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SIXTO CASTRO
(Valladolid)
SUMMARY: This article examines the structural relationship that exist be-
tween art and religion, which has led to a separation between these realities,
and to the colonization of the territory of religion by the cultural complex
known as “Art”. In it I explain the genesis of the concepts of religion and art
which have given rise to this conflict and I propose a recovery of art which
goes beyond a strictly aesthetic consideration of the arts.
KEY WORDS: Art, religion, Von Balthasar, Van der Leeuw, aura.
1. PLANTEAMIENTO
5
P. DEMEULENAERE, Une théorie des sentiments esthétiques. Paris, Gras-
set, 2001, 283. El libro de SIMMEL al que se refiere es La religión, de 1912.
6
G. RICHTER, “Notes 1964-1965”, en HARRISON, CH. & WOOD, P. (eds.),
Art in Theory 1900-2000. An Anthology of Changing Ideas, Malden-Oxford,
Blackwell, 2003, p. 759.
7
Cf. RICHARD SHUSTERMAN, Estética pragmatista. Viviendo la belleza,
repensando el arte, Barcelona, Idea Books, 2002.
8
No deja de ser significativo el hecho de que muchos museos contempo-
ráneos hayan sido concebidos como obras de arte en sí mismos, independien-
tes de su contenido. Tal es el caso del Guggenheim de Nueva York, de Frank
Lloyd Wright (1959), o el de su homónimo español, el de Bilbao, de Frank
Gehry (1998). Los museos de arte se convierten en símbolos del arte mismo,
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como las iglesias son símbolos de lo sagrado. Y el símbolo realiza lo que re-
presenta.
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9
R. MOTHERWELL, “The Modern Painter’s World”, en CH. HARRISON &
P. WOOD (eds.), Art in Theory 1900-2000. An Anthology of Changing Ideas.
Malden-Oxford, Blackwell, 2003, 644.
10
Cf. W. BENJAMIN, “La obra de arte en la época de su reproductibilidad
técnica”, en Discursos interrumpidos I, Madrid, Taurus, pp.18-57.
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2. ARTE Y RELIGIÓN
11
GERARDUS VAN DER LEEUW, Sacred and profane beauty. The holy in
art, New York, Holt, Rinehart and Winston, 1963, p. 242.
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12
IRIS MURDOCH, The fire and the sun. Why Plato banished the artists,
Oxford, Clarendon Press, 1977, p. 66.
13
Ibid., p. 69.
14
Ibid., p. 70.
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15
Sofista: en 235c9-236d3; 239c9-240c5; 266a8-267a8; República II,
382a2
16
JEAN BAUDRILLARD, Cultura y simulacro, Barcelona, Kairós, 1978, pp.
11-12.
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17
KAREN ARMSTRONG, En defensa de Dios. El sentido de la religión,
Barcelona, Paidós, 2009, pp. 219ss.
18
Ibid., p. 256.
19
Summa Theologiae II-II, q.106, a.1 ad1.
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20
Cf. DAVID FERGUSSON, Faith and its critics. A conversation, Oxford-
New York, Oxford University Press, 2009, p. 18.
21
Cf. P. TILLICH, On art and architecture, New York, Crossroad, 1987.
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22
Cf. LARRY SHINER, op. cit., p. 164.
23
Cf. LYDIA GOEHR, The Imaginary Museum of Musical Works. An Essay
in the Philosophy of Music. Oxford-New York, Oxford University Press,
1994.
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cían ser denominadas “arte”, puesto que se ocupaban más del “senti-
do que de la Belleza”: una obra de estas no había sido hecha por ella
misma, sino como auxiliar de la religión. La manifestación más firme
de la moderna idea de la obra de arte como un mundo autónomo se
encuentra en el ensayo Hacia una unificación de todas las artes y le-
tras bajo el concepto de autosuficiencia, de 1785, de Karl Philip Mo-
ritz.
Se gesta así una nueva institución artística que tiene su correlato
en lo estético, que es una conducta y una actitud que se aprende (en
muchas ocasiones por imitación de la parte educada de la sociedad).
En la novela La taberna de Zola, se nos relata la visita de unos cam-
pesinos al Louvre tras una boda. Las mujeres ven obscenos los cua-
dros de Rubens, y los hombres también, cada uno a su modo, aunque
en realidad no saben muy bien qué mirar, qué hacer, cómo compor-
tarse. Les faltan los rudimentos. Lo que sucede es que en el siglo
XVIII se pasa de la conducta utilitaria a la conducta estética, y con
ella de la antigua idea de gusto a la moderna idea de lo estético. El
placer ordinario producido por la belleza se desarrolla hasta formar
un tipo de placer refinado e intelectualizado; al mismo tiempo, la idea
de un enjuiciamiento no prejuiciado se convirtió en el ideal de la con-
templación desinteresada -que es la que habitualmente se debe a Dios
en las religiones (frui)-, y la preocupación por la belleza se sustituye
por la de lo sublime24 y, en última instancia, por la idea de una obra
de arte autoconsciente, autónoma, pensada como creación.
Si el siglo XVIII dividió el arte en Bellas artes frente a artesanía,
el XIX transformó las Bellas artes en “Arte”, un reino independiente
del espíritu, privilegiado, terreno de la verdad y la creatividad. El ar-
tista, separado del artesano en el XVIII, queda ahora elevado a las
más altas cotas de la espiritualidad humana; y los artistas toman auto-
24
La incorporación al ámbito de la estética de la idea de lo sublime, que
va ampliando su dominio hasta desbancar a lo bello, ya que se considera más
poderoso y estéticamente relevante que este, es un paso más en la conversión
del arte en la nueva religión. Lo sublime, en la estética dieciochesca, es una
traducción clara del sentimiento religioso de lo numinoso. El temor del que
habla Burke y el temor aliviado por el placer al que hace referencia Kant, no
son sino experiencias del arte (o de la naturaleza), que tienen la misma feno-
menología que tenía la experiencia religiosa tematizada por Schleiermacher.
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25
Véase mi artículo “¿Para qué el arte en tiempos de miseria? Arte y reli-
gión”, en Angelicum 81 (2004) 153-168.
26
R. SCRUTON, Cultura para personas inteligentes. Traducción de Joan
Solé, Barcelona, Península, 2001, p. 41.
27
Cf. LUC FERRY, Homo aestheticus. L'invention du goût à l'âge
démocratique, Paris, Grasset, 1990; J.-M. SCHAEFFER, L’Art de l’âge
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3. ¿Y HOY?
40
Ibid., pp. 72-73.
41
Ibid., p. 75.
42
Cf. ALEX NEILL & AARON RIDLEY, “Religious music for Godless ears”,
en Mind 119 (2010) p. 1004, n. 7. En este artículo (pp. 999-1023), los autores
se plantean lo siguiente: ¿puede decir, en verdad, un ateo, que la Misa en si
menor de Bach es una de las mayores obras de arte de todos los tiempos? La
cuestión no es sencilla y los valores de verdad entran en juego en el juicio es-
tético.
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45
RICHARD VILADESAU, Theological aesthetics. God in Imagination,
Beauty and Art, Oxford, Oxford University Press, 2012, p. 163.
46
Cf. H.-G. GADAMER, op. cit., pp. 200-202. En parte, la distinción entre
arte culto y popular es heredera de esta distinción entre sacro y profano. Véa-
se mi “Reivindicación estética del arte popular”, en Revista de filosofía 27, 2
(2002) 431-451.
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47
GERARDUS VAN DER LEEUW, op. cit., p. 303.
48
K. RAHNER, “The Theology of the religious meaning of images”, en
Theological Investigations, XXIII, New York, Crossroads, p. 160.
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49
Cf. TERRY EAGLETON, La estética como ideología, Madrid, Trotta,
2006, pp. 74ss.
50
GERARDUS VAN DER LEEUW, op. cit., p. 266.
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51
H.-G. GADAMER, op. cit., p. 174.
52
Ibid., p. 160.
53
KARL ALBERT, “Zur Ontologie des Sakralen in der Kunst”, en
GÜNTHER PÖLTNER und HELMUT VETTER (eds.), Theologie und Ästhetik,
Wien, Freiburg, Basel, Herder, 1985, pp. 65-76.