Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Acompanamiento Terapeutico Basicos
Acompanamiento Terapeutico Basicos
Dicho espacio, a su vez, crea una cotidianeidad con el paciente que va a resultar inédita, ya
que se presta a la construcción de un vínculo en un espacio – tiempo que va a tener
características particulares.
La posibilidad de brindar apoyo, así como otros posicionamientos del acompañante, son
convenidos con el profesional actuante. El carácter de este abordaje es flexible, por ello
comprende la posibilidad de implementar propuestas, estímulos y adecuaciones. Además el A.T
interviene, modera, induce, evita, programa, implementa la mediación, limita, etc. Con el
propósito de otorgar entidad terapéutica a su trabajo.
Por todo lo expuesto hasta aquí, es apropiado señalar que el servicio se desarrolla y
configura según la problemática del paciente, las características socio - familiares, el momento
del tratamiento, los objetivos del mismo y el o los lugares en donde se llevará a cabo.
Una de las características de este recurso terapéutico es que en todos los casos propone e
incentiva la realización de actividades positivas como la apertura de espacios y contextos de
interacción, apropiación del ocio, actividades recreativas y lúdicas, etc.; apuntando en todos los
casos a mejorar la calidad y estilo de vida.
Una de las tareas del acompañante terapéutico es oficiar de sostén para que el paciente
pueda mantener su función dentro de la familia, la comunidad y el ámbito social. Además
desempeña un rol activo para que el paciente pueda conservar actividades vinculadas con lo
laboral y/o educativo. También coopera con la realización de tareas que promuevan el
desarrollo del lazo vincular - social.
En este sentido el desempeño del acompañante dentro del dispositivo, se manifiesta con
por lo menos dos caras visibles. Por un lado, lo cotidiano, lo dramático – vivencial, lo
intersubjetivo y que engloba también las actividades a realizar y las posibilidades de sostén del
paciente. Dichas actividades cooperan con la optimización de las condiciones concretas de
existencia, mejorando la adaptabilidad.
Por otro lado, el aporte al dispositivo conjunto, por parte del A.T; integrando al mismo
datos relevantes, para que puedan ser tratados en el encuadre del consultorio por el profesional
actuante.
Conforme a lo expresado lo que va a aparecer como figura, para el paciente ,es la presencia
del A.T en lo cotidiano; es decir la compañía, la posibilidad de intercambio, el encuentro con otra
mirada de la realidad, la oportunidad de realizar tareas que antes no podía, etc. Mientras lo que
va a suceder como fondo será la definición, en equipo, de estrategias de abordaje y otros
lineamientos de pertinencia terapéutica.
Uno de los ejes del trabajo del mencionado recurso es el relacionado con la producción y
características del vinculo A.T – paciente. Se puede entender a dicho vínculo, desde nuestra
perspectiva, como una experiencia intersubjetiva móvil, con la forma de elipse dialéctica en la
que se suceden recurrentemente momentos de apertura y cierre en distintos aspectos;
permitiendo recrear el mismo y alejarse de la estereotipias y cristalizaciones.
El Acompañamiento Terapéutico y sus redes.
Complejidad – Interdisciplina
Desde mi parecer, cuando la Ley que respalde la práctica del Acompañamiento terapéutico
sea aprobada por los letrados, dicho recurso acrecentará su protagonismo social y continuará su
desarrollo de eficacia terapéutica, planteando sus propias propuestas de acción, y continuará
satisfaciendo las demandas y quejas de los grupos vulnerables a quienes asiste, y a quienes en
definitiva no se debe descuidar.
Este registro de necesidad social está potenciado y justificado por el amplio abanico de
situaciones, contextos, patologías e intervenciones puntuales que se le fueron solicitando, (y a
las que fue respondiendo satisfactoriamente), por parte de idóneos y de los equipos técnicos de
organizaciones, durante los últimos años.
Hasta aquí, desde mi parecer hay dos cuestiones fundamentales a destacar: por un lado,
que el acompañamiento terapéutico se encuentra integrado en la inmensa red de atención
sanitaria de la Argentina, la misma acorde a las políticas de salud expresadas por los organismos
internacionales; como por ejemplo: el constante eje de desmanicomialización que expresan.
Por otra parte, el concepto de red lo atraviesa en su práctica diaria y concreta, al estar
vinculado necesariamente a los lineamientos de profesionales universitarios, abocados a la
salud y asistencia de pacientes. Profesionales matriculados y legitimados socialmente por sus
conocimientos y prácticas, respaldados por las Leyes correspondientes a cada especialidad.
"…el planteo que pretende ampliar, y desagregar e incluir, el área de conocimiento, recibe
distintas denominaciones. Todas tienen un eje común: la disciplina, es decir, el campo de
conocimiento especifico de una porción de la realidad (sea de naturaleza, sea humana). La
disciplina es el conjunto de estrategias, métodos, saberes y prácticas, relacionados
sistemáticamente, que establece un objeto de conocimiento sobre un área determinada del
mundo…" (Gavílán y Villalva: 2007:12)
Este planteo que, se puede decir, se ubica en un nivel Preventivo en Psicología, expresa con
claridad algunos temas que deben tenerse en cuenta a la hora de diseñar abordajes del "caso
por caso” para operar en salud en todos sus tres niveles de atención (primaria, secundaria y
terciaria) y por todos sus protagonistas.
Desde la función del coordinador se gestionan varios aspectos que hacen más viable la
continuidad del tratamiento.
Ayuda a dar forma al plan de trabajo del o los acompañantes terapéuticos intervinientes,
aportando desde su saber, objetivos, pautas y en ocasiones plazos.
Es un espacio en el que además se tratan de explicitar las teorías con las que el
acompañante dice o quiere moverse y las teorías que en realidad "usa”. Se insiste en mejorar de
esta forma su operatoria a través del análisis critico de las "teorías en uso”. Se revé en definitiva
la distancia o diferencia del discurso teórico del acompañante y la teoría que refleja sus
prácticas concretas y puntuales.
Supervisión en acompañamiento terapéutico:
"…cada proceso singular de devenir acompañante terapéutico está marcado por múltiples
supervisores y procesos de supervisión con los que se va armando una matriz apta para, en el
mejor de los casos, pensarse a si mismo y por si mismo…" (Kuras de Mauer y Resnisky: 2003: 61)
"…la clínica pide y necesita un espacio propio de re significación con otro que auspicie de
tercero. La terceridad de la supervisión estará al servicio de una practica no alienante...” (Kuras
de Mauer y Resnisky: 2003: 63)
Bibliografía de consulta:
Planteando el tema:
Si bien, respecto de lo leído hasta aquí, se puede pensar la función del acompañante
terapéutico como el "lugar” que tiene éste en un tratamiento, entonces es necesario que todos
los agentes de salud pensemos que no hay sólo un "lugar” posible para este recurso: desde cada
escuela psicológica y psiquiátrica, como desde cada especialidad médica y asistencial, y según el
marco teórico que la sustenta, sele puede otorgar tácita o explícitamente un "lugar” diverso y
válido. El mismo redundará en una inclinación y fundamentación, en cada caso particular, de
la nominación de funciones específicas que asumirá el acompañante terapéutico de cara a su
trabajo concreto y que las mismas se particularizarán en la reflexión sobre y en la práctica que
cada área requiera.
Creo que en la apreciación del párrafo citado, los autores se refieren especialmente al
acompañamiento terapéutico en salud mental, y más precisamente desde una mirada
psicoanalítica, lo que algunos, por su especificidad, están empezando a denominar "acompañante
psicoterapéutico”. Aunque es de destacar que en la actualidad los pedidos de acompañantes
terapéuticos no sólo están siendo formulados por profesionales del ámbito "psi”, sino también
desde otras especialidades, en donde hablar de "saber supuesto del terapeuta” no es operativo, ni
un lugar desde donde "intervenir” y/o ubicarse en un tratamiento.
Los autores también hablan de un "saber previo”, que termina por no ser tal, en relación a un
posicionamiento profesional, que permite no definir una estrategia a priori frente a determinada
entidad clínica en el área de psicopatología o clínica psicológica. Esto es característico del
psicoanálisis, en donde también se dice que: el "saber” lo tiene el paciente por estar habitado por
un síntoma que habla mas allá de él (también ocurre esto en un sueño, un acto fallido, un lapsus,
como lo postuló Freud en su época).Para mi esto ya es un posicionamiento estratégico.
Desde el punto de vista de los autores, este planteo condiciona tanto al terapeuta como al
acompañante terapéutico, los deja en un "lugar” en el que no pueden precisar ni sus funciones
específicas ni su estrategia de tratamiento a priori.
G. Pulice y G. Rossi hacen una crítica, en la obra mencionada, acerca de una nominación de
funciones específicas que hicieron en una publicación anterior S. Kuras de Mauer y S. Resnizky. Los
autores se expresan así: "…una de estas formas de plantear una estrategia es pensar que ésta
supone un saber previo de parte del terapeuta acerca de la dirección que dará al tratamiento, al
saber la evolución que tendrá el paciente a partir de determinado diagnóstico. Consecuentemente,
desde esta perspectiva, el acompañante terapéutico también debe tener un saber previo acerca de
cómo intervenir en cada situación, de cómo "manejar” al paciente, el que es puesto de esta
manera en el lugar de objeto. Según este criterio, las funciones del acompañante terapéutico
también pueden ser definidas a priori. Esto es lo que vamos a encontrar en el texto de Susana
Kuras de Mauer, Acompañantes terapéuticos y pacientes psicóticos…” (Pulice y Rossi: 1997:22)
Si bien se puede estar de acuerdo con este planteo, para los casos de abordajes en
psicopatología desde la óptica psicoanalítica, es sabido que hoy el acompañamiento terapéutico
trascendió esas primeras intervenciones fundantes para irse definiendo respecto a las
problemáticas que aborda hoy como un recurso más plástico y multifacético.
En relación al "lugar” del acompañante terapéutico, también en salud mental, S. Kuras de
Mauer y S. Resnizky expresan lo siguiente: "…consecuentemente, lo que aquí conviene poner en
juego es la habilidad personal necesaria para poder establecer un buen vínculo con el paciente,
desde el posicionamiento que se tiene y desde el lugar que realmente se ocupa, y no desde el lugar
en el cual el paciente desea situarnos…” (S. Kuras de Mauer y S. Resnizky: 2003: 30/31)
Esta última cita es importante para uno de los aspectos que me gustaría poner de relieve de
diversas maneras en este artículo: la capacidad operativa que tiene el vínculo para intervenir
desde el lugar del acompañante terapéutico. Dicho lugar, desde mi punto de vista, está centrado
en la construcción y desarrollo de un vínculo, en este caso acompañante – acompañado. Además
dicho concepto es teorizado desde la psicología social, a la cual le guardo mucho respeto y la
considero pertinente como práctica psicosocial, significándose desde ese esquema conceptual, al
vínculo, como sumamente operativo y eficaz para producir modificaciones; mientras que para
otras escuelas psicológicas se sostiene que no se debe hacer vínculo o lazo con el paciente.
4) Registrar y ayudar a desplegar la capacidad creativa del paciente: …La canalización de las
inquietudes del paciente cumple un doble objetivo: sirve para liberar la capacidad creativa inhibida
y tiende a la estructuración de la personalidad alrededor de un eje organizador. Al proponer y
ayudar a investir tareas acordes con los intereses del paciente, se lo ayuda a reencontrarse con la
realidad y se promueve y refuerza en el la noción de proceso, opuesta a la concepción mágica del
tiempo y el espacio, cuyo rasgo distintivo es la dilución en la inmediatez y la negación de lo
procesual…
5) Aportar una mirada ampliada del mundo objetivo del paciente: …El Acompañante Terapéutico
dispondrá de información ampliada sobre su modo de discurrir en ámbitos diversos, sobre los
vínculos que mantiene con los miembros de la familia, el tipo de personas con las que prefiere
relacionarse, las emociones que lo dominan. Registrará también conductas llamativas de la vida
diaria en relación a la alimentación, el sueño, higiene personal…todo ello contribuirá a una mejor
evaluación de las alternativas a la hora de trazar una estrategia clínica…” (S. Kuras de Mauer y S.
Resnizky: 2003: 31/34)
Dichas autoras, también incluyen dentro de las funciones: "…Habilitar un espacio para
pensar…, Orientar en el espacio social… e Intervenir en la trama familiar…” (S. Kuras de Mauer y S.
Resnizky: 2003: 34/35)
Como vemos, dentro del mismo campo "psi” hay distintos posicionamientos. Se observa en
esas primeras bibliografías del tema, una polarización de posturas y marcos teóricos que
comunican y ponen el énfasis en "la adhesión y pertinencia a definir a priori las funciones del
acompañante terapéutico” y el intento convencido de no caer en ese lugar de "saber” a priori
sobre dichas funciones. Desde mi esquema referencial estos dos polos, si bien parten de
posicionamientos teóricos distintos en el área de salud mental, permitieron y posibilitaron el
desarrollo dialéctico de dicho rol, que en una síntesis dialéctica y de cara a la demanda social que
sostiene, fue creciendo más allá de esos intentos por "colonizarlo” y "adjudicárselo” con la
inevitable marca que ello hubiera significado de quedar cerrado de una vez y para siempre.
Para ver este desarrollo y alcance actual del acompañamiento terapéutico analicemos, por
ejemplo, la abundante demanda de este rol que se genera hoy por hoy desde el área de la
geriatría en casos de enfermedades crónico-degenerativas y demencias (alzhéimer, párkinson,
etc.).
En estos casos se pueden mencionar como funciones a priori y, desde mi punto de vista esto
es bastante atinado, las que detallo a continuación:
· Apoyo en las Actividades de la vida diaria (ABD), que suponen y necesitan un "saber previo”
y no un "saber supuesto al analista” y requieren de otro tipo de profesional de la salud como
puede ser un Terapista Ocupacional.
Es decir, que en estos casos se requieren intervenciones directivas desde un saber previo y
diría técnico, con funciones para el acompañante pautadas a priori y orientadas hacia un objetivo.
No obstante puede suceder que en el marco de realización de estos apoyos, se deba mantener
además una disponibilidad de "no saber a priori” sobre ciertas funciones, sobre todo si se tiene en
cuenta que el acompañante terapéutico trabaja en lo cotidiano, donde hay por lo general otras
personas o familiares (red de vínculos), cercanos al paciente y que hacen lazo con el acompañante
terapéutico, en donde un terapeuta familiar, de pareja o grupal, según sea el caso, requiera esta
condición en el acompañante terapéutico, para con los vínculos del paciente, permitiéndole una
operatoria particular.
En este apartado deseo compartir algunas de las funciones específicas que formulé en el
transcurso de mi desempeño profesional y que formaron parte de las propuestas de trabajo que
presenté en organizaciones destinadas a la atención de pacientes.
Cabe destacar que algunas de ellas coinciden con las enunciadas por diversos autores.
Bibliografía:
Pulice, G y Rossi, G (1997). Acompañamiento Terapéutico. Bs. As. Ed. Polemos Kuras de Mauer, S
y Resnizky, S (2003) Acompañantes Terapéuticos. Actualización Teórico-Clínica. Bs. As. Ed. Letra
Viva.
Acompañar con una didáctica.
Mi vivencia transicional.
El trabajo que voy a socializar por este medio fue previamente leído y expuesto en las
"Primeras Jornadas Provinciales de la Asociación de Acompañantes Terapéuticos de la República
Argentina”, cuya temática central fue: "La inserción del acompañamiento terapéutico en las redes
de salud mental de la Provincia de Buenos Aires”. Estas primeras jornadas se llevaron a cabo en el
año 2005 y tuvieron un carácter preparatorio para el "Congreso Nacional de Acompañamiento
Terapéutico” que se desarrolló, al culminar dicho año, en la provincia de Córdoba. En aquel
momento el artículo fue titulado como "El acompañamiento terapéutico y una didáctica”. Este
trabajo constituyó para mí un punto de importancia coyuntural en mi historia formativa.
En lo que respecta a mi situación laboral, comenzaba a dar mis primeros pasos en el abordaje
de pacientes "psi” como acompañante terapéutico. La misma no era del todo sencilla pues,
además de ocuparme de pensar estrategias para el abordaje del acompañado y tratar de sostener
el dispositivo de acompañamiento terapéutico en el tiempo (cosa que en los cursos no se enseña y
se "logra” luego de una trayectoria ejerciendo dicha función), había que saber "vender” el rol,
pues este era bastante nuevo para ser aceptado sin más por los profesionales, lo cual dificultaba
mi inserción laboral.
Se entrecruzaban así varias cosas. Por un lado, la necesidad de adquirir técnicas operativas
que posibilitaran la duración en el tiempo de los dispositivos de acompañamiento terapéutico.
Además, potenciar el desarrollo de habilidades para actuar en un nivel de abordaje dramático-
vivencial, "cuerpo a cuerpo”, persona a persona, en encuadres variables. Por otro lado, la
necesidad de tener entrevistas con profesionales de la salud mental, para difundir las funciones
del rol y procurar que alguno de ellos se interesara en el mismo, y de este modo, me diera un
lugar dentro del curso de su dispositivo de cura. Dicha situación redundaba en la satisfacción de
una necesidad propia, a saber: estar empleado.
Es así que me daba cuenta que resultaría oportuno que adquiriera y forjara mis actitudes y
aptitudes psicológicas, para lograr una buena distancia instrumental en mi desempeño como
acompañante terapéutico (A.T). Entonces, para "solucionar” todos estos "problemas” y mi
situación laboral, además de satisfacer mi "apetito patológico” por conquistar el saber, había
comenzado a estudiar psicología social…ja…ja…ja.
¿Por qué una vivencia transicional?
Venía trabajando como A.T y me había empezado a sentir seguro con este rol que exigía
prestarse a una experiencia intersubjetiva, persona a persona. También estaba estudiando
psicología social. Y sucedió que me convocaron para trabajar en un Hogar de adolescentes y
adultos, con retraso mental y patologías asociadas. Mi función adjudicada como condición de
empleo era la de "instructor de un taller de manualidades y mantenimiento”. Esta situación me
conectó con lo grupal e institucional, creo ahora, de forma prematura.
Tomé el trabajo como un desafío personal y traté de ver en él una oportunidad para mi
crecimiento.
El proceso que transité fue como el de los bebés cuando quieren comenzar a caminar.
Primero lo hacen agarrándose de cosas para incorporarse y desplazarse. Luego dan dos o tres
pasos de un objeto fijo a otro. Posteriormente, algunos de ellos, empiezan a recorrer distancias un
poco más largas, agarrados de un objeto. El mismo, puede ser cualquiera y no estar fijado a nada,
por ejemplo: un muñeco, un lápiz. Con él, ellos se sienten seguros y deambulan. A ese elemento,
Winnicott lo denominó "objeto transicional”. Después "caminamos sin él”.
En esta experiencia, dicho "objeto transicional” fue para mí, la "didáctica” de la psicología
social. Pero no como la entiendo ahora, sino como la comprendía en aquel entonces, como un
alumno del segundo año de la carrera. Lo transicional, esa didáctica fue lo que me permitió pasar,
"dar el paso”, de los abordajes singulares a algo que podría llamarse abordaje grupal.
Seis meses después de que empecé a trabajar como "instructor” en el Hogar, me llamaron
para que exponga un trabajo sobre acompañamiento terapéutico en la mencionada jornada.
Escribí, entonces, el artículo que les voy a presentar a continuación.
El A.T cumple diversas funciones, que varían de acuerdo a las particularidades del caso y a la
estrategia del profesional. Su objetivo general es representar, en el día a día del paciente, la lógica
y las premisas del tratamiento, tanto las que se orientan en relación a la cura, como las que
implican una direccionalidad preventiva, intentando aportar calidad y estilo de vida e influyendo
sobre el pronóstico y la evolución del padecer del acompañado.
El quehacer habitual de algunos A.T se juega en brindar compañía terapéutica a sujetos que
transitan procesos patológicos mentales, así como también a adultos mayores, personas con
capacidades diferentes, y otras "limitaciones”.
En este contexto, los A.T desarrollamos una modalidad, en cada caso singular, de acompasar
los vaivenes emocionales del paciente respecto a su tratamiento, procurando la continuidad del
mismo. Para eso, construimos un modo de escuchar y otorgar contención particulares y una
habilidad de dar apoyo diario al paciente, que lo ayudan a integrarse socialmente, a vincularse con
otros significativos, a encontrar nuevos modelos identificatorios, a salir de la posible retracción
producida por su padecer, etc.
En la posibilidad de brindar escucha, el A.T se presenta como una persona capaz de escuchar y
de tolerar el silencio e inducir al diálogo a su acompañado, si lo considera pertinente. Además, se
abstiene de emitir juicios de valor en relación con aquello que el acompañado le comenta. En esta
situación puede, también, poner en juego "silencios estratégicos” y/o la palabra "objetivante” o
"continente”. Es oportuno señalar, que el acompañado encuentra en esta escucha:
Subrayo que todo encuentro con la propia historia, en este caso expresada verbalmente por el
acompañado, es en realidad, un reencuentro que configura un ejercicio terapéutico.
El eje del trabajo sobre el que está centrado este recurso, es el relacionado con la producción
y características de un vínculo acompañante – acompañado. El mismo tiene que poder resultarle,
al paciente, grato y, al mismo tiempo, terapéutico. Se puede entender dicho vínculo desde la teoría
de la psicología social, como una experiencia intersubjetiva móvil, a la manera de elipse dialéctica,
con momentos de apertura y de cierre recurrentes, que permiten recrearlo, delimitando un curso.
· Una intervención.
Las primeras preguntas que surgieron fueron: ¿qué proceso voy a acompañar y qué
herramientas voy a utilizar?
Ahora bien, la idea de grupo cuya actividad se centra en el aprendizaje, solicitó la inclusión de
una noción de didáctica… ¿Y qué es la didáctica? Siguiendo a Bronckart, podemos definirla como
una forma de enseñanza coherente y sistemática, firmemente articulada con los objetivos sociales
más democráticos, que explore al máximo las capacidades psicológicas del alumnado. En mi caso,
tomé el esquema de la didáctica de la psicología social, basado en las ideas de Pichón Riviere. El
mismo puede describirse de la siguiente manera: se brinda una parte teórica en donde la
información impacta y dispara en lo emocional. Esto lleva a reflexionar- charlar, sobre lo que se
entiende, lo que se siente y lo que se hace con lo que se siente. Al mismo tiempo promueve una
planificación de actividades que requieren otras formas de expresión, además de la palabra, como
por ejemplo juegos, expresión plástica, actuación, creación. Dichas acciones generan una nueva
reflexión- charla sobre lo que se entiende, lo que se siente y lo que se hace con lo que se siente. La
didáctica esbozada, a su vez, supone a un sujeto dialéctico que actúa sobre el mundo para
transformarlo y no para imitarlo, es productor y al mismo tiempo es producido.
Bibliografía:
· F. Manson, G.Rossi, G. Pulice y otros Comp. (2002) "Eficacia clínica del A.T”. ED. Polemos.
Apuntes para el insight educativo – formativo del
acompañante terapéutico:
Desde mi marco conceptual entiendo esta praxis como una acción planificada destinada a
modificar la "realidad” y a nosotros mismos. Una praxis amplia puede ser la forma que adoptamos
al "pararnos” frente a un caso concreto, podría ser mencionada esta particularidad como la
"estrategia”. Una praxis menos amplia podría ser la "intervención” que realizamos pensando
dentro de la lógica de la "estrategia” global que adoptamos; y una praxis mas global es, desde mi
punto de vista, aquella que engloba a las otras dos con todas sus variantes y que define y da
identidad a nuestra profesión u ocupación, con sus paradigmas y conjunto de "verdades” a las que
"adherimos”.
En la actualidad, los marcos teóricos más "fuertes”, que albergan, dan lugar y permiten el
desarrollo del acompañamiento terapéutico, en salud mental, son los que maneja la psiquiatría y
la psicología; ambos validan sus conocimientos desde la lógica formal, y son positivistas.
Salvo escasas oportunidades estos profesionales permiten o dan lugar a prácticas definidas
desde una lógica dialectico materialista, en donde la praxis que realizamos, así como también la
que realiza nuestro acompañado modifica en un doble aspecto: el del campo o sujeto de la
operación - intervención y a nosotros mismos. Si esto sucediera se podrían ampliar las
posibilidades de realizar ratificaciones y rectificaciones de nuestra praxis, además y sobre todo de
nuestros marcos teóricos y esquemas conceptuales.
Me veo tentado a aclarar que cualquier tipo de praxis vinculada con el hombre se encuentra
fundada en un conjunto de creencias que constituyen las "verdades” que justifican dichas praxis.
Quizás las definiciones encuentren el "problema” de que por un lado orientan, recortan para
precisar algo de un sector de la realidad y describen aquello que definen. Pero por el otro lado,
limitan, encapsulan o cierran, sin permitir aperturas, en la pretensión de salvaguardar un dogma,
aquello que intentan definir.
Nótese que el diccionario que utilizamos conserva y reproduce una ideología, se fundamenta
en un sistema de creencias, que le hacen dar una definición, avalada por el modelo científico de
las ciencias naturales, donde lo terapéutico aparece ligado únicamente a la medicina o mejor
dicho a la biomedicina, y ni siquiera entran en mención, aunque mal no sea para fomentar un
debate, a todas las ciencias sociales que hacen praxis terapéuticas.
Por otra parte, aquí se ve eso que comentábamos líneas más arriba sobre las definiciones,
"acompañar terapéuticamente” según el diccionario puede significar "estar o ir en compañía de
parte de la medicina que tiene por objeto el tratamiento de las enfermedades”. Esta es una
respuesta que resulta a primera vista coherente, pero sabemos que no es la respuesta que
buscamos los acompañantes terapéuticos acerca de "cómo acompañar terapéuticamente”
Esto más que dar respuesta a la pregunta del acompañante terapéutico sobre "cómo
acompañar terapéuticamente”, lo deja enfrentado a la búsqueda de la respuesta. Es decir, que
tiene que "crear” o "recrear” su praxis interpelando su accionar o definiendo junto a otro, como
puede ser un referente profesional. También pude "recrearse” poniendo su reflexión al servicio
de pensar en y sobre su práctica y el modelo teórico que la sustenta.
Dicha bibliografía transita también con la doble valencia que expresamos para las
definiciones, por un lado produce claridades, orienta y describe; y por otro lado limita, encapsula y
cierra, en ocasiones obturando nuevas aperturas, y en otros justifica miradas y conductas
descalificadoras para con aquellos que se apartan de sus cuerpos creenciales y optan por
operatorias distintas.
Nociones de Acompañamiento Terapéutico:
También puede solicitarse desde una institución (neuropsiquiátrico, centro de día, casa de
medio camino, hogar, etc.) para que el mencionado agente de salud cumpla con diversas
funciones y/o coopere para lograr objetivos terapéuticos, insertándose en el dispositivo
conjunto, tanto en el ámbito institucional como en horarios extra institucionales. Aportando
siempre cuestiones terapéuticas al tratamiento y al abordaje integral que se le otorga al
paciente.
De lo anterior se desprende que los Acompañantes Terapéuticos deberán tener una gran
disponibilidad afectiva y capacidad empática, así como también posibilidades de generar tanto
convergencias como divergencias con quienes estén actuando en el caso y con el paciente
mismo y su familia.
Las funciones y objetivos del Acompañante Terapéutico quedan sujetos a una redefinición
constante en los espacios de supervisión y coordinación del dispositivo en conjunto. Cabe
aclarar que la supervisión será efectuada por quien o quienes dirijan el tratamiento, mientras
que la coordinación podrá quedar a cargo de uno de los Acompañantes Terapéuticos (con más
experiencia, formación, etc.). Dicha coordinación consta en hacer eficientes las indicaciones de
la supervisión y del profesional actuante, además de organizar horarios, honorarios, y
presentación de escritos e informes a idóneos y obras sociales, etc.
Quizás uno de los rasgos característicos del Acompañamiento Terapéutico sea que trabaja
en el "campo” o área social, en donde el paciente realiza sus actividades cotidianas, lugar en el
cual según algunas corrientes psicológicas, se produce y reproduce lo subjetivo en un juego
dialéctico.
Algo similar ocurre con una persona que acompaña en salidas a la vía pública a otra. Desde
el Acompañamiento Terapéutico pensamos esa situación haciéndonos preguntas parecidas a las
anteriores. Aquí ya tenemos figura y fondo entrecruzándose.
Cabe destacar que en el transcurso del hecho concreto: "salir a la vía pública”, tanto para el
Acompañante Terapéutico como para el acompañado pueden surgir nuevas necesidades que
promuevan la realización de otras actividades. Es decir, ante la satisfacción de una demanda, de
acuerdo a cómo se satisfaga esta demanda pueden surgir nuevas demandas que amplíen los
circuitos de interés de los involucrados, configurándose un devenir con novedades, creando un
curso que escapa a la rutina y estereotipia, ampliando progresivamente los circuitos de deseo.
Esto otorga y crea una situación para los profesionales a cargo con buenas posibilidades de
evaluar el vínculo (la transferencia y las contratransferencias, con el paciente y con sus
allegados) y hacer triangulaciones con los roles terapéuticos intervinientes.
v Favorecer el intercambio con el medio social, funcionando como un semejante con quien
compartir actividades recreativas, laborales y/o educativas.
1. Contener al paciente.
3. Ayudar a "reinvestir”.
También en otro pasaje de la mencionada obra expresan lo que para ellas serian "Las
escenas temidas del Acompañante Terapéutico”. En cuanto a aquellas que conciernen al
Acompañante Terapéutico, es posible citar las siguientes:
" A la confusión.
" Al desorden.
" A la impotencia.
" A la seducción.
Según las autoras estos son algunos de los miedos que se le generan al Acompañante
Terapéutico al encontrase con su labor, por lo tanto nos surge la pregunta sobre que actitudes y
aptitudes debe o debería tener un Acompañante Terapéutico. Respecto a este tema, S.
Schneeroff y S. Edelstein (2005) se hace una nominación bajo el subtitulo: "Las personas que
pueden ser Acompañantes Terapéuticas”:
Pueden serlo hombres y mujeres con vocación asistencial.
Con un alto grado de compromiso y que tengan interés y posibilidades para trabajar en
equipo.
Además de ello debe haber madures para compartir y planificar la tarea en un equipo
interdisciplinario.
ü Manson F. Comp. (2002) "La eficacia clínica del Acompañamiento Terapéutico”Ed. Polemos.