Está en la página 1de 3

LO SUBLIME DINÁMICO Y MATEMÁTICO EN KANT

Kant aborda “lo sublime” en la Crítica del Juicio tras haber realizado
un análisis de los tipos de juicio que utilizamos para expresar las
experiencias estéticas relacionadas con la belleza y la sublimidad.
En primer lugar, distinguirá dos tipos de sublimidad: los sublime
matemático y o sublime dinámico. Nos detendremos, en primera
instancia en el primero de ellos.
Kant define “lo sublime matemático” como aquello que es
absolutamente grande o aquello con lo cual todo lo que comparemos
resulta pequeño. Para saber qué es “lo absolutamente grande”,
tenemos que entender qué significa “ser grande”. Cuando decimos
que algo es grande estamos estableciendo una comparación. Por
ejemplo, la casa es más grande que la mesa. Tanto la casa como la
mesa son magnitudes.
Que una cosa sea una magnitud se puede extraer de la cosa misma
sin compararla con otra, es decir, todas las cosas son magnitudes
como quedaría expuesto en los ejemplos anteriores.
¿Qué es una magnitud? Para Kant, una magnitud es un conjunto de
elementos homogéneos que en su conjunto constituyen una totalidad.
(Mesa=totalidad). Pero, si queremos saber cuán grande es algo
debemos de comparar y utilizar para ello una unidad de medida.
(Cuando mido una mesa con un metro también estoy estableciendo
una comparación).
Sin embargo, si encontramos algo que sea absolutamente grande
sobre toda comparación nos encontraremos con lo sublime. (Digamos
que imposible de medir). Desde esta perspectiva, si lo sublime es lo
absolutamente grande queda, por tanto, demostrado para Kant que
no podremos hallarlo en la naturaleza. Si nos preguntamos por qué, la
respuesta es obvia. Intenta pensar en el objeto más grande de tu
experiencia. Por más grande que sea podríamos convertirlo en algo
absolutamente pequeño utilizando distintos objetos de medida. Así,
nada que pueda ser objeto de los sentidos podría ser sublime porque
encontraríamos alguna forma de medirlo por muy grande que fuera.
Lo sublime indicaría algo que va más allá de nuestra capacidad
natural de medición. ¿Qué quiere decir esto?
Kant distingue dos formas de estimar una magnitud: la matemática y
la estética. La primera consiste en estimar la magnitud de algo con
elementos numéricos (Esta mesa mide 1 metro) mientras que si se
hace con el ojo es estética (es decir, somos capaces de captar la
totalidad de la mesa sin establecer un valor numérico de su
magnitud). Si estimamos la magnitud matemática deberemos
conocer la unidad de medida, es decir, que esta sea aprehendida
inmediatamente con una intuición (es decir, que deberíamos tener
una experiencia del objeto significado, en este caso del metro). Así,
sabremos cuánto mide una torre en metros pero no en pies. Desde
este punto de vista, podemos concluir que para la estimación
matemática no hay un límite pero sí para la estimación estética (dicho
vulgarmente, aquello que puede abarcar nuestro ojo). Por tanto,
cuando llegamos al límite de nuestras capacidades, el objeto nos
abruma y da paso a la emoción de los sublime que ninguna
estimación por medio de números puede producir.
¿Cómo se produce el placer en el sentimiento de lo sublime? El placer
vendría dado por el juego libre de la imaginación y la razón. La razón,
con su idea de totalidad, exige que la imaginación entregue una
intuición definida, es decir, un objeto total. Pero en el sentimiento de
lo sublime esto es imposible. La imaginación avanza hacia el infinito
sin poder alcanzar la totalidad y falla con la exigencia de la razón.
Si en lo sublime matemático hemos tratado sobre la magnitud de la
naturaleza, lo sublime dinámico trata de la fuerza de la misma. Como
ejemplo, podemos poner un huracán, una erupción volcánica, una
tormenta. La naturaleza se presenta como una fuerza amenazante
que nos hace sentir infinitamente pequeños. Sin embargo, para sentir
lo sublime no debemos sentir miedo o temor, es decir, tenemos que
estar en un lugar seguro para realizar nuestra contemplación. (Os
remito al pasaje de los textos donde Kant expone algunos ejemplos
de sublime dinámico que comienza por “rocas amenazadoras….”).
Llamamos al sentimiento que produce la contemplación de tales
objeto sublime porque estos reducen nuestra facultad de resistir a
una insignificante pequeñez comparada con su fuerza pero, a su vez,
elevan las capacidades del alma por encima de su término medio
ordinario y nos hacen descubrir en nosotros una capacidad de
resistencia totalmente distinta y superior a cualquier elemento de la
naturaleza: la libertad. La libertad hace que actuemos de forma
autónoma sin ser ni estar determinados por lo natural. Lo sublime
hace que nuestra naturaleza moral se nos revele.
De este modo, el displacer inicial se ve transformado en placer al
darnos cuenta de que existe la posibilidad de ser libres y obrar
autónomamente. Observaríamos que en Kant, desde este punto de
vista, se vuelve a establecer un puente entre la ética y la estética.

También podría gustarte