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Son muchos quienes se autodenominan líderes, cuando en realidad lo que hacen es disfrazar en el

poder que les ha sido encargado, ya sea por sus logros profesionales, académicos o porque
simplemente les fue facultado. Insisten en llevar dicho título sin verdaderamente dar el todo de
sí; son esta clase de dirigentes que hacen del acto de liderazgo una forma mezquina de empujar a
sus subordinados a cumplir con las tareas o misiones asignadas. Sin embargo, el liderazgo
llevado al extremo, podría ser la antítesis que nos demuestra de la misma manera que cuando
práctica un deporte extremo, se aprende a amar ese pánico que produce lo desconocido, así como
las sensaciones que produce su práctica; en donde llevando al terreno del liderazgo, podríamos
decir que se trata de ese riesgo que se corre al orientar, motivar y confiar en aquellos
subordinados el cumplimiento de las metas establecidas; convirtiéndolas en un compromiso
personal tanto para ellos y por su puesto para el líder.

Por tal razón, quien resuelve optar por ejercer un liderazgo extremo, debe querer con
pasión el reto y la aventura; esa pasión es el elemento motivador que hace que el miedo o la duda
pase a un segundo plano. Si se acepta ese miedo como parte de la experiencia, este seguramente
dará forma creando y definiendo dicha experiencia. Entonces lo mismo podemos decir del
liderazgo extremo; encontrando que es esa interrelación dinámica entre el miedo y la pasión; por
tal motivo, todos aquellos que utilizan de manera activa el hábito que genera el temor y pasión de
forma cotidiana en sus deseos por transformar su entorno (obviamente para mejorarlo) son
líderes extremos. Entonces podemos afirmar que se es “líder extremo” cuando en la práctica se
ejerce en forma intensamente personal, y por ende básicamente este tipo de liderazgo suele
causar impresión; debido a que quien lo ejerce, trata siempre de hacer lo improbable por cambiar
el carácter de las cosas, siendo este un desafío que suele asustar no solo a quien lo ejerce, sino
también a quienes lo presencian; debido a que la exigencia es máxima sobre sí mismo, y sobre
todo a los que están alrededor, obligándolos a dejar su zona de confort. Igualmente, porque estas
acciones no ofrecen una garantía de éxito al instante; desconociéndose cómo será juzgado, ya
que la credibilidad de dicho líder y su equipo estará siempre en juego. Es por ello, que el
liderazgo extremo, no suele ser para todo el mundo; ya que no se podría participar del legítimo
liderazgo sin considerar el miedo.

Si bien es cierto que el mismo temor por instinto puede salvar vidas, evitando que hagas
algo necio, resulta también cierto que impide que se puedan lograr cosas grandes; como, por
ejemplo, aprender y crecer en el ámbito profesional. El miedo entonces es una parte natural del
desarrollo y dado que el desarrollo, el cambio y la revolución son parte esencial en la agenda del
líder extremo, este proviene o se manifiesta de acuerdo al terreno en que se esté desempeñando
dicho tipo de liderazgo. Así la experiencia producida por el miedo (o de la placidez producto de
la inyección de adrenalina) es el indicador interno que confirma cuando un líder se está
moviendo en la dirección correcta, que en verdad está liderando. Podemos estar haciendo uso de
todos y cada uno de los nuevos conceptos teóricos, leyendo los últimos libros de liderazgo; pero
si no se experimenta esa contracción visceral, esa percepción; en otras palabras si no causa
preocupación con temor el día a día, para un líder extremo no se estará realizando nada
significativo y menos aun haciendo algo útil que pueda cambiar el mundo; de hecho, pensara que
ni siquiera está liderando.

Por tanto, si un líder quiere alcanzar esa habilidad que conlleva al liderazgo extremo,
debe dar un salto de fe, un salto radical; cultivando cada día y con más intensidad esa pasión que
lo mueve, que lo motiva a lograr sus metas. La creencia personal de un líder extremo siempre
estará relacionada con ello: hacer lo que te apasiona, para ponerlo al servicio de la gente que
siente igual o más pasión por lo que haces. Muchos consideran inadecuada la emoción que
produce el amor en los negocios; ya que existe la creencia de que los buenos empresarios
mantienen el trabajo y el corazón separados: ósea actúan con frialdad; sin embargo, en la
práctica, por el contrario, es la pasión lo que aporta ese ímpetu y entusiasmo a la creatividad, la
cual es capaz de inspirar, motivar y generar lealtad, a través de impulsos de brillante innovación.
Por ende, es el amor que, manifestado a través de la pasión, resulta ser el elemento clave para
que los lazos líder-seguidor y coach-empleado sean verdadera y exitosamente productivas; ya
que un buen líder, tiene que preocuparse por las personas que lidera. No es que tenga que querer
desenfrenadamente a todos con quienes trabaja, pero sí requiere encontrar algo que realmente le
inquiete y le guste en su profesión, y con cada uno de las personas con las que se relaciona; tal
impresión, además de ser real, ha de ser reconocida como tal por los demás y principalmente por
su equipo de trabajo. La clave entonces consistirá, en encontrar una manera original y sincera de
sentir pasión por el cliente, para entonces ejercer desde ese nivel de motivación, todas y cada una
de las funciones, proyectos, metas y demás que tenga la organización.

No olvidemos que las grandes relaciones empresariales se ganan de una forma análoga a
las relaciones románticas; prestando una especie de atención casi que obsesiva a las necesidades,
deseos, esperanzas y aspiraciones de la otra persona. Sabiendo no solo cuándo de debe mantener
firme en los principios, sino también cuándo se ha de sacrificar las necesidades a corto plazo,
para poder fundar una relación en el largo plazo; demostrando a través de acciones que realmente
se piensa, y se siente en la relación mas no en el negocio. Por lo tanto, los líderes extremos de
hecho buscan a sus clientes y hacen lo imposible para mejorar sus vidas; esa es generalmente, la
responsabilidad que asumen consigo mismos. Cuando es logrado a través del cambio, la mejora y
el éxito son, finalmente, el resultado de un esfuerzo colectivo; nada realmente pasará si el líder
no te hace responsable de sus propias acciones. Solo así se podrá decir que se tiene un estatus de
líder extremo, la única forma de demostrar que no es simplemente una apariencia.

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