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relaciones
Cómo sanar
Martin H. Padovani
M. H. Padovani Cómo sanar relaciones y sentimientos heridos
¿Cómo asumir la ira, la culpa, la crítica?
¿Cómo perdonar y perdonarnos a nosotros mismos?
¿Cómo aprender a amar? ¿Y a ser amados?
¿Cómo superar la pérdida de un ser querido?
¿Cómo tratar de resolver los conflictos familiares?
¿Cómo curar las heridas sufridas por una separación?
Martin H. Padovani no nos ofrece recetas mágicas,
pero sí una valiosa ayuda psicológica y espiritual
para sanar nuestras heridas más profundas.
CóMO SANAR
RELACIONES
y SENTIMIENTOS
Heridos
Cómo sanar sentimientos heridos
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Problemas. ¿Hay alguien libre? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Religión. ¿Paz o confusión? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
Religión y psicología. ¿Compatibles? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
La voluntad de Dios. ¿Realmente lo es? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
Ira. ¿Virtud o vicio? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
Perdón. ¿Implica el olvido? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
Perdonarse a uno mismo. ¿Lo pasamos por alto? . . . . . . . . . . . .96
Culpa. ¿Estímulo o tormento? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Depresión. ¿Podemos expresarla? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118
Autocrítica. ¿O autocondena? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
Amor a uno mismo. ¿Conflicto de intereses? . . . . . . . . . . . . . . . 138
Dar. ¿O rendirse? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Compasión. ¿Es importante? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Cambio. ¿Qué podemos cambiar? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Raíces. ¿Te conoces a ti mismo/a? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200
Afirmación. ¿Por qué la necesitamos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218
Cómo sanar relaciones heridas
Reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
Comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .242
Escuchar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 282
Conflicto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 300
Intimidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 330
La relación más importante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 358
Perdón y reconciliación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 394
Las pérdidas de la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 424
La pérdida de una relación significativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 444
La pérdida de un ser querido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 482
Ansiedad y miedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 526
Volverse a casar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 554
Para que el matrimonio funcione . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 588
Familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 600
Gratitud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 618
CóMO SANAR
SENTIMIENTOS
Heridos
Prólogo
Victor Frankl observó que la psicología había estado los últimos cin-
cuenta años excesivamente cerrada en una preocupación: había cen-
trado su atención casi exclusivamente en la mente y el cuerpo huma-
nos. Frankl expresó su esperanza de que en los próximos cincuenta
años se produjera una preocupación igual por el olvidado espíritu hu-
mano. Sabemos qué ocurre cuando la mente o el cuerpo son priva-
dos del alimento necesario; inexplicablemente, sin embargo, hemos
ignorado el hambriento espíritu humano. Hemos silenciado selecti-
vamente las persistentes preguntas del espíritu humano: de dónde
venimos, qué somos y adónde vamos. El cuerpo y la mente son par-
tes esenciales, interrelacionadas e interactivas de nuestra naturaleza
humana, pero también lo es el espíritu.
Nosotros, como humanos, no solo somos espíritus, almas necesi-
tadas de salvación. También somos mente y cuerpo, y nuestro viaje
por la vida estará lleno de sobresaltos si tratamos de ser espirituales
sin tratar de ser humanos. La teología tendrá que incluir de alguna
manera una consideración de lo humano, lo mismo que la verdade-
ra psicología tendrá que atender a la parte espiritual del compuesto
humano.
Es muy reconfortante encontrarse con un libro como este. En estos
ensayos, Martin Padovani nos ayuda a vernos a nosotros mismos en
las tres dimensiones: cuerpo, mente y espíritu. Él nos ayuda a enten-
der la necesaria compatibilidad entre psicología y fe. Nos habla de
una fe religiosa que ayuda: la que integra s entimientos y fe en una ar-
monía total. Nos previene contra la fe religiosa que puede ser dañina.
Aquí hay mucho alimento para el alma. Es un libro que debe ser in-
teriorizado, discutido en grupos o usado como base para el desarrollo
personal. Como el autor, yo también veo que gran parte del sufrimien-
to humano es “inútil”. Veo un cúmulo de sentimientos no expresados
encarcelando a seres humanos torturados. Veo gente tratando de ser
religiosa sin poner el mismo empeño en ser humana. Y, por supuesto,
veo gente tratando solo de ser humana, como si la psicología fuera la
única salvación. Ambas ilusiones pueden dar como resultado triste-
za y desilusión.
Los dos temas de Martin Padovani brillantemente descritos en es-
tas paginas son como las dos piernas sobre las que los humanos cami-
namos sobre la faz de la tierra en nuestro viaje hacia la casa de Dios. El
primero es un sentido del valor personal, que es la columna vertebral
de la identidad humana y la base esencial de la a legría humana; el se-
gundo es un sentido de la responsabilidad personal. En este contexto,
con frecuencia he pensado en nosotros los humanos o como “dueños”
o como “inculpadores”. O aceptamos una responsabilidad personal
por nuestras vidas, como dueños de nuestras acciones y reacciones,
o echamos la culpa de ellas a los demás.
Los dueños entran en contacto con sus espacios interiores; los in-
culpadores se pasan la vida poniendo trampas y tumbando espanta-
pájaros. Estos inculpadores acaban sintiendo cansancio por insistir
persistentemente en eludir la responsabilidad. Limitan seriamente su
potencial de autoconocimiento: nunca se conocen a sí mismos.
No permita que la riqueza de estas páginas se pierda. Interiorícela
de alguna forma. Los años que ha invertido el autor en la consejería a
personas con problemas han sido un laboratorio de vida. Sus valiosas
conclusiones nos serán de ayuda solo y en tanto que las asimilemos
de manera que las hagamos nuestras y las integremos en nuestras vi-
das. Yo valoro la sabiduría de este libro.
John Powell, S. J.
Loyola University
Chicago, Illinois
Él me ha enviado para dar la
Buena Nueva a los pobres,
para curar los corazones desgarrados.
(Isaías 61,1)
Introducción
en mi trabajo.
La ciencia del comportamiento humano, con toda su riqueza de
intuiciones, nos ayuda a explorar y analizar el significado y la pro-
fundidad del mensaje de Jesús. Al enseñar en ambos planos, Jesús nos
muestra que ambos planos se funden. Tal vez sea por esto por lo que
algunos terapeutas fracasan o se quedan cortos en el tratamiento de
45 sus pacientes. Por otro lado, el ministro religioso con frecuencia limita
a la gente al no reconocer los aspectos psicológicos de sus vidas. Al
separar lo humano de lo espiritual, no estamos mirando la persona
total. ¿No es de falta de totalidad, de alienación interna, de lo que tra-
tan las enfermedades mentales y emocionales?
En los evangelios, Jesús se encuentra con la gente como es e intenta
elevarla. Él se refiere a sus dos dimensiones: la humana y la espiritual.
Él hace a la persona total, al reconciliar ambas dimensiones. En otras
palabras, sana. Contemplemos al paralítico, a María Magdalena o a
la mujer del pozo.
Como ciencia, la psicología nos ayuda a entendernos a nosotros
mismos; la religión ilumina nuestro concepto de Dios. La psicología
explica las interacciones que trabajan en nuestras relaciones huma-
nas; la religión enfatiza nuestra relación con Dios y con los demás. A
través de la psicología nos encontramos a nosotros mismos; a través
de la religión nos encontramos con Dios. Si no podemos experimen-
tarnos a nosotros mismos, que nos vemos, ¿cómo podemos experi-
mentar a Dios, a quien no podemos ver?
La piedra angular de la enseñanza de Jesús es el amor a Dios y al
prójimo. Si no me amo a mí mismo, ¿cómo puedo amar a otros y a
Dios? La psicología nos enseña mucho sobre el amor y los baches en el
amor; sobre el amor verdadero y el amor imaginario; sobre el exigen-
cias del amor. Creer, aceptar y confiar en Dios requiere creer, aceptar
y confiar en nosotros mismos. Con la ayuda de la psicología podemos
extraer de raíz las contradicciones, superficialidades y dimensiones
neuróticas de nuestra fe personal. A lo largo de los años hemos creci-
do en la conciencia de que la influencia de la psicología ha fortificado
y embellecido las creencias religiosas y el raciocinio moral.
Religión y psicología