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EL HOMBRE PARA SÓCRATES

Desde el nacimiento de la filosofía, el problema filosófico se basa en observar


la realidad desde la physis, y entonces, apareció Sócrates y le dio un giro a la
reflexión filosófica enfocándola hacia el problema del hombre desde su realidad
moral, política, social, religiosa y demás; línea de pensamiento que seguirían sus
sucesores. Así pues, podemos rastrear en los escritos sobre Sócrates, en la huella
de su filosofía, el deber ser y el deber hacer del hombre; pero cabría preguntarse
¿qué o quién es exactamente el hombre para Sócrates, o que pensamiento
antropológico tiene este filósofo?

Poco se sabe sobre Sócrates, pues podemos acercarnos a él y a su


pensamiento por medio de los escritos y las narrativas que consignaron sus
discípulos, especialmente aquellos elaborados por Platón. A partir de estos escritos
conocemos de Sócrates su método particular, su historia y su intelectualismo moral,
que lo llevo a ser un símbolo de sabiduría, de virtud y de heroicidad.

Sin embargo, antes de entrar en materia de lo que era el concepto de hombre


para Sócrates, es bueno echar un vistazo al concepto general de antropología
según otras fuentes. El término antropología tiene diversos sentidos. Esta ciencia
que tiene como objeto de estudio al hombre en su forma integral, se especializa en

 

diversos componentes del ser humano, y es así como surgen los distintos tipos de
antropología, como lo son, la antropología física, etnológica o cultural y la
antropología filosófica. De acuerdo a la formulación de Helmut Plessner, citada por
Otto Friedrich Bollnow, la antropología sería:

La teoría del hombre que se desprende de las investigaciones de anatomistas,


historiadores en el campo de la prehistoria, biólogos de las razas y de la herencia:
una investigación empírico – comparada de los orígenes del género humano y de
su diferenciación en razas.1

Esto, refiriéndose a la anatomía física. Pero también se denomina


antropología al estudio de las diferentes formas de vida que tienen los pueblos,
especialmente de los pueblos primitivos, y a esto se refiere la antropología
etnológica.

No obstante, existe también la antropología filosófica, que se plantea el


problema del hombre en lo profundo de su ser o de su esencia como hombre. Este
término acuñado por Max Scheler plantea la pregunta de ¿qué es el hombre?, ¿qué
lugar ocupa en el universo? Quiere entonces aclarar estos interrogantes, pues, el
hombre mismo ya es un problema y un misterio para el hombre y su estructura. Así,
la antropología filosófica se convierte en una ciencia fundamental entorno a la
esencia y a la existencia del ser humano, desde su condición histórica, física,
psíquica, e incluso desde la relación entre vida y espíritu. “¿Qué es el hombre?” es
una pregunta que no surge como resultado de una reflexión estrictamente filosófica,
sino que se remonta hasta la Edad Antigua. La Biblia, en un sentido religioso, por
supuesto, ya plantea tal interrogante: «¿Qué es el hombre para que te acuerdes de
él? ¿Qué los mortales para que te ocupes de ellos?»2 (Salmo 8, 5). «Este

                                                            
1
O.F. BOLLNOW, Antropología Filosófica. Educación: Colección Semestral de Aportaciones
Alemanas Recientes en las Ciencias Pedagógicas, Vol. 30, Tübingen, Landhausstr, Alemania, 1984,
p. 7.
2
SALMO 8, 5, en CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÒOLA, Nueva Biblia de Jerusalén, Ed.
Desclée, Bilbao, España, 1999.

 

interrogante nace de una profunda consternación humana y debe ser vista sobre
ese fondo».3

Retomando la idea de la que parte este escrito, Sócrates, como se sabe no


dejó nada por escrito sino que confió su saber a los discípulos por medio del diálogo.
A Platón se le atribuyen estos escritos sobre su maestro. La idea antropológica que
expone Sócrates se basa en un fundamento para la vida moral, el cual trata sobre
la naturaleza o esencia del hombre y llega a la conclusión de que el hombre es su
propia alma, así lo formula en su diálogo con Alcibíades, argumentando que el
hombre se sirve de su propio cuerpo como de un instrumento, lo que significa que
el hombre es distinto del cuerpo. Entonces a la pregunta “¿qué es el hombre?” no
se puede responder que es su cuerpo, sino aquello que se sirve del cuerpo. Pero el
alma es quien realmente se sirve del cuerpo4, ya que abarca en todo al hombre
como ser con capacidad de razonar, porque el alma no puede ser entendida desde
Sócrates, como en un sentido escatológico, sino entendida como la razón o como
la capacidad de comprender y actuar. Y a medida que el hombre pone en práctica
el oráculo délfico «Conócete a ti mismo»5, así va reconociendo la verdad de lo que
él mismo es y de lo que más adelante llamará el cuidado de sí mismo.

                                                            
3
 O.F. BOLLNOW, Antropología Filosófica. Educación: Colección Semestral de Aportaciones
Alemanas Recientes en las Ciencias Pedagógicas, Vol. 30, Tübingen, Landhausstr, Alemania, 1984,
p. 8. 
4
J.A. MIGUEZ, Platón: Alcibíades, Aguilar Editores, Buenos Aires, Argentina, 1955, p. 118.
5
El aforismo griego "Conócete a ti mismo" (que en griego clásico es γνῶθι σεαυτόν,
transliterado como gnóthi seautón) es uno de los más famosos aforismos de la antigüedad griega de
todos los tiempos. Significa que la principal necesidad de una persona para acceder a la sabiduría
filosófica es el autoconocimiento. Por testimonio de un célebre viajero griego Pausanias, sabemos
que la frase estaba inscrita en el pronaos del templo de Apolo. También Platón la refiere en sus
diálogos. En Protágoras, por ejemplo, explica que los Siete Sabios (Cleóbulo de Lindos, Solón de
Atenas, Quilón de Esparta, Bías de Priene, Tales de Mileto, Pítaco de Mitilene, Periandro de Corinto),
como muestra de admiración hacia el saber lacedemonio, ofrecieron al dios Apolo las primicias de su
sabiduría en las frases “conócete a ti mismo” y “nada en demasía”, sobre la importancia del
autoconocimiento y de la moderación respectivamente. El aforismo a lo largo de la historia ha sido
atribuido a varios sabios griegos antiguos: Heráclito, Quilón de Esparta, Tales de Mileto, Sócrates,
Pitágoras, Solón de Atenas.

 

Sócrates no había quedado satisfecho con las teorías de los llamados


naturalistas, pues estos buscaban resolver el problema del arché y de la physis, y
al intentar dar soluciones, llegaron a contradecirse sosteniendo todo lo que decían
y lo contrario de lo que decían6. Así pues, Sócrates concentró su interés en el
problema del hombre y fue capaz de llegar al fondo del asunto, porque a pesar de
su afirmación «sólo sé que nada sé», admitió que en materia del hombre, era muy
versado:

En verdad, oh atenienses, por ninguna razón me procuré este nombre, sino a causa
de cierta sabiduría. ¿Y cuál es esta sabiduría? Esta sabiduría es la sabiduría
humana: y de esta sabiduría puede ser que yo sea sabio.7

Sócrates cuenta cómo tiene origen el hombre, en el mito del Fedro, donde se
representa a un carro tirado por dos caballos alados, uno que se deja guiar y otro
reacio, este último representando a los deseos de la pasión; dirigido por un auriga
o cochero, la razón, que se empeña en conducir bien el carro por el mundo ideal,
(el que remite a Platón), pero por la dificultad que tiene para manejar a los dos
caballos, el alma cae, los caballos pierden sus alas y el alma queda “atrapada” en
un cuerpo.8 El alma dividida en tres, la razón, la irascibilidad, y la concupiscencia,
habita el cuerpo, del que se va a servir para actuar correctamente bajo el dominio
de sí, como se verá más adelante.

El filósofo ateniense plantea también el tema de cuidar de sí mismo, pero


para llegar a una buena práctica del cuidado de sí, es necesario conocerse a sí
mismo, de esta manera lo plantea en Alcibíades.9 Para Sócrates el hombre es su
propia alma, y alma entendida como razón y esta es superior al cuerpo, lo que

                                                            
6
G. REALE, D. ANTÍSERI, Historia de la Filosofía. Filosofía Pagana Antigua, San Pablo,
Bogotá D.C., Colombia, 2007, p. 151.
7
PLATÓN, Apología de Sócrates, Panamericana, Bogotá D.C., Colombia, 1993, p. 13.
8
PLATÓN, Fedro, Panamericana, Bogotá D.C., Colombia, 1993, p. 519-520.
9
J.A. MIGUEZ, Platón: Alcibíades, Aguilar Editores, Buenos Aires, Argentina, 1955, p. 110.

 

querría decir que el cuidado de sí mismo no es tanto velar por la estabilidad del
cuerpo sino por la del alma. A esto se refiere Sócrates cuando plantea en Apología:

“Que esto […] es la orden de dios, y estoy persuadido que hay para ustedes mayor
bien en la ciudad que mi obediencia a dios. Y en verdad no hago otra cosa, con mi
andar entorno, sino persuadirlos a ustedes, jóvenes y viejos, de que no deben
preocuparse por el cuerpo ni por las riquezas ni por otra cosa alguna sino en primer
lugar y más por el alma, de manera que esta llegue a ser óptima y virtuosísima; y
que de la virtud nace la riqueza y todas las otras cosas que son bienes para los
hombres, tanto para el ciudadano individual como para el Estado.10

Siendo el hombre su alma, y amonestado a cuidar de sí mismo, Sócrates


resalta también que la virtud es el resultado de este cuidado, es lo que hace perfecto
al hombre, lo contrario a esto es el vicio, pues el vicio es ignorancia, y allí es cuando
entra el intelectualismo socrático que afirma que nadie comete un error
voluntariamente. La virtud que hace perfecto al hombre no es otra cosa que la
ciencia y el conocimiento, a lo cual es necesario llegar mediante el cuidado de sí,
como se había mencionado. Este conocimiento se manifiesta entonces bajo los
valores de la libertad, la no-violencia y el autodominio.11

La sola mención de estos aspectos, da a comprender que el hombre es


también un ser moral, social, reflexivo y que debe seguir un trayecto para llegar a la
verdad. La libertad puede ser entendida como la liberación del verdadero hombre,
es decir, de la parte capacitada para razonar; la no-violencia como el hecho de que
la razón es la que de imponer por convicción y no por la fuerza para que no cause
más daños de los que puede haber; y el autodominio como excelencia de la virtud
en los momentos de placer, dolor, fatiga y demás. Cuando Sócrates se refiere a este
autodominio, se refiere en sí al dominio de la propia racionalidad, que sea el alma
la que cumpla su verdadera función de ejercer señorío sobre el cuerpo, pues, al ser
el cuerpo quien señorea sobre el alma, el ser entero se entregaría a los vicios o a

                                                            
10
PLATÓN, Apología de Sócrates, Panamericana Bogotá D.C., Colombia, 1993, p. 15.
11
G. REALE, D. ANTÍSERI, Historia de la Filosofía. Filosofía Pagana Antigua, San Pablo,
Bogotá D.C., Colombia, 2007, p. 171. 

 

los placeres humanos de la comida, la bebida, el sexo y los demás placeres como
las riquezas, el buen vestir y todos los adornos del cuerpo, y esto no es propio del
hombre racional o del filósofo,12 ni ayuda a alcanzar la perfección en la virtud.
Cuando el hombre deja que el alma ejerza señorío sobre el cuerpo y llegue
racionalmente a estos aspectos de libertad, paz y autodominio, es cuando el hombre
encuentra su finalidad: la felicidad, lo que transforma al alma como determinante de
acciones

***

Desde siempre el hombre ha sido objeto de estudio de las distintas disciplinas


o ciencias experimentales, de las ciencias humanas y de las ciencias naturales.
Estas ciencias han tratado de comprender al hombre desde la psicología, la
fisiología, la lingüística, la sociología, y demás, pero estos intentos se han
malogrado, porque definiendo al hombre han tratado de limitarlo, y al definirlo sería
quitarle lo problemático y lo misterioso, sería quedarse con un conocimiento
fragmentario del hombre, y quizá suprimirlo como objeto de estudio. Puede
concluirse que en Sócrates no hay un origen claro, o por lo menos, no netamente
racional, del hombre. Sin embargo, entrega su conclusión: el hombre es su alma, la
que sirve de la materialidad del cuerpo para ejercer acciones moralmente buenas o
malas, dependiendo de la forma cómo se nutra el alma, o mejor dicho, cómo se
cuide de ella y de esta manera llegar al conocimiento de sí mismo. El hombre es un
ser con la capacidad de razonar y alcanzar la virtud por su propios méritos
ejerciendo dominio sobre sí y rechazando lo vicioso para encontrar su propio bien,
su felicidad y la de sus semejantes.

                                                            
12
 PLATÓN, Fedón, Panamericana Bogotá D.C., Colombia, 1993, p. 427. 

 

BIBLIOGRAFÍA

BOLLNOW, O.F., Antropología Filosófica. Educación: Colección Semestral de Aportaciones


Alemanas Recientes en las Ciencias Pedagógicas, Vol. 30, Tübingen, Landhausstr,
Alemania, 1984, pp. 7 – 21.
CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, Nueva Biblia de Jerusalén, Ed. Desclée, Bilbao,
España, 1999.
MIGUEZ, J.A., Platón: Alcibíades, Aguilar Editores, Buenos Aires, Argentina, 1955.
PLATÓN, Diálogos, Panamericana, Bogotá D.C., Colombia, 1993.
REALE, G. Y ANTÍSERI, D.. Historia de la Filosofía. Filosofía Pagana Antigua, San Pablo,
Bogotá D.C., Colombia, 2007.

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