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ENSAYO
Por ello, el presente ensayo tiene como propósito generar una serie de reflexiones
sobre el impacto de la educación que se imparte al interior de las aulas en la formación
de ciudadanos responsables y críticos, mediante el análisis de las prácticas
pedagógicas que irradiamos los educadores y que intrínsecamente generan ideologías
a partir de lo que el educando puede observar, despertar y asumir en las formas de
interacción, organización y socialización promovidas en la escuela.
Por lo tanto, el docente debe tener las habilidades, conocimientos y valores necesarios
para concientizar sobre la existencia de la diversidad social y la necesidad de
complementarse unos a otros a través de la interiorización de roles y funciones para
el logro de un objetivo en común: promover el progreso humano. En consecuencia, el
trabajar en equipo es un “ensayo” para el desarrollo de la habilidad social de cooperar
con los demás. A este respecto, la escuela, y concretamente la clase es el fiel reflejo
a pequeña escala de una sociedad más amplia, se convierte en el marco idóneo para
fomentar el trabajo de conjunto y las vivencias compartidas. En este contexto, todos y
cada uno de los alumnos y alumnas han de caminar al unísono, evitando cualquier tipo
de clasificación discriminatoria que permita brillar a unos más que a otros.
El docente debe fungir como mediador, lograr que todos participen desde sus
posibilidades para el logro del objetivo en común trazado e identificado plenamente,
en armonía porque en el momento en el que las alumnas y los alumnos toman
conciencia de que desempeñan un papel primordial e imprescindible dentro de su
grupo, equipo o clase, y que son tomados en cuenta mediante la escucha de sus
opiniones, intereses y afecciones, serán capaces de experimentar placer, actitud que
los predispondrá para el aprendizaje significativo y favorecerá su experiencia y
creatividad, elementos sin duda alguna para la conformación de un pensamiento
crítico.
Totalmente contrario a lo mencionado son los efectos limitativos que se derivan de
algunas prácticas autoritarias que persisten hoy en día como el castigo en el nivel
básico o el condicionamiento de las actitudes a la asignación de una calificación. Lejos
de surtir cualquier tipo de beneficio, dependiendo del alumno del que se trate, el castigo
puede llegar a vivirse como un rechazo de la propia persona e incluso de la propia
existencia y, por consiguiente, generar la deserción y/o fracaso escolar que en algunos
casos expone a los discentes a manifestarse contra la educación mediante la rebeldía
en la sociedad, corrompiendo las reglas, las formas sanas de convivencia, aislándose
y absteniéndose de servir a los fines públicos.
No en vano, los adolescentes del nivel medio superior describen los abusos de los
maestros autoritarios como verdaderos atropellos, cuyas secuelas son irreversibles en
ciertos casos en donde en su institución educativa inmediata que es la familia, tampoco
encuentran ser escuchados, entendidos e impulsados a creer en las posibilidades de
formar parte de un mejor porvenir.
Uno de los errores que se cometen con frecuencia en la escuela, quizás de forma
inconsciente, es la potenciación del individualismo a través del fomento de la
competitividad, algo que repercute negativamente en el ambiente de convivencia
provocando envidias, deseos fallidos y enemistades dentro de los grupos, al
“seleccionar” como representantes de grupo a los alumnos por imposición del docente
o directivos, demostrar empatía solo con algunos alumnos (generalmente con los que
se identifica en su status social el profesor) y marginar a los alumnos etiquetándolos
de agitadores del grupo o “neutralizándolos” sometiéndolos a la disciplina y obediencia
se está contribuyendo en la formación de seres carentes de un pensamiento crítico.
Por ello, para desempeñar con éxito nuestra misión, hemos de conocer
minuciosamente a los destinatarios de nuestro trabajo: al estudiante, darle importancia
al diálogo y la cooperación entre la escuela y la familia, dado que ambas comparten la
responsabilidad de integrar a los jóvenes a la sociedad. Todos los docentes debemos
asumir que al mismo tiempo que se enseña, se aprende y, por tanto, la educación tiene
una función política-social.
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FUENTES DE CONSULTA
www.colegiodeprofesores.cl/wp-content/uploads/217/06/Paulo-Freire.pdf