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Doctor en letras
Profesor de la Universidad de Burdeos-lll
Agregado a la Escuela Práctica de Estudios Superiores
(Secciones IV y V, Sorbona)
! El esoterismo
° en el siglo XVIII
:le Orientación Filosófica
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M é d ic o P siqu iatra
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I. S. B. N .: ^4-7166-510-7
D ep ós ito legal: M . 12.079-1976
IM P R E S O E N ESPA ÑA PR IN T E D IN S P A IN
IM P R E N T A FA R E SO - PA SE O D E LA D IR E C C IO N , 3 - M A D R ID -29
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INTRODUCCIÓN
tiga todo, incluso las profundidades divinas» (I Cor., II, 10). Con
trariamente a la idea de San Bernardo, esta curiosidad no es nunca
«una especulación vergonzosa»7. Se trata siempre de una ascesis
que da verdadero sentido a prácticas como la alquimia y la teúrgia,
cualquiera de cuyos actos implica inseparablemente una concepción
cosmogónica, cosmológica y escatològica.
Tampoco debemos olvidar ni subrayar las ideas gnósticas inhe
rentes a todo tipo de teosofía occidental. Por un lado, ellas acentúan
la existencia e importancia de seres intermedios entre el hombre y la
divinidad: sephiroths de la xábala, «ideas» platónicas, elohim, virtu
des, potestades..., palabras a las que podrían agregarse otros muchos
términos, sin duda, bajo cierto número de rúbricas equivalentes. Por
otro lado, no expresan más que en raras ocasiones una enseñanza
semejante a las de Menandro, Saturnino o Marción, para los que el
demiurgo ha creado el universo; se trata más bien de un gnosticismo
monista, como el de Basílides o Valentín: el mal, accidental, no posee
el valor ontologico del bien, y antes que cayera a su vez, Adán había
sido creado, en unión del universo, para que sirvieran de carcelero
y prisión, respectivamente, al ángel prevaricador, con objeto de que
llegara a arrepentirse. Pero tras este vestido mítico se suele presentar
muchas veces un problema mal planteado y mal resuelto, que es el
responsable de una larga cadena de malentendidos. Simone Pétrement
ha señalado, en un interesante libro sobre el dualismo, que las doctri
nas que apoyan la existencia de dos principios opuestos «han apor
tado una moral más segura y una ciencia más clara que hayan hecho
nunca las o tra s» 8. Esta autora ha señalado, sobre todo, que al supe
rar un dualismo filosófico o religioso, se pierde siempre algo de
esencial en este mismo progreso. Le falta solamente a dicha escritora
9 íd e m , p ágs. 1, 7.
IN T R O D U C C IÓ N 17
12 íd e m , p ág. 660.
IN T R O D U C C IÓ N 19
de qué se trata, ya que estos remeros no son siempre los del T arot.
En segundo lugar, determinados elementos de lo que se llama «esote
rismo» en un determinado país, corresponden más o menos a u n a
enseñanza oficial en otra nación; las ideas de sofia, de sabiduría
divina, parecen más esotéricas en Occidente que entre los cristianos
orientales, desde mucho tiempo familiarizados con estas nociones.
Igualmente, el hesiquiasma, muy conocido en Oriente, su «filocalía»
(«amor a la belleza») y su rezo de corazón, técnica enseñada en el
siglo x iv por Gregorio Palamas, consiste en una especie de gnosis,
en la que el cuerpo y la m ateria se ven rehabilitadas al mismo título
que en la alquimia espiritual. Las Homilías espirituales del seudo-
Macario, ¿no aseguran que el cuerpo, el alma y el espíritu constituyen
un organismo único, disgregado por el pecado? Tercero, a la vez que
es preciso no confundir el «esoterismo» con todo lo que es maravilloso
u oculto, hemos de distinguir también entre «esoterismo cristiano»
y «sectas cristianas»; se encuentran elementos teosóficos, más o me
nos numerosos, entre los cátaros, los templarios, y algunas sectas pro
testantes, en las grandes Iglesias, pero la teosofía no serviría para
definir a estos grupos. El esoterismo no es una noción negativa, que
se contrapone a lo que es exotérico; no es justo mezclar bajo la
misma rúbrica a Plotino y la gnosis. Lo que aproxima a nuestros pen
sadores a la gnosis es, sobre todo, la acusación de herejía, con fre
cuencia arrojada contra ellos, por su investigación de una verdad que
está más allá de los dogmas oficiales, puesto que ellos no constituyen
un gueto sociológico aislado del mundo intelectual. Esto, que era
verdad para el siglo x v m , era cierto igualmente para la Edad Media.
¿Cómo olvidar que las reflexiones del maestro Eckhart, de Nicolás de
; Cusa, sobre la divinidad, su esencia y sus manifestaciones, son de natu
raleza teosofica? ¿Cómo desconocer, por el contrario, que no se po-
i dría pretender esto de los escritos de Santo Tomás ni del tomismo eri
! general? Finalmente, un esquema histórico como el del presente tra-
| bajo no pretende «explicar» el iluminismo del siglo x v in por lo que
| le ha precedido o por lo que a él se opuso. La historia del pensamien-
1 to occidental consiste, como toda historia, no solamente en causas
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a la vez, es decir, como los más contradictorios. Tales son los mitos
de la casi totalidad de los teósofos del siglo x v m . De forma similar,
si el mito va de lo particular a lo general, de un acontecimiento meta-
histórico preciso que el rito actualizará, interesa entonces más el de
talle que el conjunto; lo particular lo engloba sobre lo general, como
se ve en la mayor parte de las artes adivinatorias o en el pensamiento
denominado primitivo. Por el contrario, cuando lo que importa es la
continuidad sobre la discontinuidad, el sistema sobre el distema, la
clasificación sobre el detalle, la teología clásica no está muy lejos,
no más que la abstracción. Aquí todavía, el camino contradictorio
entre estas dos tendencias del mito es el propio esoterismo.
Parece más fácil, sin embargo, que nos interroguemos sobre la
dialéctica en la que juegan el mito esotérico, las Iglesias constituidas,
la mística y la tendencia dualista. Tengamos presentes en nuestra
mente las breves consideraciones de que ha sido objeto esta última.
Como todo nacionalismo, el exoterismo de una Iglesia determinada
— sobre todo el de la Iglesia católica— es tema de homogeneización
excluyente. La objetivación , de la que nos habla Nicolás Berdiaev,
parece inevitable. Por tanto, toda Iglesia, toda institución eclesiástica,
no es nunca absolutamente exotérica más que asimptoicamente. Para
existir tiene incluso necesidad de su contrario, que puede ser, como
se ha visto, un cierto dualismo, eterna tentación del catolicismo; pero
también una mística extática posee esta necesidad, a condición de
que permanezca excepcional y controlada. La religión exotérica, tan
compleja en Occidente, a pesar de las simplificaciones debidas a su
tendencia homogeneizante, aparece, por tanto, al servicio de la vida
en la medida en que esta religión es la «expresión del devenir vital,
como, por ejemplo, la religión católica», mientras que «las religiones
hindúes, que trascienden el estado místico del lógico por las solas
éticas y metafísicas de la identidad, sirven, por su parte, al devenir
llamado físico-químico o devenir de la muerte, en relación a nosotros,
en tanto que seres vivos» 25. Es por esto por lo que entre nosotros el
25 S. L u p asco, L o g iq u e e t C o n tr a d ic tio n , ob . cit., p ág. 197, cita d o por
M . B eigb eder, ob . cit., p ág. 305.
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30 EL ESOTERISMO EN EL SIGLO XVIII
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LAS PRINCIPALES TENDENCIAS DEL ESOTERISMO
EN EL SIGLO XVIII
La Iglesia interior
Recordemos que el Ilum inism o del siglo x v in es sinónimo dél
esoterismo de esta época; la prim era palabra era la corrientemente
utilizada entonces31. De esta forma iremos descubriendo los concep-
40 EL E S O T E R IS M O EN EL S IG L O X V III
Parece que los Elegidos-Cohen no admitían entre ellos más que a cris
tianos, dos de los cuales, Bacon de la Chevalerie y Duroy d ’Hauterive,
adjuraron del protestantismo para hacerse católicos, sin duda bajo esta
influencia. .Más adelante volveremos sobre el caso célebre de Zaca
rías W erner; mientras tanto es preciso mencionar a Friedrich von
Stolberg; a románticos como Friedrich Schlegel, Adam Mtiller; gran
número de los discípulos de Dutoit-Membrini. En 1791, Jacob Fríe- :
drich H eerbrandt explica, en un libro tendencioso, pero convincente,
que catolicismo y magia poseen grandes puntos en com ún34. El atrac
tivo romántico por el catolicismo se precisa con La Chrétienté ou
VEurope, 1799 (La Cristiandad o Europa) , de Novalis, y Genoveva ,
de Tieck (1800). Una atmósfera plenamente católica llena los siste
mas de Zinnendorf, Johann August Starck y la francm asonería willer-
moziana. Jesuítas e iluminados hacen entonces «buenas m igas»35.
Roma atrae a los que sienten el gusto del ritual complejo, del carácter
iniciático propio de las jerarquías sacerdotales; pero por encima de i
todo ello lo que buscan es el esoterismo y desean transformar el cato- ]
licismo en su intimidad para hacer de él una Iglesia invisible, empresa ]
condenada al fracaso, a menos de tener la esperanza, como Joseph de
Maistre, de que Roma se sitúe a la cabeza del poder, tanto material
como espiritual, y en todo caso universal. La tendencia de los ilu m i-:
nados consistirá, sobre todo, en negarle cuerpo a la Iglesia en bene
ficio de su alma; esperan una segunda Reforma, más decisiva que la j
de Lutero, capaz de crear una comunión de hombres de deseo más I
allá de las Iglesias particulares. Lavater espera esta transformación,
al lado de la cual la que hizo Lutero no fue más que «un juego de
niños». Para Madatne de Krüdener, el catolicismo es víctima de los
sentidos, mientras que el protestantismo posee un espíritu muy es
trecho, «pero aquellos que se inclinan hacia la Iglesia invisible para
34 Jakob F ried rich H eerbrand t, P ro se ly te n m a c h e re i d u rc h A b e rg la u b e n , Tu-
b in ga , 1971.
35 Jean B lum , J. A . S ta rc k e t la q u e re lle d u c r y p to -c a th o lic is m e en A lie -
m a g n e , P arís, A le an , 1912, y A . F aivre, E c k a rtsh a u se n e t la th é o so p h ie chré-
tie n n e , P arís, K lm ck sie ck , 1969.
LAS P R IN C IP A L E S T E N D E N C IA S DEL E S O T E R IS M O 41
M ito y teosofía í*
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Parece más sencillo, sin embargo, abordar el estudio de la teoso
fía de nuestros pensadores. La comprensión del mito ayudará al ha
llazgo de lo esencial de su actividad. Ciertamente, el mito difiere.,
según los autores y las escuelas, pero se asemeja siempre mucho al?
que representa, por ejemplo, M artines de Pasqually *. Dios, la Unidad?
prim ordial, ha dotado de una voluntad propia a los seres que ha!
«em anado», libertad que tiene como consecuencia la caída de deter
minados espíritus, como Lucifer, deseando ejercer por sí mismo la
potencia creadora; éste, unido a los espíritus que le habían seguido,
fue entonces encerrado en la materia, creada a tal efecto; después
Dios envió al hombre, andrógino dotado de cuerpo glorioso y de*
poderes extraordinarios de su emanación, para guardar a los ángele^
rebeldes y laborar en su arrepentimiento. Pero Adán se dejó seducii
por los ángeles prevaricadores y los imitó; como castigo fue precipi
tado en el estado en que se encuentra actualmente y arrastró a todí
la naturaleza en su caída. Una tal exposición mítica nos sugiere en qué
consiste la labor de búsqueda de los hombres de deseo.
Al hombre, habiendo sido creado súperior a todos los ángeles, l |
44 E L E S O T E R IS M O EN EL S IG L O X V III
La iniciación
Ciencia y analogía
El caballero, hemos dicho, sabe que cada símbolo, cada útil, sirve
para el diálogo entre el hombre y la materia, y puesto que, por otra
parte, el hom bre encierra en sí el universo, la ley de analogía desem
peñará su pleno papel. Se deriva un interés extremo por la naturaleza
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Gnosis y neoplatonismo
Ciencia y mística
del centro por una profunda veneración, al mismo tiempo que «me
diante una dulce atracción, no menos fuertemente atraídos». Para
Cheyne, «el mundo no está compuesto más que de sustancias espiri
tuales condenadas al máximo». Más tarde, el jesuíta R. J. Boscovitch
(Philosophiae naturalis theoria, 1789), y después de él, Priestley,
Recherches sur la nature de la matière de l’esprit, 1777 (Investigado -
nés sobre la naturaleza de la materia del espíritu), reducen los cor
púsculos de materia a puntos sin extensión, «simples centros de donde
emanan la atracción y la repulsión » 57. Resultaría muy difícil aislar
la ideología del esoterismo de las grandes corrientes científicas, pero
la realidad aparece siempre más compleja de lo que parece a primera
vista; en el siglo x v m , los teósofos tienen tendencia a hacer silencio
respecto a Newton. Una reacción contra su ley de gravitación parece
dibujarse en Francia (Pemety no la cita, sin embargo), para expre
sarse explícitamente en Baader y el joven Schelling58. ¿Pero la gravi
tación cómo se expresa, como una «tendencia hacia» o como una
«atracción por»? En el segundo caso, la acción se ejerce a distancia,
de forma casi mágica. Pero Aristóteles, y después de él la escolástica
medieval, no veían más que una «tendencia hacia», lo que implica
la creencia antiteosófica en un Dios situado lejos de las criaturas
y que no tiene necesidad de ella s59. La propia idea de la analogía pue
de ser vivida de forma diferente: la imagen de la cadena de oro nos
viene de Homero, seguido por Macrobio (Som nium Scipionis), y con
fiere a las formas un diseño en movimiento, una fluidez, evolucionan
do hacia la perfección. Maupertuis, Buffon, Diderot, Goethe, han
desarrollado esta idea más allá de todo contexto teosofico. Pero a la
cadena se opone el embotellamiento, y Goethe, que desconfía siempre
de lo discontinuo, prefiere la idea de la cadena. Charles Bonet,
Robinet, Considérations philosophiques de la gradation des formes
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Quietismo y pietismo
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El eclecticismo
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LAS P R IN C IP A L E S T E N D E N C IA S DEL E S O T E R IS M O 83
Pero dentro del campo de los franceses existe un gran teósofo,
nacido en París en 1688, Charles Héctor de Saint-Georges de Mar-
sais (o Marsay), que se retiró a la ermita de Schwarzenau, en donde
se dedica a la oración y a la lectura de las obras de Antoinette
Bourignon. Teniente del ejército en Brabante, pide la baja en el servi
cio para reunirse con otros dos místicos— el pastor Baratin y el suizo·
Cordier— en el principado de Wittgenstein. Sus frecuentes viajes a la
Suiza italiana le perm iten ponerse en contacto con numerosos místi
cos y pietistas. H abitó cierto tiempo en Vevey, en casa del pietista
Magny, entrando en Alemania en 1719 y fijando su residencia en
Berleburgo, centro de la «Sociedad de Filadelfia», que agrupa a diver
sos representantes del irenismo. Fue allí donde Johann H einrich H aug
(muerto en 1753) publicó el Berleburger Bibet (1726-1742), obra que
fue alabada por Jung-Stilling y que estaba influida por Jacob Boehme,
Johann A rdnt, Fénelon, Madame Guyon, Antoinette Bourignon, Brow-
ley, Pordage, Jane Lead, etc., y que difunde la teoría del hombre
primitivo andrógino en los medios del pietismo continental, pero
también en los países escandinavos y los Países Bajos; se trata de
una nueva traducción alemana comentada de la Biblia, especie de
justificación exegética de las creencias difundidas por Hedwig Sophie
y Kasimir von Sayn-Wittgenstein-Berlebourg. En Berleburgo, Marsais
publicó sus obras, desde 1738 hasta su muerte. Allí conoció a Zin-
zendorf, y después, en 1734, a Fleischbein, al que dirigiría espiritual
mente. Federico de Fleischbein lo reemplaza en 1755 como director
de toda una comunidad de valdenses; en 1740, Fleischbein se había
establecido en Pyrmont, que se convirtió en el centro de los místicos
quietistas alemanes, y tradujo al alemán las obras de Madame Guyon,
al mismo tiempo que m antenía una abundante correspondencia con
los cristianos «interiores» de numerosos países. A su muerte, acaecida
en 1774, Dutoit-Membrini transportaría a Lausana la sede de la secta
(véase más abajo).
Hacia el fin de su vida, Marsais se adhiere a la teoría de la justifi
cación del pecador por la sangre de Jesucristo, evolución que sería
juzgada con gran severidad por algunos otros representantes de la
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1
LAS P R IN C IP A L E S T E N D E N C IA S DEL E S O T E R IS M O 85
que era francmasón desde 1803. Julia hacía entonces gran caso de
Madame Guyon. El mismo año se puso en relación con el príncipe
Alejandro Galitzine, m inistro de Culto y de Instrucción Pública, inter
cediendo cerca de él en favor de Jung-Stilling, cuya familia se encon
traba en la miseria; después volvemos a verla en Oberlin con Empey-
taz. Estudió a Fénelon, y Roxandre Stourza le hizo leer a Saint-Martin.
El 4 de junio de 1815, Julia de Krüdener se hizo recibir con su
hija, en Heilbronn, por el zar Alejandro, prevenido a su favor por
Roxandre Stourza. Con anterioridad, el zar había recibido una carta
de Madame de Krüdener, en el momento en que acababa de leer en
Eckartshausen un pasaje que se refería a los últimos tiempos de la
economía de la gracia para la Iglesia interior. Alejandro había sufrido
también las influencias, más o menos directas, de las ideas de Franz
von Baader, Saint-Martin, Edm undo Burke, Adam Müller, etc. M ada
me de K rüdener lo convenció para que hiciera una «elección particu
lar». El zar desde entonces hace de ella su confidente, su «confesor».
En París, en julio de 1815, Alejandro había elegido el palacio Elysée-
Bourbon como residencia y Julia era su vecina más próxima. La visi
taba diariamente en un salón de piedad, que frecuentaban igualmente
Diconne, la duquesa de Borbón, Bergassem, Elzéar de Sabran, y en
donde se veía en ocasiones a Chateaubriand, Benjamín Constant,
Madame Récamier, el barón de Stein, M etternich, Capodistria, la
duquesa de Duras, Madame de Genlis y el abate Grégoire, que remi
tió a Empeytaz «un fragmento de la verdadera cruz». Bien entendido
que estos personajes no forman parte del pequeño grupo «místico»,
reservado a unos pocos iniciados, como el zar, Bergasse o Divonne.
El especial mérito de la baronesa consistió en incitar al zar a creer en
una nueva Iglesia «regenerada», que comenzaría a prosperar en Al-
sacia, concretamente en Rappenhof, y de la que el pastor Fontaines,,
consecuentemente, sería uno de los pontífices. D urante este período
parisiense, M adame de Krüdener desempeña un importante papel:
«Alejandro parece haber sido el único artífice de la Santa Alianza;
pero a su lado, Julia fue, por su gran paciencia, si no la inspiradora
del texto, al menos la instigadora del acta» (Francis Ley). Bergasse
96 EL E S O T E R IS M O EN EL SIG L O X V III
E.— 4
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98 EL E S O T E R IS M O E N E L SIGLO X V III
m V é a se u t su p r a , n ota 110.
113 D ic tio n a r y o f N a tio n a l B io g ra p h y , ed itad o p or S id n e y L ee, Londres,
1898. A ce rc a d e lo s escritos d e R ich ard B rothers y la ab u n d an te literatura a
la q u e d ieron lu gar, v é a se A . F aivre, E c k a rtsh a u sen , ob . cit., p ág. 220, n o ta 264.
P E R F IL E S DE CAM PEO NES 113
4¡
Sistemas elaborados
simo, así como Strindberg y otros muchos escritores, entre los más
célebres. Sus doctrinas penetraron en Francia a partir de 1770. Pernety
y Chatanier lo traducen en 1782. A la Sociedad Swedenborgiana de
Londres (Swedenborg Society of London) hemos de añadir la Nueva
Iglesia de Nueva York (New York's New Church) y la Sociedad de
los Ilum inados de Aviñón, agrupados alrededor de Dom Pernety
y Grabianka. A principios de 1820, Bonifas-Laroque, Anne-Pierre-
Jacques de Vismes, Hindmarsch, publican su doctrina en forma de
resumen, y Le Boys de Guays la difunde ampliamente. Citemos toda
vía al capitán Jean-Jacques Bernard, que trata de reconciliar al swe-
denborgismo con el martinismo— una síntesis que parece muy difí
cil— , G obert, Moët, que publica una traducción completa de sus
obras (1819-1824). Kant conoció a Swedenborg por su Arcana Coe
lestia, y lo critica en su Träum e eines Geistersehers, erläutert durch
Träume der M etaphysik (Könisgsberg, 1766), obra de una gran im
portancia para el desarrollo de la filosofía kantiana, por el propio
Kant, y desarrolla sus propias ideas acerca de los límites de la meta
física. Novalis, Justinus Kerner, Baader, G. H. Schubert, se ocupan
de los problemas de la vision, recogiendo desde diferentes perspecti
vas más de una intuición de Swedenborg. De la misma forma, los
principales representantes del iluminismo «piadoso» (Jung-Stilling,
Lavater, M adame de K rüdener, Oberlin), a pesar de sus profundas
divergencias teológicas, se apropian de esta filosofía en la medida en
que se aproxim an o alejan de las manifestaciones del más allá 115.
Durante años, y hasta el fin de sus días, fue amigo devoto de Willer-
moz. Con Juan de Turckheim, su compatriota estrasburgués, Salzmann
organiza el sistema de los C. B. C. S. (Caballeros Bienhechores de la
Ciudad Santa), tomando parte activa en el convento de Wilhelmsbad
(en 1782; véase más abajo), y será para siempre, en Alsacia, el re
presentante autorizado de los Grandes Profesos. Se le verá actuar como
intermediario entre Willermoz y los príncipes alemanes Charles de
Hesse-Cassel y Fernando de Brunswick. En 1788 conoce a Saint-
M artin en Estrasburgo, donde el Filósofo Desconocido pasa uno de
los períodos más felices de su vida en compañía de los místicos alsa- !
cíanos, de los que S a lz m an n y Madame de Bocklin forman parte. Sin
duda, se debe a S a l z m an n , como ciertamente sucedió con Madame de
Bocklin, que Saint-Martin se haya interesado en la filosofía de Jacob
Boehme. Salzmann se inspira en el pensamiento del zapatero de
Goerlitz, pero también lo hace en el de Engelbrecht, Oetinger, Bengel,
H ahn. Se cartea con Jung-Stilling, Lavater, Georg Müller, Moulinié,
Saint-Martin, el obispo Grégoire, Oberlin, Friedrich von Meyer, Gott-
hilf H einrich von Schubert, Etnil von Darmstadt, M adame de Krüde-
ner, Nüscheler y otros escritores y teósofos.
Su obra inicial, T out se renouvellera (Todo ha de renovarse),
aparece en siete partes, desde 1802 a 1810, conteniendo numerosos
extractos de lecturas teosóficas y notas personales. Se encuentran !
páginas de Ruysbroeck, Tersteegen, Catherine de Sienne, Antoinette
Bourignon, Madame Guyon, Jane Lead, Swedenborg, Browley, auto
res que Salzmann hace conocer a los lectores de Alsacia, Alemania
del norte, Suiza. En este trabajo, Salzmann expone interesantes ideas
sobre el estado del alma después de la muerte y acerca de la resurrec
ción. Antes de resucitar hemos de atravesar un estado transitorio,
previo al paso definitivo al cielo o al infierno; Salzmann trata de
hacer de esta manera aceptable a los protestantes la teoría católica
del purgatorio. Es autor de quince volúmenes, entre los que se en
cuentran también: Acerca de los últim os tiem pos (1805), crítica de
una obra de Kelber; Miradas sobre los misterios de las intenciones
de Dios en relación con la humanidad (1810). Salzmann presenta una
P E R F IL E S DE CA M PEO NES 123
121 E l lib r ito d e P ierre G arnier, N o v á lis, P arís, S eghers, con stitu ye u n a b u e
na in tro d u c ción . U n a d e las ú ltim a s ob ras fu n d a m en tales es la d e l q u e e s
reputado com o e l m ejor esp e cia lista d e N o v a lis, H an s-Joach im M ah l, D ie I d e e
des g o ld e n e n Z itá lte r s im W e r k d e s N o v a lis , H e id e lb er g, C. W in ter, 1965.
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P E R F IL E S DE CAM PEO NES 131
*r
123 V I , p ágs. 197 y ss.; V I , p ág. 501 (en la ed ic ió n com p leta; sob re ésta,
véase X . T illie tte , cita d o e n la n o ta 124).
m A ce rc a d e S ch ellin g , con su lta r e l b o n ito es tu d io de X a v ie r T illie tte ,
Schelling un P h ilo so p h e en d e v e n ir , P arís, V rin , 1970.
132 EL E S O T E R IS M O EN EL SIG L O X V III '
S
y Friedrich Rudolf Salzmann, que le revelan la filosofía de Jacob
Boehme. El año en que aparece E l H om bre de deseo (L ’H om m e d e
désir, 1790) hizo borrar su nombre de los archivos masónicos des-
de 1785.
Después de L e N ouvel H om m e y Ecce H om o (destinado a la ins
I trucción de la duquesa de Borbón), aparecidos en 1792, Saint-Martin
escribe principalm ente bajo la influencia de Boehme, cuyas enseñan
zas reconcilia con las de su «prim er maestro». Al mismo tiempo inau
gura la maravillosa correspondencia teosófica que mantuvo con Kirch-
berger, y que no cesará hasta 1799, fecha de la muerte del beam ois.
La duquesa de Borbón acoge al «Filósofo Desconocido» en Petit-
Burgo en 1793. El año 1795 es la fecha de su célebre disputa con
Garat. Saint-Martin es un teócrata convencido que hace guardia de
lante del Temple, en donde está encerrado Luis X V II, al mismo
tiempo que expone en una serie de brillantes opúsculos sus ideas
acerca de la Revolución francesa. Más tarde escribe otras obras, como
El M inisterio del Hombre-Espíritu (L e M inistère de VHomme-Esprit,
1802), sin duda la más elaborada, en que concilia las enseñanzas de
Jacob Boehme y Martines de Pasqually. Al mismo tiempo hace traduc
ciones de las obras de Boehme, que posteriormente publicaría. Poco
después de haber conocido a Chateaubriand, en Vallée-aux-Loups, en
enero de 1803, se apaga su vida en Aulnay, en casa del senador
Lenoir-Laroche, el 13 de octubre.
Saint-Martin ha dejado una importante correspondencia, especial
mente con Willermoz y Kirchberger, que, al igual que sus obras, nos
demuestra su fidelidad a las enseñanzas de Martines de Pasqually. No
ha negado en ningún momento ni el valor ni la eficacia de la teúrgia
que practicaban los Elegidos-Cohen, simplemente considera que no
134 EL E S O T E R IS M O EN EL S IG L O X V III
vechado». Para Maistre, como para San Pablo, «el mundo es un con
junto de cosas invisibles manifestadas visiblemente». El panteísmo
de Spinoza o de los estoicos aparece como una desviación de esta
teoría del Apóstol. El tiempo es «una especie de fuerza que sólo
tiende a finalizar». Maistre asegura de esta forma el valor del pénsa-
i miento analógico; para él, izar «la bandera de la analogía» equival
ió dría a renunciar al razonamiento. Va descubriendo las relaciones entre
I la oración y las causas segundas, entre la caída y la ley de la herencia,
entre las enfermedades y las faltas, etc. El sacramento eucaristico
: constituye la más hermosa, la más profunda de las analogías, fündán-
dose en las correspondencias que existen entré el hombre y la divini-
I dad. Maistre, como tantos otros esoteristas, se opone al fideísmo como
I a una tradición que exige una fe ciega, como única autoridad. Sus
I
archivos contienen numerosas citas de Orígenes.
Su antropología es la tradicional, de la triple constitución del
hombre, es decir, de las dos almas (anima y spiritus , según San Pa
blo) diferentes y separadas después de la caída, que un día deberán
reunirse. Se pregunta muchas veces, de forma inquieta, sobre la creen-
• eia de las penas infernales, y piensa que la degeneración de ciertas
tribus salvajes ha tenido como causa el pecado original, pero en
¡ forma de caída de segundo grado. M aistre asegura de forma absoluta
I el principio, de acuerdo con el cual determinados conocimientos deben
reservarse para los iniciados. Al recomendar la exégesis histórica de
las escrituras considera, apoyándose en la autoridad de Orígenes, que
el cristianismo primitivo «era una verdadera iniciación, en la que se
revelaba una completa magia divina», y que la creación de la materia
por Dios no se ha producido con el fin de que «se hagan las cosas
buenas», sino para que las malas sean rechazadas, habiendo merecido
los espíritus pecadores ser encerrados en diversos cuerpos, como en,
una prisión. El mal no es ontologicamente igual al bien, sino que
está llamado a desaparecer. La dualidad sexual es uno de los resulta
dos de la caída.
Resueltamente antimilitarista, rechaza también ,a la democracia
como generadora de guerras. Al igual que Saint-Martin, cree en la
140 EL E S O T E R IS M O EN EL S IG L O X V III
K
leza permite acceder a una «física superior» muy próxima a la tradi
ción alquímica, en el sentido más noble y más concreto. Es sobre
f todo en Alemania donde se encuentra una concepción semejante de
la ciencia. Johann Wilhelm Ritter, físico de Jena, trata de demostrar
en 1798 que «en el reino animal un galvanismo constante acompaña
el proceso de la vida». Ejerció una profunda impresión sobre Novalis,
,, para quien el saber, que pesa y mide, estimula la poetización y la hace
f posible hasta lo infinito. Él ve en Ritter la especulación «poetizante»
I de la observación, mientras que la observación no cesa de estimular
I los movimientos especulativos del pensamiento; por ello, Novalis trata
de hacer una síntesis entre el interés concedido a las experiencias que
proceden de la realidad objetiva (investigaciones de Goethe sobre la
naturaleza) y una filosofía (la de Fichte), que se unen para una única
experiencia subjetiva 134. A. G. W erner, gran autoridad de su tiempo,
es todavía más conocido. Este mineralogista, profesor en la Escuela
de Freiberg, fue maestro de Novalis cuando éste era estudiante;
I
este mal, Mesmer denomina a esta causa general y universal la «gra
vedad animal» o el «magnetismo animal». Se comprende que nuestro
hombre pretendiera curar con ayuda del imán, porque este objeto
produce «mareas artificiales» en el cuerpo humano; pero general
mente no necesita utilizar el imán, le basta con sus manos. El magne
tismo animal, explica él todavía, es el hecho de que un cuerpo animal
sea sensible a la atracción universal. Un fluido que existe por todas
| partes sirve de vehículo a la influencia m utua entre los cuerpos celes-
i tes, la tierra y los cuerpos animados. De esta atracción resultan los
] efectos alternativos, que pueden considerarse como flujo y reflujo,
j operación universal mediante la cual se ejercen las relaciones de acti
vidad entre los cuerpos celestes, la tierra y sus partes constitutivas. El
fluido mantiene el equilibrio de todas las funciones vitales.
En 1785, Mesmer escribe: «Es probable que existan poderosas
razones a priori de que estamos dotados de un sentido interno que
está en relación con el conjunto de todo el universo». Idea que encon
trará entre los románticos alemanes una amplia acepción, más grande
que el sentido interno de Kant, que se ve empobrecido a favor de
aquél, que en Mesmer significa, por el contrario, un desarrollo extre
madamente prom etedor de las posibilidades del ser. Resulta normal
que volvamos a encontrar esta idea en los catecismos de la «Sociedad
de la Armonía». Allí el recipientario debía declarar, entre otros pun-
158 EL E S O T E R IS M O EN EL SIG L O X V III
I.!:i',.·,
__
à
HISTORIA DE LA FRANCMASONERÍA MÍSTICA
142 E sto y actu alm en te prep aran do u n trabajo sob re lo s ritu ales m anuscrito
d e M elessin o (in éd itos). S obre Starck, con su ltar a Jean B lum , / . A . S ta rck
e t la q u e r e lle d u cr y p to -c a th o lic is m e en A lle m a g n e , P arís, A le a n , 1912 (obra
m ed io cr e).
H IS T O R IA DE LA F R A N C M A S O N E R ÍA M ÍS T IC A 165
mo. b) H und, convencido de haber «exagerado» su pretendida filia
ción (Carlos Eduardo Estuardo), ve disminuir su influencia y se aban
dona de esta manera la leyenda jacobita. c) Un M agnus Superior
Ordinis es elegido en la persona de Fernando de Brunswick, porque
se ha tomado la decisión de no aludir más a los misteriosos o hipo
téticos «superiores desconocidos».
La E. O. T. durante este tiempo continuó creciendo en el· conti
nente europeo, notablemente en Suiza, donde Diethelm Lavater pre
side las logias rectificadas de Zurich y Basilea. En 1774, W aechter,
abogado en Stuttgart y notable teúrgo, instala capítulos templarios en
Munich y Viena, mientras que Weiler, antiguo oficial húngaro, lo hace
en Lom bardía (1775). Fernando de Brunswick, deseoso de conocer
los secretos esotéricos de Zinnendorf, reúne a la E. O. T. y el sistema
sueco en un convento en Berlín (1773), que pone en marcha la opo
sición entre las vías mágico-alquímicas de los «Clérigos» y la teúrgia
divina más pura de los zinnendorfistas. La reunión de este convento
no implicó ni una fusión ni una asociación, sino simplemente un
armisticio. La paz parecía ser tan indispensable, que el mago Schrepfer,
que evocaba espíritus en Leipzig, trató de adm irar a los masones de
la E. O. T. realizando prodigios ante sus ojos, pero falleció en 1774.
Al reunirse el Convento de Brunswick, en el que en 1775 participaron
únicamente los miembros de la E. O. T., H und tuvo todavía que
responder a los ataques de los masones, que ponían en duda su legi
timidad, y se discutió también el problema de la legitimidad del
Gran Maestro de la V III provincia (comprendía a Alemania del sur,
Austria, H ungría), conde Von Kueffstein, tirolés, del que se dice que
en unión del abate italiano Geloni realizaba extrañas experiencias
mágicas. Entonces se reforma el cómputo masónico y se decide trans
ferir la dirección de la E. O. T. desde Dresde a Brunswick.
En este momento interviene un curioso personaje, que hace su
aparición en la escena francmasónica: Gottlieb von Gugomos, con
sejero del gobierno en Rastatt, y que en 1776 hace a la E. O. T. una
serie de curiosas revelaciones, proponiéndole la felicidad y la revela
ción de la verdadera filiación templaría. Pretendiendo conocer los
166 EL E S O T E R IS M O EN EL S IG L O X V III
resante, pero que sentía la misma sed por lo misterioso. Poco antes
de interesarse en Willermoz, el landgrave y el príncipe se apasiona
ban por el informe que en 1778 habían recibido de W aechter, su
enviado en Italia (véase más arriba). Este ocultista, posiblemente de
los más destacados del siglo x v m , decía haber sido iniciado en Flo
rencia en una O rden Rosa-Cruz, lo que le permitía la evocación de
los espíritus. El relato de sus evocaciones constituye uno de los docu
mentos más pintorescos sobre este tema. Impresionó intensamente
a los dos aristócratas, que lo hicieron nom brar viceministro y cham-
berlán. El duque, bajo su influencia, envió una circular a los miem
bros de la E. O. T. (1779) en la que rechazaba deliberadamente la
filiación templaría, así como todo intento de restaurar la O rden del
Temple. Al mismo tiempo les dejaba entender la existencia de una
doctrina esotérica capaz de satisfacer la masonería mística. Esta em
presa de la iniciación italiana no tendría mayor relevancia ni conti
nuidad. Un mayor interés histórico posee la separación de Frédéric
Rodolphe Salzmann, deseoso de que los jefes de la E. O. T. se inscri
bieran en los C. B. C. S. Negoció con Carlos de Hesse-Cassel, estimu
lando su curiosidad. Al mismo tiempo, el barón de Plessen, miembro
de la E. O. T., se dirigió a los dos príncipes, indicándoles lo que
eran los C. B. C. S. Efectivamente, había conocido en Italia a Giraud
y Naselli, y más aún, pasando por Lyon fue iniciado por W illermoz
en la gran Profesión (1779). Carlos de Hesse-Cassel y el duque de
Brunswick no se apasionaron de forma inmediata por los misterios
de Willermoz, porque entonces, además de las revelaciones de Waech
ter (llamado Plumenoeck), las de Heinrich von Eckerund-Eckhoffen
parecían acaparar su espíritu. Este personaje, hacia 1779, había creado
el Sistema de los Hermanos Iniciados de Asia, llamado también Orden
de los Hermanos de San Juan Evangelista, combinación de temas
cabalísticos y de tradición johanita. En el seno de esta Orden, que
es una de las más interesantes de la época, por la calidad de su sim
bolismo, por su originalidad (admite a judíos), el colaborador d e
Ecker-und-Eckhoffen se llama E. J. Hirschfeld, autor de la obra, alta-
i
i
178 EL E S O T E R IS M O EN EL SIG L O X V III
<das de este tipo. D urante las sesiones del Convento encontró aliados
en la persona de los Ilum inados de Baviera.
Esta asociación b á v a ra '51 había sido fundada en 1776 por un
profesor de derecho de Ingolstadt, Johann Adam W eishaupt, y Adolf
von Knigge le había dado a la O rden (que en su principio no tenía
ningún tipo de contacto con la francmasonería) en 1781 un ritual
falsamente esotérico destinado a enmascarar— para los primeros gra
dos— una orientación deliberadamente racionalista y «prejacobina».
La mayoría de sus miembros, muy numerosos en Alemania, ignoraban
el verdadero fin de la misma, puramente político y revolucionario,
y que los jefes de esta organización nada tenían de esotéricos, a pesar
de la expresión «Ilum inados de Baviera». Los soberanos, comenzando
por el elector de Alemania, Karl Theodor, no tardaron en darse cuen
ta del peligro que representaba esta conjuración contra el trono y el
altar, si bien a partir de 1783 la Orden de Weishaupt, como conse
cuencia de las persecuciones de todo tipo, entró en agonía. Sus miem
bros enviaron a W ilhelmsbad como representante a Von D ittfurth,
miembro de la E. O. T., dado que el ideal primitivo de la francmaso
nería consiste en esencia en un humanitarism o igualitario y fraternal.
Un total de treinta y cinco diputados se reunió en Wilhelmsbad,
bajo la presidencia del duque Fernando. Componían el coniunto de
los notables de toda la masonería occidental. En el «clan místico», el
frente no aparecía despejado; a Willermoz se oponían Chefdebien
y Beyerlé, más o menos deseosos de referencias al hermetismo y a la
filiación templaría. Dos emisarios de la Rosa-Cruz de Oro (Von Hirsch
y Von Below) se manifestaron, pero demasiado tarde, lo que permitió
a Willermoz ponerlos en evidencia. En cuanto a D ittfurth, en lugar
de contentarse en una guerra de escaramuzas, atacó a sus adversarios
de una forma tan brutal, que desertó la causa de su partido. El Con
ventó llegó, finalmente, a una serie de conclusiones que vamos a resu
m ir: la filiación templaría solamente tiene un significado moral, 1 5
Ú
H IS T O R IA DE LA F R A N C M A S O N E R ÍA M Í S T I C A 183
tismo ilustrado. En una palabra, los jesuítas serían todavía más pode»
rosos que antes de 1773, porque trabajaban en la sombra, disimulando
su identidad y sus verdaderos fines. Un masón de espíritu estrecho
y fanático, Bode (que había recibido a Goethe, al ser iniciado éste en
la francmasonería, en 1780), había intentado (véase más arriba) indis
poner a los miembros del Convento de Wilhelmsbad mediante dos
folletos, en los que acusaba a los C. B. C. S. de form ar parte de un
complot jesuítico. Este autor cree ver igualmente en el libro de Saint-
M artin, Acerca de los errores y de la verdad (1775), un canto alegó
rico lleno de influencias jesuíticas y demostrar de esta forma la infil
tración de la Compañía de Jesús dentro de la francmasonería. La
revista Berlinische M onatschrift, lo mismo que M irabeau en Francia,
se hacen eco de la misma leyenda relativa a Saint-Martin. Nicolás
Bonneville sigue las huellas de Bode, Les Jésuites chassés de la franc-
magonerie (Los jesuítas expulsados de la francmasonería , 1788). Por
la misma razón, Kessler von Sprengeisen escribe un folleto dirigido
a Stack (Anti-Saint-Nicaise, 1786), siendo contestado por éste (Ueber
Krypto^Katholizismus , 1787). Se puede citar también el Teutscher
M erkur, de W ieland, y ciertos escritos de Friedrich Nicolai, e tc .152.
A ésta sigue casi inmediatamente otra polémica, aunque de ten
dencia opuesta, negando, lo mismo que la precedente, los sistemas de
altos grados y poniendo en duda la masonería en general. Numerosos
escritos, que aparecen, sobre todo, después de 1789, desarrollan con
escasas variantes los mismos temas: se apresta una conjuración para
asesinar a los soberanos, derribar los tronos y m inar la propia base
de la religión; la Revolución francesa, y sobre todo «el Terror», cons
tituyen un buen pretexto para que los espíritus inquietos afirmen que
los Iluminados de Baviera continúan de forma callada su actividad en
la sombra, con mayor poder que nunca, a pesar de las condenas
y persecuciones de que son objeto. Estas acusaciones se extienden
pronto a la totalidad de la masonería. Algunos, resucitando la leyenda
templaría, consideran a los revolucionarios unos nuevos caballeros
152 Idem .
H IS T O R IA D E LA F R A N C M A S O N E R ÍA M Í S T I C A 185
153 íd e m .
154 íd e m , p ágs. 619 y ss. C om p letá n d o lo c o n T atian a B ak ou n in e, R é p e r to ir e
a lp h a b é tiq u e d e s F ran cs-M a ço n s ru sses, B ruselas, 1940.
186 EL E S O T E R IS M O EN EL SIG L O X V III
156 C onsu ltar M arc H av e n , L e M a ître in co n n u C a g lio stro , P aris, P yth agore,
1932; re ed itad o p or D er vy , Paris, 1967; C on stan tin P h otiad es, L e s V ie s d u
c o m te C a g lio s tro , Paris, G rasset, 1932; Joseph -M arie B op p , C a g lio stro , fo n
d a te u r d e la M a ç o n n er ie ég y p tie n n e , en la « R evu e d ’A ls a c ie » , 1957, tom o 96.
H IS T O R IA D E LA F R A N C M A S O N E R ÍA M Í S T I C A 189
largas charlas y discusiones, pero el lionés no se convenció de la vera
cidad de Cagliostro. Mas éste tuvo mayor éxito en otra obediencia,
logrando por sus prodigios despertar el entusiasmo en la logia de la
«Sabiduría», que se transformó en esta ocasión en la de la «Sabiduría
triunfante», la Logia-madre del Rito Egipcio, gracias a antiguos vene
rables lioneses, como Magneval y Saint-Costard. Su carrera va a pro
seguir de forma tan llena de colorido, que resulta tan increíble como
una novela. Instalado en París, lleva una existencia fastuosa y trata
de imponerse a los filaletos con ocasión del Convento de París de 1785.
Pero su elocuencia no le bastó para corregir ante los ojos de los dipu
tados la desconfianza que les inspiraba su actitud orgullosa y omnis
ciente. Implicado en la intriga conocida como «El collar de la Reina»,
y demostrada su inocencia (1786), conoció la hora de su mayor glo
ria, pero se marchó a Inglaterra. Allí continuó ocupándose de su
Rito Egipcio, y más tarde se trasladó a Basilea (1787), donde le espe
raban Jacob Sarasin y numerosos fieles. En 1788 parte para Italia*
cayendo en Roma en manos de la Inquisición en 1789, donde tras un
juicio absurdo y cruel se le encerró en un calabozo, en el que m urió
miserablemente en 1795. Su Rito Egipcio, lo mismo que todos sus
proyectos de organización masónica, merecen el más alto interés para
el historiador de la teosofía. Cagliostro no fue un simple aventurero;
por sus concepciones químicas, sus notables observaciones de la natu
raleza, debe ser colocado entre los continuadores de Paracelso, de
Agrippa von Nethesheim y otros muchos. Si su vida viajera ha sido
el tema de numerosas biografías y ha inspirado a grandes novelistas*
convendría estudiar de forma documentada y precisa los datos simbó
licos de su sistema masónico.
En 1787, es decir, tres años después de la partida de Cagliostro,
el directorio de Auvergne siente sobre él una concurrencia mística
todavía más directa, porque el Gran Oriente llega a constituir su
propio sistema de altos grados bajo el nombre de «Rito modernp», en
el cual se encuentran varios títulos llamados «Rosa-Cruces». En; espe
cial, los filaletos hacen en la misma época una incursión en el terreno
que los Caballeros Bienhechores consideraban su coto de caza. Se h a
190 EL E S O T E R IS M O EN EL S IG L O X V III
parecen ser menos numerosos que los masones, pero los contactos
personales se multiplican entre estos Rosa-Cruces de Oro, la E. O. T.
y, de una forma general, la totalidad de las Obediencias que tienen un
tinte esotérico. Después de 1757, en Francfort, una sociedad de Rosa-
Cruces de O ro adopta forma totalmente masónica, y otra, dotada
de enorme vitalidad, se manifiesta entre 1770 y 1777 en Baviera, Aus
tria, Bohemia, Hungría y otros puntos y consigue incluso ser adoptada
legalmente por una logia masónica en Ratisbona. Es preciso indicar
que a lo largo de estos años numerosos rosa-cruces de oro pertenecen
al mismo tiempo a la francmasonería, pero no ciertamente como tales
rosa-cruces, sino a títulp individual, ya que en ningún momento se ha
impedido que un hombre perteneciera a la vez a varias obediencias
compatibles. Con frecuencia se les recluta entre personas de elevada
situación social, de las que citaremos solamente a Estanislao II, rey
de Polonia, afiliado al círculo rosa-cruz al que pertenecía Aloys de
Brühl, que lo introdujo. Se conocen algunos de sus rituales; en la ma
yor parte de los casos sus Instrucciones presentan una interesante
amalgama de doctrinas alquímicas y leyendas templarías 166.
De forma súbita, en 1777 se manifiesta la supremacía incontesta
ble de uno de estos círculos, que se transforma de esta m anera y de
forma imprevista en una O rden unificada, englobando a diversos
grupos preexistentes y tomando el nombre de «Rosa-Cruz de O ro del
Sistema Antiguo». Esta poderosa organización no poseía, al parecer,
ninguna relación con las órdenes del mismo nombre que existían con
anterioridad en los decenios precedentes. Se compone de nueve altos
grados y se fundam enta en el más absoluto secreto; la jerarquía de sus
rituales es apasionante para el aficionado al simbolismo 167. Añadamos
que no parece segura la hipótesis, que no deja de ser por ello menos
interesante, de qüe la francmasonería francesa, con sus grados de
«Caballeros Rosa-Cruces», inventados por Tschoudy hacia 1765 (el
rito francés adonhiramita data de 1762), influyera sobre la actividad
cuenta todavía con unos quince miembros, entre los cuales están
Tardy de Beaufort y Chais de Sourcesol. V em etti Vaucroze, decep
cionado por no poder resucitarla, se afilia en 1808 a los Caballeros
Bienhechores de la Ciudad Santa.
Dos perfiles de campeones (Corberon y Divonne) merecerían más
que un esquema sumario. Habiendo seguido la carrera diplomática
desde 1773, Marie-Daniel Bourré de Corberon forma parte de los
«ministros» que representaron a Francia en la Rusia de Catalina II
de 1775 a 1780. Es el autor de unas Memorias que proporcionan
interesantes informes sobre la afición de sus contemporáneos por las
ciencias ocultas y la francmasonería; por desgracia, en gran parte
permanecen todavía inéditas. En ellas hay numerosas referencias
y reseñas sobre alquimia, los swedenborgianos, las sociedades místi
cas, el magnetismo animal, pero especialmente (en la correspondencia
de Corberon) sobre los Iluminados de Avifión. No es un pensador
profundo, no nos ha legado obras filosóficas, pero Corberon, que ha
conocido personalmente a Mesmer y a Cagliostro, no es solamente
un observador indiferente y ha pertenecido a más de una sociedad
secreta. Es un narrador lleno de anécdotas rebosantes de misterio y
revelaciones interesantes. Gracias a él se conoce mejor el iluminismo
de los salones y de las calles, sobre el que nos instruye con mayor
conocimiento por haber desempeñado un papel no despreciable178.
Louis-Marie François de la Forest, conde de Divonne, comenzó
muy joven la carrera de las armas y desde 1789 perteneció a los
Iluminados de Aviñón, que lo acogieron al mismo tiempo que al
ministro sueco Reuterholm y a Silverhielm (véase más arriba). Se
puede muy bien llam ar a éste amigo íntimo de Saint-Martin, el
«caballero errante de la teosofía» o un «viajante de comercio del
iluminismo». Emigrado en 1791 a Suiza, se une a Kirchberger, y pos
teriormente se traslada en diversas ocasiones a Londres a partir de
1795, donde frecuenta a los swedenborgianos y conoce al abate
Fournié. D urante mucho tiempo viaja por Europa, y en 1810 entra
F igu ra d e la ob ra G e h e im e
F iguren d e r R o s e n k re u ze r ,
VERBA SECRETORUM HERMETIS. A lto n a , 1785, p ág. 17.
PANORAMA LITERARIO
180 A . V ia tte (ob . cit.) h a estu d iad o e l ilu m in ism o d e sd e u n a p e rsp ectiva
e sen cia lm e n te literaria. E sto ex p lic a en p arte p or q u é este cap ítu lo e s tan corto;
n o n o s p a rece co n ve n ie n te repetir aq u í lo q u e se p u ed e leer en u n a «tesis»
d oc to ral fá cilm e n te a cc esib le .
208 EL E S O T E R IS M O EN EL S IG L O X V III '
OBRAS
PU BLICA CIÓ N
TRADUCCION
OBRAS DE PR Ó X IM A A PA R IC IÓ N
H ein rich S ch neider: Q u e s t fo r t M y ste rie s, C orn ell U n iver sity P ress, 1947.
L o s d a to s d e lo s p e rso n a je s c ita d o s so n ca si s ie m p re in d ic a d o s , sa lv o lo s d e
h is to ria d o re s y c r ític o s m o d e rn o s o c o n te m p o rá n e o s .
j
218 EL E S O T E R IS M O EN EL S IG L O X V III
B ä h r e n s , 150. B o d e , J. J. C . (1 7 3 0 -1 7 9 3 ), 180, 1 8 4 ,
B a i l l i f , J.-Fr., 90. 191 s.
B a k o u n i n e , T., (n ota 154). B ô c k l i n , Ch. d e (1743-?), 122, 133.
B a l d i , Fr .-A., 110. B o e h m e , J. (1575-1624), 14, 25, 38, 41
B a l l a n c h e , P .-S. (1776-1847), 97 a 99, a 46, 54, 61 a 66, 72 s., 76 a 7 9 ,
144. 83 s., 104 a 106, 108, 118, 119, 121 s.,
Ba l sa mo , J., c f. C a g l i o s t r o . 126, 128, 130, 133 s., 142, 170, 176.
Ba l za c , H . d e (1799-1850), 116, 148, B o e r h a a v e , H . (1688-1738), 152.
211. B ó l l e m e , G . (n ota 182).
Ba r a t in , 82. B o l z a n i , c fr. V a l e r i a n u s .
B a r b e r i n , 191. B o n a l d , L . (1754-1840), 47, 126.
B a r l e t , F.-Ch. (1838-?), 145. B o n d e l l i , J. (1731-1778), 69.
B a r r u e l , A . (1741-1820), 138, 185, 194. B o n i f a s -L a r o q u e , 117.
B a s e d o w , J. B. B. (1723-1790), 99. B o n j o u r , Cl. y F ., 110.
B a s î l i d e s (h. 120-140), 15, 56. B o n n e t , C h. (1720-1793), 53, 61, 97.
B a u d e l a i r e , C. (1821-1867), 50, 116, B o n n e v i l l e , N . d e (1760-1828), 184,
124, 211. 195.
Ba udr y de Ba l za c , 132. B oos, M . (1762-1822), 111.
Ba yl ot , J. (n ota 160). B ooz, A d am a, 150.
Be a u m a r c h a is , P. A . C. (1732-1799), B o r b ó n , D u q u e sa d e (1750-1822), 92 ,
156. 93, 95, 105, 109, 133 s.
B é g u i n , A . (n otas 55 y 106). B o r r i c h i u s , O ., 74.
B e i g b e d e r , M ., 18. B o s c o v i t c h , R . J. (1 7 1 1 -1 7 8 7 ), 6 0 .
Be l o w , v o n , 181. B o s s u e t , J.-B . (1 6 2 7 -1 7 0 4 ), 2 7 .
Be n g el , J.-A. (1687-1752), 80, 106, Bo u c h e , 110.
110 s., 122, 153. B o u g a i n v i l l e , L. A . (1729-1811), 2 0 3.
B e n z , E ., 153. B o u g e , 204.
B o u l g a k o v , S . (1 8 7 1 -1 9 4 4 ), 4 6 .
Be r d ia e v , N . (1874-1948), 2 9 , 131.
B o u r i g n o n , A . (1 6 1 6 -1 6 8 0 ), 7 7 , 8 2 s .,
Be r g a sse , N . (1750-1832), 19 a 22, 93
88 , 122 .
a 96, 110.
Bo u s ie , 204.
B e r g s o n , H . (1859-1941), 148.
B r a u n , J., 173.
B e r n a r d , J. J. (1791-1828), 69, 117,
B r e d i n , Cl.-J. (1776-1854), 99.
146, 194.
B r e g n e r , C h., 150.
Be r na r do (S an ) (1090-1153), 15.
B r i c a u d , J. (n ota 178).
Be y er l é , J. P. L. d e (1740-?), 181,
B r i s s e t , J. P ., 144.
187 s.
B r o h o n , J. A . (1731-1791), 109.
B ir k h o l z , A . M ., c f. A d am a B o o z . B r o t h e r s , R . (1757-1824), 112.
B is c h o ffsw er d er , J. R. v o n (1714- B r o w l e y , T h . (1530-1587), 77, 83, 122.
’ 1803), 201 s. B r o w n , J. (1735-1788), 152.
B l a e r f i n d y , b aron d e, 73. B r o w n i n g , R . (1812-1889), 79.
B l a k e , W . (1757-1827), 79, 211. B r u c k e r , J. (1696-1770), 73, 81, 128.
B l a v a t s k y , H . P . (1831-1891) ( n o ta 3 ). B r ü e l , A . d e , 165, 199.
B l o y , L. (1846-1917), 138. B r u e l , C. A . d e, 203.
B l u m , J. (n otas 35 y 1 4 2 ), ■ * B r u m o r e , 2 0 3 . • ~ 1’ "
ÍN D IC E A L F A B É T IC O DE NO M BRES P R O PIO S 219
D e s r o c h e s , H . ( n o t a 8 9 ). E n g e l b r e c h t (1599-1642), 122.
D e w i s m e s , c f. V i s m e s . E n g h i e n , d u q u e d e (1772-1804), 92.
D i d e r o t , D . (1 7 1 3 -1 7 8 4 ), 5 4 , 6 0 , 8 4 . E n r i q u e d e P r u s i a (1726-1802), 200,
D io n is io e l A e r o p a g it a (s . i ), 72. 203.
D i t t f u r t h , F. v o n , 181, 191. E s t a n i s l a o II (1732-1798), 199.
D i v i s c h , P ., 154. E s t u a r d o , C arlos-E duardo (1720-1788),
D i v o n n e , L. d e (1 7 6 5 -1 8 3 8 ), 8 0 , 9 0 , 163 s.
9 4 s., 10 1 , 105, 109, 170, 2 0 5 s., 2 1 0 .
D o u z e t e m p s , 76.
D u c o s (n ota 97). Fa br e d 'O l i v e t , A . (1768-1825), 14,
D u m a s , A . (1803-1870), 211. 69, 98, 140 a 145, 146.
D u m e s n i l , A . (1783-1870), 10. F a b r i c i u s , J. A . (1668-1736), 61.
D u p o n t d e N e m o u r s , P. S. (1739-1817), F a i v r e , A ., 216 ( n o ta s 31 a 141).
148. F a u c h e u x , A ., c f. B a r l e t .
D u p u i s , C h. Fr. (1742-1809), 75. F a v r e , A . (n ota 97).
D u r a n d , G ., 36. F e l i p e I g u a l d a d (1747-1793), 92 s.
D u r a n d , Y . ( n o t a 2 4 ). F e l i p e e l H e r m o s o (1268-1314), 164,
D u r a s , d u q u esa C. d e (1778-1829), 95. 185.
D u r o y d ’H a u t e r i v e , 40. F e d e r i c o II (1712-1786), 143, 203.
D u t o i t -M e m b r i n i , J.-Ph. (1721-1793), F e d e r i c o G u i l l e r m o II (1712-1786),
14, 40, 43, 46, 56, 69, 83, 88 a 93, 201 , 203.
105, 207, 210. Fe n de , 11 8 .
D u t r e c h , 191. Fe n eber g , J. M . (1751-1812), 111.
Fé n el on , F. (1651-1715), 83 s., 95, 124,
162.
Ec k a r t s h a u s e n , K. von (1752-1803), F i a r d , J. B. (1736-1818), 109.
46 s., 51 s., 56 s., 61 s., 69 s., 74 s., F i c h t e , J. G . (1762-1814), 39, 129, 151.
95, 102, 105, 108 s., 112, 123 s., F i c t u l d , H ., c f. E l î a s A r t i s t a .
148 s., 185, 208. F i n k , G.-L. ( n o ta s 176 s.).
E c k e r -U n d -E c k h o f f e n , H . H . (1 7 5 0 - F l e i s c h b e i n , F. d e (1700-1774), 69, 8 3 ,
1 7 9 0 ), 1 7 6 , 2 0 2 . 88 s., 91.
E c k e r -U n d -E c k h o f f e n , H . K . (1 7 5 4 -? ), F l o r e n s k y , P. (1882-1950), 46.
202. F l u d d , R . (1574-1637), 72.
Eckha r t (M aestro) (1260-1327), 19, 25, F o n t a i n e s , J.-F. (1769-?), 9 4 s.
39, 64, 126. F o u c a u l t , M ., 18.
E c k l e f f , K . F. (1723-1784), 164 s. F o u c h e r d u C a r e i l , A . ( n o t a 76).
E d l i n g , R . v o n , c f. R . S t o u r d z a . F o u r i e r , C . (1772-1837), 98, 144, 20 9 .
E l i a d e , M ., 34, 130 s. F o u r n i é , P. (h acia 1738-1827), 169 a
E l i a s A r t i s t a , 198. 171, 192.
E l LENBERG, J . W ., c f. ZlNNENDORF. Fr a n c k e , A . H . (1 6 6 3 -1 7 2 7 ), 7 8 .
E m e r s o n , R . W . (1803-1882), 114. Fr a n k -D u q u e s n e , A ., 4 6 .
E m p e d o c l e s ( s . v a. d e C .), 61. Fr e h e r , D . A . (1649-1728), 78.
E m p e y t a z , H ., 95 s., 104. Fr e u d , S. (1856-1939), 16.
En c a u sse, c f. P a p u s . Fr i c k e r , J. L. (1729-1766), 153.
E n d e r l i n , P . ( n o t a -1 0 1 ) ... Fr o n t e a u ,. H ., 109.
ÍN D IC E A L F A B É T IC O DE NOM BRES P R O PIO S 221
Ga g a r in , 186. G u i n e t , L ., 216 (n otas 74, 187).
Ga l e , B . (1 7 1 5 -1 7 9 0 ), 1 11. G u y o n , J.-M . d e l a M o t t e (1 6 4 8 -1 7 1 7 ),
Ga l i t z i n e , A ., 133. 6 4 s., 83 s., 8 8 , 9 0 , 9 3 , 9 5 , 9 6 , 1 2 2 ,
Ga l i t z i n e , A . N.' (1733-1844), 95, 96, 1 24, 134, 162, 170.
126. G u y t o n d e M o r v e a u , N ., c f. B r u m o r e .
G a r a t , D . J. (1749-1823), 133.
G a r n i e r , P . (n ota 121).
G a s p a r i n , 99. H a h n , M . (1758-1819), 106, 120 s.
G a s s n e r , J. J. (1 7 2 7 -1 7 7 9 ), 1 5 5 , 2 0 0 . H a l l e , J. S ., 76.
G a t c h e l , S ., 11 1 . H a m a n n , J. G . (1730-1788), 52, 82, 120.
G e i g e r , M ., 2 1 6 ( n o ta s 9 8 , 1 4 8 ). H a r d e n b e r g , F . v o n , c f. N o v a l i s .
G e l o n i , 1 65. H a u g , J. H . (7 -1 7 5 3 ), 8 3 .
G e n c e , J. B. M . (1755-1840), 148. H a u g w i t z , C. H . IC. v o n (1752-1832),
G e n l i s , S. F. d e (1746-1830), 95. 178 s., 192.
G e y m ü l l e r , H . d e (nota 199). H a v e n , M . ( n o ta 156).
G h y k a , M . ( n o t a 7 7 ). H a v r e d e C r o y , 193.
G i c h t e l , G . (1638-1710), 46, 76 s. H e c h t , C ., 118.
G i l b e r t , J. (1769-1841), 148. H e e r b r a n d t , J. F ., 40.
G i l l , J. (1 6 9 7 -1 7 7 1 ), 1 12. H e g e l , G . W . F . (1 7 7 0 -1 8 3 1 ), 17, 2 0 s .,
G ir a u d , S . (1735-?), 156, 174, 178. 2 5 , 126 s., 145 a 147.
G l a s e r , 201. H e l l , M . (1720-1792), 30, 155.
G l e i c h e n , H . v o n (1733-1803), 47. H e l m o n t , J . B. v a n (1577-1644), 71.
G l e i z e s , I. A . (1773-1843), 149. H e l v e t i u s , C.-A. (1715-1771), 64, 113.
G o b e r t , 117. H e l v e t i u s , J.-F. (1625-1709), 79.
G o c h e l i u s , cf. R . G o c k e l . H e m s t e r h u i s , F. (1721-1790), 41, 5 2 ,
G o c k e l , R . (1547-1628), 155. 54, 57 s., 130.
G o e r r e s , J. J. v o n (1776-1848), 147. Her ä c l i t o (sig lo — iv ) , 6 1 .
G o e t h e , J. W . (1742-1832), 49 s., 60 s., Her b e r t , E d . (1583-1648), 58.
68, 81 s., 96, 101 s., 105, 122 s., Her b o r t , F. (1764-1833), 150.
151 s., 184, 208. H er d e r , J. G . (1744-1804), 50, 52, 6 9 ,
G o r c e i x , B. (n ota 162). 72, 75, 102, 123 s., 130 s., 145.
G o s s n e r , J. (1773-1858), 110. H e s s e -C a s s e l , K , v o n (1744-1836), 5 0 , '
G o t , M ., 116. 100 a 102, 122, 167, 176 a 178, 183, '
G r a b i a n k a , T . (1740-1807), 117, 203 s. 192.
G r a i n v i l l e , P. A . d e (1728-1794), 168. H e s s e -D a r m s t a d t , C. v o n (1763-1830),
G r a s s l , H ., 216 (n o ta s 139, 170). 194.
G r e g o i r e , H . (1750-1831), 95, 122. H i n d m a r s c h , R. (1759-1835), 117. :
G r e g o r i o P a l a m a s (h ac ia 1296-1359), H i p p e l , T h . G . v o n (1741-1796), 2 0 8 .
19, 54, 107. H i r s c h , v o n , 181.
G u a i t a , S t. d e (1861-1897), 145. H i r s c h f e l d , E. J., 177. ‘
G u £ n o n , R . (1886-1951) (n ota 3 ). H o b b e s , T h . (1588-1679), 141. /
G u e r l e (D o m ), 109. H o f f m a n n , E . T . A . (1776-1822), 5 0 . *
G u g o m o s , G . v o n (1743-1816), 165. H o f f m a n n , F . (1804-1881), 125. ;
G u i n a u d e a u / O . ( n o t a 101). H o m e r o ^ ( s i g l o — ix)^*6.0».*^
G u i g n e s , J. d e (1 7 2 1 -1 8 0 0 ), 7 4 . - H O N O h lA D E H O L A N D A , 9 4 . v*.
222 EL E S O T E R IS M O EN EL SIG L O X V III
97, 122, 132 β ., 149 ,156, 168 s., 170 W ü r t t e m b e r g (D u q u esa d e ), 204.
a 175, 178 s., 181 s., 185 s., 188, 190 W u r t z , J. W . (1760-1826), 109.
a 195.
W il l e r m o z , P . J. (1735-1789), 171.
W i l l i a m s , N . P ., 3 1 .
W in d is c h m a n n , K . J. (1775-1839) (no Z i m m e r m a n n , J. C . 216 (n o ta s 33 a 91,
ta 137). 114, 137, 164).
W i r z , J. J. (1778-1858), 120. Z i n n , E . (n o ta 117).
WOLF, C . (1679-1754), 68, 102, 119, Z in n e n d o r f , J. W . (1753-1782), 40, 164,
203. 178, 186.
WÖLLNER, J. C . (1732-1800), 200 s. Z i n z e n d o r f , N . L . (1700-1760), 67, 77,
W r o n s k i , H . (1776-1853), 69, 144 a 83, 94, 118.
148. Z o p p i , G ., 110.
ÍNDICE
Págp.
In t r o d u c c ió n .............................................................. ................. .·-........ ··· 9
La s pr in c ipa l e s t e n d e n c ia s d e l e s o t e r is mo e n e l s ig l o x v iii ........ 37
L a Ig le s ia i n t e r i o r ................................................... ·· 37
M ito y t e o s o f í a ...................................................................... 42
L a i n i c i a c i ó n ................................ . . . ... . . . ... ............ . . . ... 47
C ie n c ia y a n a l o g í a .................................................................................. 49
G n o s is y n e o p l a t o n i s m o ............. . ....... . ......... .............. ................... 55
C ie n c ia y m í s t i c a ................................ . . . . . . .............................. ... 59
E v o l u c ió n d e la s id e a s d e s d e e l sig lo x v i a l x v i i i .................... ... 62
Q u ie tis m o y p i e t i s m o ....................... ... 65
I lu m in is m o y sig lo d e la s l u c e s ......................................................... 67
E l e c l e c t i c i s m o ..................................... 70
E l e s o te ris m o e n l a p r i m e r a m i t a d d e l sig lo .................................. 76
Pe r f il e s d e c a m pe o n e s .................................................................. 87
A c e n tu a c ió n d e l a p a s iv id a d y l a d e v o c ió n : J. P h . D u to it-M e m -
b r i n i , l a d u q u e s a d e B o rb ó n , J . d e K r ü d e n e r , P . S . B a lla n c h e ,
J . C . L a v a te r , J . H . J u n g -S tillin g , J . F . O b e r li n , N . A . K irc h -
b e r g e r , M . H a h n , G . H . v o n S c h u b e r t, I . V . L o p o u c h in e , lo s
p r o f e t a s .............................................................................................. 88
230 EL ESOTERISMO EN EL SIGLO XVIII
Págs.
H is t o r ia de la f r a n c ma s o n e r ía m ís t ic a .............................................. 161
L o s c o m ie n z o s d e la E s t ric ta O b s e rv a n c ia T e m p la r ía (1 7 5 1 -1 7 7 9 ):
K a r l v o n H u n d , J. A . S ta r c k , Z in n e n d o r f , G u g o m o s , F e r n a n d o
d e B ru n s w ic k y e l d u q u e d e S u d e r m a n ia , C o n v e n to s d e A lte n
b e rg , K o h lo , B ru n s w ic y W o lf e n b ü t te l ........................................ 163
L o s C a b a lle ro s B ie n h e c h o re s d e la C iu d a d S a n ta y la E s tr ic ta O b
s e rv a n c ia T e m p la r ía (175 4 -1 7 8 2 ): M a rtin e s d e P a s q u a lly y la
O r d e n d e lo s E le g id o s-C o h e n , Je a n -B a p tiste W ille rm o z y su
o b r a m a s ó n ic a . E l C o n v e n to d e la s G a lia s ................................. 167
L a é p o c a d e W ilh e lm s b a d (1 7 7 9 -1 7 8 2 ): C a rlo s d e H e sse -C a sse l.
L o s H e r m a n o s I n ic ia d o s d e A sia . H a u g w itz y lo s H e rm a n o s d e
l a C ru z . L o s d iv e rso s p a r tid o s q u e se p r e s e n ta r o n . L o s Ilu m i-
• n a d o s d e B a v ie ra . L a s se sio n e s d e l C o n v e n to d e W ilh e lm s b a d . 175
Ü ltim o s a ñ o s d e l a E . O . T . y d e lo s C . B. C . S .: L e y e n d a s re v o
lu c io n a ria s . C rip to c a to lo c is m o . E l M a r tin is m o e n R u s ia : S c h w a rz ,
N o v i k o f . L a q u e r e ll a d e B e y e rlé . C a g lio stro y e l R ito e g ip c io .
L o s fila le to s y e l C o n v e n to d e P a rís , E l A g e n te D e s c o n o c id o
d e lo s in i c ia d o s d e L y o n . E x p e d ie n te d e l W ille rm o z is m o ......... 183
L a R o s a -C ru z d e O r o (1709-1786) y lo s Ilu m in a d o s d e A v iñ ó n
(1 7 6 5 -1 8 0 0 ): L a p a la b r a « R o sa -C ru z » y la R o s a -C ru z d e O ro .
L o s R o sa -C ru c e s d e O r o d e l S iste m a A n tig u o y s u s p r e d e c e
s o re s. S c h le iss, W ö l ln e r , B is c h o ffs w e rd e r. L it e r a tu r a ro s a c r u z e n
e l sig lo x v iii,, D o m P e r n e ty y lo s Ilu m in a d o s d e A v iñ ó n : G ra-
b ia n k a , B ru m o re , C a p e lli, C o r b e ro n , D iv o n n e ........................... 196
2. ZORO ASTRO
3. ELIPHAS LEVI
5. ANTOLOGIA DE LA CABALA
i
2 9004 01922011 9
Ì
!