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Teoría de Sistemas

“El Yo y los Otros”. R.D. Laing. México: Editorial F.C.E.

VII. CONFIRMACIÓN Y DESCONFIRMACIÓN

En la sociedad humana, en todos sus niveles, las personas se confirman unas a otras de un modo práctico, en
uno u otro grado, por sus cualidades y capacidades personales, de suerte que una sociedad puede llamarse humana en
la medida en que sus miembros se confirman unos a otros…La base única de la vida del hombre con el hombre es
doble: de un lado, el deseo de todo hombre de verse confirmado como lo es – e incluso como lo que puede llegar a
ser- por los hombres; del otro, la capacidad innata del hombre de confirmar a sus semejantes de dicha forma. . que
esta capacidad esté tan tremendamente descuidada constituye la verdadera debilidad y cuestionabilidad de la raza
humana: la autentica humanidad existe solo ahí donde la capacidad se despliega. Por otra parte, naturalmente, un
vacío reclamo de de confirmación, sin apego al ser y al devenir, vicia una y otra vez la verdad de la vida entre
hombre y hombre…
Los hombres necesitan, y les es concedido, confirmarse unos a otros en su ser individual a través de
encuentros genuinos. Pero por encima de esto necesitan, y les es concedido, ver la verdad, que el alma alcanza
luchando, iluminar a los otros, sus hermanos, de un modo diferente, y aún así, ser confirmados.

Martín Buber (1957 a)

EL QUE un hombre confirme totalmente a otro es una posibilidad ideal que rara vez se realiza.
La confirmación se da siempre, en forma práctica, como Buber dice, “en un u otro grado”.
Cualquier interacción humana implica alguna medida de confirmación, en último caso de los
cuerpos físicos de los participantes y hasta cuando alguien mata a otro. El más leve signo de que
otros nos reconoce confirma por lo menos nuestra presencia en su mundo. “No podría idearse
castigo más diabólico – escribió una vez William James- en caso de que tal cosa fuera
materialmente posible, que formar parte de una sociedad y que ninguno de sus miembros se
percatarse en absoluto de uno.”
Por consiguiente, podemos inferir que la confirmación es parcial y variable e igualmente
global y absoluta. Podemos juzgar que los actos y las secuencias de la interacción son mas o
menos, y de diferentes maneras, confirmatorios o desconfirmatorio. La confirmación puede
variar en intensidad y extensión, cualidad y cantidad. Respondiendo “tibiamente”,
impenetrablemente, tangencialmente, etc., al otro, dejamos de roborar algunas de sus facetas y
roboramos otras.
Los modos de confirmar y de desconformar varían. Es posible confirmar con una sonrisa
(confirmación visual), un apretón de manos (confirmación táctil), una frase de aliento
(confirmación auditiva). Una respuesta confirmatoria concuerda con la acción evocadora,
reconoce el acto evocatorio y acepta su significación respecto del evocador y, en caso contrario,
del que responde. La reacción confirmatoria, por su parte, es una respuesta directa, “a propósito”
o “de la misma frecuencia” que la acción que la inicia o la evoca. Una respuesta parcialmente
confirmatoria no necesita convenir, armonizar o satisfacer. El rechazo puede ser confirmatorio si
es directo y no tangencial y si reconoce la acción evocadora y garantiza su importancia y validez.
Existen diferentes niveles de confirmación y de desconfirmación. Es posible confirmar
una acción en un nivel y desconfirmación en otro. Algunas formas de “rechazo” implican un
reconocimiento limitado: la percepción de lo rechazado y la capacidad de responder a ello.
Percibimos una acción “rechazada” y esta percepción prueba que la admitimos como un hecho.
El “rechazo” directo no es tangencial; no escarnece ni invalida en otras formas. No necesita ni
menospreciar ni exagerar la acción original. Tampoco es sinónimo de indiferencia o
impenetrabilidad.
Ciertas zonas del ser de una persona pueden clamar mas que otras por su confirmación.
Algunas formas de desconfirmación pueden ser más destructoras del propio desenvolvimiento
que otras. Podemos llamarlas esquizógenas. La ontogénesis de la confirmación y la
desconfirmación apenas ha comenzado a ser explorada. Las respuestas adecuadas para el infante
no lo son para el niño o el adulto. Hay épocas de la vida en que se experimentan más
confirmaciones – o desconfirmaciones- que en otras. Las cualidades o capacidades que la madre
o el padre, los hermanos, los parientes o los amigos confirman o desconfirman pueden diferir
ampliamente. La faceta que una persona niega puede roborarla otra. Una parte o faceta de sí
mismo que es “falsa”, o que uno considera falsa, pueden confirmarla activa y tenazmente uno de
los padres o ambos, o incluso todas las figuras significativas a la vez. En las diferentes épocas de
la vida; la necesidad práctica o sentida de ser confirmado o desconfirmado y los modos en que se
logra una u otra cosa varían tanto por lo que hace a los aspectos del ser de la persona del caso
como por lo que toca a los modos de confirmar o desconfirmar en lo particular dichos aspectos.
En la actualidad, se han estudiado numerosas familias- y no sólo aquellas en las que uno
de sus miembros es considerado psicótico- en cuyo seno hay escasa confirmación genuina de
padre a padre, así como del hijo por parte de cada uno de ellos, separad o conjuntamente, algo
que puede no ser evidente pero que es posible estudiar objetivamente. Se encuentran
interacciones caracterizadas por una pseudodesconfirmación, esto es, por actos que se hacen
pasar por confirmadores pero que son falsificados1. Fingimientos de confirmación atraviesan las
apariencias de confirmación. La ausencia de genuina confirmación, o pseudoconfirmación, puede
adoptar la forma de una corroboración de una ficción que se toma por el niño mismo y sin que se
dé crédito al niño real. La pauta familiar característica que han revelado los estudios de las
familias de esquizofrénicos no se refiere tanto al hijo que ha sido descuidado por completo o que
ha sufrido un trauma innegable, sino al que ha estado sometido a una sutil pero persistente
desconfirmación, inadvertida de ordinario. Luego de muchos años, la falta de genuina
confirmación toma la forma de una corroboración activa de un falso YO, de suerte aquel cuyo
YO falso es confirmado y su YO real desconformado se ve colocado en una posición falsa. Y al
estar en una posición así siente culpa, vergüenza o angustia por no ser falso. La confirmación de
un falso Yo sucede sin que nadie en la familia se percate de que esto está sucediendo. El
potencial esquizógeno de la situación reside, al parecer, en buena parte en el hecho de que nadie
repara en ella. Pero hasta si la madre o el padre, o algún otro miembro o amigo de la familia, se
da cuenta de lo que pasa, no pone el asunto al descubierto ni trata de intervenir en él, aun cuando
tal intervención se redujera a afirmar que existe.
Examinaremos es este punto algunos actos de confirmación y de desconfirmación sin
prejuzgar si son esquizógenos o en que grado lo son.
En ocasiones no conseguimos reconocer como agente a una persona. La atribución a los
seres humanos de la autoría de sus actos es un modo de distinguir a las personas de las cosas a
las que agentes externos hacen mover. Este atributo de que se es humano, por el que podemos
alcanzar la convicción de que somos agentes por derecho propio, no les es confirmado a algunos
niños por parte de sus figuras significativas originales. Es esclarecedor equiparar las
observaciones hechas sobre la forma en que los padres tratan al niño con los “delirios” que
`resenta el niño, o el adulto, psicótico.

1
CF. Wynw et al. (1958).
Julie decía que era una “camapana tañida” [tolled bell] (esto es , decían que una beldad
[told bell]), que era “pan confeccionado” [tailored bread] (o sea, engendrada [bred]). Cuando se
podía observar la interacción que había entre ellas y su madre, podía verse que ésta no
confirmaba a Julie su calidad de agente o no era capaz de hacerlo. La madre no podía responder a
la espontaneidad e interactuaba con la hija únicamente si ella (la madre) era la que iniciaba la
interacción. Acudía todos los días al sanatorio, y todos los días Julie se sentaba pasivamente a
que la madre la peinara, le pusiera cintas y horquillas en el cabello, le aplicara polvo al rostro,
lápiz labial a la boca y sombra a los ojos, de modo que el resultado final a nada se parecía tanto
como a una linda muñeca de tamaño natural, tal cual su madre “lo decía” [told] (o la tañía
[tolled]). Julie había sido, al parecer, el “objeto transicional”, en expresión de Winnicott, de la
madre. Desde luego, podría alegarse: “¿Qué otra cosa podía hacer la madre si la hija era
catatónica?” Resulta significativo y digno de nota que a esta “cosa” pasiva e indiferencia la
madre la considerase normal. Frente a la espontaneidad de Julie la madre reaccionó con angustia
y con atribuciones de maldad o de locura. Ser buena (y sana) era hacer lo que le decían (Laing,
1960, pp. 196-224)

OTROS EJEMPLOS DE CONFIRMACIÓN Y DE DESCONFIRMACIÓN

1. Observando directamente la relación entre un bebé de seis meses y su madre, se procedió a


anotar las veces en que se produjo la sonrisa entre ellos. Se observó, en primer lugar, que el bebé
y la madre se sonreían con frecuencia. Sólo más tarde se observó que la madre, durante los
períodos de observación, no respondió ni una vez con una sonrisa a la que el niño le dirigía. Sin
embargo, provocaba la sonrisa en él sonriéndole, haciéndole cosquillas y jugando con él. Cuando
lo hacía sonreír, ella se sonreía a su vez, pero si el bebé tomaba la iniciativa, ella respondía a su
sonrisa con una mirada fría y aburrida (cf. Brodeu, 1959).

2. Un niño de cinco años corre hacia su madre llevando en la mano una lombriz de buen tamaño
y le dice: “Mami, mira qué lombrizota cogí.” Y ella contesta: “¡Eres un cochino! ¡Ve a lavarte
inmediatamente!” Esta respuesta de la madre al pequeño de lo que Ruesch (1958) ha denominado
respuesta tangencial.
Ruesch describe:

Los criterios que caracterizan a las respuestas tangenciales pueden resumirse de esta manera:
La contestación no se atiene adecuadamente a la afirmación inicial.
La contestación tiene un efecto frustrante.
La contestación no casa con la intención de la afirmación original tal cual se percibe por las
palabras, los actos y el contexto de la situación. La contestación acentúa un aspecto incidental
de la afirmación (Ruesch, op. Cit. ,pp. 37-48.)

Desde el punto de vista del sentimiento del niño, la respuesta de la madre traza una tangente,
por decirlo así. Ella no dice: “¡Oh, sí, qué lombriz tan linda!” Tampoco dice: “¡Qué asquerosa
lombriz! No debes agarrar lombrices como ésa, ¡Tírala!” No manifiesta placer u horror,
aprobación o desaprobación, ante la lombriz, sino contesta puntualizando algo que el niño no
había reparado y que carece de importancia inmediata para él, a saber, el que éste limpio o sucio.
Bien puede estar diciendo: “No quiero ver tu lombriz si no estás limpio” o “No me importa que
tengas o no una lombriz. Lo que me importa es que estés o no limpio, y sólo me gustas cuando
estas limpio.” Puede considerarse, de acuerdo con la teoría del desarrollo sexual, que la madre
desconoce el nivel genital del hijo, simbolizado por la gruesa lombriz, y que sólo reconoce el
factor anal de limpieza o suciedad.
Esta respuesta tangencial no corrobora lo que el niño hace según la perspectiva de éste, es
decir, enseñarle una lombriz a su mamá. “Niño con lombriz” constituye una identidad que podría
allanar la identidad posterior “hombre con pene”. La falta persistente de una respuesta
confirmatoria al niño-con-lombriz puede llevarlo a dar ciertos rodeos antes de que logre llegar a
ser un hombre con un pene. Puede dedicarse a atrapar lombrices; puede pensar que únicamente
puede cogerlas a condición de mantenerse muy limpio; puede creer, también, que puede cogerlas
siempre y cuando la madre no lo sepa. Puede convencerse de que lo más importante es estar
limpio y tener la aprobación materna, y de que recoger lombrices no vale la pena. Puede,
igualmente, adquirir una fobia a las lombrices. Es creíble en todos los casos que, aun cuando la
madre no haya reprobado explícitamente la posesión de la lombriz, su diferencia hacia ello sea lo
que seguramente produce en el niño cierta confusión, angustia y culpa transitorias, por lo
menos, y que si esta precisa respuesta compendia la interactuación entre él y la madre en esta
etapa de su desarrollo, entonces vaya a serle mucho más difícil tener una intuición real,
inconsciente, libre de culpa y angustia, así como de desafío, de los variados aspectos de ser un
“niño-con-lombriz” y un “hombre-con-pene”.
Además, puesto que los terminos de conformidad con los cuales se precibe la madre son
limpio y sucio, bueno y malo, y sus equivalencias son limpio = bueno y sucio = malo, el chico
tendrá que decidir en algún momento si tales son para él los términos decisivos y las igualdades
necesarias. De ser sucio, llegará el momento en que, pese a que la madre le diga que es malo, él
no crea que lo es; ; y, al revés, en que, siendo limpio, no crea necesariamente que es bueno: o sea
que puede ser bueno aunque sea sucio y malo aunque sea limpio. Puede, incluso, no vivir más
tratando de descifrar el origen de bueno-sucio-malo-limpio. Puede llegar a identificarse mediante
estos términos e igualdades, llegar a ser un chico, y más tarde un hombre, bueno-limpio, o malo-
sucio, y no percibir como tangenciales a sus intereses reales todos aquellos aspectos de su vida
que no caben dentro de estas categorías.

3. Comencé cierta sesión con una esquizofrénica de veinticinco años sentándonos ella en una silla
un poco lejos de mí y yo en otra no del todo frente a la enferma. Pasados cerca de diez minutos,
durante los cuales ella no se movió no hablo, mi mente empezó a dejarse llevar por mis propias
preocupaciones. A mitad de ellas, la oí decir con voz muy queda: “Por favor, no se aleje tanto de
mí”.
La psicoterapia de esquizofrénicos reales consignada en expedientes es asunto aparte,
siendo las que siguen unas cuantas observaciones sobre el tema de la confirmación y la
desconfirmación en psicoterapia.
A la mencionada observación pude haber respondido de muchas maneras. Algunos
psicoterapeutas harían quizás este comentario: “Usted piensa que estoy lejos de usted.” Con él no
se confirmaría ni se desconformaría la validez de la “sensación” de l paciente de que no estaba ta
“con” ella, aunque sí confirmaría que me sentía lejos. La corroboración de dicha “sensación” no
compromete la validez de ésta, a saber, si yo efectivamente me alejaba o no de la paciente. Podría
“interpretarse”, asimismo, por qué habría de asustarla el hecho de no estar “con” ella, por
ejemplo, como la necesidad de tenerme “con” ella para defenderse de su propio enojo por no
estar yo. Es posible también explicar su ruego como expresión de la necesidad de llenar su
vacuidad con mi presencia, de tratarme como un “objeto transicional”, etcétera.
En mi opinión, lo más importante en ese momento por parte mía era confirmar el hecho de
que ella había captado correctamente el apartamiento real de mi “presencia”. Hay gran número de
pacientes muy sensibles al retiramiento del otro pero que no están seguros de la confiabilidad, y
mucho menos de la validez, de su propia sensibilidad. No confían en los otros ni pueden confiar
en su desconfianza. Un ejemplo: Jill se atormenta por no saber si “siente” acertadamente que Jack
está preocupado y con la mente en otra parte mientras finge estar muy atento, o si puede “confiar
en” que sus sentimientos capten la realidad de la interrelación. Uno de los problemas más
importantes, en consecuencia, es saber si tal desconfianza en sus “sentimientos” y en el
testimonio de los otros surge de las persistentes inconsistencias que se dan dentro de un nexo
original (entre lo que muestran las atribuciones empáticas respecto de los otros, la forma en que
se experimenta ella misma, el testimonio de los otros acerca de sus sentimientos y las
interpretaciones que éstos hacen de la forma en que los experimenta ella y sus intenciones
respecto a ellos, etc), de tal modo que nunca ha sido capaz de tener la mínima confianza en sí
misma respecto de nada.
Por todo esto, lo único que podía contestarle a mi enferma era: “Perdóneme”.

4. Una enfermera fue contratada para cuidar de un esquizofrénico hebefrénico y algo catatónico.
Poco tiempo después de haberse conocido, la enfermera le dio al paciente una taza de té. Al
aceptarla este psicótico crónico exclamó: “Esta es la primera vez en mi vida que alguien me da
una taza de té.” Lo que posteriormente pudo saberse de este enfermo tendió a probar la verdad
simple de esta declaración. 2
No es tan sencillo para una persona dar a otra una taza de té. Si una dama me ofrece una
taza de té, bien puede estar presumiéndome su tetera o su juego de té, tratando de contentarme
para obtener algo o de que yo me fije en ella, o bien deseando que me una a sus particulares
propósitos. Puede servir el té en una taza y escapársele de la mano junto con el plato, esperando
entonces que logre agarrarlos segundos antes de que se hagan añicos. La acción de ofrecer el té
puede ser sólo mecánica, en la cual no hay lugar para que se me reconozca. Una taza de té puede
serme servida sin que se me dé una taza de té.
Dentro de nuestras costumbres relativas al té, lo más simple y lo más difícil del mundo,
para una persona, que es auténticamente ella misma, es dar, de hecho y no sólo en apariencia, a
otra persona, a la cual aprehende en su esencia la que da, una taza de té efectivamente y no en
apariencia. Lo que nuestro paciente expresó es que a lo largo de su vida le fueron servidas
innumerables tazas de té, pero que, pese a ello, jamás había recibido una taza que le hubiesen
dado realmente.
Algunas personas son mas sensibles que otras al hecho de que no las reconozcan como
seres humanos. Si son muy sensibles, tienen grandes probabilidades de que las clasifiquen como
esquizofrénicas. Freud dijo de los histéricos, y Fromm-Reichmann lo hizo mas tarde respecto de
los esquizofrénicos, que necesitan dar y recibir más amor que la mayor parte de la gente. Esto
podría expresarse de otra manera: Si necesitamos dar y recibir demasiado “amor”, 3 corremos el
riesgo de que se nos diagnostique como esquizofrénicos, diagnóstico que nos atribuye, en
general, la incapacidad de dar y recibir “amor” de modo adulto. Si usted está sonriéndose de
semejante idea, esto no hace sino confirmar el diagnóstico, puesto que con ello demuestra que
sufre de “afecto inadecuado”:

2
Esta anécdota me fue relatada por el doctor Charles Rycroft.
3
Sea lo que fuere que llamamos “amor”

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