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¿QUÉ ÉS UN DUÉLO?

Es el dolor psíquico por la pérdida del objeto amado. Es inherente a la condición humana. Estamos en una cultura
maníaca, tenemos pérdidas todo el tiempo.

Las Etapas del duelo


1- La negación, mecanismo por el cual el sujeto rechaza la idea de pérdida, muestra incredulidad, siente ira. Es lo que nos lleva a
decir: "No puede ser que haya muerto, lo vi ayer por la calle", cuando inesperadamente recibimos la noticia de la muerte de un
amigo, aunque sepamos que hay muchas maneras de morir en pocas horas.

2- La resignación, en la cual se admite la pérdida y sobreviene como afecto la pena.

3- El desapego, en la que se renuncia al objeto y se produce la adaptación a la vida sin él. Esta última etapa permite el apego a
nuevos objetos.

Según Aberastury el adolescente debería superar tres duelos para convertirse en adulto:
1- El duelo por el cuerpo infantil. El adolescente sufre cambios rápidos e importantes en su cuerpo que a veces llega a
sentir como ajenos, externos, y que lo ubican en un rol de observador más que de actor de los mismos.
2- El duelo por el rol infantil y la identidad infantiles. Perder su rol infantil le obliga a renunciar a la dependencia ya
aceptar responsabilidades. La pérdida de la identidad infantil debe reemplazarse por una identidad adulta y en ese
transcurso surgirá la angustia que supone la falta de una identidad clara.
3- El duelo por los padres de la infancia. Renunciar a su protección, a sus figuras idealizadas e ilusorias, aceptar sus
debilidades y su envejecimiento. Aberastury añade un cuarto duelo, al que parece otorgarle menor entidad, el de la
pérdida de la bisexualidad de la infancia en la medida en que se madura y se desarrolla la propia identidad sexual.

Los procesos que se suceden en el duelo se han dividido en tres etapas


 1) La negación, mecanismo por el cual el sujeto rechaza la idea de pérdida, muestra incredulidad, siente ira. Es lo
que nos lleva a decir: "No puede ser que haya muerto, lo vi ayer por la calle", cuando inesperadamente recibimos
la noticia de la muerte de un amigo, aunque sepamos que hay muchas maneras de morir en pocas horas.
 2) La resignación, en la cual se admite la pérdida y sobreviene como efecto la pena.
 3) El desapego, en la que se renuncia al objeto y se produce la adaptación a la vida sin él. Esta última etapa
permite el apego a nuevos objetos.
Los duelos afectan tanto a los padres como a los hijos, son vividos por los dos. Knobel dice que es "una ambivalencia
dual". Por ejemplo, esto se ve, en la angustia de los hijos por los padres de la infancia, y la angustia que sienten luego
los padres por los hijos de la infancia; por miedo de estos a envejecer y a enfrentarse a una muerte próxima. Es tal
vez por esto que se hace tan conflictiva esta etapa.

Aberastury: habla de tres duelos fundamentales: a- el duelo por el cuerpo infantil perdido, base biológica
de la adolescencia; b- duelo por el rol y la identidad infantiles, que lo obliga a renunciar a la dependencia y
a una aceptación de responsabilidades; c- duelo por los padres de la infancia a los que persistentemente
trata de retener en su personalidad buscando refugio y la protección que ellos significan.

Se une a estos duelos el duelo por la bisexualidad infantil también perdida.

4 DUÉLOS ÉN LA ADOLÉSCÉNCIA
1- DUELO POR EL CUERPO INFANTIL
El individuo, en esta etapa del desarrollo, se ve obligado a asistir pasivamente a toda una serie de modificaciones
que se operan en su propia estructura, creando un sentimiento de impotencia frente a esta realidad concreta, que lo
lleva a desplazar su rebeldía hacia la esfera del pensamiento.

Vive la pérdida de su cuerpo infantil con una mente aún en la infancia y con un cuerpo que se va haciendo adulto.
Esta contradicción produce un verdadero fenómeno de despersonalización que domina el pensamiento del
adolescente.

Las palabras son las adquisiciones culturales transmitidas a los niños por los padres. La pérdida de los objetos reales
se va sustituyendo por símbolos verbales.

Niega así su cuerpo infantil perdido, yen fluctuaciones incesantes con la realidad, que lo ponen en relación con sus
padres, su familia y el mundo concreto que lo rodea y del cual depende, elabora esa pérdida y va aceptando su
nueva personalidad.

Consiste en ir aceptando las modificaciones biológicas, ante las cuales siente impotencia, ya que no puede hacer
nada para frenar estos cambios. Esto se refleja en cierta rebeldía en la esfera del pensamiento. Así siente un
fenómeno de despersonificación, se halla incómodo con su cuerpo, como torpe, tira y rompe todo. Los movimientos
que antes hacía para alcanzar las cosas no dan los mismos resultados, y sus padres le reprochan constantemente, le
dicen que tira todo. ¿Qué te pasa, que antes eras tan cuidadoso? Como consecuencia de dichos reproches, trata de
negar la pérdida de su identidad y su cuerpo infantil, para retener los logros que tuvo de chico.
Las fluctuaciones constantes de la realidad, que lo ponen en una nueva situación frente a sus padres, familia y
mundo externo, lo impulsa a elaborar esa pérdida, a ir conformando su nueva personalidad.
2- DUELO POR LA IDENTIDAD Y POR EL ROL INFANTIL
En la infancia, el niño acepta su relativa impotencia, la necesidad de que otros se hagan cargo de cierto tipo de
funciones yoicas, y su yo se va enriqueciendo mediante el proceso de proyección e introyección que configura la
identificación. Hay una confusión de roles, al no poder mantener la dependencia infantil y al no poder asumir la
independencia adulta, el sujeto sufre un fracaso de personificación y así, el adolescente delega en el grupo gran
parte de sus atributos, y en los padres, la mayoría de las obligaciones y responsabilidades. Recurre a este mecanismo
esquizoideo (semejante o parecido a la esquizofrenia) quedando su propia personalidad fuera de todo el proceso de
pensamiento, con un manejo omnipotente; es la irresponsabilidad típica del adolescente, ya que él entonces nada
tiene que ver con nada y son otros los que se hacen cargo del principio de realidad. Así nos podemos explicar una
característica típica de la adolescencia, la "falta de carácter", surgida de este fracaso de personificación, lleva a
confrontaciones reverberantes con la realidad; un continuo comprobar y experimentar con objetos del mundo real y
de la fantasía que se confunden también, permitiéndole a su vez despersonalizar a los seres humanos, tratándolos
como objetos necesarios.

Esta desconsideración por seres y cosas del mundo real explica la inestabilidad afectiva del adolescente, con sus
crisis pasional es y sus brotes de indiferencia absoluta. Aquí, la exclusión del pensamiento lógico, que surge del duelo
por el rol infantil, se convierte en la actuación afectiva.

El manejo objetal, lo lleva a una serie de continuos cambios, a través de los cuales establecerá su identidad.

En este desarrollo y, en parte, por los mecanismos de negación del duelo y de identificación proyectiva con sus
coetáneos (de la misma edad o contemporáneos) y con sus padres, pasa por períodos de confusión de identidad. El
pensamiento, entonces, comienza a funcionar de acuerdo con las características grupales, que le permiten una
mayor estabilidad a través del apoyo y del agrandamiento que significa el yo de los demás, con el que el sujeto se
identifica.

Las "barras", donde el adolescente se siente aparentemente tan seguro, adoptando roles cambiantes y participando
de la actuación, responsabilidad y culpas grupales son trasladadas a su propio proceso de pensamiento.

Amor y odio, culpa, reparación, son intermitentemente vividos con intensidad y rápidamente eliminados.
El niño en su infancia, acepta su relativa impotencia, necesita de otras personas que cumplan sus funciones yoicas, y
su yo, mediante la proyección e introyección configura su identificación. En la adolescencia, sufre un "fracaso de
personificación". No se da cuenta de cómo debe actuar, ya que no es un niño pero tampoco un adulto. Es lo
suficientemente grande para ser un niño y por tanto no puede mantener la dependencia infantil aunque quisiera.
Esto es debido a la actitud de sus padres que ahora tienen para con él. Pero tampoco puede asumir
la independencia adulta. Sufre una confusión de roles, recurre al "mecanismo de defensa esquizoide" de delegar
toda responsabilidad y obligaciones en el grupo de pares (barra), quedando así por fuera del proceso de
pensamiento; forma parte de las actividades del grupo, pero no se hace cargo de sus consecuencias. Tiene un
manejo omnipotente de la irresponsabilidad, y son otros lo que se hacen cargo por él del principio de realidad. Ya
que éste no se hace cargo de sus actos y las consecuencias de ellos.

En este período hace posible un tipo de pensamiento en el que despersonaliza a los seres humanos, utilizándolos
como objetos, como medios para sus satisfacciones. Este manejo de las personas demuestra una clara inestabilidad
afectiva e indiferencia hacia los demás.

Pero mediante la "barra", que cumple el rol de mecanismo de defensa esquizoide, como ya explicamos
anteriormente, es que se siente seguro en esa uniformidad que el grupo le da. Más tarde irá adoptando roles
cambiantes y participando activamente en el grupo, y es así, que de a poco toma las responsabilidades y las culpas
grupales. Mediante estas proyecciones e introyecciones es que va asimilando y desechando identificaciones hasta
llegar a formar una propia.

Aberastury y Knobel dicen que: "La exageración o fijación de este proceso por no elaborar el duelo por la identidad y
por el rol infantil explica las conductas psicópatas tratando a las personas como objetos, para así lograr sus objetivos.
También se ve en el desafecto y crueldad con el objeto(…)"

Normalmente el adolescente va aceptando las pérdidas de su cuerpo infantil y su rol infantil; al mismo tiempo que
va cambiando la imagen de sus padres infantiles, sustituyéndolas por la de los padres actuales, en el próximo duelo.

3- DUELO POR LOS PADRES DE LA INFANCIA

La relación infantil y dependencia se va abandonando paulatina y dificultosamente. La impotencia frente a los


cambios corporales, las penurias de la identidad, el rol infantil en pugna con la nueva identidad y sus expectativas
sociales hacen que se recurra a un proceso de negación de los mismos cambios, que concomitantemente (que
acompaña a una cosa o actúa junto a ella) se van operando en las figuras y las imágenes correspondientes de los
padres y en el vínculo con ellos, que no permanecen pasivos en estas circunstancias, ya que también tienen que
elaborar la pérdida de la relación de sometimiento infantil de sus hijos, produciéndose entonces una interacción de
un doble duelo, que dificulta aun más este aspecto de la adolescencia. Se pretende no sólo tener a los padres
protectores y controladores, sino que periódicamente se idealiza la relación con ellos, buscando un suministro
continuo que en forma imperiosa y urgente debe satisfacer las tendencias inmediatas, que aparentemente
facilitarían el logro de la independencia. El pensamiento se expresa aquí en forma de contradicciones: es la
necesidad inmediata del automóvil familiar (dependencia), para mostrarse como adulto y dueño de la potencia
familiar (seudoindependencia). La demanda desconsiderada y a veces inoportuna de dinero (dependencia) para
manejarse como un individuo adulto y potente frente a los demás (seudoindependencia).
Las contradicciones de pensamiento nos muestran la falta de elaboración conceptual y la permanencia en niveles
inferiores.
Esta misma contradicción produce perplejidad en el manejo de las relaciones objetales parentales internalizadas y
rompe la comunicación con los padres reales externos, ahora totalmente desubicados en el contexto de su
personalidad. Figuras idealizadas deben sustituirlos, y entonces el adolescente se refugia en un mundo autista de
meditación, análisis, elaboración de duelo, que le permite proyectar en maestros, ídolos deportivos, artistas, amigos
íntimos y su diario, la imagen paterna idealizada. Esta soledad periódica del adolescente es activamente buscada por
él, ya que le facilita su conexión con los cambios internos en este proceso de pérdida y sustitución de los mismos,
que va a terminar enriqueciendo el yo. El diario que frecuentemente llevan los adolescentes sirve para la
externalización de los objetos internos y de sus vínculos, permitiendo el control y cuidado de los mismos.
El adolescente empieza a separarse de sus padres. Lo que marcará el "fin de la relación de dependencia" que
mantenía con ellos. Es más que obvio que sigue dependiendo de ellos, no sólo económicamente, sino
sentimentalmente, ya que necesitan de la comprensión y la aprobación de éstos (sentirse aceptado). Además tiene
la necesidad de una identidad fuera de la familia, aunque inconscientemente, también se siente parte de ella. Es una
contradicción más de las muchas que caracterizan esta etapa.
La búsqueda de un nuevo estatus, que le es transferido a este por su cuerpo, mediante los cambios corporales, lo
llevan a una nueva búsqueda de identidad y un nuevo rol por el infantil ya superado. La independencia de la que
hablamos es relativa, ya que si le dieran una verdadera libertad e independencia, este la sentiría como abandono. Es
menester, que el pasaje de la relación infantil que tenía con los padres a la adolescencia (de una dependencia total a
una pseudo-independencia), sea lento. Esto facilitará su independencia en un futuro, y hará menos traumático el
duelo.
Esta pseudo-independencia se ve claramente en la necesidad de pedir prestado el auto a sus padres, en el momento
de pedir para llegar más tarde de la hora que estaba pactada antes, ante la necesidad de pedirles dinero, etc. Lo
hacen, porque sienten la necesidad de aparentar una cierta independencia económica frente a sus compañeros de
grupo, de sentirse casi un "adulto". Este proceso de independencia y pérdida, es sentido tanto por el adolescente
como por los padres, ya que estos se dan cuenta de que sus hijos están creciendo y con esto les viene a la mente la
idea próxima, en algún momento, de la muerte. La idea de esto les produce la necesidad de retener la relación de
padres infantiles que mantenían con su hijo de la infancia. Esto lo hacen a través de la dependencia económica, no
permitiéndoles ciertos gustos o salidas. Volvemos a notar que estos duelos son vividos de igual forma tanto por los
padres como por los hijos.
Los cambios biológicos que se dan en la pubertad, le imponen la sexualidad genital e intensifican el duelo por el
cuerpo infantil y el sexo opuesto perdido. Durante la infancia el niño se masturbaba constantemente para negar la
pérdida del sexo opuesto, aunque también a manera de exploración. En cambio en la pubertad, se da primero a
manera de exploración y después como búsqueda de placer debido a fantasías eróticas. Esto lo hace en soledad, por
la carga de culpa emocional que le proporciona el "súper-yo", con todo el peso que le impone la sociedad.
La definición de su capacidad pro-creativa y su rol en la pareja, (el duelo por la bisexualidad) se debe a la resolución
nuevamente del complejo de Edipo, el cual lo llevará a buscar pareja fuera del núcleo familiar. La aparición de los
caracteres sexuales primarios (como ya explicamos arriba), lo llevarán a la definición sobre su rol en la relación de
procreación.
4- DUELO POR LA BISEXUALIDAD
Freud estableció la importancia de los cambios puberales en el camino del auto erotismo a la sexualidad madura
genital. Los cambios biológicos de la pubertad imponen la sexualidad genital al individuo e intensifican la urgencia
del duelo por el cuerpo infantil perdido, que implica también el duelo por el sexo perdido.
En la segunda mitad del primer año de vida, el niño verifica su identidad sexual y, a través del juego, trata de
elaborar la situación traumática que significa la pérdida del otro sexo, recuperándolo de un modo simbólico a través
de objetos. En la pubertad, la definición de su capacidad creativa marca una nueva definición sexual en la
procreación, ya que sus genitales no sólo aceptan la unión de la pareja, sino también la capacidad de crear. En la
adolescencia se intenta recuperar infructuosamente el sexo perdido, mediante la masturbación, que es una negación
omnipotente de esta pérdida. El psicópata, en cambio, permanece en una bisexualidad fantaseada.

En esta etapa se configura el pasaje del auto-erotismo a la heterosexualidad, pasando por estados
de homosexualidad. Esto parece obvio, pero le choca mucho a la gente, ya que el adolescente primero se mira así
mismo y se explora (auto erotismo), luego debe fijarse en el mismo sexo para compararse (homosexualidad), lo hace
mediante el juego y el "toqueteo". Cuando hablamos de homosexualidad, no tenemos que caer en el simplismo de
tomarlo en el sentido de genitalidad, aunque podría llegar a darse, no es lo normal. En los hombres se ve en
los juegos de mano, y en la mujer en ese ir constantemente del brazo con la amiga, en el baile entre ellas, etc. Es
bastante coherente que se fije primero en el mismo sexo, y recién ahí tender a buscar una relación en el sexo
opuesto. No puede darse un corte tan grande en el pasaje del autoerotismo a la heterosexualidad.

EL TIEMPO EN EL ADOLESCENTE
El adolescente entra en una crisis de temporalidad . El niño tiene un concepto fenomenológico de la limitación del
espacio y le falta el concepto de tiempo, que es limitado para él. El adulto tiene la noción de lo infinito espacial y la
temporalidad del existir.
En el adolescente esto se entremezcla y confunde, presentando entonces el pensamiento del adolescente las
contradicciones de inmediatez o de relegación infinita frente a cualquier tipo de posibilidades de realización. Es un
verdadero estado caótico.
Éste va siendo sustituido por el juicio de realidad mediante la elaboración de los tres duelos enunciados, que permite
ubicar cuerpo, rol y padres infantiles en el pasado, aceptando el transcurso del tiempo y, con éste, el concepto de
muerte como proceso irreversible y natural dentro del desarrollo.
En el psicópata, la atemporalidad se establece rígidamente en su pensamiento; posterga y exige sin discriminación
frente a la realidad, y actúa sin esta noción limitante.

10 SINTOMAS- SINDROMÉ
Al estudiar la adolescencia no hay duda de que el elemento sociocultural influye con un determinismo
específico.

La adolescencia se debe considerar desde:

 Los factores socioculturales

 El adolescente atraviesa por desequilibrios e inestabilidad.


Características del adolescente: “Sintomatología” que integraría este síndrome. (es un
conjunto se síntomas que se presentan juntos y son característicos de una enfermedad Aberastury toma este término
para describir los síntomas en la adolescencia)
1- BÚSQUEDA DE SÍ MISMO Y DE LA IDENTIDAD

Se desarrolla el Autoconcepto, que se va desarrollando a medida que el sujeto va cambiando y se va integrando


con las concepciones que otros tienen sobre él y va asimilando todos los valores que constituyen el ambiente
social.
Erikson: la identidad es un proceso psicosocial que preserva algunos rasgos esenciales tanto en el individuo
como en su sociedad.

Se da el proceso de doble identificación masiva, todos se identifican con cada uno


Se puede dar lo que Erikson llama “Identidad negativa”, que implica identificarse con figuras negativas pero
reales, es preferible ser perverso –homosexual- o psicópata –delincuente- antes que no ser nada o ser “más o
menos alguien”

En la búsqueda de la identidad adulta, es posible llegar a una adquisición de “ideologías”, que sólo son
defensivas o , en muchos casos, tomadas en préstamo del adulto, las que no están auténticamente
incorporadas al yo.
Hay identidades transitorias son las adoptadas durante un periodo de tiempo, por ejemplo el machismo (en
varones) y la seducción histeroide (en niñas)
Hay identidades ocasionales, que se dan en ocasiones, por ejemplo el primer baile
Hay identidades circunstanciales, son identificaciones parciales transitorias que suelen confundir al adulto,
sorprendiendo a veces ante los cambios en la conducta del adolescente El padre ve al hijo como actúa en
ciertas circunstancias, por ejemplo, cuando el padre lo ve actuar en el colegio, en el club y no como
actualmente lo ve en su hogar y en su relación con él mismo.
la identidad adolescente es la que se caracteriza por el cambio de relación del individuo, básicamente con sus
padres (la relación con los padres externos reales y a la relación con la figuras parentales internalizadas)

2- TENDENCIA GRUPAL

El individuo recurre como comportamiento defensivo a la búsqueda de uniformidad que puede brindar
seguridad y estima personal. Allí surge el espíritu de grupo al que tan afecto se muestra el adolescente. Hay un
proceso de sobre identificación masiva, en todos se identifican con cada uno, a veces el proceso es tan intenso
que la separación del grupo parece casi imposible y el individuo pertenece más al grupo de coetáneos que al
grupo familiar. No se puede apartarse de la “barra” ni de sus caprichos o modas. Por eso se inclina a los dictados
del grupo, en cuanto a modas, vestimenta, costumbres, preferencias de distinto tipo, etc.
Pasaje de los vínculos familiares a los extra-familiares: Las actuaciones del grupo y de sus integrantes
representan la oposición a las figuras parentales y una manera activa de determinar una identidad distinta de la
del medio familiar.
Pasaje de los vínculos familiares a los extra-familiares: Se transfiere al grupo gran parte de la dependencia que
anteriormente se mantenía con la estructura familiar y con los padres en especial.
El grupo constituye la transición necesaria en el mundo externo para lograr la individuación adulta.
Pasaje de los vínculos familiares a los extra-familiares: en el fenómeno grupal del adolescente busca un líder al
cual someterse, o si no, se erige él en líder para ejercer el poder del padre o de la madre.

3- NECESIDAD DE INTELECTUALIZAR Y FANTASEAR

La necesidad de intelectualizar y fantasear se da como una de las formas típicas del pensamiento del
adolescente.
La necesidad que la realidad impone de renunciar al cuerpo, al rol y a los padres de la infancia, así como a la
bisexualidad que acompañaba a la identidad infantil, enfrenta al adolescente con una vivencia de fracaso o de
impotencia frente a la realidad externa. Esto obliga al adolescente a recurrir al pensamiento para compensar las
pérdidas que ocurren dentro de sí mismo y que no puede evitar.
El fantasear (fantasías conscientes) y el intelectualizar sirven como mecanismos defensivos frente a estas
situaciones de pérdida tan dolorosas.

4- CRISIS RELIGIOSAS

Es intentos de solución de la angustia que vive el yo en su búsqueda de identificaciones positivas y del


enfrentamiento con el fenómeno de la muerte definitiva de parte de su yo corporal. Además, comienza a enfrentar
la separación definitiva de los padres y también la aceptación de la posible muerte de los mismos.

El adolescente puede llegar a tener tanta necesidad de hacer identificaciones proyectivas con imágenes muy
idealizadas, que le aseguren la continuidad de la existencia de sí mismo y de sus padres infantiles. La figura de una
divinidad, de cualquier tipo de religión, puede representar para él una salida mágica de este tipo.

En la construcción definitiva de una ideología, así como de valores éticos o morales, es preciso que el individuo pase
por algunos idealizaciones persecutorias, que las abandone por objetos idealizados egosintónicos para luego sufrir
un proceso de desidealización que permita construir nuevas y verdaderas ideologías de vida.

5- LA DESUBICACIÓN TEMPORAL

EL TIEMPO ES SUBJETIVO. DESUBICACION TEMPORAL. ORDENA DE ACUERDO A SUS PRIORIDADES.


El adolescente vive con una cierta desubicación temporal

El adolescente convierte el tiempo en presente y activo como un intento de manejarlo.

Las urgencias son enormes y a veces las postergaciones son aparentemente irracionales. Por ejemplo: El padre que
recrimina a su hijo que estudie porque tiene un examen inmediato, se encuentra desconcertado frente a la
respuesta del adolescente: “¡Pero si tengo tiempo!, ¡si el examen es recién... mañana!” - La joven adolescente que
llora angustiada frente a su padre quejándose de la actitud desconsiderada de la madre que no contempla sus
necesidades “inmediatas” de tener ese vestido nuevo para su próximo baile. En esas circunstancias el padre trata de
solidarizarse con la urgencia de su hija y comprende la necesidad del traje nuevo para esa reunión social tan
importante para ella; cuando interroga a la madre acerca del porqué de su negativa, se encuentra sorprendido con la
respuesta de que ese baile se va a efectuar dentro de... tres meses.
Se produce la paulatina elaboración de las partes no discriminadas de la personalidad a medida que el sujeto va
madurando.

Predomina una organización sincrética, con una particular percepción del mundo, una realidad especial donde el
sujeto no puede llegar a configurar contradicciones. Muchos de los eventos que el adulto puede delimitar y
discriminar son para el adolescente equiparables, equivalentes o coexistentes sin mayor dificultad. Son verdaderas
crisis de ambigüedad.

El tiempo está dotado de indiscriminación

Es durante la adolescencia que la dimensión temporal va adquiriendo lentamente características discriminativas

Se puede unir “el pasado y el futuro en un devorador presente”, presente que tiene características no discriminadas
y que por lo tanto implicaría una temporalidad diferente, que si se aplica a ésta el concepto de Rascovsky podríamos
hablar de una temporalidad maníaca, vinculada con el núcleo aglutinado de la personalidad o núcleo psicótico.

El mismo pasaje del tiempo, cuando se vivencia, despierta culpa persecutoria y puede movilizar conductas psicóticas.

Un cuadro típico de la adolescencia, “el síndrome de difusión de identidad”, incluye la difusión temporal.

Podría hablarse de un tiempo existencial, un tiempo vivencial o experiencial y un tiempo conceptual.

Tiempo existencial: el tiempo en sí

Tiempo experiencial: la noción temporal del adolescente es de características fundamentalmente corporales o


rítmicas, o sea, basadas en el tiempo de comer, el de defecar, el de jugar, el de dormir, el de estudiar, etc.

Tiempo conceptual: El transcurrir del tiempo se va haciendo más objetivo (conceptual), adquiriéndose nociones de
lapsos cronológicamente ubicados. Surge la conceptualización del tiempo, que implica la noción indiscriminada de
pasado, presente y futuro, con la aceptación de la muerte de los padres y la pérdida definitiva de su vínculo con
ellos, y la propia muerte.

Los primeros intentos discriminativos temporales se efectúan a nivel corporal; por ejemplo, el adolescente afirma,
refiriéndose a su pasado: “cuando era chico” , refiriéndose a su futuro: “cuando sea grande”; (“hice”, “podré hacer”).

Mantenerse únicamente en el tiempo experiencial, es una forma de intentar paralizar el tiempo y los cambios,
denegar una perspectiva presente y un pasado y un futuro.

Cuando el adolescente puede reconocer un pasado y formular proyectos de futuro, con capacidad de espera y
elaboración en el presente, supera gran parte de la problemática de la adolescencia.

6- EVOLUCIÓN SEXUAL QUE VA DESDE EL AUTOEROTISMO HASTA LA HETEROSEXUALIDAD GENITAL


ADULTA

Hay un oscilar permanente entre la actividad de tipo masturbatorio y los comienzos del ejercicio genital. En la
adolescencia, hay más un contacto genital de tipo exploratorio y preparatorio, que la verdadera genitalidad
procreativa, que sólo se da, con la correspondiente capacidad de asumir el rol parental, recién en la adultez.

Al ir aceptando su genitalidad, el adolescente inicia la búsqueda de la pareja en forma tímida pero intensa. Es el
periodo en que comienzan los contactos superficiales, las caricias-cada vez más profundas y más íntimas- que llenan
la vida sexual del adolescente.

Aparece el llamado “amor a primera vista”.


Los adultos tratan de negar la genitalidad del adolescente y no solo minimizan su capacidad de relación genital
heterosexual sino que, por supuesto, la dificultan.

Anna Freud ha señalado que la genitalidad determina modificaciones del yo que se ve en graves conflictos con el
ello, obligándole a recurrir a nuevos y más específicos mecanismos de defensa.

Pueden verse aspectos de conducta femeninos en el varón y masculinos en la niña, que son las expresiones de una
bisexualidad no resuelta.

Resolución del Complejo de Edipo en el varón: Al ir elaborando el complejo de Edipo, en el varón aparecen
idealizaciones del padre, que adquiere entonces las características de un ser bueno y poderoso que permite
visualizar los sentimientos que tiene el adolescente hacia su padre real y que va a poder manejar en la relación
adulta con el mismo. Puede identificarse entonces con los aspectos positivos del padre, superar el temor a la
castración por medio de realizaciones y logros diversos, completar sus estudios o su aprendizaje de trabajo, aceptar
sus progresos, que son los que le mostrarán que es en realidad el mismo, el propio adolescente, el que también
tiene potencia y capacidad creativa.

Resolución del Complejo de Edipo en la mujer: Al elaborar su situación edípica puede aceptar la belleza de sus
atributos femeninos y también realizarse en el trabajo o en el estudio de una manera netamente femenina,
aceptando que su cuerpo no ha sido ni destruido ni vaciado, pudiendo entonces identificarse con los aspectos
positivos de su madre.

La menarca es vivida en nuestra cultura como algo peligroso, dañino, y que refuerza todo tipo de fantasías
persecutorias y destructivas.

Cuando las fases genitales tempranas, y la sexualidad en general son más aceptadas por los padres, y cuando éstos
mantienen una relación armoniosa, brindando entonces una imagen externa de escena primaria positiva, la
aparición de la menstruación puede ser vivida como una confirmación de la sexualidad femenina e iniciar entonces
en la niña una verdadera etapa de satisfacciones y realizaciones genitales muy positivas.

El ejercicio genital procreativo sin asumir la responsabilidad consiguiente, no es un índice de madurez genital sino
más bien de serias perturbaciones en este nivel.

Spiegel ha señalado que la sexualidad parece actuar como una fuerza que irrumpe sobre o en el individuo en vez de
ser vivida por éste como una expresión de sí mismo. La sexualidad es vivida por el adolescente como una fuerza que
se impone en su cuerpo y que le obliga a separarlo de su personalidad mediante un mecanismo esquizoide por
medio del cual el cuerpo es algo externo y ajeno a sí mismo. Hay adolescentes que nos hablan de sus relaciones
sexuales como de algo necesario no para ellos, sino para su pene o para su vagina, o para su “salud corporal”. Y es
aquí cuando recurren en realidad, a una verdadera negación de su genitalidad.

Al tratar de recuperar maníacamente la bisexualidad perdida, el adolescente tiene que optar por la masturbación.
Esta es un intento maníaco de mantener la bisexualidad que a veces se exterioriza por la práctica homosexual.

Se mantiene la actividad masturbatoria con las características de negación maníaca.

Más allá de las fantasías de la escena primaria que se han descrito como típicas de la masturbación, también existe
una verdadera disociación mente-cuerpo en la que el individuo aparece como espectador de una escena primaria
que se está realizando en su propio cuerpo. Niños y adolescentes suelen asociar con el relato de sus experiencias
masturbatorias, escenas en donde el coito de los padres está siendo visualizado por ellos.

La masturbación es primero una experiencia lúdica en la cual las fantasías edípicas son manejadas solitariamente,
intentando descargar la agresividad mezclada de erotismo a través de la misma, y aceptando la condición del tercero
excluido. Es, además del intento maníaco de negar la pérdida de la bisexualidad, parte del proceso del duelo normal
de la adolescencia.
Lo lúdico y preparatorio de la infancia y la niñez se modifican en la pubertad y en la adolescencia. Aquí, la madurez
genital, al dar al sujeto la capacidad de unión en un nivel genital, y al otorgarle su capacidad procreativa, hace que
las fantasías incestuosas se incrementen lo mismo que la frustración, puesto que el individuo ya posee el
instrumento efector de la genitalidad, el cual sin embargo no puede usar (por restricciones socioculturales). Es por
ello que uno de los motivos por el cual las

La masturbación tiene la finalidad exploratoria, de aprendizaje y preparatoria para la futura genitalidad procreativa.

Erikson: la genitalidad adulta es el pleno ejercicio de la capacidad libidinal de un sujeto, mediante la puesta en juego
de los elementos remanentes de todas las etapas de maduración psicosexual, con la culminación en el nivel genital,
con otro sujeto del sexo opuesto y con la aceptación implícita de la capacidad de procrear, integrando una
constelación familiar, con los roles adultos correspondientes.

7- ACTITUD SOCIAL REIVINDICATORIA

La constelación familiar es la primera expresión de la sociedad que influye y determina gran parte de la conducta de
los adolescentes. La misma situación edípica que viven los adolescentes, la viven los mismos progenitores del mismo.
La aparición de la instrumentación de la genitalidad, como una realidad concreta en la vida del adolescente, también
es percibida por los padres de éste. Muchos padres se angustian y atemorizan frente al crecimiento de sus hijos,
reviviendo sus propias situaciones edípicas conflictivas. No son ajenos los padres a las ansiedades que despierta la
genitalidad de sus hijos y el desprendimiento de los mismos, y los celos que esto implica.

La sociedad impone restricciones a la vida del adolescente. La actitud social reivindicatoria del adolescente se hace
prácticamente imprescindible.

El fenómeno de la subcultura adolescente se expande y se contagia como un signo de “rebelión”. Se trata de


identificaciones cruzadas y masivas, que ocurren como una necesidad de defensa yoica en este periodo de la vida,
mediante la cual el sujeto va desprendiéndose de situaciones infantiles y viendo al mismo tiempo como peligrosa e
indefinida su entrada al mundo adulto.

El adolescente, con su pujanza, con su actividad, con la fuerza reestructuradora de su personalidad, trata de
modificar la sociedad.

La juventud revolucionaria del mundo tiene en sí el sentimiento místico de la necesidad del cambio social. Las partes
sanas del yo se ponen al servicio de un ideal que permite modificar estas estructuras sociales colectivas y surgen así
grandes movimientos de contenido valedero y noble para el futuro de la humanidad. El peligro reside en que
mediante el mismo mecanismo se pueden canalizar a ciertos jóvenes hacia empresas y aventuras destructivas,
perniciosas y patológicamente reivindicatorias.

Las intelectualizaciones, fantasías conscientes, necesidades del yo fluctuante que se refuerza en el yo grupal, hacen
que se trasforme el pensamiento activo, en verdadera acción social, política, cultural.

La adaptación a la sociedad no debe implicar sometimiento o relación objetal masoquista, sino una adaptación
creativa.

8- CONTRADICCIONES SUCESIVAS EN TODAS LAS MANIFESTACIONES DE LA CONDUCTA

La conducta del adolescente está dominada por la acción, que constituye la forma de expresión más típica en estos
momentos de la vida, en que hasta el pensamiento necesita hacerse acción para poder ser controlado.
El adolescente no puede mantener una línea de conducta rígida, permanente y absoluta, aunque muchas veces la
intenta y la busca.

Spiegel: la personalidad del adolescente es “esponjosa”, permeable, que recibe todo y que también proyecta
enormemente, es decir, es una personalidad en la que los procesos de proyección e introyección son intensos,
variables y frecuentes. Esto hace que no pueda haber una línea de conducta determinada, una alteración de la
personalidad del adolescente.

Hablamos de una “normal anormalidad”, de una inestabilidad permanente del adolescente. Sólo el adolescente
mentalmente enfermo podrá mostrar rigidez en la conducta. El psicópata, por ejemplo, muestra todas las
características descriptas como fugaces y transitorias en el adolescente, pero de una manera rígida, cristalizada,
estable e inflexible. …………..

Es el mundo adulto el que tolera los cambios de conducta del adolescente, el que no acepta que el adolescente
pueda tener identidades ocasionales, transitorias, circunstanciales, y exige de él una identidad adulta, que por
supuesto no tiene por qué tener.

Estas contradicciones facilitan la elaboración de los duelos típicos de este periodo dela vida y caracterizan la
identidad adolescente.

9- SEPARACIÓN PROGRESIVA DE LOS PADRES

La aparición de la capacidad efectora de la genitalidad impone la separación de los padres y reactiva los aspectos
genitales que se habían iniciado con la fase genital previa.

La intensidad y calidad de la angustia con que se maneja la relación con los padres y su separación de éstos, estará
determinada por la forma en que se ha realizado y elaborado la fase genital previa de cada individuo.

La aparición de la instrumentalización de la genitalidad con la capacidad procreactiva es percibida también por los
padres del adolescente. Muchos padres se angustian y atemorizan frente al crecimiento de sus hijos reviviendo sus
propias situaciones edificas. No son ajenos los padres a las ansiedades que despiertan la genitalidad y el
desprendimiento real, y a los celos que esto implica en los hijos y en ellos mismos.

La revolución de la sexualidad depende en gran parte de cómo los mismos padres acepten los conflictos y el
desprendimiento que los hijos de una manera u otra pueden expresar.

Se provoca lo que Stone y Church han denominado muy adecuadamente la situación de “ambivalencia dual”, ya que
la misma situación ambivalente que presentan los hijos separándose de los padres, la presentan éstos al ver que
aquéllos se alejan.

Muchas veces los padres niegan el crecimiento de los hijos y los hijos viven a los padres con las características
persecutorias más acentuadas. Esto ocurre especialmente sí la fase genital previa se ha desarrollado con dificultades
y las figuras de los padres combinados, la escena primaria, ha tenido y tiene caracteres de indiferenciación y de
persecución. Si la figura de los padres aparece con roles bien definidos, en una unión amorosa y creativa, la escena
primaria disminuye sus aspectos persecutorios y se convierte en el modelo del vínculo genital que el adolescente
buscará realmente.

La presencia internalizada de buenas imágenes parentales, con roles bien definidos, y una escena primaria amorosa
y creativa, permitirá una buena separación de los padres, un desprendimiento útil, y facilitará al adolescente el
pasaje a la madurez, para el ejercicio de la genitalidad en un plano adulto.

Figuras parentales no muy estables ni bien definidas en sus roles, pueden aparecer ante el adolescente como
desvalorizadas y obligarlo a buscar identificaciones con personalidades más consistentes y firmes, por lo menos en
un sentido compensatorio o idealizado. En esos momentos la identificación con ídolos de distinto tipo,
cinematográficos, deportivos, etc., es muy frecuente. En ocasiones pueden identificarse de tipo psicopático, en
donde por medio de la identificación introyectiva el adolescente comienza a actuar los roles que atribuye al
personaje con el cual se identificó.

10- CONSTANTES FLUCTUACIONES DEL HUMOR Y DEL ESTADO DE ÁNIMO

Los fenómenos de “depresión” y “duelo” acompañan el proceso identificatorio de la adolescencia.

Un sentimiento básico de ansiedad y depresión acompañarán permanentemente como substrato a la adolescencia.

El “sentimiento de soledad” es característico de la situación de frustración, desaliento y aburrimiento que suele ser
un signo distintivo del adolescente.

El adolescente se refugia en sí mismo y en el mundo interno que ha ido formando durante su infancia preparándose
para la acción. A diferencia del psicópata, del neurótico o del psicótico, el adolescente elabora y reconsidera
constantemente sus vivencias y sus fracasos. Como ejemplo típico de lo contrario podemos tomar al psicópata, que
siente la necesidad de actuar directamente por lo penoso que se le hace enfrentar depresivamente todas estas
situaciones de su mundo interno.

Los procesos de introyección y proyección pueden obligar al adolescente a realizar rápidas perdidas modificaciones
de su estado de ánimo ya que se ve de pronto sumergido en las desesperanzas o cuando elabora y supera los duelos
por la pérdida de objetos.

OBIOLS
Capítulo II

¿Hay duelos en la posmodernidad?

La posmodernidad ofrece una vida soft, emociones light, todo debe desplazarse suavemente, sin dolor, sin drama,
sobrevolando la realidad. Es lícito entonces preguntarse si, dentro de ese marco, hay lugar para los duelos en la
medida en que éstos son dolorosos, implican una crisis seria, tristeza, esfuerzo psíquico para superarlos.
Consideremos cada uno de los duelos postulados en su momento por Arminda Aberastury como procesos
inherentes al pasaje por la adolescencia:

a. EL DUELO POR EL CUERPO PERDIDO

El adolescente de la modernidad se encontraba perdiendo el idealizado y mimado cuerpo de la infancia, teniendo en


perspectiva un período glorioso de juventud y lejos aún de lograr un cuerpo con características claramente adultas.
El bebé, el niño eran modelos estéticos, se los pintaba, esculpía, grababa, para no perder ese momento de máximo
esplendor, esa cercanía con la belleza angelical. El adulto joven constituía el ideal estético por excelencia y el adulto
maduro por su parte alcanzaba un cuerpo con características claramente definidas: las mujeres debían tener un
cuerpo redondeado, un poco pesado, matronal, que daba cuenta de su capacidad de procrear y su dedicación a la
casa y crianza de sus hijos. Iría luciendo con los años canas, arrugas y kilos, no como vergüenza sino por el contrario
como muestra de honorabilidad y fuente de respeto. Por su parte los hombres también adquirían kilos, abdomen o
ambos, lentes, arrugas, calvicie, bigotes o barbas canas que les darían un aspecto digno de la admiración de las
generaciones más jóvenes. En ese contexto el adolescente lucía un aspecto desgraciado. Nada se encontraba en él
de admirable, estéticamente rescatable. Es cierto que aún hoy nadie postula como admirable la cara cubierta de
acné ni los largos brazos o piernas alterando las proporciones, pero también es cierto que la mirada que cae hoy en
día sobre el adolescente es muy diferente.
Su cuerpo ha pasado a idealizarse ya que constituye el momento en el cual se logra cierta perfección que habrá que
mantener todo el tiempo posible. Modelos de 12, 14 ó 15 años muestran el ideal de la piel fresca, sin marcas, el
cabello abundante y brillante, un cuerpo fuerte pero magro, tostado al sol, ágil, en gran atlético, en la plenitud
sexual, un modelo actual que no responde al ideal infantil ni adulto típico de la modernidad.

Si, clásicamente, la juventud fue un "divino tesoro" porque duraba poco, ahora se intenta conservar ese tesoro el
mayor tiempo posible. Mucha ciencia y mucha tecnología apuntan sus cañones sobre este objetivo. Cirugía plástica,
regímenes adelgazantes y conservadores de la salud, técnicas gimnásticas, transplantes de cabello, lentes de
contacto, masajes e incluso técnicas que desde lo psíquico prometen mantenerse joven en cuerpo y alma. Cuando la
técnica no puede más, el cuerpo cae abruptamente de la adolescencia, supuestamente eterna, en la vejez sin
solución de continuidad. Cae en la vergüenza, en la decadencia, en el fracaso de un ideal de eternidad. Podemos
entonces preguntarnos: ¿qué ha pasado con el duelo por el cuerpo de la infancia que hacía el adolescente moderno,
adolescente que sólo era un pasaje desde la niñez aun ideal adulto? El adolescente posmoderno deja el cuerpo de la
niñez pero para ingresar de por sí en un estado socialmente declarado ideal. Pasa a ser poseedor del cuerpo que hay
que tener, que sus padres (¿y abuelos?) desean mantener, es dueño de un tesoro. Si tomamos como metáfora el
cuerpo arquitectónico de la ciudad, y el reciclaje posmoderno en vez de la piqueta, la mezcla de lo viejo con lo
nuevo, a nivel de la persona adolescente resulta que el cuerpo infantil no es totalmente reemplazado por un cuerpo
adulto, hay una mezcla y modificación parcial de ciertas características. Por la tanto no habrá una idea neta de duelo,
de sufrir intensamente la pérdida del cuerpo de la infancia. ¿Puede haber un duelo por el cuerpo perdido o "no hay
drama"?

b. EL DUELO POR LOS PADRES DE LA INFANCIA

Los padres de la infancia son quizás los únicos "adultos" en estado puro que se encuentran a lo largo de la vida. Se
los ve como tales, sin fisuras. Ir creciendo significa, en cambio, descubrir que detrás de cada adulto subsisten algunos
aspectos inmaduros, impotencia, errores. La imagen de los padres de la infancia es producto de la idealización que el
niño impotente ante la realidad que lo rodea y débil ante ellos desarrolla como mecanismo de defensa. A menudo
esa idealización es promovida por los mismos padres quienes obtienen satisfacción de ser admirados
incondicionalmente por ese público cautivo a quien también pueden someter autoritariamente. Ir creciendo,
convertirse en adulto significa desidealizar, confrontar las imágenes infantiles con lo real, rearmar internamente las
figuras paternas, tolerar sentirse huérfano durante un período y ser hijo de un simple ser humano de allí en más.
Pero este proceso también ha sufrido diferencias.

Los padres de los adolescentes actuales crecieron en los años, incorporaron un modo de relacionarse con sus hijos
diferentes del que planteaban los modelos clásicos, desarrollaron para sí un estilo muy distinto del de sus padres.
¿En qué residen esas diferencias? En lo referente a sí mismos estos padres buscan como objetivo ser jóvenes el
mayor tiempo posible. Si ellos fueron educados como pequeños adultos, vistiendo en talles pequeños ropas
incómodas para remedar a los adultos, ahora se visten como sus hijos adolescentes. Si recibieron pautas rígidas de
conducta, comunes por entonces a toda una generación, al educar a sus hijos renuncian a ellas, pero no generan
otras nuevas muy claras, o por la menos cada pareja de padres improvisa, en la medida en que la necesidad la
impone, alguna pauta, a veces tardíamente. Si fueron considerados por sus padres incapaces de pensar y tomar
decisiones, ellos han pasado a creer que la verdadera sabiduría está en sus hijos sin necesidad de agregados, y que
su tarea es dejar que la creatividad y el saber surjan sin interferencias. Si sus padres fueron distantes, ellos borran la
distancia y se declaran compinches de sus hijos, intercambiando confidencias.

A medida que fue creciendo, el niño de estos padres no incorporó una imagen de adulto claramente diferenciada,
separada de sí por la brecha generacional y cuando llega a la adolescencia se encuentra con alguien que tiene sus
mismas dudas, no mantiene valores claros, comparte sus mismos conflictos. Ese adolescente no tiene que elaborar
la pérdida de la figura de los padres de la infancia como lo hacía el de otras épocas. Al llegar a la adolescencia está
más cerca que nunca de sus padres, incluso puede idealizarlos en este período más que antes. Aquí difícilmente haya
duelo y paradójicamente se fomenta más la dependencia que la independencia en un mundo que busca mayores
libertades.

c. EL DUELO POR EL ROL Y LA IDENTIDAD INFANTIL

¿Qué significa ser niño? Ser dependiente, refugiarse en la fantasía en vez que afrontar la realidad, buscar logros que
satisfagan deseos primitivos y que se obtienen rápidamente, jugar en vez que hacer esfuerzo.

Llegados a este punto parece imprescindible diferenciar dos conceptos psicoanalíticos que suelen confundirse: el de
yo ideal y el de ideal del yo. Ante una imagen de sí mismo real poco satisfactorio, muy impotente, el niño pequeño
desarrolla una imagen ideal, un yo ideal en el cual refugiarse. Esta estructura se organiza sobre la imagen
omnipotente de los padres y ante una realidad frustrante que promueve esa imagen todopoderosa de sí mismo
confeccionada a imagen y semejanza de sus mayores, la cual le permite descansar, juntar fuerzas y probar de nuevo
ante un error. En los desarrollos normales ese yo ideal se va acotando a medida que la realidad le muestra
sus límites.

Los padres primero y los maestros después tienen la difícil tarea de provocar la introyección de otra estructura, el
ideal del yo. Este aspecto del superyó es un modelo ideal producido por los mayores para él, es el modelo de niño
que los demás esperan que sea. Si el yo ideal es lo que él desea ser, el ideal del yo es lo que debe ser y a quien le
cuesta muy a menudo parecerse. Ese ideal del yo también manifiesta sus propios valores: esfuerzo, reconocimiento
y consideración hacia el otro, así como postergación de los logros. Tradicionalmente este trípode ha sido la base de
la educación preescolar.

¿Qué ocurre con el adolescente? En esa época de la vida se termina de consolidar el ideal del yo, para ello confluyen
los padres, los docentes y la sociedad en su conjunto. Pero ¿qué ocurrirá si la sociedad no mantiene los valores del
ideal del yo, si en cambio pone al nivel de modelo los valores del yo ideal?

Pensemos en lo que los medios difunden constantemente: aprendizaje, dietas, gimnasia sin el menor
esfuerzo; tarjetas de crédito, facilidades, compra telefónica para no postergar ningún deseo, artículos únicos, lugares
exclusivos, competencia laboral que significa eliminar al otro. Estos son los valores del yo ideal que en otras épocas
podían que en la fantasía pero no ser consagrados socialmente.

La sociedad moderna consagraba los valores de un ideal del yo: la idea de progreso en base al esfuerzo, el
amor como consideración hacia el otro, capacidad de espera para lograr lo deseado. Sin duda los valores del yo ideal
también existían pero eran inadmisibles para ser propagados socialmente. En la sociedad posmoderna los medios
divulgan justamente los valores del yo ideal, es decir que allí donde estaba el ideal del yo está el yo ideal y hay que
atenerse a las consecuencias.

Si se acepta este planteo, de él se deduce que los valores primitivos de la infancia no sólo no se abandonan sino que
se sostienen socialmente, por lo tanto no parece muy claro que haya que abandonar ningún rol de esa etapa al llegar
a la adolescencia Se podrá seguir actuando y deseando como cuando se era niño, aquí tampoco habrá un duelo
claramente establecido.

Por otra parte, se sostenía que la identidad infantil perdida daba paso a la definitiva en un largo proceso de rebeldía,
enfrentamiento y recomposición durante la adolescencia. El concepto de pastiche posmoderno parece modificar
esta idea. La identidad se establecería no por un mecanismo revolucionario que volteara las viejas estructuras sino
por el plagio que conforme el pastiche sin mayor violencia, sin cambios radicales. La nueva identidad se estructuraría
sin que apareciera la idea neta de un duelo, en tanto no habría una pérdida conflictiva que lo provocara.
CAPÍTULO III
TENSIONES DEVENIDAS DE LA SITUACION DE UNA ESCUELA POSMODERNA

HABLA DE 2

1. RUIDO
2. CAMPO DE EXPERIENCIAS

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