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impresiones
Parecería que la curiosidad por el conocer es parte de la esencia del hombre. Desde
épocas inmemorables somos testigos de cómo éste ha buscado la perfección a través de
distintos métodos para dilucidar una verdad que parece necesaria para justificar su ser.
En este sentido, siempre se nos ha mencionado que lo que nos caracteriza como
miembros de la especie humana y nos distingue del resto de los animales es la capacidad de
razonar. Se podría decir que esta idea a través de los años se ha ido potenciando, sumando así
más interés y adeptos en la materia del saber.
De esta forma, creemos que el surgir del empirismo vino a dar una solución a este mar
de inquietudes presentes en la época. Tal como Slife (1995) plantea, éste se vincula con las
experiencias sensoriales que vivimos, las cuales a su vez determinan la manera en cómo nos
desenvolvemos en nuestro medio a través de nuestras acciones y procesos como los de
aprendizaje y memoria. Autores como John Locke a través de su noción de “Tábula Rasa”,
nos proporcionan una explicación práctica de cómo la adquisición del conocimiento va a
depender de la experiencia de un sujeto, visualizado en corrientes psicológicas tan
importantes e influyentes como el conductismo.
La postura racionalista implantada en nuestra sociedad actual crea una división entre
los distintos tipos de métodos que se pueden utilizar para llegar a un conocimiento, lo que
llevado a nuestra vida cotidiana implicaría una mecanización y estandarización de nuestro
proceso de aprendizaje, lo que traería consigo individuos que no son capaces de salir de los
parámetros que una sociedad racionalmente educada conlleva.
Consideramos que estas dos posturas, tanto empirista como racionalista, son muy
reduccionistas si se ven cada una por sí solas, en cuanto a sus postulados y no consideran
todas las dimensiones que el ser humano en sí posee por su naturaleza de cambio y
diversidad.
Además, Kelly, citado en Carver (2003), también señala que cada individuo posee una
visión propia del mundo generada a partir de las propias vivencias, lo que denomina
“constructos personales”. Los cuales cumplen la función de servir para adelantarnos o
anticiparnos a situaciones que parecen similares a las ya anteriormente vividas. Esto se puede
relacionar con las “primeras impresiones” que tenemos de las personas, mencionadas por
Asch en 1946 en el Artículo “Causando una buena impresión”, las cuales se darían por
nuestros constructos personales, los que nos determinan a tener ciertas preconcepciones.
Siguiendo la línea de los planteamientos de Asch (1946) citado Hock (2002), éste
propone que al momento de aproximarnos por primera vez a una persona, formamos
concepciones acerca de ellas de manera inmediata, lo cual es algo casi natural y que no
depende necesariamente de tener información previa.
A modo de ejemplo, en uno de los tantos experimentos realizados por éste autor,
consistió en que a dos sujetos, que denominaremos “x” e “y”, se les otorgaron 5
características iguales a cada uno (por ejemplo a ambos se les denominó inteligentes y
decididos), dentro de las cuales aparecían los calificativos de “cálido” para la persona “x” y
“frío” para la persona “y”. En definitiva, se encontró que a partir de una sola palabra como
“cálido” o “frío” se condicen muchas otras que tal vez no tienen directa relación, pero que tal
y como lo decía Kelly están ya construidas en nuestra mente.
Por lo cual, nos parece que es imposible trazar una línea equivalente para todas las
culturas con respecto a una sola epistemología, ya que esta nunca va a dar cabida para todas
las visiones dentro de una sola teoría.
Es por todo lo anteriormente expuesto que creemos que ningún método, teoría, o
epistemología es mejor que otra, cada una se puede aplicar dependiendo de el fin que se
busque y de su propia visión construida a través de los años en la cultura que le haya tocado o
querido desarrollarse. Sin embargo, cuando se aplican de forma totalitaria a la población, esta
cae en sesgos, ya que no se toma en cuenta la esencia misma del ser humano constituida por
una gran cantidad de dimensiones.
Hock, R. (2002). Forty Studies that Change Psychology. Prentice Hall. Traducción
ULS en versión electrónica.