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(Jueves 07 de Marzo 2024) Familias

SUBTEMA: LA IGLESIA Y EL MOVIMIENTO DE CONSEJERÍA DE NUESTROS DÍAS

- Oración para crecer en santidad en la vida de los miembros de Iglesia Príncipe de Paz.
-Bienvenida a cargo de la familia anfitriona.
-Lectura Hebreos 13:20-21
-Estudio: CONTINUACION LA IGLESIA Y EL MOVIMIENTO DE CONSEJERÍA DE NUESTROS DÍAS

La santificación, más que mirar hacia atrás, mira hacia la cruz y nos ayuda a entender que todos somos culpables.
Luego dirige nuestra mirada hacia la resurrección y una vez más nos ayuda a entender que Aquel que levantó a
Su Hijo de entre los muertos es capaz de levantarnos de nuestro pasado y de sanarnos nuestras heridas.

La mayor necesidad del creyente no es tiempo para sanar, sino sumisión para tener la llenura de Aquel que
levantó a Cristo de entre los muertos y que por medio de ese poder puede hacer grandes cosas en nuestra vida.

Es necesario hacer un llamado a la iglesia de hoy a ti hermano y hermana para que regreses adonde debiste
haber comenzado: al verdadero evangelio del arrepentimiento de pecados y de la santificación: «Porque esta es
la voluntad de Dios: vuestra santificación» (1 Tes. 4:3a).

LA SOBERANÍA DE DIOS
El conocido pastor John Piper dice que el creyente con cáncer no debe desperdiciar su cáncer. A continuación,
consignamos algunos puntos principales de un capítulo de su libro El sufrimiento y la soberanía de Dios, y los
comentamos.
«Desperdicias tu cáncer si no piensas que ha sido diseñado por Dios para tu vida».
Lo mismo podemos decir de cualquier otra experiencia dolorosa por la que hayamos atravesado. Muchos
cristianos quieren excusar a Dios y decir que Dios no tiene nada que ver con nuestras malas experiencias. Pero
ese no fue el veredicto de un hombre como José en el Antiguo Testamento después que sus hermanos lo
vendieron como esclavo: «Entonces enviaron un mensaje a José, diciendo: Tu padre mandó antes de morir,
diciendo: “Así diréis a José: ‘Te ruego que perdones la maldad de tus hermanos y su pecado, porque ellos te
trataron mal’. Y ahora, te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró
cuando le hablaron. Entonces sus hermanos vinieron también y se postraron delante de él, y dijeron: He aquí,
somos tus siervos. Pero José les dijo: No temáis, ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? Vosotros pensasteis hacerme

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mal, pero Dios lo tornó en bien para que sucediera como vemos hoy, y se preservara la vida de mucha gente»
(Gén. 50:16-20).

«Desperdicias tu cáncer si piensas que es una maldición y no un regalo»


El apóstol Pablo nos dice: «… Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce
paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza» (Rom. 5:3b-4). Por eso una
enfermedad puede verse como un regalo. ¿Un regalo? Claro, para que podamos parecernos más a Él y menos a
nosotros mismos. Cuando Pablo les escribía a los filipenses, les decía que no solo habían tenido el privilegio de
creer en Él, «… sino también sufrir por Él» (Fil. 1:29). Es un privilegio porque en esas experiencias Dios está más
cerca y Su gracia
se hace más abundante y real. Si bien es cierto que donde abundó el pecado sobreabundó Su gracia (Rom. 5:20),
no es menos cierto que donde abunda el dolor, abunda Su gracia para con Sus hijos.

«Desperdicias tu cáncer si buscas consuelo en las estadísticas y no en el Señor».


Cuando nos informan que el cáncer que nos aqueja tiene un 80 % de posibilidad de cura nos ponemos contentos,
pero si nos dicen que ese porcentaje de cura es de un 20 % nos deprimimos. En estos casos, la alegría o la tristeza
no la produjo Dios, sino las estadísticas, lo cual revela con cuánta facilidad nos desanimamos. Los números
controlan nuestro estado de ánimo, y no Dios. Esto prueba que nuestra confianza está más en la ciencia que en
el Dios de la ciencia.

«Desperdicias tu cáncer si rehúsas pensar acerca de la muerte».


En terapia secular nos animan a no pensar en la muerte porque nos deprime, y eso es cierto si vivimos la vida
con una perspectiva por debajo del sol. Sin embargo, el cristiano debe pensar en la muerte y verla como el día
de su graduación, como el día que pasa de esta vida a la próxima para encontrarse por fin con su Creador para
lo cual fue creado.

«Desperdicias tu cáncer si piensas que vencer el cáncer es permanecer vivo en vez de regocijarte en Cristo»
Esta actitud es opuesta a la que tenía el apóstol Pablo, que no sabía qué era mejor para él, si partir a la gloria o
permanecer aquí. Para un cristiano, vencer el cáncer no es necesariamente curarse de la enfermedad, sino impedir
que su enfermedad lo abata y le robe el gozo de su salvación. Vencer el cáncer es vivir en victoria la enfermedad
testificando para Dios en medio de ella. El apóstol Pablo tenía otra meta: «Conforme a mi anhelo y esperanza de

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que en nada seré avergonzado, sino que con toda confianza, aun ahora, como siempre, Cristo será exaltado en
mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte. Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (Fil. 1:20-21).

«Desperdicias tu cáncer si pasas mucho tiempo leyendo acerca del cáncer y no suficiente tiempo leyendo
acerca de Dios».
Muchos de nosotros nos hacemos expertos en las enfermedades que padecemos y no nos tomamos tanto interés
en aprender sobre el Dios que puede sanar todas las enfermedades o que, cuando no nos sana, nos da la gracia
para sobrellevarlas. Un cristiano maduro debe estar bien informado sobre su enfermedad, pero no sobresaturado
de información, pensando que la información lo hará vivir más tiempo. Si nuestra meta primaria es conocer a
Dios, como Él nos revela (Jer. 9:24), entonces descubriremos que las dificultades nos permiten conocerlo en
formas que los buenos tiempos no nos permiten.

«Desperdicias tu cáncer si te entristeces como aquellos que no tienen esperanza».


El apóstol les enseña a los tesalonicenses (1 Tes. 4:13a) que el cristiano no debe entristecerse como los que no
tienen esperanza. En esta afirmación, Pablo reconoce que el cristiano puede entristecerse, pero no como lo hace
el resto del mundo que carece de la esperanza de gloria. Fuimos creados para vivir en Su presencia y el cáncer
tal vez acelere nuestra llegada al lugar para el cual fuimos creados. Todo el mundo quiere ir al cielo y estar con
Dios, pero nadie quiere morirse porque vivimos atados a este mundo de incertidumbre.

«Desperdicias tu cáncer si no lo usas como una manera de testificar para la gloria de Dios».
Cuando hablamos bien de Dios en medio del dolor, hacemos que Dios «luzca» mejor ante los hombres. El
incrédulo puede hablar bien de otro siempre y cuando ese otro sea el causante de su bonanza. Solo el cristiano
puede hablar bien de su Dios en medio de la adversidad, sobre todo cuando ese Dios tiene el poder de cambiar
las cosas y no lo hace.

LA SANTIFICACIÓN
Dios nos revela cuál es Su voluntad para nuestras vidas: «Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra
santificación…» (1 Tes. 4:3a). Si creemos esta gran verdad, podemos tener mayor aceptación porque Dios no va
a escatimar ningún esfuerzo hasta vernos santificados; no importa si el precio es alto porque el precio mayor lo
pagó nuestro Dios. Mientras que en la terapia se quiere evitar el dolor, en la santificación queremos usar el dolor
para glorificar a Dios y santificar a quien lo padece. Ese tipo de santificación es un evento y un proceso al mismo
tiempo. Es un evento porque, el día que Dios nos hizo nacer de nuevo por Su gracia soberana, nos apartó para

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Sus propósitos, lo cual se conoce como santificación posicional. Dios nos tomó de un lugar y nos llevó a otro. Es
decir, nos cambió de posición. Eso ocurre en un instante. En esa santificación no tenemos participación; depende
por entero del Señor. Pero hay una santificación a la que Dios nos ha llamado que es un proceso, y en ese proceso
Él tiene una parte y nosotros otra. Dios nos da Su gracia; pone en nosotros «tanto el querer como el hacer…»
(Fil. 2:13b), pero a nosotros nos toca esforzarnos. Él nos enseña lo que tenemos que hacer y nosotros debemos
hacer lo que nos corresponde, a sabiendas de que «todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Fil. 4:13).

La santidad no elimina el pecado, pero disminuye el deseo de ir tras él. El discípulo que se ha santificado odia su
propio pecado y eso le ayuda a mantenerse alejado de él. La santificación, por su misma naturaleza, produce en
la persona un deseo cada vez mayor de continuar santificándose y en ese proceso va haciendo restitución de lo
que dañó en el pasado. La restitución consiste en hacer el mayor esfuerzo posible por reparar todo aquello que
hayamos dañado en el pasado; y lo que más solemos dañar con nuestras acciones pecaminosas son relaciones,
sobre todo las más cercanas a nosotros.

Reflexión final
En realidad, lo que necesitamos, más que sanación o cualquier otra cosa, es santificación:

• Su poder más que el paso del tiempo.


• Aceptación más que autojustificación.
• Perdonar a otros más que sentirnos heridos.
• Santificación más que sanación.
• Mirar hacia arriba más que mirar hacia atrás.

De esta manera podemos honrar a Dios en el dolor y el sufrimiento, y ser santificados por Él a través de las
experiencias difíciles.

- Alabanza
-Himno Lema núm. 600 Firmes y Adelante
- Ofrendas
- Oración clamando a Dios avivamiento espiritual por un deseo de conocer y Amar mas a CRISTO como centro de
Su Iglesia en el mundo entero.

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