La microhistoria es por esencia una práctica historiográfica. El método, de hecho, se interes
ante todo y sobre todo por los procedimientos concretos detallados que constituyen la obra del historiador. En la discusión de la conformación de la microhistoria se entiende que no hay en ello nada, especialmente raro, pues las décadas de los setenta y ochenta fueron casi de manera universal años de crisis para la creencia optimista predominante según la cual el mundo se transformaría con rapidez y de forma radical de acuerdo con una orientación revolucionaria. Bajo esta concepción se critica lo construido por la idea del progreso constante a través de una serie uniforme y predecible de etapas, usando de sustento las generalidades aplicadas a los agentes sociales. En la microhistoria esto se afronta desde la fracción de hipotéticas respuestas que insiste en redefinir conceptos y analizar en profundidad las herramientas y métodos existentes. Se basan en las raíces del marxismo y de orientación política de izquierda. Que no aceptan la historia como una actividad puramente retórica y estética. Se plantea entonces definir los límites de la libertad garantizada al individuo por los intersticios y contradicciones existentes en los sistemas normativos que lo rigen. En esto se presenta el impulso de refutar el relativismo, el irracionalismo y la reducción de la obra del historiador a una actividad retórica que interpreta los textos y acontecimientos. Surge el problema de encontrar una manera de reconocer los límites del conocimiento y la razón al tiempo en que se construye la historiografía. Se propone la reducción de la escala de observación, en un análisis microscópico y en un estudio intensivo del material documental, lo complejo de esto se apega a la descripción de estructuras sociales de gran complejidad (modernas) sin perder de vista la escala del espacio social. En tanto, la escala funciona como objeto de análisis que sirve para medir los distintos aspectos del campo de las relaciones, pero con el problema de mezclar escalas en distintas organizaciones sociales empíricas. Existe la necesidad de estudiar historia en una escala pequeña pero obligatoriamente debe estar conectado con una región mayor, en una escala más amplia. El deber del historiador es estudiar los orígenes de las ideas que conforman nuestras vidas, no escribir novelas. El principio unificador de la investigación microhistórica es la creencia de que la observación microscópica revelará factores anteriormente no observados. Existe la posibilidad de que fenómenos considerados suficientemente descritos y entendidos, se revisten de significados completamente nuevos al alterar la escala de observación. De aquí surge la idea de imponer una teoría a modo de ley, que a su vez, son susceptibles de interpretación al insertarse en un contexto. En unión a los antropólogos, quienes emiten obras imaginativas en las que dotes del autor se miden por su capacidad para ponernos en contacto con las vidas de personas extrañas y fijar sucesos o discursos sociales de manera que se puedan entender, a manos del intérprete, cuya interpretación complica el desarrollo teórico de las ideas, cuyo fin es realizar descripciones densas, no generalizar. Se busca crear una estructura teórica capaz de continuar produciendo interpretaciones defendibles a medida que los fenómenos sociales aparecen a la vista. Adoptando ideas de otros estudios correlacionados y se refinan al aplicarse a problemas interpretativos nuevos. Entonces, la única importancia de la teoría general es, por tanto, la de formar parte de la construcción de un repertorio material densamente descrito y en continua expansión que resultará inteligible al ser contextualizado y servirá para ampliar el universo del discurso humano. Con el apoyo de la antropología interpretativa, se busca entender la racionalidad de la acción humana, pues para formar nuestras mentes debemos saber qué sentimos de las cosas; para saber qué sentimos de las cosas necesitamos las imágenes públicas del sentimiento. Por lo tanto, la función propia del pensamiento en cuanto clasificador hermenéutico, consiste en permitir que los otros sigan siendo otros (antihegeliano, de Heidegger). En el entendimiento, desde el punto de vista biológico, las personas poseen inteligencias sustancialmente iguales, pero para su funcionamiento la inteligencia depende por completo de los recursos culturales. Entonces se entiende a la cultura como la capacidad para el pensamiento simbólico, forma parte de la misma naturaleza humana. (teniendo en cuenta que la inteligencia funciona en la búsqueda de información, con los materiales comunes a los miembros de una determinada cultura, en la constante necesidad de estímulos afectivos e intelectuales, subordinados al control cultural que los organiza en un orden con sentido e inteligible. Formado de manera colectiva). Se defiende la función del relativismo cultural para la destrucción del etnocentrismo, evitando la jerarquía de creencias y formas de conducta ordenadas según diferentes niveles de racionalidad. La microhistoria a diferencia de la antropología interpretativa, intenta definir signos y símbolos para medirlos por referencia a la multiplicidad de representaciones sociales que generan. Se diferencian los símbolos en su multiplicidad fragmentado, dependiendo de su contexto de condiciones sociales. Al no especificar y describir, se subyugan a los conceptos establecidos y generalizados, y la descripción es corta y no va más allá del umbral mismo de la historia social. Problema de la comunicación con el historiador. Dejar atrás las regularidades y buscar una manera en que la relación de los hechos, el funcionamiento de los aspectos de la sociedad, no se vean distorsionados por estas leyes, que se pierden en la vuelta al relato. También deben avisar las limitaciones documentales, las técnicas de convencimientos y las construcciones interpretativas, de manera explícita. El enfoque microhistórico aborda el problema de cómo acceder al conocimiento del pasado mediante diversos indicios, signos y síntomas, para proceder a identificar su significado a luz de su contexto específico. Centrándose en el contexto para explicar la conducta social. El modelo durkheimiano, aplica la contextualización para vincular los conceptos generales, como un elemento funcionalista (dar función en un ambiente mayor al objeto estudiado). El contexto está dictado por el lenguaje y las hablas disponibles y utilizadas por un grupo particular en una situación concreta. La contextualización presupone la posibilidad de comparar estructuras formalizadas y explícitas. También por la clasificación basada en similitudes indirectas por medio de la analogía. Revel define la microhistoria como el intento de estudiar lo social como conjunto de intertelaciones cambiantes existente entre cambiantes existentes entre configuraciones en constante adaptación. Una respuesta a las limitaciones obvias de ciertas interpretaciones de la historia social que en su búsqueda de la regularidad dan preeminencia a indicadores excesivamente simples. Con esto se apunta el problema de los historiadores es conseguir expresar la complejidad de la realidad.