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Carlos A. Núñez 1
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Psiquiatra Infantil, ex-Jefe del Departamento de Salud Mental del Niño y Adolescente HHV
Tal vez "deprivación afectiva" es, de por sí, un tema demasiado extenso y ambicioso
por su complejidad. Por ello, vamos a circunscribirnos sólo a las posibles circunstancias
que en la relación madre-niño de la temprana infancia, puedan o no desencadenar estas
carencias. Precisemos que, al referirnos a las perturbaciones en la interacción madre-niño,
no estamos afirmando que sean éstas las únicas que van a determinar futuras carencias
afectivas, sino más bien, una de las tantas posibles circunstancias en este tipo de
alteraciones. Así, pues, nos desenvolvemos dentro de un concepto de equifinalidad y no de
causalidad lineal. Por tanto, somos conscientes de que estamos reduciendo nuestro foco de
atención a sólo una parte y un momento de un imbricado proceso interactivo.
Partiendo de estas premisas, propongo un esquema para su estudio que partirá de los
avances que se han venido dando en la investigación de las competencias del niño pequeño
y su compromiso activo en la relación con su madre, para, enseguida, continuar con la
identidad y el sentido de ser madre, y terminar con el proceso interactivo que se
desencadena entre ellos. Así, dentro de este esquema, nos ocuparemos de aquellas posibles
circunstancias en las cuales se desencadenan estas perturbaciones. Para llegar a ello,
estudiaremos inicialmente a los protagonistas y sus interacciones.
1. El Recién nacido
Del recién nacido nos interesa su proceso evolutivo visto desde las nuevas
orientaciones que se vienen dando en los últimos años. Esto, como consecuencia de
estrategias innovadoras implementadas en los procedimientos de investigación con niños
pequeños.
Todo este movimiento se inicia cuando los investigadores empezaron a reconocer
que para el estudio del recién nacido lo importante es "saber cómo" y no tanto "saber qué".
Así, Stern (1997) nos dice: “La revolución en la investigación consistió en invertir la
situación, buscando no la buena pregunta, sino pensando en lo que el infante puede hacer
(por ejemplo chupar) y que puede servir de respuesta (en medidas de respuesta).
El descubrimiento de "buenas respuestas" a partir del estudio de ciertas conductas
observables permitió el conocimiento de nuevas competencias en el recién nacido. Al
observar y medir las respuestas de volver la cabeza, de succionar, de mirar en las
interacciones con la madre, se pudo comprobar que el recién nacido trae un equipamiento
que le permite relacionarse tempranamente con su medio de una manera muy activa.
Esta posibilidad del recién nacido de relacionarse activamente con su entorno se
manifiesta a partir de un innato interés espontáneo por lo nuevo. Dentro de este interés,
cada infante tiene un nivel óptimo de excitación que le es agradable, superado el cual,
decrece su interés y ello le permite regularse y a la vez regular por medio de señales
(desviar la mirada) la estimulación que viene de la madre.
Por todo ello, debemos reconocer que las conductas del neonato no son simples
reflejos primarios, atávicos o arcaicos, sino precursores de las futuras aptitudes del adulto.
Para Brunner (1983), estas primeras competencias del recién nacido configuran un sistema
complejo, donde está presente la intencionalidad, la información de retorno y los esquemas
de acción. Esta estructura así diseñada es indispensable para que pueda interactuar con el
medio y correspondería a pre-conocimientos transmitidos genéticamente, fruto de sucesivas
pre-adaptaciones de la especie.
Así, a partir del desarrollo de estas nuevas maneras de experimentación, se pudo
reconocer una serie de competencias en el recién nacido, como la capacidad para coordinar
la información que procede de modalidades perceptuales diferentes a partir de una única
fuente externa. Un modelo mental que plantea la organización de la correspondencia entre
los diferentes sentidos, a diferencia de Piaget, para quien las sensaciones visuales y
auditivas no estarían interconectadas. Esta "Percepción amodal" se constituyó en la base
teórica de trabajos experimentales que permitió su réplica y así reconocer las competencias
que tienen los recién nacidos para establecer una correspondencia entre percepciones que
pertenecen a modalidades sensoriales diferentes.
Meltzoff y Borton (1979), encuentran estos mismos mecanismos de
correspondencia entre las sensaciones táctiles y visuales, al poder diferenciar las imágenes
de tetinas diferentes después de haberlas succionado. Posteriormente Lewcowicz y
Turkewitz (1980), encontraron correspondencia entre niveles absolutos de intensidad
sonora con niveles específicos de intensidad luminosa en estas edades. Estos códigos de
comunicación no verbal representados por estos segmentos de conducta, aparentemente
fragmentarios pero realmente integrados en secuencias organizadas, constituyen la base de
los primeros vínculos. Con ello, esta organización aparentemente rudimentaria sería capaz,
sin embargo, de emitir señales y sintonizar con todo lo necesario para su desarrollo
evolutivo y permitirle, de esta manera, ser desde su nacimiento un elemento activo del
proceso.
2. De la madre:
3. De la interacción:
Klause, Trause y Kennell (1975) estudiaron, inmediatamente después del parto, las
primeras interacciones madre-bebé, dejando en el proceso a ambos en libertad para que se
expresaran, y describieron un ritual compartido de actitudes maternas de posesión y
reconocimiento del bebé y, de parte de éste, sus respuestas prolongadas de succión del
pezón.
Estas pautas de interacción espontáneas van creando, desde su inicio, un sistema
relacional de conocimiento mutuo que si bien se define de manera asimétrica resulta, a la
vez, una relación complementaria. Es verdad que el neonato sólo posee una forma muy
elemental de interacción social si lo comparamos con los códigos comunicacionales de su
madre; sin embargo, a través de su función complementaria activa, retroalimenta y
consolida la relación con ella. Así, el mundo de las representaciones que permite la
acomodación con el otro, se va organizando a partir de la experiencia compartida de
aquellas acciones concretas que suceden entre ellos.
Esta interacción que se consolida a través del ajuste y sincronización de los
segmentos de conducta que intercambian es descrita por Kaye en 1977, al observar la
exacta sincronía que existe en las pautas de succión. Mientras el bebé succiona, la madre
permanece quieta y callada y, en la pausa, ella lo acaricia y le habla. Cada uno de estos
segmentos interactivos precisa de un centro de interés común para producir una experiencia
compartida.
Esta experiencia compartida se va redefiniendo de manera continua, por los cambios
en el desarrollo del propio niño y la manera de “estar con el hijo” por parte de la madre.
Se debe señalar que estos encuentros relacionales están cargados de sensaciones y
rudimentos afectivos que lo vehiculan.
Todos estos encuentros relacionales entre la madre y el bebé corresponden al
proceso de construcción del vínculo afectivo entre ellos. Sin embargo, a diferencia de los
teóricos del vínculo, quienes en un inicio le asignaron un peso determinante en el proceso
de organización de la afectividad del individuo, existen otros trabajos de investigación más
recientes que hacen relativo este determinismo. Ellos rescatan los conceptos de “plasticidad
cerebral” y de “base genética con marcada tendencia al desarrollo” que poseen los niños
y, a partir de los cuales, puede variar en la relación madre-bebé las “consecuencias” de las
perturbaciones sufridas tempranamente en el vínculo afectivo. Rutter (1987) señala “los
efectos mórbidos de los traumas tempranos no son en absoluto inevitables o irrevocables”.
Gardner y Buchinal (1962) evaluaron a niños después de varios años de vivir con
sus padres adoptivos y no encontraron grandes diferencias con los otros niños, y “Lo más
impresionante” según ellos fue ”que salvo pocas excepciones, no parecían sufrir de la
congelación de los afectos ni de la ausencia de discriminación de la amistad que describe
Bowlby”. Sin intentar negar los grandes aportes recibidos de los teóricos del vínculo,
creemos necesario reportar las tendencias actuales sobre los trabajos de investigación que
se realizan en esta área.
A continuación, después de referirnos a los protagonistas y sus interacciones,
propongo un intento de clasificación de las perturbaciones en las interacciones madre-
bebé. Esta clasificación se apoya en la descripción que hace Mazet/ Sotoleru (1990) sobre
las perturbaciones de la relaciones madre-bebé. Los autores reconocen en estas
perturbaciones, aspectos cuantitativos de las mismas referidos a la intensidad del estimulo y
a la reciprocidad de las interacciones.
En los aspectos de la reciprocidad de las interacciones propuestos por estos autores
hemos diferenciado las perturbaciones en la recepción del estímulo y la perturbación
en el “estar con el Otro”, en un intento – si bien artificial – útil para analizar más en
detalle estas posibles alteraciones. Esto, lo planteamos buscando separar grados de
complejidad diferente entre alteraciones que alcanzan sólo los grados de sintonía y
sincronía de la interacción y, por otro lado, perturbaciones más complejas que involucran
estados afectivos. Esta última perturbación, ha sido tomada de la concepción relacional
propuesta por Stern, de ”estar con el otro”, y lo hacemos no con la intención de ser
irreverentes, sino con el deseo de integrar los diferentes esfuerzos por conceptualizar esta
imbricada urdimbre afectiva.
Si bien en la perturbación "de estar con el otro" pueden estar también presentes las
alteraciones en la intensidad del estímulo y/o en la sintonía y sincronía de la interacción, las
diferenciamos porque representan procesos de una mayor complejidad, en los cuales la
relación entre la madre y el niño se va definiendo en espacios intersubjetivos. La madre y
el niño están cara a cara pero tienen dificultades para estar con el otro, con una ausencia en
la interacción del "dialogo tónico" y de la tonalidad afectiva necesaria.
La madre se constituye en un marco de referencia donde el bebe puede ir ajustando
y acomodando estos pequeños esquemas de conducta y, a su vez, el bebe con sus señales
guía a la madre para poder satisfacer una necesidad compartida. Así, ambos van definiendo
continuamente la relación a partir de ir creando patrones interaccionales que determinan
una tonalidad afectiva armoniosa o, por el contrario, confusa y displacentera para ambos.
Alteraciones en la disponibilidad. Por alguna razón, uno o ambos no están
disponibles en un momento o tiempo determinado, interrumpiéndose la secuencia del
patrón interaccional establecido entre ellos. Este hecho tendrá importancia en aquellos
casos donde la "no disponibilidad" se repita específicamente en determinados momentos
importantes de la interacción, o cuando este "no estar dispuesto" tiende a prolongarse en el
tiempo, reduciéndose ostensiblemente los intercambios entre ellos. Del mismo modo, este
tipo de alteraciones puede estar presenta en el rechazo materno abierto.
Para construir su mapa relacional con el entorno y su propio cuerpo, el bebé en sus
intercambios con la madre, se guía por los micro sucesos o pequeños segmentos de
conducta que comparten. En ese sentido, las alteraciones de disponibildad de la madre
acarrean al bebé perturbaciones para estar con el otro y consigo mismo. En estas
alteraciones estarían parcialmente comprometidas sus representaciones, pero se
conservarían determinados vínculos afectivos.
Igualmente, es posible que el bebé "no esté disponible" para la madre, al emitir
señales confusas, débiles y desprovistas de afectividad, generando en ella incertidumbre y
dificultades para organizar su identidad y sentido de ser madre.
Por último, existiría una alteración en las interacciones, cuando la madre muestra
una disponibilidad excesiva, está siempre presente y anteponiéndose a las necesidades del
bebé, sin darle la oportunidad para que se reconozca como un participante activo.
Alteraciones en el compromiso afectivo. Este tipo de alteraciones se presentan
cuando en la interacción madre-niño se pierde la conexión afectiva, y
correspondería a lo que Stern denomina "el hecho de estar con una madre
deprimida" donde "la madre está físicamente presente pero psíquica y
afectivamente ausente porque no puede seguir vinculada o relacionarse
emocionalmente con su hijo".
En estos casos la desconexión afectiva de la madre no se produce siempre igual, ni
en la intensidad del cuadro, ni en el tiempo de persistencia del síntoma y, como señala
Stern, en la madre no se produce “un cambio brutal ni una pérdida repentina del
amor,....Se trata más bien de un proceso gradual de distanciamiento, generalmente parcial.
En lugar de una experiencia subjetiva traumática, se dan por lo menos cuatro experiencias
subjetivas crónicas o repetitivas que conducen a cuatro modelos de-estar-con diferentes...”
En las figuras 1 y 2 intento resumir el excelente análisis que hace el autor de la
“Constelación familiar”. Espero no ser irreverente con ello. Como se resume en las
figuras, el primer modelo corresponde a aquellos casos en los cuales el bebé al no encuentra
la resonancia necesaria, termina por imitar la conducta de su madre y se deprime. En la
figura Nº 2 se resumen los otros tres modelo, que van desde la capacidad del bebé para
reanimar a la madre cuando la depresión no es tan intensa, hasta la utilización de la madre
como telón de fondo para buscar estimulación en cualquier otro sitio o cuando la madre se
esfuerza para interactuar con su hijo, pero sin experimentar sentimientos, creándose un
“Yo” artificial.
Estos cuatro modelos no serían las únicas posibilidades de respuesta, ni representan
modelos estáticos; por el contrario, podrían variar si hay cambios en el proceso interactivo.
Los cambios referidos a estos modelos, también pueden extenderse a las otras
perturbaciones de la interacción descritas anteriormente.
Experiencia infantil de la micro depresión repetida:
1. La cara de la madre está apagada e inexpresiva.
2. La madre aparta la mirada y no intenta restablecer el contacto.
3. Su nivel de respuesta es menor y desaparece su animación y tonicidad
Mod.Figura 2. La experiencia
4 / La experiencia de una madreinfantil
y de de
un ser el reanimador
yo artificiales:
Relación madre bebé es artificial, en la lucha para vencer la depresión
La conducta es forzada y desprovista de sentimientos, aunque si trasmite un
verdadero deseo.
CONCLUSIONES
REFERENCIAS