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Consistencia y Etica Toma Decisiones Antonio Argandloña Ref Juan Antonio Perez Lopez PDF
Consistencia y Etica Toma Decisiones Antonio Argandloña Ref Juan Antonio Perez Lopez PDF
Antonio Argandoña
Profesor Emérito, Cátedra ‘la Caixa’ de Responsabilidad
Social de la Empresa y Gobierno Corporativo
IESE Business School, Universidad de Navarra
Para el Congreso “EBEN-España 2015”
Sevilla, Universidad Pablo de Olavide, 11-12 de junio de 2015
Resumen
Introducción1
1
Estos dos aspectos se dan también en los grupos humanos, comunidades,
organizaciones o sociedades, para los que consistencia es “lo que permanece junto en un
todo unido” (Onlinedictionary Datasegment). No se identifica con uniformidad, sino que
contempla una dimensión constitutiva o estructural (“una razonable armonía entre las
partes”: Encarta MSN Dictionary), y otra organizativa, de coordinación de las acciones
de las personas en la organización (Loasby 2004, 11; Simon 1963 [1982], 399). Desde un
punto de vista temporal o dinámico, es “el acuerdo o armonía de todas las partes (…) en
diferentes momentos” (Onlinedictionary Datasegment), o “la fiabilidad o uniformidad de
sucesivos resultados o eventos” (TheFreeDictionary). También aquí se trata de una
coherencia práctica, que da sentido y unidad a la pluralidad de agentes, y que se da en
algún aspecto concreto de la actuación del grupo o sociedad, de modo que una actuación
puede ser consistente en un sentido y no en otros (Spender 2007, 16-17).
2
de la decisión anterior), y que la decisión que tome ahora tendrá efectos sobre su propia
capacidad para tomar decisiones en el futuro, así como sobre la reacción de las otras
personas implicadas en su decisión actual –y, en algunos casos, también de otras
personas. Esto implica que la decisión debe tomarse teniendo en cuenta tres dimensiones:
su capacidad para resolver el problema actual (que llamaremos la eficacia de la acción),
su capacidad para desarrollar las habilidades operativas del propio directivo para tomar
decisiones similares en el futuro (la eficiencia de la acción), y su capacidad para
mantener o mejorar la capacidad propia y de los otros agentes implicados para responder
adecuadamente a las decisiones futuras (la consistencia de la acción) 3.
Herbert Simon (1991b, 26) se pregunta “¿qué es lo que motiva a los empleados de
las empresas a trabajar para la maximización de los beneficios de la empresa?”. Los
incentivos económicos (el salario o los ascensos, por ejemplo) son sólo una parte de la
explicación. Las motivaciones por las que las personas pueden cooperar en una
organización son muy variadas. Pero, en todo caso, “la condición necesaria y suficiente
para que una organización exista realmente [a lo largo del tiempo] es que haya un
conjunto de personas que estén motivadas a pertenecer a esa organización, con todo lo
que esta pertenencia implique para ellas. Los objetivos de la organización han de
orientarse a conservar y acrecentar dichas motivaciones, ya que, de no ser así, la
organización se desintegraría” (Pérez López 1981, 5). Por eso, “el modo más inmediato
de analizar los elementos que han de estar presentes en una definición completa de sus
objetivos [de la organización], consiste en analizar las relaciones entre las motivaciones
humanas y los objetivos de la organización” (Pérez López 1981, 5).
¿Por qué toma una persona una decisión o lleva a cabo una acción? Supongamos
un agente (agente activo: por ejemplo, el gerente) que toma una decisión dentro de una
organización, es decir, en relación con otro agente (agente reactivo: por ejemplo, un
empleado). Lo que el primero busca en esa decisión es un resultado o un conjunto de
resultados, que pueden ser extrínsecos (la respuesta del agente reactivo: que este lleve a
cabo una acción determinada), intrínsecos (el aprendizaje en el propio agente activo, o la
3
satisfacción que encuentra en su propia acción) 4 o externos (el aprendizaje en el agente
reactivo, es decir, en el empleado) (Pérez López 1991a, 28).
Esto da lugar, a su vez, a tres posibles motivos para la acción, según el resultado
que espere conseguir: motivos extrínsecos, intrínsecos y externos. En todo caso, lo desee
o no, la acción del agente dará lugar a los tres resultados, y “todos y cada uno de esos
resultados pueden constituir una poderosa fuente de motivación, es decir, pueden ser
directamente buscados por la persona que actúa y ser, en consecuencia, motivos para que
realice la acción” (Pérez López 1993b, 52).
La acción del agente activo se puede valorar, pues, a partir de tres criterios
distintos: eficacia, en función de la satisfacción conseguida por la consecución del
resultado extrínseco esperado o deseado; eficiencia, por el aprendizaje desarrollado en el
agente como consecuencia de los resultados internos conseguidos, que determina la
mayor o menor facilidad para conseguir, en futuras acciones, nuevos resultados
extrínsecos, y consistencia, por los cambios experimentados por el agente reactivo como
consecuencia de la interacción, y que facilitarán o dificultarán sus reacciones en futuras
interacciones (Pérez López 1991a, 36-38).
4
Las decisiones en la organización
Una organización es “un conjunto de personas que coordinan sus acciones para
conseguir unos objetivos que a todos interesan, aunque ese interés puede deberse a
motivos muy diferentes” (Pérez López 1993b, 13): unos objetivos que ellos solos no
podrían conseguir, o lo harían con mayores dificultades. Las organizaciones existen,
pues, para conseguir ciertos objetivos comunes de una manera compatible con las
‘diferentes razones’ de sus miembros, al menos en la medida que lo permitan los recursos
disponibles.
Las acciones que tienen lugar dentro de la empresa pueden cambiar las reglas de
decisión de los que las llevan a cabo y, por tanto, de la organización misma, y esos
cambios tienen lugar no solo en una dirección, del que manda al que obedece, o del
principal al agente, sino en ambas direcciones (Rosanas 2008). Por tanto, las
consecuencias inmediatas de esas acciones no coincidirán con sus objetivos a largo plazo,
de modo que la organización debe intentar conseguir no solo los resultados inmediatos
previstos, sino, sobre todo, crear la capacidad de seguir obteniendo aquellos resultados en
el futuro, procurando que sean los mejores posibles: y ahí aparece la consistencia.
Cualesquiera que sean los objetivos de una organización, los que la dirigen deben
conseguirlos, y para ello necesitan la cooperación de los miembros de la organización, es
decir, de los que poseen los recursos materiales y humanos (propietarios, empleados y, en
cierto modo, también clientes, proveedores y otros stakeholders) necesarios8. Para ello,
los directivos deben controlar tres ‘variables de estado’ similares a la eficacia, eficiencia
y consistencia en el plano personal (Pérez López 1993b), y que son necesarias para la
supervivencia y el desarrollo de la empresa en el largo plazo:
1) En la organización, la eficacia se mide por la diferencia entre los resultados
económicos obtenidos y los recursos empleados.
2) La organización debe ser también eficiente o atractiva para sus miembros. Y lo
es cuando aumentan la satisfacción o reducen los costes de hacer lo que la organización
necesita de sus miembros, es decir, cuando desarrolla las capacidades distintivas que les
permitan resolver mejor los problemas, porque conocen mejor lo que es necesario hacer y
saben hacerlo mejor
3) Finalmente, la organización debe conseguir también la consistencia o unidad en
su actuación, que se logra cuando sus miembros se identifican con los objetivos de la
organización y aumentan la confianza entre los empleados, los directivos y la empresa.
5
La rentabilidad o eficacia es condición necesaria para la supervivencia de la
empresa a largo plazo, porque proporciona a sus empleados y directivos un salario
superior a su coste de oportunidad y a los propietarios una remuneración igual o superior
que la del mercado de capitales, dado el riesgo asumido, todo ello una vez satisfecha la
remuneración de mercado para los demás recursos utilizados. La eficacia de la empresa
se mide por su beneficio, y refleja el éxito en el manejo de los recursos materiales.
6
Maximizar la eficacia o rentabilidad en el corto plazo, condicionada a la no
existencia de aprendizajes, es decir, ‘como si’ las demás variables fuesen constantes, no
tiene sentido, porque ese aprendizaje ocurre, de modo que las condiciones para el
máximo no se cumplirán. Tampoco es posible anticipar los aprendizajes que tendrán
lugar, porque, aunque sepamos que los agentes aprenderán, no sabemos qué aprenderán,
cómo lo aprenderán y cómo cambiarán sus reglas de decisiones.
7
explicar “por qué los empleados deciden trabajar más del mínimo imprescindible, y que
lo hagan quizás con iniciativa y entusiasmo” (Simon 1991b, 26). Para ello, necesitamos
recurrir a los motivos intrínsecos, como ha hecho una literatura ya abundante 14, o a los
motivos trascendentes15 – conducta orienta a otros (other-oriented), conducta social,
altruismo, etc.16
Nuestro análisis difiere, sin embargo, del planteamiento tradicional del altruismo,
en cuanto que este considera que el agente activo experimenta alguna satisfacción
personal por el bienestar de la otra persona, y que es eso lo que le mueve a actuar de
manera aparentemente desinteresada 17. Pero esto sigue perteneciendo a los motivos que
aquí hemos llamado extrínsecos, porque se trata de acciones de las que se espera un
efecto positivo para el agente activo. Lo que nuestro modelo propone es que la
motivación trascendente está dirigida totalmente al bienestar del agente reactivo,
independientemente de cualquier efecto que esto pueda tener en la utilidad del agente
activo. Y esto no se introduce como una mera hipótesis, sino como una condición de
equilibrio a largo plazo en la interacción entre ambos agentes –en definitiva, por la
exigencia de consistencia en las interacciones. “Para que la organización funcione bien
no basta que los empleados acepten las órdenes literalmente (…) Se requiere que los
empleados tengan iniciativa y apliquen sus capacidades y conocimientos para conseguir
los objetivos de la organización” (Simon 1991b, 32).
Esto se explica mejor con una teoría bidireccional, en que ambas partes son, a la
vez, principales (agentes activos) y agentes (agentes reactivos), porque las interacciones
son recíprocas (Rosanas 2008). Como señala Simon, la lealtad organizacional es
importante, y aunque “estas actitudes pueden atribuirse, en parte, al vínculo entre el éxito
de la organización, las carreras personales y las remuneraciones monetarias de sus
empleados [los motivos extrínsecos], (…) esta explicación ignora el problema de los
comunes (commons) – de beneficios que son ganados conjuntamente y compartidos por
todos, tanto si han contribuido como si no lo han hecho – aunque esto haga posible el
free-riding” (1991b, 34).
8
demás18. De alguna manera, esa variedad de dimensiones está presente en Simon, para
quien “desde el punto de vista evolutivo, tener una considerable medida de docilidad no
es altruismo sino egoísmo ilustrado” (Simon 1991b, 35).
9
Pero la inmensa mayoría de las acciones humanas no pueden analizarse bajo el
supuesto de que las personas son capaces de evaluar correctamente y por adelantado los
resultados de sus acciones en las tres dimensiones mencionadas, porque el valor real de
esas acciones solo puede evaluarse a posteriori, es decir, cuando el agente ha
experimentado ya las consecuencias de su decisiones. Ahora bien, esto no significa que
no dispongamos de medios para asegurar la consistencia de las decisiones individuales,
porque los agentes pueden desarrollar su capacidad de evaluar esas consecuencias,
principalmente las de carácter ético, mediante el desarrollo de las virtudes morales. El
problema de la moralidad no es tomar decisiones correctas, sino adquirir esas virtudes,
esas capacidades que hagan posible tomar decisiones buenas: en definitiva, mostrar una
conducta consistente a lo largo de su vida (Pérez López 1993a, 8-9).
“El mecanismo que ayuda a la gente a tomar decisiones que desarrollan su propio
desarrollo [es decir, que son consistentes] es el mecanismo clásicamente conocido como
virtudes morales” (Pérez López 1993a, 7). Practicándolas, una persona aprende a ser ética
y desarrolla su capacidad de comportarse éticamente. El proceso de toma de decisiones es
el resultado de una serie de motivaciones, algunas espontáneas y otras racionales. Las
motivaciones espontáneas demandan directamente una decisión, basada en resultados
extrínsecos esperados (eficacia). Sin embargo, consideraciones de eficiencia y
consistencia pueden mover a los agentes a tomar decisiones racionales, que resisten el
atractivo de la motivación espontánea. Las virtudes morales son responsables de ese
desarrollo de la ‘capacidad de autogobierno’ o de ‘autocontrol’ de la persona (Pérez
López 1991c, 3), una capacidad que se manifiesta en algo tan sencillo como el hecho de
que la persona elige una alternativa que le proporcionará un menor beneficio económico,
una alternativa menos eficaz que otra u otras que podía haber elegido en su lugar.
10
contener, por tanto, aquellos hábitos que faciliten la realización de acciones que sean
‘buenas’ para [el propio agente y para] los otros y, precisamente, debido al hecho de que
son ‘buenas’ para los otros (y no por las otras consecuencias de la acción: motivos
intrínsecos y extrínsecos). Por ‘buenas’ se entiende: 1) la acción satisface las necesidades
del otro; 2) la acción está pensada para ayudar lo más posible a que se produzca
aprendizaje en la eficiencia del otro sistema (ayudarle a ‘hacer mejor lo que puede
hacer’), 3) la acción está pensada para ayudar lo más posible al desarrollo de las virtudes
morales del otro” (Pérez López 1986, 17).
11
necesidad de la organización), como también indirectamente (buscan prestar el servicio,
satisfacer la necesidad, del que se deriva la propia eficacia)” (Pérez López 1993b, 108).
Pero tan sólo la conseguirán “en la medida en que la eficacia surja como consecuencia de
la satisfacción de necesidades humanas y se oriente a satisfacer necesidades humanas”
(Pérez López 1993b, 108-109).
Conclusiones
12
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14
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1
Este trabajo forma parte de las actividades de la Cátedra ‘la Caixa’ de Responsabilidad Social de la
Empresa y Gobierno Corporativo de IESE Business School. Una versión anterior de este trabajo fue
presentada al Seminario “Humanizing the Firm and the Management Profession”, IESE Business School,
Barcelona, 30 de junio – 2 de julio de 2008.
2
En este trabajo me apoyaré ampliamente en las publicaciones de Juan Antonio Pérez López
(principalmente 1991a, 1993b), y en algunos trabajos míos (Argandoña 2003, 2005, 2007, 2008a,b, 2011,
2014); véase también Rosanas (2008), Rosanas y Velilla (2005).
3
En lo que sigue, nos fijaremos sobre todo en la consistencia en las actuaciones de las personas. Esto
significa que prestaremos poca atención a las estructuras organizativas y a las instituciones, aun
reconociendo su importancia, tanto en la legitimación de las decisiones individuales, como en su
interpretación y en el establecimiento de las premisas de esas decisiones (Loasby 2004, 11).
4
Sobre el concepto de aprendizaje, cfr. Rosanas (2008).
5
Un ejemplo extremo puede ser la decisión de cortar la rama de un árbol para alcanzar más fácilmente la
fruta que cuelga de la misma: la acción es eficaz, pero inconsistente. Otro ejemplo puede ser el del
directivo que deteriora la confianza del empleado, haciendo de este modo más difícil la futura colaboración
del mismo.
6
Que los aprendizajes llevan a reconstruir las preferencias en el mismo proceso de decisión es bien
conocido (Kahneman y Tversky 2000), pero la posibilidad de un aprendizaje negativo no suele tenerse en
cuenta.
7
El ejemplo de la rama del árbol muestra que la inconsistencia se produce en el agente activo.
8
Esto significa que las decisiones de los subordinados tienen también efectos sobre la eficacia, eficiencia y
consistencia de las decisiones del superior y, por tanto, de la organización. Con otras palabras, las tres
dimensiones mencionadas deben considerarse desde el punto de vista de ambos agentes, porque ambos son,
de algún modo, activo y reactivo a la vez. Y esto vale también para las relaciones entre propietarios y
directivos, e incluso con otros stakeholders: clientes, proveedores, etc. Esto puede ser relevante, por
ejemplo, a la hora de establecer la responsabilidad social de la empresa.
9
Esto tendrá lugar, probablemente, en un plazo largo. En algunos casos se podrá observar esa
desintegración, pero a menudo la empresa desaparece por otras causas aparentes, o es comprada por otra
empresa, o cambia a su equipo directivo y corrige sus errores, etc.
10
Pero ese intercambio tiene límites. Si el trabajador tiene necesidades materiales, habrá que pagarle una
retribución suficiente, aunque el trabajo sea muy agradable y satisfactorio; y si el trabajo es muy
desagradable, el recurso a una retribución mayor tendrá rendimientos decrecientes.
11
Sobre las limitaciones de un sistema formal de control, cfr. Rosanas y Velilla (2005).
12
En términos de la economía neoclásica, las tres dimensiones no pueden integrarse en una única función
de preferencias en el plano personal; ni en una única función social de preferencias, en el nivel colectivo; ni
en una única función objetivo (como la maximización del valor de la acción) en el plano de la empresa.
13
Si, en el plano teórico, existe la tentación de tratar de reducir la realidad de la empresa al plano
económico, en el plano práctico se da la tentación de dirigir la empresa tomando decisiones en términos de
rentabilidad exclusivamente (Pérez López 1981, 19-20), es decir, de maximizar el beneficio en el corto
plazo.
14
La distinción entre motivaciones extrínsecas (una satisfacción proporcionada por el entorno) e intrínsecas
(una satisfacción interna al agente) ha sido considerada desde antiguo en la psicología social y en la
sociología (cfr., por ejemplo, Deci 1975, Staw 1976), pero también en la economía (cfr., por ejemplo,
Bolton y Ockenfels 2000, Fehr y Falk 2002, Fehr y Schmidt 1999, Frey 1999).
15
Así llamados porque “se refieren a valores que trascienden a la persona” (Rosanas 2008, 455). Sobre los
motivos trascendentes, cfr. Pérez López (1991a, 1993b).
16
Cfr. Frey y Meier (2002), Schelling (1978), Stark (1995).
17
Como señala Rosanas (2008, 457), la motivación trascendente es racional, no sólo emocional, y puede
tener la dimensión de una obligación moral, como sugiere Sen (1977).
15
18
He aquí cómo lo explica Pérez López: al llevar a cabo una venta, un vendedor “lo hará movido por el
dinero que él vaya a ganar (motivos extrínsecos) (…); si el vendedor es una persona a la que le gusta su
profesión, probablemente los motivos intrínsecos le llevarán a esforzarse en realizar la venta (…) [y] si el
vendedor es un profesional honesto, los motivos trascendentes –el querer prestar un servicio al cliente, es
decir, el intentar atender a las necesidades del cliente al mismo tiempo que atiende a las necesidades de la
empresa y a las suyas propias- formarán parte de la motivación que le impulse a realizar las acciones
necesarias para que tenga lugar la venta” (1993b, 107).
19
Se produce aprendizaje negativo “cuando un directivo aprende a ignorar lo que les pueda ocurrir a sus
subordinados cuando les manda ciertas cosas, o un vendedor aprende a engañar a los clientes, y lo hacen así
porque confían en sus habilidades para llevarlo a buen término sin que ‘los otros se den cuenta’” (Pérez
López 1993b, 100). También es posible un aprendizaje operativo negativo: por ejemplo, cuando el agente
aprende algo que no es verdad, atribuyendo los efectos a una causa equivocada (March y Olsen 1975).
20
Pero, además, la estructura organizativa, la cultura de la empresa y sus reglas de actuación deben ir
dirigidas no solo a conseguir los resultados extrínsecos (rentabilidad) e intrínsecos (un ambiente de trabajo
agradable y unos aprendizajes operativos útiles), sino, sobre todo, al desarrollo de la consistencia.
21
“Un cierto grado de unidad [o consistencia] existe en la mayoría de las organizaciones, porque muy
raramente vemos que en ellas se dé una orientación generalizada de la acción espontánea de sus miembros
contra los objetivos de la organización, limitándose a cumplir únicamente los requisitos formales
requeridos. Una huelga de celo es un claro ejemplo de este tipo de comportamiento, y no hay organización
que pueda sobrevivir mucho tiempo en condiciones de huelga de celo (…) Pero lo verdaderamente grave,
equivalente a una enfermedad mortal, es que una organización actúe de tal modo que su grado de unidad
vaya decreciendo en lugar de crecer, vaya alienando a su gente en lugar de identificarla” (Pérez López
1993b, 110).
16