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Platón y Aristóteles.

Dos visiones del Hombre1

Oscar Nicasio Lagunes López2

Introducción

Este artículo ha sido estructurado de la siguiente manera, primero se plantea el problema a

partir de la descripción del contexto en el cual surge el problema del hombre; segundo, se

desarrolla la filosofía del hombre que ofrecen Platón y Aristóteles. Y, finalmente, desde los

planteamientos antropológicos de esta dupla de pensadores griegos, se infiere una

conclusión en la que se resaltan los puntos vigentes de sus lineamientos doctrinales, así

como aquellos que han perdido validez.

Status quaestionis

Fueron los sofistas quienes cambiaron el viejo objeto de la especulación filosófica

presocrática, la “naturaleza”, por uno nuevo, “el hombre”; pusieron especial atención en el

lenguaje, en los alcances y límites del conocimiento humano, pero cayeron en el

relativismo, Protágoras, y en el escepticismo, Gorgias. El primero al considerar que todos

los puntos de vistas u opiniones son verdaderos y el segundo, al sostener que nada existe y

que por consiguiente nada puede ser conocido ni expresado. Según ellos los sentidos

engañan y la realidad que muestran es ilusoria y aparente; el sujeto está encerrado en el

engaño y en la ilusión de una realidad sensible que no puede trascender. Llegaron a esta

conclusión porque se percataron de la contradicciones existentes entre la pluralidad de

doctrinas e interpretaciones que explicaban la naturaleza. Dos de estas principales doctrinas

1
Este artículo fue publicado en la Revista Philochristus, (2007), Núm. 4: 20-23.
2
Estudiante del Doctorado en Ciencias Sociales en el Colegio de Sonora. Correo:
oscar_lagunes@hotmail.com
que dieron lugar a uno de los más grandes conflictos insolubles, que aún sigue siendo el

tema de discordia de muchas corrientes filosóficas actuales, fue la polémica Parménides-

Heráclito. Lo anterior dio lugar al viraje del “objeto” hacia el “sujeto”, de la “cosa en sí”

hacia la “cosa en mi”, de la ontología hacia la filosofía del conocimiento. Con este viraje el

hombre comienza, primeramente, a tomar conciencia de su mismidad, de su naturaleza

fundamentalmente espiritual y, secundariamente, de su naturaleza social a la que debe

criticar y cuestionar cuando el comportamiento de la polis no se ajuste a los valores más

elevados que todo hombre encuentra dentro de su propia alma. En este contexto se ubican

Platón y Aristóteles que, junto con Sócrates, son los tres representantes de la época de oro

de la filosofía griega.

El hombre desde la perspectiva de Platón y Aristóteles

Platón [427-347 a. C.] elabora su filosofía del hombre principalmente en dos de sus

escritos: en los Diálogos3, en el Fedón, el Fedro y en la República.4 De esta manera en el

Fedro, Platón explica el origen del alma a través de la alegoría de los caballos y el

cochero.5 Y en ella afirma que la verdadera naturaleza del alma humana6 es el ser divina e

inmortal7; la cual se parece a un cochero8 que dirige dos caballos, uno bueno9, obediente y

3
Cf. Platón, Diálogos, México, 2007.
4
Cf. Platón, República, México, 20002.
5
Cf. Platón (2007), t. B, 265-273.
6
Cf. Platón (2000), IV.
7
Cf. Platón (2007), t. B, 265; Cf. Emerich Coreth, ¿Qué es el hombre?, Barcelona, 1991, 48. En esta obra se
encuentra un excelente desarrollo histórico del problema del hombre. El autor señala que Platón fue el
primero en demostrar la inmortalidad del alma desde la perspectiva filosófica.
8
El cochero simboliza al alma racional (νους= razón) la cual se encuentra ubicada, según Platón, en la
cabeza. La virtud que le corresponde es la sabiduría y la prudencia.
9
El caballo bueno representa al alma irascible, es decir, la voluntad del hombre ubicada en el pecho o
corazón. La virtud que le correspondiente es la prudencia.
virtuoso y el otro malo10, rebelde y vicioso.11 El cochero trata de equilibrar ambos caballos

de modo que el caballo rebelde no arrastre con su rebeldía al caballo bueno hacia las

regiones inferiores. Esta alma posee alas12 cuya virtud consiste en dirigir lo pesado hacia

las regiones superiores donde habitan los dioses, ya que ellas son parte de lo divino más

que cualquier cosa corporal. Y son divinas tanto ellas porque poseen todo lo bello,

verdadero y bueno, como aquello que las alimenta y fortalece.13 En cambio, la fealdad y la

maldad las rompen y arruinan.14

Las almas de los dioses son dirigidas por caballos buenos y dóciles, pero los

hombres poseen un alma conducida no sólo por un caballo bueno, sino también por uno

malo. Esto se debe a que el alma [ψυχη] humana en otro tiempo fue sometida a una dura

lucha que no superó y como castigo a esta culpa se le condenó a vivir en la “tumba [σηµα]

que llamamos nuestro cuerpo [σωµα] y que arrastramos con nosotros, como la ostra sufre

la prisión que la envuelve.”15 El cuerpo le dificulta al alma contemplar la verdad, “pues en

vez de sentirse movida por el respeto hacia ella se deja dominar por el atractivo del placer,

y, como una bestia salvaje, violando el orden eterno, se abandona a un deseo brutal y en su

comercio grosero no teme, no se avergüenza de consumir un placer contra la naturaleza.”16

Antes de su caída a un cuerpo, el alma contemplaba la esencia de las cosas como lo son la

10
El caballo malo simboliza la sensibilidad o parte concupiscible del hombre ubicada en el bajo cuerpo, en el
hígado. La virtud que le concierne es la templanza. La virtud de la justicia permite unir armónicamente las
tres virtudes antes mencionadas.
11
Cf. Platón (2007), t. B, 266, 273.
12
Las alas aquí simbolizan las virtudes de la sabiduría, justicia, fortaleza, prudencia, templanza. Platón
enfatiza constantemente que la sabiduría es la más importante de las virtudes.
13
Lo que alimenta o nutre las alas del alma son las ciencias como las matemáticas que le permiten contemplar
las verdades geométricas de las cosas y la filosofía por la que conoce la verdad, las ideas eternas.
14
Cf. Platón (2007), t. B, 266.
15
Platón (2007), t. B, 270.
16
Platón (2007), t. B. 270.
bondad, y la justicia en las regiones superiores del Uranos17, pero “presa del deseo y

encerradas en su prisión [y] llevada por la pasión se lanza a todas partes en donde cree

encontrar su querida belleza.”18

En el Fedón, Platón piensa que se puede saber que el alma es inmortal por la

reminiscencia19o recuerdo que esta tiene de las cosas pasadas cuando preexistía

contemplando las esencias o los arquetipos eternos, antes de su caída al cuerpo. La tesis de

la inmortalidad, según este filósofo, sólo es posible mediante las tesis de la preexistencia,

misma que queda evidenciada por la reminiscencia del alma. Y ésta última le permite a

Platón sostener una tesis más que heredó de los pitagóricos, la reencarnación.20 El cuerpo

es una cárcel, una “prisión oscura”, una “cadena para el alma”, corrompido como está

impide que el alma encuentre la verdad, le pone muchos obstáculos, ya que es “el mayor de

nuestros males”: fuente de todo error, temor, tristeza, ignorancia, guerra, envidia y demás

pasiones.21 Ahora, ¿cómo puede el hombre liberarse de tan gran mal, es decir, del cuerpo?

Platón responde a ello a través de dos alegorías: la alegoría de la línea22 y la alegoría de la

caverna23, donde pone de manifiesto que sólo es posible tal liberación con el auxilio de la

filosofía.24 Con esta ciencia el hombre puede romper las cadenas que atan el alma a la

prisión del cuerpo y elevarlo hasta la verdad. Por tal razón, el filósofo ha de mirar la muerte

como un gran bien que viene a liberarlo del cuerpo. Esto último constituye la felicidad

17
Cf. Platón (2007), t. B, 267, 270. En el Uranos habitaba Zeus y los demás dioses. Platón sostuvo la
preexistencia de las almas, pues ésta existía antes de su caída a un cuerpo.
18 Platón (2007), t. A. 550-551.
19
Cf. Platón (2007), 558: “el hombre debe comprender lo general; es decir, elevarse de la multiplicidad de las
sensaciones a la unidad racional.” También Cf. Platón (2007), 578.
20
Cf. Platón (2007), t. B. 269; Platón (2007), t. A, 568.
21
Cf. Platón (2007), t. A. 550; Platón (2007), t. B. 270.
22
Cf. Platón, República (2000), VI, 484a-511e.
23
Cf. Platón, República (2000), VII, 514a-541b.
24
Cf. Platón (2007), t. A, 547: “Un hombre que se ha consagrado toda su vida a la filosofía, debe morir con
mucho valor, y con la firme esperanza de que gozará después de la muerte de bienes infinitos”; Platón (2007),
t. A, 551: “Los verdadero filósofos se ejercitan para la muerte”.
[ευδαιµονια] del filósofo, que alcanzará únicamente por medio del conocimiento y

ejercicio de las virtudes [αρητη] que son cuatro: la templanza [ανδρεια], la fortaleza

[σωϕροσυνη], la justicia [δικαιοσυνη], la prudencia [ϕρονησις], la sabiduría [σοϕια];

ésta última está por encima de todas.25 Por tanto, el filósofo es el único hombre sabio,

porque es capaz de gobernarse a sí mismo, dominar sus pasiones, despreciar los placeres y

los bienes materiales.

Aristóteles [384-322 a. C.] trata la cuestión del hombre fundamentalmente en sus

escritos Tratado sobre el alma26 y la Política.27 Su concepto de hombre no es independiente

de teoría hilemórfica, según la cual las substancias inanimadas --llamadas así porque

carecen de un alma o de un principio animador que las mueva-- están compuestas de

materia [υλη] y forma [µορϕη]. Sólo que en las substancias animadas como lo son los

seres vivos los componentes adquieren otro nombre, a la materia [υλη] se le denomina

cuerpo [σωµα] y a la forma [µορϕη], alma [ψυχη]. Por ende, el hombre no es otra cosa

que el compuesto de alma y cuerpo. De este modo el alma es la forma del cuerpo por la

cual se dice que el cuerpo vive: se nutre, se reproduce, piensa, se mueve y siente.

Para el Estagirita el alma es la esencia del hombre y se define como: “la forma de un

cuerpo natural que tiene dentro de él la vida en potencia. […] la sustancia formal es

entelequia; […] la entelequia [εντελεχεια] de un cuerpo de esta naturaleza. […] una

entelequia primera de un cuerpo natural que tiene la vida en potencia [δυναµις], es decir,

25
Platón usa como equivalente las virtudes de “sabiduría” y “prudencia”. Según este pensador griego la virtud
puede ser enseñada, esto en contraposición de los sofistas que negaban que ésta pudiera enseñarse.
26
Cf. Aristóteles, De anima, Buenos Aires, 1969; E. Coreth (1991), 45-46. En la opinión de este filósofo
jesuita, esta obra de Aristóteles versa sólo del alma humana y no del hombre en toda su integridad, lo cual
queda de manifiesto en el título del mismo: Del alma [περι ψυχη] y no Del hombre [περι αντρωπου]. Por
lo tanto dicho escrito es más un tratado de psicología que de antropología.
27
Cf. Aristóteles, Política, Madrid, 1988.
de un cuerpo organizado.”28Además añade que “el alma es, en un sentido todas las cosas.”29

Para el Filósofo, como suele llamar Tomás de Aquino a Aristóteles, hay tres clases de alma

pues hay tres tipos de seres vivos: los vegetales, los animales brutos y el hombre. Los

primeros tienen un alma vegetativa, cuyas funciones son la nutrición y la reproducción; los

segundos, una alma sensitiva que se manifiesta por medio de la sensación y la movilidad;

los terceros, una alma intelectiva la cual incorpora las funciones de aquellas y la

racionalidad.30 Además, el alma humana posee el entendimiento pasivo que es la potencia

del alma para recibir los conceptos abstractos y el entendimiento agente, responsable de

abstraer la forma esencial y universal de las cosas concretas; es el encargado de hacer

posible el conocimiento humano, sin el cual nada se conocería, al igual que “la luz hace

pasar los colores de la potencia al acto.”31

El alma humana se distingue del alma de una planta o de un animal en sus actividades

espirituales, el conocimiento y la volición. Sólo que Aristóteles no justifica bien la

inmortalidad del alma humana cuando considera que el entendimiento agente está separado

del alma humana, poniendo así en duda su inmortalidad. Esto es, el alma de un animal

muere al corromperse el cuerpo, es decir, no subsiste sin él, pero el alma humana subsiste

después de separarse del cuerpo. Éste es principio potencial que recibe la determinación

formal del alma y por el otro, es principio de individuación por el cual el ser vivo es único e

individuado en el espacio y en el tiempo.32

Aristóteles define al hombre como un ser político, es decir, un ser que vive en sociedad,

puesto que posee la palabra, verdadero signo de racionalidad y de naturaleza social, por la
28
Aristóteles (1969), II, 1, 412a-413a, 47-50.
29
Aristóteles (1969), II, 8, 431b-432a
30
Cf. Diccionario de filosofía en CD-ROM, Barcelona, 1996, Voz: “Alma de los brutos”.
31
Aristóteles, Del alma, III, 5. Citado por Roger Verneaux, Textos de los grandes filósofos: edad antigua,
Barcelona, 1982, 68-69.
32
Cf. Emerich Coreth (1991), 49.
cual crea leyes o normas con el fin de encausar los intereses de los miembros de la ciudad o

polis hacia el bien común que es su propia felicidad; el hombre sólo puede ser feliz y

perfeccionarse si vive en sociedad: “el hombre es por naturaleza un animal social; […] La

razón por la cual el hombre es un ser social, más que cualquier abeja y que cualquier animal

gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el

único animal que tiene palabra. [Pues] la palabra es para manifestar lo conveniente y lo

perjudicial, así como lo justo y lo injusto.”33 El carácter social del hombre le viene dado por

su propia naturaleza racional, pues las bestias y los dioses no viven en sociedad; los

primeros en virtud de que no tienen pensamiento ni lenguaje y los segundos, a causa de su

perfección e independencia.34

A partir de la definición aristotélica del hombre surgió el derecho natural o iusnaturalismo,

desarrollado especialmente por los filósofos estoicos Séneca y Cicerón en el período

helenístico-romano. El iusnaturalismo después fue retomado por la escolástica medieval; y

éste aún sigue siendo el fundamento del derecho positivo para la Doctrina Social de la

Iglesia.

El Filósofo justifica tanto la libertad como la esclavitud desde el enfoque naturalista, pues

unos hombres nacen libres y otros esclavos por naturaleza; de los hombres esclavos nacen

esclavos y de los hombres libres, hombres libres, del mismo modo que de las bestias nacen

bestias y de los hombres, hombres, según la naturaleza de cada especie. Los hombres libres

mandan y los hombres esclavos obedecen. El esclavo puede también distinguirse de un

hombre libre en que aquél es un ser vicioso dedicado siempre a las labores manuales o al

33
Aristóteles (1988), I, 1, 1253a 10-12.
34
Cf. Aristóteles (1988), I, 1, 1252b 9-1253a 13.
trabajo físico y éste último es un ser virtuoso consagrado totalmente a la especulación

filosófica.35

Al igual que Platón, Aristóteles sostiene que el filósofo es el único sabio que puede

alcanzar la felicidad. Para él, la perfección de cada ser consiste en la actualidad de su

actividad que le es propia. Como la función propia del ser humano es la racionalidad, luego

entonces debe perfeccionarla para alcanzar la virtud. Distingue por ello dos clases de

virtudes: las primeras son las virtudes éticas de la prudencia, la templanza, la fortaleza, la

justicia, que “perfeccionan al hombre con relación al conocimiento de la verdad.”36 Las

segundas, son las virtudes dianoéticas del arte, la ciencia, la sabiduría, la inteligencia y la

prudencia que “perfeccionan al hombre en relación con su querer moral.”37 El hombre

virtuoso, es decir, el filósofo es el único que puede alcanzar la felicidad y llevar a los

demás miembros de la ciudad a ella.

Aciertos y deficiencias de estas antropologías

Deficiencias: se encuentra en Platón un dualismo antropológico en el que el alma como

elemento divino está por encima del cuerpo al que considera sólo un castigo y una cadena;

un elemento malo y repudiable, un estorbo para alcanzar la verdad y la felicidad. En

consecuencia, pone la atención más en lo suprasensible que en lo sensible, dando lugar así

al olvido del mundo en el que se vive como superfluo y carente de importancia. El

neoplatonismo retomado en parte por algunos Padres de la Iglesia en los albores del

cristianismo y extendido hasta la alta Edad Media, siguió estas mismas directrices dualistas

35
Cf. Aristóteles (1988), I, 1, 1255a 8-1255b 3. Se entiende entonces las razones por las que los griegos
despreciaban el trabajo manual, pues lo consideraban inferior al trabajo especulativo al que se dedicaban los
filósofos, hombres libres por excelencia.
36
Walter Brugger, Diccionario de filosofía, Barcelona, 1995, voz: “Virtud”, 573.
37
W. Brugger (1995), 573.
platónicas aunque con más mesura; este es el caso de San Agustín cuando habla de las dos

ciudades: la ciudad de Dios y la ciudad terrena, la una santa y la otra pecadora. Este tipo de

neoplatonismo impregnó toda la teología cristiana medieval, cuya mística despreciaba el

cuerpo en aras del espíritu. Basta recordar las duras automortificaciones a las que se

sometían los monjes de algunas órdenes religiosas en esta época para castigar su cuerpo con

silicios o látigos. También se encuentra en Platón un intelectualismo ético en el que el

hombre obra el mal sólo por ignorancia y el bien por el conocimiento de la bondad

suprema.

Aristóteles no logró defender suficientemente la inmortalidad del alma; dejó de este modo

abierto el problema de la inmortalidad del alma que siglos después daría lugar a la polémica

medieval entre averroístas y tomistas; su definición esencialista del hombre como ser

racional es estática y deficiente, puesto que deja de lado el aspecto dinámico del mismo, la

existencia concreta como ser histórico, libre, responsable, sentimental. Las críticas del

existencialismo, del historicismo y del vitalismo a esta concepción estática del hombre son

válidas en este aspecto.

La defensa aristotélica de la esclavitud es a todas luces injusta, lo mismo que el desprecio

del trabajo manual como inferior y propio del esclavo. Esta visión ya se ha superado y el

derecho que tenían los hombres libres de tener esclavos ya se ha excluido de todas las

constituciones políticas del mundo; ahora todos son libres jurídicamente.

Aciertos: Platón y Aristóteles resaltan la espiritualidad del alma humana que ha sido

reafirmada una y otra vez en las diferentes tradiciones filosóficas. Ambos subrayan el alma

humana como lo más noble que hay en el hombre, el cual está siempre orientado hacia el

Absoluto. Aristóteles elimina el dualismo platónico con la teoría hilemórfica, pese a que no

logra superar el intelectualismo, es decir, la razón como el constitutivo esencial humano.


Conclusión

Platón y Aristóteles establecieron sistemáticamente los principios filosóficos fundamentales

sobre el hombre, sobre los cuales descansan todas las doctrinas antropológicas elaboradas

por aquellos filósofos que les siguieron, aunque ciertamente algunos de estos últimos

tomaron distancia respecto a aquéllos e, inclusive elaboraron concepciones opuestas. Sin

embargo toda reflexión sobre el hombre no puede estar completa si no toma en cuenta las

doctrinas aristotélicas y platónicas.

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