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ORACION EN FAMILIA

CAMINANDO CON…
Jueves, 10 Septiembre, 2020
XXIII Semana del Tiempo ordinario

¡El punto de referencia de toda moral es el mismo Dios! Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. La
comunidad cristiana, cuerpo de Cristo (1Cor 12; Rom 12), es el verdadero templo donde habita la gloria de Dios y
donde es colocada la nueva alianza, que manda a amar.
La perfección de la ley va mucho más allá que el mero cumplimiento de la misma, implica benevolencia y generosidad.
El Señor nos ha dicho: “Si ustedes aman sólo a los que les aman, ¿qué mérito tienen? Amen a sus enemigos” Esto es
algo muy difícil de realizar, pero está en el corazón mismo del cristianismo. Pidamos al Señor que nos dé fuerza, y
que nos conceda un amor cristiano lo bastante generoso y profundo que nos disponga a amar así. Viviendo el dulce de
la misericordia
Existe una misericordia terrena y humana, otra celestial y divina. ¿Cuál es la misericordia humana? La que consiste
en atender a las miserias de los pobres. ¿Cuál es la misericordia divina? Sin duda, la que consiste en el perdón de los
pecados. Vivamos ambas misericordias.

Tu nos enseñaste a orar por quien nos injuria


A bendecir a quien nos ofende
Para estar más cerca de Dios

Amen a sus enemigos dijo el Señor


No juzguen y no serán juzgados
Perdonen y serán perdonados

Tú nos enseñaste a presentar la otra mejilla


a no odiar a los que nos odian
Para estar más cerca de Dios

Tú nos enseñaste a dar sin esperar nada


a tratar a todos como hermanos
Para estar más cerca de Dios

Animador o coordinador de la celebración: En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo.
Todos se santiguan y responden: Amén.

ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 118, 137. 124


Señor, tú eres justo, tus mandamientos son rectos. Trata con misericordia a tu siervo.

Bendigamos al Señor, que ha querido reunir en su Hijo a todos los hijos dispersos, que se ha dignado habitar en toda
casa consagrada a la oración, hacer de nosotros, con la ayuda constante de su gracia, templo suyo y morada del
Espíritu Santo, y con su acción constante santificar a la Iglesia, esposa de Cristo, representada en edificios
visibles, y, en estos tiempos de dificultades sanitarias, quiere que nuestras casas, nuestras residencias, sean
templos, donde nos invita bondadosamente a la oración y a la mesa de la Palabra, como Cuerpo de Cristo, como
Iglesia, que somos y también como familia, Iglesia doméstica, y ser resplandecientes por la santidad de vida.
TODOS: Bendito sea Dios por siempre.

INVOCACION AL ESPÍRITU SANTO


Oh Dios, que has instruido a tus fieles, iluminando sus corazones con la luz del Espíritu Santo, Amor del Padre y del
Hijo, concédenos obtener por el mismo Espíritu el gustar del bien y gozar siempre de sus consuelos.
Gloria, adoración, amor, bendición a Ti eterno divino Espíritu, que nos ha traído a la tierra al Salvador de nuestras
almas. Y gloria y honor al adorabilísimo Corazón de Jesús que nos ama con infinito amor.
Señor Jesús, envía tú Espíritu, que Él nos asista e ilumine para que tu palabra, escrita en la Biblia, penetre a lo más
profundo de nuestras almas y se convierta en acción, descubramos la presencia de Dios en los acontecimientos
dolorosos de la vida y bebamos esperanza en la fuente de vida y resurrección. Y podamos caminar contigo en med io
de la realidad histórica que nos ha correspondido vivir.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los acontecimientos y en las
personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren. Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar en el caminar dentro de la comunidad que Tú estás
vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz.
Oh Espíritu Santo, alma del alma nuestra, te adoramos: ilumínanos con tus dones para que podamos comprender los
tesoros de la sabiduría que Jesús nos quiere revelar en este día. Otórganos la gracia para meditar los misterios de la
Palabra y revélanos sus más íntimos secretos, guíanos, fortifícanos, consuélanos, enséñanos lo que debemos hacer,
danos tus órdenes.
Te prometemos someternos a lo que permitas que nos suceda: haznos sólo conocer tu voluntad.
Espíritu Santo, tenemos necesidad de ti, el único que continuamente modela en nosotros la figura y la forma de
Jesús. Y nos dirigimos a ti, María, Madre de Jesús y de la Iglesia, que has vivido la presencia desbordante del
Espíritu Santo, que has experimentado la potencia de su fuerza en ti, que las has visto obrar en tu Hijo Jesús desde
el seno materno, abre nuestro corazón y nuestra mente para que seamos dóciles a la escucha de la Palabra de Dios.

ACTO PENITENCIAL
Animador o coordinador de la celebración: invita a los participantes al arrepentimiento:
Hermanos: El Señor Jesús, que nos invita a la mesa de la Palabra y nos llama a la conversión. Sabiendo que tenemos
necesidad del perdón de Dios, comencemos la celebración oracional reconociendo todo lo que hay de muerte y de mal
en nosotros, y pidiéndole perdón por nuestros pecados y culpas y porque nuestra fe y confianza con frecuencia se
nos vuelven vacilantes y débiles,
 Tú nos amaste hasta el extremo. Señor ten piedad.
 Tú viniste a buscar a los pecadores Cristo, ten piedad.
 Tú prefieres la misericordia a los sacrificios. Señor, ten piedad.
Animador o coordinador de la celebración dice la siguiente plegaria Dios es un Padre misericordioso que, a pesar
de que nosotros nos alejamos de Él, siempre nos espera para darnos el abrazo del perdón. Señor, confiamos en ti;
sabemos que por tu gran compasión nos perdonas. Sostennos en nuestra peregrinación hacia ti, perdónanos nuestra
cobardía y mediocridad. Danos tu determinación y coraje y llévanos en fe y esperanza a las alegrías de la vida eterna.
TODOS: Amén

ORACIÓN COLECTA
Oh Dios, Padre nuestro, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos, míranos siempre con
amor de padre y haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia
eterna. Te pedimos que cambies nuestro viejo corazón en un corazón nuevo. Ahora es cuando sentimos que “sin Ti yo
no puedo hacer nada”. Tienes que ser Tú, metido dentro de nosotros, el que haga lo que para nosotros es imposible.
Cólmanos con tu propio amor gratuito, el mismo que nos has mostrado en Cristo Jesús. Enséñanos a amar y a bendecir
incluso a los que nos maltratan o maldicen. Y, de verdad, profundiza y ensancha nuestro limitado amor; Modela
nuestro corazón sin medida, como el tuyo, para que nos llamemos hijos e hijas tuyos. Te lo pedimos por el mismo
Jesucristo nuestro Señor, tu Hijo que vive y reina contigo y con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

DIOS NOS HABLA


PRIMERA LECTURA
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 8, 1.4b – 13
Hermanos:
El conocimiento llena de orgullo, mientras que el amor edifica. Si alguien se imagina que conoce algo, no ha llegado
todavía a conocer como es debido; en cambio, el que ama a Dios es reconocido por Dios.
En cuanto a comer la carne sacrificada a los ídolos, sabemos bien que los ídolos no son nada y que no hay más que un
solo Dios. Es verdad que algunos son considerados dioses, sea en el cielo o en la tierra: de hecho, hay una cantidad de
dioses y una cantidad de señores. Pero para nosotros, no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y
a quien nosotros estamos destinados, y un solo Señor, Jesucristo, por quien todo existe y por quien nosotros
existimos.
Sin embargo, no todos tienen este conocimiento. Algunos, habituados hasta hace poco a la idolatría, comen la carne
sacrificada a los ídolos como si fuera sagrada, y su conciencia, que es débil, queda manchada. Y así, tú, que tienes el
debido conocimiento, haces perecer al débil, ¡ese hermano por el que murió Cristo! Pecando de esa manera contra sus
hermanos e hiriendo su conciencia, que es débil, ustedes pecan contra Cristo.
Por lo tanto, si un alimento es ocasión de caída para mi hermano, nunca probaré carne, a fin de evitar su caída.
Palabra de Dios.

SALMO 138, 1-3. 13-14b. 23-24 (R.: 24b)

R. Señor, llévame por el camino eterno.

Señor, tú me sondeas y me conoces


tú sabes si me siento o me levanto;
de lejos percibes lo que pienso,
te das cuenta si camino o si descanso,
y todos mis pasos te son familiares. R.

Tú creaste mis entrañas,


me plasmaste en el seno de mi madre:
te doy gracias porque fui formado
de manera tan admirable.
¡Qué maravillosas son tus obras! R.

Sondéame, Dios mío, y penetra mi interior;


examíname y conoce lo que pienso;
observa si estoy en un camino falso
y llévame por el camino eterno. R.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Lc 6, 23


Aleluya, aleluya. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo, dice el
Señor. Aleluya, aleluya.

✠ EVANGELIO
Escuchemos la lectura del santo Evangelio según san Lucas 6, 27-36
Jesús dijo a sus discípulos:
“Yo les digo a ustedes que me escuchan: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los
maldicen, rueguen por los que los difaman. Al que te pegue en una mejilla, preséntale también la otra; al que te quite
el manto, no le niegues la túnica. Dale a todo el que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames.
Hagan por los demás lo que quieren que los hombres hagan por ustedes. Si aman a aquellos que los aman, ¿qué mérito
tienen? Porque hasta los pecadores aman a aquellos que los aman. Si hacen el bien a aquellos que se lo hacen a
ustedes, ¿qué mérito tienen? Eso lo hacen también los pecadores. Y si prestan a aquellos de quienes esperan recibir,
¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a los pecadores, para recibir de ellos lo mismo.
Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada en cambio. Entonces la recompensa de ustedes será
grande y serán hijos del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos.
Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso”. Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXIÓN
Terminadas las lecturas el Animador o coordinador de la celebración entabla un diálogo con reflexión y respuesta a
esa Palabra proclamada y meditada para provecho de todos. Para ello, leamos personalmente los textos que se nos
proclamado. Y preguntarnos ¿Qué dice el texto? ¿Qué nos motiva hacer?
Después de compartir, leer la siguiente reflexión:
Les propongo unas pautas para interiorizar la Palabra de Dios, y como María, meditarla en nuestro corazón, bajarla
de nuestra mente al centro de nuestra existencia, a nuestra intimidad, y entrando en nuestra existencia, caminar
con Cristo, la Iglesia, la familia, en la situación histórica.
El amor rompe la cadena del odio. Nos dice San Pablo, al inicio del trozo de la carta a los Corintios que se lee hoy en
la liturgia: “El conocimiento llena de orgullo, mientras que el amor edifica. Si alguien se imagina que conoce algo, no ha
llegado todavía a conocer como es debido; en cambio, el que ama a Dios es reconocido por Dios”.
Estas palabras nos suenan a una sugerencia, que nace de un decreto o ley, sugerida por Jesucristo en el evangelio:
“Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian. Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los
difaman”.
¿Se puede amar por “decreto”? Más concretamente ¿es posible amar a los enemigos? No hay en el Evangelio ningún
pasaje más revolucionario que el llamado Sermón de la Montaña, que termina en el capítulo 5º del evangelio de Mateo
y Lucas lo coloca después de hablar de las Bienaventuranzas en el capítulo 6, con un mandato desconcertante: Amen
a sus enemigos, y rueguen por ellos.
¿Es posible amar a los enemigos? La famosa Ley del talión: Ojo por ojo, diente por diente, admitida en todo el
antiguo Oriente (cf. Éx 21, 23-25), fue un gran avance: limitó el instintivo impulso de “reventar” al que nos perjudicó,
es decir, de devolver más daño que el recibido: Pero “sirve hasta ahí no más” ya que deja intacto el deseo de
venganza. Y en definitiva, devolver mal por mal sólo sirve para multiplicar el mal. Jesús abolió la ley del talión y
propone el perdón absoluto. Estableció la ley del perdón. Hay que perdonar “setenta veces siete”, le dirá a Pedro. Y
san Pablo, gran intérprete de Jesús, enseña: No te dejes vencer por el mal. Por el contrario vence al mal, haciendo el
bien (Rom 12, 21).
Y como Jesús nos quiere perfectos, sigue avanzando: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian.
Bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los difaman”.
El auditorio de Jesús debió quedar tremendamente impactado al escuchar algo tan opuesto a este sentimiento
general: Amen a sus enemigos… Nadie jamás había pronunciado semejantes palabras.
Junto a la primera bienaventuranza: Felices los pobres, ésta es la afirmación más revolucionaria de Jesús; constituye
el supremo y heroico ideal del cristianismo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores. Amar a los amigos
es cosa de todos; a los enemigos, sólo es cosa de cristianos.
Todo ello suena lindo. Pero, ¿es posible? Si Jesús lo propuso, alguna posibilidad de éxito debe haber. Y la hay si no
nos dejamos confundir por nuestro verbo “amar”. Veamos de qué se trata. El verbo amar se nos presenta a todos con
un fuerte componente sentimental, afectivo, cariñoso. ¿Es siempre así? Además, es el único verbo que tenemos en
nuestro idioma para expresar sentimientos, vivencias muy distintas y que, de hecho, en la práctica, nadie confunde.
Es fácil confirmarlo.
Todos ustedes tienen conocimiento de ello. Hay que diferenciar cuatro tipos de amor:
- El mal llamado amor pasional, el de las telenovelas, la atracción instintiva del hombre y la mujer.
- El amor familiar: el afecto, el cariño con sus características propias, entre los esposos; la mutua relación de
padres e hijos; y demás familiares.
- El amor de amistad: el afecto tan particular que sienten los amigos.
Estos tres tipos de relación o conducta incluyen siempre el sentimiento, la afectividad; y además, reclaman un
mínimo de respuesta, un cierto grado de reciprocidad.
- Nos queda un cuarto tipo: el amor de caridad. Todos hablamos simplemente de “caridad”. De esta manera
fácilmente nos olvidamos que la caridad es amor, y un amor muy particular. El amor de caridad es una
decisión de la voluntad que se expresa en los hechos: decido hacer algo por el otro, no porque me resulte
simpático, sino porque Jesús me pide que socorra al necesitado. Lo hago “por amor a Dios”. Es el amor
perfecto, desinteresado, abnegado, sacrificado. El que canta san Pablo en 1 Cor 13. El amor de caridad nos
hace ver en el prójimo, por más criminal, pervertido y “enemigo” que sea, a un hijo de Dios a quien el Padre
espera y desea redimir (cf. Lc 15, 11-32). Es el amor perfecto. El amor total. El que proclamó Jesús: Ámense
los unos a los otros como Yo los he amado.
Jesús no pide que sintamos por los “enemigos”, simpatía y cariño. Lo que pide Jesús no es un “sentimiento”, el afecto
del corazón; es una decisión, la determinación de socorrer al otro, simplemente, porque lo necesita. Lo que pide
Jesús es que prestemos un servicio de caridad, si la situación lo exige, también a alguien que obró mal con nosotros.
¿Es difícil? Sí, es difícil. Pero, el Señor es bondadoso y compasivo también con nuestras flaquezas. Jesús lo sabe, por
eso nos presenta con otra sorprendente afirmación: al hacerlo estaremos cerca de ser perfectos como es perfecto
el Padre que está en el cielo. Y nos hace en Lucas una promesa: “la recompensa de ustedes será grande y serán hijos
del Altísimo, porque él es bueno con los desagradecidos y los malos”. Además nos lleva a ser “misericordiosos, como
el Padre de ustedes es misericordioso”.
Fáciles de pronunciar, pero difíciles de practicar. Amar a los que nos aman puede ser interesado. El mérito está en
amar a aquél que no nos puede devolver el amor, e incluso a aquél que nos odia. Hacer a un lado el odio, el rencor y la
venganza.
Jesús no sólo habla de amor al prójimo, sino también de amor al enemigo. ¿Cómo voy a amar a quien me hace daño?
¿Pide Jesús algo imposible de practicar?
Para hacer vida esta petición del Señor podemos hacer alusión a la Exhortación Apostólica del santo Padre Amoris
Laetitia, cuando nos habla de la paciencia: “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar
agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean
celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que sólo se cumpla la
propia voluntad (…) Esta paciencia se afianza cuando reconozco que el otro también tiene derecho a vivir en esta
tierra junto a mí, así como es. No importa si es un estorbo para mí, si altera mis planes, si me molesta con su modo de
ser o con sus ideas, si no es todo lo que yo esperaba.” (A.L 92)
Sigue sonando fuerte. Sigue sonando a contracorriente. Amar a los enemigos, a los que nos persiguen, a los que
pueden hacernos la vida imposible, a los que nos resultan incomprensibles, los que no piensan como nosotros, los que
tienen un discurso que chirría… Los enemigos…
¿Cómo es nuestra relación con el que no nos cae bien, con el que nos complica la vida, con el que nos harta y cansa? El
Evangelio nuevamente nos trastoca, nos invita a la conversión, a la oración, al cambio de actitudes. Si el mundo se
rigiera por el Evangelio, ¡menuda revolución!
El amor al enemigo es un amor que acaba con el enemigo, pero no con el hombre. Es la única fuerza que puede batirse
cuerpo a cuerpo con el odio. Frente al enemigo se pueden adoptar varias actitudes: suponer que no es enemigo,
imaginar que aquí no ha pasado nada y no tomarlo en cuenta, en cuyo caso todo seguirá igual; o enfrentarse al
enemigo y responder a su agresión con las mismas armas, oponiendo odio al odio, en cuyo caso siempre vencerá el odio
y caeremos en la espiral de la violencia; o, finalmente, y ésta es la actitud que nos pide Jesús, amar al enemigo y
hacer bien a los que nos odian, conscientes de que el mejor bien que podemos hacer al enemigo es despojarlo de sus
armas para ganarlo como hombre.
El vivir con odios y resentimientos lleva a descubrir una idolatría en el creyente, tiene como ídolo a su propia persona
y ello conduce a un escándalo, del cual Pablo llama a los creyentes de Corintio a evitar caer en dicho pecado de
escándalo: “Pecando de esa manera contra sus hermanos e hiriendo su conciencia, que es débil, ustedes pecan contra
Cristo.” (1 Cor 8,1-7. 11-13), por ello llama a proceder sin escandalizar a nadie y buscar alcanzar la centralidad del
misterio pascual de Cristo a través de otro camino: el de la caridad cristiana. ¡Ojalá pudiesen pensar todos en un
solo y único amor!
En el perdón al enemigo y amarlo, evitaría además del pecado del escándalo, el caer en el primer vicio: la soberbia y
luego la envidia... Invita así a crecer en el amor.
El amor que Cristo enseña es universal. De lo sagrado obtenemos mayor fuerza para amar con plena eficacia.
El mandato de Jesús es la instauración de una sociedad construida sobre las bases de unas relaciones absolutamente
contrarias a las establecidas por el hombre; una sociedad que prescinda de la división por clases y según otros
criterios humanos.
Esto nos coloca en unión con las bienaventuranzas de ayer, especialmente la cuarta ("dichosos cuando os odien y os
insulten")
El estilo de actuación que Jesús pide de los suyos es en verdad cuesta arriba:
- amad a vuestros enemigos,
- haced el bien a los que os odian,
- bendecid a los que os maldicen,
- orad por los que os injurian,
- al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra,
- al que te quite la capa, déjale también la túnica...
La lista es impresionante. Y Jesús, con sus recursos pedagógicos de antítesis y reiteraciones, concreta todavía más:
si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?; si hacéis el bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis?; si
prestáis sólo cuando esperáis cobrar, ¿qué mérito tenéis?
Este fragmento se presenta como un eco de las bienaventuranzas evangélicas; más aún, nos ayuda a descubrir el
fundamento primero y último de toda bienaventuranza cristiana.
Un ideal de vida donde no se trata, como es obvio, de un amor abstracto, sino de un amor que se traduce en multitud
de pequeños gestos que, día tras día, interpelan y verifican la autenticidad del mismo amor.
En la lógica de la espiritualidad evangélica no se da otra perfección que no sea la de un amor fraterno que revela
nuestra identidad filial respecto a Dios; no hay otra meta hacia la que tender más que la de un amor que sabe
perdonar porque ha experimentado el don del perdón; no existe ningún otro mandamiento para observar más que el
de tender a la imitación de Dios, que es amor misericordioso, por medio de actos de bondad y de misericordia.
No es solo saberlo, como sabemos de ciencia, sino vivirlo. El criterio de la caridad para con los hermanos es más
importante que el de la sabiduría, el del conocimiento, o incluso que el de los derechos propios. Uno puede ser
"progresista" en sus ideas y en sus costumbres. Pero la delicadeza para con la conciencia de los demás es una finura
espiritual que se nos puede exigir como una de las maneras concretas de caridad fraterna. El respeto al hermano va
por encima de nuestro "conocimiento" y nuestro "derecho", va por encima de nuestros sentimientos maltratos por la
ofensa. Lo que nos lleva a ser humildes, deponiendo toda jactancia, ostentación, insensatez y arrebato de ira.
Queremos una sociedad nueva, tengamos presente, las únicas armas que Jesús propone para hacer realidad este
proyecto de sociedad nueva son el amor, la bendición, empezando por los enemigos, y la oración. Además, el perdón
activo, entendido como pasar por alto una ofensa a condición de que el agresor tome conciencia del mal que causa, y
cambie. También, mediante el compartir generoso como una reacción contra la codicia, la acumulación de riquezas y a
la usura como causas del enriquecimiento de unos y el empobrecimiento de otros. En otras palabras, obrar de
acuerdo con la regla de oro: obremos con los demás como queremos que los demás obren con nosotros.
Nuestro Señor Jesucristo nos propone acciones que, por lo general, son contrarias a la lógica y razones humanas y
que solo pueden realizarse por amor. No es posible entender este texto con el conocimiento y la lógica humana; solo
se puede comprender a través del amor y la misericordia que viene de lo alto como una gracia o don divino.
En la actualidad, el mundo exige que las personas posean muchos conocimientos para enfrentar el futuro; los padres
de familia se preocupan para que sus hijos adquieran muchos conocimientos. Pero ¿enseñamos a nuestros hijos a amar
y a ser humildes ante los demás?
Nuestro Señor Jesucristo nos enseña que el amor está primero, antes que el conocimiento, porque el amor enaltece y
perfecciona al conocimiento. ¿Qué significa esto? Pues, que el conocimiento o la sabiduría humana, separado del
amor, no vale; al contrario, puede llenar de soberbia al que lo posee separándolo de los demás. En cambio, es el amor
el que une a los hombres y crea relaciones de hermandad.
Al rezar hoy el Padrenuestro no seamos hipócritas. Seamos sinceros al decir “perdona nuestras ofensas como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Seamos comprensivos y compasivos como lo es Dios con
nosotros. Sólo así nos daremos cuenta de que lo que parece imposible es posible.
Tú estás ahí, Señor, siempre protegiéndonos, ayudándonos, para que ganemos la batalla a nuestro corazón y
transformemos los sentimientos de muerte en vida que esparce tu amor por el mundo.

Preguntémonos: Haciendo silencio en nuestro corazón y mirando lo que la palabra de Dios nos presenta,
respondamos lo siguiente:
- ¿A quién considero enemigos?
- ¿Qué actitud tomo frente a mis enemigos?
- ¿Amamos a nuestros enemigos, hacemos el bien a los que nos odian, bendecimos a los que nos maldigan,
rezamos por los que nos difaman?
- ¿Cuáles son las obras de amor que realizamos con los conocimientos y demás dones que Dios nos ha confiado?
- ¿Será que miramos la vida y a las personas con la misma mirada de Jesús?
- ¿Qué quiere decir hoy “ser misericordioso como el Padre celestial es misericordioso"?
- ¿Qué criterios rigen nuestro amor?
- Después de escuchar la Palabra de Dios y las pautas de meditación, ¿podemos volver a las andadas en nuestra
relación con los demás? ¿Nos seguiremos creyendo buenos cristianos a pesar de no vernos demasiado bien
retratados en estas palabras de Jesús? ¿Podremos rezar tranquilamente, en el Padrenuestro, aquello de
"perdónanos como nosotros perdonamos"?
Que las respuestas a esta pregunta nos ayuden a renovarnos en plenitud, sean beneficiosas para fortalecer nuestra
fe nos ayuden a ser mejores hermanos y cristianos en el amor de Nuestro Señor Jesucristo y comenzar todo con la
novedad de Cristo.

LA PALABRA SE HACE ORACIÓN


Animador o coordinador de la celebración: Después de escuchar la Palabra de Dios elevemos nuestras súplicas a
Dios Padre, por Jesucristo, su Hijo, e invoquémoslo con corazón unánime, Él que es fuente y origen de todo bien.
Señor Padre nuestro, danos la gracia de Amar como Jesús, siguiendo su ejemplo que nace del servicio y de la entrega
desinteresada a los demás; optando por los más débiles, los que sufren y están al margen de la vida. Ser apasionados
por la justicia y la paz, ofreciendo lo mejor de cada uno para lograr una vida digna para todos; abierto a los demás y
a sus necesidades compartiendo los dones recibidos viviendo la alegría del dar.
Que todos los cristianos, tengamos disponibilidad para perdonar y de búsqueda constante de tolerancia y paz hagan
referencia explícita a Cristo y al Evangelio.
Que creamos en el perdón, en dar oportunidades a los demás, en no guardan sentimientos de rencor, ni estar cegados
por el odio, como caminos para crear una sociedad nueva, para lo cual te pedimos nos enriquezcas con tu gran don de
la misericordia.
Que nuestras comunidades cristianas, sepan oír el llamado de Jesús para deshacernos de divisiones y egoísmos, y él
nos ayude a vencer al mal por medio de la bondad y del bien.
Que los ministros de la Iglesia que celebran el sacramento de la reconciliación sean modelos de compasión y
misericordia
Que los pueblos y sus gobernantes, en la solución de los conflictos, no caigan en la tentación del “ojo por ojo y diente
por diente” y nuestra sociedad logre superar los odios y rencores motivados por razones históricas.
Que todos los que recibimos la misericordia de Dios comprendamos las palabras difíciles de Cristo y las llevemos a la
práctica.
Que así sea

Animador o coordinador de la celebración: Elevando nuestros corazones al cielo y guiados por el Espíritu Santo,
digamos: Padre nuestro…

COMUNIÓN ESPIRITUAL
Hagamos nuestra oración de comunión:
Creo, Jesús mío, que estás realmente presente en el santísimo sacramento de altar. Te amo sobre todas las
cosas y deseo recibirte en mi alma. Pero como no puedo recibirte sacramentalmente, te pido vengas a mí
espiritualmente a mi corazón. Y, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a vos. No
permitas, Señor, que jamás me separe e ti. Amén
Luego de un momento de silencio, después de haber orado con este evangelio, hagamos la promesa individual y
comunitaria de ante un caso de tener que amar al enemigo, armarse de humildad, y pedir al Señor que sea Él quien
actúe dentro de sí.
Y ahora, como hijos confiados dirijámonos a María Santísima, madre de Dios, diciendo:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes
bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita.

Después de un momento conveniente de oración en silencio, concluye diciendo, con las manos juntas:
OREMOS
Gracias Señor por tu Palabra de vida eterna.
Oh Padre bueno y compasivo: Por medio de tu Hijo nos has pedido hoy, en esta celebración oracional, no juzgar ni
condenar, e incluso perdonar generosamente a quienes sentimos que nos han ofendido. Que tu Hijo Jesucristo nos
haga capaces de dar y darnos sin buscar reembolso o recompensa, de no reclamar mérito o crédito alguno por
nuestras obras, sino simplemente de amar sin fronteras ni condiciones, como tú nos has amado
Oh Señor, el amor no fue, para ti, una discusión de salón, y mucho menos un sueño vago y abstracto; no lo
consideraste una cualidad o adorno del yo de la que gloriarnos, no lo intercambiaste con el sentimentalismo
romántico, no lo definiste, porque no es una realidad estática.
Al contrario, Señor, el amor para ti es un arco iris de colores que hemos de abrazar sin barreras entre blancos y
negros, judíos y gentiles, griegos y romanos, jóvenes y viejos, hombre y mujer, amigos y enemigos, buenos y malos. Es
un sentimiento dinámico e indefinible porque, como la vida, es constantemente engendrador de algo nuevo, está en la
base de todas tus relaciones: Pedro, la viuda, el ladrón, Zaqueo, los pequeños, la adúltera, Lázaro y tantos otros. Oh
Señor, para ti vivir significa amar: éste es el don más grande que nos dejaste.
Amado Jesús, Hijo de Dios vivo, otórganos la gracia para que pongamos nuestros conocimientos al servicio del amor y
que, en un apostolado cristiano, nos acerquemos a las personas más necesitadas. Amar al enemigo es un verdadero
milagro de la gracia. Si lo logro, me sentiré feliz de saber que eres Tú quien lo ha hecho y, como María, cantaré
durante toda la vida tu poder sobre mi pequeñez.
Espíritu Santo: concede a toda la Iglesia, a los consagrados y consagrados, a los laicos y a todos los que buscan al
Señor, la sabiduría para vivir el Evangelio y así alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Mira el Corazón de tu amantísimo Hijo y las alabanzas y satisfacciones que te ofrece en nombre de los pecadores y
perdona a los que imploran tu misericordia, a ti nos dirigimos en nuestra angustia; te pedimos con fe que mires
compasivamente nuestra aflicción, concede descanso eterno a los que han muerto por la pandemia del “corona-virus”,
consuela a los que lloran, sana a los enfermos, da paz a los moribundos, fuerza a los trabajadores sanitarios,
sabiduría a nuestros gobernantes y valentía para llegar a todos con amor, glorificando juntos tu santo nombre.
Amado Jesús, concede a los difuntos de todo tiempo y lugar tu misericordioso amor para que lleguen al banquete
celestial; y no dejes que las almas de las personas moribundas se extravíen, para que lleguen a tu Reino.
Madre Santísima, Madre de la Divina Gracia, intercede ante la Santísima Trinidad por nuestras peticiones. Amén.
CONCLUSIÓN
Finalmente, signándose de la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho, dice:
El Señor nos bendiga para la misión, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
TODOS: Amén.
CANTAR Ave María o canto a la virgen.
Tú me escrutas, Yahvé, y me conoces;
sabes cuándo me siento y me levanto,
mi pensamiento percibes desde lejos;
de camino o acostado, tú lo adviertes,
familiares te son todas mis sendas. (Sal 139,1-3)

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