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El anarquismo epistemológico de Paul Feyerabend

Desde las primeras líneas del prefacio, reconocí al autor como un hombre atrevido. Y es que
anarquismo aparece como una palabra incendiaria que Feyerabend no teme en revelar su
preferencia por la filosofía política, a la cual describe como “una base excelente a la epistemología
y a la filosofía de la ciencia”.

Es el concepto de “error” lo que propone como un acompañante no sólo ineludible sino necesario
y presente a lo largo de la historia de la ciencia. “No hay desnudos en absoluto, sino que los hechos
que entran en nuestro conocimiento se ven ya de un cierto modo (...) la educación científica lleva a
cabo una simplificación racionalista del proceso ciencia mediante una simplificación de los que
participan por ella”. Con esto cuestiona la validez de las teorías que, por su privilegiada posición en
el gremio científico, parecen irrefutables.

Resulta que ni la religión o el sentido del humor de la persona se reprime a la hora de realizar su
actividad científica. Esto me hace pensar en que la comunidad científica que durante años se vio
impregnada de una atmósfera de solemnidad con un lenguaje propio del que sólo entre los mismos
se reconocía. Es decir, sólo un científico podía leer el trabajo de otro igual de preparado.

¿Es que esta solemnidad y “cuello alzado” de los científicos no somete su trabajo? Pienso en mi
oficio como dramaturgo y del que, si me sometiera a escribir por ejemplo en verso del Siglo de Oro
Español, acotaría mi trabajo a un círculo que posiblemente sólo le interesara el teatro clásico. Esto
no está mal, sin embargo, porque mi visión es llegar a más público (especialmente a ese que nunca
ha ido al teatro) me será complicado lograrlo con una única manifestación del arte escénico. Así los
científicos que esperen ser divulgadores y abrir las puertas a más personas deberían quizás
acercarse con un lenguaje más coloquial sin que sus estudios se desvaloricen a esta condición. Un
lenguaje coloquial o ameno para el resto no resta importancia a sus investigaciones.

Regresando a Feyerabend, en la introducción Los límites de la argumentación demuestra que


“considerando cualquier regla, por fundamental que sea, hay siempre circunstancias en las que se
hace aconsejable no sólo ignorar la regla, sino adoptar su opuesta”.

Pero, se pregunta el autor, ¿cuál es la fuerza que permite mantener tal desarrollo? Con esto se
interesa a saber que intereses, fuerzas, propaganda y técnicas de lavado de cerebro juegan en el
crecimiento de nuestro conocimiento a través de un análisis de la relación entre “idea y acción”.

Es el origen del pensamiento dialéctico una forma de reducir a la nada las detalladas
determinaciones del entendimiento. Que “todo valga” es en sí, su visión anárquica, sin embargo, lo
que intuyo Feyerabend nos quiso acercar es precisamente a un sistema parecido al de los artistas
que, inspirados en los fenómenos y estimulados de los mismos, configuran nuevas obras, piezas,
sonatas, esculturas o cualquier manifestación del arte que, posteriormente, puedan ser de utilidad
a las futuras generaciones de artista que se formarán cuando nosotros ya no estemos.

Miguel Alejandro Valenzuela León

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