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ARTÍSTICA NIETZSCHEANA
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En adelante nos referimos al Mercado Libertad por su nombre más reconocido, San Juan
de Dios. Para ello se hará mención con las siglas: MSJD
día a miles de personas, tanto tapatías como turistas. En el espacio tiene un aspecto, pues,
descuidado. Hay en el lugar desperdicios, manchas en los suelos, suciedad en las paredes y
techos, poco higiene en las zonas de alimentos y hay, en una palabra, impureza.
Luego, las ópticas y los sentidos de ver al MSJD son variados. Pero en lo que se sigue
no nos interesa más que una perspectiva, la estética. ¿Pero acaso no parece improbable un
análisis estético del MSJD? Ya Friedrich Nietzsche (2007) reclamaba en el Ensayo de
autocrítica (1886):
Piénsese que para quien esté familiarizado con un arte con fuertes vínculos culturales la
relación es ridícula, y mayor aún si tal sujeto ha vivido toda su vida en Guadalajara. Para esta
persona el MSJD sería acaso un mercado más en la ciudad. Empero, esta exposición advierte
que algo se ha hallado para intentar hacer la relación de un mercado con un análisis de arte.
Para ello, en primer lugar, se necesitaría partir como alguien que se maravilla de hasta lo más
banal, por desconocido, lejos de cualquier pretensión epistemológica. Se necesitaría partir
desde la visión extranjera, como es el caso del autor de estas palabras, quien resultó tener una
singular experiencia estética el primer día que llegó a Guadalajara, en noviembre de 2017,
después de conocer el MSJD. Una de las primeras cosas que hizo, pues, aquel día que llegó,
fue ir al MSJD por recomendación de otros turistas. Y es que, entre los extranjeros de
Guadalajara, el nombre de MSJD tiene una particular relevancia al momento de pedir
referencias para conocer en la ciudad. Sirvámonos pues de la figura del extranjero o forastero
para comprender que cualquier fenómeno tiene un sentido estético más allá de su función
corriente. El motivo es porque este personaje, el extranjero, al llegar a un lugar se maravilla,
le haya sentido y belleza a todo, pese a que posiblemente en el lugar o la cosa tenga como
último fin ser bello. Esos ojos del extranjero, además, se complementa y funde con la figura
del artista, ya que al partir de esta ejemplificación se vislumbra a las cosas de distinta manera,
puesto que el artista y el extranjero tienen una mirada limpia logrando ver en las cosas
comunes y habituales un fundamento estético.
Ahora bien, volvamos al soporte teórico. Como ya se afirmaba, para este estudio no se
pretende basar en una teoría estética para la cual la consideración de arte sea únicamente para
la manifestación creativa de un sujeto, es decir, para sus obras. Pese a que estemos
acostumbrados a entender por arte a una concepción que viene regularmente de una clase
social refinada, que tiene a las obras en galerías, en museos, que se manifieste en conciertos,
y donde el problema del «buen gusto» sea elemento esencial para su determinación, se habrá
de dejar de lado para poder proceder al objetivo antes presentado: fundamentar a MSJD desde
una perspectiva estética. Luego, sirviéndose esta temeraria tarea de un una teoría estética que
entiende por arte algo más allá de lo convencional, hallamos la estética de Friedrich Nietzsche
como óptica reconciliadora de arte y existencia humana en un más amplio sentido de la
palabra. En la voz de Nietzsche encontramos que «[…] sólo como fenómeno estético están
la existencia y el mundo eternamente justificados» (2004: 52). Y si en tal sentido el mundo
se fundamenta artísticamente, todos los recintos de este lo harán consecutivamente. Por ello
se cree que la justificación estética del MSJD no es una tarea imposible.
Siguiendo la concepción del filósofo alemán, Friedrich Nietzsche, la vida por naturaleza
es dolorosa y sin compasión. La función del arte es por tanto transfigurar la vida como algo
placentero, «La realidad de la vida y de la existencia es insoportable, no se puede afirmar, es
necesario que el arte la idealice, que nos la presente como algo bello y al mismo tiempo como
estímulo para poder seguir viviendo» (De Santiago, 2000: 254). En la originalidad de la vida
hay, por otro lado, un constante devenir que crea y destruye sin detenimiento alguno, que se
mueve con la energía de lo que Nietzsche entiende como «voluntad de poder». El mundo y
la existencia adquieren su valoración estética hasta que pasa por los ojos del sujeto. Mas no
cualquier sujeto, sino el artista (en nuestro caso, también del extranjero). Es este protagonista
quien a un mundo doloroso lo cubre con sus ilusiones, lo representa como bello, para intentar
cubrir su severidad. Así, «El mundo es ambas cosas al mismo tiempo; como núcleo la
voluntad única y terrible, como representación el mundo derramado de la representación, del
éxtasis» (Nietzsche, 2004: 56). Nietzsche verá en los dioses griegos Apolo y Dionisos la
representación de este estilo de perspectiva artístico:
con el nombre “apolíneo” se designa el quedarse extasiado ante un mundo inventado y
soñado, ante el mundo de la bella apariencia, en tanto que liberación del devenir; con el
nombre de Dioniso es bautizado, por otra parte, el devenir concebido de un modo activo,
sentido subjetivamente, como voluptuosidad furibunda del creador que al mismo tiempo
conoce la ira del destructor […] (Nietzsche, 2004: 71-72).
Apolo y Dionisos serán, con todo, dos dimensiones que se complementan: Apolo es
quien transforma la dolorosa vida a su forma artística; Dionisos es quien incita a vivir el arte
como una dimensión existencial, quien suscita a vivir la vida como representación artística.
En cambio, Nietzsche contrapone esta visión con la perspectiva clásica filosófica: la
socrática; pues Sócrates es quien concibe la realidad con la belleza en un sentido moral, mas
deja de lado a Dionisos, con quien es posible vivirla en su máximo esplendor. De ahí que,
como ejemplo, nosotros también dejemos por un lado la visión moral del MSJD y nos
adherimos a la teoría estética Nietzsche, quien afirma: «Yo mismo llamé a toda esta manera
de pensar “la filosofía de Dioniso”: una meditación que reconoce en la creación y
transformación tanto del hombre como de las cosas el placer supremo de la existencia»
(Nietzsche, 2004: 68).
No obstante, existen también zonas agradables a la vista, que dan una atractiva
bienvenida, como lo son los colores de los puestos de flores, cubriendo parte de unos de los
primeros pasillos; o vitrinas que resguardan centenares de figuras de alebrijes, a los cuales el
extranjero se detiene sin vacilo alguno. Así, se encuentra además con dulces regionales,
carteras, bolsas y bastos artículos que aunque estén acomodados sin aparente orden, en su
totalidad brindan un paisaje que se torna colorido, que atrae a su contemplación.
Luego, en el caminar por los pasillos de este primer piso, de los cuales muchos se ven
mugrientos, y viendo los techos tétricos, con tuberías doquier, se esconde cerca de la parte
trasera un espacio abierto al cielo, que devuelve luz a lo que por momentos se tornaba
desesperante. Ahí se encuentran puestos con toda variedad de pieles trabajadas de manera
finamente artesanal, desde calzados hasta chamarras, los cuales acumulan un olor a cuerdo
de animal que, para algunos, es en suma agradable.
Segundo piso
Y si se pasa rápidamente por el área de puestos de alimentos, la combinación de olores es en
absoluto agradable. Hay allí suciedad. Hay basura acumulada y pisos con charcos sucios. Las
personas comen instintivamente sin preocuparse en ser educados; en cambio, se llega al punto
donde comen y hablan al mismo tiempo, saliendo el medio-estrujado alimento disparado al
mismo lugar donde fue cocinado. Y, en una palabra, hay impureza en el mercado.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando el extranjero entra a este lugar? Queda estupefacto. Y
no es que el extranjero ignore por completo esa fealdad originaria, sino que la transfigura en
algo bello por el hecho de ser algo ajeno, pues es placentero estar ante cosas que no se ven
cotidianamente. Y es que, si intentásemos explicar esa reacción, podemos servirnos de que,
a consideración de Nietzsche, se puede identificar dos dimensiones estéticas: lo apolíneo y
lo dionisíaco: «con el nombre “apolíneo” se designa el quedarse extasiado ante un mundo
inventado y soñado, ante el mundo de la bella apariencia, en tanto que liberación del devenir;
con el nombre de Dioniso es bautizado, por otra parte, el devenir concebido de un modo
activo, sentido subjetivamente […]» (Nietzsche, 2004: 71- 72). Con ello se nota que en el
mercado de SJD algo hay de apolíneo y dionisíaco. Es así que, pese a que en su origen el
mercado esté despreocupado por cualquier intención de belleza, bien el extranjero a través
de lo apolíneo ensalza bellamente lo banal. Por tanto, como en Nietzsche, no hay una
dicotomía entre lo bello y lo feo.2
Tercer piso
Por otro lado, en los pisos superiores de SJD prevalece las ventas de los productos enfocados
sobretodo a
Y es que, a su consideración, «La belleza comienza en todas las artes sólo cuando la pura
lógica es superada» (Nietzsche, 2004: 81).
IV. Conclusión
Cabe la pregunta, entonces, si la idealización artística del mundo y, en este discurso, de San
Juan de Dios, ¿no es falsa? ¿no es una invención ajena a la realidad? Efectivamente, una
visión artística del mercado es una interpretación, pero poco importa si lo que se busca es la
superación del dolor que en la existencia habita. Por tanto, la apariencia estética del mercado,
pese al engaño y la ilusión, no es un impedimento sino que es una óptica más íntima y
profunda por el ligamiento que hay con la realidad del sujeto. En todo caso, Nietzsche afirma
que « […] no encontramos que “realidad” y “apariencia” sean opuestos, preferiríamos hablar
de grados del ser —y acaso mejor aún de grados de apariencia— […]» (Nietzsche, 2004:
2 Antes bien reconoce una contraposición entre la aparente ética socrática que margina la
realidad, en contraste con la estética que propone él (Nietzsche, 2004: 185).
160). Esto debido a que es preferible una ilusión artística que incite a vivir y no una realidad
inteligible, seca, fría, sin sentido. Al final la respuesta se sentencia en que necesitamos del
arte para vivir más plenamente.
REFERENCIAS
De Santiago Guervós, Luis. (2000). El arte como función de la vida en F. Nietzsche.
Contrastes. Revista Interdisciplinar de Filosofía, Vol. V (pp. 241-260). España.
Nietzsche, Friedrich. (2004). Estética y teoría de las artes. Segunda edición. Selección y
traducción de Agustín Izquierdo. España: Tecnos.
Nietzsche, Friedrich. (2007). Ensayo de autocrítica (1886). En El origen de la tragedia.
Décima edición. Traducción de Eduardo Ovejero Mauri. Madrid: Espasa Calpe.