrumpirse, es más, es una condición indispensable para
la formación de una comunidad sostenible. Esto requiere espacios de participación
adecuados, donde los límites que separan, valores y creencias y normas arraigadas se
puedan atravesar, transformar y conducir desde una visión común.

7. CONCLUSIONES

En este trabajo he explicado los primeros resultados de una labor de investigación


que intenta recoger los procesos de aprendizaje de nuevas formas de coexistencia que se
desarrollan en el «medio» de la transición hacia nuevos paisajes sostenibles, es decir,

192
hacia los nuevos paisajes éticos donde vivimos.
Esta prospectiva de investigación muestra como el dar un informe de estas
transiciones basándose únicamente en criterios inciertos de innovación y continuidad,
centrándose sólo en los impactos de una o más políticas en un contexto local abstracto es
arriesgado porque hay peligro de no mostrar la riqueza y la complejidad de la mentalidad
y de la acción que caracterizan a estos paisajes, también cuando parece que éstos ya no
pueden ofrecer nada de nuevo, o simplemente nos aparecen como errores de una política.
La geografía de la transición, aunque en este ensayo sólo se haya esbozado, nos
reconduce a lugares, que son lugares donde vivir (Heiddeger, 1971).
Construir o deconstruir formas de coexistencia es una práctica compleja de
aprendizaje cotidiano y, como tal, diferente en cada lugar. Es una práctica intencional e
inconsciente al mismo tiempo, no lineal, contradictoria, llena de conflictos, traiciones,
alteraciones de los sentidos de pertenencia, de esperanzas variables, de cambios de
horizonte de futuro, que se desarrolla a través de encuentros y alejamientos recursivos
entre trayectorias que se desarrollan más allá de lo local.
Los itinerarios que componen esta geografía cuentan, a través de su paralelismo,
cómo la integración no se puede entender como un valor ya existente de los lugares ni
como un proceso lineal. Cada intento de aplicación, mediante la esfera de la razón y de
lo racional, no hará más que producir otros gaps. Cada intento de integración entre
valores arraigados siempre es un campo de batalla. En la geografía de la transición, el
camino hacia la sostenibilidad local, de contornos tan inciertos como ambiguos, es un
proceso lleno de problemas y de correspondientes, aunque diferenciados, y la
participación es fundamental para afrontar la incertidumbre radical que la acompaña.
Las políticas de desarrollo sostenible, tratando la integración como un proceso de
resolución de los conflictos ambientales, aplicable y reproducible donde sea a través de
procesos racionales y razonables, parecen crear y a la vez reforzar contornos ya
existentes, y reproducir en la práctica un concepto de naturaleza como área límite del
desarrollo económico. Los nuevos paisajes sostenibles no dan vida a espacios de
experimentación política donde reestablecer nuestro modo de vivir con la naturaleza.

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195
Dinámicas de identidad y uso del suelo en las descripciones
normativas: área natural y protegida de Gravina di Puglia
(Italia)*
ADELE CELINO**
Politecnico di Bari

ANGELA COLONNA***
Politecnico di Bari

GRAZIA CONCILIO
Universidad de la Basilicata

1. INTRODUCCIÓN

Las imágenes del territorio usadas para representar una actividad de planificación
se revelan, a menudo, ineficaces en la formulación de estrategias de acción adecuadas,
tal vez debido a las categorías descriptivas utilizadas. Una lectura «objetiva» y
taxonómica no siempre puede representar la complejidad del territorio investigado; de
éste se necesitaría, probablemente, una lectura más selectiva, dirigida e interpretativa.
Dar una respuesta a tal necesidad constituye el objetivo principal del estudio
presentado en esta contribución, dirigido a la construcción de una «descripción
normativa», es decir: de una descripción construida a partir de un cuadro cognitivo con
carácter prescriptivo. Durante el trabajo desarrollado para la institución del área natural
protegida de la Gravina en Apulia (un surco geológico en el sur de Italia), el análisis y el

196
proyecto han sido creados en mutua reciprocidad, produciendo precisamente una
«descripción normativa». El proyecto ha sido creado como instrumento de
procedimiento (desde la definición de normas, prescripciones e indicaciones, hasta la
definición de las maneras para establecer las reglas de comportamiento que «producen»
el territorio) y las comunidades instaladas han sido consideradas como conjuntos
mudables que de manera continua reescriben la forma de sus relaciones (Celino y cols.,
2001).
Utilizando tal perspectiva se ha intentado estructurar la observación del área de la
Gravina con el fin de producir una imagen de identidad que incluyese los aspectos
dinámicos de las relaciones que la han definido y que aún hoy la definen. En particular,
el uso de «descripciones normativas» ha producido una prescripción informada en la que
la información se basa en juicios diagnósticos y preventivos expresos en el ámbito de
una visión dinámica de los procesos de producción de las identidades.
Con el fin de reconstruir los aspectos dinámicos, las identidades han sido
explicitadas a través de los caracteres de invariancia y variancia que definen el surco
geológico de la Gravina, considerado como un elemento único en el sistema territorial en
el que se encuentra y con la condición de cremallera al confín con otros territorios
limítrofes.
Precisamente a través de los caracteres de invariancia y variancia han sido
delineadas dos posibles «descripciones normativas» a partir de dos diferentes puntos de
observación de la dinámica de la identidad: el primero se refiere a la estructura y a los
caracteres de las relaciones asentadas y a las relativas transformaciones orientadas a la
adaptación al contexto ambiental; el segundo, por el contrario, se refiere a la forma de las
relaciones ecológico/ambientales que se han adaptado a las transformaciones antrópicas
(Braudel, 1997).
La presente contribución, partiendo de la presentación del procedimiento de
producción utilizado para la construcción de las descripciones normativas, se detiene en
particular en la primera: «la integración de los recursos». Al delinear las principales
características se detiene en la función desarrollada por el recurso «agua» en el
procedimiento del territorio (Bevilacqua, 1989). El sistema del recurso «agua», de
hecho, ha sido considerado un elemento fundamental de la conexión ecológica y un
importante factor en la formación histórica del territorio.

2. CONSTRUIR LA DESCRIPCIÓN NORMATIVA DE LA GRAVINA

En el contexto italiano, las experiencias de planificación ambiental sostienen un


enfoque en el que se prefiere la referencia a investigaciones de tipo sensitivo y
fisiográfico —principalmente— «desde los cuales no se comprende del todo la
importancia del argumento de los recursos ambientales entendida como categorías de las
cuales buscar significados, valores y mutuas conexiones».

197
Por otra parte, las experiencias de inspiración ecosistémica localizan «ámbitos
caracterizados por específicos sistemas de relaciones entre componentes pai-sajísticos
heterogéneos que les confieren una identidad reconocible» y frecuentemente prestan
escasa atención a los factores de transformación del territorio por efecto del hombre, y
otorgan a éstos la función de transformación de carácter derrochador de los recursos
territoriales (Sigismondi y Tedesco, 1990).
Ambos puntos de vista no son suficientes para representar una imagen del
territorio de Gravina en Apulia que se compone de complejas relaciones entre el sistema
asentado y el sistema natural. El ambiente físico y biológico de la Gravina, de hecho, ha
sido producido por las transformaciones de los agentes naturales y de las actividades del
hombre que allí vive desde hace milenios (Bevilacqua, 1996). Aquí, la naturaleza y la
historia se compenetran creando ambientes y paisajes a través de procedimientos de
ruptura y reequilibrio que concurren para determinar la complejidad del área: «Como el
agua ha esculpido la piedra calcárea, así el hombre ha contribuido en el tiempo a
modificar este particular ambiente. Porque cada actividad económica desarrollada en el
territorio ha llevado continuas modificaciones del originario paisaje natural» (Castoro,
Creanza y Perrone, 1997, pág. 25).
La salvaguarda de la Gravina lleva, de todos modos, a la observación de la misma
como elemento frágil, en lo que se refiere a su equilibrio interno, y como posible
elemento fuerte, si se mira como instrumento reconocible de la identidad territorial.
Con el fin de restituir una imagen de las relaciones y de los mecanismos de
funcionamiento que caracterizan la relación entre el surco geológico y el territorio en el
que está ubicado, es necesario identificar el sistema ambiental de Gravina, en un sistema
espacial más amplio que el propio surco geológico. En la exploración de su identidad se
ha intentado comprender la función que el sistema desarrolla en el contexto territorial en
el que está, y la manera en la que se relaciona con éste (Caldwell y otros, 1994; Sedell y
otros, 1994).
Por eso han sido consideradas, como caracteres estructurales del sistema, las
conexiones biótica, abiótica y antrópica (Spellerberg y Sawyer, 1999). Éstas han
permitido comprender y describir la función de cremallera que el sistema ambiental en
cuestión cumple en el territorio al que pertenece.
La separación de los elementos de invariancia y variancia de las formas y de las
funciones ha sido estudiada (fig. 1) en relación a la cantidad (con el valor de
extendido/escaso), a la calidad (con los valores de uniforme/diferente) y a la dimensión
temporal (con valores persistente/variable).
FIGURA 1.—Criterios de selección y orientación

La resultante que determina los elementos de invariancia/variancia ha hecho


posible la estructuración de las dos descripciones normativas que, con el fin de constituir

198
una fuerte orientación para la acción, se refieren a emergencias, nivel crítico y potencial
del sistema Gravina.
Las emergencias acogen dos significados en apariencia contradictorios: i) el
significado de excepcionalidad y ii) el significado de riesgo, y, por lo tanto, de
fragilidad. Las características de excepcionalidad y de fragilidad son frecuentemente
complementarias y se convierten en los temas conductores en el procedimiento de
identificación de los recursos del territorio por parte de las comunidades asentadas y de
las elecciones de su valoración.
Nivel crítico y fragilidad indican los lugares (no sólo físicos) en los cuales el
sistema territorio presenta saltos, cortes o laceraciones; son los lugares de la
incomodidad de los sistemas abiótico, biótico y antrópico, donde las conexiones del
sistema territorio se han convertido en transitorias, donde el proyecto tiene que crear
cremalleras, nuevos nudos o soldaduras, tiene que reconstruir o construir el sistema
territorio. En la Figura 2 se muestra la estructura del recorrido de búsqueda de la
descripción normativa.

FIGURA 2.—Estructura del procedimiento de construcción de la descripción normativa

El estudio del cuadro descriptivo normativo ha sugerido dos visiones: la


«integración de los recursos» y la «red de fragmentos».
La primera descripción normativa, la integración de los recursos, tiende a coger
particularmente aquellos aspectos del territorio que lo capacitan para integrar recursos
diferentes: geomorfológicos, agrícolas, naturales, antrópicos, económicos, aquellos
típicos de la Gravina, aquellos del territorio interior y de la costa; alrededor del sistema
Gravina. Como si fuese una verdadera cremallera, diferentes economías se funden y se
suceden en una condición de continua investigación de equilibrio con el sistema
ambiental. Las potencias localizables en este territorio, relativas al tema de la
«ecodiferencia» están asociadas a la capacidad de recuperar la competencia tradicional, a

199
involucrar los recursos en una perspectiva de autoproducción del territorio útil, a
proyectar las intervenciones y a valorar los recursos que testifican las formas históricas
de producción.
La segunda descripción normativa, la red de fragmentos, se refiere
fundamentalmente a la exigencia de restablecer fragmentos de recursos que, esparcidos
en los márgenes (y no sólo en los márgenes más cercanos) de la incisión geológica, a
veces constituyen verdaderos supervivientes del complejo sistema ambiental en el cual el
sistema Gravina se introduce; a veces representan elementos de importancia histórica y/
o simbólica.
De las dos descripciones normativas, la segunda se orienta principalmente a
reconocer, a través de los fragmentos, un sistema naturalista ambiental que busca
mecanismos de reequilibrio respecto a la intervención antrópica desde elementos con
valor de testigo y da a la producción del territorio un nivel potencial de reintegración
funcional. La primera, por un lado, tiende a captar la capacidad con la que el sistema
antrópico interacciona con el sistema natu-ralista/ambiental; la segunda apunta a hacer
explícita la necesidad de potenciar la capacidad del sistema natural de absorber las
modificaciones impuestas por el proceso asentado.

3. DESDE EL RECURSO «AGUA» A LA «INTEGRACIÓN DE LOS RECURSOS»

El sistema del recurso «agua» es un elemento fundamental de la capacidad de


conexión ecológica y un importante factor en la formación histórica del territorio. Puesto
que ella es el elemento que conecta los sistemas de flora y fauna a las estructuras de los
asentamientos históricos, a las prácticas de uso del terreno, a las infraestructuras de la
movilidad y a las relaciones territoriales ha sido utilizada en la descripción normativa
«integración de los recursos» como matriz a través de la cual hallar las normas.

3.1. EL RECURSO AGUA EN EL SISTEMA DE LA GRAVINA

En los procesos de los asentamientos antrópicos de los orígenes y en las fases de


transformación de los territorios en las diversas épocas premodernas, para los territorios
de las cuevas del Mediterráneo el agua constituyen el recurso primario y su uso establece
los modos de la «conquista ambiental». El sistema natural del agua es tan importante en
el proceso de producción del territorio que puede ser considerado la matriz sobre la cual
se forma el asentamiento antrópico.
El sistema natural del agua, que con el tiempo se modifica y se regula tanto por los
agentes naturales como por las acciones antrópicas indirectas, está integrado y puesto en
evidencia por las infraestructuras para la captación, recogida, depósito y distribución,
que junto con las prácticas de regularización del caudal de agua y de saneamiento de los

200
terrenos, constituyen las principales acciones para el cuidado del territorio, tanto con
finalidades productivas como para la estancia. Se obtiene una marcada especificidad
local en función no sólo de las características naturales de los recursos presentes sino
también de las capacidades, de las competencias y de las culturas que las comunidades
asentadas han producido en el tiempo referente a la puesta en evidencia de aquel recurso
y de la forma del paisaje antrópico del que proviene (Laureano, 2001).
El tema del agua y de los sistemas relativos concierne, además, a problemáticas
decisivas para el cuidado del territorio, teniendo que echar las cuentas con una práctica
reciente, pero extensa y pesada, de pérdidas y de rapidísima divergencia entre los
tiempos del consumo y aquellos de la reproducción de los mismos recursos.
Una vez más, la posibilidad de acceso al agua, superando también grandes
distancias, modifica el concepto de gestión del recurso por parte de las comunidades.
Éstas no se identifican de manera exclusiva con aquéllas asentadas en sus proximidades,
cambiando así las relaciones entre comunidad asentada y lugar.
El sistema relativo al recurso agua, definido físicamente por la cueva hidrográfica,
constituye un espacio geográfico atravesado por muchas líneas de confines
administrativos: de pertenencia, de ámbito, de propiedad, de gestión, de manutención y
de uso del recurso mismo sobre el cual se manifiestan intereses múltiples y para los que
se hace necesario concretar acciones que satisfagan a los diferentes agentes y usuarios.
El hecho de que con frecuencia se evidencien conflictos entre las diferentes
comunidades, los agentes económicos públicos y privados acerca de la gestión, el uso, el
soporte de los costes y la conservación/tutela del recurso, hace de este ámbito un campo
problemático sobre el cual medir el grado de cooperación sistémica del territorio a escala
local.
Las modificaciones más recientes, aquéllas todavía en curso, pueden ser definidas
por otra categoría foucaultiana: aquella del espacio del desplazamiento, o sea de un
espacio relacional donde los individuos y los objetos se encuentran y se intercambian en
un flujo horizontal y en una interferencia recíproca que conecta las escalas local y global.
¿Qué quiere decir para nosotros realizar hoy, con conciencia, un espacio de
desplazamiento? ¿Qué quiere poder decir en relación al problema del uso de los
recursos, y del recuso agua en particular?

3.2. LOS MAPAS DE LOS TOPÓNIMOS

En algunos mapas representativos del funcionamiento del territorio de la Gravina


el área ha sido descrita como un «espacio relacional» en el cual el recurso agua juega
una función fundamental. Tales mapas evidencian los caracteres de mayor invariancia en
el largo período premoderno y, antes que a una visión estática actual, se refieren a una
visión dinámica del territorio en condiciones de demostrar cómo funciona y cómo se
transforma de forma dinámica.

201
Para crear tales mapas han sido utilizados los topónimos; cada topónimo
representa determinadas características de lugares, más bien la relación entre varias
características (por ejemplo, la humedad del terreno, los cultivos, las dimensiones de las
empresas, etc.) que en aquel lugar se entrelazan. De esta manera, ha sido posible
representar el área de la Gravina como un espacio atravesado por flujos de gran enlace
(por ejemplo, aquéllos generados por la economía silvestre-pastoril y cerealista, por la
red de cañadas1, por las civilizaciones rupestres2, etc.). Las especificaciones de cada
lugar son, por lo tanto, definidas por las formas en las que se encuentran e interaccionan
entre sí algunos de estos flujos.
Utilizando tal representación, la identidad del territorio ha aparecido como el
resultado de las relaciones (los flujos mencionados anteriormente) entre diferentes
objetos (ríos, aire, ciudades…), que expresan, a su vez, relaciones entre entidades más
elementales (agua, aire, vegetación…). Las cualidades del territorio no son la simple
suma de las cualidades de los objetos contenidos en el territorio (cualidades específicas y
de posición: el centro histórico, el bosque, el barranco, etc.), sino que son, más bien, las
combinaciones entre los recursos del lugar y las prácticas de «conquista ambiental» y de
valorización de los recursos en un proceso de larga estratificación histórica que llega
hasta hoy.
Cada topónimo vuelve de manera sintética a una sola característica de un lugar,
seleccionada como principal (por ejemplo, la característica vinculada a la presencia del
agua y a su forma de empleo, a la morfología del embalse o a las recaídas de la presencia
del recurso en el contexto geográfico o antrópico). Cada topónimo, sin embargo, aunque
expresión de una sola cualidad del lugar, elegida como preponderante o como ejemplo
del conjunto, es, sin embargo, expresión de cualidades relacionadas. Un topónimo
sugiere las relaciones entre más características del lugar: entre flujos que en aquel lugar
definen cualidades específicas y puntuales. El topónimo, a su vez, favorece relaciones en
las cuales prevalece la referencia a fenómenos naturales (hídricos, geólogicos,
morfológicos, fáunicos, florales) o a los procesos antrópicos (uso de los recursos,
propiedad, genius loci, infraestructuras, dedicación).

3.3. LA DESCRIPCIÓN NORMATIVA «INTEGRACIÓN DE LOS RECURSOS»

La descripción normativa «integración de los recursos» se soporta sobre caracteres


persistentes en la identidad del sistema barranco en tiempos largos precedentes al corte
moderno. En consecuencia, el trabajo está enfocado sobre el estudio del sistema en
calidad de:

• línea de corte, al límite entre paisajes diferentes;


• lugar de conexión, de encuentro y de integración de recursos diferentes
(agrícolas/ganaderos, urbanas/rurales, antrópicas/naturalistas);

202
• lugar de enlaces físicos: en el sistema de vías naturales desde el Adriático hasta el
Tirreno (en el interior del sistema de los barrancos y de las lamas desde el Ofanto
hasta el golfo de Taranto), en el sistema de corredores ecológicos entre las zonas
del interior y las salidas al mar, en el sistema de carreteras y cañadas de la
trashumancia3.

El torrente Gravina (cuya cueva es parte de la cueva hidrográfica del río Bradano)
se convierte en elemento primario del sistema del agua y del sistema territorial de
Gravina más en general. Este curso de agua puede ser interpretado como el nudo que
pone en relación diferentes situaciones territoriales: i) el sistema territorial de la Morgia
(un sistema de colinas al norte de la Gravina) y el del río Bradano, ii) el sistema de los
barrancos Pulleses y Luqueses que desembocan en el Jonio y el sistema de las Áreas
Protegidas de la Provincia de Bares, iii) el sistema de «cañadas» y de la economía de la
trashumancia, iv) sistema agro-ganadero integrado por el «estrecho» y el sistema urbano
(fig. 3).
El conjunto de topónimos y su distribución geográfica produce una imagen del
área de la Gravina en parte diferente a lo que hoy se puede ver; pero que explica las
actuales características del territorio. Se trata de una imagen que muestra las relaciones y
las redes entre la gran variedad de unidades ambientales que forman el territorio.
La estructura general, aunque modificada, todavía se puede leer tanto en la
ordenación actual del paisaje como en el conjunto de las huellas que testimonian aquella
parte del pasado que ya es remoto. En la frontera entre Murgia y Fosa Bradanica, el
territorio de la Gravina se estructura como cremallera entre los dos paisajes; a escala
reducida, también la Gravina que la atraviesa tiene la misma función de cremallera
puesto que contiene características que son una síntesis de ambos paisajes. Esta
peculiaridad se revela en un útil instrumento para valorar las transformaciones
provocadas por el hombre en el área. Los asentamientos preurbanos y urbanos de hecho
se concentran a lo largo del surco de la Gravina en una relación estrecha con el
asentamiento difuso en el territorio; el carácter de cremallera entre paisajes convierte, en
los hechos antrópicos, la función del enlace territorial a escala regional. El enlace
ecoambiental de la Gravina se transforma también en vía de enlaces entre pueblos y
culturas, entre las zonas del interior y las costeras (jónico, adriático, tirrénico).
La continuidad (en cuanto a permanencia) del asentamiento antrópico, desde
edades muy remotas hasta la actualidad, es la señal de que, desde siempre, sus distintos
pobladores lo han considerado un lugar propicio para el desarrollo de sus actividades,
precisamente en virtud de la gran variedad de los paisajes naturales. La actual
ordenación, por lo tanto, es el resultado de una estratificación producida durante tiempos
muy largos.

FIGURA 3.—El sistema del territorio de la Gravina

203
FIGURA 4.—Mapa del uso histórico del territorio

204
Zonas fértiles, húmedas pero sin estancamiento de agua; con larga tradición de
empresas agrícolas.
Terreno tufoso. Zona húmeda carente de asentamientos históricos.
Parconi. Tendencia al estancamiento de agua superficial: los terrenos han sido
saneados
para el uso agrícola.
Zonas húmedas sin estancamiento de agua superficial, por lo que los terrenos
han sido
saneados para el uso agrícola.

Zona filtro del agua encontrada por cursos que almacenan aguas pluviales.
Terrenos

205
permeables y aguas poco profundas, que se pueden hallar a través de pozos.
Terrenos
fértiles y antiguas presencias de asentamientos antrópicos.
Zona de depósito de los detritus, traídos por los cursos de agua pluvial en la
confluencia del torrente Petecchia y del torrente Gravina. Terrenos con mucha
arcilla
que ha producido la actividad reductiva. Terrenos poco adecuados para el uso
agrícola
y ausencia de asentamientos históricos antiguos, al contrario que la colindante
zona de
Pietramagna.
Zona forestal en la extensión actual. Antiguamente reserva de caza y utilizada
para la
recogida de leña.
Zona deforestada y posteriormente puesta en cultivo. Terreno muy fértil y
presencia de
ricas empresas agrícolas.
Zona de terreno que ha sido, en el pasado, saneada y puesta en cultivo. Presencia
de
pequeñas empresas añadidas a la bonificación hecha a través del cultivo y la
crianza.
Zona con prevalente economía de crianza de suidos, que aprovechan la cercanía
del
bosque. Presencia de iazzi.
En las formas precedentes a las transformaciones modernas, este territorio se
define: i) por la abundancia de agua superficial, con lagos y pantanos hoy desaparecidos
pero que están en la memoria del área gracias a los topónimos mari-cello (mar pequeño),
pantano (pantano), pescara (pesquera), terra dei laghi (tierra de los lagos); ii) por la
presencia de amplias extensiones de bosques, defensas4 y manchas5, reducidas de forma
progresiva hasta ser hoy sólo partes residuales o huellas muy reducidas; iii) por el
predominio de una explotación agrícola de tipo extensivo, a cultivo de cereales,
estructurada sobre una división territorial que favorece las grandes parcelas («masías6» y
latifundios).
Documentos históricos describen el área como una superficie recubierta, en gran
parte, por bosques y manchas mediterráneas y definida, en virtud de la presencia de
lamas y de terrenos arcillosos impermeables, por un discreto desarrollo de las aguas
superficiales como el lago de la pescara (pesquera) que representaba un hábitat ideal
para cigüeñas, cisnes y patos reales y para otras especies vinculadas a los ambientes
húmedos. La tierra asignada a la predominante crianza ovina se revela poco adecuada
para ello, y de forma progresiva es reajustada con el inicio del cultivo de trigo y la

206
plantación de vid.
En conclusión, el territorio de la Gravina puede ser considerado el lugar de la
«integración de los recursos».

4. CONCLUSIONES

El uso y la valoración del recurso agua han producido (y producen todavía) una
«conquista ambiental» que tiene como característica general (y propia de la cueva del
Mediterráneo) una gran variedad: de culturas del asentamiento, de uso de los recursos,
de la producción del paisaje, de la producción de las economías, de la construcción de
patrimonios de conocimientos y de técnicas para la infraestructura del territorio. En
particular, la gran variedad de infraestructuras históricas asignadas al recurso agua
testimonian la riqueza y la puntual especificación de cada una de ellas en relación a las
situaciones locales individuales; éstas han sido pensadas y planeadas en la óptica del
ahorro energético y de la minimización del derroche.
El estudio histórico del territorio pone en evidencia, por lo tanto, numerosos
problemas actuales; para hacer frente a extensas prácticas de derroche y de aceleración
de los consumos, una lectura del territorio, como resultado estratificado de los usos y de
la valoración de los recursos (y del recurso agua en particular), permite racionalizar el
uso de los mismos recursos.
Las competencias descritas en la descripción normativa «integración de los
recursos» son estrategias que el territorio puede recuperar para: i) afrontar los procesos
globales de desertización actuales; ii) alcanzar un patrimonio articulado de prácticas y
conocimientos producidos de manera local y, por lo tanto, portadores de diferencias; iii)
afrontar de manera clara un problema complejo y global como el uso del recurso agua y
la distribución de la misma a escala global.
Con ese objetivo, podría resultar útil la recuperación y funcional nueva puesta en
funcionamiento de las infraestructuras históricas existentes en el territorio (acueductos
rurales, pozos y cisternas rurales y urbanas, manantiales, pozos que sacan agua de
faldas…).
Más en general, mirando a muchos territorios del área del Mediterráneo podemos
observar y reconsiderar las formas tradicionales de competir, de entrar en conflicto, de
colaborar, de equilibrarse, de integrarse o de coexistir de la sociedad campesina
moderna. Estas tradiciones pueden ser el punto de partida para elaborar una forma
específica de integrar los recursos y reflexionar sobre las estrategias compatibles de
producción del territorio, capaces de activar procesos virtuosos de reequilibrio,
regeneración de los recursos empleados y su integración.

BIBLIOGRAFÍA

207
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SPELLERBERG, I. y SAWYER, J. W. D., An introduction to applied Biogeography,
Cambrid-ge, Cambridge University Press, 1999.

208
Mundo paradójico: diez motivos de la inutilidad de la
educación geográfica
ANDREA BISSANTI
Universidad de Bari

Puede ser que alguno entre nosotros haya pensado, por un instante, en una posible
utilidad de la asignatura de Geografía en la escuela. Pero creo que todos, o casi todos,
hemos pensado mucho en la inutilidad de esta disciplina. Y creo que ya estamos
convencidos de esta inutilidad (y si hubiese alguien que no lo estuviera siempre hay un
ministro preparado para ayudarlo).
Yo también he pensado en ello y quiero indicar aquí, una decena de motivos (no
son todos), que hacen oportuna, hasta necesaria, la eliminación de la Geografía en la
escuela.

1. PORQUE NUESTRO MUNDO SE HACE CADA VEZ MÁS GRANDE Y SUS


PARTES, SUS PAÍSES, ESTÁN CADA VEZ MÁS LEJANOS, SEPARADOS,
AISLADOS…

Es un proceso ya muy conocido e imposible de parar, debido al aumento, siempre


más acelerado, de las distancias económicas, temporales, funcionales… Como
consecuencia de esto, los distintos países del mundo se «alejan» cada vez más. Las
relaciones de cualquier tipo (culturales, económicas, etc.) y las migraciones entre ellos,
son cada vez menos y más débiles. Los países tienden cada vez más a cerrarse en sí

209
mismos. Un proceso análogo se observa en todos los antiguos nudos y articulaciones
funcionales del espacio terrestre, sean de la dimensión que sean: casas esparcidas,
pueblos, ciudades pequeñas, metrópolis, megalópolis, etc.
Hoy la escuela no tiene que formar a ciudadanos del mundo, sino que debe formar
a ciudadanos sólo de su barrio, de su pueblo o mejor aún, del trocito de calle donde
viven. Ciudadanos que miren sólo al espacio pequeño que los circunda. Se convierte
entonces, en inútil una disciplina, como la Geografía, que está caracterizada, en cambio,
por un método sistemático, que tiende, desde su óptica, a ver sobre todo los vínculos
espaciales entre elementos, antrópicos y físicos, en las escalas más variadas: desde el
municipio al Estado y al mundo entero, desde el pequeño valle al continente.
Se convierte en inútil una disciplina que no educa sobre las particularidades
locales, sino para la internacionalización, que —como Kant dijo— forma ciudadanos del
mundo.

2. PORQUE NUESTRO MUNDO SE HACE CADA VEZ MENOS VARIADO Y MÁS


UNIFORME

Ya es sólo un recuerdo aquella profunda variedad física-geográfica que


caracterizaba la superficie, el caparazón de nuestro planeta. Una variedad que creaba
curiosidad, que inducía a preguntarse: ¿por qué aquí hay montañas y allí una llanura? ¿Y
por qué las montañas son diferentes? Aquí son altas y con formas puntiagudas y allí son
bajas y de formas suaves. ¿Por qué la temperatura disminuye al subir las montañas? (si
en realidad nos «acercamos» al sol), ¿por qué aquí hay un territorio constelado de lagos,
un tranquilo paisaje de lagunas, y allí un desierto rocoso o un manantial solitario y un
paisaje ausente de agua? ¿Por qué aquí hay vegetación abundante y allí pobre? ¿Por qué
aquí hay forestación pluvial y allí sabana?
Aún era mayor entonces la diversidad antrópica, siendo más atractiva,
sorprendente y curiosa. Inducía a continuación a cuestionarse para después poder
formular una variedad de hipótesis. ¿Por qué no estaban por todas partes los
asentamientos humanos? Y, donde había un asentamiento, ¿por qué una densidad de
población, unas actividades económicas y una organización del territorio diferentes?
¿Por qué aquí desarrollo y allí subdesarrollo?
Ahora toda aquella diversidad antrópica y física ha desaparecido y nuestro mundo
está nivelado. Ya no es necesaria una geografía de los «porqués», que describa las
variedades, explique sus causas, muestre las consecuencias e induzca también a
preguntarse qué es lo que se ha hecho y qué se puede hacer para eliminar o al menos
reducir las diferencias, para cultivar plantas también allí donde llueve poco, para ayudar
a las actividades económicas a establecerse en áreas con pocos recursos, y combatir el
círculo vicioso del subdesarrollo.
Evidentemente, con su desaparición, se perdería un gran valor educativo, que

210
estaba relacionado con la diversidad antrópica y física de nuestro mundo. Con la
Geografía, de hecho, nos dábamos cuenta de que el espacio terrestre era variado
físicamente, maravillosamente diferente. Y nos dábamos cuenta de que aún era más
diferente desde un punto de vista antrópico. Empezaba así, la comprensión, la
aceptación, el respeto de las diversidades, la comprensión internacional, la solidaridad
mundial: una finalidad educativa que se hacía cada vez más importante, también porque
en el pasado —como todos recordamos— nuestro mundo parecía convertirse en algo
cada vez más pequeño y interdependiente.
Aquella diversidad, además, tenía la función de que nosotros tuviéramos una
relación singular con lo especial de nuestro territorio que se diferenciaba de cualquier
otro. Una relación de territorialidad personal, entendida como la relación que un
individuo tenía con su propio espacio geográfico.
Relaciones no sólo sentimentales, sino también existenciales, que ligaban a cada
uno de nosotros al espacio en el cual y con el cual habíamos vivido y crecido, caminando
junto a la historia y dejándonos impulsos recíprocos de crecimiento. Una territorialidad
personal que nos hacía sentir cómodos, por ejemplo, cuando volvíamos a ese lugar
porque allí encontrábamos nuestra historia, aquello que habíamos sido y , también por
eso, continuábamos siendo. La Geografía nos hacía entender todo esto. Pero también nos
hacía entender que uno no podía quedarse encerrado en una territorialidad personal, en
un provincianismo geográfico; nos hacía entender que a la territorialidad personal había
que añadir, solidamente, una territorialidad social, un internacionalismo geográfico. Que
teníamos que pasar del egocentrismo, al sociocentrismo; que de la compresión y el amor
hacia nuestro lugar, teníamos que pasar también a la comprensión y al amor a los lugares
de todos los seres humanos, al mundo, a la humanidad.

3. PORQUE SE HA COMPROBADO QUE YA NO HAY PROBLEMAS QUE


PRESENTEN ASPECTOS ESPACIALES

La Geografía se interesa mucho —todos lo sabemos y antes lo recordábamos—


por la variada distribución de los elementos territoriales y de sus atributos. Ésta,
entonces, desarrollaba en los alumnos la tendencia a considerar también los aspectos
espaciales de los fenómenos sociales, económicos y físicos. Por ejemplo, temas y
problemas como el desarrollo y el subdesarrollo, la planificación urbana, la localización
industrial y los movimientos migratorios, además de la utilización del suelo, el tráfico en
las ciudades y entre las ciudades, la difusión de las innovaciones, el proceso de
terciarización, la desocupación, todos ellos presentaban aspectos espaciales que no se
podían descuidar y que precisamente con la Geografía se ponían en evidencia de modo
oportuno. Todos estos problemas motivaban a los jóvenes porque eran importantes para
sus vidas. La Geografía, introduciendo a los futuros ciudadanos del mundo en estos
problemas de extrema actualidad, jugaba un papel importante de orientación; y aún más,

211
les orientaba acostumbrándoles a la complejidad de los procesos de selección.
Tal finalidad educativa ha dejado de serlo cuando se ha descubierto que en
realidad ninguno de estos y otros problemas importantes presenta un componente
espacial. No es verdad que los seres humanos se mueven. Se ha demostrado que quien
hablaba de movilidad espacial de la población, o mejor, de creciente movilidad espacial
de la población se equivocaba. Cada uno se queda en su pequeño gueto territorial,
¡cuidado, no se muevan! Y no es verdad que la economía se diferencia espacialmente.
Todo es igual, donde sea. No es verdad, a pesar de lo que dicen, que las industrias se
localicen y tengan un comportamiento espacial; es verdad, en cambio, que se distribuyen
como la lluvia por toda la superficie terrestre. ¿Para qué sirve entonces, una geografía de
la industria o una geografía de la economía en general? Y no es verdad, a pesar de lo que
dicen, que existan zonas con plena ocupación o casi, y otras con desocupación más o
menos fuerte. El mundo —como decíamos antes— es ahora casi igual en su totalidad; ya
no hay problemas de diferenciación espacial, de fenómenos físicos, humanos y
económicos.

4. PORQUE SE HA VISTO QUE LA CATEGORÍA ESPACIO NO ES IMPORTANTE


Y QUE DENTRO DE NOSOTROS NO SE FORMAN IMÁGENES NI MAPAS
MENTALES

Hasta hace pocos años, hombres y mujeres vivían en el espacio y en el tiempo.


Necesitaban, por eso, construirse cuadros y escalas de referencia también espaciales. Sin
coordenadas espaciales, los seres humanos se perdían, sin puntos de referencia, estaban
perdidos. Nosotros estábamos colocados en el espacio y teníamos que aprender a vernos
colocados en él, y esto por varios motivos:
Para empezar teníamos que tener un mapa mental del mundo, no sólo de nuestra
casa, de nuestro barrio, de nuestra ciudad, de nuestra región, de nuestro país, sino
también del Mundo, de nuestro Mundo. Se suponía que si no hubiéramos tenido en la
mente un mapa de ese tipo, hubiéramos sido incapaces de movernos, no sólo
físicamente, sino de una manera suficientemente racional. Hechos y objetos, para estar
ordenados, necesitaban como nosotros coordenadas espaciales y temporales.
Pensábamos, por ejemplo, en las aventuras y la vida de Aníbal, de Caio Julio César o de
Napoleón; en el desembarco de Normandía, en la guerra de Vietnam, en Palestina, en la
invasión de Afganistán, en el crecimiento económico de California o del Japón, en la
tensión política de Nicaragua, en la central termonuclear de Chernobyl y en los efectos
de su explosión, asimismo en hechos o eventos más pequeños y locales. Y bien,
estábamos convencidos de que los hechos y eventos tenían un «dónde» que sin un mapa
mental se habrían quedado en una especie de limbo espacial, no habrían nunca sido
espacializados. Y creíamos, entonces, que en la zona espacial no se podía construir un
proceso educativo, no se podía construir nada. Pensábamos, que era necesaria una

212
educación espacial, una educación geográfica. Y que esta educación significase no sólo
saber moverse en el espacio, sino también saber representar y sabe manipular
mentalmente el territorio, que así se convertía en espacio geográfico.
Todo esto requería capacidad de comprender y comunicar informaciones
espaciales mediante el instrumento fundamental de observación indirecta del territorio,
que es el mapa geográfico (hay que recordar que sólo con la Geografía se aprende en la
escuela a leer y usar los mapas). Todo esto estaba comprendido en el lenguaje gráfico,
característico de la Geografía, aunque no sólo de ella. Y así llegamos a otro «porqué».

5. PORQUE QUEDA UN SOLO LENGUAJE, O MEJOR VARIOS, PERO YA NO EL


DE LAS INFORMACIONES ESPACIALES, EL DE LA GRAFÍA, EL DE LA
GEOGRAFÍA

En el pasado se creía que había un lenguaje de la grafía y que éste tenía extrema
importancia en la Geografía y para la Geografía. Y que sobre todo era importante aquella
parte de la representación gráfica, puramente geográfica, que había sido denominada
geo-grafía.
Grafía se definía como la parte desarrollada y afinada, es decir, educada, de los
aspectos visivo-espaciales de la inteligencia y de la comunicación humana o, si se
quiere, como sistema formal de representación humana de informaciones espaciales que
no se podían transmitir, de otro modo igual de eficaz e inmediato, con lenguajes verbales
o numéricos. La Geografía, entonces, colaboraba, por ejemplo, con el italiano y las
matemáticas al desarrollar en los estudiantes la «lateralidad» y la «numeración», pero
sobre todo les tenía que hacer ganar y solidificar habilidades conectadas a la grafía.
Los campos de la grafía, de la Geografía, de la competencia espacial, del saber
observar con óptica espacial, presentaban un claro interés formativo. Sostenían que los
alumnos tenían que aprender en la escuela el lenguaje gráfico; que tuvieran que aprender
la habilidad de moverse dentro de un espacio mental, sabiendo asumir posiciones
diferentes y, por lo tanto, sabiendo observar desde posiciones diferentes —todo
mentalmente— la superficie del suelo, los elementos presentes en él y, por lo tanto, a sí
mismos; que tuvieran que ganar la capacidad de representar mentalmente el espacio, de
observarlo mentalmente, de andar por él mentalmente y de relacionar posiciones y
trayectorias mentales con posiciones y caminos de la realidad.
Se sostenía que gráfico no significaba sólo lateralización, orientación, sino
también, por ejemplo, lógica espacial, saber «ver», a través de un medium/medio
cartográfico, un territorio y sus caminos, y saber decidir cómo moverse racionalmente y
económicamente en ese territorio; significaba saber disponer las plantas en un jardín o
los muebles en una habitación o saber ver antes, con los ojos de la mente espacialmente
educada, el resultado final; saber ver, por medio del plano, lo que será una casa, y saber
valorar críticamente dimensiones y organizaciones espaciales; saber leer la organización

213
de un territorio, saber captar los puntos débiles y, para hacer esto, tener en mente un
modelo de futura disposición totalmente diferente, para compararlo con el actual; saber
ver la economía del mundo (y de sus partes), aunque como espacio-economía, es decir,
saber ver cómo «funciona» y si articula espacialmente un sistema económico.
Por lo que atañe a la cartografía, sostenían que los mapas (de carreteras, temáticos,
etc.) fueran instrumentos básicos para un conocimiento esencial del territorio. Y que
fueran instrumentos esenciales también para la representación de lo que queríamos que
se convirtiera en un futuro en nuestro territorio (nuestro hogar), de lo que no era, que no
existía, pero que se quería que se convirtiera en real. Instrumentos, que se podrían haber
señalado entonces, como «cartografía del futuro».
Pero qué queréis que os diga: los descubrimientos nos persiguen. Y han
descubierto que todos los que habían dado tanta importancia al lenguaje de la grafía, y,
en particular, al de la Geografía, se equivocaban. Este lenguaje no existe. La Geografía
ya no tiene su propio lenguaje.

6. PORQUE YA NO ES NECESARIO APRENDER EL SENTIDO DEL ESPACIO


GEOGRÁFICO NI ENTRENAR LA IMAGINACIÓN GEOGRÁFICA

El tema se relaciona con el de los mapas mentales y el lenguaje de la Geografía.


En el pasado sostenían que el territorio tenía que ser concreto, pero que el espacio
geográfico tenía que ser abstracto, tenía que ser un elemento subjetivo, un complejo de
operaciones lógicas, una abstracción que nosotros teníamos que cumplir (en aquel
entonces aprender a cumplir) para dar un sentido al territorio, para comprenderlo y para
poder obrar en él. La Geografía era una radiografía que nosotros hacíamos del territorio,
aprendiendo a ver el espacio geográfico como la trama de relaciones espaciales, con la
cual y de la cual, estaba tejido nuestro territorio o, mejor dicho, que cada uno de nosotros
tejía en el territorio para interpretarlo, generando así, una percepción instruida del
territorio mismo, es decir, del espacio terrestre. Aprendiendo a ver lo que estaba detrás
del territorio y que contaba su historia y su disposición. Aprendiendo a ver no sólo los
significados geográficos del territorio (lo que era visible), sino también sus significados
(las causas, lo que sus significados mostraban). Aprendiendo a ver conceptos, problemas
y relaciones.
Entonces, había una capacidad de lectura del espacio geográfico entero, y era esta
capacidad de lectura la que nosotros como profesores de Geografía —ilusionados—
creíamos poder hacer aprender. Era una cualidad que podía definirse «sentido del
espacio» o «imaginación geográfica», era una conceptualización espacial, una
competencia espacial que hoy es innata en todos, que cada uno posee ahora al máximo
nivel, pero que en el pasado estaba presente sólo de forma elemental, mal definida. Y
que, por lo tanto, tenía que ser educada, afinada, aplicada de una manera consciente,
haciendo explícita aquella Geografía que antes, era sólo implícita en cada ser humano.

214
Todo esto, y más, es lo que se entendía entonces por «sentido del espacio», aquel
sentido del espacio que según los programas de 1997, la Geografía tenía que transmitir a
los alumnos. Una finalidad educativa importante, muy vasta, en la cual podían verse
comprendidas todas las otras.

7. PORQUE TODOS LOS ELEMENTOS, ANTRÓPICOS Y FÍSICOS ESTÁN


DESVINCULADOS ENTRE ELLOS, AISLADOS. YA NO FORMAN UN
SISTEMA

He aquí otro motivo para eliminar la Geografía. Pues sí, porque en el pasado se
creía que el territorio era un sistema territorial, un sistema antropofísico, y como tal se
veía y se enseñaba a los alumnos. La Geografía también tenía que hacer descubrir que el
territorio estaba constituido por muchos elementos, an-trópicos y físicos, todos
vinculados entre ellos e inherentes, de modo directo o indirecto. Porque así lo creían, en
el pasado. La Geografía, entonces, tenía que hacer descubrir que el territorio no era una
simple suma de esos elementos, sino que era un sistema territorial, una sistema
antropofísico. Un sistema no estático, sino movido, orientado por una propia dinámica
interna (cambiaban, a lo largo del tiempo, los elementos y las relaciones entre éstos) y
por las relaciones que lo vinculaban a otros sistemas territoriales.
Creían que todos los elementos, ya sea los antrópicos o los físicos, estaban
conectados entre sí, y que formaban un conjunto que actuaba y reaccionaba
sinérgicamente; y de esta creencia se deducía que:

• entre los elementos físicos y humanos no se veía dicotomía, sino conexión y hasta
interdependencia, en el sentido de que el ambiente físico actuaba, dentro de
ciertos límites, en el ambiente humano y éste a su vez en el físico;
• cualquier acción, en cualquier elemento y de cualquier elemento, se proyectaba en
cadena en todos los otros componentes del sistema. Los comportamientos de cada
uno de nosotros tenían efectos, positivos o negativos, en todo el sistema, porque
cada uno de nosotros, era parte activa del sistema mismo y responsable de su
funcionamiento.

¡Error, error gravísimo! Ningún elemento está vinculado a otros, son todos
aislados.

8. PORQUE HOMBRES Y MUJERES YA NO FORMAN PARTE DEL SISTEMA


ANTROPOFÍSICO

215
Es una clara consecuencia de lo anteriormente dicho. Antes se tenía la errónea
convicción de que los seres humanos eran un elemento de aquello que, en los programas
de 1979, se denominaba sistema antropofísico. Y la Geografía hacía descubrir en las
escuelas la existencia de este sistema y el hecho de que el elemento humano, y así los
alumnos mismos, formaban una parte activa y vital de él. Y si se entendiera esto, si se
tuviese esta conciencia del funcionamiento del sistema territorial, se comprenderían las
responsabilidades que los seres humanos tienen hacia el ambiente que han de dejar en
herencia a sus hijos. Responsabilidades, de cada uno de nosotros, que se creía que
habían aumentado considerablemente, tal como habían crecido numerosamente nuestras
posibilidades económicas y tecnológicas de modificación y, a menudo, de deterioro y
contaminación del ambiente.

9. PORQUE YA NO HAY MÁS PROBLEMAS AMBIENTALES

Y éste es el gran descubrimiento, que ha resuelto el problema desde la raíz, que


por fin ha hecho desaparecer la exigencia de una educación ambiental. Ahora queda muy
lejano el recuerdo de la deterioración paisajística, de los grandes desequilibrios
ambientales, de las preocupaciones ecológicas, de la contaminación que, de distintas
formas, perturbaba el aire, la tierra, el agua; ¡hasta los temores!, que los países
industrializados empezaran a ver a los subdesarrollados como grandes y acogedores
cubos de basura para sus venenos industriales. Cuando había problemas de este tipo,
surgía también la necesidad de dar, sobre todo en las escuelas, una correcta educación
ambiental. Ahora ya no. Ahora en Italia y en todo el mundo, el aire, el agua y la tierra
son puros y, a pesar de lo que dicen, el paisaje tiene por todas partes un aspecto
placentero. Ya no es necesario, por eso, una disciplina que dé una aportación esencial a
la conciencia y educación ambiental, gracias también a la observación directa de la tierra
y a la indirecta mediante las fuentes secundarias.

10. PORQUE HOY TODOS LOS JUICIOS SON ABSOLUTOS

La conciencia del funcionamiento sistemático del territorio, en el pasado conducía


a otra importante finalidad educativa. Si cada elemento de un sistema territorial era el
«producto» y también el resultado de las influencias que recibía y de los vínculos que lo
relacionaban con todos los otros elementos humanos y físicos, se obtenía que no se podía
efectuar un examen de cualquier elemento extrayéndolo del entorno del cual formaba
parte y en el cual «vivía».
Así se aprendía que siempre era necesario colocar lo que queríamos comprender,
en el contexto ambiental en el cual éste se encontraba (y era ésta, una condición esencial
de la programación educativa y didáctica). Se creía que era imposible comprender otras

216
formas diferentes de utilización del suelo, tipos de vida, paisajes, actividades
económicas, comportamientos humanos en general, etc., considerándolos de un modo
abstracto; se creía que no tendrían que confrontar, por ejemplo, los modos de vida
nuestros, como europeos, con los de los indígenas del Amazonas, sino que serían vistos
en la historia y en la Geografía dos ambientes físicos y humanos profundamente
diferentes. Así derivaba la relatividad de juicio hacia los fenómenos físicos, de las
acciones humanas, y —lo más importante desde el punto de vista educativo— de los
seres humanos mismos.
Pero todo este trabajo de educación mental y espiritual ha resultado inútil. Hoy la
palabra más frecuente es otra: educar en los juicios absolutos.
He aquí diez motivos (pero se podrían exponer más) por los que ya no necesitamos
la Geografía y ya no se necesitan profesores de Geografía. Nos podemos ir. Están
quitando, por motivos válidos, la Geografía de las escuelas secundarias. Por desgracia, es
verdad, la Geografía está muy presente en la escuela. Y con los nuevos programas la
Geografía empieza ya en el primer ciclo de primaria, mientras que antes se impartía
oficialmente en tercero de la misma etapa. Se ha anticipado porque se creía que era
necesaria y fundamental. ¡Error! Esperamos la próxima revisión de los programas, con la
esperanza de que la Geografía desaparezca también de las escuelas primarias.
Pero saliendo de la paradoja y dejando la ironía, hay como mínimo otro motivo
por el cual algunos quieren eliminar la Geografía del curriculum escolar. Hay otro
porqué.
Porque son demasiados los que ignoran lo que es la Geografía y no conocen ni
aprecian los valores educativos.
Y esto, como geógrafo, me hace sentir culpable.

217
Apéndice. Nuevas identidades territoriales del presente: una
perspectiva desde la Península Ibérica

RUBÉN LOIS, MIGUEL PAZOS


Universidad de Santiago de Compostela

1. INTRODUCCIÓN. LA GLOBALIZACIÓN Y LA RESPUESTA IDENTITARIA

La noción de identidad constituye uno de los ámbitos de estudio más interesantes


para la Geografía Cultural en la actualidad. El reforzamiento de la identidad individual y
colectiva en el momento actual nace básicamente como reacción a un complejo
movimiento de ámbito e infl uencia planetarios, que se conoce como «globalización».
Definir qué es la globalización es una tarea compleja, dada la creciente utilización del
término hoy en día, no sólo en el en mundo académico sino por parte de los medios de
comunicación y del gran público en general. Afirmar que vivimos en un mundo
globalizado se ha convertido en un tópico que trata de reflejar los grandes cambios que
se han producido en el mundo, que afectan a los ámbitos económico, social y ambiental.
La generalización de medios de transporte cada vez más rápidos, la revolución que han
supuesto las nuevas tecnologías de la información (en especial Internet), junto con la
creciente apertura de los mercados internacionales y el triunfo de un modelo económico
de corte neoliberal (reforzado tras la caída del Muro de Berlín) son elementos que
pueden definir bien el carácter de la globalización actual.
Este proceso tiene firmes partidarios y firmes detractores. Los partidarios de la
globalización afirman que abrir las economías de los distintos países y permitir la libre
circulación de flujos económicos y de información redundará en un aumento de las

218
oportunidades y del nivel de vida para todo el planeta. Según ellos, en el plano
económico, se caminará entonces hacia un mercado global único donde la producción
agrícola, ganadera, industrial o de servicios de cada espacio podrá ser puesta en valor. La
globalización permitirá, por lo tanto, poder comercializar y competir entre sí a los
distintos territorios. En el plano social, la libertad de circulación de información
permitirá una mejor difusión de las innovaciones y la progresiva generalización de la
conciencia democrática y de ciudadanía.
Los críticos, agrupados bajo la bandera de la «antiglobalización», señalan lo
erróneo de estos enfoques. Frente a esta visión optimista, los detractores de la
globalización apuntan que las diferencias entre países ricos y pobres aumentan cada año
que pasa. Entre las causas señalan el proteccionismo agrícola que practican los países
desarrollados (contradiciendo los principios del libre mercado e impidiendo a los países
en vías de desarrollo comercializar sus productos). Indican asimismo que las nuevas
tecnologías ensanchan aún más las diferencias, ya que el incremento de la productividad
a ellas asociado se concentra en los países más avanzados, mientras que la participación
de los países del sur en la sociedad de la información es meramente testimonial. Por otra
parte, el control de la información y de los flujos económicos refuerza, según los
antiglobalizadores, los mecanismos de dominación y crea una dependencia cada vez
mayor de los países del sur frente a los del norte. Por último, y he aquí lo más
importante, esta dependencia se traduciría en una pérdida creciente de las identidades
tradicionales de todo tipo. La creciente influencia de los países anglosajones lleva a una
pérdida de referencias culturales propias. En muchos países en vías de desarrollo, el
inglés gana cada vez más terreno, debido a la importancia del turismo y a la presencia de
compañías extranjeras. En el plano social, la difusión del liberalismo económico de
carácter laico (democracia occidental capitalista) implica la pérdida de referentes
seculares, como la familia y la religión (Castells, 2001).
En realidad, como señala Castells, el fin del patriarcado, como principal sustento
tradicional de la estructura social, junto con el progresivo abandono de las prácticas
religiosas está llevando a la pérdida de referentes para amplios sectores de la población.
Si a ello añadimos la creciente falta de legimitidad del Estado-nación como entidad
capaz de crear ciudadanos y agruparlos en torno a una serie de valores y pautas
culturales comunes, podremos comprender que nos encontramos en un momento de
incertidumbre, donde «el hombre se ve desnudo ante el espejo» y se enfrenta a la difícil
tarea de gestionar su libertad y su identidad.
Ante estos cambios profundos y rápidos, que se han acelerado a partir de la
Segunda Guerra Mundial, los individuos desarrollan mecanismos de resistencia. Según
indica Castells, el desarrollo de la globalización y la evolución hacia una sociedad de la
información explica el paso del predominio de la «identidad legitimadora» (basada en la
protección del Estado-nación) a la hegemonía de la «identidad de resistencia». Con este
nombre se designa a una serie de movimientos identitarios que, basados en conceptos
tradicionales como religión, patria, nación, localidad u otros más nuevos, desarrollan
redes de solidaridad comunal, tratando de mantener el control sobre un espacio y un

219
tiempo cada vez más aespaciales y a-temporales.
En el presente trabajo partimos de una necesaria reflexión teórica sobre el
concepto de identidad en la sociedad actual. La identidad surge como una cuestión
central en una sociedad sacudida por cambios rápidos y profundos en sus estructuras en
las últimas décadas. Resulta especialmente interesante caracterizar las diferentes clases
de identidades, así como los diferentes tipos que podemos encontrar en cada una de estas
clases. Al final de nuestro encuadre teórico sintetizaremos los principales grupos
identitarios emergentes en la sociedad actual. Una vez hecho esto, nos centraremos en la
Península Ibérica (un espacio lo suficientemente amplio y complejo en el sur de Europa),
para mostrar de forma práctica la aparición de diferentes identidades asociadas a
distintos atributos o conceptos presentados. Nos resultará especialmente interesante
observar la relación de estas identidades con el territorio, ya sea obteniendo una base
justificativa en función de aspectos geográficos u observando la proyección de los
agentes y los grupos identitarios sobre el espacio sobre el que desarrollan sus
actividades. Para ello se recurrirá a ejemplos de carácter práctico, apoyados en la base
teórica previamente desarrollada.

2. IDENTIDAD E IDENTIDADES EN LA SOCIEDAD ACTUAL

La noción de identidad hace referencia al sentimiento de adhesión que un


individuo o un colectivo de individuos experimentan hacia una serie de atributos
geográficos, históricos, psicológicos, ambientales, lingüísticos, religiosos y, en general,
culturales, que se viven como propios, ya sea individual o colectivamen-te. En la misma
noción de identidad subyace, por lo tanto, el reconocerse en el espejo de una serie de
pautas culturales que ha ido desarrollando la sociedad a lo largo de la historia. Castells
afirma que «toda identidad es construida», precisamente a partir de una serie de
materiales (como él mismo los denomina), entre los que se encuentran la Historia, la
Geografía, la Biología, etc. A ellos añade este autor la memoria colectiva, las fantasías
personales, los aparatos de poder y la religión (Castells, 2001).
Si asumimos esta premisa, cabe preguntarse quién construye la identidad y para
qué la construye. ¿Cuáles son los mecanismos que han explicado la forja de identidades
a lo largo de la historia? Como se deduce de lo mencionado anteriormente, cabe
distinguir en primer lugar entre una identidad individual y una identidad colectiva. La
primera presenta un claro perfil psicológico, y está estrechamente ligada a la
«representación del yo», que todo individuo tiene de sí mismo. Sería, por lo tanto, una
identidad creada por el propio individuo. Castells la denomina la «identidad del cuerpo»
y Giddens la «dimensión de lo íntimo» (Giddens, 1991). La inserción en la unidad
familiar, el mundo de relaciones personales construidas a lo largo del tiempo, el ámbito
laboral y —también— la noción de territorialidad son conceptos centrales que explican
la progresiva conformación de la identidad individual. Una identidad individual que

220
evoluciona hacia una autonomía cada vez mayor (el «yo reflexivo» de Giddens) dentro
de las democracias capitalistas occidentales, donde la libertad de pensamiento y la
individualidad se nos aparecen como conquistas históricas largamente anheladas.
Por su parte, la identidad colectiva es más compleja, ya que crea grupos o
comunas donde antes sólo había individuos. Por su relación con los atributos territoriales
y sus implicaciones sobre el propio territorio, constituirán el objeto de nuestro estudio.
Estos grupos, cohesionados por una serie de atributos en los que se reconocen como
tales, se convierten en agentes sociales proactivos o reactivos, en función de su carácter
y su naturaleza, como veremos seguidamente.
Existen, según Castells, tres grandes grupos de identidades que se han ido
construyendo a lo largo de la historia.

2.1. IDENTIDAD LEGITIMADORA

Ha sido protagonista de la mayor parte de la historia, promocionada por


instituciones de poder político o religioso. El principal organismo que la ha creado ha
sido el Estado, a través de la promulgación de leyes, patrones de comportamiento y
normas de interés común para el conjunto de la sociedad. Podemos afirmar que la
identidad legitimadora ha creado sociedades civiles, en tanto en cuanto que agrupaciones
de ciudadanos de un Estado-nación, regidos y organizados bajo unas normas de
comportamiento comunes.
Uno de los ejemplos más claros de identidad legitimadora es el concepto de
ciudadanía francesa que emergió tras la Revolución de 1789. Bajo el lema de «Libertad,
Igualdad, Fraternidad», se construyó una identidad francesa basada en una concepción
moderna de ciudadanía, donde todos los ciudadanos eran libres, iguales ante la ley y
debían trabajar juntos por la consecución del bienestar común. Pero los ejemplos de
identidades legitimadoras no tienen por qué necesariamente orientarse hacia la
construcción de sociedades más justas. Pensemos que la Alemania nazi o la Unión
Soviética de Stalin desarrollaron una marcada identidad nacional basada en
concepciones muy diferentes (entre sí y de la anterior) de lo que debía ser la sociedad
civil y su organización. Sin embargo, en ambos casos los aparatos del poder
promocionaron, impulsaron e impusieron una identidad nacional muy marcada,
legitimándola ante todos los alemanes y rusos del momento.
En la actualidad asistimos a una crisis de este tipo de identidades. La principal
razón apuntada es la crisis del Estado-nación. En la sociedad de la información, el
control del espacio y del tiempo ya no corresponde al Estado, sino a los flujos de capital,
bienes, servicios y tecnología. En la sociedad pre-informacional, la producción de
identidad y el control social estaban muy localizados en el poder político. Por el
contrario, en la sociedad informacional, el Estado es «impotente», ya que no puede
controlar la creciente influencia que ejercen los grandes agentes del capital (por encima

221
de él) y los crecientes grupos de resistencia organizados (por debajo del propio Estado).
Entre los productores de identidad legitimadora, también podemos considerar a la
Iglesia. Tradicionalmente, la Iglesia ha tenido en una gran parte del mundo tanta o más
influencia que el Estado en la vida de los ciudadanos. En los cinco continentes, «toda
Religión ha trabajado por construir una forma de teocracia» (extraído en una entrevista
persona con Fernández Canosa, 2003), en mayor o menor medida, y ha desarrollado
estrechas alianzas con el poder civil, muchas veces confundiéndose con él.
Antes de la separación entre Iglesia y Estado, dado que los miembros de las
jerarquías eclesiásticas contaban también con un elevado poder y posición en el conjunto
de la sociedad civil, las religiones estuvieron durante una gran parte de la historia al
servicio de la producción de identidades legitimadoras (y continúan estándolo hoy en día
en bastantes países).

2.2. IDENTIDAD DE RESISTENCIA

En la sociedad de la información, lo característico ya no son las identidades


legitimadoras. Ello es debido a que el Estado-nación ya no absorbe el tiempo y el
espacio social como antes, y no es capaz de extender tan fácilmente sus redes de poder.
La globalización y el liberalismo económico han provocado que sean ahora los grandes
agentes del capital internacional los que marquen la pauta y ejerzan una influencia cada
vez mayor en el día a día de los ciudadanos. Las grandes corporaciones bancarias y
financieras, las principales empresas de telecomunicaciones y, en general, las empresas
de comercio y servicios de todo tipo están creando una sociedad diferente, en donde lo
que cuentan son los flujos (de personas, de mercancías, de información) y los agentes
económicos imponen cada vez más las reglas del juego.
Bajo estas premisas, en las sociedades occidentales laicas, basadas en la libertad,
el individualismo y el libre mercado, se produce una crisis de las identidades
tradicionales, basadas en conceptos reactivos como religión, patria o nación. Ello tiende
a generar un desconcierto en el individuo, que siente que progresivamente va perdiendo
sus referencias espacio-temporales, debido a la globalización, la flexibilidad, la
inestabilidad estructural en el trabajo y la crisis de la familia patriarcal (que, según
Castells, constituía la base de la seguridad, socialización, sexualidad y del sistema de
personalidad). Por ello, ante un mundo de flujos, demasiado grande para controlarlo, los
actores sociales pretenden reducirlo de nuevo a su tamaño anterior. Ante las redes que
disuelven el espacio y el tiempo, la gente se ancla en los lugares y recuerda su memoria
histórica. Ante el fin del patriarcado, la gente afirma el valor trascendente de la familia y
la comunidad.
Nos encontraríamos, en definitiva, como afirman Castells (2001) y Tomlinson
(1999 y 2003), ante la aparición de numerosas «identidades de resistencia». Según estos
autores, los ciudadanos resisten en «comunas» o «grupos» construidos mediante un

222
proceso de reorganización a partir de estos conceptos tradicionales, que han sido
reeditados. Las identidades comunales pueden ser proactivas (feminismo o ecologismo)
o reactivas (basadas en la religión, familia, etnia, localidad o nación). Las primeras
desarrollan nuevas identidades, basadas en conceptos innovadores. Las segundas, por su
parte, reeditan viejos valores propios de la sociedad pre-informacional. En cualquier
caso, las identidades de resistencia son ya las protagonistas de nuestra sociedad, y
tendrán una importancia creciente, organizándose bien en torno a un «patriarca» (una
personalidad notable) o bien en redes difusas, horizontales y no jerarquizadas (en donde
sobresale Internet).
Desde el punto de vista territorial, estas nuevas identidades tienen importantes
consecuencias. Las identidades basadas en la nación o en la localidad parten en gran
medida de variables espaciales y geográficas (también históricas, socioeco-nómicas o
culturales). Por su parte, las identidades religiosas u otras (identidades sexuales,
ecologismo, etc.), agrupan a individuos que tienden a hacer suyo un territorio y a
asociarse a una porción del espacio terrestre en el que desarrollan preferentemente su
vida y sus actividades reivindicativas. En la medida en que los agentes que producen
estas identidades de resistencia sean capaces de organizarse y transformar las estructuras
sociales estarán configurando ya identidades proyecto, de las que hablaremos a
continuación.

2.3. IDENTIDAD PROYECTO

Según Touraine (1992), las identidades proyecto son creadas por actores sociales
que redefinen su posición social y buscan la transformación de toda la estructura social.
Cuando una identidad de resistencia consigue tener un apoyo social lo suficientemente
amplio está en condiciones de redefinir la norma cultural, política, social o territorial,
pasando de una posición de retaguardia a otra de vanguardia. Desde luego, no todas las
identidades de resistencia devienen en identidades proyecto. En cierta medida, la
creación de identidades proyecto vendría a ser la plasmación del triunfo de identidades
de resistencia, mediante procesos de institucionalización progresiva, a través de
plataformas, asociaciones o partidos políticos.
El ejemplo más claro de identidad proyecto es el de los nacionalismos dentro de
Estados plurinacionales. Así, la independencia de Finlandia respecto de Rusia puede ser
leída como el triunfo de la «identidad proyecto finlandesa», tras una evolución de
décadas de lucha desde una «identidad de resistencia». Igualmente podríamos citar el
caso de Irlanda en relación con el Reino Unido.
Otro ejemplo de triunfo de identidad proyecto podría ser la homosexualidad en
España, tras la celebración de la primera boda gay el 11 de julio de 2005. La
homosexualidad, como expresión identitaria, ha sido una identidad de resistencia durante
toda su historia, reclamando los mismos derechos para los ciudadanos homosexuales que

223
para los heterosexuales. La legalización del matrimonio entre homosexuales en 2005
supone, por lo tanto, el paso de una «identidad de resistencia» a una «identidad
proyecto», donde la homosexualidad ha dejado de ser una opción marginada legalmente
para ser apoyada y refrendada por el Estado, exponente máximo de la legalidad.

3. IDENTIDADES Y TERRITORIO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

La Península Ibérica constituye un espacio geográfico perfectamente


individualizado en el suroeste de Europa. Con cerca de 600.000 kilómetros cuadrados,
está integrada por España y Portugal, dos de los Estados-nación más antiguos del
continente. La Península Ibérica, por su localización y situación se nos presenta como la
herencia de múltiples pueblos y grupos étnicos que la han habitado a lo largo de la
historia, lo que le confiere una gran diversidad y un gran interés para el análisis de las
identidades.
En efecto, tanto en España como en Portugal son perfectamente visibles las
huellas romana, árabe, judía y cristiana. Esta última, tras la reconquista se convirtió en la
identidad legitimadora por excelencia, en estrecha alianza con las monarquías castellana
y portuguesa.
Su herencia diversa hace de la Península Ibérica un espacio particularmente
interesante, donde las identidades nacionales que se empiezan a construir desde la Baja
Edad Media y se refuerzan en las edades Moderna y Contemporánea utilizan materiales
geográficos, históricos y culturales muy diversos. Existen además otros factores que
hacen de la Península Ibérica un espacio sumamente atractivo para el estudio de las
identidades, y que nosotros desarrollaremos a continuación en el presente capítulo, que
construiremos a partir del análisis de diferentes identidades.

3.1. LA IDENTIDAD EXTERIOR: LOS EMIGRANTES

La expresión «identidad exterior» se refiere a la identificación que los ciudadanos


que residen fuera de la Península Ibérica sienten en relación con España y Portugal,
respectivamente. Hay que tener en cuenta que los dos países enviaron hacia el exterior
emigrantes desde el mismo momento de la formación de los imperios coloniales. En
relación con el tema que nos ocupa, a nosotros nos resulta de interés la emigración
producida a lo largo del siglo XX, que alimenta la existencia de una identidad exterior.
En efecto, tanto España como Portugal enviaron emigrantes a lo largo del siglo
XX, fundamentalmente a América (hasta 1960) y Europa Occidental (desde 1960 en
adelante). Son conocidas las colonias de portugueses en Toronto (Canadá), Luxemburgo
(donde el 25% de la población es de origen portugués) y muchos otros países como
Estados Unidos, Brasil, Francia, Alemania, Suiza, etc. Los españoles emigraron en

224
general a toda Latinoamérica y a buena parte de Europa Occidental. Sin embargo, cabe
destacar en España la existencia de regiones con un perfil migratorio más marcado que
otras.
Es el caso de Galicia, de donde emigraron más de dos millones de personas a lo
largo del siglo XX. La emigración se dirigió en la primera mitad del siglo XX a Cuba,
Argentina (especialmente Buenos Aires) y Uruguay. Los países de la Plata son
considerados la quinta provincia gallega, lo que refleja la existencia de una identidad
exterior gallega, que trasciende a las fronteras físicas de la comunidad autónoma
(Lugilde, 2004). Rivas afirma que «La mayor ciudad gallega sigue siendo Buenos Aires,
y que el mayor cementario de Galicia se encuentra en La Habana» (Rivas, 2001). Toda
Latinoamérica continuó acogiendo emigrantes gallegos, también en la segunda mitad del
siglo XX, donde destacan Venezuela y México. Pero es a partir de 1960 cuando la
emigración cambia de rumbo y se dirige a Europa Occidental: Alemania, Suiza, Francia,
Reino Unido, etc., son los principales destinos de los emigrantes (junto con Cataluña, el
País Vasco y Madrid dentro de España), que son reclutados como mano de obra para una
sector industrial en expansión.
El contingente humano emigrante constituye una auténtica diáspora que se conoce
como la «Galicia Exterior». Pero lo interesante es que una buena parte de los emigrantes
marchados después de 1950 mantienen fuertes relaciones y visitan frecuentemente
Galicia. Muchos de ellos retornan definitivamente en cuanto se jubilan. Otros siguen
residiendo el en país de acogida, ya que sus hijos han nacido en Alemania, Suiza,
Francia, Cataluña, País Vasco, etc.
La cuestión de la identidad múltiple aparece entonces como algo evidente. En el
caso de la emigración al extranjero, muchos de estos emigrantes y sus hijos se
consideran a la vez españoles y suizos, españoles y alemanes, españoles y franceses, etc.
Esto es sobre todo visible en el caso de los hijos de emigrantes que ya han nacido en el
país de destino, ya que la identidad múltiple se alimenta de la identidad española y
gallega en la vida doméstica (y social) y de la identidad del país de acogida en la vida
laboral. Por otra parte, los emigrantes al extranjero tienden a identificarse como gallegos,
y no tanto como españoles. De ello da buena prueba la proliferación de Centros Gallegos
por todo el mundo y la exaltación de la cultura, lengua y tradiciones de Galicia.
La identidad gallega en el exterior ha sido un factor clave en las últimas elecciones
al Parlamento de Galicia, donde el Censo de Residentes Ausentes (CEAR), escrutado
una semana después de la jornada electoral, ha decidido el último escaño que ha hecho
perder la mayoría absoluta al Partido Popular (en el poder desde 1989). La ley electoral
permite en la actualidad votar a más de 100.000 gallegos residentes en el extranjero (la
gran mayoría en América y Europa), mientras que los gallegos que residen fuera de
Galicia, pero dentro de España, se ven privados de su derecho al voto. Tras la
incertidumbre vivida en las pasadas elecciones, la legitimidad del voto emigrante está
siendo ampliamente cuestionada en la sociedad gallega hoy en día, arrojando también
nuevas preguntas sobre la identidad de la Galicia exterior.

225
3.2. LOS NACIONALISMOS Y LA IDENTIDAD EN ESPAÑA. EL CASO DE GALICIA

Si bien Portugal es claramente un Estado unitario y bien cohesionado, en España


el debate territorial alimenta buena parte del discurso político desde finales del siglo XIX,
momento en que nacen los nacionalismos vasco, catalán y gallego. El debate territorial
está estrechamente ligado a la cuestión de la identidad nacional. ¿Poseen todos los
españoles la misma identidad territorial? La respuesta a esta pregunta es no.
España es un Estado con unas fuertes tendencias centrífugas, como reacción a una
construcción nacional centralista y a una percepción muy generalizada de relación causa-
efecto entre centralismo y atraso económico (sobre todo en comparación con otros países
europeos).
Debido a esto, en el siglo XIX, en Cataluña y el País Vasco, los dos primeros focos
de industrialización del Estado, las respectivas burguesías comienzan a reivindicar las
identidades catalana y vasca frente a la identidad española, liderando la constitución de
partidos nacionalistas catalanes y vascos. La existencia de lenguas propias (el catalán y
el euskera), junto con la tradición de autogobierno en el caso de Cataluña y los fueros en
el País Vasco, actúan como principales elementos de referencia o materiales (empleando
palabras de Castells) que construyen identidades de resistencia frente a la identidad
legitimadora española o castellana. En esta época, en parelelo comienza a desarrollarse
también el nacionalismo gallego, basado en gran medida en la la lengua y cultura
gallegas. Galicia, un país atlántico en un Estado mediterráneo, carecía de una burguesía
industrial como la vasca o catalana, y el nacionalismo recibirá aquí un fuerte impulso por
parte de los sindicatos agrarios y los intelectuales, siendo de carácter más popular.
Las reinvindicaciones de autogobierno de estas tres comunidades autónomas
actuales encontraron eco en la aprobación de sendos estatutos de autonomía durante la
Segunda República Española (debido a lo cual Cataluña, el País Vasco y Galicia son
denominadas hoy «nacionalidades históricas»). No obstante la Guerra Civil supuso el
desmantelamiento de la descentralización iniciada y su paralización hasta 1978, año en
que la nueva Constitución española, con la llegada de la democracia, establece la
comunidad autónoma como entidad político administativa correspondiente a la escala
regional.
España se divide hoy en día en 17 comunidades autónomas, entre las cuales se
encuentran las tres nacionalidades mencionadas, que poseen tradición de auto gobierno y
una lengua y cultura propias. El sentimiento de identidad en ellas oscila entre el
independentismo (lo que significa sentirse sólo catalán, sólo vasco, sólo gallego), la
doble identidad (en donde con frecuencia destaca ligeramente una de las dos identidades
sobre la otra) o la identificación exclusivamente con la nacionalidad española. De las tres
nacionalidades históricas, es en el País Vasco en donde encontramos el mayor porcentaje
de independentistas, seguido de Cataluña. En Galicia, el independentismo es muy
minoritario. En palabras de Rivas: «En Galicia existe un fuerte sentimiento de identidad,
pero no excluyente. Cuando es nacionalista, el gallego prefiere un nacionalismo
tranquilo. El 55% de los gallegos se siente tan gallego como español: un 27% más

226
gallego que español y un 7,8 % únicamente gallego» (Rivas, 2001).
Por lo que se refiere a la identidad nacional del país, en España se advierte una
menor identificación de los ciudadanos que en el caso de otros Estados europeos. Ello es
debido en gran medida a la pervivencia de la memoria histórica en relación con la Guerra
Civil y la apropiación de la idea de España y los símbolos españoles por parte del
régimen de Franco. En efecto, el régimen totalitario de Franco llevó al extremo la
negación de los nacionalismos periféricos y la imposición de la ideología centralista, en
un contexto de dictadura, represión y ausencia de libertades. La asociación de la
identidad española con esta etapa negativa reciente de la historia de España provoca que
la identidad española esté mucho menos desarrollada y articulada si la comparamos con
otros Estados de nuestro entorno.

3.3.IDENTIDAD EN ÁREAS DE FRONTERA. EL CASO DE LA «RAIA» GALICIA-NORTE DE


PORTUGAL. PASADO Y PRESENTE

Galicia y el norte de Portugal tienen un importante pasado y una fuerte identidad


común. Ambas constituyeron la Gallaecia romana, en ambas nació el gallego-portugués,
que luego se separó en dos lenguas diferentes. En cuanto al paisaje, al clima, al tipo de
poblamiento tradicional y a la organización del espacio rural, la frontera no supone
discontinuidad alguna. Sin embargo, la existencia de una rígida frontera entre ambos
espacios supuso una progresiva difuminación de esta identidad conjunta, que sólo se
comienza a retomar ahora en el marco de la construcción europea.
En este apartado analizaremos la identidad histórica de frontera gallego-
portuguesa, con una especial referencia al Couto Mixto y los Pueblos Promiscuos (una
curiosa anomalía que pervivió hasta la segunda mitad del siglo XIX), así como la
identidad de frontera actual, tras el ingreso de Portugal y España en la Unión Europea.
La frontera entre Castilla y Portugal es una de las más antiguas y estables de
Europa. Estamos ante una «frontera ideal», ya que los dos Estados centralistas
abandonan deliberadamente sendas franjas de varias decenas de kilómetros situadas a los
dos lados de la raya (Guichard, 1997), especialmente visible en el sector fronterizo
Alentejo-Extremadura. Así, a ambos lados de la frontera nos encontramos
fundamentalmente con comunidades rurales que desarrollan una identidad propia, «de
frontera», construida a partir del concepto mismo de raya fronteriza, de la existencia de
lazos de solidaridad recíprocos y basada la relación de distancia que se mantiene con las
dos capitales de Estado respectivas, Madrid y Lisboa. Es, por tanto, una identidad de
resistencia, basada en la oposición y en la autonomía en relación con los dos Estados
ibéricos.
Frente a las identidades nacionales oficiales, se desarrollan «sociedades de
reconocimiento recíprocas» (Hily, 1997), en donde se establece un sistema organizativo
coherente que une territorialidades diferentes. Esto se relaciona fundamentalmente con
una de las principales actividades económicas a las que se dedica la población, además

227
de las labores agrarias: el contrabando y el paso clandestino de personas.
Ante el abandono por parte del los dos Estados y la baja productividad de las
actividades agropecuarias (en gran medida los espacios fronterizos son áreas de
montaña), a lo largo de la historia estas dos actividades ilegales han ido construyendo
una identidad común para las aldeas «rayanas». La frontera no separa en este caso, sino
que une, creando historia local y memoria de la localidad. Hemos afirmado que las
identidades se construyen; pues bien, en este caso la «identidad rayana» se va forjando
no sólo a partir de acciones comunes llevadas a cabo por portugueses y gallegos de
ambos lados de la frontera, sino también por relatos, mitos y leyendas asociados al
contrabando y el paso de personas (como bien refleja la película La ley de la frontera de
Adolfo Aristarain, 1995). Como señala Hily, la frontera unía y producía solidaridades,
favoreciendo el intercambio de recursos, creando una memoria colectiva asociada a la
dureza en las condiciones de vida y al riesgo, y organizando las representaciones sociales
(1997).
Un aspecto curioso y muy interesante en la frontera entre Galicia y el norte de
Portugal es el del Couto Mixo y los Pueblos Promiscuos. Se trata de dos ejemplos en los
cuales la existencia de la frontera disolvía las identidades nacionales española y
portuguesa. Pero lo interesante es que en este caso esta identidad mixta que se generaba
contaba con el reconocimiento legal de los dos Estados ibéricos (García Mañá, 2000).
El Couto Mixto fue una pequeña circunscripción territorial compuesta por tres
parroquias, a caballo entre Portugal y España, que se mantuvo al margen de los dos
Estados hasta el Tratado de Lisboa, firmado en 1864. Esta pequeña «república
independiente» se mantuvo como un residuo de la sociedad feudal, ya que
históricamente tenía una dependencia mixta de las casas de Bragança (Portugal) y
Monterrei (España). La situación presentaba fuertes similitudes con Andorra, pero la
evolución fue diferente, ya que en el año mencionado la administración del territorio se
repartió entre Lisboa y Madrid (Salinas Valencia, 2002).
La personalidad del Couto Mixto venía dada por sus privilegios: sus habitantes
podían elegir nacionalidad (española, portuguesa o mixta), además de estar exentos de
prestar servicios a los ejércitos español o portugués. Los habitantes del Couto Mixto
también estaban exentos de pagar impuestos a los dos Estados, y podían vender sus
productos en las ferias de España y Portugal en régimen de libre comercio.
Políticamente, el Couto Mixto contaba con autogobierno, personificado en la figura del
juez.
El Couto Mixto, debido a su situación periférica, a su aislamiento, a sus
especificidades y a su carácter profundamente rural, era un espacio marginal. Desde el
punto de vista antropológico, según García Mañá, se caracterizaba por su endogamia y,
según este autor, los habitantes tenían fama de rudos. La pobreza y la particular situación
de este espacio se plasmaba en la falta de edificios públicos y en la escasez de
documentos escritos.
Otro fenómeno interesante en espacios de frontera en relación con la identidad lo
encontrábamos en los llamados «Pueblos Promiscuos». Soutelinho, Cambedo y Lama de

228
Arcos eran tres pueblos situados a caballo sobre la misma línea de frontera. Ésta
atravesaba incluso varias de las casas, dividiéndolas en una parte portuguesa y otra
española. Los vecinos de estas casas podían escoger entre tener nacionalidad española o
portuguesa, de modo que curiosamente la identidad nacional era producto de una
decisión consciente por parte del ciudadano. En el proceso de regularización de las
fronteras estatales de Portugal y España que implicó la desaparición del Couto Mixto, los
Pueblos Promiscuos pasaron a formar parte de Portugal también mediante la firma del
Tratado de Lisboa (1864).
Tras el ingreso de Portugal y España en la Unión Europea en 1986, el escenario
que se ha comenzado a dibujar es muy diferente. La libre circulación de personas y
mercancías sin los trámites y las esperas transfronterizas llevan hacia una integración
creciente entre Galicia y el norte de Portugal.
En el plano económico, tanto desde Galicia como desde el norte portugués la
desaparición de la frontera se ve como una oportunidad única de integración. Desde
Galicia existe la percepción de que Portugal es la prolongación lógica de los mercados
gallegos, lo que se pone de manifiesto en la expansión de numerosas empresas gallegas
hacia el norte de Portugal. Así, la construcción del futuro Parque de Actividades
Logísticas de Salvaterra de Miño —un municipio limítrofe con Portugal— intenta
aprovechar las sinergias de la nueva cooperación transfronteriza en el plano económico.
También desde Portugal existe la percepción de estar en un momento crucial para
conseguir una mayor integración económica y caminar hacia un verdadero mercado
integrado entre ambos territorios. Además de producirse implantación de empresas del
norte de Portugal en Galicia, la región norte lusa se ve beneficiada por la instalación de
empresas gallegas, dada la mayor disponibilidad de suelo industrial (que escasea o es
muy caro en los alrededores de Vigo, la primera localización industrial gallega).
Sin embargo, aunque la integración económica camina velozmente, facilitada por
la mejora en las vías de comunicaciones, no sucede lo mismo en relación con la
integración social y cultural. La herencia de una tradición histórica en la que Portugal y
España se ignoraron mutuamente todavía es visible, a pesar de que los flujos económicos
ya no tienen en cuenta a los viejos Estados-nación.
Palmeiro Piñeiro (2005) incide en las representaciones divergentes a cada lado de
la frontera. Según este autor, en el lado gallego existe una perspectiva «conquistadora»,
mientras que en el lado portugués se mantienen posiciones de «carácter defensivo»,
como resultado de la amenaza que España supuso para Portugal durante la mayor parte
de su historia (existe un refrán en Portugal que reza «da Espanha nem bom vento nem bo
casamento»).
Además de ello, se percibe una escasa integración cultural y social, como
resultado de la importancia que aún tienen las identidades estatales. La puesta en marcha
de convenios de cooperación entre España y Portugal es aún muy reciente (2003), y se
debe avanzar en la promoción de programas de intercambio cultural, que permitan un
mejor conocimiento mutuo entre gallegos y portugueses del norte. La potencia-ción de
medios de comunicación comunes, la promoción de la historia común o el incentivo de

229
redes sociales debe ser una prioridad para los agentes políticos.
Aun cuando compartimos este enfoque general, desde nuestro punto de vista
conviene destacar algunos avances en cuanto a la integración social y cultural que se está
produciendo entre Galicia y el norte de Portugal. Así, por ejemplo, entre los municipios
transfronterizos existe una incipiente gestión de servicios de utilización común, como
piscinas, guarderías o centros de salud (como sucede entre municipios del Baixo Miño y
el Vale do Minho).
En el plano de la movilidad de personas, existe un importante número de
profesionales de la salud gallegos que desempeñan su trabajo en hospitales y centros de
salud portugueses (médicos, enfermeros, etc.), debido a la ausencia de cuadros médicos
autóctonos en Portugal. Algo semejante, aunque a menor escala, se puede detectar en la
investigación universitaria, ya que nos podemos encontrar con un pequeño número de
gallegos trabajando en universidades portuguesas (Universidade do Minho, Universidade
de Tras-os-Montes e Alto Douro), y de estudiantes de los dos países que realizan
intercambios recíprocos. Asimismo, se detecta un número creciente de portugueses del
norte que trabajan en el sector de la construcción en Vigo y sus entornos.
Esta permeabilidad fronteriza por motivos de trabajo o estudio, aunque
tímidamente, implica el reforzamiento de los intercambios de personas y supone un
avance en el conocimiento mutuo. La construcción de redes de relación personal
sobrepasa los ámbitos estrictamente laborales, y el conocimiento recíproco entre
gallegos y minhotos se materializa gracias a visitas de familiares, amigos, etc., a los
trabajadores que desarrollan su actividad al otro lado de la frontera.
En cualquier caso, es necesario superar una situación en la que existe una
ignorancia mutua de las dinámicas socioculturales existentes a uno y otro lado de la
frontera. Palmeiro Piñeiro sugiere la necesidad de avanzar en la creación de una
identidad estratégica euro-regional auténtica, y apunta la necesidad de un verdadero
proceso botton-up.
Es indispensable la promoción de los agentes políticos pero también la
participación de las sociedades civiles, tomando en consideración la importancia de la
escala local. La agrupación de los municipios «rayanos» y la cooperación transfronteriza
debe ser una prioridad de actuación.
Tras el ingreso de Portugal y España en la Unión Europea, la iniciativa
INTERREG I, II y III (cuyo objetivo es reforzar la cooperación transfronteriza
transnacional e interregional) ha permitido la realización de varios proyectos sectoriales
y transversales entre Galicia y el norte de Portugal. También los acuerdos de
cooperación multilaterales, bilaterales y a nivel regional y local han permitido avanzar
en la integración entre estos dos espacios.
Sin embargo, existe la sensación de que hasta ahora estos programas han
favorecido exclusivamente la promoción económica y la captación de fondos europeos.
Como apunta Palmeiro Piñeiro, incluso «existe la sospecha de que son en realidad los
fondos europeos los que en gran medida sustentan la identidad y la propia existencia de
la región transfronteriza gallego-portuguesa».

230
Sería deseable, por lo tanto, avanzar hacia una identidad transfronteriza entendida
como una articulación de las diferencias, con un mayor acento en lo cultural y social,
partiendo de la propia ciudadanía y con una mayor base local. En cierta medida, se
trataría de retomar, en definitiva, la noción de identidad solidaria de frontera a la que
hacíamos alusión para el Couto Mixto, teniendo en cuenta que el paso previo para una
verdadera integración entre territorios debe ser el conocimiento y el reconocimiento de
los rasgos culturales mutuos.

3.4. LA REACTIVACIÓN DE LAS IDENTIDADES LOCALES

En paralelo al proceso de globalización, asistimos en la actualidad a una reac-


tivación de lo local (glocalización) (Beck, 1998). La identidad local constituye un
referente próximo en el que las comunas identitarias se reconocen, tratando de
reivindicar el espacio y el tiempo propios. Frente a lo global incógnito y amenazante, lo
local se nos aparece como un referente familiar, cálido, amable y conocido, que nos
libera de ansiedad y nos recuerda que podemos seguir controlando el espacio y el
tiempo.
Este apego por lo local se manifiesta en múltiples aspectos de la vida diaria,
mostrando la importancia de la autoidentifi cación de la población con un lugar de
nacimiento o residencia. Podemos observarlo bien si tomamos el caso de los aficionados
de los diferentes equipos de fútbol, en donde se produce una identificación total con el
equipo y la ciudad de donde procede el mismo. En España ser aficionado «del Madrid» o
«del Barcelona» constituye una categoría identitaria que expresa dos universos
completamente diferentes y antagónicos, vinculados en ambos casos a una identidad
local que trasciende incluso lo puramente territorial.
Otro aspecto en el que la identidad local cobra cada vez más fuerza se relaciona
con la promoción y el marketing turístico. En España se ha superado ya el clásico
paradigma de sol y playa, de modo que cada vez cobra más importancia el denominado
turismo cultural. Por sus propias características, este tipo de turismo se basa en los
recursos monumentales, artísticos, culturales, etc., con los que cuenta cada localidad.
Pero además de contar con ellos, es necesario ponerlos en valor, es decir, crear productos
turísticos y promocionarlos (Santos Solla, 2002).
Conscientes de ello, así como de la importancia creciente del turismo dentro de la
economía, muchas administraciones municipales han puesto en marcha sociedades
municipales de gestión del turismo. Estas entidades se ocupan de la planificación
estratégica y el seguimiento del turismo y su impacto socioeconó-mico, además de la
promoción y difusión de la imagen de la ciudad.
Es aquí donde hay que situar el refuerzo de las identidades locales que promueven
los poderes públicos. En un mundo de redes, las ciudades compiten por ofrecer una gama
amplia y diversa de actividades culturales, capaz de atraer turismo. También es necesario

231
ofrecer una adecuada promoción de los productos turísticos, previamente diseñados y
planificados, y puestos en valor a través de campañas en Internet, en los medios de
comunicación y en los principales circuitos especializados del sector (ferias, certámenes,
etc.). Todo esto no tendría sentido sin la creación de una «imagen de marca» de la
ciudad, que envuelve y engloba todo lo demás.
La «imagen de marca» es un producto creado intencionadamente, basado en un
eslogan y una imagen (un logotipo) que trata de sintetizar la identidad de la ciudad para
hacerla llegar al turista y motivarlo para que la visite. Ciudades como Santiago de
Compostela, Salamanca, Barcelona o Bilbao han reforzado notablemente su imagen
basándose en la promoción de sus respectivas identidades, a través de sendas imágenes
de marca. Es éste un proceso cada vez más habitual en las ciudades españolas, que hacen
suyo la mayor parte de las ciudades y pueblos que deciden apostar por el turismo
cultural.
Por último, cabe mencionar el fenómeno novedoso de la aparición de identidades
de resistencia en el interior de las ciudades (Know y Pinch, 2000). A nivel infralocal
asistimos al reforzamiento de la identidad de barrio como ejemplo extremo del intento de
recuperación del control sobre el espacio y el tiempo. El carácter de resistencia se pone
de relieve en el hecho de que esta identidad suele ser más fuerte en los barrios de
características más humildes y populares. Vallecas en Madrid, las Cinco Mil Viviendas
en Sevilla, Labañou en A Coruña o Coia en Vigo son sólo algunos ejemplos de sectores
urbanos que construyen su identidad a partir de relatos, mitos, imágenes, vivencias
compartidas y nuevas formas de expresión urbana (música, graffittis, tribus urbanas
propias, etc.). Estamos ante un fenómeno cada vez más importante tanto desde el punto
de vista cuantitativo como cualitativo, que ha reflejado muy bien F. León de Aranoa en
su película Barrio.

3.5. EL MAR Y LA IDENTIDAD EN LA PENÍNSULA IBÉRICA

La Península Ibérica, como ya se ha mencionado, cuenta con más de 6.000


kilómetros de costa. La importancia del mar en la forja de la identidad portuguesa ha
sido fundamental, y aunque no ha sucedido lo mismo en España, también ha sido muy
importante en algunas comunidades autónomas como Galicia.
En Portugal, la construcción de la identidad nacional se desarrolló desde el siglo
XV en relación con los descubrimientos. Ante las dificultades de las comunicaciones
terrestres, el mar presentaba una infinidad de caminos abiertos y por explorar (Matoso,
Magalhaes y Alçada, 1993). La serie de navegantes portugueses que abrieron rutas de
navegación en África, Asia y América, y los descubridores y colonizadores que fueron
incorporando nuevas tierras a la corona portuguesa engrosaron los mitos de la nación
portuguesa, un pequeño país en la periferia de Europa necesitada de referencias de
grandeza con que mostrarse al resto del mundo.

232
Tras la conquista de Ceuta en 1415, los navegantes portugueses se lanzaron a la
expansión a largo del litoral de África. El infante Don Henrique fundó la Escuela de
Navegación de Sagres. Allí reunió a cartógrafos, astrónomos, geógrafos, pilotos y
viajeros, con el fin de promover el estudio y la planificación de descubrimientos
sistemáticos. El puerto de Lagos (Algarve) era utilizado como base de operaciones,
desde donde partían las expediciones hacia lo desconocido. Gil Eanes dobla el cabo
Bojador en 1434, y los navegantes portugueses continúan sus avances perimetrales en
torno a África. En 1488 Bartolomé Dias consigue doblar el cabo de Buena Esperanza.
Tras el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, los portugueses prosiguen
sus periplos marítimos. Vasco da Gama llega a Calicut en 1498 y Ál-varez de Cabral
navega hacia la India tocando las costas de Brasil. La expansión marítima de los
portugueses se consolida en Asia, donde fundan factorías comerciales en Goa, Timor
Oriental y Macao, además de en África (Mozambique, Angola, Cabo Verde, etc.) y, por
supuesto, África.
Con el traslado del centro de gravedad de Europa hacia el norte desde finales del
siglo XVI y la pérdida de importancia de los países ibéricos en el concierto europeo, la
nostalgia por el imperio perdido y las conquistas marítimas comienza a formar el mito
identitario nacional por excelencia. Fernando Pessoa lo reflejó muy bien en sus poemas
«Mar portugués» («Ó mar salgado, quanto do teu sal são lágrimas de Portugal!», «Tudo
vale a pena se a alma não é pequena», «Quem quer passar além do Bojador tem que
passar além da dor», «Cumpriu-se o Mar e o Império se desfez; Senhor falta cumprirse
Portugal.») El mar, de este modo, aparece como metáfora identitatia de un imperio
perdido, del momento de máxima expansión de Portugal en el mundo, y se convierte en
referente máximo de la saudade nacional portuguesa.
En España, por su parte, el mar no presenta las mismas connotaciones iden-titarias
nacionales. Aunque la construcción nacional de España se apoyó igualmente en la
formación de un imperio ultramarino (que obviamente se realizó gracias al mar como
«infraestructura de transporte»), el centralismo temprano y el hecho de que la capital,
Madrid, se encuentre en el centro del país, alejaron al mar del protagonismo en la
identidad nacional. Frente a la exaltación de los navegantes portugueses y el mar, en la
historiografía española el protagonismo es para los conquistadores (Hernán Cortés,
Pizarro, Cabeza de Vaca, etc.), y sus acciones en tierra firme. Sin embargo, dada la
diversidad de España y la importancia de las identidades regionales-autonómicas, el mar
sí ha desempeñado un papel clave en la identidad catalana o valenciana. El carácter
claramente mediterráneo de estas dos comunidades autónomas (donde se destaca al agua,
la luz, los colores claros, el calor y la humedad) es continuamente glosado, en oposición
a la imagen seca, marrón y de interior que presenta Castilla.
En el otro lado del Atlántico, por su parte, resulta interesante el caso de Ga-licia,
cuya identidad siempre ha estado estrechamente vinculada al mar. El litoral gallego es el
más recortado de España. Galicia posee más de 1.000 kilómetros de costa, más de la
quinta parte del total español. Las buenas condiciones del litoral y su extensión explican
la abundancia de puertos y la tradición con la que cuenta la pesca, tanto de bajura como

233
de altura. Galicia es una potencia europea en pesca, y aunque la reconversión que
atraviesa el sector lo está enfrentando con importantes desafíos, a la importancia
económica hay que añadir sobre todo la dimensión simbólica.
En efecto, Galicia es citada como un «pueblo de agricultores y marineros» por
Castelao, y en torno a este papel clave de las actividades primarias y lógicamente del
mar como referente existe consenso por parte de todos los partidos políticos y agentes
sociales (Lois González, Rodríguez González, Santos Solla y Somoza Medina, 2001).
La importancia de la actividad pesquera en Galicia explica que un importante
porcentaje de población activa en las comarcas marítimas se dedique a la pesca. En
ciertos casos se trata de pesca de bajura, realizada en las inmediaciones de los puertos
base. Pero es también importante la pesca de altura, en donde es frecuente que las
tripulaciones enroladas pasen varios meses en alta mar, sin regresar a tierra. Como se
puede comprender, la identidad de los pescadores de altura se construye no sólo a partir
de referentes convencionales aprehendidos en tierra firme, sino también en gran medida
a partir del mar y su significado como un espacio libre, abierto, cosmopolita e
internacional.
Pero la importancia del mar en la identidad gallega no se limita sólo a la forma en
cómo Galicia es percibida por pescadores y marineros, ni a la percepción de Galicia
como una potencia pesquera y marisquera. Además, el mar alcanza una dimensión
elevada en Galicia en relación con el papel clave que desempeñó en la llegada y difusión
de innovaciones, en la emigración, y en su rol de facilitador de intercambios de
experiencias personales y vitales, en tiempos donde los caminos terrestres estaban
cerrados. Citando a M. Rivas: «El mar peleón de los altos acantilados y el mar que
penetra por las venas, tierra adentro. Nuestro mejor camino. Casi todo llegó y se fue por
el mar. ¿Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos? (…) Sobre todo gracias al
mar, el mejor camino de la antigüedad, la humanidad gallega es (…) una tierra de
llegada.»
Desde siempre, el mar ha permitido a los gallegos una enorme movilidad por todo
el mundo. Emigrantes, marineros, exiliados o trabajadores en general, los gallegos han
utilizado el mar para ir y para volver, para moverse por el planeta. De ello da prueba el
dicho popular: «Hay gallegos hasta en la Luna.» Este papel clave del mar, además de
conferir a Galicia una identidad propia, hace que ésta sea cosmopolita y abierta al
mundo, en relación con el hábito de viajar, el mestizaje cultural y la relativización de las
diferencias espaciales. Ello se relaciona de nuevo con la dicotomía de la Galicia
«interior» y la Galicia que se proyecta más allá de sus fronteras, a través del mar,
«exterior».
Según Rivas, la más hermosa definición de gallego la dio un viejo emigrante
entrevistado en televisión. Le preguntaron: «¿Está usted orgulloso de ser gallego?» El
hombre miró al público, miró luego a la cámara y dijo: «Estoy muy orgulloso porque
gallego, gallego, lo puede ser cualquiera.» O esta otra frase, de un marinero que ahora
trabaja de operario de ferrocarril en Nueva Zelanda: «Vi tanto mundo que soy más
gallego que nadie.» Galicia está y no está en Galicia.

234
3.6. IDENTIDADES DISIDENTES Y CONTROL DEL ESPACIO

Un importante grupo de identidades de resistencia se corresponden con las


denominadas identidades «disidentes» (Santos Solla, 2001). Según este autor, disidente
es toda persona que se aparta de caminos ortodoxos o mayoritarios. Es difícil delimitar la
disidencia, puesto que el sistema capitalista trata de ir integrando progresivamente a
capas cada vez más amplias de disidentes, tratando de disminuir el carácter de amenaza
que suponen para la estabilidad del mismo.
En sus investigaciones, Santos trabajó con dos grupos disidentes, los squatters y
los homosexuales, reflexionando sobre los principales rasgos de su identidad y
analizando los mecanismos mediante los cuales se proyectan sobre el territorio,
apropiándose de partes del mismo (empowerment). Este proceso es ya fácilmante visible
en la Península Ibérica, como veremos seguidamente.
Los squatters u okupas (en castellano) construyen su identidad a partir de dos
premisas fundamentales: el ataque y el rechazo a la propiedad privada, por una parte, y la
existencia de relaciones sociales y políticas horizontales, por otra. Organizados en
comunas, hacen de la vivienda el centro de su reivindicación, y en especial de las
viviendas vacías, que ocupan libremente y sin que medie ningún contrato de
arrendamiento o título de propiedad. En muchos casos, al estar reconocido el derecho a
la vivienda en la Constitución Española de 1978, los jueces terminan regularizando las
situaciones de ocupación de facto.
Nos encontramos así con espacios urbanos en poder de los squatters. Santos
menciona los ejemplos de Free Town o Christiania en Copenhague, y determinados
sectores de ocupación en Ámsterdam. En Galicia, este autor cita la ocupación de las
viviendas del barrio ferrolano de Caranza por parte de 500 familias, ante la tardanza en
la entrega de los pisos. Aunque no se trata de una ocupación genuina, en Galicia se
conocen procesos de ocupación en sectores de Santiago de Compostela (donde destaca la
«Casa Encantada»), A Coruña y Vigo. En la Península Ibérica existen o existieron
procesos de ocupación en Barcelona (Fábrica HAMSA), Granada (Camino de Ronda),
Madrid (El laboratorio) o Valencia (Kasal Popular).
Por lo que se refiere a los colectivos de homosexuales, constituyen otro grupo
claro de disidentes, ya que en el núcleo de la identidad homosexual se encuentra el
cuestionamiento del género y del gran pilar en el que se ha basado la organización social
a lo largo de la historia: el patriarcado. Es conocido el ejemplo del barrio gay de San
Francisco (Castells, 1986), en donde se ha producido un claro proceso de empowerment .
En la Península Ibérica, el mejor ejemplo lo constituye el madrileño barrio de
Chueca, tal como menciona Santos. En este céntrico barrio madrileño encontramos una
concentración de residencias de gays y locales de ocio de marcado carácter homosexual
que reflejan una clara ocupación del espacio. Santos se muestra crítico con estos barrios
homosexuales, elitizados y gentrificados, donde se reproducen los mecanismos perversos
de especulación y aumento del precio del suelo que nos encontramos en el resto del
territorio.

235
Sin embargo, el autor reconoce la importancia de estos barrios en la creación de
una identidad propia para este grupo. La facilidad para expresar un estilo de vida propio
y el reconocimiento social y público de la existencia de la homosexualidad son aspectos
muy a tener en cuenta. Para Myslik (1996), el poder identificarse con un territorio tiene
un gran significado emocional para individuos tradicionalmente marginados, reforzando
asimismo su propia identidad de resistencia.
A un nivel de análisis inferior, en la Península Ibérica se han generalizado los
«locales de ambiente» en las últimas dos décadas. Bares, restaurantes y pubs exhiben
banderas arcoiris que los identifi can con las comunidades homosexuales, contribuyendo
a reforzar la identidad de los colectivos de gays y lesbianas. Estas identidades
homosexuales han sido tradicionalmente de resistencia, organizadas en grupos y
asociaciones enfrentados al orden legal establecido. Pero como decíamos, la ley de
matrimonios entre homosexuales recién promulgada abre un nuevo horizonte en el que
podemos hablar ya de una identidad proyecto, en tanto en cuanto la legalidad ampara y
protege los derechos por los que los colectivos de homosexuales han peleado desde
posiciones de resistencia.

4. CONCLUSIONES

La globalización constituye un proceso de cambio imparable que afecta a todos los


ámbitos de la vida cotidiana (social, cultural, económico y ambiental). El término es muy
complejo y se enmarca en el tránsito hacia una nueva sociedad en donde el Estado-
nación pierde cada vez más legitimidad, a favor de los nuevos agentes, que controlan los
flujos de información, capital y las pautas de vida de los ciudadanos.
Frente a la importancia de los actores políticos, los nuevos actores son cada vez
más de carácter económico. Grandes empresas, corporaciones transnacionales y
multinacionales se hacen con el control del espacio y el tiempo, creando un espacio por
donde la información y el capital circula libremente, sin apenas restricciones.
Las consecuencias de este nuevo tipo de sociedad son la pérdida de los referentes
tradicionales que han guiado la vida del individuo en sociedad hasta ahora. Los
conceptos de religión, patria y nación ceden ante el empuje de una identidad cada vez
más desterritorializada, laica y aséptica (lo que algunos denominan «pensamiento
único», en donde el individuo se enfrenta a la difícil tarea de la gestión de su propia
libertad).
La crisis de las referencias identitarias tradicionales, la inestabilidad de los
mercados laborales y la pérdida del control sobre el espacio y el tiempo llevan a una
sensación de ansiedad e inseguridad del individuo, que trata de paliarlas mediante la
construcción de lo que Castells denomina «identidades de resistencia».
Frente a las tradicionales «identidades legitimadoras» (asociadas al poder de los
Estados y las Iglesias en el pasado), lo propio de la sociedad de la información son estas

236
nuevas identidades comunales, que agrupan a individuos unidos en torno a un proyecto
común, basado en una reedición de los tradicionales conceptos ya mencionados. En
algunos de estos casos, estas identidades de resistencia dan lugar a identidades proyecto,
como se ha mostrado en el artículo para el caso de los homosexuales.
En el trabajo partimos de estas reflexiones teóricas para centrarnos en la Península
Ibérica como un escenario privilegiado de análisis. La diversidad histórica y cultural de
este espacio nos ha permitido mostrar la existencia de diferentes grupos que han
desarrollado diferentes identidades. En todos los ejemplos hemos reflexionado sobre
identidades territoriales o con fuerte proyección espacial, mostrando que en la Península
Ibérica (y en especial en Galicia) se reproducen los procesos señalados por la teoría. La
identidad de los emigrantes, la identidad que desarrollan los nacionalismos periféricos, la
identidad en áreas fronterizas, la reactivación de las identidades locales, la identidad
marinera o las identidades desarrolladas por grupos disidentes nos han servido para
mostrar el dinamismo de estas nuevas identidades con fuerte contenido espacial, que se
oponen a la tradicional influencia que había venido ejerciendo el Estado-nación como
principal productor de identidad en la sociedad occidental.

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Peláez, Carlos Gil y Susana Sánchez.
La educación en la España contemporánea. Políticas educativas, escolarización y
culturas pedagógicas, Agustín Escolano.
Antropología filosófi ca. Las representaciones del sí mismo, Jacinto Choza.
La preparación fisíca en el fútbol, Carlos Lago.
Didáctica general, qué y cómo enseñar en la sociedad de la información, Martín
Rodríguez (Coord.).
Gimnasia artística: los fundamentos de la técnica, Francisco Sáez.
Diagnóstico en educación: Teoría, modelos y procesos, Luis M. Sobrado.
Análisis multivariado. Un manualpara investigadores, Andrés Catena (Coord.).
Psicología del género: implicaciones en la vida cotidiana, M.ª Pilar Matad (Coord.).
La formación continua laboral, Jaume Sarramona.
Bases pedagógicas de la educación especial, Rufi no Cano (Coord.).
Manual de métodos y técnicas de investigación en ciencias del comportamiento, Manuel
M. Ramos, Andrés Catena y Humberto M. Trujillo.

239
Adquisición del conocimiento. Origen, evolución y método, José Antonio León.
Clase, trabajo y ciudadanía. Introducción a la existencia social, Armando F. Steinko.
Psicología diferencial, M.ª Pilar Matud, Rosario J. Herrero y Mónica Caballeira.
Didáctica de la Educación Física. Una perspectiva crítica y transversal, Antonio
Fraile (Coord.).
Manual de psicología infantil. Aspectos evolutivos e intervención psicopedagógica, M.ª
Paz Bermúdez y Ana M.ª Bermúdez Sánchez (Eds.)
Teorías e instituciones contemporáneas de educación, M.ª del Mar del Pozo (Ed.)
La organización escolar normativa y aplicada, Isabel Cantón Mayo.
Compendio de teoría teatral, María Paz Grillo.
Nuestra personalidad. En qué y por qué somos diferentes, Manuel de Juan Espinosa y
Luis Francisco García.
Mente y personalidad. Teoría de la red de sistemas, Josep M.ª Lluís-Font.
Filosofía de la ciencia, Antonio Diéguez Lucena.
Problemas sociales. Desigualdad, pobreza y exclusión social, Eduardo López
Aranguren.
Psicología del desarrollo cognitivo y adquisición del lenguaje, Sergio Moreno Ríos.
Psicología forense. Manual de técnicas y aplicaciones, Juan Carlos Sierra, Eva M.ª
Jiménez y Gualberto Buela-Casal (Coords.).
La mentalización en el fútbol moderno.Guía práctica para entrenadores y futbolistas,
David Bollos García.
La reforma constitucional, Santiago Roura y Javier Tajadura (Dirs.).
Fundamentos constitucionales de la Unión Europea, Luis Jimena Quesada y Miguel
Ángel Alegre.
Psicología del trabajo en un mundo globalizado. Cómo hacer frente al mobbing y al
estrés laboral, Anastasio Ovejero Bernal.
Manual de psicopatología general, Jordi Obiols (Ed.).
La percepción visual. La arquitectura del psiquismo desde el enfoque de la percepción
visual (2.ª ed.), Javier Monserrat.
Geografía, paisaje e identidad, Clara Copeta y Rubén Lois (Eds.).

240
* Traducción de Angela Siliberti.
1 En los mismo años, G. Simmel elaboraba una teoría del «sentimiento de la subjetividad». Él afirma que
está en el confín que construye la identidad. La selección (del espacio que define la identidad) representa «una
actividad del alma», entonces no se trata de un dato físico sino arbitrario y subjetivo.
2 Incluso el estructuralista C. Levi-Strauss en 1980 manifestó ciertas dudas acerca de la sustancialidad del
concepto de identidad: «cada sociedad la (identidad) descompone en una multitud de elementos cuya síntesis…
constituye un problema…» (pág. 13). Se supone que la identidad también posee relaciones de incertidumbre (pág.
14). La sensación es que la identidad no consiste en el hecho de postularla o afirmarla, sino en el hecho de
rehacerla, reconstruirla, y que cualquier utilización de la noción de identidad empieza con una crítica de la misma
noción» (pág. 309).
3 El mismo autor observa que las nociones de comunidad e identidad son las más controvertidas (pág. 11).
4 La presente ley, de reforma de los principios y de las modalidades para el gobierno del territorio, orienta
la acción de los poderes públicos y endereza las actividades públicas y privadas a favor del desarrollo sostenible
en Toscana, asegurando la transparencia de los procesos decisionales y la participación activa de los ciudadanos
en las elecciones del gobierno del territorio.
Además, la Ley Regional Toscana 5/1995 prevé en el plan estructural un Estatuto de los Lugares. Éste
garantiza, fijando ciertas constantes estructurales, un correcto marco ambiental, historico-cultural y relacional del
territorio. Dichas constantes han de ser puestas bajo tutela a fin de garantizar el desarrollo sostenible, la
transparencia de los procesos decisionales y la participación de los ciudadanos.
El Estatuto de los Lugares es un acto constitutivo de los principios objetivos, valores y relaciones entre
comunidad y territorio. Representa instancias de codificación de los caracteres identitarios del patrimonio
territorial.
5 En los mismos siglos se creó un área de expansión extra-urbana hacia el sureste.
6 Este Stradone acabó por aislar mayormente el centro histórico, porque constituía una barrera entre el
«viejo» y el «nuevo».
7 Datos de 1990 proporcionados por la Oficina de Agricultura del Ayuntamiento de Corato.
8 Refugios para los animales, construidos con recintos de paredes en seco.
9 Los antiguos mungituri, que de costumbre eran anejos de los jazzi, están construidos con piedras y
tienen forma de ocho.
10 Cavidad cársica cuyo techo se ha derrumbado.
11 Hendiduras naturales donde se recolectan las aguas de superficie; son típicas de los terrenos cársicos.
12 Antiguo cobertizo para ovinos.
13 El análisis del paisaje de la Alta Murgia se refiere a la zona individuada por la Conferencia de
Servicios del 93 y comprende una superficie de casi 20.000 hectáreas.
14 Vivienda de piedra de forma circular y techo cónico típica de Apulia
15 G. Fuzio G., Las masías fortificadas de la Apulia, en castillos, torres y obras fortificadas de Apulia,
Bari, De Vita R., 1974.
16 Signo mágico.
17Antigua cueva cársica cuyo techo ha cedido y actualmente es un agujero enorme.
18 Fosa natural.
* Traducido Traducido por Nicola Nesta.
1 Es decir, geografía.
* Traducción por Nicola Nesta.
** El proyecto para la experimentación del modelo Markusen (1994) lo propone M. Fiori, autora de los
epígrafes 1-5; las entrevistas las ha realizado S. Pastano, autora de los epígrafes 6-7. Las conclusiones pertenecen
a las dos.
1 Relación entre el peso porcentual del sector en el sur y el peso análogo en Italia. El valor del índice
superior a la unidad indica una relativa especialización del territorio en ese sector; el valor inferior a la unidad, por

241
el contrario, indica una especialización débil o escasa del territorio en cuestión con respecto a Italia.
2 Sólo 21 de los 160 sistemas locales formalmente reconocidos en toda Italia, a 1 de abril de 2005, se
encuentran en el sur. A veces, se trata de realidades productivas dinámicas y vivaces, pero todavía muy poco
difundidas en relación con el norte del país.
3 Un primer nivel de datos oficiales sobre las empresas se consigue por medio del sitio de las cámaras de
comercio italianas, www.infoimprese.it/, donde se puede encontrar la nómina por orden alfabético de todas las
empresas italianas activas, inscritas en el Registro de las Empresas, y clasificadas según los códigos de actividades
económicas Ateco.
4 Cambios ocurridos dentro del sector productivo que pueden modificar el pattern localizador de la
empresa.
5 Cambios ocurridos en la economía regional que influyen o han influido en los costes y la capacidad de
acción de la empresa.
6 Se lo agradecemos al gestor único de la Moncafè, el señor Leonardo Sampietro. Un agradecimiento
particular al responsable de marketing de la empresa, Alessandro Sampietro, por su colaboración activa, el soporte
constante y la confianza en la realización del presente trabajo.
* Traducción por Nicola Nesta.
1 De todos modos, ya a finales de los años 70 del siglo xx, el archivo de la Sociedad Alinari administraba
—entre otras cosas— los fondos de cinco firmas fotográficas «históricas»: Brogi, An-derson, Mannelli,
Chauffourier, Fiorentini. Véase Settimelli y Zevi, 1977, pág. 8. En la actualidad se estima que el patrimonio
fotográfico en las manos de los Alinari contiene seis millones de piezas. En el texto y las notas a continuación
citaremos, a fines de concisión, la obra redactada por el infrascrito sin indicar al autor (o sea, a Vecchio, 2002),
sino con la sola referencia a las páginas.
2 Con respecto a esto, véase Farinelli, 1992; en particular, págs. 72-73.
3 Un análisis sintético de las distintas opiniones sobre el nivel de inovación de la fotografía respecto a las
formas preexistentes de representación figurativa se encuentra en De Vecchi, 200, en particular, II, 1.
4 Convenientemente F. Zevi (1977, pág. 255) recuerda que los módulos de reproducción fo-tográfi ca de
ambientes con características, en sentido lato, «monumentales» rellenan al principio de la era televisiva también el
nuevo medio, por ejemplo, con las fotografías Alinari propuestas hasta los años 60 del siglo pasado como
imágenes para los Intervalli (descansos) entre un programa y otro de la televisión pública italiana.
5 Véase —bajo el aspecto específicamente geográfico— la discusión que escribe Dear, 2001. Sin
embargo, supuesto que la práctica de la contextualización —y, entonces, de la desobjetiva-ción— es una praxis
nada nueva, a la que la modernidad ya está acostumbrada, nunca se podría insistir bastante en la oportunidad de
esa contextualización-desobjetivación, porque la re-objeti-vación —por lo menos como la percepción de la
obtención de verdades indiscutibles, que hacen obsoleto el debate precedente— siempre está dispuesta a recuperar
su puesto otra vez. En el ensayo de Dear (pág. 2) el partial, incremental truth es considerado, también por los
autores modernos, como una meta a la que aspirar. Pero, en otra parte, A. Giddens (1990, págs. XXX-XXXIII)
recordó convenientemente que, a diferencia de las ciencias naturales, en las ciencias sociales esa posible verdad
incremental se obtiene restaurando a nivel teórico todos los debates que tuvieron lugar desde el origen de un
determinado saber. Entonces, la eventual verdad parcial e incremental es algo que —en el mejor de los casos—
sólo puede obtenerse comparándose tendencialmente con la entera tradición de un determinado saber. En relación
con esto, véanse las recientes reflexiones de Guarrasi, 2001.
6 Por otra parte, respecto al contexto en que escribía Ortoleva, el actual se ha cambiado, cuando no,
volcado. Por lo que concierne a Italia, muchas obras recientes sobre este tema lo demuestran; entre ellas destaca,
prescindiendo de la que nos ocupa, el vigésimo volumen (2004) de los Annali de la Storia d’Italia (Anales de la
historia de Italia) por Einaudi, dedicado a la imagen fotográfica, que constituye la continuación del análogo de
1979 (el segundo de la serie Anales).
7 Debo la indicación de la vicisitud de los Archives a la cortesía de Ola Söderström.
8 Permanece, por ejemplo, casi hasta finales de los años 50 —por experiencia personal del infrascrito— la
presencia sistemática, en algunas calles del centro de Bolonia, de fotógrafos profesionales, que efigian a los
transeúntes y venden las relativas fotos. Contra la objeción de que esa práctica continúa o está todavía de moda en
otros lugares, se puede contestar que disminuyó sensiblemente, y que, de todas maneras, se encuentra en lugares

242
de turismo de masas (un fenómeno al que Bolonia, por lo menos en los años 50, es totalmente ajena) y/o en sitios
donde al clic fotográfico se añade la posibilidad de puestas en escena particulares (piénsese en los pájaros, a los
que se puede atraer con cantidades de alpiste).
9 Por el contrario, es verdad que grandes empresas fotográficas, como las dirigidas por Albert Kahn,
presuponen, por parte del fotógrafo, no sólo habilidad técnica, sino también una cuidadosa obra de «educación del
ojo»: Brunhes (y Kahn también) solía repetir que «ne voit pas qui veut» (o sea que para ver no basta con quererlo,
sino que hace falta saberlo hacer); y con respecto a los Alinari, véase lo que escribe F. Zevi (infra en el texto).
Pero me parece que la máxima de Brunhes sobrentiende la idea de que es difícil captar el significado del
fenómeno fotografiado; y sin embargo, tras haberlo captado, es incontrovertible, no depende de la contingencia de
las condiciones en que actúa el ojo (tanto el biológico como el mecánico-químico).
10 Particularmente con respecto a la «vista», léase la comparación de Berque (1995, págs. 18 y 20-21)
entre dos fotos de Tréport en Normandía, sacadas respectivamente por un turista anónimo y por Gabriele Basilico.
11 En prueba de eso se puede consultar en cualquier buscador de internet las expresiones: geographical
photography o bien geography and photography: lo obtenido será un test de la gran desproporción entre páginas
dedicadas a las prestaciones técnicas del medio fotográfico y páginas dedicadas a la contextualización
sociocultural de la práctica fotográfico-geográfi ca.
12 En los años 70 Filippo Zevi sucede en la propiedad de la empresa Alinari, luego revendida.
13 Citemos, entre los más empleados, los fondos de los fotógrafos Tatge y Zannier.
14 Con respecto a eso, véase el prólogo de los directores de la obra, página V.
15 Pero, entre los estudiosos que autorizan la consideración unitaria de estos campos recordemos
Giorgetti, 1974 (quien dedica a ellos, entre otras cosas, el capítulo V de su obra, titulado «La evolución
contractual en las áreas parceladas») y Bellicini, 1989.
16 Nuestro comentario, según afirman Massafra y Russo, 1989, reconoce la presencia de los campos de
pequeña y mediana gestión y media intensidad de cultivo, en contextos numerosos y pulverizados; piénsese, por
ejemplo, en los «desde los Abruzos septentrionales adriáticos y de las cuencas interiores hasta la mayoría de las
colinas de Lacio y Campania, desde la Murgia de los trulli hasta el Salento occidental [Apulia ndr], desde la
Calabria tirrénica hasta Cosenza, desde Messina hasta el extremo occidente de Sicilia»; pág. 19.
17 Se alude aquí al conocido debate sobre el diferencial de civicness entre centro-norte y sur de Italia,
desarrollado por Robert Putnam (1933). Para una consideración de ese debate en términos de «explicación
geográfi ca» remitimos a Vecchio, 2004, págs. 298-300.
18 Véanse, por ejemplo, para la sección «Montañas» las imágenes de las reforestaciones del siglo xx
(págs. 60-61) y, para la sección «Traumas territoriales», las imágenes de los derrumbes (Isenburg, 2002, págs.
194-195).
19 El poeta Gabriele D’Annunzio define las «ciudades del silencio» como esas ciudades italianas
importantes y prósperas en el pasado, pero a los márgenes del desarrollo moderno y, por consiguiente, casi vacías
en su época. El segundo libro de las Laudi (1904) contiene muchos poemas dedicados a cada una de estas
ciudades.
20 Para otras instantáneas del Nápoles del siglo pasado que corroboran este carácter suyo, véanse págs.
109 (la avenida Umberto o «Rettofi lo», que lleva a la Estación central) y 113 (la Estación central). Para otras
instantáneas de Nápoles con ese carácter, pero ajenas de la parte «Territorio», editada por nosotros, véanse las
imágenes de las págs. 342 y 343.
21 De la misma serie, pero ajenas de las secciones realizadas por nosotros, véanse las imágenes de las
págs. 356 y 357.
22 Es suficiente aquí una referencia a los clásicos de la materia: Farinelli, 1981; Cosgrove, 1984;
Cosgrove y Daniels, 1988; Berque, 1990; Duncan, 1990.
23 El Instituto Luce, todavía existente, nació en 1924 (entonces, casi tiene la misma edad que el régimen
fascista) con finalidades de educación, información y propaganda, revelándose muy eficaz en utilizar los medios
de comunicación de masas para sostener al régimen. Hace normal, por ejemplo, la praxis de los «cineperiódicos»,
noticiarios de proyección obligatoria en los cines en conexión con las películas en programación. La función de
claro sostén a los gobiernos en cargo sigue también tras la caída del fascismo. El archivo fotográfico del Instituto
actualmente contiene más o menos tres millones de instantáneas.

243
24 Sobre la estrecha relación entre las demoliciones en el casco viejo de Roma y el nacimiento de los
«arrabales» en las periferías, véase Insolera, 1971, págs. 136-151. De la misma serie, pero externas a las secciones
que hemos ido detallando, véanse las imágenes de las págs. 570 y 571.
* Traducción de Maria del Remei Erro Mas.
1 Para entender mejor el significado de los términos en la lengua original, se hace refencia a la definición
de MacCannell que afirma «an empirical relationship between a tourist, a sight, and a marker –a piece of
information about a sight».
2 Este párrafo, junto a la recogida de datos sobre los lugares turísticos destacados del Gargano y las
correspondientes elaboraciones de los mapas, representados en las figuras 2, 3, 4, 5 y 6, ha sido desarrollado por
Nicolò Episcopo, diplomado en Economía y Gestión de Servicios Turísticos por la Facultad de Economía de la
Università de los Studi de Foggia, con la conformidad de la autora.
1 Pesendorfer, 1996, pág. 30.
2 Sobre la figura de Bassi véase, especialmente, Gentilli, 1996, pág. 323.
3 Pelizzo, BCU, ms. 852 II, 1-16. La tendencia a desarrollar este tipo de investigación es común con el
resto de Europa: véase, por ejemplo, Lepenies, 1991, pág. 111.
4 Gioia, 1839, págs. 88-93.
5 En orden a este punto de la investigación, véase Malignani, 1944, págs. 25-26.
6 Véase Fabris, 1843; Battistella, 1927, págs. 10-11 y también Malignani, 1944, pág. 9.
7 Véase Venerio, 1851; Gentili, 1964, pág. 12.
8 Véase Marinelli, 1886, pág. 4 y Micelli, 1995, págs. 69-83.
9 Véase Gentili, 1966, págs. 326-327.
Traducción Miguel Á. Cestao.
1 Este estudio retoma, con alguna que otra modificación y actualización, el texto publicado en
Popolazione e storia, 2003, 1.
* Traducción de Maria del Remei Erro Mas.
1 Véase, por último, el volumen de Gian Enrico Rusconi, Italia, Alemania, Europa. Desde el estado de
potencia a la «potencia civil», Turín, Einaudi, 2003.
2 Johann Wilhelm Archenholz, England und Italien, Carlsruhe, 1787.
3 August von Kotzebue, Erinnerungen von einer Reise aus Liefl and nach Rom und Neapel, Berlín,
Frölich, 1805, edición de la cual se cita, con la indicación del volumen y del número de la página entre paréntesis
en el texto.
4 Gustav Nicolai, Italien wie es wirklich ist. Bericht über eine merkwürdige Reise in den hesperischen
Gefilden, als Warningsstimme für alle, welche sich dahin sehnen, Leipzig, Otto Wigand’sche Verlags-
Expeditions, 1834.
5 Johann Wolfgang Goethe, Viaje a Italia, traducción de Manuel Scholz Rich, Ediciones B, 20012,
edición de la cual se cita, con la indicación en el texto del número de la página entre paréntesis.
6 Johann Caspar Goethe, Viaggio in Italia (1740), con una introducción de Arturo Farinelli, Reale
Accademia d’Italia, 1932-X, vol. I, pág. 39.
7 En pág. 40.
8 En pág. 41.
9 August von Kotzebue, ob. cit. pág. 128.
10 Un papel importante en la promoción del conocimiento de Italia en Alemania lo tuvo el bibliotecario de
Weimar, Christian Joseph Jagemann (1739-1804), que llegó a Weimar en 1774 después de más de quince años
transcurridos en Italia, sobre todo en Toscana. Autor, además de publicaciones literarias sobre la poesía italiana,
de una gramática de la lengua italiana (Italienis-che Sprachlehre zum Gebrauche derer. Welche die italienische
Sprache gründlich erlernen wollen, Lip-sia, 1792), de un diccionario de la lengua italiana y alemana (Nuevo
diccionario Italiano-Alemán y Alemán-Italiano. Primera parte, donde las palabras italianas se convierten en
alemán, Lipsia, 1799; segunda parte, donde las palabras alemanas se convierten en italiano, Lipsia, 1800), del

244
volumen, en tres tomos, Briefe über Italien (Cartas sobre Italia), también fue editor (y principal autor) de un
diario, La Gazzetta di Weimar, que salió en Weimar desde enero de 1787 hasta junio de 1788, en lengua italiana, e
informaba de todo lo que pasaba en Italia, desde la política hasta la literatura, desde la búsqueda científica hasta
las costumbres tradicionales. Sobre Jagemann, véase Maria Teresa Dal Monte, Christian Joseph Jagemann: un
italianista del setecientos en Alemania, Imola, Galeati, 1970 y Teodoro Scamardi, «Christian Joseph Jagemann: Il
carattere nazionale degli italiani e il cicisbeis-mo», Bollettino del CIRVI, núm. 48, enerojunio 2003, págs. 221-
248.
11 Montesquieu, Viaggio in Italia, Editori Laterza, 1990, pág. 222.
12La recensión Goethe, la leggenda del lazzarone napoletano e il valore del lavoro ahora se encuentra en
el volumen Lotte del lavoro, Torino, Enaudi, 1972, págs. 200-206.
13 Justus Tommasini, Briefe aus Sizilien, Nicolaische Buchhandlung, Berlin und Stettin, 1825, edición de
la cual se cita, con la indicación del número de la página en el texto entre paréntesis.
14 Georg Arnold Jacobi, Briefe aus der Schweiz und Italien, Zweiter Band, bei Johann Fried-rich Bohn,
Lübeck und Leipzig, 1797, pág. 208.
15 Patrick Brydone, Viaggio in Sicilia e a Malta 1770, Milán, Longanesi, 1968, pág. 185.
16 Johann Hainrich Bartels, Briefe über Kalabrien und Sizilien, Dritter Teil, bei Johann Christian
Dieterich, Gottingen, 1792, pág. 553.
17 Teodoro Scamardi, Christian Joseph Jagemann: Il carattere nazionale degli italiani e il cici-sbeismo,
ob. cit.
18 En la pág. 195. Esta mala costumbre, no concierne sólo a Nápoles. Esto lo hacen hasta en los porches
de Raffaello en el Vaticano que servían «como las escaleras que conducen hasta allí, un lieu d’aissance para quien
le venga el estímulo de hacer las propias necesidades» (A. Kotzebue, ob. cit., vol. III, pág. 16), pero no era menos
para los antiguos habitantes de Pompeya que —como recuerda Karl Philipp Moritz en su relato Viaggio di un
tedesco in Italia (Reisen Schriften zur Kunts und Mythologie, Fráncfort, Insel Verlag, 1981, vol. II, 263)— solían
pintar en la fachada de la casa una serpiente («Sacer est locus, non mejite pueri»), como Persio escribió: «La
imagen de la serpiente hacía el mismo efecto que hace hoy en día el crucifijo que en una ciudad italiana el
propietario pinta en la fachada de su casa para que no la ensucien.»
* Traducción de Maria del Remei Erro Mas.
* La presente contribución se refiere a la investigación «Sistemas de Soporte para instituir y gestionar las
Áreas Naturales Protegidas» financiada por el CNR (Consejo Nacional de las Investigaciones) (Agencia 2000,
Proyecto Jóvenes Investigadores) coordinado por Grazia Concilio, en el Politécnico de Bari.
** Departamento de arquitectura y urbanismo politécnico de Bari, calle Orbona 4, 70125 Bari, Italia. E-
mail: celino@dau02.poliba.it, g.concilio@poliba.it.
*** Departamento de Arquitectura, Planificación e Infraestructura de Transporte, Universidad de la
Basilicata, calle santa Caterina, C.da Macchia Romana, Potenza, Italia.
1 Cañadas: senderos para la migración de las ovejas.
2 En Apulia, durante la Edad Media, en las cuevas pulleses se desarrolló la así llamada «civilización
rupestre» con aldeas enteras en tufo y cuevas decoradas con frescos.
3 La trashumancia ha representado una profunda tradición rural de las regiones en las cuales existe un
fuerte contraste entre áreas montañosas y llanuras. En el territorio de la Gravina también tenía lugar la
trashumancia cuando en octubre y mayo los pastores dirigían el ganado desde el Abruzo, Molise y Campania hasta
la Apulia.
4 Lugares donde está prohibida la entrada a los pastores.
5 El ambiente del Mediterráneo es evidente en el extenso crecimiento de la «mancha» a lo largo de casi
toda la costa, que surge de la destrucción de originales extensiones de acebo.
6 En la región de la Apulia, las «masías» son grandes centros agrícolas.

245
Índice
Portada 2
Créditos 6
ÍNDICE 8
PRESENTACIÓN, Rubén C. Lois González 11
INTRODUCCIÓN, Clara Copeta 15
LA IDENTIDAD: NUEVA CATEGORÍA DESCRIPTIVA DEL
18
TERRITORIO Y DEL PAISAJE, Clara Copeta
EL DON DE HUMBOLDT: EL CONCEPTO DE PAISAJE,
43
Franco Farinelli
GEOGRAFÍA DE ITALIA Y OBJETIVO FOTOGRÁFICO.
CONSIDERACIONES AL MARGEN DE UNA EXPERIENCIA 83
EDITORIAL, Bruno Vecchio
ESPECIFICIDAD, TIPICIDAD E IDENTIDAD EN LOS
51
SISTEMAS SOCIOECONÓMICOS LOCALES, Maria Fiori
EL GARGANO: UNA CONOCIDA SUBREGIÓN TURÍSTICA
DEL SUR DE ITALIA CON UNA MARCADA IDENTIDAD 99
TERRITORIAL, Isabella Varraso
DINÁMICAS URBANAS CREATIVAS Y SOSTENIBLES: EL
SURGIMIENTO Y LA AFIRMACIÓN DE LAS REDES 123
SOCIALES «BLANDAS» Y «MIXTAS», Marina Marengo
GEROLAMO VENERIO Y LA ÉPOCA DE LA
134
RESTAURACIÓN, Francesco Micelli
DEMÓGRAFOS, FASCISMO, POLÍTICA DE NATALIDAD.
NODOS PROBLEMÁTICOS Y PERSPECTIVAS DE 140
INVESTIGACIÓN, Anna Treves
LA CALLE: EL ICONO DE ITALIA EN LA LITERATURA DE
VIAJE ALEMANA ENTRE EL SETECIENTOS Y EL 153
OCHOCIENTOS, Teodoro Scamardi
CONVERSACIONES DE COEXISTENCIA. LOS LUGARES Y
POLÍTICAS DE DOS ÁREAS RURALES DE LA APULIA, 170
Valeria Monno

246
DINÁMICAS DE IDENTIDAD Y USO DEL SUELO EN LAS
DESCRIPCIONES NORMATIVAS: ÁREA NATURAL Y 196
PROTEGIDA DE GRAVINA DI PUGLIA (ITALIA), Adele
Celino, Angela Colonna y Grazia Concilio
MUNDO PARADÓJICO: DIEZ MOTIVOS DE LA INUTILIDAD
209
DE LA EDUCACIÓN GEOGRÁFICA, Andrea Bissanti
APÉNDICE. NUEVAS IDENTIDADES TERRITORIALES DEL
PRESENTE: UNA PERSPECTIVA DESDE LA PENÍNSULA 218
IBÉRICA, Rubén Lois y Miguel Pazos

247

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