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Perspectiva crítica sobre las formas de conocer y nuestras primeras

impresiones

Parecería que la curiosidad por el conocer es parte de la esencia del hombre. Desde
épocas inmemorables somos testigos de cómo éste ha buscado la perfección a través de
distintos métodos para dilucidar una verdad que parece necesaria para justificar su ser.

En este sentido, siempre se nos ha mencionado que lo que nos caracteriza como
miembros de la especie humana y nos distingue del resto de los animales es la capacidad de
razonar. Se podría decir que esta idea a través de los años se ha ido potenciando, sumando así
más interés y adeptos en la materia del saber.

A lo largo de la historia tanto hombres como mujeres, se han valido de distintos


métodos para llegar a encontrar un “real” conocimiento en las materias que le son de su
interés o que le afectan tanto directa como indirectamente. Sin embargo, cabe preguntarnos
en relación a todo lo anteriormente expuesto, a lo largo de la historia ¿Ha estado sesgado el
conocer según la epistemología predominante?

A través del tiempo, un sin número de epistemologías han influído en la forma en


cómo pensamos y conocemos nuestra realidad, lo cual está influenciado directamente por la
época histórica, el contexto en cual nos encontremos y la cultura en que estamos insertos.

Es así, como podemos ver que en la Edad Moderna, particularmente en Inglaterra, el


modo de concebir la realidad, era uno más concreto. Sumado a esto y viéndolo desde el área
que nos convoca, es decir la psicología, ésta no era vista más que como una rama de la
filosofía, por lo cual muchos teóricos pensaban que era necesario darle una fundamentación
“científica” para darle bases a la misma.

De esta forma, creemos que el surgir del empirismo vino a dar una solución a este mar
de inquietudes presentes en la época. Tal como Slife (1995) plantea, éste se vincula con las
experiencias sensoriales que vivimos, las cuales a su vez determinan la manera en cómo nos
desenvolvemos en nuestro medio a través de nuestras acciones y procesos como los de
aprendizaje y memoria. Autores como John Locke a través de su noción de “Tábula Rasa”,
nos proporcionan una explicación práctica de cómo la adquisición del conocimiento va a
depender de la experiencia de un sujeto, visualizado en corrientes psicológicas tan
importantes e influyentes como el conductismo.

Pese a que ésta epistemología ha proporcionado una serie de elementos positivos en


relación a nuestra aproximación a conocer nuestro medio, no es suficiente debido a que no va
más allá de lo observable, es decir, deja de lado la causa o motivo de los aconteceres.

En oposición a lo anteriormente señalado, se encuentra la corriente epistemológica del


racionalismo, que tal y como menciona Slife (1995), consiste en que todo conocimiento surge
a partir de nuestro propio razonamiento lógico, donde Descartes en el siglo XVII, asegura que
es por medio de la razón que el hombre podría llegar a descubrir las verdades universales y
por tanto absolutas.

En general, el racionalismo aboga a un factor común de conocimiento para toda la


humanidad, suponiendo que la única forma de llegar a la verdad es a través de la razón en
base a lo lógico, dejando de lado cualquier posibilidad de razón alternativa, como las
espirituales que no necesariamente necesitan una comprobación.

La postura racionalista implantada en nuestra sociedad actual crea una división entre
los distintos tipos de métodos que se pueden utilizar para llegar a un conocimiento, lo que
llevado a nuestra vida cotidiana implicaría una mecanización y estandarización de nuestro
proceso de aprendizaje, lo que traería consigo individuos que no son capaces de salir de los
parámetros que una sociedad racionalmente educada conlleva.

Consideramos que estas dos posturas, tanto empirista como racionalista, son muy
reduccionistas si se ven cada una por sí solas, en cuanto a sus postulados y no consideran
todas las dimensiones que el ser humano en sí posee por su naturaleza de cambio y
diversidad.

Creemos que en este sentido, el construccionismo social presentaría una alternativa a


estas dos posturas, presentándonos un panorama más amplio y acomodándose un poco más a
la realidad de cada persona por separado ya que, según lo expuesto por Slife (1995) ésta
epistemología propondría que existen ciertas formas comunes de comprender para la mayoría
de las personas, pero que esto podría variar en relación a sus culturas y en la época histórica
en las cuales están insertas. Inclusive, esta posición alude a que esta manera de conocer no se
da exclusivamente al interior de cada individuo sino que en base a la compleja red de
interrelaciones que se generan entre sujetos.

Sumado a lo anterior y tomando a Slife (1995) de referencia, podemos mencionar que


la hermenéutica se condice con este último planteamiento, ya que ni lo empírico, racional ni
ambiental por sí solos determinan el actuar de una persona.

Además, Kelly, citado en Carver (2003), también señala que cada individuo posee una
visión propia del mundo generada a partir de las propias vivencias, lo que denomina
“constructos personales”. Los cuales cumplen la función de servir para adelantarnos o
anticiparnos a situaciones que parecen similares a las ya anteriormente vividas. Esto se puede
relacionar con las “primeras impresiones” que tenemos de las personas, mencionadas por
Asch en 1946 en el Artículo “Causando una buena impresión”, las cuales se darían por
nuestros constructos personales, los que nos determinan a tener ciertas preconcepciones.

Siguiendo la línea de los planteamientos de Asch (1946) citado Hock (2002), éste
propone que al momento de aproximarnos por primera vez a una persona, formamos
concepciones acerca de ellas de manera inmediata, lo cual es algo casi natural y que no
depende necesariamente de tener información previa.

A modo de ejemplo, en uno de los tantos experimentos realizados por éste autor,
consistió en que a dos sujetos, que denominaremos “x” e “y”, se les otorgaron 5
características iguales a cada uno (por ejemplo a ambos se les denominó inteligentes y
decididos), dentro de las cuales aparecían los calificativos de “cálido” para la persona “x” y
“frío” para la persona “y”. En definitiva, se encontró que a partir de una sola palabra como
“cálido” o “frío” se condicen muchas otras que tal vez no tienen directa relación, pero que tal
y como lo decía Kelly están ya construidas en nuestra mente.

Creemos que estos tipos de epistemologías producto de estas mismas construcciones


sociales, ejercen importante influencia y determinarán en gran medida la manera en cómo nos
aproximamos al conocimiento de nuestra realidad. Tanto así que inclusive podrían llegar a
constituirse como un marco de referencia que impida generar una “real” experiencia
consciente y voluntaria acerca del conocer.

En este sentido consideramos que efectivamente existiría un sesgo en las maneras de


conocer si estas son vistas en base a una sola perspectiva, debido a que existe una
multiplicidad de aspectos que confluyen en la configuración de la experiencia humana como
en el mismo ser humano.

Parafraseando a Levi-Strauss en Capponi (1992), exponente del relativismo étnico, no


podemos juzgar a una cultura sólo por su modo de ver las cosas, ya que cada una posee su
sentido y coherencia interna que es reflejado en la norma o paradigma que en ella prima y
que les permite desarrollarse. De esta forma no existiría una cultura superior a otra, ni que
posea una verdad absoluta.

Por lo cual, nos parece que es imposible trazar una línea equivalente para todas las
culturas con respecto a una sola epistemología, ya que esta nunca va a dar cabida para todas
las visiones dentro de una sola teoría.

Es por todo lo anteriormente expuesto que creemos que ningún método, teoría, o
epistemología es mejor que otra, cada una se puede aplicar dependiendo de el fin que se
busque y de su propia visión construida a través de los años en la cultura que le haya tocado o
querido desarrollarse. Sin embargo, cuando se aplican de forma totalitaria a la población, esta
cae en sesgos, ya que no se toma en cuenta la esencia misma del ser humano constituida por
una gran cantidad de dimensiones.

“Lo que conocemos (...) es cómo interpretamos, y cómo interpretamos es producto de


un discurso histórico y social” (Slife, 1995, p. 92).
Referencias Bibliográficas

Caponni, R. (1992). Psicopatología y Semiología Psiquiátrica. : Editorial


Universitaria.

Carver, Ch. & Scheier, M. (2003). Teorías de la personalidad. México: Prentice-Hall


Hispanoamérica.

Hock, R. (2002). Forty Studies that Change Psychology. Prentice Hall. Traducción
ULS en versión electrónica.

Slife, B. y Williams, R. (1995). What´s behind research? Discovering the hidden


assuptions in Behavioral Sciences. Ed. Sage. Traducción ULS en versión electrónica.

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