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heridos

y sentimientos
relaciones
Cómo sanar
Martin H. Padovani
M. H. Padovani Cómo sanar relaciones y sentimientos heridos
¿Cómo asumir la ira, la culpa, la crítica?
¿Cómo perdonar y perdonarnos a nosotros mismos?
¿Cómo aprender a amar? ¿Y a ser amados?
¿Cómo superar la pérdida de un ser querido?
¿Cómo tratar de resolver los conflictos familiares?
¿Cómo curar las heridas sufridas por una separación?
Martin H. Padovani no nos ofrece recetas mágicas,
pero sí una valiosa ayuda psicológica y espiritual
para sanar nuestras heridas más profundas.
CóMO SANAR
RELACIONES
y SENTIMIENTOS
Heridos
Cómo sanar sentimientos heridos

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22
Problemas. ¿Hay alguien libre? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30
Religión. ¿Paz o confusión? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38
Religión y psicología. ¿Compatibles? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
La voluntad de Dios. ¿Realmente lo es? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 52
Ira. ¿Virtud o vicio? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
Perdón. ¿Implica el olvido? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88
Perdonarse a uno mismo. ¿Lo pasamos por alto? . . . . . . . . . . . .96
Culpa. ¿Estímulo o tormento? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Depresión. ¿Podemos expresarla? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118
Autocrítica. ¿O autocondena? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 132
Amor a uno mismo. ¿Conflicto de intereses? . . . . . . . . . . . . . . . 138
Dar. ¿O rendirse? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Compasión. ¿Es importante? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Cambio. ¿Qué podemos cambiar? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Raíces. ¿Te conoces a ti mismo/a? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200
Afirmación. ¿Por qué la necesitamos? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218
Cómo sanar relaciones heridas

Reconocimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
Comunicación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .242
Escuchar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 282
Conflicto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 300
Intimidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 330
La relación más importante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 358
Perdón y reconciliación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 394
Las pérdidas de la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 424
La pérdida de una relación significativa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 444
La pérdida de un ser querido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 482
Ansiedad y miedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 526
Volverse a casar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 554
Para que el matrimonio funcione . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 588
Familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 600
Gratitud . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 618
CóMO SANAR
SENTIMIENTOS
Heridos

Prólogo

Victor Frankl observó que la psicología había estado los últimos cin-
cuenta años excesivamente cerrada en una preocupación: había cen-
trado su atención casi exclusivamente en la mente y el cuerpo huma-
nos. Frankl expresó su esperanza de que en los próximos cincuenta
años se produjera una preocupación igual por el olvidado espíritu hu-
mano. Sabemos qué ocurre cuando la mente o el cuerpo son priva-
dos del alimento necesario; inexplicablemente, sin embargo, hemos
ignorado el hambriento espíritu humano. Hemos silenciado selecti-
vamente las persistentes preguntas del espíritu humano: de dónde
venimos, qué somos y adónde vamos. El cuer­po y la mente son par-
tes esenciales, interrelacionadas e interactivas de nuestra naturaleza
humana, pero también lo es el espíritu.
Nosotros, como humanos, no solo somos espíritus, almas necesi-
tadas de salvación. También somos mente y cuerpo, y nuestro viaje
por la vida estará lleno de sobresaltos si tratamos de ser espirituales
sin tratar de ser humanos. La teología tendrá que incluir de alguna
manera una consideración de lo humano, lo mismo que la verdade-
ra psicología tendrá que atender a la parte espiritual del compuesto
humano.
Es muy reconfortante encontrarse con un libro como este. En estos
ensayos, Martin Padovani nos ayu­da a vernos a nosotros mismos en
las tres dimensiones: cuerpo, mente y espíritu. Él nos ayuda a enten-
der la necesaria compatibilidad entre psicología y fe. Nos habla de
una fe religiosa que ayuda: la que integra s­ entimientos y fe en una ar-
monía total. Nos previene contra la fe religiosa que puede ser dañina.
Aquí hay mucho alimento para el alma. Es un libro que debe ser in-
teriorizado, discutido en grupos o usado como base para el desarrollo
personal. Como el autor, yo también veo que gran parte del sufrimien-
to humano es “inútil”. Veo un cúmulo de sentimientos no expre­sados
encarcelando a seres humanos torturados. Veo gente tratando de ser
religiosa sin poner el mismo empeño en ser humana. Y, por supuesto,
veo gente ­tratando solo de ser humana, como si la psicología fuera la
única salvación. Ambas ilusiones pueden dar como resultado triste-
za y desilusión.
Los dos temas de Martin Padovani brillantemente descritos en es-
tas paginas son como las dos piernas sobre las que los humanos cami-
namos sobre la faz de la tierra en nuestro viaje hacia la casa de Dios. El
primero es un sentido del valor personal, que es la columna ver­tebral
de la identidad humana y la base esencial de la a­ legría humana; el se-
gundo es un sentido de la responsabilidad personal. En este contexto,
con frecuencia he pensado en nosotros los humanos o como “dueños”
o como “inculpadores”. O aceptamos una responsabilidad personal
por nuestras vidas, como dueños de nuestras acciones y reacciones,
o echamos la culpa de ellas a los demás.
Los dueños entran en contacto con sus espacios interiores; los in-
culpadores se pasan la vida poniendo trampas y tumbando espanta-
pájaros. Estos inculpadores acaban sintiendo cansancio por insistir
persistentemen­te en eludir la responsabilidad. Limitan seriamente su
potencial de autoconocimiento: nunca se conocen a sí mismos.
No permita que la riqueza de estas páginas se pierda. Interiorícela
de alguna forma. Los años que ha inverti­do el autor en la consejería a
personas con problemas han sido un laboratorio de vida. Sus valiosas
conclusiones nos serán de ayuda solo y en tanto que las asimilemos
de manera que las hagamos nuestras y las integremos en nuestras vi-
das. Yo valoro la sabiduría de este libro.

John Powell, S. J.
Loyola University
Chicago, Illinois
Él me ha enviado para dar la
Buena Nueva a los pobres,
para curar los corazones desgarrados.
(Isaías 61,1)
Introducción

En los últimos años ha habido un incremento de los escritos que in-


tentan mostrar la naturaleza com­plementaria e interdependiente de
las dimensiones psicológica y espiritual del ser humano. Estas dimen-
siones no son dos aspectos separables, sino que están en­tretejidas
dentro de la persona. Cada persona es un ser psicológico y espiri-
tual, aunque frecuentemente lo espiritual no se reconoce o desarrolla.
Acentuar una dimensión y olvidar la otra es limitar la comprensión
de ambas. La búsqueda de significado y curación en nuestras vidas,
nuestra capacidad de actuar de una forma totalmente humana, se dan
en ambas dimensiones e influyen una en la otra.
En el clima de confusión moral de hoy, muchos problemas huma-
nos tienen una dimensión moral profunda, y muchos desórdenes psi-
cológicos solo encontrarán una verdadera sanación dentro del con-
texto de lo espiritual.
Por ejemplo, cualquier forma de adicción solo podrá ser controla-
da con un enfoque espiritual. Sea porque lo espiritual se refiere a un
“poder superior” o a un Dios personal más definido, lo cierto es que los
adictos en rehabilitación se aferran a “lo espiritual” como la única es-
peranza de supervivencia. Por eso el programa espiritual de los “Doce
Pasos” de Alcohólicos Anónimos tiene tanta popularidad y éxito.
Por otro lado, muchos problemas religioso-espirituales pueden
resolverse solo con la ayuda del conocimiento psicológico y la infor-
mación que pueda tratar la inmadurez espiritual y promover el creci-
miento espiritual. Por ejemplo, ayuda darse cuenta de lo importante
que es permitir que las emociones de cada uno fluyan libremente du-
Introducción

rante la oración. Esto significa que la persona necesita estar en con-


tacto con sus sentimientos y no sentirse culpable por la presencia
de sentimientos negativos incluso durante la oración. Esto significa
que la oración es válida incluso en ausencia de cualquier sentimiento
23 positivo, que es algo que sienten especialmente los depresivos. Con
una información y una comprensión psicológicas adecuadas, la gen-
te puede evitar obstáculos espirituales innecesarios y crecer en su
vida espiritual.
El objetivo de armonizar lo psicológico y lo espiritual es difícil. Una
explicación reside en que muchos psicólogos especializados en cien-
cias del comportamien­to no tienen el conocimiento y la formación
del campo espiritual, mientras que a los versados en lo espiritual les
falta a menudo el conocimiento y la comprensión suficientes de lo
psicológico. Hay momentos en que ambas profesiones consideran
simplistamente su propio enfoque como la panacea de todos los pro-
blemas. No puede haber sanación espiritual sin entrar en contacto
con lo emocional y no hay sanación emocional completa sin lo espiri-
tual. La persona tiene que ser percibida de forma holística: emocional,
espiritual y físicamente.
El psiquiatra Scott Peck, en su “bestseller” The Road Less Travelled,
ha hecho una contribución muy importante al integrar lo psicológico
y lo espiritual. También hoy muchos teólogos de la moral han hecho
otra contribución al integrar lo espiritual con lo psicológico como una
ayuda para entender muchos dilemas morales.
Estas dos dimensiones deberían verse como los ojos psicológico y es-
piritual de la persona humana, que se complementan mutuamente. El
uno le sirve al otro en la percepción de la totalidad de la vida y de sí mis-
mo. Pero si un ojo no está funcionando bien o está cerrado, es difícil que
se pueda tener una percepción realista de la vida y una comprensión de
la persona. Si están sanos, los dos ojos nos ayudan a formar una visión
más holística de la persona. Sin embargo, debido a la ceguera ocasional
de estos ojos, experimentamos un sufrimiento innecesario. La ceguera
psicológica da como resultado la ignorancia de la persona; la cegue-
ra espiritual fomenta una profunda ignorancia de las áreas religiosas.
Introducción

Ya es suficientemente molesto que la gente no tenga sentido común,


pero cuando se complica con el sinsentido religioso, esto se convierte
en el caso de un ciego guiando a otro ciego.
En mis 27 años como sacerdote-terapeuta, he escuchado dema-
25 siadas historias de sufrimiento innecesario, innecesario porque fue
causado por una comprensión errónea de una emoción fundamental
o de un aspecto espiritual de la persona. Hay momentos en los que me
he admirado y alarmado de la amplitud y profundidad de esos malen-
tendidos y de lo perversos que son para todas las personas en todos
los órdenes de la vida. Esa es la razón de ser de este libro.
Los siguientes capítulos son el resultado directo del tratamiento
de estos malentendidos. Tratan ideas básicas mal entendidas por un
vasto número de personas: rabia, perdón de uno mismo, compasión,
depresión, cambio, culpa, etc. Estos conceptos son tan comunes al
comportamiento humano que, precisamente por eso, los damos por
un hecho. También nos parecen tan básicos en nuestra experiencia
que, irónicamente, se nos hace difícil explicarlos, y más difícil aún,
comprenderlos.
En la Biblia –más concretamente en el Jesús de los evangelios–, en-
contramos una mezcla de lo humano y lo espiritual. De hecho, los dos
están tan íntimamente entremezclados que a menudo ni nos damos
cuenta de ello. Encontramos debilidad humana y fracasos superados
con fortaleza espiritual, como en el caso de David, que cae y se levan-
ta gracias a que busca a un Dios que perdona. Vemos a Jesús, que es
tan humano y por lo mismo emocional, llorando, triste, compasivo,
enojado, herido, desilusionado, orante, conmovedor, aseverativo y ca-
riñoso. Todos sus sentimientos son parte de su enseñanza “espiritual”
sobre el amor, la esperanza, la fe, el perdón, la oración a Dios como
Padre, la sanación, el abandono de los valores materiales para buscar
valores como la sencillez, la misericordia, la castidad, la obediencia,
el amor a los enemigos, la construcción de la paz.
Jesús es el maestro de la enseñanza espiritual y también el doctor
del comportamiento humano. Él dice: “Seguidme. Yo soy el camino,
la verdad y la vida. Yo soy la luz”. Nos llama a seguirle emocional y
Introducción

espiritualmente, y con mucha frecuencia no nos damos cuenta de que


su espiritualidad es parte de su humanidad.
El objetivo de Cómo sanar sentimientos heridos es ­­fo­mentar una
comprensión mejor, más profunda, de que nuestras dinámicas hu-
27 mana y espiritual deben com­ple­mentarse y estar a tono la una con la
otra, todo lo que nuestra imperfecta condición humana lo permita. En
todos nosotros hay un rico potencial humano y espiritual que no sale
al descubierto por todas las capas de malentendidos que lo oscurecen.
Si este libro puede mostrar la conexión entre las dos dimensiones y, al
mismo tiempo, eliminar algo del innecesario s­ ufrimien­to que surge de
malentenderla –que afecta tanto a los que no tienen educación como
a los que sí la tienen–, me sentiré satisfecho.
Dios está trabajando en la condición humana. Pero Dios espera que
nosotros tratemos de cooperar con un estilo propio, entendiendo y
usando las dimensiones psicológica y espiritual de nuestras vidas. De
esta forma nos ayudamos a nosotros mismos a ejercitar lo que Dios
quiere para cada uno de nosotros: nuestra santificación de una forma
totalmente humana.
Problemas
¿Hay alguien libre?
Todos tenemos problemas. Pueden diferir en núme­ro, variedad e in-
tensidad, pero, si vivimos en este mundo, todos compartimos esta
experiencia y esta herencia comunes.
¿Qué diferencias hay entre nosotros cuando nos referimos a los
problemas? Simplemente, que algunas personas se ven alteradas y
abrumadas por ellos, mientras que otras los afrontan y los manejan.
A veces, algunos manejan tan bien sus problemas que, erróneamente,
creemos que no los tienen.
Uno de los principales objetivos de la consejería y la psicotera-
pia es ayudar a personas, matrimonios y familias con problemas
para que se ayuden a sí mismos. Esto significa que ellos son los que
tienen que reconocer y ponerse en contacto con sus problemas, co-
menzar a afrontarlos y examinar las alternativas que se pueden se-
guir, tomar una decisión y cumplirla para que la vida continúe.
Normalmente, lo que ocurre es que dentro del sistema individual,
matrimonial o de familia ha habido una ruptura en el funcionamien-
to, y se debe considerar alguna acción correctiva. La confusión y la
pérdida de confianza disminuyen el potencial interno de sanación
y de acción. Las personas que se ven abrumadas por sus ­problemas
pierden el control de sí mismas y son dominadas por ellos. Con la
pérdida de control, empiezan a sentirse impotentes y desesperanza-
das. Aparecen la an­siedad y la depresión y así bloquean aún más el
raciocinio lógico. Empiezan a ser presas del pánico y a buscar solu-
ciones rápidas e inmediatas. Y como estas, por su­puesto, no existen,
entonces se desesperan.
Problemas

Los seres humanos son ingeniosos a la hora de inventar toda cla-


se de métodos para escapar y evitar problemas. Es necesario que de
vez en cuando dejemos nuestros problemas a un lado, pero cuando
31 esto se convierte en la regla en lugar de en la excepción, empiezan a
surgir los problemas. La gente, normalmente cuerda, toma decisio-
nes irracionales en estos momentos y acumula una mala decisión tras
otra. Dominan los pensamientos y sentimientos negativos y se actúa
de forma irracional y descontrolada. Consideramos este comporta-
miento como neurótico.
En muchas de estas situaciones, los problemas se i­­ n­tensifican y se
convierten en problemas personales porque a menudo había señales
de alerta que no fueron atendidas. Por ejemplo, individuos que expe-
rimentan insatisfacción consigo mismos y con la vida en general pue-
den echar la culpa a otros y pueden sufrir depresiones y enfermedades
psicosomáticas –dolores de cabeza, úlceras y dolores en el pecho– que
reflejan que no están manejando el estrés en sus vidas. Podemos ver
esposos y esposas descontentos en sus matrimonios debido a la insa-
tisfacción marital, que miran a otras personas o se dedican exagera-
damente a otras causas, aun santas y buenas. Algunos niños que re-
claman atención o que, aislados y rebeldes, no se relacionan con sus
compañeros, reflejan no solo sus propias dificultades, sino también las
de sus familias, que pueden estar encubiertas, disimuladas o negadas.
Así pues, la diferencia entre los que manejan sus problemas y los
que no lo hacen es con frecuencia lo que distingue a los que afrontan
sus problemas de los que no lo hacen. Cuando evitamos los proble-
mas, estos normalmente terminan controlándonos y do­minándonos,
ya sea a corto o a largo plazo. Cuando hacemos frente a los problemas,
nos las entendemos con la realidad, y la realidad, por muy dura y do-
lorosa que sea, nos mantiene mental, emocional y espiritualmente
sanos.
Por supuesto, es importante recordar que el dolor es siempre par-
te del proceso de crecimiento. Como dicen en Alcohólicos Anónimos,
“no pain, no gain” (sin dolor no hay beneficio). Sea físico o psicológico,
el dolor es realmente positivo, porque avisa de que algo está mal, de
Problemas

que algo necesita un cambio, de que un problema necesita tratamien-


to. Si no experimentamos dolor, esto quiere decir que carecemos de
un sistema para detectar los problemas. Y así no tendremos oportu-
33 nidad de cambiar y nos degeneraremos.
Todos tenemos problemas, todos sentimos ansiedad, depresión y
frustración. ¿Pero las manejamos y las controlamos la mayor parte del
tiempo, o son ellas las que nos controlan?
Sucede lo mismo con nuestras inseguridades. Nadie es totalmente
seguro. Tenemos temporadas de estabilidad, pero esta generalmen-
te se enturbia cuando buscamos otro nivel de estabilidad. Nuestra
inseguridad nos ayuda a darnos cuenta de nuestra finitud y de las
limitaciones de este mundo. Y nos obliga a contemplar, más allá del
limitado campo de la seguridad humana, un lu­gar seguro y duradero,
que los cristianos llamamos cielo, donde la paz y la seguridad verda-
deras reinan con Dios.
Reconocer nuestras inseguridades y relacionarnos con ellas nos
ayuda a conocernos a nosotros mismos y nos estimula a un mayor
crecimiento. La inseguridad y la incertidumbre son parte de nuestra
existencia normal; no nos podemos escapar de ellas. Lo que cuenta
es cómo las manejamos y cómo logramos desarrollarnos y madurar
a través de ellas. Como la vida es un proceso dinámico, nuestra lucha
con la inseguridad genera vida nueva dentro de nosotros; no hacerlo
es estancarse, retroceder y problematizarnos.
En la parábola de los talentos, el maestro da cinco talentos a un
siervo, tres a otro y uno al tercero. Luego, cuando vuelve de su viaje,
exige la contabilidad. El siervo que tenía cinco había ganado otros
cinco; el que tenía tres aumentó los suyos en tres más; pero el siervo
con un talento enterró el suyo y se lo entregó al maestro porque tenía
miedo de perderlo. El maestro alabó a los dos primeros, pero repren-
dió al tercero por no ganar más. Si nos da miedo afrontar la vida, te-
nemos la posibilidad de perderla.
Si la inseguridad nos domina, huimos de la vida, al evitar los ries-
gos y rehusar implicarnos con la gente; sea por el mie­do o por el aban-
dono, no asumimos ninguna responsabilidad. Y el resultado es que
Problemas

nos volvemos más incapaces y perdemos la confianza en nosotros


mismos y el respeto por nosotros mismos.
Ante todos nuestros problemas, siempre es importante ser cons-
35 cientes de la presencia de Dios dentro de nosotros. No debemos, en
una actitud religiosa infantil e inmadura, suponer que Dios eliminará
milagrosamente nuestros problemas, sino que debemos reconocer
que él nos guía a través de nuestros problemas, apo­yándonos y for-
taleciéndonos para el camino. También debemos tener presente que
Dios saca cosas buenas de las malas, que la confianza en Dios engen-
dra confianza en nosotros mismos para manejar nuestras dificulta-
des, que Dios nos ha dotado con el potencial necesario para dirigir
nuestras vidas y que debemos usarlo. Nuestra inseguridad puede ser
un estímulo para activar ese po­ten­­cial o un impedimento, si no nos
enfrentamos a ella.
Cristo se hizo hombre no para llevarse nuestros problemas, sino
para enseñarnos a afrontarlos y así vivir más responsablemente. Esta
es la rica dimensión espiritual que heredamos. Cuando lo entende-
mos claramente, encontramos un significado más profundo de nues-
tras vidas y nuestros problemas y podemos controlar mejor nuestro
destino y nuestra salvación.
Como conclusión, un hecho se me hace cada vez más evidente
después de mis años de consejería a gente con problemas: los que
poseen una fe madura y segura tienen un sistema extra de apoyo para
enfrentarse a sus problemas, pues no utilizan solo su potencial hu-
mano, sino también el espiritual.
A veces tendemos a ignorar la dimensión espiritual. Cuando lo ha-
cemos, nos engañamos a nosotros mismos. Frecuentemente –discul-
pen por decirlo–, la ignorancia religiosa o las percepciones religiosas
neuróticas deterioran nuestros poderes espirituales. Y entonces, en
lugar de aportarnos sanación, la religión nos trae distorsiones que
agravan nuestros problemas.
Una fuerte crítica que hago a muchos psiquiatras, psicólogos y
consejeros es la desatención e incluso la negación de esa dimensión
espiritual, especialmente si es al paciente a quien le preocupa. Es-
Problemas

pero que haya más profesionales que estén empezando a reconocer


y motivar el aspecto espiritual de sus pacientes. Es cierto, todos te-
nemos problemas, pero una fe viva puede ser muy importante para
37 controlarlos.
Religión
¿Paz o confusión?
La religión se supone que trae paz, alegría, esperanza, descanso y con-
suelo. Se supone que ayuda a aliviar la miseria de la vida y que no la
aumenta. Entonces, ¿por qué tantos sufren un tormento, una con-
fusión, una agonía, una ansiedad y una culpa que no tienen sentido
desde su religión? ¿No fue Cristo quien condenó a los fariseos por
imponer cargas más pesadas a la gente en nombre de la religión? ¿Por
qué tenemos tantas actitudes negativas y tanto miedo de Dios? Eso
no es religión, según el modo de pensar de Jesús. Él vino a erradicar
esa clase de religión.
¡Algo anda mal! La religión no siempre tiene respuestas, pero pue-
de dar sentido a muchos problemas, sufrimientos y dilemas de la vida.
Nos puede dar fuerza para afrontarlos. Como sacerdote, confesor y
consejero, me entristece que haya tanta gente atormentada en nom-
bre de la religión. Cuando la religión agrava nuestra situación humana,
generalmente frustrante, pierde su credibilidad.
Gran parte de esta agonía está basada en malentendidos, malas
interpretaciones mantenidas desde la niñez y percepciones erró-
neas que nunca se aclararon, todo ello fortalecido por años de pen-
samientos erróneos. Las imágenes e ideas de Dios distorsionadas
no son solo teológicamente incorrectas, sino que pueden conducir
a la neurosis. La penetrante ignorancia y los infantiles conceptos
que algunos tienen sobre Dios son aberraciones para la mente. ¡Y
le llaman religión!
Miedos religiosos sin sentido, ansiedades y supersticiones hacen
que la religión parezca ridícula. Un Dios razonable, que nos da la ra-
zón, parece irracional. No es extraño que la gente razonable rechace
Religión

esta imagen... ¡Incluso en nuestros días hay personas que se sienten


culpables de ser felices! O que piensan que humildad significa con-
39 siderarse a sí mismo sin valor. ¿Y qué pasa con los que piensan que
Dios está detrás de ellos persiguiéndolos? Si algo sale mal, ellos con-
cluyen que Dios les está castigando. Algo así como la idea del mal de
ojo. Cuando las oraciones no tienen respuesta, algunos piensan que
Dios está enojado con ellos. Entonces, ¿para qué orar?
Dios no nos castiga; somos nosotros quienes nos castigamos. Ni
tampoco Dios nos condena; somos nosotros quienes nos condena-
mos. Dios está con nosotros, no en contra de nosotros.
Hay una gran cantidad de culpa neurótica no cristiana que satura
la vida de la gente. Parece que el amor incondicional de Cristo y su
constante perdón nunca hubieran sido predicados. Aquí la tragedia
está en que algunos rehúsan perdonarse sí mismos incluso después
de que Dios les ha perdonado. Eso no es religión, ¡eso es masoquismo!
¡Y, ciertamente, no es cristianismo!
Tenemos que cavar hondo en lo más recóndito de nuestras ideas
religiosas y poner al descubierto estas distorsiones que tanto debili-
tan la auténtica fe. Necesitamos confrontarlas en nosotros mismos
y en los demás. Esas ideas, que son los demonios que Jesús expulsó,
no solo son mala religión, sino que contribuyen a una pobre salud
mental.
Con frecuencia, los últimos vestigios de ignorancia que la gente
abandona son los concernientes a la religión. Con frecuencia, parece
más seguro permanecer en la ignorancia, profesando la religión de
la niñez, que arriesgarse a un crecimiento profundo en la fe y la con-
fianza en Dios.
Jesús dice algo diferente: “¡Tened confianza, no os preocupéis!”.
“Mirad los pájaros del cielo, los lirios de los campos; tu Padre que está
en el cielo cuida de ellos, y de la misma forma cuidará de ti”. Él dice
que debemos llamar a Dios “papá”.
El perdón es la razón de ser del mensaje y la misión de Jesús. A la
mujer adúltera Jesús le dice: “¿Nadie te ha condenado? Entonces, yo
tampoco”. Con sus últimas palabras, Él hizo un intento por alcanzar-
Religión

nos: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.


Tenemos que integrar la verdadera fe religiosa en Jesús en nuestras
41 vidas. Debe ayudarnos y no estar en contra de nosotros. Debemos ha-
cer la transición de una fe religiosa errónea a una fe sólida, de una fe
infantil a una fe adulta, de una inmadura a una madura. Las palabras
de san Pablo deberían ser nuestras: “Cuando era niño, hablaba como
niño, pero, ahora que soy adulto, todo lo de la niñez ha quedado atrás”.
Cuando algunos profesionales, especialmente los de persuasión
clínica, me dicen: “Mire el daño que la religión ha hecho a la gente”,
yo les respondo: “Es cierto, pero esa es una religión neurótica”. Con
frecuencia, esa es la única forma de religión que estos profesionales
han conocido, y la han conocido a través de las visiones distorsiona-
das de sus pacientes.
Una religión saludable es un apoyo muy fuerte para una sólida
salud mental y emocional. A lo largo de los años, he visto el cambio
que produce la enseñanza de Jesús en la vida de los trastornados, de
los que no tienen esperanza y de los temerosos. Jesús sana, ¡pero te-
nemos que tener fe en Jesús!
Hay tres lecciones importantes que Jesús nos enseña: Dios siem-
pre nos ama; Dios siempre nos perdona; Dios siempre está presente
en nosotros. La religión se supone que tiene que traernos paz, alegría,
esperanza, tranquilidad y consuelo. Si no lo hace, entonces algo anda
mal dentro de nosotros, no en nuestra fe o religión.
Religión y psicología
¿Compatibles?
No hay contradicciones reales entre los principios de una religión fir-
me y los de la psicología sensata. A veces, hay algunas aparentes, que
son fruto normalmente de malentendidos. La religión firme y la psi-
cología sensata se apoyan y realzan la una a la otra. No debemos se-
pararlas, sino integrarlas; no debemos percibirlas como mutuamente
excluyentes, sino como complementarias. Históricamente, ha habido
miedo y recelos entre los practicantes de la psicología y los de la reli-
gión, y esto ha ocasionado muchos problemas innecesarios. El difun-
to obispo Sheen fue la primera autoridad católica en ambos campos
que rechazó el mito de la oposición entre ellas. Los expertos en ambos
campos han sido y todavía son recelosos los unos de los otros.
La psicología y la religión deben retarse una a la otra. La psicolo-
gía puede clarificar la enseñanza de Jesús, mientras profundizamos
y purificamos nuestro propio crecimiento espiritual, y el mensaje de
Cristo puede motivar y fortalecer un buen comportamiento humano.
El evangelio de Cristo añade otra dimensión al sentido de la vida, una
visión que está más allá de lo humano y que es justamente su base.
En mis años de terapeuta y consejero, un hecho importante ha
surgido de la lectura de los evangelios: Cristo es el maestro en psico-
logía. Él lo dijo todo, hace mucho tiempo. Sucinta, sencilla y magní-
ficamente, Jesús entiende a la gente en su situación humana. Cuanto
más leo los evangelios, más percibo todas las dinámicas psicológicas
Religión y psicología

en mi trabajo.
La ciencia del comportamiento humano, con toda su riqueza de
intuiciones, nos ayuda a explorar y analizar el significado y la pro-
fundidad del mensaje de Jesús. Al enseñar en ambos planos, Jesús nos
muestra que ambos planos se funden. Tal vez sea por esto por lo que
algunos terapeutas fracasan o se quedan cortos en el tratamiento de
45 sus pacientes. Por otro lado, el ministro religioso con frecuencia limita
a la gente al no reconocer los aspectos psicológicos de sus vidas. Al
separar lo humano de lo espiritual, no estamos mirando la persona
total. ¿No es de falta de totalidad, de alienación interna, de lo que tra-
tan las enfermedades mentales y emocionales?
En los evangelios, Jesús se encuentra con la gente como es e intenta
elevarla. Él se refiere a sus dos dimensiones: la humana y la espiritual.
Él hace a la persona total, al reconciliar ambas dimensiones. En otras
palabras, sana. Contemplemos al paralítico, a María Magdalena o a
la mujer del pozo.
Como ciencia, la psicología nos ayuda a entendernos a nosotros
mismos; la religión ilumina nuestro concepto de Dios. La psicología
explica las interacciones que trabajan en nuestras relaciones huma-
nas; la religión enfatiza nuestra relación con Dios y con los demás. A
través de la psicología nos encontramos a nosotros mismos; a través
de la religión nos encontramos con Dios. Si no podemos experimen-
tarnos a nosotros mismos, que nos vemos, ¿cómo podemos experi-
mentar a Dios, a quien no podemos ver?
La piedra angular de la enseñanza de Jesús es el amor a Dios y al
prójimo. Si no me amo a mí mismo, ¿cómo puedo amar a otros y a
Dios? La psicología nos enseña mucho sobre el amor y los baches en el
amor; sobre el amor verdadero y el amor imaginario; sobre el exigen-
cias del amor. Creer, aceptar y confiar en Dios requiere creer, aceptar
y confiar en nosotros mismos. Con la ayuda de la psicología podemos
extraer de raíz las contradicciones, superficialidades y dimensiones
neuróticas de nuestra fe personal. A lo largo de los años hemos creci-
do en la conciencia de que la influencia de la psicología ha fortificado
y embellecido las creencias religiosas y el raciocinio moral.
Religión y psicología

La psicología nos enseña un comportamiento saludable, la to-


talidad emocional y el crecimiento maduro, y cómo podemos ele-
varnos por encima y más allá de nosotros mismos; el cristianismo
nos enseña la redención, la reconciliación y la resurrección. Las
dos, de forma totalmente compatible, se encuentran en la persona
humana, apoyándose y complementándose una a la otra. Las ideas
47 e intuiciones religiosas y psicológicas se contraponen a las fuerzas
debilitantes de dentro y de alrededor de nosotros y nos ayudan a
afrontar mejor la vida y a enriquecerla. Pero la religión va más allá,
al referirse a la dimensión de fe, que surge y sobrepasa lo huma-
no. Jesús siempre empezaba con una situación humana, y santo
Tomás nos recuerda que la gracia crece a partir de la naturaleza.
Lo espiritual y lo emocional no son realidades independientes en
nuestras vidas.
La intuición psicológica es el don precioso por el que podemos
comenzar a entendernos a nosotros mismos. No es fácil, pero puede
facilitarse por el conocimiento psicológico. Después de que los pa-
cientes han resuelto problemas emocionales a través del mirar ha-
cia dentro, no solo quedan libres para crecer emocionalmente, sino
también religiosamente. Dios trabaja con herramientas humanas
para ayudarnos a desarrollar la intuición respecto a nuestro compor-
tamiento.
Cuanto más entendamos la dimensión humana de la vida, mejor
podremos integrar la enseñanza de Jesús en nuestras vidas. De hecho,

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