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Introducción
Este jueves, en la reunión de oración, nuestra pastora Monica Toro, nos confrontaba contra la realidad
tremenda de lo que es la oración. Ella no permitió a algunos de los presentes participar en la lectura bíblica, y el
primer texto que cito fue este, Santiago 5.13-18. Humanamente dije, ay Señor, es justo la palabra que estoy
preparando para el Domingo, voy a cambiarla entonces, para que no se repita. Pero luego, antes de que terminara
la reunión, el Espíritu Santo me confirmó la palabra, y me dijo: No calles, porque es la Palabra que yo te he dado. Si
Dios nos está encaminando por los mismos textos y mensajes, es que él tiene algo tremendo preparado para su
Iglesia. En el Antiguo Testamento, cuando Dios repetía algo, era porque era fuerte de parte de Dios.
Desde hace mucho venimos escuchando de un gran Avivamiento Final que vendrá antes de la venida del
Señor.
Un avivamiento, es un tiempo de fuego y poder de parte de Dios. Como dice la misma palabra es un
impartimiento de vida espiritual de Cristo para los creyentes.
No es, como algunos creen, solo multitudes hablando en lenguas, bautizados con el Espíritu Santo de Dios,
aunque eso también viene con el avivamiento.
No son solo sanidades divinas, o milagros portentosos, aunque ello es implícito a este despertamiento.
No son danzas, ni multitud de alabanzas, aunque ello es inevitable ante lo que Dios hace.
Un avivamiento, es un tiempo de búsqueda del rostro Señor, en intimidad, en lloro, llanto y lamento.
Un avivamiento es un confesar de pecados, primero delante de Dios, y antes nuestros semejantes.
El avivamiento es un encuentro con la Palabra de Dios y con el Dios de la Palabra, es una inquietud que no
nos deja, que nos desvela, y que nos hace comer y comer sus dichos y aun anhelar más y más.
Un avivamiento, trae perdón y restauración, trae la condonación de pecados y deudas, tare reconciliación
y olvido. Donde otros dicen: ni perdón ni olvido, Cristo dice no me acordaré más de sus pecados.
También es un tiempo de gozo y alegría, un convencimiento divino se apodera de nosotros y nos hace
buscar el congregarnos y la compañía de los santos, es un anhelo de que llegue pronto el jueves o el
domingo.
Es también un tiempo en que la iglesia sale por las calles, por las casas y las ciudades buscando a los
perdidos y extraviados, y donde multitudes llegan y postrados reconocen su pecado y entregan su vida al
Cordero Santo.
Es un tiempo en que la nación toda es impactada por lo que Dios está haciendo, y muchas leyes
abiertamente anticristianas son quitadas y desechadas.
Dios toca con su gracia desde trabajadores, artistas, gente famosa, uniformados y autoridades civiles.
Es un año de jubileo, un año de salvación, es el año agradable del Señor.
Pero no crea que es fácil.
Esta no es una tarea para incrédulos o cobardes.
Y aunque todo es obra de Dios, y solo por su gracia, El está buscando quien quiera tomar la mancera, y
desafiar a las tinieblas. El Padre busca un hombre, una mujer que se ponga en la brecha, en el portillo, en
la parte vulnerable del muro, aquel lugar que el enemigo ya ha mirado, y del cual dice: por allí pasaré, por
allí me colaré, y haré estragos con estos torpes cristianos.
No, no es fácil.
No es una tarea para incrédulos o cobardes. Tampoco es para perezosos o distraídos.
Es para hombres bien hombres y mujeres bien mujeres. Para los que han entregado toda su vida a Cristo.
Es para creyentes verdaderos, si, débiles, con falencias, con problemas, con necesidades, pero con una fe
que no se rompe, porque está cimentada, como oraba ayer nuestra hermana Ximena, no en hombres sino
en la Roca inamovible, Cristo el Señor.
Y aunque el avivamiento alcanza multitudes, nunca comienza con multitudes, siempre será un grupito
pequeño, la minoría, la manada pequeña, tal vez uno o dos, que se conciertan y se convocan para orar, para
buscar el rostro de Padre, para clamar con lágrimas, con lloro, con ruego ronco y amargo: Señor has algo,
Señor las cosas no pueden seguir así, Señor manda a alguien, avívanos porque estamos muriendo.
Y el Señor siempre se inclinará hacia lo que lloran por su presencia, hacia los que ven la muerte, y todo el
infierno llevándose a tantos cada día hacia una eternidad sin Cristo, y no se conforman, no lo aceptan. Y
claman por un tiempo de fuego y poder.
No es fácil,
No es para incrédulos y cobardes, pero tampoco es para súper héroes, ni súper hombres o súper mujeres.
Es para hombres pequeños pero que han creído en un Dios grande.
Oposición en primer lugar de nosotros mismos y de nuestra carne, la que nos dice no ores, descansa,
estás muy cansado. Para que te vas a levantar temprano, para que te vas a acostar tarde. Yo tengo
cada día esa lucha con mi carne, pero cuando vencemos hay gran ganancia.
Ayer cuando puede llegar en la mañana, fue un gran gozo ver que mis hermanos ya estaban orando y
había también algo de Dios para mi.
También habrá oposición descarnada de las tinieblas para con tu vida,
las miras telescópicas del infierno están apuntadas, no contra los más hermosos y graduados,
tampoco contra los más alegres y entusiastas, ni hacia los mejores diezmadores o los mejores
cantantes, sino que hacia aquellos que disponen su vida para orar y buscar de la palabra.
Cuando te has dispones a una mayor intimidad con el Señor, sucederá que alguien en la casa quiere
ver una película, o el vecino tiene fiesta toda la noche, o te dicen que debes quedarte hasta más
tarde en el trabajo, o lo pierdes. Te llueven las malas noticias, para hacer cuestionar los cimientos de
tu fe.
Es ahí cuando debes decirle a Satanás, apunta y dispara todo lo que quieras, has bulla y berrinche si
quieres, derriba a mi alrededor todo lo preciado pero conmigo está mi Salvador, mayor es el que está
en mi, que el que está en el mundo, y aunque el me matare, en él esperaré.
La palabra nos anima y desafía a hacer tres cosas en tres situaciones diferentes, pero todas ellas implican fe y
oración.