Inferencia Política, numero 3, julio 2012

LA MODERNIDAD Y EL DESENCANTO DE LA
POSMODERNIDAD

Elías Sánchez Guillermo Eduardo1

Puede señalarse que la modernidad es un periodo histórico que tiene sus orígenes
en el continente europeo hacia el siglo XVI, y que se extiende hacia los siglos XVII
y XVIII. Esta está signada por una serie de acontecimientos históricos, políticos y
filosóficos que producen un quiebre con las anteriores estructuras que
organizaban el mundo.

PALABRAS CLAVE: Desacralización – Secularización- Utilitarismo- Racionalismo

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Profesor Adjunto de Derecho Internacional Público y Comunitario en las carreras de Abogacía,
Escribanía y Ciencia Política, UNLaR.

1
La Modernidad
Puede señalarse que la
modernidad es un periodo histórico que
tiene sus orígenes en el continente
europeo hacia el siglo XVI, y que se
extiende hacia los siglos XVII y XVIII.
Esta está signada por una serie de
acontecimientos históricos, políticos y
filosóficos que producen un quiebre con
las anteriores estructuras que
organizaban el mundo. Ellos son por
ejemplo el Renacimiento, el
descubrimiento de América, la reforma
religiosa emprendida desde Alemania
por Martín Lutero, la Revolución
comercial operada a partir del 1400 y en
lo filosófico una corriente del
pensamiento llamada “la Ilustración”.
Dichos acontecimientos revolucionarán
respectivamente la cultura, la religión y
la economía antiguas, señalando nuevos
y decisivos rumbos al proyecto, hasta
ese momento europeo-cristiano-
occidental.
Coinciden los historiadores en
que a partir del año 1300 se produce un
continuo declinar del mundo cristiano-
feudal. Es así como puede verse decaer
la caballería, el Feudalismo, el Sacro
Imperio Romano, la autoridad universal
del Papa, el sistema gremial de
comercio y la industria y sinnúmero de
pilares del antiguo orden.
Mario Casalla citando a Paul
Hazar ha bautizado al cambio operado
como el del paso de la “estabilidad al
movimiento”. El viejo ideal de
estabilidad y la “medida”cederán paso
ahora al “movimiento” progresivo y
constante y al afán consecuente de
romper “con todo límite”. (Casalla:
2003:220)
Señala Lechner que se entiende
por modernidad el proceso de
desencantamiento con la organización
religiosa del mundo. La Sociedad
religiosa se caracterizaba por la
anterioridad y la alteridad absoluta de
un principio divino como garantía
inviolable del orden. Es decir que la
modernidad consiste en esa ruptura con
una fundamentación trascendente y la
reivindicación de la realidad social
como un orden determinado por los
hombres.
La modernidad es ante todo un
proceso de secularización: el lento paso
de un orden recibido a un orden
producido (Lechner: 1990: 156).
Nicolás Casullo señala en iguales
términos que la modernización de la
historia, ha ido precedida por la caída,
el quiebre y el agotamiento de una vieja
representación del mundo regida
básicamente por lo teológico, por lo
religioso. Señala que desde el Antiguo y
el Nuevo Testamento hasta el segundo
milenio de nuestra era,
aproximadamente año 1500, 1600 y
1700, la representación del mundo
franqueaba por variables teológicas,
designa lo que es el mundo, lo que es
Dios, lo que son los hombres, cual es la
historia, cual es la causa y cual será el
final. Es así que a partir de la
modernización de la historia y del
hombre, éste, influido por una
multiplicidad de experiencias culturales,
plantea una severa crítica a las
representaciones del mundo estatuido.
(Casullo: 1999:11)
Señala Touraine que la ideología
modernista afirma ante todo la muerte
del sujeto. La corriente dominante del
pensamiento occidental desde el siglo
XVI a nuestros días, ha sido
materialista. En este sentido el
modernismo es antihumanista pues sabe
muy bien que la idea de hombre ha
estado vinculada con la del alma, la cual
impone la idea de Dios. Es por ello que
el rechazo de toda revelación y de todo
principio moral, crea un vacío que debe
llenar la idea de Sociedad, es decir, la
idea de utilidad social. El hombre es
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solo un ciudadano, la caridad se
convierte en solidaridad y la conciencia
se convierte en el respeto de las leyes.
(Touraine: 1994: 37)
Como fuera señalado la filosofía
dominante en la modernidad es la de la
llamada Ilustración. Kant al definirla
señalaba que la misma es “la salida del
hombre de su auto culpable minoría de
edad. Entiende como minoría de edad la
incapacidad de servirse de su propio
entendimiento, sin la guía de otro. Esta
“mayoría de edad que reclamaba Kant
significaba que resultaba necesario que
el hombre se sacara de encima las
cadenas del dogmatismo, de la
superstición y de la ignorancia. (Foster:
1999:243). Lo que animaba el espíritu
de los autores ilustrados era la idea
basada en la posibilidad de que el
hombre pudiera hacerse cargo de la
transformación de la historia; la idea de
que la historia estaba para ser modelada
por los hombres, que era la arcilla en
bruto y los hombres los escultores
capaces de construirla.
Para poder lograr este cometido
de transformar la historia y moldearla,
es necesaria que la misma sea
atravesada por la luz de la razón. Los
ilustrados hacen de la razón un dogma,
razón por la cual aparece como enemigo
común de estos pensadores la religión.
La religión es fuertemente rechazada
porque se la identifica con un sistema
de creencias que mantienen al hombre
esclavizado a un conjunto de prácticas
sociales, institucionales y familiares. Si
bien decimos que la Ilustración posee
como enemigo a la religión en general,
cabe decir que dentro de estas “el gran
enemigo” es la religión católica, y en
especial la doctrina y prácticas de la
Inquisición. A la Iglesia romana se la
considera como culpable de siglos de
ignorancia, de humillación y de
incapacidad de pasar a un estado de
“adultez” en palabras de Kant. No
obstante esta característica antirreligiosa
de la Ilustración, es dable decir que en
Alemania país que receptó el
pensamiento ilustrado después de
Francia, la Ilustración estuvo al lado de
la teología. El motivo tal cual lo señala
Hegel, se debe a que en Alemania todo
lo referente al orden temporal había sido
ya influido por la Reforma protestante.
Este periodo al que se lo conoce
como “Siglo de las luces” o siglo de
pensadores y críticos de viejas
representaciones del mundo, puede
caracterizarse como de soberbia de la
razón, una razón que se convierte en
fundamento y en código para entender
absolutamente todo. La historia para los
ilustrados ya no depende de Dios, sino
que son los hombres los que la toman en
sus manos y la arman.
Este proyecto ilustrado de la
modernidad que ha tenido a juicio de
los críticos posmodernos tantos
avatares, tantas pesadillas y utopías fue
receptado en nuestro país por los
hombres de la Revolución de Mayo,
como Castelli, Mariano Moreno,
Belgrano, proceres que leían los
clásicos que llegaban de Europa como
Diderot, Voltaire, Montesquieu y
Rousseau. Estos mismos autores son los
que veinte años antes habían leído
Robespierre, Dantón o Marat. Este
pensamiento ilustrado produjo el
increíble efecto de que cuando llegó a
conocimientos de hombres de acción
logró producir acontecimientos tales
como la Revolución Francesa o la gesta
de los hombres de Mayo en nuestro
país.
Ahora bien, decimos que en la
modernidad de acuerdo al pensamiento
ilustrado el mundo deja de ser un orden
predeterminado de antemano y deviene
objeto de la voluntad humana. Pero a
poco que comenzamos a preguntarnos
sobre los principios en los cuales recae
el orden, surgen algunos interrogantes.
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En el pensamiento moderno ya no existe
una ley absoluta que encauce la
voluntad humana y son los hombres
mismos quienes han de autolimitarse.
La sociedad es la que tiene que crear a
partir de si misma su propia
normatividad.
Una característica que puede
señalarse de la Ilustración es que la
misma implica una pedagogía universal.
Implica luchar contra los
particularismos. Implica decir que el
hombre es humanidad, tomando como
base el concepto kantiano de humanidad
que la considera como un universal
abstracto en el cual todos los hombres
son iguales. Este concepto de igualdad
que se convirtió en uno de los puntales
de la Revolución Francesa es usado para
representar el ideal de una sociedad sin
discriminaciones, sin desigualdades, sin
las estructuras sociales tradicionales en
que estaba organizada la sociedad. No
obstante como señala Foster este
planteo de universalidad, con el correr
del tiempo tuvo una serie de
consecuencia, entre las que podemos
destacar el marcado etnocentrismo
cultural europeo. Este etnocentrismo
sirvió para realizar modernizaciones a
ultranza, para homogeneizar las
diversas culturas y para quebrar los
círculos culturales independientes y
resistentes al capitalismo. (Foster:
1999:248)
María Cristina Reigadas en igual
sentido señala que el núcleo de la idea
de modernización es la de una ley
universal de progreso. Su realización
consiste en la puesta en marcha de un
proceso progresivo e indefinido por el
cual deberán atravesar necesaria e
inexorablemente todas las naciones. Se
pregunta ¿Cómo acoplarse a la ley
universal de desarrollo? La respuesta
está en el recurso de la imitación. Esto
significa que para modernizarse hay que
realizar una compleja operación cultural
que consiste en el fuerte deseo de
abandonar la propia identidad, en la
voluntad de “ser como el otro”.
(Reigadas Maria Cristina: 2008)
Como fuera, señalado la Ilustración
propugna una autonomía de la voluntad
en la cual el hombre libre de ataduras, y
a través de la razón es quien construye y
moldea la sociedad. No obstante dentro
de la tradición ilustrada encontramos
dos grandes posiciones sobre el alcance
que esta autonomía tiene en la vida
política.
Una primera postura en la cual
podemos incluir a Kant, es la que divide
la libertad privada la capacidad crítica
del hombre autónomo, y la necesidad de
aceptar sumisamente el poder del
soberano, la “espada pública”. Por su
parte encontramos la postura
roussoniana que postula un punto de
encuentro entre la autonomía individual
y la construcción de una voluntad
general, de un orden político donde no
hay delegación. Estas posturas
contrapuestas conducen a dos modelos
de orden político diferentes. La primera
conduce a un concepto restringido de
democracia del cual surgen las ideas
sobre democracia representativa. La
segunda conduce a un modelo de
democracia de masas fundada en el
concepto de voluntad, que rechaza toda
referencia a todo tipo de delegación o
de representación en el orden político.
Concepcion de la historia y
construccion del orden social en la
Modernidad
Dentro del nuevo ideario que
postula la Ilustración en la modernidad
es el de la concepción de la historia
como progreso, una historia laica
construida por los propios hombres sin
la intervención de una voluntad divina.
Puede advertirse al momento de
producirse la Revolución Francesa,
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como este pensamiento se plasmó en la
adopción de una multiplicidad de
cambios que representaban una “nueva
sociedad”. Es así como se dispuso en
Francia cambiar el calendario
gregoriano por el calendario de la
revolución en el cual se postula como
año uno el año de la revolución
francesa. Para el hombre ilustrado todo
debe suponer un cambio una
metamorfosis con respecto a la
situación anterior. Abominan el pasado
y postulan construir una nueva historia
no contaminada por los vicios del
pasado.
Octavio Paz, citado por Foster
habla de la modernidad como una
tradición antitradicionalista, casi un
contrasentido lógico; es decir una
tradición que arremete contra toda
tradición, y en ese gesto de arremeter
contra toda tradición, funda su propia
tradición. (Foster: 1999:262)
En este contexto de
secularización de la sociedad que surge
en la modernidad, aparece la política
moderna. Es esta en adelante quien debe
cumplir la función integradora que antes
cumplía la religión. Anteriormente era
la religión quien otorgaba el
fundamento último del orden social.
Ahora es la política quien debe dar ese
fundamento.
No obstante esta pretensión
surgen algunas dificultades, y son las
que surgen de la intención de encausar
una pluralidad de voluntades
individuales en una voluntad colectiva.
Nos preguntamos ¿Cómo se produce
esta articulación? Para lograrla se
recurre a ciertos fundamentos “extra-
políticos”, como son por ejemplo las
tradiciones, la identidad nacional, la
similitud de costumbres, sentimientos y
creencias. Pero esto ya nos lleva a
advertir algunas de las contradicciones
en que incurre la filosofía moderna.
Primero se le asigna a la política un rol
central en la producción de un orden
social, y acto seguido queda el mismo
sujeto en última instancia a un
fundamento que va más allá de la
política como es “la unidad nacional”.
La segunda contradicción está
dada en que como fuera señalado la
modernidad se caracteriza por el intento
de romper con el pasado, con la historia,
con las tradiciones, con todo lo que
significaba el antiguo orden social, y al
mismo tiempo busca construir el orden
basado en una identidad histórica.
El Desencanto de la Posmodernidad
Uno de los factores que
mencionáramos como caracterizantes de
la modernidad era el de la exaltación de
lo universal frente a lo particular. El
desencanto posmoderno consiste en
parte en el rechazo a toda teoría que
posea la clave para entender el proceso
social en su totalidad, y
correlativamente en un elogio de la
heterogeneidad. Se parte de la crítica de
que existe la creencia de considerar a la
homogeneidad de la sociedad en un
estímulo para el entendimiento pacífico,
y de considerar a la heterogeneidad en
fuente de conflictos.
Señala Lechner en relación a
América Latina que “durante muchos
años hemos estado denunciando la
heterogeneidad estructural como
obstáculo al desarrollo, sin considerar
que ella podía fomentar una interacción
mas densa y rica que la homogenización
anhelada. (Lechner: 1990:163). En este
sentido la democracia latinoamericana
siempre ha estado atravesada por una
desconfianza en la pluralidad en tanto
cuestionamiento de la unidad nacional.
Es así como puede advertirse un cierto
quiebre en el etnocentrismo cultural
europeo y la valorización de un
pluralismo étnico y cultural.
5
Santos al elaborar una teoría crítica
posmoderna señala que debe existir un
paso del monoculturalismo al
multiculturalismo. No obstante esto la
construcción de un conocimiento
multicultural encuentra como dificultad
la destrucción que el colonialismo ha
realizado respecto de muchas formas de
saber propias de los pueblos originarios
que fueron reducidas al silencio.
(Santos: 2003:32)
El pensamiento moderno
encontró en el Estado al sujeto capaz de
articular las diferencias en el orden
social con un sentido totalizante. El
desencanto posmoderno percibe al
Estado como un aparato de dominación,
sospechoso de buscar siempre un
control totalitario. Hoy por ejemplo
aparece como anacrónico el patriotismo
con el que en el siglo XIX, el teatro, la
pintura o la poesía exaltaban al Estado
como encarnación de la unidad
nacional.
El pensamiento de la
modernidad estaba guiado por la razón,
no tanto por la razón en su concepción
iluminista sino en lo que se la identifica
como la racionalidad formal. Es aquí
donde el pensamiento posmoderno
apunta con sus críticas al pensamiento
moderno. En efecto la racionalidad
formal a la que se hace referencia es
aquella que organiza la vida pública,
aquella que se refiere a la política, al
derecho y a la economía. Esta
racionalidad formal es la que organiza
los elementos señalados para lograr el
equilibrio del sistema. Se critica
entonces la modernización y en
particular a un estilo gerencial-
tecnocrático de hacer política (Lechner:
1990:170)
Otro factor que se suma al
desencanto posmoderno es el de la
pérdida de fe en el progreso. Como
fuera dicho en el primer punto, una vez
rotos los lazos que ligaban a la sociedad
con la religión y con el antiguo orden,
se procuró desvalorizar el pasado y la
tradición, y a lo nuevo como un valor en
si mismo. Todas las miradas estaban
puestas en el futuro. Sobre el particular
el pensamiento posmoderno estima que
se ha producido una rutinización del
progreso, razón por la cual resulta cada
vez más difícil encontrar algo “nuevo”.
El progreso es visto ahora como algo
ilusorio, volviéndose la mirada hacia el
presente al cual se le otorga una
dignidad propia.
Otro de los aspectos que resultan
criticables de la modernidad es el de
haber dejado muchas promesas
incumplidas. Se había señalado como la
Revolución Francesa trajo consigo la
postulación de una serie de valores
sobre los cuales debía organizarse la
sociedad. Entre ellos cabe mencionar a
la igualdad y a la libertad.
Con relación a la primera señala De
Sousa Santos que la promesa de
igualdad resultó incumplida. Basta con
observar que los países capitalistas
avanzados con el 21% de la población
mundial, controlan el 78% de la
producción total de bienes y servicios, y
consumen el 75% de toda la energía
producida. Por su parte los trabajadores
del Tercer Mundo en el sector textil o
electrónico ganan 20 veces menos que
los trabajadores de Europa o de
Norteamérica, realizando las mismas
tareas y con la misma productividad.
(Santos: 2003: 23)
En lo que a la promesa de
libertad se refiere, esta también resultó
incumplida desde el momento en que
puede observarse un mundo en el cual
muchos niños trabajan en condiciones
de cautiverio,…, la violencia sexual
contra las mujeres, los niños de la calle,
… las limpiezas étnicas,…que son
apenas algunas de las manifestaciones
de la diáspora de la libertad (Santos:
2003: 24)
6
En lo que respecta al debate sobre el
postmodernismo, Hopenhayn señala que
existen dos posturas contrapuestas. Por
una parte la de aquellos posmodernistas
entusiastas que proclaman el colapso de
la modernidad, de sus bases culturales,
de sus paradigmas en ciencias sociales,
en política en arte y en filosofía. Por
otra parte los llamados críticos
modernos que reconocen la crisis de la
modernidad, pero que consideran a la
misma como parte de su dinámica.
Desde este punto de vista el
postmodernismo no es sino la
modernidad pensándose a si misma y
explicitando sus propios conflictos
irresueltos. (Hopenhayn: 1996: 158).
Jean Francois Lyotard señala que la
base de la crítica posmoderna hacia la
modernidad tiene que ver con la
llamada crisis de los metarrelatos. Estos
son las categorías que la modernidad ha
forjado para normar a la realidad.
Ejemplo de ellos son: la progresión de
la razón, la emancipación del hombre y
el autoconocimiento de la autonomía de
la voluntad. A su vez señala que todos
estos metarrelatos se remiten a una
glorificación de la idea de progreso, a la
idea de que la historia marcha en una
dirección en la que el futuro es
superación del presente. Sobre estos
metarrelatos los posmodernos opinan
que las mencionadas categorías han
perdido capacidad explicativa y fuerza
legitimadora.
Cabe preguntarse ¿Cuáles son
los blancos de ataque de los pensadores
posmodernos? Sobre el particular
Hopenhaym señala en primer lugar “la
idea de progreso”. Sobre esta considera
que la historia no marcha de manera
continua y ascendente, sino de manera
discontinua, asincrónica y cargada de
múltiples direcciones. No hay
racionalidad que regule el movimiento
de la historia.
También critican la idea de vanguardia.
Puesto que como no hay racionalidad en
la dirección de la historia parece lógico
para estos autores afirmar que no existe
grupo que pueda atribuirse el derecho a
establecer direcciones racionales de la
historia.
Critican además los posmodernistas la
idea de integración modernizadora que
entiende el desarrollo como
homogenización progresiva. Señalan
que esta idea tiene un sesgo
etnocentrista y una pretensión de
cohesión cultural.
En lo que respecta a las
ideologías estos autores las descalifican
por entender que no puede pretenderse
explicar a partir de algunos principios
básicos, una multiplicidad de
fenómenos. Consecuentemente con esto
también son blanco de ataque las
utopías, por estimarse que son recursos
autoritarios para imponer orientaciones
sobre la sociedad.
Señala Hopenhaym que si el
relato posmoderno declara la obsolencia
del ideal de progreso de la razón
histórica, de las vanguardias, de la
modernización integradora, de las
ideologías y las utopías, lo que está
proclamando en cambio es la exaltación
de la diversidad, el individualismo
estético y cultural, la multiplicidad de
lenguajes, formas de expresión y
proyectos de vida y el relativismo
axiológico. (Hopenhayn: 1994: 159)
Teniendo en cuenta las críticas que
sobre la modernidad se han formulado
Maria Cristina Reigadas se pregunta
sobre si en realidad debe abandonarse la
idea de modernización. Sobre este
aspecto concluye en que de ninguna
manera debe abandonarse esta idea, sino
que por el contrario debemos repensarla
en lo que considera debe ser una
modernización inclusiva. Es decir que
no debemos contentarnos con una
crítica a la modernización desde la
7
narrativa tercermundista, abandonando desperdicio de la experiencia. Volumen
toda idea de progreso. I. Ed Desclée de Brouwer, Bilbao, 2003.
Pensar una modernización
inclusiva requiere particularmente en TOURAINE, Alain: Crítica de la
América Latina la reactivación de la Modernidad, FCE, Buenos Aires, 1994.
memoria, pero no para limitarse a
recordar el pasado, sino para superar esa
antigua tendencia a la negación de la
historia y comenzar siempre desde cero
y a la copia.

Bibliografia

CASALLA Mario: América Latina en

perspectiva. Dramas del pasado, huellas
del presente. Edic Altamira y Fundación
OSDE. Buenos Aires. 2003

CASULLO N, FORSTER R.
KAUFFMAN A. Itinerarios de la
Modernidad, Eudeba Buenos Aires
1999.

HOPENHAYN MARTIN: Ni
apocalípticos ni integrados. Aventuras
de la modernidad en América Latina.
FCE, Santiago de Chile, 1994

KANT IMMANUEL: Respuesta a la

pregunta: ¿Qué es la Ilustración? comp.
de Felipe González – País Global. En
Kant: “Filosofía de la Historia”. Ed
Nova Buenos Aires.

LECHNER, Norbert: Los patios

interiores de la democracia.
Subjetividad y política. FCE y FLACSO
Chile, Santiago de Chile, 1990.

REIGADAS María Cristina:

“Modernización inclusiva” en Roig A,
Biagini H (comp.), Diccionario de
Pensamiento Alternativo, Biblos Vol. 2.
Buenos Aires, 2008.

SANTOS, Boaventura de Souza: Crítica

de la razón indolente. Contra el