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EDAD ANTIGUA Y MEDIA

Nombre: Joseph Gómez

Semestre: Cuarto

Facultad: Ciencias Humanas

Carrera: Historia

Fecha: 2018-07-24

TRABAJO FINAL

La Sociedad Medieval

La sociedad medieval era una sociedad enteramente estamental, esto quiere decir que su
estructura se encontraba dividida en función de las características socioeconómicas -en su
mayoría-, culturales y de oficio. Esto originaba grandes brechas entre los diferentes estratos
que la conformaban. La legitimidad de la misma estaba basada en una serie de leyes,
elaboradas para mantener control sobre los todos los miembros de la misma, y beneficiar en
gran medida a los estratos superiores.

Los estamentos perpetuaban la vieja divisoria tripartita procedente de la Edad Media: los
bellatores (encargados de la guerra, esto es, de la defensa militar de la sociedad)
constituyeron el estamento de la nobleza o aristocracia, mientras los oratores
(encargados de la oración, esto es, de la asistencia espiritual) formaban el clero o
estamento eclesiástico y los laboratores (encargados del trabajo, esto es, del sustento
material) se identificaban con el resto de la sociedad o tercer estado (ya que a veces las
palabras orden o estado venían a considerarse también como sinónimos de estamento).
(Alfonso Mola & Martínez Shaw, 2015, pág. 28)

La división de la sociedad medieval estaba enteramente dividida por funcionalidad. Siendo


los primeros dos estratos los que gozaban de mayores privilegios, al contrario de los
campesinos y plebeyos, siendo caracterizados por la falta de los mismos y gran
vulnerabilidad social y legal. Los aristócratas y el clero gozaban de “inmunidad fiscal,
derecho a la vinculación de bienes, trato providencial ante la justicia, reserva de cargos,
oficios y beneficios” (Ibid.).

Los dos primeros estratos eran los que ostentaban la mayoría del capital circulante durante
el período medieval y continuaron (aunque no en la misma medida) haciéndolo en el
Renacimiento. Los beneficios que los aristócratas recibían de parte de estas leyes eran
gigantescos. Europa heredó las estructuras de un modelo tardofeudal. Se puede afirmar esto
porque dicho modelo tuvo que convivir con las formas nuevas del capitalismo mercantil,
impulsando una transformación de forma cada vez más progresiva, transformando su
esencia y su estructura. “Así, la economía se caracterizó por el predominio de una
agricultura extensiva sobre una industria artesanal y corporativa y un comercio de modesto
volumen dentro de una dinámica que tendía en sentido inverso hacia una evolución más
rápida del mundo urbano y de los sectores de la industria y el comercio” (Ibid., pág. 27).

Para generar una idea de cómo empezaba a cambiar esta sociedad es necesario tomar una
mirada hacia la demografía. La demografía “de los tiempos modernos”, estará definida por
varios factores. Una alta tasa de natalidad, pero también estará presente una alta tasa de
mortalidad y mortalidad catastrófica; la última como consecuencia de las grandes
epidemias que asolaban Europa. Cabe mencionar que la medicina se encontraba sin
respuestas ante tales enfermedades. Había una moralidad infantil extremadamente elevada,
generando bruscas oscilaciones entre las variables a corto plazo y el estancamiento
poblacional (Ibid.). No así será el caso del siglo XVI, en donde comenzará a retroceder la
peste y se podrá controlar mejor gracias a los avances médicos. Además, existirá una nueva
forma de cultivo junto con nuevos cultivos, más productivos, que serán capaces de suplir la
necesidad alimenticia de la población, la cual se encontraba en crecimiento.

El comercio tardofeudal concibe nuevas características que impulsan su desarrollo. Estas


serán de tipo material como los aportes del transporte; de tipo institucional como barreras
aduaneras, estancos y monopolios, requisas y embargos forzosos, algunos de los cuales se
mantendrán por siglos. Estos conducen a una dimensión reducida del mercado.

Con áreas limitadas al autoconsumo o al trueque, con unos intercambios constreñidos al


ámbito local (donde cobra relieve la figura del buhonero) y con un predominio de las
ferias o mercados periódicos sobre una distribución regularizada a través de un sistema
articulado de tiendas o establecimientos fijos. Desde el siglo XVI, sin embargo, el auge
del capitalismo comercial permitió los progresos de los instrumentos de pago y de
crédito y de los instrumentos específicamente mercantiles (creación de compañías,
perfeccionamiento de la contabilidad, desarrollo de los seguros), al tiempo que se abrían
nuevas rutas, se ampliaban los mercados y crecían los intercambios. (Ibid., pág. 28)

Es importante recalcar estos elementos para comprender mejor la organización social


medieval. La Edad Moderna impulsa otro tipo de diferenciación social a parte de la
estamental que ya vimos. Esta se dará por clases, o grupos que ocupan un mismo lugar
tanto en el sistema productivo como en la apropiación de bienes. Ambos sistemas -
estamental y clasista- conviven durante el Antiguo Régimen sin diferenciación.

La aristocracia gestó de forma distintiva a la nobleza titulada, la cual se diferenciaba de los


caballeros comunes y corrientes e inclusive situaciones seminobiliarias de índole particular.
El clero, por su parte, se diferenciaban dos elementos: el alto y el bajo clero, mientras
variaban de igual manera sus posiciones: “clero rural y clero urbano, clero secular y clero
regular, junto con situaciones liminares que elevaban a sus miembros sólo un poco por
encima de la condición de laicos” (Ibid., pág. 29). Finalmente, el tercer estado, el
campesino o el pueblo llano, era el más rico en cuanto a clases sociales, siendo conformado
por:

(…) el campesinado acomodado y el campesinado sin tierra, la burguesía (mercantil,


financiera, industrial, intelectual), el artesanado (con sus divisiones internas entre
maestros y oficiales), los empleados y los obreros no agremiados, los criados o
sirvientes, los subempleados y los desempleados, sin contar con los grupos marginados o
excluidos por raza o religión y los esclavos sin derechos. (Ibid.)

Es precisamente en el estrato cortesano donde surge la idea de lo civilizado. Una noción


que fungirá como sinónimo de avance o inclusive unidad. Esta idea también se concibe con
aires de superioridad, destinada únicamente a ser apreciada y ejecutada por los miembros
más altos de los estratos de la sociedad Europea.
El concepto de civilité alcanzó su significado para la sociedad occidental en aquella
época en que se rompió la sociedad caballeresca y la unidad de la Iglesia católica. El
término es encarnación de una sociedad que, en su calidad de etapa en la evolución, en
su calidad de matriz para la configuración específica de las costumbres occidentales o de
la «civilización» fue tan importante como antes lo había sido la sociedad feudal.
También el concepto de civilité es expresión y símbolo de una formación social que
abarca a las más diversas nacionalidades y en el que se habla un lenguaje común, como
en la Iglesia, primeramente, el italiano y, luego, el francés. Estas lenguas realizan la
función que hasta entonces había realizado el latín; en ellas se manifiesta la unidad de
Europa sobre una nueva base social y, al propio tiempo, la nueva configuración social de
la sociedad cortesana que, en cierto modo constituye su espina dorsal. La situación, la
autoconciencia y los rasgos característicos de esta sociedad son los que se manifiestan en
el concepto de civilité. (Elias, 1987, pág. 97)

Dentro de este concepto se encuentran los modales. Siendo estos un modo y modelo de
comportamiento, los estratos más “civilizados” de la sociedad debían seguir a rajatabla
dichos preceptos. Un ejemplo de esto son los modales de comportamiento en la mesa.
Existen varios edictos que numerosos intelectuales de la época han escrito al respecto,
refiriéndose a una manera civilizada de comportarse a la hora de comer. “Los clérigos
ilustrados escribieron de vez en cuando en latín libros sobre las normas de comportamiento
en la mesa que constituyen testimonios sobre las pautas reinantes en su época” (Ibid., pág.
106). También existen diversos testimonios que se refieren a las normas de conducta en
torno al comportamiento en la época.

A grandes rasgos, todo intelectual respetado se encontraba o había escrito al menos una
pauta refiriéndose al comportamiento en la mesa. Esto es un claro ejemplo acerca de la
seriedad del comportamiento que se debía seguir, no únicamente en la mesa; deben de
haber existido otros edictos con respecto al comportamiento en otros entornos; a los cuales
la clase aristocrática civilizada debía ceñirse. Dichas normas se conocían como “educación
cortesana”.
Lo que ha llegado hasta nosotros en forma escrita son fragmentos de una gran tradición
oral, un reflejo de lo que era costumbre real en aquella sociedad y, precisamente por
ello, también era significativo, puesto que no se trataba de transmitir lo magno o lo
extraordinario de una sociedad, sino justamente lo típico de ella. Incluso los poemas
concretos que nos han llegado bajo un nombre determinado, (…), no son otra cosa que
redacciones individuales de una de las varias corrientes de tradición que atravesaban
aquella sociedad, de acuerdo con sus distintas clases sociales. Los que los escribían no
eran legisladores o creadores de estas prescripciones, sino coleccionistas, ordenadores de
los mandatos y tabús sociales habituales. Por este motivo, en casi todos estos escritos
(…) se repiten normas parecidas, reflejos de las mismas costumbres, testimonios de una
cierta pauta de comportamiento y de afectos en la vida de la sociedad. (Ibid., pág. 107)

Gracias a estos textos nos es posible identificar una serie de diferencias en las costumbres
que primaban en las tradiciones nacionales concretas; y dentro de las mismas nos es posible
identificar inclusive una diferencia de clase; o por lo menos una serie de elementos
cambiantes dentro de la propia tradición. Todos estos corresponden a un cambio del
contexto con la introducción de nuevos elementos burgueses gremiales, esto
correspondiendo con la Edad Moderna cuando estos comportamientos cortesanos de corte
aristocrático se imponen sobre el comportamiento burgués.

Las pautas de “buen comportamiento” medieval corresponden a un concepto particular de


la clase alta la cual expresaba su autoconciencia con respecto a lo que ella consideraba
distintiva de sí misma. Dicho refinamiento se concibe en diversos lugares con un nombre
diferente. Esto es lo que entendemos como cortesía, es decir, el comportamiento
socialmente aceptable al cual se ceñía la sociedad cortesano-aristocrática.

La sociedad alta de la Edad Media se refiere a este como el modo de comportarse en la


corte. “Son los conceptos de los que se valen, al principio, los grupos superiores de la clase
alta secular, no solamente la caballería como tal, sino, en primerísimo lugar, los círculos
caballerescos-cortesanos en torno a los grandes señores feudales” (Ibid., pág. 108). A través
de dicha noción la sociedad cortesana indica que dicho comportamiento les corresponde a
ellos únicamente de modo exclusivo. Los mandatos y prohibiciones que ven la luz en las
cortes feudales que permiten su desarrollo, se difunden en sectores sociales más amplios.
Es aquí cuando se habla de las buenas costumbres, ya que se encuentran ligadas de forma
intrínseca a las malas costumbres, constituyendo una pauta de comportamiento.

En primer lugar, algo que, comparado con las épocas posteriores, podemos llamar su
ingenuidad y su candidez. Como en todas las sociedades donde los sentimientos se
manifiestan de modo brusco y directo, hay escasos matices psicológicos y poco
refinamiento en la expresión de las ideas. Estamos en el terreno del amigo-enemigo,
alegría-dolor, personas buenas y personas malas. (Ibid.)

En conclusión, las pautas de comportamiento originadas en las sociedades cortesanas de la


Edad Media sirven como un elemento civilizador que la misma posee; y como un elemento
de legitimidad, pues es esta sociedad la que se atribuye su atributo de privilegio, lo cual la
sitúa en la cima de las demás clases. Las pautas de comportamiento corresponden con el
surgimiento de nuevas formas de distinción, las cuales estarán totalmente presentes en este
período. Además de lo antes mencionado, las costumbres en la mesa eran un elemento de
distinción entre la clase cortesana y el resto de clases. Gracias a los orígenes feudales de las
mismas, las clases cortesanas podían hacer referencia al mismo para legitimar su existencia
y sobre todo su ejecución.

Lo que nos ha llegado a día de hoy con respecto a estas pautas es el reflejo de una tradición
oral, surgida de manos de la sociedad cortesana. Estas estaban presentes en todo momento
en la vida de la misma, y se enseñaban tanto a niños como a mayores por igual. La
distinción particular de las mismas infiere en ideas específicas las cuales la sociedad
cortesana irá dando forma en función del contexto y necesidad que esta presente para
legitimarse sobre el resto de clases.

Desde nuestro punto de vista, estas normas que aquí se dan para comportamiento de las
personas de la clase alta, son muy elementales, mucho más elementales que las que hoy
rigen como uso y costumbre en los ambientes campesinos en la etapa actual de
evolución de la conducta humana. Con ciertas variaciones, estas mismas pautas son las
que se reflejan en los escritos de cortesía en otros idiomas. (Ibid., pág. 111)
Bibliografía

Alfonso Mola, M., & Martínez Shaw, C. (2015). Historia Moderna: Europa, África, Asia y
América. Madrid, España: Universidad Nacional de Educación a Distancia.

Elias, N. (1987). El proceso de la civilización. Madrid, España: Fondo de Cultura


Económica.

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