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S e c c ió n de O bras de F il o s o f ía

TRATADO DE LAS PASIONES

BANCO DE LA REPUBLICA
B M lO Í E C A LU ÍS A N G EL A R A Ñ O ©

/ Ü
CARLOS GURMÉNDEZ

TRATADO DE
LAS PASIONES

FONDO DE CU LTU RA ECONÓMICA


MÉXICO
Primera edición en español, 1986

77 n ’y a que les passions, et les grandes passions,


qui puissent élever Váme aux grandes choses. ”
D iderot

>9
“Cada pasión tiene su dialéctica propia.
J osé Bergamín

&?\ -

D. R. © 1986, F o n d o d e C u l t u r a E c o n ó m ic a , S. A. de C. V.
Av. de la Universidad, 975; 03100 México, D. F.

ISBN 968-16-2113-1
Impreso en México
I. CRITICA DE LA PASION PURA

La razón no es nunca razonable, prudente ni comedida ya


que, por virtud de su ímpetu, olvida la realidad al inventar
dentro de sí la idea de una totalidad absoluta. Por sí mis­
ma, la razón es una actividad que no desmaya nunca, pues
busca el origen de todos los fenómenos y, para ella, la tortu­
ra consiste en no encontrar jamás un último fin o causa en
los que poder descansar. Esta actividad de la razón es origen
de su pasión. No se limita a descubrir las condiciones de las
cosas, sino que busca lo incondicionado desde cualquier
punto de vista. La razón, así, es una pasión pura, es decir, la
unidad de todos los actos sensibles, es mi Yo. “ La Razón
jamás versa, en primer término, sobre la experiencia o sobre
un objeto cualquiera, sino sobre el entendimiento para dar a
los múltiples conocimientos de éste, por medio de los con­
ceptos, una unidad apriorística que puede llamarse la uni­
dad de la razón” 1 . Examinemos este precioso texto.
Es evidente que la razón no se contenta con conocer, o
sea, adquirir experiencias acumulativas que constituyen la
sabiduría experimentada, y salta por encima del entendi­
miento, de sus operaciones sintéticas para unificar lo cono­
cido. La razón no es inteligente ya que tiende a reducir a
una síntesis todos los actos del conocimiento. Pero como
estas unidades sintéticas que logra concebir no le satisfacen,
por su acción en búsqueda de conocimientos, es una pasión,
pues sufre siempre la conciencia de su limitación y de su
pasividad reflexiva. Sabe que solamente puede obrar sintéti­
camente sobre el mundo sensible, fenoménico. Aunque
cuenta aritméticamente para medir el Tiempo y canta geo­
métricamente para dibujar el Espacio, al interiorizar las co-

1 Emmanuel Kant.

9
TRATADO DE LAS PASIONES CRITICA DE LA PASION PURA 11
10

sas que padece las aprioriza o apropia racionalmente. La El mundo se constituye como pasión crítica y doloro-
razón es, originariamente, una percepción o aprehensión sa. Crítica porque no lo respeto como tal y subvierto su
pasiva.* orden cosmológico, rechazo, no admito su presencia inme­
Conocer es apasionarse en vano y sufrir inútilmente diata, la recreo y ordeno su caos multiforme, siguiendo mi
porque la razón es una pasión absoluta de absoluto, “ del armonía subjetiva. Por esta pasión crítica, que no cree dog­
Todo absoluto” 2. Al buscar la racionalidad del mundo y máticamente en la simple realidad de lo que es, me adueño
creerse ella misma el Yo de las cosas, la razón es pasión de las cosas terrestres, convirtiéndolas en mi posesión. Así el
pura. Decimos pura, porque es base de todo conocimiento o Yo se siente no sólo ordenador, sino dueño total del univer­
experiencia posible, de todo sufrimiento o pasión real, viva. so. ¿Solipsismo o subjetivismo? Ni lo uno ni lo otro. Senti­
Existe, como afirma Kant, “ un yo incondicionado, algo sim­ mos la tentación del absoluto, pero padecemos la presencia
ple e indiviso” , pero que solamente se manifiesta en su ac­ de la realidad y necesitamos confrontarla con la experiencia.
ción de sintetizar la multiplicidad de las experiencias que Entonces descubrimos que la razón-pasión es limitada y,
vivimos. Pero este Yo no existe por sí mismo, no es el Yo por ello, dolorosa, meramente especulativa.
con espíritu, sustancial de Descartes, pues sólo obra ante las La dialéctica trascendental de Kant se propone, según
presencias reales de las apariencias. La apercepción trascen­ E. Cassirer, negar las falsas quimeras que se crea la Razón,
dental es sentirse como Yo unificador o pasión única. “ La dominada por su pasión de absoluto. Si la dialéctica es, por
vivencia o conciencia experimental” 3 es la pasión pura, o esencia, la demostración de la irrealidad de los ídolos de la
sea, la unidad de todos los actos cognoscitivos, de todas las Razón, Kant justifica necesario que ésta cree sus propias
direcciones e ímpetus cordiales que nos arrastran hacia la ideas para navegar por el mar inquieto y proceloso de los
realidad. Pura es toda pasión no contaminada por la empíri­ hechos. Aunque las ideas no son reales, las precisamos, pues
ca, que nace de sí y en sí misma se apoya para abrazar tienen una función regulativa, orientadora. Así, son reales
sintéticamente el mundo y sus cosas dispersas. Esta razón es en su irrealidad, porque nos deslumbran, apasionan, se apo­
una pasión que no crea. Contempla, asiste al espectáculo, al deran de nosotros, nos dominan, dirigen y cuando estallan
panorama rico, múltiple y diverso del mundo. Esta pasión hipostáticamente, se constituyen en ideales. “ Por lo tanto,
racional es teoría, pero se hace a sí misma pasión absoluta. el Ideal es para la idea el prototipo (prototypon) de todas
Si es cierto que Kant concibe el Yo como unidad constante las cosas, que en su conjunto toman de ahí, como copias
e idéntica consigo misma, ello no significa la afirmación de defectuosas, la materia para su posibilidad y que, aun acer­
un sujeto existente por sí y para sí. Es tan sólo una subjeti­ cándose más o menos a aquél, se hallan siempre separadas
vidad sin sustancialidad concreta, pero que se revuelve y agi­ de él por una distancia infinita” . Dialectar, para Kant, es
ta en las cosas a las que se asoma. “ Yo me soy a mí mismo razonar contra la Razón, es la pasión de la sin razón, o sea,
objeto de mí mismo y de mis representaciones” , afirma su actividad apasionada que salta por encima de sí misma y
Kant. Luego, todo lo que existe es una proyección de mi traspasa sus límites fronterizos. La pasión es el disparadero
razón pura o de mi pasión crítica, pues al organizar el mun­ de la razón que se lanza como un cohete hacia la totalidad
do fenoménico desde el yo, lo dirijo, lo estructuro, mejor absoluta, el universo-mundo. Viaja así la pasión hacia lo
dicho, lo hago mío. desconocido, a una totalidad inalcanzable. Sin embargo, la
pasión de la razón es dialéctica: vuela hacia una realidad
concreta de experiencias posibles, y es consciente que esa
2 Kant.
totalidad es algo inalcanzable, es una simple idea que tiene
la razón pura para cavilar, convencer a la pasión y proyec-
3 Wilhelm Dilthey.
12 TRATADO D E LAS PASIONES
CRITICA DE LA PASION PURA 13

tarla, dirigirla hacia fines positivos. Veamos la diferencia so Aeropagita? Noúmeno es el fenómeno oculto, invisible,
que existe entre la razón-pasión y la pasión racional. pero real y presente. Descubrirlo es el objetivo supremo de
La Razón yacía inmóvil, como “ assoupi de someils la pasión de la Razón.¿En qué consiste? Es la cosa en sí que
touffus” 4, adormecida en una siesta contemplativa y especu­ la pasión presiente o adivina y que no puede ver como un
lativa. Teorizaba, y sabemos que la teoría es una acción objeto de los sentidos, es el núcleo radiactivo del yo en
ordenadora, una operación sintética, pero la razón estaba movimiento apasionado por conocer.
quieta. Permanecer con los ojos abiertos, mirando y agru­ Al fracasar en su tentativa de crear la unidad real del
pando lo disperso es una pasión inactiva, gozosa o dolorosa, universo, “ la Razón ha llegado a ser, se ha puesto a ser prác­
puesto que la visión nos encanta por el prodigio de descu­ tica” 6, y se descubre a sí misma como voluntad. Comien­
brir nuevos objetos y no hay mayor placer que la admira­ za a querer, desear con independencia del mundo de los
ción que nos suscitan, origen de la pasión, según Descartes. objetos y sólo se somete a la regla que ella establece. “Vis” ,
Pero, a la vez, es dolorosa, porque se imprimen las cosas en deseo, “voluntas” son pasión, eros. La voluntad es autono­
nosotros y desaparecen, dejándonos sólo su visión pasajera. mía, conciencia de libertad. “ Yo me hago a mí mismo” ,
La Razón dormía su verano interminable de satisfacciones
dice Kant. Al querer ser y afirmarse, se crea el hombre
gozosas y agudos dolores ciegos. Pero ya encendida por los
voluntariamente libre. Este sujeto es principio del acto, de
ideales, se proyecta hacia el mundo y no se contenta con
su praxis constitutiva, de las acciones que le van a realizar.
domeñarlo, busca trascenderlo o trascendentalizarlo. El viaje
Esta libertad es la conciencia como voluntad apasionada de
sin fin que emprende la razón, al asumir la pasión, es la ser. “El imperativo categórico es anodino y descolorido - di­
actividad pura por sí misma, su base real donde descansar,
ce García Bacca— frente a este descubrimiento de la posibi­
pues esa totalidad a la que se dirige no existe absolutamente
lidad creadora del Yo” . La Razón constituía, ordenaba, pero
ni puede percibirla como tal. La pasión es, pues, el postula­ ahora, por la pasión de su querer o voluntad, es creadora,
do de la razón, su dinamismo o acción secreta en búsqueda transformadora, ya no es un mero objeto del sujeto. Es por
de una posible experiencia de su integridad total. Por consi­ esta autodeterminación de la voluntad, que la Razón adquie­
guiente, la pasión no es hirsuta ni desmelenada, es conscien­ re conciencia de su acción creadora, pues al descubrir en sí
te de la razón o razones que lleva dentro, de los fines posi­ misma que su querer es, a la vez, acción y principio de todos
bles que busca. La pasión es el movimiento o la dialéctica los actos, se siente poderosa, capaz de transformar el mun­
trascendental de la razón, poseída por el ideal de abarcar y do. “ En la crítica de la razón pura y, en la práctica, se
abrazar toda la realidad. Sueño utópico pero necesario de la presupone la idea de una suprema vinculación del conoci­
pasión-razón. miento y de la voluntad” 7. Kant supo unir “Wissen” (cono­
¿Qué hacer para que la Razón no se disloque? En este cer) y “Wollen” (voluntad), la pasión pura con la práctica.
viaje es enloquecedor topar siempre con los límites infran­ ¿Cómo llegar al conocimiento total, al saber absoluto?
queables del conocimiento y la inalcanzable unidad del uni­ La pasión pura acepta el mundo objetivo tal como está
verso. En efecto, hay lo escondido, el inteligible, el noúmeno, constituido y la razón práctica puede recrearlo o transfor­
“ na mao de Deus, na sua mao direita reposara meu cora-
marlo, porque es la praxis creadora del hombre, su voluntad
qao” 6 ¿Existe, pues, un Dios indescriptible, desconocido,
y conciencia de la libertad, que expresa la realidad de su
innominado como lo describe la teología negativa de Dioni-

4 Stéphane Mallarmé. 6 Juan D. García Bacca.


5 Antero de Quental. 7 Ernst Cassirer.
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querer. En este caso, querer tiene la misma motivación que Goethe, es el goce tranquilo de la pura contemplación. Qui­
deseo, porque el conato de ser que es el ímpetu del apetito zá sea, también, un placer delicioso, el deliquio sereno de la
nos impele a salir de nosotros mismos a buscar cuanto ansia­ visión objetiva, pero no es la pura satisfacción de un apetito,
mos. Es en el cuerpo material, placentero y deseoso, donde sino un conocer para querer. Voluntad y acción útil, que no
nace la razón práctica, por la necesidad de comprender el es sólo mía, sino colectiva, por tratarse de “ un fin en sí
mundo, para adaptarlo a las necesidades del cuerpo. Así se mismo” , como exigía Kant, de un principio objetivo de la
unen la pasión pura y la pasión práctica. Queremos com­ voluntad: hacerse a sí mismos personas. Queremos, obra­
prender, juzgar, conocer (pasión contemplativa, desinterasa- mos, nos movemos para ser una realidad humana. “ Una
da, pura) para llegar a sentirnos, saber de nosotros mismos y voluntad es libre cuando se halla sujeta a leyes morales” ,
crear el mundo a medida de nuestros deseos o sueños (pa­ afirma Kant, pues esta acción de la pasión pura es objetiva-
sión práctica). Como al conocer tomamos conciencia de lo dora de la pasión práctica. “ La razón pura es, de por sí, lo
que queremos, resulta evidente esta unidad del saber y el único práctico” , es decir, lo que queremos debe sujetarse a
obrar. fines racionales que se concatenen unos a otros. La pasión
La razón práctica es la voluntad consciente de sí mis­ vive de una sucesividad de razones que la justifican. Dicho
ma, el yo que piensa, concibe y proyecta sus deseos, racio­ en otras palabras, cada acción está precedida de una razón
nalidad de la pasión que juzga y calcula lo que más le con­ que la ilumina en sus pasos, y continuada por un análisis
viene para conservar el ser que somos. Y no sólo pensamos racional del acto realizado.
para vivir, sino para adentrarnos, reafirmarnos, consolidar­ Vemos cómo la pasión pura es la que lleva a resultados
nos y poder hacernos como queremos. Naturalmente somos prácticos, concretos, a una modificación de la estructura
objetos, criaturas, medios los unos para los otros, y debe­ objetiva de la realidad, mediante la conciencia de la libertad.
mos ser fines, comunidad de seres racionales, como exigía Se es libre, cuando existe elección entre múltiples fines y la
rigurosamente Kant, organización y unidad teleológica de voluntad se ejerce en esta selección de medios para llegar al
sujetos independientes. Para ello hay que ser personas libres, cumplimiento de ellos. En consecuencia, la razón guía a la
fijarnos una meta, un ideal, un objetivo, para llegar a ser lo pasión. Cabe, pues, aceptar como verdadero que “ la razón,
que nos proponemos. La razón práctica es a la vez una por sí misma, es independiente de todos los fenómenos,
pasión soñadora, proyectiva, idealizadora. A su vez la pasión ordena lo que debe acaecer, ordena que se lleven a cabo
práctica es mental, racionalizadora y también material, des­ ■icios” 10. En consecuencia, al hacernos obramos apasionada­
carnado interés del deseo, mera actividad de la voluntad, el mente, pero con arreglo ajuicio racional, y vamos creando
afán de querer para, simplemente, subsistir. “ Conocemos, una colectividad objetiva, un universo humano. Etica es la
para vivir” 8. Sin embargo, conocer no es el medio más segu­ identidad real y no abstracta de la razón con la pasión. Nos
ro para existir, si tan sólo sirviese a nuestros fines de mera unimos por ese lazo invisible de la pasión, que nos propone
subsistencia. Conocer no sirve para nada sin la voluntad o *1nes concretos de conocimiento, normas de la conducta.
pasión de conocimiento, es decir, que debe trascender la I’.isión pura y razón práctica se unen en este último fin de
particularidad, su mero pragmatismo, lo que Marx llamaba 1iear una unidad de voluntades o pasión universal, objetiva,
“ Schmutzige Jüdische Tátigkeit” 9. El conocimiento, dice ' I Uno platónico, la cosa en sí kantiana, la unidad real de
a relad. Para Kant, la pasión es conciencia activa, ideal de la

8 Friedrich Nietzsche. 10 K an t.
9 “Sucia actividad judía”.
16 TRATADO DE LAS PASIONES

realidad objetiva, una energía interior, es el principio de la


acción. En este sentido no es realidad, es la posibilidad que
está dentro, se agita, bulle, es “ la inquietud animadora” 11.
Mientras no se exterioriza es una potencia que duerme, sue­ II. H IST O R IA D EL CONCEPTO DE PA SIO N PURA
ña consigo misma, es lo que está oculto y escondido, lo que
reprimimos. Para los estoicos, la pasión es el origen de la El cristianismo pensó que la pasión es la raíz del pecado,
zozobra y de la turbulencia del ánimo, la “ detresse” que nos porque es sentirse como cuerpo, sensualidad. La Pasión era,
lleva al desastre, al hundimiento moral. La ataraxia estoica pues, el mal. Y nació la concepción dualista, escolástica de
es una cura contra la pasión que nos atormenta, y eliminarla la pasión, pústula corporal, frente al espíritu, que es la bon­
es el secreto de la serenidad del alma. dad. Pero Abelardo, el filósofo del Sí y del No, de la ambi­
güedad, y Eloísa vivieron un amor de luces y sombras, de­
mostrando que la pasión no es la tiniebla de la razón, sino
llama del espíritu. La teología de Abelardo justifica esta
dualidad de pasión carnal y amor puro, espiritual. Según su
obra Scite te ipsum, la cualidad buena o mala de un
acto reside enteramente en la intención que le anima. Si la
pasión carnal es sentida anímicamente con una ternura bon­
dadosa, deja de ser culpable y se justifica la pureza del
amor. La interioridad agustiniana o luterana del amor existe
en toda pasión carnal. Así, puede afirmar Gibson que el
corazón de la abadesa de Paracleto era el mismo que el de
Eloísa: “ Jamais, Dicu le sait, je n’ai cherché en toi rien d’autre
que toi, te puré, non tus concupisens” . Aunque el nombre
de esposa es más sagrado y noble, ella prefiere el de amante,
“je suis ta meretrix” , que refleja con mayor profundidad la
intensidad fogosa del amor carnal. Sin embargo, esta pasión
violenta es, a la vez, un amor puro. “ Si su amor está despro­
visto de todo interés y busca en sí mismo su propia recom­
pensa, todo amor o pasión carnal se valoriza moralmente o
se espiritualiza por la bondad de la intención” 1. El amor es,
pues, pasión culpable, carnal, y espíritu, pureza interior.
Los grandes racionalistas estudiaron las pasiones sin
sojuzgarlas ni dominarlas. Descartes2 las analiza y ahonda
para subordinarlas a la razón. Igualmente Spinoza, en el

1 Etienne Gibson
2 Tratado de las pasiones del alma
i1 Platón.
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18 TRATADO DE LAS PASIONES HISTORIA DEL CONCEPTO DE PASION PURA 19

segundo volumen de Etica, juzga que las pasiones derivan de sión interior reflexiva, mediata nos aisla e irrealiza al perder
nuestra naturaleza pulsional, afectiva y no podemos elimi­ la comunicación con los otros individuos. En esta huida del
narlas porque son necesarias para vivir y perseverar en nues­ mundo real, por falta de contacto con los demás, nos desva­
tro ser. Deben someterse a la razón para que no nos infiera necemos como realidades presentes auténticas: somos subje­
daños terribles la impulsividad oscura y violenta que las tividades pero carecemos de objetividad. También la pasión
origina. Juan Luis Vives3 piensa que las pasiones no son irreflexiva, inmediata de alocada aventura donjuanesca nos
malas porque excitan, desarrollan la actividad humana y, disuelve en la instantaneidad deliciosa o estética. Creemos
dice: “Infundió Dios, artífice admirable, en el ser animal vivir atentos a problemas personales cuando, en verdad, se
esta facultad de las pasiones que sirviesen a modo de acica­ nos escapan y sólo vivimos rodeados de nuestros fantasmas.
tes para estimular su alma” . Sin embargo, considera que al La pasión nos angustia porque estamos buscándonos siem­
padecerlas el espíritu originan “ perturbaciones” e “ impo­ pre y no nos encontramos jamás, pero tiene la virtud de
tencias” , y cuando son muy violentas crean confusión men­ mantenernos inquietos, ocupados y preocupados, sin dejar­
tal, “ ceguedades” que no permiten ver nada. Por ello acon­ nos reposar en el goce de la pura contemplación.
seja que la razón juiciosa debe permanecer alerta y vigilante Kierkegaard rechaza la pasión del conocimiento o ra­
para impedir que las pasiones nos dominen, es decir, que no zón práctica porque al ser universal nos objetiva y priva de
se hagan permanentes en el hombre ni se constituyan en la verdadera pasión reflexiva, nos hace vivir para el mundo
enfermedades o vicios del alma. Por el contrario, David Hu­ objetivo y, a la vez, nos inmoviliza, sosiega definitivamente.
me4 las considera buenas, pacíficas y necesarias, pues nos Esta eternidad falsa, ilusoria del que vive conociendo, vícti­
benefician para poder realizar nuestras apetencias y son la ma de la pasión infinita del saber, se resuelve en la estática
razón intrínseca de ser, de existir del hombre. eleáíica de la negación del proceso, de la mutación radical,
Toda pasión es material, pero está escondida en la mo­ del cambio. Por el contrario, la pasión es dialéctica porque,
rada interior y desde allí, encerrada y oculta, clama por salir al inquietarnos, es el principio de la acción y del movimien­
a realizarse. Mientras no puede vivir por sí misma, atravesar to. Kierkegaard6 afirma que la eternidad no se logra por la
sus distintas etapas, “ es ia pura posibilidad de ser” , dice Kier- unificación de las contradicciones, sino por la alternativa lo
kegaard5, la subjetividad, una predisposición, una tendencia, Uno o lo Otro. “ ¡Qué nos importa la verdad objetiva! La
un ímpetu que llevamos dentro. “Mi meditación es una pa­ verdad verdadera, real, es la subjetividad” , afirma. El mundo
sión” , añade, que nos encierra, enmudece, endemonia o me­ no se mueve, está quieto, somos nosotros, individuos los
lancoliza, y ya no sentimos la comunicación de la alegría. que estamos en movimiento perpetuo. La pasión nos alterna
Por esta pasión que nos acucia y atormenta, llegamos a y, como un arco tenso, somos quietud e inquietud, dice
sentirnos y logramos adquirir la presencia de nuestra reali­ Kierkegaard7, sosiego y tormento, reflexión y frenesí. La
dad o de nuestra conciencia ideal. Kierkegaard dintinguió pasión jamás se tranquiliza ni llega a la unidad consigo mis­
una pasión mediata, reflexiva de otra inmediata, irreflexiva. ma, porque vive de sus contradicciones, de su perpetuo des­
En efecto, si el pensamiento abstracto disuelve nuestra reali­ garramiento, ni puede constituirse en acción, al no salir de
dad individual en la universalidad del conocimiento, la pa­ sí misma. Pero tampoco la pasión subjetiva, dialéctica nos
lleva a la realización de nuestro ser, ya que la etapa estética,

3 Tratado del alma.


4 Tratado de la naturaleza humana. 6 Diapmasalta.
7 Diario de un seductor.
5 Enter-Elle.
20 TRATADO DE LAS PASIONES HISTORIA DEL CONCEPTO DE PASION PURA 21

ética y religiosa nos universaliza y estanca en la inmovilidad acto, el más fundamental de todos porque es el impulso
de una figura sustancializada de ser. Pues si la etapa religiosa mismo. Porque es así, la pasión debe arrebatarnos, sacar de
es la síntesis o conciliación de la estética y de la ética, quicio al más cuerdo y racional de los hombres. Pero no
constituye una peregrinación en el horizonte sin fin, que creamos que es un desenfreno sin sentido, pues toda pasión
nos descubre la angustia de la irrealidad de nuestro yo. En tiene un fin concreto: Grandet, buscaba el dinero; para
consecuencia, la pasión es un mero poder del que dispone­ Goriot, fueron sus hijas; del barón Hulot son las mujeres. La
mos para obrar y para ser. Sola, ensimismada es únicamente pasión es luminosa, inteligente para lograr sus fines y no la
una esperanza, una luz oculta que llevamos dentro, pero distraen otros, por más brillantes que sean. Sabe renunciar a
inerte, quieta y desesperada llama interior que no nos tras­ todo, “a ceux la vous les ouffrirez toutes les femmes de la
ciende. Sin embargo, aunque resulte paradójico, debemos terre, ils s’en moquent, ils ne veulent que celles que satisfait
interiorizar la pasión, sentirla, hacerla nuestra para poder leur passion” , afirma Balzac por boca de uno de sus perso­
vivirla realmente. ¿Cómo unificar la pasión que es universal najes.
para poder vivirla, personal e íntimamente, en las particula­ Al vivir una pasión o para ella, no caemos en la inmuta­
ridades de su realidad? bilidad porque, al ser un impulso teleológico, no es siempre
Hemos visto que la pasión en sí y por sí es una poten­ la misma. Quizá los novelistas, para impresionar más pro­
cialidad tensa, un eros íntimo del que disponemos. Para fundamente, crearon pasiones permanentes y duraderas. Pe­
sentirla, debemos vivir una pasión, ésta, ésa, aquélla, pero ro, en realidad, vivimos distintas pasiones durante nuestra
una sola exclusivamente y no otra a la vez ni compartida. vida que son la dialéctica de la sucesividad histórica del ser
Pero la pasión, como la entiende Kierkegaard, es demasiado individual. La mayor virtud de la pasión es hacernos vivir
sublimada para realizarse concretamente como existencia. realmente. La pasión, al buscar nuestro bien, nos individua­
Es, y continúa siendo, un mensaje de esperanza, de posibili­ liza, es un dinamismo interior que nos mueve para alcanzar
dad de inquietud y de movimiento dialéctico. Nos abre las la dicha. En realidad, la pasión busca liberarnos de la pasión
puertas del devenir individual, del proceso de realización de misma, es decir, del apasionamiento que conlleva. Sí, la pa­
la personalidad, pero se queda en las fronteras de la pasión, sión es un continuo padecer, pero nos hace sentir, esperar,
sin llegar a su realidad dramática. De hecho, tenemos que pedir, renunciar, vivir todos los momentos de nuestra
experimentar una pasión, no la pasión en sí, para poder existencia. La pasión es siempre un acto.
reflexionarla y conocerla. Una pasión idealizada es la razón La pasión universal y objetiva que nos gobierna aparece,
común, el buen sentido cartesiano que tenemos todos los en Hegel, como la razón de la Historia. Todo lo real es ra­
hombres. Pero una pasión racional, universal y objetiva, la cional y toda la racionalidad es real. La Historia es la razón en
kantiana o kierkegaardiana, nos mantiene dentro de los marcha hacia el Espíritu donde se opera la identidad de la
límites de la prudencia y de la sensatez. Por el contrario, oposición entre Razón y Pasión. Las pasiones individuales de
una pasión real, verdadera tiene que apasionarnos, desafo­ los hombres, estrechas, particulares y diabólicas, se oponen
rarnos, lo que no significa que nos domine y absorba, sino al triunfo del fin último de la Razón. Sin embargo, la volun­
que nos impulse por su dinámico arrebato a vivir, a la ac­ tad subjetiva de la pasión es el factor activo, el principio
ción. realizado, pero “ la Idea es lo interno, es la vida ética realiza­
Se dice que somos victimas de nuestras pasiones, por­ da” 8. Así expresa claramente la utilidad de las pasiones y, a
que padecemos necesidades que nos obligan a salir de nues­
tra inercia y precipitan a la búsqueda impetuosa de objeti­
vos. Pero la pasión no es sólo padecimiento, es también un 8 G.W.F. Hegel, Filosofía de la Historia Universal.
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la vez, su necesaria servidumbre a la finalidad trascendente concretos que nos impelen. De estos impulsos dirigidos a la
de la moral y del bien: “el interés particular de la Pasión es, satisfacción de necesidades objetivas, como hambre, sed,
por tanto, inseparable de la realización de lo universal” . sexo, nace la pasión, que Marx define “el ímpetu objetivo
Hegel establece una diferencia entre pasiones mezquinas, para la realización del hombre” . Así la concibe como la
pasajeras y pasión única, dominante, grandiosa que se apo­ necesaria exteriorización (Verwirklung), objetivación que es
dera de todo nuestro ser: la pasión creadora. “Y si llamamos una alienación positiva (Entfremdung) del hombre frente a
pasión al interés en el cual la individualidad entera se entre­ su alienación negativa o ajenación humana. Como en Hegel,
ga, con olvido de todos los demás intereses múltiples que la pasión para Marx tiene un polo positivo y otro negativo.
tenga o pueda tener, y se fija en el objetivo con todas las ( ’uando es afán posesivo, que se expresa en la supuesta “ ten­
fuerzas de su voluntad y concentra en este fin todos sus dencia innata” a la propiedad, la pasión es negativa, pues
apetitos y energías, debemos decir que nada grande se ha crea la lucha de intereses, el desorden en la economía, el
realizado en el mundo sin Pasión” . No cabe una definición caos en la sociedad, el conflicto permanente de las clases,
más precisa de la universalidad necesaria de la pasión y de su porque al individualizarse la pasión origina la competitivi-
función activa. Las pasiones individuales, piensa Hegel, son dad, la rivalidad, el odio, haciéndose maléfica y dramática.
el móvil de la Historia porque son la materialidad misma de Porque la esencia de la propiedad privada no radica, como
la acción, la expresión de las necesidades humanas y de los l»ien vió Marx, en la posesión efectiva de los objetos, sino en
intereses egoístas de los hombres. En este sentido, son de­ la privatización del yo, en su pasión individualizada y egoís-
moníacas, pues representan la particularidad frente a la uni­ la. Y éste es el origen de su alienación subjetiva: afán de
versalidad de los designios de la Razón. Pero esta aparente enriquecerse, lo que vuelca la pasión hacia enseres, cosas,
oposición entre pasiones y pasión única o razón universal, la haciendas, pertenencias a las que nos entregamos, enajenán­
resuelve Hegel con su famosa tesis “ List der Vernunft” 9, donos. Por el contrario, la pasión para Marx es positiva
que se sirve de las pasiones para realizar sus fines, es decir, cuando es activa, diligente, enérgica; cuando de impulso
la espiritualización o humanización progresiva del mundo arrebatado, en dirección asimiladora de objetos y seres, se
objetivo y natural. En el decurso del proceso histórico las cambia en pasión consciente de la totalidad de la persona, o
pasiones individuales necesarias, pero egoístas y oscuras, se sea, de vital se transforma en psicológica. Sencillamente,
transforman en pasión trascendente, objetiva, universal, lu­ que de interesada y egoísta, se vuelva generosa y objetiva.
minosa, en Espíritu subjetivo, y la razón abstracta, inmóvil, Entonces, ya no se sienten las pasiones como la expresión
se convierte en autoconciencia dinámica, en pasión espiri­ de una necesidad inmediata, aunque Marx no excluye la
tual que arrebata al mundo. La Historia es, así, la pasión o inevitable dialéctica de pasión-necesidad, por nuestra condi­
el espíritu de la razón. ción pasivo-objetiva, y pasión-activa o impulso consciente
Por el contrario, Marx concibe la pasión como un pa­ que nos afirma subjetiva y humanamente.
decimiento sensible, y es corporal porque busca satisfacer las La pasión es, pues, fruto de la necesidad y de una
apetencias del cuerpo. Para Marx, como más tarde para resplandeciente actividad, contradicción dialéctica que se re­
Freud, el cuerpo es un haz inequívoco y apretado de violen­ suelve armoniosamente. Para Marx, la psicología, es el con­
tas pulsiones inconscientes. Más tarde, éstas se hacen impul­ junto de todas las fuerzas activas, creadoras del hombre, su
sos con una orientación imprecisa, pero que ya son afanes positividad energética. El hombre no está solo en su subjeti­
vidad intencional, proyectiva o interioridad fantasmal. Marx
piensa, como Hegel, que el hombre se expresa en sus actos,
9 “ A stu c ia d e la R a z ó n ” . en lo que crea, en lo que ha realizado. La única pasión
24 TRATADO DE LAS PASIONES

verdadera es la acción, que demuestra la realidad de verdad


de lo que el hombre es. “Por sus productos, lo conoce­
réis” 10. La demostración práctica de la pasión es la palpable
evidencia de lo que el hombre es en una determinada etapa III. DE LA PASION A LAS PASIONES
de su historia. Si queremos conocerlo, no lo busquemos sólo
en un poema, en una novela o en un cuadro, sino también La pasión es unitaria, abstracta, pura energía ideal y, a la
en los sistemas de producción, en las máquinas y las técni­ vez, dinámica, dialéctica. Es básicamente contemplativa, in­
cas, que nos revelarán cómo el hombre pensaba, sentía y terpretativa, hermenéutica, pero aunque real y concreta,
obraba. Los enseres, como dice García Bacca, los frutos de continúa siendo pasiva porque no nos cambia ni transforma.
su ingenio, son espejuelos o espectáculos de su realidad hu­ Claro está que los diferentes sistemas de producción apare­
mana. En consecuencia, la pasión no es sólo acción, es pra­ jan mudanzas en nuestros hábitos y costumbres tradiciona­
xis transformadora del mundo. Marx y Hegel piensan que les. Por ejemplo, en una sociedad que ha socializado los
las pasiones, por más enérgicas que sean, son stendhalianas, medios de producción es indudable que el valor metafísico
es decir, subjetivas, pues por más sublimes que nos parez­ del dinero pierde su carácter de Ente o instrumento de po­
can, siempre persiguen fines particulares, pero son necesa­ der y dominio, para convertirse en un medio con que satis­
rias para transformar el mundo. El dolor, el sufrimiento, el facer necesidades o para consumirlo en trivialidades. La pa­
resentimiento, la envidia, la venganza, el odio, el amor, la sión por el dinero tan arraigada padece así una transmuta­
humildad, los celos, la codicia, pasiones todas que se sufren ción. Ahora bien, si aceptamos este cambio básico desapa­
en carne viva, son manantiales y fuentes de energía, podero­ sionadamente, como una imposición coactiva que viene del
samente activas para llevar a cabo la transustanciación del exterior, nuestra conciencia continuará invariable, soñando
mundo o cambio de su naturaleza. con ese símbolo monetario que proporciona el poder indivi­
¿Es una irreal abstracción la pasión, una idea hege- dual. Es necesario que la revolución o transformación del
liana? O, como piensa Marx, ¿la pasión-acción es fuente de mundo la aceptemos interiormente y que luchemos para
donde brotan las pasiones, la raíz del movimiento histó­ formar hombres inéditos:
rico? La pasión es el instrumento necesario, indispensable “Creemos el hombre nuevo, cantando,
para la humanización de la Tierra, la sociedad y los hom­ El hombre nuevo de España, cantando.
bres. Pero, ¿pueden cumplir esta grandiosa finalidad las El hombre nuevo del Mundo, cantando” . 1
pasiones? ¿Es activa la pasión por sí misma, o son las gran­
des pasiones que crean la Historia? Para convertir esta posibilidad revolucionaria en pasión
real, consciente y concreta, hay que sentirla como un estre­
mecimiento, una conmoción, un caos interior, una subleva­
ción intima, pues solamente las emociones experimentadas
interiormente crean las pasiones. Sin embargo, una emoción
por más intensa que sea, no nos lleva a apasionarnos ya que,
por sí misma, la emoción no es conciencia, como pensó
Nnrtre, es sólo una reacción neuro-vegetativa del organismo,

10
Karl Marx. 1 Rafael Alberti.

25
DE LA PASION A LAS PASIONES 27
25 t r a t a d o d e l a s p a s io n e s

según han demostrado Wallon y el soviético Luria. Para con­ impulso eje al que nos sometemos voluntariamente. Esta
vertirla en pasión no basta con sentir la emoción, es necesa­ paradoja se explica por el deseo intenso que toda pasión
rio que la acompañe una fuerte tensión íntima. tiende a satisfacer. Pero no hay que confundir el deseo con
La pasión nace de la afección íntima que nos causa un la apetencia de algo exterior que provoca nuestra gana de
acontecimiento exterior. Por ello, no podemos sentir~Con poseerlo. No, la pasión es un deseo que se ha constituido
pasión el hambre, la sed, la libido y tampoco el dolor o la subjetivamente en nuestro interior y que exige su realiza­
vergüenza. Es indispensable que la emoción se una al sentir ción objetiva. “A ceux-lá, vous les offririez toutes les fem-
íntimo para crear lo que Agnes Heller denomina “ disposi­ mes de la ierre, ils s’en moquent, ils ne veulent que celle qui
ciones emocionales” , palabras equívocas a las que preferi­ satisfait leur passion” , dice Balzac. El deseo de la pasión es
mos el sentir emotivo, pues no basta la mera disposición que único, porque se forma y configura tal como yo lo quiero.
designa un estado emocional ambiguo en que estamos en­ En realidad, soy el objeto de mi deseo que parte de mí y
vueltos primaria y subjetivamente, “ involviert zu sein” . Las acaba en mí mismo.
pasiones no se originan, como piensa Agnes Heller, de los Una pasión es real cuando es vivida, sentida y querida
“gefühles” , es decir, de sentimientos vagos y pre-emotivos, con tesón. Pero el drama de la pasión consiste en que no
sino de los actos concretos de la corporeidad, que son refle­ quiere o no puede satisfacerse nunca. Cuando se siente una
jos interiores de hechos exteriores. Sentimos las pasiones pasión se goza con ella, se sufren sus consecuencias y hasta
como actos potenciales a realizar. Toda pasión es querencia se corre el peligro de desaparecer en ella. Las pasiones son
porque toda pasión es voluntad. Para sentir una pasión hay “fixe Begierde” (Marx), deseos permanentes que no nos
que desearla. Como decía Balzac, es un querer ansioso, abandonan ni siquiera una vez satisfechos. Por ello, las pa­
obstinado, pertinaz y el que la vive demuestra tener una siones no son fugitivas o provisionales y, a veces, constitu­
gran voluntad. La pasión es cultivar lo que sentimos, desear yen el drama de toda una vida. Pero, tampoco son la eterni­
lo que nos afecta y, luego, aceptarlo íntimamente. El que dad invariable, metafísica que pensaba Unamuno, ni un pro­
siente una pasión, sea amorosa, del juego u otras, la busca, yecto definitivo de existencia, como su personaje Abel Sán­
la goza y la sufre voluntariamente. Entonces la pasión es chez envidiado y envidioso, pasión que le condena por
real, porque la adentra, la quiere suya como raíz de su ser y vida. La pasión, como hemos explicado, no es una disposi­
de sus actos. La pasión nace siempre precedida de un deseo ción emotiva a la que estamos forzados o predispuestos, es
y sólo este acto volitivo origina su realidad. No es exacto, una cadena a que nos atamos voluntaria y gozosamente. En
pues, como afirma Agnes Heller, “ Gefühls dispositionen zur consecuencia, podemos vivir muchas y diferentes pasiones,
Leidenschaft werden” 2. Por el contrario, son los sentires, pues, en el fondo, son siempre orientaciones hacia objetivos
cuando los aceptamos y queremos libremente, que se con­ concretos. Julián Sorel se entregó a la ambición, pasión que
vierten en pasiones. Tampoco es exacto que una pasión en­ olvida cuando siente el amor.
vuelva toda la personalidad, como una atmósfera vegetativa Toda pasión en sí misma es absoluta, pero a la vez es
que nos dominase. La pasión es el sentimiento como reali­ relativa porque no nos domina definitivamente. En este sen-
dad efectiva y operativa, se constituye al quererla y se pue­ lulo, Balzac dramatizó la pasión, haciéndola una potencia
de convertir en la totalidad de la persona, porque es el ciega. Con mucho mayor realismo, Stendhal comprendió
que el hombre es un haz de pasiones contradictorias, sucesi­
vas. Por ejemplo, la ambición que nos afirma puede convivir
2 “Solamente las disposiciones sentimentales se convierten en con el amor que realiza nuestra negación al entregarnos. El
pasiones” orgullo es resultado de la humillación, una reafirmación vo-
28 TRATADO DE LAS PASIONLS DE LA PASION A LAS PASIONES 29

luntaria, exagerada de sí mismo, para mantenerse sólido y efecto, la pasión se divide en pasiones y éstas a su vez se
erguido. La humildad es una reacción del orgullo herido, enriquecen multiplicándose y sucediéndose a sí mismas en
una negación íntima de sí, para evitar la completa destruc­ un proceso discontinuo. Sin embargo, aunque lo natural de
ción. Sobre estas antítesis dialécticas délas pasiones, tuvo las pasiones es crear una inquietud sofocante, a veces se
Spinoza exactos y precisos barruntos. Así contrapone unita­ realizan en una quietud posesiva satisfecha, la de su realiza­
riamente alegría y tristeza, amor y odio, orgullo y humildad, ción objetiva. De aquí deriva el goce de la propia encarna­
avaricia y prodigalidad, pues debido a la raíz dialéctica de la ción o exteriorización de su pasión, la alienación básica del
naturaleza humana cada afecto atrae su opuesto. hombre apasionado.
La pasiones arrancan de este tronco común dramático
y contradictorio, y se diversifican porque cada una de ellas
tiene un fin preciso que cumplir sea como sea. Estos deseos
de la pasión se fijan y obstinan cuando surgen dificultades
para satisfacerlos. Pero, nos preguntamos dubitativos: los
deseos de las pasiones, ¿quieren realmente satisfacerse?
Creemos que las pasiones cambian, pero no se cumplen nun­
ca, sin que ello se deba a los obstáculos reales que surjan en
su camino. Por ejemplo, la ambición de Julián Sorel no nace
sólo por las dificultades que tiene para escalar de posición
social, como hijo de carpintero que es, sino también porque
su ambición es producto del orgullo herido, de una humilla­
ción padecida, sentida hora a hora, día a día. Por ello, la
“grande passión” con que sueña constituye una liberación,
la verdadera emancipación de su condición humilde, y a
través de ella lo que quiere es triunfar, afirmarse, ser. No
son los obstáculos que estimulan o acrecientan su pasión,
es su ser mismo que se convierte en sueño permanente,
infinito.
El drama de la pasión insatisfecha crea un Yo ideal,
una imágen del que podría ser y no es. Por esta razón, los
deseos no se realizan nunca, ya que si los objetivos parecen
concretos en un primer momento, más tarde se van transfor­
mando en lejanos, invisibles. Entonces los deseos, al no te­
ner fronteras ni límites se hacen por naturaleza inasequibles y
nos alienan. En consecuencia, las pasiones reales, verdaderas
son todas románticas porque se afanan por las irrealizables y
quiméricas aspiraciones de los deseos. Ahora bien, en el
curso de su proceso, las pasiones pueden cambiar, hacerse
otras y hasta opuestas: la avaricia en prodigalidad, el amor
en odio, la tristeza en alegría, la envidia en admiración. En
LA PASION COMO ALIENACION 31

de la Cosa. Es el viajero obsesivo de las calles, peregrino


infatigable de tiendas, escaparates, ferias y mercados, tran­
seúnte efímero de mirada rapaz y codiciosa, melancólico
pasajero de las galerías, gozoso alborotador de telas y mate­
IV. LA PASION COMO A LIEN A CIO N rias que revuelve frenético para descubrir el objeto supremo,
el imposible que no encuentra jamás. Este capitalismo crea
La pasión fundamental del burgués, una vez satisfecha en la un nuevo tipo de alienación más universal y omnicomprensi-
posesión de una propiedad o una empresa, se serena y tran­ va, pues muy pocos se resisten a la tentación de poseer que
quiliza, asentándose en una objetivación vivificante. El es su empuja a los seres que integran la sociedad burguesa y aun a
propiedad y ésta su esencia subjetiva. La correspondencia es los de otras sociedades en tránsito hacia el socialismo.
equilibrada entre ambas partes: el yo transmigra a un objeto Al afán de posesión de una propiedad que, una vez
exterior (la finca, fábrica, consejo de administración o socie­ satisfecha, serena y objetiva, le sustituyen deseos múltiples
dad anónima) y, a la vez, estos bienes se trasplantan a la sin fronteras ni límites de posesión de objetos, de cosas
interioridad, al fondo íntimo de la persona propietaria. Soy delicadas, exquisitas, lo que desencadena una inquietud co­
lo que es mío y cuanto me pertenece es mi Yo. La ecuación diciosa que invade las esferas del alma. Todos nos alienamos
es perfecta. Naturalmente, puede apasionarse por enriquecer al convertirnos en ilusionados propietarios de artefactos, de
su capital, tesaurizar hasta convertirse en un avaro o codi­ "gadgets” que nos contentan. Son deseos permanentes, fijos
cioso de poder. Esto es la caída en el vicio de la pasión «iue no pueden satisfacerse jamás, porque la necesidad de
posesiva, pero que no cambia la calidad intrínseca de la poseer se ha adentrado en nosotros hasta constituirnos.
razonada actitud del burgués tradicional. El burgués propie­ Queremos, nos empeñamos en ser propietarios, lo que no
tario, grande o pequeño, tiene una pasión quieta y sosegada lograremos jamás. Pues, como hemos dicho, el disfrute de la
que se manifiesta en una alienación segura de sí misma, propiedad es algo sólido que nos consuela de la alienación
sólida y positiva: ha objetivado su subjetividad y precisa­ que padecemos. La pertenencia, el aferrarse a una dicha
mente esta objetivación de sí mismo serena, apacigua sus satisfactoria, es un resultado positivo de la alienación bur­
deseos y aspiraciones. Dentro de sí se siente un conquista­ guesa, pues proporciona una firmeza, una confianza en sí
dor victorioso. Pero el cambio en las relaciones de produc­ mismo, el orgullo de sentirse propietario, es decir, aposenta­
ción ha creado un nuevo tipo de sociedad, la del capital do en un orden racional al margen del azar, de la contingen-
monopolista, que hace desaparecer el concepto y vivencia ' ia mísera, de lo casual, de los vaivenes y desconciertos de la
de la propiedad personal directa. Iorí una. El burgués vive su pasión como una póliza de segu-
El Capital se convierte en una potencia abstracta, des­ 1 0 . un absoluto definitivo. Y no es solamente porque calcule
conocida que nos dirige, gobierna y domina desde su numi- \ lacionalice sus intereses ni guarde un prudente ascetismo,
nosa sombra poderosa. Para mantener su poder único nece­ '"ino creía Max Weber; tampoco es por un freno de la
sita producir en gran escala y multiplicar sus beneficios has­ pasión que impera la razón, falsas deducciones del neokan-
ta el infinito. Por consiguiente, exige hombres que sean su­ i im o al oponer Pasión y Razón. No, el burgués encuentra
misos consumidores de las mercancías que en afluencia cre­ 1" su pasión la razón de ser, de existir y la justificación de
ciente llegan al mercado. Requiere compradores ilusionados, •"da su conducta. Obra con arreglo a los imperativos de la
entusiastas, ricos de apetencias. “ La producción crea al con­ pasión más pura, que es su razón instrumental y calcula­
sumidor” (Marx), es decir, un tipo de consumidor poseído d la . No se domina ni sujeta sus ímpetus y deseos en holo-
de la fiebre de objetos diferentes e incansable en búsqueda • ansio del beneficio, de la utilidad. Por el contrario, su
30
32 TRATADO DF. LAS PASIONES LA PASION COMO ALIENACION 33
pasión es la apropiación y goce tranquilo de su propiedad o deseos, el centro interior desaparece, se disuelve el yo unita­
del capital acumulado, y en ella asienta su equilibrio, su rio en ráfagas emotivas, instantes posesivos arrebatados. La
beata felicidad. Vivir, para él, es ejercer oficio de propietario, irracionalidad más ciega sustituye a la razón lúcida, pura. El
es decir, apasionarse gozosamente en su propia razón de ser. objetivo es siempre el mismo: la propiedad. Pero al desapa­
Pues bien, toda esta dicha desaparece en el consumidor recer ésta como realidad, le sustituye el deseo vacío que se
desdichado, afanoso de posesiones sin cuento, deseoso sem­ repite a sí mismo, sin lograr jamás la aprehensión segura. Natu­
piterno. El consumidor no encuentra jamás la paz ni la feli­ ralmente, una razón sutil gobierna cuidadosamente esta pa­
cidad, porque se crea necesidades artificales, se inventa o le sión furiosa y ciega. Es la manipulación que, desde un cen­
inventan deseos que no siente. Ahora bien, es indudable que tro productor, calcula y dirige los deseos para que se conser­
esos deseos artificiales se convierten rápidamente en natura­ ven siempre vivos e insatisfechos en su impetuoso lance, en
les. La raíz de esta alienación colectiva se encuentra en la su aventura renovada. Esta razón vigila esas pasiones consu­
corrupción subjetiva, es decir, en el deseo intrínseco y fun­ midoras, para que no se desborden y todos quieran poseer
damental de posesión que no puede satisfacer nunca, y que todo, ya que sólo este “comunismo grosero y primitivo” ,
renace con mayor frenesí a medida que descubrimos la na­ como lo describe Marx, puede despertar el afán de consu­
turaleza fungible de los objetos que nos encandilan, pero
mir. Sí, que todos gocen la pasión de disfrutar los objetos
que duran tan poco, se nos van de las manos y, finalmente,
efímeros, pasajeros, pero que se mantengan dentro de los lími­
desaparecen. En consecuencia, no llegamos a ser propieta­
tes de la pura razón, es decir, que se contenten con desear
rios de lo que poseemos. A lo sumo, gozamos efímera y
siempre sin satisfacerse realmente jamás. Como el deseo, en
fugazmente de las cosas. Naturalmente, esta posesión fugiti­
su mismo desear, es ya placentero al prometer insospechadas
va nos da vértigo y vacilamos: ¿vale la pena proseguir la
dichas, ilusiones miríficas de la objetividad, la razón mani­
búsqueda de objetos? Pero el paraíso se ofrece cada vez
puladora limita y concierta entre sí las pasiones posesivas
más cerca y seguimos la marcha en procura de una felicidad que ha creado el deseo.
que se nos antoja asequible.
El ideal del consumidor es el bienestar absoluto. Los
deseos artificiales se han constituido en naturales y los senti­
mos así porque nos poseen. La utopía del bienestar futuro o
próximo, que proporciona la abundancia de los objetos a
nuestro alcance, es una pasión tan violenta que la convierte
en la Pasión de las pasiones de nuestro tiempo, porque pro­
mete el paraíso nunca alcanzado y ahora posible. De aquí
dimana su tremenda fuerza que nos sugiere el fin de las
alienaciones que ella misma crea. Esta pasión posesiva múlti­
ple, sin fin, que se sacia rápidamente y se renueva sin cesar,
origina una alienación sucesiva, interminable y angustiosa
que opera la desintegración de la personalidad y de la razón
humana. No hay sosiego ni salvación para esta pasión desen­
cadenada y ansiosa de posesión.
La propiedad era el eje de la tranquilidad del propieta­
rio, pero cuando no se logra serenar ni satisfacer nunca los
LA PASION Y LA IMAGINACION 35

de la cronología sucesiva del Tiempo. Estas fiestas encien­


den la pasión viva, la enardecen y no la dejan aquietar ni
sosegarse. La potencia evocadora no solamente aviva la pa­
sión dormida, sino que la agita y conmueve. Pero las jorna­
V. LA PASION Y LA IM AGINACION das de la imaginación no se limita a los días festivos y
extraordinarios, ésta trabaja siempre. Es una visión constan­
La pasión tiene deseos fijos, permanentes, a veces inalcanza­ te del mundo a través del Yo único y organiza de tal forma
bles, tras los que corre impulsiva Y? al mismo tiempo, se la vida que termina por girar en torno a su eje: la pasión. No
concentra en sí misma. Por ello el apasionado es también un significa sólo que la imaginación se represente y reproduzca
imaginativo que concibe, figura, opera la unificación de su el objeto deseado, sino que todo el mundo real “ se viste de
mundo en una síntesis de todas las situaciones en que se luz no usada” 1, cuando se concibe de acuerdo alas catego­
encuentra. El celoso, por ejemplo, se tortura imaginando rías de la pasión.
escenas que reproducen los motivos de sus celos. Se creería La pasión vive imaginativamente, pero no delira jamás.
que ve fantasmas, pero son hechos reales que conforma ima­ No es nostálgica, melancólica, pasivamente evocadora, sino
ginativamente con arreglo a su yo celoso o trascendental. que es una actividad sintética y proyectiva, dirigida a confi­
Todo lo que vive está coloreado por su pasión. Cuanto le gurar apasionadamente el mundo particular en que se encie-
ocurre a Otelo, como la llegada del enviado de Venecia, son rra. Naturalmente, la pasión no abraza el mundo todo, crea
motivos para encelarse. No es que piense en sus celos, sino '•I suyo propio, original, legítimo como una realidad concre-
que su imaginación tiene el poder de unificar todos los epi­ Iji y viva. El amor del padre Goriot por sus hijas organiza
sodios de su vida en torno a su pasión. El apasionado no es situaciones de lejanía cuando no puede verlas, o sólo en
un ser fantástico ni delirante que crea de la nada sucesos raras ocasiones y por la puerta de servicio de la mansión
inverosímiles. Su pasión se apoya siempre en realidades po­ señorial. Estas dificultades que él agranda mantienen la in­
sibles que le sirven para construir? sobre estábase empírica, tensidad de su pasión paternal, eternizan su sufrimiento y la
su lógica imaginativa. En El mayor monstruo del mundo, de ¡mtoeompasión por sus desdichas. Lógicamente, la pasión se
Calderón, el celoso marido mata a su mujer al descubrii un •ilimenta de su imaginación, es decir, lo que ella siente es lo
retrato suyo en manos de Octavio? el supuesto amante. Ese leal y concreto. Esta concepción de su mundo, que forja la
retrato sirve de apoyatura a su imaginación para concebir pasión, se vive realmente en el corazón, porque la imagina-
una ligazón amorosa. El apasionado no es, pues, el loco ‘ ión no es solamente “ receptiva, sensible” 2, y activa, enérgi­
irracional que se suele creer; en realidad, si su pasión es ca, concebidora, lo que llamamos propiamente imaginativa,
imaginativa es porque no hay pasión sin imaginación. Nece­ niño también sentimental.
sitamos representarnos el objeto de nuestra pasión, que no La imaginación es una facultad que nos hace sentir al
es todavía pensarlo, para poder poseerlo en imágenes per­ interiorizar la pasión, verdad que confirma David Hume: “ La
manentes. Así, el avaro no olvida nunca su tesoro, el amante imaginación y las pasiones se ayudan mutuamente en sus
a la mujer sublimada, el celoso a la que cela, el drogadicto a operaciones, cuando su inclinación es similar” 3. La imagina-
su pócima. La evocación del objeto P°r el sujeto, es la con­
dición y posibilidad de la pasión
La imaginación tiene el poder de revivir, de actualizar 1 Fray Luis de León.
el leit-motiv de la pasión. Walter Benjamín afirma que “ los 2 Kant.
días de evocaciones son hojas desprendidas del calendario , 3 Tratado de la naturaleza humana.

34
36 TRATADO DE LAS PASIONES

Clon nos hace sentir la pasión y, al mismo tiempo, la pone a


prueba, pues la práctica o ejercicio de la pasión lleva a la
entrega de sí mismo, al desafuero del yo. La pasión, al ima­
ginar, se desencadena y arrebata en la búsqueda sin fin de VI. PASION RACIONAL Y RAZON APASIONADA
un objeto que, paradójicamente, ha creado ella misma. La
pasión es, pues, una creación personal, subjetiva, resultado Sabemos que el pensamiento tiene la virtud de afianzar lo
de la imaginación creadora, refleja, sentida o resentida, pero efímero de la impetuosidad. Al igual que categoriza la pro­
siempre es algo que me he creado desde dentro de mí mis­ fusión del mundo sensible, también salva a las pasiones de
mo. Esta creación interior, “ yo me hago a mí mismo” una
perecer, pero las conserva como en alcohol y las hiela para
pasión, no la invento. Es tan real como imaginaria. Ya decía
impedir su acabamiento. Con pensar sólo la pasión uniterali-
André Gide que los amores imaginados son tan intensos y se
za su ímpetu, la fanatiza o absolutiza. Sin embargo, la fun­
viven tan dramáticamente como los reales. Esto prueba que dón del pensamiento es todavía más compleja: mediante
la imaginación crea la pasión mediante la evocadora repre­ sus categorías encasilla cada pasión, las define concretamen­
sentación, luego organiza los datos sensibles inmediatos y te, las perfila y dibuja. Pensarlas es enlazar unas con otras,
finaliza en un trabajo de elaboración o racionalización inte­
para crear el complejo mundo real de pasiones. Pero si pen-
rior. Allí dentro, en el hondón del alma, se forjan las pasio­ sar una pasión es hacerla única, dominante, ahondando en
nes, pues exigen una concentración, una reflexión, una me­ días descubrimos que son también lúcidas, conscientes, re-
ditación seria y lúcida. llexivas. Así, aunque un solo pensamiento nos domine, co­
Pero, ¿no hemos dicho que la pasión es un ímpetu
mo los celos, la avaricia, el deseo, estas pasiones analizan sus
desaforado? Son las paradojas de la pasión. Efectivamente,
propios resortes, sus posibilidades y vericuetos: el avaro
la pasión se dispara y lanza a la conquista de su objeto, no piensa en escondites para su tesoro, el celoso cómo destruir
lo pierde nunca de vista, pero es desde dentro de sí misma ■i su rival, y hasta el don Juan más desaprensivo forja citas
que vive esa procura, esa exigencia imperiosa. Es un frenesí nocturnas estratégicas. La pasión no es víctima del pensa­
que nace de una elaboración interna, de una quietud previa
miento, que puede absorber y dominar como una trascen-
de la imaginación meditativa. Después, verá todo el mundo
'Inicia divina objetivada. No, el que siente una pasión la
reflejado con el tono de su pasión. Una vez creada la pasión
udonaliza, para mejor satisfacerla. Así, el celoso, cela; el
no nos abandona ni tampoco nos arrastra al abismo, como uviiro, codicia; el amante, es amador; el envidioso, odia.
se cree vulgarmente. Para mantenerla viva y sin que nos I odas las pasiones son activas pues aun la misma pereza es
destruya, es necesario pensarla siempre, continuamente. I I niergía de la desidia, del abandono. El hombre medita sus
p.i-,iones para conservar su sano juicio y no ser arrastrado
poi el delirio. Las pasiones buscan satisfacerse, pero requie-
" ii pensar en todos los caminos y maneras de cumplir sus
"hjetivos. Entonces, al establecer sus fines y fijar sus pautas
■i pensamiento se funde con ella, se hace pasión él mismo.
No existe oposición entre razón divina, lúcida y pasión
" Mira, irracional. Como vamos a ver en el análisis de la
1 i mclura de ciertas pasiones particulares, todas las argucias
■l' I.i razón se ponen al servicio de la pasión. “No nos expre-
mios estrictamente ni de un modo filosófico, cuando ha-

37
PASION RACIONAL Y RAZON APASIONADA 39
38 TRATADO DE LAS PASIONES

blamos del combate entre la pasión y la razón. La razón es, lodo y para conseguirlo tiene que ahorrar al máximo. Tam­
bién Romeo y Julieta razonan su pasión, analizando las vir-
y sólo debe ser, esclava de las pasiones, y no puede preten­
Iudes físicas y anímicas que posee cada cual, y luchan con­
der otro oficio que el de servirlas y obedecerlas” 1. Sobre
tra todos los obstáculos que se oponen a su amor con la
esta servidumbre de la razón a las pasiones gira, según Kent
vehemencia de sus razonamientos poéticos y de sus pensares
Smith, toda la filosofía de Hume. Esta concepción, en apa­
sentidos. Julián Sorel, al analizar fría e implacablemente las
riencia paradójica, demuestra que si la pasión se dirige con
toda energía hacia un objeto, la razón es un valioso auxiliar metas claras y definidas de su ambición, es un racionalista
de sus exigencias. Pero, ¿qué entiende David Hume por Pa­ metódico de su pasión. Todas las pasiones son racionales,
pues se meditan aun las que parecen más bajas, elementales
sión y Razón? y primitivas. En consecuencia, la pasión es racional y la
Una pasión es la razón alterada por la viva emoción
razón apasionada.
que en la mente ocasiona un objeto que excita el apetito. Y
por razón entiende Hume, una pasión serena, tranquila que La antinomia de razón y vida que desgarraba a Unamu-
no afecta el corazón ni causa desorden en el temperamento. no, se armoniza en su poesía porque piensa los sentimientos
Así encuentra una identidad originaria entre Pasión y Ra­ y sentimentaliza las razones. Esta división patética la vivió,
zón. Razonables son, pues, las pasiones tranquilas, y pasio­ lambien, Kierkegaard, para quien el pensamiento al objeti­
nales las razonadas y explicativas. En consecuencia, según varse priva de realidad a la existencia. Sólo más tarde des­
Hume, nos domina una Pasión única, o pasión-razón que cubrirá que la pasión es inmediata, irreflexiva, y me­
gobierna y dirige el mundo de los hombres. Esta razón se diata, reflexiva. En cambio para Sartre, las pasiones son
llama Pasión cuando es violenta, sensible., y Razón cuando inútiles, porque nos encierran en nuestros yos, son la obsti­
se manifiesta calma, reflexiva. nación y la particularidad de la subjetividad que, sin embar­
Las pasiones son todas racionales, pues cada una tiene ro, busca la totalidad de sí misma. De esta lucha y masacre
su propia razón que la explica y justifica. Los celos, por ejem­ de las pasiones individuales surge la posibilidad de comuni­
plo, la pasión en apariencia más inexplicable, el celoso los cación, de armonía y, algún día, se constituirá el nosotros,
justifica poseído de razones. Calderón, en El médico de su •■I yo común, dice Sartre en el prefacio a Le traité, de
honra, racionaliza los celos hasta el extremo que ya no es André Gorz. Si las pasiones riñen hoy combates singulares,
una pasión sino una fría razón teologal. El avaro, cuyo tipo el futuro se abre a un diálogo amplio, racional en que se
más representativo es Harpagón, calcula tan fría y ordenada­ explicarán cada una de ellas y discutirán las causas de su
mente la mejor forma de conservar su tesoro, que lo llega a incomprensión recíproca. Entonces, cada una de las pasio­
amar “ plus que reputation, qu’honneur et que vertu” , dice nes tendrá sus fundadas y explícitas razones de existencia.
Moliere. Incluso cuando la avaricia es una pasión absoluta, I a comprensión será el fruto de esta armonía racional de las
metafísica, como en Magia Roja12, el protagonista encuentra pasiones, que coexistirán amablemente en una sociedad so­
sus razones para vestirse de harapos, no cohabitar con su cialista, realmente igualitaria.
mujer para no gastarla y tiene por hija una muñeca que no La razón, como intuyó Kierkegaard, es una pasión,
le cuesta dinero, porque no come. Las razones de su avaricia porque razonar subjetiva y verdaderamente sobre sí mismo,
son convincentes: quiere acumular dinero por encima de es una pasión infinita, apasionada. También para Sartre la
"• flexión es una pasión totalizadora, que no logra nunca el
lodo de lo que aspira y busca. El mismo Nietszche descubre
1 David Hume, Tratado de la naturaleza humana. una pasión del conocer, necesaria para conservar la voluntad
2 Michel de Ghelderode.
de potencia y el ejercicio del dominio sobre la vida. La
TRATADO DE LAS PASIONES PASION RACIONAL Y RAZON APASIONADA 41
40

estrategia amorosa que desarrolla Kierkegaard, en Diario de la Revolución. La ideología era una Idea que hizo suya y
de un seductor, prueba que el pensamiento es el medio vivió totalmente. Por esta razón, su pasión fue activa, revo­
para la conquista de una criatura. Sólo pensándola mucho lucionaria y cumplió con la finalidad que se proponía; trans­
puede apresar su víctima y poseerla por la reflexión formar el mundo que le había sido dado, transmutándolo o
apasionada. La náusea, de Jean-Paul Sartre, demuestra que idealizándolo. Y no sólo esto. Si en Octubre pudo decir en
la razón pura de la conciencia se estremece de asco ante la el momento justo: “ ¡Ahora o nunca! ” , para que triunfase
facticidad viscosa del cuerpo. El protagonista examina la Revolución, fue porque sabía la hora en que se podía
todos sus actos, los analiza hasta descomponer en átomos realizar su Idea. La ejecución y cumplimiento del ideal revo­
reflexivos su existencia apasionada. En consecuencia, razón lucionario es el principio de todas las acciones, el acto su­
y pasión se conciertan en su aparente desavenencia. premo de la pasión.
Los que sienten pasiones fuertes y sólidas, llegan hasta
el borde del idealismo trascendental. Están absolutizados
por la idea, que es regulativa y no constitutiva, se dirigen, se
mueven y giran en torno a ella, única estrella que les alum­
bra en su noche interior. Se sacrifican por ella, renunciando
a todo lo que no sea esta idea sublime que se apodera de sus
almas. Es el entusiasmo por la Idea o la pasión por las ideas,
que explicaba Kant, que nos impulsa a ideologías políticas,
sociales, morales. Todos los ideales son ideas vividas apasio­
nadamente, entregas totales y absolutas que operan la dona­
ción completa de sí mismo. “ Mefaits de la passion unique” ,
comenta Felicien Marceau, olvidando que si Balzac pinta las
devastaciones de la pasión, describe igualmente su innegable
grandeza. Los hombres, se dice, suelen ser víctimas de sus
pasiones cuando, en realidad, sólo son grandes aquéllos que
pueden sentirlas y vivirlas en la plenitud arriesgada que com­
portan. Las pasiones son grandiosas cuando nos comprome­
ten completamente. Es la existencia de un individuo dedica­
do sólo a una tarea, a un plan fijo. La especificidad de este
compromiso radica en que se renuncia a la consecución de
todo fin personal por pasión a la Idea, que se convierte en la
pasión de nuestra pasión. Un compañero de Lenin explicaba
que éste había entregado toda su vida a una idea fija: la
Revolución. Es el entusiasmo kantiano, típico de la pasión
ideal. Se podría pensar que la pasión de Lenin por la Revo­
lución era puro fanatismo de la razón ideal, o una limitación
unilateral de su personalidad. Pero esta pasión era, a la vez,
una acción, un don sublimado de sí mismo. El ideal platóni­
co y kantiano se transformó en su idea individual, cristiana
GENESIS DE LAS PASIONES 43

v características. Debemos subrayar que en esta primera eta­


pa de investigación psicológica sobre la corporeidad o pa­
sión temperamental, se describen dos tipos claros y opues­
VII. GENESIS DE LAS PASIONES tos: los apasionados, activos, enérgicos, y los desapasiona­
dos, recogidos, pasivos o indiferentes. De los primeros pro­
La corporeidad determina el temperamento, el carácter y la ceden los diligentes, nerviosos, inquietos; de los segundos,
idiosincrasia de las personas, es la materia psíquica de nues­ los perezosos, fríos, tranquilos.
tras pasiones. Ya Juan Luis Vives había descubierto el carác­ El estudio de estas tipologías llevaba a una encrucijada
ter físico de la vida emotiva cuando dice: “ Las pasiones van espiritualista, que podía multiplicarse sin fin, al carecer de
unidas en parte a la carne animal, y a ella se adhieren cuanto una base científica experimental. Por esta razón, los psicólo­
mayor es la infección del juicio por contacto del cuerpo” . Y gos de la Escuela de Groningen, Heyman y Wiersman, esta­
añade: “ Todas ellas adquieren su fuerza principal de la cons­ blecieron una base sólida: las reacciones que desencadenan
titución del cuerpo” 1 . De esta forma se anticipa a la psicolo­ los factores externos sobre la emotividad, espejo de la sensi­
gía fisiológica de la escuela soviética de Smirnov y Luria, y bilidad corporal. Diferenciaron los emotivos (activos) y los
a la anglosajona de Leukel y Sherrinton. no emotivos (pasivos). Tomemos como base la pasión y la
Desde la obra de Kretschmer, La estructura del cuer­ apatía, es decir, la repercusión que un afecto causa en la
po y el carácter, se intenta definir a los individuos, cla­ sensibilidad. Si el cuerpo es sacudido por una emoción, de­
sificándoles en dos tipos ideales: los pícnicos y los lep- sencadena una respuesta, pero también puede permanecer el
tosómicos. Entre los primeros están los humoristas, los individuo impasible o perplejo, sin experimentar sensación
pacíficos, los gozadores, los sentimentales, y entre los se­ alguna. Por ello, se desecharon las teorías tipológicas basa­
gundos se agrupan los refinados, los soñadores, los idealis­ das en la morfología corporal receptiva. Fue necesario llegar
tas, los híspidos y los inertes. Los pícnicos suelen ser indivi­ basta los fundamentos biológicos de la personalidad, para
duos físicamente gruesos, de cuello masivo, y los leptosómi- determinar exactamente el temperamento de cada ser, o sea,
cos delgados y cuello alargado. Más tarde, Scheldon buscó estudiar el sistema nervioso central, como lo formularon
unas estructuras físicas más variadas, apoyándose en la tóni­ Pavlov y la escuela soviética.
ca visceral somática y cerebral del organismo. Pero, de la En el sistema nervioso central se manifiesta la unidad
escala de temperamentos que describe, nos interesa señalar del organismo. Las neuronas concatenan y enlazan todas las
sólo las siguientes: orientación hacia el otro, a la que se células nerviosas. Hoy día la clasificación más estudiada, de
opone la claustrofobia; satisfacción plácida, frente a la indi­ las formaciones de la sustancia gris, es la que se hace por su
ferencia. Tipologías que corresponden a la establecida por estructura citoarquitectónica. A los conjuntos de células,
Jung de extrovertidos e introvertidos. Los primeros están agrupadas por la semejanza de sus formas y la distribución
abiertos, multiplican los contactos con el mundo y se dejan de sus neuronas, denominados núcleos de la médula espinal,
influir por él. Por el contrario, los segundos están más cerra­ el tronco cerebral y los ganglios básales y como regiones,
dos a todo lo que viene del exterior y se defienden de sus subregiones, áreas y subáreas, suelen añadirse otros indicios
influencias. Para Jung se trata de distinguir entre dos actitu­ estructurales. “Las neuronas -dice Blinkov- jamás actúan
des temperamentales más que de una clasificación de rasgos en solitario, y el significado funcional de la célula poseedora
de uno u otro indicio de estructura fina, no puede ser pues­
1 Tratado del alma.
to de manifiesto sin tener en consideración todo el conjunto
de células al que esta célula pertenece” . La psicología sovié-
42
GENESIS DE LAS PASIONES 45
44 TRATADO DE LAS PASIONES

da a ninguna propiedad fundamental del sistema nervioso,


tica utiliza los trabajos experimentales déla escuela de Pav- ni a la fuerza y, tampoco, a la movilidad. Las consecuencias
lov, desarrollados y aplicados al hombre en los laboratorios que obtiene Nebylitzin, es una mayor diferenciación indivi­
de B.M. Tieplov, V.S. Merlin y B.G. Ananiev. Se trata de una dual en el dinamismo del sistema nervioso. En consecuencia,
concepción sobre las propiedades fundamentales del sistema de los dos polos que proceden de los síndromes de excita-
nervioso, para abrir el camino a una nueva zona de conoci­ ción (tipo nervioso, sensible, apasionado) y el de inhibición
miento del hombre: la psicología diferencial. (lipo apático, poco vital), surgen múltiples variaciones indi­
Para definir la disposición o tónica general de un cuer­ viduales, gradaciones y matices diversos dentro de esta gene­
po, Pavlov se sirve de tres criterios: fuerza, movilidad y ralidad de las reacciones condicionadas por el sistema nervio­
equilibrio del sistema nervioso. Fuerte es el organismo capaz so. La dinámica de los procesos nerviosos explica las dife-
de dar respuestas de intensidad proporcionada a los estímu­ lenciaciones individuales más singulares. De estos datos se
los que recibe del exterior. La movilidad se refiere a la deduce que existe un eje bipolar contradictorio en toda
dimensión temporal del funcionamiento del sistema nervio­ reacción nerviosa del organismo. Sin embargo, debemos a-
so, a través del cual se puede apreciar la intensidad, mayor o elarar que esta bipolaridad no es absoluta, ya que en cada
menor, de un reflejo nervioso en el cuerpo. El equilibrio polo coexisten una peculiar combinación de aspectos positi­
expresa una sensibilidad a medio camino entre la fuerza vos como negativos, desde el punto de vista biológico. Hay
nerviosa y las sensaciones procedentes del mundo exterior. lina apatía, una debilidad reactiva en toda patía o pasión
Un cuerpo es débil, porque es víctima de su receptividad enérgica, y una fuerza, una capacidad de sentir a los estímu­
nerviosa. Lo podríamos denominar un sensitivo o pático, los externos. Así pues, el nervioso e inquieto si nos parece
porque sufre reacciones fuertes por la capacidad nerviosa de débil por la inmediatez de sus reacciones, de otro lado lo
su receptividad. Sentir sensiblemente equivale a tener ner­ vemos fuerte por la agilidad de sus respuestas, que demues-
vios frágiles. No es de extrañar que Ivanov, Smolensky y Iran el equilibrio vigoroso de sus nervios. Teplov admite que
Krasnogoiski extendiesen a los órganos corporales de la vi­ estos procesos definen las extremidades de un eje bipolar, y
sión, audición y tacto, las técnicas de medición, para com­ que la excitación y la inhibición actúan reciprocamente.
probar la reacción a estímulos de intensidad variable. Así, I’ues así como hay individuos páticos, inquietos, hay otros
en los laboratorios soviéticos, se ha llegado a poder diferen­ ipáticos, pasivos. Estos últimos reaccionan débilmente a los
ciar los tipos débiles de los fuertes, lo que supone una con­ ' •.límulos exteriores, mejor dicho, oponen una resistencia
cepción unitaria de su bipolaridad. Los científicos conside­ obtusa, se niegan a dejarse impresionar, lo que demuestra
ran las propiedades fundamentales del sistema nervioso co­ mía energía, una fuerza o patía corporal. La tozudez, poten-
mo mediciones bipolares de la individualidad donde uno de ria de esta debilidad, ha sido bien estudiada por los psicólo­
los polos, desde el punto de vista biológico, es siempre posi­ gos. Igualmente los sensibles, los nerviosos demuestran su
tivo y el otro negativo. ilrbilidad por la sensibilidad de energía reactiva, y los quie-
Fuerte, hemos dicho, es el organismo que reacciona los, sosegados prueban, por su pasividad de reacción, una
inmediatamente a los estímulos, lo que demuestra, a la vez, asistencia activa, una terquedad violenta. El personaje fe­
su debilidad, capacidad receptiva o inercia sensible. Nebylit- menino de Monsieur Ouine, de George Bernanos, im­
zin descubrió que los sistemas débiles se extienden desde un presiona por la dulzura activa y la energía de su humildad
continuum que va del más sensible al menos sensible funcio­ p.isiva. Ambas reacciones temperamentales, Teplov las desig­
nalmente, y que denomina “ dinamismo del sistema nervio­ na “ dinamismo nervioso” , pues poseemos una capacidad pa-
so” . De esta forma, llegó a la conclusión que la rapidez con i.i Iransformar pasividad en actividad y la excitación nervio-
que se forman las reacciones condicionadas no está vincula­
46 TRATADO DE LAS PASIONES GENESIS DE LAS PASIONES 47

sa en inhibición pasiva, que prueban ia extraordinaria movi­ Kirrkegaard dijo: “la pasión es la posibilidad de ser” , pero
lidad del sistema nervioso. Las diferencias entre el apático y i'1noró que desde nuestra realidad material nace ese espíritu
el nervioso, quieto e inquieto, desapasionado y apasionado h uso, infinito, creador de la pasión misma, por el que cla­
varían de acuerdo a las modalidades sensibles de los senti­ maba. Las pasiones son acciones desencadenadas por las
dos. Lo que viene a probar que estamos condicionados por iraociones sensibles de palias o apatías.
el sistema nervioso coordinador y, también, por nuestros órga­ Cabe también la negación de la materialidad tempera­
nos sensoriales, los ojos, el oído, las manos. Por ejemplo, el mental que nos constituye. Por ejemplo, que el tímido no
psicólogo Eysenck demostró que los quietos (introvertidos) ll' i'.ue a ser humilde, se haga reflexivo, concentrado y, por
tienen capacidades auditivas y visuales más reducidas que ■ la mediación, se transforme en orgulloso. Asistimos a mu-
los inquietos (extrovertidos). i líos casos de saltos psicológicos imprevisibles, pues la timi-
El origen de las pasiones es material, porque del tempe­ ili'/. puede servir para almacenar energías intensas en el reca-
ramento que poseemos como dato real es imposible soslayar i" íntimo que, al concentrarse por actos reflexivos, ocasione
el “humus” corporal que nos constituye. Nuestros tempera­ una explosión de soberbia. Julián Sorel, en los primeros
mentos son orientaciones del cuerpo que nos predisponen a • apítulos de Rojo y negro, aparece apocado, tímido, pues
la excitación o inhibición, a la inquietud o la quietud. Nues­ u ne conciencia de su condición humilde, de su origen
tra constitución corporal determina la reacción inmediata a 1ainpesino. Más tarde, en los salones del Marqués de la
la afectividad o a la indiferencia afectiva. Así, los tempera­ Mole, se muestra altanero, pedante y soberbio. Esta nega-
mentos ardientes tienden a encolerizarse, apasionarse fácil­ 1ion de su constitución temperamental es una acción, un
mente, y los fríos a la timidez, el apocamiento. En conse­ •" lo sustancial, negación que, de hecho, es una afirmación,
cuencia, las pasiones no modifican ni cambian nuestra es­ •ni acto libre de creación de sí mismo. Esto no quiere decir
tructura corporal, al contrario la reafirman libre y decidida­ ■ine podemos obliterar nuestra realidad corpórea ni siquiera
mente. A este respecto, afirma Teplov, “ si las propiedades "Ividarla. Lo que ocurre es que disponemos de diversas posi­
tipológicas generales determinan el temperamento de un bilidades a desarrollar desde nuestra natural estructura cor­
hombre, las particulares tienen fundamental importancia pa­ poral. Somos, por ejemplo, inquietos y este ardor constituti­
ra el estudio de las capacidades especiales” . Las pasiones vo puede derivai' en pasión buceadora, haciéndonos un in­
son, pues, actos positivos de creación, reafirmaciones del ser vestigador científico, o derivar en un ser lleno de odio,
individual por obra de sí mismo. El nervioso, inquieto, ar­ violencia o sediento de venganza. El personaje que nos pinta
diente, puede convertirse en un orgulloso; y el quieto, tími­ Moliere es un codicioso que busca poseer bienes sin límites,
do, alicaido en un humilde. “ Humildóse” , dice César Valle- y se convierte en un avaro, conservador celoso del tesoro
jo, para expresar esta capacidad que tenemos de crear la pro­ iue posee. “ La libertad es la conciencia de la necesidad” 2,
pia humildad. Nos hacemos orgullosos o humildes sobre la i .is pasiones son requerimientos imperiosos, acciones del
base de nuestra materia corporal o disposición psíquica, tem­ i' mperamento que, al mismo tiempo, nos ofrece una multi­
peramental. Nebylitzin llega a la conclusión que los factores plicidad de posibilidades. Veamos como se constituyen len-
neurofisiológicos de las diferencias psicológicas individuales, i *i. progresivamente desde su base corpórea y temperamen­
es decir, de las propiedades naturales en su interación con tal.
las multifacéticas influencias del medio circundante, crean, En primer lugar tenemos, como hemos dicho, el indivi-
en fin de cuentas, el sorprendente y desconcertante fenóme­
no de la personalidad humana. Así se produce la unidad del
cuerpo, materialidad física, con la idealidad de la pasión. 2 G.W.F. Hegel.
GENESIS DE LAS PASIONES 49
48 TRATADO DE LAS PASIONES

dúo de temperamento nervioso, que es inquieto, activo por va y negativa: en el primer caso es una pasión activa, en el
naturaleza. No puede estar tranquilo, pues siente una necesi­ segundo una pasión defensiva, pasiva.
dad invencible de hacer algo sea como sea, quizá sin finali­ Dentro de la categoría de la quietud o de la placidez
dad o propósito alguno. Este inquieto demuestra una cierta temperamental, encontramos el personaje que no hace abso­
seguridad en sí mismo, una positiva actividad, una solidez de lutamente nada, el pasivo total. Es el perezoso, símbolo de
nervios poderosa. Pero existe otro tipo de inquieto que se la inercia metafísica de la materia. Claro que hay perezosos
siente agitado, conturbado, sin poder evitar una emotividad de perezosos. Por ejemplo, el estudiante que se despereza de
constante, que sufre el mundo exterior global y oscuramen­ su pereza orgánica, es decir, que todavía no puede despertar
te, sin saber por qué se siente alterado. Tal vez presiente un de su letargía invernal,’ para preparar con dinamismo sus
peligro, adivina una amenaza o tiene el pálpito de una catás­ exámenes; y otro tipo de perezoso es el lento, parsimonioso
trofe inmediata, pero no puede hacer nada para evitarlos. La en sus trabajos para llevarlos a cabo con el menor gasto de
inquietud que domina a ambos inquietos es innegable, pero energía. Podríamos multiplicar los ejemplos de la apatía,
de naturaleza diferente. Uno es seguro, firme y el otro inse­ pero tenemos la posibilidad de convertirla en pasión, afir­
guro, débil. Actividad pasiva del primero y debilidad activa mando el ser que constitutivamente somos. Toda pasión se
del segundo. En el seno mismo de cada temperamento exis­ «rea por una acción, un acto de voluntad decidido y enérgico.
te una diversidad de caminos y posibilidades para el indivi­ La patía y la apatía constitutivas, son las bases corpo­
duo, pues puede ser fuerte, equilibrado, o sin equilibrio, rales de las pasiones. Así, en el inquieto se origina la pasión
frágil, oscilante dentro de la misma reacción emotiva consti­ de la codicia, y en el quieto la pasión de la pereza. El paso
tucional. •le la inquietud a la codicia pasa por diferentes grados ascen­
La materialidad corporal está atravesada por distintas dentes. El inquieto debe hacerse resuelto, para alcanzar una
corrientes de energía reales y posibles. Enmarcado en la mayor intensidad activa y no perderse en una agitación sin
inquietud o nerviosidad generalizada del inquieto, aparece el objetivos precisos, como es el caso del curioso o del snob,
personaje decidido, enérgico que obra sin vacilaciones. Este ese delicioso diletante. La inquietud del inquieto exige der­
individuo, cuando se enfrenta a un dilema, se determina la paralización de su movilidad continua, requiere serenidad
rápidamente a actuar. No tiene dudas ni le embargan refle­ en su nerviosidad desorientada. Debe fijar una atención
xiones amedrentadoras, ni le hacen retroceder los peligros. muy cuidada en los objetos del mundo exterior. Al mismo
Es un ser activo, pero irreflexivo, una pura espontaneidad tiempo quedar detenido, dejar de agitarse y concentrar
de la acción. En oposición, tenemos el apático, que todo le luda su pathos en la finalidad de su objetivo. Es decir,
deja frío y no se mueve ni conmueve aun ante el aconteci­ convertir la pasión que siente tomo posibilidad, en acto
miento más pavoroso. Demuestra así una entereza, una au­ iiistotélico, en ejecución y realización de lo que lleva
tosuficiencia o estoicidad admirable. Sabe resistir a las im­ dentro como potencialidad. Es el deseo intenso, ardiente, la
presiones cambiantes y a las situaciones variables del mundo 11real gana” que se apodera de nosotros, base elemental de la
exterior. Su insensibilidad es prueba de una fortaleza. Tam­ pasión de la codicia. “ Begierde” , “ wish” , “ envíe” , “cona-
bién existe el apático que se defiende interiormente contra Ius” expresan esta idea de querer, de voluntad que es co­
los posibles peligros y ataques provenientes del mundo exte­ mún a todas las lenguas. “ Souhait”, “ désir” , “voeu” trasun­
rior. Es impasible por debilidad, al no sentirse capaz de tan anhelo, aspiración, ansia, avidez, apetito que cuando se
oponerse a ellos. Su constitución orgánica es débil y, cons­ apoderan de nosotros ya no los podemos dejar de satisfacer.
ciente de ella, se refugia en la imperturbabilidad, creándose Un objeto es siempre el soporte o sujeto del deseo,
una piel de elefante. La indiferencia puede ser, pues, positi- liste es el origen de la pasión que llamamos codicia. Nace de
50 TRATADO DE LAS PASIONES GENESIS DE LAS PASIONES 51

la avidez incontenible de bienes que no son míos, los posee El ganancioso cuando tiene como cebo el beneficio se
otro, o no son de nadie. Los objetos están ahí, en el mundo, ion vierte en codicioso. La codicia es pasión por la adquisi-
para quererlos y desearlos. El que tiene gana de algo, está ■ión siempre renovada. Sin embargo, el codicioso no tiene
dominado por un deseo violento, imperioso cuya satisfac­ una necesidad violenta, urgente y posesiva como el ganan-
ción no admite espera. Pero la gana, una vez satisfecha, i ¡oso. Su deseo es más interior, más hondo y al no sentirlo
consumido el objeto fungióle que la provocaba, muere. de forma inmediata, puede y sabe esperar. Es menos im­
Gana es, pues, una disposición u orientación del deseo que pulsivo que el ganancioso y contiene, refrena sus apetitos
acaba por desaparecer, aunque no podamos satisfacerla. Se más violentos. El codicioso, a diferencia del ganancioso, no
nos va la gana con la misma subitaneidad con que aparece. siente la apetencia indiscriminada de posesión. Escoge, se­
Ahora bien, la gana puede hacerse permanente, duradera. lecciona sus objetos, porque no está dominado por la avi­
Entonces nos convertimos en gananciosos, es decir, con de­ dez. En este sentido, codicia lo que necesita, respondiendo a
seos y apetencias que se renuevan, porque el objeto de nues­ las necesidades de su temperamento. Si es activo, nervioso y
tra gana cambia o se modifica. Mientras en castellano, gana diligente, buscará el sosiego, la paz, esa seguridad que exige
significa propensión natural hacia alguna cosa, en las lenguas su inquietud peregrina. Deseará la propiedad de bienes fir­
escandinavas designa “ abrir la boca” para satisfacer una ape­ mes y seguros que confortan y aseguran contra los azarosos
tencia inmediata. Luego, se siente gana porque los sentidos infortunios. Por el contrario, si es tranquilo, pausado y me-^
están muy despiertos para coger lo que se ofrece a los ojos lancólico, se inclinará a desear horizontes inmensos, es decir,
ávidos y a la boca ansiosa. Es el ganancioso, cuya gana es una vida agitada, aventurera, tormentosa.
constante aunque no se fije en una cosa concreta. Frente al Lo que define a la codicia como pasión, es no poder
ganacioso está el desganado, que nada le atrae y no siente dejar de desear lo que es ajeno, y permanecer siempre al
apetitos ni deseos específicos. Ganancioso y desganado son acecho para apoderarse de lo que se ansia. Este afán posesi­
los polos positivo y negativo de las reales ganas o querencias vo es tan violento que llega a deformar el deseo originario,
empíricas. hasta hacer desear incluso lo que no se desea. A esta aliena-
Cuando las ganas desaparecen, sentimos una desgana i ión de la codicia nos ha llevado la sociedad capitalista desa-
total que, a veces, llega a hacerse cósmica, como el estado irollada, al imponernos apetencias y deseos que no sentimos
de vacío y abatimiento que experimentaban Jean-Paul Rich- ni son vitales, creando las necesidades artificiales de que
ter y Antero de Quental, ante la abrumadora y todopodero­ habla Agnes Heller que nos obligan a querer y sacrificarnos
sa presencia de la Naturaleza. Esta vastedad con su riqueza por conseguir cuanto no necesitamos. Así, estos codiciosos
infinita, nos quita las ganas, nos desgana de vivir y nos fueron elevados al rango de hombres virtuosos, honestos, los
sumerge en la postración de la melancolía, en el pozo de la “guíen Menschen: sie sind in et was interessiert was ausser
tristeza más suave y delicada. La desgana precede a la triste­ ilinen liegt” 3. Son buenos los diligentes y activos empresa­
za y a la melancolía. Comenzamos a desganarnos por las rios que buscan beneficios cada vez más altos.
cosas y las personas, a no apetecerlas ni desearlas, para ter­ A esta pasión de la codicia se opone su contraria: la
minar inmóviles, budas vivientes y recoletos, ensimismados prodigalidad. Deshonestos y malos son los hombres pródi­
en la oscuridad de la apatía. Sin embargo, podemos recupe­ gos, los que gastan, regalan a otros lo que tienen, y no se
rar más tarde la gana, y hasta sentirnos gananciosos después
de haber vivido desganados, porque respondemos a la bipo-
laridad, actividad (gana) y pasividad (desgana), de nuestro 3 “Hombres buenos: porque están interesados por algo que está
organismo corporal. lucra de ellos” . Bertolt Brecht, Canción de las buenas gentes.
52 TRATADO DE LAS PASIONES

interesan por los bienes, las riquezas que el mundo les ofre­
ce. La prodigalidad es una pasión tan incontenible como la
del codicioso, pues así como éste no puede dejar de querer
poseer, el pródigo se complace en el regalo, en el don gene­ VIII. CLASIFICACION DE LAS PASIONES
roso jorque no puede dejar de dar. La prodigalidad mani­
fiesta también el goce de tener y la ofrenda continua se De la voluntad activa del querer nace la codicia, pasión
convierte en una satisfacción de la propiedad, ya que el fundamental y base de todas las pasiones: envidia, celos,
pródigo tiene que poseer para poder dar. El Padre Goriot, orgullo, ambición, venganza, avaricia, lujuria. Por el contra­
generoso con sus hijas hasta extremos sublimes de sacrificio,
rio, de la inactividad del querer nace la humildad que, como
fue, al comienzo de su vida, el típico codicioso acumulador dijo Spinoza, no es una virtud y sí una pasión. El humilde
de una sólida fortuna. En la prodigalidad se expresa la dia­ siente que no puede querer con suficiente energía, originan­
léctica invertida de la codicia: al dar me satisfago de poseer. do la pasión de la apatía o voluptuosidad del reposo sin
La dádiva demuestra que se es poderoso, rico, y esconde en aspirar a nada, recogido en sí mismo, apartado del munda­
la generosidad- el placer de la posesión. nal ruido. Sin embargo, nada hay más soberbio que esta
Otra forma de la prodigalidad es el despilfarro, cuando
humildad sencilla. Todo ser humilde es un sincero hipócrita,
se siente la imperiosa necesidad de gastar sin límites, como pues la humildad total no existe. En el fondo esconde y
si el ir desprendiéndose de sus bienes fuera para rescatar o conserva la potencia de su voluntad, que no quiere ejercer.
pagar una dolorosa culpa originaria. En alemán “ schuld” “Humildóse, hasta hacerse muy pequeñito” 1, descubre un
significa culpa y, a la vez, deuda. El despilfarrador, imagen orgullo disimulado, porque es consciente del valor que
dramática del pródigo, obra como si debiese todo lo que supone hacerse insignificante para fortalecerse. La humil­
posee, devolviéndolo con un frenesí desmedido. Disipa su dad, enseña Spinoza, es más útil que dañina. Es conocer la
fortuna porque tiene conciencia de cuán inútil es y lo poco, propia realidad, las limitaciones, lo que no podemos reali­
en realidad, que necesita. Mientras el codicioso vive afanoso zar. No es sólo creerse impotente, que sería esa falsa
en pleno desasosiego, víctima de su ansiedad posesiva, el virtud cristiana que, con toda razón, llamaba Nietzsche
pródigo goza la beatitud de la apatía originaria, la santa "moral de esclavos” , sino ser consciente de las posibilida­
indiferencia por todos los bienes, es decir, la prodigalidad des e imposibilidades de que se es capaz. El humilde es
logra el objetivo final de la codicia: no tener más deseos. consciente de su poder y de su impotencia, contramínen­
Las pasiones son siempre conscientes de sus acciones le al orgulloso que, ignorándose a sí mismo, puede creerse
porque, ya en su origen, saben lo que quieren y tienen una estúpida y vanidosamente todopoderoso.
meta o ideal realmente asequible. Las pasiones son la con­
ciencia de nuestra realidad, de nuestra naturaleza orgánica, La humildad tiene su origen orgánico: son seres gene-
de nuestras necesidades vitales más profundas. Veamos co­ ialmente débiles, de temperamento apocado y cortedad de
.mimo. Estos individuos son más propensos a abandonarse al
mo se dividen y subdividen.
decaimiento natural que precede a la humildad. Cabe expli-
«arla como el descenso de la actividad al vacío, el sufrimien-
lo de hundirse en la indiferencia que siempre precede a esta
pasión de los caídos o recaídos. La humildad es una

1 César Vallejo, Poesías completas.


I
53
54 TRATADO DE LAS PASIONES CLASIFICACION DF, LAS PASIONES 55

negación voluntaria de sí mismo, causada por un daño infli­ negación de sí mismo y afirmación de esta negación. La
gido desde el mundo exterior. Así como la codicia nace del caridad, “ entrega de sí mismo, impotente e inactiva” 2,
objeto ajeno que suscita nuestro deseo ardiente, la humildad amor estéril por los otros, prodigalidad de los bienes que
se origina por la intensidad del fracaso del deseo. Esto no se poseen, en todas estas manifestaciones significa un
significa que los humildes sean resentidos o estén dolidos ejercicio del poder, un obrar para reafirmarse, un egoísmo
por su frustrada tentativa. No, la experiencia les enseña que sutil de realización propia. El caritativo se entrega a los
retirarse, humillarse es más conveniente para su conserva­ otros para salvarse. Cristo ho es el “ idiota” que creía Nietzs-
ción. Humilde es el hombre a la defensiva, que se niega a ser • lie, pues sabe lo que hace, entiende su sacrificio: muere
él mismo, para protegerse contra los posibles golpes que para inmortalizarse, adquirir gloria y permanecer en las con­
puedan asestarle. Está dispuesto a todas las renuncias, a ciencias de los hombres. El caritativo busca, también, cum­
todas las abyecciones. plir su realidad humana íntegra. Afirma Nietzsche que el
De la humildad nace la modestia, que Spinoza define cristiano se somete humildemente para defender su existen­
“hoc est cupiditas honnibus placendi” , deseo de agradar a cia y, más tarde, imponer su voluntad a los otros.
los hombres, pero pasando desapercibida. No hay, pues, fal­ La caridad no es una virtud, es una pasión activa. Así
sa modestia, como suele calificarse, porque toda modestia es se explica como una religión primitivamente de esclavos, se
falsa en sí misma al tener como objetivo esconder un valor convirtiese en la religión de los poderosos. El que lo tiene
en el que cree el ser que lo encubre. Cuando este querer lodo puede dar, entregarse a otros, no siente envidia. La
pasar desapercibido no se cumple, nace la vergüenza, ese caridad es la dádiva de los ricos, un afán de poder, una
pudor que Sartre definía como la necesidad que tiene el voluntad tenaz de afirmación de sí. Al ejercer la caridad
hombre de ocultar su condición de objeto expuesto a demostramos que somos más poderosos y haremos de los
todas las miradas. El vergonzoso no quiere ser sujeto •pie la aceptan seres inferiores que humillamos con nuestra
activo y, a la vez, teme ser objeto pasivo. Como no puede generosidad. “Yo no doy limosnas. No soy tan rico” 3. La
asumir la objetividad que es, su vergüenza es, también, falsa, i aridad dividió a los hombres en poderosos (los generosos) y
porque vive la ambivalencia de ocultamiento necesario y el humildes (los menesterosos).
libre deslumbramiento de sí mismo. Por esta razón el ver­ Vemos como caridad y humildad se entrecruzan. La
gonzoso, sólo al desnudarse o confesarse rompe el encanta­ i aridad debía llevar la humildad al corazón, pero como es
miento mágico de su propia condición de fetiche u objeto una pasión se ensoberbece y no se humilla. Por el contrario,
pasivo, y se libera de la vergüenza. humilla con su generosidad, pues reduce a los otros al esta­
Lo que se llaman las virtudes cristianas, también surgen do de siervos y mendigos. Una de las actitudes típicas de los
de la pasión radical que es la humildad. Compasión, piedad, llamados señores, es la obligación de dar. Se les reconoce
resignación significan etapas en la renuncia del querer, del por su caridad, que esconde el poder de que gozan en la
desear y de la voluntad de vivir. Estas virtudes, que son los •".tentación con que la ejercen sobre los que nada tienen. El
vicios espléndidos del cristianismo, nos preparan al sacrificio < listo bizantino esPantocrátor rodeado de Oro, símbolo de
supremo, al holocausto de la crucifixión: la caridad, pasión la caridad, y desde la cima de su omnipotencia la derrama
sublime de vivir y morir por los próximos. Para Nietzsche .obre los pobres, desvalidos y menesterosos. Así se com-
estas virtudes cristianas significan una apostasía del deseo y
del natural instinto de vida. Descubrió sagazmente que esta
moral de esclavos irredentos, escondía una astuta estratage­ 2 G.W.F. Hegel.
ma de supervivencia. En efecto, toda pasión lie desdobla en 3 Friedrich Nietzsche.
56 TRATADO DE LAS PASIONES CLASIFICACION DE LAS PASIONES 57

prende que la teología paulina y tomista celebre a los hom­ existencia en su conjunto. Su propia pasividad orgánica le
bres como siervos de Dios. La caridad envilece y abate el induce a creer que cuanto se mueve y se crea en el mundo es
orgullo, es una pasión activa, operante que divide a los hom­ un engaño de los sentidos. Conclusión a la que llega porque
bres en poderosos y mendigos. sus manos están inactivas, no producen artefactos como el
La total desgana, el no hacer, desear ni querer nada se artesano, quien no duda de la realidad al crear objetos para
expresa en el ascetismo. Cristiano perfecto es el ermitaño que su satisfacción. También la ociosidad origina el diletantis­
se refugia en la soledad de una cueva o, como decía Kierke- mo, esa búsqueda de entretenimientos y novedades que sus­
gaard, tampoco es necesario encerrarse en un claustro para citen un nuevo interés por la vida, que se va perdiendo en la
dar la espalda al mundo. El asceta renuncia a la vida con el aburrida monotonía del ociar. La repetición incesante de los
fin de alcanzar la santidad. En su pasión sedentaria, el santo hábitos termina en bostezo de senador antiguo, o como el
es un egoísta perfecto, sublimado, pues no tiene más ocu­ millonario moderno que busca islas paradisíacas para entre­
pación que desvivirse por la salvación propia. La santidad es tener el tedio de su ocio.
la pasividad suprema. La versión laica de esta pasión exclusi­ No hacer nada, permaneciendo en la inactividad total,
va, autodevoradora, es un afán de realización personal similar lleva a una nueva pasión: la pereza, que es la suprema ociosi­
al camino de perfección teresiano, el “ subjetivismo parasita­ dad. Aunque de origen orgánico, no es espontánea ni nace­
rio” como llamaba Lukacs a esa búsqueda de “la realidad de mos con ella. Como demostraron Husserl y Merleau-Ponty,
verdad del Ser” de Heidegger, o la angustiosa indagación el cuerpo es cinético, un haz de movimientos, “una serie de
sobre la “originalidad personal” de los existencialistas. reflejos condicionados” 4. Llegar, pues, a ser perezoso cuesta
Otra pasión de la pasividad es el ocio, disfrutar del mucho trabajo, supone un despliegue sucesivo de actos, un
descanso, de la quietud, un delicioso complacerse en no proceso dinámico contrario al movimiento natural. La
hacer nada, pero no es totalmente inactiva. El gran poeta originalidad de Oblomov, el personaje de la novela de
gallego Manuel Antonio, decía en una carta a su amigo el ( íoncharov, consiste en descubrirnos los mecanismos secre-
pintor Alvaro Cebreiro: “Xa vexo que estás empeñado en Iamente activos de la pereza, es decir, cómo poco a poco
no facer nada. E unha das cousas que mais traballo costa ••e va entregando hasta constituirse en pasión. Su fina­
conseguir”. Encontrar el bienestar, la comodidad, un estado lidad es llegar a la completa pasividad del Nirvana: no te­
placentero es la actividad de la ociosidad. El trabajo mental ner fines, no ambicionar ni amar, y quedar sumido en la
necesita del ocio para poder pensar libremente, sin distraer­ meditación lánguida, evaporándose en un sueño de
se en la lucha cotidiana por la subsistencia. Los ociosos muerte. Para conquistar este absoluto, es necesario luchar
filósofos y los trabajadores manuales constituían la división contra todo lo que el mundo nos ofrece como tentación. La
en clases del mundo antiguo. La acción racional suprema del pereza es el resultado de una energía íntima. Y no sólo nos
platonismo, es consecuencia de este ocio que permitía en­ apasiona por la quietud paradisiaca en que nos sumerge sino
tregarse de lleno a la meditación. que, a medida que vamos emperezándonos, sentimos cada
La ociosidad puede derivar en hastío, indiferencia fren­ vez más próxima la paz definitiva del no desear, la contem­
te a cuanto nos rodea, o en la desconfianza, acompañada de plación estática.
una benevolente comprensión de los asuntos humanos, que Llegamos así, a la pasión de la sin pasión, a la pasión
es el escepticismo. El origen filosófico del escéptico quizá se desapasionada, que no es una vuelta a la apatía originaria.
halle en el remanso excesivo y prolongado de un ociar espe­
culativo. El que mucho piensa, olvidado del cuerpo o con
éste adormecido, cae en pesimistas deducciones sobre la 4 1.P. Pávlov.
58 TRATADO DI', LAS PASIONES CLASIFICACION DE LAS PASIONES 59

Lo que ocurre es que todas las pasiones al cumplirse pierden percepciones, sentimientos y emociones anímicas, que son
la patía que las impulsaba. El odio se dispersa en odios que reforzadas por movimientos del espíritu. Las pasiones se
lo tranquilizan; el amor se apaga al realizarse; los celos asesi­ originan, secreta e interiormente, en el seno del alma
nan el objeto que los devora, y mueren. No hay, pues, pasio­ misma sin que el cuerpo participe. Pese a esta concepción
nes totalmente páticas o apáticas, porque todas coinciden espiritualista, trata de localizar materialmente las pasiones
en su acabamiento. En otro caso, serían patéticas, doloro- y sostiene que hay una pequeña glándula en el cerebro
sas, una afección inmovilizadora. Al contrario, las pasio­ donde el alma ejerce sus funciones más específicamente
nes cambian y modifican nuestro temperamento. Por esta que en otras partes, para descubrir finalmente “ le coeur, á
razón, se dividen en pasiones activas, enérgicas, y pasiones cause que c’est comme en lui qu’on sent les passions” .
sedentarias, pasivas. Las primeras nos arrancan la patía natu­ Lntonces el cartesianismo sería pascaliano, pues todas las
ral (épathon), ese deseo vehemente que sufrimos, y nos razones de las pasiones tendrían un centro. Sin embargo,
tranquilizan. Las pasiones activas al orientarnos hacia fines Descartes rechaza finalmente que el sitio de las pasiones se
determinados, nos perfilan, individualizan y, en consecuen­ halle en el corazón, como se cree por las alteraciones que le
cia, nos serenan, nos sosiegan. Dejamos de ser los seres provocan, y mantiene su dualismo básico; hay pasiones acti­
oscuros, turbulentos y caóticos que éramos, pues las pasio­ vas que él denomina errónea y unilateralmente “ acciones o
nes vividas con intensidad operan sorprendentes mutaciones voluntades del alma” que son, en realidad, actos racionales
en nuestro carácter, haciéndonos diferentes de lo que fui­ conscientes, y pasiones propiamente dichas que padecemos
mos antes de vivirlas. Un ejemplo es el celoso que, siendo sin quererlo, que nosotros hemos denominado pasiones inac­
violento pór temperamento, se hace cauteloso y prudente tivas o sedentarias. W

para satisfacer su pasión. Sin embargo, no se pierde el deseo Descartes enfoca una lucha sin dramatismo entre las
originario que nos hacía ser como éramos. Ocurre que vivi­ voluntades firmes y las pasiones débiles que nos arrastran y
mos una pasión hasta agotarla, pero revive el deseo antiguo vencen. Las almas fuertes son las que logran dominar sus
en otra nueva que también vamos a vivir y consumir. Así se pasiones, pero también las pasiones pueden combatir entre
crea la historia de una pasión que es la de una existencia, lo sí y disgregar el alma en este combate singular, llevándola al
cual no quiere decir que toda la vida esté dominada por una inás deplorable de los estados. Por esta razón, al clasificarlas
sola, sino por sucesivas pasiones que nos temporalizan, Descartes distingue seis pasiones primitivas. La primera de
nos deshacen y rehacen. “Yo me sucedo a mí mismo” , dice todas las pasiones es la admiración, “ súbita sorpresa del
Lope de Vega. En efecto, hemos visto que hasta una pasión alma” , de la que nacen la estima y el desprecio, el orgullo y
como la pereza exige enormes esfuerzos para llegar al reposo la humildad, encadenándose así sucesivamente. Las pasio­
que busca, porque las pasiones sedentarias también nos mo­ nes básicas son, pues, el amor, el odio, el deseo, la alegría.la
difican, haciendo patética nuestra apatía. Las pasiones acti­ tristeza. Pero al centrar en la admiración la causa de todas
vas y las sedentarias al vivirlas se conciertan y conjugan en la las pasiones, las espiritualiza, pues la admiración es pura­
historia individual, creando una unidad entre ellas. mente intelectual, y aunque conmueve el corazón y aveces
En Tratado de las pasiones del alma, Descartes agita la sangre, no es una afección ni emana del cuerpo.
constata la dualidad cuerpo alma que nos constituye, y Kntiende que las pasiones son buenas por espirituales, salvo
afirma: “ il n’y a point de meilleur chemin pour venir á la cuando se exceden en demasía. Por ejemplo, la admiración
connaissance de nos passions que d’examiner la différence es nociva si se convierte en asombro o pasmo permanente,
qui est entre l’áme et le corps” , para llegar luego a una pues impide conocer la causa que nos suscita admiración.
definición de las pasiones como una conjugación de Las pasiones serían actos conscientes, que van descendiendo
TRATADO DE LAS PASIONES CLASIFICACION DE LAS PASIONES 61
60

en su escala valorativa hasta llegar a las pasiones propiamen­ estudiarlas con sus contrarias. David Hume las divide en
te dichas, como el amor y el odio. Todavía el amor conserva directas e indirectas. Entiende por directas el deseo y la
idealidad, para Descartes, pues lo funda en el conocimiento aversión, primer grupo de pasiones contrapuestas, á las que
o representación de la bondad del objeto deseado, la conve­ suceden la alegría y la tristeza, la esperanza y el miedo, la
niencia que suscita, que denota un puro intelectualismo de confianza y la desesperación. Entre las indirectas están el
la pasión amorosa. El amor sería así, querer exclusivamente orgullo, la humildad, la ambición, la vanidad. Como pode­
lo que estimamos o valoramos, socratismo un tanto inge­ mos observar, la dicotomía de las pasiones directas no se
nuo, ya que en realidad podemos amar a seres que no valo­ reproduce en las indirectas. Esto se debe a que, para Hume,
ramos. En su puro intelectualismo, un amor así sería mera las pasiones directas se originan por lo bueno o lo malo, por el
placer o el dolor que nos causan, es decir, por los estados
concupiscencia. Para Descartes el amor es sobre todo deseo
que crean en el cuerpo, mientras que el origen corporal de
y el deseo guarda también su idealidad, pues lo define como
las indirectas es muy remoto. Pese a esta oposición, Hume
una expectativa de futuro, “un esperado estar, un confiado
intuye una unidad en las pasiones que las conexiona: “El
ser” . Finalmente, la alegría y la tristeza le parecen más pró­
Alma, principio vivificante de todas las pasiones, es la sim­
ximas a estados corporales que a pasiones anímicas. Descar­
patía” . En consecuencia las pasiones, aunque enemistan a
tes sostiene un dualismo en las pasiones: espirituales-activas
los hombres, crean vínculos sólidos entre ellos y sientan las
y físicas-pasivas. bases de la sociabilidad humana.
Spinoza no diferencia entre pasiones, su monismo es
completo: todas son afecciones que experimenta el cuerpo. Piensa David Hume que la pasión es una razón violenta
que se apodera de la mente, originada por un bien o un mal
“ Quatenus homines affectibus, qui passiones sunt” 5. Las
que causa una sensible emoción. Y por razón entiende las
pasiones son materiales y pasivas porque las padecemos,
pasiones apacibles, sosegadas que sufrimos, sin que nos cau­
pero como, a la vez, las sentimos, son activas, acciones
sen tumultos ni convulsiones desordenadas en el tempera­
espirituales. Por ejemplo, la alegría entona el cuerpo, “ por
mento. Para Hume sólo hay pasiones apacibles, las primeras,
ella la potencia de obrar del cuerpo aumenta” , mientras que
V pasiones impetuosas, las segundas. Sin embargo, las pasio­
la tristeza disminuye la capacidad corporal. De la alegría
nace el orgullo, “ Superbia est Laetitia” , contento de sí nes sosegadas pueden hacerse violentas y éstas, a su vez,
mismo que hace creerse superior a los otros. Por el contra­ ilulces, quietas. Las pasiones diferencian a los hombres unos
•le otros y los hace distintos de lo que son.
rio, de la tristeza nace la humildad, “Humilitas est Tristi-
tia” , insatisfacción y desprecio por la realidad que se es. La Historia Universal también refleja las pasiones
Para Spinoza todas las pasiones remiten a las afecciones y •lominantes en cada una de sus etapas. En las formaciones
.ocíales asiáticas predominaba la soberbia, centro activo
tienen su origen en los estados corporales. personificado en el soberano déspota, y la humillación que
Las pasiones, tal como nosotros las entendemos, son
afirmaciones de negaciones y negaciones de las propias •ofrían los súbditos, seres desprovistos de toda posibilidad
afirmaciones, lo que origina su división unitaria o dualismo •le decisión y sumidos en la masa gregaria, anónima. En las
monista. Es decir, son acciones que crean una nueva reali­ ociedades greco-latinas asistimos al imperio de la ociosidad,
dad dialéctica: el hombre en continuo proceso de hacerse. origen de la meditación, y la manuabilidad o trabajo esclavo
Por consiguiente, para definir y juzgar las pasiones debemos huse de la economía, que permite el intercambio de bienes y
• roa la polis. En la sociedad feudal son pasiones vivas la
usura, como codicia generalizada, y la humildad de los
5 “ Los hombres están dominados por apetitos que son pasiones” . •lervos ante el Señor, el orgullo de los poderosos, la
TRATADO D F LAS PASIONES
62

compasión por los pobres y los celos, pasión típica de esta


época. En el Renacimiento aparecen la pasión de conoci­
miento sobre el hombre y la Naturaleza o ciencia moderna;
la avaricia, acumulación del oro creador de los bancos; la
alegría como manifestación del placer de vivir; el amor, IX. LA CODICIA
fuerza incontenible del espíritu; la codicia, representativa
del apetito individual; la lujuria, que despierta con la utiliza­ Nace del deseo, de la gana compulsiva, es “ cupiditas”, que
ción del cuerpo como órgano de placer. decía Espinoza. La codicia no tiene como meta la ganan-
El triunfo del capitalismo moderno da rienda suelta a ■i.i inmediata, no se deslumbra ni es atraída por el señuelo
todas las pasiones: la ambición, voluntad de poder con el di- un objeto. Sin embargo, es tenaz y perseverante, no ceja
arribismo y afán de riquezas; la avaricia y de ella la fru­ • n su empeño de poseer. El deseo de la codicia no puede
galidad y el ascetismo; el orgullo, resultado del individua­ • 'intentarse como el ganancioso con la aprensión fácil, por-
lismo exasperado, y la codicia, pasiones típicas de esta •11 ic* apetece sin límites ni frenos y busca la realización total.
etapa histórica que Balzac pinta en La comedia humana y • I codicioso vive en estado permanente de ansiedad, es un
Marx analiza en Manuscritos económico-filosoficos. Con el •'T disparado fuera de sí, en procura siempre de bienes mate-
capitalismo las pasiones se convierten en únicas y totales. i lides y, a la vez, es un conservador de lo que posee, un
Cada individuo se define por la pasión que le domina: i<aparador. Por ejemplo, el campesino tiende a la posesión
Grandet, por la avaricia; Rastignac, por la ambición; di’ finca, aperos de labranza, ganado, pues su codicia es
Goriot, por el amor paternal; Louise de Chaulie, por el amor " dista, concreta, materializada. Por el contrario el ciudada-
absoluto; Gobsek, por el dinero; el barón Hulot, por la ii", sea burgués, comerciante u obrero, codicia el dinero,
lujuria. Con el nacimiento del capitalismo monopolista las pa­ >imbolo universal del intercambio de mercancías. Todos lu-
siones se diversifican, cambian de orientación al estar deter­ 1Imii por conservar lo que han obtenido: unos, propiedades,
minadas por el objeto que se desea poseer y no por el sujeto ni lies, semovientes; otros, monedas, plata, oro.
que las siente. Las pasiones se disgregan en alienaciones múl­ El codicioso orienta toda su vida hacia la posesión efec­
tiples a las que nos entregamos gozosa e irreflexivamente, tiva, segura, de bienes y vive intranquilo mientras no consi-
pero son efímeras, pasajeras, no nos dominan y somos arras­ ' ii'' adquirir lo que desea. Está dominado poruña ambición,
trados por la objetividad que las crea. Sin embargo, este I" to entendida ésta como una finalidad en sí misma. Cons-
sistema económico al orientarnos hacia la posesión de bie­ • " ule de su objetivo último sabe esperar, piensa mucho sus
nes y objetos múltiples recrea la avidez, base elemental sub­ " i'»s, calcula, mide, analiza lo que le conviene comprar. El
jetiva de todas las pasiones y de la más primaria e inmedia­ "'licioso es un reflexivo y, en general, no es víctima de su
"iMn codiciosa, puede dominarla y contiene su impaciencia
ta: la codicia.
!i 'la que el vendedor rebaja el precio estipulado. Claro está
■i1" la codicia depende del temperamento natural que con-
•I*' 'una al codicioso. Si es tranquilo, pausado, no se impa-
"miará y sabrá mejor esperar; si es nervioso, inquieto, fe-
1"I. su propio dinamismo le dominará, lanzándole precipita-
•I miente a la posesión. Sin embargo, cualquiera que sea el
i*mperamento del codicioso, vivirá siempre enajenado por
l'i ' lerna e infinita aventura de la adquisición. Debemos

63
64 TRATADO DE LAS PASIONES LA CODICIA 65

partir del hecho que el codicioso es aquél que no posee nada ical posesión. Ciertos codiciosos terminan en refinados
o muy poco. Por ello es fácil confundirlo erróneamente con soñadores de horizontes infinitos y marineros del más allá.
el ambicioso, que es un codicioso ideal, metafísico, de otros "Songe á la douceur d’aller lá basvivre ensemble... Oü tout
quilates, como Rastignac y Rubempré, que son ambiciosos est luxe, calme et volupté” 2. Pero hay otros que ya no
sin codicia. sueñan con mares del Pacífico ni con islas de encantamiento
La codicia es un viaje sin fin del deseo. Pero ciertos v sí, en cambio, con moradas seguras, bien defendidas
codiciosos saben y pueden limitar su frenesí posesivo por contra el asalto de los audaces, contra la nueva ola de la sed
temor a la ruina. Son los de temperamento apocado, tími­ codiciosa. No es raro encontrar al ex-capitán de presa que
do, los Colón que no descubrirán América ni una tierra empezó codicioso y por timidez se encierra en sus sueños, y
firme donde asentarse. Estos pacatos y temerosos codiciado- va sólo viaja para buscar tesoros y riquezas imaginarias. To­
res son aventureros del espíritu, como Lord Jim, el personaje das las codicias implican un riesgo, un peligro que aun a los
de Joseph Conrad. Este hombre corrompido por la idealiza­ más temerarios amedrenta y los hace retroceder. A otros,
ción del oro, se disuelve en sueños y ambiciones de paraísos más inquietos, este riesgo les incita a la aventura de arros-
monetarios en los que satisface su codicia, porque carece de 11 arlo, aumentando la tensión de su codicia. Entonces la
voluntad tenaz para hacer fortuna, tesaurizar. Sin embargo, búsqueda de propiedades se convierte para ellos en una pa­
el codicioso verdadero es un realista ingenuo que se atiene ción transcendente, definitiva, y jugándoselo todo, hasta
siempre al mundo, proyectado hacia su presencia misteriosa, mueren en esta lucha.
como indicaba Nicolai Hartmann, partidario de apetencias En el viaje permanente de la codicia por todos los
concretas, sin ensoñaciones. La auténtica codicia es siempre mares del mundo, la aventura puede concretarse en resulta­
realista, se desea lo que oímos que existe, aunque no lo dos positivos, creando fortunas inmensas. Basta sólo con
tengamos a la vista ni lo toquemos. Codiciamos siempre saber aprovechar el azar” , decía Marx, lo que implica una
realidades. sabiduría, un cálculo acertado, un apostar oportunamente
Ahora bien, hay codiciosos que aspiran a poseer algo '■ii el juego de los azares y dominar la teoría de la probabili­
cuya apropiación se convierte en un ideal regulativo que dad. “Juega codicioso con el hada Fortuna” , aconsejaba Ma-
orienta su quehacer y su vida. Neokantianos sin saberlo, *iuiavelo. Pero el verdadero y auténtico codicioso no es un
buscan el Bien, la cosa en sí, irrealizables. Esta forma de 'nacional ni un insensato. Su aventura es ordenada, medida,
codicia, que se confunde con la ambición cuando no lo es l ogrado las propiedades que deseaba, se retira y las defien­
en realidad, nace en la sociedad moderna capitalista. El Di­ de. Es decir, se concentra en la posesión de sus bienes, los
nero se ha convertido en la idealidad suprema, es tan pode­ mira, que es una forma de la codicia, se recrea como el
roso como las pasiones porque invade las conciencias tras­ ■mnpesino en la contemplación de sus tierras, o se esconde
mutado en un Bien que permite realizar todos los ideales y "tino el avaro en la lóbrega habitación, para acariciar con
apetencias. El Dinero es la idea central del hombre, su meta •neto sutil las engañosas monedas, símbolo ilusorio de la
física. “ Comienza el reino de la santa, venerada, sólida, ama­ posesión. También puede codiciarse lo que otro tiene y para
ble, graciosa, bella, noble, joven, todopoderosa pieza de "bleñerlo, se lanzan a la aventura, trascendiéndose a sí mis­
moneda” 1. La codicia se transforma así en una navegación mos. Igualmente se codicia lo que es nuestro, pues tememos
del ensueño, perdiendo su verdadero objetivo que es la l"Tderlo y nos esforzamos en retenerlo y conservarlo. Hay

O 1
1 Honorato de Balzac. La prima Bela. Baudelaire. L ’invitation au voyage.
TRATADO DE LAS PASIONES
66 LA CODICIA 67
otra codicia que se centra en el goce y disfrute de lo poseí­ nada más porque no puede desear. Tener o Ser, tal es el
do no sólo para conservarlo, sino para encarnarse o personi­ dilema que el codicioso ha presentido toda su vida y que
ficarse en los bienes materiales que se poseen. descubre cuando se siente agotado. En realidad, lo que ha
Entre el temor y el temblor vive el codicioso su aventu­ buscado siempre a través de su aventura codiciosa es afirmar
ra vital. Pero, sobre todo, se aferra con mucho cuido, como y conservar el que verdaderamente es, sin falsos idealismos.
hemos visto, a sus propiedades que guarda celosamente. Son No existe, pues, la artificial antinomia existencialista
sus manos ávidas, símbolo de la garra que apresa, las que que plantea Gabriel Marcel en Avoir et etre. El codicio­
aferran los bienes materiales conquistados con mucho traba­ so por su pasión extremada de posesión demuestra que
jo y afán. No descansa nunca, porque teme le arrebaten sus su ser consiste en tener. Se realiza y es, verdaderamente, al
bienes como, a su vez, él los arrebató. En este sentido se correr la aventura de la codicia. La oposición entre la autén-
entrega de tal forma a su pasión, que ésta le consume. Por­ ticidad espiritual de Ser y la inautenticidad material de Te­
que la finalidad del codicioso, su objetivo real es poder dejar ner es falsa, pues no se puede olvidar que los seres humanos
de desear y reposar. Pero no puede lograr esa paz interior. Y tienen intereses particulares, egoísmos posesivos, pasiones.
en esto consiste la grandeza de su pasión, porque es perfec­ La grandeza del materialismo francés de Helvetius, en su
tamente consciente de que está consumiendo su vida por el obra D ’Esprit, descubrió que el deseo interesado es el
deseo de poseer, no puede evitarlo y seguirá adelante hasta móvil secreto de toda acción humana. Diderot confirmó
el agotamiento, el sacrificio de sí mismo. El codicioso se esta tesis al afirmar que los sentidos materiales y los espiri­
convierte así en un atormentado interior que no cesa de tuales persiguen la conservación del individuo. También los
desear. Allá en la lejanía, aspira a colmar todas sus ansias y empiristas ingleses, como Hume, Berkeley hasta llegar a
poder descansar e imagina cielos beatíficos, paraísos de la Adam Smith, atisbaron en la pasión el origen de toda acción
quietud. Sin embargo, no puede renunciar al deseo de po­ bondadosa, de la virtud y por consiguiente de la Etica. Pese
seer. Más aun, poseyendo, la propiedad que tiene no le satis­ a que las pasiones llevan al enfrentamiento, a la lucha de los
face, no le calma, sueña con dejar de acrecentar sus bienes, hombres entre sí, se conciertan en una armonía razonable y
sus acciones, sus fincas pero, cuanto más tiene, más desea se puede llegar a “ concordar todos en todas las cosas, de
tener. forma que las Almas y los Cuerpos de todos lleguen a crear
La codicia es el veneno oculto del alma, como decía una sola Alma y un único Cuerpo” 3. Resultado que se
Shakespeare, una vez depositada esa semilla crece y se mul­ obtiene cuando los hombres se esfuerzan en perseguir su
tiplica. El codicioso se entrega a ella como si fuese generoso, propio interés y obedecen a sus pasiones para buscar
mejor dicho, sabe que se juega la vida en una apuesta total, pintos la utilidad común a todos. Claro está que esta armo­
pues ofrenda su ser mismo pero nunca sus bienes a los que se nía es irrealizable en un mundo de rivalidades de intereses y
aferra ávidamente. Por ello desea descansar, sin desearlo. <le luchas individualistas propias del capitalismo, salvo por
Esta es su contradicción interior, su dramática ambivalencia. "bra y gracia de esa “mano invisible” de que habla Adam
La utopía de todo codicioso es un falso deseo de ceder Smith. Sin embargo, pese a esta utópica concepción de una
todos sus bienes y refugiarse en una aldea de la montaña. innonía ideal y hasta teológica de las pasiones, tanto los
Estos espejismos de su pasión deseosa de respiro y quietud, materialistas franceses como los empiristas ingleses cono-
revelan una verdad: el cansancio, la fatiga del deseo. El <¡eron que la naturaleza del ser humano es deseo, pasión,
codicioso ha deseado tanto que ya no puede desear más. interés.
Vencido por su propio deseo, se siente arruinado sin una
declaración formal de suspensión de pagos. Ya no quiere 3 Spinoza.
TRATADO DE LAS PASIONES LA CODICIA 69
68

La esencia del hombre es apetecer cosas necesarias para nuestras pequeñas codicias, que nos van distrayendo de este
conservarse. Luego ser es tener. En este sentido todos so­ asalto final que llevará a la prodigalidad, el eeoísmo a la
mos codiciosos. Claro que la posterior separación idealista y generosidad, siguiendo las inclinaciones naturales y secretas
luego existencialista de Ser y Tener, tiene sus razones pro­ de la pasión misma.
fundas. Querer tener es una necesaria alienación de sí mis­ Hemos visto que el codicioso al apoderarse de las co­
mo para subsistir y al mismo tiempo la forma de manifestar­ sas, se queda en ellas. Esta alienación de su vida supone una
se, una afirmación de su ser. El hombre deja su huella en exteriorización, una entrega, un acto de darse que realiza la
todo lo que toca o coge y así humaniza el mundo. Pero al finalidad de la codicia, cuya pasión antitética es la prodigali­
convertir la propiedad privada de deseo en posesión, Tener dad. El pródigo no quiere tener nada y encuentra una satis­
ya no es Ser, en este caso es codiciar, sufrir una alienación facción, un placer en regalar lo que posee, ofrecerlo sin
negativa, un dejar de ser lo que somos: seres humanos. Con mezquindades ni regateos. La prodigalidad consiste en dar,
razón el existencialismo descubre esta fisura entre Tener y sin esperar nada a cambio. No es la dádiva de sí mismo lo
Ser, pues el afán de posesión que desarrolla la propiedad que busca realizar, ofrece el objeto o la propiedad que posee
privada apareja la pérdida del propio ser, que sólo recupera­ para desprenderse de la avidez originaria. No olvidemos que
remos cuando perdamos la codicia. Esta sería la moral del para dar es necesario previamente tener. El pródigo ha sufri­
existencialismo de Gabriel Marcel y otros: renunciar ascé­ do también los tormentos interiores de ese desear sin fin del
ticamente a tener para poder ser. Sin embargo, como no codicioso y quiere descansar, olvidar aquella angustia posesi­
podemos renunciar a desear ni a buscar el interés propio y va. Por esta razón, puede llegar hasta el despilfarro, que es la
tampoco dejar de satisfacer nuestras pasiones, lo realmente materialización objetiva de la propiedad.
humano es no renunciar a nada, codiciando la abundancia, El despilfarrador quiere liberarse de cuanto posee,
la prosperidad, la riqueza para todos. echarlo por la borda, entregarlo a cualquiera, un amigo im­
En esta etapa histórica del capitalismo monopolista provisado, un transeúnte. Le quema las manos tener cosas o
que vivimos, se hace imposible satisfacer el ansia colectiva dinero y sufre la pasión irrefenable, incontenible de la dona­
de posesión y se va desvaneciendo el sueño de hacer fortuna ción. Sus familiares quieren internarlo en un sanatorio psi­
personal. La renuncia subjetiva ala propiedad privada es la quiátrico, le creen loco, ignorando que dar es una pasión tan
base de toda desalienación, pero, en realidad, seguimos codi­ fuerte como codiciar. Aclaremos que al desear nos entrega­
ciando enseres, objetos artificiales y no necesarios. Somos mos, porque el deseo es, a la vez que afán de poseer, una
todos servidores y consumidores de la producción en masa, exteriorización, un ofrecerse, un derramarse en las cosas que
dependientes de las grandes empresas monopolistas que nos despiertan nuestra avidez. El pródigo, como lo tiene todo,
contentan proporcionándonos objetos codiciados por los nada desea y no puede entregarse. No es extraño que le
deseos ilusorios y metafísicos que nos han creado. Así nace domine por entero la pasión de dar. Pero su donación es una
el conformismo, aceptación sin crítica de un mundo social forma de ocultarse que, al mismo tiempo, revela lo que
que discriminad amen te permite podamos colmar nuestras ape­ pretende esconder: el ser que es. Heidegger denomina “ver-
tencias, saciar nuestras múltiples codicias. Pero de la con­ horgen” a este desvelamiento de la ocultación. El pródigo,
ciencia de esta condición de consumidores siervos surgirá la d dar sin tasa ni medida, pretende taponar el agujero negro
gran codicia colectiva: apoderarse de la única gran propie­ de una culpa: la codicia originaria. Actúa como si pagase
dad, el sistema de producción. Hasta que llegue ese momen­ mía deuda libremente contraída. Se ha apropiado de bienes
to, la hora de la ruptura histórica, el despertar del Gran que no cree suyos o no necesita, y al darlos devuelve lo que
Codicioso, seguiremos gozando con fruición tranquila de no le pertenece. Es natural que, en una sociedad basada en
70 TRATADO DE LAS PASIONES LA CODICIA 71

la conservación y defensa a ultranza de la propiedad priva­ de caer también en la desidia más completa, ir abandonán­
da, el pródigo constituya un peligro tan grande como el dose lentamente hasta sumergirse en la apatía originaria.
ladrón. ¿Es la prodigalidad una pasión dañina? No, ai despojar­
La prodigalidad manifiesta lo impropio de la propiedad nos de la propiedad, nos desprivatiza y desaliena. La prodi­
y la culpabilidad de apoderarse de un bien que es común a galidad nos enseña a perder ese artificial “ instinto de propie­
todos. En efecto, el deseo, y hasta cierto punto la codicia, dad” que durante siglos se ha enseñoreado de la subjetivi­
pueden legítimamente aspirar a poseer objetos fungibles, dad, penetrando en nuestro ser hasta casi constituirlo. La
para nuestra conservación y subsistencia, pero no podemos prodigalidad es una pasión liberadora del individualismo po­
adueñarnos de un bien material duradero, como el aire, el sesivo, pero no hace desaparecer la codicia originaria siem­
suelo, el campo, las ciudades, para desnaturalizarlo. Contra­ pre creadora de nuevas pasiones. Si la liberalidad del derro­
riamente a la sentencia ingenua de Proudhon, la propiedad che calma el ansia posesiva, basta que los ojos recreen su
no es un robo, pero si es un delito la privatización de la inirada en objetos desconocidos, para que surja un nuevo
propiedad por codicia. Por consiguiente, donar pródiga e género de apetencia: la envidia.
insensatamente revoluciona el mundo de los propietarios,
los enfurece con toda razón. El pródigo aparece como un
inconsciente, un irreflexivo que atenta contra él mismo y
contra la sociedad. Sin embargo, esta rebeldía del pródigo
expresa lo más verdadero de su individualidad. No se alza
contra el orden de los propietarios ni contra su ser como tal,
se opone con todos sus medios a la universalización de la
propiedad: lo que tiene cree que es particular y únicamente
suyo, que puede tirarlo, regalarlo o usarlo como mejor le
parezca. De esta forma, privatiza aún más lo que posee, y se
convierte en más radicalmente posesivo que nadie.
La esplendidez del pródigo puede revelarse como ufa­
nía, una pretensión exagerada de exhibir su riqueza y poder,
o fatuidad, enorgullecimiento pedantesco. También puede
esconder un vanidoso, que se siente satisfecho al regalar,
invitar y obsequiar para aumentar su prestigio y que todos
canten sus alabanzas. El pródigo puede ser un benefactor,
alabado y bendecido por los que reciben sus bienes, llegan­
do a despojarse de cuanto posee. En este sentido, recuerda
el franciscanismo ingenuo, puro que renunciaba a todos los
bienes terrestres para entregarse al goce tranquilo de la Na­
turaleza. Esta pasión franciscana revela la mayor codicia de
propietario: todo lo que quiere y contempla, el universo-
mundo lo siente suyo. Pues bien, a semejanza del francisca­
no, el pródigo experimenta una santa indiferencia por todos
los bienes terrestres hasta alcanzar cimas ascéticas, pero pue-
LA ENVIDIA 73

dia: descubrir la carencia de algo que otro posee. En este


sentido Juan Luis Vives distingue la envidia del deseo y de
los celos, y dice: “ Esta consiste en un encogimiento del
ánimo por el bien ajeno; en lo cual hay cierta mordedura y
X. LA ENVIDIA dolor, y por eso tiene parte de tristeza” 1. Entiende que se
puede envidiar de tres maneras. Cuando “nos perjudican por
El hombre toca, palpa, acaricia para conocer los objetos aminorarse nuestros bienes al sobrevenir otros mayores” y
codiciados que luego aferra y, finalmente, hace suyos. El contra los cuales nada podemos hacer. Otra causa es “ la del
codicioso es el ser de las manos. Por el contrario, la bien ajeno, el cual, aun cuando no nos daña, sentimos sin
envidia es más sutil y sus órganos son los ojos que siempre embargo que no haya sido sólo para nosotros” . La tercera
están atentos, curiosos, pendientes de lo que pasa. En todas razón emana de no querer “que otros consiguiesen lo que
las lenguas romances derivadas del latín las palabras envidia, nosotros, o lo que deseamos o hemos deseado sin haber
envieux, inveja, invidea, enveja proceden del verbo invideo podido alcanzarlo” . Pero señala que existe una cuarta forma
que significa mirar con recelo y estimar alguna cosa. El de envidia radical, definitiva “ cuando el bien nos duele sim­
envidioso mira desconfiando de lo que ven sus ojos, espera y plemente y sin mira alguna de nuestras utilidades, sino sólo
acecha como la serpiente al objeto o persona que desea. Más por creer malo que otros estén bien” . Esta es la peor y más
que poseer, quiere despojar al otro de lo que tiene, robar lo abyecta forma de envidia, porque “ no entiende de diferen­
que a él le falta y necesita. Bacon nos explica que la envidia cias: todo lo invade y destruye” .
“ es la afección más vil y la más depravada. Por esta razón, es Para Spinoza la envidia es un afecto que se orienta/
el atributo propio del demonio a quien se llama El Hombre hacia el odio, porque la sola presencia del envidiado recuer­
Envidioso. La envidia trabaja sutilmente en la oscuridad” . da al envidioso cuanto le falta a él. Pero es un odio lleno de
Mientras la codicia nace con nosotros, pues constituye amor, ya que el deseo de ser como el otro y poseer las
el deseo de existir y de ser, la envidia nos viene del mundo cualidades que éste tiene originan su envidia, “ es el mal que
exterior, es originada por las cosas y los seres que nos ro­ causa el bien” , decía Descartes. En el fondo, este envidioso
dean. La envidia entra por los ojos, pero en tanto no se fija dente admiración por el envidiado. Caín admira a su herma­
y adentra esa mirada de lo que deseamos obtener, no la no porque los frutos que cosecha suben al Cielo, mientras él
padecemos. Podremos sentir competitividad, emulación pa­ se consume trabajando la tierra. Ver día a día, hora ahora
sajera, afección dolorosa y hasta rencorosa, pero no envidia. •orno disfruta Abel la dicha que Caín desea, despierta la
Para sufrirla realmente debe internarse en nosotros, adue­ envidia que le llevará al crimen. Sólo se envidia lo que está
ñarse de nuestro ser. Entonces la envidia vuelve la mirada a próximo. No se puede envidiar desde lejos o a un ser que
la persona que es causa de su deseo y observa, escudriña meramente asoma y luego desaparece de nuestra vida. Por
hasta llegar a conocerla. En este sentido es, también, una rilo envidiamos al padre, al hermano, al amigo, al vecino.
pasión de conocimiento. Aunque el envidioso está fascinado La envidia es una pasión atormentada por la dualidad:
por el ser que tiene ante su mirada, esta ofuscación no le odia con violencia, desea suprimir al otro y al mismo tiempo
resta juicio, por el contrario razona con atención y sin prisa. se preocupa, vela por él, no puede vivir sin su presencia. El
Examina a la persona envidiada como si fuera una mercan­ rnvidioso cela para ver sin ser visto, pero no siente celos.
cía que se debe tasar para conocer su calidad exacta. “ ¿Qué
tiene esa persona que yo no tengo? ” , se pregunta el envi­
dioso. La respuesta revela el mecanismo secreto de la envi­ 1 Tratado del alma.

72
74 TRATADO DF. LAS PASIONES LA ENVIDIA 75

Mira, observa, está pendiente del que envidia sin salir nunca esclavos y están dominados por su incapacidad de acceder a
de sí mismo. La envidia es una pasión que corroe interior­ lo que ambicionan. En esta misma línea, Max Scheler vincu­
mente y es tan intensa y atrozmente sentida que puede la la envidia con el resentimiento y el odio, ya que “ surge
llevar a los peores desafueros. Pero también puede conte­ tliel sentimiento de impotencia que se opone a la aspiración
nerse y consumir toda una vida en pequeñas envidias: la hacia un bien por el hecho de que otro lo posee” . Pero
corbata de un amigo, la finca que posee, la forma ondulada ¡entiende que la envidia más trágica es “ la que inspira una
de sus cabellos, los éxitos por su riqueza o ascética pobreza. persona no por los bienes que posee, sino por lo que ella es
Son muchas y muy variadas las formas en que se mani­ intrínsecamente” . Claro que también el envidioso puede
fiesta la envidia y también sus causas, pero la pasión es reaccionar, disminuyendo a quien o lo que envidia. La tenden­
siempre la misma, “ trabaja en la sombra” 2, en la oscuridad cia del envidioso a injuriar, rebajar y empequeñecer los valo-
tenebrosa de la conciencia y allí, entre tinieblas, atormenta ies que admira y desea es puro “ negativismo universal de los
y enferma. Al interiorizarse la envidia se profundiza, pero valores”4 .
envenena y corroe. Esta es una envidia pasiva, doliente En la sociedad moderna, como resultado de la libre
que amarillea el cuerpo y oscurece el alma. Pero hay otra competencia y la lucha cotidiana de intereses opuestos por
envidia, dice Unamuno, activa, soleada, angélica, esti­ el dominio del mercado, la envidia se convierte en pasión
mulante y creadora. Este envidioso quiere ser como el que generalizada o unlversalizada. Los empresarios compiten en-
es objeto de su envidia, imitarle, parecérsele. El envi­ lre ellos, los comerciantes riñen por ofrecernos sus mercan­
diado termina por convertirse en modelo o imagen favorita cías, y hasta los tenderos se disputan y celan por la calidad
del envidioso quien, impulsado por esta envidia emuladora, ile sus productos. Este estado de rivalidad colectiva engendra
puede llevar a cabo hazañas increíbles. una envidia solidaria, armoniosa, una forma de convivencia
La admiración que conlleva la envidia le descubre a social, que tiende a disminuir con el advenimiento del capi­
Schopenhauer la bondad, hasta cierto punto, de esta pasión, talismo de los monopolios que, como dice Galbraith, dictan
y dice: “ Es natural sentir como amarga la propia escasez, mis leyes al mercado e imponen sus precios. ¿Desaparece la

cuando se contempla el gozo y la propiedad ajenos” . Tam­ envidia al perder su raíz social que es la competencia? Por
bién, por lo desdichado que es el envidioso, hace hincapié en el contrario se acentúa, pues al multiplicarse los bienes y
que la envidia es humana y muy diferente de la alegría que facilitar el acceso a ellos se envidia a los que tienen más. Y
se experimenta ante el mal ajeno que “ es pura crueldad olvidamos o ignoramos a quienes disponen de los hilos del
diabólica” . Schopenhauer describe la envidia como una pa­ poder económico, los invisibles señores del sistema produc­
sión solitaria que crea un muro entre el tú y el yo, imposible tivo, para fijar nuestra atención envidiosa en el vecino que
de abatir. Por el contrario, la filosofía irracionalista alemana posee un gran auto u otro objeto delicado y exquisito que
condena la envidia como la más horrenda de las pasiones, aiscita en nosotros una envidia creciente y corrosiva. La
pues constituye una solapada y secreta amenaza contra los •.ociedad de consumo que, en principio, permite a las dife-
valores del hombre noble. Esta pasión es “ biliosa, esquina­ icntes clases sociales tener acceso a todos los bienes, debería
da, de mira oblicua. Se envidia al que sube alto, al gran iminorar la envidia pero, en realidad, la aviva y enardece.
hombre, al rico” 3. Estos envidiosos tienen una moral de Puede alegarse, con cierta razón, los beneficios de esta rivali­
dad, pues la envidia por los mismos objetos crea una sociali-

■ ---------------------------
2 Bacon.
4
3 Nietzsche. Max Scheler.
76 TRATADO DF, LAS PASIONES LA ENVIDIA 77

dad o convergencia, funde individuos diferentes en un deseo • líela. Freud afirma que compañerismo, solidaridad, espí-
común que los empuja a emularse entre ellos por su pose­ ulii de cuerpo derivan de esta envidia primitiva. -
sión. i Otra de sus formas de manifestarse es la envidia medi-
Hay otra forma de envidia que es sentir al otro como si i<iIiva, reflexiva, consciente de la realidad del Otro como
fuese yo mismo. Al envidiarlo me identifico con él y la pi esencia ausente. Este envidioso lleva a su morada interior
envidia se convierte en solidaria. Heidegger concebiría la ■I ser que envidia, se lo representa vivamente y no lo
envidia como una manifestación del “Mitsein” , existir con­ ■•!vida nunca. Lo mira con los ojos físicos, órganos de la
juntamente envidiados y envidiosos. Al sentir con otros se­ • nvidia, y después lo revive por el recuerdo. Puede limitarse
res distintos que se me oponen, pero no me son indiferen­ ••lo a tenerlo siempre presente y quedarse en esta negación
tes, la envidia nos socializa. La envidia, así, es un mensaje de otro, lo que avivará su envidia corrosiva. Pero también
contacto, de conexión o intercambio, ya que no puede sen­ puede profundizar en él, analizarlo hasta llegar a compren-
tir envidia el que no convive, el aislado, el apático, el indife­ •Ir rio, es decir, aceptarlo positivamente, envidiándolo amo-
rente. Pero, como observa Marx, dentro de esta unidad so­ i<-saínente. Esta forma de envidia ahonda en la conciencia
cial del mercado se libra la lucha de las individualidades ■Irl otro, penetra y se sumerge en sus conflictos, trata de
poderosas o envidiosas. Precisamente, es esta relación inten­ llegar a ser como él, de superarle, enajenándose. Querer
sa, o correspondencias recíprocas que crea la intersubjetivi­ iiT lo que otro es, puede constituir también un proyecto de
dad, lo que, a su vez, apareja la separación, el aislamiento de vida consistente en envidiar, estimando y valorando, al que
las conciencias individuales. El mecanismo unificador del r abomina, queriendo al que se odia, su doble. Es la histo-
mercado que escinde y separa, origina las envidias múltiples. i la que nos cuenta Unainuno en Abel Sánchez. En este
La envidia es la expresión de esta lucha de rivalidades, de los •uso, la envidia opera esa escisión en la conciencia de que
conflictos de los individuos solos, pero conectados por una habla Hegel: “Yo soy Yo y el Otro que llevo conmigo” 7.
acción común que los enlaza a través del trueque de mercan­ Dividirse a sí mismo al objetivarse, ¿es la realidad de la
cías, del comercio recíproco. El mercado es el eje de la ■onciencia? ¿Ese otro es mi yo, o es su imagen que está
coexistencia pacífica de los individuos. Así se origina el •Irntro de mí fija, impresa? Tal vez soy diferente del que
milagro de la convivencia envidiosa, una armonía de intere­ • iría ser,, como dice César Valíejo en un poema, y me veo
ses contrarios y opuestos de las envidias reales, el “ Geistige n otro que se esconde a mi mirada en una esquina, o anda
Tierreich” 5, como llamaba Hegel a la sociedad civil burgue­ por las calles, me detengo a mirarle y descubro que somos
sa. También para Freud, la envidia es el origen de la sociali- Iguales. La semejanza puede resultar sorprendente y hasta
dad, porque esta pasión nace “ cuando el hijo mayor acoge iri rible, pero se entabla el diálogo con ese otro. “ Estos
en un principio la intrusión de un nuevo hermanito” 6. Esta monólogos son refracciones de la conciencia de sí mismo” ,
envidia hubiera quedado satisfecha con el asesinato del i omenta lúcidamente Eduardo Dieste. Muchos yos diferen-
hermano recién llegado, pero como no puede llevar a cabo Irs pueden habitar mi yo unitario.
¡este crimen, el niño se siente obligado a solidarizarse con Miguel de Unamuno concibió la envidia como una pa­
los demás. Y así comienza a formarse en él un sentimiento úl única, ontológica, metafísica, cuando es plural, históri-
comunitario que experimentará un desarrollo ulterior en la , dialéctica. En su obra Abel Sánchez podemos ver las etapas
I proceso de esa envidia total, dominante, estática y no

s “ Reino animal del Espíritu”.


6 La psicología de las masas. La fenomenología del espíritu.
78 TRATADO DE LAS PASIONES LA ENVIDIA 79

dinámica, intemporal. Joaquín Monegro la ha sentido siem­ !.uñoso. El médico Joaquín intenta aplastar con su re­
pre, desde que nació, como un bebedizo le dió Dios, como nombre la fama de Abel. Como la envidia no le deja amar,
una pasión eterna. No es la historia de una pasión que se va Ifaquín se casa por compasión para luchar contra Abel.
haciendo hasta apoderarse del alma de un ser. La envidia de "¿No seremos todos envidiosos?” , se pregunta Joaquín.
este personaje es siempre la misma, innata, inmóvil. Por ello Quizá nacemos con este pecado original porque codiciamos,
Abel Sánchez, el envidiado, es Joaquín Monegro, el envidio­ •leseamos, amamos. La fama de Abel le persigue por todas
so, y ambos, imágenes especulares de su creador. No hay un partes, y éste pinta su gran cuadro sobre el tema bíblico
conflicto real de individualidades fuertes, es un solo perso­ Caín y Abel. “ ¿Quién mató a Caín? Su hermano Abel” ,
naje que reflexiona, se contempla en su espejo y objetiva su afirma Joaquín, porque el envidiado, el favorito, el privile­
subjetividad. El objeto es Abel Sánchez, el sujeto Joaquín giado mata al desafortunado, el desdichado que está conde­
Monegro. Una obra de espiritualismo laico, de soledades nado por Dios a la envidia. Lo va asesinando poco a poco
concentradas, recluidas en sus celdas interiores. El Otro a ••on su felicidad y alegría que suscitan la desdicha y la triste­
quien se envidia es una ficción necesaria, para el monólogo za del otro. Abel es la imágen que está dentro de Joaquín
dialogado del envidioso consigo mismo, con su pasión, un torturándole, encendiéndole de negruras y rencores acumu­
desdoblamiento, pero no el conflicto real de intereses lados. Tan se entrega Joaquín a su envidia que acaba engran­
opuestos, una libre competencia. Esta novela es la expresión deciendo a Abel. En el discurso que pronuncia con motivo
de un mundo estático, estrecho, provinciano sin cambios de la presentación del cuadro, aparecen intuiciones lumino­
profundos, eternamente establecido en sus pasiones definiti­ sas de Unamuno: la envidia estimula, incita a transformar lo
vas, metafísicas. Es la atmósfera espiritual de los intelectua­ que se desea y hace propio cuanto envidia. Así, este envidioso
les, de los célibes, de los solitarios que corresponde a una es fundador de ciudades, padre de la industria, de la vida
etapa histórica del individualismo burgués. Sin embargo, social. También puede ser un extraordinario agitador de ma­
Abel Sánchez nos ofrece la envidia como una pasión sas, un magnífico revolucionario porque es “ ingeniero de la
condensada, químicamente pura. Por esta razón, es reve­ •■iividia” 8 En efecto, vivir significa luchar, competir, desa­
ladora y demostrativa. Joaquín sintió la natural envidia liarse, rivalizar, es decir, envidiar. Las envidias son más pro-
infantil ante la popularidad de Abel, que era simpático, y Inudas y agudas en las pequeñas ciudades porque los hom­
él antipático. Todavía adolescentes, ambos sueñan: uno va bres se avecinan, están muy próximos, muy unidos. Cómo
a estudiar, el otro pintará. Pero Joaquín y Abel son no van a sentir envidia si todos son como hermanos. Por ello
reflejos del mismo espejo, tienen igual ambición de gloria, exclama Abel, agradecido al discurso de Joaquín: “ Tú y no
de fama, de renombre. Son los idénticos envidiando, ape­ yo has hecho mi cuadro. ¡Tú! ” .
teciendo, y aman a la misma mujer. Triunfa Abel, el
envidiado-envidioso que no sabe qué envidia. Por el contra­ La envidia es, en el fondo, admiración, odio y amor,
rio, Joaquín es consciente del rencor que siente por su envi­ una pasión dialéctica, contradictoria. Si la envidia, pecado
dia: “ Empecé a odiar a Abel con toda mi alma y me propu­ "liginal de la codicia, fuese querer desposeer, negar al otro,
.n ía entonces odio, que es otra pasión que busca destruir.
se, a la vez, ocultar este odio, abonarlo, criarlo, cuidarlo en
Mientras que el verdadero envidioso quiere conservar al en­
lo recóndito de las entrañas” . Esta es la más exacta defini­
vidiado porque representa una imágen de lo que él aspira a
ción de la envidia, su interiorización en la conciencia. Allí se
conserva como pasión demoníaca de las tinieblas. La envidia
es un odio secreto, oscuro del alma, frío, congelado que
nació al socaire de su amor. Abel se convierte en un pintor 8 Helmut Schoeck.
LA ENVIDIA 81
80 TRATADO DE LAS PASIONES
En la novela de Unamuno, Joaquín mata imaginativa­
ser. Por ello, aunque intenta privarle de sus cualidades y mente a Abel, asesinato de ficción teatral, un puro espejis­
bienes, no es para destruirlo. “ Sólo un envidioso puede en­ mo para convencer que son dos personas diferentes. Pero no
contrar placer con mi impotencia y mis sufrimientos” 9. Sí, i-paña a nadie, todos sabemos que son una sola y única
deleitan las penas del envidiado, porque el secreto de la persona, un actor con dos máscaras diferentes de la envidia.
envidia es desear su mal, pero no busca destruirle. Desea Así como las soledades contrapuestas o unidas crean la
empobrecerlo para engrandecerse. Envidiamos para privar a envidia, también despiertan la pasión contraria: enriquecer
los otros de lo que tienen, para ensanchar nuestros domi­ ,i! otro, dotarlo de bienes y cualidades propias. Sin embargo,
nios, potenciar nuestro yo. La envidia es como un odio, esta donación de sí nace, paradójicamente, de la envidia
pero no es el odio, y tampoco la admiración del envidioso es porque la presencia continua, torturante, obsesiva del otro
amor, pues el que ama quiere el bien del amado. El amor es para descubrir cómo es, despierta el deseo de darle lo mejor
una acción desinteresada, un deseo de perfección para el ile uno mismo. Quizá esto proceda del instinto o reacción
otro, hacerlo mejor, amándolo. Por el contrario, el envidio­ biológica primitiva de cobijar y proteger al otro para defen­
so si admira es porque quiere imitar al que envidia, lo consi­ dernos, al sentirnos partícipes del idéntico destino de la
dera un modelo ideal, pero no quiere hacer bien a lo que ya especie, para perpetuarnos. Este altruismo opuesto a la envi-
considera perfecto y deseable. Y su admiración no es ado- •lia es su pasión antípoda, pues las envidias al multiplicarse
rativa realmente, pues a lo sumo que aspira es a una igual­ pueden destruirnos. Y, para salvarnos, necesitamos la ayuda
dad, es decir, tener lo que el otro tiene. Con razón ha dicho recíproca que nos proteja contra la envidia corrosiva y disol-
Marx que el comunismo primitivo es la envidia generalizada, vente. Es la lucha de la patía, de la vida, contra la apatía, la
ya que aspira a la igualdad absoluta. indiferencia, la muerte.
La dialéctica de Unamuno es cualitativa, de antítesis Al deseo de posesión que origina la envidia se opone el
insalvables, dramáticas. Su Abel Sánchez nos ofrece an­ afán de entrega, de renuncia. El primero es una necesaria
tinomias desgarradoras: “ todo odio es envidia, todo odio, afirmación de sí para subsistir, el segundo una negación o
padres, es envidia” . Creemos que hay también amor, porque ibdicación del hombre. Pero el afán de posesión, pasión
el envidioso afirma la existencia del envidiado, no quiere iK’tiva y enérgica es, a la vez, una negación, una realización
su eliminación pura y simple. El que envidia, afirma Una­ del deseo, mientras que la dádiva de sí mismo es una afirma­
muno, admira y en consecuencia ama. Pero de esta forma ción, una realización de sí mismo. Es por el altruismo que
confunde admiración con amor. El envidioso ama en cierto llegamos al egoísmo, a la defensa conservadora del yo, al
sentido, al alegrarse con las penas y agobios del envidiado. individualismo solitario. No es extraño que sea desde la sole-
Le ama diabólica, perversa y odiosamente, pero no ama con dad que intentamos realizar nuestra ofrenda. No salimos
amor. En todo amor hay odio, pues al combatirnos los que nunca de nuestro yo, pero nos abandonamos íntegramente.
nos amamos, nos odiamos amorosamente, pero no hay nun­ (JMieremos a todos sin salir de nuestra soledad. Como Malte
ca envidia. En el fondo, este envidioso lo que quiere es ser I inridds Brigge cuando se asoma a la ventana de una casa
envidiado, “ ¡ah, si me envidiase, si me envidiase! ” , excla­ ■n París, para entregarse, ofrecerse sin salir a la calle. Nos
ma Joaquín. Esta es su verdadera envidia que se vuelve con­ limitamos a desear la entrega, pero nos cuidamos mucho de
tra sí mismo “ en la soledad jamás lograda de estar solo, sino ollar hacia lo desconocido. Lo que realmente se quiere es
*

que siempre allí él, el otro” . .cutir el sosegado anhelo, este quieto y sereno afán de dona-
i ion sin fin. Amar a todos y a nadie, es el drama de Malte,
||iir expresa exactamente la poetisa portuguesa Florbela Es-
9 S pinoza.
82 TRATADO DE LAS PASIONES LA ENVIDIA 83

“Eu quero amar, amar perdidamente. no es compasión ni caridad, corresponde a la bondad natu-
Amar só por amar; Aquí... além. ral del hombre, a su capacidad de entrega y negación de sí
Mais Este e Aquele, o Outros e toda a gente. mismo para vivir la existencia de los otros. La pTesencia
Amar. amar. E nao amar, ninguem”. ajena puede darnos y nos da, de hecho, la dimensión exacta
de lo que deseamos. Vivir soterrados en las cuevas del in­
Cuando sólo se ama por amar, es pasión la dádiva, pero no es consciente, impide saber lo que queremos realmente. Se co­
amor. En todo deseo existe una manifestación, una realiza­ dicia porque somos pasiones interesadas, pero nuestros ape­
ción personal y al entregarse sin salir de sí mismo se exterio­ ólos inmediatos no nos unifican ni acuerdan jamás. Cada
riza como un amante eterno, esencial. La tragedia de Malte uno sigue su propia senda oscura, que se entenebrece con
consiste en que no tolera ni acepta ser amado. ¿Cómo amar dudas y vacilaciones. Es necesario que otros vengan a ofre­
solitariamente, sin el intercambio necesario? Lo natural es cernos soluciones, abrir nuevos caminos. Claro que podemos
no poder amar sin ser amado, ya que la reciprocidad es la unirnos en defensa de nuestros intereses, solidarizarnos pe-
base del amor. En el caso de Malte y otros semejantes, se io, aun así, no tendremos fines comunes, tan sólo concierto
trata de un amor sin pasión, de un desamor. La pasión de la de voluntades, soluciones espontáneas. Necesitamos revolu­
dádiva esconde un anhelo interior que no puede satisfacerse cionarios activos que racionalicen nuestros deseos, nuestros
nunca. Luisa Labbé, Gaspara Stampa y Santa Teresa sienten objetivos. Sólo ellos, como los personajes de André Malraux
la pasión de darse sin fin ni acabamiento, es entregarse pol­ '•n Condición humana, sienten la verdadera fraternidad, ha­
la entrega misma, es el don de sí necesario por temperamen­ cen luminosas nuestras pasiones oscuras, nos enseñan a diri­
to y constitución. Esta ofrenda es una pasión en la que se mimos conscientemente a fines concretos y a otros últimos
consumen y arden. más definitivos. Estos seres que se entregan a vivir la vida de
“ Opfer” , en alemán, significa donación y a la vez sacri­ otros, “ apóstoles” les llamaron los rusos a principios de
ficio. El que se da sin límites renuncia a sí mismo para '•ij'lo, no unen altruísticamente a la humanidad, como los
reafirmar su soledad y cae en una íntima ansiedad que le leofilantrópicos de la Revolución Francesa, ni guardan rela­
domina. Sentir este afán de darse, es lo contrario de la ción alguna con el amor individual. Sin embargo, sin esta
envidia que codicia y apetece lo que otros tienen. La cari­ ■opacidad o disponibilidad del hombre para entregarse, no
dad es el sentido profundo de la prodigalidad. El caritativo existiría la pasión del amor. Para amar es necesario prodigar-
se da y proyecta su donación, mientras que el pródigo se ic sin fin, renunciando a los fines posesivos de la pasión
limita a repartir lo que posee, pero se libra muy bien de interesada. Por ello, solamente educando a los hombres, cul­
entregarse él mismo. Sin embargo, esta entrega se manifiesta tivando su tendencia natural a la generosidad, podrán capa-
de formas diversas. Unos se alegran del éxito, de las conquis­ ' liarse para el amor. Sin conciencia del sacrificio del interés
tas, de la felicidad de los otros, del bien ajeno, pero pasiva y propio en bien de los otros, no podremos acceder nunca a la
fríamente, y otros apasionada y activamente. Querer el bien verdadera pasión amorosa.
de otro es participar en su vida, hacer propios los problemas En el hombre hay fuerzas generosas que se oponen a la
que le agobian, ayudar a resolvérselos material y moralmen­ • nvidia oscura y demoníaca que clausura en la soledad tene-
te. “ Esta caridad cristiana es la base de la potencialidad luosa de sus tormentos. A esta pasión activa que se ocupa
revolucionaria” 10, convertiría al cristianismo en energía o •Id bien ajeno, corresponden igualmente las sinceras pasio-
praxis transformadora. Sin embargo, esta pasión por el otro cristianas de caridad, compasión, conmiseración, por
I r. que sufrimos con los otros. Nos aproximamos a sus cora­
zones, participamos de sus conflictos, les proporcionamos
10 E rn st B loch.
84 TRATADO DI'. LAS PASIONES LA ENVIDIA 85

consejos útiles o inútiles, hasta les resolvemos angustias eco­ pues, generosidad de esta pasión humana que constituye la
nómicas. Todo ello nos hace conscientes de nuestra capaci­ antípoda de la maldad, del egoísmo y de la envidia. ‘
dad de desprendimiento, de generosidad, pues deseamos fer­ , fSe ama en realidad cuando se participa activamente en
vorosamente el bien ajeno, pero no les abrimos perspectivas la vida del otro, se ayuda a construir su bienestar.* Esta
de la conciencia ni del amor. Nuestra pasión es pasiva, inac­ pasión bienhechora crea la unidad apasionada de los hom­
tiva. Nos contentamos con asistirlos en su tristeza y cobijar­ bres. Mientras que la caridad es una pasión pasiva que no
los en su desamparo. En realidad, colaboramos a que acep­ compromete, pues sentir amor por todos, como el personaje
ten con resignación su destino trágico. No despertamos en de Rilke, es crear soledades insatisfechas, anhelantes, perdi­
ellos la capacidad de sacrificio ni los alentamos a que bus­ das en la infinitud. El dadivoso Malte, como el envidioso
quen las causas reales de sus desdichas. “ Amar es compade­ loaquín Monegro, sólo se aman y envidian a sí mismos. Son
cer” , decía cristiana y evangélicamente Unamuno, lo que proyecciones de la conciencia solitaria del yo, incapaces el
significa unirse a otro en el abrazo de la tristeza resignada. primero de amar porque sufre una pasión desapasionada, y
Este amor inactivo no transforma ni trasciende a quienes lo el segundo riñe un conflicto consigo mismo, aislado, solo,
viven, pues aceptan su condición humana como inevitable. ■.in luchar verdaderamente con el otro a quien pretende en­
Por esta compasión recompensamos a los otros de la envidia vidiar. La envidia como su contraria la caridad, son pasiones
dañina, destructora y nos quedamos tranquilos frente a noso­ que se sufren, arrebatan, consumen y no se excluyen porque
tros mismos. Por el contrario, los orgullosos rechazan indig­ se atraen recíprocamente. El envidioso se entrega a su pa­
nados la compasión, entendiéndola como un falso amor que vón, es víctima de ella para afirmarse, y el caritativo se
se les brinda. La conmiseración “ per se mala et inulis est” 1\ consume solidariamente, amando sin amor. Así, la envidia
ya que el compadecido se siente despreciado en su condi­ enciende “ la guerra civil de los nacidos” 12, la lucha implaca­
ción humana, disminuido en la consideración y estima del ble de las individualidades, la libre competencia de la inicia-
que le compadece. Y, realmente, no se puede amar cuando uva privada, y su antípoda la caridad generosa, que desea el
no se valora, aunque sea participando del dolor ajeno. amor y el bien de todos, nos aisla y separa, creando más
La caridad cristiana es una pasión generosa, pero impo­ '•'dedad. Bien lo previo Spinoza cuando dice: “ No son me­
tente, inefectiva. No es amor ni tampoco lo posibilita, por­ nos insensatos porque excitan la risa, aquéllos que se consu­
que esta entrega ilimitada de sí mismo no es para el bien de men de amor, y noche y día no más dan que en pensar o
los otros, la búsqueda de su felicidad y alegría, sino para ■oilar en la mujer amada” , sufren una pasión imaginativa
conllevar ambos el sufrimiento y la desesperación, aceptan­ que se enciende y apaga a sí misma, sin contacto con la
do resignados el mal y el dolor. No es el camino del amor, icalidad. Estas soledades son malsanas porque conciben pen-
que es la unidad en la transformación, el himno de la ale­ ..miientos tenebrosos, despiertan suspicacias y temores que
gría. El amor es una pasión gozosa, efectiva, no una pasión nos arrebatan cuanto poseemos. Si la envidia es deseo de
dolorosa, inactiva. Es la posesión práctica, sólida de un bien poseer la inteligencia, el éxito o la corbata de mi dichoso
o persona querida que nos colma de satisfacción, de pleni­ hermano, existe otra al revés, que se refleja en ese miedo a
tud y que valoramos tanto que con su posesión podemos que otro envidioso se proponga conquistar el bien más pre-
cambiar por completo nuestro estado de miseria, de sole­ • indo, el tesoro de mi alma, la fuente de mi dicha, tan bien
dad, y conquistar una felicidad radiante, completa. Bondad, descrito por Tofte13 y que viene a confirmar Descartes
12
Francisco de Quevedo
11 S p in o za. 13 Blasón de los celos.
86 TRATADO DE LAS PASIONES

cuando dice: “ la jalousie est une espéce de crainte qui se


rapporte au désir qu’on a de se conserver la posession de
quelque bien” . La envidia es celotipia, cuando el envidiado
se convierte en guardián de algo que teme perder. La envidia XI. LOS CELOS
por exceso de cuidado lleva inevitablemente a los celos.
Si la envidia es amarilla, el color de los celos es verde, “The
r.rcen-eyd Monster” 1 . Los celos viven agazapados mucho
i icmpo y en su cueva se alimentan de ideas, concepciones,
Imaginaciones que despiertan el recelo que los origina. Co­
mienza el celoso por no diferenciar lo que cree ver de la
icalidad. El peligro entre lo que aparece y lo que es ya
preocupaba a Shakespeare: “Certain, men should be what
Ihey seen” 12. Sin embargo, la razón dogmática, el puro ra­
cionalismo y el empirismo ingenuo tenían fe en las presen-
mas inmediatas, creyendo en la realidad tal como aparecía.
I’ero a esta confianza le sucedió la desconfianza. Berkeley y
Hume descubren que tanto nos desconciertan e impresionan
las apariencias que sólo por un frecuente hábito podemos
icconocer las cosas y los seres en su realidad. Shakespeare
hereda esta desconfianza del despertar escéptico. Más tarde,
Kant restablecería, por sus juicios sintéticos a priori, la con­
lianza subjetiva en la objetividad. Como vemos con los ojos
V el tacto de nuestras manos es, pues, la subjetividad sensi­
ble que nos certifica la verosimilitud de las apariencias. La
ciencia despejaría las nubes del ensombrecimiento meditati­
vo, exigiendo que toda teoría, conceits, ideas se compro­
baran por la vía experimental, para conquistar la certidum­
bre absoluta.
Otelo, hijo del escepticismo como todo hombre rena­
centista, discípulo de Montaigne y Erasmo, estaba natu-
ialíñente propenso a las dudas, aunque su naturaleza era
noble y confiada. Yago es el que siembra en su alma los
primeros recelos. Coleridge niega que Otelo sea un personaje
' eloso y lo mismo afirma Pushkin, pero era dubitativo y, por
lauto, inclinado a sospechar de las apariencias. Sin embargo,

1 William Shakespeare.
2 “Ciertamente, los hombres deberían ser como los vemos”

87
TRATADO DE LAS PASIONES LOS CELOS 89
88

en las representaciones de Otelo en la Unión Soviética, des­ y añade Shakespeare: “como si encerrara en su pensamiento
de 1945 a 1957, rara vez se interpretó al Moro como un algún mostruo demasiado horrible para mostrarse” .
hombre obsesionado por los celos. Shakespeare no creía, Los celos nacen de sospechas que se convierten en re­
como Calderón y Unamuno, que las pasioríes son innatas, flexiones que torturan. No sólo cela el que teme perder lo
como bebedizos que Dios nos da al nacer. La pasión de los ■liie le pertenece, sino también el que razona inquieto. Pero
celos se crea lentamente, se nutre de dudas que exigen prue­ no es el celoso un ser desasosegado, irreflexivo, pues al ocul­
bas fehacientes, y se multiplica, se complica en ternuras, tar y encubrir las sospechas que le atormentan, necesita
dulcedumbres. Así, aumenta en progresión creciente hasta pensar, conjeturar, forjar hipótesis. Otelo discute con Yago
desencadenarse y estallar en tragedia. Los celos no son siem­ lodas las posibilidades que pueden surgir del equívoco en-
pre iguales ni se repiten jamás desde una inmovilidad previa. «Uentro de Cassio con Desdémona. “ Dangerous conceits are
m their natures poisons” , dice Yago, “ que pueden quemar
¿Cómo nacen en Otelo?
Yago tiene sus razones para odiar al Moro que no le ha i’Omo minas de sulfuro” . Es, pues, su imaginación especula­
nombrado su ayudante militar. También sospecha que se tiva que tortura al celoso.
acostó con Emilia, su mujer, que ha seducido a Desdémona Otelo, ya víctima de sus celos, cede a la tentación y
y a otras mujeres. Yago es el envidioso que cela por natura­ pide a Yago que vigile a su mujer. Todavía confía en la
leza y como buen cobarde pasivo, incapaz de actuar por sí virtud de Desdémona, pero quiere pruebas, evidencias. En­
mismo, infiltra a otro su envidia. “La conciencia procede tonces se convierte en el celoso verdadero: vive de dudas,
siempre del exterior y penetra en la espontaneidad” 3 .Yago, vacilaciones y deseo de degradar la imagen de su mujer
con mucha astucia y perfidia calculada, despierta los celos de por voluptuosas fantasías de venganza. Negros presentimien­
Otelo. Así, la pasión amarillenta engendra otra verdosa, tur­ tos le asaltan, a los que siguen momentos de calma, entre
bia, más violenta. De la reflexiva, perversa y meditativa envi­ "diosy tristezas. El celoso crea así su propio mundo inte-
dia, nace la grandiosa, arrebatada y vehemente pasión de los iior, en torno al cual giran todos los acontecimientos ex te­
celos. Para despertarla en otro, “ el medio consiste en engañar, nores. Otelo es invulnerable a otra pasión que no sea los
después de algún tiempo, los oídos de Otelo, susurrándole que ' *'los que le dominan. Sin embargo, sigue queriendo a Desdé-
Cassio es demasiado familiar con su mujer. Cassio tiene una mona, a quien ve como “ a fine woman, a fair woman, a
persona y unas maneras agradables, para infundir sospechas . ’íweet woman” , pero días después la cree pérfida, desleal,
He aquí fraguado el plot, la conspiración de Yago en la que "luro que vale más ser engañado mucho que saber sólo un
van apareciendo su envidia, su venganza, pasiones que, para poco” . Insondable y abisal verdad de los celos. Ya no hay
Shakespeare, se entrecruzan, mezclan y confunden. Yago or­ tranquilidad para el espíritu. Cree y no cree que su esposa es
ganiza una pendencia para que Cassio sea destituido de su honrada. Y él, que era el hombre confiado, ha dejado de
mando militar, pero éste acude a los buenos oficios de Des­ «ilo para convertirse en otro ser, ardiente vengativo, conde-
démona para recuperar su puesto. Una buena ocasión para H.ido por sus recelos. Con mucha exactitud Rafael Dieste4 ,
depositar en Otelo la semilla de la sospecha: “No me agrada, drduce que el pensamiento racional origina una extraña des-
-d ice Yago- que Cassio se escapara como un culpable al 1onfianza de la sensibilidad, frente a las presencias reales del
veros llegar” . Estas palabras despiertan los pensamientos mundo exterior. Pues bien, Otelo duda porque piensa mu-
suspicaces de Otelo. “ Pensar, por el cielo, me sirve de eco”, 1lio, durante noches enteras duerme desvelado, lúcido, per-

4 Luchas con el desconfiado .


3 V .I. L enin, ¿Q u é h a cer?
90 TRATADO DE LAS PASIONES LOS CELOS 91

piejo por sus construcciones especulativas. Las sospechas se lado por amor y amó sin prudencia, en demasía, con pasión
han infiltrado hasta hacerse desconfianza pura. desaforada. Despierta finalmente de su delirio y comprende
¿Cómo llegar a la certeza absoluta de su desdicha? «lile ha sido hechizado. La intensidad de su pasión celosa le
“Pienso que tú eres justo, y pienso que no lo eres” . Inseguro llevó a la perplejidad extrema, desconcierto que consuma en
de cuanto le dice Yago, exclama: “ ¡Quiero alguna prue­ (i suicidio. Yago sobrevive, “ más cruel que la angustia, el
ba! ” , como el científico moderno para quien la verdad hay hambre o el mar” , comenta Shakespeare la tremenda perver­
que demostrarla. “Dame la prueba palpable de que es des­ sidad realizada por este personaje, “ divinidad del infierno” ,
leal” , insiste. El celoso necesita apasionadamente una razón que gobernó a Otelo hasta ocasionar tamaño desastre. Pero
justa para sus celos. Quiere convencerse que hay causas ver­ no atribuyamos a un solo hombre la responsabilidad exclusi-
daderas que confirman la realidad de su pasión. El sueño de v.i de esta tragedia, pues son los celos, pasión absorvente, los
Cassio, que inventa Yago, al que agregará el pañuelo robado que realmente matan.
a Desdémona, son pruebas definitivas. Otelo obtiene así lo Calderón de la Barca nos ofrece una concepción dife-
que quería. “Mis pensamientos sanguinarios, con paso vio­ irnte. Los celos no son una pasión que consume al que la
lento no refluirán jamás hasta que no se hundan en una padece, son una razón apasionada, extrema y sutil que busca
inmensa venganza proporcionada a la ofensa” . Ya no podrá lUiardar y preservar a la mujer amada. Este celoso vigila,
contener Otelo su pasión, que le dominará como un vértigo. rHtá atento a lo que es suyo. La esposa forma parte de sus
Ela perdido la racionalidad de sus celos, está fuera de sí, piopiedades y cuando burla al marido comete un atentado
desorbitado y sólo poseído por la furia celosa cuando Yago ' mitra su bien más preciado: el honor, “ esa parte inmortal
le susurra que Cassio se vanagloria de haberse acostado con del hombre” , como dice el mismo Shakespeare, contra el
Desdémona. “ Encima de ella, dormido con ella” , imagina laien nombre, el patrimonio del alma, lo más mío de mí
con tal desesperación que le hace desear su muerte: “ ¡No mismo, lo que llevo dentro para toda la eternidad. Esta
vivirá, mi corazón se ha vuelto de piedra! ” . Pero Otelo ii íu razón gobierna y dirige siempre la pasión calderoniana
sigue dividido, la ama y ia odia, necesita vengarse y desea mu en obras como El mayor monstruo del mundo, donde
salvarla. Tal es la polaridad dialéctica, lucha de contrarios no son la implacable ejecución de una venganza. Tetrarca
que desgarra a los celosos verdaderos. La furia dolorosa de i micibe sospechas al encontrar el retrato de Mariene, su
Otelo se explica porque desconoce a Desdémona, sólo la ha mujer, en manos del emperador Octavio. Sus dudas se aden-
poseído algunas noches. Desdémona le ama por sus hechos 11 un y condensan en un apasionado monólogo: “Todo es

heroicos, por la biografía de soldado noble e íntegro. Pero muía, como no sean mis celos” , que nacen de la codicia, el
permanece entre ellos la diferencia de razas y el sentimiento il.in de poseer íntegramente a su mujer. Es también una
de otredad, extrañeza que enmascara sus verdaderos “ yos” i'.isión de absoluto pues “que amor en el alma vive y si ella a
y da lugar a la desconfianza mutua. Sólo una compenetra­ olfa vida pasa no muere el amor, sin duda, puesto que no
ción cierta podría despejar las incógnitas y desvelar el mis­ muere el alma” . Estos versos del personaje celoso de Calde-
terio que rodea los actos de Desdémona. Pero ya es demasia­ i"ii expresan el significado trascendente del amor del que
do tarde, lo que aumenta los celos y el delirio vengativo de Notan los celos. “ Si yo muero, ella ha de morir, y yo orde-
Otelo. “ ¿Quién eres tú? ” , interroga colérico. Una vez más ii.iré que se la asesine antes que caiga en brazos de otro
la ternura le vence: “ ¡Ay, Desdémona! , ¡Aparta, aparta hombre” . Mariene, al descubrir estos propósitos de unir ho-
lejos, lejos! La contradicción patética de su pasión aflora "i ii y muerte, exclama: “ ¡Oh infeliz, una y mil veces, la que
en estas oscilaciones de odio y amor que precipitan la trage­ ii ve aborrecida de la cosa que más quiere! ” . Si la posesión
dia. Cometido el crimen lo justifica honorable, porque ha ma- h»l;il condiciona el amor, los celos constituyen la defensa
92 TRATADO DE LAS PASIONES LOS CELOS 93

extrema de esta integridad. Pero al descubrir fisuras o Calderón responde: para defender el honor, impedir toda
limitaciones, los celos atormentan y acucian: “Porque ella, al mancha, eternizar su alma. Los celos son así una razón cal­
fin, no ha de ser ni viva ni muerta de otro dueño, no; que mi culadora, instrumental de la propia salvación. Pero los celos
amor se ha de ofender, aunque no lo llegue a ver”.# Este nos entenebrecen, nos disimulan y al sumergirnos en nues-
celoso siente a la esposa como algo de lo que se ha enseño­ iro interior, nos pueblan de razones y sin razones, de dudas
reado y apoderado para toda la eternidad. Por ello, sus celos metódicas, de telarañas vacilantes. Al celar disfrazamos lo
“son hijos de envidia y de amor” , ya que envidia apriorísti- que realmente se busca: saber lo que siente la persona ama­
camente al que pueda poseer a su mujer que quiere para él da, sin que ella se aperciba, para lo cual tenemos que ocul-
solo. Si para Shakespeare los celos tienen ojos de color ver­ larnos, disimular, y al hacerlo perdemos la sinceridad propia
de, para Calderón “ esta rabia, esta pasión de los celos, que buscando la ajena. Entonces sólo queda, calderonianamente
celos son el mayor monstruo del mundo” , tienen ojos de hablando, el honor, el yo soterrado, hundido en las tinie­
basilisco y oídos de áspid. blas de los celos que debemos recuperar sea como sea. El
En El médico de su honra5, la pasión del honor es ■.cutido último de Calderón es salvar al hombre del abismo
más fuerte que la dolorosa de los celos, que ya sólo ■•iniestro en que lo precipita esta pasión.
atormentan ligera y superficialmente. El protagonista, Don Los celos también pueden ser leves como las penas y,
Gutierre, siente muy unidos amor y honor. “ A mi entender, sin llegar al sufrimiento trágico, nos hacen prudentes. La
quien hizo al amor ofensa se le hace al honor en él” . Basta comedia de Tirso de Molina, Amor y celos, demuestra que
el hallazgo de una carta del hermano del Rey dirigida a su '■star celoso “ es facultad que agudiza el ingenio” . Don
esposa, para que sienta su honor comprometido “ ¡A peligro Pedro da celos a la Duquesa Margarita con su hermana Vic-
estáis, honor, yo os he de curar, honor!” . En esta obra toria quién, a su vez, tendrá celos de Carlos al que enamora.
no hay asomo ni rastro de un amor real. El personaje se I os celos “ si aumentáis amores” , unen fas voluntades opues-
propone medicinarse contra su desdicha, disimular sus in­ •as y crean verdadero amor entre amantes desconcertados.
tenciones, esta pena, este agravio. No quiere tener celos, que I stima Tirso de Molina que los celos obligan a pensar seria­
son átomos, ilusiones, desvelos que paralizan la voluntad e mente y al abrirnos las puertas de la sabiduría y la discrec-
impiden descubrir la ciencia que cura el honor. “ ¡Que no se 1¡ón nos hacen buenos y prudentes. Asombraría esta con-
qué son los celos, viven los cielos! ” . “ El amor te adora, el ■lusión, si no supiésemos cómo los celos obligan a meditar
honor te aborrece” . En este conflicto entre razón y pasión, mucho para lograr soluciones a los problemas encontrados
Calderón opta decidido por la teología de la salvación eter­ •leí amor. Pero si el celoso ama de verdad, también puede
na del alma del hombre, es decir, de su personalidad, de su bngir amores que no siente y burla, burlando, engañar has-
trascendencia. Los celos son una estrategia de la pasión li forzar a que se le ame. Son, pues, muchas las formas de
amorosa para descubrir los secretos que oculta la persona cutir celos, como autocelarse, tal el personaje de la come-
amada. Mediante el espionaje celoso, se descubre la verda­ di¡i de Tirso, Celosa de sí misma, que se hace pasar por
dera realidad del otro que también atormentaba a Shakes­ "lia mujer para atraer al hombre que ama, y acaba teniendo
peare, quien, como buen actor que era, sabía todos los tru­ i . los de la imagen que ella ha creado. El juego de Magdalena
cos para fingir y esconder su intimidad. Conocer la verdad a i •«nsiste en representar el papel de la mujer que Don Mel-
través de los celos, ¿para qué? Como buen pragmático, i bor desea y cuya mano preciosa entrevio un día al azar.
• Hiriéndose esa otra, logra conquistar a don Melchor, que
mu en ella la mujer de su sueño. Este desdoblamiento origi-
5 C a ld eró n d e la B arca. " i unos celos reales, sobre todo cuando Angela, enamorada
TRATADO DE LAS PASIONES LOS CELOS 95
94

de don Melchor, le pregunta: “ Siendo tú quien despierta su la Orestiada, de Esquilo, describía los del hijo por su madre
voluntad y encubierta diste causa a su desvelo, ¿de quién adúltera, asesina de su padre, que le impulsan a matarla.
puedes tener celos? “ ¡De mí misma! ” , contesta Magdale­ Es el primer rito calderoniano. Complejo de Orestes en
(¡ne se une el amor por la madre con el deseo de vengar el
na, que desea que el enamoramiento de Don Melchor, más
soñado que real, se convierta en amor. Debe descubrir su nombre de su padre. Complejo de Orestes que es, a la vez,
de Edipo pues sus celos son fruto del amor incestuoso, in­
juego, desengañarle del. sueño que tejió para él y vencer los
consciente que siente por su madre. Sin embargo, los celos
propios celos que desencadenaron la falsa imagen que había
uo son una pasión en la sociedad esclavista greco-romana,
dado de sí misma. porque la mujer no es todavía objeto de veneración ni culto
Tirso de Molina entiende los celos como ardides para
v tampoco juega un papel esencial en el amor clásico. Aun­
llegar a conocerse, saber cuál es nuestra verdadera sustancia que goza de libertad y alcance rango de vestal o virtuosa
y tener conciencia lúcida que el amor es el descubrimiento matrona, es una esclava pasiva que vive en el hogar, al mar-
de nuestra realidad escondida, subyacente, misteriosa. La' lien del amor y no puede suscitar celos apasionados. Los
teología católica de Calderón es una racionalización de la celos son una pasión medieval que nace con el feudalismo,
pasión de los celos escudadores del honor, cuyo objetivo
con la conciencia del ejercicio del dominio territorial. El
final es la salvación del alma, la inmortalidad del Yo propie­ señor feudal era dueño de todo lo que estaba comprendido
tario o egoísmo metafísico, egotismo trascendental. Por el
ni sus extensiones vastísimas: el ganado, los frutos, las cose­
contrario, la teología cristiana de Tirso de Molina es un acto
chas, las mujeres, los hombres. Cometer infidelidad amorosa
de fe viva, una confianza en la justificación de los celos, en
es una traición a todo el señorío, un delito desde el punto
la razón de la pasión. No pueden comprenderse sus comedias
de vista jurídico-patrimonial. Pero, al mismo tiempo, los
de juego o intriga apasionada, sin conocer su obra teológica
celos constituyen la pasión íntima del caballero, pues sentir­
fundamental. El condenado por desconfiado. Se condenan los es una pena gloriosa, un desafío de su grandeza.
los átanosos, los recelosos y desconfiados que temen per­
Por influencia de los discursos neoplatónicos de las
der su alma, su Yo esencial, único. Se salvan los que
' ortes de amor y de la poesía provenzal, en el otoño del
esperan y confían, los que tienen celos pero no recelos, los
medioevo se llegó a una adoración mística y extática de la
que aman. La teología de Calderón de la Barca encarna la fe
mujer amada, a quien se rendía poética devoción. El
racional, mientras la de Tirso de Molina representa la espe­
ranza apasionada: “ fui desconfiado de la gran piedad de mior, para estos caballeros, era un servicio, un velar ar­
mas, un culto religioso. En consecuencia, la infidelidad
Dios. Y yo también sea maldito, pues que fui desconfiado”.
George Bernanos6 demuestra que la religiosidad desespera­ -«instituía la ofensa más terrible y sacrilega contra la esencia
da, meticulosa está habitada por el demonio. Así pues, los 'Ir este amor sublimado, celestial. Paradójicamente, la mujer
celos en Calderón son odios rencorosos motivados por la idealizada, poetizada por el señor feudal, podía traicionarlo
salvaguardia de sí mismo, de la vanagloria y el orgullo. Para porque era una esclava con alma, mientras que el esclavo,
Tirso, en cambio, los celos son amor, avivan la pasión y "iisiderado sólo animal de carga, carecía de ella. Así po-
crean las correspondencias, las armonías amorosas. Tal es su ■lian amar lo que, al mismo tiempo, despreciaban como un
mensaje consolador y piadoso. mero objeto de su dominio. Los celos eran fruto del amor
Los celos son una pasión antiquísima, inmemorial. Ya pmpio, de la conciencia todopoderosa de sí mismo, una
m.mifestación del afán de conservar el linaje, la continua-
i"ii de sus dominios. Era una atención cuidadosa para sal­
ir uardar el feudo, que estaba amenazado por la misma
6 Sous le soleil de Satan.

L
96 TRATADO DI. LAS PASIONES LOS CF.LOS 97
pasión idealizada y la trova dulce de la saudade amorosa. El ran en pasión dominante de las ciases burguesas, pero la
caballero medieval era una víctima candorosa de los celos inseguridad del marido frente a la esposa, y viceversa, conde­
que le creaban sus propias posesiones. nados a ser propiedades inalienables, desencadenaban la
Con el advenimiento del capitalismo, se sienten los ce­ tragedia de los celos. Bastaban unas miradas sospechosas,
los como una codicia posesiva y exigen una mayor fidelidad tímidos contactos de manos, viajes injustificados y otros
para asegurarse la propiedad y usufructo de la esposa, un múltiples pequeños motivos para provocar la inquietud y la
bien muy costoso, aunque haya recibido una dote, como necesidad de resguardar la propiedad del ser amado. Tam­
exigían las reglas del matrimonio burgués. Hobsbawn7 se bién, para evitar la pérdida total de lo que se ama, podía
asombra del sentido colectivista de la familia burguesa, fren­ compartirse, como el personaje de Dostoyevski9, y las co­
te al arraigado individualismo del capitalista. No creemos medias francesas boulevardieras.
que exista tal oposición ya que el capitalista, al igual que el Actualmente, como está desapareciendo el sentido de
burgués, es dueño de todo: la casa, la fábrica, la mujer y los propiedad personal por obra y gracia de la expropiación a
hijos, que son proyecciones de su autoridad. Desde esta los expropiadores, todo es intercambiable: las mujeres, los
cima de propietario único, absoluto, se crea también una hombres, los objetos, los bienes son fungibles y consumi­
colectividad de egoísmos asociados, como hace evidente bles. Aquellos furibundos celos burgueses se han esfumado
Sartre8 . y, los que añoran el pasado, se lamentan que tampoco existe
Los burgueses de la primera etapa capitalista defendían
el amor con la misma ferocidad que el propietario se resiste el sentido del honor que los acompañaba. La histora con­
a dejar lo que es suyo, la propiedad personal. Sus celos podían temporánea, por ausencia de los celos clásicos, puede llevar­
llevarles hasta la catástrofe, como al barón Hulot, personaje nos a la dispersión del amor en efímeros y contrapuestos
de Balzac, que se consume en ellos; o el barón de Charlus, encelamientos. ¿Han muerto los celos? Sería una buena­
hundido en la preocupación-persecución de su idolatrado ventura pero, al contrario, se han diversificado en pequeños
violinista Morel; se pueden multiplicar los celos hasta enlo­ celos, pues es tan fácil poseer que cualquiera puede obtener
quecer o se suicida el que no puede resistirlos; o convierte lo que otros han conseguido. O quizá, se han trasmutado en
en víctima a la persona amada a quien sacrifica y destruye en celo universal, cósmico, ambición del capitalismo monopo­
lista de dominar absolutamente todo.
holocausto a su pasión celosa. Tales son las grandes devasta­
Descartes, con fina clarividencia, señalaba que los celos
ciones que causa la razón-pasión de los celos burgeses.
La burguesía no rindió a la mujer el culto idolátrico de es una pasión semejante a la del avaro que vela con miradas
recelosas su tesoro, por miedo a que se lo roben. “Je dis
los caballeros medievales, porque ignoraba el amor neopla-
Mifil ne Taime pas de la bonne sorte; car, s’il avait un vrai
tónico, pero la amaba con la avaricia celosa del dueño
nnour pour elle, il n’aurait aucune inclination á s’en méfier,
único, exclusivo. Sin embargo, esta posesión racional, medi­
da y lógica de propiedades claramente deslintadas, que co­ mais ce n’est pas propement elle qu’il aime, c’est seulement
Ir bien qu’il imagine consister á en avoir seul la possesion” .
rrespondía a la organización de la sociedad burguesa, podía
Y como esta mujer puede escapar, herir o engañar con
desenfrenarse en pasiones frenéticas de apropiación indebi­
'■Iros, los celosos buscan evitar todas estas posibilidades no
da de lo ajeno. No era frecuente que los celos se convirtió-
perdiéndola de vista. El narrador de Proust10 encierra a Al-

7 The Age o f Capital. 1848-1875.


9 El burgués.
8 L ’Idiot de la famille.
10 Albertine disparu.
98 TRATADO DF. LAS PASIONES LOS CELOS 99

bertina, creyendo así poder dominarla por completo. Es •illá de la posesión física, para encontrar la verdadera fide­
también un pretexto para entregarse al placer de la reflexión lidad. Recordemos también el personaje femenino de André
introspectiva, calmar sus celos, tranquilizarse y hasta olvidar Malraux en La condición humana. La mujer ha' tenido
su presencia torturadora. Estos amantes celosos buscan ob­ una aventura con un compañero y se lo cuenta al marido,
jetivar a la persona amada, privándola de su libertad. Un dándole la espalda para no verle. El marido siente el deseo
personaje de Cervantes11 empareda a su joven esposa para natural de matarla, pero los hombres somos impulso ciego
evitar que pueda engañarle, pero ella, valiéndose de sutiles v también espíritu, reflexión. Ella le explica sabiamente:
ardides, logra tener un amante. El celoso es semejante al "Yo no te pertenezco ni soy una cosa que posees. Soy
sado-masoquista, descrito por Sartre, que busca el ver­ libre. Estoy a tu lado porque te prefiero al otro y a
dadero yo del otro para hacerle sumiso, es decir, objeto. mantos he conocido íntimamente. Te he escogido” . Libre
Tarea vana e imposible porque ningún sentimiento se resig­ elección que significa un’intento de acabar con los celos,
na a someterse y dejarse manipular como si fuese una cosa. 1 este mal de la posesión. Libertad suprema que encontra­
Jamás acepta esa enajenación masoquista, aun cuando logre mos en Los acreedores, de James Joyce, prodigiosa obra
gozar hipnotizado por el sádico. En efecto, la mujer-obje­ dramática donde los personajes razonan sus infidelidades
to víctima de los celos, al sentirse humillada y despreciada, iimorosas y las iluminan ante nuestras conciencas per­
se venga de mil maneras, enloqueciendo al celoso fascinado plejas.
por su presencia que ha fetichizado. El celoso termina por Los seres que son invulnerables a la hermosura pálida
caer en brazos del otro que motiva sus celos, así como el de los celos y no despierta sus dudas la atracción seductora
esclavo de Hegel se enseñorea y domina a su amo. El poder del objeto amoroso es porque tienen confianza en su yo, \
que ejerce la mujer celada sobre el hombre celoso es tan seguridad y firmeza del alma, un diamantino eje interior.
fuerte que puede llevarlo al suicidio, enajenado por la fija­ Hnamuno12 demuestra que los celos son una prueba de in-
roncebible debilidad, de carencia de valor y de falta de
ción que le consume.
Contrariamente a otras pasiones, los celos no engen­ seguridad en sí mismo. Sólo los cobardes, los flojos de vo­
dran pasión antípoda, como sería la generosidad que se luntad y sin fines concretos en la vida, pueden sufrir celos,
opone a la codicia. Los celos se contradicen y se vuelven pasión enfermiza propia de débiles mujerucas que temen
esperada o inesperadamente contra sí mismos. Los celos del perder a sus hombres en brazos de otras más jóvenes, viene a
aire matan, reza el título de una obra de Calderón, para decir este personaje. Un verdadero hombre, rico y generoso
expresar que no se puede resistir su violencia destructora. no puede jam ás caer víctima de la triste y plañidera pasión
T am poco pueden mudarse en confianza renacida ó de los celos, la reciedumbre que ostenta su orgullo se lo
restaurada, porque el solo hecho de sentirlos la hacen perder Impide.
para siempre. La paradoja de no sentir celos, siendo celoso,
se desarrolla en Le cocu magnifique, de Fernand Cromme-
lynck, ejemplo del sentido moderno de los celos. El mari­
do consiente que su mujer se entregue a otros hombres,
para saber si le es realmente fiel. Prueba sarcástica, burla
metafísica de los celos que es necesario vencer, yendo más

i2
11 El celoso extremeño. Nada menos que todo un hombre.
EL ORGULLO 101

recíprocas, base de una comprensión justa. Si no me estimo,


difícilmente podré justipreciar el valor de los otros, ya que
el desprecio por sí mismo revela un odio profundó contra
loda la humanidad. El orgullo comedido y prudente es el
XII. EL ORGULLO zahori que saca a la luz, por un acto reflexivo, la verdad
oculta, soterrada de la personalidad y el bien que se puede
Esta pasión es la afirmación de sí, la satisfacción propia, la realizar. Es injusto, pues, denunciar el orgullo como pasión
gloria plena de ser. Por esta razón decía Spinoza “ Superbia malsana. Debemos sentir orgullo de ser lo que somos, para
est Laetitia” . Este contento íntimo es la alegría de sabernos poder vivir y existir, pues los sinsabores de la cotidianidad
conscientes de la capacidad de nuestra potencia activa. “ El pueden destruir la valoración propia y llevar al menosprecio
orgullo, es concebir buena opinión de sí mismo” 1. Es un aniquilador, nihilista del desencanto y la tristeza. Una fuerte
sentirse seguro, sin dudas ni vacilaciones y, a la vez, un estar conciencia de orgullo personal, ayudará a persistir en el lo­
en plenitud, satisfecho al no encontrar causas de aflicciones gro de los fines y a endurecer la voluntad. El orgullo es el
o tristeza. El orgulloso se siente feliz de ser como es y no castillo interior, la morada más solida del alma.
encuentra imperfecciones ni serios defectos que descompon­ Como el Elogio de la locura2, se debería escribir un
gan su singular simetría. Elogio del Orgullo, entre otras razones, para destruir el
Nace el orgullo de la atención que el hombre se presta. odio que lleva aparejado el menosprecio recíproco y la
Pero la estimación propia es muchas veces primaria e irre­ desconsideración de todos por todos, para conservar un
flexiva, producto de la ignorancia de sí mismo, como obser­ eje de paz y equilibrio interior y defender la dignidad per­
va acertadamente Descartes, ya que sentirse orgulloso sin sonal contra todas las posibles humillaciones, verbigracia,
méritos que justifiquen, es “ seulement un orgueil, qui est campos de concentración, cárceles, torturas; poder salvar­
troujours fort vicieux” . Ahora bien, el orgullo puede ser se de toda indignidad, para ser naturalmente y continuar
consciente, motivado por hechos que hacen experimentar siendo. Erasmo escribió su Elogio de la locura justamente
contentamiento. Entonces es una pasión racional, un acto para llevarnos por los caminos de la razón. Elogiemos el
de justicia y armonización consigo mismo, que permite al orgullo que permite lograr la apasionada conciencia racional
hombre situarse confortablemente, lograr una serenidad de uno mismo y de los otros.
íntima. La inquietud permanente, la desazón y la angustia, Naturalmente, no podemos negarlo, el orgullo es auto­
son síntomas de la propia insatisfacción. El orgullo es, pues, suficiencia, independencia casi absoluta del Yo, una altanera
el equilibrio interior necesario para la relación armoniosa conciencia del valor propio que nace del empírico hecho de
consigo mismo y con los otros. Cuando es pasión racional, ser, muchas veces sin razones en que apoyarse. Sin embargo,
descubre cuáles son las virtudes y las limitaciones y no valo­ el orgullo legítimo procede de la satisfacción de una obra
ra nunca por encima de la realidad personal auténtica. Esta bien hecha: el trabajador, con el fruto de su trabajo; el
firmeza y apoyatura de cada ser en sí mismo, facilita el moralista, porque ha sabido mantener una conducta honesta
diálogo y las relaciones intersubjetivas. Al atenernos a lo loda su vida; el que se hizo fuerte, habiendo nacido débil; el
que somos no podemos engañarnos ni defraudar a los otros pintor, por sus cuadros; el escritor, el poeta, por las obras
y nuestra correspondencia se realizará sobre estimaciones •|ue les dan renombre. Enorgullecimientos justos que son

2 E rasm o d e R o tte rd a m .
1 D escartes.

100
102 TRATADO DE LAS PASIONES EL ORGULLO 103

resultados de la difícil tarea de irse haciendo de la propia propia potencia activa, ¿cómo no sentirse orgullosos? Lo
nada. Llegar a ser, arrancando del no ser, nos hace sentir contrario sería falsa modestia.
ufanos. Y siempre tenemos motivos para sentir orgullo. Todas las pasiones precedentes que hemos analizado,
“Hier sein, ist wunderbar” , dice Rilke, expresando que estar emanan de los otros o de situaciones exteriores definitivas
aquí, simplemente ser, es maravilloso. En consecuencia, el pero que, también, pueden ser fortuitas, ocasionales. Por el
orgullo es la pasión de sentirse, descubrirse, conocerse. contrario, el orgullo es una pasión subjetiva que se va crean­
El natural contento de sí puede deformarse por una do interiormente, es fruto de un trabajo cuidadoso de la
autoafirmación excesiva y creerse tan poderoso que no se voluntad, del deseo de ser, del afanarse. El orgullo es la
necesita nada ni a nadie, estableciendo una rigurosa frontera concentración de la pasión misma. Sin embargo, pese a su
entre su Yo y los otros. El orgullo es el principio del aisla­ universalidad abstracta, hay muchas y diferentes formas de
miento, de la conciencia única de Hegel, del estoico que orgullo. ¿Cómo podría envidiar quien se basta así mismo?
resiste impasible a todos los avatares de la existencia. Este Se explica porque para considerarse único, exclusivo, ha
orgulloso en su combate solitario sabe adquirir consistencia, eliminado a los otros como presencias en su conciencia, no
y se mantiene como una roca donde rompen las olas inquie­ existen, han desaparecido. Entonces, cuando elogian méri­
tantes. El orgullo es también la solución de la dialéctica tos o valores ajenos provocan envidia en este orgulloso que
señor-esclavo, pues su orgullo le impedirá ser víctima del está imposibilitado, por su mismo orgullo, para entrar en
esclavo y tampoco esclavizarlo a él. En palabras hegelianas, liza competitiva con los otros. “Concebimos fácilmente que
el orgullo es la suprema independencia de la conciencia, un el orgulloso es necesariamente envidioso” , confirma Spino­
saber de sí, escisión o separación necesaria para llegar a la za. Esta envidia es bastante frecuente en los pequeñoburgue-
Razón. Este orgulloso se conoce porque puede verse como ses profesionales, médicos, abogados, ingenieros, intelectua­
si fuera otro, diferente. Claro que ésto implica un desdén, les a quienes hiere en su orgullo la capacidad técnica de sus
un menosprecio por los demás, pero tampoco depende de colegas .
ellos ni sufre codicia por lo ajeno. Tiene demasiada confian­ Al gran burgués o empresario capitalista miembro de la
za en sus dotes naturales, sin la menor duda sobre sí mismo Trilátera!, no le afectan estas sórdidas y míseras envidias. Su
porque sabe que es soledad absoluta, es decir, “ la universali­ orgullo no proviene de creerse superior a los otros, sino del
dad de la conciencia” 3. No padece los conflictos interiores hecho cierto de su potencia económica que le da una inne­
de una conciencia desdichada y carece del menor asomo de gable supremacía sobre los demás mortales. Este soberbio
dualidad. No se puede concebir un orgulloso dubitativo, que no tiene conciencia real de su valor intrínseco pero sí
temeroso o desgarrado. Parecería, pues, que el orgullo no es de la efectividad del poder de que dispone, no se contenta
una pasión y sí el triunfo de la racionalidad lógica e impla­ con saberse valioso ni se refugia en sí mismo. Se siente “ el
cable de un destino que se asume voluntariamente. Por el Supremo” , como se autodenominaba Francia, el dictador
contrario, el orgullo es la más apasionada de todas las pasio­ del Paraguay; o “Salvador del Salvador” , se titulaba Vicente
nes, es la que más nos afecta y, como dice Spinoza “ ad- (¡ómez, de Venezuela; es el “ ¡Viva Yo! ” , grito salvaje y
quiescentia in se ipso summun, quod sperare posumus”4. primitivo de Melgarejo, el dictador boliviano, cuando asesi­
Cuando se obra bien y todo lo conseguido es fruto de la naba a Belzú, que le había traicionado. A esta galería de
soberbios empresarios y dictadores, grandes o pequeños,
3 G.W.F. Hegel. pertenecen también los caudillos políticos, para quienes el
4 ‘‘Lo máximo que podemos esperar es la aprobación de uno resto de la humanidad son anónimos harapientos sobre los
mismo” . que ejercen un predominio en el que basan la propia supe-
TRATADO DF. LAS PASIONES EL ORGULLO 105
104

rioridad. Es decir, si no tuviesen riqueza o poder político, periores a los otros. Necesitamos un Augusto Pérez para
no podrían ser soberbios. La diferencia entre el orgulloso y sentirnos orgullosos y, en consecuencia, falsamente felices.
el soberbio radica en que el primero se sostiene y afirma El protagonista de El licenciado vidriera, de Cervantes, se
solo, sin necesidad de los otros, a quienes puede ignorar; imagina que es de cristal y pasea por las calles de Sa­
mientras que el soberbio precisa mandar, dirigir, dominar a lamanca temeroso de que le quiebren, tan frágil se siente.
otros hombres para sentir con profundidad su condición Y finalmente se cura cuando, desengañado de su sueño,
humana. La soberbia es el orgullo del ejercicio del poder. vuelve a la conciencia de la realidad. ¡Ejemplar enseñanza
Todos los poderosos son soberbios, pero no son envidiosos. cervantina! Vidriera, como don Quijote, regresa a la razón
Los artistas, los investigadores, los científicos, los sa­ de su pasión, sueño o locura. Porque bien podemos engañar­
bios conscientes de sus capacidades sufren, les duele su Yo nos, arrebatarnos hasta el extremo de creer en la realidad de
ante la posibilidad de ser negados, ignorados sus valores, la ficción, y vernos excepcionales, únicos, dotados de un
disminuidos en la opinión de otros, pero tampoco sienten Itenio o duendecillo particular. Pero también dudamos de
envidia, sólo una tristeza suave y resignada. Estos orgullosos nuestra superioridad, oscilando entre la realidad y la ficción,
se ensimisman y retiran a sus moradas íntimas, pero no se como los personajes de Pirandello que sufren la ambivalen­
desprecian o desestiman ni se consideran inferiores a los cia o dualismo de sentirse acrecentados por sí mismos y
otros. Y cuando muchas veces son heridos en su orgullo, pol­ disminuidos, inferiorizados por el origen social, el mundo de
la opinión adversa que intenta inferiorizarlos, reaccionan donde proceden.
con terribles pesadumbres y, con ejemplar dignidad, se refu­ La autovaloración del orgulloso puede ser sincera,
gian en su orgullo de “ ni envidiado ni envidioso” 5. ■liando se siente capaz de asimilar, comprender todo lo que
percibe, es sagaz en la intelección de las cosas, enérgico y
Hay orgullosos que ante el desprecio ajeno estallan
voluntarioso. Sin embargo este orgullo, que se puede consi­
con violencia. Tal es el caso de los que comparan sus ca­
derar normal y que origina la supervaloración, nace del des-
pacidades con la de otros considerablemente más podero­ rontento que subyace en el propio contentamiento. Tiene
sos, comparación que suscita orgullos furiosos que se mani­ ■lile aplastar a los otros, pulverizarlos para que desaparezca
fiestan soñando y deseando desgracias y males a sus rivales
l.i insatisfacción y poder confirmar su supremacía real, efec-
como un consuelo para sí mismos. Aunque el orgullo es
Iiva. Con razón explica Spinoza que este orgulloso ama la
conciencia realista de lo que verdaderamente se es, pueden
piosencia de los aduladores que le afirman la opinión supe-
extremarse las propias cualidades, originando una superva- nor de sí mismo, le disuelven las dudas y odia el juicio de
loración del Yo y aumentar hasta el delirio en el contraste los generosos. El hombre generoso tiene la virtud de dar a
con los valores ajenos. Este orgulloso necesita creer que -.ida cual los méritos y valores que le son propios y no
sobrepasa a los otros, pero, de hecho, se limita a imaginar esa ‘ '.■'atima ni regatea la ponderación cuando la superioridad
superioridad y crea de sí mismo un personaje ilusorio. Buen evidente. Esta forma de orgullo, que necesita creer en
ejemplo de ello es Niebla, la novela de Augusto Pérez o el Id propia superioridad para olvidar la inferiordad, suele
otro Yo de Unamuno: “ Ente de ficción” . ¿Ente de reali Tuse en los pequeño-burgueses de origen campesino o
dad? De realidad de ficción, que es ficción de realidad”. piDietario que se han elevado, por su capacidad de
Cabe soñar el ser que soy, imaginándome como otro que no Turro y de trabajo, sobriedad, activismo, a una condición
soy. Es el personaje que solemos inventar para creernos su ueial superior a la de su nacimiento. Para afianzar la nueva
■inación, necesitan rebajar, menospreciar a los que fueron
compañeros, para asegurar y sostener la creencia de sus
5 Fray Luis de León.
106 TRATADO DE LAS PASIONES EL ORGULLO 107

extraordinarios méritos. Este orgullo desmedido intenta ro, ese símbolo de la circulación de las mercancías, le infun­
ocultar el temor a recaer en el origen de su primera condi­ de el orgullo de poseer el secreto de un poder que metamor-
ción social que ya consideran inferior. Viven atemorizados f'osea a los hombres. El mismo, se transforma en Dios, Tras­
por las sombras de las humillaciones sufridas y la posibilidad cendencia, en Capital “ un valor que se valoriza a sí mismo,
de volver a sumirse en la situación de objeto pasivo, de monstruo animado que rompe a trabajar como si tuviese
oprimido condenado a la eterna rotación de las cosechas, a amor en el cuerpo” 8. Este capitalista representa al máximo
la inmovilidad de un horario trazado de antemano, a los que orgullo, que significa, a la vez, la mayor expresión de su
no podían escapar. Ahora que se sienten libres, indepen­ impotencia interior. Dejar de sentirse orgulloso de sí mismo,
dientes, creadores de su destino, tienen que defender su para enorgullecerse por poseer un capital, crea el vacío ínti­
libertad de acción, el orgullo de lo que han logrado, aunque mo, la alienación o enajenación del orgullo. Marx describe el
sea odiando con rencor. “Cela fait que les orgueilleux tá- poder transustanciador del Capital, ya que la creación de
chent d’abaisser tous les autres hommes”6 . A esta forma de plusvalía es el alma, el fin, la obsesión del capitalista en la
orgullo pertenece también el pequeño propietario que vive que se encuentra una satisfacción absoluta. El orgullo, pa­
limitado en sus posibilidades, endeudado con los bancos, sión desmedida que puede llevar a enriquecernos al despo­
amenazado por los acreedores. Este hombre siente exacerba­ seer a otros, también empobrece y sume en la marmórea
do el orgullo de su independencia, frente al peligro de hun­ objetividad de la alienación negativa, llegando el capitalista
dirse en la miseria común, la escasez, y lucha denodada y en su autovaloración al menosprecio por la propia condición
orgullosamente contra el empobrecimiento. Son los perso­ humana. El hombre para sentir orgullo necesita poseer algún
najes de Chejov, en Tres Hermanas, drama del orgullo heri­ valor por sí mismo, pero el capitalista, una vez conseguida la
do, y de los tímidos de La Gaviota, sofocados de orgullo. riqueza que le enorgullece, pierde el orgullo porque se con­
El gran capitalista, aunque podría vanagloriarse, ufa­ vierte en agente del Capital, en un valor objetivo. Y ya no
narse del esfuerzo realizado para llegar al poder que ostenta, puede sentir orgullo, esa magnífica pasión humana.
lo olvida o no tiene en cuenta sus propios méritos por el Decía Descartes que los hombres están agitados de en­
deslumbramiento que sobre él ejerce la riqueza material. Si vidias, odios, celos y cóleras porque los orgullosos empobre­
todo lo tiene y todo le es posible, no le caben dudas sobre sí cen a los otros hombres, haciéndolos pasivos, sumisos. Así,
mismo. Puede permitirse el lujo de desconocerse tanto co­ el mundo se divide en poderosos y humillados, explotadores
mo ignora a los demás, que tampoco desprecia porque no y explotados. Pero unos y otros ignoran realmente lo que
existen para él. Está orgulloso de su poder, pero no de lo son: los poderosos no tienen conciencia de su propio valor
que es como hombre. “ El más alto grado de orgullo es la humano, y los humildes de su fuerte sensibilidad. Al caer en
máxima ignorancia de sí mismo” 7. Este orgulloso se conside­ la objetivación frígida de su condición social, no saben que
ra tan por encima del común de los mortales que no necesi­ el orgullo esconde en sí mismo la humildad y ésta un orgu­
ta rebajar u odiar a los otros para alimentar o acrecentar su llo oculto. La condición humana natural ha sido pervertida
superioridad. Tampoco valora su astucia, habilidad, inteli­ por la historia política y social. Peter Weiss9 describe la
gencia, ánimo esforzado, méritos que pueden ser induda­ lucha que tiene lugar, desde los orígenes de los tiempos, entre
bles, sólo es consciente de lo que posee: la riqueza. El dine­ los humildes, desposeídos, vencidos, y los orgullosos, pode-

8 Carlos Marx.
6 Descartes.
9 Estética de la resistencia.
7 Spinoza.
108 TRATADO DE LAS PASIONES EL ORGULLO 109

rosos, triunfadores. Historia de combates que se repiten has­ •iue durante el desarrollo psíquico “el Otro es un perpetuo
ta nuestros días, pues en 1925, dice el autor, podías salir de acompañante del Yo” . El orgulloso también tiene siempre la
contemplar en el museo de la Unter der Linden un friso de presencia real o imaginaria del humilde, y éste, la compañía
la batalla entre Oplitas y sus enemigos, y encontrar esta permanente, aguda y punzante del orgulloso. Ambas pasio­
misma lucha de clases reproducida de nuevo en las calles nes se oponen y se identifican, su historia no es uniforme ni
berlinesas. Pero, como resultado de estos enfrentamientos, siempre la misma, porque es apasionada, es dialéctica. Orgu­
puede resultar lo contrario: humillados los orgullosos y llo y humildad son unidades psíquicas funcionales separadas
enorgullecidos los humildes, porque el natural orgullo hu­ que se vuelven a unir para actuar recíprocamente. Monismo
mano se acentúa en ambos contrincantes para mejor defen­ dualista de la vida de estas pasiones.
derse. Spinoza observa que los orgullosos odian a los humil­
des, cuya condición humana temen. Por esta razón tratarán
de conservarse orgullosos, creando un colectivo de podero-1
sos que reafiancen sus situaciones privilegiadas.
El orgulloso necesita defenderse porque es un humilde
potencial y se encastilla, se ensimisma para evitar que le
humillen. La altanería, la arrogancia, el desprecio son distin­
tas y variadas manifestaciones de orgullo en las clases altas.
Por el contrario, el humilde se defiende con la murmura­
ción, publicando los vicios de los orgullosos y puede llegar
hasta la difamación. Cuanto más rebelde sea en su humil­
dad, más proteste y critique, se sentirá realzado en su condi­
ción humana, perdiendo su debilidad tristísima, y se hallará
más endurecido para luchar contra los orgullosos. Criticar
los errores de los poderosos enardece a ios humildes, y dice
Spinoza: “et ut tándem solam Abjetionem laudent, eaque
glorientur” 10. Los humildes se convierten en orgullosos al
combatir el orgullo de los que se creen superiores. Asi, pues,
todo orgullo verdadero esconde humildad y la humildad un
orgullo auténtico. En síntesis, la humildad del orgulloso y
su debilidad es el desprecio, la ignorancia de los inferiores, y
el orgullo de los humildes consiste en el odio y la crítica
implacable de los orgullosos.
No se puede comprender el orgullo sin humildad y
tampoco la humildad sin orgullo. En su obra Le role de
l ’autre dans la conscié rice du moi, Henri Wall o n descubre

10 “ Elogian el desprecio de sí mismo y se glorifican de su hu­


mildad” .
LA HUMILDAD 111

lo, reflexión. El humilde sabe que puede delimitar sus capa­


cidades, reducirse a una mínima proporción en el cosmos
sin extralimitarse jamás. Pero la humildad no es sólo’la rela­
ción unilateral consigo mismo, implica también una compa­
XIII. LA HUMILDAD ración sin enfrentamiento, de las capacidades propias y aje­
nas. La humildad es conciencia de la pobreza que somos y
Nuestra condición humana paciente, sufrida, la receptividad también de la riqueza que se encierra en nuestra miseria,
sensible del padecer emotivo, origina la humildad. Es como pues podemos soñar, proyectar, desde el seno de nuestra
si naciésemos con una culpa, “Geworfenheit” , dice Heide- situación de inferioridad. El verdadero humilde,después de
gcr, un nacer sin saber por qué y un morir sin saber cuándo, examinarse, sabe de lo que es capaz y hasta donde puede
y coincide con Spinoza sobre la bajeza originaria de esta llegar. Por ello, la humildad no está reñida con la esperanza.
pasión: “ Abyectio quamvis Superbiae sit contraria” 1. Ya hu­ Ahora bien, si no queremos aceptar nuestras posibilidades,
mildad es un estar eyectado, arrojado fuera de sí, el abati­ ignoramos nuestros méritos y nos desconsideramos, la hu­
miento de sentirse inferior, un vivir pasivo, condicionado mildad se convierte en desprecio por sí mismo, sume en
por otros. Pero cuando la humildad es un acto voluntario, ilesaliento y anonada. Ya no es entonces una tristeza, es la
nos envilecemos. Entonces somos humildosos, pero no hu­ más humillante de las tristezas.
mildes. El cristianismo suele oponer la virtud de la humildad al
La humildad corresponde a un estado de nuestra cor­ pecado del orgullo. Pero tanto una como otro son pasiones,
poreidad sensible, al sentirnos desanimados, desentonados. no virtudes ni pecados. El cristiano busca humillarse y aba-
“ Humilitas est Tristia” , dice Spinoza. Es natural que apene Iir su ser humano, para poder entregarse más fácilmente al
sentir la propia pasividad y no poder hacer nada para cam­ Todopoderoso en el que cree, y le exige sumisión permanen-
biar esta situación. Originariamente estamos condenados h' y ciega. Así, considera hasta con orgullo que es innata su
por nuestros sentidos corporales a percibir, sentir, recoger inferioridad. De esta forma se origina una falsa conciencia
todo loque procede del mundo exterior. Al verificar esta reali­ 'U la humildad que logra del individuo la renuncia a ser por
dad y creer que nada podemos hacer para transformarla, á mismo, a la libertad e independencia personal. En este
nace la conciencia de nuestra impotencia. Entonces aparece .«•ntido, “ la humildad es el más feroz y repugnante de los
la razón de la humildad, que no sólo se justifica por nuestra virios cristianos” 2, pues supone la abdicación de la natural
pasividad originaria, sino también porque no sabemos cómo ■odicia humana que nos constituye, para caer en la indigni-
hacernos fuertes, resistentes, invulnerables al dolor, al pade­ 'IíkI de pobres resignados. Y se puede vivir muy tranquilos
cimiento. La humildad es un verdadero padecer, un atristar­ ' ii una discreta pobreza limitada, pero también ser heridos
se al no poder evitar que nos venzan las emociones. El sen­ rslos humildes, lastimados por la desvalorización de los
tir, en acepción cabal de totalidad, nos humilla. La humil­ "Iros, pues nada hay peor para el que vive en su humildad
dad no es hacer de la necesidad virtud. Es una pasión pol­ 'ligna y decorosa que le rebajen en su condición humana.
la que conocemos nuestra capacidad de obrar, los valores Humillados y ofendidos, de Dostoyevski, pinta los per-
efectivos que poseemos. Autognosis que nos da la medida 1majes cuyos conflictos proceden del yo herido. Vania, el
exacta de lo que somos. En este sentido, la humildad signifi­ i"vrn escritor, vive humillado por Natasia Nikoláievna a
ca recogimiento, concentración íntima y, hasta cierto pun-

1 “El desprecio a sí mismo es contrario al orgullo” . Friedrich Nietzsche.

110
/

112 TRATADO DE LAS PASIONES LA-HUMILDAD 113

quien ama y no le corresponde, pero le compadece. A su préstamo indispensable que acrecentará su capital. En gene­
vez, ésta ama al hijo del príncipe Valkovski, quien la rebaja ral son más proclives al ejercicio del orgullo que a la práctica
y termina por abandonarla, inflingiéndole la más atroz de la humildad, pero cuando se arruinan, víctimas de la libre
de las humillaciones. Pero no se trata sólo de humillar, tam­ competencia, vuelven a la condición originaria y se revelan
bién de ofender. El príncipe está ofendiendo siempre al como lo pobre hombres que son y su ancestral humildad.
padre de Natasia con su riqueza, ofende al escritor con su También hay muchos Babbits, el personaje de Sinclair
altanería y a su propio hijo con su exceso de bondad. Para Lewis, tras la máscara soberbia de los ejecutivos de las gran­
estos personajes no hay salida. La reacción orgullosa con­ des empresas. Hay otros, y son los más, obligados a ser
tra la humillación, es una vana tentativa que termina en la humildes porque sólo ofrecen lo único que tienen: la fuerza
interiorización reflexiva, en la soledad, un retiro para esca­ de su trabajo. Estos hombres no poseen nada, son radical y
par a la congoja de las heridas sufridas. A la postre, significa totalmente pobres, proletarios cargados de hijos, empobreci­
la resignación, aceptar la impotencia, esa humillación contra dos y empobreciéndose. Natural es su humildad porque sa­
la que protestan. ben que de otros depende su destino y el de .su familia.
Las clases sociales reflejan esta misma psicología de la Pueden aceptar cristianamente esta situación y resignarse,
humildad dostoyevskiana. El pequeño propietario es un hu­ convencidos que su pobreza es voluntad de la Divina Provi­
milde discreto, reposado, sin demasiadas ambiciones ni codi­ dencia, que son seres inferiores, indignos, pues no hallan
cias desmesuradas, pero tiene que humillarse incondicional­ gracia a sus ojos. Y creen que nada pueden hacer, por más
mente ante el poderoso para obtener préstamos de los Ban­ libre que sea su arbitrio, frente al capricho de un Dios omni­
cos y se vuelve a humillar para demorar el pago de sus potente.
deudas. Como vive bajo la amenaza de ruina, acude a todos Max Weber y otros sociólogos han visto en la prédica
los expedientes más humillantes para salvarse, llegando has­ de la humildad una posible conexión entre capitalismo y
ta la indignidad. A este respecto comenta Descartes: “Mémc cristianismo, pues la humildad eterna, metafísica hace la
on voit souvent qu’ils s’abaissent honteusement auprés de sumisión forzosa, necesaria de los hombres para que el capi-
ceux dont ils attendent quelque profit ou craignent quelque (alista obtenga los máximos beneficios, fijando de una for­
mal” . En sus cuentos analiza Chejov la dolorosa humildad ma unilateral e irreversible las condiciones del humilde tra­
de los pequeños funcionarios. Recordemos el encuentro de bajo asalariado. Para perpetuar la mansedumbre de los hom­
dos antiguos compañeros de oficina, en una estación de bres necesitan una religión que ofrezca una felicidad futu-
ferrocarril. Departen con efusiva camaradería.pero uno de ia, como el Gran Inquisidor de Dostoyevski. La gran sagaci­
ellos, al ver la condecoración que luce su amigo, cambia de dad del catolicismo, frente al protestantismo, es prometer a
actitud: se deshace en elogios, se descompone en torpes los humildes una recompensa en el más allá. A cambio de la
balbuceos de admiración embelesada y se despide con repe­ aceptación cristiana de la pobreza, espera a los humildes un
tidas inclinaciones, ofreciendo la imagen de una humildad paraíso seráfico en la otra vida. La humildad es el sacrificio
grotesca. necesario para ganar el Cielo, negocio de la salvación que
Los grandes empresarios parecería que no necesitan condenó tan severamente Lutero. Y qué distinto es, tam­
utilizar la humildad, pero ocurre, afirma Descartes, que bién, el grito de Santa Teresa: ¡“ No me mueve mi Dios para
los más arrogantes y soberbios son los que tienen el espíritu quererte el Cielo que me tienes prometido” ! Pero cabe la
más bajo y humilde. Es decir, que los buscadores del “Bece­ rebelión terrestre, no celestial, de los humillados, una suble­
rro de Oro” o cazadores de beneficios, también se disfrazan vación orgullosa de la humildad contra el sufrimiento, la
de humildad para obtener subvenciones del Estado o un pobreza y la enfermedad que de ella provienen. Cuando los
114 TRATADO DE LAS PASIONES LA HUMILDAD 115

humildes conquisten o, mejor dicho, reconquisten el orgullo como ellos. La generación de poetas y escritores portugue­
natural de la propia humildad, estaremos al borde de una ses que Ramalho Ortegao, a la que pertenecía, denominó
gran revolución. Orgullosos de ser lo que son, los desvalidos, "os vencidos da vida” , no podían ser capaces de emprender
desamparados y humildes se levantarán armados de la con­ .lociones concretas para transformar el mísero y triste país
ciencia de su pasión todopoderosa. en que vivían, sumidos en la embriagadora y dulcísima sau­
Entre las distintas manifestaciones de la humildad está dade. La debilidad de la voluntad que es, según Spinoza, el
el falso, indecoroso, estúpido orgullo de ser humilde, esa origen de la humildad, les hacía sentirse realmente víctimas
“humilité vicieuse” de que habla Descartes. El que se siente por su impotencia. Pero estos “vencidos da vida” , no se
débil, enfermizo, con poca voluntad de resolución, suele abandonaron a la tristeza de la humildad y han tenido la
profesar una inquina solapada contra los fuertes y podero­ energía suficiente para expresar su descontento con una reali­
sos de quienes depende. Esta humildad recogida, tímida, dad que no pudieron transformar. Sumidos en la radical
está muy próxima al orgullo, pues nace de comparar la debi­ congoja de existir, se sentían orgullosos y conscientes de su
#

lidad propia con la energía que observa en los demás. Este humildad, porque soñaban mundos futuros mejores, mien-
tipo de humilde es inclinado a censurar las flaquezas ajenas, 1ras los otros dormían.
para justificar las suyas. Pero al vivir pendiente de los actos \La conciencia clara de la propia impotencia genera
y más mínimos gestos de los otros, espiando sus caídas y otro tipo de humilde que reacciona con orgullo de su deca­
faltas, comprueba que todos padecemos descalabros ínti­ dencia y humildad irreparable.’tSe defiende con acritud vio­
mos, agobiantes tristezas que le contentan y hacen enorgu­ lenta a la más mínima ofensa, revelando una susceptibilidad
llecerse en su humildad. El hombre es el ser que saca fuerza extrema. Es su forma de mostrar el orgullo de su humildad
hasta de su debilidad. “ ¡Levanta el brazo, álzate de tu pro­ v, a la vez, la frágil contextura de su personalidad de la que
pia miseria!” 3, significa que un hombre, por más pobrísi- no se siente responsable. Por el contrario, otros humildes
mo que sea, es capaz de transformar el mundo. No es extra­ ocultan celosamente su orgullo, disfrazándolo de humildad
ño, pues, que debido a esta constitución contradictoria y callada y reverenciosa. Ya Descartes había observado, “ ceux
dual (“ el hombre es la unidad de sus diferencias” )4, sienta s|Ui ont l’esprit le plus bas, sont les plus arrogants et super­
el gallardo orgullo de su humilde condición. ites”. Los oficinistas obsequiosos, los funcionarios celosos,
Los fracasados son otros ejemplares exquisitos entre los frailes y curas ganaciosos, exhiben una aquiescencia son­
los humildes. Van por las calles de la vida con sus harapos riente y benévola para ocultar un orgullo ensoberbecido.
ostentosos y su conciencia tristísima por dentro. Alguna vez Habituados a cultivar el servilismo más abyecto al poderoso,
tuvieron sueños de grandeza, pero carecieron de la audacia i humillarse todos los días ante él, sin embargo esconden y
para realizarlos. Y fueron tropezando, resbalando hasta caer nutren sueños de grandeza. Humildad hipócrita, pues, como
en el abandono dulcísimo, en el hoyo más profundo de la buenos realistas, saben también lo que su orgullo no puede
tristeza. Pero que no engañen estas apariencias. En el fondo, Iransformar: la inferioridad de su situación frente a la opu­
estos humildes son orgullosos, porque se sienten capa­ lencia en que viven los que le son superiores. Las constantes
ces de grandísimas concepciones que su flaca y débilísima v reiteradas humillaciones que sufren .para ganar favores,
voluntad deja en sueños inalcanzables. Hay muchos seres icrminan por abatir su orgullo.
Debemos señalar otra especie de humildes, más sutil y
«laíiina. Son los que se muestran pobres e indefensos ante
3 César Vallejo, Poesías completas. )os poderosos y fuertes, altaneros ante los que siempre espe-
4 Carlos Marx. i.in algo porque nada tienen. Ejemplos de esta doblez son.
116 TRATADO DE LAS PASIONES LA HUMILDAD 117

los gerentes de empresa, capataces, administradores de fin­ que vive tiene que suprimir a la mujer que tanto mal le
cas, altos funcionarios con sus subordinados. Pero sobre to­ infiere al hacerle bien. Sólo después de asesinarla encontrará
do, el colonialismo ha creado el tipo más vil: “ le pouvre la paz, librándose así de la sumisión. Será el orgulloso redi­
blanc” que castiga y desprecia “ au pouvre négre” , más hu­ mido por la rebelión, por una acción violenta y que parece
millado todavía que éste por el sistema de explotación. incongruencia de la humildad. Tal es la dialéctica del orgullo
La dialéctica del orgulloso y el humilde es tan comple­ y la humildad que Eugene O’Neill reñeja fielmente en su
ja como la del señor y el esclavo, de Hegel. La dualidad drama Llega el hombre de hielo.
orgullo-humildad se separa en capital orgulloso y trabajo Hay otros seres que aún disfrazados de humildes, no se
humilde. Estos seres que no se ven ni se oyen desde sus sienten tal, y están orgullosos de sus propias perfecciones.
opuestas y lejanas situaciones (el capitalista cree ser hones­ No buscan demostrar ante los demás sus virtudes ni las subli­
to, activo y al trabajador lo ve deshonesto, perezoso) pue­ mes cualidades que creen poseer. Saben que la vanidad es
den establecer relaciones específicas y hasta duraderas, por­ inútil, es decir, un pavonearse ostentoso para exhibirse en
que son conscientes de la mutua necesidad. No ocurre lo los salones, sin obtener resultado positivo alguno. Tampoco
mismo en las relaciones entre hombre y mujer. Si es verdad se limita, como el orgulloso, a tener fe en sí mismo, pues la
que el Yo del niño siempre está acompañado de Otro, ese creencia es una hipótesis que exige confirmación en los he­
modelo que se le propone para que lo imite, el odio del chos. Así se origina en este humilde orgulloso la síntesis
imperfecto al perfecto rompe todo posible entendimiento. unificadora de estas dos pasiones. Desde su humildad pro­
Ahora bien, si el orgulloso se aproxima con afecto al humil­ yecta con orgullo, sueña, conjura, piensa cómo satisfacer lo
de y trata de ayudarle, éste puede llegar a venerarlo y acep­ que codicia: dinero, gloria, amor, mujeres, hijos. Cualesquie­
tar sus perfecciones que le humillan aún más. La generosi­ ra que sean sus sueños, por más diversos y opuestos, querrá
dad del orgulloso despierta en el humilde una animosidad engrandecerse, elevarse, ser de hecho superior. Poseído por
contra sí mismo que, finalmente, se muda en odio hacia la esta voluntad de potencia, renunciará a los escrúpulos, a los
superioridad de la criatura orgullosa: su amor le hace daño, helios sentimientos y a las tímidas virtudes. Lo importante
su paciencia le quema poco a poco. Sin embargo, la mujer para él es seguir subiendo con tesón, sin abandonar la lucha
orgullosa ama el odio que siente por ella el hombre humilde; por más sufrimientos y heridas que le cause. El resultado es
porque se da cuenta que ese odio es veneración, admiración, el arribismo que todo lo justifica. Se triunfa en sociedad,
una forma de valorarla. Pero la atmósfera se hace insoporta­ como Rastignac, o en la vida, como Rubempré, los persona­
ble y la orgullosa renuncia a su orgullo, se humilla ante el jes de Balzac. La verdadera victoria de la burguesía consistió
humilde, suplicándole que ascienda hasta ella, a la cima del en inyectar a todos sus miembros la energía sublime de Ju­
orgullo. Entonces podría establecerse la armonía entre am­ lián Sorel5, que representa la ambición, el Yo poderoso que
bas pasiones. codicia la totalidad del mundo. El orgullo que nace de una
También puede ocurrir que estalle la violencia, al no humilde condición originaria, desencadena la más violenta y
poder soportar la permanente humillación que significa la enérgica de todas las pasiones: la ambición.
generosidad del orgullo. El desprecio que siente por sí mis­
mo el humilde está causado por el amor que ella, la orgullo­
sa, la perfecta siente por él, y que se manifiesta en el perdón
reiterado, la conmiseración y la ternura cada vez que él
reincide en la borrachera, el fraude, la estafa y otros delitos
propios de su inferioridad. Para salvarse de la humillación en 5 Protagonista de Le rouge et le noir, de Stendhal.
LA AMBICION 119

pasión innata? No, lo único permanente es el deseo o


“conato de ser” , que decía Spinoza. La ambición nace, pro­
gresa paulatina y sosegadamente entre las telarañas del cora­
zón. La llevamos secreta y escondida. ¿Tenemos vergüenza,
XIV. LA AMBICION pudor de manifestarla? La ocultamos porque nos aterroriza
y la tememos. Es un ardor que tratamos de apagar, porque
Esta pasión manifiesta la voluntad pura del deseo, el querer no somos conscientes de la dirección de su apetencia. La
en sí es la energía primitiva de donde manan otras pasiones. ambición no nace con nosotros, es resultado de la reflexión
La ambición es codicia, envidia, avaricia, celos, lujuria, irreflexiva de un proceso de elaboración interior. Es, pues,
amor. Un personaje de Shakespeare expresa a la perfección la pasión oscura y luminosa por excelencia. Veamos como
todas las pasiones que en ella se condensan: “ Vuestras muje­ se constituye.
res, vuestras hijas, vuestras matronas y vuestras doncellas no Surge un deseo incitante que olvidamos o rechazamos,
podrían colmar la cisterna de mis apetitos” . Y añade: “Desa­ pero deja su huella, una herida indeleble. Queda agazapado,
rrolla una avaricia tan insaciable que, si fuera Rey, suprimi­ insatisfecho o reprimido. Más tarde, lo acariciamos con es­
ría los nobles para apoderarse de sus tierras, codiciaría las peranza en la penumbra de nuestro ser, donde se agita es­
alhajas de éste y la casa de aquél. Esta avaricia penetra a condido y silencioso. Saber lo que desea este deseo, requiere
mayores profundidades y echa raíces más nocivas que la una lenta maduración. En este caso, madurar significa cono­
lujuria, flor de estío” . La ambición es Venvíe de los france­ cer por anticipado. Por ello necesitamos proyectar sobre
ses, wish de los ingleses, begierde de los alemanes, desiderio este deseo una luz exacta y precisa. Todo mi ser estará
de los italianos, una gana radical que se apodera de nosotros ocupado por este deseo que se irá ahondando hasta crear en
sin poder frenarla. Pero diferenciemos la ambición como mi interior sus raíces profundas, que lo diferenciarán de los
apetencia generalizada e informe de la concreta e individual. tleseos volátiles, efímeros y antojadizos. Este deseo va ma­
Cuando estamos devorados de ambición, sin que poda­ durando por una reflexión oscura, hasta que lo haga mío. La
mos precisarla, nos impele un deseo cósmico, el deseo por el ambición es, pues, la radicalización del deseo como objetivo
deseo, o tenemos una ambición concreta, definida. En am­ supremo de todo mi ser, de mi vida futura y cuando se
bos casos no son realmente ambiciones. Para que estas pul­ constituye en pasión, es absoluta y nos domina definitiva­
siones del cuerpo o aspiraciones del alma se conviertan en mente. Se puede objetar que también pasiones como el
pasión, es necesario que aparezca con claridad un objeto amor, la avaricia, el odio, nos poseen y absorben muchas
que aprehender u objetivo a realizar. Por ejemplo, la lujuria veces hasta destruirnos. Sin embargo, no tienen la intensi­
es el deseo en sentido cósmico, indefinido de poseer una dad totalizadora de la ambición y no son absolutas porque
mujer, pero no es una ambición propiamente dicha: la avari­ se extinguen al vivirlas. Por el contrario, la ambición es
cia es afán de conservar, retener un tesoro que poseo y temo quijotesca, sus metas son infinitas y sólo termina con la
perder. Conservar, tampoco es ambicionar en sentido estric­ muerte del ambicioso. Lo absoluto de la ambición estriba en
to. Todas las pasiones ambicionan, pero no son ambición. que no existe como realidad empírica, ni podemos vivir una
¿Qué es pues, la ambición? pasión total, única. La ambición es un postulado de la pa­
Es una pasión que se crea dentro de nuestro ser, en sus sión pura, incondicionado, como un ideal a realizar.
profundidades tenebrosas celosamente oculta. A diferencia Las pasiones, aunque puedan destruirnos, no son como
de otras pasiones cuya claridad de objetivos las delatan, la la ambición, pues podemos renunciar a ellas o conllevarlas
ambición está hundida en la raíz de la conciencia. ¿Es una con otras. Goriot ama a sus hijas y es avaro. Mientras que la
118
TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 121
120

ambición es una pasión que nos domina porque la hemos noca de Macbeth: “ Los pensamientos especulativos nos
elegido y sabemos lo que claramente deseamos. Es como un hiften inciertas esperanzas, pero los golpes determinan el re­
crimen que se premedita y madura para realizarlo. Por esta sultado verdadero” . Hay pues que rechazar hasta’las som­
razón se puede confundir a Macbeth con un criminal cuan­ bras vacilantes que preceden siempre a la realización del
do, en realidad, es un ambicioso. La ambición es por esencia proyecto. En todos estos dramas hay un inductor, Yago
absoluta, no admite otras pasiones. Es poderosa no por pura Otelo, su esposa para Macbeth, que simbolizan el nece­
única, sino porque su fuerza viene desde muy lejos, del sario cálculo frío, la racionalidad luminosa para cumplir la
hondo enraizamiento en la persona. Poder y ser se unen por ambición. “ ¡Y si fracasamos! ” , vacila Macbeth. “ ¿Tienes
la ambición. Llegar al Poder significa ser más que nadie, miedo a ser el mismo en ánimo y obras que en deseo? ” , le
estar por encima de los otros hombres, ser supremo. El acucia Lady Macbeth. Es exacto que se corresponde el de- /
hombre sueña ser Dios” , dijo Sartre, porque ambiciona llegar seo con su realización, pero media la duda, un no me atrevo
a la totalidad de sí mismo, sin pasiones que le desgarren. pue descubre una voluntad débil, flaca, al paso que su mujer
Esta ambición absoluta de poder quiere llegar a ser ontoló- es la pasión fogosa y cruel de la ambición. Macbeth y Ham-
gica, pero se. queda meramente en una lógica de la domina­ Et viven más especulativamente y dudan para decidirse a
ción, como explica Heidegger1, de conquista y apropiación • uinplir lo que desean. La meditación interior debilita su
tecnológica para someter a los hombres, no para que sean «opacidad de acción, es decir, la pasión misma. Por el con­
por sí mismos lo que quieren ser. La ambición suprema del mino Lady Macbeth, que no ha concebido la ambición, es
ambicioso es conquistar el Poder que no nos hace ser, pero más libre y cuando aparece como posible no se detiene a
da la inmensa satisfacción de sentirnos ser con una intensi­ meditarla, busca cumplirla, porque la pasión verdadera es
dad tal que nadie que no esté en él puede comprender este n ción. El hombre es por lo que hace, dijo Hegel. También
placer. el ambicioso Macbeth piensa “ si con hacerlo quedara hecho,
Hemos dicho que la ambición muerde el alma, es un D mejor entonces sería hacerlo sin tardanza” , consciente de
permanente acicate que estimula y mantiene atento, azuzan­ •ine no puede intercalar más tiempo entre la ambición ya
do los sentidos. El ambicioso ve con mayor claridad y oye explícita y su cumplimiento. Sin embargo, es Lady Macbeth
tan finamente que puede percibir las sombras de las cosas, puien lo empuja a la decisión final. Por estas vacilaciones se
que los demás no pueden ver. Macbeth es la historia de una lu podido creer que Macbeth es más criminal que ambicio-
ambición. Escucha los gritos de las brujas, prediciéndole que olvidando que el crimen sólo es el simple instrumento
será Rey. Se estremece al oírlas porque las hermanas íratici­ lora llevar a cabo su ambición. Shakespeare separa la acción
das le revelan lo que él siente y lleva desde largo tiempo i<■1lexivo-pasiva de Macbeth de la irreflexión-activa de Lady
impreso en el alma. Macbeth está dispuesto a escucharlas Macbeth, y sólo las unifica como necesarias en el momento
porque son voz clara y diáfana de su propia conciencia, un •le la ejecución del crimen. Pero, una vez cometido, Mac-
proyecto que ha entretejido, pensado, elaborado dentro de l'fth vuelve a la reflexión para adquirir conciencia de este
sí mismo. Ambiciona el poder y cuando el Rey Duncan le " lo. “ ¿Conocer mi acción? Mejor quisiera no conocerme a
anuncia que ha designado heredero a su hijo, decide pasara la mí mismo” . Ya no dormirá más. Ha asesinado el reposo, la
acción. No puede medir gran distancia entre el fin ya concreto ■alma en que se complacía soñando su ambición. Llevarla a
que se ambiciona y su ejecución, dice Shakespeare por 1abo despierta la inquietud, la tortura angustiada de la con-
1luncia donde se fraguó la conspiración.
La ambición es la raíz de todos los crímenes. Potencial-
1 Heráclito. mente lleva en sí la destrucción universal, es la devastadora
TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 123
122

absoluta. La ambición mata para conquistar una tierra de lortuna o buenos matrimonios, adquiriendo propiedades,
hombres que duermen, de niños inocentes, de mujeres sumi­ fundando empresas. Esta tesis es exacta para la primera eta­
sas. Hitler es el Macbeth del siglo XX, el nihilista, como lo pa del ascenso social de la burguesía que refleja Balzac e.i
define Rauschnigg, que no tiene ideología y sólo el poder l,a comedia humana, donde los personajes encarnan una
como única meta. Pero este Poder es la nonada, el vacío: logosa ambición que, para realizarse, exige el fin del amor
‘•orno ideal o paradigma de la concienca. Pero, una vez con­
Es el fajo del fascismo solidada y afirmada la burguesía como clase, surge bien
detrás del saludo, nada pronto el desengaño sobre los beneficios de sacrificar toda
detrás de la nada, abismo, una vida a la ambición. Marcel Proust4 nos muestra cómo
escribió Unamuno. Sin embargo Macbeth, después de su mi personaje, que ha consagrado su vida y todos sus esfuer­

crimen, medita en la devastación causada que ya no puede zos para entrar en el Jockey Club y en los salones de la alta
detener, y comprende que la única solución es el suicidio1 aristocracia, recibe el desprecio altivo de una gran burgue­
rodeado de brujas irracionales que pronuncian fórmulas enig­ sa, representada en la abuela del Narrador para quien la
máticas: “ la vida es una sombra que pasa, un cuento sin nobleza es “ un ramassis de faineants” , un conjunto de pará­
sentido contado por un idiota” . Sin sentido para la ambi­ sitos y de inútiles. El mismo Swann, al final de su vida
ción, cuando se transforma en tensión velocísima, ciega, ani­ ilescubre que el éxito mundano, al que se había entregado
quiladora de la vida. “ He ido tan lejos en el lago de la sangre ron frenesí, sólo le devuelve indiferencia, es una nada. Y
que si no avanzara más, el retroceder sería tan difícil como nene esta dolorosa comprobación cuando, aquejado de un
ganar la otra orilla” . Esta ambición sólo termina con la mal terrible, su íntima amiga la princesa de Guermantes
muerte. Así lo comprende Macbeth y se deja matar, pues“la ‘•penas le saluda en una reunión y se escabulle para acudir a
sangre llama a la sangre” . tm baile. La ambición social deja el mismo vacío que el
La ambición, como bien ha visto Adler2, tiene su ori­ ejercicio del poder. Swann, pobre judío advenedizo, ha go­
gen en un sentimiento de inseguridad e inferioridad. El zado estéticamente de las preciosidades que proporciona la
hombre, movido por su voluntad de poder, quiere ascender, illa sociedad. Las iglesias, los cuadros, los muebles y hasta
triunfar y sentirse así afirmado individualmente. Cuando las primaveras y otoños se revisten de esplendor al socaire
esta ambición fracasa, origina todas las neurosis. Si la ambi­ ■le nombres sonoros, apellidos ilustres que él tenía la dicha
ción de poder es trágica por absoluta, hay otras ambiciones •le frecuentar. Pero la ambición social, una vez realizada, se
más equilibradas y normales. Por ejemplo, la ambición so­ mvela ilusión engañadora y vacua.
cial que Balzac representa en Rastignac y Rubempré, dos Positiva y con resultados más fructíferos es la ambición
personajes que sacrifican los ideales de su juventud para (le los grandes empresarios. Schumpeter5, celebra el espíritu
triunfar en el mundo. En este sentido, la novela moderna es innovador de estos hombres, la gracia técnica, las novedades
“ la epopeya de la burguesía” 3, el fin del idealismo quijotesco 'l'ie han aportado a las revoluciones industriales. Su ambi-
que sacrifica el amor al éxito en la vida, bien sea haciendo ■ion ha sido el motor de todas esas benéficas transforma-
■iones que tanto bien han aportado a la humanidad. Sin esta
•nibidón, no existiría la industria moderna. Para ellos no

2 El carácter nervioso. 4 Du Cote de chez Swann.


3 Georg Lukács, La Theorie du Román. 5 Capitalismo, socialismo y democracia.
124 TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 125

existieron fronteras e invadieron todos los continentes, ambiciosa de las criaturas, abandona cuanto posee y se hun­
creando el mercado mundial y la economía cosmopolita. de en la noche oscura de los sentidos. No ve, no oye ni
“ Sin duda alguna, los profetas de la burguesía del siglo XIX palpa, y renuncia a la pulsión misma, al deseo originario de
lucharon por un solo mundo más o menos igual, pero donde vivir, a las naturales ambiciones por su ambición única.
todos los gobiernos reconocerían las verdades de la econo­ Abdica de sí mismo para llegar a la fusión con el Dios
mía y del liberalismo, llevadas a través del planeta por mi­ •disoluto, sin atributos, cualidades, innominado de la teolo­
sioneros impersonales más poderosos que los que ha tenido gía negativa, en el que se engolfa y anonada. Este Absoluto
la cristiandad o el Islam; un mundo hecho a imagen de la que buscaba no tiene realidad de verdad, existencia fenomé­
burguesía, en el que desaparecerían las diferencias naciona­ nica. ¿Vale la pena negarse a sí mismo para encontrar la
les” 6. Pero, después de revolucionar el mundo con su ambi­ Nada? El místico ambicioso al final de su camino espinoso y
ciosa audacia, se convirtieron en “ tycoones” , feroces ¡aves duro, descubre que Dios se encuentra en él, escondido en su
de presa sedientos de beneficios, avariciosos acumuladores Yo, en el seno de su alma invisible. El amor solitario es el
de riqueza hasta el punto de provocar la desilusión del ma­ resultado de esta ambición de absoluto. El Dios con que
yor de sus admiradores, el gran economista Schumpeter. La ‘.uñaba no tiene realidad, es la cosa en sí de Kant, una
ambición venció a estos hombres de nobles aspiraciones y, presencia invisible, subjetiva en la que necesita creer como
desmoralizados, entregaron su poder a jóvenes ejecutivos idealidad para realizar su ambición de Absoluto.
que administran sus empresas con eficiencia y habilidad, Semejante a la ambición mística es la de los políticos.
pero sin la ambición creadora de aquellos prometeicos em­ <iobernar satisface un deseo profundo de sentirse ser, perso-
presarios. ualiza y distingue la individualidad. Pero el poder político es
Los pequeños burgueses tienen también su ambición. una abstracción de la conciencia social, colectiva. Sólo es
Es modesta, limitada, se satisfacen conservando la propie­ ical como ideal. El verdadero poder lo tiene la clase domi­
dad. Máximo Gorki7 describe la lenta, anonadante deca­ nante y como en general el político gobernante no pertene­
dencia de una familia que acaba en la más total carencia de ce a ella, lo usufructúa, pero no lo posee realmente. Sin
ambición. Tolstoi8 narra la agonía de un pequeño burgués embargo, los encantos miríficos del poder le hacen sentirse
que teme a la muerte, porque se considera a sí mismo la poderoso. Esta es la base subjetiva de la seducción que ejer­
realización de todas sus ambiciones, es decir, una propiedad ce el poder para la ambición política. Foucault y otros ana­
que le ha costado grandes esfuerzos conseguir. No vale para lizan el poder en sí, que tiraniza, oprime la libertad indivi­
nada tanto empeño en triunfar si, al final, la muerte inexo­ dual encarcela el deseo, hace de la libertad sexual un saber e
rablemente expropia todo: nuestros bienes, nuestro ser. Y la instituye las pasiones como represiones. Este poder omní­
culpa no es suya, piensa este personaje, fue la ambición. modo y omnisciente es una entelequia pálida, una sublime
Quizá la más recompensadora de todas las ambiciones, idea platónica. El poder es una emanación de las fuerzas
sea la mística, esa búsqueda del amor absoluto. La meta a '.ocíales en lucha, el equilibrio necesario, la Razón que ar­
alcanzar es el Todo. Para unirse con Dios, el místico, la más moniza los antagonismos de los hombres, o hasta una poli­
cía, si se quiere, de consecuencias desgarradoras. Pero el
l’oder, con mayúscula, no existe realmente. Hans Freyer
.señala que el marxismo demostró el carácter fantasmal del
6 E.J. Hobsbawm, The Age o f Capital. 1848-1875. listado como poder autónomo, pues al estar subordinado a
7 Los Artamonov. l.i sociedad carece de independencia. En definitiva, la políti-
8 La muerte de Ivári Ilich. c.'i, el poder, el Estado no son realidades absolutas, ajenas a
126 TRATADO DE LAS RASIONES LA AMBICION 127

los hombres, sino superestructuras o síntesis ideales de la tence” . Este joven pobre, hijo de un carpintero, desea ternu­
realidad social. No existe una autonomía real del poder, ra, amor y sueña vivir una gran pasión. Pero ambiciona tam­
pero sí existe una independencia ideal, es decir, una delega­ bién dinero, ascender de clase social, pasando de su humilde
ción del poder a los políticos para que lo ejerciten. Esto condición campesina a la burguesía rica y acomodada. Igual­
provoca muchas veces una confusión cegadora, unashipósta- mente sueña con la victoria de Napoleón y de los jacobinos
sis de poder. Vemos, pues, como la ambición del místico y que le proporcionarán más ocasiones para desarrollar su
la del político se realizan en la misma irrealidad: el primero energía interior, su libre individualidad.
se entrega a Dios, lo busca como supremo poder lejano, y lo En les comienzos de sus relaciones con madame Renal
encuentra dentro de sí mismo; el segundo espera Todo del desea el amor, pero teme la humillación que pueda sufrir si
poder y descubre el vacío existencial. es rechazado. El sentimiento amoroso de estos personajes se
Ahora bien, los fines individuales de la ambición pue­ hace cada vez más intenso y finalmente se realiza. No pode­
den subordinarse a los intereses generales de la sociedad y mos aceptar que la ambición, pasión obsesiva e invasora de
servir a una causa universal. Las ambiciones personales de loda la personalidad, excluya el amor, como afirma Agnes
Napoleón fueron útiles para expandir los ideales de la Revo­ Heller. El protagonista de Rojo y negro no lo olvida ni deja
lución Francesa. “Lo activo es siempre lo individual; yo soy en el trasfondo de sus sentimientos, pues forma parte de su
lo que soy en la acción; es un fin lo que trato de cumplir. ambición. “Julien, fut eperdument amoreux” . “ Son amour
Este fin puede ser un fin bueno, un fin universal. Lo univer­ était encore de l’ambition, c’etait de lajoie de posseder lui
sal debe realizarse mediante lo particular” . Así explica Hegel pauvre étre malhereuxe et si méprisé, une femme aussi no­
la aparente incongruencia de que la ambición personal del ble et aussi belle” . Las pasiones más opuestas pueden convi­
político sea aprovechada por la Historia para cumplir sus vir y no se excluyen. La prueba es Julián Sorel, que no tiene
fines. Un político llega al poder y cree que podrá realizar una pasión única dominante, sino muchas y entreveradas
sus más caras ambiciones, sin darse cuenta que está cum­ ambiciones: el amor, el poder político, el odio a la alta
pliendo una misión histórica que le trasciende. Lo que Hegel burguesía traidora a los ideales de la Gran Revolución y a la
llama “ ardides de la Razón” , es la vinculación forzosa y nobleza, que admira por el brillo encandilador y el poderío
necesaria entre la ambición política subjetiva y la idea como que ostenta. Claro está que, en la primera parte de la novela,
universalidad. bilián Sorel olvida un poco sus ambiciones sociales y polí-
La Razón se sirve de las pasiones para obrar y los licas, para entregarse totalmente a su otra ambición: el
hombres, a través de ellas, satisfacen sus intereses, pero cum­ mnor.
plen un destino. Muchas veces son supuestos postulados En la segunda parte, ya secretario del marqués de la
teóricos que son, de hecho, solamente experiencias o goces Mole, el protagonista triunfa socialmente. Es admirado, res­
subjetivos: Dios como supuesta presencia en la conciencia o petado, elogiado y hasta mimado por los jóvenes aristócra-
el Poder para acrecentar la imaginaria supremacía del ser his que ahora desprecia en el fondo de su corazón. Realiza­
que lo ejerce. Vanas e irreales ambiciones por las que se ba la ambición mundana, vuelve a amar. Pero el amor por
consumen valiosas criaturas. Pero hay otras ambiciones ñor Matilde de la Mole no es tan intenso como el sentido por
males, reales, posibles. Julián Sorel, el protagonista de Rojo madame Renal. Quizá no fuese un autentico amor y sí más
y negro, ambiciona el amor y crearse una posición social. ■I orgullo que le creaba la satisfacción amorosa. “Moi, pau-
Al principio su ambición parece fría, calculadora, antipática vic paysan, j ’ai done une declaration d’amour d’une gran
pero, en realidad, es ardiente, le quema por dentro ‘Tambi ■lame! ” . Se deja amar y ama. Matilde era la grande passion
tion qui jusqu’alors avait été l’essence méme de son exis- puc completa la realización de todas sus ambiciones: triunfo
TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 129
128

social, dinero, matrimonio con una joven noble. El pobre y las. Este tipo de ambicioso no se centra en las posibilidades
anónimo campesino llega a la cúspide de su carrera ambicio­ interiores de la soledad (Kierkegaard) y disuelve su am-
sa. De repente, todo fracasa. Madame Renal envía la tatl »- lación, como señaló acertadamente Georg Lukács, en un
ca carta al marqués de la Mole, acusando a su ex-amante de Horizonte de infinitudes sucesivas, buscando a Dios, el abso­
ávido arribista y despiadado ambicioso. Cuando Ju ían dis­ luto definitivo y último. El ambicioso a que nos referimos
para contra madame Renal sacrifica su ambición de podei y concentra sus proyectos hacia realidades posibles de reali­
su crimen se convierte en un acto de amor. Poi esta razón, zar. Es un realista de la esperanza con justificadas razones,
cuando va a morir se reconcilia consigo mismo, acepta te iz que son resultado de una reflexión sobre su situación en el
el sacrificio. El filósofo francés René Girard afirma que e mundo y sus propias potencialidades Rechaza la tentación
No que tantos filósofos modernos asimilan a *a libertad y .1 de refugiarse en el recuerdo, esa suave y tranquila nostalgia
la vida es, en realidad, heraldo de servidumbre y de muerte. de la vuelta atrás. Por el contrario, todo su ser bulle de
Efectivamente, el egotismo del héroe stendhaliano, su indi, ■lidíente inquietud hacia el futuro, hacia lo radicalmente
vidualismo acerado es la raíz de la ambición desmesurada y nuevo. Ahora bien, el futuro que se busca difiere de
destructiva que le lleva a la muerte. El Yo único, exclusivo, ■muerdo a la modalidad temperamental de cada ambicioso.
poderoso es la negatividad burguesa de la natural, candorosa Unos buscan la felicidad personal, otros la fortuna, aquéllos
y necesaria afirmación de sí mismo. Para que las pasiones «I amor. Pero todas estas ambiciones tienen un horizonte
no nos extravíen ni envuelvan en sus violentas tempestades, real que justifica las esperanzas del ambicioso. En este caso
debemos llevar a cabo la Educación sentimental que nos Iii ambición es una pasión que, como todas las afecciones,
propone Gustave Flaubert en esta obra. Federico Moreau, e tiende hacia el mundo exterior.
protagonista, busca el amor absoluto y cree haber encontra­ Franz Bren tañe, en su obra Psicología, demostró que
do su ideal en la figura de una mujer entrevista apenas en las pasiones no quedan limitadas a sentirse, son intenciona­
un vagón de ferrocarril. No olvidará nunca su imagen, vivna les y se dirigen siempre al objeto, “gemeinte gegenstand”
para ella una gran parte de su vida y, a la postie, se encuen­ decía Husserl. En consecuencia la ambición como es una
tra con el vacío, la nada. Se sacrificó a la búsqueda de este- pasión vive y sufre todos los cambios temperamentales de la
amor inalcanzable con el quijotismo de una madame esperanza, al desear y buscar. Podemos afirmar con Ernst
Bovary, ajeno a la única realidad que presencio: la Revolu­ Bloch que la esperanza hace a la ambición militante y prác-
ción de 1848. Flaubert narra este drama para enseñarnos l tea, porque el ambicioso lleva dentro de sí una promesa y
que no se puede vivir sólo de sueños, idealidades, proyectos lucha para realizarla. Experimenta angustia, temor, desespe-
y debemos renunciar a toda ambición que no sea posible. 1 ación, impaciencia, serenidad, estados anímicos que corres­

Sin embargo, no podemos vivir sin ambiciones, cuyas ponden a la estimación de las situaciones exteriores que
raíces son la inquietud, el nervioso afán, el ímpetu deseoso posibilitan o dificultan la realización de su ambición. La
que nos constituye. Se condena justamente a los seres que dirección intencional de la ambición aumenta de intensidad
carecen de metas, de fines. La ambición es proyecto de vk ,1 cuando el objeto parece próximo y el fuego interior de la
futura. El ambicioso es un anticipados un utópico de sil <.pera quema de impaciencia anhelante. Pero si está ahí nos
propia existencia, el hombre de la esperanza, dina Ernsl entregamos con más fuerza e ímpetu que nunca a la ambi­
Bloch, que tiene ante sí un horizonte de posibilidades medí ción. Es la diferencia que media entre la posibilidad de la
esperanza que nos impacienta y la realidad posible que am-
lucionamos. Así, por ejemplo, la angustia y el temor son
9 Mensonge romantique et vérité romanesque. estados que reflejan una ignorancia de las posibilidades rea-
128 TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 129

social, dinero, matrimonio con una joven noble. El pobre y tas. Este tipo de ambicioso no se centra en las posibilidades
anónimo campesino llega a la cúspide de su carrera ambicio­ interiores de la soledad (Kierkegaard) y disuelve su am­
sa. De repente, todo fracasa. Madame Renal envía la fatídi­ bición, como señaló acertadamente Georg Lukács, en un
ca carta al marqués de la Mole, acusando a su ex-amante de horizonte de infinitudes sucesivas, buscando a Dios, el abso­
ávido arribista y despiadado ambicioso. Cuando Julián dis­ luto definitivo y último. El ambicioso a que nos referimos
para contra madame Renal sacrifica su ambición de poder y concentra sus proyectos hacia realidades posibles de reali­
su crimen se convierte en un acto de amor. Por esta razón, zar. Es un realista de la esperanza con justificadas razones,
cuando va a morir se reconcilia consigo mismo, acepta feliz que son resultado de una reflexión sobre su situación en el
el sacrificio. El filósofo francés René Girard 9 afirma que el mundo y sus propias potencialidades Rechaza la tentación
No que tantos filósofos modernos asimilan a la libertad y a ile refugiarse en el recuerdo, esa suave y tranquila nostalgia
la vida es, en realidad, heraldo de servidumbre y de muerte. ile la vuelta atrás. Por el contrario, todo su ser bulle de
Efectivamente, el egotismo del héroe stendhaliano, su indi­ urdiente inquietud hacia el futuro, hacia lo radicalmente
vidualismo acerado es la raíz de la ambición desmesurada y nuevo. Ahora bien, el futuro que se busca difiere de
destructiva que le lleva a la muerte. El Yo único, exclusivo, «cuerdo a la modalidad temperamental de cada ambicioso.
poderoso es la negatividad burguesa de la natural, candorosa Unos buscan la felicidad personal, otros la fortuna, aquéllos
y necesaria afirmación de sí mismo. Para que las pasiones el amor. Pero todas estas ambiciones tienen un horizonte
no nos extravíen ni envuelvan en sus violentas tempestades, ieal que justifica las esperanzas del ambicioso. En este caso
debemos llevar a cabo la Educación sentimental que nos l;i ambición es una pasión que, como todas las afecciones,
propone Gustave Flaubert en esta obra. Federico Moreau, el liende hacia el mundo exterior.
protagonista, busca el amor absoluto y cree haber encontra­ Franz Bren taño, en su obra Psicología, demostró que
do su ideal en la figura de una mujer entrevista apenas en las pasiones no quedan limitadas a sentirse, son intenciona­
un vagón de ferrocarril. No olvidará nunca su imagen, vivirá les y se dirigen siempre al objeto, “gemeinte gegenstand”
para ella una gran parte de su vida y, a la postre, se encuen­ «lecía Husserl. En consecuencia la ambición como es una
tra con el vacío, la nada. Se sacrificó a la búsqueda de este pasión vive y sufre todos los cambios temperamentales de la
amor inalcanzable con el quijotismo de una madame esperanza, al desear y buscar. Podemos afirmar con Ernst
Bovary, ajeno a la única realidad que presenció: la Revolu bloch que la esperanza hace a la ambición militante y prác-
ción de 1848. Flaubert narra este drama para enseñarnos iica, porque el ambicioso lleva dentro de sí una promesa y
que no se puede vivir sólo de sueños, idealidades, proyecto:, lucha para realizarla. Experimenta angustia, temor, desespe-
y debemos renunciar a toda ambición que no sea posible. iación, impaciencia, serenidad, estados anímicos que corres­
Sin embargo, no podemos vivir sin ambiciones, cuya', ponden a la estimación de las situaciones exteriores que
raíces son la inquietud, el nervioso afán, el ímpetu deseoso posibilitan o dificultan la realización de su ambición. La
que nos constituye. Se condena justamente a los seres qur «Iirección intencional de la ambición aumenta de intensidad
carecen de metas, de fines. La ambición es proyecto de vida ' liando el objeto parece próximo y el fuego interior de la
futura. El ambicioso es un anticipador, un utópico de su ' ■.pera quema de impaciencia anhelante. Pero si está ahí nos
propia existencia, el hombre de la esperanza, diría Ernsl 1 'bregarnos con más fuerza e ímpetu que nunca a laambi-
Bloch, que tiene ante sí un horizonte de posibilidades inédi • Ion. Es la diferencia que media entre la posibilidad de la
1 .peranza que nos impacienta y la realidad posible que am­
bicionamos. Así, por ejemplo, la angustia y el temor son
9 Mensonge romantique et vérité romanesque. '"hados que reflejan una ignorancia de las posibilidades rea-
130 TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 131

les de nuestra ambición, como angustia a Kierkegaard el hombres son como los navios, están agitados por vaivenes
encuentro con Dios y a Heidegger la temporalidad que lleva contrapuestos. Sin embargo, creemos que la ambición es
a la muerte. El temor, secuela de la angustia, nos hace retro­ una pasión tan fundamentalmente básica que puede dar sen
ceder, asustados ante las improbas dificultades. La aparición tido a una existencia, ya que su finalidad es la propuesta
del miedo significa dejar de confiar en cumplir los deseos unitaria de todo los actos del ambicioso. Claro está que
largamente acariciados. aunque la esperanza es su componente esencial, la ambición
La esperanza implica perspectivas de realización, repre­ no es sólo especulativa, imaginativa, soñadora, esperanzada,
senta las mañanas dichosas, los horizontes radiantes de la como piensa Bloch, exige voluntad tenaz, perseverancia, há
ambición. Sin embargo, para Husserl, la esperanza son los bitos repetidos, todo un tesoro de heroísmo y sacrificios
recuerdos que poseen en ellos mismos una proyección hacia para lograr lo que se ambiciona. Los investigadores cientíl i
el futuro. “Jeder ursprünglich Konstituirende Process ist eos como Pasteur, Koch, Darwin y nuestro Cajal, son ejem
beeselt von Protentionen, die das Kommende ais soches leer píos de esta ambición práctica, laboriosa, paciente, jornalera
Konstituiren und auffangen” 101. La esperanza del ambicioso que no ceja en su empeño hasta descubrir, desvelar el miste
tiene en común con la angustia el temor a la pérdida de sí rio, la incógnita de lo que buscan. Su ambición objetiva va
mismo, cuando presiente no alcanzará el objetivo que se ha más allá de la subjetiva, e igualmente legítima, de renombre
propuesto. Este peligro que está en él, se yergue en el hori­ y gloria que pedía Unamuno como premio de la acción
zonte de la madrugada entre sombras y claridades que llena creadora de la ambición personal. “ El genio, es una larga
de dudas la desesperación esperanzada o la esperanza deses paciencia” , nos recuerda Paul Valery. La ambición, más que
perada de la ambición. Pero, como decía Hólderlin, “wo esperanzas, exige resultados positivos, descubrimientos nuc
Gefahr ist, wáchst das Rettende, alie” 11. A la desesperación vos. Aunque los objetivos del artista, el literato, el escultor
que lleva en sí la esperanza, sucede la seguridad, la confian o el filósofo sean diferentes de los del investigador cientíli
za en la realización de las ambiciones por una decisión sub­ co, el fin de la ambición es el mismo: la realización de la
jetiva, porque no podemos limitarnos a esperar pasivamente persona que solamente se cumple por la praxis creadora de
su cumplimiento. El quietismo esperanzado, el advenimien la pasión ambiciosa.
to esperado, lleva al infierno de la angustia, el terror y la Ahora bien, la ambición puede manifestarse como co­
desesperación. La verdadera esperanza ha de despertar la dicia extrema de posesión de bienes, fama, poder, material i
energía viva, el afán de lucha por el futuro anhelado, por eso /ación y plena exteriorización del hombre hacia la búsqueda
bien imaginado, pero posible, que constituye la meta do de fines materiales. Cuando esto no es así, la carencia de
nuestra ambición. La esperanza exige, para realizarse, una ambición no significa una desvalorización del hombre, sino
acción firme, persistente, decidida, una pasión total y po­ la manifestación de su reciedumbre moral. No se deja seducii
sitiva. por la riqueza corruptora ni la vanagloria del renombre y
Ernst Bloch piensa que no existen pasiones únicamenli' tampoco por los engaños del poder. Se resiste a todas las
dirigidas a un solo objeto, son cambiantes, varían, ya queloi mutaciones de la ambición codiciosa y se retira de la compe
inicia entre individualidades, refugiándose en la modestia,
pasión antípoda de la ambición, que no es humildad. El que
10 “ Originariamente cada proceso que se constituye está lleno di no tiene ambiciones, goza de un sosiego interior, de la lem
pre-intenciones que captan al vuelo lo que va avenir como forma vi. planza o pasión contenida en la dignidad recoleta y su oi gu
cía” . Para una fenomenología de la conciencia interior del tiempo.
lio es prudente, comedido. Falto de objetivos materiales que
11 “ Donde hay peligro, surge la salvación” . imbicionar, puede dedicarse serenamente a cultivar su jardín
TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 133
] 32

interior. Al no buscar nada en el exterior, concentra su sistir en falta de interés material, para elevarse por encima
ambición en perfeccionarse para crear una estatua de sí mis­ ilc la vulgaridad ambiciosa, y distinguirse por una aristocrá-
mo. También puede vivir sencillamente su vida, discreta y i ica singularidad. El fin de los artistas es aparecer desintere-
sabrosamente, sin metas lejanas por las que luchar. Estos sados, pero la ambición yace soterrada en la pasión vital,
hombres modestos aman la vida, una hermosa mujer, un i-onerosa del artista, pues al entregarse a los placeres de la
buen vaso de vino, charlas calmosas, domingos de excursión, rxistencia buscan crear una individualidad distinta, nueva,
tardes de paseos. Vivir para ellos es apasionarse por todo y lotalmente diferente de la burguesa. Esta ambición sin am­
por nada en particular. La vida, como ambición, es una pa­ biciones'es muy ambiciosa, porque es muy difícil sobresalir
sión como puede ser el cumplimiento de un destino glorio­ v distinguirse en una sociedad nivelada por la ambición ma­
so, pero limitada a la cotidianidad puede hacer hasta olvidar terial.
nuestras obligaciones y las naturales ambiciones, que vamos Hay otros seres que no ambicionan nada porque son
perdiendo por amor a la vida misma. Esta ambición es una 1 ilóbiles, indiferentes, no sienten ni padecen. La fortuna, la
pasión que sacrifica el hedonismo epicúreo y hasta el goce i-loria, el poderles dejan fríos. De temperamento tranquilo,
más modesto que requiere una deleitosa reflexión anticipa­ lal vez han llegado a ser apáticos en virtud de desengaños y
d o s , pues exige renunciar a todas estas satisfacciones de la terribles desilusiones. Este hombre que ya no cree en nada
vida inmediata para trascenderla en un fin último. es un escéptico hoy, porque ha sido un fanático ayer. Ha
El gozador, el bohemio, el excéntrico, el artista, el lenido una fe que los acontecimientos le han destruido. El
hippie son la antítesis del ambicioso. No sacrifican la vida a escepticismo es un resultado del desengaño en ideologías
un interés objetivo, no quieren tenerlos y menos realizarlos. absolutas y aparece como el relativismo del conocimiento.
Si carecen de pasión exterior, como el ambicioso lleno de Su polo extremo, el pirronismo, desconfía sobre todo de la
codicia posesiva, tienen una intensa pasión interior, una dis­ apariencia de las presencias. “ El punto de partida del escep­
ponibilidad graciosa. Son los antiburgueses por excelencia, ticismo es liberarse de la inquietud, a consecuencia de sus­
seres que no están sujetos a ninguna norma ni obligación. Es pender el juicio” 12. De esta forma, el escéptico vive tranquilo
posible esta libertad que disfrutan por su falta de ambición. sin ambición alguna porque no espera nada. Ya decía
Se les puede comparar al gozador estético, de Kierkegaard, Séneca: “si no quieres sufrir de temor, renuncia a la espe­
o al bohemio de chaleco amarillo a “ lo Gautier” que espan­ ranza” .
taba con sus excentricidades a una burguesía austera, entre­ De aquí procede la aparente serenidad del escéptico
gada a sus ambiciones. Estos bohemios chocan más por su pero, en realidad, es un traidor, un apóstata como Juliano,
ostentosa libertad y ausencia de codicia, que por sus pirue­ <|uién en su ambicioso e intolerante fanatismo se creía capaz
tas y estravagancias lúdicas. Sin embargo, el artista bohemio de salvar el mundo. El fanático, al tropezar con obstáculos o
que odia al burgués por su ambición de hacer y acumular descubrir errores en el camino del proceso histórico, aban­
dinero y sólo se entrega a la prosperidad de su empresa, dona la lucha porque ha perdido la fe mesiánica, obtusa,
también sacrifica su vida, como Baudelaire al arte o Flau- ciega que le animaba, sin comprender que podía haberla
bert a la perfección rigurosa, estética del estilo. Pero éstas sustituido por una esperanza lúcida en los progresos paulati­
son alienaciones particulares de la alienación general, colec­ nos. Entonces se convierten en escépticos irónicos, sutiles e
tiva y social, como bien subrayó Sartre. inteligentes, considerándose por encima de las pasiones hu-
La ambición artística, que parece tan desinteresada,
cabe dentro del sistema total de codicias abiertas o disi­ 12
muladas de las individualidades. Esta ambición puede con- Sexto Empírico, Bosquejo del Pirronismo.
TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 135
134

manas. En el fondo, no soportan lo efímero, lo pasajero, la beatitud que le es tan necesaria. Al no lograr la impasibili­
vanidad huidiza de la temporalidad. Descubrir el carácter dad, que en el fondo y tras su ironía comprensiva busca, se
transitorio de la realidad les produce náuseas, como el per­ revuelve con pasión odiosa contra toda la humanidad.
sonaje de Sartre, y renuncia el escéptico a la ambición espe­ Suele confundirse el escéptico con el indiferente, cuan­
ranzada, origen de sueños y deseos de transformación. Así do son muy distintos. El escéptico se hace y el indiferente
escapa a las inquietudes y zozobras de las pasiones y vive lo es por temperamento. Su abulia le presenta desinteresa­
feliz en su indiferencia apática. El resultado de esta visión do, sin ambiciones, ya sean nobles o vulgares pero, en reali­
del mundo reflexiva y antidogmática, relativista y ‘no abso­ dad, no desea nada porque su naturaleza no responde a los
lutista es el descanso o ataraxia escéptica, la postración del estímulos exteriores o los puede rechazar fácilmente. Sin
ánimo, la quietud spinozista, la carne triste de Mallarmé, el embargo, la indiferencia es un estado que también se crea.
hartazgo de libros, del saber absoluto, de la ciencia positiva, Alberto Moravia, en su novela Gli indiferente, refleja
la abulia y el conformismo de la santa indiferencia. '■I frío desinterés por el mundo que experimentan sus perso­
El escéptico, sin embargo, no es frío y totalmente indi­ najes, víctimas de un sistema social y político basado en la
ferente. Cierto que no quiere creer, no desea confiar en la mdiferenciación ideológica como concepción dominante de
Historia ni en el sentido racional del Tiempo, pero huye de l,i vida. El fascismo, de supuesta ideología autoritaria, lo
la vida y se afana en no compremeterse jamás, porque pre­ •iue impuso fue el desengaño y tuvo como objetivo llenar su
tende alcanzar un estado satisfactorio que no dé cabida a la vacío ideológico con una nueva nada: el desinterés total por
pasión que implica sufrimiento. Pero no logra del todo su los problemas ideológicos, morales, filosóficos y políticos.
propósito, pues la huida de todo compromiso y de toda No se trataba de perpetuar el fascismo, como decían, sino
pasión es un movimiento de la pasión misma, una ambición 'Ir crear seres sumisos que aceptasen el sistema capitalista
hacia este objetivo. El escéptico busca la indiferencia como imperante como único posible, y para preservarles de otras
el ambicioso el poder, pero mientras éste puede llegar a ideologías utilizó la represión. El neocapitalismo con idénti­
conseguirlo, aquél difícilmente podrá eliminar todo el sufri­ cos fines, operó con la seducción, liberando los instintos,
miento ni lograr la completa serenidad, la apatía que ambi dundo rienda suelta a la satisfacción de todos los deseos y
ciona, lo cual aumentará la intensidad de su pasión escéptica. libertades individuales. Su objetivo era modelar un tipo de
La apatía es un estado que corresponde al tempera­ hombre contento, apolítico, sin razón crítica, que acepte el
mento y constitución biológica. Pero el que no es natural­ mundo tal cual está constituido y no desee cambiarlo. Con
mente apático y desea serlo, se enreda en una lucha sin loda lógica, Moravia escribió II conformista.
límites. Algunos acontecimientos exteriores no le perturba El conformista es un escéptico que vive retirado de lo
rán el ánimo, en cambio otros le extremecerán y perderá la iue creía descomunales ambiciones. Es producto de una
imperturbabilidad en que se creía asentado. Esta oscilación •ociedad abierta y libre, cuya finalidad es crear seres malea-
entre quietud e inquietud puede hacer zozobrar su escepti 1 dos, resignados y tolerantes con todo lo que pasa, que no se
cismo, o se esforzará denodadamente en conservarlo sin ih'en contra la sociedad en que viven ni protesten contra la
conseguirlo nunca. La consecuencia de la frenética pasión i un ilia que les ha caído en suerte. El conformista es un
del escéptico por librarse de las pasiones y de toda esperan •limpiar magnífico de dulzura, mansedumbre, paciente y
za posible en la Historia, es el desdén altivo por todos Ion Lista tolerante con las maldades ajenas, pues sabe aguantar
hombres y la existencia misma, contra todo lo que no está •"das las adversidades. Pero al aceptar todo tal cuál es, ter­
quieto, contra el mundo exterior que se mueve y puede mina por hacerse cómplice del fascismo, la delación, la trai-
agitar su corazón, trastornar sus hábitos, privándole de la 1 ion, el crimen. Moravia, con enorme sabiduría ética, descu-
TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 137
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bre que el conformista, por su íntima complacencia a acep­ fanatismo unilateral, no es para abrazar la multiplicidad y
tar todo sin oponer resistencia, es un amoral. Nada es, pues, entrar en el pluralismo escéptico, sino que deja de ser. Este
más peligroso que esta apatía del conformista que le priva escéptico no es sólo traidor a una ambición o una idea, lo es
de ambiciones y de conciencia de los fines morales, lleván­ lambién a sus raíces ontológicas. Es un ser a la deriva, sin
dole poco a poco a la degradación. La ausencia de ambición norte ni brújula, desprovisto de horizonte. No puede reno­
impone un sometimiento que disuelve moralmente al hom­ varse ni dejar ya de ser como es, porque se ha abandona­
bre. Así, los conformistas son potencialmente criminales, do. Este escéptico es inmovilista, rechaza el cambio y acepta
pues su indiferencia oscurece la distinción entre el bien y el loda la realidad como está constituida. Es antirrevoluciona-
i í o , conformista y su razón crítica la ejerce para combatir
mal, la alegría de la tristeza. En ese estado de conformidad,
las emociones, las pasiones se homogeinizan y la pasividad loda posibilidad de esperanza, de ambiciones ideales. Antí­
de la sensibilidad crea una tolerancia increíble al sufrimien­ poda del ambicioso, su función es impedir la proliferación
to. El conformista logra lo que el escéptico no consiguió: de esperanzas, el despertar de entusiasmos o ideas revolucio­
ver el mundo como totalidad indiferenciada. narias. Es el verdadero enterrador de la Historia, como
Los escépticos pueden ser también prudentes dogmáti­ <'ioran y otros, para quienes la Historia no tiene sentido.
cos, dubitativos creyentes, ambiciosos realistas. Bloch dife­ Entre los seres carentes de ambición, están los que por
rencia la corriente cálida del marxismo, que tiene una exi­ naluraleza son cortos, reservados, tímidos. Si alguna vez
gencia inaplazable de realizar sueños y esperanzas, de la otra invieron sueños ambiciosos, pronto renunciaron a ellos y se
corriente fría que sopesa, calcula las posibilidades reales de cobijan en la poquedad de su intimidad calmosa. E l tío
cumplir las ambiciones revolucionarias. A la primera corres­ Irania, de Chejov, abandona sus ambiciones para refugiarse
ponden los que se lanzarán fácilmente a las aventuras impro­ • n una ternura sencilla hacia todos y en una soledad egoísta,
visadas, locuras insensatas, atentados individuales, cayendo pueblerina. Estos apocados por naturaleza,o que la vida les
en un extremismo infantil; a los de la segunda corriente, ln 11.1 forzado a ser, tienen sueños humildes, esas vagas ensoña-
vigilante y analítica prudencia del escepticismo les ofrece «iones tristes que Chejov refleja tan delicada y suavemente
'tt-na sana cura contra los desmadres de la ambición. Esto:, • u sus dramas. Quieren un mundo sin conflictos, pacífico y
escépticos como están desprovistos de entusiasmo por ideas ordenado. Fácilmente se encandilan y enamoran del orden,
o personas, origen del fanatismo según Agnes Heller, tienen 1.1 estabilidad burguesa y finalmente caen en la modorra, la
lucidez racional para juzgar las posibilidades exactas de I» •■•iIvana de vivir, arrastrados por su poca entereza de ánimo,
esperanza. El escéptico que rechazó el fanatismo y dogma '."n vivos-muertos por falta de energía íntima y proyectos
tisino es más clarividente y juicioso que el que tiene grande-, vihiles.
ambiciones desmesuradas, porque no osa traspasar impru Otro ejemplar de inercia y pasividad lo ofrece el que se
dentemente los exactos límites de la realidad. Ahora bien, desgaja de la familia, de los amigos y de cuanto le pertenece.
fanático no es el que siente entusiasmo por una idea, sino el No quiere atarse a nadie ni a nada. Su desinterés o “ instinto
que se entrega a una misión en la vida y compromete su sei i mítico” que decía Freud, busca superar dentro de sí el
íntegro en cumplirla. Por consiguiente, no es la ambición ni nuco por los seres y las cosas, estableciendo una lejanía
la pasión por una idea, sino la idea realizada apasionadamen i liberada y voluntaria para romper con todos los lazos
te. Frente a este fanático, el escéptico se configura como un 1 mi iliares y amistosos. Poco a poco va despegándose de lo
renegado de su compromiso, de lo que era, y no sólo de su» •|Ut* más le ha atraído y su desinterés le desencarna hasta
ideas, también de la esencia misma de su ser. Al decepciu ■'invertirle en fantasma de sí mismo.
narse y perder entusiasmo por lo que creía, abandonando su í La ausencia de ambición origina otro tipo humano; el
138 TRATADO DI'. LAS PASIONLS LA AMBICION 139

aburrido. El hastío de existir lo crea la monotonía de la dhal en escribir con la misma frialdad del Código Civil, im­
vida, con su eterna repetición cíclica de primavera, verano, poniendo una disciplina objetiva a su pasión subjetiva. De
otoño e invierno. Este eterno retorno de lo inevitable, el esta forma, la objetividad servía a los fines de su ambición
agujero de la nada, aparece justamente cuando no se tienen profunda de creador. También Flaubert luchó para llegar a
fines ni ambiciones. El trabajo aparece como una operación la perfección de estilo y dominar el secreto impulso de su
rutinaria siempre igual. La automoción del engranaje indus­ espíritu romántico. En realidad, querer ser objetivo es una
trial crea aburrimiento, desinterés y falta de afección por los ambición de la subjetividad. Algunos marxistas han caído en
seres y las cosas. La monotonía del trabajo diario ahoga el la supervaloración de la objetividad, afirmando que sólo
deseo, las ganas de vivir, la ambición. Si el trabajo respon­ '.iendo desapasionados se puede juzgar las realidades concre­
diese a una verdadera vocación que incita y estimula, desa­ tas del proceso de una sociedad. Cualquier juicio empañado
parecería el aburrimiento, pues la vida con su prodigiosa •le subjetivismo deforma la claridad de la visión. También si
riqueza no puede aburrir jamás. Es la sociedad alienada, ¡ fines o intereses particulares guían la acción política, se frus-
corrompida por la monotonía universalizada, el vacío cós­ 11 a o destruye la realización de los objetivos. Así se planteó
mico, ese abismo pascaliano en que nos sumerge el capitalis­ ti lucha entre el objetivismo evolucionista de Kauskty
mo moderno, lo que crea el aburrimiento. El novelista Cesa­ ( ‘confiemos en la evolución social que llevará al socialis­
re Pavese1 3 analiza la angustia que nace de la conciencia de mo”), y el subjetivismo de Lenin que creía en la acción
la inutilidad del trabajo cuando éste fatiga y anonada. Tam­ personal para llevar a cabo los ambiciosos objetivos de la
bién Paolo Volpini14 describe la contrita monotonía de un «evolución. Pero no hay tal antinomia entre objetividad y
obrero en la fábrica cuyo trabajo mecanizado, siempre igual, ubjetividad, pues sólo mediante un análisis frío, objetivo,
va matando poco a poco su vida. desapasionado de la realidad se pueden encontrar los medios
Hay seres que se creen objetivos porque carecen de para cumplir los fines subjetivos de la más audaz de todas
ambiciones personales. Esta objetividad es muy difícil de luí ambiciones: la revolucionaria.
conseguir, pues, dice José Bergamín, “ no puedo ser objetivo El mero hecho de vivir sin ambiciones ni metas ideales,
porque no soy objeto” , juego de palabras que encierra una 1 ica la displicencia típica del indiferente. Pero ésta puede
verdad profunda. Pretender ser objetivo significa renunciar a ' i también una postura romántica, como la de Lord Byron,
los sueños aspiraciones, propósitos inmediatos, abandonar displicencia que constituye una manifestación del desdén
su Yo. El ser objetivo no tiene, en realidad, fines para sí por los otros, o una cierta tristeza, spleen de andar por la
mismo. Un tecnócrata, un economista, un jurista, que se ' ida sin ideales ni objetivos. El displicente puede ser un
enfrentan diariamente con números, estadísticas y leyes individuo que, harto de vivir, se siente por encima de los
pueden fácilmente inclinarse a vivir de estas actividades "(ios o, al contrario, por no haber vivido siente ajenos y
frías, desapasionadas, implacables. Aspiran a una objetividad 1 slraños a cuantos le rodean. Sin embargo, es muy difícil
que muchas veces no pueden lograr, y se esfuerzan, luchan 1 ntirse ajeno a los otros por más hostiles que parezcan. La
por alcanzar la neoclásica impavidez marmórea de juicio. I" i mandad de la especie común nos obliga a ocuparnos
Tratan de eliminar todo asomo de subjetivismo que estiman •mos de otros. Ahora bien, podemos adoptar la postura dis­
uniteralidad, mezquindad partidaria. Así, se esforzaba Sten plicente para establecer una deliberada distancia que nos
1 1-l ienda contra toda perturbación del ánimo. Sin embargo,
M" es la indiferencia hacia los otros lo que nos distancia,
13 Lavorare Stanca. pilo la ausencia de intereses personales o ambiciones ciue
14 Memoriale. p,,K unan al concierto común de los hombres. Es inevitable
140 TRATADO DE LAS PASIONES LA AMBICION 141

caer en la displicencia cuando se está desposeído de toda den culpar de su frustración? Sabemos que la vida es una
pasión interesada por la vida, como resultado de una pasivi­ combinación de destino, voluntad y azar y es muy difícil
dad deliberada o involuntaria. Pero si es fácil ser disciplente, '■•conocerse único culpable del fracaso. Generalmente la re­
es muy difícil sentirse totalmente desapegado. Lo natural es sistencia que ofrece el mundo al ejercicio de nuestra volun-
interesarse, participar en la vida de los demás, pues somos i.ul, “ la esencia del esforzado querer mismo” 15, impide la
copartícipes en intereses y emociones comunes, solidarias. realización de nuestros propósitos. Esta oposición puede en­
En realidad, tras la displicencia se esconde el temor al sufri­ durecer la voluntad, haciéndola más enérgica y poderosa, o
miento, al conflicto doloroso, al choque de la pasión propia derrotarla por completo. Pero, en realidad, no es el mundo,
con otras pasiones. Esta táctica defensiva no siempre resulta por más hostil que nos parezca, lo que se opone al cumpli­
eficaz y puede desencadenar en los otros una reacción vio­ miento de nuestras ambiciones, son los otros, éste, ése,
lenta que le haga perder su deliberada indiferencia. El displi iqifél, cuyos caminos se cruzan u oponen al mío. Ante la
cente ambiciona conquistar un desapego real y definitivo dmrota de sus proyectos, el ambicioso frustrado puede que-
que no puede lograr, pues la indiferencia total es incompati d.nse en una resignación apagada, melancólica, o intentar
ble con la supervivencia del individuo. Un mínimo de inte '■•ligarse, echando la culpa de su fracaso al otro que se ha
rés, una brizna de ambición o un soplo de pasión es indis­ ■puesto a sus fines. Realizar una ambición implica siempre
pensable para vivir. El “ flaneur” que describe Walter Benja ■ni enfrentamiento, una lucha de intereses contrarios. Los
min es un displicente, modelo de hombre occidental, que ■immigos son, pues, los otros que hieren, ofenden, atacan al
lleva dentro de sí un “ Traumbild” , una imagen, la mercancía •>que desea, codicia, a la raíz de la ambición. El deseo de
ideal, el Paracleto, la idea platónica del Bien, el produelo ■uganza es una pasión natural que nace como reacción del
perfecto. Curiosamente es el ambicioso más radical, pues ye herido o una acción dañina infligida.
bajo su máscara de indolencia esconde un deseo que va más
allá de los límites naturales. Busca la mercancía de lasmer
cancías, el producto invisible, no la realidad de un objeto
por más exquisito y atractivo que sea.
Toda ambición se consume al realizarse o bien se frus
tra. En el primer caso, crea satisfacción, orgullo de misión
cumplida, y en el otro crea resquemor, amargura e insatis
facción. Queda una tercera solución: gozarse en la frustra
ción y seguir inquiriendo sobre el misterio de la existencia
por más yermo que sea el camino. “Cantar es Ser” , decaí
Rilke, pues el que canta no está satisfecho jamás y su ambl
ción entonces se proyecta al infinito hasta abrazar v
relacionar, unificando todos los seres y las cosas visibjes i
invisibles. Pero este es un proyecto metafísico que nos trns
ciende a todos los seres humanos. Lo natural es sentirnos
felices con el cumplimiento de los fines que buscábamos, y
tristes, amargos por el fracaso de nuestras ambiciones.
La tristeza que sufre el fracasado procede de su orgullo
herido, de sentirse menospreciado. Ahora bien, ¿a qué pin is
M aine d e B iran.
LA VENGANZA 143

venganza, pero no puede llevarse a cabo. Querer y no poder


vengarse aumenta la cólera hasta convertirse en furiosa ra-
l)ia. La violencia del deseo de vengarse, que exige una satis­
XV. LA VENGANZA facción inmediata, prueba la impotencia de la rabia por sí
misma, y crece en intensidad cuando se siente lejana la eje­
cución de su venganza. Se desespera en vano el vengativo
En la convivencia cotidiana nos ofendemos, lastimamos y V no encuentra cómo vengarse. Saber ejecutar una venganza
por estas heridas estamos todos vengándonos. “ La guerra es una maestría que exige meditar mucho sobre las múlti­
civil de los nacidos” , llamó Quevedo a estas venganzas recí­ ples y posibles formas de realizarla. El secreto es su base
procas. “ La Historia —decía Herodoto— es una sucesión de efectiva, pues si el otro conoce sus planes, pueden estropear­
venganzas” . También la lucha de clases son acto? vengativos se y venirse abajo. El vengativo no comunica ni exterioriza
de acción y reacción de la clase dominante contra la domi­ su rabia interior, la guarda y alimenta ocultándola cuidado­
nada y viceversa. Nadie es inocente. Todos somos culpables samente. En consecuencia, a la exaltación de la rabia sucede
de esta hostilidad mutua. Pero, ¿cómo se origina el deseo de necesariamente la serenidad reflexiva de un plan estructura­
venganza? do. La venganza exige que pasión y razón vayan unidas,
Cuando nos sentimos heridos por una ofensa, el agra­ porque la cólera, aunque celosa y vigilante, es impotente y
vio puede resbalar sin afectar profundamente o dejar una l.i razón, aún ineficaz por sí misma, serena y equilibra al
huella dolorosa que sólo la venganza puede borrar, o sea que «¡ilcular con arreglo a categorías lógicas.
del orgullo herido nace el deseo de revancha. El agravio La venganza se prepara en silencio, sin palabras y a su
abruma porque nos hace sentir inferiores a lo que creemos inmediata e impulsiva sed vengativa le sucede la idea de
ser, nos rebaja y reduce nuestras capacidades, haciéndonos venganza que se apodera de nuestro ser y dominados por
impotentes. jLas heridas sufridas son pesadumbres, padece ella nos dirigimos hacia ese fin. “ Vendetta” en italiano signi-
res que nos afectan interiormente y permanecen abiertas, iica pasión única, obsesiva y también juramento íntimo de
duelen, queman, no pueden cerrarse fácilmente. La primera consagrar toda la vida si es preciso a una venganza, y todos
condición para la venganza es que la herida, convertida en •iis actos estarán orientados a satisfacerla. Comprendemos
llaga purulenta, infeccione el alma, que el agravio haya pe pue hay ofensas o daños que son imperdonables y no pue-
netrado en el hondón de la persona y echado raíces sólidas, 'len olvidarse nunca. Son los que atentan contra la médula
Entonces nace una rabia violenta, una necesidad de devolvci 'le nuestro ser, pues quieren “ ningunearnos” , como dicen los
la pena sufrida. Podemos querer vengarnos del que nos Im mexicanos, disminuirnos o, peor aún, nadificarnos, despose­
hecho daño de palabra, o de aquél que por sus actos culpa­ yéndonos de las cualidades, virtudes y capacidades que po­
mos del fracaso de nuestra vida. En el primer caso, respon rrinos. Mientras el envidioso desea arrebatar lo que otros
deremos con una venganza limitada; en el segundo la vengan­ llenen, el vengativo sólo quiere recuperar lo que le han ro-
za es ontológica y debe afectar al otro también en su tola ( kulo.
lidad personal. Entonces la pasión de vengarse se hace rabio j La venganza germina lentamente y, a veces, precede a
sa, no dejamos cerrar la herida, la conservamos y reavivamos 11 reflexión. En A secreto agravio secreta venganza, vemos
para no olvidarla. 'l protagonista que lleno de dudas, sospechas, vacilaciones,
En alemán se dice “ rachesucht” para expresar el deseo | • aclama: “ ¡Basta, basta pensamiento, sufrimiento, basta!.
de venganza, o “ radigier” que tiene su origen en la palabi.i ,K.ista, que verdad puede ser todo! ...Sufre, disimula y ca­
francesa “ rage” . Del estallido de rabia nace el deseo o sed ili li i". Aquí la razón domina la pasión rabiosa que brota es-
142
TRATADO DE LAS PASIONES LA VENGANZA 145
144

pontánea, para pensar la venganza. De esta forma se enfría de Morel, es éste quien le ofende en público con sarcasmos
la rabia y se academiza la pasión. “La venganza es una furia crueles para vengarse de un amor odioso y ridículo que
escolástica” , decía Valla-Inclán de las pasiones calderonia­ perjudica su reputación artística. Dialéctica de ofensor y
nas. Sin embargo, esta racionalidad fría de silogismos es una ofendido, semejante a la del señor y el esclavo, de Hegel,
razón apasionada. Calderón lo que trata es de racionalizar la pues las yíctimas de la venganza se vengan también. En el
pasión para justificar la venganza, poniendo el pensamiento drama de John Glasworthy, La huelga, el patrón se ven­
al servicio de ella. Sin duda, la germinación lenta y progresi­ en día a día al exigir a los obreros un trabajo agotador para
va de la venganza está dirigida e iluminada por una razón aumentar su capital, y llega hasta el despido que los conde-
alerta. El que quiere vengarse analiza, madura leiita y segu­ nn a la miseria. Pero conscientes de la necesidad que tiene
ramente su proyecto y antes de ponerlo en práctica, conspi­ de su mano de obra, los obreros suspenden el trabajo, ven-
ra, conjetura, no se precipita jamás, como Othelo, víctima de K¡indose de la codicia del patrón con huelgas y actos de
..ibotaje que le hacen perder dinero. Los tejedores, de
una alucinación arrebatada. Valle-Inclán señala la pureza de
la pasión en los personajes de Shakespeare, que no la razo­ ' iorhard Hauptman, refleja este mismo problema. Y hasta
l >;intón, el personaje de Brüchner, que cae víctima de la ven-
nan escolásticamente. Por ello, la venganza de Othelo es un
iwnza, se venga de los enemigos a quienes ofende su audacia
odio lleno de amor, como matar para Julián Sorel es un acto
v ambición. El amante ejecuta su venganza cuando es enga­
amoroso, una entrega de sí mismo. Los personajes de Calde­
ñado, pero la amada se venga con el sufrimiento de los celos
rón matan fría y cruelmente, sin amor, pero es también una
pie le causa. Esta dialéctica demuestra que la venganza une
venganza apasionada porque está precedida de tormentosas ni ejecutor y a la víctima de ella.
angustias íntimas, de pensamientos y reflexiones dolorosas.
Tanto la venganza fría, metódica, racional calderoniana y la Nos vengamos también por envidia, pues ver la dicha
dr otro, sus éxitos y brillantes cualidades, suscita el espíritu
apasionada, furiosa, violenta shakespeariana son pasiones
jilo venganza que, en este caso, al no nacer de la ofensa, no
mentales que se viven soñando, imaginando, proyectando
i* .pieria rabioso impulso, sino un resquemor concentrado.
hasta constituir la venganza como realidad existencial. En I I que se venga por envidia cumple su venganza tardíamen-
otras palabras, no es ontológica, nos hacemos vengativos. I®, sin prisa. Puede esperar mucho tiempo, como Joaquín
Ca venganza está motivada, también, por otras pasio­
donegro2 que intenta, casi al final de su vida, robar el amor
nes, como los celos, la codicia, la envidia. Encelarse suscito
i' los hijos de Abel para vengarse de toda la envidia que le
el deseo de venganza, porque nos han arrebatado la muja Ip/.o sufrir.
que amábamos. Cuando la codicia o la envidia quiere quitar
nos el bien que nos hace felices, despiertan la furia vengativa La venganza es una pasión que sacia el orgullo, calma
l"‘. celos, satisface la envidia, colma la codicia, realiza las
de la revancha. El amor también puede ser su causa, ya que '"Iliciones frustradas. Es una revancha de los deseos insatis-
es difícil no sentir deseos de venganza al amar y ser despre­ ■líos, malogrados y de las heridas sufridas. La actitud
ciados, o heridos en las fibras más profundas. La falta de i mpre a la defensiva, “ les mots piquants” de Madame Ver­
reciprocidad en el amor, lleva a las venganzas más extrañas il"'¡n ', que procede de una baja clase social, son venganzas
El amor no correspondido del barón de Charlus por el violi II" su orgullo temeroso encogido. Al herir a sus invitados,
nista Morel, 1 suscita la venganza al revés. No es Charlus
quien se venga, pese a estar dolido por las continuas afrentan
2
' Miguel de Unamuno, Abel Sánchez.
3 Marcel Proust, Du cote de chez Swann.
1 Personajes de Marcel Proust.
146 TRATADO DE LAS PASIONES LA VENGANZA 147

situados en una escala social superior a la suya, satisface una de un sueño frustrado o de un deseo fracasado, se descubre
venganza inconsciente, oscura. La venganza, en general, se | a sí mismo, sabe quién es. El goce que proporciona la ven­
elabora y proyecta. Pero muchas veces se retrocede sin lie- | ganza consiste en volver a recobrar la tensión y la energía
varia a cabo, por temor a represalias y sucesión en cadena do propias, experimentar alegría. Y no sólo es instrumento de
venganzas. Sin embargo, cuando se ejecuta sin premedita- 1 conocimiento, pues al vengarnos nos comprometemos ínte­
ción, espontáneamente, como Madame Verdurin, responde i gros, nos jugamos la vida porque nuestra venganza puede
a otro mecanismo psicológico: la reacción impulsiva por una desencadenar otras ajenas en las que podemos desaparecer.
herida siempre abierta y latente del orgullo, la envidia, los I.n consecuencia, al ejecutar la venganza nos conocemos y
celos o la ambición, y a la menor ocasión ataca súbita e realizamos nuestro ser, arrojándolo al mundo con desafio, lo
inesperadamente. En este caso no es una acción vengativa que supone un acto de audacia con todos sus riesgos.
determinada y dirigida desde la conciencia contra una perso­ En Tesis sobre Feuerbach, afirma Marx que el pensa­
na, es el estallido de la pasión que permanece escondida. miento no es puramente teórico, sino práctico. La verdad o
Las pasiones burladas, frustradas, sedientas encuentran falsedad de una teoría sólo se demuestra en la praxis. La
en la venganza el mecanismo de compensación. El que cum­ venganza puede dilatarse, complaciéndose el vengativo en
ple un acto de venganza se realiza a sí mismo, completa su imaginarla de mil formas hasta quedarse en esta ensoñación
inacabamiento. Así, el celoso al matar a su rival o a la i» proyecto sin ejecutarlo. Para comprobar la autenticidad
criatura que le atormenta restaura su equilibrio y serenidad •le la venganza, hay que averiguar si se es capaz de llevarla a
perdidos. Otelo después de su crimen, satisfecha su vengan cubo o se queda en mera intención. Ejecutar una venganza
za, reflexiona con una claridad asombrosa, se define a si no significa sólo el cumplimiento de un proyecto vengativo,
mismo y descubre los móviles de sus celos. Esta autognosis lino la radical negatividad del otro. Pero para inferirle el
revela que la venganza cumplida despierta a la razón de su ilaño que se desea, es preciso abandonarla seguridad perso­
alucinada y obsesiva idea fija. El protagonista de El médico nal. Por este riesgo que corre, el vengador se afirma y unifi-
de su honra4, le dice lo más tranquilo, a su futura consorte, ' a totalmente. Ya no hay un hiato entre lo que promete y
que al coger su mano recuerda que las suyas están mancha lo que es. Por el acto de realizar la venganza, es lo que
das de sangre. Puede expresarse con esta calma porque luí pensaba ser, no se desmiente ni traiciona.
restaurado su honra y su orgullo. Vuelve a ser el que ha sido Debemos recapitular las distintas etapas necesarias has-
siempre y que la pasión celosa había extraviado. La vengan 1 i llegar a la ejecución de la venganza. Todas las pasiones
za cumplida devuelve al origen y puede hacer sentir al ven llenen una causa externa que las desencadena. Come hemos
gador más satisfecho de su ser, más completo y acabadn, 1 xplicado, el origen de la sed de venganza es la rabia, ira,
Por ejemplo, si la ambición es conquistar mujeres, el donjua "'lera que produce una afrenta, que puede dominarse y
nismo práctico, ligero e inconsistente al vengarse de quien si iodo vuelve a la normalidad aparente, pero no se olvida
ha opuesto a sus deseos, no solo recupera su condición di ..... Después de cierto tiempo, esta herida se resiente,
cazador triunfante de hembras, sino que la conciencia di •viva la rabia soterrada y renace el agravio. Entonces, se
quién es se renueva y rejuvenece por el acto cognoscitivo d« r r.a a pensar la venganza que puede revestir diversas formas
la venganza. Fausto dentro de don Juan, es la sabiduría en el proyectarse. Existe una venganza que espera la ocasión
impulso mismo, ese hombre sin nombre al tomar venganza favorable, un motivo real o pretexto inventado para
varia a cabo. Esta demora no es progresivo olvido, la tiene
mpre presente, pero sabe aguardar y la espera no le deses-
4 C a ld eró n d e la B arca. i" Algunos personajes de los dramas de Calderón tienen
148 TRATADO DE LAS PASIONES LA VENGANZA 149

este equilibrio y frío cálculo. Responden a un temperamen­ '• áala Agustín Moreto, quizá pensando en las personas que
to sereno, sin nervios, que sabe domeñar sus ímpetus. Otro -lominan su pasión y calculan meticulosamente su venganza.
tipo de vengativo es el que se consume en la espera, sin Como no es un arrebato incontrolable, la acción deliberada,
adoptar ninguna decisión. Imagina, fragua, inventa mil situa­ ucionalizada hace la venganza injusta. Es hasta natural cas-
ciones, se confabula con amigos para vengarse, pero se detie- I iil'.ar al que nos ha hecho daño, pero cuando se ha dejado
ne siempre antes de actuar. Responde a una naturaleza ner­ i-asar tiempo, para entender y razonar la venganza, esta ya
viosa con reacciones lentas a los estímulos exteriores. .Tam­ no es justa. Sin embargo, la sed de venganza es una cólera
bién el vengativo imaginativo se recrea en la meditación de "ilíáfhica, ‘'elle est fondeé sous uneactionquinoustoucheet,
la venganza, pero su espera no es inactiva, como la de Ion I -lont, nous avons désir de nous venger” , dice Descartes. Este
otros personajes mencionados, está tejida de especulaciones I -l-'seo de venganza es justo porque se cobra lo que debe,
fecundas. Dichas reflexiones constituyen a veces sorpren -•. una vindicación que restablece el equilibrio roto por el
dentes análisis psicológicos de las motivaciones y actos de la 'Inflo causado. Pero una vez ejecutada, la venganza se trasmuta
persona que le ha dañado. Recordemos algunas meditacio­ -'ii odio. En este sentido, es una pasión destructora, venga­
nes del protagonista de El doble5, ese laberinto de cristal ba- “ Los hombres, en efecto, son diversos y, sin embar-
enrarecido en que vive este personaje sediento de venganza, H", la mayoría envidiosos, más proclives a la venganza que
que no se atreve a ejecutarla. Una invencible cobardía lo -1 la misericordia” 6. Cuanto más se domina la sed de
impide llevar a la práctica su proyecto porque conoce a su viíganza y controlan sus efectos exteriores sin que se
enemigo y teme ser más víctima que victimario. Esta espe­ n.insparenten, “ inais qui ronge davantage le coeur” 7, más
culación ensimismada, puede terminar en el delirio esquizo •liiflina, peligrosa y mortal es, porque no se calma hasta
frénico. "ti.sumarse. “ La venganza es placer de Dioses” , dice el re-
El vengativo apasionado también piensa su venganza, bán para expresar la satisfacción intensa que causa y, a la
pero el mismo pensamiento ardoroso le impulsa a la acción V o z , la terrible, la difícil hazaña de ejecutarla. De pensarla a
y no se detiene. Puede alucinarse, como Otelo, por la pasión •1. varia a cabo hay un duro trecho que los dioses salvan
vengativa, pero son sus pensamientos los culpables del cu 1 •- ilinente en su omnipotencia, pero que el hombre debe

men, pues, en este caso, pensar significa figurarse, represen HH’orrer para establecer la unidad entre proyecto y acción,
tarse las personas y las situaciones de acuerdo a sus inten Hiirrioridad y exterioridad, la unidad ontológica que agrega
ciones. No es una especulación que aporte un examen clan- "" i nueva dimensión a la venganza. Pero al placer de cum-
de la realidad. Por el contrario, son suposiciones, hipótesis .1 i'ln la, sucede la tristeza, la amargura. Y no es por arrepenti-
las que presta certidumbre la imaginación apasionada. Oln ""‘•nto de lo hecho que se atrista el vengador, pues bien
forma de venganza apasionada es el que sacia su sed sin " 1I11 ral y humano es devolver un mal por otro. La venganza
arrebatamiento ni alucinación shakespeariana. Se venga Ion *l»*litada suele desencadenar el odio, la lucha sin término ni
ta y cotidianamente contra un mal que ha recibido. “ Es In Por ello, dañar a otro es dañarse uno mismo, es autoven-
cólera d e aquellos que palidecen, más terrible que la de lo| Satisfacer la venganza personal contraría el orden y
que enrojecen” , dice Descartes. Su pasión es lúcida y sal- 1 i'íi itu universales, pues significa oponerse a la realización

escoger cada momento oportuno para descargar el peso <!• 1 destino histórico: lograr la unidad de los hombres, la

su venganza. “ Si es justo el castigo, es injusta la venganza!


6 Spinoza.
s Fédor Dostoyevski. ' Descartes.
TRATADO DE LAS PASIONES LA VENGANZA 151
II u
I•
150
universalidad humana, i a venganza es la pasión que más El verdadero fin de la venganza es ejecutar una senten-
obstaculiza este fin último, pues enciende y multiplica la i ¡a pronunciada secreta e interiormente, que significa una
discordia, reaviva la envidia, los celos, la rivalidad, la compe­ realización personal, es decir, la unidad entre intención y
tencia y perpetúa la lucha entre hombres, lanzándolos unos acto, ser para sí que consigue con la eliminación del otro.
contra otros en una azarosa contienda íntima. La satisfac­ IVro, al mismo tiempo, la persona objeto de venganza obse­
ción que procura la venganza queda anulada por su particu­ siona hasta tal punto que se convierte en vengador por el
laridad egoísta y no sirve a los intereses de los hombres. Las .uÉimiento que despierta su sola presencia. La víctima de
pasiones individuales para que tengan valor deben confor­ osle rencor no hace nada para provocarlo, a lo sumo espera
marse al espíritu universal y coadyuvar a la realización de la .1 la defensiva el ataque que acaso puede ser mortal. Frente

Idea, como exigía Hegel. •i esta pasividad de su víctima, “sa forcé est augmenteé peu
No cabe duda que la venganza es hasta necesaria y i peu par l’agitation d’un ardent désir de se venger excité
justa al vivir en una sociedad en que todos recibimos afren­ 'hms le sang” 9. Estos seres débiles son los que se dejan
tas, donde la humillación y el insulto son permanentes. La vencer por la cólera y su debilidad constitutiva, al aparecer
venganza colectiva de los hombres que sufren la injusticia, la ">n la sed de venganza, desencadena una furia vengadora
explotación y los daños puede servir al fin de la Historia: ■inc será tanto mayor cuanto más dependientes sean de los
crear un mundo sin venganzas, desterrando para siempre el "Iros. Así, la víctima de la venganza se siente vengada, y el
agravio injusto que le da origen y crear una sociedad armo­ o-ligativo se debilita cada vez más al desear vengarse, porque
niosa por obra de la unidad firme y sólida de los hombres, •r condena a vivir siempre para otro.
Si la venganza personal puede dar placer, no aporta la dicha Nos hemos referido a las venganzas esperadas, pensa-
verdadera. “ La independencia del individuo no sirve para •bis, apasionadas. Ahora nos ocuparemos de la venganza de-
ningún fin, incluso en la disolución de su ser para sí, incluso wsperada, de la que en apariencia no tiene causa ni motivo,
en la negación de sí mismo no puede atribuirse al propio lis la que estudia Fram^ois Mauriac en su novela Thérése
tiempo su significación positiva, que es la de ser para s f’H. Ih'squeyroux. La protagonista, acusada de haber enve­
En consecuencia, renunciar a la venganza, aunque comporte nenado a su marido, sale en libertad. El marido no ha hecho
una negación de sí mismo, adquiere una positiva afirmación ni dicho nada en concreto que la agraviase. Su acto que
Es renunciar a la particularidad para alcanzar la sustancial i resulta inverosímil e inexplicable, tiene una justificación,
dad de la individualidad. Solamente unido con otros en unn bus padres de Teresa la casan, por ese entretejido de intere-
rebelión contra las venganzas, podremos vengarnos conjus nos que se crean en los pueblos de provincia, con un buen
ticia. Las pasiones no son nunca malas si son comunes ;i hombre anodino. Ella acepta sin amor, pero tampoco lo
todos los hombres, si los vincula y une en un determinado lechaza. Es como un refugio. Vive pacíficamente con él.
fin bueno, universal. Esta unidad de los hombres la demucs IVro, mientras tanto, Teresa comienza a despertar a la vida
tra la dialéctica del vengador con el que le ha ofendido, pues mlerior. El encuentro con Juan de Azevedo, el novio de
I l
al ejecutar su venganza devuelve el daño que ha recibido. \mie, su cuñada, le inquieta y desazona. Tiene una hija
Pero el mayor placer que obtiene, vengándose, es la supiv pequeña a la que presta poca atención, tan intensamente
macia que logra sobre quien le ha agraviado. Es una victoria naipada está por sus problemas íntimos. “Moi, songeait
decisiva y despiadada cuya finalidad es la desaparición, d lliéfése, la passion me rendrait plus lucide, rien ne m’echa-
“ no ser” del enemigo.

9 Descartes.
G.W.F. Hegel.
152 TRATADO DE LAS PASIONES H LA VENGANZA 153

pperait de l’étre dont j’aurais envíe” . Así sueña con la posi­ el espíritu propietario del matrimonio burgués, de la fami­
bilidad del amor, que no ha conocido nunca y que concibe lia, del amor. Todos la dañaron, impidiéndole llegar a ser
como un camino luminoso, vehemente, como el amor a
Dios, pues para ella lo humano y lo divino se fusionan en un
amor único y total. “Ce n’est peut-étre pas tant de chercher
Dieu que de le trouver et l’ayant decouvert, que de demeu
I una criatura libre para realizar sus sueños y ambiciones. Al
fin sola en París, la gran ciudad donde la abandona su
marido, librándola a su suerte, se permite soñar y esperar.
Renacería y comenzaría de nuevo a vivir, olvidaría. “ Rien
rer dans son orbite” . Todos creen que su tentativa de cri ne l’interesait de ce qui vit, que l’étres de sang et de chair”.
men es pasional, que ha querido mucho a su marido y des­ Le interesan las pasiones que son más violentas que todas las
pués le ha odiado cuando, en realidad, ni le amó ni le odió tempestades. En carne propia había experimentado cómo la
nunca. Vivían ajenos el uno al otro. Ella se fue formando ambición no realizada la llevó a otra pasión, la venganza. Al
sola y creó su ambición: el amor, la vida espiritual, artística, vengarse no se sintió feliz ni satisfecha, pero con ese crimen
literaria. Para realizar su ambición existían numerosos obs intentó liberarse de la opresión que le dañaba y oscurecía.
táculos: su marido, la provincia, la familia, el sistema de La venganza había sido un acto de justicia, que le permitió
propiedad privada. Todo ese mundo, condensado en su ma encontrar un nuevo camino: su libertad solitaria.
rido, le causa, un persistente daño que no acierta a percibn Thérése Desqueyroux testimonia que la venganza es
con claridad. Esos pequeños males que agobian su existencia una destrucción, un aniquilamiento recíproco, un consumir­
son como ideales inalcanzables. Lo que ella busca es liberal se del vengador y de la pobre víctima. Sin embargo, para
se de la gris y triste monotonía de su vida, que parece cada Icresa era la única salida, la posiblidad de salvación. Que­
día mas remota. Hasta que llega a la conciencia de la frustra darse sola, aunque desamparada y triste, era la libertad, la
ción de su ambición secreta e ideal. Nadie es culpable y autonomía del yo para cumplir su voluntad, la única manera
todos lo son. Su marido, sin saberlo, le impide el camino liara crearse desde la nada, desde sus cenizas, pero “ elle
hacia el amor, hacia Dios mismo y hacia su ser. Pero no si­ aimai ce dépouillement” que le permitiría llevar a cabo esta
sóme terá “ á ce morne destin commun” . Tiene que vengarse! larea ardua, difícil, “mais il y aurait des aubes de sa future
del fracaso de su vida, de todos los sueños y ansias que vie”.
no podrá realizar. Descartes sostiene que la generosidad, atributo de las
La idea del crimen se forja cuando Teresa comprendí' •limas fuertes, es antípoda de la venganza. Pero es indudable
que su vida será una tiniebla perpetua. El proyecto de ven 'iue la venganza cumplida descarga las tensiones, tormentos
ganza fué parsimonioso, lento, paulatino. Envenena poco .1 v furias rencorosas que padece el vengativo. En este sentido,
poco a su marido, esperando verle morir, implacable, fría, i's una liberación porque una vez reparado el daño que moti­
sin piedad. Se vengaba en él de todo el orden burgués y vó la venganza, es natural que no se piense más en ella y
también al asesinar con esa atroz morosidad, se mataba sin hasta perdonar al ofensor. Así, la venganza concluye en su
remedio. Perdida la esperanza, se oscurecía su camino, J "puesto y puede aparejar el olvido o el perdón. Examine­
hunde en el abismo de la soledad más egoísta y ya no ve la mos estos casos. Cumplida la venganza, la vida continúa y es
agonía de su marido ni la suya. Su venganza fue contm natural que el tráfago existencial le lleve a no recordar más
todos: el destino, la familia, la ambición de mas propiedll ese episodio doloroso. La característica de la cotidianidad,
des, poique “elle avait toujours eu la propieté dans le sang"l ■■orno analizó Heidegger, es la ocupación-preocupación, uni­
que impide a estos seres ser ellos mismos. dad de teoría y práctica que constituye el fardo y pesadum­
No se puede entender esta novela sin leer previamente bre del hombre natural. El olvido es, pues, resultado de
los Manuscritos económico-filosóficos, de Marx, que anali/n nuestro ser y de estar en el mundo. Por el contrario, el
154 TRATADO DE LAS PASIONES LA VENGANZA 155

perdón es una virtud cristiana, una apostasía o negación de Ahora bien, si nos negamos a la venganza porque no damos
la pasión natural misma. Hasta el mismo Descartes reconoce importancia al ser que nos hizo daño, podremos perdonar
que no se debe tolerar, sin la debida respuesta, las injurias y pero nunca olvidar. Lo recordaremos siempre y puede rea­
daños que se nos infieren. La venganza está en principio parecer de pronto, con la violencia sorprendente e inusitada
justificada, pero el perdón, si es un acto voluntario, signifi­ del recuerdo, reavivando con más intensidad la sed de ven-
ca la negación del yo, de su dignidad y orgullo necesarios. panza. El olvido esconde la memoria del hecho dañino y allí
No podemos perdonar a nuestros enemigos, sólo ignorarlos •igue viviendo soterrado. A la vez, la constante obsesión por
u olvidarlos. En el fondo, el que perdona se venga, perpetúa la idea de vengarse puede detener su ejecución, porque el
y mantiene la venganza encendida al negarle trascendencia pensamiento paraliza la acción.
al acto ofensivo. Al perdonar manifiesta un menosprecio Bergson estableció una diferencia entre memoria vo­
por el ofensor, que es la mas sutil y perfecta venganza que luntaria racionalizada, utilitaria, mecánica y la memoria pu­
se puede imaginar. ní espontánea, libre, temporal. Pero esta oposición no es del
La diferencia entre olvidar y perdonar radica en que el iodo exacta. En efecto, siempre estamos olvidando recuer­
olvido es un acto involuntario, mientras el perdón es delibe­ dos que nos esforzamos en conservar y recordamos, sin pre­
rado. Magnanimidad que no es expresión de generosidad, tenderlo, otros que creíamos olvidados. “Les souvenirs in-
como supone Descartes, sino ignominia, envilecimiento del <onscients loin de cesser d’exister, ayant simplement cessé
yo, que necesita afirmar su ser frente a la injuria del otro. d’étre útiles” 10. Tenemos, pues, una memoria constante del
Renunciar a defenderse es una traición a la vida misma, pues olvido y un olvido permanente del recuerdo. Lo que Berg-
se perdona deliberadamente por conveniencia, falta de arro­ l'-on denominaba memoria pura es un recuerdo oscuro persis­
jo, cobardía o pasión mezquina, limitada. Por el contrario, tente que no se puede olvidar: “ Le passé dans la memoire
el que ejecuta su venganza se juega integro, se compromete •'si comme un chant interrompu, mais qui persiste tout en-
totalmente en su acción, pués puede hasta perder la vida. De • k t jusq’en ses moindres détails dans les tenébres souterrai-
esta forma, atribuye trascendencia a la persona de quien se 1 íes de finconscient” 11. Pero Bergson no se percató que sin
quiere vengar, a sus dichos o hechos. Su venganza es un« olvido no hay memoria. Así, la idea de venganza puede
entrega de sí mismo al reconocimiento de la realidad del ■■liarse en olvido y resurgir de las sombras con ímpetu in­
otro. Implica valoración por la gravedad que atribuye a las sospechado. Y puede ocurrir sin esfuerzo alguno ni desearlo
palabras o actos por los que ha de vengarse. Descartes piensa pne olvidemos la sed de venganza y desaparezca toda cólera
que restar importancia a la ofensa demuestra una fortaleza vengativa. Es decir, podemos querer olvidar sin conseguirlo,
de ánimo capaz de resistir a todos los agravios. Creemos, poi V olvidar sin proponérnoslo realmente. También podemos
el contrario, que prueba una indiferencia hacia los otros, Muisérvar afanosamente la idea de vengarnos, con memoria
una singular apatía o un calculado desdén. Lo natural, es (voluntaria, que diría Bergson, y pese a nuestro esfuerzo
responsabilizar al ofensor, dándole su debida importancia, olvidarla por completo. Luego, la memoria involuntaria es
lo que supone una calificación decorosa, es atribuirle ser. La lienípre recuerdo no querido y la memoria voluntaria un
venganza no debe perdonar ni olvidar, antes bien, alvengai
nos afirmamos al otro, lo rescatamos de la noche del ser, lo
hacemos existir con plenitud para nosotros. Vengarse no o P 10 Henri Bergson, Materia y memoria.
sólo destruir al enemigo, es también comprender y aceptai
11 “En la memoria, el pasado es como un canto que se ha inte-
su existencia. Cuando se ha sufrido la presencia de la persiv [iumpido, pero que persiste completamente y hasta en sus menores
na que ofendió, esta adquirirá ausencia y podrá olvidarla i•-1alies en las tinieblas subterráneas del inconsciente”
156 TRATADO DE LAS PASIONES LA VENGANZA 157

olvido deseado. El error de Bergson consistió en creer que '•ombría y desfigurada imagen. La raíz de esta avaricia de
“ nous n’oublions rien” cuando, en realidad, podemos recor­ conservarse, de no morir está en una valoración exagerada
dar precisamente porque olvidamos. “Ce qui nous rapelle le de sí mismo, “ c’est-á-dire, l’amour de soi et de toufes choses
mieux un étre, c’est justement ce qui nous avions oublié” 13 pour soi”13. Pues bien, si nos vengamos es para recuperar mi
La memoria no es, como pensaba Bergson, independiente •er o mis propiedades. Temor a desintegrarse en la muerte o
del cerebro, de la materia y del cuerpo, pues son los ojos, •liie nos roben en vida crea reacciones elementales de nues-
los oídos, el tacto y el olfato que conservan recuerdo de lo Ira naturaleza humana, una angustia primitiva, pero necesa-
que olvidamos. Es decir, la idea de venganza puede queda i iia pasión de vivir que surge del terror a la muerte. Heideg-
en mero proyecto y olvidarse, quedando arrinconada en la i’it describió este afecto básico como un estado pasajero del
memoria. Así, al vengarnos, en vez de destruir el objeto de alma, y añade que el hombre oculta este temor en la distrac-
nuestra venganza, reafirmamos su existencia, afianzamos su rión, las frivolidades gozosas de la vida, remitiéndolo al fu-
ser. La venganza es la afirmación de la negación y al reali mro, o lo sepulta en el tan cómodo “ si tan largo me lo
zarse constituye la contradicción consigo misma. liáis” . Sin embargo, esta descripción no es del todo exacta.
La venganza no puede realizarse totalmente nunca por I I temor a la muerte no podemos disolverlo en las ocupa-
que si asesinamos o hacemos desaparecer al enemigo, viviré • iones cotidianas de la existencia. La pasión de vida es tan
mos su permanente presencia fantasmal, y si no lo destruí inerte que quiere prolongarse más allá de la muerte. Esta es
mos conservaremos inalterable la esencia de la víctima, r:i b raíz de nuestra avaricia constitutiva. Tampoco el temor a
decir, su realidad ausente estará siempre presente. De lo que ln muerte es el instinto tanático de que habla Freud, la
se deduce que los fines individuales de las pasiones no siem i' inemos porque amamos la vida. Sólo así podemos domi­
pre se cumplen, pues el resultado de lo que nos proponemo-, nar el terror que provoca, pues todo nos la recuerda: el
puede ser opuesto a nuestras intenciones originarias. “En Iii ueño, “esa pequeña muerte de todos los días” 14; el organis­
historia Universal y mediante las acciones de los hombre, mo, supremo abandono y dejadez de sí mismo que semeja
surge algo más de lo que ellos se proponen alcanzar, alj.’,u mi perecer; el trabajo, que puede fatigar hasta desear el
más de lo que ellos saben y quieren inmediatamente. Loi •¡'scanso definitivo; las estaciones, con su invariable repeti-
hombres satisfacen su interés pero, al hacerlo, producen ;il ión vacía; la noche, al envolvernos en su oscuridad total.
go más que está en lo que hacen y que no estaba en su | h’l deseo de aferrarnos a lo que somos y no queremos dejar
conciencia ni en su intención” , dice Hegel para explicar ln •ln ser, nace la avaricia, otra pasión natural.
aparente contradicción entre finalidad de las pasiones y su
realización. Igualmente, Engels señala que los resultados o
consecuencias de las pasiones individuales al socializarse soi
prende y contrarían a sus protagonistas, porque la sociedad
transforma, muda, las intenciones y fines de las pasiones.
Entonces vengarnos, ¿para qué? Para conservar el sri
que somos. Es un agarrarse a sí mismo con desesperaciéu
por temor a desaparecer. “ Angst zum Tode” significa l¡i
angustia del hombre por la muerte, despavorido ante mi
13
La Rochefoucauld
14
12 Marcel Proust. Shakespeare.
LA AVARICIA 159

ron la técnica y la sociedad. Crearon grandes fábricas, pode­


rosas compañías, acumularon riquezas, roturaron nuevas tie­
rras, asolaron países, desbrozaron selvas, surcaron ios mares
y crearon el mercado mundial. Hobsbawm describe esta ambi­
XVI. LA AVARICIA ción que abarcó el orbe entero, desatada por la codiciosa
avaricia burguesa, y destrozó las idílicas ensoñaciones de
Esta pasión es un deseo violento de ser y de serse una economía arcaica, aldeana. La avaricia sin límites, uni­
siempre más, apeteciendo nuevas riquezas, o simplemente versal es una pasión positiva y revolucionaria. „
un afán de conservar los bienes que poseen. La avaricia es \ El avaro, angustiado por el temor a perder sus tesoros,
ambiciosa, desmedida y conservadora, prudente. Codicia se encierra en sí mismo, en su pura sordidez tacaña, “ en su
mos ser más poderosos, extender nuestros dominios, pero ligo trascendental” 1. “Etes-vous un homme volable, quand
aferrándonos a lo que somos. El avaro es revolucionario y vous renfermez toutes choses et faites sentinelle jour et
conservador. Quiere que el mundo se mantenga sin cambios, nuit? ” , le pregunta con asombro su criada a Harpagón. Pero
tal como está constituido, nada de experimentos, de hipóte i ! temor a ser robado es mas fuerte y le lleva a una descon-
sis audaces ni osadas teorías. Se siente satisfecho de sel lianza total de los otros, inclusive de sus hijos. “ La peste
como es: propietario. Jerónimo, el protagonista de Magia soit de 1’avare et des avaricieux” , decía Moliere de estos
Roja, el drama de Michel de Ghelderode, enumera dichoso ' closos guardianes de su tesoro. Mientras el avaro ambicioso
sus propiedades: “Yo poseo esta tierra y todo lo que en ella es un conservador liberal que tiene pasión por la vida, el
contiene en profundidad” . Parecería contento y sin más de ivaro concentrado y receloso que se guarda de todos y de
seos, pero su avaricia va más allá: ¿Quién es el propietario ludo, está dominado por la pasión muerte, pues tras el te­
de las almas? —se pregunta—, ¿el Diablo o el buen Dios? mor a que le roben se esconde la angustia ante la desapari-
“Je suis propietaire de mon áme, et je le resterait” . Quien ' ion definitiva. El Harpagón de Moliere no quiere morir y se
conservar su propiedad anímica y no le interesa poseer las Hj’.urra al dinero con fruición desesperada. Ahorra en todo:
almas ajenas porque no tienen valor objetivo contable, sólo islos de la casa, vestidos, alimentación de los criados y
acaso cierta atracción subjetiva para los lujuriosos o snobs Lista de sus hijos, obligados a pedir dinero a crédito. Es una
del misterio. Es la tierra que tiene tesoros escondidos v luíy '' mejencia solitaria, desdoblada que se tiene a sí mismo
que cavarla siempre, pues oculta muchas riquezas: cobre, 'niño un objeto al que acaricia y con el que se regodea.
plata y, sobre todo, oro. El avaro Jerónimo, es sosegado v Iunbién es propietario de su alma. Pero se siente inseguro,
contento propietario, pero ambiciona apasionadamente, sin mulante porque existe un mundo exterior de envidiosos
medida. Hasta sueña que sus monedas de oro se multiplium ■i111■ pueden codiciar lo que él posee, y oculta en su jardín
por un acto genésico de amor, al estar juntas las monedas (l< iliiv, mil escudos de oro para que nadie pueda encontrarlos.
oro femeninas con las masculinas. El capital que posee dcL \ naque es también usurero y se queda con las propiedades
reproducirse como la vida. Pero sólo se puede enriquecí i •I* oíros cuando no pueden pagar los prestamos, en realidad
más si se apodera de las pequeñas propiedades de sus veri ■mi expropiador sin audacia que no consume, pero tampo-
nos, a quienes presta dinero a un interés que va del 25 .il M, invierte ni crea nada. Harpagón no sale de su casa y vive
40% . “ Expropian a los expropiad ores” , decía Marx, rol i ••1 luido en su pequeño negocio, es la estampa viva del capi-
riéndose a estos avaros ambiciosos que buscan apropiarse d>
las apropiaciones ajenas. Sin embargo, fueron estos caslmj m —
sobrios, diligentes y sórdidos burgeses los que revolución u ® 1 Edmund Husserl.

158
TRATADO DE LAS PASIONES 161
160 LA AVARICIA

talismo primitivo. Se pasa el día pensando, revuelve sin lu/.nn es siempre mártir
ideas, las agita. Esta avaricia es una especie de delirio, un.i ■ f icu,o o de una h tótesT s de,simple C im e n ta c ió n de
pasión obsesiva, “ At cum avarus de nulla alia re, quam do
■ » actividad práctica: h, uerbacf>, diferencia dos tipos
lucro vel de nummis cogitet” , dice Spinoza.
En Las novelas de Torquemada, Galdós pinta mu I»! v1C?’ qUC cons¡ste e n lT '? desin<eresada, poco
*"’yccto teórico, y Ja ,!a Jenficación de una dea o
gistralmente el avaro concentrado e inseguro, ahorrada f'o ^ < / „ < ? „ £ £ % ^ t - , imere‘ddea, y
hasta el sacrificio de sí mismo: “ Aquellos avaros de antiguo
cuño, que afanaban riquezas y vivían como mendigos y m
morían como perros en un camastro lleno de pulgas y d< B T B do- or‘enta toda su v¡d"Cla¡'* a <lue nos estamos
billetes de Banco metidos entre la paja, eran los místicos o ■/íuncia de todos sus aetn* d a obtener la máxima
metafísicos de la usura; su egoísmo se sutilizaba en la idc| •Peonarse ni dejarse invadií ? ''0 SU razón nü P^de
pura del negocio; adoraban la santísima, inefable cantid;i<I 1 ‘ icncia de su finalidad práct,/ * C° dida h i t a d a . La
sacrificando a ella su material existencia, las necesidades de! j „ ;lmo Permanente. Debe v e n ? ef ge e) ejercic¡° de un
cuerpo y de la vida, como el místico lo pospone todo a lii ,Una operación comercia? * 0 mucho antes de ini-
absorbente idea de salvarse”. Mas tarde, estos avaros descu ... otros riesgos. Como una 3 <3ue.P.uede arruinarse o
brieron los beneficios que podían obtener del intercambio K llah r Cerba y d°i°rosamente snhZ 1n | ieiada la operación
de mercancías, y se convierten en esos comerciantes, descu « dabilKa imaginarias pérriid! bfe los Posibles peligros,
tos por Ferdinand Braudel, “ que conectan necesidad con dif‘cd ‘iue se extravíe su ra í^ pos,bles ganancias, es
abundancia entre una ciudad de Asia y otra de Europa”. Eli H debemos señalar qué esm r T Ut,,itaria V Pragmática.
personaje de Galdós también “ sufrió, sin comprenderlo,!!., P l uménica. No es la razón tn ? SPUramente exleri°r,
metamorfosis que ha desnaturalizado la usura metafísica, I nido interior conforme a sus f q , Ue Crea o recrea su
convirtiéndolo en positivista (-••)• A reinados nuevos, prim i lP ra sobre las cosas y jos serPo lc ca es- Por el contrario,
pios nuevos. Comparando lo pequeño con lo grande y I" " " ,0>Pues no se ve com0 una r T w ,ndePendencia de sí
privado con lo público (...), transigía, ¡pues no había dtf B n , según Hegel, es s i e Z e i n l ^ ° bjetiva- La ^ c -
» lucia sí. Por el con pre “ *■**» y subjetiva, un volver-
transigir!, doblegándose a la lógica de los tiempos” .
La avaricia origina dos tipos de avaros: el materialista v £ Pidrdad objetiva y está está volcado sobre la
el idealista. El primero se afana, se preocupa por guardar v """‘'O exterior es lo único QuetenaI,Zado por completo. El
aumentar sus bienes. Es calculador, frío, racionalista; mide, í na de 'os sensualistasv Z “ r P m él' Pcr° a <&+
pesa, valora el bien que posee y no suena con fortuniii
voluptuosas, quiméricas. En general, es un hombre que con R puede obtener de ¡as cosas S° ,° pos‘bIe provecho
tabiliza por partida simple y la multiplicidad caótica di I i! en e' mundo. Si “la refley a de ias Personas que se
mundo la unifica y organiza con las formas a priori dH
entendimiento. Clasifica sus negocios, ordena y sofoca su* * ""erior, desviandola m°rad°a hT haCÍa nuestra mora-
ímpetus, controla su sensibilidad para no debilitarse o sen si
bilizarse demasiado. Suele decirse: esto es lo que me pertd R Pgencias azarosas, las advers a ?Var0 también sufre sus
nece, y lo demás no me interesa” . Ejercita su razón conIni ¡“S crisis cfclíe,,. Per™ “ d - e ,a j u n t u r a eco-
U razdn> ai no internarse
la pasión. Pero, naturalmente, su razón es apasionada poi
que codicia y ambiciona la propiedad. Sin embargo, el c|l 2
culo de la razón es más fuerte que su pasión de dinero. U “ Actividad judía” .
TRATADO DE LAS PASIONES LA AVARICIA 163
162

jamás en sí mismo, vive pendiente del azar y de la probabili­ reo también sin saberlo, aspira a gozar de los bienes terres­
dad. La racionalidad ingenua, refleja y no reflexiva del ava­ tres con serenidad esplendorosa, lujosa. Sin embargo, obra,
ro, está azotada por las tempestades y vientos provenientes actúa siempre para lograr la máxima ventaja y beneficio. Su
de las aventuras de la vida que, paradójicamente, trata de dinamismo es espeluznante. No le arredran los mayores obs­
neutralizar con su razón lógico-matemática. táculos y sigue adelante, asciende, va hacia el dinero como
Si el avaro típico aparece lleno de prudencia y de sabi­ liada la Idea trascendente. No es el “ tycoon” americano de
duría racional, también puede que sueñe enardecido y su principios de siglo ni el industrial europeo. Este avaro tiene
razón se dispare. El protagonista de Magia Roja3 imagi­ algunos rasgos comunes a ellos mas es diferente, aunque los
na montañas de oro que se reproducen sin cesar. En este representa a todos. No es un creador como aquéllos, sino un
caso la pasión de la avaricia deslumbra su razón y así un enamorado del tesoro invisible, ideal que sigue buscando.
vulgar estafador puede engañarle, prometiéndole fabricai Tiene una riqueza que acaricia codicioso como el avaro,
oro en su propia casa. Es natural que caiga en la irracionali pero no está contento, no le es suficiente. Ambiciona más
dad ciega, porque la avaricia de dinero es como el número dinero y lo busca desaforadamente. Poseído de esta idea,
infinito, una cifra de la teoría de los conjuntos, inmedible, ignorando la realidad y las contingencias del mundo, puede
inalcanzable. Es como desear la inmortalidad, la infinitud de zozobrar en esta aventura. Sin embargo, la idealidad del
la finitud. El avaro posesivo sueña con la eternidad como un .ivaro puede manifestarse con mayor prudencia y cálculo,
reposo contra el tormento acuciante de su codicia. No deseo sin esa forma de delirio que es la búsqueda infinita del
prolongar esa movilidad destructora, la temporalidad asesino dinero. El mismo Jerónimo de Magia Roja, sueña con
de su pasión avarienta. Y caerá en la ruina, cegado como un ictirarse a un refugio seguro, después de acumular el oro
Rey Lear, por la piedad de su avaricia, al descubrirse solo. que cree necesario, pues la orgía de la avaricia, tanto ideal
sin nada, desnudo y desamparado. oomo la material, sufre los riesgos de un horizonte cerrado.
El otro tipo de avaro, el idealista, se caracteriza por su La pasión de la avaricia desenfrenada llega un momento en
conciencia de la abstracción del dinero. Sabe perfectamente que se apaga, consumiendo al que la padece. El avaro, por
que es el símbolo de la mercancía, de la riqueza, el instru •‘■mor a la aniquilación interior, presiente el peligro y sofo-
mentó secreto de un poder invisible. No se afana por consci >'n, contiene su pasión ideal por el dinero. Harto de símbo­
var bienes rústicos o fincas urbanas, ni lleva una contabilí los abstractos, busca la apacibilidad en su propiedad tran­
dad rigurosa. Busca la esencia inmaterial e irreal de la pro quila, la quinta señorial, la posesión respetable y gozosa, sin
piedad: el dinero. Razona astuta y prácticamente como el más delirios ni sueños.
avaro materialista, pero no delira jamás, pese a la ansiedad Hemos esbozado las vinculaciones del avaro con su ri­
que también tiene de monedas tangibles, contantes y sonan queza e ideales. Ahora estudiaremos la relación del avaro
tes. Sin embargo, su razón va mas allá de las apariencias y i <»nsigo mismo. ¿Su avaricia se limita a sus bienes, a la
no se deja engañar por el oro, la plata, el billete, la conver! i ••uñosa y conmovedora “ cassette” de Harpagón, o llega has-
bilidad de la divisa. Platónico sin saberlo, este tipo de avaro ' i la raíz de su ser? En el primer caso, la avaricia es, como
se mueve solamente por el dinero como Idea. Piensa, no sin í"-inos descrito, una codicia posesiva, conservadora, guardia-
razón, que es el Bien, la encarnación de la bondad, porqm mi de su tesoro. En el según constituye un proceso de autoa-
proporciona todo lo que hay de mejor en el mundo. Epico wquilación. Así, por ejemplo, Jerónimo, el protagonista de
Uugia Roja, se viste de harapos, come migajas, no hace
1 1 amor con Sybila, su mujer, para no gastarla y, además,

3 M ichel de G h e ld e ro d e . |"'ique “ 9 a se paye gros, Timpureté, 9 a ruine” . Esta pareja


164 TRATADO DE LAS PASIONES LA AVARICIA 165

tiene por hijo una muñeca, “enfant parodique” que, como tencia y a la ceguera totales. “ Mon esprit est troublé et
dice el padre “ c’est rideal” porque no crece, no grita, no ¡'ignore ou je suis, q u ije suis et ce queje fais. Hélás, mon
consume. Además su mujer es virgen, un tesoro más que pauvre argent, mon cher ami, on m’a prive de toi! ” , excla­
posee, pues la virginidad cuenta y tiene su importancia. Este ma Harpagón al descubrir el robo de su adorada “ cassette” .
personaje representa el avaro absoluto, metafísico que se En su obra La ética protestante y el capitalismo, Max
ahorra a sí mismo. Sacrifica su estómago, el deseo sexual, el Weber describe la austeridad del protestante y su avaricia
sueño, no duerme mucho porque el sueño enturbia los senti­ como la base moral necesaria para el nacimiento del capita­
dos que deben estar alerta para acumular tesoros invisibles. lismo. Sin avaros no hay capital. El éxito empresarial depen­
Austeridad, sobriedad y disciplina flagelante que representa de de la sobriedad, de una fuerte voluntad ascética, de una
al avaro del primer capitalismo. A este respecto comenta enorme capacidad de sacrificio. Son las virtudes de la avari­
Marx que la economía política, esta ciencia de la riqueza es, cia, moral de la abstinencia y del esfuerzo de los avaros
al mismo tiempo, la ciencia de la renuncia y de la indigen­ respetables, frente a los disolutos, licenciosos intelectuales y
cia, del ahorro y añade: “Es la ciencia de la ascesis y su los obreros despilfarradores, borrachos. Esta práctica de la
verdadero ideal es el avaro ascético, pero usurero” . Así, la avaricia, que correspondió al ascenso social de la clase media
avaricia, por amor a la riqueza, lleva a la pobreza más total. baja, ya no es lo usual de una burguesía rica y próspera,
El avaro Jerónimo encarna la miseria más mísera. Renuncia afirma el historiador Hobsbawm.
a ser, a su yo más profundo, a las objetivaciones de sus actos El avaro vive un drama extraño consigo mismo. Su yo,
y hasta a disfrutar de lo que posee. Sólo busca atesorar, .inegado en la ambiciosa codicia de posesión, es un fantasma
empobreciéndose. <|üe le persigue y atormenta. Tras la búsqueda de dinero,
El Harpagón, de Moliere, también representa la miseria 'lUe le ha llevado a la pobreza absoluta y a la pérdida de su
del rico avariento. Su misma vestimenta muestra su sobrie­ Ñor, trata de reencontrarse con su fantasma necesario, el oro,
dad indecorosa, su tacañería y decadencia física. Su casa '.imbolo abstracto de sí mismo. Así, la pasión de guardar y
también le personifica: tapices anticuados, muebles destar­ atesorar la sustituye por la fiebre de dinero, materia más
talados, camas desvencijadas, todo evoca una atmósfera ce abstracta todavía. “ Yo los compro a todos, los obispos y al
rrada, polvorienta, sórdida y corrosiva. En esta etapa del Rapa mismo... Compro la Trinidad” , creyendo en este poder
capitalismo primitivo, la avaricia es una virtud básica. Todo el todopoderoso. Pero la tragedia del avaro consiste en que no
mundo se convierte en avaro, el capitalista debe tesaurizar y puede asegurarse jamás la posesión del dinero, potencia tras­
el obrero hacer economías. La avaricia afecta a la esencin cendente que se le escapa y huye. Fueron los hombres que,
misma del hombre, reduciéndole a un ser enteco y mostreu mediante una convención arbitraria y sutil, dieron al dinero
co. “Cuanto menos comas, bebas, menos libros compres, •■I valor necesario para el intercambio de mercancías. Este
vayas al teatro, al baile, al restaurante, cuanto menos pien imeque universal de productos, aparece como algo ajeno,
ses, ames, teorices, cantes, obres, sientas y cuanto más aho­ uxtraño, emancipado de sus creadores, “Personliche Unab-
rres, tanto más grande será tu tesoro, al abrigo de mitos y ii.íngigkeit auf sachliche Abhangigkeit” 5 . Así el Dinero, en
de ladrones, tu capital” 4. Jerónimo y Harpagón economizan una determinada fase del desarrollo humano, se convierte,
sobre su ser, corrompidos y alienados por la avaricia. Este 1 "ino Dios, en una esencia invisible. Y el avaro, adorador de
espíritu venal y utilitario termina por reducirles a la impo

5 “ In d ep en d en cia personal basada en la D e p e n d e n c i a ” . K a rl


4 K a rl M arx. Marx, Grundrisses.
LA AVARICIA 167
166 TRATADO DE LAS PASIONES

este ídolo, sufre al no poder poseerle definitivamente, total­ sí mismos ya que no pueden poseerse. Entonces se les apare­
mente para llegar a la paz consigo mismo. Marx rechaza la ce el dinero como el Objeto universal creado por el hombre.
analogía del dinero con la sangre y el lenguaje, porque fren Esta idealidad del Dinero revela una subjetividad que se
te a la individualidad concreta el dinero representa la univer­ ignora a sí misma, es decir, un sujeto dependiente, alienado
salidad del intercambio, la venalidad, la corrupción, es “dio por un objeto simbólico. Así, el yo del avaro se convierte en
allgemeine Ware” 6. pasión tensa, mero proyecto deseoso y anhelante de poseer
En la circulación de las mercancías el dinero desapare­ dinero, símbolo de prosperidad y de la paz dichosa. Este
ce para el avaro, se abstrae, se simboliza. Entonces surge la deslumbramiento que sufre obedece a que el dinero repre­
relación de dependencia a él como Idea que domina y se senta lo que él quiere ser. Jerónimo envidia a Amador:
enseñorea de sus almas avariciosas. Sin embargo, el dinero, “Vous étes le plus riche des hommes, puis vous possedez
valor universal o ideológico, es al mismo tiempo una mer­ l’inmortalité. Partager ce bien” 9. Este personaje teme tam­
cancía común, como cualquier otra. Esta particularidad de bién que la propiedad de su alma, su tesoro invisible, se
su universalidad es la mayor contradicción dramática para el disuelva con la muerte.
avaro. Sabe, por los datos inmediatos de la experiencia mer Cree el avaro que todo el dinero del mundo debe perte-
cantil, que puede fácilmente tener dinero y, sin embargo, le necerle, porque es una creación de todos, colectiva. Ahora
parece inalcanzable. El avaro termina por descubrir que tras bien, como de hecho no le pertenece lo busca fuera de sí
el dinero se esconden los hombres, él mismo, su yo degolla­ como ajeno. El dinero es, pues, su yo como Otro que le
do, y que es el medio material para establecer relaciones enajena y puede más tarde, si continua obsesionándole, cau­
entre seres humanos. “Das Geld ist das reale Gemeinwe- sar trastorno y locura. Al objetivarse el sujeto nace la pasión
sen” 7 y, a la vez, “ blose Abstraktion” 8. Al percatarse que el desenfrenada de la avaricia. Pero el yo del avaro es sólo un
dinero es un bien común a todos los hombres, el avaro se proyecto de ser, no una realidad efectiva, pues ha renuncia­
desengaña, hundiéndose en la melancolía y la desesperación, do a sentir, a gozar, a vivir, y sigue buscando afanosamente
El culto al dinero por el avaro, preludia el desarrollo realizar su ser por el dinero. Es difícil que lo consiga, en
de la moderna sociedad industrial. La avaricia es total, tanto este estado de desesperación ambiciosa. Si se contentase con
de parte de los individuos como por los Estados. La adoni lo necesario, como recomienda Spinoza, y buscase el dinero
ción religiosa del Dinero, explica Marx, tiene su base en el como valor útil, no como valor de cambio, se realizaría y
ascetismo, autosacrificio, frugalidad, economía, desprecio podría concentrarse tranquila y sabiamente en sí mismo.
de los goces materiales efímeros y temporales, para entre­ La ansiedad de la avaricia al lanzarnos tras el enigma o
garse a la búsqueda del tesoro eterno. De aquí procede l;i idea del dinero, nos engaña como un espejismo y nos aleja
conexión del puritanismo inglés y el calvinismo holandés de nuestras cualidades reales, de nuestro yo, el verdadero
con la avaricia. Implica una gran fuerza de imaginación re­ tesoro oculto que no suena ni se puede contar, pero que es
presentar el idealismo metafísico, la Providencia que es el nuestra esencia personal. El avaro vive siempre angustiado,
dinero. Pero los avaros tienen ese poder conceptual, al des febril, inquieto, no porque tema perder solamente sus aho­
cubrir que tras el dinero se halla su yo, y sienten envidia de- rros, sus propiedades. Es por sí mismo un perpetuo sedien-
lo, un codicioso sin fin, interminable. Se trata de una avari-
ciosidad que, en apariencia, no tiene explicación. Este ava-
6 “ L a m e rc a n c ía g en eralizad a” .

7 “ E l d i n e r o e s la r e a l c o m u n i d a d h u m a n a ” . M a r x .

8 “ A b strac ció n p u ra ” . M arx. 9 M ich el d e G h e ld e ro d e .


168 TRATADO DE LAS PASIONES LA AVARICIA 169

riento tiene una apetencia de riquezas diversas, pero innomi­ avaro. Ya no cuida celosamente lo que posee y vive en
nadas, sin figura concreta. A la vez, presiente que el tiempo demasía el deseo de posesión de objetos exteriores, de bana­
le corroe por dentro, que poco a poco le asesina. Entonces lidades. Disparado fuera de sí, enajenado, pierde lá concen-
acude al alquimista, el mago trasmutador que lo puede ha­ lilición interior, base de la existencia del avaro, y ya no
cer de oro, diferente del que es, imperecedero, eterno. ¿Có­ aieña con el oro para eternizarse. El afán de Unamuno de
mo llega a tan peregrina e insensata ambición? La búsqueda i onservar la individualidad que somos, el hombre de carne y
de tesoros terrestres, y sobre todo tan diversos, distraen la migre, es una forma de avaricia, el sueño platónico de afe-
atención del avaro, lo dispersan y nace la nueva angustia M¡irse a la propiedad interior. Significa guardarse, como los
Piensa que no vale la pena aprehender las cosas que desea, •' libes o los solteros, para no gastarse ni reproducirse. Es la
porque tampoco le satisfacen ni colman. Su inquietud la iivaricia de la avariciosidad. También el deseo sexual es la
centra en sí mismo, en su deseo inextinguible: la avariciosi libido, una tensión que solamente se calma en la reproduc-
dad que no es una pasión innata, pero que la sociedad de la • ion, es decir, en la avaricia de tener prole, unos hijos que se
abundancia ha inculcado en su cuerpo y en su alma. El no consideren como posesiones o prolongaciones de sí mismo.
quiere ser una criatura fungible y perecedera como los obje­
tos que codicia. La fungibilidad de las cosas que consume
origina la angustia del tiempo que padece y que nace de su Contrariamente al avaricioso, el avariento vive recluido
deseo múltiple e insaciable, reviviendo de sus propias cení n su casa. No le interesa el mundo exterior ni le seduce la
zas. En este sentido, Max Frisch, el escritor suizo alemán, '' onomía de la oferta y la demanda. Es frugal, austero,
sostiene que esta lucha por no desaparecer se refleja no sólo ■niteloso, cobarde. No busca ni arriesga nada de cuanto
en el reino humano, sino también en el animal, vegetal, posee y sólo lo defiende. Así como Jerónimo es el símbolo
mineral. Jerónimo, el protagonista de Magia Roja, cree en •leí avaricioso, Harpagón lo es del avariento. Se satisface y
contrar la solución en la trasmutación de los metales en oro, iccrea con “ su cassette” , que él cree aparece y desaparece,
pues solamente cambiando su finitud en inmortalidad puede pero la siente segura en el trasfondo de su corazón. No
conservar la propiedad de su alma. “ Je suis le chef des vi 'lesea más que conservar esa caja que contiene todo su teso-
vants” , dice, creyendo que se ha transustanciado de carne hu­ el valor supremo de su existencia. El avariento está en
mana en oro auténtico, en legítimo Pantocrator, dueño del p.iz consigo mismo y significa la quietud total de la soledad,
mundo, Señor de señores. Este es el sueño, pero la realidad i • un pobre hombre que aguanta, vigila a todos los que cree
es otra. Cómplice de un falso alquimista, de un fabricante indician su bien. Aunque siempre temeroso, en el fondo
de mentiras su transustanciación es imaginaria, no real, es licué una gran seguridad en sí mismo y goza de una sereni-
oropel, no oro puro y tampoco es inmortal sino eterno en la •1.1(1 admirable porque tiene todo lo que desea: su caja que
simple, banal repetición de sí mismo. La única eternidad a es su tesoro.
que llega con toda certeza es su avaricia, pues siempre vuel El avariento se destruye de forma distinta al avaricioso.
ve a ser lo que ha sido: un avaro codicioso. Al fracasar en su Mientras éste se aniquila en una búsqueda codiciosa, en ese
tentativa de vencer el tiempo, ha cambiado algo de forma, ... endio típico del fuego áureo de su locura, como el triste
pero no se ha transustanciado y su ser sigue siendo la avari imal de Jerónimo que se cree dueño de todo el oro del
cia. ¿Quería al cambiar dejar de ser avaro? ¿Podía renun mundo y oro él mismo, el avariento se consume interior­
ciar a sí mismo? Tal vez deseaba, buscando muchas cosas, mente, silencioso, en soledad lenta. El avaricioso cree que
no encontrar nada y quedarse con su nuda propiedad. Esa •i" morirá nunca si se convierte en oro puro, es decir, sujeto
ansiedad permanente termina por hacerle desaparecer como minortal de la avaricia, pero el avariento sabe que envejece,
170 TRATADO DE LAS PASIONES LA AVARICIA 171

que se va extinguiendo. Entoncer llega a desear tanto lo que mente que sacrificó su vida a un valor que ha creado con
conserva como si no lo tuviese y termina consumido por su otros avariciosos como él, pero que no es una realidad de
codicia insatisfecha. Con palabras de Unamuno, el avaricio verdad por sí mismo; el avariento, al irse consumiendo to­
so sueña con la inmortalidad del alma, la repetición eterna talmente por la pasión que le domina, comprueba que la
de sí mismo, entre sueños que se sueñan, inmovilizado, y el propiedad, goce supremo que debiera proporcionarle liber-
avariento con la resurrección de la carne, no perder nuncael lad, le hace más dependiente y esclavo, lo convierte en pose­
cuerpo que posee, expresando así la más sublime avaricia edor poseído. Es lógico que el avaro termine queriendo des­
avarienta. prenderse de cuanto posee.
El antípoda de la avaricia no es la generosidad como La propiedad privada se desvanece al escamarse en
podría deducirse, sino la avaricia misma que consume y mercancía, “ ein sinnlicher úbersinnliche Ding” l01, bien uni­
agota al avaro. A su pasión se entrega con olvido total de sí versal al que todos pueden acceder. Como bien demostró
mismo, con riesgo de su bienestar. Por acaparar y conservar Marx, el propietario es expropiado por el empresario, quien
sacrifica sus hijos, el amor, los goces naturales, y hasta pone lo es por la sociedad anónima, ésta por el gran capital y, a
en juego todos sus bienes, especulando en operaciones fi­ su vez, éste por el capitalismo multinacional. Lo mío, lo
nancieras. La pasión de la avaricia al dominarle, consuma profundamente mío desaparece en un todo colectivo: la
todas las entregas y abandonos. Por ejemplo, Torquemacla concentración de la propiedad en monopolio. Cada propie­
se siente inexplicablemente generoso y visita a cada uno de tario, aún el más poderoso y sólido, está corriendo siempre
sus acreedores para ofrecerles rebajar los intereses de sus el riesgo de ruina, no por la competencia, sino porque el
deudas, llegando hasta renunciar a ellos cuando encuentra capital es concentrado en grandes monopolios internaciona­
una fuerte y desconfiada resistencia. ¿Cómo explicar tan les. En consecuencia el avaro, por más tentativas desespera­
súbita generosidad? Galdós la analiza con gran sutileza psi das que haga, no puede conservar para sí la propiedad, el
cológica: el hijo de Torquemada, muchacho con grandes oro, la caja fuerte. La avaricia está condenada a desaparecer
dotes intelectuales, “ el prodigio de los prodigios, un jirón como pasión humana. Sin duda alguna, en los albores del
excelso de la divinidad caído en la tierra” , sufre un ataque capitalismo, constituyó una pasión estimulante, un aguijón
de meningitis que pone en peligro su vida. El despliegue y acicate de la actividad. El avaro, por sus virtudes austeras
generoso de este avaro se justifica por un cálculo frío: de su y frío racionalismo, creó una prosperidad sin precedentes en
desprendimiento en favor de otros confía lograr la salud del la Historia. La avaricia fue el motor que transformó una
hijo, según el arraigado principio que es preciso dar un poco sociedad estática e inerte, en otra dinámica y activa.
para recibir mucho. De esta forma renuncia a la avaricia por Todavía hay avaros que se resisten a perder su propie­
amor a la avaricia misma. dad y la defienden a sangre y fuego, hasta que se ven obliga­
Como toda pasión, la avaricia es una ofrenda de lo más dos a renunciar a ella porque deben transformarla o entre­
profundo de sí. Tanto ef avaricioso como el avariento se garla a otros que la administren y hagan fructificar. Pero
entregan a una búsqueda ansiosa de bienes el primero; y al liay otros avaros que aceptan arruinarse, quedarse sin nada
cuidadoso celo de conservar cuanto posee el segundo. Arrui para poder gozar, paradójicamente, de su avaricia. Ya no
nan, gastan sus cuerpos y sus vidas en tentativas vanas, uno tienen más que su yo y se deleitan con este único bien que
en apresar el dinero como esencia tangible, el otro en guar­ les queda. Max Stirner1 1 plantea el problema verdadero de la
dar una propiedad evanescente. Y cuanto les parecía objetos
palpables, sólidos, seguros se transustancia en invisible reali
dad, en inmanencia subjetiva. El avaricioso descubre final 10 “ U n a c o s a s e n s i b l e - s u p r a s e n s i b l e ” . K a r t M a r x .

11 El Unico y su Propiedad.
LA AVARICIA 173
172 TRATADO DE LAS PASIONES

I
es impulsiva, puede llegar hasta el crimen en su ansiedad
avaricia. ¿El yo puede convertirse en nudo y exclusivo Ob­ posesiva, pero se limita al disfrute de la propiedad o a soñar
jeto para el sujeto? , o por el contrario, ¿es la subjetividad platónicamente con la riqueza infinita, por ello es una pa­
que crea esa mercancía invisible, el Sujeto como objeto? El sión pasiva, conservadora. La avaricia ambiciona siempre al­
yo empírico, cuando deja de ser propietario, se convierte en go, pero no es capaz de plasmar su deseo en producto. El
Sujeto o trascendental yoidad, refugio último del avaro. Pe­ trabajo, que parecería la negación de la avaricia, es el cum­
ro en esta universalidad, pierde su particularidad y significa plimiento de su finalidad frustrada, al entregarse el hombre
el fin de la avaricia, es decir, la avaricia se realiza completa­ a una actividad fuera de sí mismo, para crear los objetos que
mente por la negación de sí misma. Al darle unidad a los necesita o desea.
átomos dispersos y propiedades múltiples del yo, se crea el
de todos, que no es todavía el “ nosotros” . Así, pues, el fin de
la avaricia es al mismo tiempo su realización plena. La re­
nuncia al yo particular sumerje en el único totalmente Yo y
que es el Todo. Así, el avaro, al quedarse sin nada, convierte
su yo en el todo de sí mismo. Es lo único que le queda y, a
la vez, un tesoro inapreciable, el más valioso. “ ¡Que no me
arranquen mi Yo! ” , clama desesperadamente Unamuno
con delirio de propietario.
El yo elemental, primitivo, codicioso con que nacemos,
se transforma mediante un proceso paulatino. Jean Piaget des­
cribe el paso del egocentrismo infantil a la socialidad, mien­
tras que el psicólogo soviético Vygostky sostiene, por el
contrario, que el yo es social desde su origen y, sólo más
tarde, al interiorizarse se individualiza y egotiza. Las dos
tesis demuestran que el yo único, quizá por ser el más tras­
cendental es el más avaro de sí mismo, el de los verdaderos
propietarios. Sartre, prologando Le Traitre, de Andró Gorz,
habla de “ la matanza recíproca” de los yos destrozados por
sus avaricias. Sin embargo, pese a esta hostilidad, sospecha
que será posible una armonía futura y que estos odios indi­
viduales mutuos, diríamos avaricias, están trazando los
puentes para llegar a un entendimiento. Pero solamente por
la renuncia a la individualidad del yo propietario, codicioso
y avaro, se podrá llegar a la concordia del Todo, al Uno
platónico, al Nosotros, base de una nueva y verdadera socie­
dad humana sin avaros, avariciosos ni avarientos que se dis­
puten dramáticamente la posesión de los bienes terrestres.
Hemos visto que la avaricia, aunque endurece el alma,
concentra la voluntad hacia fines precisos, manifestación de
una actividad que no es productiva ni creadora. La avaricia
EL TRABAJO 175

' rear, necesita la cooperación, la unidad con los otros hom­


bres. “Con la división del trabajo, la economía nacional
expresa la socialidad del trabajo dentro de la enajeñación’"'2.
XVII. EL TRABAJO H producto que se crea no es sólo particular, es resultado
•le una participación colectiva, de todos y cada uno en su
El trabajo es la actividad unificadora, teleológica de la pa Iunción especializada. A este respecto dice Marx: “ El verda­
sión necesaria para vivir, sobrevivir, pero también para dero agente del proceso del trabajo total no es más el traba-
afirmarse y realizarse. Es la más importante manifestación lador individual, sino el colectivo, que cooperan y forman la
del hombre al operar la objetivación de sí mismo. Por esta máquina productiva total; unos trabajan intelectualmente,
titros manualmente. Por consiguiente, es perfectamente in­
razón, es una alienación positiva, la expresión libre de lo
diferente de determinar si la función del trabajador indivi­
que se es o se quiere ser. No es el trabajo, como manifiesta
dual, simple eslabón del trabajador colectivo, consiste más o
Adam Schaff, una condenación bíblica que abruma, sino la
menos en trabajo manual simple” 3. Así, el trabajo origina
praxis que permite al hombre realizar todas sus pasiones,
nuestros actos, es decir, concierta nuestras voluntades en
Mediante el trabajo se concentran los conatos, impulsos, una pasión única: el fin común que perseguimos. Si cada
ímpetus, emociones, pasiones que llevan hacia un fin preci individuo a través del trabajo realiza su pasión singular, al
so y determinado. En este sentido, Georg Lukács1 afirma mismo tiempo colabora con otros y juntos buscan crear el
que es la pasión de todas las pasiones, pues éstas, pese a su mismo producto. Las pasiones son creadoras al socializarse,
militancia y activismo, son ideales tentativas, proyectos que unirse para una finalidad trascendente. Cuando se ve el re-
por sí mismas no plasman ni realizan objetivamente el hom
'.ultado del esfuerzo realizado, se cosecha la alegría que es
bre. Así, aún la más dominante de ellas, como la ambición,
Iruto de nuestro trabajo.
exige una realización práctica, un empeño serio, una activi
Trabajar significa realizarse como sujeto activo, haz o
dad para cumplirse. El trabajo significa un acto de sinceri
dad, llevar a cabo una intención, un deseo. Pero no es sola síntesis de pasiones, es potenciarse y acrecentarse. Por el
mente un quehacer de las manos, la cabeza, de los órganos irabajo el hombre se siente vivo, agitado, en pleno bullicio
sensibles ni una cinestesia corporal, sino que al trabajar pías dinámico y experimenta la conciencia activa de su realidad
mamos lo que soñamos, codiciamos, envidiamos, es decir, individual. Por esta razón, no comprendemos que se pueda
.1 firmar que la solución de la alienación del trabajo sea la
objetivamos nuestras pasiones activas. Un producto que fa­
brico, bien sea una casa, un libro, un parque, un cuadro .adornación, como afirma Adam Schaff. Por el contrario, el
expresan mi totalidad emotiva y especulativa. Las pasiones, irabajo en sí es la vida misma del hombre, la expresión de su
por el trabajo, se convierten de estériles en productivas, ser y no una condenación ni sólo un medio de subsistir. El
fecundas, creadoras. que no hace nada o no tiene nada que hacer, entregado a la
Originariamente las pasiones son individuales, son la inercia de la voluntad, anula su vida, nulifica su persona, la
■monada. La eternidad de la vida consiste en su repetición y
singularidad que define, la unidad psico-física que reacciona
se expresa en el trabajo que es la actividad incesante de
ante un estímulo del mundo exterior. Son formas típicas
liacer y rehacer sin fin. Sólo trabajando podemos mantener-
del responder individual que separan del resto de los hom­
bres. Pero por sí mismo, sólo y aislado, el hombre no puedo
K arl M arx.
1 Ontología. 3 El capital, t o m o V I.
EL TRABAJO 177
176 tratado de las pasiones

al ritmo que la técnica le prescribe en vez de actuar de


nos vivos, anhelantes. El trabajo ofrece un futuro, perspecti manera independiente y autónoma se aproxima a una situa­
vas, horizontes y, de esta forma, nos da la posibilidad de ción de ser-cosa, que le hace caer en la desesperación alie­
continuar siendo lo que somos, perpetuarnos o inmortalizai nante.
nos en vida. Por el trabajo podemos crear y también recreai Pero lo importante es saber que el trabajo es la esencia
nos, volver a renacer de nuestras muertes sucesivas. Dejar de del hombre, por la sencilla razón que realiza la unidad de
trabajar significa el cese de toda actividad, la holgazanería sus pasiones y de todas sus potencias activas. Se necesita
trascendente, la ociosidad definitiva, la muerte. Tal vez, el Irabajar no sólo para subsistir, sino para realizarnos humana­
cuerpo humano no cese de trabajar nunca y nuestras células mente, es la actividad por la que manifestamos lo que so­
radiactivas continúen su obra mas allá de la desaparición mos. Ahora bien, cuando se trabaja de una forma incesante,
macro-física, como apunta García Bacca. Pero en esta tierra
sin objetivo ni razón finalista, se busca realizar la individua­
donde vivimos la verdadera finalidad del trabajo es el dina
lidad y potenciarla, sentirse poderoso. Entonces el trabajo,
mismo permanente, la sucesividad de actos creadores posili ile expresión de una pasión natural, constitutiva del hom­
vos.
bre, se transforma en pasión por el trabajo que lleva a tre­
La necesidad de trabajar continuamente puede sei
mendas deformaciones. Los psicólogos sociales estudiaron la
nociva, dañina. En este sentido, la pasión del trabajo que
excesiva preocupación por su trabajo de los ejecutivos de las
domina y obsesiona a muchos alemanes, como analizó Max r.randes empresas, pues invierten tantas horas en él como los
Scheler, constituye un peligro y amenaza para otros pueblos.
obreros americanos o europeos del siglo pasado. David Rie-
Este exceso y demasía no responde al espíritu dinámico r man, en The lonely crowd, describe estos maníacos que
imperialista de Fausto, como pensaba Spengler, sino que
no saben “ desconectarse de su trabajo” y se convierte
esta necesidad de trabajar es el resultado nihilista de una
'•n una idea obsesiva. Su pasión por el trabajo que los separa
inactividad interior, de una falta de reflexión que deja un •le todo y hasta de su vida familiar, ¿para qué les sirve?
vacío íntimo. Esta pasión por el trabajo denota una falta de Simplemente para reconocerse como persona, ya que “uno
trabajo real, un antoparo. En este caso, el trabajo no es el no es nadie si no trabaja” . Estas investigaciones someras,
cumplimiento de mis deseos y proyectos, sino un mecanis '•inpíricas, a veces elementales, de la sociología americana,
mo de repetición automático, una enajenación. demuestran que el trabajo es necesario para vivir y también
El trabajo humano origina dos tipos de alienación; una. para ser. De aquí se explica que de pasión natural pueda
cuando el producto del trabajo se convierte en un podei convertirse en pasión por el trabajo mismo. Los que creen,
independiente de su creador, “en el mayor enemigo del hom romo Adam Schaff, que la automación puede suprimir el
bre” , dice Marx; y otra que nace del proceso del trabajo trabajo, caen en el milagro tecnológico. No, siempre será
mismo, cuando el trabajador comprende que trabaja por y necesario porque es la esencia real de la actividad humana.
para otro en condiciones fijadas por “ese extraño” 4. En el Flaro está que hay necesidad también de un tiempo libre
primer caso es una alienación objetiva, en el segundo una para el estudio, la contemplación de la Naturaleza, soñar
alienación subjetiva. En la monografía Alienation and Frec intimamente. Julián. Sorel si hubiera tenido un poco del
dom 5, se describe cómo el obrero industrial, al incorporarse ucio de Oblomov, no le habría destruido el dinamismo de su
ambición. Pero es importante señalar, frente a los utopismos
del ocio feliz, que el trabajo es la verdadera fuente de ale­
4 E s ta s a l i e n a c i o n e s están an alizad as e n Manuscritos económico-
filosóficos y p o sterio rm en te en Grundrisses. K arl M arx.
nda que tiene el hombre, pues al trabajar desarrolla una
actividad que le proporciona la realidad de que existe, es la
5 Robert Blauner.
178 TRATADO DE LAS PASIONES EL TRABAJO 179

suprema vivencia de sí mismo, experimenta su poder y sien vas, puede ejercer sobre la vida del hombre. También allí
te toda su fuerza vital en pleno ejercicio. existió una pasión por el trabajo que se llamó “ stajanovis-
Comprendemos que el trabajo al dar todas estas satis mo” , culto al productor héroe, que lograba la máxima ren­
facciones, se pueda convertir en una obsesión o pasión nega tabilidad social. Pero tras toda la propaganda ilustrada, se
tiva alienante, como el ejecutivo que lleva trabajo para con­ revelaba una profunda pasión ideológica por los grandiosos
tinuarlo en su casa, y corre de aquí para allá con el portafo­ planes de transformación del mundo natural, que llevaron a
lios como si fuera su único tesoro. Pues bien, los que sienten cabo en la creación de grandes obras, empresas de la prodi­
esta pasión de trabajo por el trabajo en sí, lo que quieren es giosa voluntad humana. Esa estatua del obrero y la koljosia­
no hacer nada realmente, quizá entregarse a “ esos sueños na, que se ve en casi todas las ciudades soviéticas, es el
eróticos que suscita los movimientos de la máquina” , o des símbolo de un mirar profundo hacia adelante. El filósofo
cansar de todo, vaciarse interiormente, dejándose llevar por soviético Ougurtsoven8, establece la diferencia entre la pa­
la monotonía del trabajo. Pero es Walter Benjamín6 quien sión del trabajo creadora, afirmativa del hombre, “vigorosa
mejor describe el proceso de mecanización del trabajo que explosión de optimismo y de marcha hacia el futuro, en la
penetra en todas las esferas, social e individual, de la vida sociedad socialista” , y la condenación negativa, fardo y pesa­
moderna. Como los productos de la industria son trabajo dumbre que es el trabajo en la sociedad burguesa. Por el
objetivado (muerto) y trabajo subjetivo (vivo), el hombre contrario, Adam Schaff sostiene que al subsistir la división
cae dominado por la magia de la mercancía, y convierte su del trabajo en la sociedad socialista, origina alienaciones en
vida en una búsqueda de objetos soñados que corresponden la industria y cooperativas agrícolas, y dice: “ En el socialis­
a su pasión subjetiva, a su querer y preferencia más direcla. mo el producto material del trabajo sigue apareciendo como
Es natural que sean la Sociología y Psicología Social mercancía y de ahí que pueda, por cualquier error en la
americanas las que hayan estudiado con mayor agudeza los planificación, constituirse según las palabras de Marx como
síndromes de la alienación del trabajo. Melvin Seeman7 si1 un poder enemigo del hombre en el mercado” . Sólo el pro­
ñala cinco estados psíquicos creados por ella: powerlesness, letario que sabe vende la fuerza de trabajo y, por tanto, es
impotencia para decidir en una gran empresa o monopolio, mercancía él mismo, puede escapar a esa objetivación de su
privando al ejecutivo de poder; meaningless, el individuo no condición humana. “Cuanto mas consciente sea del modo
puede prever los resultados de sus actos; normlessness, c:l de ser que le impone el orden de la producción, menos se
dirigente de una empresa se convence que sólo violando las sentirá mercancía” 9.
normas sociales y legales, mediante fraude o evasión de im El pequeño burgués, el poeta, el bohemio son los que
puestos, pueden aumentarse los beneficios; isolation, estado sufren como nadie y en carne propia la fetichización de sí
de aislamiento y extrañeza que viven frente al mundo que mismo en sus pasiones. De aquí el gozoso estremecimiento
les rodea; Self-strangements, sensación de rareza que expon que sienten estos personajes al sumergirse en la inmensidad
menta un individuo con respecto a sí mismo y puede Ilegal oceánica, victorhuguesca, espiritista de las muchedumbres. /./
a constituirse en enfermedad psíquica. jlaneur, nuestro “paseante en corte” , al principio no busca
En la Unión Soviética se estudia también los efecto1, nada, simplemente deambula, se entretiene mirando, con
que el proceso mismo del trabajo, en fábricas y cooperali ojos que no ven. Dirige sus pasos hacia las galerías donde

6 Passagen-Werk. 8 El hombre en el mundo de la alienación.


7 On the meaning o f alienation. 9 Walter Benjamin.
180 TRATADO DE LAS PASIONES EL TRABAJO 181

están situados los comercios mas elegantes, “ so das eine ferencia brutal, el aislamiento insensible de cada uno en sus
solche Passage eine Stadt, eine Welt im Kleinen ist” 101. Se intereses privados, resulta aún más repelente cuando todos
divierte inspeccionando los objetos que se ofrecen miríficos se aprietan en un pequeño espacio” , dice Engels, refiriéndo­
en su prodigiosa variedad. Dentro de estas galerías se siente se a la ciudad de Londres. Y ya no puede escapar a una
como en su casa. No hace nada. Sale, toma un café, lee un situación en que no hay comprador ni vendedor, solamente
periódico, mejor dicho, lo hojea, y vuelve a regocijarse de es cosa para otros y estos cosas para él. La ciudad le parece
nuevo con los escaparates llenos de mercancías, espectáculo como un gran fantasma. “ Das Warenhaus ist der letzte
de la riqueza de la vida en toda su multiplicidad. De visión Strich des Flaneurs” 13. Sólo en Galerías Lafayette, El Corte
en visión, el paseante se convierte en observador impasible, Inglés, encontrará satisfacción, en la concentración de pro­
dibujante de trazo rápido, botánico del asfalto, zoólogo de ductos, a la multiplicidad de deseos que es él mismo. Pero
rostros humanos. En suma, un curioso impertinente con no logrará establecer una comunicación real con nadie, co­
ojos atentos y abiertos, pero callado, reservado, como ensi mo lo demuestra las características del intercambio en el
mismado. Legitima su paseo ocioso, dice Benjamín, estar erotismo moderno al que se entregan libremente, esperando
pendiente de todo lo que pasa. Así se opera la transforma­ recibir algo a cambio de la donación inmediata. En realidad,
ción y “ este urbanita comparte la situación de las mercan­ se ofrece para trocar la Cosa que es por otra cosa que le
cías” , sin ser consciente de ello. Sin embargo, se siente atrae.
contento de entregarse a la corriente susurrante de los com En esta situación analizada, tampoco se produce la re­
pradores. Se explica la felicidad que le arrebata porque no ciprocidad objetiva. El hombre-cosa no se identifica con
hace ningún esfuerzo, es la Cosa misma con un alma. “Jo nadie, entra y sale de la vida de otros seres sin dejar huellas
crois a mon ame: La Chose” n . Es evidente que los produc­ de su paso. Cuando tratan de unirse eróticamente, el resulta­
tos creados por el trabajo le expresan y al identificarse apa­ do son espejismos gozosos, esa ebriedad efímera o dicha
sionadamente con ellos se reifica, cosifica, “ se hace concicn fugitiva de ir de mano en mano, sin sentir el calor humano
cia objetivada” 12. En este caso la satisfacción es mayor qui­ que encierran. Los amantes fracasan porque no pueden lle­
la del trabajo creador, que sólo puede plasmar un producto gar a ser realmente el Otro, que está siempre lejano. Sin
objetivo único que expresa la subjetividad, mientras que al embargo no se detienen, prosiguen su búsqueda a través de
ser mercancía se adapta a cada comprador, es él mismo y sueños, es decir, pasiones escondidas, nocturnas que quieren
otro que compra, multiplicando su identidad y habita en cumplir. “Also Erinnerung und Erwachen sind aufs engste
distintas personalidades que enriquecen el aburrimiento (li­ vcrwandt Erwachen ist, die dialektische, Kopernikanische
la gran ciudad. Al hacernos mercancía penetramos en cada Wendeung des Eingedenkens” 14. Llevan pasiones ocultas
una de ellas, las pasiones se objetivan, reviven con los mil dentro, en la inmanencia del recuerdo, en la trascendencia
atractivos de los objetos y nos diversificamos como las cosas viva de la mirada despierta y buscan realizarlas. Pero esta
mismas que nos solicitan. Sin embargo, este Yo-Cosa se que liíisqueda no tiene fin: se mira un escaparate, una mujer
da solo, incomunicado en el seno de la gran urbe. “La indi

13 “ L o s g r a n d e s a l m a c e n e s s o n l a ú l t i m a e t a p a d e v i a j e d e l o s
10 “ E s t a s g a l e r í a s s o n c o m o u n a c i u d a d , u n p e q u e ñ o m u n d o "
M e a n t e s o c io so s ” . W a lte r B en jam ín .
W alter B en jam ín .
14 “ E n t o n c e s e l r e c u e r d o y s u d e s p e r t a r e s t á n m u y e s t r e c h a m e n ­
11 L e ó n D e u b e l .
te l i g a d o s , p o r q u e d e s p e r t a r e s p r e c i s a m e n t e e l c a m b i o d i a l é c t i c o c o -
12 G e o r g L u k á c s , Historia y conciencia de clase. l u i r n i c a n o d e l p r o p i o p e n s a m i e n t o ” . W . B e n j a m í n , Passagen-Werk.
182 TRATADO DE LAS PASIONES EL TRABAJO 183

sonríe, la perspectiva de una calle se abre, y todo despierta escapa a las limitaciones del especialismo, “ fachidiotismus”
una ansiedad infinita que termina por cansar. Sólo lo nuevo que decía Marx, de los limitados tecnócratas, necesarios del
vuelve a atraerles. La moda es la exhibición de la novedad. desarrollo industrial. El libro, el cuadro, la escultura, son
Quizá encontrarán realizados en los nuevos productos sus mercancías más que circulan por el mercado de valores y
deseos, sus sueños. Pero la novedad pronto envejece. ¿Qué adquieren una vida propia al margen de sus creadores, con­
les impide cumplir sus pasiones como están viendo las bellas virtiéndoles en hacedores acotados, como todo trabajador
mercancías tan bien logradas? Por la sencilla razón que la de la sociedad capitalista industrial. Compárese esta situa­
subjetividad no se deja objetivar totalmente. El trabajo crea ción de los artistas de nuestros días con los del Renacimien­
un producto, pero el producto no crea a su productor. Acla­ to, hombres que pudieron desarrollar plena y totalmente su
remos. personalidad.
El trabajador elabora una mercancía que se separa de él Husserl reprocha a la ciencia moderna ls, la carencia de
y va a vivir por cuenta propia, pero el productor aunque se un pensamiento teórico generalizador, como el de Galileo.
convierta en mercancía no puede encontrar objetivadas sus Igual acusación fórmula Faustino Cordón 16 a la biología
pasiones en las cosas. El resultado de su trabajo es un objeto genética y molecular. El problema no consiste en la limita­
material, palpable, mientras las cosas que sueña son intangi ción del especialismo, sino en la ausencia de una concepción
bles y solo representables por la imaginación. Al verlas en su teórica o visión global del trabajo humano creador. El espe­
intención son unas consigo mismo, pero no las puede ver ni cialismo es una técnica necesaria del trabajo productivo que
tocar fuera de sí como las mercancías. Por ello, el desengaño no impide la elaboración teórica de la propia experiencia
de la novedad es inevitable. A través de lo nuevo están práctica. El mal consiste en que el trabajador espiritual se
esperando encontrarse, y encuentran lo mismo, lo de siem­ convierte en creador exclusivo, es decir, en propietario de
pre otra vez igual: la mercancía. Por ello, la actividad cre;i los frutos de su ingenio, objetivando su producción artística
dora, el trabajo productivo si objetiva nuestras pasiones, a ln en detrimento de su subjetividad. Sólo por una teoría uni­
vez subjetiviza nuestros productos, las mercancías. Subjetivi versal que le une a otras actividades humanas, se liberará de
dad de la objetividad que nos hace deambular soñadores, la pasión posesiva de sus productos, sean libros, cuadros,
inquietos por todas las calles del mundo, víctimas de ln música, investigación científica, y de la idea de que todo lo
fetichización o idealización subjetiva de las mercancías, poi que produce es sólo suyo. Al perder la propiedad de sus
que a través de ellas nos buscamos a nosotros mismos, o km creaciones, se desobjetiva, pues estaba limitado y encerrado
pasiones que deseamos satisfacer. en el mundo pobre, raquítico,de su creación posesiva. En­
El trabajo al crear sus productos concentra las pasiones tonces su obra será la Cosa, el producto total, como Leonar-
humanas en una única pasión que hace del hombre unn «lo, Miguel Angel, Galileo que se desposesionan, cada uno en
mercancía más. Por esta razón se buscará a sí mismo cu ;u mundo, para llegar a una realización plena. Sólo la pro­
todos los objetos que crea o ha creado. Tentativa vana pero, ducción como totalidad libera al hombre del carácter estre­
a la vez, infinita. Así, la actividad productiva, creadora, in» cho de su trabajo. El drama de los artistas, ingenieros, inves-
libra al hombre de su condición de siervo de la mercancía ligadores, de todo creador moderno, es la obsesión por su
Pese a que la automación lo libera de la fatiga y pesadumbn propia obra que les convierte en propietarios serviles de sus
del trabajo, mientras subsista la propiedad privada que oripl
na la pasión posesiva como la única básica y fundamenlnl
15 Crisis de la ciencia europea.
del ser humano, no hay perspectivas de liberación por H
trabajo. Tampoco la actividad artística, literaria, filosófim 16 La función de la Ciencia en la sociedad.
184 TRATADO DE LAS PASIONES EL TRABAJO 185
I
creaciones. No saben hacer otra cosa que fabricar poemas, una idea, un proyecto, espejo en el que se mira. Walter
esculpir piedra, construir puentes. Tampoco la multiplicidad Benjamin estudia los muchos espejismos que ocasiona verse
dispersiva de dones, resuelve el problema de la objetividad reflejado en las mercancías que se exhiben en las galerías
del trabajo. El hecho que un arquitecto pueda construir mercantiles. “Como nuestra cara reflejada en el espejo, el
casas y componer bellas sinfonías, este dominio de técnicas ser consciente es un ser duplicado” 21. Desdoblado, diría­
diversas no le convierte hoy en hombre total, pese a que la mos, porque busca ver algo que siente dentro de sí mismo.
actividad creadora múltiple es condición para llegar a la Frente a la apatía de las cosas se opone la actividad de las
universalidad del trabajo humano. personas. Toda pasión está dirigida por una reflexión previa,
Con las distintas técnicas, que son trabajo aplicado, se guía de la acción.
ponen las cosas al servicio de las personas, dándoles ánimo, Otra forma de cosificación de las personas es la distrac­
humanizándolas. Tal es la tesis de Juan David García Bac- ción, el no prestarse debida atención, descuidarse, vivir abs­
ca17, inversa a la de Walter Benjamin. “ Las cosas son mi traídos ajenos a sí mismos y a los otros. El supremo distraí­
persona, que es diferente de esa unidad por la que se identi­ do es el desapasionado, porque sufre de indiferencia. No
fica la persona con las cosas, es cosa. En rigor de la pala­ habla consigo, no se concentra ni le atormentan las pasio­
bra, los artefactos no son cosas: llamémoslos enseres” 18 nes. Por el contrario, los apasionados, como Otelo y el pa­
Frente a las cosas naturales hostiles e indiferentes, creamos dre Goriot, están atentísimos a cuanto pasa en torno suyo,
las artificiales, obra de nuestra inventiva y de nuestra inge­ jamás se distraen porque tienen un objetivo, una única pa­
niosidad. Ocurre al revés de la trasmutación de personas en sión a realizar y viven preocupados, anhelantes. El hombre
cosas, pues “esas máquinas son de alguna manera personas, desapasionado puede convertirse en éste o ése, sustituible
están hechas por y para el hombre” . “ Los anteojos miran a por otro, es decir, en cosa, mercancía. Las leyes del merca­
mis ojos” 19. Si los productos de nuestro trabajo llevan la do operan esta transformación objetiva. “ El cualquierismo,
huella, la traza humaría y, como hemos dicho, expresan lo la mediocridad triunfante, crece la cosificación” , afirma
que somos, son pasiones objetivadas, a su vez las personas, García Bacca.
los seres humanos se cosifican. García Bacca no niega esta El trabajo homogeiniza a todos los trabajadores. Benja­
cosificación, pero afirma que lo que llamamos alienación no min ha explicado la cosificación de la persona como resul­
es una cosificación, pues los productos del trabajo humano tado de la circulación de la mercancía y su universalización,
ostentan las huellas de nuestras manos y testimonian las que domina todas las esferas de la vida humana. Pero una
posibles y distintas cosificaciones de las personas. La prime­ _ persona no debe ser algo anónimo y el trabajo debe singulari­
ra consiste en la pasividad, la apatía, pues los seres humanos zarla, y concretar éste, ése, aquél. Sin embargo, el trabajo
cuando no se mueven tienen la misma inercia que las cosas cualquieriza, iguala a lodos. La exteriorización del hombre,
naturales. “ Son, simplemente, lo que son, y nada más” 20 de sus pasiones que es el trabajo, no es la manifestación o
No buscan nada, no quieren, no desean, carecen de pasio­ personificación, sino su cosificación. Ahora bien, García
nes, pues la pasión del individuo es reflexiva porque tiene Bacca sostiene que esta cosificación es una alienación positi­
va, pues el trabajo, esa pasión objetiva, la operación manual
e intelectual de nuestro cuerpo, es una extensión del domi­
17 Cosas y personas.
nio del hombre sobre las cosas naturales, frías e inertes.
18 Ib id.
19 Ib id.
21
20 Ib id. Passagen Werk.
186 TRATADO DE LAS PASIONES EL TRABAJO 187

Cosificación sería así humanización. “ No calumniaremos al hombres, verificación de su eficiencia que consiste en una
mundo moderno, acusándolo de cosificación desaforada de práctica-teórica, una experimentación efectiva de s.u bondad
las personas” , señala García Bacca. Pero no podemos hacer o maldad, de su eficacia o ineficacia ontológica, o sea, si
abstracción del hecho que la ciencia y la técnica están situa­ sirve para el bien de los hombres. Hoy se puede certificar,
das en una determinada etapa del desarrollo social y están que las máquinas automáticas acentúan la actividad parcela­
condicionadas por el sistema imperante, como demostró ria y atomizada de los trabajadores, debido a un sistema
Marx. Consciente de ello, García Bacca afirma que una reificado, cosificado, donde los individuos no son más que
cosa es reconocerles a la ciencia y a la técnica ser causa de objetos.
que los hombres sean más cosa cada día y otra, bien diversa, Adam Schaff22 apunta la posibilidad de una liberación
agradecérselo en nombre de las personas” . En consecuencia, del trabajo por la automación y el fin del especialismo. Cita,
es un sistema de producción, transitorio, provisional, histó­ en apoyo de su tesis, la siguiente frase de Marx: “ La auto­
rico y no la producción en sí misma, el que crea una técnica mación suprime el especialismo y su idiotismo” . Pero si esto
opresiva que cambia, “ transustancia” diría García Bacca, a fuera así, los países capitalistas desarrollados habrían reali­
los hombres en cosas. Pero a su vez, estos productos de la zado ya los fines del socialismo. Sin embargo, análisis poste­
industria, del trabajo humano apasionado tienen un alma, riores, entre ellos los recogidos por Herbert Marcuse23, de­
están animados, viven por sí mismos como si fuesen perso­ muestran que la automación significa el dominio absoluto
nas, no cosas inertes. Pero no sólo como manualidades ni de la máquina sobre los hombres, quienes terminan por
porque sirvan, sean útiles, capaciten al hombre, sino porque •idaptarse a sus movimientos, olvidando o renunciando a los
nos gobiernan, dirigen nuestros pasos, nos hacen observado que les son naturales y propios. La automación si de un lado
res, detectives, amantes pasajeros, poetas urbanos, malhc libera al trabajo manual de su pesadumbre y hasta lo intelec-
chores anónimos, trabajadores, capitalistas, parásitos, soña­ lualiza, de otro intensifica la cosificación, porque el ocio
dores impenitentes, fotógrafos, pintores. Tal como el traba que crea realiza la individualidad de la persona automatiza­
jo crea cosas para los hombres, las cosas crean determinados da. Así, la técnica actual es primitiva, subdesarrollada por­
tipos de seres aptos, domesticados y útiles para las cosas que sólo inventa aparatos, máquinas, artefactos que nos co­
mismas. Entonces las cosas no sólo personifican, se hacen difican y alienan. Por el contrario, la técnica del futuro que
como personas. Marx denomina “ productiva” , contribuirá al desarrollo de
Los distintos sistemas de producción conforman los las energías de la tierra y a la realización de las pasiones
hombres a su imagen y semejanza, es decir, hombres especí­ naturales del hombre que son la base para realizar un trába­
ficos adaptados a las condiciones del aparato productivo lo realmente creador.
Generalizando, se puede afirmar que los hombres tienen las No es la técnica, como se piensa hoy, la simple fabrica­
pasiones que corresponden al estilo o forma de su trabajo, ción de máquinas, por más extraordinarias que sean. Las
es decir, que están condicionados por el sistema social y invenciones tecnológicas representan sólo la idealidad, el
político imperante. Es pues el trabajo humano productivo el proyecto, la concepción de la técnica, aunque se materiali­
que crea las pasiones objetivadas del sistema imperante tic cen en productos o artefactos, porque estos productos no
producción y, por consiguiente, una sociedad, un tipo detci crean nada por sí mismos. “Producción, distribución, inter-
minado de relaciones humanas. La alabanza positivista de l.i
técnica como su difamación romántico-idealista por Marcti
se, Heidegger y otros, tienen que ser verificadas en la práeli 22 La alienación como fenóm eno sociai.
ca, comprobando si la técnica es beneficiosa o no para lo » O^ One-dimensional man.
TRATADO DE LAS PASIONES EL TRABAJO 189
188

cambio y consumo, forman un circuito animado por la pro­ usarse. “Al suprimir el producto, el consumo le inflinge el
ducción” 24. La producción en un futuro será el trabajo del golpe final, pues la producción no es solamente producto en
hombre para su uso, es decir que, en último término, la tanto que actividad cosificada, sino en tanto que objeto para
técnica condicionará una producción que termina en el con­ el sujeto activo” 25. La producción se reduce finalmente a
sumo, su destino final. Entonces los frutos de la técnica ya una actividad creadora de la pasión del trabajo. Ahora bien, la
no serán singulares, sino resultados de la producción total, fabricación de utensilios, enseres, máquinas engendra una dia­
colectiva del trabajo creador. El consumo directo desaliena­ léctica infinita de nuevos deseos y nuevos medios para satisfa­
rá a la producción de su trabajo abstracto y a la técnica de cerlos, pues ejercen los unos sobre los otros una acción recí­
su subjetivismo primitivo, de la creencia ingenua que se proca. En consecuencia, no es posible concebir la técnica co­
crean objetos que sólo sirven como propiedades. La nueva mo la solución ideal y práctica de todos los problemas huma­
técnica productiva al objetivar los productos que crea, obje­ nos. El secreto de la técnica y sus modos de producir, como
tivará al hombre particular, unlversalizándolo. Desaparecerá liemos dicho, está en el sujeto activo, en el trabajo creador
el subjetivismo de los medios de producción al consumirlos, del hombre. No se puede abstraer la técnica ni espiritualizar­
y el objetivismo fijo, parminedeo, estático de los objetos la, separándola de los deseos concretos de los hombres, pues
producidos. La producción será un movimiento continuo de las técnicas nacen precisamente para satisfacer las necesida­
consumo, y el proceso de la técnica consistirá en la creación des humanas. Tampoco se puede pensar que la técnica, por
de medios de producción que, a la vez, destruirá para creai sí misma, es inservible, destructora y aniquiladora de las
otros nuevos. Se suprime así el sujeto espiritual, abstracto luerzas esenciales del hombre, pues mediante la innovación
del trabajo y el objeto producido ya no se cosifica, porque continua de sus fórmulas pueden mejorar y transformar el
es sustituido vertiginosamente por otro. La técnica será, mundo. En realidad, más que el desarrollo de las fuerzas
pues, la dialéctica del trabajo incesante de la producción, productivas, predominó el desarrollo técnico. “El molino de
trabajo de la negatividad, porque la producción continua y mano, determina la sociedad feudal; el molino a vapor, la
permanente se basa en la destrucción de todo lo creado. Poi •ociedad capitalista” 26. Esto no quiere decir que la técnica
este movimiento continuo y permanente de la producción, por sí misma origina los medios de producción. De ser así,
es decir, del trabajo espiritual abstracto con el trabajo mate ó Historia sería la evolución de unas realizaciones tecnológi-
rial concreto, se unen técnica y producción. Sobre esta nuc 1 ;is que darían nacimiento a sucesivas estructuras y forma-

va base tecnológica, la pasión del trabajo, motor de la técni 1 iones sociales. En realidad, no es posible aislar abstracta-

ca creará nuevos deseos e inventará los objetos para satisín oicnte la técnica de las necesidades, deseos y pasiones, ni
cerlos. En consecuencia, los objetos ya no serán subjetiva "ii las técnicas que impulsan la Historia, sino las apetencias
bles y los sujetos consumidores no podrán ser cosificado:. los hombres que crean los medios de satisfacerlas. Los
Subjetivismo técnico y objetivismo productivo se disuelvrn nuevos deseos destruyen las viejas técnicas que ellos han
simultáneamente. En el primero desaparece la propiedad •umdo y crean otras para poder realizarlos. La verdadera
privada de los medios de producción, y en el segundo la nica, producto del trabajo espiritual y material, intelec-
reificación o alienación de los hombres por los objetos tpi. 1'iIIl y manual a la vez, sirve a las apetencias siempre
"i<'viles y cambiantes de los hombres, que no son pasivas,
producen.
El verdadero destino de la producción es su nadif'iai iiio productivas. Acuciados por sus necesidades, los
ción, porque los objetos están producidos solamente pai i
j 2 5 K arl M a r x .

24 26 K a r l M a r x .
K arl M arx.
190 TRATADO DE LAS PASIONES EL TRABAJO
191

hombres producirán infatigablemente, superando las distin­ Benjamín. El poeta de la subjetividad del trabajo, de la pa­
tas técnicas, agotándolas. Sin embargo, no se puede deducir sión interior reflexiva es Rainer María Rilke, afirmando que
de ello, que “ la técnica es el fundamento del ser y el motor debemos abandonar el ser que somos, despedirnos siempre
del devenir” 27. Lo decisivo es el trabajo humano, verdadero de lo que hemos llegado a ser “para ascender y subir a las
origen de la técnica, y no la técnica como fuente de la cumbres de Ronda” . Esto significa un trabajo incesante de
actividad creadora. “ La técnica revela la relación activa del la pasión interior como fuente de riqueza espiritual y mate­
hombre con la Naturaleza” 28. rial. Sin embargo, en el pensamiento de Rilke se percibe una
A la pasión del trabajo, culto a la eficacia, rendimien idealización objetivista y fetichista del Yo, que le vuelca en
to, éxito económico, se debe oponer el trabajo de la pasión. un subjetivismo cerrado, sin contacto con los otros seres.
Antítesis en apariencia irreconciliables que en la práctica si' Un ejemplo de deformación subjetivista del trabajo es
resuelven armoniosamente, pues el secreto de la técnica es l;i el concepto central de la angustia, en la filosofía de Heiddeg-
pasión oculta que nos trabaja por dentro y se plasma exte ger, actividad arrebatadora que no llega a manifestarse nun­
riormente en los productos magníficos de la cosecha del ca como acción concreta y solidaria. Igualmente Proust, en
ingenio humano. “ El trabajo es por excelencia la pasión sus exhaustivos análisis, descompone en minuciosidades mi­
creadora del hombre, es la absoluta pobreza como objeto y croscópicas el intenso y esforzado trabajo de su subjetivi­
la posibilidad general de riqueza” 29. Ya en sus Manuscrito:. dad, pero este Yo profundo permanece incomunicado. El
Económico-Filosóficos situaba el origen del trabajo en l;i monólogo interior de James Joyce es también una expresión
pasión, en la subjetividad. Para Marx no hay trabajo sin de la subjetividad creadora del trabajo, pero destrozada pol­
pasión, pero tampoco hay verdadera pasión si no se desboi la cotidianidad objetiva de la instantaneidad. Lo que se lla­
da a sí misma en acción, añadiendo que puede darse el ma conciencia del arte moderno, frente a la inocencia del
trabajo sin acción exterior, como en el sueño, la imagimi clásico, la abre Cezzane con su reflexión sobre los medios
ción, en la emotividad receptiva, manifestaciones todas di artísticos: color, forma, dibujo. Lo que significa un trabajo
una actividad interior, lo que confirma la continuidad de mi arduo, laborioso de la subjetividad del artista para encon­
concepción del trabajo, sin ruptura epistemológica algiiini trarse objetivamente a sí mismo, sin temblor emotivo que lo
El mundo post-capitalista se orienta hacia unaperspo perturbe. Tarea difícil para tratar de eliminar el tema, la
tiva de futuro en que desaparecerán los propietarios de pro anécdota, la vida misma en la obra de arte, porque no se
ductos para fomentar un proceso de consumismo que acabu puede hacer del arte una ciencia.
rá por agotar su ciclo y se volverá al natural consumo de ln Como hemos visto a través de esta disgresión, el traba­
producción, que terminará con la hegemonía objetiva di I jo se divide en trabajo abstracto, Subjetivo, espiritual, y tra­
capital sobre la subjetividad del trabajo. La verdadera pasión bajo concreto, específico, material. Marx establece, en El
del trabajo consistirá en realizar la subjetividad activa ibl ( apital, que si se prescinde del valor de uso de las mercan-
hombre concretando su imprecisa intimidad. rías éstas no tienen más propiedades que ser productos del
Baudelaire fue el representante de la verdad abstraehi Irabajo. ¿Y qué es un valor, sino definir lo que estimamos
objetiva d e la m ercan cía d u ran te el siglo XIX, señaló W alh» valioso? El valor de los objetos consiste en que sirven para
satisfacer nuestros deseos, pasiones que, en realidad, son
necesidades explícitas. Tiene un valor lo que es útil y bene-
27 Kostas Axelos, Marx, penseur de la tecnique. licioso para mi cuerpo y espíritu, “ appetit des Geistes” 30
28 Karl Marx, Grundrises. 30
Karl Marx, El capital.
29 Ibídem.
192 TRATADO DE LAS PASIONES EL TRABAJO 193

Precisemos este concepto objetivo-subjetivo. La utilidad de y se le rinde culto como ilusión para hacerse todos propieta­
los objetos depende no sólo que sirvan, también porque rios, mientras los obreros en su trabajo concreto, llegan a
poseen cualidades intrínsecas. Pero el valor de una mercan tener conciencia del valor de su energía que es trabajo vivo,
cía es el beneficio subjetivo y nada más. Sólo es realmente origen y causa del valor de las mercancías, cristalizaciones
valiosa cuando se puede cambiar por otra mercancía que es del trabajo muerto. En la estructura de la sociedad capitalis­
necesaria, más útil o rinde una ganancia. Identidad de un ta aparece la automación, que prevee la disminución del
valor objetivo, intrínseco con el valor subjetivo que se le da. trabajo asalariado de manera que quede mayor tiempo libre
En consecuencia, los valores de uso son “ die Stoffliche Trá para el ocio, la diversión, el estudio o la contemplación,
ger des Tauschwetrs” 31. La dialéctica del valor consiste en frente a la devoción ascética y puritana del trabajo, moder­
estimar lo que poseemos y podemos cambiar. Este valor de namente se cultiva el ocio. Frente a un trabajo exteriorizado
cambio nos da la medida de su valor de uso y, al mismo que vaciaba de contenido humano al trabajador y se llevaba
tiempo, la cantidad de dinero que proporciona este trueque .i cabo con indiferencia total por lo que se hacía, surge un
sirve para disfrutar del valor de uso de otra mercancía. A sn ocio, una inactividad que permite llenar la oquedad en que
vez, la cualidad o virtud intrínseca de la mercancía desapare­ sumía un trabajo realizado con olvido de la realidad perso­
ce en el cambio y se transforma en cantidad que equipan! nal. Con la práctica de la dulcedumbre benéfica del descan­
productos de naturaleza diferente. “ Der Tauschewert ers so ocioso, el hombre recobra su intimidad y despierta a la
cheint, zunáchst ais das quantitative Verháltnis” 32. Sin em existencia verdadera. Pero como es necesario trabajar para
bargo, pese a que el cambio iguala los valores más distintos, vivir, se crea una nueva y original división del trabajo: gasto
no contiene ni un átomo de valor de uso porque carece de tic energía al trabajar y actividad creadora en el descanso. Se
valor en sí mismo. En consecuencia, al buscar lo que tienen dibujaría así, como real y eficaz, la unión aristotélica entre
de común las mercancías para establecer su valor, se desen praxis del trabajo y poiesis del ocio fecundo.
bre que son materia transformada, elaborada por distinto» El trabajo tiene como ideal supremo no hacer nada,
trabajos. Pero cuando se convierten en valores de cambio, pero el ocio mismo lleva a un permanente trabajo, estable­
desaparecen las diferentes formas de trabajo que las proilu ciendo un nexo indisoluble entre ambos. Thorstein Ve-
jeron y aparece el trabajo humano general, abstracto. Esli l)len33, describe cómo la inactividad de los ricos es engen­
es el verdadero valor de una mercancía, pues se necesita unn drados de trabajo. En efecto, la regalada vida de éstos y el
cantidad de esfuerzo para producirlas, es decir, la pasión vacío que sufren, despierta la búsqueda de distracciones y
necesaria. Así como no es posible la pasión sin laspasiom objetos nuevos que crean una industria lujosa e inútil para
individuales, tampoco el trabajo abstracto puede existir mu •atisfacer los caprichos de una holgazanería millonaria. La
los distintos y plurales trabajos humanos concretos. lortuna y ociosidad que disfrutan es resultado de su trabajo,
En la sociedad burguesa la idea dominante es el trabni" bien por el acertado “aprovechamiento del azar” 34, ola or-
como pasión materializada en las mercancías, impera solí»* .'Miüzada explotación del trabajo ajeno, pero el consumo
todas las órbitas materiales y espirituales de la sociedad "•Jtentoso a que les obliga su ociar desencadena, de nuevo, el
orienta voliciones y sentimientos de los hombres que viví n 11abajo de los otros. En consecuencia, si la pereza es la
en esa etapa de la Historia. Se estimula la pasión del trabnl" ispiración bien merecida del trabajo, el sueño del ocioso es

31 “ l o s p o r t a d o r e s d e l o s v a l o r e s d e c a m b i o ” . M a r x . 33 ¿ aclase ociosa.
32 “El valor de cambio aparece como relación cuantitativa” 34 Karl Marx.
TRATADO DE LAS PASIONES
194

también un laborioso afán para luchar contra el aburrimien­


to que le crea no tener realmente nada que hacer. De esta
forma se restablece la unidad dialéctica del trabajo con la
XVIII. LA PEREZA
pereza, su pasión opuesta.
La ociosidad es necesaria para conocerse a sí mismo, es el
punto de partida de la creación literaria. Recordemos que
Rilke, según confiesa, aguardaba pasivamente el momento
de crear. Así, sin esfuerzo alguno, desde la inactividad más
completa, un día que estaba asomado mirando el mar escu­
chó las voces interiores de los ángeles de sus Elegías. Porque
durante el reposo trabaja la pasión íntima, se elabora, se crea
y poetiza, y los cantos más puros brotan en las sombras de
la inercia, ya que nadie puede estar completamente inmóvil.
Tampoco es la admiración el origen de la Filosofía, ésta
nace del ocio o contemplación regocijada. Se comprende
que Aristóteles ensalce la vida contemplativa hasta el extre­
mo de considerarla por encima de la humana y próxima a la
divina. Frente al trabajo manual a que estaban condenados
los esclavos, la ociosidad era el estado feliz de los señores.
Aunque los conocimientos que proporciona la ociosidad, el
saber del Bien que les hacía felices, no llevaba a practicarlos.
Aristóteles habla de un personaje1, el ácrata o acrático que
vive en la ociosidad, pero desordenada y libremente, pues
no contempla ni especula, es decir, no se beneficia del ocio
v sólo se entrega a la embriaguez, a la pasión vital. El ocio
ruede estar acompañado del trabajo o celo interior de crea­
ción y, también, no hacer nada, vivir inactivo, consumiéndo­
se en una destrucción lenta. El ocio crea, pues, la vehemen-
1ia ácrata aristotélica, o sea, el nihilismo trágico de la pasión
•m finalidad concreta. La ociosidad puede realizar un fin
inmanente, como la sabiduría contemplativa, o llevar al des­
diden completo, nihilista de la acracia. En uno como en
"tro caso, el ocio facilita la pasión reflexiva o la entrega a
una pasión vital.
El ocioso quiere ser pasivo, apático, sufra o no de ato-

1 Etica a Nicomano.

195
TRATADO DE LAS PASIONES LA PEREZA 197
196

nía, yaciendo voluptuosamente en una profunda postración. camiento de su fuerza moral, por su lentitud y abandono” 2
No quiere ni desea hacer nada. Representante típico de esta Precipitado en el fondo de su ser, allí está enterrado en vida.
pereza volitiva es Oblomov, el personaje de Goncharov, Acaso un tesoro íntimo se esconda todavía soterrado, pero
que siente el placer, la voluntariedad del reposo. “ Experi­ “el pensamiento y la voluntad se habían paralizado hacía
mentó una sensación de tranquila satisfacción al pensar tiempo y, al parecer, irremediablemente”3 No parece que
que podría estar echado en su sofá desde las nueve hasta las tenga salvación. La pesadumbre de la inercia le dominó por
tres de la tarde, y desde las ocho hasta las nueve de la completo. Ya no servía para nada. No pensaba ni quería.
mañana siguiente” . El rostro de Oblomov ofrece una expre­ Estaba muerto en vida. Pero las apariencias engañan. ¿Y si
sión de apatía y aburrimiento permanente. Cuando se apaga fuese al revés: que los vivos estuviesen muertos y los inmóvi­
y hunde sin perspectivas de futuro, entretiene su abulia con les vivos? Oblomov, el perezoso absoluto, único, excepcio­
vagos y risueños proyectos que son como una chispa de nal, siente, padece, porque puede percibir el movimiento y
fuego que anima su alma yerta. Es lo contrario de su amigo recoger todas las sensaciones. La sensibilidad es un estado
Stolz, el ruso alemán, lleno de la energía más viva y entu de receptividad que exige quietud. Cuanto más pasivo mejor
siasta. “ El ardor juvenil de Stolz se contagiaba a Oblov” , se captan las impresiones que nos asaltan. En consecuencia,
pero pronto recaía inevitablemente en la inercia. “ Se apode­ la pereza es un padecer aflictivo, una pasión, porque las
raba de él la indiferencia con más rapidez que el entusias sensaciones penetran la superficie del cuerpo y lo hieren.
mo” . La quietud en que vive, echado en el sofá todo el día, La pereza constituye la sorpresa dolorosa de la sensibi­
le disuelve interiormente. Era un proceso lento que le iba lidad. La pereza es pasión suprema, es la verdadera naturale­
haciendo extraño, diferente de los otros seres activos, vivos, za de la pasión. El perezoso al no buscar nada, está más
enérgicos. Este curioso personaje no quiere ser como los qm predispuesto a recibirlo todo, es pura receptividad. Su pasi­
trabajan sin descanso, corren, se afanan para satisfacer su» vidad le hace vivir indefenso, en un perpetuo estado doloro­
pasiones. Oblomov no sufre pasión alguna, pero es precisa so. Así, paradójicamente, el perezoso “un esqueleto vivo, un
mente esta carencia de pasiones lo que crea su pasión venia animado muerto”4 , es una criatura estremecida, sensible,
dera: conseguir la quietud completa que no ha logrado toda frágil, tierna porque cuanto percibe le hiere en carne viva, es
vía. Le visitan amigos, recibe cartas molestas que debe con una dolorida pasión. La misma pereza que sufre, el silencio
testar, tiene que mudarse de casa, hablar con unos y otros y paz que le rodea le abre las puertas del mundo como
Todo le parece horribles esfuerzos que le hacen exclamai espectáculo. Entonces sufre por su estancamiento en la iner­
“ ¡Qué vida ésta! ¡Qué ruido tan atroz el de la capilnl' cia, como hemos visto que padece Oblomov, pero se goza en
¿Cuándo llegará la deseada vida paradisiaca? ” . Y sigue ln la pereza. Su sensibilidad es doliente y, a la vez, placentera.
chando desesperadamente para no hacer nada. Trabaja ptn ■ De la ataraxia, es decir, esa impasibilidad de la pereza, el no
no trabajar, se inquieta para aquietarse. querer afectarse o impresionarse, nace el placer epicúreo de
Si el trabajo es materializar la pasión en un produi l" poder mirar el mundo sin turbiedades apasionadas. La re­
no trabajar es espiritualizarse, evaporarse, deshacerse. El li ■ nuncia a la agitación, a la turbulencia de los deseos, esa
bajador es un testigo de sí mismo, está manifestando sit-ni Iranquilidad del alma es condición necesaria del placer de
pre su presencia. Por el contrario, el perezoso se o'culln
rehuye la existencia. Mientras el trabajador es un ser cu ■I
2 Ivan Goncharov, O b lo m o v .
mundo, el ocioso está fuera de él, hundido en el abismo T
3 Ib ídem.
la ausencia y de la inmanencia más sombría. Lo peor 11*po
cuando, “ sintió tristeza y pena por su torpeza, por el csl.m 4 Calderón de la Barca.
TRATADO DE LAS PASIONES LA PEREZA 19 9
198

vivir. La placidez íntima de la pereza, hace encantadora la za a la que se abraza. El sueño de Oblomov es el de Heide
existencia. No hacer prácticamente nada, sólo quizá despe­ gger en Holzwege, buscar a través de los caminos del bos
rezarse para emperezarse, y ser feliz simplemente aspirando que, entre las ramas oscuras de sus árboles, la realidad ínula
el aire puro o al recoger el olor tierno de la yerba húmeda. ria del Ser, el gran Todo. Se busca ambiguamente, a través
Basta con sentir, sin hacer el más mínimo esfuerzo. Con de estas sendas perdidas, la Naturaleza íntegra y, a la vez. la
razón dice La Rochefoucauld en una de sus Máximas: “ el paz interior, sentirse ser, la verdadera pereza, el paraíso.
reposo de la pereza es un secreto encanto del alma” . Aban­ Pues para descansar en el ocio es necesario vivir la propia
donarse a sus delicias íntimas es gozar de una suprema beati­ integridad absoluta de la conciencia, del Yo real y cumplí
tud que compensa, en parte, por la suspensión de toda acti­ do, es decir, asentado en el placer de hallarse a sí mismo, sin
vidad y la renuncia a esa búsqueda terca de los más ardien­ asomo de duplicidad inquietante. Tal es el destino de esta
tes fines que constituye la esencia de nuestras vidas. Es la pasión de la pereza, estado final de una lucha ardiente de lo:,
voluptuosidad de la pereza que siente Oblomov, a la vez que que nacieron o se sienten lasos, abandonados, apáticos, l a
el sufrimiento. El placer se encuentra en la belleza artística, pereza es una felicidad a la que aspira y por la que se afana
como decía Picasso, no se busca jamás, se siente estática y denonadamente Oblomov. Es el combate del ocio vivo
pasivamente cuando estamos muy quedos, silenciosos, en contra la pereza mortal.
estado profundo de pereza y beatitud. El verdadero placel El perezoso lucha contra el acabamiento de su energía,
es esta paz interior: no quiere llegar a la dejadez suprema que teme. “Desde el
primer momento tuve conciencia de mí, sentí que ya me
¡Qué descansada vida apagaba” , dice Oblomov, y agrega: “Empecé a extingoii
la del que huye del mundanal ruido, me. . . ” . Corría peligro de consumirse progresiva y lenta­
y sigue la escondida senda mente, sin saber qué hacer para evitar el apagamiento de su
por donde han ido alma y luchar contra su enfermedad incurable: lá obloniovi
los pocos sabios que en el Mundo han sido ! 5 lis. Entonces busca con desesperado afán la felicidad del
paraíso deseado, la verdadera pereza. “ ¿Acaso todos no pro­
Podríamos extendernos en una apología del ocio y dt curan conseguir lo mismo con que sueño yo? ¿Acaso el mo
la pereza, pues no hacer nada significa la dicha de realizan livo de nuestra agitación, pasiones, guerras, comercio y polí­
todos los antojos y caprichos, vivir en plena libertad, gozan tica no es por lograr el reposo, por conseguir ese ideal de
de la aventura, entregarse a la contingencia, escapando a la paraíso perdido” . “ También tu utopía huele a Oblomov” , le
rutina diaria, al mecanismo repetido y forzado del trabajo contesta Stolz, el vencedor activo y enérgico. Tampoco
La pereza es una liberación de la esclavitud de la obligación Oblomov se da por vencido todavía. Dentro de él luchan
y de los ritmos crueles del tiempo cronológico. El perezo'." dos tendencias opuestas: la pereza involuntaria que le arras
solamente obedece al compás desordenado, caótico, libo Ira a la paralización completa y la pereza voluntaria que la
que él mismo crea, a su tiempo interior, el de la memonn busca en el amor, el paraíso, la felicidad tranquila. Do\
que olvida, el de los instantes prodigiosos que caen fuera il* pasiones le dividen: el amor al recogimiento en su casa y "I
las hojas del calendario. Comprendemos el sueño de Obi" nnor a la vida, a la calle. Se desgarra entre el sueño mortal
mov pues, ¿quién le pone puertas al campo? Sueña con H del lento perecimiento y el gozoso encuentro del ensuciio,
mar, los ríos, los bosques, el cuadro infinito de la Naturalt
la exaltación amorosa. El amor por Olga es su última tenia
iiva para salvarse de la extinción total. ¿Podrá lograrlo?
5 Fray Luis de León.
¿Tendrá curación la oblomovitis?
TRATADO DE LAS PASIONES LA PEREZA 201
200

La pereza es una preparación o disposición para la irregular y ellos padecen por dentro” . El perezoso siente el
muerte. Esa rígida e implacable quietud que se apodera del deseo de morir, aunque difícilmente se suicida, pues este
perezoso, semeja a la inmovilidad del fin eterno. Sin embar­ acto supone una atrevida decisión de la que no ‘es capaz.
go, no es esta apariencia exterior lo que sugiere la semejan­ Puede atribuirse el origen de esa anomia que descubre Durk­
za, es el deseo que va por dentro, pues el perezoso lo que heim al desorden de una crisis económica o los desastres de
quiere es morir y poder descansar para siempre. La vida le una guerra, como sostiene el sociólogo francés. Sin embar­
fatiga con sus ansiedades trágicas, agitaciones múltiples, de­ go, creemos que la serenidad misma, al mudarse en monoto­
sórdenes y revoluciones que le conturban el ánimo. ¿La nía permanente, es la que realmente invita al suicidio. Perdi­
vida? ¡Opónle parte de tu muerte! ” 6 do el sosiego, desea morir porque, desde hace muchísimo
El hartazgo de vivir nace progresivamente, sin descubrí tiempo, todos los días los perezosos se van matando, pero
miento súbito de la nada existencial. Primero adviene el no lo saben. Arropados en la dulzura bobalicona y engañosa
tedio que embota y, a la vez, tranquiliza, porque entonces de la serenidad, van apagándose como un fuego lento. Pero
todo lo que pasa, si es que ocurre algo, resulta igual, lo de de sentirse morir a querer la muerte media una gran distan­
todos los días, que embrutece y embota más el entendí cia y se puede descubrir que la quietud de la pereza es la
miento. Sin embargo, la vida era confortable, lenta pero no muerte misma.
tediosa ni aburrida. Paseábamos por los jardines^, visitábamos La pereza es la pasión de morir que no debe confundir­
o nos visitaban amigos, teníamos una pequeña muchachil se con “ el Ser para la muerte” 8 que supone una resuelta
que todos los jueves nos daba un intenso placer, leíamos pof decisión de la conciencia íntima, o sea, aceptar la propia
las mañanas echados, eso sí, en la cama para no fatigarnos temporalidad finita. Por el contrario, el perezoso se muere
demasiado el mismo libro que no terminábamos nunca, pero inconscientemente, al abandonarse y dejarse arrastrar por el
que nos ayudaba a adormecernos. ¿Qué joven no ha disfru tiempo. En realidad no siente el paso de las horas y todo se
tado de esta deliciosa calma de la vida perezosa? Pero, di’ convierte en idéntico e igualmente aburrido, en monotonía
repente, aparece la monotonía, la repetición hastiadora de atemporal. El perezoso bosteza de eternidad porque está
los mismos actos, ese todo igual y siempre lo mismo. Enton ciego para los valores del Tiempo, que se compone de mu­
ces, si la vida es una muerte, ¿para qué seguir viviendo? chos tiempos diferentes y sucesivos que nos enriquecen.
Algo dentro se rompe y desaparece la serenidad que daba Ajeno a la temporalidad, el perezoso ya no lucha contra la
sentido al perezoso. muerte y siente el deseo de abandonarse todavía más a su
Anomia llama Emile Durkheim7 a la ruptura de la nor­ pereza.
ma vital. La tentación de suicidarse aparece cuando el peiv La muerte es la pereza suprema, la inmovilidad defini­
zoso pierde su calma olímpica. El sociólogo francés explicu tiva. No querer nada, dormir pacíficamente, ni siquiera so­
claramente los distintos suicidios: “ El suicidio egoísta si fiar, tal es la pasión que siente el perezoso. “Morir es desna­
define porque los seres humanos no ven ya un sentido en cer” 9, volver al seno materno, al origen de donde procede­
sus vidas; el suicidio altruista, porque este sentido les paren mos, a la nada o sombra absoluta. El perezoso no tiene
estar situado fuera de la vida. El tercer tipo de suicidio esto conciencia de su tiempo ni de la Historia, por.ello siente la
determinado por el hecho de que su acción se ha hecho

8 H e id eg g e r.
6 César Vañejo.
9 M ig u e l d e U n a m u n o .
7 El suicidio.
202 TRATADO DE LAS PASIONES LA PEREZA 203

ruptura interior como un fin o explosión definitiva de su día van y vienen como moscas, ¿y para qué? ” . Todos viven
existencia. Sin embargo, aunque resulte paradójico, el pere­ buscando algo, en dura competencia con los otros, con una
zoso es un trabajador incansable. “Nadie conocía ni veía ansiedad enfermiza. Además, si todo trabajo esperioso, for­
esta vida interior de Ilia Ilich. . . Sólo Stoltz le conocía a zado, nos condena y entristece, supone un esfuerzo tremen­
fondo y hubiera podido hablar de la capacidad y del volcá­ do que nos fatiga, ¿cuál es la finalidad de la acción? Querer
nico trabajo interior de aquella cabeza” 101. Y es cierto, el siempre más y que a una volición le suceda otra. La volun­
perezoso no descansa nunca: proyecta, concibe, fragua pía tad de vivir, la sed de vida y de acción es un perpetuo
nes, desarrollando desde el sofá o la cama una intensa activi sufrimiento que no se satisface jamás con la realización efí­
dad íntima. Quizá sus concepciones sean estériles porque no mera de un objetivo. Esta cadena de actos fracasados lleva, a
se manifiestan en actos, pero le ocupan jornadas enteras que través de penosos esfuerzos, a la miseria y la desgracia. Sola­
depuran y afinan su alma. Este perezoso, instalado en su mente negándose a trabajar se puede alcanzar la paz inte­
quietud, sueña activamente, reflexiona de continuo sin alio rior, disfrutar de la pereza contemplativa y deliciosa. La
rrar ningún esfuerzo. Creaba Oblomov un mundo para si felicidad consiste, pues, en conquistar el nirvana interior por
mismo a imagen de sus deseos, pero sus pensamientos eleva la renuncia ascética, como exigía Schopenhauer para llegar a
dos se quedaban siempre en puras divagaciones. En realidad terminar con el sufrimiento y alcanzar la suprema contem­
todo perezoso trata de evadirse de la actividad concreta poi plación estética.
la reflexión y el pensamiento. Estas ensoñaciones especulativas de la pereza, ofrecen
La pereza es también “die stille Genuss der reine Be un panorama encantador, de idilio bucólico, como el que
trachtung” n ,Oblomov medita y no hace nada, trabaja espe Oblomov describe a Stolz. Un proyecto es la construcción
culativamente para no trabajar de hecho. Esa actividad inte mental, el dibujo para la acción. La vida es pensamiento y
rior que practica Oblomov es un sueño lúdico, una diversión trabajo, luego hay que hacer planes para realizarlos, materia­
o entretenimiento del pensamiento, no un esfuerzo real di lizarlos. Pero el perezoso no tiene fines que cumplir, sólo
conocimiento del mundo. Es lo que llaman los idealista' elucubraciones engañosas para evadirse de su propia realidad
alemanes, una especulación del Yo trascendental frente ni humana. Sus libres y fantasiosas divagaciones son un paraíso
No-Yo del mundo, que aparece como irreal, de contorno artificial adormecedor, un olvido deliberado de sí, una fuga
vagos e inseguros. La verdadera seguridad la encuentra <I de su dolorosa pasividad. Pero Oblomov conoce los males de
perezoso en torno a su ser que descansa y medita en 11 la pereza y confiesa, a su amigo Stolz, la inanidad y el vacío
sofá. “ El trabajo es la imagen, sentido, elemento y fin di' ln de su vida, que entretiene con idealistas y artificiosas medi­
vida, por lo menos de la mía” , dice Stolz. Pero este razona taciones para esquivar su verdadero problema: cómo romper
miento no convence a Oblomov, quien había llegado a 11 su estado lamentable de postración y abandono, salir de su
conclusión kantiana que el mundo es una representación d< i casa y entrar finalmente en la existencia. La angustia de la
Yo, y la vida una fabricación de la mente constructora. A i pereza la crea el cansancio que da el descanso, la modorra
descubre la inanidad e inutilidad de toda acción propln de la quietud, la fatiga entumecida del reposo. Oblomov no
hasta de la ajena y se pregunta: “ ¿Cuál es el motivo de mu puede despertar del eterno sueño de sus elucubraciones por­
vidas? No se quedan tumbados, sino que durante todo <I que la verdadera reflexión es un acto, una acción, como dice
llegel. Para alzarse de la pereza y nacer a la acción reflexiva,
debe dejar de ser pura conciencia sumergida en las sombras,
10 Iva» Goncharov. desdoblarse y contemplarse, como ante un espejo, para des-
11 “el goce tranquilo de la pura contemplación” . Goethe. • ubrirse a sí mismo como un objeto claro, luminoso. Como
204 T R A T A D O D E LA S P A S IO N E S LA PEREZA 205

este esfuerzo no puede realizarlo, los pensamientos por los razones internas, el fin de la vida es la muerte” . Pero los
que discurre el perezoso son sueños lúcidos, pero que le seres humanos no se resignan a la apatía, a la muerte y
mantienen dormido, le postran en un letargo ocioso, afian luchan contra ellas. Sólo el otro puede salvarnos por la iden­
zando la continuidad de su noche poblada de “ someils ton tificación del abrazo, conjugación de un mortal con un mor­
ffus” 12, como un fauno. tal. Es lo que Freud llama Eros, es decir, la libido selectiva
El perezoso, sin salir, de su casa, también podría esca que se une a otra libido para crear la vida y multiplicarla.
par de la pereza mortal, obrar por la reflexión y abrir los Como observa justamente Paul Ricoeur, el dualismo
ojos a la verdadera realidad individual, entrar por la puerta Eros-Thanatos aparece como un dramático “ renversemen du
estrecha del conocimiento interior. No es necesario saltar de pour ou contre” . En un sentido todo es muerte, porque la
la cama y lanzarse con ímpetu furioso a la acción vital. voluntad de conservarse y la pasividad perezosa es un cami­
Perezosamente y sin afanarnos, podemos comenzar la obra no hacia ella; de otro lado todo es actividad, ya que por la
de la exploración de nuestra personalidad, pero sin distraei unidad consigo mismo, o sea, el narcisismo, se anticipa la
nos ni entretenernos con divagaciones que nos vuelven al unión con el otro, origen del deseo cósmico e infinito de la
sendero del sueño inerte de la meditación, que es el opio (li­ vida misma.
la pereza. También Oblomov quiso salir del letargo ocioso,
viajar, amar y hasta se entregó con entusiasmo a Olga. Pero
termina por abandonarla, porque el amor es un trabajo ex
cesivo para un alma dominada por una pereza que ya ha
hechado hondas raíces. Y Oblomov comienza a encontrarle
encantos a su casera, a quien desea simplemente porque
está muy próxima y no le cuesta ningún esfuerzo ir a su
encuentro. Ya no vuelve a salir jamás de su casa y finalmeu
te, recluido en su habitación, sin afeitarse, pues le cuesta
mucho trabajo, ve pasar los .días que le acercan a su fin.
Hemos dicho que la pereza es la imagen viva de la mué i
te. Freud13, comprueba que por un mecanismo de repetición *

o regreso al estado originario, existe una pereza constitutiva


Esta pulsión es una exigencia que impele al organismo a resta
blecer un estado anterior que fue obligado a abandonar por la
necesaria energía desarrollada para vivir. A esta inercia o
pereza, anterior al trabajo, es a la que se aspira a volver. El
trabajo, la actividad en general, sería una pulsión efímera,
una estrella fugaz de la voluntad que lucha contra la pasivi
dad, esa laxitud que nos constituye y domina. Según Fren»!
vence finalmente la quietud: “Todo ser viviente muere pin

12 M a l l a r x n é .

13 Jenseits der Lust prinzips.


EL DESEO 207

(
física se convierte en energía psíquica, lo que explicaría la
tensión del deseo que sufre el protagonista de Lenormand
que, en un principio, sólo aparece y desaparece con los
XIX. EL DESEO movimientos del viento. Pero cuando más tarde esta tensión
es permanente, se convierte en angustia, es decir, conciencia
de que el deseo es compulsivo y no podemos dejar de desear.
La pasión del deseo es una agitación del alma que la dirige Así se opera la transición de la tensión sexual física a la
hacia el futuro, para adquirir un bien que ha imaginado1 libido psíquica. Esta angustia se manifiesta más clara y níti­
En efecto, en su pura energía primitiva o cuantitativa, el damente cuando conocemos las trabas u obstáculos de la
deseo es una pulsión violenta y posesiva. Freud12, define la realización del deseo, de lo que dedujo Wilhelm Reich una
libido como un deseo imperativo, acuciante, excitación do
lorosa que se puede medir, ya que al poseer el objeto desea
do se produce la distensión de la energía acumulada. ¿La
Í
frustración, una carencia de energía del propio desear. Estos
impedimentos a la consecución de lo que deseamos, muda la
tensión sexual. Al perder energía pulsiva inmediata o parali­
zarse el deseo, éste se interioriza y nos afecta. La representa­
libido es una mera energía que brota de la persona, o es una
trasposición al cuerpo de las fuerzas físicas, del movimiento ción interior del deseo aviva su intensidad y lo aumenta
mismo de la materia? En el primer caso, el cuerpo origina hasta el paroxismo, adquiriendo así una potencia inusitada.
por sí mismo el deseo; en el segundo, sería el resultado dn De todos es sabido que la componente imaginativo-
las vorágines del cosmos. Pero no hay tal oposición. Según afectiva integra todas las manifestaciones del deseo, es lo
Mac Intyre3, el concepto de Freud sobre la energía física til­ que se denomina “ la cerebración inconsciente del deseo” .
la libido semeja a la materia en movimiento de Engels, sien Así define Freud la libido como “ la energía psíquica de las
do indiferente que el origen de la libido provenga de excita
ciones exteriores o interiores, porque es una corriente que
recorre todo el cuerpo. En consecuencia, se puede afirmai
¡
pulsiones sexuales” 4. No es sólo el.deseo la fuerza material
que nos invade desde el mundo exterior, es también un
fuego abrasador que se siente íntimamente y parece quemar
que no tenemos deseos, y sí somos víctimas del deseo. las entrañas. La transformación de energía material en
En su obra dramática Simoun, Lenormand cuenta la psíquica convierte el deseo en movimiento permanente, en
historia de un hombre maduro impelido, como el violento deseo del deseo, en melodía continua, como expresó Mozart
aire cálido del desierto, a desear sin fin cuerpos nubiles, y en Don Juan. En consecuencia, el deseo no es mera pulsión
corre peligro de consumirse en esta búsqueda inextinguible sexual, es una pasión total.
de su libido oscura, a la que obedece sin querer, involunta El deseo es un ímpetu hacia el mundo exterior y vuel­
riamente. Esta energía íntima de la libido, que Freud calili ve sobre sí mismo para recuperar energías y seguir la bús­
ca “ intensidad excesiva”, sólo se puede calmar y distendei queda de su objeto. En el primer movimiento hacia fuera, el
por la satisfacción. Pero, ¿qué ocurre cuando es permanente deseo es una pasión proyectada al futuro, “ á vouloir pour
y no cesa de aguijonear al cuerpo? Entonces, la energía favenir Ies choses qu’elle se represen! lui étre convena­
bles” 5; en el segundo se trata de una regresión al deseo
originario. Esta bipolarización de la dirección del deseo, se
1 D e sc a rte s.

2 Esbozo de una psicología científica. 4 Ensayos sobre la teoría de la sexualidad.


3 El inconsciente. 5 D e sc a rte s.

206
208 TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO 209

resuelve en una síntesis dialéctica: la razón o idea de l;i presente y futuro del deseo. En sus tabulaciones la subjetivi­
pasión del deseo se orienta a la elección de un sujeto coni dad se escinde unitariamente, es decir, inconscientemente
plementario y, a la vez, rememora lo que ha deseado, crean fabula, imagina asociaciones libres sin sentido aparente, pe­
do de esta fusión el ideal que encarna su deseo. ro que esconden un signo conceptual o símbolo libídico, y
La pasión deseosa es peregrina, navega en el mar agila conscientemente crea conceptos, expresados en figuras visi­
do de la inmensidad oceánica de la vida, vagabundea sin bles. Esta oposición interna del deseo se resuelve en la repre­
objeto sexual determinado, en búsqueda de uno preciso que sentación de la imagen elegida. Objektwahl o elección de
no ha encontrado. Parecería que el deseo errabundo viaje objeto es la etapa final de todos los estadios libidinosos del
en el seno de la fluidez, de la diversidad, del movimiento deseo. Entonces, cuando se sale de esa inmersión en la oscu­
puro de la existencia inconmensurable, caótica, sin sentido ridad del pasado, del inconsciente, se concibe con claridad
ni razón. Por el contrario, el deseo tiene una razón insita un ideal del deseo, una representación mental, un afecto, es
lograr la satisfacción que le proporcionará la posesión del decir, “la presencia del cuerpo en el alma” que dice Freud.
objeto deseado. Sin embargo, el deseo se divide en aspiracio­ Entonces se conforma idealmente una figura sin delirios
nes antagónicas: el goce posesivo de diversos objetos sexun oníricos, la concebimos sabia y calculadamente para realizar
les, meros instrumentos de satisfacción del deseo subjetivo, en ella nuestro deseo. Swann para desear a Odette, necesita
y la búsqueda de un sujeto determinado, que elige entro imaginarla como el personaje de un cuadro de Vermeer, un
muchos, para consumar el deseo exteriorizado. “La historia símbolo de la ternura plácida y serena, porque las imágenes
del objeto es la historia de la función objetal, y esta historia del deseo son símbolos, verdaderos conceptos, límites de la
es la historia misma del deseo” 6. Esta antítesis se resuelve realidad. En consecuencia, al desear lo que soñamos, repre­
cuando el yo se convierte en objeto de pulsión. No porque sentación y deseo se unen en un concierto afín.
se introduzca el concepto de narcisismo, como creía Freud, El deseo es material e ideal, real e imaginativo. Lo que
sino porque el yo que desea se siente sujeto y desde ese deseamos se transforma en Yo ideal, como por ejemplo si se
momento enfoca a los otros no ya como objetos, sino tañí desea la vehemencia o la ternura expresa un concepto gene­
bién como sujetos. Así, de la regresión freudiana avanza el ral de lo que necesitamos y deseamos. Ahora bien, estos
deseo a una subjetividad consciente de su pasado inconscicn conceptos o símbolos, como ternura y vehemencia, mani­
te. En este trayecto progresivo, se descubre e ilumina todo fiestan una cualidad del cuerpo: pasividad deliciosa, pausada
lo prohibido, rechazado, las fantasías del deseo, sus elucu ile la caricia en el primero, mientras la vehemencia denota
braciones y pensamientos oscuros. Pero esta subjetividad lodas las tempestades variadas y rítmicas de la corporeidad,
consciente es, a la vez, inconsciente, porque cuando elige iluminada por fuegos sucesivos. También expresan estados
definitivamente el objeto sexual del deseo se opera una evo­ psíquicos, pues la ternura es necesidad de cobijo después de
cación de la fantasía primaria elaborada en la noche oscui.i sufrir las penas de la ansiedad, y el que desea la vehemencia
del alma. El encuentro, pues, con el objeto elegido significa se trasciende en múltiples experiencias recogidas en un úni­
a la vez, la realización de un deseo del pasado infantil o co abrazo quemante.
adolescente. Para Freud el futuro del deseo está en eitr La antinomia entre el futuro del deseo, su proyección
regreso o vuelta atrás, en la felicidad perdida, pasado que al intensiva y su regreso al pasado se resuelve, como vemos,
futurizarse se presentiza, conjugando así la dialéctica pasado, por el principio de realidad sobre el del placer, o sea, por la
objetivación completa de la subjetividad. Así, la realidad es
la relación objetiva con el otro, no solamente con otro cuer­
6 Sigmund Freud. po como origen exterior de placer, es sentir el deseo del
TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO 211
210

otro que reaviva y afirma el propio. De esta forma se crea la Ahora bien, el donjuanismo es también una pasión sub-
relación recíproca entre seres complementarios y semejan­ I jetiva, por la tensión arrebatada de comprender al otro que
tes. Con la posesión objetiva se realiza la unidad de los se desea. El objeto sexual aquí es sujeto de conocimiento
deseos sexuales y terminan los estados o gradaciones del del deseo que busca poseer para desmenuzarlo y analizarlo,
deseo. Sin embargo, una vez cumplido y satisfecho, el deseo descomponiendo su realidad objetiva. Este donjuanismo in-
se puede transformar en pasión, es decir, en búsqueda perma­
nente de nuevos objetos, lo que significa un regreso a la
inquietud originaria de la libido y, a la vez, constituirse
I tensivo es una aventura cognoscitiva en la que se emplean
argucias de la razón, pensamientos interrogativos que subje-
tivizan el objeto sexual. Por el contrario, el don Juan exten­
como ser ansioso que ya no puede dejar de desear. sivo ve mujeres y más mujeres, pero ningún rostro. Para
El donjuanismo es la pasión infinita del deseo, la ansie­ lograr poseerla recurre al engaño, al fraude, a la mentira. “El
dad dolorosa y trágica que impide la realización satisfactoria trueque, adoro” , dice el don Juan de Tirso de Molina que lo
del deseo y su tranquilidad. ¿Es el donjuanismo un deseo de define “un hombre sin nombre” . Efectivamente, este don
posesión objetiva o una pasión subjetiva? La apropiación Juan no es un individuo, es la potencia anónima, oscura,
extensiva de seres como objetos por afán de conocimiento o una encarnación del deseo mismo, “ símbolo del apetito fe­
para desvelar su misterio convierte el principio de realidad roz y salvaje del deseo” 8 que no repara en medios para
en principio de placer, es decir, el regreso a la errabunda conseguir su fin. Hasta llega a sustituir en la cama a otro,
búsqueda del propio deseo a través de sujetos diferentes. El fingiendo que es él, lo que demuestra su energía abstracta y
principio de realidad no debe confundirse con el hallazgo anónima.
del amor, esa conjunción de dos seres que significaría la paz Frente a la falsa concepción de Moliere, que considera
definitiva del deseo. Por el contrario, la posesión objetiva a don Juan un individuo concreto, ridículo personaje, inca­
del deseo, la elección de objetos acrecienta la sed deseosa y
origina, de hecho, la pasión del deseo: el donjuanismo, ham­
bre de poseer muchas mujeres. Esta cuantificación del deseo
a través de las conquistas, propia del don Juan, que le enor­
gullecen como macho español o “ coq gaullois” , retrotrae el
deseo a su fuerza originaria. El don Juan es la materia en
1 paz de dominar, Tirso de Molina acierta al describirlo como
una potencia avasalladora, demoníaca, incontenible. “Si tan
largo me lo fiáis, ¡vengan engaños! ” , significa que mientras
viva don Juan no puede sosegar su ímpetu, aunque le ame­
nacen las penas del Infierno. Es pura energía terrena que no
puede aspirar a la felicidad celeste. Por esta razón, no se
movimiento de Engels, “jeder Trieb ist ein Stück Activl _ arredra ante ningún obstáculo, todos los vence y supera. Su
tát” 7, es decir, que el deseo sexual se puede medir como un violencia irresistible asalta palacios, casas de labradores y las
terreno, porque cada conquista amorosa es una fracción del dificultades aumentan su pasión, desencadenan su energía.
deseo mismo. Este donjuanismo manifiesta un estado per­ A. la víctima no la ve ni la conoce, pero siempre es presa
manente de excitación sexual y de tensión perenne de l:i segura de su cacería. “ ¿Quién ha de ser? Un hombre y una
mente, que llevan a la búsqueda de una satisfacción que no mujer” 9. Nada más y nada menos. Esta es la idealidad de
se logra nunca. Es la pasión objetiva del deseo, pues se unen don Juan, no es persona ni individuo, como dice Kierke-
la excitación física, causada por el objeto exterior, y la idea gaard, sólo una pujanza arrolladora, casi siempre victoriosa,
que acompaña siempre al deseo como sensación pasiva que [jue pocos pueden resistírsele. i
se padece, para impulsarlo a una actividad concreta de pose
sión. O
K ie rk e g a a rd .

7 “ C ada im p u lso es u n seg m en to d e la a c tiv id a d ” . 9 T irso d e M olina.


EL DESEO 21»
212 TRATADO DE LAS PASIONES

El Don Juan, de Lord Byron, refleja la pura intensidad don Juan reside precisamente en la fuerza de su sensualidad
del deseo, que fracasa en su grandiosidad épica. Moliere lo deseosa que embellece a las mujeres y al sentirse atraída .
pinta como un burlador pervertido que sabe engañar con maravilladas por ese deseo de que son objeto caen víctima',
astucia, lo que indica un cierto grado de reflexión en el de los espejismos del deseo.
ímpetu gozoso, y también Tirso de Molina cuenta la agudez El encanto musical de la ópera Don Juan, de Mozarl
de sus artimañas. Don Juan es, como el capitalista moderno, procede del movimiento continuo que expresa la pura aven
“ un aprovechador del azar” 10, un afortunado jugador por­ tura de su deseo. Don Juan aquí es la temporalidad que .<•
que sabe sacar ventaja a la ocasión cuando se presenta. No lleva a cabo a través de rupturas en la continuidad del deseo
tiene escrúpulos morales y se lanza precipitado a la conquis­ acuciante. Salta, brinca, asoma y desaparece, para volvei a
ta de la mujer, aprovechándose de su flaqueza y debilidad. reaparecer en una playa, en un palacio, en una choza. I a
Sin existencia propia ni nombre que lo identifique, sabe pasión de su deseo es temporal, musical. Pero este tiempo
seducir. “No tiene palabras, es por el genio de su sensuali­ que vive don Juan no es el de la simultaneidad y coexisl e 11
dad que engaña” n . Pero esta afirmación es incompleta, por­ cia, simétrico, sucesivo, de Kant, sino el arbitrario, capricho
que don Juan no es sólo audacia, superpotencia del deseo, so y discontinuo de la rapidez instantánea que se sucede a
hay en él una perversidad reflexiva, unos ojos alerta, una trozos, una pura espontaneidad sin sustancia temporal. Asi,
atención curiosa que lo prepara intelectualmente para el “la obertura de Don Juan es vigorosa como la idea de Dio ,,
asalto de la mujer. Sin duda no sabe hablar con elocuencia agitada como la vida del mundo, estremecedora en su pía
ni convencer con razones, pero tiene imaginación para in­ cer, plena de inspiración en su goce de la vida” 13. El tiempo
ventar falsas promesas, que facilitan su conquista. No se de don Juan se compone de momentos breves de placer «pu­
puede oponer deseo y reflexión, como hace Kierkegaard, se repiten. Por esta razón, porque el tiempo es monotonía
porque “ todo deseo es el deseo de un deseo” 12. Si el sueño busca don Juan la diversidad, la verdadera pasión objetiva
es un deseo realizado, el deseo es un sueño idealizado, un del conocimiento.
pensamiento, una idea a cumplir. Que don Juan no es total La vida amorosa de don Juan es una sucesión de nio
mente irreflexivo se demuestra porque a través de la felici mentos que no tienen relación entre sí, una temporal id a«l
inconexa, rota, destruida, que no es el sin sentido ni razón
dad o desgracia que va creando a sus mujeres, lo que busca de Nietzsche, sino la idealidad del tiempo abstracto \
es conocerse, saber quién es, dejar de ser un hombre sin homogéneo que no discurre realmente de Newton y Descaí
nombre. tes, un mero mecanismo temporal. Don Juan busca la
Hemos dicho que la finalidad de don Juan es la pose heterogeneidad, pero siempre encuentra en las mujeres, la
sión objetiva, no el sujeto sexual. Por consiguiente, ignora a sombra de su yo, el hastío. Por ello sigue buscando pan
quien posee. Esta inconciencia exaspera e intensifica su an realizar la posesión real, el conocer. Al mismo tiempo «purn
siedad de conocimiento que no se realiza nunca. Así, el ser individuo, porque el deseo es universal, abstracto, y poi
único que puede vencerle es el convidado de piedra, porque las conquistas sucesivas busca llegar al Yo cartesiano, a la
es el espíritu invisible que niega el alma visible del cuerpo subjetividad de su deseo. Aspira, pues, a temporalizan con
la sensualidad. Sin embargo, el secreto de la seducción tic cretamente su vida. Sin embargo, don Juan arde y se con ai
me en el profundo fuego del deseo más concreto y « .la
10
K arl Marx.
tuerza erótica individual es lo que le hace irresistible l>aia la
11
Soren Kierkegaard.
13
12
Sigmund Freud, I n t e r p r e t a c i ó n d e lo s s u e ñ o s . Soren Kierkegaard.
TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO 215
214

mujeres. José Bergamín14 afirma que esta fogosidad suya es busca es conocerse, ya que se ignora, arrebatado por su
la temporalidad humana que lo determina, pues don Juan propio fuego no tiene tiempo para descansar y, por consi­
tiene alma (fuego) porque dispone de tiempo, aunque éste guiente, para ser. “Don Juan parece que quisiera siempre
sea fugaz, homogéneo y siempre igual. “ Fantasma del tiem­ empezar por descristianizarse, arrojando fuera de sí su nom­
po, de la vida temporal que lo trasciende, nos parece la bre misterioso, personal, para identificarse con el puramente
figura humanísima del Burlador al correr de los tiempos, impersonal del Bros” 17. Así se convierte en un mito salva­
fugitiva” 1S. Sin embargo, al asimilar Bergamín este esquema dor del sexo, en la encarnación sensible de una idea, que
temporal al de Heidegger, (“ ser en el Mundo, ser con los revela el carácter fetichista de esta creación espiritual o pro­
demás y ser para la muerte” ), parecería que ese fuego subje ducto material de la literatura. Es el seductor esencial, mirí­
tivo que le arroja al mundo a la conquista de mujeres, es fico que seduce y debe seducir a las mujeres de todos los
para morir helado por la estatua de piedra. Claro que este tiempos.
proceso temporal no es sino en apariencia el de don Juan, La generalización objetiva del deseo que representa, le
pues lo que Heidegger dice es que el tiempo es futuro y que transforma en una mercancía fetichizada, en un valor de
existimos para consumirnos en el propio fuego vital. Toda cambio. El sexo es un objeto simbólico de trueque, encarna­
vida es, pues,'proyecto, dirección futurista. Por el contrario, do en don Juan, el mito tentador que está exhibiéndose,
don Juan vive un presente eterno, tejido de momentos di le pavoneándose, luciéndose para atraer y su propio fuego que­
rentes pero inconexos. Su tiempo no es dialéctico, hegelia ma al que se le aproxima. Don Juan se convierte así en un
no, múltiple, diverso ni tiene sentido progresivo, lógico, ra nombre suprasensible, mítico. “ ¡Mi nombre! ¡Parece ser
cional con una meta inmanente para llegar a la comprensión cosa importante mi nombre!” 18, manifiesta su abstracción
de su realidad temporal. La dialéctica existencial, la úniea mercantilizada. Claro que en este drama el nombre es una
verdadera se desarrolla en un tiempo cualitativo, heterogé máscara de la verdad. El marido celoso ve en don Juan al
neo y es, a la vez, proyectiva, pues todo lo que nos ocurm seductor ideal y fascinante, al conquistador legendario, má­
tiene una razón de ser, una lógica inmanente finalista, t ■. gico e inexplicable. Don Juan es una creación colectiva ideal
decir, histórica. que representa la conquista infalible, al convertirse en ideal
Nuestra vida se desarrolla en un tiempo de oposición de seductor, por el éxito seguro que tiene con las mujeres.
triangular, es decir, pasado, presente y futuro se con trapo Pero, para lograrlo, y es lo que no saben los creadores del
nen para apretarse y unirse en una síntesis superior: el Im mito, hay que renunciar a lo que somos, individuos de carne
último de nuestra historia individual. Por el contrario, t i y hueso, y mudarse en deseo universal abstracto con lo que
tiempo de don Juan es un presente instantáneo, repetid" se logra primero la posesión infalible y luego la transustan-
“La dialéctica de don Juan es la del hombre con la estatua' ciación dolorosa en mercancía, o sea, en leyenda por encima
dice acertadamente Bergamín. Don Juan vive extensivanmi de los tiempos, en ilusoria y fingida eternidad. El mérito de
te, a lo largo y ancho de la tierra, pero no tiene existen* 11 la obra de Rafael Dieste consiste en descubrir el abismo que
interior. “Don Juan no sabe lo que es, y si lo supiera no lo hay entre el mito de seductor ideal y el don Juan real,
sería” 16. Por esta razón no es individuo. Y aunque lo <|iM doméstico, que es provocado a duelo por una supuesta se­
ducción siempre rechazada y nunca realizada.

14 Moralidad y misterio de don Juan.


17 Ib ídem..
lb Ib ídem.
18 R a f a e l D i e s t e , Duelo de máscaras.
16 Ib ídem.
216 TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO 217

Don Juan no es tan sólo ese ser inconsciente víctima Existe otro personaje, el seductor imaginativo, que sien­
de su propio deseo, porque no es el irresponsable e insensa­ te el deseo, pero no le domina. Es un ser tierno, hace nego­
to que se le pinta, abandonado a un ímpetu inmediato. Don cios, trabaja, tiene otras actividades porque es'como los
Juan sabe que su fuerza demoníaca, burladora procede del demás hombres, un ser concreto, normal que desea y a la
dominio calculador que tiene del deseo. El Don Juan de vez es deseo él mismo. Por el contrario, Don Juan es deseo
Tirso, como el de Zorrilla, concibe planes, forja estrategias, puro, sin más afición que satisfacerlo.
concierta dificultosas citas, se bate en duelos, inventa miste­ Hay otro tipo de seductor, seducido por su propia ima­
rios, fragua conspiraciones. Esto prueba que su deseo es una gen. Es el sujeto que se tiene a sí mismo como objeto. En
pasión y no simplemente un impulso incontenible. este sentido, Freud tenía cabal razón cuando afirma que el
La pasión del deseo se manifiesta como un afán de deseo comienza por el narcisismo y, más tarde, se transfiere
conquista. No se trata de poseer para reposarse, sino para a otros cuerpos pero, en el fondo, lo que hace es buscarse a
volver a poseer sin fin, como un ave de rapiña. Mientras el través de los nuevos objetos sexuales. Como sujeto es objeto
deseo es inmediato, para crearse como pasión exige un pro­ de su deseo anónimo, que no necesita esforzarse ni pensar.
ceso, formar una idea de lo que desea. Debe imaginarse el Sencilla y simplemente desea. Pero cuando se mira en el
objeto en el corazón, y luego delibera y piensa cómo llegar a espejo, se ve diferente de como siente, por que “ le désir de
coger la presa. Toda pasión, aun la más inmediata, es siem­ Phomme c’est le désir de l’Autre” 20. Es ese otro de sí mis­
pre reflexiva. Por ello, no se puede afirmar que don Juan no mo que descubre y penetra en él, lo que explica la dualidad
quiere reflexionar19. Está pensando siempre porque su pa­ de este seductor. El objeto sexual que buscaba fuera, está en
sión es una cavilación constante de cómo conquistar y po­ su interior, trascendido, objetivado. Lo que se llama “el
seer. Don Juan es así un trabajador negativo, que absorbe y inconsciente” es esta proyección permanente del Otro, una
elimina continuamente a todo lo que desea. Por ello es falso presencia oscura como ausencia. Porque está lejano el obje­
también el dualismo que inventa Kierkegaard entre un don to de sí mismo, debe buscarlo. Y nace el deseo que ya no se
Juan espontáneo, irreflexivo, hirsuto, y otro racional, seduc­ mira al espejo. Concibe el objeto que sea, porque el pensa­
tor ideal y profundo. Sin duda, existen diferencias entre la miento es deseo mismo. Este es el proceso cié este seductor,
pasión extensivo-objetiva y la pasión intensivo-subjetiva del seducido por sí mismo, es el discurso del Deseo, del Otro
deseo, pero este contraste no es chocante antagonismo. El que le posee y domina como su objeto, le dirige y orienta.
verdadero don Juan es pasión deseosa y deseo apasionado. Pero, a la vez, tiene su discurso subjetivo, el de la voluntad
Examinemos ahora al seductor ingenuo, sentimental propia que se concentra en un objeto concreto: la persona
que se enfrenta azorado al misterio de otro ser, y quiere que desea. Entonces razona, proyecta cómo conquistarla. Y
desvelarlo a través de un curioso interrogatorio, pues confía éste es el origen de la pasión del deseo.
crédulamente en la verdad de la palabra. Pregunta, deman­ En la obra de Lenau, asistimos al espectáculo de un
da, se angustia, no cesa de inquirir para saber cómo es el don Juan que aparece recogido, fatigado, calmo, como sin
otro. Se hace objeto él mismo para poder convertir a su deseo. Este infausto personaje es un reflejo de la propia
amada en sujeto. Para ello forma una estrategia semejante a melancolía del autor, melancolía que Freud define como
la del don Juan irreflexivo. La diferencia consiste en que la “pérdida de objeto de la libido” . Este don Juan deja de
suya es más sosegada y lenta.

19 Jacques Lacan.
Jo sé B e rg a m ín .
218 TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO • |'í

serlo al perder interés por la conquista gozosa. Siente remor to” 23. Se trata, pues, de observar lo que ella puede <>l......
dimiento por los daños inferidos y convoca a sus amantes en esta primera apertura de su intimidad. Al relie >•.mn,n - n
abandonadas, para repartir entre ellas su fortuna, antes de voz alta, poco a poco revela su misterio. Pero*cslc \edm mi
suicidarse. Y llegan los numerosos hijos de este don Juan, no se precipita de gozo al abrazo posesivo. Sabe >mi.ii<I h 1 1
acompañados de sus respectivas madres. Después don Juan distancia para afianzar su conquista y asegurar la conl.....
se suicida, dejándose atravesar por la espada de un rival, dad del diálogo. Luego se ofrece él mismo y ella pem tu • n
competidor en aventuras galantes y contrincante vengativo su interior, se convierte en objeto reflexivo. Sus pal.ibiii
El cazador don Juan es, a su vez, cazado porque ya no tiene son meditadas, sopesadas, contorsionadas hasta II c /m i i i i
pasión conquistadora y puede morir. más íntima sustancia. “Goza de su reflexión sobic id plm ■i
El seductor intensivo, que analiza Kierkegaard, es otro a la vez que opera la conquista” 24256.El objeto sexual a lu
don Juan. No toma posesión inmediata del objeto sexual y mudado en sujeto vivo, activo, en sujeto-objeto de m i i i i i i m
medita mucho su conquista. No es por la astucia ni trazando do interior. Pero se halla a mitad de camino de la avenim i
un plan estratégico que conquista a una mujer, como el don cognoscitiva, porque todavía percibe en el otro ciei la d< l> u
Juan puro y espontáneo. Este seductor atrae por el discurso sa, que no es subjetivamente reflexiva y sí la natiu.il " i1" ■
insinuante, metódico, suavísimo de su dialéctica. ‘Será <I ción de todo ser a descubrirse por completo. “ La iialund / i
diálogo del alma consigo misma” 21. Toda su disertación se femenina es un abandono con la apariencia de ifM-.u ii
proyecta a un fin determinado: apoderarse del núcleo de h cia” 2s. Por ello busca la entrega libre, consciente y im «pin
persona que desea, de su yo más íntimo. No se trata de un re que la mujer caiga víctima de la embriaguez, del eiig.iiiu <•
dibujo táctico o de refinada astucia, como supone Kierkc de la tentación. Su verdadero arte consiste en logia........
gaard en su ingenuo satanismo. Tampoco consiste en mu entrega voluntaria y a sabiendas. Cuando el misleiio m luí
insinuación deliberada ni hurgar sutilmente en el interior di revelado y la donación de la amada es total, el priiu ipio d>
una criatura. El seductor intensivo empieza, como un sabur realidad vence al principio de placer, pues la con june....
so, a rastrear las huellas de la persona que desea y haslii amorosa se realizó como objetividades reales y, .i l.i ve /
encontrarla es como una mercancía que brilla, la más valió»» como subjetividades reflexivas. Culminación recíproca ó. I
para él. Habla con ella y comienza la negociación, el lenl" deseo, al que se entregan dos sujetos objetivados plcnniuen
descubrimiento. Quiere saber todo de ella: su vida pasad.) te. Este es el momento supremo del descubrimiento común
sus amores, sus gustos y preferencias. Pero ocurre que mu “El instante es todo, y en el instante la mujer es lodo '
guna mujer abre fácilmente las ventanas de su intimidad Llegado aquí, este seductor pierde interés y deja de descaí '
Protestas, quejas y súplicas, cierran el alma ajena que si la mujer origen de su indagación amorosa, para ir en I>u .< ■
codicia poseer. El seductor insiste hasta que despierta la de otro ser nuevo. El seductor intensivo, aunque puede <mi
reflexión en el otro. Así, “se convierte la criatura deseuil * fundirse con un don Juan, no se contenta como éste cu la
en interesante” 22, pues la reflexión le obliga a entreabrii mi satisfacción de la conquista. El placer lo prologa rcnn Mi­
hermética interioridad. “ Lo interesante constituye el tcin rando su peripecia erótica. Pero, como buen gozadoi i .lili
no donde va a entablarse la lucha hasta llegar al agotamim
23 I b íd e m .
24 Soren Kierkegaard.
21 Aristóteles. 25 I b íd e m .

22 Sóren Kierkegaard. 26 I b íd e m .
220 TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO I

co, necesita siempre nuevos motivos de reflexión, y se lanza yo. El seductor intensivo penetra en el misterio de mu
a la búsqueda de otra criatura desconocida, enigmática que, criatura que desea, la descubre, constituyéndola como un
cuanto más oscura y hermética, tanto más atractiva y luju sujeto, en apariencia independiente de él mismo. Pero, en
ríante será para su viajera libido infatigable. realidad, este sujeto termina por convertirse para el seducloi
No nos engañemos con las apariencias. El espíritu in­ en objeto subjetivo que le revela la naturaleza de su deseo,
quisitivo del seductor intensivo no busca el amor absoluto a lo que realmente quiere y que desconocía. Así, el seducloi
través de la multiplicidad infinita del deseo. Sufre, como el intensivo aprende de sus objetos sexuales a conocerse, ,i
vulgar don Juan, de la intemporalidad temporal, pues sus profundizar en el contenido de su libido, y son ellos los q u e
conquistas o etapas eróticas las vive en una atmósfera fuera le descubren la imagen sexual que buscaba entre sombrar.
del tiempo. La diferencia con el donjuanismo consiste en Pues la libido es una excitación que sólo sabe que necesita
que la repetición de sus aventuras, hastiado de ellas, puede satisfacerse y nada más. Pero para conseguir su satisfacción
llevarle a buscar un amor sereno, ese diálogo entre personas plena, requiere una cierta idea, la figura concreta de un
que lo saben todo una de otra, y se reposan en una afección deseo. En consecuencia, sólo por las experiencias erótica;., el
recíproca. Tanto el Don Juan de Moliere, como el de Lord seductor intensivo puede llegar a conocer lo que desea ính
Byron, y hasta un cuento de Prosper Merimé27, prefiguran mámente.
la salvación de don Juan y de su peregrinar continuo en una Freud apuntó siempre a que toda realización de un
vida serena, en el reposo del seductor vencido por el amor. deseo actual es el cumplimiento de un deseo del pasado,
Todas estas obras literarias apuntan a la posibilidad que la sueño, recuerdo o la prolongación de una imagen soterrada
pasión del deseo, esa sed atormentada de conquistas múlti u olvidada. También para el seductor la aventura erótica
pies, se concentre y termine en una mujer subyugadora del equivale al redescubrimiento de su deseo ancestral narcisir.
ímpetu de don Juan, en el amor melancólico. Pues, para ta. Pero solamente puede hacerse efectivo mediante un rcco
don Juan, el amor es una derrota, la pérdida del sentido de nocimicnto mutuo, dialéctica usual del señor y del esclavo
su vida. La renuncia a nuevos atractivos, sugerencias, res que señaló Lacan28, es decir, que el seductor se somete al
plandores de hermosuras inéditas, es la extinción del deseo deseo de su conquista para apoderarse de ella y entrar en mi
de su libido. laberinto secreto. A su vez, la víctima necesita obedecer al
Al estudiar el seductor intensivo-reflexivo, descubrimos deseo del seductor para hacerse sujeto, independizarse y no
que, en el fondo, es un ser solitario, concentrado en sí ser mero objeto deseado. Esta lucha termina en un reconocí
mismo, que se tiene como único y exclusivo objeto de su miento o síntesis dialéctica, al admitir que el deseo de uno
deseo. Esta afirmación puede resultar contradictoria con su es deseo del otro. Condicionamiento mutuo que es la íinali
donjuanismo de conquistador sucesivo. Sin embargo, el añil dad profunda, aunque inconsciente, de todo el sutil trabajo
lisis concreto de sus experiencias erótico-discursivas, di reflexivo del seductor intensivo.
muestran que sus aventuras son apropiaciones de un ser cu En otros casos, la búsqueda del yo sexual en la imagen
el que se proyecta o se busca. Ya Freud había estudiado 11 deseada, fracasa rotundamente. Logra el placer, es decir, la
narcisismo como una etapa previa al descubrimiento del oh ilusión o sueño de una satisfacción, pero no se descubre a u
jeto sexual. Pero en este caso, no se trata de la prehistoria mismo ni lo que desea a través del cuerpo vibrante y eslíe
del deseo, sino de una búsqueda del Otro para descubrir mi mecido del otro. Pero puede ocurrir también que el descii

28
27 Las ánimas del purgatorio. Ecrits.
222 TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO 223

brimiento sea sorpresivo, como si esa criatura ya se hubiera frenando sus ímpetus. Sin embargo, don Juan no renuncia
entrevisto en un tren veloz o al volver una esquina y se voluntariamente al deseo posesivo, es obligado a ello por el
hubiera perdido en la oscuridad del recuerdo. Sin embargo, mundo que le critica. Hace suya, acepta, una autoridad ex­
cuando esa imagen efímera que permanecía oculta, y desea­ terna en su interior, para llegar a la idealización salvadora y
da, reaparece y se plasma en una figura concreta, es la aven­ simula una conversión que no practica, pues ha cambiado
tura trascendental del seductor intensivo, porque le descu­ un objeto sexual exterior, por otro ideal, interior. “ Se con­
bre la raíz de su ser: un individuo que se tiene a sí mismo vierte en sustituto de una ligazón libidinal, por la introyec-
como causa y objeto por excelencia de reflexión. ción del objeto en el yo” 30. Esta transformación del deseo
La sublimación del deseo es la posible salvación de don en subjetividad deseosa, predispone a la sublimación, que es
Juan. Esto ocurre cuando se experimenta un desfallecimien­ la renuncia definitiva al objeto sexual, orientándose el suje­
to de la tensión de la libido que lleva a abandonar el objeto to hacia otra nueva pasión no sexual.
deseado. Es el resultado de un largo proceso que se inicia al
descubrirse don Juan víctima del deseo de otro, que la mu­
jer es la verdadera seductora y él es el seducido. Entonces, al
I La castidad no es, como suele creerse, la antípoda del
deseo, sino una metamorfosis de la libido, es “ la promoción
de lo sublime en el corazón del deseo” 31. El casto esconde
sentirse objeto se opera una regresión de la libido al narcisis­ un deseo violentísimo que lo satisface en el pensamiento, o
mo originario, como dice Freud. Inmerso en sí, el deseo se es asceta que lo domina y reprime voluntariamente. Enton­
purifica y aparece lo que denomina “ ideal del Yo” . Es don ces la castidad puede ser liberación de la pasión del deseo o
Juan salvado por la identificación con su objeto sexual, o de su exceso desmedido, dándose la paradoja en el cristiano
por el arrepentimiento, como el personaje de Lenau, que de que la lujuria aparece con la castidad. De aquí, las tenta­
acepta la moral como una imposición autoritaria provenien­ ciones de San Antonio que son manifestaciones de la incon­
te de la sociedad o del super-ego. Es la aceptación por parte tinencia que crea la castidad, porque el deseo no se apaga
de don Juan de su fracaso erótico. Al comprender que ha nunca. Sólo puede transformarse (sublimación), o dividirse
sido seducido y no es más el seductor, se siente dominado en deseo puro-impuro (don Juan) y deseo impuro-puro (los
por otro con el que se identifica, y esta sumisión de su ascetas estetas).
deseo sexual le obliga a constreñirse. “ La formación del Al deseo estético le seducen las formas, siente atrac­
ideal sería, por parte del Yo, la condición de la repre­ ción por la belleza, que Kant define como un estado o tono
sión” 29. Pero esta idealización o salvación del deseo al inte afectivo en la forma, es decir, lo que nos queda de la con­
riorizarlo no cambia su destino; aun vencido, es siempre templación desinteresada de una cosa visible, que abarca y
Don Juan, como lo vemos en el personaje de Moliere que sintetiza sus aspectos variables. Con razón dice Juan D. Gar­
sigue jugando eróticamente con las jovencitas que encuen cía Bacca: “ Bello es más bien fórmula que forma” . Pues
tra, porque su deseo continúa proyectándose hacia el objeto bien, el deseo sexual desea las figuras, la armonía de los seres,
ideal o deseo subjetivo que conserva en el fondo de sí mis pero no las ideas o conceptos sobre ellas. La belleza no es
mo. Sigue deseando, pero ya no se entrega a la conquista ontológica ni lógica, porque es visible, carnal, material. De­
inmediata, ni a la fácil posesión. Sus exigencias son mayores seamos la apariencia de las criaturas, su hechura concina que
y quizá hasta exageradas. Antípoda de sí mismo, aparea- nos seduce subjetiva y sentimentalmente. Veamos como se
concentrado, íntimo, reprimiendo las pasiones, sofocando y

30 Sigmund Freud.
29
Sigmund Freud. 31 Paul Ricoeur.
224 TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO

opera la correspondencia entre el deseo y las formas exterio­ to, real. Su castidad impura frena la pureza impulsiva del
res de la belleza que lo suscita. deseo, porque la pasión estética trasciende las formas sen:.i
El objeto sexual aparece encarnado, o sea, incitante, bles en búsqueda de lo sublime, de la Idea.
cuando se establece una relación o tono afectivo entre lo Ignorar la presencia del cuerpo como objetividad crea,
que se desea y el objeto. En otras palabras, atrae por la también, la castidad como estado de pureza, de inocencia
riqueza de sus formas, por su pureza exterior que nos pene­ Se es casto natural y gozosamente cuando no sentimos que
tra y entusiasma. “ El deseo sexual es apetito que engendra nuestra corporeidad está compuesta de miembros, tej idos y
la belleza” 32. Sin embargo, no podemos tener un ideal pre­ sangre. Cuando comprendemos que lo poseemos como real i
vio sobre ella, porque la belleza está determinada por la dad corporal, entonces la conciencia acompaña a la presen
realidad de las presencias, ese ser o cosa concreta que nos da cia física. Ahora bien, ¿el cuerpo es el Yo, nuestro hogar, o
goce, placer. “ Un objeto bello es una alegría para siempre, es el soporte exterior de la tensión y de la acción? Cuando
jamás se disolverá en la nada” 33. El deseo sexual, porque es actuamos,, no tenemos présente el cuerpo, pero sentimos
formal y se atiene a las apariencias, es puro, inocente, casto. difusa y constantemente que existe. Suele ocurrir que el
Por el contrario la lujuria es impura porque va más allá de cuerpo se ignore hasta que vienen otros a descubrir su malí-
las formas, busca su secreto íntimo y se enturbia, se envene­ rialidad. “La vergüenza es el sentimiento de tener mi si-i
na de oscuridades y tinieblas profundas. El que sufre esta exterior” 35. Por mí mismo, no percibo que soy materia l'ísi
lujuria metafísica, padece una angustia sin fin porque tiene ca, porque mis actos la ocultan, pero si no hago nada, esloy
un ideal de belleza platónica, trascendente que no puede pasivamente sentado o de pie ante un sujeto que me mira,
encontrar en el mundo de las formas terrestres. Es el sentido entonces siento mi cuerpo como objetividad. La vergüenza
de la búsqueda del personaje de Thomas Mann34, que viví- no proviene del hecho de haber cometido una falta aunque
una dialéctica de perfección a través del goce estético de los esta sea flagrante, nace de que el hombre es un objeto peí
sentidos. Este deseo sexual solamente se puede satisfacer ceptible, observable. El pudor es una manifestación de la
por la lujuria, es decir, la descomposición de las formas qui­ vergüenza original y evidencia el hecho que poseo un cuei
se han gozado. Si el protagonista se complace mirando al po. También la desnudez nos revela que somos pura objeli
joven efebo es porque olvida o trasciende esta realidad y ve vidad para los otros que nos miran y desconciertan. Cuando
el cuerpo que le atrae como manifestación de su ideal estéti­ al vernos desnudos sentimos turbación, inquietud, demu es
co, lo que exige disolver la concreción de las formas e impli tra que ha aparecido la sexualidad que precede al desperlai
ca una negación de las apariencias sensibles. Disfruta al con del deseo.
templar el cuerpo joven del efebo, pero, en el fondo, lo j El casto no sabe que tiene un sexo hasta que otros se
menosprecia porque no lo desea. Es una exaltación de l;i j lo descubren. Pero el hecho que lo ignore, no quiere (leen
vida para la muerte, una manera estética de gozar disolvien que no desee, ya que el deseo existe siempre y se desea aún
do las formas concretas de la belleza real. Hecho que di­ sin saberlo. “ Los eunucos no cesan de desear”36, lo que no
muestra su castidad adorativa, pues si el deseo fuese verdti significa que exista una sexualidad abstracta, independienl<
dero, habría tomado posesión de ese objeto sexual concrc del mundo exterior. Es indudable que el sexo, físicamenle
hablando, es una energía material, la potencia fisieo-psíqun a

32 P l a t ó n .

33 J o h n K e a t s .
35 J e a n - P a u l S a r t r e , El ser y la nada.
36 Ib ídem.
34 Muerte en Venecia.
TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO 17
226

de la libido que realiza los deseos. Consideramos, inexacta po deseado. De esta forma, desmaterializa e idealiza el cun
la división que opera Sartre entre sexualidad y deseo. Si es po. Por el conirario, el cuerpo ajeno es objeto de mi subjel i
cierto que deseamos porque vemos objetos sexuales y lo vidad que desea, y el sujeto que deseo, su cuerpo m ata íal I .■
somos para ellos, no se deduce que el deseo nace sólo del intencionalidad afectiva de Scheler, Husserl y Sartre implli a
mero mirar mutuo. Es necesario poseer una carga sexual de una eliminación de la realidad objetiva del sujeto que *.r
energía acumulada pasivamente en la castidad o ignorancia desea. Es falso afirmar que “ el deseo es la conciencia que *.»
del deseo. Los niños son castos porque tienen la potenciali­ hace cuerpo” 38. Creemos que el deseo es el cuerpo que ■.«
dad física de la libido y aunque disponen de órganos sexua­ hace pura materialidad ansiosa, con un fin sexual de pos<
les que los capacitan para desear, no desean. Con los ancia­ sion objetiva. Sartre imagina que el deseo se apodera del
nos ocurre al revés. Desean las formas puras, la carne que los cuerpo y lo hace pesado, lo entumece hasta adormeceilo
tienta, pero se satisfacen con la caricia, es decir, al tocar y Estos estados que describe le demuestran que la conciem m
recorrer el cuerpo ajeno sin necesidad de poseerlo. “ El de­ invade el cuerpo. Por el contrario, el cuerpo tiene una emi
seo se expresa por la caricia, como el pensamiento por el ciencia objetiva que es precisamente el deseo de copulación
lenguaje” 37. Han dejado de experimentar la tensión exaspe­ con otro cuerpo. Tampoco es exacto que la conciencia e s «I
rada, violenta e impulsiva de la libido, pero conservan su cuerpo que desea unirse a otra conciencia corporal, poique
energía potencial que les impide dejar de desear. En este el cuerpo no es mero instrumento de la conciencia, dro a
sentido, son y pueden ser castos, porque sus exigencias ya por sí mismo. El deseo es conciencia cuando tiene como luí
no son perentorias ni urgentes. Los viejos saben desear con­ la posesión de un objeto sexual, y es inconsciente, cnslo.
cretamente, anhelantes, llenos de afán, poseídos de la angus­ puro cuando no lo ha determinado, aunque lo busque osen
tia que crea la frustración de la discontinuidad de su libido. ramente. Esto significa que se puede desear sin sabei emu o
Por el contrario los niños, ricos en potencialidad sexual, no tamente lo que se desea, ni haber concebido una imagen
tienen un deseo concreto ni saben cómo desear. En suma, si anterior. Sólo es consciente el deseo cuando sabe lo qm
los viejos tienen deseos, aunque carecen de sexualidad vigo­ quiere. Por tanto, la conciencia del deseo nace de la hús<jin­
rosa, y los niños poseen una sexualidad fortísima sin deseos da del cuerpo que desea. En este sentido Sartre dice acería
precisos, esta dialéctica de sexo y deseo demuestra precisa­ damente que el deseo nos compromete como pasión. I n
mente su unidad. Ambos extremos, niños y viejos, viven el otras palabras, que todos somos donjuanescos al arrojar un.1,
sexo y el deseo con distinta intensidad. audazmente al mundo y recorrerlo para encontrar la perro
Sartre incurre en una nueva inconsecuencia al afirmar na concreta o imaginada que buscamos. En este caso podi ia
que el deseo no busca un cuerpo material “ busca un cuerpo parecer que don Juan quizá busca a través de sus aven (uní.
en situación” , trascendente, desmaterializado. Concibe el eróticas un ser trascendente cuando, en realidad, la posesión
deseo como la intencionalidad afectiva ya analizada poi de cualquier objeto sexual que encuentra es el real. Enlon
Scheler y Husserl. Sin embargo, creemos que el deseo busca ces se puede afirmar que el deseo es la inconciencia hecha
poseer un objeto sexual que, naturalmente, es físico y a la cuerpo, porque desear es también ignorar el cuerpo que se
vez subjetivo, espiritual, es decir poseer un sujeto y no me­ desea y sólo actúa el deseo oscuro, primitivo e inocen le cu
ramente un objeto, pero jamás una conciencia. Sartre afirma su castidad. De esta inconciencia corporal procede la pasión
que la conciencia subsiste siempre en el horizonte del cuer- del deseo, que es búsqueda permanente e insaciable. Clan-

38
37 I b íd e m . I b íd e m .
228 TRATADO DE LAS PASIONES EL DESEO 229

que también se puede experimentar un deseo sosegado, seo proviene tanto de su idealización como por la catástrofe
tranquilo, esperando que aparezca el objeto sexual que nos asoladora de su pasión física ansiosa. Si se ha podido afir­
corresponda y despierte nuestro deseo de su sueño o al mar que don Juan, a través de sus innumerables aventuras,
cuerpo de su inconciencia. buscaba el amor, es porque no encuentra nunca el objeto
Si el origen del deseo se halla en la materialidad del sexual que deseaba, pero lo imagina, lo figura. “ Los fantas­
cuerpo propio, “ en esta vergüenza originaria de sentirse ex­ mas del deseo” 41, son representaciones, sueños que el deseo
terioridad” 39, la realización de la pasión o conciencia del no piensa. El mismo deseo, dios fluvial de la sangre que nos
deseo se produce cuando se convierte en amor. Sin embar­ arrastra en sus torrentes, no deja ver con claridad lo que
go, el deseo en sí mismo, no tiene fin ni término y sólo de deseamos y enturbia nuestros ímpetus. Para saber lo que el
deseo violento, imperativo, se transforma en ternura deseo­ deseo quiere, es preciso concentrarse, separarse del bullicio,
sa, esa memoria del deseo que nos hace desear de nuevo. de la agitación inquieta del deseo. Esta castidad forzosa es
Recordemos un cuento de Guy de Maupassant, que narra el necesaria para pensar el amor que deseamos. La abstracción
encuentro de dos antiguos amantes, ya viejos, en un parque o espirituaíismo en que vive el joven, la clausura íntima en
de París. Al rememorar su pasado, se despierta la ternura el monasterio de su conciencia, esta profunda interioriza­
recíproca y cáen abrazados sobre la hierba, donde los sor­ ción es una etapa previa para crear el deseo. Necesitamos,
prende un policía y los lleva detenidos, acusados de atenta­ pues, viajar por dentro del alma, gozar un régimen de sereni­
do a la moral pública. Esta bellísima historia demuestra que dad y absoluta clausura para encontrar el ideal, la forma o
el deseo no cesa nunca, aunque se remanse y serene su figura de nuestro amor, “ esos ojos deseados que tengo en
violencia tempestuosa. mis entrañas dibujados” 42. Ya una vez sabiendo lo que se
Cuando la conciencia sostiene al cuerpo como mera desea, hay que lanzarse a la conquista del ser creado o soña­
facticidad insoportable, el deseo puede degenerar en asco, do en el corazón interior, esa Dulcinea del Toboso que to­
provocando náuseas abrumadoras la propia materia corpo­ dos ansiosamente hemos buscado.
ral. Entonces, buscará distanciarse de ella, dejando de obe­ Mientras Don Juan encarna la aventura trágica del de­
decer a los ímpetus del cuerpo que son sus deseos múltiples. seo, Don Quijote representa el idealismo verdadero, realista
Esta histérica y enfermiza sensación de viscosidad del cuer­ de la empresa amorosa. Esto no quiere decir que al amar se
po propio origina un ascetismo, la renuncia a sentir deseos. deje de desear. Sin duda alguna el joven, sumergido en la
Es a esta sublimación idealista del deseo que lleva la Feno­ embriaguez abstracta de la reflexión, renuncia provisoria­
menología, con la diferencia que, para Sartre, el deseo tiene mente al deseo de posesión física y rehuye la presencia del
su origen en la materialidad del cuerpo, mientras que para amor carnal. Se comprende que es una pausa reflexiva para
Heidegger, Scheler y Husserl, el hombre es un ser asexuado. crear la imagen deseada del amor. Terminada esta etapa,
Frente a este idealismo podría oponerse el materialismo del inicia la verdadera aventura del amor, sabiendo ya qué
deseo que encarna el personaje de La prima Bela40, ese viejo buscar. Entonces el amor se convierte en deseo y se corre
decadente que impulsado por su aficción a las jovencillas, se otra vez tras de él, se le persigue como una idea real. Yerra
degrada hasta arruinarse física y moralmente, víctima de su el joven, cae, tropieza, pero los errores no le arredran y
obsesiva y fantasmagórica pasión deseosa. El fracaso del de­ vuelve de nuevo a la búsqueda del camino recto. El amor es

39 Ib ídem. 41 Sigmund Freud.


40 Honorato de Balzac. 42 San Juan de la Cruz.
230 TRATADO DE LAS PASIONES

un deseo único, obsesivo y dominante. En este sentido, es


otra pasión fundamental del hombre.
XX. EL AMOR PASIONAL

La búsqueda del amor que lleva a cabo el joven es una


manifestación activa, enérgica del poder íntimo de la pa­
sión, una etapa dolorosa necesaria para completar su desa­
rrollo psíquico. En el hombre también puede constituir una
laceración íntima o un padecer que le consume, cuando el
amor como pasión única, absoluta, no contenida ni equili­
brada por nada, le invade, convirtiéndole en su víctima. El
amor, como pasión pasiva, hace a todos desdichados e infeli­
ces, aunque pueda llegar a extremos sublimes, por su absolu­
tismo y espíritu de sacrificio. ¿Por qué sufrimos dolorosa­
mente al amar? ¿Cuál es el origen de este padecer?
La naturaleza de la pasión misma es dual. Busca, es un
deseo y, a la vez, es insuficiencia, una carencia, falta de algo.
Se desea amar porque se necesita vitalmente otro ser para
existir en .plenitud. Por ello, todo amor tiene esa fuerza, ese
vigor juvenil y manifiesta una debilidad, a.1 desear lo que no
poseemos. La raíz de la flaqueza del amor como pasión es
la forzada dependencia de otro ser, al que debemos someter­
nos para obtener lo que necesitamos. Entonces el amor apa­
rece tan perentorio como el agua para saciar la sed y crea
una sujeción al objeto (otro sujeto), único que puede col­
mar esta ansiedad. Sujeción y dependencia definen la natu­
raleza pasiva de la pasión amorosa. Desde el momento que
sentimos fogosa e imperativamente el amor, perdemos nues­
tra libertad. En este sentido, amar es enajenarse, vivir de
otro y para el otro, una alienación positiva y, a la vez,
negativa. Pues si al amar salimos de nosotros mismos a con­
quistar lo que deseamos nos condiciona a una dependencia
voluntaria. La esclavitud al objeto amado es el origen psico­
lógico de la infelicidad de las pasiones amorosas.
Ahora bien, el amor pasional puede ser objetivo, es
decir, contenido dentro del espacio de la subjetividad, vivi­
do por y para sí mismo, sin desenfrenarse. En otro caso,
cuando el yo se disuelve en el otro, con pérdida total del
231
232 TRATADO DE IA S PASIONES EL AMOR PASIONAL 233

sujeto y su desintegración en él, tenemos el ejemplo típico es porque hemos convertido la necesidad del cuerpo en una
del amor como pasión absorbente. Lo que un personaje de idea del espíritu. Entonces la apetencia de la pasión se trans­
Balzac llama “ hommes á passions” son los que no pueden forma en fuga precipitada hacia el objeto amoroso sin repo­
saciar su sed de amor más que en una única fuente y para so ni fin, y desaparece toda la realidad en su riqueza diversa,
beber en ella venderían sus almas al diablo. Para algunos, este panorámica al hacerse la persona amada objetividad pura.
veneno es el juego, la especulación en bolsa, los cuadros, ¿Cómo se opera este cambio de pasión relativa, normal, en
coleccionar insectos; para otros, es una mujer. A estos últi­ pasión absoluta, obsesiva?
mos se les puede ofrecer todas las las mujeres de la tierra y Hemos dicho que la necesidad corporal se convierte en
las rechazarán, pues solamente una, esa Unica puede satisfa­ idea espiritual. Entonces el amor crea desde dentro su figura
cer su pasión. Con frecuencia esa mujer no les corresponde, necesaria, la de su deseo, y tan la identifica con su yo que
pero no les importa, están dispuestos a todos los sacrificios desaparece el sujeto que piensa. Esta imagen creada ideal­
posibles e imposibles para obtener, aunque sean briznas, una mente se apodera del sujeto y lo subyuga, dominándole
satisfacción posesiva. Estas reflexiones del personaje de totalmente. Pero aquí no termina. Esa figura está dentro y
Balzac demuestran que la pasión se desintegra en sus objetos fuera del sujeto que la desea, le pertenece y es extraña. Esta
respectivos y a la vez en su ímpetu posesivo. ausencia de su presencia y la presencia de su ausencia, de­
El que sufre esta pasión amorosa suele ser una criatura sencadena todas las furias anhelantes de la pasión. Este
ferozmente egoísta, y lo único que quiere es satisfacerla. En amante obsesionado siente que su idea corporeizada o per­
este sentido, se limita, se embrutece, porque la pasión amo­ sona idealizada le huye, se le escapa. Corre tras de ella como
rosa si a veces sublima, también envilece y no deja ir más en pos de una figura visible-invisible, pues tiene la sensación
allá del horizonte de la subjetividad, de las apetencias inme­ que desaparece en sus brazos, que la posesión es siempre
diatas. “Que suis-je? Un méchant cadavre don l’áme esl evanescente y por más que la renueve no tiene jamás seguri­
partout oü son mes filies” 1. La perturbación mental que dad posesiva, la certidumbre de que es suya. No puede apre­
sufren los apasionados obsesivos es la superestructura ideo­ henderla, porque se ha convertido en un objeto suprasensi­
lógica, espiritual de una infraestructura material de la corpo­ ble, inalcanzable. Esta idealidad es posible porque el sujeto
reidad. Las necesidades e impulsos del cuerpo crean la ima­ se encierra en sí mismo y desde su interior busca al otro, lo
gen del objeto de la pasión que se idealiza hasta convertirse persigue a través de sus dudas, celos, angustia. Entonces la
en una realidad absoluta. En cambio, la relación normal con pasión física no es el cumplimiento del deseo ancestral de ser,
el objeto amoroso, la posesión tranquila y objetiva es una pasión unitiva que calma, en realidad está entregado a sí
liberación de la pasión, ya que deja de ser, como tal objeto, mismo, no al otro, sin salir nunca de su subjetividad. De
al amarlo. En este sentido, “ todo amor es antropófago, es aquí procede, de esta raíz subjetiva de la pasión, la búsque­
una cena totémica” 12. La pasión satisfecha no se obsesiona, da ansiosa del otro, de su verdadera realidad que origina la
renueva la posesión por la atracción que ejerce el objeto pasión única, absoluta del amor. Personajes de Proust, como
amoroso o lo abandona en busca de otro nuevo. Pero cuan­ Swann, el barón de Charlus y el propio Narrador, son vícti­
do no podemos liberarnos de esa dependencia al ser amado, mas de esta pasión absolutamente subjetiva, a la que no
aunque sea nuestro o lo hayamos poseído múltiples veces, pueden renunciar. Proust juzga que el amor nace de un
deseo frustrado: “Ce soir, je crois queje ne serais pas libre” ,
se disculpa un personaje, rechazando la invitación. El pesar
1 Honorato de Balzac, Le pere Goriot.
que suscita esta pequeña pena imperceptible, indolora es el
2 Sigmund Freud. principio del amor como sufrimiento intenso para Proust.
234 TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR PASIONAL 235

Todos estos personajes sufren apasionadamente porque “ en de Crecy como la figura de un cuadro florentino y es esta
realitée, dans l’amour il y a une souffrance permanent” . nueva imagen, creada por él mismo, que despierta su pasión.
Así, el barón de Charlus siente por el violinista Morel una Nunca la vio como era realmente y sólo al final de'su vida se
pasión no correspondida, le protege hasta llevarle a la cum­ lamenta: “ Dire que j ’ai gaché des annés de ma vie pour une
bre de la gloria artística, y acepta todas las humillaciones de femme qui ne me plaisait pas, que n’etait pas mon genre”
que es objeto para conservaren sí mismo un amor que sufre Pero había sufrido celos, humillaciones, traiciones, todo lo
dolorosamente y al que no puede renunciar. Se somete a las soportó para conservar su amor. Cuando ha verificado el fin
exigencias de su amante, a sus caprichos, a sus ataques vio­ de su pasión y ya no la quiere, se casa con ella porque se
lentos, es decir, a la dura ley que le impone su pasión amo­ siente desengañado, envejecido, solo.
rosa. Como vemos, la pasión real del Narrador se transforma
Si una pequeña frase nos hiere o la mirada fugaz de un en idea obsesionada y la creación subjetiva de Swann en
rostro apenas entrevisto originan la pasión, ésta sólo se pro­ pasión atormentada, dolorosa. Sin embargo, pasión e idea se
longa al experimentar una necesidad ansiosa. Será, pues, esa conciertan y unen. Tanto el que crea ideal y subjetivamente
mujer o ese hombre únicamente que suscitarán la pasión do el amor, como el que lo vive realmente, se entregan con
ahora en adelante. Albertina aparece en la playa de Balbec3 pasión a su objeto amoroso. Tanto el amor que siente el
y despierta el interés del Narrador. Al sentirla lejana como Narrador por Albertina, fraguado por sutiles impresiones y
una figura imposible de alcanzar, experimenta al instante variaciones imperceptibles del deseo, o el de Swann creado
una mezcla de placer y dolor presentido. “ Des lors, tout un de ficciones estéticas, sufren igualmente la presencia de ese
processus d’angoisses se developpe et suffit pour fixer notre otro ser, real o inventado, que les inquieta, atormenta y
amour sur elle qui est l’objet á peine connu de nous” 4. No es origina celosías, dudas, envidias, angustias. Por más subjeti­
pues, la idea que crea la pasión, sino la pasión que crea In vo que sea el amor, el Otro que se ama es una realidad
idea, porque el dolor que se siente, ese padecer fulminante, objetiva, una presencia permanente y única que existe, bien
esa angustia súbita es la esencia de la pasión misma que ¡il como sombra que no se percibe claramente (el Narrador a
interiorizarse conserva permanentemente la imagen de l;i Albertina) o con toda lucidez (Swann ve a Odette, al final,
persona deseada. Este ser entra en la conciencia, se desvane la cocota que es), esta pasión es una entrega total a la perso­
ce y vuelve a reaparecer por influencia de acontecimientos na creada o increada. Es sólo sufrimiento y hasta pérdida
nimios que no parecen importantes. De estos vaivenes apa del yo, porque la donación es total, absoluta, sin exigir
sionados, surgen los sufrimientos posteriores: celos, ansie reciprocidad. Es un abandono a la nada, un hundirse en el
dad, angustia, melancolía, tristeza. vacío, en la permanencia de la angustia, la pasión de la
El ideal, o concebir íntima, subjetivamente a un sei, pasión misma.
origina también la pasión amorosa. “El amor, es crear una El amor-pasión es diferente del amor apasionado, por­
persona suplementaria distinta de la que lleva el mismo que implica una unión en que se fusionan el cuerpo y el
nombre en el mundo y cuyos nuevos elementos provienen espíritu. Por el contrario, la pasión del amor es unilateral,
de nosotros mismos” 5. Recordemos que Swann ve aOdette hace del amante un sujeto prisionero de sí mismo que siente
y sufre solo, porque el otro es un objeto silencioso que no
responde jamás a su pasión angustiosa. Es así una entrega
3 Marcel Proust, La prisonniére. sin límites, como la pasión de Swann por Odette, la del
4 Ib ídem. barón de Charlus por Morel, la de Robert de Saint-Loup por
5 Marcel Proust, Du cote de chez Swann. Rachel, la del Narrador por Albertina. Este amor apasiona-
EL AMOR PASIONAL • 1/
236 TRATADO DE LAS PASIONES

do es profundo, real y cumple la verdadera entrega de sí querida por el amante, es una convicción previa a (oda i M"
mismo. Pero, a la vez, es un holocausto, la propia negación, riencia amorosa del hombre burgués. “ Le soir oíi il n i ni
“ la idiotez de El Príncipe Idiota, una reencarnación de la pas trouvé Odette chez les Verdurin, commence*de ilrr.in i
pasión de Cristo” 6. Esta forma de amor es un sufrimiento la possession, toujours imposible d’un étre” 8. Y esta lejanl.i
continuo, una agonía inútil, una enfermedad mortal. Sin en que se ha proyectado el ser que amamos, nos lo hace m;r.
embargo, tras este amor apasionado se esconde una afirma­ particularmente deseable, aunque el sufrimiento sea más m
ción de sí, un deseo de satisfacerse por encima de todo y tenso y profundo, pues la dificultad erizada de espinas p'nia
hasta con sacrificio de los otros que son instrumentos para llegar a la posesión total, causa dolores vivísimos en el coj a
realizar su pasión. Esta doblez constitutiva de la pasión zón amante. El mal que hacen esas amantes ajenas, extrañas
amorosa la descubre Hegel: “ indem es nicht Hárteres gibt y lejanas es una crueldad de pérfida dimensión. “Et pour
ais diese Punktualitat des Selbstbewusstseines, die negierl tañí, cette Odette d’oü lui venait tout ce mal ne lui etait pas
wird und die ich ais afirmative haben solí” 7. También es moins chére, bien au contraire plus précieuse, comme si au
manifestación o expresión del individualismo egoísta de la fur qui grandissait la souffrance, grandissait en méme temps
sociedad burguesa anárquica, atomizada donde los indivi­ le prix du calmant, du contrepoison que seule cette femme
duos luchan solos apasionada y duramente por afirmarse possédait” 9 . En efecto, si ella es eí origen del dolor que
ellos mismos contra los otros, ya que no pueden gozar de sufre el amante, sólo una manifestación afectiva, tierna,
una autonomía ni de suficiencia individual. puede cambiar esa aflicción en alegría.
El carácter inasequible, inalcanzable del objeto amoro­ La dependencia al objeto amoroso evidencia la conti­
so, le proporciona a éste un valor extraordinario, como algo nua fuente de padecimientos sin fin. Sartre le reprocha a
raro, exquisito y precioso. La amada se convierte así en la Proust su atomismo psicológico que le convierte en cómpli­
expresión material, concreta de un valor de cambio, pues si ce objetivo del pensamiento burgués positivista y añade:
el objeto amoroso se hace difícil y remota la posibilidad de “No concebimos la posibilidad de hacer el análisis del amor
conseguirlo, adquiere una supervaloración. Es la idealización porque el desarrollo de ese sentimiento, como el de todos
o abstracción de la mercancía descrita por Marx y llevada los demás, es dialéctico” . Pero Sartre se equivoca, porque es
por Walter Benjamin a sus últimas consecuencia neoplatóni posible y además necesario para racionalizarlos dialéctica­
cas, al transformar el amor apasionado en Idea dominante mente, pues no se puede comprender sintética y unitaria­
de toda la sociedad burguesa. No se trata de equiparar el ser mente un sentimiento, sin descomponerlo analíticamente. A
humano, hombre o mujer, con una mercancía que se com la síntesis dialéctica solamente se llega por un detallista,
pra y vende. Tampoco de concebir el amor como un negó paciente y microscópico proceso o lento desarrollo que es el
ció o intercambio, aunque el dinero venaliza todo y los método analítico. Así, el análisis del amor de Proust corres­
seres son corrompibles por unas monedas. No, esta forma de ponde exactamente a la conciencia atomizada de la sociedad
burguesa, individualidades separadas, escindidas, luchando
amar corresponde a la forma fetichista, ideal, platónica de la
entre sí para conquistar un amor ideal, imposible. Es necesa­
mercancía y del dinero. La inaccesibilidad de la amada es
rio, pues, analizar y pensar el amor para comprender la
esencia trágica, dolorosa que tiene en la realidad social bur-
6 Friedrich Nietzsche.
7 “Nada es más duro que la extremosidad de la autoconciencia, 8 Marcel Proust, Du cote de chez Swann.
pues se niega a sí misma para afirmarse” . G.W.F. Hegel, Filosofía del
9 Ib ídem.
Derecho.
238 TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR PASIONAL

guesa, en el mundo espiritual contemporáneo. Mediante esta mente el sufrimiento de una conciencia que jamás se puede
abstracción o idealización del amor, “ la burguesía oculta su ocultar a sí misma la realidad, es búsqueda celosa de cuál es
base material y precisamente, para llegar a ese fin, debe el verdadero ser que amamos. Si la conciencia elábora una
imitar a una feudalidad desprovista en sí misma de significa­ idea de la persona amada y la construye como un valor
do económico, pero utilizable como máscara de la gran bur­ simbólico, al mismo tiempo la pasión, “ ouvriére invisible” ,
guesía” , comenta Walter Benjamín sobre Proust. Este en­ deshace esa creación ideal y por sus sufrimientos descubre
mascaramiento del amor agudiza la pasión, pues al convertir trozo a trozo la verdad objetiva de un ser. Es esta contradic­
el objeto amado en signo de valor no existe como persona ción dialéctica o esta tensión aguda lo que constituye el
real, sino como ente de ficción, una idea platónica. Swann contraste entre la idealidad del amor y el realismo de la
ama a Odette porque le recuerda el rostro de la mujer de un pasión. Si la idealidad del amor y el dolor de la pasión se
cuadro10. “ II se precipitait sur cette vierge de Botticelli et se contradicen y parece que nos llevan por un horizonte sin
mettait á lui pincer les joues” . Pero cuando finalmente la ve sentido, cuando los ideales se desvisten de ilusiones, de espe­
de carne y hueso aparece lo que realmente es, la amante jismos y las pasiones de sus goces y pesadumbres, se confa­
ocasional y momentánea de muchos de sus amigos. Enton­ bulan para crear la sabiduría espléndida y madura del cono­
ces esa idea estética y neoplatónica estremece su corazón y cer realista, la verdad objetiva, palpable que es el amor apa­
le retuerce de una intensa pasión dolorosa. No es por descu­ sionado en todas sus formas.
brir la miseria de la realidad frente a la nobleza del ideal,
sino que su amor mismo es una pasión real, una búsqueda
de conocimiento, una desmitificación de sus propias abs­
tracciones ideales. Lo que diferencia al amor feudal del
amor burgués, es un idealismo ciego y absoluto del primero,
bien distinto al lúcido realismo cognoscitivo del segundo. La
pasión o el sufrimiento permite a los personajes de Prous!
llegar a descubrir la realidad.
Sin embargo, la pasión es inseparable del amor, la idea­
lización platónica del realismo apasionado. La sublimación
de la persona amada no es la cristalización stendhaliana, esa
etapa previa del amor, sino la esencia del amor mismo que
lleva a buscar la realidad del ser amado, su verdad objetiva
El sufrimiento que origina el amor demuestra el fracaso di'
todas las técnicas de idealización abstracta, del ocultamicn
to de la realidad por una ficción enoblecedora. Así, se pue­
de afirmar que Un amor de Swann es el modelo, el protoli
po de este amor-pasión doloroso en las futuras relaciones
del Narrador con Albertina, género de amor trágico que si
repite en todos los personajes. Porque la pasión es precisn

10 La vida de Moisés, de Botticelli.


EL AMOR PATERNAL 241

Los hijos carne de su espíritu son también espíritu de su


carne y representan la posibilidad de poder ser lo que ellos
no han sido. Significan la riquísima potencialidad'de la pro­
mesa, de la productividad misma. Por esta razón se asoman a
XXI. EL AMOR PATERNAL sus destinos con una delicada solicitud egoísta, posesiva,
pues en el futuro de sus hijos se decide el propio, la realiza­
Se afirma que el amor de los padres por sus hijos es una ción de sus perspectivas más risueñas. Frecuentemente
pasión absorbente, dominante y única. Unamuno pensaba asombran los sacrificios del pequeño propietario campesino
que el sentimiento paternal manifiesta un ansia de inmorta­ o el funcionario de modestos ingresos para dar estudios su­
lidad del hombre. Por esta razón, los monjes y los célibes periores a sus hijos. Sin embargo, tras este aparente despren­
sufren de esa castración que significa no poder perpetuarse dimiento se esconde una finalidad de cumplimiento propio,
ni alcanzar la eternidad de su cuerpo. El amor maternal o una ambición personal exclusiva. El padre Goriot no piensa
paternal es en su origen egoísta, posesivo, pues los padres más que en sus hijas, les dió todo cuanto tenía, “ hors de sa
consideran a los hijos como una continuidad de sí mismos. pasión, vous le voyez, c’est une béte brute” . Embotamiento
Por ello ocurre que las muchas esperanzas e ilusiones de los seres cuando el alma trasmigra para habitar en otros.
puestas en sus hijos son, en realidad, compensaciones a los La historia de esta pasión que cuenta Balzac confirma este
fracasos de los padres. Esta pasión, muchas veces ciega y análisis. ¿Ceguera, embrutecimiento, que acarrea la pasión
obsesiva, tiene un origen carnal, material, y espiritual, sensi única? No, da la impresión de ser torpe, unilateral, limitado
ble, anímico. Los hijos son encarnaciones del padre, sangre pero, en realidad, si'vive para satisfacer y contentar a sus
de su sangre, manifestaciones de sí mismo. Es difícil que los hijas es porque son carne de su carne, pasiones de su pasión.
padres reconozcan, y con frecuencia se resisten a aceptar, la “Quand vous serez pére, quand vous direz: c’est sorti de
existencia separada e independiente de los hijos. Lo que se moi, que vous sentirez ces petites creatures teñir á chaqué
llama conflicto de generaciones es la lucha de los hijos por goute de votre sang dont elles ont été la fine fleur” . Esta
obtener el reconocimiento de su autonomía de conciencia. entrega desbordada a sus hijas es, a la vez, la manifestación
Los padres se resisten y ies duele aceptar separarse de lo que de su pasión posesiva. Don de sí mismo y afán de posesión,
ellos han creado con su cuerpo, con sus esfuerzos, y consi es la dualidad contradictoria de todo amor paternal que no
deran que sus hijos les pertenecen. Un drama de Auguslo ha llegado a objetivarse. Sublimidad de entrega que se aúna
Strindberg1narra, analizando, el conflicto desgarrador entre con la necesidad violenta de poseer. Y esa entrega, si de una
el padre y la madre por la posesión dei hijo. Toda la pasión parte obsesiona, limita y embota el entendimiento, de otra
de la mujer se concentra en conquistarlo, reincorporarlo al ostenta rasgos de generosidad rayana en lo sublime trágico,
seno materno, acuñar sus sueños, adormecerlo, entontecerlo en la abnegación más increíble. Este padre vive en una mo­
no dejándole vivir ni amar, o utilizándolo como arma de destísima pensión, porque ha dado todos sus bienes para las
lucha contra el marido. dotes de sus hijas. Sus yernos lo desprecian y tiene que
Tenemos ejemplos ilustres de este amor posesivo de los esconderse para ver a sus hijas salir para un baile. Goriot
padres que pueden llegar al crimen para evitar que el niño se sitúa a sus hijas en el rango de los ángeles, tan por encima de
transforme en hombre y por todos los medios tratan de él que hasta ama el mal que le infieren. Y cuando ya le
impedir su realización y la libertad de conciencia necesaria prohíben que vaya a verlas, se contenta con oír hablar de
ellas al joven Rastignac. Los sufrimientos, la miseria, la ago­
1 El padre. nía del padre Goriot conmueven y emocionan, pero son el

240
242 TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR PATERNAL 243

resultado de la entrega a su pasión absoluta. El mundo ente­ el drama de la ruptura irreconciliable entre mundos opiles
ro había girado en torno a su única idea: “Mes filies, c’etait tos y generaciones distintas. Debemos diferenciar la oposi
mon vice a moi, elles etaient mes maitresses, enfin, tout”. ción sanguínea, material de la espiritual e ideológica, hs
Esta obsesión le entorpecía y a la vez le daba una espléndida sobre la base del afán posesivo material de los padres, al
lucidez que alcanza luminosidad cuando describe el amor concebir a los hijos como una mera prolongación de sí
apasionado, arrebatado que siente por sus hijas, porque la mismos, que se origina el antagonismo espiritual. El padre se
pasión es siempre conciencia clarísima de sí misma. siente dueño, señor del hijo y éste un esclavo que necesita
No hay pasiones inconscientes e hirsutas, primitivas. liberarse de su dominio. A esta natural oposición se añade
Sólo los instintos fugaces violentos y las pulsiones inmedia­ las diferentes situaciones históricas en que viven padres e
tas nos ciegan porque obran con el automatismo reflejo de hijos.
un mecanismo. Por el contrario, las pasiones por más insen­ Constituye un progresismo ingenuo creer que los jóve­
satas que parezcan, nos salvan de las ferocidades del instinto nes representan siempre un avance ideológico frente a los
y de sus siniestras tinieblas. “ Souvent l’étre le plus stupide padres. En realidad, muchas veces supone un retroceso o
arrive sous i’effort de la passion á la plus haute eloquece salto atrás, y en otros encarnan la ruptura violenta necesa­
dans l’idée... et semble se mouvoir dans une sphére lumineu- ria. En el drama de Turgeniev los padres son reflejo del
se”2. Sin embargo, la pasión de este personaje por sus hijas espíritu pasivo, conformista que corresponde a una situa­
resultó catastrófica para ellas. Su fanatismo apasionado le ción histórica en la que predominaba el intercambio direc­
impidió comprender la naturaleza real de sus hijas, las mimó to, la relación patriarcal y protectora del señor sobre el
demasiado y las dejó casar con quien quisieron, a su guisa. siervo campesino. Estos padres eran parásitos idealistas, ca­
La primera con un conde, la segunda con un banquero. Una balleros distinguidos como los gentleman británicos dueños
dice que se arrojaría por la ventana antes de acostarse con de esclavos negros en el deep South de Estados Unidos,
su marido, y la otra lo engaña con un amante que la explota soñadores románticos abstractos, a veces ridículos. Este
Los yernos cierran definitivamente las puertas de su casa a mundo de hidalgos se hunde con las reformas de Alejandro
este padre desdichado, y sus hijas le dejan morir en el cuar II para la liberación de los siervos. Por el contrario, los hijos
tucho miserable de una pensión. son realistas burgueses, creen en la necesidad de la mercan­
Este patético melodrama de cruel realidad, es resultado cía, esa entidad visible y física, y no tienen sueños románti­
de la destructora pasión paternal. El padre Goriot, al aban cos. Así, Bazarov niega los valores ideológicos de sus padres.
donarse a la satisfacción de su pasión posesiva no pudo Es un nihilista adusto, agresivo y como buen positivista, se
objetivarla ni trascenderla. No se entregó con pasión activa ¡i interesa por las Ciencias Naturales.
orientar, guiar y comprender lo que eran sus hijas ni ayudó El nihilismo fue la manifestación de una crisis de la
a formarlas para que pudieran seguir cada una su propio sociedad y, a la vez, significa la ruptura de lo que se creía
camino que les permitiría realizarse plenamente. unidad natural entre padres e hijos. La solución desvincula-
Hemos dicho que los padres aman a los hijos con pa dora del nihilismo es el repudio a la pasión dominante de los
sión absoluta y posesiva. La resistencia de los hijos a sci padres, una sublevación contra el mundo que ellos represen­
dominados crea el conflicto entre ambos. Padres e hijos 3 tan, contra su cultura, sus ideas, su ética. Los nihilistas bus­
caban un corte violento con los padres, nada más y nada
menos, pero esta ruptura asume una significación histórica:
2 Honorato de Balzac, Le pére Goriot. los hijos no quieren y ya no pueden representar la continui­
3 Iván Turgeniev. dad sin fisuras de sus padres y se entregan para encarnar la
244 TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR PATERNAL 245

idealidad abstracta, meramente negativa de una nueva socie­ ciende jamás. Los hijos dominan, y estos padres vuelven al
dad, mercantil. Bazarov sólo acepta lo que le enseña la ex­ infantilismo de la caprichosa arbitrariedad, se enajenan y
periencia práctica y desdeña cuanto no puede comprobar, espejan en sus hijos que les sirven de paradigma, modelo de
verificar en la realidad. Pero más tarde, este empirismo bur­ libertad para satisfacer todas las pulsiones instintivas. La
gués del valor de uso tangible, trasmuta los productos en sociedad neocapitalista creó un conformismo acrítico al dar
valores de cambio ideales. Los nihilistas, espíritus positivis­ satisfacción a todos los deseos de los hijos, transformando la
tas y prácticos en un principio, se revelaron después débiles, pasión dominante y absorbente de los padres en sumisión
inconsistentes, frágiles. Bazarov, revolucionario decidido, irracional a los caprichos y fantasías de sus hijos a quienes
cae víctima de un amor platónico y no muere en una lucha imitan, buscando realizar también como ellos todos sus ape­
heroica contra el orden ideológico de sus padres, muere en titos. Padres e hijos viven sin conflictos y todos contentos
la cama de una vulgar infección. en la beata aceptación pacífica del orden establecido, basa­
La rebelión nihilista fue una protesta contra la socie­ do en una supuesta creencia que la bondad natural, el amor
dad feudal que encarnaban los padres. Pero no lucharon por instintivo entre padres e hijos crea el entendimiento entre
una verdadera sociedad burguesa y democrática. Su ideolo­ ellos. Así, por la antinomia inevitable de las pasiones, los
gía correspondió a una etapa de transición hacia una socie­ hijos se apoderan de la conciencia de los padres. Es la ven­
dad en que predominaría la vaga idealidad de los valores de ganza de los esclavos, típica de toda dominación.
cambio, sin llegar al dominio del capital. El nihilismo no El objetivo de los padres debe consistir en la sublima­
tuvo meta ni fines concretos, fue un movimiento de rebel­ ción de su amor paternal, anulando lo que tiene de posesivo
des individualistas confabulados contra otros individuos: sus y dominante, para entregarse a la noble tarea de coadyuvar
padres. De aquí provino su debilidad de carácter y la falla a la formación de sus hijos. Sólo al renunciar a esa unión de
de una ideología positiva. Ahora bien, sin estos nihilistas dependencia forzosa, que se creyó siempre natural, y por el
que tuvieron la audacia de repudiar a sus padres y romper
conocimiento realista que permite descubrir las virtudes y
todos los vínculos con el pasado que ellos representaban, no
carencias de los hijos, el amor paternal podrá ser una pasión
hubiera sido posible la revolución democrática de Febrero y
activa que busca formar un nuevo ser con olvido completo
la socialista de Octubre. Supieron los nihilistas quedarse so­
de sí mismo, de esa voluntad egoísta de reencarnarse en él.
los, desligados de la protección de sus padres que juzgaban
excesiva, asfixiante, destructora de la individualidad y de la
libertad. Turgeniev expresó en un poema, titulado “ La Vic
ja” , el terror del hijo ante la pasión dominante y tiránica do
su madre. El rechazo a la absorción e invasión de los padres
en el mundo de los hijos, desencadenó la reacción nihilista
de la juventud.
Los padres de hoy están dominados por una pasión
antípoda: el respeto a la espontaneidad, a la originalidad de
los hijos y terminan por someterse a ellos, causándoles los
mayores desequilibrios psíquicos y morales. Al no guiar y
orientar a los hijos en su camino vital, dejándoles obrar a sil
guisa y hasta ayudarlos a realizar lo que quieren, sea o no
bueno para ellos, la pasión paternal no se objetiviza ni tras
EL AMOR FILIAL 247

nua, el niño va conociendo el valor de su “ yo”, y queda


satisfecho cuando ha podido realizar operaciones con éxito.
La satisfacción nace del cumplimiento de las necesidades
más perentorias, pero el niño ya comprende que esos logros
XXII. EL AMOR FILIAL los ha conquistado con ayuda de sus padres. Por ello, “ el
valor de su ‘yo’ es el origen de la crisis de oposición” 1, que
Esta pasión nace del desamparo y desvalimiento del niño, de se manifiesta por una irritación o furia rabiosa contra sus
su estado natural de necesidad, que lo obliga a ir en procura padres al surgir el más mínimo contratiempo en la satisfac­
de protección, para poder satisfacer sus pulsiones instintivas ción de un deseo. Al establecer la comparación entre su
y deseos inmediatos. El padre y la madre son el eslabón que pequeño poder del que se ufana, y el inmenso poderío de
une al hijo con el mundo, los mediadores por excelencia que sus padres, nace la antipatía, como resultado de una apresu­
le permiten conectar con la realidad objetiva. A este respec­ rada autovaloración. En realidad se trata de una situación
to, lean Piaget señala la indiferenciación como una caracte­ dialéctica compleja, según Piaget, pues la hostilidad contra
rística de la primera etapa de la vida afectiva infantil, por­ sus padres deriva también del deseo de conquistar su afecto,
que el niño no puede distinguir el mundo de su propio yo. que hace coexistan simpatía y antipatía. El niño siente cari­
Más tarde aparece la neta separación entre su “ yo” y el Yo ño por sus padres y sabe que depende de ellos, pero quiere
de un otro que es el objeto de su afectividad. Lo que los que le concedan un valor activo, es decir, que comprendan
psicoanalistas llaman relaciones objétales consisten en que el que ya puede valerse por sí mismo. Pero los padres en gene­
niño descubre al padre o la madre como presencias seguras ral, temerosos e indecisos debido a la fragilidad del niño, no
que le proporcionan numerosas satisfacciones. Y dice muy le dejan realizar acciones plenamente autónomas y como
agudamente Piaget: “Naturalmente su afectividad se apega compensación le prodigan caricias excesivas, a veces empala­
rá a esos objetos permanentes localizables y fuentes de cau­ gosas e incómodas. No estiman al niño por su hacer, como
salidad exterior que pasan a ser las personas” . La mera pre­ él quiere, y siente compasión por su debilidad extrema. El
sencia de los padres inspira al hijo tranquilidad, porque son niño, al ver frustada esta ambición, mira a sus progenitores,
imágenes que ve todos los días, y aprende a identificar a los siempre más capaces que él, con respeto, lo que establece
padres por la repetición de unos rostros que son siempre los una distancia hostil. Esta potencia de los padres inspira la
mismos. En esta etapa, los padres son todavía meras presen obediencia, pero los niños obedecen rechistando y protes­
cias reconfortantes a las que no acude. tando siempre. Lo que se denomina “moral infantil” es el
El interés es el elemento afectivo más primitivo, poi acatamiento a ciertas órdenes que emanan de una voluntad
cuanto está ligado a la necesidad, y un objeto es interesante externa, coactiva que, al no provenir de sí mismo, de sus
en la medida que puede satisfacerla. Son generalmente los pulsiones y tendencias legítimas, es natural que el niño se
padres quienes ayudan al niño, dándole el objeto que quiere rebele contra la autoridad paterna.
o auxiliándole a mover los brazos para cogerlo. El niño La pasión filial está teñida de ambivalencias: ternura y
aprende así a conocer a sus padres como colaboradores de hostilidad; respeto y temor, pues el niño sabe que necesita
sus pulsiones instintivas. La simpatía nace de esta identifico vitalmente la superioridad del padre. De la unión de respeto
ción operativa en los actos cotidianos que realiza el niño, y temor se origina el sentimiento del deber. El bien es lo
Una persona será simpática si responde a lo que interesa al
niño, si le presta ayuda para desarrollar con éxito una activi
dad senso-motriz. Mediante esta acción permanente y conli 1 Karl Bühler.
246
TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR FILIAL 249
248

que el padre impone, es decir, un deseo ajeno que el niño culpabilidad arcaica y remota. ¿Culpa de los padres, porque
hace suyo. Sabe que la sumisión le conviene e interioriza la el amor excesivo niega el “yo” en formación del niño? ¿O
autoridad para convertirla en deber. El mismo se impone culpa de los hijos, que corresponden al amor paterno con
unas reglas de conducta y a cambio los padres lo alimentan, una necesitada sumisión que destruye la reciprocidad? Sea
lo visten, abrigan, amparan y protegen. ¿Hasta qué medida como fuere, el conflicto está planteado en términos de
tienen conciencia los niños de cuanto necesitan de sus pa­ amor y destrucción mutua. Si los padres aman con demasía
dres? Es total, porque comprenden que sus actos y volicio­ a sus hijos es para no preocuparse de ellos, no formarlos ni
nes están dictados por los padres. Por sus actos de obedien­ educarlos, abandonándolos a su propio destino. Y si los
cia llegan a identificarse y a querer ser como ellos, “ pa­ hijos reverencian a sus padres, es porque los necesitan, por
dres procesales” 2 y caen en la sumisión al Yo ideal, todopo­ conveniencia, por egoísmo instintivo y no por amor.
deroso que representan. La moral infantil es heterónoma, Creemos que la causa real de esta situación conflictiva
pues está basada en el acatamiento incondicional y sin dis­ se debe a que los padres olvidan que ellos también fueron
cusión a la autoridad paterna. Aunque a la vez sienten una hijos, mientras que los hijos están viviendo la memoria de
suave hostilidad escondida, esta queda soterrada por el te­ este olvido, es decir, que inconscientemente repiten en ellos
mor y la reverencia casi religiosa de que sólo es bueno lo el amor descuidado de sus padres, así como la autoridad que
impuesto por sus padres. En este sentido, el niño es un ejercían. Estos padres están todavía encendidos de rencores
jurídico formalista que se atiene al mero enunciado de la ley ocultos que se unen a recuerdos de admiración por un padre
y actúa conforme a lo mandado. Así se crea en el niño un que se desea imitar, ser como él. También en los hijos se
sentimiento de veneración por los padres que se convierten mezclan afectos antípodas, el resentimiento turbio de temor
en el modelo ideal, un arquetipo a imitar. respetuoso unido a un amor empañado de envidia. Este
En el trato cotidiano con sus amigos descubre el niño odio es ancestral, antiguo, procede de la infancia que creó la
la camaradería y la fraternidad, es decir, el afecto recíproco. necesidad permanente de los padres para desarrollarse y esta
Todos los juegos que practica nadie los impone, son fruto herida recoleta sangra, atormentada por la humillación que
de un acuerdo tácito y explícito. Su afectividad ha conquis­ quiere ocultar y no puede. Y el amor, es clarísimo deseó de
tado una nueva latitud: la cooperación, el vivir en común ser como el padre, de emularlo, pero también vencerlo y
con otros divirtiéndose, estudiando, trabajando. La expe­ demostrarle su superioridad. Es una envidia sana, cristalina
riencia de esta nueva unidad humana contribuye a despertar que busca la realización de su yo, a través de esa imagen
su conciencia a la necesidad de la amistad, esa valoración y ideal de perfección paterna. Tal es la situación dialéctica,
estima mutua que ya no buscará en los-padres. Esta diferen­ quizá inconsciente, que han vivido y aún viven padres e
cia es percibida agudamente por el adolescente que, enton­ hijos. No excluimos que estas desavenencias secretas y hon­
ces, comienza a rebelarse contra la autoridad paterna y ya dos desgarramientos filiales, puedan históricamente ser su­
no quiere recibir órdenes sin discutirlas o compartirlas. El perados, o resolverse por una concienciación, una coopera­
adolescente exige a los padres un amor basado en el respeto ción activa hacia un mismo fin entre padres e hijos. Demos­
mutuo, para poder entenderse y valorarse realmente. ¿Có­ tración de las infinitas posibilidades creativas de la persona­
mo llegar a este equilibrio armónico cuando subsiste entre lidad por la práctica del respeto mutuo, es la novela de
ellos una tensión afectiva ambivalente? Amor y odio consti Máximo Gorlci3. Invirtiendo los papeles de educador, es el
tuyen la pasión filial y se manifiesta en una conciencia de
3 La madre.
2 César Vallejo.
TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR FILIAL 251
250

hijo quien descubre a la madre su verdadero camino y le inconfesable. Así el amor filial intenso que tanto admira­
ayuda a seguirlo. Pero, de esta armonía consciente, estamos mos, esa paciente y humilde adoración por los padres, nace
todavía muy lejos. del rencor profundo que se alimenta contra ellos, y cuyo
La realidad actual que verificamos es un conflicto inso­ origen puede ser muy diverso: por haberse sentido depen­
luble, bien por exceso amoroso de los padres que ven a los dientes, necesitados; por envidia al poder de ellos; por celos
hijos siempre niños débiles, o por el amor reverencial, sumi­ de los éxitos de la madre; por rivalidad sexual con el padre
so de los hijos que despierta un rencor oscuro, inconfesado, que domina fácilmente su vida amorosa, mientras el hijo se
que sepultan en lo más interior de la conciencia. Sin embar­ debate en deseos narcisistas, tropezando con mil obstáculos
go, “ no lo olvidaron, quisieran olvidarlo como si hubiesen en su búsqueda del objeto sexual. La pasión filial, según
cometido un crimen, pues en algunos momentos, breves sin Freud, sufre una ambivalencia afectiva que crea la venera­
duda pero tremendos, desearon la muerte de un padre que ción exagerada y hasta delirante por el arquetipo paterno o
adoran y respetan” 45. El sentimiento de culpa por un asesi­ la solicitud excesiva de la madre, y la necesidad de ocultar
nato pensado y hasta representado, aunque sea un instante, una agresividad latente contra sus progenitores. Pero no se
no se borra fácilmente. Es necesario hundirlo en las cuevas trata de una pasión ambigüa, como supone Freud, sino de la
más lóbregas del alma, allí dondo toda imagen del recuerdo bipolarización dialéctica “ Amor, inseparable del odio” 7,
desaparece. Para eliminar al padre o inmortalizarlo muerto, que explica exactamente la realidad contradictoria de toda
se crea el inconsciente, lugar seguro en el que podemos pasión verdadera. Pese a que Freud sostiene que la tensión
confiar para depositar allí nuestros secretos más terribles. odio-amor se mitiga por un desplazamiento emotivo (el odio
Sin embargo, el deseo de muerte formulado contra la perso­ hacia un amor dramático y el amor hacia sentimientos agre­
na amada, sigue explicando Freud, es reemplazado por el sivos y violencias imaginarias), la pasión filial sufre del mis­
terror a verla morir, que lo retrotrae a su culpa, al remor­ mo amor odioso y odio amoroso que viven los amantes. El
dimiento de conciencia, al temor infantil por las reglas que error de Freud consiste en actualizar los deseos primitivos
ha violado y el castigo paterno que se le impondrá. de la infancia cuando, en realidad, se trata de tendencias,
La pasión filial es a veces más compleja, pues el amor proyecciones y tensiones hacia el futuro que fueron frustra­
intenso por los padres se equilibra por una antipatía secreta das. El hijo ama apasionadamente a sus padres, pero este
que se oculta con excesivas demostraciones de cariño. En amor tiene una finalidad, busca la comprensión, la acepta­
otros casos, la hostilidad misma crea una desmedida pasión, ción total de su ser por los padres, y que estos le ayuden a
un enmadramiento. “ La ternura exageradamente apasionad;! encontrar su vocación, su camino verdadero. Como esta co­
e inquieta que existe en las relaciones entre madre e hijos” 1 rrespondencia se revela problemática, cuando no imposible,
despierta una pasión filial que nace del odio y se convierte la respuesta inevitable es un odio secreto, un hondo rencor
en amor obsesivo, dominante, llegando a fetichizar, a con­ incontenible. Sin embargo, el hijo no renuncia a la esperan­
vertir en idea fija las figuras de sus padres por la “veneración za de ser comprendido, exactamente como un amante que
y divinización de que se les hace objeto” 6, sin duda para siempre espera la entrega de la persona amada.
compensar la falta de estimación que refleja una animosidad Frente a unos padres indiferentes, que no le demues­
tran cariño, el odio que experimenta el hijo puede convertir­
se en deseo de muerte, rompiendo la permanente ambivalen-
4 Sigmund Freud, Tótem y tabú.
5 Sigmund Freud.
6 Sigmund Freud. Iván Turgeniev, Humo.
EL AMOR FILIAL 253
252 TRATADO DE LAS PASIONES

cía de la pasión filial. También la veneración fetichista, ese Manuscritos económico-filosofíeos. Humanismo teórico que
espejismo de la pasión filial se descompone y cae hecha nos libra de la ofrenda permanente, del sacrificio en holo­
añicos a medida que el hijo se acerca a un conocimiento real causto a una perfección ideal “ ens realissimun” , ser Supre­
de la personalidad de sus padres. Freud explica esta decep­ mo que nos agobia y aplasta, impidiéndonos ser lo que so­
ción como originaria del sentimiento religioso. La necesidad mos: seres libres, con un yo que piensa y se hace a sí mismo
que siente la pasión filial de reverencia y adoración que, en sin la presión tiránica de los dioses o del padre real. La
el fondo, es esperanza egoísta de obtener del padre protec­ religiosidad de la pasión filial, que se eleva en busca de pro­
ción y cariño, se muda en amor a Dios, al que se concibe a tección y ternura, a la vez se prosterna, y el hijo se aniquila
imagen y semejanza del padre carnal. Es la operación de al renunciar a' ser por sí mismo, a su propia realidad de
sustitución típica, como resultado de un cambio evocativo. verdad. De aquí se explica que se pueda desear la muerte del
“ El Tótem sería la primera forma de sustitución del padre, padre, para poder alcanzar la libertad cartesiana, es decir, la
y Dios otra posterior y más desarrollada” 8. La pasión filial conciencia crítica, racional de sí mismo.
permanece intacta, sólo muda el objeto real en ideal. Es la El ateísmo, o sueño de asesinar al padre real o celestial,
sublimación del padre, al que se haya unido sin poder libe­ nace del fracaso de la pasión filial y de su realización impo­
rarse de su presencia. Pero al no ver satisfecho su deseo de sible. Los padres pueden ayudar a conseguir determinados
protección y cariño, en su ansiedad por ampararse, lo susti­ objetivos, pero nunca pueden sustituir a los hijos en la tarea
tuye por otro Padre que cree más poderoso y paternal. La personal e intransferible de vivir. Por ello, es inevitable esa
pasión filial convertida en pasión religiosa revela un estadio rebelión humanísima teórica del hijo contra el padre, des­
infantil de necesidad no superada y prueba que no se ha pués de adorarlo y divinizarlo como los griegos a sus dioses
llegado a la autonomía moral, a la autosuficiencia. Así, des­ o los hebreos a su Dios, que también fueron primero figuras
de el desamparo de su condición humana, Dimitri Karama- humanas. Pasada la adoración al padre se busca un Dios
zov siente la añoranza de Dios, mientras que Iván desea la lejano que corresponda a nuestros deseos humanos, es decir,
muerte de Dios para desubiimizar al padre real. el hombre real en el Padre ideal, una nueva dimensión o
Es curioso comprobar la coincidencia de las imágenes acercamiento religioso humanista. Lo que las religiones lla­
ideales de Dios con figuras humanas, que revelan la añoran­ man oír la voz de Dios o de los dioses, es sentir que hablan
za paternal. Sentir la necesidad de Dios es una forma explí­ como superhombres. La aproximación humana a Dios es
cita de retornar a la humanidad del Padre o a la presencia una tentación que vivimos en nuestra pasión filial, pues
deseada del Hijo, pues ya explicó Hegel que la encarnación humanizamos el ídolo paterno después de haberlo diviniza­
de Jesucristo es la muerte de Dios. Dimitri Karamazov sufre do. Es decir, volvemos a intentar atraerle, conquistarlo con
la presencia terrible del padre que vacía su existencia de ofrendas y generosidades para obtener a cambio amor y
toda humanidad y la muda en amargo desierto. Entonces, protección. Pero tanto el padre real como el celestial perma­
busca a Dios con rostro humano, a su padre divinizado o necen impasibles, hasta hostiles. Y ni siquiera ese odio que
humanizado. Este odio secreto y escondido es necesario pa­ finaliza en desear la muerte del padre, o sea, el ateísmo
ra independizarse, liberarse de la pasión filial sumisa y poder teórico, puede suprimir la ligazón, religación que une al
realizarse. Así, todos somos ateos, primera etapa del huma hombre con su padre, el Dios viviente. Esta unión persiste
nismo teórico, práctico y positivo que describe Marx en pero con distanciamiento, porque el padre real está en su
propio mundo y mantiene la distancia como expresión de
venganza contra sus criaturas separadas, a quienes no les
8 Sigmund Freud, Tótem y tabú. perdona su autonomía, que se hayan hecho libres e indepen-
254 TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR FILIAL 255

dientes. En el fondo, el padre aspira a reapropiarse sus hijos, voluntad como un Dios. El ateísmo no consiste en afirmar o
que sean manifestaciones de sí mismo. Por esta razón no negar la existencia de Dios, sino establecer su relación con el
accede a compartir el sufrimiento de la pasión filial. Sin hombre, ya que negar a Dios teóricamente es afirmarlo
embargo, el hijo no puede separarse del padre, porque su como Espíritu subjetivo en la interioridad. Así, se puede
ateísmo teórico, el deseo de muerte no logra jamás cometer amar al Padre sin nombrarle jamás, porque está en el hom­
el asesinato real del padre. A lo más que puede llegar es a bre mismo, pero como hijo suyo en formación lactante, co­
sustituir la imagen divinizada paterna por la sublimada, abs­ mo simple criatura. Es el hombre que al formarse a sí mis­
tracta del Espíritu, del Yo creador y hasta del moi profond, mo realiza a Dios, como resultado de su trabajo espiritual.
es d ecir, por una representación esquelética de la Tal es la concepción de La fenomenología del espíritu10.
paternidad. El hombre sólo se libera del sufrimiento de la Hegel puede descubrir a Dios en el hombre porque la
pasión filial por un Dios-Padre o abstracción sublimada, historia de Dios es la del pensamiento humano. Amarse uno
como Prometeo, reapropiándose del fuego esencial, es decir, mismo es tener a Dios dentro como posibilidad, no como
del poder de la divinidad por la realización paulatina, segura realidad. De esta forma, el hombre es el Espíritu objetivado,
y progresiva de su propia esencia humana. El asesinato del trascendente. La subjetividad del hombre, su pasión filial, se
padre es tan puramente teórico como el que insinúa Iván transforma en amor total, en realización objetiva del Espíri­
Karamazov a su hermanastro Smerdiakov, y que él mismo tu. De lo que puede deducirse que el hijo al amarse, ama al
no es capaz de cumplir. padre como su propia totalidad. Así, el ateísmo, odio al
El ateísmo es puramente teórico, “ mehr noch ein Abs- padre, se convierte en amor a su realidad absoluta, Dios
traktion ist” 9, que no se atreve a suprimir realmente a Dios- vivo, histórico. La Filosofía de la historia, de Hegel, culmina
Padre porque los hombres necesitan seguir adorándolo co­ en una divinización del Mundo o realización del hombre en
mo Idea de perfección suma, el Dueño universal de todo lo la Historia, es decir, en la reconciliación Padre e Hijo.
mejor. La muerte de Dios o asesinato del padre es un pro­ Con arreglo a la concepción de Feuerbach, el amor
yecto ideal que no se realiza nunca, pues el ateísmo es sólo filial es una pasión por la Bondad, el Bien que representa el
una filantropía filosófica, un amor ideal a la humanidad, padre. Es un amor objetivado que se basa en la esperanza de
una sustitución del amor a Dios. Por otra parte, el ateísmo recompensa y del que se espera una prodigalidad de dona­
al negar a Dios es la afirmación negativa del padre, pero no ciones. Para Feuerbach, Dios es una creación del amor del
es la solución de la realidad del hombre. Sólo por la encar­ hombre, su esencia misma idealizada y trascendida a un
nación del Hijo puede desaparecer Dios como Padre terrible Objeto. El hombre crea Dios a su imagen y semejanza por­
e inmenso, arbitrario y omnipotente, jefe de la tribu de que es la culminación de todas sus necesidades, aspiraciones,
Israel, dueño de ganado y de mujeres, Objeto supremo del sueños, que le es muy difícil y doloroso satisfacer, pues mu­
odio de los hijos. La aparición de Cristo significa la entrega, chas veces están más allá de sus posibilidades. Entonces bas­
el amor, la igualdad que suprimiría la distancia, la lejanía ta implorarle, rogarle para que conceda lo que soñamos o
entre padres e hijos. Pero el ateísmo, lleva al Hijo del Hom­ deseamos. Tal es el fondo humano, existencial del amor a
bre a amarse a sí mismo, a la soledad absoluta, al yoísmo, Dios, concebido y representado necesariamente como Padre
puro solipcismo del cristiano. Por consiguiente, si el hombre dispensador de gracias y dones, como persona o sujeto que
es libre y su yo el único amor, todo le está permitido, lo encarna. En otras palabras, Dios-Padre ama como el hom-
puede asesinar, robar, violar, satisfacer los caprichos de su

10
9 “es una Abstración más” . Karl Marx. G.W.F. Hegel.
256 TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR FILIAL 257

bre, pero divina y perfectamente porque su esencia es dona­ starets Zósimo reverencia el odio de Dimitri origen de su
ción, actividad incesante y gratuita de ofrendas, mientras el sufrimiento, pues sólo los que odian pueden amar, es decir,
hijo sólo se entrega para recibir. La diferencia se acentúa seguir el camino del dolor. Dimitri intentará matar a su
porque la divinidad del padre radica en que no espera nada padre muchas veces, sin Ilegal' a realizarlo, y razones no le
de los hijos, y éstos aman del padre sólo su poder de genero­ faltan. Es un viejo depravado, lujurioso, bufón miserable, vil
sidad infinita, que en ellos es parcial y limitada. farsante. “ ¿Por qué existirá un hombre como éste?”, se
Los lazos de esta religación se cortan cuando el hijo desespera Dimitri. “ ¿Le oyen ustedes, fraile, oyen al parri­
puede iniciar la creación de su ser, orgullosa y estoicamente cida? ”. Teodor Karamazov es el padre violento, celoso, que
solitario, y descubre que puede ser padre de su realidad todo lo quiere para sí. Expulsa a sus hijos de la casa y los
rehaciéndola, transformándola. Cuando aparece la acción despoja de sus bienes. Es el personaje omnipotente y terri­
como principio creador, desaparece la pasión filial, el some­ ble que describe Freud en Tótem y tabú.
timiento al Dios desconocido o al real y conocido: el padre, Hay muchas formas de odiar. Dimitri odia tan activa y
ese otro que es lo más prójimo. Marx llama “ humanismo sinceramente que quiere asesinar. “ ¿A quién matamos? ¡Al
práctico” a esta etapa donde el único padre o Dios es el viejo! , porque odio el rostro de padre, su nariz, sus ojos, su
hombre mismo como humanidad sentida, como totalidad impúdica sonrisa” , exclama Dimitri. irrumpe con violencia
viviente o sociedad real. Entonces, el padre queda atrás, en la habitación del padre, le golpea y le hace sangrar, pero
suprimido por olvidado o, mediante la transus tan dación de no va más allá. Sin embargo, el odio de íván es mucho más
que habla García Bacca, incorporado a los actos del hijo, a lógico y racional, lo odia porque es su creador. Ha sublima­
su corporeidad espiritual, formando parte intrínseca de su do al padre en Idea. Sufrirá igualmente como su hermano
realidad, sin representarlo ni alontanarlo como Objeto de su Dimitri, pero odia a su padre como a Dios, por su tiranía y
pasión filial que no puede satisfacer jamás. Pero si seguimos omnipotencia. También porque quiere ser él mismo y su
buscando el Padre que puede corresponder con amor a nues­ padre y Dios se oponen. Este odio es todavía más peligroso
tro amor, entramos en la desesperación pura kierkegaardia- que el de Dimitri. “ ¿Qué dice Iván? Casi le tengo más
na, ateísmo religioso que lleva la pasión filial más allá de la miedo que al otro. Sólo tú no me causas temor”, comenta el
imagen paterna, a la nada del ser, al vacío del Todo. viejo Karamazov con su otro hijo Aliosa. En efecto, el odio
En la pasión filial el odio es inseparable del amor. Tó­ de Iván es lúcido, pero secreto; el de Dimitri es impulsivo,
tem y tabú, de Freud, completa Los hermanos Karamazov, pero cristalino y es natural que se tema más la pasión refle­
de Dostoievski. El Tótem es el símbolo del amor y odio que xiva que la irreflexiva. El sufrimiento odio-amor de estos
coexisten en el desgarramiento. “El psicoanálisis nos ha re­ hermanos es semejante y diferente. Dimitri odia ciega y
velado que el animal totémico es una sustitución del padre” violentamente, pero respeta al padre, lo reverencia, mientras
Los hijos aman al padre apasionadamente porque quieren Iván se rebela precisamente contra su imagen. La pasión de
identificarse con él, pero “ odiaban al padre que tan violen Dimitri es el sufrimiento doloroso que adivina el starets
tamente se oponía a su necesidad de poderío y a sus exigen Zósimo, una agonía lenta, un paulatino hundimiento, una
cias sexuales” En consecuencia, su amor es siempre una autocrucifixión. La pasión de Iván es la soledad, la soberbia
pasión insatisfecha. Es lo que intuyó el patriarca Zósimo, orgullosa, la autosuficiencia. La leyenda que inventa el Gran
cuando se arrodilla ante Dimitri Karamazov, el hijo rebelde Inquisidor es bien demostrativa de su sufrimiento: íván odia
que odia a su padre. Todos se interrogan por las razones de a Dios-Padre y se siente Cristo, pero no se juzga necesario
esta incongruente y disparatada humillación ante una erial 11 porque el amor a los hombres es ineficaz, no sirve para
ra violenta y bárbara. Pero lo comprendemos al punto: el nada, por ello a Cristo le crucificarán muchas veces. “ A mi
258 TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR FILIAL 259
juicio, el amor de Cristo hacia los hombres es una especie de
milagro imposible sobre la tierra'’, dice el Gran Inquisidor. tado por su impulsividad, el asesinato de su padre, no justifi­
Estos hermanos sufrirán hasta aniquilarse: Dimitri se desga­ ca intelectualmente el parricidio. El ateísmo de Dimitri es
rra entre el amor a una mujer espiritual, soberbia, altanera y trascendental, sentimental, y el de Iván es teórico, filantró­
pico, abstracto.
otra primitiva, elemental, orgía y fiesta gitana del holocaus­
El otro hijo, Aliosa Karamazov, no odia ni ama a su
to, entregándose a la locura de la exaltación destructora.
padre. Es una criatura pasiva, bondadosa que es arrastrada
Iván llegará hasta el borde de consumar su teoría criminal.
por la pasión de sus hermanos y participa, sin quererlo, en la
Ambos son ateos porque odian a Dios-Padre, pero son cris­
conspiración de asesinar al padre. Es un ser apacible,
tianos porque sufren la pasión del sacrificio. Dominado por
sufriente por carecer de pasión activa, enérgica para alcanzar
la razón, Iván es un ateo teórico y justifica el asesinato de su sus objetivos.
padre, porque si Dios no existe todo está permitido. Iván ve
“ ¿Quién no ha deseado la muerte de su padre? ” . Esta
en Dios el Señor que impide la libertad del hombre-siervo, el
pregunta de Iván Karamazov en el juicio, es reveladora de la
Padre que se opone al Hijo, su enemigo. Entonces, si el
polaridad odio-amor. Se odia solamente a quien se ha ama­
Padre desaparece, él será libre, alcanzará la plena conciencia, do o se ama todavía profundamente, porque se ha llegado a
el Yo de Descartes que empieza a pensar con independencia
la más absoluta identificación, que puede operarse de dos
de Dios. Iván representa el rebelde moderno. Su drama con­
formas: apropiarse la imagen del padre, mitificándola al sub-
siste en que no puede librarse de la imagen de Dios-Padre ni jetivarla, o bien trascenderla, objetivándola como presencia
tampoco se atreve a destruirla. Le atormenta la idea, el odiosa. “ Odia a lo que has amado, ama a lo que has odia­
proyecto de vivir la libertad sin Dios, pero le duele su yo do” , dijo en la conversación de Clovis, el primer Rey cristia­
solitario, teme el desamparo sin protector o Gran Inquisi­ no de los francos. El que odia lo que amó reniega de sí
dor, que es otro velador de la miseria de los hombres y de mismo, como el anticomunista más furibundo odia el anti­
sus errores. Piensa que es necesario un Dios encarnado, visi­ guo comunista que está dentro de él, intenta borrarlo, supri­
ble, que ame a los hombres: Cristo, pero también es impo­ mirlo. También el hijo desea la muerte del padre, porque
tente y no puede hacer nada. El sufrimiento de Iván es quiere arrancar de cuajo su semejanza con él. No olvidemos
conciencia de la soledad inerme. “ Todo está permitido” sig­ que en la novela se dice que Iván es un fiel reflejo de su
nifica que la libertad es un tormento, una desesperación padre.
permanente, porque permite hacer cuanto se quiere, pero Todo ser humano que odia amando o ama odiando
encierra el peligro de disolverse en el torbellino de las pa­ está desdoblado. El crítico Bitsilli afirma que todas las nove­
siones. Y si Dios existe, no soy libre, no soy nada. Vive las de Dostoievski giran alrededor del doble que llevan dentro
desgarrado entre la posibilidad de ser todo, es decir, Padre sus personajes. Esta contradicción responde a la dualidad
que todo le está permitido, o ser hijo, siervo obediente. que constituye el Yo y el Otro. Así el hijo quiere convertir­
Llegar a ser hombre con una conciencia libre y racional de se en el padre de su padre, suprimirle, reduciéndole a su
sus propios fines y no saber cómo realizarlos, convierte a mínimo tamaño para privarle de su amenazadora y terrible
Iván en un desesperado de la esperanza. potencia. También puede amarle odiosamente, y entonces le
Dimitri, por el contrario, es un ateo religioso, odia y sirve de guía en sus pasos vacilantes, es un refugio para él, y,
ama, porque venera en el padre la fuerza externa capaz de al convertirse en su Protector, repite la historia al revés.
frenarle. Busca su salvación final en el amor a la madre que “ ¡Todos han muerto a su padre y fingen horror en este
es la pasividad contemplativa, la oración de quietud, que instante! ” , exclama Iván cuando le están juzgando. Sí, to­
diría Santa Teresa. Capaz de cometer en la práctica, arreba­ dos sin exclusión, le han deseado fa muerte para poder exis-
260 TRATADO DE LAS PASIONES EL AMOR FILIAL 261

tir, ser ellos mismos reales, de verdad. Lo que implica la violenta, irrumpa en la habitación y mate al padre. Aunque
ruptura con el Otro que llevamos dentro, con nuestro ori­ en realidad lo mata Smerdiakov, éste es la encarnación ma­
gen. Pero el problema está en que no siempre se puede terial de los ideales de Iván, el doble perfecto de su odio.
matar el ser que somos y entonces seguimos siendo lo que
éramos, criaturas en trance de formación. Por ello, el odio
contra el padre manifiesta el deseo arcaico, ancestral de
liberación de sí, de libertad total. “Nadie puede negarnos el
derecho de desear” , reclama Iván Karamazov. Pero el deseo
en sí mismo no es un acto, y aün cuando se acusa de ser
culpable, como no pudo matar a su padre se queda con él
dentro, con su imagen obsesiva, es decir, con su pasión filial
dramática.
Hemos dicho que se puede objetivar al padre como
presencia odiosa. Smerdiakov, el hijo natural, es el verdade­
ro asesino. Ha tomado para sí la frase de Iván “ si Dios no
existe, todo está permitido” . Por consiguiente puede matar
y mata. Es la “ razón vil” que describieron Adorno y Hork-
heimer, calculadora, instrumental, el fin justifica los medios,
que pervierte a todos y cambia a los seres en cosas. De esta
pasión es víctima Smerdiakov, criatura ambiciosa, codiciosa
que no amaba ni odiaba a su padre. Le asesinó racional y
fríamente con un objetivo: robarle y vengarse de los malos
tratos recibidos. También la pasión de Iván es racional, ase­
sina en idea, en proyecto a Dios. Es la razón enemiga de
toda teología, que se afirma a sí misma negándose. Este es
el drama de Iván y de todos los que como él sufren pasiones
racionales o son apasionados racionales. Como no pueden
realizar lo que conciben, su sueño, viven la razón como
pasión destructora, como afirmación de una negación de-sí,
como tormento de la conciencia. La razón los centra en sí
mismos, los hace conscientes, y la conciencia vive de sus
continuas negaciones, mejor dicho, esta razón-pasión es l;i
verdadera negación de la negación, to r ello, no es como
pensaba Feuerbach de la teología, que Dios se esconde tras
la filosofía, el Padre mitificado en el Hijo, sino el hombre
real, el hombre racional, como pensaba Marx, que es a la ve/
el de la pasión concreta, objetiva. Iván es también Smerdia
kov, un razonador frío, egoísta que se marcha de casa, espi­
rando que su hermano Dimitri, arrastrado por su pasión
EL ODIO 263

ra y única virtud es odiarse a sí mismo” , en el sentido de


evitar la autoglorificación que suele endurecernos eri un or­
gullo desmedido, soberbia encastillada que hace despreciar a
los otros seres al compararlos con los valores de nuestro Yo.
XXIII. EL ODIO Debemos, pues, odiar, para poder amar. Claro que el menos­
Si “ el Amor Dios es” , como decían los místicos castellanos, el precio por sí propio puede volvernos taciturnos, sombríos, o
odio es una pasión propia del hombre, de su realidad sensi­ hundirnos en la bajeza y cometer actos viles para justificar
ble corpórea. “ Yo entiendo por odio solamente el odio ha­ el odio que nos profesamos. Pero este odio es siempre pasi­
cia los hombres” 1 vo, es una manifestación del temor que se tiene a la muerte,
a la propia descomposición y nos odiamos al no poder evitar­
, El odio es la contrariedad que se experimenta al sentir­
se opuesto a otra persona y se manifiesta por un estado de la. El odio que podemos sentir contra el ser que somos no
hostilidad permanente frente a ella. Puede ser verbal y se es una acción contra uno mismo. Nos contradecimos, lucha­
mos íntimamente, pero no nos oponemos objetiva y real­
expresa en la controversia, pudiendo llegar hasta la disputa.
Este sentirse contra otro también puede manifestarse calla­ mente. Por el contrario, el odio es una pasión activa que­
mante, destructora y arde en nuestro interior como una
damente, con espectativas aviesas de contrincantes dispues­
llama que sólo se apaga destruyendo al otro, mi enemigo
tos a la lucha. Voluntariamente vivimos oponiéndonos unos
con el que voy a contender.
a otros como seres antitéticos, y al sentirnos antagónicos
En la novela de Kafka4 , los empleados, los policías, los
descubrimos siempre adversarios que nos obligan a enfren­
tarnos a otra hostilidad que vemos reflejada en sus gestos, jueces son todos “ otros” anónimos, personajes invisibles de
miradas o palabras. De estas contraposiciones y choques un Otro que no tiene rostro, emanaciones del odio que
está llena nuestra existencia cotidiana. Pero no sólo lleva­ persigue a Joseph K. Parecería que lo odian naturalmente,
sin aparente razón, y es que ¿es irracional el odio? No, sabe­
mos la contraria a lo que otros dicen o hacen, también la
-contradicción, “ die reine widerspruch” es una relación del mos siempre porque odiamos y somos responsables, cons­
cientes de nuestros odios. Muchas veces parecen tan inmoti­
hombre consigo en la que se siente opuesto al ser que es.
“ Soy contra lo que digo y por la palabra testimonio el ser vados que se dice tontamente “ qué odios absurdos” , pero,
que soy” 12, pero también soy lo que no digo o estoy en en realidad, odiamos porque presentimos un peligro. “ La
desacuerdo con mis palabras, es decir, me contradigo. haine incite l’áme á vouloir étre separée des objets qui se
¿Quiere esto decir que sentimos odio por nosotros mismos? present á elle comme nuisibles” 5. Kafka explica que el odio
nace del pavor al padre, imagen todopoderosa o trascenden­
En la raíz más íntima del ser habita la posibilidad del
cia de lo divino que anatemizaba con terribles amenazas:
odio. Nos odiamos cuando se experimenta desprecio por
“ te destrozaré como a un pez” 6. Sentía que su padre era lo
nuestra mísera realidad individual. Tolstoi describe el odio3
radicalmente Otro, y esta otredad, esta extrañeza la mani­
que se despierta contra sí mismo, al analizarse su personaje
fiesta en muchos párrafos: “ Años más tarde, aún me perse­
con crueldad implacable. También Pascal dice: “la verdade­
guía la visión torturadora de ese hombre gigantesco, mi pa­
dre...” . “ Recuerdo, por ejemplo, cuando nos desnudábamos
1 Spinoza.
, 4 El proceso.
2 Martin Heidegger.
5 René Descartes.
3 La muerte de Iván Hich, 6 Carta al padre.
262
264 TRATADO DE LAS PASIONES EL ODIO 265

en una caseta de baño. Yo flaco, débil y angosto; tú fuerte, odio entre los hombres. El odio es más humano que el
grande y ancho...” “ A todo esto correspondía luego tu su­ amor, porque refleja la realidad que somos y la dependencia
premacía espiritual” . Convencido de la omnipotencia pater­ de nuestra condición humana, por ello es un saber o con­
nal, prosigue describiendo su lucha contra ella: “ Subdividí ciencia del sufrimiento. También es más fuerte que el
el mundo en tres partes: una, en la cual vivía yo, el esclavo, amor, porque somos más sensiblemente afectados por el mal
bajo leyes que sólo habían sido inventadas para mí (...) un que por el bien. De nuestras discrepancias surgen las con­
segundo mundo, infinitamente lejos del mío, en el cual vi­ tiendas entre los hombres y pueden llegar hasta el odio.
vías tú, ocupado en gobernar (...) finalmente, un tercer mun­ Pero es una pasión pasiva cuando simplemente nos encarni­
do, en el cual vivía el resto de la gente feliz y sin órdenes ni zamos en acentuar nuestras diferencias: el apasionado odia
obediencia” . Toda esta lucha contra el miedo a la presencia al quieto; el triste, al alegre; la misma tristeza rechaza la
invisible del padre en todos los actos de su vida, desemboca pasividad irritante y voluptuosa de la melancolía; el razona­
en un odio, tensión desesperada que reflejan los personajes dor, al irreflexivo; el disparatado, al calculador; el vehemente,
de sus obras El Castillo y El Proceso. Este odio impotente al impasible. Estas diferencias de temperamentos cultivadas
demuestra también la incapacidad de Kafka para unirse y activamente crean odios pasivos e inertes en los que pode­
comprender la subjetividad real del otro como yo próximo, mos quedar encerrados, sin destruirnos.
pues solamente podría dejar de odiar al padre incorporándo­ El odio activo es consustancial a la atomización de la
lo, haciéndolo hijo suyo. sociedad burguesa, en ella “ nos universaux nous separent,
El odio procedería de nuestra debilidad constitutiva, ils fournissent l’occasión permanent des masacres particulié-
como una manifestación de flaqueza, cobardía, inferioridad. res” 8. Estamos divididos porque la propiedad privada ha
Por el contrario, pensamos que el odio es una reacción-ac­ despertado la sed de apropiación que enciende la rivalidad y
ción de nuestro organismo necesaria para luchar contra el recíproca competencia. Esta lucha permanente de indivi­
mal, el adversario. Es la conciencia luminosa de sentir al duos en búsqueda de los mismos bienes, crea la hostilidad
otro como potencia que puede dañarnos. Así, odiamos para mutua y es origen de todos los desastres entre los hombres.
luchar contra todo lo malo, contra el dolor universal, contra El odio no se crea solamente por las diferencias de tempera­
el dolor mismo que es el mal supremo para nuestros cuer­ mentos o intereses, pues nuestras relaciones con los otros,
pos. En este sentido, el odio es la salvación contra el enemi­ en general, son de por sí dramáticas, conflictivas. Nace el
go potencial y salvaguardia de nuestra integridad física y odio cuando sufrimos la dependencia de quienes nos man­
espiritual. Sin odio, no podríamos garantizar la continuidad dan y dirigen. La subordinación a la jerarquía provoca ten­
de nuestro ser, por ello es vital y necesario para vivir. siones odiosas: “ Suena Jefe, repercute subordinado” 9. Este
La génesis de esta pasión, como bien intuyó Spinoza, odio burocrático suele ser callado, humilde, secreto y no se
es la variedad de los afectos que experimentan los hombres. manifiesta con disputas desgarradoras. Odian silenciosamen­
Cada individuo reacciona según su temperamento o el hu­ te como los personajes de Chejov, pero también pueden
mor de su bilis, que diría Descartes, a los estímulos y actos sublevarse llenos de justo odio, como los de Gorki, por que
procedentes del mundo exterior “ En tanto que los hombres el yo no tolera la servidumbre como realidad contundente.
están dominados por las afecciones que son pasiones, pue­ Si es natural que se responda con odio por un daño sufrido,
den ser diferentes en la naturaleza y contrarios los unos a
los otros” 7. La diversidad de caracteres y apetitos, crea el
8 Jean-Paul Sartre. Prólogo a Le traite, de André Gorz.
7 Spinoza. César Vallejo, Poesías completas.
266 TRATADO DE LAS PASIONES EL ODIO 267

no parece lógico que se odie a la persona que hace un favor. nato necesita justificarlo en su conciencia, comprender el
Este odio se explica como una reacción defensiva frente a la por qué de su acto futuro. Sin esta dimensión interior no
situación de humillada dependencia al otro, a quien se que­ puede decidirse a ejecutar el crimen. Pero la conciencia re­
da más obligado que nunca por el favor recibido. El recono­ flexiva de Raskolnikov debilita su voluntad de poder y men­
cimiento de este hecho descubre la realidad de una servi­ gua su decisión. De aquí la contradicción de su odio: quiere
dumbre permanente que puede despertar en el favorecido matar, pero duda, vacila ante la acción.
un odio intenso que, a primera vista, parece incomprensible. Nietzsche concibió el superhombre con una capacidad
Sin embargo, hasta en lo más profundo del odio, mismo de inmensa de odio contra los seres débiles, inferiores, resenti­
la exacerbación del individualismo egotista y diferenciador, dos y dice: “ Los nuevos valores tienen que imponerse por la
asoma una reciprocidad de intereses, una correspondencia violencia. Va a recaer sobre nosotros la empresa de gobernar
que crea una sutil maraña de lazos invisibles, de acuerdos la Tierra” n . Señaló claramente que la misión de los fuertes es
impenetrables entre los hombres lanzados a la conquista de aniquilar a los débiles. Los nobles, hombres de elevado naci­
unos bienes que se van a disputar. Este amor auroral, revela­ miento, son completos -sigue explicando-, desbordan de
dor de la natural unidad humanales destruido por los odios vitalidad y son felices por activos, enérgicos, mientras que
individuales que nos separan y enredan en batallas incruen­ los oprimidos, los impotentes, se consumen en la inercia y la
tas, pero dejan heridas abiertas que pueden no restañar nun­ pasividad. La paradoja consiste en que estos poderosos guías
ca. Sin embargo, esta combatividad del odio por más agresi­ tienen que pensárselo mucho, porque no hay acción posible
va que sea y amargue muchas veces, es afectiva porque se sin conciencia previa. Y también los oprimidos, los explota­
asienta en una identidad fundamental de la que derivan las dos, los resentidos son fuertes, porque se afirman a sí mis­
discrepancias individuales. mo con las revoluciones que, como la Revolución francesa,
El odio verdadero, el esencial es una pasión destruc­ les permite hacer triunfar sus ideales igualitarios; es decir, el
tora, es el deseo violento y obsesivo de aniquilar a otro ser, sufrimiento de la opresión desencadena la acción más deci­
de hacerlo desaparecer de la faz de la tierra. En este sentido, dida: la rebelión de los sumisos y explotados. Pues bien, si
es una pasión activa, el asesinato en potencia, una idea que estos seres pasivos son capaces de acciones violentas, la ver­
ocupa íntegramente. Raskolnikov10 elabora minuciosamente dad es lo contrario de lo que afirma Nietzsche: la conciencia
en su intimidad el proyecto de matar a la vieja usurera. En de los poderosos debilita, paraliza, y son los débiles, por su
este caso, el odio es una pasión racionalizadora. Se siente un capacidad de acción, los activos y enérgicos, los que real­
hombre superior, un intelectual que está por encima de la mente desbordan vitalidad. Napoleón es un pelele de las
humanidad vulgar, porque él es una conciencia y los otros fuerzas oscuras, innominadas de la Historia, como bien ex­
son inferiores en su inconsciencia. Se ve superhombre, un plicó Tolstoi. Es el héroe que cumple el destino que la
Bonaparte, con una extraordinaria voluntad de poder y pue­ Revolución le impuso, y su heroicidad consistió en una obe­
de permitirse todo: asaltar, robar, asesinar. Esta prodigiosa diencia ciega, pasiva al proceso de las leyes revolucionarias.
novela revela los mecanismos secretos del odio y su contra­ Por el contrario, Nietzsche ve en Napoleón, “ síntesis de lo
dicción. ¿Odia realmente Raskolnikov? Aparentemente só­ inhumano y de lo superhumano” , el héroe que debe odiar y
lo desprecia a la vieja, y en su mente la reduce a la mínima su tarea consiste en ejercer su voluntad de poder, extermi­
existencia, a la pura inferioridad. Pero para cometer el asesi­ nando a los esclavos, a los inferiores, a los impotentes. Pero

11
10 Crimen y castigo. Fedor Dostoievski. Así habló Zaratrusta.
268 TRATADO DE LAS PASIONES EL ODIO 269

no sospechó Nietzsche, o tan solo intuyó, que la conciencia parecerá el odio. Esto será posible suprimiendo la propiedad
más refinada y debilitadora puede coexistir con la voluntad privada, que es la que realmente origina y multiplica las
de poder, es decir, la negación con la afirmación de sí mis- diferencias individuales engendradoras de odios. Cuando los
•mo. Raskolnikov, cometido el crimen, cree que acaba de hombres se unan entre ellos para fines comunes y desaparez­
cumplir la tarea del héroe, demostrar que es como Napoleón ca el antagonismo individualista y rival, podrán olvidar sus
Bonaparte, un ser todopoderoso que puede matar a otro odios y reposar en armonía.
que considera mera alimaña. Pero luego, aparece el remordi­ El odio es pasión de pasiones porque está implicito en
miento, el retorcerse sobre sí misma la conciencia. La filo­ todas ellas: “ invidia, Irriso, Contemtus, Ira, Vindicta e reli-
sofía de Nietzsche explica así el crimen de Raskolnikov: “El qui aíectus qui ad Odium referentur vel ex eodem oriun-
castigo tiene la virtud de despertar en el culpable el senti­ tur ’1213 Pero de todas ellas es la envidia que más lo nutre y
miento de culpa” . La represión de los instintos es causa de acrecienta, “ es la pasión más violenta y atroz, pues más
la interiorización del hombre, y se manifiesta en el remordi­ pronto se aplaca el odio nacido de una gran injuria o afrenta
miento, esa debilidad o enfermedad que es el desdoblamien­ que el de la envidia” , señala Luis Vives En efecto, co­
to por obra de una intensa reflexión. El hombre sumergido mienza Caín por envidiar a su hermano Abel y acaba asesi­
en sí mismo, pierde la voluntad activa y se recluye en su nándolo por odio. Los celos de Yago destilan odio contra el
monasterio íntimo, se olvida del mundo exterior. Pero la generoso y espléndido Otelo, cuyos éxitos con las mujeres
verdad es todo lo contrario, pues la interiorización reflexiva envidia. En los dramas de Calderón el amor es más odioso
es acción misma, y la actividad de los nobles es sólo práctica que amoroso y los celos un odio pérfido sin el menor asomo
teórica. El dualismo de Nietzsche, la oposición que estable­ de ternura. Creer que la criatura amada engaña, suscita un
ce entre interioridad y exterioridad, nobleza y vileza, acción odio devorador, intenso, infernal que puede concentrarse en
y reacción es totalmente falso.; Raskolnikov se entrega y ella o desplazarse contra el rival que intenta arrebatársela.
confiesa para liberarse de la pesadumbre de su conciencia. La avaricia está también llena de odio contra los que quie­
Luego este odio es un fracaso porque se destruye a sí mis­ ren disputar al avaro su tesoro. Aunque el odio nace de la
mo, y no al que quiere aniquilar. Claro está que Raskolni­ avaricia, no la origina. La avaricia es un afán de posesión,
kov no es un criminal vulgar. El desdoblamiento de su con­ pero al vivir en una sociedad competitiva donde todos de­
ciencia le llevó a creer que era un superhombre y podía sean o envidian lo que otros poseen, nace la rivalidad y por
cometer un crimen. tanto el odio. De otra parte el avaro es ambicioso, desea
Desear ser ejemplar único y excepcional de la especie hacer suyo todo lo ajeno y profesa un intenso odio a los que
humana, es otra forma de odiar. En este sentido, Sartre poseen lo que él no tiene. La codicia del personaje de Ghel-
afirma que la pasión del odio tiende a su absoluto: el asesi­ derode14 sueña con poseer todo el oro del mundo y es feliz,
nato de todos los otros, acabar con ellos para quedar tran­ no odia, pero cuando teme que otros vengan a disputárselo o
quilo y sin odios. Pero es un proyecto imposible de cumplir robarlo, estalla el odio con violencia. Tampoco el avaro sien­
porque, si podemos eliminar a todos nuestros enemigos, te odio cuando disfruta con tranquilidad de sus cajas con
vuelven a reaparecer en otras figuras y otros actos, pues del
solo hecho que ese otro no soy yo, estalla el conflicto y 12 c
nace el odio. Seguiremos odiando mientras no se cree, sobre “Envidia, venganza, celos, orgullo, avaricia y el amor mismo,
la base de este odio alienador, un nosotros que nos unifique. cuanto más apasionado, está lleno de odio o nace de él”. Spinoza.
Cuando comprendamos y aceptemos que el otro no es mi 13 Tratado del alma.
enemigo, sino necesario para nuestra realización plena, desa­ 14 Magia roja.
270 TRATADO DE LAS PASIONES EL ODIO 271

monedas, como Harpagón. Pero como al mismo tiempo des­ nistas y rivales. “ El orgulloso odia sobre todo a los que son
confía que pueden robarle, sobre todo de la codicia de sus objeto de alabanzas por sus virtudes” 16. También la sober­
hijos, germina secretamente el odio en su corazón y cuando bia es la expresión más concentrada de odio por los demás,
el peligro que teme se concreta, el odio sale a la luz y se debido a la ostentosa opresión tiránica que ejerce el desdén
manifiesta desaforadamente. La ambición es noble estimu­ del soberbio sobre cuantos le rodean. El soberbio es un
lante, quizá sea la pasión que nos eleva por encima de nues­ dictador potencial que aspira a someter los seres al imperati­
tra condición pasiva y sufriente, hasta llevarnos a realizar las vo de su voluntad. Exige una sumisa y abyecta obediencia,
empresas más audaces y las hazañas más grandiosas. Sin por odio apriorístico contra todos los hombres. La burla,
embargo, cuando otro ambicioso se interpone en su camino, esa despiadada crítica ejercida contra las flaquezas, errores o
el odio aparece con inusitada violencia destructora. Estos torpezas ajenas, revela el odio intenso que siente el soberbio
ambiciosos realizarán las mayores vilezas e injusticias contra para salvaguardar su impuesta superioridad, y se ceba en la
los que se oponen a la consecución de sus propósitos. Tam­ más leve inferioridad que ve en otros, para destruirlos sin
bién la envidia en el transcurso de su evolución llega al odio. compasión. La burla es más demoledora que la ironía, pues
Joaquín Monegro15 se llena de odio al ver reiterados los éxi­ ésta siempre respeta los valores reales de la persona.
tos de Abel, porque su envidia celosa quiere emularlo, llegar Sobre el odio en el amor, ya hemos explicado cómo se
a ser como él. Claro está que al envidiar ya se comienza a originan recíprocamente. En todo amor palpita el odio, al
odiar, porque constituimos al otro en enemigo potencial o no poder lograr la posesión total del ser amado, a quien se
adversario posible. La rivalidad engendra odio o al revés, el acaba odiando. También aunque la entrega sea inmediata,
odio naciente aumenta con la competencia gradual de los no se deja de odiar, pues siempre se ambiciona una unión
contendientes. cada vez mayor, más completa. Esta ambición infinita de
Hay otras pasiones como la venganza, el orgullo, la amor crea odio. El mero hecho de la diversidad de tempera­
soberbia, el amor que el odio despierta por una ofensa o mentos de los amantes no es solamente causa de odios futu­
daño recibido. Este odio es inmediato, irreflexivo y quiere ros, sino que es germen de odio dentro del amor. Es bien
destruir al ofensor. La venganza proviene de un mal sufrido sabido que los extremos se atraen y el amor o el odio pue­
que no podemos olvidar. Para Nietzsche la memoria de la den nacer de las diferencias profundas de los seres. El amor
ofensa demuestra la debilidad de una estructura psíquica, más apasionado puede surgir del odio entre seres que nó
que es origen del resentimiento. Pero el que sufre, es natural tienen ninguna afinidad, que no son próximos ni se entien­
que odie a quien le ha hecho sufrir. Por odio que crea el mal den y al pertenecer a mundos distintos ya se odiaban. Pero
inferido se cometen los más atroces actos de venganza. también, aún existiendo una afinidad de gustos e identidad
El orgullo, pasión de la autosuficiencia, crea un odio de pareceres, el amor se transforma en odio al descubrir sus
oscuro en el orgulloso contra todos los otros hombres a diferencias, pues entre dos seres no existe ni puede crearse
quienes considera potenciales enemigos. Nadie nace orgullo­ una unidad sin fisuras. El odio es la desgarradura, la división
so, se va haciendo como resultado de una elevada valoración interna del amor.
de sí mismo basada en la ínfima estima que siente por los Así como el dolor es lo negativo en sí mismo, el odio
demás. Este juicio negativo es la expresión de un odio, quizá descubre las fronteras del Yo, es la negación lógica sentida
inconsciente, que le hace intuir en los otros seres sus antago­ vitalmente. Es la furia que experimentamos por las propias

16
15 Miguel de Unamuno, Abel Sánchez. Spinoza.
272 TRATADO DE LAS PASIONES EL ODIO 273

limitaciones. El odio nace, pues, como una rebelión contra El odio como acción nos salva del odio como pasión.
nuestras carencias y necesitada realidad, porque no nos re­ Mejor dicho, al unlversalizarlo y proyectarlo objetivamente
signamos a sufrir pasivamente el dolor de ser como somos. en la realidad, destruye el odio individual. Este odio trascen­
El odio es el principio mefistofélico de la negatividad que, dido es el principio de la negatividad en la Historia. No
por obra y gracia de las propias limitaciones, aparece en el olvidemos que la negatividad tiene su origen y se provecta
mundo como una pasión trascendente. Vivir es una tarea en el mundo como resultado de la autonegación del hom­
ardua, problemática y el hombre se niega y afirma para bre. Er hat zwar die negation, also das alte vernichtende
existir, al descubrir su insuficiencia repetida. Es dolor de Nichts, gánzlich zwischen Thesis und Synthesis einges-
ser, “und sie ist eine Scherank in seinem Gefühl bes- pannt” 18. De modo que el Espíritu, que siempre niega, no
timmt” 17. El ímpetu o furia interior que empuja al hombre puede realmente dar un paso sin servir al progreso, a la
a rebasar y superar estos límites, es un odio, llama que nace creación de lo bueno y lo mejor. El odio es así una pasión
del profundo fuego de la soledad limitada. El odio es raíz y positiva que destruye la injusticia afianzada en el mundo, la
motor de la Historia, la secreta causa de las transformacio­ realidad corrompida, el mal en sí mismo. El odio es la pro­
nes del mundo, pues destruye todo lo caduco e inválido. Si ductiva muerte de 1a. existencia presente, pues al destruir lo
es subjetivo en su origen, se objetiva y universaliza como antiguo aparece lo nuevo y mejor. Pero el odio no se limita
potencia dinámica, ante la inmovilidad y petrificación del a destruir, es un movimiento incansable en búsqueda del
movimiento histórico. ¿Cómo se opera esta mutación de pa­ Bien, de la Bondad, de la Belleza, de la Idea y del Ideal. Así
sión subjetiva en pasión objetiva? como la rebelión contra la propia negatividad es el origen y
Sabemos que los hombres viven desgarrados por la afir­ motor del odio, su finalidad es la búsqueda de un mundo
mación negativa de sí mismos, dualidad de la que parece no ideal. Por esta razón, aniquila todo lo malo para realizar el
pueden salir, pues toda afirmación siempre está precedida y bien inexistente, desconocido todavía por los hombres. “ Lo
seguida de una negación. ¿Cómo unir esta dualidad? Por la mejor que un niño puede hacer es romper todos sus jugue­
impulsividad creciente del odio que, al no detenerse jamás tes 19 El poder negativo del odio es necesario, útil para
en la pasividad negativa, resuelve la tensión dialéctica entre terminar de destruir lo putrefacto que pervive aún como una
necesidad e impulso. Paradójicamente, el odio es la negación lenta agonía.
positiva del hombre, porque odiando con ímpetu violento Ahora bien, el odio como mera negación es inútil e
rechaza la negación íntima que le hace padecer y se afirma inservible, puro vacío. “ Las Furias y tantas otras alegorías
sólidamente. El odio es así la negación de nuestra negación, posteriores de carácter similar son ciertamente poderes, pe­
la afirmación defensiva del ser mismo, de su existir, y salva­ ro sin independencia y solidez afirmativas” 20. El odio puede .
guardia de la destrucción que lleva consigo. Pero, el hombre ser simplemente destructivo, como el fascismo que lleva a la
no puede quedarse en la inacción de limitarse a odiar, pues guerra, a la demolición de todos los valores, sin crear nada.
un odio pasivo hace sufrir más y crea resentimiento, es de­ Hay, pues,, una negatividad negativa en la Historia: el odio
cir, odio llagado, doloroso que se goza en sus propias heri­ estéril e infecundo. “ Sin duda, Mefistófeles por sí mismo
das, las toca para que no cierren y mantenerlas abiertas. No,
debemos odiar activamente, trascendiendo el odio subjetivo, 1 8 44

individual en pasión y afán destructor del mal existente. La negación, es decir, el antiguo No destructor, está tendida
entre Tesis y Síntesis” . Ernst Bloch.
19 G.W.F. Hegel, Enciclopedia.
17 “Es una frontera en su propio sentir” . G.W.F. Hegel. 20 G.W.F. Hegel.
274 TRATADO DE LAS PASIONES EL ODIO 275

—digamos Mefistófeles sin Fausto que le utiliza como estí­ comodidad al mundo existente. Entonces, es necesario
mulo y vehículo— no cuenta para la dialéctica” 21. Sin em­ aprender a odiar, descubrir el valor negativo de esta pasión
bargo, debemos diferenciar a Mefistófeles de Satán y del para gritar No a la injusticia, al crimen, a la explotación, a la
satanismo. El primero siente una pasión reflexiva, un odio tristeza roedora de la resignación. Debemos odiar totalmen­
concienzudo, una sabiduría, porque si Fausto vendió su al­ te, pronunciarnos contra esto y aquello, como exigía Una­
ma a Mefistófeles, este cayó bajo su dominio. Ya demostró muno, sustituir las armas de la crítica racional por la crítica
Unamuno como Sancho Panza se aquijotó y Don Quijote se de la razón crítica, es decir, sublevarse racionalmente pero
hizo sanchopancesco. Por el contrario, Satán es el pobre con pasión. Sólo así reinsertaremos la negatividad en la His­
diablo que se rebela contra el poder de Dios por envidia, toria, haciéndola subjetiva y personal. Protestaremos porque
como señaló Byron, para sustituirlo en su imperio celeste. estamos consumidos por ese abrumo de necesidades innece­
El odio mefistófelico es sutil, insinuante, calculador, frío e sarias; por la vacía satisfacción del sexo ya liberado de su
implacable, lúcido, mientras el odio de Satán es ciego, nega­ deseo acuciante; contra la quietud amodorradora del bienes­
tivo, fascista, es odio estúpido por amor al odio, es decir, tar físico y metafísico; nos alzaremos contra un Dios escon­
una encrucijada, un abismo sin salida. “ Lo meramente nega­ dido que no se manifiesta visiblemente ni se encarna.
tivo es siempre pobre y superficial en sí” 22. Por ello hay Las pasiones no destruyen al hombre ni la servidumbre
odios que no tienen solución ni sentido último. Son perfec- a ellas es causa de catástrofes individuales, como pensaban
, ta y absolutamente estériles como los odios de individuo a los clásicos de la filosofía. La verdadera finalidad de las
individuo. Tampoco a Fausto, la sabiduría y el afán de in­ pasiones es aniquilar la realidad presente para lograr su
vestigar, podemos comprenderlo sin el negativo Mefistófe­ transformación futura. Es, pues, de modo racional y por
les, satánico instrumento que utiliza Fausto para llegar al razones explícitas que odiamos la miseria humana que ame­
conocimiento último de la totalidad del Mundo. Necesita el naza con el fin del hombre. Este odio es creado por una paz
odio para llegar al amor, es decir, fundirse con la rica y idílica embaucadora, un sexo libre, pero entristecedor, un
hermosa verdad terrestre. “ El frío y diabólico Fausto” , lo amor que crea soledades, la perfección idéntica de la coti­
define Hegel, odia siempre y no sacia jamás su afán de cono­ dianidad, la desigualdad injusta y dolorosa. Digamos No a
cimiento, penetrando en las zonas más oscuras y tenebrosas esta realidad que nos destruye lentamente, para afirmar un
de la realidad mundanal. La inquietud de Fausto por saber Sí lleno de odio esperanzados
es tan desgarradora como el odio Ígneo que le anima a no Odiamos el cálculo hierático de la razón instrumental
contentarse jamás con la verdad conocida, y Mefistófeles le burguesa, por concentrar en una minoría la riqueza del
susurra al oído “ ensimísmate en la negación, principio de la mundo y así asegurarse el poder, para recabar lo contrario:
acción” . renuncia a la propiedad individual y distribución de la rique­
Cuando no sabemos lo que queremos ni tenemos con­ za en beneficio de todos los hombres. Odiamos para oír el
ciencia de la trascendencia de la Historia, del más allá de canto, soñado en nuestra sangre, de la utopía,
toda presencia y de la realidad de la utopía, reverenciando
Vendrá en siete bandejas la abundancia.
todo lo que existe sin protestar siquiera con meláncolicas
Todo el mundo será de oro súbito 23.
quejumbres, no odiamos y nos conformamos por inercia o
Por esta negación de la posesión individual, se afirma la
21 Ernst Bloch.
23
22 G.W.F. Hegel. César Vallejo, P o e s ía s C o m p le ta s .
276 TRATADO DE LAS PASIONES EL ODIO 277

propiedad universal, colectiva. Los concentradores de rique­ odiar el voluntario desconocimiento y la ignorancia recípro­
za, valor encarnado en el oro material, perderán sus falsas ca, afirmamos que por el tacto escuchan los que no oyen y
ilusiones de dominio sobre otros hombres. “ Y el oro, fabu­ descubre para los que no ven la verdad secreta de los aman­
loso mendigo de vuestra propia secreción de sangre, el oro tes. Odiaremos a los ignorantes que no quieren saber y a los
mismo será entonces de oro” 24. Quiere decirse que la finali­ que creen saber todo, para desenmascarar la ignorancia de
dad del oro será servir a todos los hombres, brillando con los sabiondos. Igualmente nuestro odio se cebará en las ha­
aura bizantina, como encarnación de la idea platónica o das, el azar arbitrario que siega una vida juvenil llena de
Kyros Kristos, al unir con lazos dorados a los dispersos, a promesas, la probabilidad calculada que asesina. Odiaremos
los solitarios. Y los que sufren, extrayendo con penoso es­ hasta matar la misma muerte, y “ sólo la muerte morirá” 29,
fuerzo el oro oscuro sepultado en las entrañas de la tierra, es decir, enterraremos lo que ha fenecido y está acabado
sin ver jamás lucir el Sol, brillará con todo esplendor para históricamente. Diremos Sí a lo que está vivo, aunque no lo
ellos mismos, los verdaderos creadores de esta riqueza áurea. veamos porque está oculto. Afirmaremos una vida que se
También cuando vemos a los enamorados riñendo hasta el renueva eternamente y se sucede a sí misma sin muertes
exterminio, aislados en sus pasiones subjetivas sin poder desgarradoras. Y hasta mataremos, con nuestro trabajo en
crear la unión amorosa, odiaremos el amor que destruye. común el mismo mundo que hemos creado con tantos afa­
Para ello será necesario el No rotundo al amor posesivo, y nes, para poder vivir todos unidos.
frente a esta realidad tristísima oponer un Sí a la entrega El odio es anticipador de un mundo nuevo que vamos
desinteresada, a la fraternidad universal, a esa camaradería creando al luchar contra una realidad destructora, pero toda­
del corazón y la razón. “ Se amarán todos los hombres y vía presente. Y no podemos limitarnos a odiar con manse­
comerán tomados de las puntas de nuestros pañuelos tris­ dumbre, es preciso odiar con ganas, voluntariamente, con
tes” 25. Es necesario destruir por el odio los falsos amores, arriesgado empeño, pero sin precipitarnos en aventuras irra­
para poder “ amar aunque sea a traición, a tu enemigo” 26. Y cionales. Tenemos que odiar activamente, con violencia me­
también odiaremos la ceguera cósmica que obnubila e impi­ tódica, calor doctrinal para aniquilar este mundo y crear
de comprender los valores positivos de los hombres, su altu­ otro mejor. Odiaremos, dominando el arrebato de la pasión
ra estelar. Diremos Sí a los invidentes que perciben lo que hirsuta, sosegando las palpitaciones acuciantes del odio para
son en realidad los otros y “verán ya de regreso, los cie­ poder alcanzar con nuestras manos los paraisos soñados, la
gos” 27. Sin oír ni decir palabra, extáticos, asombrados, “y promesa de Edad de Oro. Mediante la reflexión, el odio
palpitando escucharán los sordos” 28. Tampoco tocamos adquiere una eficacia demoledora, una realización positiva,
nunca las fibras secretas, porque es más fácil no saber uno es aliento, esperanza. Esta negatividad tiene que apoyarse en
del otro ni querer alumbrar el mutuo misterio, y nos acopla­ la pasión negativa de la crítica. Pero no se puede caer en la
mos en la noche ciegamente para calmar la tensión desespe­ negación por doquier, ese juicio implacable que destruye la
rada de la libido que nos lanza al abismo corporal. Pero al certidumbre en la realidad incuestionable de lo positivo que
ha llegado a ser y el hecho que está siendo, aunque no la
veamos florecer plenamente. En consecuencia, no es la ra­
24 Ib ídem. zón pura que puede sustituir el odio, sino la pasión racional
25 Ib ídem. del odio mismo que afirma, encauza verdaderamente su
26 Ib ídem.
27 Ib ídem. 29
Ib ídem.
28 Ib ídem
278 TRATADO DE LAS PASIONES

violencia subversiva, revolucionaria, y es, como todas las pa­


siones, también útilísimo, teológico.

XXIV. EPILOGO

De los análisis llevados a cabo en este libro se deduce una


concepción monista, unitaria de las pasiones individuales.
La codicia, la envidia, los celos, el orgullo, la humildad, la
ambición, la venganza, la avaricia, el trabajo, la pereza, el
amor y hasta el odio, son manifestaciones diversas del deseo
de ser y de realizarnos. Todas ellas están unidas por esta
afección básica que tiene su origen en el cuerpo. Aunque las
pasiones en su origen son únicas y dominantes, porque su
raíz es el apetito codicioso y posesivo, en su actividad prác­
tica se enlazan y proyectan hacia una finalidad que las tras­
ciende. De otra forma, las pasiones se quedarían en meros
conatos, tentativas de querer hacer, impulsos que no se con­
sumarían. En este sentido, el deseo sería impotente porque
en sí mismo es sólo posibilidad, una forma a priori de lo que
necesita para satisfacerse. Las pasiones se hacen conscientes
de sus deseos en la praxis creadora de nuevos impulsos, de
nuevos fines, y son la fuente de energía personal. Por ejem­
plo la codicia, pasión que las origina y totaliza, constituye
un estímulo necesario para el despliegue del celo, del dina­
mismo, es decir, del movimiento que precede a todo acto
vital.
Sobre las pasiones se han desarrollado dos tesis opues­
tas en la historia de la Filosofía: una, que intenta destruir
las pasiones, como la religiosa; y otra que trata de libertar
las pasiones racionalizándolas, tarea que lleva a cabo el ma­
terialismo moderno. Uno de los primeros en liberar las pa­
siones fue Diderot cuando dice: “ Sin ellas no hay nada
sublime en las costumbres, en las obras literarias, en las
creaciones artísticas, pues la virtud se convierte en minu­
cia” . Y aconseja que vivamos las pasiones, que nos entregue­
mos a ellas sin temor a perdernos en sus remolinos, ya que
siempre nos. llevarán a buen puerto, es decir al cumplimien­
to personal.
279
280 TRATADO DE LAS PASIONES

La vida es una pasión que nos consume en su ígnea y


profunda llama, pues a través de ella se exteriorizan las
pasiones útiles constitutivas del hombre y necesarias para su
realización. Podríamos definir la pasión como vida en el
Tiempo, o sea, su desarrollo paulatino en distintas etapas INDICE
para constituir una historia individual. De esta forma, el
hombre podrá comprender que su propia vida es una pasión,
el espíritu objetivado de su subjetividad, para poder recoger I. Crítica de la pasión pura ................................... 9
lo que Ernst Bloch llama “ la cosecha final” . Aunque en el II. Historia del concepto de pasión pura . . . . 17
transcurso de su existencia le subyuguen pasiones opuestas, III. De la pasión a las p a s io n e s ....................................25
hasta el extremo de hacerle perder el equilibrio, siempre la IV. La pasión como alien ació n ................................... 30
vida unifica esta heterogeneidad. V. La pasión y la im aginación....................................34
VI. Pasión racional y razón apasionada.......................37
VII. Génesis de las p a s i o n e s ........................................42
VIII. Clasificación de las p a s i o n e s ............................... 53
IX. La c o d i c i a ............................................................. 63
X. La e n v i d i a ............................................................. 72
XI. Los c e lo s..................................................................87
XII. El o r g u l l o ............................................................100
XIII. La h u m ild a d -........................................... .... . 110
XIV. La ambición ............................................................ 118
XV. La v e n g a n z a ........................................................ 142
XVI. La a v a ric ia ............................................................158
XVII. El trabajo................................................................ 174
XVIII. La pereza................................................................ 195
XIX. El d e s e o ................................................................206
XX. El amor p asional...................................................231
XXI. El amor p a te rn a l...................................................240
XXII. El amor filial........................................................... 246
XXIII. El o d i o ................................................................262
XXIV. E p í l o g o ................................................................279

281
OBRAS PUBLICADAS EN LA SECCION DE FILOSOFIA
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Afobagnano, N., y Visalberghi, A.: Historia de la pedagogía.
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Este libro se terminó de imprimir el día Bayer, R.: Historia de la estética.
14 de febrero de 1986 en los talleres Berlín., L: Conceptos y categorías. Ensayos filosóficos.
de Offset Marvi, Leiria núm. 72, 09440 Bloch, E.: Sujeto-Objeto. El pensamiento de Hegel.
México, D.F. Se tiraron 5 000 ejemplares. Cassirer, E.: Esencia y efecto del concepto de símbolo.
Cassirer, E„: El problema del conocimiento en la filosofía y en
la ciencia modernas (I). El renacer del problema del conoci­
miento. El descubrimiento del concepto de la naturaleza.
Los fundamentos del idealismo.
Cassirer, E.: El problema del conocimiento en la filosofía y en
la ciencia modernas (II). Desarrollo y culminación del racio­
nalismo. El problema del conocimiento en el sistema del
empirismo. De Newton a Kant. La filosofía crítica.
Cassirer, E.: El problema del conocimiento en la filosofía y en
la ciencia modernas (III). Los sistemas postkantianos^
Cassirer, E.: El problema del conocimiento en la filosofía y en
la ciencia modernas (IV). De la muerte de Hegel a nuestros
días.
Cassirer, E.: Filosofía de las formas simbólicas (I). El lenguaje.
Cassirer, E.: Filosofía de las formas simbólicas (II). El pensa­
miento mítico.
Cassirer,^E.: Filosofía de las formas simbólicas (III). Fenome­
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Cassirer, E.: Filosofía de la ilustración.
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Collingwood, R.G.: Idea de la historia.
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Crosson, F.J., y Saire, K.M.: Filosofía y cibernética.
Bilthey, W.: Introducción a las ciencias del espíritu (I).
Dilthey, W.: Hombre y mundo en los siglos XVI y XVII (II).
Dilthey, W„: De Leibniz a Goethe (III).
Dilthey, W.: Vida y poesía (IV).
Dilthey, W.: Hegel y el idealismo (V).
Bilthey, W.: Psicología y teoría del conocimiento (VI).
Dilthey, W.: El mundo histórico (VII).
Bilthey, W.: Teoría de la concepción del mundo (VIII).
Bilthey, W,: Literatura y fantasía (IX).
Bilthey, W.: Historia de la filosofía (X).
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Gómez Robledo, A.: Platón. Los seis grandes temas de su filo­ Pitcher, G.: Berkeley.
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Locke, J.: Ensayo sobre el entendimiento humano. Bachelard, G.: El agua y los sueños. Ensayo sobre la imaginación
López Morillas, J.: El krausismo español. de la materia.
Magee, B.: Los hombres detrás de las ideas. Algunos cuadros Bachelard, G.: El aire y los sueños. Ensayo sobre la imaginación
de la filosofía contemporánea. del movimiento
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Varios autores: Los presocráticos. Antología.
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Religiones cambiantes en un mundo cambiante.
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Yates, F.A: La filosofía oculta en la época isabelina.
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000002
«■■■■■■■i
La pasión ha sido puesta por la filo so fía y la re li­
gión en el origen del dram a hum ano. Para los e s­
to ico s, por ejem plo, está en la base del desastre
!■■■ m oral. El cristia n ism o la contem pla com o la raíz
del pecado. M as la pasión es tam bién el cim iento
de la acción humana y entendida de form a no abs­
tra c ta se co nvierte en hechos, se tra n sfo rm a en
pasiones. Los griegos afirm aban que los dioses
ciegan a los que quieren perder. ¿Y qué son los
dioses sino pasiones? En este libro, Carlos Gur-
m éndez, autor tam bién de una Teoría de los se n ­
tim ie n to s (FCE, 1981), nos lleva a desentrañar la
esencia y el sentido de las pasiones, tales com o
la codicia, la envidia, los celos, la hum ildad, la am ­
bición, la venganza, el trabajo, el deseo, el am or,
etcétera, pues, com o dice José Bergamín, " c a ­
da pasión tiene su dialéctica p ro p ia ".
El análisis de esta dialéctica c o n s titu y e uno de
los tem as clásicos de la filo so fía universal, con
virtiéndose así en una pasión del con o cim ie n to .
Esta apasionada reflexión que c o n s titu y e la pre
sente obra no duda en valerse de la historia y la
literatura, actos hum anos por excelencia, para ha­
cer nacer los conceptos que com ponen un a u té n ­
tic o tra ta d o sobre las pasiones.

Diseño de la portada: Carlos Haces

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