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LOS ORÍGENES

D E LA

OBEI ESCRITA EN FHtHCES POE

ID. M:ER O I :B IR,


PBOFESOR DE FILOSOFÍA
Y DIRECTOR DEL INSTITUTO SUPERICB DE FILOSOFÍA
EN LA U N I V E R S I D A D DE LOVAINA

TRADUCCIÓN CASTELLANA
rOR EL

M. ARNÁIZ, Agustino
Profesor de Filosofía
en él Meal Colegio de Alfonso XII, en El Escorial.

CON LAS LICENCIAS NECESARIAS

MADRID
HÁEKZ D E .TUBKBA, MBRMAKOS, EDITORES

lü — C n m p o m a n e s — 1 0

1901
LOS ORÍGENES
DE LA

PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA
LOS ORÍGENES

OBRA ESCRITA SN FRA1ÍCES POE

TD - MBEOIBE
PROFESOR DE FILOSOFÍA
DIRECTOS DEL INSTITUTO BÜPERICU DE FILOSOFÍA
EN LA U N I V E R S I D A D DE LOVAINA

TRADUCCIÓN CASTELLANA

M. A R N Á I Z , Agustino
Profesor de Fílmofía
en ti Seal Colegio de Alfonso XII, en M Escorial.

CON LAS LICENCIAS NECESARIAS

MADRID
SÁEXZ DE JUBEEA. líEEiIAXOS, EDITORES

1 0 — CamposmaueS'. — 1 0

1901
ES PROPIEDAD.

I m p r e n t a d e R i c a r d o R o j a s , C a m p o m a n e s , 8.—Teléfono 316.
PROLOGO DEL AUTOR A LA ED1CIÚN CASTELLANA

España ha sido la tierra, clásica del aris-


totelismo; Toledo y Córdoba fueron los cen-
tros del saber, en donde, á ñnes del siglo x n ,
fueron importadas por los árabes, y comuni-
cadas á los pueblos occidentales, las obras
metafísicas y psicológicas de Aristóteles.
Sin duda que Avicena y Averroes no su-
pieron interpretar el verdadero pensamiento
del maestro; y de aquí que fuesen necesarios
el genio especulativo y la labor paciente de
Alberto el Grande y de Santo Tomás de
A quino , para devolver á la doctrina aristoté-
-

lica su fisonomía propia y original. Colonia,


París, Ñapóles: tales fueron los principales
centros de la restauración filosófica medioeval.
Pero si en esta época de formación y
grandeza de la filosofía aristotélico-cristiana,
no cupo á España el papel principal, más
tarde, cuando en los siglos xv y xvi, á im-
VI PRÓLOGO

pulsos del movimiento revolucionario falsa-


mente llamado Renacimiento, cayó en el
mayor descrédito la filosofía escolástica en.
casi todas las naciones de Europa, España
fué la que preservó de un naufragio gene-
ral las doctrinas de Aristóteles y de Santo
Tomás. La Universidad de - Salamanca con
sus grandes hombres; Vitoria (1480-1566),
Soto (1494-1560), Báñez (1528-1604), To-
ledo (1596), Vázquez (1509-1566), Suá-
rez (1548-1617); y tantos otros que dieron
días de esplendor y gloria á, las Universida-
des españolas, atestiguan por modo evidente,
que la fidelidad á, las doctrinas del escolasti-
cismo, y su conservación á, través de aquella
época de confusión y de reñida lucha, serán
siempre una gloria imperecedera de la, ciencia
española.
¿Y por qué la España de hoy no ha de
continuar las glorias científicas de la España
del siglo xvi? La estela luminosa que en el
siglo último marcó el genio de Balines, y el
vigoroso esfuerzo de restauración neotomista
del Cardenal González, ¿han de quedar redu-
cidos á iniciativas aisladas, sin provocar al-
gún movimiento de actividad y entusiasmo
más generales?
PRÒLOGO VII

Los portentosos descubrimientos de las


ciencias positivas han despertado en nuestros
días un entusiasmo exageradamente exclusi-
vista en perjuicio de las ciencias filosóficas,
siendo esto causa de esa atmósfera general de
tendencias cuando no son doctrinas positivis-
tas, de que se hallan saturadas la vida del
pensamiento y la vida real por todas partes.
Las ideas importadas de Alemania á las Uni-
versidades españolas durante la segunda mitad
del siglo xix pasaron va de moda, habiendo
quedado casi relegadas al olvido; é igual suerte
ha cabido á cierto eclecticismo sin consistencia
y sin orientacióu fija, amasijo incoherente de
ideas y tendencias muchas veces inconcilia-
bles, que, á falta de otros ideales, constituía el
bagaje de la ciencia oficial; la decadencia de
este esplritualismo informe, sin enlaco alguno
con el pensamiento tradicional, ha sido en
gran parte beneficiosa para la invasión de doc-
trinas exóticas, aceptadas casi siempre incons-
cientemente y tan sólo por el prurito de la
novedad, y bebidas en traducciones de positi-
vistas como Spencer, Taine, Ribot, Lom-
broso, Ferri, Tarde, etc.
Al lado de esta dirección positivista, y
por oposición á ella, se ha visto desarrollarse
VIII PRÓLOGO

otra tendencia bastante general en los últimos


años hacia la tradición escolástica, pero que
vive quizás demasiado del pasado, y poco del
presente; apenas se ha preocupado de recibir
la sabia bienhechora de las ciencias, ni ha pa-
rado mientes en lo que puedan tener de acep-
tables las doctrinas filosóficas contemporáneas.
Los adversarios más intransigentes del
espiritualismo tienen hoy la franqueza de
confesar, que el neo-tomismo es una filosofía
que se armoniza admirablemente con las con-
clusiones últimas de la ciencia. No hace aún
mucho tiempo que la Quinzaine, revista
muy apreciada entre los católicos franceses,
reproducía estas frases significativas de la
Revue scientifique de París, dirigida por
C. Richet: «La vitalidad de la filosofía'neo-
tomista es tan grande, que puede hacer entrar
en sus cuadros los estudios contemporáneos
de fisiología y de psico-física, sin necesidad
de ceder en nada de sus principios, sin des-
naturalizar nunca la'ciencia. Nada teme esta
filosofía de las investigaciones fisiológicas;
desearía, por el contrario, que los estudios
sobre el sistema nervioso y las localizaciones
de los sentidos adquiriesen mayor desenvol-
vimiento, por reconocer en ellos los auxiliares
PKÓLOGO IX

indispensables... D. Mercier felicita á los


promotores de la psicología fisiológica, por
haber renovado las tradiciones interrumpidas
durante muchos siglos...» ( i ) .
Y no basta reanudar estas tradiciones, se-
gún como las han transmitido nuestros maes-
tros de siglos pasados, y sostener en nombre
de la ortodoxia que en ellas se encierra el mo-
nopolio de la verdad. Vivimos en el siglo xx,
en cuya filosofía, mezcladas con grandes erro-
res, hay también verdades; de aquí que sea
preciso estudiar y conocer á fondo el pensa-
miento y estado de alma de nuestros contem-
poráneos, con quienes hemos de vivir; reco-
nociendo sinceramente que, si entre éstos
abundan los errores, tampoco quizá nosotros
e.stemos exentos de algunos, y procurando
sacar partido de lo que entre ellos haya de
bueno, y enmendar á la vez lo que en nosotros
hallemos defectuoso (2).

( 1 ) L A Q U I N Z A I N E . Une vue de la philosophie du ¡Hele, 1 6 d e J u n i o


d e 1 9 0 1 , p . 51)2.
(2) Podríamos aquí preguntar a algunos de nuestros colegas de Es-
paña, si no seria c o n v e n i e n t o y fructuoso hacer sobre este punto u n
e x a m e n de conciencia.
¿ N o hr.n t e n i d o m u c h a s v e c e s u n a c o n f i a n z a q u i z a e x a g e r a d a e n el
v a l o r i n t r í n s e c o d e s u fe c r i s t i a n a , y e n el r e c u e r d o d e BUS g l o r i a s
n a c i o n a l e s ? ¿Se h a n d a d o e x a c t a c u e n t a d e l a i n f i l t r a c i ó n l e n t a e n l a
enseñanza universitaria, en la prensa periódica y en los libros, de doc-
trinas extranjeras que ellos m i s m o s desaprueban?
N o hace m u c h o t i e m p o que L u t o s l a w s k i escribía en los Kantatu-
X PRÓLOGO

Esto es lo que recomienda con su autori-


dad la Encíclica ¿Eterni Patris, que tan
vigoroso impulso dio al renacimiento escolás-
tico desde 1879: «Es necesario, dice el gran
León XIII, aceptar de buen grado y con reco-
nocimiento, todo jxmsamiento sabio y todo
descubrimiento útil, vengan de donde vi-
nieren...» y, «si apareciere en las doctrinas
escolásticas alguna cuestión sutil, alguna
afirmación poco fundada, ó algo que no se
armonice bien con doctrinas demostradas en
edades posteriores, ó que, en fin, esté desti-
tuido de probabilidad, de ningún modo es
nuestro ánimo proponerlo á la imitación de
nuestro siglo.»

dien, d e s p u é s tle un v i a j e p o r E s p a ñ a , q u e K a n t e s a q u í d e s c o n o c i d o ó
p o c o m e n o s (a). Q u e n o s e a c e p t e n l a s Criticas del filósofo de Koanigs-
b e r g e s t á bien; t a m p o c o l o s k a n t i a n o s a c e p t a n las de Santo T j m á s .
Rodolfo E u c k e n escribía hace poco con j u s t a razón, que «Tomás de
A q u i n o y Kant representan d o s m u n d o s en lucha» i T h o m n s v o n Aqui-
n o und Kant, ein k a m p f z w e i e r W e l t e n ) . Y no es n e c e s a r i o a ñ a d i r ,
q u e para c o m b a t i r c o n é x i t o el k a n t i s m o , p r e c i s a e s t u d i a r l o en s u s
fuentes.
N o s o t r o s t e n e m o s confianza^en l o p o r v e n i r . Y c u a n t o m e j o r s e e x a -
m i n e n l a s r e l a c i o n e s d e l a m e ' . a f í s i c a , d e l a p s i c o l o g í a , d e la filosofía
m o r a l ó s o c i a l de S a n t o T o m a s d e A q u i n o , c o n l o s d e s c u b r i m i e n t o s
n u e v o s de las ciencias físicas, biológicas ó sociales, tanto más se p o n -
d r á d e m a n i f i e s t o e l p a r a l e l o e n t r e el e s c o l a s t i c i s m o y l a s f o r m a s c o n -
t e m p o r á n e a s d e l p e n s a m i e n t o filosófico, y s e a p r e c i a r á t a m b i é n m e j o r
l a p e n e t r a c i ó n y firmeza v i g o r o s a s d e l o s g e n i o s q u e t o m a m o s p o r
guias.

( « ) KEVCTE NEo-scor.ASTio.UE, M a y o , lHOl. Une excursión jilnloso-


jpkique en Espagne.
PRÓLOGO XI

El presente volumen, con cuya traducción


en lengua castellana ha tenido á bien honrar-
nos el R. P. Arnáiz, tiene por objeto, no sola-
mente infundir en el seno del escolasticismo la
vida de las ciencias experimentales, sino tam-
bién escoger, de las principales fuentes de la
filosofía contemporánea, las ideas que puedan
armonizarse con el pensamiento tradicional.
No podríamos haber deseado una presen-
tación al público español tan autorizada, como
la de los sabios P P . Agustinos de El Esco-
rial. La Ciudad de Dios, acreditada revista
que éstos dirigen con tanta competencia, á la
vez que con un conocimiento tan profundo y
verdadero de las necesidades del pensamiento
contemporáneo, es bien conocida y justa-
mente apreciada en los centros intelectuales
de España, y su eco resuena más allá de las
fronteras de esta noble nación.
Nos felicitamos de poder ofrecer aquí á
los RR. P P . Agustinos, y de un modo espe-
cial á nuestro sabio amigo el P. M. Arnáiz,
el testimonio de nuestra alta estima y pro-
fundo reconocimiento. •
D. MERCIER.
Looaiiia, Julio, 190Í.
INTRODUCCIÓN

Nos proponemos en este volumen publi-


car una serie de estudios, relativos á cuestio-
nes especiales y las más importantes de psi-
cología y de criteriología.
El punto de vista en cpue nos colocamos
es el de la filosofía de Aristóteles y de los
maestros de la escolástica. Penetrados, sin
embargo, del verdadero espíritu peripatético,
quisiéramos estar en relación constante con
la ciencia y con el pensamiento de nuestros
contemporáneos. La Edad Media sobresalía,
en la meditación de las verdades generales;
los pensadores modernos han hecho maravi-
llosos progresos en los trabajos de análisis
con tanta paciencia como sagacidad; ¿no debe
ser el camino indicado de una filosofía anti-
gua, que pretende vivir en el mundo actual,
confrontar el saber de edades pasadas con las
XIV INTRODUCCIÓN

conquistas científicas nuevas, y con las doc-


trinas hoy generalmente aceptadas?
De la realización acertada de este pensa-
miento, ¿no puede augurarse un progreso le-
gítimo?
Entre las diversas apreciaciones que se
han hecho de nuestras publicaciones anterio-
res, hay una que queremos citar, porque in-
dica que el programa neo-tomista ha sido
exactamente comprendido en los medios cien-
tíficos de donde aquélla procede. «La obra—
escribía la Bevue scientiftque con motivo de
la publicación de nuestro tratado de Psicolo-
gía—merece fijar la atención aquellos que
han abandonado el esplritualismo oficial (car-
tesianismo y eclecticismo), y buscan una filo-
sofía conciliable con la ciencia.
»La escuela neo-tomista ha rejuvenecido
la enseñanza escolástica, penetrada del verda-
dero espíritu peripatético; abandona todas las
doctrinas que estaban fundadas sobre un co-
nocimiento insuficiente de la naturaleza, y se
aprovecha de los descubrimientos modernos,
estudiándolos según el método de Aristóteles.
»Tan grande es la vitalidad de esta filoso-
fía, que caben perfectamente en sus cuadros
los estudios contemporáneos de la fisiología
INTRODUCCIÓN XV

y de la psicofísica, sin desnaturalizar nunca


la ciencia, lo contrario de lo que vemos todos
los días en los libros clásicos. «Lejos de rehuir
las investigaciones de los fisiologistas, siente
que no estén más desenvueltos los estudios
fisiológicos sobre el sistema nervioso, las l o -
calizaciones, los sentidos, etc.; porque ve en
ellos los auxiliares indispensables. M. Mer-
cier felicita á los promovedores de la psicolo-
gía fisiológica, por haber reanudado las tra-
diciones cortadas por un intervalo de muchos
siglos...» (1).
El presente volumen se dirige especial-
mente á todos aquellos á quienes no satisface
el esplritualismo clásico; si, en medio de
tanta confusión de sistemas y de hechos que
se acumulan, tratan de buscar una orienta-
ción para su pensamiento,, quizá pueda ser-
virles de algo la comparación entre la psico-
logía de Descartes, el principal iniciador del
esplritualismo oficial, y la antropología aris-
totélica y medioeval.
El capítulo primero de la obra está con-
sagrado al examen de la psicología del gran
innovador francés. En él estudiaremos suce-

(1) llevue identifique, t o m o I I , 18?3, p á g . 55.


XVI INTRODUCCIÓN

sivamente el esplritualismo exagerado de


Descartes (Art. I), y su mecanicismo apli-
cado al estudio del hombre (Art. II).
El segundo capítulo tiene por objeto de-
terminar la evolución histórica de la psicolo-
gía cartesiana. Proseguiremos este estudio,
bajo el mismo plan propuesto en el capítulo
anterior, examinando primero la evolución
del espiritualismo (Art. I), que da origen al
ocasionalismo, al espinosismo, al ontologismo
(Secc. I) y al idealismo (Secc. II); y des-
pués la evolución del mecanicismo (Art. II).
No nos detendremos en las teorías hoy aban-
donadas del ocasionalismo y del ontologismo;
en cambio, el idealismo ocupará largamente
nuestra atención, del cual expondremos el
origen, indicando la parte que en su desen-
volvimiento corresponde á Locke, á Berkeley,
á Hume y á Kant. Haremos ver después la
influencia de las ideas sensualistas de Locke,
de Hume y de Condillac en Inglaterra y en
Francia; y veremos combinarse en la historia
de la psicología moderna la influencia del
sensualismo con la del mecanicismo, para re-
sultar de estos factores el carácter positivista
ó agnóstico, de que se halla compenetrado el
idealismo contemporáneo.
INTRODUCCIÓN XVII

El estado de la psicología contemporá-


nea será, el objeto del capítulo tercero. En
él desenvolveremos una tesis sobre la impo-
tencia del idealismo positivista, para resolver
los problemas fundamentales de la psicología;
y después vendrá un sumario análisis de los
sistemas, en los cuales nos ha parecido po-
derse resumir el pensamiento filosófico de
nuestros contemporáneos; para lo CTial hemos
elegido en Inglaterra á, Herbert Spencer, en
Francia á Alfredo Fouillée, y á Guillermo
Wundt en Alemania. En estas primeras figu-
ras de la psicología contemporánea encontra-
remos las distintas influencias, cuvos oríge-
nes hemos descrito en los dos primeros
capítulos (Art. I I ) .
Las mismas tendencias aparecen y se de-
jan sentir al presente en todas partes, en la
enseñanza, en la literatura y en la vida real.
Puede, por consiguiente, asignarse á la psi-
cología actual este triple carácter: j)rimero,
una concepción cartesiana, exclusivamente
espiritualista de la psicología; en segundo
lugar, el abandono de la metafísica ó el
positivismo, el cual por su forma idealista
conduce al fenomenismo, ó á una especie de
monismo idealista y subjetivista; y, por
XVIII INTRODUCCIÓN

viltinio, el desenvolvimiento en proporciones


extraordinarias de la psicología experimen-
tal (Art. HI).
Los capítulos siguientes tendrán por ob-
jeto la discusión de las ideas directrices de la
psicología contemporánea. Débese advertir
que no entraremos en detalles ni de sistemas
ni de hechos, sino que nos limitaremos á lo
que los alemanes llaman crítica de princi-
pios ó fundamental de los sistemas; siendo
nuestro Vínico fin presentar una especie de
mapa topográfico del terreno, donde tratare-
mos, en los estudios subsiguientes, de explo-
rar algunas cuestiones particulares.
El capítulo cuarto opondrá á la concepción
cartesiana de la psicología la idea que Aristó-
teles primero, y los filósofos de la Edad Media
después de él, se formaron de la psicología
humana, ó mejor dicho, de la antropología.
Le intitulamos Psicología y antropología.
El capítulo quinto tiene por objeto la
crítica de los principios idealistas. El sexto
se refiere al examen del mecanicismo, hecho
también desde un punto de vista general.
Y el séptimo está consagrado al examen del
positivismo, ó en términos más claros, del
agnosticismo en metafísica.
INTRODUCCIÓN XIX

Finalmente, el capítulo octavo y último


del libro tratará del movimiento neo-to-
mista; en él se insistirá sobre la importancia
actual de los problemas criteriológicos, y so-
bre el empleo de las ciencias experimentales
en psicología. Se dirige principalmente á
aquellos que, participando de nuestras ideas,
quieren ciarse cuenta de su situación, de su
fuerza, de su debilidad, y, por consiguiente,
de sus deberes.

L o v a i n a , O c t u b r e 1897.
CAPÍTULO PRIMERO
La p s i c o l o g í a d e Descartes.

ARTÍCULO PRIMERO

EL ESPIRITUALISMO DE DESCARTES EN PSICOLOGÍA .

En la historia de la filosofía, Descartes a p a -


r e c e como u n g r a n innovador. L é a n s e sus bio-
grafías, consúltense los sabios y filósofos que
h a n juzgado el conjunto de su obra, y en todos
se e n c o n t r a r á la misma apreciación g e n e r a l :
D e s c a r t e s h a llevado á cabo u n a revolución en
el mundo del pensamiento; él es el p a d r e de la
filosofía m o d e r n a .
Pero ¿en qué consiste esta revolución, y cómo
Descartes la h a producido? L a s r e s p u e s t a s á es-
t a s cuestiones e s t á n muy lejos de ser conformes.
¿Acaso el autor del Discurso del método es el
primero que rompió con l a tradición, sustitu-
yendo el principio de autoridad por el «libre
examen»? En el supuesto de que semejante obra
fuese meritoria, correspondería la gloria á los
autores de l a Reforma y á las inteligencias m á s
a t r e v i d a s del Renacimiento, como Campanella y
Giordano Bruno.
2 LOS ORÍGENES

¿Es quizá un iniciador en las ciencias, en las


matemáticas? L a astronomía y las m a t e m á t i c a s
h a b í a n sido y a r e n o v a d a s , escribe M . L i a r d , por
Copérnico, Tycho-Brahe, Kepler, C a r d a n , Viete
y Neper; el método experimental había sido ini-
ciado y practicado por Galileo, Rondelet, Ser-
vet, Aselli, H a r v e y y Bacón.
¿Ha creado un método, ó quizá el método?
P u e d e decirse que t a m p o c o . Los cuatro precep-
tos en que se resume el método cartesiano vie-
nen á decir, que la inteligencia h u m a n a debe
c o m e n z a r por descomponer las cosas complejas
en sus elementos primordiales, «buscar en todas
ellas lo que h a y de más absoluto», y formar no-
ciones c l a r a s y distintas; y después, reuniendo
los elementos simples, residuos de la descom-
posición, volver á formar el compuesto. «El
segundo precepto consistía, dice el mismo, en
dividir c a d a u n a de las dificultades que debía
e x a m i n a r en t a n t a s p a r t e s c u a n t a s fuesen posi-
bles y necesarias p a r a su mejor solución.» «El
tercero e r a , dirigir ordenadamente mis pensa-
mientos, comenzando por los objetos m á s sim-
ples y fáciles de conocer, p a r a subir poco á poco,
como por g r a d o s , h a s t a el conocimiento de los
más complejos» (1).
¿Pero este doble movimiento de descomposi-
ción y composición, de análisis y síntesis, no es
el procedimiento y a descrito en el Órgano, y fiel-

(1) Discours de la méthode, s e g p n d a p a r t e . — V . L i a r d , e n la Grande


Encyclopédie y en la palabra Descartea.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 3

mente seguido por todos los discípulos del funda-


dor del Liceo? (1). No es, pues, en la invención
de u n método, que p u e d a l l a m a r s e propiamente
nuevo, donde se h a revelado el genio c a r t e s i a n o .
Su pensamiento genial es la concepción de u n a
m a t e m á t i c a p u r a , que pudiera aplicarse á cual-
quier ordende estudios.
Detenido en 1619 en Neubourg, sobre el Da-
nubio, á causa del invierno, solo en u n a pequeña
habitación y «en condiciones las más á propósito
p a r a dejarse llevar de sus pensamientos», so-
ñ a b a Descartes con u n a ciencia más general que
la geometría y que la aritmética y el álgebra,
con u n a ciencia del orden y de las proporciones,
que h a b í a de ser «la m a t e m á t i c a universal», y
que quizá pudiera descubrirle el secreto de la
n a t u r a l e z a e n t e r a . Esto es lo que se desprende
de la lectura del Discurso del método, dice justa-
mente M. Fouillée; y esto es lo que confirma su
epitafio, escrito por uno de sus más Íntimos ami-
gos, Chanut: «En las h o r a s del invierno, com-
p a r a n d o los misterios de la n a t u r a l e z a con las le-
yes de la matemática, e s p e r a b a que una misma
l l a v e pudiera abrir los secretos de la una y de
l a otra» (2).
Descartes, en efecto, es, antes que n a d a , un
matemático; en filosofía, como en física y en
fisiología es un geómetra. Como tal, se preocupa

( 1 ) V é a s e s o b r e e s t e p u n t o e s p e c i a l n u e s t r o Cours de philosophie.
Logique, p a r t e c u a r t a , c a p . I I , a r t . 2 . °
(2) A . F I H L L É E : Descartes, paginas 11 y 12.
4 LOS ORÍGENES

más del rigor de sus deducciones que de la a m -


plitud y precisión de las observaciones iniciales;
y con r a z ó n pudiera decirse de él que es lo q u e
los alemanes llaman einseitig, unilateral ó uni-
visual.
^ L a s buenas cualidades y los defectos del en-
tendimiento geométrico de Descartes aparece7
r á n con toda c l a r i d a d en su estudio del a l m a y
del cuerpo. Y cuando las conclusiones últimas
de su psicología deductiva le pongan á la vista
el conflicto indeclinable e n t r e el a l m a p e n s a n t e
y el cuerpo externo, el geómetra c e r r a r á los ojos
a n t e las consecuencias de su sistema; la a t r e v i d a
construcción ideal q u e d a r á en pie, pero los fun-
damentos de la antropología v a c i l a r á n d u r a n t e
mucho tiempo. P e r o no adelantemos las ideas.

¿Cuál es el punto de p a r t i d a de la psicología


cartesiana? L a filosofía de Descartes está con-
densada eu su fórmula famosa: Yo dudo, yo
pienso, luego yo soy.
A t a r corto á los errores del entendimiento
h u m a n o , extirpar en su raíz las ilusiones que
nos e x t r a v í a n , y a p r o v e n g a n de la educación,
de los sentidos ó de un genio maligno que se
complaciera en b u r l a r s e de n u e s t r a credulidad;
a s e n t a r después sobre bases bien firmes y sólidas
la filosofía, reconstruida conforme á un plan
nuevo; t a l es la idea inspiradora del sistema.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 5

c a r t e s i a n o , y la psicología, en p a r t i c u l a r , saldrá
de ella como la p l a n t a de su semilla.
Estrechado por la duda, dice Descartes, eli-
mino sucesivamente de mis creencias las ense-
ñ a n z a s de la tradición primero, y después el
testimonio de mis sentidos; no he olvidado en
efecto que «mis sentidos me h a n e n g a ñ a d o al-
g u n a s veces, y la prudencia exige no fiarse
j a m á s e n t e r a m e n t e de aquellos que u n a v e z
nos h a n engañado». Elimino también las afir-
maciones del sentido íntimo que me dice, por
ejemplo, «que yo estoy aquí, sentado junto al
fuego, vestido con u n a b a t a , teniendo este p a p e l
e n t r e las manos, y otras cosas por el estilo...,
porque recuerdo h a b e r sido frecuentemente en-
g a ñ a d o d u r a n t e el sueño por ilusiones semejan-
tes; y cuando reflexiono sobre esta idea, veo
t a n c l a r a m e n t e que no h a y indicios ciertos por
donde puedan distinguirse la vigilia y el sueño,
q u e me tiene asombrado; y á t a l g r a d o llega mi
a s o m b r o , que es c a p a z de p e r s u a d i r m e que
estoy soñando.»
Elimino finalmente de mi creencia el objeto
de los conocimientos, los más simples y genera-
les, relativos á la extensión, al número, etcé-
t e r a ; porque tengo la idea de un Dios que lo
puede todo, y por quien h e sido hecho t a l como
soy. «¿Y qué sé yo, si h a b r á hecho que r e a l -
m e n t e no exista la tierra, ni el cielo, ni cuerpo
alguno externo, e t c . , y sin embargo, tenga yo
los sentimientos de todas estas cosas? ¿Quién
s a b e si h a b r á hecho q ue yo me engañe t a m b i é n
6 LOS ORÍGENES

c u a n t a s veces h a g o la s u m a de dos y t r e s , ó
cuando cuento los lados de un cuadrado» (1)?
Y, después de h a b e r eliminado de mi creen-
cia todos estos asentimientos que la duda h a con-
cluido por q u e b r a n t a r , ¿no me queda n a d a ?
Queda a u n el yo, que duda de todo esto; yo me
represento las cosas de que dudo, «videre videor,
audire, calescere» (2); yo pienso que veo, oigo y
tengo calor. Puedo, sin e m b a r g o , figurarme q u e
h a y un genio burlón, «muy poderoso y m u y
astuto, que pone toda su industria en e n g a ñ a r -
nos siempre;» y ¿qué importa? «No h a y duda
»de que yo existo, si él me e n g a ñ a ; y por m á s
»que m e e n g a ñ e cuanto quiera, n u n c a p o d r á él
»hacer que yo no sea n a d a , mientras piense ser
«alguna cosa» (3). U n a cosa, pues, es cierta
p a r a mí, y es que yo pienso, y que yo existo,
cuando pienso. Esta cosa es cierta sin duda,
¿pero solamente ella es cierta?
«¿Qué he creído yo ser h a s t a aquí? S i e m p r e
»he vivido en la íntima persuasión de que e r a
»un hombre. Pero ¿y qué es el hombre? ¿Podré
»decir que es un animal racional? No en v e r d a d :
¿porque me sería necesario antes saber ío q u e
»es a n i m a l y lo que es racional; y así desde u n a
«cuestión caería insensiblemente en u n a infini-
»dad de otras m á s difíciles y más escabrosas...»
>¿Me será m á s fácil adquirir c e r t e z a de los pén-

1) Medit. 1.a

(2) Medit. 2."


(3) Jbid.
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 7

>sarnientos, que no me son inspirados más que


«por mi sola n a t u r a l e z a , cuando yo me aplico
»á conocer mi ser? Entonces me consideraría
«como un cuerpo con c a r a , manos, brazos, e t c . .
«Consideraría a d e m á s de esto, que me alimen-
t a b a , que a n d a b a , sentía, pensaba, y relacio-
«naba estas acciones del a l m a . Pero en el mo-
«mento que suponga como posible un genio
«maligno, que emplea toda su industria en enga-
»fiarme, ¿puedo yo a s e g u r a r que en mí h a y a
«nada de todo esto, sin e m b a r g o de pertenecer á
«la n a t u r a l e z a del cuerpo? No. ¿Puedo admitir
«que h a y a en mí algunos de los atributos, que
«antes reconocía en el a l m a ? Los primeros son
»de n u t r i r m e y moverme; pero si fuere v e r d a d
«que no tengo c u e r p o , sería también v e r d a d
«que no puedo a l i m e n t a r m e ni m o v e r m e . En
«cuanto á sentir, tampoco se puede sentir sin el
«cuerpo; a d e m á s de que he pensado algunas ve-
«ces sentir m u c h a s cosas d u r a n t e el sueño, que
«al despertar he reconocido no h a b e r sido senti-
«das.» «Otro atributo es el de p e n s a r , y yo en-
«cuentro aquí que el pensamiento es un atributo
«que me pertenece; él es el único que no puede
«ser s e p a r a d o de mí» ( i ) . «Cogitatio, hcec sola
»a me divélli nequit, ego sum, ego existo, cer-
»tum est.»
«Fo soy, pues, una cosa que piensa, y nada
más; y esta cosa que piensa es lo que yo llamo
indiferentemente espíritu, a l m a , inteligencia,

O) Medit. 2 . A
8 LOS ORÍGENES

r a z ó n y t a n t a s otras p a l a b r a s cuyo sentido no


poseía h a s t a aquí.» «Sum igitur prcecise tantum
res cogitans, id est, mens, sive animus, sive inte-
llectus, sive ratio, voces mihi prius signiflcationis
ignota?... quid igitur sum? res cogitans; quid est
Tioc? nempe dubitans, intelligens, affirmans, ne-
gans, volens, nolens, imaginans quoque et sen-
tiens.»
T a l es el fundamento de la psicología c a r t e -
siana. Yo no soy un a n i m a l r a c i o n a l , ó al me-
nos, no puedo con c e r t e z a a s e g u r a r que lo soy;
no puedo a s e g u r a r que tenga un cuerpo que se
n u t r e , se mueve y siente; porque todas estas
funciones de l a v i d a v e g e t a t i v a , de locomoción
y de sensibilidad exigen un cuerpo, y yo no estoy
cierto de que le tenga; lo único que la reflexión
me autoriza á r e t e n e r como cierto es que soy un
ser que piensa, duda, comprende, afirma, niega,
quiere y no quiere, imagina y siente.
Pero esta c e r t i d u m b r e , a ñ a d e D e s c a r t e s , no
d u r a más tiempo que m i e n t r a s yo dudo ó pienso.
«Yo soy, yo.existo, esto es cierto; ¿pero por
cuánto tiempo? N a d a m á s que mientras d u r a mi
pensamiento; porque bien pudiera ser que al
dejar yo totalmente de pensar, dejase al mismo
tiempo de existir» (1).
He aquí c l a r a m e n t e definido el objeto de la
psicología: no es el h o m b r e , el cuerpo y el a l m a ,

(1) « E g o sum, e g o e x i s t e , certum est. Quamdiu autemî n e m p e


q u a m d i u c o g i t o ; n a m f o r t e e t i a m fieri p o s s e t s i c e s s a r e m a b o m n i
cogitatione ut illico totus esse desinerem.» Médit. 2."
D E LA PSICOLOUÍA CONTEMPORÁNEA 9

con su triple vida v e g e t a t i v a , sensitiva é inte-


lectiva, sino el espíritu n a d a m á s , y su pen-
samiento. El pensamiento c o m p r e n d e r á todo
aquello de que puede tener conciencia el espí-
ritu, y, por consiguiente, todo aquello de que
puede adquirir certeza sin peligro de ilusión,
como son' los conocimientos intelectuales, los
actos voluntarios y los fenómenos de l a imagi-
nación y de la sensibilidad. Descartes niega la
certidumbre á los fenómenos de la imaginación
y de la sensibilidad, en tanto que provienen del
cuerpo, porque la existencia del cuerpo no halla
g a r a n t í a suficiente de certidumbre en la con-
ciencia, pero admite su cognoscibilidad en cuan-
to que se refieren al alma, y caen bajo el domi-
nio inmediato de su pensamiento (1). Así pues,
la psicología de D e s c a r t e s queda reducida al
espíritu dotado de pensamiento, y al pensa-
miento que se traduce bajo tres formas diferen-
tes, la intelección, la volición y la sensibilidad.
En cuanto al método, no puede ser eviden-
temente otro distinto de la conciencia; puesto
que, por definición, sólo pertenece al alma lo
que e n t r a en el dominio de la conciencia.
Y puesto que la conciencia es atributo ex-
clusivo del espíritu, la bestia que no tiene espí-
ritu, carece de conciencia; es incapaz de cono-
cimiento, de voluntad y de sensibilidad, es un

(1) E s t e p u n t o d e v i s t a s e e n c u e n t r a c l a r a m e n t e f o r m u l a d o p o r u n
c a r t e s i a n o d e i m p o r t a n c i a , e l a b a t e M. D u q u e s n o y , e n s u o b r a i n t i -
t u l a d a : La perception dea sens, opération exclusive de l'âme.
10 LOS ORÍGENES

cuerpo en n a d a distinto de los otros cuerpos,


y que, por lo demás, es simplemente, como ve-
remos m á s a d e l a n t e , un conjunto de p a r t í c u l a s
m a t e r i a l e s , sujetas exclusivamente á las leyes
de la mecánica, un mecanismo ó un a u t ó m a t a .

Después de h a b e r así determinado el objeto


de la psicología, de u n a m a n e r a absoluta, Des-
c a r t e s le opone á los cuerpos, objeto de la física.
Nos limitaremos á indicar aquí este nuevo punto
de vista, y a que más adelante h a b r á de ser t r a -
tado detenidamente.
• L a duda m e t ó d i c a , a p l i c a d a á nuestros juicios
sobre la n a t u r a l e z a sensible, nos manifiesta los
errores frecuentes en que incurrimos al atribuir
á los cuerpos cualidades que en r e a l i d a d sólo
existen en nosotros mismos. Tal es, por ejemplo,
el color, el sonido, e t c . , que atribuímos á los ob-
jetos exteriores, pero cuya realidad sólo es sub-
jetiva. ¿Y qué queda después de h a b e r eliminado
de nuestros juicios sobre los cuerpos, todo lo que
podemos quitarles sin suprimirlos? Los cuerpos
se nos p r e s e n t a r í a n revestidos de u n a forma ex-
terior, c a p a c e s de movimiento; pero esta forma
y este movimiento son efectos de la extensión!
resulta, pues, que los cuerpos están constituidos
por m a t e r i a extensa. Y del mismo modo que el
espíritu se constituye por el pensamiento, el
cuerpo está constituido n a d a m á s que por l a ex-
tensión. E n t r e uno y otro, el espíritu pensante y
]>E L A PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 11

la m a t e r i a extensa, h a y incompatibilidad radi-


cal, exclusión absoluta.

*
* *

Hemos visto lo que en sí misma es el a l m a ,


«un ser q u e piensa», y su oposición al cuerpo,
en particular al cuerpo humano, «extenso, regido
por las leyes del movimiento». Pero antes de
continuar el análisis de la n a t u r a l e z a y del con-
tenido del p e n s a m i e n t o , se impone una pre-
gunta: ¿Qué relación h a y entre el pensamiento
y el ser que piensa, entre el acto consciente y
el principio de donde procede?
D e s c a r t e s responde que el pensamiento es
un atributo del a l m a , y que, por consiguiente,
no h a y distinción r e a l entre los dos. Por subs-
t a n c i a entiende el ser que no necesita de nin-
gún otro p a r a existir; el cuerpo y el espíritu son
substancias, en el sentido de que no necesitan
más que del concurso divino p a r a existir ( l j .
La substancia sólo se conoce por sus atribu-
tos; y por atributo entiende D e s c a r t e s u n a c u a -
lidad i n s e p a r a b l e de la substancia, á diferencia
de las cualidades v a r i a b l e s que se l l a m a n modos
ó modificaciones. Cualquier atributo puede dar-

(1) « P e r s u b s t a n t i a ™ n i h i l a l i u d i n t e l l i g e r e p o s s u m u s q u a m r e i n
qua; i t a e x i a t i t , u t n u l l a a l i a r e i n d i g e a t a d e x i s t e n d u m . . . N o m e n
s u b s t a n t i a ; n o n c o n v e n i t D e o e t e r e a t u r i s univoce. Possunt autem
substantia corporea, et m e n s , s i v e s u b s t a n t i a c o g i t a n s , sub h o c c o m -
m u n i c o n c e p t u i n t e l l i g i , q u o d s i n t r e s quie s o l o D e i c o n c u r s u e g e n t
a d e x i s t e n d u m . » Principiorum Phüosophue, P a r s 1.", §§ 51, 52.
12 LOS O R I G E N KS

nos á conocer la substancia á que se une; pero


h a y en c a d a substancia un atributo principal,
que presuponen las demás cualidades; y éste es
el que constituye la n a t u r a l e z a ó esencia de las
cosas.
Así es que la extensión en sus tres dimen-
siones: longitud, latitud y profundidad, consti-
tuye la n a t u r a l e z a de la subtancia corporal; y el
pensamiento la esencia de la substancia espiri-
tual (1).
No h a y m á s distinción que de razón e n t r e
la substancia y su atributo (2). L a distinción real
sólo existe, propiamente h a b l a n d o , e n t r e dos ó
más substancias; y el único signo p a r a conocer
que dos cosas difieren r e a l m e n t e , es el que po-
damos percibir c l a r a y distintamente la una sin
la otra. L a distinción modal existe entre una

(1) « E t q u i d e m e x q u o l i b e t a t t r i b u t e - s u b s t a n t i a c o g n o s c i t u r : s e d
u n a t a m e n e s t c u j u s q u e s u b s t a n t i a ; p r e c i p u a p r o p r i e t a B , qua; i p s i u s
n a t u r a m e s s e n t i a m q u e c o n s t i t u i t e t a d q u a m alia; o m n e s r e f e r u n t u r .
N e m p e e x t e n s i o in l o n g u m l a t u m e t p r o f u n d u m , s u b s t a n t i a ; c u r -
poreffi n a t u r a m c o n s t i t u i t ; e t c o g i t a t i o c o n s t i t u i t n a t u r a m s u b s t a n t i a s
c o g i t a n t i s . « Ibid., § 5 3 .
(2) « T r i p l e x e s t d i s t i n c t i o , r e a l i s , m o d a l i s e t r a t i o n i s . Eealis pro-
p r i e t a n t u m e s t i n t e r d u a s v e l pi urea s u b s t a n t i a s : E t h a s p e r c i p i m u s
a se mutuo realiter esse distinctas, ex h o c solo, quod unam absque
a l t e r a c l a r e e t d i s t i n c t e i n t e l l i g e r e p o s s i m u s . . . D i s t i n c t i o modalis est
duplex, alia scilicet inter m o d u m proprie dictum et substantiam
cujus est modus; alia inter duos modos ejusdem substantia;... Deni-
q u e d i s t i n c t i o rationis, est inter s u b s t a n t i a m et aliquod ejus attribu-
tum, sine quo ipsa intelligi non potest, vel inter duo talia attributa
e j u s d e m alicujus substantia;. A t q u e c o g n o s c i t u r e x eo q u o d n o n pos-
s u m u s claram et d i s t i n c t a m istius substantias ideam. formare, si a b
ea illud attritmtum exciudamus; v e l non p o s s i m u s unius e x ejusmodi
attributis ideain clare percipere. s i illud ab alio separemus.» Princ.
Phil. i . , §§ (jo-62.
a
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 13

substancia y su modo, ó e n t r e dos modos de u n a


misma substancia. L a distinción de razón es
aquella que percibimos e n t r e la substancia y
uno de sus atributos, sin el cual ésta no puede
ser concebida, ó entre dos atributos de u n a
misma substancia. Se conoce la distinción de
r a z ó n , en que nos es imposible formarnos idea
c l a r a y distinta de la substancia, cuando de ella
excluímos su atributo.
H é aquí simplificada la psicología h a s t a el
último grado. No h a y necesidad de facultades
múltiples y r e a l m e n t e distintas entre sí; sólo
h a y una substancia, la cosa pensante; su atribu-
to, el pensamiento; y e n t r e uno y otro, distinción
de r a z ó n .
El pensamiento ó la conciencia de sí mismo
tiene doble c a r á c t e r : claro y distinto. Es claro un
conocimiento, según Descartes, cuando se pre-
senta al pensamiento sin intermediario; y dis-
tinto, cuando r e p r e s e n t a una cosa en su n a t u r a -
leza propia, con exclusión de todo otro objeto (1).
Ahora bien; cuando yo me concibo á mí mismo
como un ser c a p a z de r e p r e s e n t a r s e las cosas, mi
pensamiento tiene el doble c a r á c t e r de clari-
d a d y distinción; es claro, porque n a d a me es t a n
i n m e d i a t a m e n t e presente como lo que yo mismo

(1) C l a r a m voce- i l l a m p e r c e p t i o n e n , quse m e n t i a t t e n d e n t i Pre-


s e n s e t a p e r t a e s t ; s i c u t ca c l a r è a n o b i s v i d e r i d i c i m u s qnse o c u l o
i n t u e n t i pra,'sentia, s a t i s f o r t i t e r e t a p e r t e i l i u m m o v e n t . D i s t i n c t a m
a u t e m v o c o i l l a m qua;, c u m Clara s i t , ab o m n i b u s a l i i s i t a s e j u n c t a
e s t et praicisa, ut n i h i l p l a n e aliud, q u a m quod d a r u m est, in se con-
t i n e a t . — P r i n c . Phil. 1.", 45.
14 LOS ORÍGENES

percibo en mi alma; y es distinto, porque el he-


cho de pensar establece u n a separación radical
e n t r e mi a l m a p e n s a n t e y los cuerpos extensos.
El pensamiento, en efecto, excluye esencialmen-
te la extensión y las propiedades derivadas de
la extensión, la divisibilidad y el movimiento.
P a r a Descartes y sus discípulos, la p r u e b a
intrínseca de la inmaterialidad del a l m a estriba
en la irreductibilidad de los c a r a c t e r e s del pen-
samiento ó acto de conciencia, y los de la ex-
tensión. Esta p r u e b a no la deducen ellos de los
c a r a c t e r e s del conocimiento intelectual, conside-
rado en su aspecto de superioridad sobre la per-
cepción sensible y sobre los fenómenos de l a ima-
ginación; la fundan toda ella en los c a r a c t e r e s
del acto consciente. Por acto consciente entiende
la psicología c a r t e s i a n a indiferentemente el acto
del sentido íntimo y el de la conciencia intelec-
tiva. De aquí que la inmaterialidad del a l m a se
demuestra por la p r e t e n s a simplicidad ó indivi-
sibilidad de la sensación y del apetito sensible,
lo mismo que por los c a r a c t e r e s del conocimien-
to intelectivo y de la volición superior (1).
Compréndese por aquí que los psicólogos car-
tesianos, siempre bajo la influencia del mismo
punto de vista, establezcan en primer término
la simplicidad del alma, p a r a después deducir
su espiritualidad. E n t r e los escolásticos, por el

( l ) V é a s e D U Q Ù E S N O Y , La perception de» sens; P . J A N E T , Le maté-


rialisme contemporain, p . 211; D . M E R C I E R , Cours de philosophie,
v o l . I I . 2 . é d . n û m . 140, 220 y 221.
a
DB LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 15

contrario, la simplicidad del a l m a no es m á s que


un corolario de su inmaterialidad.

* *

Hemos visto lo que es el pensamiento. ¿Cuál


es su contenido? ¿Cuáles son nuestros pensa-
mientos y qué nos dicen a c e r c a de la realidad?
H a s t a aquí hemos presenciado el análisis del
pensamiento, considerado desde el punto de vis-
t a subjetivo; Descartes v a á p a s a r al punto de
vista objetivo, ó mejor dicho crítico, p a r a estu-
diar las relaciones entre los diversos pensamien-
tos del a l m a y los objetos que aquéllos r e p r e -
s e n t a n . Oigamos al mismo Descartes:
«Es necesario—dice él—que yo divida todos
»mis p e n s a m i e n t o s en ciertos géneros p a r a ave-
r i g u a r en cuáles de estos géneros h a y propia-
m e n t e v e r d a d ó error. De los pensamientos, al-
»gunos son como imágenes de las cosas, y á ellos
«únicamente conviene en toda propiedad el nom-
»bre de idea; tales son, por ejemplo, los que me
«representan un h o m b r e , u n a quimera, ó el cie-
»lo, ó un á n g e l , ó también Dios mismo. Además
»de éstas, existen algunas otras formas, como
«cuando yo quiero ó temo, afirmo ó niego; aquí
«concibo algo, que es como el término de la a c -
»ción de mi espíritu, pero añado también alguna
«otra cesa por esta acción á la idea que yo tengo
«de las cosas; y de esta clase de pensamientos,
«unos se l l a m a n voliciones ó afecciones, y otros
»jtiicios.»
16 LOS OKÍGBXKS

»En cuanto a l a s ¿deas,consideradas solamen-


»te en sí mismas y sin relación á ninguna otra
»cosa,no pueden ser, propiamente hablando, fal-
»sas; porque sea que me imagine u n a c a b r a ó
»una quimera, siempre será v e r d a d que yo me
«imagino lo uno ó lo otro. Tampoco puede en-
c o n t r a r s e la falsedad en las afecciones ó volicio-
»«e.s;porque aunque pudiera yo desear cosas ma-
clas, ó que n u n c a hubieran sido, no por esto
«será menos cierto que yo las deseo.
«Me quedan, pues, solamente los juicios, res-
«pecto de los cuales debo cuidadosamente t o m a r
«precauciones, á fin de que no me e n g a ñ e n . El
«principal error y el más ordinario que en ellos
«puede caber, consiste en creer que las ideas
«que h a y en mí, se asemejen ó conformen á las
«cosas que están fuera de mí. De estas ideas,
«unas me p a r e c e n nacidas conmigo, otras ex-
«trañas y venidas de fuera, y otras, finalmente,
«hechas ó i n v e n t a d a s por mí. P o r q u e , cuando
«yo tengo la facultad de concebir lo que se l l a m a
»en general una cosa, ó una verdad, ó un pen-
«samiento, m e p a r e c e que esto lo tengo yo en
«mi propia n a t u r a l e z a ; pero, cuando oigo algún
«ruido, ó veo el sol, ó siento el calor, he juzgado
«siempre que estos sentimientos p r o v e n í a n de
«algunos objetos que existen fuera de mí... Aho-
»ra, lo que debo h a c e r en este caso, t o c a n t e á
«las ideas que me p a r e c e n venir de algunos ob-
«jetos exteriores, es e x a m i n a r cuáles son las r a -
»zones que m e obligan á creerlas semejantes á
«estos objetos... Y de este examen infiero que
DB LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 17

«únicamente por una ciega y t e m e r a r i a impul-


»sión es por lo que yo he creído que h a b í a co-
»sas fuera de mí, y diferentes de mi ser; las cua-
tíes, por los órganos de mis sentidos, ó por otro
*medio, cualquiera que éste fuese, e n v i a b a n á
»mí sus ideas ó imágenes, é imprimían sus se-
»rnejanzas. Pero se presenta otro camino p a r a
«averiguar si e n t r e las cosas cuyas ideas tengo,
«hay alguna que existe fuera de mí...» (1).
El problema criteriológico está planteado:
¿cómo le resolverá Descartes? P r e s e n t a r e m o s en
resumen toda su argumentación.
Mis ideas, consideradas desde el punto de
vista subjetivo, en cuanto son modos determina-
dos del pensamiento, no difieren, dice él, unas
de otras; pero difieren entre sí, cuando se las
mira desde el punto de vista objetivo.
En primer lugar, h a y u n a por la que me r e -
presento á mí mismo; otra me r e p r e s e n t a á Dios;
otras, cosas corporales é inanimadas; o t r a s , ani-
males; otras, ángeles, y o t r a s , en fin, m e repre-
sentan hombres semejantes á mí.
L a realidad objetiva que poseen mis ideas
pide u n a r a z ó n suficiente; y esta r a z ó n sólo
puede e n c o n t r a r s e en un ser que contenga en sí
realmente, de un modo actual, formal ó eminen-
te, lo que h a y de realidad objetiva en nuestras
ideas: de lo contrario, precisaría admitir que
h a y en el objeto de mis ideas algo que viene de
la n a d a .

(l) Medit.
18 LOS ORÍGENES

No existe dificultad alguna p a r a explicar el


objeto de la idea que tengo de mi mismo, una
vez que poseo y a el conocimiento cierto de
que existo, de que soy un ser que piensa. En
cuanto á la idea de los demás hombres, de los
animales y de los ángeles, me explico sin difi-
cultad su formación con la a y u d a de elementos
tomados de las ideas de cosas corporales y de
Dios, aunque fuera de mí no hubiera en el mundo
ni hombres, ni animales, ni ángeles.
Quedan las ideas r e p r e s e n t a t i v a s de cosas
corporales y la idea de Dios.
«Por lo que toca á las ideas de cosas corpora-
l e s , n a d a encuentro en ellas tan g r a n d e y exce-
»lente, que no me p a r e z c a poder provenir de mí
«mismo... No queda, por t a n t o , m á s que la idea
»de Dios, en la cual es necesario e x a m i n a r si
»hay algo que no h a y a podido provenir de mí
¿misino. Por el nombre de Dios entiendo una
«substancia infinita, eterna, inmutable, inclepen-
«diente, omnisciente, omnipotente, y por la cual
»yo mismo y todo lo que existe (si es que existe
«algo) h a sido creado y producido. Y son tan
«grandes y tan eminentes las excelencias de
«este Ser, que cuanto más las considero, m á s
«me persuado de que la idea que yo tengo de él
«no ha podido originarse en mí sólo. Por consi-
«guiente, es absolutamente necesario concluir de
«lo dicho que Dios existe: porque aun cuando la
«idea de substancia esté en mí por la razón de
«ser yo substancia, no tendría sin embargo la
«idea de una substancia infinita, siendo yo un ser
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 19

»finito, á no h a b e r l a recibido de a l g u n a substan-


c i a ' q u e fuera r e a l m e n t e infinita. No debo pen-
»sar que, al modo como tengo idea del reposo y
»de las tinieblas por la negación del ínovimien-
»to y de la luz, conciba lo infinito por la nega-
c i ó n de lo finito y no por una idea directa y
«positiva; a l contrario, veo manifiestamente que
«encierra más realidad la substancia infinita que
«la finita, y por lo t a n t o , que de algún modo es
«en mi antes la noción de lo infinito que de lo
«finito, es decir, de Dios, que de mí mismo: por-
«que, ¿cómo sería posible que yo pudiera cono-
»cer que dudo y quiero, es decir, que me falta
«alguna cosa, y que no-soy un ser perfecto e n ,
«todo, si no hubiera en mí idea alguna de un ser
»más perfecto que el mío, y c o m p a r á n d o l a con
»él conociera los defectos de mi naturaleza?» (1).
Por otra p a r t e , yo, que tengo esta idea de
Dios, no podría existir, en el caso de que no hu-
biera Dios. Y entonces pregunto: ¿de quién ten-
dría yo mi existencia? De mí mismo, ó de mis
p a d r e s , ó de cualquiera otra cauáa menos per-
fecta que Dios; porque no se puede i m a g i n a r
n a d a más perfecto ni igual á él.
Ahora bien: si fuese yo independiente de todo
otro, y el a u t o r de mi propio ser, no dudaría de
ninguna cosa, ni concebiría en mí deseo alguno;
y en una p a l a b r a , n o me faltaría ninguna, perfec-
ción, porque m e h a b r í a dado á mí mismo todas
aquellas de que tengo idea, y así yo sería Dios.

(1) Aledit. 3. a
20 T.OS ORÍGENES

¿He recibido el ser de mis padres? Esto no


sería más que a p l a z a r la dificultad. ¿De o t r a s
c a u s a s menos perfectas que Dios? Esto es impo-
sible, porque «debe h a b e r t a n t a realidad en la
causa como en los efectos». Luego es necesario
concluir, que por lo mismo que yo existo, y
tengo la idea de un ser s o b e r a n a m e n t e perfecto,
es decir, de Dios, la existencia de Dios está con
toda evidencia d e m o s t r a d a .
¿De qué modo he adquirido yo esta idea? Hé
aquí la última cuestión q u e queda por resolver.
«No la he recibido por los sentidos; tampoco es
u n a p u r a ficción de mi espíritu, y por consi-
guiente, no m e queda otra cosa que decir, sino
que h a nacido y sido producida conmigo desde
que he sido creado, como la idea de mi propio
ser... Este Dios no tiene defecto alguno; de.doii-
de se sigue también con toda evidencia que no
h a podido e n g a ñ a r m e , pues que la luz n a t u r a l
nos enseña que todo engaño procede necesaria-
m e n t e de algún defecto» (1). Luego, en la per-
fección de Dios encontramos una g a r a n t í a de la
v e r d a d de nuestros juicios sobre las cosas exte-
riores; la sola condición que de nosotros exige la
certidumbre es que nos a t e n g a m o s en ella á lo
que h a y de claro y distinto en n u e s t r a s ideas.
. H é aquí en pocas p a l a b r a s el pensamiento de
D e s c a r t e s , respecto á la n a t u r a l e z a y origen de
n u e s t r a s ideas. En nosotros h a y dos ideas i n n a -
t a s , «producidas en nosotros desde que fuimos

(1) Ibid.
D E I J A PSICOLOGÍA CONTkMPORÁNKA 21

creados»: la idea del yo y la idea de Dios. Estas


dos ideas son c l a r a s y distintas; es decir, inme-
diatas y propias; y por ellas se explica la forma-
ción de las demás ideas c l a r a s y distintas.
L a idea de Dios sólo se explica en cuanto de-
pende de la existencia y g r a c i a s á la acción de
un Ser perfecto, q u e es el autor de ella. Un Ser
perfecto es incapaz de e n g a ñ a r n o s ; luego, nues-
tros conocimientos claros y distintos tampoco
nos e n g a ñ a n , sino que e n c i e r r a n l a expresión
ñel de la realidad.
* *

Resumamos, en forma de conclusión g e n e r a l ,


los rasgos principales de esta p r i m e r a p a r t e de
la psicología c a r t e s i a n a .
Yo soy una substancia pensante; y mi pensa-
miento comprende todos los hechos percibidos
por el sentido íntimo ó la conciencia, á saber:
hechos sensibles ó afectivos, actos voluntarios y
fenómenos intelectivos ó juicios.
Mi n a t u r a l e z a se da á conocer por mi pensa-
miento; yo soy, pues, un espíritu cuyo atributo
consiste en p e n s a r . El método de la psicología
se funda, según esto, e x c l u s i v a m e n t e en el sen-
tido íntimo ó conciencia.
No h a y , por otra p a r t e , distinción r e a l e n t r e
la substancia y su atributo, e n t r e mi a l m a y mi
pensamiento.
Mi pensamiento p r u e b a la espiritualidad ó la
inmaterialidad de mi n a t u r a l e z a , porque h a y in-
compatibilidad entre los atributos de un ser pen-
22 LOS ORÍGENES

s a n t e y mi ser corporal. El pensamiento y la ex-


tensión se excluyen; l a s ideas c l a r a s y distintas
que tengo del uno y de la o t r a me lo h a c e n v e r .
No siendo yo más que un espíritu c u y a esen-
cia consiste en el pensamiento, los fenómenos
propios del cuerpo, y a pertenezcan á la vida ve-
g e t a t i v a ó á la vida animal, están fuera de la
* psicología, y son del dominio exclusivo de la
física, ó más bien de la mecánica.
Hé aquí el pensamiento subjetivamente con-
siderado: desde este punto de vista, todos nues-
tros pensamientos son idénticos. Pero objetiva-
m e n t e difieren unos de otros: h a y muchos de
éstos cuyo origen se explica por medio de ele-
mentos extraños; y otros, como la idea q u e tengo
de mí propio y de Dios, existen en mí desde el
principio.
L a idea de Dios no puede tener otra c a u s a
que Dios mismo; luego Dios existe. P e r o Dios,
Ser perfecto, no puede e n g a ñ a r m e ; luego puedo
confiar en la certidumbre de que mis ideas, u n a
vez habida la conciencia de ser c l a r a s y distin-
t a s , son la expresión fiel de la realidad.
L a psicología de Descartes se e n l a z a así,
desde su punto de p a r t i d a h a s t a el término final,
con el análisis crítico de la v e r d a d . No nos ocu-
paremos aquí del aspecto crítico de la filosofía
cartesiana; lo único que nos interesa es la p a r t e
psicológica.
Hemos visto y a la que ésta es, en el primero
de los dos aspectos, es. decir, considerada como
teniendo por único objeto de estudio el a l m a pen-
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 23:

s a n t e por medio de la conciencia; y en este sen-


tido, la psicología de D e s c a r t e s es espiritualista
por exceso. ¿Cuál es el pensamiento de Descar-
tes cuando considera el a l m a en relación con las
distintas formas de actividad del cuerpo h u m a -
no? Esto es lo que nos proponemos e x a m i n a r en
el articulo siguiente.

ARTÍCULO IT

EL MECANICISMO APLICADO AL ESTUDIO DEL HOM-


BRE Ó Á LA ANTROPOLOGÍA

Cuando sistemáticamente se encierra la psi-


cología en el estudio de la conciencia, y se hace'
del pensamiento el atributo distintivo del espí-
ritu, es evidente que el estudio del a l m a , resulta
por definición el estudio del espíritu, y que la
psicología será exclusivamente espiritualista.
P e r o ¿y qué h a c e r entonces con las manifes-
taciones de la vida h u m a n a , distintas del pensa-
miento? ¿A qué principio atribuir la digestión,
los movimientos del corazón, la circulación de
la s a n g r e , la recepción de la luz, del sonido en
los órganos de los sentidos? ¿Qué son entonces
estos fenómenos?
P a r a Descartes, la respuesta no es dudosa.
Todo fenómeno q u e no es un acto de la concien-
cia, no procede del a l m a , que es espíritu, sino
del cuerpo. Ahora bien; el cuerpo h u m a n o , como
los demás cuerpos de la n a t u r a l e z a , es n a d a m á s
q u e una substancia extensa, susceptible de mo-
24 LOS ORÍGENES

vimiento; luego todos los fenómenos que no son


pensamiento consciente atribulóle al espíritu,,
son modos de movimiento. L a fisiología, por con-
siguiente, y la p a r t e de la psicología que nos-
otros, con Aristóteles, hacemos depender del
a l m a , no en cuanto espiritual ó subjetivamente
independiente del cuerpo, sino en cuanto sustan-
cialmente unida al organismo, constituyen para.
Descartes dos capítulos de la mecánica.
Reconociéndolo asi e x p r e s a m e n t e , comienza
su estudio del hombre por estas p a l a b r a s :
«Es necesario que os describa en primer l u g a r
»el cuerpo a i s l a d a m e n t e , después el a l m a tam-
»bién a p a r t e , y ú l t i m a m e n t e mostraros cómo
»estas dos n a t u r a l e z a s deben unirse, p a r a for-
»mar los hombres que contemplamos.
»Yo supongo que el cuerpo no es otra cosa
»que u n a estatua ó máquina de b a r r o , que Dios,
«forma, t a n semejante á nosotros como es posi-
«ble... de tal modo,que pueda imitar todas nues-
t r a s funciones que se conciban poder p r o c e d e r
«de la m a t e r i a , ó depender de la disposición d e
«los órganos. Vemos relojes, fuentes artificiales,
«molinos y otras máquinas semejantes, que a ú n
«hechas por hombres, no dejan de tener el p o d e r
«de moverse á sí mismas de muy diversas m a n e -
»ras... Podréis h a b e r visto, por ejemplo, en l a s
«grutas y en los jardines de nuestros r e y e s , que
«la fuerza con que el a g u a se mueve al salir d e
«su depósito es por'sí sola suficiente p a r a m o v e r
«diversidad de m á q u i n a s , y h a s t a p a r a h a c e r
«funcionar algunos instrumentos, ó p r o n u n c i a r
DE l.A P S I C O L O G Í A CONTEMPORÁNEA 25

•»algunas p a l a b r a s , según la distinta posición y


«forma de los tubos por donde aquélla pasa.
«Pueden muy bien c o m p a r a r s e los nervios de
«la m á q u i n a que trato de describiros á los tubos
«de las m á q u i n a s de estas fuentes, sus músculos
»y tendones á los mecanismos y resortes que sir-
»ven p a r a moverlas, sus espíritus animales al
«agua que los impulsa, siendo el corazón como el
«depósito, y las concavidades del cerebro como
»los registros de las diversas fuentes.
«Además, la respiración y otras funciones se-
m e j a n t e s que son ordinarias y n a t u r a l e s al cuer-
»po, y que dependen del curso de los espíritus,
»son como los movimientos de un reloj ó de un
«molino, que pueden hacerse continuos por el
«curso regular y constante del a g u a . Los obje-
»tos exteriores, que por sola su presencia, obran
»sobre los órganos de los sentidos, y que por
«este medio la determinan á moverse en mu-
«chas y v a r i a d a s m a n e r a s , conforme á la dis-
»posición de las distintas partes de su cerebro,
«son como los visitantes que al p e n e t r a r en algu-
«nas g r u t a s de estas fuentes, c a u s a n ellos mis-
«mos, sin pensarlo, los movimientos que se veri-
«fican en su presencia; porque al p e n e t r a r en
«ellas h a n debido pisar piedras en el suelo de tal
«modo dispuestas, que, por ejemplo, al a c e r c a r s e
»á una D i a n a en actitud de b a ñ a r s e , ellos mismos
«la liarán huir á esconderse en un c a ñ a v e r a l , y al
« t r a t a r de perseguirla, h a r á n venir hacia sí á un
«Neptuno que los a m e n a z a r á con su tridente; ó
«si v a n h a c i a otro lado, h a r á n salir un monstruo
26 LOS ORÍGENES

»marino, que les v o m i t a r á a g u a á l a cara;, ó co-


»sas semejantes según el Capricho de los inge-
«nieros al construirlas. Y, por último, cuando el
»alma razonable estuviere en esta máquina, ten-
»drá su asiento principal en el cerebro; y será en
»ella como el fontanero, que debe estar en el
»punto donde se reúnen los tubos de estas m á -
»quinas p a r a producir, detener ó c a m b i a r á v o -
l u n t a d los movimientos» (1).
Más adelante se expresa Descartes poco m á s
ó menos en estos términos:
«Este movimiento de la s a n g r e que acabo de
«explicar es el resultado necesario de las p a r t e s
«que se pueden ver en el corazón, del calor (2)
»que en él puede sentirse introduciendo un dedo,
»y de la n a t u r a l e z a de la s a n g r e que puede
«examinarse experimentalmente; como el movi-
»miento de un reloj resulta de la fuerza, de la si-
«tuación y de la figura de su péndulo y de sus
»ruedas.
»Los espíritus se asemejan á un fluido m u y
»sutil ó á una llama muy p u r a y v i v a ; el cora-
«zón los e n g e n d r a constantemente, desde donde
»suben al cerebro, que les sirve de depósito; y de
»aquí p a s a n á los nervios, que los distribuyen por
»los músculos, produciendo en ellos contraccio-
»nes ó relajaciones según la cantidad de aquéllos.

;i) Wuvres de Descartes, e d . C o u s i n , V I , p p . 336, 347, 319.


(2) D e s c a r t e s se e n g a ñ ó c u a n d o a t r i b u í a e l m o v i m i e n t o d e l a s a n -
g r e al calor q u e s u p o n í a p r o d u c i d o en el c o r a z ó n ; e s t e m o v i m i e n t o
es debido, c o m o se sabe, á las c o n t r a c c i o n e s de los m ú s c u l o s car-
díacos.
DK LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 27

«Quiero,según esto,que consideréis que todas


las funciones que he atribuido á esta máquina
(el cuerpo h u m a n o ) , como la digestión de la co-
mida, las contracciones del corazón y de las
a r t e r i a s , la asimilación y el crecimiento de los
miembros, la respiración, la vigilia y el sueño;
la recepción de la luz, de los sonidos, de los
olores, del gusto, del color y de todas las demás
cualidades en los órganos de los sentidos exte-
riores; la impresión de sus imágenes en el ór-
gano del sentido común y de la imaginación, la
retención ó la huella p e r m a n e n t e de las mis-
mas en la memoria; los movimientos interiores
de los apetitos y de las pasiones, y en fin, los
movimientos exteriores de todos los miembros,
que tan m a r a v i l l o s a m e n t e responden á las
acciones de los objetos que se p r e s e n t a n á los
sentidos, como á las impresiones acumuladas en
la memoria, imitando lo más perfectamente que
sea posible los de un hombre real; deseo, digo,
que consideréis, que estas funciones proceden
•naturalmente todas ellas en esta máquina de la
•sola disposición de sus órganos; ni más ni me-
nos como los movimientos de un reloj ó de cual-
quier otro autómata, provienen de la c u e r d a y
•de la combinación de sus r u e d a s ; de tal suer-
te, que tampoco sea necesario concebir a l m a
-alguna v e g e t a t i v a ni sensitiva, ni ningún otro
•principio de movimiento y de v i d a , que su
• s a n g r e y sus espíritus agitados por el calor
del fuego que c o n s t a n t e m e n t e a r d e en el cora-
z ó n y que no es de n a t u r a l e z a distinta,, del calor
28 LOS ORÍGENES

»y del fuego producido en los cuerpos inaninia-


idos» (1).
Nótense bien las p a l a b r a s de Descartes: To-
das estas funciones (vitales ó sensibles) proceden
naturalmente en esta máquina nada más que de
la disposición de sus órganos, exactamente como
los movimientos de un reloj ó de cualquier autó-
mata...
En esta frase de Descartes se afirman c a t e -
góricamente dos cosas: p r i m e r a , que en las fun-
ciones de la vida v e g e t a t i v a y sensitiva, sólo in-
tervienen las fuerzas mecánicas; y segunda, que
las fuerzas no son más que c a u s a s eficientes; las
funciones únicamente provienen de la disposición
de los órganos; que es poco m á s ó menos lo que
decía L u c r e c i o : Quod natum est, id procreat
usum.
En sus Principios de Filosofía, d e c l a r a en tér-
minos concretos que la física se reduce á la me-
cánica. El cuerpo tiene por esencia la extensión;
la extensión explica la figura y el movimiento de
los cuerpos extensos, y el movimiento, á su vez,
d a c u e n t a de todos los fenómenos físicos ulte-
riores.
«Esta es la r a z ó n , dice él, por qué no existe
»en el Universo m á s que una sola é idéntica m a -
»teria, que conocemos sólo por su extensión. Y
»todas l a s propiedades q u e percibimos c l a r a -
»mente en ella se fundan en la divisibilidad y
«movilidad de sus p a r t e s . . . . Toda modificación,ó

(1) Ibid.
D S LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 29

»la diversidad de todas sus formas, dependen del


«movimiento.
«Porque afirmo a b i e r t a m e n t e , a ñ a d e , que no
«conozco otra m a t e r i a de cosas corporales, que
»la que es de algún modo divisible, figurable y
«movible, y que los geómetras l l a m a n cuantidad
«y toman por objeto de sus demostraciones; que
»yo no considero en ella más que estas divisio-
»nes, estas figuras y estos movimientos; que no
«admito como v e r d a d e r o , sino aquello que se de-
»riva con evidencia de estas nociones comunes,
»de c u y a v e r d a d no podemos dudar. Y por lo
«mismo que así pueden explicarse todos los fe-
«nómenos de la n a t u r a l e z a , como veremos más
«adelante, pienso que no se debe admitir ni bus-
«car otro principio.»
Cuanto á la c a u s a del movimiento, ésta es
doble: la una universal y p r i m e r a , y es la causa
g e n e r a l del conjunto de todos los movimientos
que h a y en el mundo; la otra p a r t i c u l a r , y en
virtud de ésta, las diferentes p a r t e s de la ma-
teria adquieren un movimiento que antes no
tenían.
L a c a u s a g e n e r a l de todos los movimientos,
p a r e c e evidente á Descartes que no puede ser
más que Dios; porque p a r a c r e a r el movimiento
e r a preciso, dice él, s a l v a r la distancia entre la
n a d a y el ser; y p a r a esto se necesitaba un po-
der infinito (1). P e r o es propio de un Dios inmu-
table obrar inmutablemente; luego debe conser-

Ü) V . C a r t a d e C l e r s e l i e r , c a r t a 195,
30 LOS OKÍGENES

v a r el movimiento u n a vez creado, y por consi-


guiente, la cuantidad del movimiento del uni-
verso es i n v a r i a b l e .
'» Con la misma claridad afirma Descartes que
el e x a m e n de las causas finales debe proscribir-
se del estudio de la n a t u r a l e z a . L a obra de
],)ios, dice, es demasiado g r a n d e p a r a que poda-
mos comprenderla; sería, pues, de n u e s t r a p a r t e
presunción el querer d e t e r m i n a r los fines que
el Creador se h a propuesto.
«Guardémonos de opinar demasiado alta-
amenté de nosotros mismos... Y esto sucedería
«principalmente si creyésemos poder compren-
»der, por la fuerza de nuestra inteligencia, los
»fines que Dios se ha propuesto al c r e a r el uni-
v e r s o . . . Así que, nosotros n u n c a p e n e t r a r e m o s
»en los motivos y fines que Dios ó la n a t u r a l e z a
»se h a propuesto al c r e a r las cosas n a t u r a l e s ,
«porque no debemos tener la pretensión de des-
«cubrir los designios de Dios; pero, al conside-
r a r l e como el fin de todas las cosas, veremos
'«que, por medio de la luz n a t u r a l que h a puesto
»en nosotros, debemos deducir de sus atributos
«propios, de los cuales nos exige un cierto cono-
»cimiento, los efectos que c a e n bajo nuestros
«sentidos.»
L a interpretación mecanicista de los fenó-
menos de la vida v e g e t a t i v a , y de la sensitiva,
en tanto que no se identifican con el pensamien-
to, e r a , pues, una consecuencia lógica de los
principios g e n e r a l e s de Descartes en la inter-
pretación de la n a t u r a l e z a ; y de aquí se deriva
I)B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 31

el c a r á c t e r más saliente de toda la psicología


c a r t e s i a n a : la oposición creada entre el alma y el
cuerpo.
*
* *

D e s c a r t e s , hemos dicho, es antes q u e t o d a


g e ó m e t r a , espíritu simplificador y deductivo. Al
estudiar el a l m a , reduce toda su actividad al
pensamiento, y su n a t u r a l e z a á la aptitud de
pensar; y a l estudiar los cuerpos, reduce, sin
exceptuar el cuerpo h u m a n o , todas sus propie-
dades á l a extensión, y la actividad a l movi-
miento. Es de esencia del pensamiento el excluir
la extensión y el movimiento: y á la vez es de
esencia del movimiento y de la extensión, no
tener n a d a de común con el pensamiento. ¿Cómo
explicar, en este caso, la unión del alma y del
cuerpo? P o r q u e es indudable que h a y un cuerpo,
que á diferencia de los demás cuerpos extraños
á mí, yo considero como mío: yo no puedo dudar
de que mi a l m a puede o b r a r y sufrir con mi
cuerpo (1): ¿cómo explicar estos hechos indis-
cutibles?
«Esta cuestión, dice Descartes en u n a c a r t a

(i) «Nada h a y que esta n a t u r a l e z a m e enseñe m a s clara y sensible-


m e n t e , d i c e el m i s m o D e s c a r t e s , que esto, & saber: que t e n g o el
cuerpo indispuesto cuando siento a l g ú n dolor, que t e n g o necesidad
d e c o m e r y d e b e b e r c u a n d o so p r o d u c e n l o s s e n t i m i e n t o s d e l h a m -
bre y de la sed, etc. Y por tanto, no debo dudar que h a y aquí
alguna verdad L a naturaleza m e enseña también por estos senti-
m i e n t o s de dolor, h a m b r e , sed, etc., que n o sólo e s t o y en mi cuerpo,
c o m o u n p i l o t o en su nave, s i n o que e s t o y m u y e s t r e c h a m e n t e u n i d o
á é l , y d e t a l m o d o c o n f u n d i d o y m e z c l a d o , q u e c o m p o n g o un t o d o
c o n é l . P o r q u e si así n o fuera, c u a n d o m i c u e r p o s e q u e m a n o s e n -
32 LOS ORÍGENES

« á M a d . Isabel, princesa p a l a t i n a , me p a r e c e una


«de aquellas á que con más razón debo contes-
t a r , después de los escritos que he publicado.
«Porque, a ñ a d e , habiendo dos cosas en el a l m a
«humana, de las cuales depende todo el conoci-
«miento que podemos tener de su naturaleza,'
»de las que una es, que aquélla piensa; y otra,
«que estando unida al cuerpo, puede obrar
»y sufrir con él; no he dicho casi n a d a de
«esta última; y solamente me he ocupado en
«exponer la p r i m e r a , á causa de que mi objeto
«principal e r a demostrar la distinción que h a y
«entre el a l m a y el cuerpo; p a r a lo cual ésta
«únicamente h a podido servir, y la segunda hu-
«biera sido perjudicial al fin que m e proponía.»
Descartes reconoce aquí explícitamente que
no h a tenido en cuenta más que un aspecto solo
de la psicología; convirtiendo así en psicología
la antropología; y este es el vicio esencial de su
método.
Él, en efecto, h a acentuado la distinción del
a l m a y el cuerpo h a s t a establecer oposición
entre los dos; h a relegado el a l m a á u n a porción
mínima de la substancia cerebral, limitándose á
ponerla allí en relación con los espíritus anima-

tiría d o l o r , n o s i e n d o y o m á s q u e un. ser p e n s a n t e , sino q u e m e


daría c u e n t a de la quemadura por el e n t e n d i m i e n t o ú n i c a m e n t e ,
c o m o un p i l o t o p e r c i b e p o r l a v i s t a s i s e r o m p e a l g o e n s u n a v e ; y
cuando mi cuerpo tiene n e c e s i d a d de beber ó de c o m e r , conocería
y o simplemente esto, pero sin ser advertido de ello por los sen-
t i m i e n t o s confusos de hambre y de sed; porque e n realidad, todos
e s t o s s e n t i m i e n t o s de h a m b r e , sed, dolor, etc., n o son otra c o s a que
ciertas m a n e r a s confusas de pensar, que p r o v i e n e n y dependen de
la u n i ó n , y c o m o d e l a m e z c l a del e s p í r i t u c o n e l c u e r p o . » — M e d . 6 .
a
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 33

les, p a r a recibir por intermedio de ellos infor-


maciones sobre lo que p a s a en el cuerpo, y t r a n s -
mitir por su conducto las órdenes á los nervios
y músculos, y dirigir así los movimientos del
cuerpo. Pero cuanto más afirma la oposición
entre el alma y el c u e r p o , tanto más aleja la
posibilidad n a t u r a l de su unión.
Y de esta unión, precisamente, del a l m a con
el cuerpo, es de lo que la princesa p a l a t i n a pide
con insistencia una explicación á su eminente
interlocutor.
«Vuesta alteza ve t a n claro, le ebCribe Des-
c a r t e s , que no se le pueden ocultar ni disimular
»las dificultades; por eso p r o c u r a r é explicar
«aquí la m a n e r a , cómo yo concibo la unión del
«alma con el cuerpo, y cómo el a l m a tiene el
«poder *de mover al cuerpo.»
L a explicación que da D e s c a r t e s puede r e -
sumirse en lo siguiente: Todos nuestros conoci-
mientos derivan de ciertas nociones primitivas,
que la n a t u r a l e z a nos h a dado p a r a conocer las
cosas. E s t a s nociones primitivas son verídicas,
y j a m á s puedeu e n g a ñ a r n o s : y cuando nos en-
g a ñ a n , es porque no las distinguimos, ó las
aplicamos á cosas á que no pertenecen. ¿Quere-
mos, según esto, formarnos una idea e x a c t a de
la unión del a l m a con el cuerpo? Nos es preciso
b u s c a r cuál es la noción primitiva que poseemos
fc

sobre «el cuerpo y el a l m a juntamente.»


H a y en nosotros, según D e s c a r t e s , catego-
rías diversas de nociones primitivas; algunas
son generales, y convienen á todas las cosas,
3
34 L O S ORÍGENES

tales son, por ejemplo, las ideas de ser, de nú-


mero, de tiempo; tenemos p a r a el cuerpo en
p a r t i c u l a r la noción de extensión, y p a r a el
a l m a sola la del pensamiento; y p a r a el a l m a y
cuerpo juntos no tenemos otra que la de su
unión, de la cual depende la noción de la fuerza
que el a l m a posee de mover el cuerpo, y el
cuerpo ele obrar sobre el alma.
Pero ¿y cómo se r e v e l a n á la conciencia
estas nociones de la unión del a l m a y del cuerpo,
de la fuerza por la cual el alma obra sobre el
cuerpo, y el cuerpo sobre el alma?
Tenemos el hábito adquirido de atribuir á
cualidades que concebimos como r e a l e s , la g r a -
v e d a d y el calor por ejemplo, el poder de o b r a r
sobre nosotros. Cuando nos r e p r e s e n t a m o s l a
g r a v e d a d como u n a fuerza c a p a z de mover los
cuerpos h a c i a el centro de la t i e r r a , no encon-
t r a m o s dificultad alguna en concebir cómo esta
fuerza m u e v e los cuerpos, ni cómo está unida á
ellos, y no pensamos que eso consista en la
atracción ó unión r e a l de una superficie á o t r a .
No es, pues, á la g r a v e d a d á quien se aplica la
idea de semejante acción; porque la g r a v e d a d ,
según lo muestra la física, no es una cualidad
r e a l m e n t e distinta de los cuerpos.
Por consiguiente, esta noción p a r t i c u l a r nos
h a sido d a d a por el autor de la n a t u r a l e z a , p a r a
concebir la m a n e r a cómo el a l m a m u e v e al
cuerpo, y por lo t a n t o , esta noción nos da la
solución del p r o b l e m a antropológico de la unión
de ambos.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 35

Pai^écenos que el lenguaje de Descartes no


tiene aquí su claridad habitual. Por eso pon-
dremos á la vista del lector el" pasaje e n t e r o ,
bien que un poco l a r g o , cuyo pensamiento
hemos t r a t a d o de reproducir.
«En primer lugar, dice, considero q u e h a y
»en nosotros ciertas nociones primitivas, que son
»como los originales, sobre cuyo patrón forma-
sinos todos los demás conocimientos; de éstas
»hay m u y pocas nociones; porque después de
»las más generales de ser, número, tiempo, que
«convienen á todo lo que podemos concebir, no
¿tenemos p a r a el cuerpo en p a r t i c u l a r más que
»la noción de extensión, de la cual derivan las de
»figura y movimiento; y p a r a el alma sola no
«tenemos otra que la noción del pensamiento, en
»la cual se comprenden las percepciones del en-
c e n d i m i e n t o y las inclinaciones de la voluntad;
«finalmente, p a r a el a l m a y el cuerpo unidos,
»no tenemos otra que la de su unión, de la cual
«depende la de la fuerza con que el a l m a mueve
«el cuerpo, y el cuerpo obra sobre el alma, cau-
«sando en ella sus sentimientos y sus pasiones.
»Creo también que toda la ciencia de los hom-
»bres no consiste m á s que en distinguir bien estas
«nociones, y en no atribuir c a d a u n a de éstas
»sino es á las cosas á que pertenecen. Porque en
»el momento en que nos proponemos explicar
«alguna dificultad p o r medio de u n a noción que
«no les pertenece, infaliblemente nos e n g a ñ a -
»mos; lo cual sucede también cuando intentamos
«explicar cualquiera de estas nociones por otra;
36 LOS ORÍGENES

»y la razón es, que siendo primitivas, c a d a u n a


»de ellas sólo puede ser entendida y explicada
«por sí misma. Y por lo mismo que el uso de los
«sentidos nos h a hecho más familiares que las de-
finas, las nociones de extensión, figuras y movi-
«mientos, la causa principal de nuestros errores
«está en que queremos ordinariamente servirnos
«de estas nociones p a r a explicar las cosas á que
«no pertenecen; como c u a n d o i p o r medio de la
«imaginación se intenta concebir la n a t u r a l e z a
«del a l m a , ó bien cuando se quiere concebir la
«manera con que el a l m a mueve al cuerpo, por
«el modo con que un cuerpo es movido por otro.
«Por esto, y a que en las meditaciones que Vues-
»tra Alteza h a tenido á bien leer, h e t r a t a d o de
«hacer concebir las nociones que pertenecen al
«alma sola, distinguiéndolas de las que corres-
«ponden al cuerpo solo, la p r i m e r a cosa que
«ahora debo explicar es la m a n e r a de concebir
«aquellas que p e r t e n e c e n á l a unión del a l m a con
«el cuerpo, prescindiendo de las que son propias
»del a l m a sola ó del cuerpo solo. A este fin, me
«parece que puede servir lo que escribí en la
«conclusión de mi respuesta á las seis objecio-
n e s ; porque no podemos buscar estas nociones
«fuera de n u e s t r a alma, que las tiene en sí todas
»por su n a t u r a l e z a , pero que no siempre las dis-
t i n g u e bien unas de o t r a s , ó no las atribuye á
»objetos á que debe atribuirlas. Así creo yo que
«antes hemos confundido la noción de la fuerza
»con que el a l m a obra sobre el cuerpo, con la de
«un cuerpo a c t u a n d o en otro; y que hemos atri-
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 37

«buido una y otra, no al alma, que aún no co-


n o c í a m o s , sino á las distintas cualidades de los
«cuerpos, como la g r a v e d a d , el calor y otras se-
«mejantes, concebidas como reales, esto es, con
«una existencia distinta de la del cuerpo, y por
«tanto, como substancias, no obstante que las
«llamemos cualidades. Y p a r a concebirlas nos
«hemos servido de nociones que están en nos-
«otros, y a p a r a conocer los cuerpos, ó p a r a co-
«nocer el a l m a , según que h a sido material ó
«inmaterial lo que les hemos atribuido. Supo-
«niendo, por ejemplo, que la g r a v e d a d es u n a
«cualidad real, de la que no tenemos más co-
«nocimiento, sino que tiene el poder de m o v e r
«los cuerpos, donde reside, h a c i a el centro de la
«tierra, no h a y dificultad ninguna en concebir
«cómo mueve el cuerpo, ni cómo se le une; y no
«se nos ocurre p e n s a r que esto suceda por la
«atracción ó contacto r e a l de u n a superficie con
«otra, porque experimentamos dentro de nos-
«otros mismos que poseemos u n a noción particu-
«lar p a r a concebirlo; y creo que usamos m a l de
«esta noción cuando la aplicamos á la g r a v e -
«dad, que no es n a d a r e a l m e n t e distinto del
«cuerpo, como espero demostrarlo en la física,
«pero que nos h a sido dada p a r a concebir l a
«manera cómo el a l m a mueve al cuerpo» (1).
Descartes termina su explicación por estas
p a l a b r a s : «Sería demasiado presuntuoso si me

(1) Lettres de M. Descartes, 1.1, c a r t a 21). E d i c . C o u s i n , 1 S 2 5 , t. I X ,


p . 125 y sig.
38 LOS ORÍGENES

a t r e v i e r a á creer que mi respuesta h a de satis-


facer plenamente á Vuestra Alteza.» Y en efec-
to, Su Alteza replica que no queda satisfecha, y
le pide aclaraciones sobre dos puntos: p r i m e r a -
m e n t e , sobre la^ distinción de las tres elases de
ideas primitivas, que h a n de servir respectiva-
mente par-a conocer el alma, el cuerpo y la
unión de los dos; y en segundo lugar^f sobre el
empleo de la comparación de la g r a v e d a d , p a r a
h a c e r concebir mejor la acción del alma sobre
el cuerpo.
T E n cuanto al primer punto, Descartes res-
ponde que él «advierte una g r a n diferencia
entre estas tres clases de nociones: en que el
a l m a no se concibe m á s que por el entendi-
miento puro; los cuerpos, es decir, la extensión,
las formas y los movimientos pueden conocerse
también por el entendimiento solo, pero mucho
mejor por el entendimiento ayudado de la ima-
ginación; y por último, lo que pertenece á la
unión del a l m a y del cuerpo no se conoce m á s
que confusamente por el entendimiento solo, ó
ayudado de la imaginación; pero es m u y clara-
m e n t e conocido por los sentidos; de donde pro-
viene que aquellos que n u n c a filosofan, y que no
se sirven más que de sus sentidos, no dudan que
el alma m u e v e al cuerpo, y que éste obra sobre
el alma, y h a s t a consideran uno y otro como
u n a sola cosa, es decir, que conciben su unión;
porque concebir la unión entre dos cosas es con
cebirlas como u n a sola. Los pensamientos meta-
físicos, que ejercitan el entendimiento p u r o , sir-
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 39

ven p a r a hacernos familiar la noción del a l m a ;


y el estudio de las m a t e m á t i c a s , que ejercita
principalmente la imaginación, considerando en
ellas las formas y los movimientos, nos acos-
t u m b r a á nociones de los cuerpos bien distintas.
Y por último, en la vida y conversaciones ordi-
n a r i a s , y absteniéndose de meditar y de estu-
d i a r las cosas que ejercitan la imaginación, es
donde se a p r e n d e á concebir la unión del a l m a
y del cuerpo.»
Sin embargo, el filósofo a ñ a d e ingenuamente
que la unión del a l m a y del cuerpo es en el
fondo inconcebible; lo cual reduce á la n a d a las
precedentes t e n t a t i v a s de explicación. «No creo,
dice, que el espíritu h u m a n o sea c a p a z de con-
cebir distintamente, y al mismo tiempo, la
distinción entre el a l m a y el cuerpo, y su unión;
porque p a r a esto es necesario concebirlos como
u n a sola cosa, y á la vez como dos, lo cual es
contradictorio.»
L a explicación de Descartes sobre el segun-
do punto es tal, que llega h a s t a atribuir al es-
píritu cierta extensión, con lo cual materializa
el alma, y contradice las tesis fundamentales de
su psicología, afirmadas h a s t a -aquí sobre la in-
compatibilidad del pensamiento y de la exten-
sión, del espíritu y de la m a t e r i a .
' «Puesto que Vuestra Alteza advierte, con-
cluye D e s c a r t e s , que es más fácil atribuir al
a l m a m a t e r i a y extensión, que c a p a c i d a d p a r a
mover un cuerpo, y p a r a ser movida sin t e n e r
m a t e r i a , le suplico que puede libremente atribuir
40 LOS ORÍGENES D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

esta m a t e r i a y esta extensión al a l m a , lo cual


no es otra cosa que concebirla unida al cuerpo;
y después de concebido esto, y de haberlo obser-
vado en sí misma, le será fácil considerar que
la m a t e r i a atribuida á este pensamiento, no es
el pensamiento mismo, y que la extensión de
esta m a t e r i a es de otra n a t u r a l e z a que la ex-
tensión del pensamiento; porque la p r i m e r a dice
relación á cierto lugar, del cual excluye toda
extensión de cualquier otro cuerpo, lo cual no
ocurre en la segunda; y así Vuestra Alteza no
dejará de venir sin dificultad á la distinción del
a l m a y del cuerpo, no obstante h a b e r concebido
su unión» (1).
Descartes r e h u y e la cuestión principal, ex-
cusándose con la obligación de ir á U t r e c h t ,
á donde es llamado por el Magistrado á fin de
explicarse sobre «lo que h a escrito de uno de sus
Ministros;» «esto, dice, me obliga á terminar
aquí, p a r a ir á consultar los medios de l i b r a r m e
lo más pronto posible de estos enredos.»
El problema psicológico queda, pues, sin so-
lución. Los v a n o s esfuerzos intentados por Des-
c a r t e s p a r a resolverle, no h a n conducido más
que á poner en claro su insolubilidad. Este
problema es insoluble porque está m a l puesto.
El hombre no es una a m a l g a m a de dos subs-
t a n c i a s : el a l m a pensante y el cuerpo extenso;
sino que forma una sola substancia computsta.

Il) Lettres de M. Descartes, t. I , c a r t a 3«. ICüic. C o u s i n , t . IX,


p . 127.
CAPÍTULO [[
La evolución de la psicologia cartesiana.

Hemos visto á la psicología cartesiana ter-


m i n a r en un conflicto insoluole. Este conflicto
debía surgir por la fuerza de Jas ideas, de la
oposición c r e a d a entre el a l m a , substancia
i n e x t e n s a , hecha exclusivamente p a r a p e n s a r ,
y el cuerpo, substancia extensa y dotado exclu-
s i v a m e n t e de movimientos mecánicos.
Veamos a h o r a cómo se continúan en direc-
ciones d i s t i n t a s , á t r a v é s de los siglos x v n
y x v i i l , el esplritualismo exclusivista y el meca-
nicismo del g r a n innovador francés, h a s t a el día
en que convergen las diversas c o m e n t e s , y por
su fusión d a n nacimiento á la psicología contem-
poránea.
L a corriente salida del espiritualismo c a r t e -
siano se bifurcará en su origen y producirá, de
u n a p a r t e , el ocasionalismo, el ontologismo de
Malebranche y el panteísmo de Spinoza; y de otra
p a r t e el idealismo.
L a corriente mecanicista se a m p l i a r á bajo la
42 LOS ORÍGENES

doble influencia de la filosofía y de la ciencia, y


contribuirá á la fusión del positivismo é idealis-
mo contemporáneos.

ARTÍCULO PRIMERO
LA EVOLUCIÓN DEL ESPIR1TUALISMO CARTESIANO

Sección 1. --El
a
ocasionalismo, el espinosismo
y el ontologismo.

L a psicología de Descartes contenía y a en


germen la filosofía ocasionalistay ontologista de
Malebranche. Es imposible, había dicho Descar-
tes, concebir una acción real del alma sobre el
cuerpo, ó del cuerpo sobre el a l m a ; porque las
dos sustancias tienen propiedades opuestas, que
h a c e n incomprensible su acción mutua: ¿no es
n a t u r a l n e g a r esta acción, y sostener que cuando
creemos ejercer un imperio sobre nuestros ór-
ganos, la acción producida tiene á Dios por
autor, y cuando nos p a r e c e sufrir en el a l m a la
influencia de los espíritus animados, esta influen-
cia e m a n a r e a l m e n t e de Dios? L a s voliciones
del alma serían entonces la ocasión de u n a
acción causal de Dios sobre el cuerpo; y los
movimientos de los espíritus animales serían
también la ocasión de u n a acción de Dios sobre
el a l m a ; por m a n e r a que ni el cuerpo ni el a l m a
tendrían causalidad efectiva.
Ahora bien: n u n c a el sentimiento de la acción
es más intensó que en las relaciones entre el
. D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 43

alma y el cuerpo; y si aquí el sentimiento de


la acción es ilusorio, p a r e c e n a t u r a l concluir,
que toda acción de los seres creados no es más
que a p a r e n t e , y la causalidad efectiva corres-
ponde exclusivamente a l Creador.
¿Qué sería en realidad la acción de un
agente creado sobre un paciente, de un motor
sobre un móvil? Si se atribuye al motor y al
móvil una substancialidad propia á c a d a uno,
¿cómo es posible que la p r i m e r a substancia
actúe sobre la segunda? ¿Imaginaremos u n a
entidad, que d$0 agente desciende al paciente?
Es evidente que no; porque ¿dónde residiría esta
entidad, al p a s a r de uno á otro término? ¿Exis-
tiría ésta por su cuenta, en el estado de subs-
tancia; ó, por el contrario, en el estado de
accidente, inherente á u n a substancia interme-
diaria? En ambos casos, la dificultad queda en
pie; porque sería entonces preciso explicar tanto
la posibilidad de una acción r e a l de esta subs-
t a n c i a intermediaria sobre el paciente, como la
realidad de la acción del primer a g e n t e sobre
un paciente substancialmente distinto de él.
Sólo h a y una solución p a r a este p r o b l e m a
obscuro y difícil, dice Malebranche; y consiste
en considerar los seres creados como presentes
unos á otros, pero sin admitir en ellos una reci-
procidad r e a l de acción; su actividad a p a r e n t e
es l a obra de sólo Dios, con ocasión de l a pre-
sencia mutua de aquéllos.
^>/Mejor aún, dirá Spinoza, suprimamos la
distinción substancial de los seres; sostengamos
44 LOS ORÍGEISES

que no h a y más que una sola substancia, dotada


de pensamiento y extensión; de pensamiento
p a r a explicar las acciones de que el a l m a tiene
conciencia, y de extensión p a r a explicar los
movimientos corporales; y así q u e d a r á radical-
mente suprimido el problema de la comunica-
ción causal.
¿Y queda con esto el problema suprimido?
Esta es una cuestión que por a h o r a no nos inte-
resa; bástenos con h a b e r establecido que la psi-
cología exclusivista de Descartes llevaba en su
seno el ocasionalismo de M a l e b r a n c h e y el
panteísmo de Spinoza.

* *

Bajo la influencia del mismo esplritualismo


e x a g e r a d o del innovador francés, debía n a c e r
el ontologismo, y á la vez p r e p a r a r s e el terreno
al panteísmo.
Colocándonos a h o r a en el dominio de la ideo-
logía y de la crítica, cabe p r e g u n t a r : ¿de dónde
vienen al a l m a sus ideas de extensión, de forma
ó figura, y de movimientos corporales? ¿Del
a l m a misma? Pero los atributos del a l m a son
díametralniente opuestos á los del cuerpo, y no
pueden darnos idea alguna de éstos. ¿Del cuerpo?
El cuerpo es independiente del a l m a , con la
cual n a d a tiene de común. Queda Dios, el refu-
gio supremo de la ideología, cuando ya no h a y
á qué acogerse. L a s nociones de extensión, de
figura, de movimiento, tienen su objeto e n Dios,
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 45

origen primero de toda realidad c r e a d a , y aquí,


en Dios, es donde las percibe la razón h u m a n a .
Dios solo, pues, explica el origen de nuestros
conocimientos intelectuales, y solo él también
explica s u ' c e r t i d u m b r e .
Hemos dicho y a que, p a r a D e s c a r t e s , la cer-
tidumbre de la existencia de Dios se e n c u e n t r a
envuelta en la noción que tenemos del Ser per-
fecto. Según esto, es necesario que, bajo u n a ú
o t r a forma, conceda Descartes á la inteligencia
la intuición del Ser supremo.
Por lo demás, si el a l m a no está en relación
directa con los seres corporales, puesto que en
sí misma no e n c u e n t r a vestigio de la acción de
éstos sobre ella, la certidumbre de la experien-
cia e x t e r n a no puede tener su fundamento
más que en Dios.
Luego, considerada en su doble aspecto,
ideológico y crítico, la existencia y la n a t u r a l e -
za de n u e s t r a s ideas- del mundo corporal, con-
ducen lógicamente á la afirmación de u n a
intuición i n m e d i a t a de lo infinito.
A ñ á d a s e á esto que, en la época en que Des-
cartes escribía su Discurso del método y sus
Meditaciones, la teoría ideológica de la Escuela
sobre la a b s t r a c c i ó n intelectual h a b í a sido fal-
seada, y que, á causa de esto, fácilmente podían
confundirse con los atributos divinos los c a r a c -
teres de necesidad, de universalidad y de eterni-
dad del objeto del p e n s a m i e n t o . Al percibir los
c a r a c t e r e s metafísicos de la Verdad, de la Bondad
y de l a Belleza, se creyó ver' en ellos las ideas
46 LOS ORÍGENES

divinas mismas, y p e n e t r a r directamente en el


seno de lo Absoluto. El ontologismo h a b í a nacido,
según esto, p a r a t r a z a r y a l l a n a r el camino al
panteísmo.

Sección 2. —El
a
idealismo.
§ 1.—Origen del idealismo.

L a psicología de Descartes se h a desenvuelto


en una segunda dirección con Locke, Berkeley,
Hume y Kant, dando lugar á la tendencia idea-
lista, de la cual está profundamente s a t u r a d a la
psicología contemporánea.
Bajo el nombre de idealismo entendemos la
negación de la cognoscibilidad de todo lo que no
es la idea; ó en su forma positiva, la afirmación
de la incognoscibilidad de todo lo que no es la
idea. Descartes es el p a d r e del idealismo.
Conviene, sin embargo, precisar las cosas.
El idealismo de Descartes no e r a universal;
se limitaba á los seres materiales. L a r e a l i d a d
del alma pensante, objeto de la conciencia, y l a
existencia del Ser perfecto, principio inmediato
de la idea de perfecto, estaban fuera de duda;
únicamente era puesta en tela de juicio la reali--
dad de seres m a t e r i a l e s .
E n efecto, decía Descartes, p a r a ser los
cuerpos percibidos por el a l m a , deberían obrar,
sobre ella; y de la n a t u r a l e z a de la acción r e -
cibida, inferiría el a l m a la n a t u r a l e z a del agen-
te que causa la impresión; pero ¿y cómo un
cuerpo, que sólo es susceptible de movimientos
y de formas, puede obrar sobre un espíritu,
DB LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 47
cuya actividad se encierra toda en. el pensa-
miento? Aun suponiendo, por otra p a r t e , que tal
acción fuera posible, ¿de qué serviría? Porque,
de cualquier modo que se considere el cuerpo,
tal y como existe en la n a t u r a l e z a , se compone
de extensión, forma, movimiento y n a d a m á s ;
ahora bien: nuestras representaciones y sensa-
ciones corporales son nociones de color, de so-
nido, afecciones de placer ó dolor; ¿y qué puede
encontrarse de común entre las primeras nocio-
nes y las segundas?
Nuestra a l m a es como un a r p a , en la cual
h a dispuesto la n a t u r a l e z a sabiamente y en la
tensión conveniente todas sus cuerdas; cuando
el aire exterior las mueve, ó el dedo del artista
las percute, v i b r a n las cuerdas produciendo so-
nidos armoniosos; ¿se dirá que la fuerza del aire
ó el dedo del artista son armoniosos? Claro está
que no. Pues del mismo modo, los movimientos
de los espíritus animales, á m a n e r a de prolon-
gaciones de los movimientos exteriores, son p a r a
el a l m a causas ocasionales que la excitan á pen-
sar: pero los pensamientos mismos, «las ideas
de dolor, de los colores, sonidos y otras seme-
jantes» del dominio del sentido íntimo ó de la
conciencia, son obra exclusiva del a l m a (1).
y? Debe de h a b e r , es v e r d a d , p a r a Descartes
algo fuera de nosotros, algo que no se sabe lo que
( 1 ) «El q u e h a y a c o m p r e n d i d o b i e n h a s t a d o n d e s e e x t i e n d e n n u e s -
tros sentidos, y q u é es lo q u e ellos pueden transmitir á la facultad de
pensar, d e b e s o s t e n e r , al contrario, que n i n g u n a idea do las cosas
n o s es r e p r e s e n t a d a por e l l o s , tal c o m o la f o r m a m o s por el p e n -
s a m i e n t o ; d e s u e r t e q u e n a d a h a y en n u e s t r a s i d e a s q u e n o s e a n a t u -
48 LOS ORÍGENES

es y que despierta la actividad del a l m a , hacién-


dola p a s a r al acto del conocimiento, lo que
K a n t l l a m a r á un noúmeno, una cosa en si; pero
cuando se admite que el cuerpo no tiene acción
r e a l sobre el a l m a p e n s a n t e , que no h a y seme-
j a n z a alguna e n t r e n u e s t r a s representaciones y
el movimiento que las provoca, como no la h a y
e n t r e la a r m o n í a de un instrumento de música
y el aire ó el dedo que le h a c e n v i b r a r , es lógico
concluir que nosotros no conocemos más que
nuestras ideas. Y esta conclusión es la defini-
ción misma del idealismo.
*
* *
Hubiérase podido c r e e r á p r i m e r a vista, que
el empirismo de Locke debía d e t e r m i n a r una
ral a l e s p í r i t u , ó á l a f a c u l t a d q u e é s t e t i e n e d e p e n s a r ; e x c e p t u a n d o
solamente ciertas circunstancias q u e no pertenecen m a s que á la
experiencia. Así, por la sola experiencia j u z g a m o s que tales ideas
q u e t e n e m o s p r e s e n t e s al e s p í r i t u , se r e l a c i o n a n a c o s a s q u e e x i s t e n
fuera de nosotros; no que estas cosas las h a y a n transmitido a nuestro
espíritu por los órganos de los sentidos, tal y como los sentimos,
.sino p o r q u e h a n t r a n s m i t i d o a l g o q u e h a d a d o o c a s i ó n & n u e s t r o e s -
X)íritu p o r l a f a c u l t a d n a t u r a l q u e é s t e t i e n e d e f o r m a r l o s e n e s t a
ocasión m á s bien que en otra. Porque, c o m o nuestro autor a s e g u r a
t a m b i é n e n e l articulo diez y nueve, conforme,á lo q u e él h a t o m a d o
de mis Principios, nada puede venir hasta nuestra alma de los obje-
t o s e x t e r i o r e s , p o r c o n d u c t o d e l o s s e n t i d o s , ¡1 n o s e r a l g u n o s m o v i -
m i e n t o s corporales; pero ni e s t o s m o v i m i e n t o s , ni las formas que de
ellos p r o v i e n e n , son c o n c e b i d o s por nosotros tal y c o m o e x i s t e n en
los órganos de los sentidos, como h e explicado largamente en la
Dióptrica; de donde se s i g u e que t a m b i é n las ideas de m o v i m i e n t o y
de formas corpóreas estáu naturalmente en nosotros. Y con m á s
razón las ideas de dolor, colores, sonidos y otras semejantes, deben
s e r n o s n a t u r a l e s , á fin d e q u e n u e s t r o e s p í r i t u p u e d a r e p r e s e n t á r s e l a s
c o n o c a s i ó n de ciertos m o v i m i e n t o s corporales, c o n los cuales aqué-
l l a s n o t i e n e n s e m e j a n z a a l g u n a . » — D E S C A R T E S . Lettres. Remarques
sur un certain placará, imprimé aux Pays-Bas vers la fin de l'année
ten. O i u v r e s d e D e s c a r t e s , e d . C o u s i n , t . X , p . 91-96.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 49

reacción contra el idealismo cartesianoJ^Locke,


en efecto, desechó las ideas i n n a t a s de Descar-
tes; pero los argumentos del filósofo inglés se
fundaban en un supuesto falso, el de creer que
las ideas i n n a t a s e r a n concebidas como conoci-
mientos actuales; y Descartes no había sostenido
que nuestras ideas actuales fuesen i n n a t a s , sino
solamente el poder de formarlas sin el concurso
efectivo de ninguna actividad e x t r a ñ a al a l m a .
De aquí resultó que los esfuerzos de Locke p a r a
reivindicar la p a r t e de la experiencia sensible
en la formación de nuestros conocimientos,
debían volverse contra la intención de su autor,
y h a n confirmado efectivamente, más bien que
debilitado, las posiciones del idealismo c a r t e -
siano. Por lo d e m á s , en lo que toca á la tesis de
la incognoscibilidad de las substancias, no h a y
entre Locke y D e s c a r t e s diferencia alguna
esencial.
Según el autor del Ensayo sobre el entendi-
miento humano, nuestras ideas tienen un doble
origen: la sensación y la reflexión; la p r i m e r a
nos h a c e conocer las cualidades sensibles, y la
segunda las operaciones del a l m a ; después,
toda la actividad del espíritu se reduce á esta-
blecer entre las ideas simples procedentes de
estos dos orígenes, relaciones de identidad ó di-
versidad, de conveniencia ó no conveniencia; el
entendimiento humano no v a más allá de la
coordinación de estos accidentes. «Las ideas es-
pecíficas que poseemos de substancias corpora-
les, no son otra cosa q u e u n a colecciJn de un
4
50 LOS ORÍGENES

número determinado de ideas simples, conside-


r a d a s como unidas en un solo sujeto» (1).
El idealismo de L o c k e dejó a t r á s al idealismo
cartesiano. J a m á s , en efecto, se le ocurrió á
Descartes poner en duda la substancialidad del
yo pensante; y p a r a el filósofo inglés, la realidad
substancial del espíritu es t a n p r e c a r i a como la
de los seres materiales; porque, dice él, «consi-
derando las ideas de p e n s a r , querer, ó de poder
excitar y c o n t r a r r e s t a r los movimientos de los
cuerpos, como inherentes á cierta substancia,
es como adquirimos la idea de espíritu i n m a t e -
rial». Ahora b i e n : / n o tenemos noción a l g u n a
distinta de lo -que es la<¿ substancia corporal ni
de lo que es»la substancia espiritual; luego-«en
uno y otro caso, la idea de substancia es igual-
m e n t e obscura, ó m á s bien no es n a d a p a r a
nosotros, puesto que es un no sé qué, que supo-
nemos ser el sostén de estas ideas que llamamos
accidentes» (2).

* *

Locke había, pues, reducido la psicología á


estos términos: L a s cualidades sensibles de los
cuerpos y las operaciones del a l m a se r e p r e -
sentan por ideas, simples las unas, y las otras
compuestas, entre las cuales establece rela-
ciones el entendimiento; y en la base de todas

(1) L O C K E , Ensayo sobre el entendimiento ímmano, l i b . I I , c a p . 23, § 1 5 .


(2) L O C K E , ibid.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 51

ellas coloca un sostén desconocido que l l a m a


substancia, m a t e r i a ó espíritu.
"^Este sostén desconocido de las cualidades
corporales es superfluo p a r a Berkeley; el filóso-
fo irlandés suprime la substancia de los cuerpos,
y no deja subsistente m á s que el espíritu.
Podrían n e g a r s e las premisas de su razona-
miento; p e r o , puesta u n a vez la tesis inicial del
idealismo de Descartes y de Locke, no puede
n e g a r s e el rigor lógico de su deducción.
«Las cualidades sensibles, dice él, son el
color, la figura, el movimiento, el olor, el sabor,
e t c . , es decir, las ideas percibidas por los sen-
tidos. Ahora bien: es contradictorio colocar la
existencia de una idea en una cosa que no está
a c t u a l m e n t e d o t a d a de percepción, porque tener
una idea y percibir es todo uno. Luego el sujeto,
en que existen el color, la figura y las demás
cualidades sensibles, debe conocerlas; de donde
se deduce con toda evidencia que no puede
existir u n a substancia no-pensante. D e aquí se
sigue como última consecuencia, que la materia
ó substancia corporal no existe; y que sólo puede
existir la substancia pensante y espiritual» (1).

***
H u m e es aún más radical; no reconoce subs-
t a n c i a de ningún género, y concluye por supri-
mir el «sostén desconocido de las ideas,» que se

(1) B E R K E L E Y , The principies of human knowledge, b y C o l l y n s Si-


m ó n , ]i. 33, 34 y 40. L o n d r e s , R o n t l e d g e , )8!)3.
52 LOS ORÍGENES

llama a l m a ó espíritu, proponiéndose fundar


u n a «psicología sin alma».
Lo que l l a m a b a «ideas» Locke, recibe en
H u m e el nombre de impresiones. El crítico esco-
cés entiende por éstas los diversos estados de
conciencia; l l a m a impresiones sensitivas, «im-
presiones de sensación», á las sensaciones ó per-
cepciones, é impresiones reflejas, «impresiones
de reflexión», á las inclinaciones ó voliciones, á
las afecciones ó emociones. Cuanto á las ideas,
son p a r a él reproducciones débiles de impresio-
nes ó de recuerdos de ideas anteriores (1). L a s
impresiones y las ideas tienen propiedades en
virtud de las cuales se establecen e n t r e aqué-
llas lazos de asociación, sin que p a r a esto h a g a
falta i m a g i n a r un p o d e r activo distinto de ellas
mismas.
L a misión de la psicología es estudiar la
organización p r o g r e s i v a de las impresiones y

( 1 ) « Y o d e s e a r í a v i v a m e n t e p r e g u n t a r á l o s filósofos, d i c e H u m e ,
s i s u i d e a d e substancia deriva de impresiones de la sensación 6 de
i m p r e s i o n e s d e l a r e f l e x i ó n . Si n o s e s t r a n s m i t i d a p o r n u e s t r o s s e n t i -
dos, p r e g u n t a r í a por cuál de e l l o s y de qué manera. Si es percibida
p o r l o s o j o s , d e b e ser a q u é l l a un color; si por el o í d o , un s o n i d o ; un
s a b o r s i e s p o r el p a l a d a r ; y a s í d e l o s d e m á s s e n t i d o s . P e r o n a d i e ,
creo y o , afirmará que la s u b s t a n c i a s e a un color, un s o n i d o ni un sa-
bor. L a i d e a de s u b s t a n c i a , si es q u e e x i s t e realmente, debe, p u e s ,
p r o c e d e r d e una i m p r e s i ó n de la reflexión. P e r o las i m p r e s i o n e s de la
reflexión se r e s u e l v e n en pasiones y emociones; y n i n g u n a pasión ó
e m o c i ó n p u e d e representar una s u b s t a n c i a . P o r c o n s i g u i e n t e , no t e -
n e m o s idea de substancia distinta de la de la colección de cualidades
particulares, y n o s o t r o s no a t r i b u i m o s A esta palabra otra significa-
c i ó n c u a n d o l i e m p l e a m o s en n u e s t r o s d i s c u r s o s y e n n u e s t r o s r a z o -
n a m i e n t o s . » — H O M E : Tratado de la Naturaleza Ilumina, parte 1. , A

sección 6.°
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 53

de las ideas, y las leyes según las cuales de-


ben aquéllas asociarse p a r a formar síntesis,
de las cuales la total se l l a m a a l m a consciente
ó espíritu.
*
* *

En la psicología de H u m e , el idealismo es
universal; todo lo que no es idea es incognos-
cible. Sin e m b a r g o , p a r a H u m e , como p a r a sus
predecesores, el idealismo tiene la forma de un
hecho; y en K a n t a p a r e c e como la ley constitu-
tiva del espíritu h u m a n o . H u m e h a llegado al
idealismo por vía de inducción, y K a n t por vía
de deducción.
Recuérdese que Descartes no había querido
v e r en los movimientos corporales m á s q u e . u n a
causa e x c i t a d o r a de la actividad del a l m a ,
mientras que reconocía en ésta un poder natu-
r a l p a r a darse á sí misma cuenta de los c a r a c -
teres distintivos del pensamiento; K a n t toma
desde el origen esta idea de la función esencial
del sujeto-alma en la producción del conoci-
miento.
Con ocasión de las impresiones pasivas de la
sensibilidad, el sujeto pensante tiene, dice K a n t ,
su modo propio de reacción; á los datos de la
experiencia aplica el sujeto sus elementos for-
males (intuiciones, c a t e g o r í a s , ideas), y, de la
síntesis de estas formas á priori con las i m p r e -
siones sensibles, r e s u l t a el c a r á c t e r especial de
los actos cognitivos. L a s nociones de substancia
54 LOS ORÍGENES

y de causa son el fruto de semejantes síntesis de


las categorías del entendimiento con los fenó-
menos; son por consiguiente aquellas nociones
«fabricamenta mentís,» objetos ficticios, c u y a
realidad objetiva no podemos afirmar. Si los
noúmenos, a ú n corporales, están fuera de nuestro
a l c a n c e , con m a y o r razón son transcendentales,
y están fuera de los límites del conocimiento hu-.
m a n o las substancias espirituales y l a r e a l i d a d
del Ser divino.
>. Hé aquí el idealismo inductiva y deductiva-
m e n t e establecido, por via de análisis y por vía
de síntesis; esta doble forma e x p r e s a el hecho y
la ley del conocimiento h u m a n o . En adelante le
veremos r e i n a r y absorber el pensamiento de
las escuelas filosóficas; se l l a m a r á fenomenismo
en F r a n c i a , agnoticismo en I n g l a t e r r a y en los
Estados Unidos; pero, bajo estos distintos nom-
bres, no h a y en el fondo más que u n a misma
doctrina negativa: l a i n c a p a c i d a d r a d i c a l del
espíritu h u m a n o p a r a salir de las ideas subje-
tivas.
El idealismo no es, á los ojos de sus partida-
rios, un sistema cualquiera de filosofía, igual ó
superior á los demás: es la conquista s u p r e m a
del pensamiento. Muchos de nuestros contem-
poráneos están persuadidos de que K a n t h a
puesto las columnas de Hércules de la razón
h u m a n a . L a metafísica, la última p a l a b r a de la
filosofía, h a perdido p a r a ellos su significación
n a t i v a ; no designa y a la ciencia de lo q u e , y a sea
n e g a t i v a ó positivamente, t r a s p a s a la experien-
DE) L A P S I C O L O G Í A C O N T E M P O R Á N E A 55

eia, sino la ciencia de los límites de la inteligen-


cia h u m a n a , según esta frase del filósofo de
Koanigsberg: «El principal, el único uso quizá de
la filosofía de la r a z ó n p u r a , es, después de
todo, negativo; porque sirve, no de instrumento
p a r a enriquecer el conocimiento, sino como dis-
ciplina p a r a d e t e r m i n a r sus límites; y en lugar
de descubrir v e r d a d e s , se ciñe modestamente á
prevenir nuestros errores.»

§ 2.—Carácter p o s i t i v i s t a del idealismo.

Acabamos de presenciar el origen del idea-


lismo contemporáneo. Este puede resumirse, co-
mo hemos visto, en la afirmación de que el a l m a
s a c a de sí misma sus pensamientos sobre las
cosas m a t e r i a l e s , con ocasión de los movimien-
tos de los «espíritus animales» (Descartes); en la
teoría ideológica de que el a l m a no conoce más
que ideas simples, y colecciones de ideas sim-
ples, deducidas u n a s de la sensación y las otras
de la reflexión (Locke); en la teoría de que todos
los conocimientos del a l m a , y también el a l m a
misma, resultan de asociaciones de elementos
psicológicos, especies de átomos de la, química
psicológica, según las afinidades a t r a c t i v a s de
semejanza, de coexistenciaydesucesión (Hume);
y por último, en l a negación d e la cognosci-
bilidad de todo lo que t r a s p a s a el fenómeno
(Ivant).
Ahora bien: semejante idealismo ¿es materia-
lista ó espiritualista? No es necesariamente ni
lo uno ni lo otro. E n D e s c a r t e s , el idealismo era
56 LOS ORÍGENES

evidentemente espiritualista; no era m a t e r i a -


lista en Locke, puesto que distinguía dos oríge-
nes del conocimiento, la sensación y la reflexión,
y dos géneros de substancias, la m a t e r i a y el
espíritu; el idealismo de Berkeley e r a un espiri-
tualismo exagerado; y por último, no e r a tam-
poco materialista el de K a n t , puesto que el k a n -
tismo h a inaugurado un movimiento de reacción
contra el empirismo de Hume, y reivindicado,
contra el filósofo escocés, la necesidad y la uni-
versalidad de los principios, muy especialmente
del principio de causalidad. ¿Cómo entonces se
explica que el idealismo h a y a tomado general-
mente un c a r á c t e r positivista en F r a n c i a , en
I n g l a t e r r a , en los Estados Unidos, y también en
Alemania? Este es el punto, que a h o r a nos co-
rresponde e x a m i n a r .
Por positivismo se entiende, según la defini-
ción de Stuart Mili, el sistema de filosofía, que no
admite más que un solo modo de p e n s a r y de co-
nocer: el modo de pensar positivo y de conocer
por los sentidos.
Lógicamente, no h a y conexión n e c e s a r i a
entre el idealismo y el positivismo. P o r q u e , en
el supuesto de que no nos fuera posible conocer
otra cosa que nuestras ideas, éstas podían ser
materiales ó espirituales, según que p r o v i n i e r a n
exclusivamente de los sentidos, ó en p a r t e de los
sentidos y en p a r t e de un origen suprasensible.
Históricamente, tampoco se e n c u e n t r a , como
a c a b a m o s de verlo, un lazo de filiación entre el
idealismo y el positivismo. ¿Cuál es entonces l a
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 57

causa de que los idealistas h a y a n generalmente


impreso á su filosofía un c a r á c t e r positivista?
Pueden asignarse á este hecho curioso dos
c a u s a s , de orden histórico la una, y la otra cien-
tífico. Posteriormente á Descartes, se ha desen-
vuelto, p a r a l e l a m e n t e al idealismo, una corrien-
te sensualista, cuyo término lógico h a sido el
materialismo; y ésta fué la c a u s a p r i m e r a de
h a b e r s e infiltrado el positivismo en la psicología
del siglo x i x ; de ella h a b l a r e m o s en primer
término. Expondremos después, en el artícu-
lo I I , el desenvolvimiento del mecanicismo car-
tesiano, en el cual debe b u s c a r s e la segunda
c a u s a del c a r á c t e r positivista que reviste elidea-
lismo moderno.
H a g a m o s primero un estudio rápido sobre l a
influencia ejercida por el sensualismo en las ten-
dencias positivistas de la psicología contempo-
ránea.
*
* * «,

Por sensualismo se entiende, la teoría ideoló-


gica que atribuye á la sensación el origen único
de nuestros conocimientos. El sensualismo no es
necesariamente materialista, porque puede a d -
mitirse que la sensación es el origen único del
conocimiento, y m a n t e n e r , sin embargo, la exis-
tencia de un principio inmaterial, de donde se
derivan los elementos necesarios á la elabora-
ción del pensamiento.
Condillac, en su Tratado de las sensaciones,
sostiene que el «juicio, la reflexión, las pasiones,
58 LOS ORÍGENES

todas las operaciones del a l m a en u n a p a l a b r a ,


no son otra cosa que la sensación misma t r a n s -
formada de diversas maneras» (1). L a sensación
es, según él, el origen único de nuestros conoci-
mientos; pero la sensación antes de llegar á idea,
debe sufrir u n a transformación, que sólo puede
o b r a r - l a n a t u r a l e z a i n m a t e r i a l del a l m a . Aun
cuando la inmaterialidad del a l m a no sea nega-
da, sino al contrario, afirmada por el p a d r e del
sensualismo francés, bien se ve que queda g r a -
v e m e n t e comprometida. Porque si el término
del conocimiento no sale de la esfera de la sensi-
bilidad, ¿qué necesidad h a y de afirmar un sujeto
superior al a g e n t e p u r a m e n t e sensible?
Locke, con más razón é insistencia que Con-
dillac, había r e s e r v a d o al alma u n a función,
q u e exigía en ella la inmaterialidad. Al lado de
las sensaciones, en efecto, h a b í a aquél dejado
un lugar p a r a la «reflexión,» es decir p a r a el
conocimiento de l a s operaciones del a l m a , y
referia este conocimiento á un entendimiento
i n m a t e r i a l . Pero aun en estas condiciones,
la inmaterialidad del a l m a q u e d a b a compro-
metida.
La insistencia de Locke en s e p a r a r s e del es-
piritualismo cartesiano, y eñ a c e n t u a r , con este
fin, la importancia p r e p o n d e r a n t e de la sensa-
ción en nuestra vida m e n t a l ; la confusión por él
establecida entre la representación intelectual y
la representación sensible, que comprendía in-

(1) C O N D I L L A C : Traite des sensations, \>. 11.


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 59

diferentemente bajo el nombre de idea ó pen-


samiento; y por último, la hipótesis, que no de-
j a b a de h a l a g a r l e , de u n a m a t e r i a con facultad
de p e n s a r : todo esto a t e n u a b a notablemente
la distinción de los c a r a c t e r e s respectivos de
l a sensación y del pensamiento, de l a m a t e -
r i a y del espíritu, y facilitaba la a p r o x i m a -
ción al materialismo en el dominio de la psico-
logía.
Más decidido se mostró H u m e . Este afirmó
sin a m b a g e s la identidad del fenómeno cons-
ciente, impresión ó idea, y del proceso nervioso
ó m a t e r i a l . «Cuando se .considera la m a t e r i a
a priori, dice, preciso es convenir en que .todo
es c a p a z de todo... Porque, de que no compren-
damos el cómo de la acción causal, no se sigue
que tengamos derecho á n e g a r l a . ¿Compren-
demos acaso el fenómeno de la atracción?; y sin
embargo, la admitimos. Del mismo modo que un
movimiento sigue á otro movimiento, así los
cambios en el pensamiento siguen siempre á
ciertos cambios de los movimientos m a t e r i a l e s .
Luego, tenemos derecho á m i r a r los cambios
materiales que siempre preceden al pensamien-
to, como causa del mismo; porque la causa no
es en r e a l i d a d o t r a cosa que u n antecedente
constante.» Pero un hecho que tiene por c a u s a
un cambio m a t e r i a l , no es de un orden distinto
de él; luego es m u y n a t u r a l identificar el fenó-
meno consciente ó el pensamiento con la modi-
ficación nerviosa, la cual no es en sí misma
más que u n a m a n e r a de ser de la m a t e r i a .
60 LOS ORÍGENES

Hé aquí el terreno en que iba á desenvol-


verse el mecanicismo de Descartes en Ingla-
t e r r a y en F r a n c i a . P a r a l e l a m e n t e al espiritua-
lismo e x a g e r a d o , cuya evolución h a quedado
anteriormente expuesta, v a á seguir su curso la
concepción mecánica de la n a t u r a l e z a , y comu-
n i c a r á definitivamente al idealismo su c a r á c t e r
positivista.
Examinemos el mecanicismo, primeramente
considerado como concepción filosófica, y des-
pués como teoría científica.

*
* *

P a r a resolver el problema de la unión del


a l m a y del cuerpo sin comprometer la distin-
ción, tal como él la comprendía, de las dos
substancias, Descartes había localizado en una
porción mínima de la substancia nerviosa el
a l m a espiritual, destinada á mover por inter-
medio de los espíritus animales, los nervios y los
músculos del organismo, y á r e l a c i o n a r s e de
esta m a n e r a con el cuerpo y con el mundo ex-
terior.
En realidad, la distinción del a l m a y del
cuerpo, y su unión en un punto de la glándula
pineal, no e r a n necesarias p a r a explicar el ori-
gen de nuestras ideas, u n a vez que el alma, sin
el concurso de impresiones exteriores, tiene en
sí misma el poder de formarse sus ideas. En este
sentido, la unión del a l m a y del cuerpo e r a
inútil. L a sola r a z ó n de afirmar la presencia del
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 61

a l m a en l a glándula p i n e a l , se fundaba en l a
necesidad de explicar el origen de los movi-
mientos del cuerpo, que tenemos conciencia de
p r o v o c a r nosotros mismos.
Aquí estaba la última t r i n c h e r a del esplri-
tualismo cartesiano, enfrente de la concepción
m e c á n i c a de l a n a t u r a l e z a . A h o r a bien: ¿era
p a r a esto absolutamente necesaria un a l m a
inmaterial? ¿No sería posible r e e m p l a z a r l a por
l a misma substancia c e r e b r a l , ó, en términos
más g e n e r a l e s , por un agente mecánico? E s t a
hipótesis del materialismo mecanicista, aplicado
á l a dirección de los movimientos orgánicos,
tendría, al p a r e c e r , la doble ventaja de la uni-
dad y de la sencillez.
El espíritu h u m a n o tiende siempre por su na-
turaleza á la unidad. Nada tiene esto de extra-
fio, puesto que su función es a b s t r a e r y genera-
lizar; y g e n e r a l i z a r no es en realidad otra cosa,
que descubrir la posibilidad de aplicar un mismo
predicado á un número c a d a vez m a y o r de su-
jetos.
D e s c a r t e s h a b í a y a aplicado los predicados
de extensión, figura y movimientos á todos los
seres creados, excepto al a l m a ; h a b í a negado
toda diversidad r e a l entre los fenómenos mate-
riales de las substancias minerales, los vitales de
las p l a n t a s y los de la v i d a animal; h a b í a , por
consiguiente, afirmado la identidad substancial
de substancias a p a r e n t e m e n t e t a n diversas como
el mineral, el v e g e t a l y el animal ó el cuerpo
h u m a n o . ¿Qué cosa m á s n a t u r a l , que suprimir
62 , LOS ORÍGENES

t a m b i é n l a distinción entre los fenómenos del


pensamiento y los demás fenómenos n a t u r a l e s ,
y por consiguiente, afirmar la identidad de
los cuerpos y del a l m a pensante? ¿No sería
ésta la conclusión última de la síntesis del uni-
verso?
¿Por qué Descartes h a cosido al cuerpo un
alma?, se p r e g u n t a b a L a Mettrie, no obstante
decirse c a r t e s i a n o . Por motivos extrínsecos,
contestaba, por no d e s a g r a d a r al clero; porque
bien m i r a d a s las cosas, decía él, no se justifica
l a afirmación de u n a l m a h u m a n a i n m a t e r i a l
en la psicología c a r t e s i a n a . Si puede admitirse
la planta-máquina, y el a n i m a l - m á q u i n a , ¿por
qué no el hombre-máquina?
Indudablemente, la inducción de L a Mettrie
no es lógica; h a y en favor de la inmaterialidad
del a l m a pensante razones intrínsecas, diferen-
tes de las que militan en favor de la irreducti-
bilidad de la p l a n t a y del a n i m a l á simples me-
canismos. Pero no es menos v e r d a d que Descar-
tes había allanado todas las b a r r e r a s , excepto
u n a , p a r a la fácil invasión del materialismo m e -
canicista, y por lo mismo, h a b í a p r e p a r a d o
las inteligencias p a r a forzar este último obs-
táculo.
L a sencillez es otra ventaja de la hipótesis
mecanicista; la substitución de u n a g e n t e m a t e -
rial al a l m a i n m a t e r i a l de D e s c a r t e s , en efecto,
evita muchas dificultades, insolubles según los
principios del filósofo francés. Descartes, coloca
el a l m a inmaterial en la glándula pineal, á fin
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 63

de poder así dirigir desde ese centro los movi-


mientos del cuerpo; pero este modo de existir del
a l m a , c u y a n a t u r a l e z a se h a c e consistir en el
pensamiento, es absurdo y contradictorio. El
pensamiento, como t a l , no reside en ningún
lugar; u n a substancia p e n s a n t e , en cuanto tal,
no puede localizarse en p a r t e alguna. Así hemos
visto decir á Descartes mismo, dirigiéndose á la
princesa Isabel, que debe figurarse el a l m a do-
t a d a de extensión, aunque distinta de la cor-
pórea, atendido que ésta excluye del lugar que
ocupa toda otra extensión de cuerpos, m i e n t r a s
que la p r i m e r a no.
Del mismo modo, la manera de obrar del
a l m a p e n s a n t e , p a r a producir los movimientos
del organismo, implica contradicción. E l movi-
miento, en efecto, según los mismos principios
de la m e c á n i c a c a r t e s i a n a , sólo puede engen-
d r a r un movimiento, como c a u s a segunda; pero
el movimiento es, por definición, el cambio de
posición de un móvil, ó de las p a r t e s de un
móvil, es decir, el cambio de forma; y la v a r i a -
ción de forma-sólo se da en un cuerpo extenso.
Luego, sólo un cuerpo extenso puede producir
el movimiento, y por consiguiente, el jalma pen-
s a n t e , cuyo atributo excluye la extensión, es in-
c a p a z de producirle.
Además, la cuantidad de movimiento es i n -
v a r i a b l e en el universo; y de dos cosas u n a : ó
los movimientos orgánicos se producen por el
a l m a , sin pérdida equivalente, y entonces v a r í a
la cuantidad de movimiento en el universo; ó
64 LOS ORÍGENES

aquellos movimientos suponen en el motor u n a


pérdida equivalente, en cuyo caso, el motor, á
quien se supone c a p a z de perder, movimiento,
debería ser n e c e s a r i a m e n t e m a t e r i a l .
Luego, á no echar abajo este principio fun-
d a m e n t a l de la física de Descartes: la constan-
cia de la cuantidad del movimiento en el uni-
verso, se h a c e forzoso n e g a r la inmaterialidad
del a l m a .
Sin duda, algunos cartesianos, como Cler-
selier, t r a t a r á n de rehuir esta última conse-
cuencia. Es v e r d a d , decía éste, que p a r a pro-
ducir un movimiento en el cuerpo, es necesario
c r e a r l e ; pero el a l m a , en rigor no necesita pro-
ducir los movimientos corporales; se limita á
dirigirlos.
Aun en el supuesto, que no es exacto, del po-
der del a l m a exclusivamente directivo sobre los
movimientos del organismo, la solución de Cler-
selier sería u n a v a n a escapatoria. P o r q u e , en
virtud de la ley de la inercia, todo cuerpo en
movimiento conserva fatalmente su dirección
rectilínea, mientras una fuerza c o n t r a r i a no
v e n g a á modificar esta dirección. Luego, p a r a
c a m b i a r Ig, dirección de un móvil cualquiera, lo
mismo que p a r a h a c e r l e p a s a r del reposo al mo-
vimiento, se necesita de una acción m e c á n i c a ;
luego el a l m a no puede dirigir tampoco los
movimientos del cuerpo, si no es con la condi-
ción de producir efectos mecánicos. De donde se
sigue inevitablemente este dilema: ó el a l m a
produce energía m e c á n i c a sin consumirla, y
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA G5

entonces la s u m a de energías del universo


aumenta; ó consume el equivalente de lo que
produce, en cuyo caso sería, no y a de n a t u r a l e
za inmaterial, sino mecánica (1).
Resumamos, p a r a concluir, esta exposición
filosófica del mecanicismo. El sensualismo venía
p r e p a r a n d o las inteligencias p a r a la identifica-
ción del fenómeno nervioso y del consciente;
H u m e pretendía que esta identificación n a d a
tiene de imposible en sí misma, y a p a r e c e , al
contrario, exigida por la unión constante de
las modificaciones nerviosas y de nuestros pen-
samientos.
De otra p a r t e , la escuela c a r t e s i a n a , obliga-
da por la tendencia del espíritu hum ano á la
unificación de las ideas, no menos que por la
necesidad de rehuir las dificultades originadas
del modo de estar y obrar del a l m a inmaterial
en la glándula pineal, tiende á r e e m p l a z a r el
a l m a por una substancia susceptible de ocupar
lugar y de producir energías mecánicas. El
a l m a p e n s a n t e encuéntrase así n a t u r a l m e n t e
rebcijada á las condiciones de la m a t e r i a , y
sometida por esto mismo á las leyes de la me-
cánica.
Pero la ciencia protesta contra las negacio-
nes brutales del materialismo; y de aqui la ten-
dencia á envolver en una ignorancia voluntaria

(l) N o n o s t o c a p r o p o n e r a q u í u n a s o l u c i ó n á e s t a d i f i c u l t a d ; p o r -
que nuestro objeto, por ahora, se reduce á seguir paso A paso, la evo-
lución de las i d e a s cartesianas.
66 LOS ORÍGENES

el problema de la n a t u r a l e z a del pensamiento y


del a l m a p e n s a n t e . De esta tendencia n a c e r á el
positivismo.
*
* *

Hemos h a s t a aquí considerado el mecanicis-


mo como concepción filosófica; aplicado por Des-
c a r t e s a l a s substancias vegetales y animales, h a
terminado por a b a r c a r también la n a t u r a l e z a
h u m a n a , al ser desenvuelto por sus discípulos.
El mecanicismo así entendido podía invocar en
su favor la unidad de concepción; por su extre-
m a d a sencillez, suprimía las dificultades insolu-
bles, originadas de la influencia atribuida al
a l m a inmaterial sobre los movimientos del cuer-
po en la psicología de Descartes; pero no por
esto p a s a b a de ser una simple hipótesis filo-
sófica.
Aun desde el punto de vista estrictamente
físico, tampoco t r a s p a s a b a los límites de la hi-
pótesis el mecanicismo cartesiano. En efecto, la
reducción de todos los fenómenos de la n a t u r a -
leza á movimiento, no h a b í a sido a p o y a d a por
D e s c a r t e s en ningún principio de observación.
L a teoría de la conservación del movimiento
total del universo, se fundaba t a n sólo en un
procedimiento deductivo, partiendo de la inmu-
tabilidad del Ser divino. Luego, filosófica y cien-
tíficamente considerado el mecanicismo de Des-
c a r t e s , no e r a más que una simple hipótesis, sin
b a s e alguna experimental. ¿Confirmará esta
hipótesis el desenvolvimiento sucesivo de la
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 67

ciencia, dándole l a base experimental de que


carecía?
El mecanicismo se encierra, según queda
dicho, en estas dos proposiciones:' p r i m e r a , los
fenómenos del mundo corporal, si no todos los
fenómenos del universo, son modos de movi-
miento; y s e g u n d a , sólo h a y en la n a t u r a l e z a
causas eficientes; las causas finales nó existen.
Estas dos proposiciones h a n encontrado, a l
p a r e c e r , u n a base experimental, en los p r o g r e -
sos maravillosos realizados por las ciencias
de u n siglo acá. En primer lugar, la fisiolo-
gía reduce los fenómenos en apariencia m á s
misteriosos de la vida, á manifestaciones fisico-
químicas, y permite extender al orden vital
la interpretación mecánica admitida p a r a los
cuerpos inorgánicos. A la v e z , p r u e b a expe-
rimentalmente Lavoisier la conservación de la
m a t e r i a ponderable á t r a v é s de las reacciones
químicas. «Nada se c r e a , n a d a se pierde.» L a
termodinámica muestra, que el calórico no es un
fluido indestructible é intransformable, como lo
habia pensado Newton, sino que puede consu-
mirse produciendo trabajo, y engendrarse por
la fuerza v i v a de un cuerpo en movimiento. Se
determina la cantidad de calor necesaria p a r a
producir u n a unidad de trabajo, y del trabajo
mecánico p a r a producir una unidad de calor; y
así se llega á establecer una relación de equiva-
lencia entre el calor y la energía mecánica. Ma-
yer, Clausius, Joule y Helmholz h a n descubier-
to, en efecto, a p r o x i m a d a m e n t e el equivalente
68 LOS ORÍGENES

mecánico del calor, ó el equivalente calórico del


trabajo; Weber y Helmholz, el equivalente me-
cánico de la electricidad.
L a termodinámica y la electrodinámica con-
ducen, pues, á esta conclusión: si bajo el nombre
de energía queremos comprender la fuerza viva,
el trabajo, el calor, la electricidad y, en gene-
r a l , las fuerzas todas, m e c á n i c a s , físicas y quí-
micas de la n a t u r a l e z a , la experiencia autoriza
la afirmación de que todas las energías materia-
les tienen un equivalente mecánico, puesto que
unas se reemplazan por otras m u t u a m e n t e , si-
guiendo la ley de la equivalencia; luego, si se
consideran estas energías en su conjunto, abs-
tracción hecha de cualquiera otra fuerza e x t r a -
ña al sistema, es lícito concluir, que los cambios
de la n a t u r a l e z a no a l t e r a n la c a n t i d a d de ener-
gía del conjunto; en una p a l a b r a , que la suma
de energías del universo p e r m a n e c e - i n v a -
riable.
Y reuniendo en u n a sola fórmula los princi-
pios de Lavoisier y de Mayer, podrá decirse que
«la suma de energías del universo es i n v a r i a b l e ,
como la suma, de las m a s a s de partículas m a t e -
riales que le constituyen».
N a d a falta, al parecer, p a r a creer que el
mecanicismo tiene u ñ á b a s e experimental sólida,
y p a r a erigir el primer punto de la doctrina del
sistema en teoría científica. ¿La negación de
las causas finales, que es el segundo punto,
tendrá también en su favor las experiencias de
la ciencia?
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 69

Las burlas de Bacón, tanto como la física


c a r t e s i a n a , h a b í a n contribuido á desacreditar la
teleología. Según el empírico inglés, el medio
único de conocer la n a t u r a l e z a es la experien-
cia, y ésta no r e v e l a más que c a u s a s eficientes;
el estudio, pues, de las causas finales sería un
pasatiempo estéril, indigno de la ciencia. Pero
en el caso de que el estudio de las causas finales
debiera d e s t e r r a r s e de la física, ¿no se impon-
drá, á pesar de esto, en las ciencias biológicas?
Los organismos vivientes y los instintos anima-
les ¿no p r e s e n t a n pruebas evidentes de fina-
lidad?
Sabido es, que C. D a r w i n pretendía explicar
mecánicamente el origen de las especies y el
desenvolvimiento del instinto. Según el n a t u r a -
lista inglés, el medio modifica accidentalmente
los órganos; el órgano e n g e n d r a la función; la
función á su vez reacciona sobre el órgano, y
repercuten sus efectos en todo el organismo, de
suerte que la formación y transformaciones de
todos los organismos, obedecen exclusivamente
á influencias accidentales, debidas al acaso. Del
mismo modo sostenía D a r w i n , que la acción pro-
duce el hábito, y el hábito engendra el instinto.
Y sabido es t a m b i é n , que el darwinismo consi-
guió h a c e r s e a c e p t a r por la m a y o r p a r t e de los
naturalistas.
Así pues, los prestigios alcanzados por los
descubrimientos de la termodinámica y de la
electrodinámica de u n a p a r t e , y por la obra
genial de C. D a r w i n de otra, dieron á los dos
70 . LOS ORÍGENES

dogmas esenciales del mecanicismo físico y bio-


lógico las a p a r i e n c i a s , al menos, de una teoría
científica.
*
* *

L a física c a r t e s i a n a h a suprimido las c a u s a s


finales del dominio de la n a t u r a l e z a inorgánica,
y reducido el estudio de ésta á un capítulo de la
mecánica; y los trabajos de D a r w i n h a n tenido
por c a r á c t e r general la supresión de la finalidad
en el dominio de la vida, facilitando así la ex-
tensión, á los seres vivientes de ambos reinos,
de la concepción positiva de la n a t u r a l e z a . ¿No
sería posible después de esto, universalizar la
concepción, reduciendo los hechos históricos y
sociales á fenómenos n a t u r a l e s , p a r a englobar-
los en las leyes generales de la física?
Esta «concepción positiva» universal de la
n a t u r a l e z a , tiene por autor á Augusto Comte.
F a s c i n a d o por las ideas generales del progresivo
desenvolvimiento de la humanidad, el antiguo
secretario de Saint-Simón se r e p r e s e n t a la his-
toria del espíritu humano en desarrollo continuo
y pasando de un estado teológico á otro metafí-
sico, y de éste á un tercero exclusivamente
científico ó positivo. En el origen, dice, la h u m a -
nidad busca en las causas sobrenaturales la ex-
plicación de los fenómenos; de un salto se eleva
la inteligencia del hecho mal percibido á la
causa sobrenatural, que le produce y dirige. El
ideal del sistema teológico consiste, en explicar
las cosas por la acción de un ser único, á quien
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 71

se l l a m a Providencia. Y cuando por u n a modifi-


cación, que después de todo es accidental, se
convierte el Dios-Providencia en u n a multiplici-
d a d de fuerzas a b s t r a c t a s , c a p a c e s de engen-
d r a r los fenómenos, se e n t r a en la fase meta-
física. L a metafísica como la teología, no expli-
can n a d a ; una y o t r a se e m p e ñ a n en conocer
las causas, que están fuera de nuestro alcance;
una y otra r e e m p l a z a n las observaciones positi-
v a s , á las cuales debemos limitarnos por consti-
tución n a t u r a l de nuestra inteligencia, por aven-
turas peligrosas en el dominio de la ficción y de
la abstracción.
«Por último, en el estado positivo, el espíritu
h u m a n o , reconociendo la imposibilidad de obte-
ner nociones a b s o l u t a s , renuncia á buscar el
origen y destino del universo, y á conocer las
causas íntimas de los fenómenos, p a r a aplicarse
únicamente á descubrir, por el uso combinado
del razonamiento y de la observación, sus leyes
efectivas, es decir, sus relaciones invariables de
sucesión y de semejanza. L a explicación de los
hechos, reducida así á sus términos reales, no es
otra cosa que el enlace entre los diversos fenó-
menos p a r t i c u l a r e s y algunos hechos g e n e r a l e s ,
cuyo número tiende la ciencia á disminuir c a d a
vez más» (1). Augusto Comte sostenía que esta
ley de la evolución histórica, se verificaba tam-
bién en l a v i d a individual de c a d a uno. Todos
nosotros hemos sido, dice él, «teólogos en la in-

(1) Cotas de Pkilosophiepoíitive, lección primsra, pp.i-5


72 LOS OltÍGBNrrS

fancia, meta físicos en la juventud, y físicos en


la virilidad» (1).' L a humanidad h a entrado hoy
de lleno en su última fase, la positiva, que es su
término definitivo, fuera de la cual no puede y a
e s p e r a r s e o t r a superior.
L a s teorías de L a p l a c e y de Newton nos
presentan la sucesión uniforme de los fenómenos
astronómicos y físicos; «la ley newtoniana de
la gravitación, en efecto, nos demuestra, de u n a
p a r t e , cómo toda la inmensa v a r i e d a d de hechos
astronómicos son en realidad n a d a más que uno,
considerado desde puntos de v i s t a distintos; la
tendencia constante á la unión de u n a s molécu-
las con otras, en razón directa de sus m a s a s , y
en razón inversa del cuadrado de sus distancias;
m i e n t r a s que de otra, a p a r e c e este hecho gene-
r a l como la universalización de un fenómeno
v u l g a r , y por lo mismo perfectamente conocido:
la g r a v e d a d de los cuerpos, por la que éstos son
atraídos h a c i a el centro de la tierra» (2). Por lo
demás, no está lejano el día en que llegue á
descubrirse el enlace íntimo de la química y de
la fisiología con las otras r a m a s del saber; y en-
tonces sólo f a l t a r á u n a cosa p a r a l a aplica-
ción universal de la concepción positiva. U n a
vez fundadas la física celeste y t e r r e s t r e , me-
cánicas ó químicas; y la física orgánica, ve-
getal ó animal, falta todavía la física social.
«Esta es la única laguna que queda por llenar,

(1) Ibid., p . 7.
(2) Ibid., p p . 14-15.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 73

p a r a l a c o n s t r u c c i ó n p e r f e c t a y definitiva de l a
filosofía p o s i t i v a » (1). A . C o m t e s e l i s o n j e a c o n
la e s p e r a n z a de poder llenar esta l a g u n a , á
fin de u n l v e r s a l i z a r de este modo l a c o n c e p -
ción p o s i t i v a del s a b e r . « T a l e s , d i c e , el pri-
m e r o y e s p e c i a l objeto q u e m e p r o p o n g o e n e s t e
curso.»
P e r o h a de t e n e r s e en c u e n t a q u e , p a r a
A . C o m t e , l a filosofía p o s i t i v a no h a b í a d e t e n e r
por objeto l a f o r m a c i ó n d e u n a síntesis u n i v e r -
s a l , á l a m a n e r a c o m o lo entendió m á s t a r d e
H . S p e n c e r , el c u a l « c o n s i d e r a todos los f e n ó m e -
nos c o m o efectos d e un p r i n c i p i o ú n i c o , c o m o s o -
metidos á una sola y m i s m a ley... Yo creo, decía
a q u é l , q u e los m e d i o s de q u e l a i n t e l i g e n c i a
h u m a n a d i s p o n e s o n m u y d é b i l e s , y el u n i v e r s o
demasiado complicado, p a r a que pueda alcan-
z a r j a m á s s e m e j a n t e p e r f e c c i ó n en el conoci-
m i e n t o científico... D e todos m o d o s , es e v i d e n t e ,
a t e n d i d o el e s t a d o d e n u e s t r o s c o n o c i m i e n t o s ,
q u e e s t a m o s a ú n m u y lejos de p o d e r i n t e n t a r si-
q u i e r a , p o r a h o r a , t a l e s s í n t e s i s » (2).
L o s p r o p ó s i t o s del f u n d a d o r del p o s i t i v i s m o
s e l i m i t a n á los f e n ó m e n o s de o b s e r v a c i ó n ; y
b a j o e s t e c o n c e p t o , el t é r m i n o filosofía p o s i t i v a ,
elegido p a r a d e s i g n a r el objeto s u p r e m o de su
o b r a , no h a sido feliz. E s t a p a l a b r a , en e f e c t o ,
d e s p i e r t a n a t u r a l m e n t e y significa l a i d e a d e
un c o n o c i m i e n t o m u y distinto del d e l a c i e n c i a

(1) Cours de Pliilosophíe positive, p. 2 2 . ,


(2) Ibid., p . 53.
74 LOS ORÍGENES

positiva. Así es que, p a r a A. Comte, la filosofía


no es m á s que la física, considerada en los lími-
tes extremos de su generalización. «Si algún
día, escribe, pudiera e s p e r a r s e esta explicación
universal — la que poco antes h a b í a juzgado
completamente quimérica,—ésta consistiría en
referir todos los fenómenos n a t u r a l e s á u n a ley
positiva, la más general que conocemos, la ley
de la gravitación, que ya. relaciona todos los
fenómenos astronómicos á una p a r t e de los de la
física terrestre» (1).
L a condición p r i m e r a , que se necesita p a r a
la formación de la filosofía positiva, es la divi-
sión del trabajo. Pero esta división, por necesa-
ria que ella sea, suele t r a e r g r a v e s inconve-
nientes, que deben evitarse en lo posible. H a y ,
en efecto, g r a n peligro p a r a el entendimiento en
que, á fuerza de especializar, termine por per-
derse entre la confusión de trabajos de detalle;
por lo que se impone un nuevo orden de estudios,
p a r a p r e v e n i r y evitar la dispersión de los con-
ceptos humanos. Desde luego, no debemos soñar
con volver á la concepción antigua del saber,
según la cual, c a d a inteligencia podría preten-
der a b a r c a r el conjunto de todos los conoci-
mientos; esto sería h a c e r r e t r o g r a d a r al espíritu
h u m a n o . «El medio racional de impedir los efec-
tos de una especialización extremosa, sería per-
feccionar la misma división del trabajo; y bas-
taría, en efecto, con h a c e r del estudio de las

'1) Cours de Philosophíe •positivo, p , 54.


DH¡ L A P S I C O L O G Í A CONTEMPORÁNEA ' 75

generalizaciones científicas una especialidad


más» (1).
He aquí, pues, señalado el nuevo terreno,
dentro de cuyos límites h a de desenvolverse la
filosofía. Lo único accesible á la h u m a n a inteli-

(1) «Que u n a c l a s e n u e v a d e s a b i o s , p r e p a r a d o s p o r u n a e d u c a c i ó n
c o n v e n i e n t e y sin dedicarse al c u l t i v o especial de n i n g u n a rama r a r .
ticular de las ciencias, pero teniendo a la v i s t a su estado actual, se
"ocupe ú n i c a m e n t e e n d e s c u b r i r s u s r e l a c i o n e s y s u e n c a d e n a m i e n t o ,
en resumir, cuanto sea posible, t o d o s sus principios particulares en
el m e n o r n ú m e r o d e p r i n c i p i o s c o m u n e s , a j u s t á n d o s e s i e m p r e á l a s
m á x i m a s f u n d a m e n t a l e s d e l m é t o d o p o s i t i v o . Q u e á la v e z l o s e s p e -
cialistas, antes de consagrarse á sus especialidades respectivas, ad-
q u i e r a n e n a d e l a n t e la a p t i t u d n e c e s a r i a p o r m e d i o d e u n a e d u c a c i ó n
s o b r e el c o n j u n t o d e l o s c o n o c i m i e n t o s p o s i t i v o s , p a r a a p i o v e c h a r s e
de l o s e s t u d i o s d e l o s q u e s e d e d i q u e n á l a s g e n e r a l i d a d e s c i e n t í f i c a s ,
y para rectificar m u t u a m e n t e s u s p r o p i o s r e s u l t a d o s , lo cual p a r e c e
ser n n a t e n d e n c i a q u e v a a c e n t u á n d o s e m á s d e d í a e n d í a . U n a v e z
realizadas estas dos condiciones principales, y es evidente que puede
realizarse, podría practicarse la d i v i s i ó n del trabajo, sin dificultad
n i n g u n a , á m e d i d a q u e l o e x i g i e r a el d e s e n v o l v i m i e n t o do l o s d i s t i n -
t o s ó r d e n e s d e c o n o c i m i e n t o s . U n o r d e n e s p e c i a l de l o s m i s m o s c o n s -
tantemente confrontado con los demás, y que tuviera por función
propia y permanente enlazar á un s i s t e m a general cada descubri-
m i e n t o p a r t i c u l a r n u e v o , n o t e n d r í a n a d a q u e t e m e r de l a e x a g e r a d a
atención prestada á los detalles minuciosos, porque esta atención
n u n c a e s t o r b a r í a l a c o m p r e n s i ó n d e l c o n j u n t o . E n u n a p a l a b r a , la
organización moderna del mundo sabio estaría entonces bien cons-
tituida, y c o n s e r v a n d o el m i s m o carácter p o d r í a d e s e n v o l v e r s e in-
definidamente.
«El f o r m a r a s í d e l e s t u d i o d e l a s g e n e r a l i d a d e s c i e n t í f i c a s u n a
s e c c i ó n a p a r t e d e l trabajo i n t e l e c t u a l , es s e n c i l l a m e n t e aplicar el
m i s m o principio de d i v i s i ó n que h a servido de norma para separar
las distintas especialidades; porque mientras las diferentes ciencias
p o s i t i v a s n o se d e s e n v o l v i e r o n suficientemente, las relaciones mu-
t u a s n o e x i g í a n t o d a v í a , al m e n o s d e un m o d o p e r m a n e n t e , , u n a
clase especial de trabajos, los cuales por otra parte no eran tan ne-
cesarios c o m o h o y . Pero d a d o el e s t a d o p r e s e n t e de l o s c o n o c i m i e n -
tos, y la e x t e n s i ó n adquirida por cada una de las ciencias, es indis-
pensable para el e s t u d i o de sus m u t u a s r e l a c i o n e s o r g a n i z a r trabajos
de conjunto, que á la v e z serán un m e d i o de prevenir y evitar la
d i s p e r s i ó n d e l a s c o n c e p c i o n e s h u m a n a s . » — A . C O M T E , obra cit.,
p p . 30-31.
76 LOS ORÍGENES

gencia son los fenómenos n a t u r a l e s , ó sean los


que dependen y son manifestaciones de la mate-
ria ó de la fuerza; fuera de éstos, no conocemos
otra clase de fenómenos (1). L a ciencia positiva
es exclusivamente, según esto, el estudio de los
fenómenos materiales y de las leyes por que
éstos se rigen (2); y la filosofía positiva no puede
ser otra cosa que el estudio de las más elevadas
generalizaciones científicas.
En cuanto á las causas, finales ó eficientes,
y á la n a t u r a l e z a de las cosas y sus propiedades,
no h a y que h a b l a r de ellas; A. Comte las h a des-
terrado en absoluto de la filosofía y de la ciencia.
«Todas las ciencias, cuando h a n llegado al
estado positivo, escribe Littré, renuncian á bus-
c a r la esencia de las cosas y sus propiedades,
las causas primeras y las causas finales, es de-

(1) «¿Cómo d e f i n i r e m o s e l s a b e r h u m a n o ? D i r e m o s q u e e s , e l e s t u -
dio de las fuerzas pertenecientes á la materia, y de las c o n d i c i o n e s ó
leyes que rigen estas fuerzas. N o conocemos más que la materia y
sus fuerzas ó propiedades; y no conocemos materia sin propiedades
ó fuerzas, ni fuerzas ó propiedades sin materia. Cuando descubrimos
un h e c h o general en a l g u n a de estas fuerzas ó propiedades, d e c i m o s
q u e estamos en posesión de una ley, y esta l e y llega á ser entonces
para nosotros una potencia mental y otra potencia material: una po-
t e n c i a m e n t a l , p o r q u e S'i t r a n s f o r m a e n el e s p í r i t u en i n s t r u m e n t o
de lógica; y un poder material, porque s e transforma e n nuestras ma-
n o s e n m e d i o de d i r i g i r l a s f u e r z a s n a t u r a l e s . . E n l a h i s t o r i a , la
m a t e r i a , e l subtractum, e s el g é n e i o h u m a n o , d i v i d i d o e n s o c i e d a d e s ;
la fuerza está representada por las a p t i t u d e s inherentes á las socie-
dades, cuya c o n d i c i ó n fundamental es la acumulación de l o s concep-
tos científicos. H a s t a que esto ú l t i m o no se conozca bien, la h i s t o r i a
n o a p a r e c e c o m o f e n ó m e n o n a t u r a l : s e c o n o c e r á e l substractum, que
es el g é n e r o h u m a n o ; pero no s e c o n o c e la fuerza, que es la causa d e
l a e v o l u c i ó n . » L I T T R É , Aug. Comte et la Philosophie positive, p. 42.
Paris. Hachette, 1864.
(2) A u G. C O M T E . Obra cit., p. 43.
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 77

cir, lo que en metafísica se denomina lo abso-


luto; y la filosofía positiva, que es hija de
aquéllas, renuncia también á tales pretensio-
nes. Los filósofos de otros tiempos hubieran con-
siderado como un contrasentido la filosofía que
no se ocupase de lo absoluto; hoy debe conside-
r a r s e , y se h a comenzado y a á m i r a r como qui-
mérica toda filosofía, que sale de la esfera de lo
relativo. Esta inmensa revolución intelectual h a
sido la obra de A. Comte.»
Por otra p a r t e , el medio único de conocer
las cosas es la observación exterior; porque al
decir de A. Comte, «la observación directa de
la conciencia por sí misma es una p u r a ilu-
sión»'(1). L a razón a priori, c o n q u e él justifica
su aserción, se funda en que el sujeto conscien-
te no puede ser más que un órgano m a t e r i a l , y
éste no podría conocerse.á sí mismo. «El indivi-
duo p e n s a n t e no puede dividirse en dos, de tal
modo que mientras piensa el uno, pueda el otro
contemplar el pensamiento» (2).
Por lo a n t e r i o r m e n t e escrito, puede verse
c l a r a m e n t e cómo la filosofía de x^ugusto Comte
encierra distintamente y en toda su amplitud la
concepción positivista, que por todas partes se
nos presenta ligada y h a s t a confundida con el
idealismo de los sistemas filosóficos de nuestros
días.
¿Qué sistemas son éstos, y cómo en ellos

(1) ACGr. C O M T I - , Obra cit p 35.

(2) Ibid, p. !6
78 LOS ORÍGENES D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA

a p a r e c e n fundidos el idealismo, el mecanicismo


y el positivismo? P a r a responder á estar cuestio-
nes, debemos consultar á los maestros de la
psicología contemporánea, y el estado presente
d e los estudios filosóficos.
CAPÍTULO I I I
La p s i c o l o g í a contemporánea.

ARTÍCULO PRIMERO
IMPOTENCIA DEL IDEALISMO POSITIVISTA, PARA
RESOLVER LOS PROBLEMAS FUNDAMENTALES DE
LA PSICOLOGÍA.

En vano se esfuerza el idealismo positivista


por sostener que el estudio de lo absoluto es u n a
quimera; la conciencia h u m a n a afirma invenci-
blemente la realidad de un noúmeno más allá del
fenómeno, de un móvil anterior al movimiento,
de un yo p e n s a n t e , base del acto fugitivo del
pensamiento.
Los fenómenos «físico» y «mental», por o t r a
p a r t e , a p a r e c e n á la vista de la inteligencia
opuestos el uno al otro é irreductibles; y serán
inútiles c u a n t a s tentativas se h a g a n p a r a iden-
tificarlos; de n a d a sirve afirmar, porque sí, que
el hecho nervioso y el acto consciente son los dos
aspectos, externo é interno, de un mismo fenó-
meno, que puede e x p r e s a r s e en términos mecá-
nicos; la conciencia se sublevará siempre contra
80 LOS ORÍGENES

esta identificación, que se pretende imponerla, y


r e p u d i a r á semejante lenguaje.
El movimiento tiene como propiedades la vi-
veza ó intensidad y la dirección, y en cambio,
la propiedad del pensamiento es la representa-
ción; ¿puede haber algo de común entre ésta y
aquéllas? H a c e r de la conciencia el aspecto in-
terno de un fenómeno que, visto por el exterior,
es un fenómeno nervioso, ¿no equivale á confesar
el c a r á c t e r esencialmente irreductible del hecho
consciente?
¿Qué razón habría, en efecto, p a r a que un
fenómeno mecánico, físico ó químico apareciese
casi siempre con una sola manifestación, la físi-
ca, y sólo en casos m u y limitados, presentase
los dos aspectos, las dos caras, interior y exte-
rior? L a reacción química que se opera en un
laboratorio de química biológica, sólo a p a r e c e á
la observación exterior; y esta misma reacción,
cuando se verifica en los tejidos misteriosos de
la substancia nerviosa, suscita una representa-
ción; ¿no es evidente que en el segundo caso h a y
algo, que no se encuentra en el primero: una pro-
piedad hiperfísica, hipermecánica, á la que da-
mos, con razón, un nombre propio y exclusivo,
llamándola consciente, psíquica ó mental?
Pero, se dirá: ¿no podría suponerse en todos
los fenómenos físicos de la n a t u r a l e z a un aspecto
mental? El aspecto psíquico sería entonces esen-
cial y universal como el físico, y paralelo á éste;
como á u n a superficie convexa corresponde
siempre otra c ó n c a v a , mirado el objeto desde un
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 81

punto de vista opuesto. Así se evitaría, dice


A. Fouillée, el hecho sorprendente y milagroso
de a p a r e c e r el sentimiento (la conciencia) entre
los resultados de la evolución física.
Hipótesis es esta que n a d a resuelve, y en
cambio, da lugar á otras nuevas dificultades. La
suposición a r b i t r a r i a , de que la conciencia existe
por todas partes, no explica el por qué, ni el
cómo está en c a d a una de ellas. Porque si el
doble aspecto ó c a r á c t e r , psíquico y físico, no
puede reducirse en el a n i m a l y en el hombre á
la unidad mecánica, con mucha mayor razón
será irreductible en ia totalidad de los seres n a -
turales.
H a y más todavía;-sobre el fenómeno g e n e r a l
del conocimiento, común al hombre y al animal,
impropiamente llamado «conciencia» ó «pensa-
miento», existe el pensamiento y la conciencia
propiamente dichos, los cuales, por r a z ó n de su
c a r á c t e r abstracto, dominan toda existencia con-
creta, toda localización exclusiva en el espacio
y toda determinación fija en el tiempo. Ahora
bien: el fenómeno mecánico exige necesaria-
mente una m a u e r a de ser concreta, referida á
un lugar determinado en el espacio, y pasando
por momentos concretos de la duración ó del
tiempo; luego el pensamiento no puede identifi-
carse con un fenómeno mecánico.
Los fenómenos físicos, a d e m á s , tienen su ra-
zón de ser en los antecedentes materiales que los
determinan; pero la conciencia es testigo de que
en nosotros se verifican actos, que la humanidad
ti •
82 LOS ORÍGENES

l l a m a actos libres, c u y a r a z ó n d e t e r m i n a n t e ade-


c u a d a no está de ningún modo en los anteceden-
tes materiales; luego es evidente que estos actos
no son de la misma n a t u r a l e z a que el fenómeno
mecánico.
Suele recordarse á este propósito la objeción
de H u m e . No comprendemos, decía éste, cómo
la atracción de la tierra produce la caída de los
cuerpos, y e n t r e t a n t o , ese es el hecho, y así le
aceptamos; ¿por qué, aunque tampoco lo com-
prendemos, no podría ser el cuerpo causa del
pensamiento, lo mismo que del movimiento?
El pensamiento, por o t r a p a r t e , v a siempre
a c o m p a ñ a d o de u n a modificación nerviosa; ¿no
sería racional en este caso y legítimo, puesto que
la causalidad no es más que u n a conjunción
constante, creer y afirmar que la modificación
nerviosa es causa del pensamiento?
Es cierto, decimos nosotros, que la n a t u r a l e z a
íntima de la a t r a c c i ó n nos es desconocida; impo-
sible nos sería decir con seguridad, cómo la tie-
r r a a t r a e á los cuerpos y los h a c e c a e r . Así
Newton, dándose cuenta de los límites de su sa-
b e r , y hablando del fenómeno de la caída de los
cuerpos con la circunspección del sabio, decía:
los cuerpos caen, como si fueran a t r a í d o s por la
tierra. L a ley de la atracción e x p r e s a , pues, so-
lamente, y no debe e x p r e s a r más, que la conjun-
ción de dos fenómenos, la caída de los cuerpos y
la presencia de la m a s a de nuestro globo, y la
dependencia del primero respecto del segundo.
Si nosotros formásemos p a r t e de esa m a s a
])B LA PSICOLOGÍA CON T E M P O R Á N E A ' 8o

dónele r a d i c a la atracción, y sintiéramos en la


conciencia la fuerza a t r a c t i v a , es verosímil que
fuéramos c a p a c e s de saber algo m á s de ella; el
concepto de a t r a c c i ó n podría entonces relacio-
n a r s e con la noción de los cuerpos atraídos, y la
conciencia estaría en condiciones de decidir si
h a y ó no compatibilidad entre a m b a s nociones.
Pero lo que es imposible en el caso propuesto,
no lo es en las relaciones del pensamiento con el
fenómeno m a t e r i a l . En este caso, estamos en el
seno de la realidad que conoce, piensa y decide
con libertad; nosotros somos esta realidad m i s m a ,
y nos vemos conocer, p e n s a r y t o m a r decisiones
libres; y por tanto, estamos en condiciones de per-
cibir y saber, si los atributos del fenómeno m a t e -
rial y los del pensamiento se identifican ó se ex-
cluyen. Y puesto que los vemos c l a r a m e n t e ex-
cluirse, sería c e r r a r los ojos á las protestas de l a
conciencia, e l e m p e n a r s e e n d e c l a r a r l o s i d é n t i c o s .
E n la c a í d a de los cuerpos, no eticuentra r a -
zón ninguna la inteligencia p a r a n e g a r el hecho,
ni la dependencia constante de este movimiento
respecto del centro de la t i e r r a , á que se d a el
n o m b r e de atracción; uno y otro son aceptados
sin contradecirse. Pero cuando se t r a t a de rela-
cionar el pensamiento á u n a modificación ner-
viosa, de orden mecánico, físico ó químico, y de
esta relación mutua, que entre los dos existe, se
infiere que los dos no son en realidad más que
uno solo, un pensamiento con atributos mecáni-
cos, ó un fenómeno mecánico con los atributos
del pensamiento; la inteligencia se resiste inven-
84 LOS ORÍGENES

oíblemente, á n o m b r e de los principios de con-


tradicción y de razón suficiente, á e s t a identifica-
ción, que ella juzga del todo imposible y a b s u r d a .
La conclusión, por consiguiente, que H u m e
pretende s a c a r del hecho observado, no se justi-
fica en modo alguno.
Cierto que la modificación nerviosa se halla
en constante relación con la conciencia; pero ¿de
qué n a t u r a l e z a es esta conexión? ¿El estado de
la substancia nerviosa es acaso la conciencia
misma, y su r a z ó n formal, ó es n a d a más que
u n a condición, y p a r a h a b l a r con más exactitud,
una causa eficiente p a r c i a l , por sí misma insu-
ficiente sin el concurso de un principio superior?
A p r i m e r a vista pudiera parecer que las dos
explicaciones son igualmente posibles; pero la
reflexión nos obliga á reconocer, en la concien-
cia y en el pensamiento, c a r a c t e r e s incompa-
tibles con la p r i m e r a de las dos hipótesis; sólo,
pues, la segunda es admisible y racional, por
ser también la única que se armoniza con la in-
tegridad de los hechos. L a distinción esencial
entre los fenómenos «conscientes» y los materia-
les a p a r e c e c a d a día m á s c l a r a y manifiesta, á
medida que el idealismo y el mecanicismo llevan
m á s adelante su desenvolvimiento paralelo.
Así vemos á las inteligencias independientes,
sabios y filósofos ds primer orden, afirmar ex-
presamente la insuficiencia del mecanicismo
como solución de los problemas psicológicos.
Recuérdese el famoso discurso de Dubois-
Reymond en el Congreso general de n a t u r a l i s t a s
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPOKANEA 85

de Leipzig, en 1872: «Ninguna combinación, de-


cía el sabio fisiólogo, ni todos los movimientos
imaginables de los elementos m a t e r i a l e s , pueden
servirnos de n a d a p a r a explicar y comprender
el dominio de la conciencia... ¿Qué conexión, en
efecto, p o d r á existir e n t r e los movimientos de
átomos realizados en mi cerebro, y estos hechos
primitivos, indefinibles, pero de realidad vivien-
te, como los que percibo al experimentar un
dolor ó un p l a c e r , cuando saboreo el a z ú c a r ó
gusto el perfume de u n a rosa, cuando oigo el
sonido de un instrumento ó veo el color rojo?
Es del todo y absolutamente inconcebible que
todo esto proceda de átomos de carbono, de
hidrógeno, de ázoe, de oxígeno, e t c . , ó que
pueda ser un resultado de condiciones determi-
n a d a s de posición ó de movimientos de los mis-
mos... Es, pues, r a d i c a l m e n t e imposible explicar
por medio de combinaciones mecánicas, por qué
un a c o r d e musical me c a u s a u n a sensación pla-
c e n t e r a , y por qué, al contrario, el contacto de
un hierro caliente me c a u s a dolor. Ningún pen-
sador podría predecir, sin otro conocimiento que
el físico en uno y otro caso, cuál de los dos será
el proceso a g r a d a b l e y cuál d e s a g r a d a b l e . . . Que
hoy sea imposible, y lo s e r á siempre, compren-
der y explicar los procesos «espirituales» por
medio de la m e c á n i c a de los átomos del cerebro,
es u n a v e r d a d que no exige demostración» (1).

(1) D U B O I S - K E Y M O N D , Die Grenzen des Naturerkennens, S . 37. Ste-


Aufl. L e i p z i g , 1884.
86 LOS ORÍGENES

Los filósofos que al presente se h a l l a n á la


cabeza del movimiento' filosófico en F r a n c i a , en
I n g l a t e r r a y en Alemania, protestan, con t a n t a
•energía como Bubois-Reymond, contra la identi-
ficación de la materia y de la conciencia.
«Los sistemas que pretenden reducir toda la
realidad á cuantidades, y á relaciones entre las
cuantidades, son quiméricos, escribe A. Fouillée.
En su aspecto cuantitativo, p a r e c e resolverse
el mundo en una combinación objetiva de movi-
mientos, y bajo el aspecto cualitativo, en u n a se-
rie subjetiva de sensación; pero la cualidad no
puede ser el resultado de una simple diferencia
en el número y posición de unidades cualitativa-
m e n t e iguales, ó mejor dicho, c u a l i t a t i v a m e n t e
nulas; es decir, que no puede ser una simple
forma de la cuantidad; por el contrario, la cuan-
tidad misma es la que debe considerarse como
u n a especie de cualidad primitiva» (1).
Hablando en otra p a r t e de las tentativas de
síntesis mecánica de H. Spencer, dice el mismo
Fouillée:
«Esta hipótesis explica la evolución de los
sucesos cósmicos por medio de términos materia-
les—átomos, movimientos, fuerzas, repulsiones,
atracciones, etc.,—hasta un cierto límite, á par-
tir del cual, el lenguaje materialista no expresa
n a d a ; viene entonces el lenguaje de la conciencia
(sensaciones, sentimientos, etc.), como necesario

(1) L'évolutionisme des idées-forces, lil>. I I , c a p . I I I , § I.—V. La Li-


berté et le Déterminisme, 2 parte, cap. VII
a
DE L A P¡SICOLOGÍA C O N T E M P O R Á N E A 87

p a r a ulteriores explicaciones. Así es, que el filó-


sofo comienza sus explicaciones con una termi-
nología, y se v e precisado á t e r m i n a r l a s con dos.
Esto es lo que h a c e Spencer en sus Primeros
principios y en su Biología. L a n a t u r a l e z a , u n a
al principio, se duplica después, y toma dos for-
m a s cuando a p a r e c e el animal. ¿Cómo h a podido
producirse este segundo aspecto de la realidad?
¿Cómo á lo puro inconsciente h a podido sobre-
a ñ a d i r s e un r a y o de conciencia? ¿Acaso la nece-
sidad h a producido este r a y o que esclarece la
m a r c h a de las cosas sin intervenir en ella? Y
entonces, ¿cómo la necesidad h a podido llegar á
producir lo superfluo?» «La respuesta es tanto
más imposible, c u a n t o qué Spencer mismo consi-
d e r a á la conciencia como de un orden y de
u n a esfera absolutamente distintos de los que
corresponden al movimiento, y cree que el pen-
samiento no p o d r á j a m á s dei'ivarse del movi-
miento, y que podíamos conocer todos los movi-
mientos presentes, pasados y venideros del uni-
verso, sin que de aquí pudiéramos deducir el
pensamiento. Siendo esto asi, la conciencia no
podrá contenerse en factores que, por hipótesis,
sean n a d a más que mecánicos, ni h a podido ser
efecto de c a u s a s , con las cuales es imposible en-
c o n t r a r razón alguna de dependencia. De aquí
que, cuando veis aparecer el «sentimiento» entre
los resultados de la evolución física, antes insen-
sible, debéis reconocer que esto t r a s p a s a los lí-
mites de los factores p r i m e r a m e n t e puestos;
estáis, en efecto, obligados á admitir entre v u e s -
88 LOS ORÍGENES

tros factores procedentes más de lo que habíais


supuesto.
«En el número de sus datos iniciales, Spen-
cer h a contado solamente las «atracciones y
repulsiones moleculares»; y con solos estos tér-
minos m a t e r i a l e s intenta describir toda la evo-
lución biológica; pero al llegar al a n i m a l y al
hombre, se encuentra con una cosa del todo
n u e v a , la sensibilidad; debería entonces h a b e r
exclamado con M. G-uthrie: «Soy m á s rico de lo
»que sospechaba; creí no tener en mi mano más
»que movimiento y m a t e r i a , pero he aquí que
«dispongo también del pensamiento» (1).
H. Spencer es de p a r e c e r también que entre
los fenómenos nerviosos y los psicológicos no es
posible afirmar, ni concebir siquiera, comunidad
alguna de n a t u r a l e z a . Consagra el filósofo inglés
los primeros capítulos de sus Principios de psi-
cología al estudio de los fenómenos nerviosos, y
he aquí cómo se expresa, después que h a termi-
nado este estudio: «Tenemos á la vista una cate-
goría de hechos (los psíquicos) que no tienen,
con los que h a s t a a h o r a nos han ocupado, comu-
nidad alguna de n a t u r a l e z a visible, ni concebi-
ble. L a s verdades, que en adelante debemos
establecer, son de tal n a t u r a l e z a , que h a s t a sus
elementos se hallan fuera del alcance de las
ciencias físicas. L a observación y el análisis
objetivos son inútiles aquí, y deben ser reem-

( 1 ) A . F O D I L L É E , L'evolutionisme des ipées-forees, p&g 22 y p á g i -


n a s 260 y 201.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 89

plazados por la observación y el análisis subje-


tivos» (1).
Un pensador original, á quien h a n comen-
zado á l e v a n t a r u n a reputación tardía los pro-
motores del renacimiento espiritualista, M. Du-
r a n d de Gros, h a consagrado, d u r a n t e un medio
siglo, toda su actividad de sabio y de filósofo á
combatir el positivismo materialista de la cien-
cia médica en F r a n c i a .
¿Debemos r e s i g n a r n o s , escribe el médico
filósofo, ante la solución favorita de la m a y o r
p a r t e de los sabios y de los médicos, que consiste
en no ver en la vida más que una resultante me-
cánica, y en explicar la función por el solo juego
de los órganos, p a r a poder así reducir por iden-
tificaciones sucesivas, la psicología á la fisiolo-
gía, esta á la química ó á la física, y estas últi-
m a s á su vez á simples modificaciones espacia-
les de movimiento y de extensión?
De ningún modo, y afirmar lo contrario se-
ría desconocer en absoluto la cuestión. L a v i d a
y el pensamiento no se explican, ni se reducen
así tan fácilmente á fenómenos físicos ó mecáni-
cos; éstos, n u n c a p a s a r á n de ser simples conco-
mitantes materiales de aquéllos. Por una singu-
l a r aberración, se llega á confundir cosas t a n
diversas como los órdenes subjetivo y objetivo;
á olvidar «este principio evidente y claro como
la luz, que toda sensación supone un sujeto
que siente, u n a conciencia». De ningún modo

(1) Principios de Psicología, primera parte, cap. V I .


90 LOS ORÍGENES

«puede identificarse el a g e n t e esencial del pen-


samiento, el yo, con una extensión limitada, con
u n a serie d e puntos, con u n cuerpo, en u n a pa-
l a b r a , con l a materia» (1).
Cuando W u n d t formula l a s conclusiones ge-
nerales de su Psicología fisiológica, l a n z a sobre
el materialismo este juicio severo: «El materia-
lismo, dice, considera á la conciencia como u n a
función ó como una propiedad de l a m a t e r i a or-
g a n i z a d a , ni más ni menos como las otras fun-
ciones fisiológicas, la contracción de los múscu-
los, l a producción del calor, etc.; no h a y e n
todas ellas sino movimientos de elementos m a -
teriales. Ahora bien: el punto de partida y las
conclusiones de esta teoría son igualmente erró-
neas» (2).
No nos interesa seguir aquí el desarrollo dado
por el psicólogo alemán á su pensamiento; bás-
tenos, por a h o r a , no olvidar que de su crítica,
como de las deDubois-Reymond y de Fouillée, se
deduce esta conclusión: que el mecanicismo m a -
terialista está juzgado incapaz p a r a resolver los
problemas fundamentales de l a psicología. Los
pensadores de hoy alimentan l a persuasión ín-
tima, de que es preciso llegar á u n a filosofía m á s
amplia, en donde tenga cabida el esplritualismo.
¿Cuál será esta filosofía?

(1) DOKAND D E G R O S , Essnis de phisiologiepliilosopldque, I 8 6 0 , pa-


g i n a 1 1 6 , a n a l i z a d o s p o r P a r o d l e n la Revue philosophiqiie, Febrero
rie 1897, p a g . 1 4 8 .
(21 G . W U N D T , Qrund-iige der i>htjaiologisclien Psychologie, II,
S. 5 3 2 . L e i p z i g , 1897.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 91

P a r a poder responder á esta p r e g u n t a , debe-


mos e x a m i n a r antes la filosofía de Spencer, de
A. Fouillée y de G. W u n d t .

ARTÍCULO II

LOS MAESTROS DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁ-


NEA.—HERBKRT SPFNCER.

H. Spencer es un hombre extraordinario: h a


sabido asimilarse, cuanto nuestro siglo h a pro-
ducido en el dominio d é l a s ciencias físicas, quí-
micas, biológicas, morales y económicas; conoce
también las m a t e m á t i c a s y la m e c á n i c a ; h a
seguido el origen y desenvolvimiento de l a s
instituciones públicas, sociales y religiosas de
las distintas r a z a s h u m a n a s ; está al corriente
de la filología, de l a l i t e r a t u r a y del a r t e ; y
a d e m á s se interesa m u y de c e r c a en la vida
económica y política de su país. El saber acu-
mulado en sus Primeros principios, Principios
de biología, Principios de psicología, Principios
de sociología, Principios de moral, y en las v a s -
t a s colecciones de Instituciones rituales, politizas
y eclesiásticas publicadas bajo su dirección, es
prodigioso. Y cuando decimos, saber acumulado,
no se juzgue por n u e s t r a p a r t e u n a intención
desdeñosa; los conocimientos del sabio inglés no
son ni superficiales ni incoherentes; á la abun-
d a n c i a debe a ñ a d i r s e el orden con que se enla-
zan los pensamientos, y sugieren o p o r t u n a m e n t e .
92 LOS ORÍGENES

al fecundo escritor relaciones inesperadas, sor-


prendentes analogías.
No es, sin e m b a r g o , Spencer un sabio en el
sentido especial de la p a l a b r a , ni su nombre v a
unido á ningún descubrimiento; no es geólogo
como Lyell, ni botánico ó zoólogo como D a r w i n ,
ni fisiólogo como Huxley; sabe asimilarse con
maravillosa facilidad la ciencia adquirida; pero
no se h a preocupado en h a c e r l a p r o g r e s a r . Más
bien que genial, es ecléctico. Su preocupación
dominante no es ni la idea ni el hecho aislados,
sino la adaptación de una y otro á un sistema,
su coordinación arquitectónica. A la edad de
veinte años, había querido colocarle un tío suyo
en los trabajos de caminos de hierro en Glou-
cester y en Birminghan, pero al joven Spencer
le r e p u g n a b a la técnica minuciosa; su espíritu
se inclinaba á las concepciones de conjunto.
Soñaba con una síntesis del cosmos a p r o p i a d a
al estado presente de la ciencia, con una n u e v a
«filosofía sintética».
Su n a t u r a l era el más á propósito p a r a el
p a p e l que había de r e p r e s e n t a r en la ciencia;
h o m b r e de p a z por t e m p e r a m e n t o , lleva g r a b a -
do en la flema británica de su fisonomía un
deseo de unión y de concordia, donde p a r e c e n
leerse estas hermosas p a l a b r a s de la p r i m e r a
página de sus Primeros principios: «Con dema-
siada frecuencia solemos olvidar, no sólo que
h a y un principio de bondad en las cosas m a l a s ,
sino también, que h a y algo de v e r d a d en las
cosas falsas».
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 93

L a filosofía de Herbert Spencer es la coordi-


nación original de todas las ideas que forman
la atmósfera intelectual del siglo x i x , desde el
idealismo de Hume y de K a n t h a s t a el p a n -
teísmo de Hegel, con la tendencia mecanicista
i n a u g u r a d a por Descartes, el escepticismo p o - .
sitivista de Augusto Comte, y las aspiraciones
evolucionistas de C. D a r w i n .

* *

H . Spencer i n a u g u r a su c a r r e r a filosófica
por el idealismo más absoluto. «Lo primero que
h a y que h a c e r , dice, en metafísica, es restrin-
gir con todo el rigor posible el análisis á los es-
tados de conciencia, considerados en sí mismos
y en sus relaciones mutuas; el punto de p a r t i d a
de la metafísica exige, de n u e s t r a ' p a r t e , una
i g n o r a n c i a absoluta de todo cuanto fuera de la
conciencia pudiera tener algún enlace ó analo-
gía conlos estados subjetivosysusrelacior.es» (1).
En el momento de e n t r a r Spencer en escena, el
idealismo está representado por los dos m a e s -
tros, H u m e y K a n t . El idealismo kantiano tiene
por base las formas mentales subjetivas, las
intuiciones del espacio y del tiempo; y el acto
de conocer implica aquí esencialmente un poder
de reacción del sujeto, p a r a a d a p t a r estas for-
mas subjetivas á las impresiones suministradas
en la sensación. H u m e , al contrario, no recono-

(1) Easayí, v o l . I I , p 400. M i l i v o r s u s H a m i l t o n . — T h e t e s t of t r u t h .


94 LOS ORÍGENES

cía en el espíritu, ni formas a priori, ni poder


activo de ninguna clase; el sujeto p e n s a n t e po-
see impresiones, y éstas se o r g a n i z a n en r a z ó n
de las semejanzas ó diferencias, de la prioridad
ó sucesión; sin que el espíritu h a g a por sí mismo
esta organización progresiva, que se efectúa de
un modo automático.
Nadie mejor que Spencer h a hecho ver l a
futilidad de las formas k a n t i a n a s del espacio y
del tiempo.
« La proposición, de donde deriva la doctrina
k a n t i a n a , de que toda sensación producida por
un objeto es d a d a en u n a intuición, que tiene por
forma el espacio, no es v e r d a d e r a . . . , dice Spen-
cer; no es v e r d a d que nos sea imposible imagi-
n a r y formar una representación de la no-exis-
tencia del espacio, a u n q u e con dificultad poda-
mos pensar que no se h a l l a contenido en él objeto
alguno.»
«En efecto, prosigue: el espacio que persiste,
después de h a b e r imaginado la desaparición de
todas las cosas, es el espacio en que estas cosas
e r a n imaginadas, el espacio ideal en que éstas
se representaban, y no es el espacio r e a l , en el
cual eran presentadas^El espacio que, en l a hi-
pótesis de K a n t , quedaría á la desaparición de
su contenido, es la forma de la reintuición, y no
la de la intuición. K a n t dice que la sensación (nó-
tese la p a l a b r a ) , producida por u n objeto, es la
m a t e r i a de la intuición, y que el espacio, en
donde percibimos esta m a t e r i a , es la forma de l a
intuición. P a r a probarlo, p a s a del espacio per-
D E L A PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 95

cibido cuando tenemos los ojos abiertos, y en el


que tiene lugar dicha intuición, al espacio cono-
cido después de c e r r a r los ojos, y en el cual tiene
lugar la reintuición ó la imaginación de las
cosas; y después de h a b e r sostenido que este
espacio ideal sobrevive á su contenido, y que
por lo mismo debe ser u n a forma, lo deja así, y
cree h a b e r demostrado que el espacio r e a l es
u n a forma, que puede sobrevivir á su contenido.
Pero no puede p r o b a r s e que el espacio r e a l per-
m a n e z c a , al desaparecer el contenido. El espa-
cio de que tenemos conciencia en una percepción
actual, lo es precisamente bajo la misma razón
que los objetos percibidos; ni unos ni otros pue-
den ser suprimidos de la conciencia.
«De suerte que, si el sobrevivir á su contenido
es el criterio que sirve p a r a reconocer «una
forma», el espacio en el cual son dadas las in-
tuiciones no es u n a forma. Con m a y o r facilidad
aún, podría h a c e r s e u n a crítica semejante de las
razones t r a í d a s , p a r a sostener que el tiempo es
u n a forma a priori de la intuición» (1).
Según Spencer, no son primordiales sino de-
r i v a d a s , las formas mentales del espacio y del
tiempo. L a única «forma» v e r d a d e r a , sea de la
intuición, del entendimiento ó de la r a z ó n , es la
conciencia de l a semejanza y desemejanza, co-
mún á todos los actos de la inteligencia, cuales-
quiera que éstos sean. «Las formas mentales de
tiempo y espacio son la B de nuestro alfabeto; la

(1) Principios de Fíicoloyia, t . I I , 7 . " p a r t e , c a p . I V , § 390.


96 LOS ORÍGENES

A que h a c e á B posible es la conciencia de la se-


mejanza y diferencia; y las C, D, E, F , e t c . , que
son las intuiciones y los conceptos presentados
y representados en el tiempo y en el espacio,
dependen directamente de esta conciencia de la
semejanza y desemejanza, ó de un modo indi-
recto, cuando las formas derivadas del espacio y
del tiempo se interponen en el espíritu» (1).
En la teoría k a n t i a n a , queda por lo menos
dudosa la n a t u r a l e z a de las formas mentales-
llamadas respectivamente, intuiciones, catego-
rías é ideas; y el hecho de que unas sean atri-
buidas á la sensibilidad, otras al entendimiento
y las últimas á la r a z ó n , permite suponer que
unas pertenecen al orden sensible y otras al
suprasensible. Pero en la doctrina de Spencer
no h a y lugar á la duda; aquí la forma primordial
de la semejanza y de l a desemejanza es «común
á todos los actos intelectivos, es decir, cognosci-
tivos, de cualquier género que sean»; por ma-
n e r a que .Spencer se da la mano con H u m e en el
modo de concebir el factor psicológico del cono-
cimiento, y con éste conviene en' reducir al
orden sensible todo elemento consciente, y en
identificarle con el fenómeno nervioso; p a r a el
uno como p a r a el otro, la psicología es n a d a más
que el reverso de la fisiología, y los dos, aspectos
distintos de u n a misma cosa.
H. Spencer está conforme con Hume en el
modo de apreciar la naturaleza de los fenómenos

(1) Ibid.
DB LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 97

d e conciencia; ¿pero conviene también con éste


e n creer exclusivamente e x p e r i m e n t a l el origen
d e los estados psíquicos? ¿No p a r e c e , al con-
t r a r i o , admitir con K a n t algún elemento trans-
c e n d e n t e , u n a forma a priori de semejanza y de
diversidad?
K a n t y Hume tienen razón, dice H. Spencer;
pero también los dos se equivocan. L a s for-
m a s elementales de la conciencia son a priori
p a r a el individuo, porque las recibe con su es-
tructura cerebral; pero son a posteriori p a r a la
raza, porque la estructura c e r e b r a l de los indi-
viduos actuales es debida á las experiencias de
los a n t e p a s a d o s y á u n a l a r g a evolución bioló-
gica (1).
El idealismo subjetivista y el empirismo sen-
sualista, ó, p a r a e m p l e a r los términos de Spen-
cer, la hipótesis t r a n s c e n d e n t a l y la hipótesis
experimental vienen así á reconciliarse sobre el
terreno de la evolución.

*
* *

¡La evolución! Esta p a l a b r a mágica, que t a n


i m p o r t a n t e p a p e l r e p r e s e n t a en el pensamien-
to moderno, es de Herbert Spencer. Desde el
ano 1852, es decir, siete años antes de a p a r e c e r el
Origen de las especies de C. D a r w i n , había conce-
bido el filósofo inglés «la hipótesis del desenvol-

( 1 ) E s t a d i s t i n c i ó n h a s i d o c l a r a m e n t e p u e s t a e n l u z p o r S . G. M i -
V A B T , Esaaya and criticismi, t. I I , p . 1 3 0 . — L o n d o n , J a m e s K . O s g o o d ,
M e . I l v a i n e a n d C ° , 1892.
98 LOS OKÍGEiNES

vimiento de los seres», según la cual, «debían


haberse producido las especies vegetales y ani-
males por modificaciones sucesivas y continuas,
debidas al cambio de circunstancias». L a o b r a
de D a r w i n h a consistido en buscar las c a u s a s
determinadas de las transformaciones específicas
de los organismos; y bien sabido es, que la c a u s a
de estas transformaciones, invocada por el sabio
n a t u r a l i s t a , fué la «selección n a t u r a l » . Expre-
sión poco feliz, escribe Spencer; porque «des-
pierta la idea de una operación consciente, é
implica por tanto la personificación t á c i t a del
conjunto de fuerzas que llamamos n a t u r a l e z a ;
esta p a l a b r a suscita v a g a m e n t e en el espíritu l a
idea de que la n a t u r a l e z a puede, á l a m a n e r a
del educador, elegir y cultivar u n a cualidad ó
propiedad d e t e r m i n a d a , lo cual no es v e r d a d
más que en ciertas condiciones. T r a e a d e m á s
consigo esta p a l a b r a la idea de elección, y su-
giere el pensamiento de que la n a t u r a l e z a está
en disposición de querer, ó no, o b r a r del modo
indicado. Por esta c a u s a , y á fin de e v i t a r q u e
se dé á tal expresión un sentido que yo consi-
dero falso, me h a parecido mejor emplear, en
los Principios de Biología, la expresión de super-
vivencia de los mejor adaptados» (1).

( 1 ) «Se h a r e c o n o c i d o , e s c r i b e H . S p e n c e r , q u e l a fórmula a b s t r a c t a ,
q u e e x p r e s a las t r a n s f o r m a c i o n e s de l o s s e r e s v i v i e n t e s , e x p r e s a i g u a l -
m e n t e la trasformación que se verificó y se h a c e por todas partes
en el u n i v e r s o ; de l a cual es u n e j e m p l o el s i s t e m a solar d e s d e s u
estado primitivo hasta el presente. L a transformación de la tierra
desde los tiempos p r i m i t i v o s , cuando comenzó á consolidarse la su-
p e r f i c i e , h a s t a la é p o c a a c t u a l , n o h a h e c h o m á s q u e c o n f o r m a r s e c o n
D E I.A P S I C O L O G Í A CONTEMPORÁNEA 99

Como quiera qué sea, la evolución orgánica,


y a se explique por la selección n a t u r a l , ó, em-
pleando u n a fórmula m á s g e n e r a l , por la a d a p -
tación á las condiciones, no es más que una fase
del proceso de la evolución s p e n c e r i a n a , «que
a b r a z a la totalidad del proceso cósmico, desde
la condensación de las nebulosas h a s t a los resul-
tados de la vida social de las naciones civili-
zadas» (1).
Salta á los ojos, desde luego, el c a r á c t e r me-
canicista de la evolución descrita por Spencer.
No solamente las diferentes especies orgánicas,
y los instintos animales, sino también las mani-

e s t a l e y g e n e r a l . P r e s i d e la t r a n s f o r m a c i ó n d e l o s s e r e s v i v i e n t e s ,
n o s ó l o en el d e s e n v o l v i m i e n t o p a r t i c u l a r de cada o r g a n i s m o , s i n o
t a m b i é n , y s e g ú n l a c o n c l u s i ó n p u e s t a a n t e r i o r m e n t e , e n el m u n d o
o r g á n i c o en general, considerado como un c o n j u n t o de especies. L o s
f e n ó m e n o s del espíritu, desde su forma la m á s rudimentaria en las
c r i a t u r a s i n f e r i o r e s h a s t a la q u e r e v i s t e e n e l h o m b r e , y t a m b i é n
d e s d e l a f o r m a h u m a n a la m á s i n f e r i o r h a s t a l a m á s e l e v a d a , s o n
otros tantos ejemplos de esta l e y g e n e r a l . E n c u é n t r a s e verificada
también en las etapas sucesivas del progreso social, que comienza
por un g r u p o de salvajes y t e r m i n a en la constitución de las nacio-
nes c i v i l i z a d a s . V e m o s , por último, manifestarse esta m i s m a l e y
g e n e r a l e n t o d o s l o s p r o d u c t o s d e l a v i d a s o c i a l , en e l l e n g u a j e , e n
las a r t e s é i n d u s t r i a s , en el d e s e n v o l v i m i e n t o d e la l i t e r a t u r a , en la
g é n e s i s de la ciencia...
>En r e s u m e n : la d o c t r i n a d e l a e v o l u c i ó n t i e n e p o r o b j e t o l a t o t a l i -
dad del procoso c ó s m i c o , desde la c o n d e n s a c i ó n de las n e b u l o s a s
h a s t a la t r a n s f o r m a c i ó n d e l a s i m á g e n e s fijadas p o r l a p i n t u r a e n l e n -
guaje escrito, ó la formación de los dialectos; por último, y c o m o
c o n c l u s i ó n general, la doctrina de la e v o l u c i ó n demuestra que todas
l a s t r a n s f o r m a c i o n e s p e q u e ñ a s en su v a r i e d a d infinita s o n otras t a n t a s
partes de una v a s t a transformación, r e v e l a n d o siempre la m i s m a l e y y
la m i s m a causa, á saber, que la energía infinita y eterna se manifiesta
por t o d a s partes por m o d o s s i e m p r e d i f e r e n t e s en s u s r e s u l t a d o s ,
p e r o c o n s t a n t e m e n t e s e m e j a n t e s e n p r i n c i p i o . » — L e principe de l'évo-
lution, e d i c . f r a n c , p á g . 25-26.
(!) Le principe de Vévolution. R e s p u e s t a á L o r d S a l i s b u r y , p á g . 15.
P a r í s , G u i l l a u m i n , 1895.
100 LOS ORÍGENES

testaciones más elevadas de la vida del hombre,


son otros tantos grados transitorios del desenvol-
vimiento indefinido de las fuerzas, cósmicas;
que se agitaban y chocaban unas con otras en
forma de elementos, h a c e algunos millones de
siglos, en el seno de las nebulosas primitivas. Y
este desenvolvimiento independiente de toda
finalidad interna es un resultado fatal de ante-
cedentes, cuyas solas «circunstancias», es de-
cir, el acaso, determinan todo el ser y obrar de
las cosas.
E s t a b a reservado á esta evolución m e c á n i c a
de Spencer, el conciliar las dos hipótesis opues-
t a s , la experimental de Hume y la transcenden-
t a l de K a n t , a c e r c a del origen de los primeros
datos de la conciencia. Hume había concebido
las «impresiones» y K a n t los «fenómenos pasivos
de la sensibilidad», como datos iniciales someti-
dos á la elaboración intelectual; pero ni uno ni
otro se h a b í a n preocupado, de un modo especial,
de decirnos el origen de estos materiales, que
habían tomado como b a s e de su teoría ideoló-
gica.
Menos exclusivista Spencer que Hume en el
uso del procedimiento introspectivo, y que K a n t
en el empleo de la deducción, y m á s amigo que
ambos de observar la n a t u r a l e z a , se preocupa
a n t e todo de buscar el origen de los elementos ob-
jetivos presentes á la conciencia,y le e n c u e n t r a
en las fases anteriores de la evolución cósmica.
Admite que el espíritu humano no es en su ori-
gen u n a t a b l a r a s a , puesto que c a d a individuo
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 101

hereda las experiencias a c u m u l a d a s de sus ante-


pasados; y en este sentido reconoce p a r t e de
v e r d a d en la doctrina de las formas a priori del
idealismo k a n t i a n o ; pero las disposiciones c e r e -
brales que el individuo posee al n a c e r , son un
legado de experiencias p a s a d a s , pues que en la
inteligencia de la raza n a d a h a y que no le
v e n g a de la experiencia; y en este otro sentido,
Spencer combate el apriorismo del filósofo ale-
m á n (1). Tampoco es exacto, dice el mismo Spen-
cer, que el espíritu humano no se halle orientado
desde su origen h a c i a ninguna asociación deter-
m i n a d a de sus estados de conciencia, como opi-
n a b a Hume, y en este punto tiene K a n t r a z ó n ,
cuando se opone á h a c e r del a l m a u n a p u r a
receptividad; pero, de otra p a r t e , las leyes que
presiden la organización de los datos elementa-
les de la conciencia, son el resultado de obser-
vaciones acumuladas en el pasado; y en este
sentido, también Hume está en lo cierto, cuando
no h a c e del a l m a un principio activo distinto de
las impresiones, q u e r e v e l a n nuestros estados
de conciencia.
H. Spencer no h a c e , pues, á «la hipótesis
transcendental» m á s que una concesión proviso-
ria, m á s a p a r e n t e que r e a l ; y su ideología es en
el fondo la de Hume. El filósofo escocés toma las
«impresiones» de la conciencia como punto de
p a r t i d a , y H. Spencer coloca los orígenes de las
mismas en los factores de la evolución cósmica;

(1) Principios de Psicología, §§ 208, 332.


102 LOS ORÍGENES

pero, p a r a el discípulo como p a r a el maestro, los


estados de conciencia, considerados en sí mis-
mos y en los individuos actuales, son los fenó-
menos nerviosos, susceptibles de asociarse y or-
ganizarse; siendo así el espíritu h u m a n o n a d a
m á s que el resultado de esta organización pro-
gresiva (1).
C l a r a m e n t e se v e por si análisis precedente,
que la ideología de Spencer no es esencialmente
distinta de la «hipótesis experimental de H u m e » .
¿Cuál es, ahora, la solución dada por él al pro-
b l e m a criteriológico; y q u é valor concede á las
informaciones de la conciencia?

*
* *

L a cuestión que a h o r a nos toca aclarar,, pue-


de formularse en estas dos preguntas: ¿cuál es,
según Spencer, el valor objetivo de nuestros es-
tados ó fenómenos de conciencia, y cuál el de
las relaciones en que éstos se asocian y or-
ganizan?
Cuando t r a t a m o s de enunciar una proposi-
ción, dice él, los dos términos e x p r e s a n dos esta-
dos de conciencia, y la proposición no tiene m á s
objeto que unirlos ó separarlos. Lo primero que

'1) « A u n q u e n o s s e a i m p o s i b l e , d i c e S p e n c e r , p o r a h o r a , d e m o s t r a r
que el acto consciente y el fenómeno n e n ioso s o n las caras ó aspec-
t o s interno y e x t e r n o de un m i s m o fenómeno; esta h i p ó t e s i s se con-
forma, sin e m b a r g o , con los h e c h o s observados; y c o m o h a s i d o m o s -
t r a d o e n o t r a p o r t e (Primeros principios, § 40), n o h a y o t r a p r u e b a
posible que la que resulta del acorde c o m p l e t o ' e n t r e las experien-
cias.» Principios de Psicología, § 51.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA. 103

aquí debe buscarse es, saber de qué n a t u r a l e z a


es el enlace establecido por la proposición. Pon-
gamos como ejemplo las siguientes proposicio-
nes: El pájaro era negro.—El hielo estaba calien-
te.—La presión de un cuerpo se ejerce en el espa-
cio.—El movimiento supone algo que se mueve.
Me es fácil asociar el atributo negro al sujeto
ó al grupo de atributos que designan el pájaro,
y me es también facilísimo s e p a r a r dicho atri-
buto del grupo de notas ó determinaciones que
el pájaro despierta en mi conciencia; b a s t a r í a ,
en efecto, que se me dijera: «el pájaro era nece-
sariamente negro», p a r a que la frase suscitara
i n m e d i a t a m e n t e en mi conciencia las imágenes
de un pájaro, v . g r . , v e r d e ó amarillo. L a co-
nexión, pues, entre los estados de conciencia
expresados por el sujeto y el atributo, no es en
este primer caso, indisoluble.
En la proposición «el hielo está caliente», me
es difícil, y h a s t a me p a r e c e imposible asociar
al grupo representado por el sujeto hielo el atri-
buto caliente; t a n fuertemente está ligada l a
sensación de frío á la percepción del hielo, que
resultan al principio inútiles todos los esfuerzos
p a r a s e p a r a r los dos términos hielo y frío; sin
e m b a r g o , cuando, dando libertad á mi imagina-
ción, me represento una t e m p e r a t u r a en la con-
gelación del a g u a , superior á la t e m p e r a t u r a de
la s a n g r e en el organismo, puedo llegar á rom-
per la asociación de los estados de conciencia
expresados por las p a l a b r a s hielo y frío, y á
reemplazarlos por la asociación de hielo y calien-
104 LOS ORÍGENES

te. De donde se sigue, que la imposibilidad de


pensar en el hielo caliente, era r e a l al principio,
pero no absoluta.
Lo contrario que en las anteriores, sucede
en las dos últimas proposiciones: «la presión de
un cuerpo se ejerce en el espacio», y «el movi-
miento supone algo que se mueve»; la necesidad
que en éstas e x p e r i m e n t a el espíritu de unir el
predicado y el sujeto, es absoluta; p r u e b a de ello
es, que todo esfuerzo p a r a romper la asociación
de los estados de conciencia, representados por
los términos de estas dos proposiciones, sería
completamente inútil. L a contradictoria de estas
proposiciones no puede concebirse.
A h o r a bien, dice Spencer, una proposición es
c i e r t a , cuando el e n l a c e - e n t r e los estados de
conciencia expresados por los dos términos, es
indisoluble. El medio de cerciorarse de su indi-
solubilidad consiste en h a c e r esfuerzos por rom-
per esta unión r e p r e s e n t a d a en la conciencia, y
sustituirla por su contradictoria; la esterilidad
de estos esfuerzos es la piedra de toque de l a
c e r t i d u m b r e : Luego, concluye Spencer, el crite-
rio de la v e r d a d de una proposición consiste en
que su contradictoria sea inconcebible.
F r e c u e n t e m e n t e suele decirse que el criterio
de la certeza, en H. Spencer, es p u r a m e n t e sub-
jetivo. H a y , efectivamente, en los Principios de
psicología, m á s de u n a p á g i n a que p a r e c e n jus-
tificar este juicio; pero están evidentemente en
desacuerdo con ^el último pensamiento del filó-
sofo inglés. En la contestación á S t u a r t Mili, h a
DH¡ L A P S I C O L O G Í A CONTEMPORÁNEA 105

formulado con más exactitud y claridad su sis-


t e m a criteriológico; r e c h a z a en ella abierta-
t a m e n t e el subjetivismo, y declara en términos
precisos que la inconcebibilidad de la contradic-
toria, no es p a r a él la expresión de una impo-
tencia exclusivamente subjetiva, sino el resul-
tado de la experiencia.
Concibo, dice, sin dificultad, y creo sin esfuer-
zo, que tal pájaro es negro, y que t a l otro es
amarillo; porque la experiencia me ha hecho
ver unas veces pájaros negros, y o t r a s veces
amarillos. En cuanto á la proposición el «hielo
está caliente», no la tengo por inconcebible,
puesto que encuentro en la experiencia medios
de i m a g i n a r la congelación del agua á u n a tem-
p e r a t u r a superior á la de mi organismo; pero
llamo á esta proposición increíble, por hallarse
en oposición con la experiencia habitual, y ne-
cesita, á causa de esto, un esfuerzo de espíritu
extraordinario p a r a ser concebida. Al contrario,
esta otra proposición: «uno de los lados de un
triángulo es igual á la suma de los otros dos», no
solamente es «increíble», sino también inconce-
bible. Respecto á la inconcebibilidad de esta
proposición, no tiene otra r a z ó n de ser, que su
desacuerdo con todas nuestras observaciones
personales y con los resultados uniformes y per-
m a n e n t e s , depositados por las experiencias del
pasado en nuestra organización cerebral.
Y si, con Stuart Mili, se le a r g u y e diciendo,
por ejemplo, que los antiguos griegos t e n í a n por
inconcebible la existencia de los a n t í p o d a s ,
106 LOS ORÍGENES

mientras que nosotros l a concebimos y admiti-


mos, Spencer contesta que la inconcebibilidad
de l a c o n t r a d i c t o r i a no e s u n a r e g l a c r í t i c a a b -
s o l u t a , ni un j u i c i o sin a p e l a c i ó n . Sólo a q u é l p o -
d r á j u z g a r e n e s t a a p e l a c i ó n , y en j u i c i o defini-
t i v o , q u e s e p a l e e r e n su c o n c i e n c i a , y r e d u c i r á
s u s m á s s i m p l e s e l e m e n t o s los d a t o s c o n t e n i d o s
en e l l a (1). E n e s t a s c o n d i c i o n e s , l a t e o r í a c r í t i c a
de S p e n c e r s e a p r o x i m a á l a tesis c l á s i c a d e l a
evidencia objetiva de la verdad.
No h a y d u d a d e q u e l a e x p e r i e n c i a s e n s i b l e
no e n c i e r r a e l l a s o l a t o d a m a n i f e s t a c i ó n d e l a
v e r d a d ; e n l a c u e s t i ó n ideológica del origen d e
nuestros estados de conciencia, h a y u n a distan-
c i a m u y g r a n d e e n t r e n o s o t r o s y el p s i c ó l o g o in-
g l é s ; p e r o c u a n d o l a cuestión s e c o l o c a e n el te-
r r e n o c r i t e r i o l ó g i c o , y n o s p r e g u n t a m o s c o n él,
c u á l s e a el v a l o r del e n l a c e e n t r e n u e s t r o s e s t a -
dos d e c o n c i e n c i a , n u e s t r a r e s p u e s t a , d e l a q u e
no difiere e s e n c i a l m e n t e l a t e o r í a s p e n c e r i a n a ,
p u e d e r e s u m i r s e en estos t é r m i n o s : L o s d a t o s d e
l a c o n c i e n c i a , si son c o m p l e j o s , deben r e d u c i r s e
á s u s e l e m e n t o s ; c u a n d o éstos s o n d e u n a s i m -
p l i c i d a d a b s o l u t a , b a s t a p o n e r unos e n p r e s e n -

cu « C u a n d o S. M i l i r e c u s a l a p i e d r a d e t o q u e d e l a n e c e s i d a d c o m o
g a r a n t í a d e la v e r d a d , so p r e t e x t o dé q u e lo q u e e s necesario para a n o
no l o es para otro, se olvida d e que n o todo el mundo tiene el poder d e
i n t r o s p e c c i ó n n e c e s a r i a para apreciar en cada caso particular l o q u e
a t e s t i g u a la conciencia; y de h e c h o , la m a y o r parte d e l o s h o m b r e s
n o se halla en condiciones de interpretar los datos de la conciencia
m á s que en sus manifestaciones las m á s simples, y aun aquellos que
p u e d e n h a c e r l o , s e e x p o n e n á t o m a r , c u a n d o n o s e r e f l e x i o n a l o sufi-
ciente, por datos de la conciencia, lo que después de un examen m á s
a t e n t o s e v e q u e é s t a n o c o n t i e n e . » — E s s a y s , t o m o I I , p á g . 392.
B E L A PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 107

cía de otros p a r a v e r surgir entre ellos relacio-


nes contingentes ó necesarias; la manifestación
evidente de u n a relación de identidad ó de no
identidad entre dos datos elementales de la con-
ciencia, es decir, entre dos conceptos irreducti-
bles: t a l es el motivo último de la ciencia cier-
t a , tal es la regla directriz s u p r e m a de la certi-
dumbre.
H. Spencer no es, pues, subjetivista. El en-
lace establecido entre los estados de conciencia,
representados por los términos de la proposición,
se a p o y a objetivamente sobre la experiencia.
Queda a ú n por s a b e r , cuál es en la crítica
spenceriana el valor de los términos enlazados
en la proposición; ó más c l a r a m e n t e , si los datos
elementales de la conciencia son estados p u r a -
m e n t e subjetivos ó tienen valor real; y en el úl-
timo caso, si esta realidad es fenoménica n a d a
m á s , ó también nouménica. L a contestación de
Spencer á estos problemas se resume en lo que
él l l a m a «el realismo transformado», especie de
teoría híbrida en que se e n c u e n t r a n , sin poder
formar un cuerpo de doctrina, el idealismo, el
monismo y el positivismo mecanicista.
¿En qué consiste este «realismo transforma-
do»? No obstante su tesis inicial, según la cual
nuestros estados de conciencia «no son más que
afecciones subjetivas» (1), H. Spencer profesa el
realismo, y t r a t a de probarle negativa y positiva-
mente.

(1) Prlnc. de Psic, %% 86 y 87.


108 LOS ORÍGENES

L a prueba negativa reside principalmente e n


un argumento, que Spencer l l a m a «argumentó
de prioridad». Aun dado el supuesto—dice él—
de que el realismo no estuviera suficientemente
demostrado, debería preferirse al idealismo, por
ser imposible formular, y afortiori demostrar, el
idealismo, sin que á cada caso se presuponga el
realismo, y h a y a necesidad de buscar apoyo en
él; de aquí que las supuestas probabilidades de
error en el realismo se e n c u e n t r a n también, pero
centuplicadas, en la concepción idealista (1).
A ñ á d a s e á esto la m a y o r «sencillez» y «clari-
dad» de la teoría realista sobre la antirealista,

( r Inténtese—dice S p e n c e r - o p o n e r al realismo del h o m b r e vul-


g a r la concepción idealista de la naturaleza, y será imposible no su-
poner la tesis realista que se trata de combatir. «Decid, por ejemplo,
á u n h o m b r e d e l c a m p o q u e el s o n i d o d e l a c a m p a n a d e s u p u e b l o
e x i s t e en él m i s m o , y que si no hubiera criaturas d o t a d a s de s e n s i b i -
lidad, no habría sonido n i n g u n o . Cuando h a y a salido de su asombro,
procurad hacerle comprender esta verdad que os parece tan clara.
E x p l i c a d l e cómo las v i b r a c i o n e s de la campana son comunicadas al
aire, q u e las transporta en forma de ondulaciones ó pulsaciones, cómo
estas pulsaciones hieren s u c e s i v a m e n t e la m e m b r a n a de su oido y la
h a c e n v i b r a r ; h a c e d l e , e n fin, v e r c ó m o l o q u e e n l a a t m ó s f e r a e s m o -
v i m i e n t o m e c á n i c o , l l e g a en él á ser la s e n s a c i ó n del s o n i d o , que t i e n e
variedad de grados y m a t i c e s como los m o v i m i e n t o s de que procede.
• P r e g u n t a o s d e s p u é s á v o s m i s i n o lo q u e l e h a b é i s d i c h o c u a n d o l e
h a b l a b a i s d e la c a m p a n a , d e l a i r e , d e l o s m o v i m i e n t o s m e c á n i c o s ; ¿en-
t e n d é i s l a s ideas q u e é l t i e n e d e e s t o s o b j e t o s ? E n c a s o a f i r m a t i v o , s u -
ponéis que poseía él y a los conceptos que tratáis de hacerle compren-
der, lo cual es una s u p o s i c i ó n absurda. E n caso n e g a t i v o , por campa-
n a , a i r e y m o v i m i e n t o s e n t e n d é i s lo m i s m o q u e é l e n t i e n d e ; e s d e c i r ,
verdaderas e x i s t e n c i a s reales y o b j e t i v a s , y os será i m p o s i b l e suponer
que, lo q u e él c o n o c í a c o m o sonido, e x i s t e s u b j e t i v a m e n t e en él, y
nada más q u e en él, sin suponer á la v e z c o n él m i s m o las realidades
o b j e t i v a s que queréis negar. I m p o s i b l e , pues, h a c e r l e v e r q u e él
no conoce m á s que sus sensaciones, sin suponer a n t e s la c o n c i e n c i a
de todas las realidades y de todos los cambios que son causa de estas
s e n s a c i o n e s . » — I b i d . , % 404
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 109

por io que también debe aquélla preferirse á


ésta(l).
L a prueba positiva es doble, y se funda á la
vez en el análisis de la conciencia y en el de la
realidad. El objeto de todo acto de conciencia
a p a r e c e en condiciones limitadas; luego h a y u n a
realidad más u n i v e r s a l , de la cual es una p a r t e
limitada el objeto presente en un momento dado
á la conciencia; luego la posibilidad de la con-
ciencia es por sí sola una demostración de que
h a y una realidad absoluta. La conciencia del
yo, a d e m á s , está acondicionada por la del no
yo, y r e c í p r o c a m e n t e , la conciencia del no yo
está acondicionada por la del yo. Pero lo abso-
luto es incondicional; luego h a y por encima del
yo y del no yo, una realidad absoluta. Por últi-
mo, la ciencia h a establecido que, á t r a v é s de
los fenómenos físicos y químicos de la n a t u r a l e -
za, la energía p e r m a n e c e constante; luego la
energía es l a única realidad v e r d a d e r a , de la
cual son expresiones fenoménicas los cambios
físico-químicos.
Por todas estas razones, concluye el filósofo
inglés, que «el postulado, inevitablemente conte-
nido en todos los razonamientos que demuestran
la relatividad de las sensaciones, es que existen
fuera de la conciencia condiciones por las que se
manifiestan los objetos, simbolizadas en las rela-
ciones que nosotros concebimos» (2).

(1) Ibid ', § § 4 0 7 - 4 1 2 .


(2) Ibid., S 472.
110 LOS ORÍGENES

Pero el realismo de Spencer no se p a r e c e ,


desde luego, a l «realismo vulgar y grosero del
niño ó del salvaje», que no solamente cree en la
existencia de una realidad opuesta al pensa-
miento, sino que se figura candorosamente co-
nocer también las cosas de la n a t u r a l e z a , tales
como son. E n t r e uno y otro realismo h a y u n a
distancia inmensa. «La conciencia, dice, no
tiene semejanza alguna con las cosas exterio-
res, con las cuales se halla en relación, ni h a y
que p e n s a r en aproximación de ninguna clase.»
«De que u n a existencia objetiva cualquiera, ma-
nifestada en determinadas condiciones, cuales-
quiera también que éstas sean, a p a r e z c a y sea
como una necesidad final del pensamiento, no
se sigue de aquí en modo alguno, que esta exis-
tencia y estas condiciones sean p a r a nosotros
n a d a más que los correlativos desconocidos de
nuestras sensaciones, y de las relaciones que las
enlazan. El realismo que subscribimos, afirma la
existencia del objeto, como s e p a r a d a é indepen-
diente de la existencia del sujeto; pero no
afirma que los modos de la existencias objetiva
ni las conexiones que unen estos modos sean
objetivamente tales como a p a r e c e n . Así enten-
dido nuestro realismo, en n a d a se asemeja al
v u l g a r ; y con el fin de h a c e r r e s a l t a r esta dife-
r e n c i a , nos h a parecido bien denominarle r e a -
lismo transformado» (1).
Un ejemplo de analogía podrá a c l a r a r esta

(1) Ibid., §« 2 .
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 111

doctrina a b s t r a c t a , p a r a lo cual b a s t a r á con re-


cordar la teoría de la perspectiva. Al dirigir la
vista á t r a v é s de una v e n t a n a sobre un objeto
cualquiera, sea, por ejemplo, un cofre expuesto á
la luz solar, es fácil, teniendo la mirada fija en
el objeto, s e ñ a l a r en el cristal de la v e n t a n a
puntos de t a l m a n e r a dispuestos, que c a d a uno
de ellos corresponda á un ángulo del cofre, y
unir después estos puntos por líneas de modo
que c a d a una corresponda á uno de los bordes
de este mismo cofre. U n a vez hecho esto, resulta
en la superficie del cristal u n a imagen lineal del
cofre—lo que se dice una imagen en perspecti-
v a , — u n a representación de su forma, no al modo
como aquél es concebido, sino tal como es visto
en la realidad. Si a h o r a se considera la relación
entre la figura y el objeto, encontramos que di-
fieren por muchas razones; el uno ocupa un es-
pacio de tres dimensiones y el otro solamente de
dos; las relaciones entre las líneas del uno, no
son las mismas que existen entre las del otro;
las direcciones en el espacio de las líneas repre-
sentativas, son e n t e r a m e n t e distintas de las di-
recciones de las líneas reales; los ángulos en que
se unen unas con otras son en los dos objetos
también distintos, y así de lo demás. Sin em-
b a r g o de esto, están de t a l modo unidas la re-
presentación y la realidad, que dados el objeto,
las condiciones de la visual y el plano interme-
diario del cristal, no es posible otra figura dis-
tinta; y toda modificación de posición ó distan-
cia, que pudiera afectar al objeto, se traduciría
112 LOS ORÍGENES

fatalmente en u n a correspondiente modificación


de la figura en el cristal. H a y aquí por consi-
guiente un caso de simbolización tal, que, no obs-
t a n t e la diferencia esencial entre la cosa y el
símbolo, a p a r e c e siempre una correspondencia
e x a c t a , aunque indirecta, entre las relaciones
variables producidas en los elementos del uno,
y las relaciones variables que resultan en los
elementos del otro (1).
Estamos, pues, invenciblemente obligados á
creer en la existencia de una cierta realidad ob-
jetiva, que se nos manifiesta en ciertas condicio-
nes, pero á la vez somos condenados á i g n o r a r
la n a t u r a l e z a de esta realidad mal definida. T a l
es la conclusión de la Psicología; y las induccio-
nes que ésta autoriza, no v a n más lejos.
Queda todavía por resolver un problema
fundamental. Si ignoramos la n a t u r a l e z a de la
realidad objetiva, ¿de dónde procede nuestra ig-
norancia? ¿Viene de la n a t u r a l e z a de la cosa
conocida, ó de la del sujeto que la conoce, ó de
u n a y otra á la vez? L a cuestión, de este modo
propuesta, es en el fondo la que h a llegado á ser,
después de K a n t , el problema esencial de la me-
tafísica, esto es, la determinación de los límites
de la inteligencia h u m a n a .
K a n t h a t r a t a d o de resolverle estudiando la
n a t u r a l e z a de la razón en sí misma; H. Spencer,
m á s avisado, somete al análisis, no la facultad
de conocer, sino sus actos, es decir, nuestros co-

l) Princ. de Peic, § 473.


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 113

nocimientos. El análisis de K a n t dio como resul-


tado la incognoscibilidad de los «noúmenos»; y
H. Spencer concluye, inductiva y deductiva-
mente, en\la existencia de un no yo nouménico,
y á la vez en la incognoscibilidad de la n a t u r a -
leza distintiva del noúmeno ó de los noúmenos
que le componen.
Hemos seguido h a s t a aquí al filósofo inglés
en los análisis inductivos de sus Principios de
Psicología; sigámosle t a m b i é n en su o b r a deduc-
tiva de los Primeros principios.

*
* *
En los Primeros principios se propone H .
Spencer h a c e r un e x a m e n profundo de las no-
ciones primordiales de la religión, d é l a ciencia,
de la conciencia, e t c . , y buscar después su con-
ciliación.
En el momento de e n t r a r en escena H. Spen-
cer, el idealismo, llamémosle así, domina en el
terreno de la psicología y de la metafísica. Pa-
recía y a definitivamente resuelto, después de
los trabajos de H u m e , que el espíritu h u m a n o
debía q u e d a r enmurallado en el recinto de su
conciencia; y , después de Kant, que m á s allá
del fenómeno todo es necesariamente incognos-
cible.
En la filosofía de la n a t u r a l e z a había adqui-
rido u n dominio absoluto la teoría mecanicista.
Proscritas las c a u s a s finales, q u e d a b a n reduci-
dos á modos de movimiento todos los hechos de
8
114 LOS ORÍGENES

orden físico, químico, biológico y h a s t a psicoló-


gico; el universo no e r a más que un conjunto de
fuerzas mecánicas transformables unas en otras,
sin aumento ni disminución; la c u a n t i d a d total
de la m a t e r i a y de la energía e r a considerada
invariable.
Es, sin e m b a r g o , muy difícil no creer en
la existencia independiente de la realidad; así
que Spencer se encargó de demostrarla en sus
Primeros principios; el idealismo no puede ser
enunciado, ni sobre todo demostrado, sin que
ge presuponga el realismo; la misma concien-
c i a , por otra p a r t e , no resignándose á q u e d a r
e n c e r r a d a dentro de sí misma, rompe en sus
propias afirmaciones los muros que se pretende
imponerla; el sentimiento del yo a c u s a invenci-
blemente la realidad del no y o .
T a n difícil como esto es que la h u m a n i d a d
prescinda de lo absoluto. Todas las r a z a s y
todos los pueblos h a n tenido fe, y la tienen hoy,
en su existencia. L a s religiones, que un antropo-
logista de primer orden, de Quatrefages, consi-
d e r a b a como un c a r á c t e r distintivo de la especie
h u m a n a , h a s t a el punto de n e g a r la existencia
histórica y prehistórica de un pueblo sin reli-
gión, viven de lo absoluto. ¿Es creíble q u e no
h a y a en las religiones un fondo de verdad?
Ahora bien: si h a y razón de presumir ó de creer
que las aspiraciones religiosas no son v a n a s ,
el conflicto entré las creencias religiosas de la
h u m a n i d a d y la metafísica idealista, es mani-
fiesto. No es posible, por o t r a p a r t e , descansar
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 115

on u n a abstención escéptica y sistemática, á la


vista de una t a n evidente oposición y tan ge-
neral; sentimos en el corazón una necesidad de
a r m o n í a y de unidad demasiado fuerte é impe-
riosa, p a r a p e r m a n e c e r espectadores impasibles
de semejante desorden. H a y aquí, pues, un pri-
m e r conflicto, que la filosofía está l l a m a d a á
resolver.
Hé aquí el segundo: el mecanicismo se pre-
senta adornado con ropaje científico, como la
única interpretación plausible de la ciencia. Pero
es bien difícil suprimir los aspectos cualitativos
de la n a t u r a l e z a , p a r a reducirla toda á cuanti-
dades; es imposible identificar la conciencia
con el fenómeno nervioso; porque, aun en el su-
puesto de que nos fuera dable reconocer en la
conciencia y en el fenómeno nervioso dos aspec-
tos distintos de un mismo hecho, faltaría expli-
c a r cómo y por qué ciertos hechos materiales
tienen solamente, e n t r e tantísimos otros, el pri-
vilegio de p r e s e n t a r este doble aspecto.
L a solución de este doble conflicto ha de bus
c a r s e en el análisis profundo de las nociones
fundamentales del espíritu h u m a n o : nocioues
religiosas; nociones de la ciencia, ó más bien del
mecanicismo considerado como concepción cien-
tífica de la naturaleza; nociones de filosofía, ó
m á s bien de idealismo, es decir, del conocimien-
to según la interpretación idealista.
L a s religiones suscitan en el espíritu estos dos
problemas: ¿Qué es el universo? y ¿cuál es su
origen?
116 LOS ORÍGENES

Sobre la cuestión del origen del universo, se


p r e s e n t a n tres hipótesis posibles: el ateísmo, que
concibe el mundo como existiendo por sí mismo;
el panteísmo, según el cual, el mundo se h a c e
p a s a r á sí mismo de la potencia al acto; y el
teísmo, que profesa la creación del universo
por un a g e n t e exterior. Ahora bien, estas tres
hipótesis son inconcebibles. Todas ellas, en
efecto, terminan, más t a r d e ó más t e m p r a n o ,
abierta y c l a r a m e n t e ó de un modo indirecto é
implícito, eu la afirmación de un ser existente
por sí mismo, de u n a «existencia autónoma».
Pero una «existencia independiente» no pudo
tener principio, y la duración sin límites es in-
concebible; luego, el problema del origen del
universo conduce irremediablemente al espíritu
á afirmaciones verbales inconcebibles.
L a cuestión de la n a t u r a l e z a de la Causa Pri-
m e r a del universo, es también un callejón sin
salida. Nos vemos obligados á concluir en l a
existencia de una causa p r i m e r a del universo; y
esta causa p r i m e r a no puede ser o t r a que un in-
finito ó un absoluto. Pero las nociones de c a u s a ,
de infinito y de absoluto son incompatibles. Lue-
go, nuestras ideas sobre la n a t u r a l e z a del uni-
verso, así como las relativas á su origen, son
contradictorias, y , por tanto, las proposiciones
e n c e r r a d a s en las creencias religiosas no tienen
sentido alguno representable por el pensamiento.
L a sola conclusión a b s t r a c t a que a p a r e c e en
el fondo de todos nuestros estudios sobre l a
causa primera, como en el fondo de todas las
D E LA PSICOLOGÍA C O N T E M P O R Á N E A 117

creencias, politeístas, monoteístas, panteístas y


a t e a s , es que el universo manifiesta la exis-
tencia de un poder absolutamente insondable.
L a s teologías científicas están acordes también
con esta conclusión: Dios es incomprensible.
Las nociones fundamentales de la ciencia,
consideradas desde el punto de vista mecani-
cista, son las de espacio, de tiempo, de movi-
miento y de traslación del movimiento, de fuerza
y de modo de acción de las fuerzas; y desde el
punto de vista del idealismo, son estas nociones
de sensación y de un sujeto consciente de la sen-
sación. Creemos invenciblemente en las nociones
del espacio y del tiempo; pero cuando reflexiona-
mos sobre lo que pensamos saber de ellas, nos
encontramos enfrente de lo incomprensible. Res-
pecto de la materia, y a se acepte la explicación
que h a c e de ella un agregado de elementos, ó de
centros de fuerza, como pensaba Boscovich,
una y otra son igualmente inconcebibles. Cuanto
al movimiento y á sus transformaciones, á la
fuerza considerada en sí misma y en sus modos
de acción,, por todas p a r t e s y siempre se nos p r e -
sentan envueltos en afirmaciones inconcebibles
y contradictorias. ,
No se ve m a y o r luz en las nociones implica-
das en la conciencia del yo. Los estados de concien-
cia se ordenan en una serie de hechos y cambios
sucesivos; esta serie podrá ser, y no cabe medio,
finita ó infinita, pero ninguna de estas dos hipó-
tesis está e x e n t a de contradicción. De u n a p a r t e ,
la conciencia implica un yo consciente; é inútil-
118 LOS ORÍGENfllS

mente se empeña el fenomenista en reducir


el yo á un agregado de impresiones; no tiene
más remedio que confesar sinceramente que
los m i r a como suyos. De otra, resulta que la
conciencia de .s-í es imposible, porque la con-
ciencia supone n e c e s a r i a m e n t e dos términos,
un sujeto y un objeto; y la conciencia de sí su-
pondrá que el sujeto y el objeto son uno mismo;
luego la conciencia de sí es imposible.
En conclusión: sea que analicemos nuestros
conocimientos relativos á la n a t u r a l e z a exterior,
tal como nos la p r e s e n t a la mecánica, sea que
tratemos de escudriñar nuestros estados de con-
ciencia, las cosas y el yo, todo a p a r e c e igual-
m e n t e envuelto en la obscuridad de lo inconce-
bible y de lo contradictorio. E s t a m o s , pues,
imposibilitados p a r a conocer n a d a fuera de los
fenómenos de la experiencia.
L a s leyes de la inteligencia nos l l e v a n á la
misma conclusión. En efecto, el ejercicio del
pensamiento está sometido á las leyes de la rela-
ción, de la diferencia y de la semejanza; conocer
u n a cosa es percibirla en relación con la c o n -
ciencia, distinguirla de las demás cosas, y redu-
cirla á otras más simples y de la misma n a t u r a -
leza. Ahora bien: el conocimiento d é l o absoluto
y de lo infinito excluye estas tres condiciones;
luego, lo absoluto y lo infinito no pueden c a e r
bajo el dominio del pensamiento; luego son in-
cognoscibles. •
DH LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 119

L a s conclusiones establecidas por H. Spencer


en sus Primeros principios pueden resumirse en
lo siguiente: L a s nociones de causa p r i m e r a ,
absoluta, infinita, que se h a l l a n en el fondo de
todas las religiones, son incompatibles ó contra-
dictorias. L a s nociones de tiempo, de espacio,
de m a t e r i a , de movimiento, de fuerza, que for-
m a n la base de la ciencia del universo, desde el
punto de vista mecanicista, son inconcebibles 6
contradictorias. L a s nociones de estados de con-
ciencia y de la conciencia misma, que consti-
tuyen el fundamento de toda psicología, son
también inconcebibles y contradictorias. Por
último, p a r a ser concebible un objeto, ha de
reunir estas tres condiciones del pensamiento:
debe ser relativo, diferente de otros objetos, seme-
jante á otros objetos; en dos p a l a b r a s : h a de s e r
relativo y limitado; que es la l l a m a d a ley de re-
latividad del pensamiento humano.
Pero entonces, ¿á qué queda reducido lo abso-
luto y lo infinito? ¿Designan acaso estas p a l a b r a s
otra cosa que u n a p u r a y simple negación, la
negación de lo concebible, según lo afirmaba
Hamilton? Considerada desde el punto de vista-
estrictamente lógico, contesta Spencer, esta con-
clusión sería inevitable. Pero las leyes de la
lógica, conciernen sólo á los objetos del pensa-
miento, de los cuales poseemos u n a conciencia
definida; y h a y en cambio, otros pensamien-
tos incompletos, que n u n c a podrán completarse,,
y de los cuales tenemos u n a conciencia indefi-
nida, los cuales no son menos reales que los a n -
120 LOS ORÍGENES

•tenores,.en-el sentido de constituir tendencias


y afecciones normales é indeclinables de la inte-
ligencia. Y la conciencia de lo absoluto perte-
nece á esta segunda categoría.
Cuantos argumentos tiendan á establecer la
relatividad de nuestro conocimiento, suponen la
existencia de algo que no es relativo. Afirmar
que no podemos conocer lo absoluto, equivale á
reconocer implícitamente que h a y un absoluto,
pero que no podemos saber lo que él es. Es impo-
sible a d e m á s , concebir un conocimiento que no
tuviera por objeto más que las apariencias; u n a
a p a r i e n c i a , en efecto, sin u n a realidad de l a que
fuese a p a r i e n c i a , es inconcebible. Un espacio
limitado tampoco es concebible, á no suponer
n e c e s a r i a m e n t e algo m á s allá de los límites;
luego, la noción de lo absoluto no es de lo pu-
r a m e n t e inconcebible, sino que es la afirmación
de alguna existencia m á s allá de lo positiva-
mente conocido. Y, en general, concebir un
objeto como relativo, es concebirle en oposi-
ción con un no-relativo, es decir, con u n abso-
luto. Por último, no podemos concebir nuestras
impresiones sensibles, sin afirmar la existencia
de u n a causa que nos impresiona. Luego, por
todo lo anterior, debe concluirse n e c e s a r i a m e n t e
que existe un absoluto, del cual poseemos una
conciencia indefinida.
Pero se dirá: si el pensamiento está sujeto á
la ley de relación y de limite, ¿cómo explicar el
origen de la idea de un objeto, que no tiene rela,-
ción ni límite? Por medio de nociones múltiples,
DE LA PSICOLOGÍA CONTBMPOUÁNPA "121

contesta Spencer, en las cuales vamos supri-


miendo m e n t a l m e n t e las formas especiales y los
.límites.
L a conciencia de lo absoluto es una idea
a b s t r a c t a , no de un grupo particular de concep-
tos, sino de todos nuestros conceptos. Todos los
objetos p a r t i c u l a r e s del pensamiento v a r í a n ;
pero siempre h a y algo constante que subsiste A
través de todos los cambios; este algo es la existen-
cia en general, lo inmutable en general, lo absoluto.
Y no solamente es legítima la creencia en la
existencia de lo absoluto, sino que ningún otro
conocimiento es más firme y cierto que éste. En
efecto: la certidumbre de un conocimiento se
mide por la impotencia del esfuerzo que es nece-
sario poner, p a r a eliminarle del campo de l a
conciencia; pero el conocimiento de lo absoluto
v a n e c e s a r i a m e n t e unido á cualquier otro; lue-
go es el más cierto de todos nuestros conoci-
mientos.
¿Cuál será, después de todo lo dicho ante-
riormente, la solución de los dos conflictos que
Spencer t r a t a b a de resolver? E n p r i m e r lugar,
l a religión y la ciencia son conciliables; porque
si la ciencia y la filosofía establecen que no
poseemos noción distinta de lo absoluto y de
lo infinito, queda siempre en pie la creencia
en un ser misterioso, insondable, objeto de la
religión.
También son conciliables la ciencia, enten-
dida como concepción mecánica del universo, y
la filosofía idealista; porque si el fondo de las
122 LOS ORÍGENES

nociones de tiempo, de espacio, de m a t e r i a , de


movimiento y de fuerza, es inconcebible y con-
tradictorio, h a y , sin embargo, un absoluto, que
se manifiesta por los fenómenos de movimiento
y de fuerza; y n a d a impide que se interpreten
todos los fenómenos de que se ocupa la ciencia,
es decir, lo cognoscible, en términos de m a s a , de
energia y de movimiento.
En estas condiciones, la filosofía está perfec-
t a m e n t e acorde con la ciencia; pero, ¿de dónde
vienen los conflictos por p a r t e de la filosofía? De
que los metafísicos se creen con derecho á pro-
nunciarse sobre la n a t u r a l e z a de lo absoluto;
unos, diciendo que el universo existe por sí
mismo, sin causa p r i m e r a (ateísmo); otros, que
la c a u s a primera es un ser personal, existente
por sí y creador (teísmo); y otros, finalmente,
diciendo que es un ser en potencia, de que v a n
resultando el universo y el yo (panteísmo).
A h o r a bien, la ciencia es independiente de estas
tres explicaciones.
Podrían venir también los conflictos, de que
ios metafísicos quisieran determinar la n a t u r a -
leza del universo y del yo; reduciendo unos l a
m a t e r i a á elementos corpóreos, y.otros á centros
de fuerza; haciendo unos del yo un espíritu, y
convirtiéndole otros en objeto m a t e r i a l . Y aquí
también la filosofía y la ciencia h a n demostrado
que no conocemos la n a t u r a l e z a d é l a m a t e r i a y
del yo; luego el atomismo y el dinamismo, el ma-
terialismo y el esplritualismo, son igualmente
a r b i t r a r i o s . Por consiguiente, no puede h a b e r
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 123

conflicto entre dos cosas, cuando éstas no se en-


cuentran.
Una sola cosa p e r m a n e c e cierta, y es, que
existe un sujeto último, cuyas manifestaciones
son los fenómenos materiales y los fenómenos
conscientes.
La identidad substancial del no-yo y del yo,
de la m a t e r i a y del espíritu, constituye el mo-
nismo. L a reducción de todos los fenómenos ex-
teriores, sin exceptuar los nerviosos, suscepti-
bles de observación fisiológica, á fenómenos
mecánicos que puedan interpretarse en térmi-
nos de m a s a y energía, forma el mecanicismo.
L a afirmación de que no conocemos más que
nuestros estados de conciencia, y de que los ob-
jetos son el aspecto ó c a r a exterior de los fenó-
menos psicológicos, cuyo interior percibe la con-
ciencia, es la fórmula concreta del idealismo.
L a metafísica de Spencer, y más particular-
mente su psicología racional, se c a r a c t e r i z a por
esta fusión de doctrinas filosóficas diversas, sali-
das de Descartes y extendidas en la atmósfera
intelectual de nuestro siglo. Pero esta aglomera-
ción de ideas c a r e c e de v e r d a d e r a unidad orgá-
nica; de aquí que Spencer es, m á s bien que el
c r e a d o r de una filosofía, un coleccionador de ideas.
Había hecho, por otra p a r t e , la declaración
expresa de que la filosofía era p a r a él lo que
p a r a A. Comte, la ciencia g e n e r a l , la síntesis de
los fenómenos y de sus leyes, es decir, de sus re-
laciones de coexistencia y de sucesión.
Por lo que toca á su doctrina de la evolución,
124 LOS ORÍGENES

no p a s a de ser una simple analogía, atrevida-


mente'injertada sobre u n a hipótesis. L a hipótesis
consiste en que las especies vegetales y anima-
les podrían derivar, por vía de transformación,
de uno ó muchos tipos primitivos, en virtud de
la selección n a t u r a l , ó, más c l a r a m e n t e , b a j ó l a
influencia favorablemente combinada del me-
dio, de la supervivencia de los más aptos en la
lucha por la v i d a , y de l a herencia. L a analogía
se reduce á e x t e n d e r indefinidamente la hipóte-
sis transformista y aplicarla á todos los hechos
observables, desde la formación de los mundos
estelares, del sistema solar y de nuestro globo,
h a s t a la constitución de las sociedades y el des-
envolvimiento de las civilizaciones.
Todo el mundo convendrá, desde luego, en
que no h a y en t a n v a s t a concepción, ni ciencia
propiamente dicha, ni v e r d a d e r a filosofía.
El éxito momentáneo de la doctrina spence-
r i a n a de la evolución obedece á causas extrínse-
cas, m á s bien que á su v a l o r r e a l . El apasiona-
miento de los sabios por el estudio de los orígenes
de la vida, después el descubrimiento genial de
S c h w a n n a c e r c a de la constitución celular de los
organismos y la utilización de instrumentos ma-
ravillosamente perfeccionados de micrografía;
las relaciones sorprendentes, observadas por
D a r w i n , entre los tipos más distintos de la flora
y de la fauna de ambos mundos; los estudios
comparativos de etnografía y de antropología,
de filología, de sociología, de las religiones; y su
coincidencia con los descubrimientos de la bio-
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 125

logia celular, de la historia n a t u r a l y de la em-


briogenia; la necesidad de enlazar unos con otros
los hechos esparcidos, y debidos á los trabajos in-
mensos de análisis á que con tanto fervor se h a
entregado nuestro siglo: todo esto había y a pre-
dispuesto el espíritu público á aceptar cualquiera
o r d e n a d a reunión de los hechos, p a r a la expli-
cación última de las cosas por sus causas; que es
el fin supremo é inmutable de la filosofía.

Alfredo Fouillée.

A. Fouillée d a principio á su obra, Evolucio-


nismo de las ideas-fuerzas, por u n a crítica de la
filosofía de H. Spencer.
T r a t á b a s e , por p a r t e del filósofo inglés, de
llevar á cabo u n a síntesis filosófica, p a r a lo cual
tomó de la ciencia los m a t e r i a l e s , de la evolu-
ción el enlace que debía unirlos, y acudió al
idealismo p a r a a s e g u r a r s e de la solidez. Así lo
exigía el estado de la filosofía, en el momento de
i n t e n t a r el g r a n arquitecto inglés su construc-
ción filosófica. Pero, a n t e todo, e r a necesaria
u n a v e r d a d e r a síntesis, es decir, unidad; en pre-
sencia de los materiales acumulados por las
ciencias de observación, d u r a n t e el siglo x v í n
y en la p r i m e r a mitad del x i x , e r a más que
n u n c a imperiosamente r e c l a m a d a una vista
comprensiva del conjunto. Ahora bien: Spencer
no. h a cumplido su propósito, dice Fouillée. «A
su'teoría le falta unidad. Deja al espíritu en p r e -
sencia de tres términos cuyo enlace no se en-
126 LOS ORÍGENES

cuentra: primero ün incognoscible, después do


series de hechos cognoscibles—hechos físicos y
hechos psíquicos, — de los cuales la segunda
viene, sin saber cómo, á a ñ a d i r s e á la prime-
ra...» (1).
Emprender, con m a y o r fe y constancia, la
construcción a n t e la cual h a sucumbido Spencer;
p a r t i r , lo mismo que éste, de los datos idealistas
y positivistas reunidos por la psicología contem-
p o r á n e a ; buscar, como él, en una ley evolucio-
nista la explicación universal de las cosas; su-
primir, por el contrario, lo t r a n s c e n d e n t e , y el
dualismo de lo físico y de lo psicológico, p a r a
llegar así á un riguroso monismo, pero «inma-
nente y experimental»: tal es el ideal perseguido
con constancia por este fecundo escritor, cuyo
pensamiento filosófico nos toca a h o r a expo-
ner (2).
El secreto de la síntesis de A. Fouillée está en
lo que él l l a m a idea-fuerza. Por idea entiende el

( 1 ) A. F O U I L L É E , L'Êvolutionnisme des idées-forces. l u t r o d . , p. v i - v i r .


(21 S i n c o n t a r d i v e r s o s e s t u d i o s f r a g m e n t a r i o s , a r t í c u l o s d e r e v i s -
tas, e d i c i o n e s c l a s i c a s , e t c . . A . F o u i l l é e h a e s c r i t o l o s i g u i e n t e :
L'Avenir de la mètaphisique fondée sur l'expérience; L'Èvolutionnisme
des idées-forces; d o s v o l ú m e n e s s o b r e l a Psychologie des idées-forces;
La Liberté et le Déterminisme; Le Mouvement idéaliste et la réaction
contre la science positive; Tempérament et caractère; y , eu el d o m i n i o
d e l a m o r a l y d e l a s o c i o l o g í a : La Morale, Art et Religion, d'après
G U Y A U ; Critique des systèmes de moróle contemporains; Mouvement
positiviste et la conception sociologique du monde; La science sociale
contemporaine; La,propriété sociale et la démocratie; L'idée moderne
du droit; L'Enseignement au point de vue national. Debemos adema
m e n c i o n a r c u a t r o v o l ú m e n e s s o b r e La philosophie de Platon; u n a His-
toire générale de la philosophie; d o s v o l ú m e n e s s o b r e La philosophie
de Socrate, y u n o s o b r e Descartes. Casi t o d a s e s t a s o b r a s e s t á n e d i t a -
d a s por A l e a n rt H a c h e t t e , e n P a r í s .
na LA IVSICOLOOÍA C O N T E M P O R Á N E A 127

filósofo francés, no sólo el fenómeno estricta-


mente «intelectual», ó el conocimiento, sino, en
el sentido cartesiano de la p a l a b r a , todos los he-
chos internos que sean conscientes ó puedan lle-
g a r á serlo (1).
El pensamiento y el fenómeno mecánico eran
tenidos, después de Descartes, como opuestos
uno á otro; y tales e r a n las condiciones de esta
oposición, que de ella resultaba un dualismo
irreductible. Al producirse un fenómeno mecá-
nico en la n a t u r a l e z a , el sujeto consciente se re-
laciona con él y contempla su producción, pero
sin que sea c a p a z de acción a l g u n a sobre él; de
aqui que puede considerarse á éste n a d a más que
como un testimonio pasivo; sus ideas son «re-
flejos», «sombras» de la realidad, y no fuerzas

( 1 ) « T o m a m o s la p a l a b r a idea <>pensamiento e n el s e n t i d o c a r t e s i a -
no, e x p r e s a n d o por ella l o s e s t a d o s de conciencia, no sólo i n t e l e c t u a -
l e s ó r e p r e s e n t a t i v o s , s i n o t a m b i é n el sentimiento y la a-petición, que
s o n i n s e p a r a b l e s d e a q u é l l o s . L a idea, en el s e n t i d o m á s e s t r i c t o , e s
u n a r e p r e s e n t a c i ó n i n t e r i o r d e l o q u e e s ó p u e d e s e r , un e s t a d o d e
c o n c i e n c i a r e p r e s e n t a t i v o d e un o b j e t o ; e s , d i r í a c o n Spinoza-, un
m o d o d e l pensami 'nto. P e r o t a m b i é n p u e d e t o m a r s e l a p a l a b r a idea
e n un s e n t i d o m á s a m p l i o , c o m p r e n s i v o d e t o d o s l o s e s t a d o s d e c o n -
c i e n c i a actual ó virtualinente reflejados sobre ellos m i s m o s . Estos
d o s s e n t i d o s d e la p a l a b r a idea e s t á n n e c e s a r i a m e n t e u n i d o s . D e s d e
q u e un e s t a d o de c o n c i e n c i a e s p r e s e n t a d o c o m o d i s t i n t o p o r la c o n -
c i e n c i a m i s m a , y a s e a a q u é l u n p l a c e r ó un d o l o r , ó t a m b i é n u n a i m -
p u l s i ó n , un a p e t i t o ó u n a v o l i c i ó n , e s y a u n a forma de c o n c i e n c i a
s u s c e p t i b l e de reflejarse s o b r e sí ( a ' . í o ; ) ; a d e m á s d e q u e t o d o e s t a d o
de c o n c i e n c i a así percibido e x i s t e de a l g ú n m o d o p a r a un sujeto, y e s
m á s ó m e n o s r e p r e s e n t a t i v o d e objetos: n o s e dan en n o s o t r o s p l a c e -
r e s ni penas, y m e n o s aún a p e t i t o s , s i n a l g u n a roiiresentacióu. E s ,
s e g ú n e s t o , e x a c t a m e n t e r i g u r o s o d a r e l n o m b r e d e ideas á t o d o s l o s
e s t a d o s d e c o n c i e n c i a , p o r l o m i s m o q u e s o n i n s e p a r a b l e s de a l g u n a
r e p r e s e n t a c i ó n , q u e l e s d a u n a forma, un objeto, y l e s h a c e s u s c e p t i -
b l e s d e reflexión sobre si e n e l s u j e t o c o n s c i e n t e . » — L ' k v o l u H o n m s m .
ñe» idées-forets. I n t r o d , p. x i - x t i .
128 LOS ORÍGENES

c a p a c e s de intervenir en la evolución uni-


versal.
Spencer no v i o el lado débil é insostenible de
esta filosofía, y cayó como todos en el e n g a ñ o .
Porque no solamente creyó ver en el fenómeno
intelectual propiamente dicho, n a d a más que la
contemplación subjetiva de una. realidad y a pre-
supuesta é independiente de la idea que la re-
presenta; sino que, con Huxley, Bain y Mauds-
ley, llega á persuadirse que nuestros sentimien-
tos y voliciones no intervienen p a r a n a d a en el
mecanismo de la n a t u r a l e z a y de la vida. «Toda
u n a escuela de psicólogos contemporáneos viene
repitiendo constantemente, que el automatismo
de las acciones reflejas, descrito y a por Descar-
tes con el nombre de ondulatio reflexa, explica
suficientemente cuanto atribuímos á la acción
de nuestras ideas, sentimientos y voliciones» (1).

(1) N o s p a r e c e c o n v e n i e n t e c i t a r t o d a l a p á g i n a d e d o n d e h a n
s i d o e x t r a c t a d a s e s t a s l í n e a s , p o r q u e en e l l a s e r e s u m e c o n t o d a c l a -
r i d a d la i d e a m a e s t r a d e l a u t o r , y s e p r e c i s a c o n e x a c t i t u d e l p u n t o
d e v i s t a donde se c o l o c a en su psicología. «Huxley, escribe F o u i l l é e ,
c o m e n t a n d o la c é l e b r e d o c t r i n a d e D e s c a r t e s s o b r e e l a u t o m a t i s m o
d e l a s b e s t i a s , m o s t r a b a á s u s c y c n t e s un» r a n a p r i v a d a , d e h e m i s f e -
rios cerebrales, que sin e m b a r g o realizaba p r o d i g i o s de e q u i l i b r i o á
fin d e n o caer de la m a n o , n o o b s t a n t e l o s d i s t i n t o s m o v i m i e n t o s d e
e s t a en u n o y o t r o s e n t i d o . S i la r a n a f u e r a u n filósofo, d e c í a c o n
cierta gracia Huxley, podría haber razonado del m o d o siguiente:
« Y o m e s i e n t o i n c ó m o d a así, y e n g r a v e p e l i g r o d e c a e r ; d e b o , p o r
tanto, colocar m i s patas hacin adelante para evitarlo. Y puesto q u e
s é q u e v o y á c a e r , si n o l a s p o n g o a ú n m á s l e j o s , d e b o a s e g u r a r l a s d o
nuevo, y mi voluntad debe poner todos los m e d i o s necesarios con
q u e a s e g u r a r m e y e v i t a r la caída.» P e r o , c o n c l u y e H u x l e y , s i l a r a n a
d i s c u r r i e s e así, e s t a r í a e n u n e r r o r , p o r q u e d e h e c h o r e a l i z a b a y a t o -
d o s a q u e l l o s a c t o s del m i s m o m o d o , sin tener ni razón, n i sensación,'
ni idea de n i n g ú n g é n e r o : l u e g o los a n i m a l e s son a u t ó m a t a s , pero :

autómatas conscientes.
«El h o m b r e , q u e D e s c a r t e s h a b í a t e n i d o g r a n c u i d a d o de c o l o c a r
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 129
Si así fuera, observa Fouillée, la conciencia es-
taría demás enel u n i v e r s o , en el que sería un
accesorio inútil; y h a c e y a mucho tiempo que
debió h a b e r como
atrofiándose, los órganos que no tienen función
útil. Pero no es así; la doctrina psicológica de las
«ideas reflejas» es a r b i t r a r i a , y no tiene justifi-

aparte, entra naturalmente en la definición general. T o d a una escuela


d e p s i c ó l o g o s c o n t e m p o r á n e o s r e p i t e q u e el a u t o m a t i s m o de las a c -
c i o n e s reflejas, y a d e s c r i t o p o r D e s c a r t e s c o n e l n o m b r e d e ondulatio
reflexa, e x p l i c a d e e s t e m o d o lo q u e n o s o t r o s a t r i b u i m o s á l a a c c i ó n
d e l a s i d e a s , d e l o s s e n t i m i e n t o s y de l a s v o l i c i o n e s . L a f o r m a e n
q u e s e p r e s e n t a e l p r o b l e m a e s n u e v o , p e r o el p r o b l e m a e s a n t i g u o .
Si p u d i é r a m o s trasladarnos á una época de hace dos mil años, á los
t i e m p o s de Sócrates, y asistir á las ú l t i m a s e x p l i c a c i o n e s del sabio
en su prisión, le o i r í a m o s p r o p o n e r el m i s m o p r o b l e m a y las dos so
luciónos, la m e c á n i c a y la psicológica. Sócrates, en efecto, decía que,
si s e p r e g u n t a b a á IOB p a r t i d a r i o s d e l m e c a n i s m o u n i v e r s a l , p o r q u é
él estaba sentado en su prisión dispuesto A beber la cicuta, de seguro
responderían: —Es que los m ú s c u l o s de Sócrates, obrando de cierta
manera sobre sus huesos y sobre sus miembros, determinan tal ó
c u a l p o s i c i ó n d e s u c u e r p o . — Y S ó c r a t e s a ñ a d í a : — L a v e r d a d e r a ra-
z ó n e s p o r q u e t e n g o la i d e a d e l b i e n , y prefiero m o r i r , a n t e s q u e v i -
v i r c o m o i n f a m e y p e r j u r o . » « N u e s t r o s s a b i o s d e h o y , á n o ser p o r
ciertos respetos de d i g n i d a d , de s e g u r o compararían aquí á Sócrates
c o n l a r a n a filósofa d e H u x l e y y d i r í a n : —La c a u s a q u e i n v o c á i s n o
es tal causa. Sois v í c t i m a d e uua ilusión al creer que se realiza un
a c t o b a j o la i n f l u e n c i a d e u n a i d e a , d e un s e n t i m i e n t o , d e una v o l i -
c i ó n ; c o n f u n d í s e l reflejo d e l m e c a n i s m o c o n e l r e s o r t e . C o n v e n i m o s
en q u e esta es una ilusión natural y universal. T o d o s nosotros cree-
m o s , por ejemplo, elegir nuestros manjares para proporcionar el
placer; n o s p e r s u a d i m o s d e q u e el sentimiento de satisfacción ó de dis-
g u s t o s i r v e p a r a r e g u l a r la e l e c c i ó n ; y n o s p a r e c e q u e las a c c i o n e s
v o l u n t a r i a s p r o v i e n e n d e a l g ú n deseo. P e r o e l d e s e o y la a v e r s i ó n , el
p l a c e r y e l d o l o r , s o n n a d a m á s q u e índices p s i c o l ó g i c o s d e m o v i -
m i e n t o s corporales, en l o s c u a l e s ú n i c a m e n t e h a y eficacia. Si, p u e s ,
preguntáis:—¿Ha t e n i d o a l g u n a i n t e r v e n c i ó n el s e n t i m i e n t o (idea,
e m o c i ó n , e t c . ) e n el m o v i m i e n t o de S ó c r a t e s al t o m a r la c o p a p a r a
b e b e r la c i c u t a , ó h u b i e r a o c u r r i d o l o m i s m o a u . i c u a n d o no e x i s t i e r a
n i n g ú n s e n t i m i e n t o de este género?—Spencer, con I l u x l e y , B a i n y
M a n d s l e y , contestará afirmativamente. L o s h e c h o s de conciencia
s o n n a d a m á s q u e « a s p e c t o s s u b j e t i v o s y a c c e s o r i o s " del a u t ó m a t a

9
130 LOS ORÍGENES

cación alguna en las consideraciones sobre q u e


se a p o y a (1). Por una abstracción ilegítima, s e
mira la idea ú n i c a m e n t e desde un punto de vista
enfático, dotada de cierto contenido cualitativo,
que la constituye tal y no otra; cuando se nece-
sita considerarla también desde el punto de
vista dinámico, como una condición ó u n a causa
de cambio en el sistema total de que forma
p a r t e ; y aquí está el origen erróneo de la teoría.
Cuando sólo se a c e p t a el primer punto de
vista, «sin reconocer en las ideas otra cosa q u e
una simple representación, a c t u a l m e n t e pre-
sente á la conciencia, y considerándolas á ma-
n e r a de grabados inmóviles ó de reproducciones
fotográficas, resulta inconcebible toda noción de
dinamismo psíquico, es decir, de una acción mu-
tua de los hechos psíquicos, por la cual irían
apareciendo unos y desapareciendo otros suce-
sivamente; en una p a l a b r a , el concepto de i d e a s -
fuerzas es un absurdo. Pero esta m a n e r a exclu-
sivamente estática de r e p r e s e n t a r las ideas y

v i v i e n t e . S u p r í m a s e el p l a c e r , e l d o l o r , e l d e s e o , l a i d e a ; y e l m e c a -
n i s m o d e la v i d a s e d e s e n v o l v e r á d e l m i s m o m o d o , p o r e f e c t o d e l a s
fuerzas m e r a m e n t e n a t u r a l e s ; el a n i m a l - m á q u i n a y el h o m b r e - m á -
quina funcionarán con la m i s m a precisión m a t e m á t i c a ; s o l a m e n t e
podrá decirse de ellos con razón lo q u e Malebranche decía e q u i v o c a -
d a m e n t e de su perro: «Este no siente...» N o s o t r o s s e n t i m o s ( c o m o
s e n t í a ta n b i é n el perro de M a l e b r a n c h e ) y a d e m á s p e n s a m o s ; ¿qué
debe concluirse de aquí, sino que s o m o s autómatas conscientes?
«Así q u e , e n e s t a f i l o s o f í a , l a c o n c i e n c i a e s e l p a r a l í t i c o y e l c u e r p o
es c o m o el c i e g o ; s o l a m e n t e que el c i e g o recorre su c a m i n o c o m o si
v i e s e claro, y el p a r a l í t i c o v e m u y claro, pero no c o n d u c e al c i e g o ,
q u e n o n e c e s i t a de él p a r a a n d a r s i n t r o p i e z o s u c a m i n o . » — O b r a cit r

Introd. p. v m - x i .
(i) 06c ctt, I n t r o d . p. XVII-XXIX.
DB LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 131

demás hechos de conciencia, es una metáfora


materialista, que el psicólogo i;o tiene derecho á
erigir en principio. Puede, al contrario, y debe
concebirse todo estado de conciencia, como con-
teniendo en sí mismo ciertas condiciones de cam-
bio, p a r a dar lugar á o t r o s estados de conciencia.
Aún más todavía; la actividad consciente no
es solamente u n a fuerza psíquica, sino que es la
única fuerza propiamente dicha; porque en r e a -
lidad no h a y fuerzas mecánicas, sólo h a y movi-
mientos y fórmulas m a t e m á t i c a s , que e x p r e s a n
l a sucesión de los movimientos. L a causalidad
eficiente, la acción y la fuerza, n a d a tienen que
ver con la m e c á n i c a como con la lógica, y sólo
pueden concebirse en cuanto nociones psíquicas.
A la teoría de las «ideas-reflejas» es, por con-
siguiente, necesario oponer la doctrina de l a s
ideas-fuerzas; según la cual, la conciencia con
sus representaciones, sentimientos y voliciones,
son factores que-intervienen todos en la evolu-
ción m e n t a l y también en la física (1).
«Cuando, por ejemplo, el dolor me obliga á
s e p a r a r m e de un objeto, la conciencia del dolor
es la razón que explica mi aversión; porque el
dolor encierra en sí ciertas condiciones indis-
pensables de l a modificación interior, l l a m a d a
aversión. Cualquiera otra razón explicativa está
fuera de la psicología. Los mismos conceptos d e
influencia, acción, eficacia, fuerza se t o m a n siem-
pre en sentido psicológico; porque la impulsión ó

(1) Ibid,, p. x v i .
132 LOS ORÍGENES

repulsión, c a u s a d a s por la aversión ó el deseo,


son las que me d a n la idea de una resistencia in-
terior ó de u n a fuerza, que reacciona contra los
obstáculos. L a psicología no puede, sin suicidarse
á sí propia, a b a n d o n a r este punto de vista; y
debe relegar á la metafísica las hipótesis, tanto
materialistas como espiritualistas. En consecuen-
cia, la concepción psicológica de los sentimien-
tos-fuerzas, de las voliciones-fuerzas y de las
•ideas-fuerzas, es una explicación necesaria de
la conciencia» (1).
Pero, admitido que los estados de concien-
cia sean fuerzas; no todos los fenómenos de la
n a t u r a l e z a son conscientes; unos seres poseen
«ideas» y otros no; ¿y cómo es posible armoni-
z a r elementos de n a t u r a l e z a tan distinta, p a r a
constituir la unidad sintética que exige la filoso-
fía? Hemos visto y a decir á H. Spencer, «que en-
t r e los fenómenos de conciencia y los físicos no
a p a r e c e comunidad alguna de n a t u r a l e z a visi-
ble ó concebible». A. Fuillée, arguyendo al filó-
sofo inglés, e x p r e s a b a el mismo pensamiento en
estos términos: «De ningún modo el fenómeno
mental podría hallarse implicado en factores
que, por hipótesis, no fueran más que mecánicos;
y tampoco ha podido éste provenir ó ser efecto de
causas, con las cuales no puede demostrarse que
tenga dependencia alguna... Creéis, dice á Spen-
cer, no deber colocar en el número de vuestros
datos iniciales más que el movimiento y la ma-

lí) Ibid., pp. XXXI-XXXII.


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 133

teria; pero sois más ricos de lo que p e n s a b a i s ,


os encontráis, en efecto, también con el pensa-
miento.»
¿Es, según esto, necesario renunciar á la uni-
dad fundamental, que invenciblemente persigue
la metafísica; ó h a de incluirse la conciencia en-
tre los elementos de la evolución, y recono-
cer que h a y también en el fondo mismo de l a
m a t e r i a elemental «algo de psíquico, un g e r m e n
de sensación y de apetito?» (1).
Renunciar á la concepción unitaria de la n a -
t u r a l e z a sería imposible; «porque equivaldría á
echarnos en brazos de un dualismo ininteligible».
«Después de h a b e r asimilado á la nuestra, di-
»ce, la n a t u r a l e z a de los demás hombres y de los
«animales, sin e x c e p t u a r los pólipos, casi impo-
«sibles de distinguir de la p l a n t a , nos v e r í a m o s
«obligados á detenernos de r e p e n t e a l comen-
«zar los vegetales, diciendo: —Aquí comienza un
»mundo número 2, que no tiene y a n a d a de co-
«mún en sus elementos propios con el mundo nú-
y>mero 1; tiremos, pues, una g r a n línea divisoria
«de estos dos mundos, que s e p a r e lo absoluta-
»mente insensible y sin apetito, del mundo q u e
»siente y h a c e esfuerzo. Llegados después á los
«animales, verificaremos otra vez la misma ope-
»ración, l e v a n t a n d o un nuevo muro infranquea-
»ble; y la n a t u r a l e z a q u e d a r á así dividida en
«dominios incomunicables por fosas inaccesibles".
»Sólo faltará entonces explicar, cómo de la n a -

(1) Jbiñ , p . TA.


134 LOS ORÍGENES

»turaleza mineral pudo salir la vida v e g e t a t i v a


«primero, después la vida animal, y últimamente
»el hombre. Es verdad que J e h o v á h interviene
»aquí en nuestra a y u d a , p a r a h a c e r que a p a r e z -
c a n los distintos reinos de la n a t u r a l e z a , y en
»cada reino las diversas especies, por otros t a n -
ates fiat, ó milagros especiales. Pero entonces la
»unidad, que se r e h u s a á la n a t u r a l e z a misma,
»se busca más a r r i b a en un Hombre eterno; y
»por no haber admitido en la n a t u r a l e z a ele-
»mentes sensibles rudimentarios, se enlaza la
«inteligencia y a desenvuelta y la v o l u n t a d re-
añeja á un demiurgo ó á un creador. Cierta-
»mente que esto será siempre u n a inducción,
«pero al revés y en un sentido bien distinto de la
«inducción psicológica, fisiológica y de todas las
«otras ciencias» (1).
Se impone, pues, según A. Fouillóe, el se-
gundo término de la disyuntiva. U n a vez admi-
tido que la unidad h a de existir en la n a t u r a l e z a ,
y que la evolución deba r e v e l a r los distintos as-
pectos de esta unidad; y como, por otra p a r t e , se
supone demostrado que ni la conciencia puede
n a c e r del fenómeno físico, ni el pensamiento de
la m a t e r i a ó del movimiento, no queda y a m á s
que una salida p a r a conciliar estos dos extre-
mos: asignar al fenómeno m e n t a l y al físico, al
pensamiento y á la m a t e r i a , un fondo original
c o m ú n y único.
Pero, y ¿cómo verificar esta unificación, con-

(1) Ibid., p . LI.


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 135

t r a la cual p a r e c e n protestar todas las energías


de la conciencia? L a repugnancia, que n a t u r a l -
m e n t e experimentamos á descender de lo men-
t a l á lo físico por una pendiente no interrumpida,
y á identificarlos en su origen, proviene de un
vicio lógico denunciado y a anteriormente, que
echa á perder todas las psicologías, de una inter-
pretación estrecha y superficial de la actividad
consciente. Estamos habituados á considerar la
conciencia, como un epifenómeno sin enlace real
con la n a t u r a l e z a , como una simple luz que ilu-
mina lo físico, lo cual, por otra p a r t e , seguiría
si.i ella lo mismo su curso, puesto que ésta es u n a
m e r a circunstancia extrínseca sin influencia al-
g u n a en lo físico. Pero semejante interpretación
de la realidad y de las funciones de la concien-
cia debe ser condenada. L a conciencia no es un
accesorio sobrepuesto al fenómeno físico p a r a
esclarecerle; es el mismo físico, su resorte in-
terno, el principio dinámico de todas sus ener-
gías.
P a r a comprender esto, no h a de partirse de
los actos intelectuales, «porque la inteligencia es'
por excelencia, la claridad, la distinción, la dife-
renciación y la integración compleja de los ele-
mentos de la conciencia». Ahora bien: la evo-
lución v a de ló indistinto á lo distinto, de lo
simple á lo compuesto, y no inversamente, de
lo complejo á lo simple. En los orígenes de la
conciencia, es necesario suponer, no la incons-
ciencia absoluta, «porque dos ceros de concien-
136 LOS ORÍGENES

cía no suman ni e n g e n d r a r í a n j a m á s la concien-


cia», sino elementos «subconscientes», es decir,
elementos indistintos de conciencia». Y es natu-
r a l buscar estos elementos en las sensaciones, no
en las sensaciones c l a r a m e n t e diferenciadas y
perfectas de los cinco sentidos exteriores, sino
en las sensaciones internas y vitales, debidas á
órganos interiores. Aun, entre estas sensaciones,
debe prescindirse de aquellas que p r e s e n t a n ca-
r a c t e r e s muy claros, y de una diferenciación
é integración superiores. L a s cualidades funda-
mentales en las sensaciones, son aquellas que
no a p a r e c e n como r e p r e s e n t a t i v a s , sino que
simplemente son afectivas: tales son los diversos
modos del placer y del dolor. Pero estas pala-
b r a s pueden tener un sentido y aplicación m u y
amplios; por lo cual es necesario no considerar
en el dolor y en el placer más que el grado últi-
mo inferior, h a s t a llegar así á concebir un estado
obscuro é indefinible de bien ó de m a l e s t a r ; se-
mejante estado es el elemento sensitivo á la vez
y emocional. Este elemento implica al mismo
tiempo una reacción más ó menos sorda, que' se
manifiesta en forma de apetito ó tendencia, es
decir, en forma de aspiración hacia un objeto ó
de aversión contra él, con los movimientos corre-
lativos que los a c o m p a ñ a n . Por último, el fondo
de las diversas tendencias es el apetito g e n e r a l
de vivir, que es lo último que desaparece en los
animales, lo mismo en la vida mórbida que en l a
n o r m a l . Vese, pues, por esto, que los cambios
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 137

elementales del orden psíquico deben l l a m a r s e


apetitos, inseparables de las modificaciones ele-
mentales, que constituyen el fondo de las sensa-
ciones, y de estas emociones orgánicas, de que
resultan el bienestar ó malestar vitales... Este
«proceso apetitivo*, con sus «tres m o m e n t o s - ,
apetito, sensación, emoción, proceso á la vez
psíquico y mecánico, que adoptamos como punto
de p a r t i d a de toda explicación en psicología, nos
p a r e c e el único que ofrece los c a r a c t e r e s nece-
sarios y suficientes p a r a una v e r d a d e r a explica-
ción... Sólo restituyendo así, desde su origen, su
aspecto psíquico al movimiento, ó mejor dicho, su
fondo psicológico (sensación, emoción, apetito),
es como puede admitirse la evolución g r a d u a l de
los movimientos, en forma de actos instintivos y
de acciones reflejas propiamente dichas por u n a
p a r t e ; y por otra, en forma de movimientos vo-
luntarios, según que el elemento de la concien-
cia v a disminuyendo ó acrecentándose. L a ex-
plicación de los hechos psíquicos es, por consi-
guiente, á nuestros ojos, no solamente mecánica,
sino t a m b i é n , y antes que todo, apetitiva: omnia
mecanice fiunt, todo se h a c e por mecanismo, pero
todo se h a c e también por apetición, á lo menos
en los seres sensitivos. Y no h a y aquí dos «aspec-
tos», sino una sola realidad, que se revela di-
r e c t a m e n t e á sí misma en el apetito, y que indi-
r e c t a m e n t e se representa sus relaciones con el
medio, bajo la forma de mecanismo. El apetito
será siempre el g r a n resorte del mecanismo psi-
cológico, y las leyes mecánicas no son más que
138 LOS ORÍGENES

leyes de relación mutua entre el apetito y su


medio» (1).
Tal es, p a r a Fouillee, la explicación de la
unidad universal y de la evolución de todos los
seres, á p a r t i r de un «fondo» primordial único,
el apetito.
No es difícil reconocer aqui la influencia del
panteísmo de Schopenhauer sobre el pensamien-
to del filósofo francés. L a doctrina de Schopen-
h a u e r se b a s a en el criticismo k a n t i a n o . El filó-
sofo de Kcenigsberg había sometido, en el orden
criteriológico, el dominio entero del saber á la
supremacía de la razón p r á c t i c a . Schopenhauer
t r a s l a d a la teoría al terreno de la metafísica, y
p r o c l a m a que el fondo de las cosas es el querer.
El querer, la aspiración á vivir (Der Wille zum
Leben), es el resorte interno á que obedecen to-
dos los seres: el hombre con su pensamiento, el
a n i m a l con sus sensaciones, la p l a n t a que c r e c e ,
la piedra que c a e , son otras t a n t a s objetivacio-
nes fenoménicas g r a d u a d a s del querer universal,
«semejantes á las degradaciones insensibles de
la luz». Este principio interno no es susceptible
de representación en la conciencia; porque toda

( 1 ) Obra c í ( . , . I n t r o d . p. x x u . E n o t r a p a r t e e s c r i b e A F o u i l l e e :
« E l m e c a n i s m o y e l i n t e l e c t u a l i s m o c o i n c i d e n , e n d e f i n i t i v a , en l a s e n -
s i b i l i d a d y en la a c t i v i d a d . L o q u e e s apriori para la conciencia, no
e s e l pensar, s i n o e l sentir y e l obrar. L o s p r i n c i p i o s u n i v e r s a l e s d e
K a n t n o s o n m á s q u e la e x t e n s i ó n a l e x t e r i o r d e n u e s t r a c o n s t i t u c i ó n
í n t i m a . D e s p u é s de haber recibido la forma del m a c r o c o s m o s , reac-
c i o n a s o b r e é l e l m i c r o c o s m o s y e x p r e s a el g r a n m u n d o , y & s u v e z l e
r e c o n s t r u y e d e n t r o d e s i m i s m o . . . » — L a Libertéet le Tléterminisme, pá-
g i n a 188.
I > » LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 139

representación está subordinada á las formas a


priori del tiempo, del espacio y de la causalidad;
y el querer, como noúmeno, está fuera dé las le-
y e s de nuestras formas r e p r e s e n t a t i v a s ; siendo
como es universal, siempre idéntico á sí mismo,
libre, infinito. L a X de la metafísica k a n t i a n a
q u e d a de este modo suprimida; la cosa en si es
el querer cósmico, y la conciencia es la escena
donde el querer se ilumina y esclarece.
Con p e q u e ñ a s v a r i a n t e s , «el apetito» de Foui-
llée es la traducción francesa del «Wille zura
Leben» de Schopenhauer. «Lo que más se a c e r c a
de n u e s t r a vida al fondo impenetrable de las co-
s a s , dice el filósofo francés, es el goce inmediato
de la existencia y de la acción, en lo cual con-
sistiría el ideal a c a b a d o de la felicidad. H a y un
punto en que sentimos inmediatamente n u e s t r a
existencia, y donde la vida, ejercitándose en
este sentimiento, goza de sí misma...» (1). Este
«punto», donde todo es interior (dedans), donde
la «concepción a b s t r a c t a de un fin propiamente
dicho» se r e e m p l a z a por la «posesión concreta
y sin intermediario, que se siente precisamente
o b r a r » , ¿no es e n el fondo el «Wille zum Leben»
de Schopenhauer? ¿No es ésta también, más ó
menos v a g a m e n t e entrevista, la antigua con-
cepción de la finalidad i n t e r n a de la n a t u r a -
leza, la noción aristotélica de la lvíp-¡v.a ó de la
ivtsXs/sía? (2).

(1) La Liberté et le Déterminiame.—París, A l e a n . , p á g . 263.


(í) Ibid.
340 LOS ORÍGENES

El -<proceso apetitivo» significa una reacción


contra el mecanismo brutal, que se e m p e ñ a en
no ver eri la n a t u r a l e z a más que fuerzas some-
tidas á la inflexible ley de la fatalidad, y p r e s t a
la base p a r a u n a reconciliación entre el m a t e -
rialismo y el racionalismo de las escuelas sali-
das de la psicología c a r t e s i a n a . El foso profundo
abierto entre el movimiento y el pensamiento
está cegado; y, puesto que el origen de uno y otro
es común, esencialmente ambos deben tener
idéntica n a t u r a l e z a .

Pero, más allá de los fenómenos mecánicos ó


conscientes, ¿no puede el espíritu humano cono-
cer lo t r a n s c e n d e n t e , el yo, lo absoluto? ¿Cuál es
la solución que la teoría de las ideas-fuerzas d a
á este nuevo problema?
Spencer había concluido en la realidad de un
substractum fundamental, origen común de las
energías materiales y de la actividad consciente;
y creía que el idealismo absoluto e r a insosteni-
ble, por lo cual había dado al suyo el nombre de
idealismo «transformado». Su positivismo no es
t a l , que niegue la r e a l i d a d de un mundo t r a n s -
cendente, del cual se contentó con decir que su
n a t u r a l e z a nos es desconocida.
En el principio de su obra, El Porvenir de la
Metafísica; p a r e c í a que A. Fouillée no se h a l l a b a
distante de asentir á este semi-positivismo spen-
ceriano. Se leen, en efecto, allí páginas m u y her-
mosas sobre la «necesidad metafísica» de la na-
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 141

turaleza h u m a n a (1), que hacen presentir una


creencia en las realidades transcendentales. Pero
á medida que el pensamiento se desenvuelve, v a
dejándose a r r a s t r a r de la critica k a n t i a n a c a d a
vez m á s , h a s t a que por último declara sin ro-
deos que «el límite de la experiencia posible y de
la conciencia posible, es también el limite de la
existencia concebible. Cuanto á lo incognosci-
ble t r a n s c e n d e n t a l , a ñ a d e , ni la ciencia ni la
moral deben preocuparse de ello» (2).
P e r o entonces ¿de dónde viene esta creencia
invencible en lo absoluto? Y la «COSA en si, irre-
ductible y fundamental, que no debe de e s t a r le-
jos de mí, puesto que en definitiva soy yo mis-
mo» (3), ¿qué és, y de dónde viene?—La idea-
fuerza, sólo la idea-fuerza, es la que deberá
resolver estos problemas, que t a n de c e r c a nos
interesan.
«Es cierto, escribe Fouillée, que el yo es una
idea, y u n a idea que tiende á realizarse por lo

(1) «El h o m b r e e s un a n i m a l m e t a f í s i c o . , e s c r i b e . A d e m a s d e l a s
c u e s t i o n e s científicas, h a y otras q u e se i m p o n e n al espíritu h u m a n o ,
t a l e s c o m o , p o r e j e m p l o : «si l a n a t u r a l e z a v i s i b l e s e b a s t a ó n o á s í
m i s m a ; s i h a y un p r i n c i p i o ú l t i m o d e d o n d e t o d o d e r i v a ; s i d a d o q u e
e s t e p r i n c i p i o e x i s t a , h a d e c o n c e b i r s e s o b r e el t i p o d e l a m a t e r i a ó
sobre el de la conciencia, 6 si es absolutamente indeterminable; s i él
h a t e n i d o ó n o un p r i n c i p i o . . . ; cuál es nuestra n a t u r a l e z a , n u e s t r o
o r i g e n y n u e s t r o d e s t i n o . . » - L'Avenir de la Métaphitique, p . IB; p á g i
ñ a s 12 y 13.
(2) Le Mouvement idéaliste. Iutrod. p. XLIV — Y m á s adelante dice:
«Una v e z r e s t a b l e c i d o el e l e m e n t o p s í q u i c o en el cnrso de la realidad,
no h a c i é n d o s e y a necesaria la e x i s t e n c i a de un m u n d o transcen-
d e n t e é i n c o g n o s c i b l e , p o d r á la r e a l i d a d e n t e r a c o n c e b i r s e c o m o h o -
m o g é n e a y una..—Ibid., p. XLVII.
(3) L'Avenir de la Métaphitique, p. 4!i
142 LOS ORÍGENES

mismo que ella se concibe» (1). L a idea del y o ,


crea el yo; y la misma idea de un yo, uno é idén-
tico, crea la unidad é identidad del yo.
«Cuando se concibe la idea de la simplicidad
»del yo, se tiende á producir u n a aproximación
»de esta simplicidad... Tanto la v i d a o r g á n i c a
«corno la mental necesitan de cierta conexión ó
»unión... El ser viviente, después de h a b e r que-
»rido ser y vivir, deseará ser y vivir de u n a
«manera i n t e r n a , y por lo mismo o r d e n a d a , a r -
»mónica, u n a ; á medida que v a y a poco á poco
«adquiriendo conciencia de sus sensaciones, que-
»rrá sentirse uno p r i m e r o , y después pensarse
»uno» (2). Por último: «por l a representación de
»mi yo idéntico, es como yo realizo una identi-
«dad relativa» (3).
¿Qué es, por otra p a r t e , el yo en el fondo?
¿Es individual, ó no es quizá más q u e u n a p a r t e
de la existencia universal? Lo ignoramos.
«Quizá, dice Fouillée, mi conciencia sea la
«conciencia de la existencia universal; quizá mi
«pensamiento sea una concentración, en un cier-
»to punto del tiempo, del pensamiento extendido
«por todas partes en el universo. Nosotros bus-
»camos el yo, sea en los fenómenos, de los cuales
«parece ser la a r m o n í a concreta, ó también en
»el ser universal, que no es entonces mi pensa-
«miento, sino el pensamiento» (4).

(1) Psychologie des idées-forces, i l , p. 6».


(2) Psycliologie des idées-forces, I I , p . 75-77.
3) Ibid., p . 79-80.
(4) La Liberté et le Déterminisme, p . 76-90.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 143

Haciéndose eco de F i c h t e , Fouillée llega


h a s t a á conceder á la idea el poder de c r e a r á
Dios. «Debemos desear, escribe, debemos q u e r e r
que Dios exista; y debemos sobre todo obrar,
como si existiese. Si el supremo ideal de la mo-
ralidad y del a m o r no es r e a l t o d a v í a , es nece-
sario crearle; á lo menos, que él exista en mi,
en nosotros, en todos; si es que no existe en el
universo. Quizá entonces concluya por existir
en el universo mismo. No, el hombre no puede
decir con certeza, lo mismo á nombre de la mo-
r a l que de la metafísica: Dios existe, y mucho
menos aún: Dios no existe; pero en sus p a l a b r a s ,
en sus pensamientos y en sus acciones debe
decir: Que Dios sea; fíat Deus.»

Concluyamos. ¿Cuáles son los c a r a c t e r e s


esenciales de la filosofía de A. Fouillée, que se
desprenden del precedente análisis? Entre el me-
canicismo y el esplritualismo, Descartes h a b í a
creado u n a oposición irreductible; y Fouillée se
l e v a n t a contra esta oposición. El dualismo, dice,
es ininteligible; es preciso establecer en los seres
la unidad de composición.
El espíritu consciente no puede proceder de
la m a t e r i a en movimiento, la conciencia no
puede bruscamente unirse á la n a t u r a l e z a físi-
ca; pero ésta se halla por todas p a r t e s com-
p e n e t r a d a de la conciencia; la cual á su vez
constituye el resorte primero de la evolución
universal. P a r a explicar esta evolución, es con-
dición precisa dejar á un lado el viejo prejuicio,
144 LOS ORÍGENES

que h a c e de la inteligencia una especie de foco


de luz que ilumina la realidad, sin i n t e r v e n i r en
ella. La inteligencia es el resultado último de
las manifestaciones de la vida consciente; antes
de ella v a siempre la emoción, la cual á su vez
v a precedida del apetito.
«No disponemos de otro medio p a r a e n t r a r
en posesión d é l a r e a l i d a d , - q u e el sentir... Ni
podemos comprender la realidad de otra ma-
n e r a , que por analogía con lo que llamamos
sentir, desear. De aquí n u e s t r a tendencia á ver
en las cosas un sentido interno y v e r d a d e r a -
mente psíquico, no y a físico; á atribuirlas algo
semejante á n u e s t r a s sensaciones, á nuestros
p l a c e r e s , á nuestros dolores, á nuestros de-
seos» (1).
El apetito, la tendencia interna con u n a con-
ciencia indistinta y confusa: tal es el primer
fondo de los seres, y la fuente originaria de la
realidad. L a conciencia distinta y c l a r a , en el
animal y en el hombre, no es más que el coro-
namiento del proceso apetitivo.
Este flnalismo, á la m a n e r a del concebido por
Schopenhauer, representa una reacción contra
la intervención exclusiva de las c a u s a s eficien-
tes en la n a t u r a l e z a ; asi como la importancia
d a d a á la realidad mental en la misma, y en su
desenvolvimiento, expresaba la oposición entre
la nueva filosofía y el materialismo.
Por lo demás, A. Fouillée es siempre idea-

(l) IAÍ Liberté et le Détnrminitme, p. 339.


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 145

lista, y no duda en escribir estas p a l a b r a s : «El


solo principio evidente es, que el pensamiento
existe; siendo á la vez idea, conciencia y reali-
dad.» Es también positivista, y no al modo d e
Spencer, que cree en un incognoscible, sino po-
sitivista r a d i c a l , q u e niega todo lo t r a n s c e n -
dente, las substancias, el yo, lo absoluto.
El yo y lo absoluto t r a n s c e n d e n t e son, dice,
creaciones del pensamiento. Conclusión última,
que nos h a c e ver de nuevo en el idealismo d e
A. Fouillée la huella del panteísmo, que había-
mos y a visto a p a r e c e r en su afirmación monís
tica del universo.

Guillermo W u n d t .

L a s aspiraciones de Wundt son ante todo d e


orden científico: estudiar los hechos, el hecho
fisiológico, el físico y el psicológico; o b s e r v a r l o s
por sí mismo, describirlos y concretarlos pri-
mero, p a r a poder después aislar sus elementos,
medirlos por razón de su intensidad y du-
ración; estudiar los compuestos psíquicos, que
resultan de la diversa combinación de estos
elementos, y que la conciencia nos r e v e l a en
forma de representaciones y de emociones; fijar
las leyes empíricas, según las cuales, aquéllos
se asocian y suceden unos á otros: tal es el ob-
jeto principal que se propone en sus estudios, el
que puede t e n e r s e , si no como el fundador,
como el que h a dado m a y o r impulso á la psico-
logía fisiológica.
10
Í4Ú LOS ORÍGENES

P e r o W u n d t , á la v e z que hombre de ciencia,


es también filósofo. Sus Ensayos, su Sistema de
la Filosofía, sus tres volúmenes de Lógica y su
Ética, son u n a demostración bien c l a r a de que
W u n d t no participa, con respecto á las especu-
laciones filosóficas, del desdén, que por ellas sue-
len afectar muchos hombres de ciencia. Con Vol-
kelt (1) y Paulsen (2), h a continuado vigorosa-
m e n t e las tentativas de L o t z e , F e c h n e r y L a n g e
en favor de u n a concepción más científica d é l a
filosofía, y de la rehabilitación de la metafísica.
Concibe la filosofía como el coronamiento y
límite de la ciencia, haciéndola salir g r a d u a l -
mente de sus trabajos científicos; y la define
así: «El sistema de conocimientos generales
suministrados por las ciencias particulares»; ó
con m á s claridad en la forma siguiente: «La
coordinación de los conocimientos p a r t i c u l a r e s
en u n a concepción general del mundo y de la
v i d a , de modo que esté en a r m o n í a con las
exigencias de l a r a z ó n y con las necesidades de
la ciencia» ('ó). No ignora el psicólogo a l e m á n

(i) V O L K E L T . Ücbe.r die Möglichkeit der Metaphysik, L e i p z i g , 1884.


t2i 1 ' A U L B E N . Einleitung in die Philosophie, B e r l i n , 1886.
(3i A V U N D T . System der Philosophie. L e i p z i g , 188!>, § 1 »-21 — S i n
h a b l a r d e l o s n u m e r o s o s a r t í c u l o s p u b l i c a d o s d e s d e 1881 e n s u B e -
v i s t a Philosophische Studien, d e b e m o s c i t a r e n t r e BUS e s c r i t o s l o s s i -
g u i e n t e s : Handbuch der medizinischen Physik S t u t t g a r t , ) 867; Untersu-
chungen zur Mechanik der Nerven u. Neri encentren, S t u t t g a r t , 1876;
Lehrbuch der Physiologie des Menschen, S t u t t g a r t , -Ite A u l l , 1878;
Logik, 2 t e AuH. 3 B d e . Stuttgart, i t e r B d . Erkenntnisslehre, 1893, 2 t e r
u . s t e r B d . Methodenlehre, n » l 18 5; Ethik, 2 t e Aufl. S t u t t g a r t 1892;
Essays, L e i p z i g , 1886; Grundtüge der phisiol. Psychologie, 4te Aull. 2
B d . L e i p z i g , l s 9 3 ; Vorlegungen über Menschen ti. Thierseele, 3 t e Aufl.
H a m b u r g , 1897; Grundriss der Psychologie, Ste A u B . L e i p z i g , 1897.
DH LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 147

la historia de los sistemas; y se aplica á descu-


brir en ellos la m a r c h a progresiva del pensa-
miento filosófico, y la aparición lenta de las
principales ideas, cuya síntesis él mismo elabora
hoy con paciencia. H a procurado respirar todas
las doctrinas extendidas en la atmósfera social
de nuestro siglo, y se h a saturado de ellas h a s t a
la médula; por un esfuerzo personal, sin em-
b a r g o , procura h a c e r l a s suyas, y se le v e , en
más de un punto, desprenderse de ellas. Por lo
demás, él mismo h a c e la confesión en el pre-
facio de sus Principio* de psicología fisiológica,
q u e á H e r b a r t es á quien debe, después de K a n t ,
su formación filosófica.
Descartes, Locke, Berkeley y K a n t son los
q u e h a n modelado su espíritu idealista. «El
mundo, escribe, no se compone más que de repre-
sentaciones»; y cuando, al terminar de exponer
su pensamiento, se h a c e la pregunta de lo que
podrá y deberá ser la psicología del porvenir,
le pone como condición el no contradecir la
teoría ideológica y critica, á la cual demuestra
tener una adhesión inquebrantable.
El idealismo de W u n d t no excluye, sin em-
b a r g o , todo realismo. «Es imposible, dice, no
reconocer en los objetos de nuestros pensamien-
tos una cierta .realidad que les sea propia.»
Y en otra p a r t e escribe: «La psicología tiene
por objeto los datos ele la experiencia, tales
como se p r e s e n t a n inmediatamente á la intuición
de la conciencia^; es, según esto, independiente
de toda hipótesis metafísica, á excepción de
148 LOS ORÍGENES

aquella que n e g a r a la realidad de los estados


de conciencia, y pretendiera convertirlos en
ilusiones e n g a ñ o s a s , con la cual sería inconci-
liable» (1).
Los datos inmediatos de la experiencia son
pues reales. Pero los datos concretos de la ex-
periencia implican dos elementos, a u n q u e - in -
s e p a r a b l e s , distintos: el contenido y la aprehen-
sión de este contenido, ó sean el objeto de con-
ciencia y el sujeto consciente. El punto de vista
subjetivo pertenece á la psicología, y el punto de
vista objetivo á las ciencias de la naturaleza. L a
psicología estudia los datos concretos de la con-
ciencia en sus relaciones con el sujeto; de aquí
que la experiencia i n t e r n a del psicólogo es inme-
diata, en todo el rigor de la p a l a b r a . L a s cien-
cias de la n a t u r a l e z a , por el contrario, pres-
cinden en lo posible del sujeto; y se aplican
exclusivamente á determinar la n a t u r a l e z a y
las relaciones recíprocas de los objetos. E s t a s
ciencias se relacionan con la experiencia de una
m a n e r a menos inmediata que la psicología; el
psicólogo contempla los datos de la experiencia
d i r e c t a m e n t e , por intuición; el observador de la
n a t u r a l e z a los considera más bien m e d i a n t e u n
proceso ideal, y en este sentido, la observación
científica es m e d i a t a . De lo cual resulta en las-
ciencias de la n a t u r a l e z a , que sus objetos sepa-
rados idealmente de la realidad concreta, con

(1) W a n d t . Philosophische Studien, 1S9G § 22, Ueber die Definition


der Psychologie.
D B 1*A P S I C O L O G Í A C O N T E M P O R Á N E A 149

la cual a p a r e c e n unidos en la conciencia, se en-


c u e n t r a n como suspendidos en el vacío, y que la
inteligencia del observador se vea obligada á
suponerles un mbstractnm, como es la materia ú
otra cosa a n á l o g a . Son éstas, nociones subsidia-
rias (Hülfíibegriffe) de significación hipotética,
de las cuales la psicología, la ciencia déla ex-
periencia inmediata, no tiene necesidad alguna.
La psicología es consiguientemente, por defi-
nición, la ciencia rigurosamente inmediata de
los datos concretos de la conciencia (1).
Pero no se p r e s e n t a n éstos como objetos dota-
dos de propiedades p e r m a n e n t e s , sino en forma de
fenómenos en sucesión continua, de actos enca-
denados, y estos actos son el objeto de la psico-
logía «La teoría de la actualidad—dice Wundt—
no quiere decir otra cosa. Con ella no pre-
tendo e x p r e s a r una hipótesis interpretativa de
los procesos psíquicos; me limito á h a c e r cons-
t a r una propiedad que de hecho les pertenece.
Deseo que se tomen los datos inmediatos de la
conciencia por lo que r e a l m e n t e son, por actos
cuyo enlace mutuo debemos t r a t a r de compren-
der y de i n t e r p r e t a r ; y soy de p a r e c e r que esta
es la ley primordial del método en psicología. Si
hablo de u n a teoría de la actualidad, es n a d a
más por oposición á la concepción antigua de la
psicología, que yo llamo la «teoría de la subs-
tancialidad». Antiguamente definíase la psicolo-
gía, la ciencia del alma; y los psicólogos, así

(0 Pkilosopliische Studien. % 23, 21, 4t>.


Í50 LOS ORÍGENES

materialistas como espiritualistas, b u s c a b a n l a


explicación de los actos psíquicos en un substrac-
tum, que se creía totalmente distinto de éstos, es
decir, en la substancia-alma. Ahora bien; l a s
substancias no caen bajo las informaciones in-
mediatas de la conciencia, y por eso el psicólogo
no debe ni puede afirmarlas ni n e g a r l a s (1). D e
consiguiente, si la psicología es la ciencia de la
experiencia inmediata (2), deben d e s t e r r a r s e d e
sus dominios «las hipótesis metafísicas».
¿A qué conclusiones lleva el estudio de los
actos, c u y a serie desfila a n t e La vista de la con-
ciencia? Estas conclusiones se resumen en u n a
teoría á que, por oposición al intelectualismo d e
los antiguos'psicólogos, W u n d t da el nombre d e
voluntarismo psicológico.
Debido á la universal influencia de la con-
cepción c a r t e s i a n a , los psicólogos se h a b í a n
acostumbrado á ver en la experiencia externa y
eñ la interna dos procedimientos a n t a g ó n i c o s ,
totalmente opuestos uno á otro. A la experiencia
externa adquirida por medio de los sentidos ex-
ternos, se atribuía el conocimiento de los objetos
de la n a t u r a l e z a dotados de propiedades perma-
nentes, independientes de las modificaciones q u e
en c a d a momento sufre el sujeto que las perci-
be; y á la experiencia interna, cuyo origen está,
en el sentido interno, se referían los estados sub-
jetivos. De este modo se a s i g n a b a por objeto á

( 1 ) Philos. Studien. § 3tj,


(2) Grundriéí der Ptychologie. L e i p z i g , E n g e l m a n n , 2 t e . Aufl. I i 9 7 .
S 1 n. 7.
D E 1 A PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 151

las ciencias de la n a t u r a l e z a los datos de la ex-


periencia e x t e r n a ; y á la psicología los de la ex-
periencia i n t e r n a .
Puestos en esta v í a , fueron los psicólogos aún
más lejos; como se t o m a b a n los objetos de los
sentidos internos por copias ó imágenes de obje-
tos exteriores, llegóse á atribuir á los primeros
las mismas propiedades objetivas p e r m a n e n t e s ,
que y a antes se habian fijado p a r a éstos. D e
donde se sacó esta conclusión general: «que las
representaciones conscientes tienen su objeto,
lo mismo que las percepciones externas; que este
objeto puede y a d e s a p a r e c e r del campo de la
conciencia, ó r e a p a r e c e r en él, y , según el g r a d o
de excitación exterior ó de atención interior, ser
más fuerte ó m á s débil, más claro ó más obs-
curo; pero que en el conjunto conserva siempre
ciertos atributos cualitativos absolutamente in-
variables» (1). H a y aquí, dice Wundt, un error,
q u e consiste en r e a l i z a r n u e s t r a s representacio-
nes; es decir, un falso intelectiialismo (2).
Este primer error dio origen á otro segundo.
Habiendo tenido el privilegio de fijar preferen-
temente la atención de los psicólogos el c a r á c t e r
objetivo de los fenómenos de la conciencia, fue-
ron considerados como primitivos los hechos r e -
presentativos ó «intelectuales», y como secun-
darios, que se trató de d e r i v a r de los primeros,
el sentimiento y la volición. Los asociacionistas,

(1) Gnmdriis der Psycholoyie, 2 t e . Aufl., § li>, L e i p z i g , 1897.


(2) Ibid.
152 L09 ORÍGENES

e n efecto, y H e r b a r t antes que éstos, aunque por


caminos distintos, se propusieron h a c e r d e r i v a r
de representaciones elementales el origen de los
actos psíquicos los m á s diversos y complicados.
Ahora bien, dice W u n d t , el intelectualismo
falsea los datos de la experiencia inmediata.
Porque, á decir v e r d a d , no h a y dos experiencias
de n a t u r a l e z a diferente, una e x t e r n a y otra in-
t e r n a ; todo objeto de la n a t u r a l e z a es también
objeto de la psicología; el mineral, el vegetal,
un sonido, un r a y o de luz corresponden á las
ciencias l l a m a d a s mineralogía, botánica y física,
nadie lo niega; pero en cuanto estos objetos des-
p i e r t a n en nosotros distintas representaciones,
p e r t e n e c e n también á l a psicología. A l a vez,
nuestros estados internos, por ejemplo, las afec-
ciones y las determinaciones voluntarias, son
e x t r a ñ o s á las ciencias de la n a t u r a l e z a , pero
tienen relaciones inmediatas é indisolubles con
las representaciones exteriores, y, por lo mismo,
también con las ciencias de la n a t u r a l e z a . No
h a y , pues, r a z ó n p a r a oponer la experiencia in-
t e r n a del psicólogo á la e x t e r n a del observador
de la n a t u r a l e z a , y, por t a n t o , el intelectualismo
c a r e c e en absoluto de base.

A este intelectualismo de la psicología anti-


g u a opone W u n d t , en nombre de una interpre-
tación m á s rigurosa d e los hechos, el volunta-
rismo psicológico (1).

<1) Pililos. Studien, § 51.


D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 153

L a atención del psicólogo, dice él, no debe


limitarse á la representación; y, dentro del fenó-
meno representativo, debe también r e c h a z a r s e
el exclusivismo en favor del aspecto objetivo
del mismo. L a conciencia real y viviente nos
r e v e l a un hecho complejo procedente de un
sujeto; y este hecho es un todo indivisible, en
el cual los elementos volitivos intervienen lo
mismo que los representativos. No se da, en
efecto, representación p u r a , aislada de todo
elemento volitivo, como tampoco existe voli-
ción sin algún elemento representativo; repre-
sentación y voluntad son dos abstracciones.
Y lejos de ser la representación, la que exclu-
sivamente deba e n c e r r a r dentro de sí al objeto,
todo acto psicológico donde v a incluida alguna
representación es, en su origen, esencialmente
subjetivo.
Debe, por tanto, dejarse á un lado toda con-
cepción psicológica, que al modo de la teoría
intelectualista, se propusiera como fin el estudio
de los objetos g r a b a d o s en la conciencia en su
entidad absoluta. L a conciencia tiene como
término inmediato, no objetos, sino hechos
(fenómenos en sucesión); no realidades abso-
l u t a s , sino actos que se verifican en el curso
de una serie sucesiva. El objeto inmediato
de la conciencia, dice W u n d t , y, por con-
siguiente, de la psicología e x p e r i m e n t a l , es
una serie de procesos. «Los hechos psíquicos
son fenómenos en sucesión y no objetos; como
todo fenómeno, éstos se suceden en el tiempo, y
154 LOS ORÍGENES

nunca son los mismos en dos momentos dife-


rentes» (1).
Considerados desde .este punto de vista los
procesos volitivos, tienen u n a significación pro-
pia y característica, la de poder r e p r e s e n t a r s e
bajo este concepto todos los fenómenos de l a
vida psíquica, sin exceptuar los actos intelec-
tuales, sobre el modelo de la volición, vién-
dose así que la ley general y común á todos
ellos es la de «verificarse en el tiempo». P e r o
de aquí no se sigue que se deba convertir esta
analogía cómoda en tesis objetiva, como si p r e -
tendiéramos reducir todos los procesos psíquicos
á actos de volición. N a d a está más distante que
esto del pensamiento del filósofo de Leipzig.
El voluntarismo ¿^sicológico no tiene, después
de todo, otro fin que el de restablecer, contra el
intelectualismo que las h a desnaturalizado, l a
sinceridad de las informaciones de la conciencia;
puede resumirse en las tres siguientes proposi-
ciones: L a experiencia interna, origen de las in-
formaciones de la psicología, no constituye un
dominio a p a r t e , sino que es p u r a y simplemente
la experiencia inmediata. L a experiencia inme-
diata no se refiere á las cosas en reposo, sino á
un flujo continuo de hechos sucesivos; no tiene
como fin los objetos, sino los procesos, que no son
sino la sucesión de fenómenos común á toda la
vida humana, considerados éstos en sus m u t u a s
relaciones. Cada uno de estos procesos ó series

1) Grundriss, § 17.
D E LA PSICOLOGÍA CONTBMPORÁNUA 15&

posee un contenido objetivo; pero es al mismo


tiempo un acto subjetivo; participa, pues, de l a s
condiciones generales del conocimiento, y de to-
das aquellas á que se subordinan las acciones
h u m a n a s (1).
Como se ve, el voluntarismo que a c a b a m o s
de describir no sale de los límites de la psicolo-
gía experimental, y lo mismo que la teoría d e
la actualidad, p e r m a n e c e alejado de la metafí-
sica. P a r e c e que el sabio psicólogo de Leipzig,
a n t e s de a b o r d a r el campo de las hipótesis y d e
p a s a r á la filosofía, h a querido a s e n t a r bien los
datos de la experiencia inmediata. Bien pronto
encontraremos en W u n d t u n a nueva forma de
voluntarismo, pero dé orden metafisico, que d e
ningún modo puede confundirse con su volunta-
rismo psicológico.
Distingue en el conocimiento tres g r a d o s , co-
rrespondientes á la vida p r á c t i c a , á las ciencias
p a r i i c u l a i e s y á la filosofía; á los cuales l l a m a
r e s p e c t i v a m e n t e inunción (Wahrnehmungs), en-
tendimiento (Verstandes,) y razón (Vernunfter-
kenntniss) (2); y á p e s a r de que estos grados no
le p a r e z c a n ni específicamente diferentes, ni ri-
gurosamente definidos, establece, fundado en
esta diversidad de g r a d o s , u n a jerarquía del sa-
bqr. L a experiencia es la base; las ciencias par-
ticulares a n a l i z a n , i n t e r p r e t a n y corrigen, c a d a
una en su dominio, los datos de la experiencia

(1) Orundriss, j¡ 18-J9.


(2) System, § 108.
156 LOS ORÍGENES

La filosofía prosigue de una m a n e r a univer-


sal el trabajo esparcido y aislado de las cien-
c i a s ; coordina los conocimientos generales ad-
quiridos, y comprendiendo en su conjunto los
resultados de la experiencia, deduce, por medio
d e la razón y del sentimiento, una concepción
del mundo y de la vida. Establecida así sistemá-
t i c a m e n t e la unidad del saber humano, no debe
limitarse ésta á resolver las contradicciones
a p a r e n t e s de las ciencias en la interpretación
de los hechos; sino que, apoyándose siempre so-
bre las ciencias como sobre sus legítimas bases,
puede muy bien sin temor alguno, y p a r a com-
pletar la comprensión de la realidad, t r a s p a s a r
en sus deducciones los limites de la experien-
cia.—He aquí bien definido el pensamiento de
Wundt(l).
Por otra p a r t e , si el objeto de la filosofía es,
en su universalidad, el mismo que el de las cien-
cias particulares, no sucede lo propio respecto
del punto de vista en que aquélla se coloca, el
c u a l es doble. E n efecto, (y sobre esta b a s e es-
t a b l e c e r á la división,) la filosofía debe propo-
nerse dos cosas: primero, e x a m i n a r los medios
de que dispone el espíritu p a r a e n t r a r en pose-
sión del saber humano; y en segundo término,
una vez concluida esta t a r e a , y adquirida por el
•espíritu la posesión de este saber, estudiarlo en
los principios sobre q u e se funda. Lo primero co-
rresponde á la Lógica, á la Criteriología y á la

(1) System, p p . 18 y 2 1 .
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 157

Metodología; y lo segundo á las Metafísicas es-


peciales de la n a t u r a l e z a y del espíritu, y á l a
Metafísica g e n e r a l (1).
L a exposición de tal sistema filosófico, en el
que, como dice W u n d t , «la Metafísica ocupa el
centro», no podía menos de c a u s a r sorpresa, y
debió p a r e c e r e x t r a o r d i n a r i a m e n t e reacciona-
rio, en u n a época precisamente en que el empi-
rismo estaba más en boga que nunca; por eso la
publicación en 1889, y en Alemania, de la obra
System por el eminente profesor de Leipzig fué
un acontecimiento; y los títulos de médico y de
psicofisiólogo, que habían dado al autor renom-
bre universal, contribuyeron g r a n d e m e n t e á
a u m e n t a r l a sorpresa del mundo sabio. L a s 60O
páginas en abultado volumen del System, p r e -
sentadas como conclusión de una vida de labo-
ratorio y de trabajos experimentales, debían
ser elocuentemente instructivas.
Y a desde el prefacio, Wundt, que no igno-
r a b a el efecto que su obra e s t a b a destinada á
producir, se p r e p a r ó á definir c o n c r e t a m e n t e el
carácter de su metafísica. «Debo declarar d e
a n t e m a n o , dice, que en mi pensamiento la me-
tafísica no es á modo de poema nutrido de fic-
ciones, ni tampoco un sistema a priori construido
por la razón; miß intenciones son, al contrario,
de d a r á la metafísica por base la experiencia,
y por método único el que se emplea en l a s di-
v e r s a s ciencias particulares, y que consiste en

(1) 76íd;pp. S3-3á.


158 LOS ORÍGENES

referir los hechos unos á otros por medio del


principio de razón suficiente» (1).
Examinemos brevemente este principio de
razón suficiente, que W u n d t coloca en la base de
todo su sistema de metafísica; este análisis es
tanto m á s necesario, cuanto que r e p r e s e n t a un
papel de capital importancia en el estudio de las
ideas t r a n s c e n d e n t a l e s .
Este principio, importado por Leibniz, al de-
cir de Wundt, en la filosofía, constituye la ley
que nos obliga ti referir unas á otras todas las
p a r t e s del saber humano, á fin de que el enlace
de las mismas esté exento de contradicciones; la
ley según la cual une el espíritu, por medio dei
razonamiento y de la consecuencia, los objetos
del pensamiento, y establece entre ellos relacio-
nes de dependencia (2). No es solamente este
principio, como el de identidad, una ley del jui-

(1) Cpntinúa W u n d t en e s t o s términos: •Entiendo que la metafí-


s i c a debe tener por objeto propio, no y a restringir estas relaciones á
determinados d o m i n i o s de la experiencia, sino que debe tratar de
e x t e n d e r l a s a la t o t a l i d a d d e l a e x p e r i e n c i a . Q u e e l p r o b l e m a d e l a
ciencia no pueda resolverse si no es acudiendo á presuposiciones que
n o se encuentran en la experiencia, es una v e r d a d bien c o n o c i d a en
las ciencias e x p e r i m e n t a l e s . A s i creo y o , que la metafísica filosófica
n o t i e n e n e c e s i d a d de reconstruirse e n t e r a m e n t e de n u e v o , p u e s t o
q u e t i e n e y a s u p u n t o do p a r t i d a e n l o s e l e m e n t o s q u e , p o r h i p ó t e s i s ,
l e son s u m i n i s t r a d o s por las ciencias particulares. A ella le corres-
ponde examinar lógicamente estos elementos, hacerlos concordar
u n o s c o n otros, y r e u n i r l o s en un t o d o e x e n t o de contradicciones.
P o d r í a a l g u i e n d u d a r si d e b e c o n s e r v a r s e e l v i e j o n o m b r o d e m e t a -
física, para designar un e x a m e n de este género; pero y o creo q u e ,
d e s d e el m o m e n t o en q u e el o b j e t o g e n e r a l de una c i e n c i a s i g u e
s i e n d o el m i s m o , el c a m b i o d e p u n t o s de v i s t a y d e m é t o d o s n o e s
razón suficiente para cambiar t a m b i é n el n o m b r e . » — S y s t e m , Vor-
ivort, § v - v i .
(2) System, p p . 77, s q q . 175, 178.
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 159

ció que c o m p a r a , sino del conocimiento que con-


cibe (1). G r a c i a s á él, podemos definir y concre-
t a r el enlace lógico, no solamente el que corres-
ponde á las experiencias actuales, sino también
en el campo de las puramente,posibles; y esta
progresión más allá de toda experiencia r e a l es
no sólo legítima, sino que estamos obligados á
h a c e r l a , p a r a completar los datos de la rea-
lidad.
Esta es la razón por qué nos es forzoso reco-
nocer en el principio de razón suficiente u n a ex-
tensión y aplicación universales. Su c a r á c t e r de
ley, reguladora de toda explicación y análisis
científicos, nos induce á h a c e r de él aplicación
á todo el contenido, cualquiera que sea, y á
todo objeto del pensamiento; y el que sólo le en-
contremos verificado en un número limitado de
hechos observables, no puede ser r a z ó n b a s t a n t e
p a r a detener la m a r c h a de nuestro camino, allí
donde la experiencia comienza á ser impracti-
cable. «Sería absurdo exigir una conexión gene-
r a l de las p a r t e s del cosmos accesibles á la ex-
periencia h u m a n a , desde el momento en que se
desechara toda relación de la mismas con sus
c a u s a s ó efectos inaccesibles á la experien-
cia» (2). El principio de razón suficiente presu-
pone, según acabamos de ver, elementos enlaza-
dos, de modo que constituyan partes de un todo.
Y si uno solo de los dos elementos se e n c u e n t r a

(1) -Ibid, p p . 8S-89.


(2; System, p á g . 201.
160 LOS ORÍGENES

verificado en la experiencia, será necesario ir


á buscar el otro fuera de ella. L a inteligencia
h u m a n a tiene necesidad invencible de i n d a g a r y
conocer la última razón de las cosas; siente den-
tro de sí misma la necesidad imperiosa de unifi-
c a r todo su saber; y esta es la razón de por q u é
j a m á s se h a resignado á p e r m a n e c e r e n c a r c e -
lada dentro de los límites estrechos del empi-
rismo (1).
Semejante trabajo de unificación debe lle-
v a r s e á cabo en un triple orden de ideas, á q u e
corresponden tres clases distintas de problemas.
L a p r i m e r a serie de nuestros conocimientos, cu-
yos últimos términos h a n de ser buscados fuera
de la experiencia, es la de los conocimientos
subjetivos ó inmediatos, que forman el objeto d e
la psicología; la segunda la componen los cono-
cimientos objetivos de las ciencias de la n a t u -
raleza, y corresponden á la cosmología. P e r o
la diferencia entre el conocimiento psicológico
inmediato ó subjetivo, y el de las ciencias de la
n a t u r a l e z a , que es mediato y objetivo, r e p o s a
sobre la distinción a n t e r i o r m e n t e e x p r e s a d a al
c o m p a r a r y oponer uno á otro estos dos conoci-
mientos: el uno, el cosmológico, que prescinde
del sujeto en los datos concretos de la a c t i v i d a d
r e p r e s e n t a t i v a , y el otro, el psicológico, que in-
siste al contrario sobre el aspecto subjetivo y
genético de los mismos.
De este modo concebido el conocimiento,

(1) Tbid, p a g i n a s 188-190.


DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 16Í

¿podríamos s e p a r a r de la representación el ob-


jeto, sin un acto de abstracción sobre el conte-
nido de la misma, realmente uno é indivisible,,
pero susceptible, no obstante, de ser considerado
según dos puntos de vista diferentes? Tampoco'
pueden dejarse coexistir estas dos series de co-
nocimientos, antes bien, debe suprimirse toda
dualidad, á fin de llegar al dato único de la ex-
periencia. De aquí el nuevo trabajo que complete
el anterior, cuyo resultado deberá ser la unifica-
ción de las dos series cosmológica y psicológica
en u n a sola idea, ontológica; porque en c a d a uno
de estos dos órdenes de ideas, será preciso, en
definitiva, llegar á dos ideas: la p r i m e r a de con-
dición última, ó de última unidad, y la otra de
infinita totalidad (1).
L a s ciencias particulares exigen, pues, un
complemento; ¿y no podrá h a l l a r s e en ellas
mismas? No, contesta W u n d t . El entendimiento,
que es la facultad del conocimiento científico, n o
sale de la experiencia, ni tiene otra misión q u e
explicar los hechos. Por el contrario, la razón
t r a s p a s a la experiencia; y si el entendimiento
puede comprender el mundo físico ó el espíritu,
sola la razón puede buscar sus c a u s a s . Cierto
q u e uno y otro se sirven del principio de r a z ó n
suficiente; pero «únicamente la razón puede cer-
ciorarse de su v a l o r universal» (2).
P a r a expresar los fines diversos que corres-

(1) System, p a g i n a s 179, ISO y 206.


(2) System, % 189.
II
16S LOS ORÍGENES

ponden al entendimiento y á )a razón, W u n d t


r e s e r v a á los objetos de ésta el término ideas
(Ideen) y no la p a l a b r a conceptos; y á la razón,
por consiguiente, es á quien atribuye la misión
d e resolver los problemas transcendentales (1).
Las matemáticas son un ejemplo bien claro de
e s t a necesidad que siente el espíritu de t r a s p a -
s a r la experiencia. Por el modo como éstas apli-
c a n el principio d e razón suficiente, llegamos á
conocer dos clases de, transcendencias, y com-
p r e n d e m o s , á la vez, el valor de las ideas trans-
cendentales. Con efecto, en una serie m a t e m á -
tica que se extienda h a s t a lo infinito, tendremos,
de una p a r t e transcendencia cuantitativa, real,
y de otra, cualitativa, imaginaria. En el primer
c a s o , la supuesta serie infinita es cualitativa-
m e n t e siempre la misma; no se llega á valores
distintos de aquellos de donde se ha partido y
q u e han sidp tomados de la realidad. La t r a n s -

(1) System, § 181-182.- W u n d t , q u e i or e l e m p l e o d e l t é r m i n o ideas,


p a r e c í a s e g u i r al filósofo de K a m i g s b o r g - á q u i e n , por otra parte,
« o n e e d e e l m é r i t o d e h a b e r s i d o el p r i m e r o en p e r c i b i r d i s t i n t a m e n t e
los problemas transcendentales,—se separa aquí bien pronto de él, ha-
c i é n d o l e l a s s i g u i e n t e s a c u s a c i o n e s : >En p r i m e r l u g a r , d e h a b e r c r u -
z a d o un a b i s m o i n f r a n q u e a b l e e n t r e el c o n o c i m i e n t o d e l e n t e n d i -
m i e n t o y el d o la razón, «por m e d i o d e s u c o n c e p t o m o n s t r u o s o » d o
u n a c o s a en sí; y d e s p u é s , d e h a b e r s u b o r d i n a d o l a s o l u c i ó n d e l o s
p r o b l e m a s t r a n s c e n d e n t a l e s , a los postulados de la i n m o r t a l i d a d d e l
a l m a , d e la l i b e r t a d , d e la v o l u n t a d y d e l a e x i s t e n c i a d e D i o s . »
H n d u d a , d i c e h a b l a n d o <íe K a u t , « n u e s t r o c o n o c i m i e n t o o b j e t i v o
n o c o n s i s t e m á s q u e en c o n c e p t o s , q u e n o s v e m o s o b l i g a d o s á f o r m a r -
e n v i s t a d e t o d o s l o s m o t i v o s , q u e n o s i m p o n e n la n e c e s i d a d d e c o r r e
g i r las contradicciones de lo percibido. Pero una v e z h e c h a con e x a c -
t i t u d esta corrección, no h a y razón a l g u n a para dudar de la realidad
o b j e t i v a d e l o s o b j e t o s c o r r e s p o n d i e n t e s á e s t o s : conceptos-,»— § 185.)
V . Logik, l t e r B d . § 516-567.
DtS L A P S I C O L O G Í A CONTEMPORÁNEA 163

cendeneia sólo consiste en r e m o n t a r s e más allá


de la experiencia y progresar h a s t a lo infinito,
sin que entre todos los miembros h a y a otra dife-
rencia que la cuantitativa; se reduce, por lo
t a n t o , á la construcción de una realidad no,exis-
tente. Tal sería el concepto de una línea que se
supusiera prolongada hasta lo infinito.
En el segundo caso, se enuncia una pura po-
sibilidad del pensamiento (1); aquí el movimiento
del espíritu tiene como resultado la formación de
conceptos nuevos, distintos por sus propiedades
de los ofrecidos por la realidad, y sin aplicación
a l g u n a inmediata á objetos reales; tal sería, por
ejemplo, la r a í z c u a d r a d a de un número ne-
gativo.
Estas dos clases de transcendencias tienen lu-
g a r también en filosofía; y en cada uno de los
dos órdenes, r e a l é imaginario, es llevada la ra-
zón, lo mismo en filosofía que en matemáticas, á
una doble idea de lo infinito, lo infinitamente pe-
queño, representado por la unidad, y lo infinita-
mente grande, cuyo equivalente metafísico es la
totalidad.
Nadie puede poner en duda el valor y la .uti-
lidad de lo infinito en m a t e m á t i c a s ; ¿puede de-
cirse lo mismo de lo t r a n s c e n d e n t e , tanto real
cómo imaginario, en filosofía? L a transcenden-
cia resil — responde W u n d t — p o s e e en filosofía
el mismo valor que en matemáticas; pero desde
luego — a ñ a d e — p o d r í a dudarse respecto de lo

(l) Syalem. % 196.


164 LOS ORÍGENES

transcendente imaginario. H i s t ó r i c a m e n t e , á
Platón le corresponde el título de ser el primero,
según W u n d t , que intentó introducir en filosofía
lo transcendente imaginario. No se t r a t a en l a s
ideas platónicas de una simple explicación suge-
rida por la experiencia, sino de un complementa
de la experiencia misma; no se buscan c u a n t i t a -
tivamente los datos experimentales, sino que s e
termina por cambiarlos c u a l i t a t i v a m e n t e ; la
idea de lo real es aquí despojada de la envoltura
sensible que la recubre en la experiencia.
¿Pero no es preciso reconocer que la idea
t r a n s c e n d e n t a l imaginaria, aun no teniendo rea-
lidad alguna en sí misma, y no obstante los in-
convenientes que lleva consigo, h a i r r a d i a d o
muchas veces su luz sobre los conceptos, que la
realidad nos obliga á formar? L a s ideas de Pla-
tón y la monadología de Lcibniz, aun sin enun-
ciar la v e r d a d , ¿no indican, por lo menos, la di-
rección que debe seguirse p a r a satisfacer las
necesidades, que con empeño estimulan á la r a -
zón? Todo sistema de alguna importancia encie-
r r a siempre alguna idea justa; así la doctrina de
las ideas de Platón h a traído la convicción de
que nuestro .conocimiento del mundo se forma,
no de la experiencia sensible, sino por la fuerza
de los conceptos; y el principio de continuidad
formulado por Leibniz s e r á probablemente del
número de aquellos que n u n c a h a b r á n de morir.
L a transcendencia imaginaria puede, en este
sentido, tener un valor análogo en filosofía al
que posee en m a t e m á t i c a s , sirviendo así p a r a
D E LA PSICOLOGÍA CONTKMPORÁK R A 165

adquirir muchas veces un conocimiento más pro-


fundo de los conceptos r e a l e s , presentados desde
un punto de vista más general. Pero en ningún
caso puede hallarse en oposición con la expe-
r i e n c i a ; debe, por el contrario, exigírsela que
p a r t a de los hechos reales; y su c a r á c t e r distin-
tivo deberá consistir, no en considerar los hechos
aislados, sino en a b a r c a r el conjunto de su tota-
lidad (1).
Es cierto que aquí entramos y a en el dominio
de las hipótesis permanentes; pero si las ciencias
particulares tienen necesidad de hipótesis, ¿por
qué h a de p a s a r s e sin ellas la ciencia meta-
física? En las ciencias p a r t i c u l a r e s , la hipótesis
no es más que un medio de establecer conexio-
nes entre los hechos reales; en metafísica ser-
virá, a d e m á s de esto, p a r a completar los datos
de la experiencia, y presupondrá en el mundo
inaccesible á ésta las condiciones necesarias
p a r a la formación de un todo, que satisfaga á
la razón (2). En uno como en otro caso, lo que
motiva la formación de las hipótesis es la misma
necesidad del pensamiento, porque lo absoluto
necesita de unidad.
H a llegado y a la ocasión de e x a m i n a r los cli-
versos problemas transcendentales, que son tres:

( 1 ) Si/stem., § 11)7-200.
(2) « L a s i d e a s n o p u e d e n — s e g ú n W u n d t - ser o b j e t o d e demostra-
ción p r o p i a m e n t e d i c h a . E s l í c i t o h a c e r p r e s u p o s i c i o n e s , q u e l a r a z ó n
p u e d e m u y b i e n t e n e r e n c u e n t a ( p e n s a r ) , c u a n d o m á s a l l á d e la e x -
periencia, b u s c a la ú l t i m a razón suficiente de los h e c h o s o b s e r v a d o s ;
p e r o l a existencia de é s t o s n o aparece c o m o una c o n s e c u e n c i a nece-
s a r i a d e p r e m i s a s a n t e r i o r m e n t e p u e s t a s >—System., § 439,
166 I-0S ORÍGENES

el psicológico, el cosmológico y el ontológico. Los


datos de estos problemas son suministrados por
la experiencia; en cuanto al medio con que h a n de
resolverse, éste no es otro que el principio de ra-
zón suficiente; y por último, respecto al a l c a n c e
y fin de la solución, deben ser éstas dos ideas de
unidad y de totalidad concebidas por la razón,
á las cuales conducen los procedimientos de
transcendencia, análogos á los procedimientos
de transcendencia r e a l é imaginaria usados en
las m a t e m á t i c a s .
El problema t r a n s c e n d e n t a l que nos i n t e r e s a
d i r e c t a m e n t e es el de la psicología. ¿Y cuáles
son las condiciones generales de este primer pro-
blema? ¿Cuál es su fin? ¿De qué proceso transcen-
dental depende su solución?...
Dos hipótesis—dice en substancia W u n d t —
h a n venido disputándose en la historia el domi-
nio de la psicología: la hipótesis individualista y
la universalista, y según se h a t r a t a d o de reducir
á voluntad ó á representación la esencia de lo
espiritual, así h a n sido subdivididas estas dos hi-
pótesis en otras dos sub-hipótesis opuestas: el
animismo y el intelectuálismo (1). De esta divi-
sión, considerada así en todos los sistemas, h a c e

(i; D e estas h i p ó t e s i s h a n s a l i d o , d e j a n d o á un lado las f o r m a s in-


t e r m e d i a r i a s , c u a t r o c o n c e p c i o n e s m e t a f í s i c a s f u n d a m e n t a l e s : e l indi-
vidualismo intelectualisla (Hcrhart), e n el cual l a ú l t i m a u n i d a d e s u n
á t o m o d e l a l m a (Seelenatom), q u e e s pura cualidad; el individualismo
unimista ( K a n t ) , q u e c o n s i s t e e n l a p u r a « a p e r c e p c i ó n » t r a n s c e n d e n t a l ,
que es la a c t i v i d a d v o l i t i v a m á s s i m p l e , c o m o c o n d i c i ó n de t o d a re-
p r e s e n t a c i ó n ; e l universalismo intelectualista (Spinoza), que coloca la
s u p r e m a t o t a l i d a d e n u n a i n t e l i g e n c i a i n f i n i t a ; e l universalismo ani-
mista '.Schopenh.auer, p e r o c o n a l g u n a s r e s t r i c c i o n e s ) , q u e prefiere la
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 167

salir W u n d t las condiciones generales del p r o -


blema psicológico.
L a idea de alma puede afectar una forma,
y a individualista ó y a también universalista.
D u r a n t e mucho tiempo, los filósofos se h a n mos-
trado refractarios á la idea de reunir las a l m a s
en un cosmos total y espiritual; la idea d e
a l m a individual domina exclusivamente en l a
historia de la psicología, siendo p a r a unos un
objeto de experiencia, m i e n t r a s que otros veían
en ella u n a simple noción auxiliar, destinada á
explicar la conexión de los datos de la expe-
riencia interna. Pero la psicología empírica n o
tiene p a r a qué servirse de estas nociones auxi-
liares; porque, como lo hemos hecho y a n o t a r ,
los hechos inmediatos de experiencia i n t e r n a es-
tán exentos de contradicción, y por lo mismo no
tienen necesidad de acudir á los conceptos a u x i -
liares en d e m a n d a de corrección ni de comple-
mento. No se puede, por t a n t o , según W u n d t ,
conceder á la noción de a l m a , más que una sig-
nificación t r a n s c e n d e n t a l . El fin único de la psi-
cología t r a n s c e n d e n t a l consiste en buscar, p o r
medio del principio de razón suficiente, las-
conexiones de los hechos i n m e d i a t a m e n t e empi-

t e o r í a d e u n a v o l i c i ó n u n i v e r s a l d i s e m i n a d a y en a c c i ó n . ( L e i b n i z , .
i n d i v i d u a l i s t a é i n t e l e c t u a l i s t a , s e da l a m a n o p o r s u i d e a d e la m ó -
n a d a s u p r e m a c o n e l u n i v e r s a l i s m o . ) ( V é a s e System., § 209-2)0.) E s t a s
cuatro concepciones se hallan mezcladas y confundidas c o n tres h i -
p ó t e s i s filosóficas c o r r e s p o n d i e n t e s a l o s p r o b l e m o s o n t o l ó g i c o s , y
q u e d a n l u g a r a l m a t e r i a l i s m o , al i d e a l i s m o y a l m o n i s m o t r a n s c e n -
d e n t a l . N o t e m o s d e p a s a d a , q u e e l animismo d e s i g n a aquí, en el p e n -
s a m i e n t o d e W u n d t , l o q u e e n o t r a s p a r t e s l l a m a voluntarismo meta-
física.
168 LOS ORÍGENES

ricos y su razón última, de m a n e r a que se a t e


corto á toda otra cuestión ulterior.
Cuanto al procesus de la transcendencia, es
en psicología n e c e s a r i a m e n t e imaginario tanto
como r e a l . Ni el cosmos espiritual ni el a l m a in-
dividual pueden, sopeña de absurdo, concebirse
sólo c u a n t i t a t i v a m e n t e , ésta como unidad indi-
vidual, y aquél como totalidad determinada; se-
ría quitarles su c a r á c t e r espiritual, porque «lo
espiritual debe tener una cualidad» (1).
Este c a r á c t e r imaginario de todas las hipó-
tesis psicológicas es causa de que se susciten
m u c h a s más dudas aquí que en los problemas
cosmológicos; pero les queda, sin e m b a r g o , la
ventaja de coordinar los conocimientos experi-
mentales con las presuposiciones transcenden-
tes, en un sistema «cerrado por sí mismo» de
c a u s a s y de consecuencias, y de satisfacer así
las exigencias de la razón, mediante el recurso
á las ideas transcendentales (2). El problema
psicológico ofrece, por otra p a r t e , un interés,
que no tiene el cosmológico, p a r a la vida indivi-
d u a l y social.
L a p r i m e r a cuestión contenida en el p r o b l e -
m a psicológico tiene por objeto, dice Wundt, la
idea del alma individual. Y puesto que la cues-
tión viene otra vez á aplicar el principio de
razón suficiente á los datos de la experiencia, exa-
minemos antes lo que son los datos de la ex-

(1) Syatem, § 371


<2i System, § 371
DE LA P S I C O L O G Í A CONTEMPORÁNEA 169

periencia. Son éstos representaciones, ó me-


jor dicho, actos representativos, á los cuales
a c o m p a ñ a un doble sentimiento: el de nuestra
propia actividad y el de nuestra propia pasi-
vidad. Somos, en efecto, pasivos, porque tene-
mos conciencia de habernos sido dado el objeto
de nuestras representaciones, sin c r e a r l e nos-
otros; somos activos porque tenemos conciencia
de h a c e r l a s n a c e r , ó de modificarlas si y a exis-
ten. Este doble sentimiento interno, inseparable
de los datos inmediatos de la experiencia, im-
plica, pues, la presencia de objetos cuya acción
, sufrimos, y el ejercicio de u n a acción producida
por nosotros sobre tas representaciones objeti-
vas. «El análisis de la experiencia inmediata
nos da como resultado, escribe Wundt, de una
p a r t e , u n a actividad y una pasividad variables
según sus diversos modos; de otra p a r t e , los
objetos de esta actividad y de esta pasividad; es
decir, las representaciones» (1).
Las representaciones pueden, en cierto sen-
tido, s e p a r a r s e del y o , y concebirse á m a n e r a de
objetos independientes. Pero los estados pasivo
y activo tienen de propio y característico, que
h a c e n esencialmente un todo con la conciencia,
siendo inseparables de ella.
¿Quiere esto decir que los dos estados ten-
g a n con el yo la misma conexión inmediata?
En el supuesto de que h a y a m o s suprimido Con el
pensamiento los objetos representados y las re-

(II Tbid.,% 381.


170 LOS ORÍGENES

laciones externas de los estados conscientes con


sus objetos, ¿ g u a r d a r á n con el yo la pasividad
y la actividad una relación idéntica? L a com-
plejidad de estos estados ¿sería refractaria á un
último esfuerzo de análisis?—A decir v e r d a d , no,
contesta Wundt. L a actividad pertenece m á s
inmediatamente á la experiencia interna que
la pasividad. Forzosamente nos vemos obligados
á referir y subordinar la pasividad á la activi-
dad del objeto p r e s e n t e á nosotros, de tal modo,
que ésta a p a r e c e como anterior y primordial;
«colocamos, dice él, en una actividad r e c í p r o c a
del sujeto y del objeto eL origen de todos nues-
tros estados activos y pasivos». L a actividad
propia, considerada en sí misma, y de donde
procede n u e s t r a actividad y nuestra pasividad,
es lo que llamamos yo. Este yo, aislado por el
pensamiento de los objetos en donde r e c a e su
actividad, es nuestro querer. «No h a y , por t a n t o ,
n a d a , concluye Wundt, absolutamente n a d a , ni
fuera ni dentro de sí mismo, que el h o m b r e
p u e d a , rigurosamente h a b l a n d o , l l a m a r suyo,
propio y exclusivo de sí mismo, si no es su vo-
luntad» (1).

Tales son, expuestos con toda fidelidad, los


datos de la conciencia; apliquémosles a h o r a el
principio de razón suficiente.
Este principio nos obliga á elevarnos de un
hecho pasajero de la experiencia interna á otro

(1) System, § 386-387.


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 171

presupuesto, de los elementos volitivos de un


primer estado á los elementos volitivos a n t e -
riores que los h a n predeterminado. Y cuando
h a y a m o s descartado todo aquello que en el con-
tenido de la conciencia es accidental y exterior
al sujeto como tal, sólo q u e d a r á la actividad vo-
litiva en sí misma, la «apercepción» en su forma
p u r a , concebida independientemente de todas
las determinaciones del contenido.
Esta condición última de toda experiencia
interna, que K a n t l l a m a b a apercepción transcen-
dental, debe concebirse como u n a actividad in-
cesante } continua. P e r o , como toda actividad
r

presupone necesariamente los objetos en que se


ejerce, la «apercepción» transcendental ó la vo-
luntad pura es n a d a más que una idea de la ra-
zón, que excluye toda realización experimental,
y por lo mismo no tiene uso ni utilidad alguna en
psicología empírica (1).

(1) üystem, § 388.—Hay a d e m á s o t r a m a n e r a i n t e l e c t u a l d e c o n c e -


bir e l a l m a , d e q u e p u e d e s e r v i r s e l a p s i c o l o g í a e m p í r i c a c o m o d e u n a
h i p ó t e s i s a u x i l i a r . E s t a c o n c e p c i ó n c o n s i s t e en c o n s i d e r a r el a l m a , n o
como pura voluntad vacía de objeto, sino como unidad compuesta,
como una «organización espiritual». De h e c h o no es otra ésta, que el
m i s m o c u e r p o v i v i e n t e . E l c u e r p o y el a l m a n o difieren a q u í r e a l -
mente; entre uno y otro, no h a y otra diferencia que el p u n t o de v i s t a
s e g ú n el c u a l s e c o n s i d e r a n ; e l c o n c e p t o d e a l m a p e r m i t e c o n s i d e -
r a r e l c u e r p o v i v i e n t e d e s d e e l p u n t o d e v i s t a d e la e x p e r i e n c i a i n -
t e r n a , y e l d e c u e r p o n o s l e p r e s e n t a p o r el l a d o d e l a e x p e r i e n c i a
externa.
E s t e concepto empírico del a l m a p u e d e servir para interpretar y
e x p l i c a r l o s h e c h o s p s í q u i c o s . S u p o n e , en e f e c t o , q u e á t o d o p r o c e s o
p s i c o l ó g i c o corresponde otro físico (paralelismo psico-físico). Gracias
á él p o d e m o s , allí d o n d e la experiencia p r e s e n t a l a g u n a s , es decir, s o -
luciones de continuidad, renovar la cadena de los procesos psíquicos
con la a y u d a de eslabones i n t e r m e d i a r i o s t o m a d o s de los procesos
17-2 LOS ORÍGENES

Dos caminos se presentan al espíritu, al for-


mular una concepción t r a n s c e n d e n t a l en psi-
cología; porque podemos elevarnos al objeto de
la representación, sin tener p a r a n a d a en c u e n t a
la actividad r e p r e s e n t a t i v a , y elaborar así el
concepto de una cualidad absoluta, substancial,
inmutable en sí misma; ó bien, prescindiendo de
las representaciones como simples objetos de
esta actividad, elevarnos al concepto de la acti-
vidad misma. En el primer caso, resultaría la
idea de un alma-substancia (substantieller Seelen-
begriff); y en el segundo la idea de un alma-acti-
vidad (actueller Seelenbegriff). Entre estas dos
concepciones, debemos optar, d i c e W u n d t , por la
segunda: porque sola esta nos explica satisfac-
toriamente la voluntad y su desenvolvimiento, y
únicamente en ella e n c u e n t r a también explica-
ción este hecho, de que todo conocimiento se
asemeja y relaciona con los objetos presentados
a l pensamiento como m a t e r i a de su actividad(L).
Tampoco puede bastarnos la idea de a l m a ,
considerada como individual y finita, la cual
debe servirnos de base p a r a la idea de una tota-

f i s i c o s . System, § 389, 'JS2 y ñSí!.—Este c o n c e p t o p e r m i t e a d e m a s a t r i -


buir á todos l o s e l e m e n t o s del o r g a n i s m o una «aptitud p s í q u i c a - , á
m o d o de t e n d e n c i a i n s t i n t i v a dotada de una c o n c i e n c i a sorda y con-
fusa.
La l e c t u r a superficial de estas l í n e a s pudiera á p r i m e r a v i s t a h a c e r
creer, q u e W u n d t no está aquí conforme con su doctrina, e x p u e s t a
m á s a r r i b a ( p á g . 1C71, d o n d e é l n i e g a l a u t i l i d a d d o l o s - c o n c e p t o s
a u x i l i a r e s - en p s i c o l o g í a . L a c o n t r a d i c c i ó n no es, s i n e m b a r g o , m á s
q u e a p a r e n t e . W u n d t s e a t e n í a a l l í al p u n t o d e v i s t a estricto d e la
e x p e r i e n c i a interna; a q u í c o n s i d e r a l o s h e c h o s p s í q u i c o s en sus rela-
ciones con los procesos físicos.
( 1 ) System, j! 391.
DE LA P S I C O L O G Í A CONTEMPORÁNEA 173

lidad espiritual, á donde se llega por un regreso


psicológico universal. El a l m a y a se considere en
cuanto substancia ó como actividad, necesita
unirse á otras unidades espirituales, porque con-
cebida como voluntad transcendental sin objeto,
p e r m a n e c e r í a siempre v a c í a de contenido; lo
cual constituye una hipótesis inconcebible. Pero
la idea de la totalidad espiritual puede afectar
dos formas muy distintas. Puede llegar h a s t a la
negación de toda independencia real en el indi-
viduo, r e c h a z a n d o como ilusorio el regreso psi-
cológico á la unidad. Tal fué el c a r á c t e r común
á la mayor p a r t e de las concepciones universa-
listas del mundo; concepciones que, por su exa-
geración en este sentido, h a n tenido que chocar,
principalmente las de Spinoza y Schopenhauer,
con dificultades insuperables, que fueron causa
de su fracaso. Puede suponerse, en este caso, que
el todo espiritual, principio universal, es una uni-
dacL.cuya esencia consiste en la representación,
pero entonces le faltaría actividad. Si, por el
contrario, se supone que esta unidad tiene por
esencia el querer (volición), resultaría que una
volición como principio universal, sería una uni-
dad sin contenido (1). De todos modos, es insos-
tenible la hipótesis de un principio universalista,
que absorbiese l a autonomía de las unidades
individuales.
No queda, por consiguiente, más que u n a
hipótesis, según la cual, la totalidad espiritual

(1) System, § 392-398.


174 LOS ORÍGENES

sería una voluntad colectiva, en cuyo seno sub-


sistieran las unidades volitivas; y esta conclu-
sión se e n c u e n t r a justificada por los datos de la
experiencia. L a e x p e r i e n c i a , en efecto, nos
muestra en la familia, en la tribu, en la socie-
dad, otros tantos grupos de voluntades indivi-
duales, asociados por el comercio de acciones
r e c í p r o c a s , y llegando así á formar c a d a una de
ellas un todo. Cada unidad de éstas ocupa su
grado de una escala, en que, desde el individuo
á la nación, y desde la nación al conjunto del
mundo civilizado, las esferas de las unidades vo-
litivas v a n siendo c a d a vez; más comprensivas.
Esta escala, tal y como a p a r e c e en la expe-
riencia, se detiene en el último peldaño; pero la
razón no puede detenerse aquí. El principio de
razón suficiente nos obliga á proseguir ideal-
m e n t e l a serie más allá de la experiencia, en dos
direcciones; esta serie ideal p a r t i r á de la volun^
tad p u r a de que hemos hablado y a , y t e r m i n a r á
en u n a voluntad total de la h u m a n i d a d , en donde
h a b r á n de unirse todas las voluntades p a r a la
consecución consciente de sus fines. Cierto que
semejante humanidad ideal futura no es un he-
cho, sino una presuposición de la experiencia;
pero no por esto deja de ser el término hacia el
cual se dirigen y deben dirigirse todas las vo-
luntades h u m a n a s en su evolución; las cuales
v a n progresivamente aproximándose á este tér-
mino, pero sin j a m á s llegar á él.
L a idea de totalidad espiritual posee, pues,
á diferencia de otras ideas transcendentales, u n a
D W LA PSICOLOGÍA CONTEM«POUÁNEA 175

importancia p r á c t i c a de orden moral, dado que


ella constituye l a regla de nuestras acciones.
El regreso ¿psicológico individual nos h a con-
ducido á un y o , llamémoslo así, como voluntad
p u r a , ¿cómo a h o r a , este yo así concebido llega á
ser representativo? L a representación no es, con
igual título que la voluntad, un hecho primitivo;
a l t e r n a con los actos de la voluntad, á la vez
q u e reúne l a s individualidades volitivas en vo-
l u n t a d e s colectivas (1).
El lenguaje es, de hecho, un lazo de unión en-
t r e los individuos y el medio n a t u r a l por el q u e
llegan éstos á constituir u n a voluntad común.
Y cuando la voluntad individual e n t r a en rela-
ción con las demás unidades volitivas, y por el
hecho de su participación en la totalidad de l a s
inteligencias, entonces pasa aquélla á ser repre-
s e n t a t i v a y c o n c r e t a (2).
Volvamos por un momento á la evolución
moral de l a s voluntades. ¿Quál es el resorte de
su tendencia h a c i a un término ideal, h a c i a l a
h u m a n i d a d futura? L a voluntad posee una capa-
cidad ilimitada; la h u m a n i d a d ideal será, por el
c o n t r a r i o , forzosamente limitada en el espacio y

(1) « P u e s t o q u e ei regresus p s i c o l ó g i c o i n d i v i d u a ] , el c u a l n o s h a
d a d o la pura voluntad como última condición del individuo, debe
a p l i c a r s e a todcB l o s e l e m e n t o s q u e c o n s t i t u y e n u n a c o l e c t i v i d a d e s -
piritual, l a r e p r e s e n t a c i ó n aparece, n o y a c o m o mi dato p r i m i t i v o ,
s i n o c o m o un producto d e la pluralidad d e voluntades; s e a q u e la a c -
c i ó n recíproca, interviniendo entro las voluntades, produzca la repre-
sentación, ó s e a que los elementos volitivos se sirvan de ella como
d e u n m e d i o pora formar unidades v o l i t i v a s superiores,»—System,
| 403.
(2) System, § 3¡>7-ios.
176 LOS ORÍGENES

en el tiempo; ¿dónde e n c o n t r a r , en tal caso, la


razón de ser de esté término ideal y del mo-
vimiento hacia él? L a humanidad ideal es im-
pulsada como por una fuerza necesaria, dice
W u n d t , h a c i a u n a idea t r a n s c e n d e n t a l comple-
m e n t a r i a : esta idea es la idea de Dios, de un ser
incognoscible, perfecto, infinito, del cual depen-
de necesariamente la humanidad ideal. Y por lo
mismo que ésta j a m á s podrá responder á nues-
t r a s exigencias de una totalidad infinita, la
reemplazamos por la idea de un Dios infinito,
razón suprema de este ideal. De este modo, la
idea moral encuentra tener su complemento ló-
gico en la idea religiosa (1).
¿Cuál es el resultado del método regresivo,
que anteriormente hemos aplicado á la psicolo-
gía? ¿A qué resultados conduce el mismo método
en cosmología, y cómo se armonizan unos y
otros? La regresión psicológica, de una p a r t e , nos
h a conducido á la idea de una apercepción t r a n s -
cendental, voluntad p u r a , y v a c í a de objetos,
pero condición última indispensable de toda ex-
periencia i n t e r n a . De otra, la regresión cosmo-
lógica en el sistema nos h a llevado á la idea
de una totalidad infinita de unidades últimas,
sin poder, por otra p a r t e , d e t e r m i n a r el ser pro-
pio, m a t e r i a l ó espiritual, de estas unidades (2).
¿Hemos de dejar subsistir estos dos resulta-

( 1 ) System, § 403-40«.
(2) E s t a s u n i d a d e s s o n e l á t o m o m a t e r i a l ó e l p u n t o m a t e m á t i c o ,
s e g ú n e l p u n t o d e v i s t a d e s d e d o n d e se l o s c o n s i d e r e . — S y s t e m . § 207,
D . 363-4B4.
DB LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 177

dos paralelos?—Esto equivaldría á admitir un


dualismo, que p u g n a con nuestra tendencia natu-
r a l y primitiva á la unidad, a d e m á s de que t r a e
consigo dificultades insolubles. Luego se impone
la unificación de los mismos, que podrá verifi-
carse, ó representando toda la realidad bajo la
forma de experiencia 'interna, y éste será el idea-
lismo, ó bajo la forma de experiencia externa,
que será la tesis materialista; fuera de estas dos
hipótesis, cualesquiera otras que puedan propo-
nerse son formas p u r a m e n t e i m a g i n a r i a s , c u y a
realidad no tiene g a r a n t í a alguna en la expe-
riencia.
¿A cuál de las dos hemos de atenernos?—
Cuando hemos distinguido los dos puntos de
vista, cosmológico y psicológico, ¿qué criterio
nos h a guiado? ¿acaso la experiencia?-—No, con
esta Wundt; porque el contenido de la experien-
cia inmediata no nos h a presentado nunca un
objeto sin que de algún modo fuera también in-
cluido el sujeto, ni un acto de conciencia sin
objeto representado: La distinción de los dos pun-
tos de vista e r a , pues, el fruto de una a b s t r a c -
ción; por consiguiente, no podemos detenernos
aquí, como si éste fuera el término definitivo de
nuestros análisis (1). El dato primitivo es uno,
y la intuición ( W a h m e h m u n g ) le percibe como
tal; el entendimiento (Verstand) ha separado en

( 1 ) « E s t a o p o s i c i ó n e n t r e l o e s p i r i t u a l y lo m a t e r i a l , p u e d e s i n d u d a
s e r v i r t r a n s i t o r i a m e n t e d e c o n c e p t o a u x i l i a r A la p s i c o l o g í a e m p í -
rica, pero no puede tomarse c o m o f u n d a m e n t o ú l t i m o de los f e n ó m e -
n o s reales.» System, S. £60.

1-2
178 LOS ORÍGENES

él el aspecto subjetivo, la voluntad y la impre-


sión, del aspecto objetivo, el concepto. L a r a z ó n
(Vernunft) h a continuado h a s t a donde le h a sido
posible las dos series, subjetiva y objetiva, una
vez disociadas por el acto abstractivo del en-
tendimiento. En este punto encontramos que los
resultados de las dos regresiones nos llevan al
dualismo, como índice de la disociación o p e r a d a
al principio por el entendimiento; y esto nos
h a c e comprender al mismo tiempo la necesidad
de resolver este dualismo en una unidad final.
Del mismo modo, siendo la «apercepción»
t r a n s c e n d e n t a l voluntad p u r a , falta de conte-
nido, es necesario llenar este vacío por medio de
objetos, y buscar Ja relación que pueda tener
con ellos. A su vez, las unidades, á que nos h a
llevado el «regreso» cosmológico, tienen necesi-
dad de ser determinadas. Gomo consecuencia de
todo, el dualismo de las dos series p a r a l e l a s
debe desaparecer.
¿Cuál deberá ser la unidad onfológica supe-
rior, destinada á suprimir este dualismo?—Esta
unidad ha de ser, según Wundt, la actividad
volitiva. En efecto, el término de la regresión
psicológica, que consiste en la voluntad p u r a , es
p u r a actividad. Pero esta voluntad p u r a llega á
ser r e p r e s e n t a t i v a , y en toda representación
h a y un elemento de pasividad; debe haber, por
consiguiente, una causa a c t i v a , que explique la
pasividad de nuestros estados representativos.
Por otra p a r t e , fuera del sujeto, no h a y en la
representación m á s que el objeto; luego los ob-
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 179

jetos deben ser activos. Esta actividad es la de


querer; porque no conocemos otra actividad que
la voluntad; de donde se sigue que si los objetos
son actividad, son por lo mismo voluntad.
El objeto es, en conclusión, una unidad voli-
tiva, y el cosmos la totalidad de unidades voli-
tivas. Los cambios de acciones entre las unida-
des volitivas, dan origen a l a s representaciones,
y así es como las unidades volitivas pasan á l a
categoría de seres representativos (1). El mundo,
escribe Wundt, es la totalidad de las actividades
volitivas, que se determinan tinas á otras mediante
la actividad representativa, ordenándose así en
una evolución seriada de unidades volitivas, de
grados diferentes (2).
El universo es, según esta definición, u n a se-
rie escalonada de seres conscientes. «La natu-
r a l e z a material, al decir de Wundt, es el primer
grado del espíritu.» (Die Natur ist Vorstufedes
Geistes.)

Esta totalidad de unidades volitivas trae á


la memoria la monadología de Leibniz. En u n a
y otra teoría a p a r e c e n los seres conscientes,
concebidos sobre el modelo del yo; en a m b a s
h a y , por contraposición al panteísmo de Scho-
penhauer, multiplicidad de elementos. Wundt,
sin embargo, se resiste á d a r el nombre de móna-
das á sus unidades volitivas; porque la m ó n a d a

(1) System,', S. 407á-20.


(2) Ibid, S. 421.
180 LOS ORÍGENES

de Leibniz y de H e r b a r t es una substancia do-


t a d a de actividad; y la unidad volitiva, el fondo
último del ser, no puede ser una substancia.
El c a r á c t e r esencial de la substancia es, en
efecto, la permanencia; el espíritu concibe el
objeto separado del acto subjetivo que le pre-
senta á la conciencia, este objeto, aislado de la
actividad consciente, posee una constancia rela-
tiva; pero puede extender este concepto á un
objeto puro, que posea una constancia absoluta:
este objeto puro es la substancia. Ahora bien: el
primer fondo del ser no se concibe más que como
actividad, como querer; luego es contradictorio
el concebirle como inerte y p e r m a n e n t e , es de-
cir, como substancia. Por consiguiente, de ningún
modo pueden confundirse las unidades volitivas
con las mónadas substanciales de Leibniz y de
H e r b a r t , aunque á éstas se las considerase, por
otra p a r t e , dotadas de actividad (1).

De este análisis minucioso de las ideas de


W u n d t , ¿cuáles son, respecto á la cuestión que
nos interesa, las conclusiones generales que de-
ben deducirse?—Wundt, á pesar de todo, p e r m a -
nece siempre enredado en las mallas del idealis-
mo; no ha sabido romper las (rabas de la crítica
k a n t i a n a , ni desprenderse con decisión del agnos-
ticismo metafíisico del filósofo de Koenigsberg;
pero mantiene, sin embargo, la realidad de los
datos de la experiencia, y sostiene contra K a n t ,

(1) System, S. 127-J2:>-


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 181

que «la cosa en sí no es hipotética, en el sentido


de que todo cuanto en ella se contiene deba po-
nerse en duda; es hipotética en el sentido de que,
mientras algunos de sus elementos son conoci-
dos por encima de toda duda, dependen otros del
desenvolvimiento indefinido del conocimiento
humano» (1).
Los problemas transcendentales de la cosmo-
logía, de la psicología y de la ontología no son
susceptibles, al decir de W u n d t , de soluciones
científicas que procedan del entendimiento. No
son, sin embargo, semejantes problemas enig-
mas indescifrables; podemos, en efecto, apoya-
dos sobre el principio' de razón suficiente, en-
l a z a r Jas ideas t r a n s c e n d e n t a l e s con los datos
de la experiencia. Si, pues, W u n d t p e r m a n e c e
fiel al subjetivismo, no es incondicional esta su-
misión, puesto que sus más elevadas especula-
ciones se unen, y esta es su preocupación cons-
t a n t e , á los datos más firmes de la experien-
cia (2).
El examen atento de la complejidad del con-
tenido de la experiencia, le h a c e comprender lo
que h a y de arbitrario en el intelectualismo ex-
clusivo de muchos psicólogos, y reivindica p a r a
la voluntad la supremacía en la vida cons-
ciente, ío cual le a r r a s t r a aPexclusivismo en

(1) Logik, i t e r B d . 2 t e A u f l . S. 547.


(2) V O L K B L T , P r o f e s o r e n la U n i v e r s i d a d d e L e i p z i g , n o d u d a e n
i n v o c a r la a u t o r i d a d d e W u n d t p a r a r e i v i n d i c a r c o n t r a el i d e a l i s m o
reinante la posibilidad de la metafísica. (Véase V O L K E L T , Erfahrung
und Denken, H a m b u r g , L . V o s s , 1886, S, 538.)
182 LOS ORÍGENES

sentido contrario. Al intelectualismo, que com-


b a t e por exclusivista, sustituye un voluntarismo
metafísico t a n extremado, y tan en desacuerdo
como aquél con las informaciones reales de la
conciencia.
Por lo demás, la construcción metafísica del
filósofo de Leipzig encierra no pocas incohe-
r e n c i a s . No nos detendremos á discutir y anali-
z a r c a d a una de sus p a r t e s (1); sin embargo, al-
gunas reflexiones generales son necesarias. Y en
primer lugar, ¿cómo puede concebirse que las
voluntades p u r a s , v a c í a s de objeto, obren u n a s
sobre otras? ¿Cómo concebir que la reciprocidad
de acciones p u r a m e n t e volitivas sea r a z ó n sufi-
ciente del origen de las representaciones? Diga
lo que quiera Wiinclt, esta aptitud representati-
v a , que sale espontáneamente de una actividad
n a d a más que volitiva, se p a r e c e en todo á una
creación ex nihilo. E n la filosofía de Wund, ade-
más, el objeto de la representación significa unas
veces el término ideal de la representación, y
otras una cosa de la naturaleza, según las exi-
gencias del sistema. Cuando habla de la r e p r e -
sentación, el objeto es fruto de un acto a b s t r a c -
tivo del entendimiento, que s e p a r a en el conoci-
miento la impresión subjetiva y el término de
la r e p r e s e n t a c i ó n ; de consiguiente, el objeto
sólo posee existencia ideal. P e r o , cuando tiene
necesidad de explicar el paso de la voluntad, de

(1) M u c h a s p a r t e s d e l s i s t e m a h a n s i d o e x a m i n a d a s p o r G U T B E R -
r.ET, Philosophisches Jahrbuch, 1S!U, Vund's System der Philoso-
phie, S. 281, 311.
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 183
la condición de voluntad p u r a á la de un su-
jeto con aptitud r e p r e s e n t a t i v a , toma entonces
el objeto por una cosa real, encargado de obrar
sobre la voluntad. ¿Cómo es posible coordinar
estas dos m a n e r a s de concebir el objeto? Y , sin
e m b a r g o , en esta confusión se funda principal-
mente el monismo de W u n d t .
¿Cómo conciliar, por último, el rigor lógico
atribuido por él á las deducciones transcenden-
tales, partiendo de las informaciones de la expe-
riencia, con la tesis de que las ideas de la razón
no pueden ser objeto de demostración propia-
mente dicha?

Los últimos capítulos de los Principios de psi-


cología fisiológica tienen por objeto e x a m i n a r las
teorías opuestas del materialismo y del esplritua-
lismo, entendido éste como lo conciben los psicó-
logos cartesianos. Ninguna de estas dos teorías
—dice Wundt—resiste al análisis. El materialis-
mo desconoce el derecho de prioridad de la con-
ciencia sobre la experiencia e x t e r n a , y quisiera
establecer entre los fenómenos conscientes y los
procesos nerviosos una identificación, que en a b -
soluto es incomprensible. El esplritualismo car-
tesiano tiene como base dos equívocos: de la uni-
dad propia de los fenómenos conscientes, pre-
tende deducir la simplicidad del principio en
donde se originan; es a d e m á s impotente p a r a
explicar la acción recíproca del cuerpo y del es-
píritu; puesto que en lugar de afirmar entre uno
y otro un lazo común que h a g a posible su mu-
184 LOS ORÍGENES

tua dependencia, establece entre los dos un an-


tagonismo i r r e d u c t i b l e . '
Si Wundt hubiera podido desprenderse de sus
prejuicios idealistas y positivistas, y de la falsa
noción de substancia aprendida de K a n t , si-
guiendo libremente la dirección que le señala-
b a n sus experiencias y análisis personales,
h a b r í a llegado á h a c e r suyas las teorías funda-
mentales de la psicología de Aristóteles. No
hubiera colocado el c a r á c t e r esencial y distin-
tivo de lo psíquico en la conciencia; y habría
a c e p t a d o , con toda la importancia que tiene en
Aristóteles y entre los escolásticos, la noción
que considera el alma como «la p r i m e r a entéle-
quia del cuerpo viviente». Y el a l m a , así con-
cebida, a p a r e c e r í a con toda verdad, como «el
concepto empírico de que siempre hemos de ser-
virnos, p a r a construir r e a l m e n t e y con éxito
seguro la psicología empírica, y no especulacio-
nes estériles» (1).
He aquí la conclusión última de los Princi-
pios de psicología fisiológica: «No podemos des-
conocer que el animismo—es decir, la antropo-
logía que define el alma, «el principio de la
vida»—se p r e s t a , mejor que las demás teorías
psicológicas, á tener en cuenta los hechos de
experiencia, y á referir por esto mismo los fe-
nómenos conscientes á las manifestaciones ge-
nerales de la vida.
«Todo análisis psicológico conduce á recono-

cí) System,, e t c . , S. 38».


D B LA P S I C O L O G Í A C O N T E M P O R Á N E A 185

cer la solidaridad, de los dos órdenes de procesos,


psíquicos y físicos; lo cual demuestra que el
desenvolvimiento de la vida psicológica tiene
por base necesaria la vida física. No obstante
esto, el animismo no puede ser tenido como so-
lución definitiva de los problemas de la vida.
P a r a que pudiera a c e p t a r s e como tal, no b a s t a
que esté de acuerdo con la experiencia, sería
además necesario que respondiese á las objecio-
nes criteriológicas, á que ni el materialismo ni
.el espiritualismo, en sus formas históricas, pue-
den contestar» (1).
Según se ve, la psicología de W u n d t se h a l l a
c o m p e n e t r a d a por el idealismo agnóstico, en el
cual h a n caído todos los sistemas procedentes de
la psicología cartesiana; pero r e p r e s e n t a una
reacción contra el antagonismo que ésta h a b í a
establecido entre la filosofía de la m a t e r i a y la
del espíritu; h a inaugurado además un movi-
miento de ideas, que favorecerá la restauración
de la finalidad i n m a n e n t e en el seno de la natu-
r a l e z a ; y, en el terreno de la psicología, contri-
buirá á rehabilitar las tesis metafísicas de la an-
tropología aristotélica y escolástica.

(1) Qrundzüge derphys. Peycji., I I , 4 t e , Anfl., c a p . 23, S . 1133.


183 LOS ORÍGENES

ARTÍCULO III
CARACTERES GENERALES DE LA PSICOLOGÍA
AL PRESENTE

Las ideas y tendencias que a c a b a m o s de en-


c o n t r a r en los primeros r e p r e s e n t a n t e s de la
psicología, son también las mismas que consti-
tuyen la atmósfera intelectual que al presente
nos rodea, y que vemos hoy traducirse en los
hechos.
Pueden reducirse á tres los c a r a c t e r e s gene-
rales de la psicología a c t u a l . Descartes h a b í a
e n c e r r a d o la psicología en el estudio del pen-
samiento; del mismo modo, hoy el objeto de esta
ciencia se limita á los hechos conscientes. Están
a d e m á s casi universalmente abandonadas la me-
tafísica en general, y, como consecuencia, tam-
bién la psicología l l a m a d a en otro tiempo ra-
cional. E n cambio, se v e predominar por todas
p a r t e s la metafísica en sentido k a n t i a n o , es de-
cir, el criticismo idealista, dirigido exclusiva-
m e n t e á d e t e r m i n a r los límites del pensamiento.
L a influencia universal de este criticismo idea-
lista, y el positivismo fenamenista con quien
aquél coincide en los puntos capitales, h a n en-
caminado la ciencia psicológica, e n m u r a l l a d a
dentro de la conciencia, h a c i a el monismo idea-
lista y subjetivista.
Independientemente de esta dirección filosó-
fica y crítica de los estudios psicológicos, hase
iniciado u n a dirección experimental de los mis-
D E I.A P S l C O L O G - i A CONTEMPORÁNEA 187

mos, totalmente nueva; el empirismo y el meca-


nicismo contribuyeron á fijar la atención de los
psicólogos sobre el aspecto cuantitativo de los
fenómenos psíquicos; y hoy los estudios de psico-
logía experimental h a n alcanzado un desarrollo
poderoso y extraordinario, los cuales significan
un progreso verdadero, y a u g u r a n fecundas es-
p e r a n z a s p a r a lo porvenir.

»
* *
P a r a los psicólogos de hoy es un dogma in-
discutible, que la psicología tiene por objeto exclu-
sivamente los hechos de conciencia. Todos convie-
nen en que los fenómenos físicos y fisiológicos
constituyen un grupo a p a r t e , r e v e l a d o por la
observación exterior, é independiente del otro
grupo formado por los hechos psíquicos, accesi-
bles ú n i c a m e n t e á la conciencia; á estos últimos
suele designarse con el nombre común de pen-
samientos, y se da el nombre de alma ó espíritu
al sujeto que los percibe y en donde se verifican.
I m p o r t a poco que entre ellos h a y a diferencias
fundamentales; que algunos psicólogos, por ejem-
plo, conserven del pasado l a existencia de las
facultades, y que, en cambio, Jos fenomenistas
las tengan por entidades v a n a s é inútiles, «fan-
t a s m a s p u r a m e n t e v e r b a l e s , sin sentido real»;
lo cierto e s , que todos ellos convienen en se-
ñ a l a r , en los límites de la conciencia, la línea
divisoria e n t r e la fisiología y l a psicología, e n t r e
el dominio de la m a t e r i a y el del espíritu.
188 LOS ORÍGENES

Cuando, en su Meditación 3 . , trató Descartes


R

de e x a m i n a r y ordenar sus «pensamientos», los


clasificó en dos grupos generales: en el primero
colocó aquellos que son «como las imágenes de
las cosas»; tales son los pensamientos de «hom-
bre, quimera, cielo, ángel, Dios»; y en el segundo
los que suponen y comprenden algo más que la
simple representación de un objeto, tales son los
pensamientos que se t r a d u c e n por expresiones
semejantes á éstas: «yo quiero, yo temo, yo
afirmo ó niego.» El nombre de idea le reservó
p a r a designar exclusivamente el primero de
estos dos órdenes de pensamientos. Además de
esto, subdividió el segundo grupo en otros tres
diferentes, que comprendían r e s p e c t i v a m e n t e
las voliciones, las afecciones y los juicios.
Descartes se apartó así en dos puntos prin-
cipales de la clasificación tradicional. Antes de
él, se a d m i t í a g e n e r a l m e n t e que la idea, ó más
bien la simple representación, y el juicio, e r a n
fenómenos de un mismo orden, procedentes
ambos de un mismo género de facultades, las
l l a m a d a s aprehensivas ó cognitivas; y las afec-
ciones y voliciones e r a n referidas á uua clase
misma de facultades, á que se daba el nombre
de volitivas ó apetitivas. Pero á Descartes, en
su afán de renovarlo todo, le pareció mejor
oponer el juicio á la idea, como «pensamientos»
de distinto género; y al mismo tiempo, estable-
cer entre las afecciones y voliciones la misma
distinción que entre el juicio y los fenómenos
afectivos ó volitivos. L a p r i m e r a de estas dos
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 189

innovaciones no pudo sobrevivir al autor de las


Meditaciones; y se continuó llamando al juicio y
á la idea por el nombre común de fenómenos in-
telectuales, ó pensamientos.
Esta confusión del fenómeno «intelectual»
con el hecho interior de conciencia ó «pensa-
miento» en general, dio lugar á otro equívoco
en el lenguaje filosófico. EL análisis riguroso de
los actos internos induce á clasificarlos en dos
órdenes distintos: sensible y material el uno,
suprasensible, inmaterial y espiritual el otro; los
primeros tienen con los procesos físico-químicos
del organismo u n a conexión intrínseca, inme-
diata: los segundos, en cambio, están sometidos
á las leyes de la n a t u r a l e z a física no de u n a
m a n e r a inmediata, sino indirecta y extrínseca,
por mediación de los anteriores. Los antiguos
escolásticos fueron unánimes en r e s p e t a r esta
distinción de los dos órdenes de hechos inte-
riores, atribuyendo al sentido íntimo el senti-
miento de la existencia de los primeros, y reser-.
v a n d o el nombre de conciencia p a r a la intuición
de los segundos.
Pero, después que Descartes hubo designado
con el nombre común de «pensamiento», todos
los procesos de que tenemos «alguna concien-
cia interior», comenzaron á l l a m a r s e indistinta-
mente «pensamientos» y hechos «conscientes*
los actos sensibles lo mismo que los suprasen-
sibles. Poco á poco, la distinción de naturaleza,
que en otro liempo se les atribuyó, fué desapare-
ciendo h a s t a el punto de que, p a r a el mayor
190 LOS ORÍGENES

número de psicólogos, no h a y y a diferencia esen-


cial entre cualquier otro conocimiento y el in-
telectual, entre la percepción y el entendimiento,
entre lo psíquico y lo mental, e n t r e el sentido
íntimo y la conciencia. De donde se deduce esta
conclusión, muy n a t u r a l d a d a s las confusiones
anteriores: que entre el a n i m a l y el hombre sólo
h a y diferencia de grados.
Cuanto á la distinción sugerida por Des-
c a r t e s entre los fenómenos afectivos y los actos
volitivos, fué, del mismo modo que en el caso
anterior, introduciéndose g r a d u a l m e n t e en la
filosofía moderna. Sabida es la importancia que
en la Monadología tienen las «pequeñas percep-
ciones^ ó «-percepciones sordas». Leibniz las con-
sidera como estados del alma, de que tenemos
un sentimiento ó percepción v a g a y obscura, y ,
bajo este concepto, los opon-e á los estados cons-
cientes claros y distintos, á la representación y
al acto de la voluntad. Bajo la influencia de los
filósofos alemanes, Sulzer y Tetens (1), el sen-
timiento leibniziano fué bien pronto considerado
como una facultad a p a r t e , distinta de las facul-
tades aprehensiva y apetitiva, h a s t a que K a n t
puso el sello de su autoridad á esta clasificación.
En adelante, la división, en tres p a r t e s , de las
«facultades -del alma», entendimiento, voluntad
y sensibilidad, ó de los «hechos psíquicos» en in-

(1) T E T E N S . Philosophische Versuche über die menschliche Natur


und ihre Entwicklung.— V e a s e W I N D E L B A N D . Geschichte der Philo-
sophie, F r e i b u r g , 1 8 9 2 . S. 103.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 191

telectuales, voluntarios y afectivos, será casi uni-


versalmente a c e p t a d a (1).
No insistiremos aquí más sobre este primer
c a r á c t e r g e n e r a l de la psicología, porque volve-
remos á t r a t a r de él otra vez en el capítulo si-
guiente, al discutir la psicología de Descartes.

* *

Hemos dicho antes que otro de los c a r a c t e -


res generales de la psicología de hoy e r a el
abandono de la metafísica, y p a r t i c u l a r m e n t e de
la psicologia racional. Debido principalmente á
la influencia de K a n t , este agnosticismo metafi-
sico v a á convertirse bien pronto en fenomenis-
mo; y la tendencia dominante de los psicólogos
á no salir del hecho, conducirá á la m a y o r p a r t e
de ellos al monismo idealista y subjetivista. El
triunfo, pues, del agnosticismo sobre el terreno

(1) S u p e r f i u o n o s p a r e c e t r a t a r d e h a c e r v e r el a c u e r d o g e n e r a l d e
l o s p s i c ó l o g o s , r e s p e c t o de e s t o s d o s p u n t o s : l a a s i g n a c i ó n d e l o s fe-
n ó m e n o s c o n s c i e n t e s c o m o o b j e t o e x c l u s i v o d e la p s i c o l o g í a , y l a d i -
v i s i ó n de é s t a en las tres partes indicadas e n el t e x t o . B á s t e n o s c o n
p o n e r , a q u í , á t í t u l o d e e j e m p l o , á A . B a i n , q u i e n e n s u o b r a Los
sentidos y la inteligencia, se expresa en estos t é r m i n o s : «El espíritu
^mind) se o p o n e á l a m a t e r i a , c o m o e l s u j e t o a l o b j e t o , c o m o e l m u n d o
i n t e r i o r al exterior, c o m o lo i n e x t e n s o á lo extenso. L o s f e n ó m e n o s
de lo i n e x t e n s o s e clasifican c o m ú n m e n t e en tres g r u p o s : l.° El
sentimiento {feeling,) que comprende exclusivamente los placeres y
dolores. Emoción, pasión, afección, sentimiento, son distintas ma-
n e r a s d e e x p r e s a r e l s e n t i m i e n t o . 2.° L a volición ó l a v o l u n t a d , q u e
c o m p r e n d e t o d a n u e s t r a a c t i v i d a d e n c u a n t o e s d i r i g i d a p o r el s e n t i -
m i e n t o . 8.° E l pensamiento, inteligencia ó conocimiento. Cuanto á
l a s sensaciones, en p á r t e s e i n c l u y e n en el s e n t i m i e n t o y en parte e n
el pensamiento. L a suma de estas tres clases de f e n ó m e n o s consti-
t u y e n l a d e f i n i c i ó n del e s p í r i t u . » — Tntrod. C a p . I .
192 LOS ORÍGENES

de l a metafísica e n t r a ñ a , según veremos, l a ne-


gación de las facultades, de un yo substancial, y ,
por fin, de todo cuanto m á s allá del fenómeno
pueda significar alguna cosa en si.
El descrédito de la metafísica no debe consi-
d e r a r s e como un resultado exclusivo de l a obra
de Kant; Francisco Bacón, Hobbes, Locke, Hu-
me, Stuart Mili, en I n g l a t e r r a ; y en F r a n c i a , la
física mecanicista de Descartes, el sensualismo
de Condillac, Comte, Littré y Taine h a n contri-
buido t a m b i é n , por su p a r t e , á extender y popu-
larizar, independientemente del filósofo de Kce-
nigsberg, l a concepción empírica y feuomenista
de l a N a t u r a l e z a . L a s ideas positivistas, escribe
L a n g e , g e r m i n a b a n y a al principio de este si-
glo (xix), en l a atmósfera intelectual de todas
las g r a n d e s naciones europeas (1).
A ñ á d a s e á esto el entusiasmo creciente por
el desenvolvimiento extraordinario de l a s cien-
cias experimentales y por sus maravillosas apli-
caciones á l a industria, y el contraste entre l a
certidumbre y utilidad de estos resultados de una
p a r t e , y de otra la esterilidad ele las disputas
metafísicas, v a n a m e n t e debatidas en las escue-
las de l a decadencia: todo esto predispuso los
ánimos contra la especulación filosófica, impul-
sándolos más y más hacia el empirismo. El an-

(1) V é a n s e m á s a r r i b a l a s p á g i n a s 55 y s i g u i e n t e s . - V é a s e t a m b i é n
L A N G E , II stoire du Matérialisme, t o m o II, c a p . II, p á g . s i ; K U N O FIS-
C H E N , Francis Bacon und seine Nachfolyer, L e i p z i g , B r o c k h a u s , 1875,
y Geschichte der neuern Philosophie, t o m o I, § 1.°, p á g . 143. Heiclol-
b ( T g , 1889.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 193

tagonismo establecido por Descartes entre el


•cuerpo y el espíritu, y por tanto entre la ciencia
física ó mejor dicho mecánica, construida por el
método de observación exterior, y la psicología,
reducida al estudio de los fenómenos internos
por medio de la conciencia, había hecho creer á
los hombres de ciencia que el c a r á c t e r de la psi-
cología e r a opuesto y rebelde á la observación
exterior y á las ciencias de la n a t u r a l e z a ; y
aplicando después á la filosofía en general su
juicio formado respecto de la psicología, vinie-
ron á concluir, que el método del filósofo es in-
compatible con el método del sabio, deduciendo
como última consecuencia que la filosofía y la
ciencia se oponen una á otra como contradic-
torias.
Esta prevención de los ánimos contra la filo-
sofía a p a r e c e e x p r e s a d a con toda claridad por
Augusto Comte en su Curso de filosofía positiva.
«Por ningún motivo, dice, debe a c e p t a r s e
»esta psicología ilusoria, última transformación
»de la teología, que tan v a n a m e n t e s e i n t e n t a hoy
« r e a n i m a r , y con lo c u a l , sin preocuparse del es-
»tudio fisiológico de nuestros órganos intelectua-
l e s , ni de seguir los procedimientos racionales
»empleados a c t u a l m e n t e en los estudios científi-
»cos, se pretende llegar á descubrir las leyes fun-
«damentales del espíritu h u m a n o , por medio de
»la contemplación de sí mismo, es decir, ha-
«ciendo abstracción completa de las causas y
»de los efectos.
»La p r e p o n d e r a n c i a de la filosofía positiva
13
194 L<'S ORÍGENES

«ha venido acentuándose g r a d u a l m e n t e desde


»Bacón; h a adquirido hoy, aunque de un modo
«indirecto, t a n g r a n ascendiente, h a s t a sobre
«aquellos que no h a n intervenido p a r a n a d a en
»su inmenso desenvolvimiento, que los metafísi-
«cos, entregados ai estudio de la inteligencia, s e
»han visto precisados, á fin de contener la deca-
»dencia de su pretensa ciencia, á c a m b i a r d e
«rumbo, presentando sus doctrinas como funda-
«das sobre la observación de los hechos. P a r a lo
«cual, h a n imaginado en estos últimos tiempos
«distinguir, por una sutileza muy singular, dos
«clases de observación de igual importancia, ex-
«terior é interior, la última de las cuales está
«únicamente destinada al estudio de los fenóme-
»nos intelectuales. No es este l u g a r á propósito
«para discutir semejante sofisma fundamental;
«y debo limitarme á indicar la principal r a z ó n ,
«por la que se demuestra c l a r a m e n t e que esta
«contemplación directa del espíritu por sí mismo
»es u n a p u r a ilusión.
«Creíase, h a c e poco tiempo todavía, h a b e r
«explicado la visión,diciendo que la acción lumi-
«nosa de los cuerpos determina sobre la r e t i n a
«imágenes r e p r e s e n t a t i v a s de las formas y colo-
ares exteriores. A esto h a n contestado con r a z ó n
«los fisiologistas que, si fueran v e r d a d e r a s imá-
«genes las producidas por las impresiones lumi-
«nosas, sería necesario otro ojo p a r a verlas. ¿No
«ocurre lo mismo y con m a y o r r a z ó n en el caso
«presente?
«Es s'ensible, en efecto, que por u n a i n v e n c i -
D E LA P S I C O L O G Í A CONTEMPORÁNEA 195

»ble necesidad pueda el espíritu h u m a n o obser-


v a r directamente todos los fenómenos, excepto
»los suyos propios. Porque, ¿quién h a b r í a de ser
»aquí el observador? Se concibe, cuanto á los f'e-
»nómenos morales, que el hombre pueda obser-
v a r s e á sí mismo, dándose cuenta de las pasio-
n e s que le a n i m a n , por la razón a n a t ó m i c a de
«que los órganos donde éstas residen son distin-
»tos de los destinados á las funciones de obser-
v a c i ó n . P e r o , a u n cuando todo el mundo pueda
»hacer tales observaciones, no podrían eviden-
t e m e n t e tener nunca g r a n importancia cientí-
»fica, y el medio mejor de conocer las pasiones
»sería siempre exterior mente; porque todo es-
piado pasional muy pronunciado, aquellos p r e -
c i s a m e n t e que más nos interesa e x a m i n a r , son
«absolutamente incompatibles con la observa-
«ción. Ahora, en cuanto á observar, del mismo
«modo que las pasiones, los fenómenos intelec
«tuales en el momento de realizarse, sería ma-
«nifiestamente imposible; porque el individuo
«pensante no podría dividirse en dos, de modo
«que, mientras el uno p e n s a r a , contemplase el
«otro el pensamiento; y siendo idénticos, en este
«caso, el órgano observado y el observador,
«¿cómo puede tener lugar la observación?
«Semejante método psicológico es, pues, r a -
«dicalmente imposible y nulo en su principio. Fi-
«jémonos n a d a más en algunos procedimientos
«absolutamente contradictorios que inmediata-
«mente resultan de aquí. De una p a r t e , se exige
«el m a y o r aislamiento posible de toda sensación
196 LOS ORÍGENES

» exterior; sobre todo, es necesario suspender


»todo ejercicio intelectual; por sencillo que fuera
»este trabajo, ¿cómo podría verificarse la obser-
»vación interior? Por otra parte, en el supuesto
»de que, á fuerza de precauciones, se h a y a con-
»seguido un estado de completo sueño intelec-
«tual, sería preciso contemplar las operaciones
«realizadas en el espíritu; y ¿cómo h a n de con-
t e m p l a r s e las operaciones, si no existe nin-
»guna?
»Los resultados de m a n e r a tan e x t r a ñ a de
«proceder están en perfecta conformidad con los
«principios. H a c e dos mil años que los metafísi-
»cos cultivan esta psicología, y esta es la fecha
»en que no h a n podido convenir sobre una sola
«proposición inteligible y sólidamente demostra-
»da; siguen aún divididos en una multitud de es-
»cuelas, que disputan sin c e s a r sobre los prime-
aros elementos de sus doctrinas. Y es que la
»observación interior e n g e n d r a casi t a n t a s opi-
«niones diversas como son los individuos.
«Los verdaderos sabios, los hombres dedica-
»dos á los estudios positivos, p r e g u n t a n mutu-
amente á estos psicólogos que presenten un solo
«descubrimiento r e a l , g r a n d e ó pequeño, debido
»á este método t a n cacareado...» (1).
D e m u e s t r a , a d e m á s , que el jefe del positi-
vismo identificaba la filosofía con el estudio del
espíritu humano por el método psicológico, el
hecho de que, según él, sería r e c h a z a r el espí-

(l) A. C O M T E . Cours de Phíloiophie poBitive. T o m o I , p á g i n a s 34-37.


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 197

ritu y tendencias de los «metaf isleos» y d e s e r t a r


de su método, entrando en el terreno de la «filo-
sofia positiva», el volver á la tradición aristoté-
lica, partiendo de la observación exterior p a r a
elevarse á las más altas generalizaciones de l a
experiencia.
«Siento, dice, h a b e r m e visto precisado á
«adoptar, por no h a b e r otro, un término como el
»de filosofía, del que tanto se h a abusado, em-
»pleándole en multitud de acepciones distintas.
»Pero el adjetivo positiva, por el cual queda mo-
»dificado el sentido de aquélla, me p a r e c e sufi-
»ciente p a r a evitar, aun á primera vista, todo
«equívoco esencial en aquellos por lo menos, q u e
«conocen bien su valor. Me limitaré, pues, en
«esta a d v e r t e n c i a á h a c e r constar, que empleo
»la p a l a b r a filosofía en la acepción que le d a b a n
»los antiguos, p a r t i c u l a r m e n t e Aristóteles, como
«designando el sistema general de las concepcio-
»nes h u m a n a s ; y, al añadir positiva, quiero d a r
ȇ entender que considero aquella m a n e r a espe-
»cial de filosofar, que consiste en mirar las teo-
«rías, de cualquier género que sean, como te-
»niendo por objeto la coordinación de los hechos
«observados; y esto es lo que constituye el ter-
«cero y último estado de la filosofía general,
«primitivamente teológica y después metafísi-
»ca, como lo explicaré desde mi p r i m e r a lec-
»ción» (1).

(1) A. COMTK. Cours de Philosophie, positive, advertencia, pági-


nas VII, VIII.
198 LOS ORÍGENES

Según a c a b a m o s de ver, son múltiples las


causas que contribuyeron á extender el positi-
vismo, en F r a n c i a principalmente y en Inglate-
r r a , independientemente de la Crítica de la razón
pura: en primer lugar, la tendencia sensualista y
mecanicista de la filosofía de los siglos x v n y x v í n ;
después el prejuicio general de que la filosofía
no dispone de otro método sino es la observación
interior, y de que la metafísica no tiene absolu-
t a m e n t e n a d a que ver con el estudio de la n a -
turaleza; y finalmente, el prestigio de las cien-
cias físicas por sus rápidos progresos y m a r a -
villosos descubrimientos, ejercido en provecho
del empirismo y en detrimento de la especu-
lación.
No obstante esto, la teoría del positivismo no
h a b í a sido formulada, h a s t a que el filósofo de
Koeuigsberg no echó las bases de su criticismo.
Los sensualistas franceses, y los empiristas in-
gleses, excepción hecha de Hume, e r a n todos
dogmáticos; á semejanza de Spinoza y de Leib-
niz, a c e p t a b a n el hecho del conocimiento, sin
que se les ocurriera poner en duda su legitimi-
dad. Aun el positivismo de A. Comte, más bien
que teoría crítica, es un método. Pero Hume, en
quien p a r e c e n converger el empirismo y el r a -
cionalismo, había logrado q u e b r a n t a r la fe ge-
n e r a l en la certidumbre; hacía, por t a n t o , falta
revisar el p a s a d o . El problema de la posibilidad
del conocimiento cierto era el primero que debía
resolverse; porque, dado caso que nos sea posi-
ble p e n e t r a r en la n a t u r a l e z a de las cosas, h a
D E L A PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 199

d e ser por medio del conocimiento (1). K a n t fué


el primero que abordó de frente la solución de
este problema fundamental; y veremos ȇ su ge-
nio crítico cerniéndose sobre toda la filosofía del
siglo XIX.
El criticismo k a n t i a n o conduce, como es sa-
bido, á dos conclusiones por demás incoheren-
tes: la posibilidad de l a certidumbre empírica, y
el agnosticismo obligado en metafísica; conclu-
siones que coinciden con los dos aspectos, afir-
m a t i v o y negativo, de la filosofía positiva.
La filosofía k a n t i a n a lleva á la conclusión de
que al espíritu h u m a n o sólo le es dado conocer
los fenómenos de experiencia, percibidos en las
intuiciones del espacio y del tiempo y según las

(1) N u e s t r o c o l e g a en l a U n i v e r s i d a d d e L o v a i n a , M . L . D E L A N T S -
H E E K K , lia a n a l i z a d o p r o f u n d a m e n t e la r a z ó n p s i c o l ó g i c a d e l a i m
p o r t a n c i a , q u e e n la filosofía m o d e r n a t i e n e l a c r i t i c a d e l c o n o c í
miento.
« F á c i l m e n t e s e e x p l i c a c ó m o lia d e b i d o n a c e r e s t a n e c e s i d a d ( d e
la c r í t i c a ) . N o e s f á c i l a d m i t i r q u e la i n t e l i g e n c i a h u m a n a h a y a e r r a d o
h a s t a el a d v e n i m i e n t o de las n u e v a s ideas; por t a n t o , p r e c i s a dar
u n a r a z ó n de esta c e g u e r a . L a m á s o b v i a es pencar que los a n t i g u o s
no se propusieron e x a m i n a r las bases del c o n o c i m i e n t o , c u y o s l í m i t e s
p o r l o m i s m o d e s c o n o c i e r o n . ¿Cómo h a b r í a n j u z g a d o , s i n o c o m o c i e r -
tas, c o s a s q u e h o y t e n e m o s p o r f a l s a s s i n o e s p o r q u e c a r e c i e r o n d e
m é t o d o y p o r q u e se i g n o r a b a n e l v e r d a d e r o c r i t e r i o y l a s v e r d a d e r a s
c o n d i c i o n e s d e la c e r t i d u m b r e ? E s t a e s la r a z ó n d e p o r q u é t o d o p e -
r i o d o s a l i e n t e d e l a filosofía n u e v a c o m i e n z a p o r la r e v i s i ó n d e la f a -
c u l t a d de conocer. Por eso D e s c a r t e s trató de resolver, por m e d i o d e
la d u d a , la c u e s t i ó n q u e l e a t o r m e n t a b a en p r e s e n c i a d e l a s i n c o -
h e r e n c i a s d e la E s c o l á s t i c a d e l s i g l o x v i r . P o r e s o K a n t v u e l v e
s o b r e el m i s i n o p r o b l e m a c u a n d o el m o v i m i e n t o d e i d e a s o r i g i n a d o
e n l a filosofía c a r t e s i a n a h u b o t e r m i n a d o c o n W o l f f e n u n d o g m a -
t i s m o que él creía perjudicial. Pot eso también las d e s i l u s i o n e s que
trajeron c o n s i g o , d e s p u é s de su caída, los g r a n d e s s i s t e m a s i d e a l i s t a s ,
h i c i e r o n v o l v e r á las i n t e l i g e n c i a s hacia los principios de Kant, c o m -
b i n a d o s c o n l o s d e s c u b r i m i e n t o s r e c i e n t e s d e l a fisiología y d e l a
p s i c o - f i s i c a . » — K e v u e Néo-Scolastitiue, A b r i l 18Ü4, p á g . 1 0 8 .
200 LOS ORÍGENES

leyes subjetivas d é l a s categorías. L a distinción


introducida en la filosofía por P l a t ó n e n t r e el
y el V00ÚU.SVOV no tiene, pues, sentido al-
guno con respecto al conocimiento h u m a n o ; n o
h a y más V00UU.SV0V cognoscible, que el el
vooúuavov metempírico, la «cosa en sí», no es nada,
p a r a una inteligencia, cuyas condiciones s e a n
l a s del conocimiento humano.
¿Quiere esto decir que la «cosa en sí» n a
exista ó sea imposible? ¿O que, en el caso d e
existir ó ser posible, sea, sin e m b a r g o , absolu-
t a m e n t e ininteligible? De ningún modo; la igno-
r a n c i a necesaria de cuanto t r a s p a s a la expe-
riencia, no nos autoriza p a r a afirmar ni n e g a r
la realidad objetiva del mundo t r a n s c e n d e n t a l .
L a s leyes subjetivas, en virtud de las c u a l e s
el entendimiento no puede concebir los objetos,
si no es en las intuiciones de las impresiones p a -
sivas de la sensibilidad, no regirán p a r a un e s -
píritu c a p a z de c r e a r en todos sus elementos
los objetos inteligibles, ó de s a c a r l o s de u n
origen distinto de la sensibilidad; y desde luego,
no es imposible que existan inteligencias c a p a -
ces de conocer el dominio de lo t r a n s c e n d e n t a l ó-
las «cosas en sí». Compréndese por aquí la posi-
bilidad de la metafísica en el sentido negativo
de la p a l a b r a ; de este modo entendida, expresa,
bien c l a r a m e n t e , que no h a y contradicción al-
g u n a em pensar que los noúmenos ó «cosas en sí»
p u e d a n ser objetos inteligibles p a r a una inteli-
gencia no sometida á la ley de la intuición sen-
sible; pero á la vez significa, y aquí está su¡
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 201

aspecto limitativo y negativo, que p a r a la inte-


ligencia humana son aquellos objetos necesaria-
mente incognoscibles; son pues, empleando l a
frase de K a n t , conceptos-límites (Grenzbegriffe),
ó en otros términos, expresan los límites en los
cuales h a de detenerse forzosamente la ciencia
experimental.
Tal fué la obra n e g a t i v a del autor del criti-'
cismo: «demostrar, como dice muy bien Ra-
vaisson, la nada de la metafísica, y reducir la
filosofía teórica al análisis de las facultades de
conocer, que debía convencerlas de su impoten-
cia p a r a t r a s p a s a r el horizonte de los conoci-
mientos físicos» (1). El criticismo kantiano es,
en una p a l a b r a , la teoría en forma deductiva
del positivismo descrito por A. Comte, y practi-
cado por la m a y o r p a r t e de los psicólogos con-
temporáneos.
Hemos dicho anteriormente que h a y u n a
falta de a r m o n í a e n t r e las dos conclusiones de
la crítica k a n t i a n a ; y en efecto, la certidumbre
empírica que en ella se afirma, no se a c u e r d a
bien con los principios generales del criticismo.
Lógicamente conducen éstos á la negación de
toda certidumbre objetiva. «La antigua meta-
física, dice el filósofo alemán en el Prefacio de
la Crítica de la razón pura, había admitido que
nuestros conocimientos deben regularse sobre
los objetos; pero, en esta hipótesis, sería inútil

(1) K A V A I S S O N , e n l a lievue de Métaphysiquc el. de Moróle, n ú m . 1.


E n e r o 1898, p . (1.
202 LOS ORÍGENES

toda tentativa con el fin de establecer respecto


de los objetos un juicio a priovi, que e n s a n c h a s e
el campo de la ciencia; todos los esfuerzos re-
sultarían en este caso estériles, porque es nece-
sario suponer, al contrario, p a r a explicar la po-
sibilidad de la ciencia, que los objetos se regulan
sobre nuestro conocimiento.» Esta suposición es,
por otra p a r t e , general, y no h a y n a d a en la
crítica k a n t i a n a que limite lógicamente la ex-
tensión de sus aplicaciones. Luego tanto en el
dominio de la experiencia como en el de la espe-
culación, no podemos conocer otra cosa que las
leyes de nuestra actividad mental; y, por consi-
guiente, el único criterio de la v e r d a d es en los
dos casos la conformidad del pensamiento con-
sigo mismo. La realidad objetiva de los fenóme-
nos, por tanto, no está mejor g a r a n t i d a que la
correspondiente á los noúmenos; la ciencia em-
pírica y la metafísica participan de la misma
certidumbre de adhesión subjetiva, pero tam-
bién de la misma incertidumbre objetiva.
Sin embargo, no toda metafísica es imposible
en la crítica k a n t i a n a ; siempre que no se le con-
c e d a trascendencia alguna objetiva, y conser-
v a n d o su c a r á c t e r esencialmente subjetivo, no
está vedado á la inteligencia e n s a y a r una cons-
trucción metafísica. Y en efecto, Fichte, Sche-
lling, Hegel, y más t a r d e Schopenhauer y H a r t -
m a n n se dedicaron ex professo á r e a l i z a r este fin;
a,unque fuera de ellos y de sus sistemas .filosófi-
cos, todo trabajo metafísico ha revestido tam-
bién una forma subjetivista.
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 203

Hemos visto, de una p a r t e , al empirismo y al


positivismo recibir el c a r á c t e r fenomenista; y de
o t r a , á las tendencias metafísicas, impotentes
p a r a salir del subjetivismo, absorber el no-¡jo y
el ¡jo en u n a sola ley, á fin de explicar la natura-
leza por la conciencia. Resultado de todo esto h a
sido el monismo, que a p a r e c e como el c a r á c t e r
c o m a n d e los sistemas e x a m i n a d o s anteriormente
de Spencer, de Fouillée y de Wundt, y como el
término último probable de toda filosofía, que se
propone ir m á s allá del hecho inmediato.
J a c o b i , Fries y Reinhold (1) habían comen-
zado y a antes á deducir las consecuencias subje-
tivistas de la Crítica de la razón pura, pero quien
sobre todos las puso en evidencia fué Fichte.
L a existencia, dice éste, de lo que en la vida
o r d i n a r i a llamamos una cosa, un objeto, y que
en la filosofía dogmática recibe el nombre de
cosa en si, «Ding-an-sich,» es obra exclusiva de
l a conciencia h u m a n a . En frente de las repre-
sentaciones cuyo curso es arbitrario, h a y , dice,
algo en la conciencia que v a a c o m p a ñ a d o de
un sentimiento de necesidad; d a r s e cuenta y
r a z ó n de esta necesidad, tal debe ser el objeto
principal del saber. Los conocimientos que lle-
v a n consigo el sentimiento de necesidad reciben
el nombre de experiencia; se t r a t a , p u e s , de
a v e r i g u a r cuál es el fundamento de la expe-
riencia.

(1) V é a s e WiNDEf.BAND, Gesckickte der l'kiloacphie, Freiliurg i.


B r 1802, S. 450.
204 L O S O R I G E N KS

P a r a esta cuestión h a y dos soluciones posi-


bles; la experiencia, en efecto, implica u n a acti-
vidad consciente, y un objeto como término de
esa actividad; de aquí que la necesidad inherente
á la experiencia puede tener por causa el objeto
ó la conciencia; la p r i m e r a de estas explicacio-
nes es dogmática, la segunda idealista. El dog-
matismo considera la conciencia como un pro-
ducto de las cosas, subordinando la actividad
intelectual á la necesidad m e c á n i c a de la c a u s a -
lidad; es, pues, u n a teoría que tiene por término
el fatalismo m a t e r i a l i s t a . El idealismo, por el
contrario, ve en las cosas un producto de la con-
ciencia, y la función de ésta no procede más que
de sí misma; esta es la teoría de la actividad pro-
pia y de l a libertad. En la necesidad de elegir
u n a de estas dos explicaciones, la m o r a l y el
análisis de la conciencia están de acuerdo en
que debemos optar por el idealismo (1).
Análogas á la de Fichte serán desenvueltas
después otras teorías por Schleiermacher, Sche-
lling y Hegel (2), sirviendo estas mismas ideas de
punto de p a r t i d a á sus sistemas filosóficos, que
d u r a n t e un cuarto de siglo l e v a n t a r o n en Ale-
m a n i a primero, después en F r a n c i a , en Italia y
en los Estados Unidos, un entusiasmo t a n g r a n -
de, del que hoy a p e n a s podemos formarnos idea.

(1) V é a s e W I N D E L B A N D , Getchichte der Philosophie, S. 456.


(2) E s c i e r t o q u e , p a r a l e l a m e n t e á l o s i n i c i a d o r e s d e l p a n t e í s m o
idealista, han mantenido Herbart y Schopenhauer la realidad de la
« c o s a e n sí;» á p e s a r d e l o c u a l , e l l o s m i s m o s p r e t e n d í a n s i n e m b a r g o
p e r m a n e c e r fieles á l a d o c t r i n a k a n t i a n a , y p o r t a n t o s u b j e t i v i s t a , d e
las categorías.
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 205

Semejante éxito, fundado m á s en delirios de


la fantasía que en u n a lógica racional, dio lugar,
h a c i a el año 1850, á la reacción e x t r e m a d a de
un materialismo grosero; esta fué la época de
exaltación y de triunfo p a r a Carlos Vogt, Moles-
chott y Büchner; pero el materialismo á la vez
provocó un movimiento de repulsión, que dirigió
l a s inteligencias h a c i a la concepción idealista de
l a filosofía. No tardó mucho K a n t en reconquis-
t a r de nuevo el favor del público. Zeller, Lieb-
m a n n y L a r ge, entre los filósofos, y Helmholtz
entre los científicos, fueron los promotores de la
reviviscencia del criticismo; y desde esta é p o c a ;

lo mismo en la enseñanza universitaria que en


la atmósfera científica, la. influencia de K a n t no
h a hecho más que a g r a n d a r s e de día en día,
t r a y e n d o como consecuencia la decadencia de la
metafísica, c u y a m u e r t e en ciertos momentos
h a parecido irremediable.

Recorramos las g r a n d e s naciones que se dis-


p u t a n l a dirección del pensamierto, Alemania,
Inglaterra, los Estados Unidos, Francia..-; con-
sultemos en estos países los p r o g r a m a s de las
Universidades, los libros, revistas y toda clase
de publicaciones, y en todos ellos encontraremos
desierta la metafísica y p a r t i c u l a r m e n t e la psi-
cología racional, y en su lugar veremos predomi-
n a r a l idealismo con tendencias m a r c a d a s al mo-
nismo subjetivista.
«En Alemania, h a c e a p e n a s medio siglo, dice
M. Lévy-Bruhl, ejercía la metafísica hegeliana
206 LOS ORÍGENES

un dominio casi universal.» Hoy, «los hegelianos


v a n desapareciendo uno por uno. Schopenhauer
tiene todavía admiradores; pero el pesimismo,
como sistema filosófico, no cuenta y a con fieles
en Alemania. Más pasajero h a sido a ú n el éxito
de von H a r t m a n n , el famoso autor de la Filoso-
fía de lo Inconsciente; es v e r d a d que él continúa
publicando sus ideas, pero el público h a cesado
de leerle. En este momento, ninguna doctrina
metafísica se impone; y a p e n a s h a y también
quien lo p r e t e n d a . Nietzche h a sido últimamente
objeto de un entusiasmo loco; pero la moda que
le elevó á las nubes, le abandona y a ; por otra
p a r t e , éste es más bien un moralista, no un me-
tafísico; y las paradojas violentas y exaspera-
das en que se complacía, no a ñ a d e n n a d a al sis-
tema en que se fundan. Queda Wundt, inteligen-
cia firme y clara,"lógico de importancia, sabio
universal, que habiendo partido de la fisiología,
h a terminado por construir una metafísica. P e r o ,
aunque innovador atrevido en psicología y en
m o r a l , llega á ser Wundt casi tímido en lo que
toca á las cuestiones últimas de la metafísica (1).
De toda su obra, esta es la p a r t e que ejerce
menos influencia. Los trabajos de su laboratorio
de psicología fisiológica despiertan m á s interés
y a t r a e n más la atención que su teoría del cono-
cimiento ó su concepción del universo. E n una
p a l a b r a , si es v e r d a d que la indiferencia del pú-

(1) E s t a a p r e c i a c i ó n e x i g e r e s e r v a s . E l l e c t o r p o d r a e n c o n t r a r l a s
en l o y u e h e m o s e s c r i t o a l e x p o n e r el s i s t e m a d e W u n d t ; p p . 115 y s i -
guientes.
DB I.A P S I C O L O G Í A 0 0 N T ¿ M P 0 K Á N B * 20?

blico h a c e d e s m a y a r la especulación metafísica,


también lo es, que no se produce n a d a e x t r a -
ordinario, que v e n g a á sacudir esta indiferen-
cia. Desde luego que esto no puede aplicarse á
todo trabajo filosófico, cualquiera que él sea; y
el éxito mismo de la mayor p a r t e de las obras
de W u n d t , es una prueba suficiente. Y al lado
de las suyas, h a n aparecido después en Alema-
nia otros trabajos notables de lógica, de moral
y de sociología.
»Pero lo que se encueutra abandonado de un
modo especial es la metafísica; h a y pocas obras
nuevas que traten de esta m a t e r i a , el efecto que
ellas producen es muy limitado y la influencia
p r á c t i c a m e n t e nula. P r e g u n t á b a s e , no h a c e mu-
cho, á un joven profesor de la Universidad de
Berlín: «¿Qué doctrina filosófica sigue usted?»
«La mía», contestó sonriendo. Y en v e r d a d que
hubiera sido difícil al joven responder de otro
modo que con esta h u m o r a d a , á no h a b e r ido á
buscar un nombre en la historia.
»Por lo demás, si alguna doctrina metafísica
ejerciese hoy influencia notable sobre las inteli-
gencias, encontraríamos algún eco de la misma
en las Universidades. Consultemos los progra-
m a s de algunas de éstas, y veremos la importan-
cia insignificante que en ellos corresponde á la
metafísica. En la Universidad de Kcenigsberg, 45
profesores h a n anunciado las materias que h a n
de explicar en la F a c u l t a d de filosofía. Esta F a -
cultad comprende, como es sabido, lo que en
F r a n c i a se enseña en las Facultades de l e t r a s
208 I.OS ORÍGENES

y de ciencias. De 45 profesores, tres solamente


t r a t a r á n de materias que' se refieren á la filo-
sofía, y ni uno solo de metafísica propiamente
dicha. En la Universidad de Munich, la F a c u l -
t a d de filosofía se subdivide en dos secciones:
la sección de ciencias m a t e m á t i c a s , físicas y
n a t u r a l e s , y la de ciencias morales y sociales.
E s t a cuenta 36 profesores, de los cuales cinco
h a n debido t r a t a r , en el semestre del invierno
de 1894-1895, de materias propiamente filosófi-
c a s , y sobre todo de lógica y de psicología; dos
de ellos h a b l a r á n también de metafísica. Por
último, la F a c u l t a d de filosofía cuenta en Berlín
por lo menos con 160 profesores; seis de éstos
a n u n c i a n p a r a las explicaciones materias que
se refieren á partes distintas de la filosofía, pero
sobre todo á la psicología, á la lógica, á la cien-
cia social y á la historia de las teorías; uno solo
se ocupará de metafísica propiamente dicha (las
p r u e b a s de la existencia de Dios), y otro exami-
n a r á el positivismo moderno. A esto se reduce
todo; las cifras h a b l a n por sí mismas y la con
clusión salta á la vista. Nada de especulación
metafísica original; el interés de los discípulos
como el de los maestros se dirige por completo
á otros objetos» (1).
Este año, d u r a n t e el semestre del v e r a n o
de 1897, a n u n c i a b a n los p r o g r a m a s de las 21
Universidades a l e m a n a s solamente cuatro clases
de metafísica g e n e r a l , dejando á un lado los Se-

(i) L É v r - B a u H L , Revue dea Deux Mondea, a ñ o 1895.


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 209

minarios ó Institutos diocesanos. Si se quiere ha-


cer la comparación de esta cifra con las respec^
tivas de las otras clases, b a s t a r á n los siguien-
tes datos: Introducción á la filosofía, cuestiones
fundamentales, propedéutica: 18 clases ó ejerci-
cios; — Lógica, criteriología, pedagogía: 33 cla-
ses ó ejercicios; — Psicología: 41 clases ó ejer-
cicios; — Cuestiones especiales, no de metafí-
sica: 41 clases ó ejercicios; —Historia general
de la filosofía, é historia especial de las diversas
escuelas filosóficas: 76 clases ó ejercicios (1).
L a s dos Críticas y algunos otros escritos de
K a n t son el tema preferido de los trabajos filosó-
ficos en las Universidades a l e m a n a s . La Acade-
mia de Berlín p r e p a r a una nueva edición de las
obras de K a n t , p a r a cuya empresa se ha reali-
zado y a una suscripción cuantiosa. Reciente-
mente, en 1896, h a sido fundada una revista es-
pecial, Kantstudien (2), con el objeto exclusivo
de estudiar, desde el doble punto de vista doctri-
n a l é histórico, la obra del filósofo de Koenigs-
berg, y la influencia ejercida en todas las nacio-
nes del mundo.
El movimiento idealista h a suscitado rccien-

(1) l i e m o s r e u n i d o en u n c u a d r o s i n ó p t i c o , al final d e e s t e v o l u m e n ,
las clases y e j e r c i c i o s e x p l i c a d o s en las U n i v e r s i d a d e s a l e m a n a s du-
r a n t e el s e m e s t r e d e l v e r a n o , d e s d e ú l t i m o s d e l m e s d e A b r i l h a s t a
m e d i a d o s d e l do A g o s t o d e 1 8 9 7 . ( A p é n d i c e I.¡
L o s m i s m o s a l e m a n e s coniiesan el p o c o i n t e r é s que en su país des- -
p i e r i a la m e t a f í s i c a . V é a s e a e s t e p r o p ó s i t o uu i n t e r e s a n t e a r t i c u l o
• q u e a c a b a d e p u b l i c a r s e c o n l a firma d e B C J S S E , Die B¿dmitunij der Me-
taphysik filr die Philosophie•«. die Tlieologie; Zeitsch rift f. Philpso-
pie ti. phil. Kritik, 1 8 9 7 , N o v . S. 2 6 .
(2) Kantstudien, herausg. von Du. VAIIIINGEI¡Í Leipzig, Voss.
210 , LOS ORÍGENES

temen-te en Alemania un grupo de escritores,


que se h a n propuesto el desarrollo de un pro-
g r a m a común, á que h a n dado el nombre de filo-
sofía de la inmanencia; entre los cuales deben
citarse Schuppe, von Schubert-Soldern, Kauff-
m a n n , y h a s t a cierto punto también R e h m k e .
Este grupo dispone de un órgano intitulado Zeits-
chrift fiir ¿inmanente PhilosopMe, dirigido desde
el principio por Kauffmann. L a filosofía de la
inmanencia se propone describir la realidad,
con exclusión de todo complemento hipotético y
de toda suposición metafísica. Su c a r á c t e r esen-
cial es la negación de todo lo que, bajo cualquier
aspecto, pueda a p a r e c e r como transcendente; no
se admite nada fuera de la conciencia; el ser cons-
ciente y el ser real se conciben en esta filosofía
como idénticos (1). Es más aún; p a r a Kauffmann,
«la oposición misma entre el sujeto y el objeto
no está contenida en la realidad, sino que es sólo
un complemento hipotético» (2). Semejante teo-
ría conduce lógicamente al solipsismo, y convie-
nen en ello; pero esta consecuencia es r e c h a z a d a
en la p r á c t i c a .
El conflicto agudo entre el realismo espon-
táneo y el subjetivismo de las escuelas filosó-

(1) «La n o c i ó n d e c o g n o s c i b l e c o m p r e n d e e x c l u s i v a m e n t e l o s h e -
c h o s d e c o n c i e n c i a , y e s t o s ú l t i m o s ae i d e n t i f i c a n c o n l o s h e c h o s d e l a
r e a l i d a d e m p í r i c a » K A U F F M A N N , Immanente PhilosopMe, Leipzig,
1893, S I I I . — V é a s e l a e x p o s i c i ó n - c r í t i c a d e l a filosofía i n m a n e n t e e n
W Ü H D T , Phñ. Stud. 1 8 9 6 , 1 2 t e r . B d . , S . 318-408, Uebtr naiven u. Kritis-
chen Realismus.—Véase i g u a l m e n t e la réplica de V . S C H Ü B E K T - S O L -
D H R N y l o s r e p a r o s d e W Ü N D T , ibid., 1897, 13 t e r . B d . S . 305-318.
(2) Immanente Philosophie, S . 38.
D E L A PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 211

ticas, h a sugerido a l profesor de la Universidad


de Zurich, Richard Avenarius, u n a nueva ten-
t a t i v a , con el fin de e l e v a r s e sobre l a s escuelas
y de reunir en u n a sola el empirismo y el criti-
cismo, por medio de lo q u e él llama empiriocri-
ticismo. L a obra principal de Avenarius es la
Crítica de la pura experiencia (1); su idea predo-
m i n a n t e consiste, en que l a inteligencia h u m a n a
d e b e m a n t e n e r s e sobr.e todos los sistemas q u e
afirman ó niegan, y a sea el realismo ó el idea-
lismo, sea la m a t e r i a ó el espíritu, lo relativo ó
lo absoluto; porque todos estos sistemas des-
figuran los datos primitivos admitidos por todo
el mundo. ¿Cuáles son estos datos? El primer
axioma empiriocritico v a á decírnoslo, y Avena-
rius le formula en estos términos: «Cada indi-
viduo humano supone primitivamente enfrente
d e sí un medio (Umgebung), compuesto de diver-
sas p a r t e s ; supone, a d e m á s , otros individuos
h u m a n o s en posesión d e diversas enunciacio-
nes (2); y supone, por último alguna relación de

(1) Kritik der reinen Erfakrung, 2 B d e . , L e i p z i g , 188S y 1890. L a


obra había pasado casi inadvertida hasta estos últimos años. El autor
h a m u e r t o e n 1896, e n Z u r i c h , d o n d e e s t a b a d e p r o f e s o r . M u c h o s j ó v e -
n e s , entre l o s q u e sobresalen Carstanjen y W i l l y , se h a n adherido al
empiriocriticismo, y defienden con ardor l a s doctrinas d e l maestro.
C a r s t a n j e n h a p u b l i c a d o e n l a Vierteljahrsschrift für wissenschaft-
Uclie Philosophie, 1896, S. 861-391, u n a b i o g r a f í a d e A v e n a r i u s y u n a
exposición sumaria de sus ideas filosóficas.—Véase s o b r e e l empirio-
criticismo u n a e x t e n s a c r í t i c a d e YVrjNDT. Phü, Stud. ISter B d , 189«,
S . 1-105, y u n e s t u d i o d e M . D E L A C K O I X , Remie de Utetaphysique et de
Moróle, N o v . 1897.
(2) P o r enunciaciones ( A u s s a g e n ) d e b e e n t e n d e r s e a q u í t o d a e x p r e -
s i ó n , de cualquier g é n e r o qué sea, la palabra, e l g e s t o , el m o v i m i e n t o ,
la risa, etc., q u e traduzca d e algún modo las percepciones, p e n s a -
mientos, recuerdos,etc.
212 LOS ORÍGENES

d e p e n d e n c i a , cualquiera que sea, entre e s t a s


enunciaciones y el medio. El fondo de todas l a s
concepciones filosóficas del universo, sean ó no-
críticas, no puede ser más que una modifica-
ción de esta suposición primordial» (1). L a ley
fundamental de la teoría de Avenarius consiste
en obligar á la filosofía á p a r t i r de esta b a s e ,
y no p a r a h a c e r adiciones en ella, especulati-
v a s ó dogmáticas, sino p a r a describirla y ana-
lizarla. Y como no se establece nunca separa-
ción entre los términos esenciales de esta supo-
sición, el medio y el individuo ó el yo, sino q u e
la descripción completa ha de envolver á uno y
á otro, como p a r t e s e n l a z a d a s de una totalidad
indivisa, de aquí que el empiriocriticismo es mo-
nista; ó mejor dicho, los problemas del dualismo
y del monismo no tienen en él sentido alguno (2).
Respecto áInglaterra', hacia y a mucho tiempo
que el célebre filólogo Max Müller venía t r a b a
jando por a c l i m a t a r aquí las ideas r e i n a n t e s en
su país de origen; la filosofía de su obra Science

(1) KiWk íler reinen. Erfalirt'iuj. I 13(1. V o r w o r t . V I I A e s t e p r i m e r


a x i o m a retVrente al contenido ilcl c o n o c i m i e n t o , a ñ a d e el a u t o r o t r o
s e g u n d o r e l a t i v o á s u forma; el c-nnl v i e n e á d e c i r , q u e el c o n o c i -
m i e n t o c i e n t í f i c o e m p l e a en el f o n d o l o s m i s m o s p r o c e d i m i e n t o s q u e
el c o n o c i m i e n t o v u l g a r .
(2) E l p r o b l e m a de la Critica d e b o d e t e n n i í i a r , cu un s e n t i d o l ó g i c o
y bajo forma h i p o t é t i c a , los r e l a c i o n e s del i n d i v i d u o y del m e d i o .
E s t a r e l a c i ó n e s d o b l e . E l m e d i o o b r a , d e u n a p a r t e , s o b r e el i n d i -
v i d u o p o r e x c i t a c i o n e s á' l a s c u a l e s é s t e r e s p o n d e ; y d e o t r a , e s l a
c o n d i c i ó n de e x i s t e n c i a y c o n s e r v a c i ó n d e l i n d i v i d u o , al cual p r e s t a
el a l i m e n t o , y le p r o t e g e . A v e n a r i u s l l a m a valor 11 a l e l a i i a l a b r a liéis,
• e x c i t a c i ó n ) ¡i t o d o v a l o r a c c e s i b l e á la d e s c r i p c i ó n , en c u a n t o s e s u -
p o n e ser un e l e m e n t o del medio;* y valor E (de Emp/lndvng, sensa-
ción-, á t o d o v a l o r a c c e s i b l e a l a d e s c r i p c i ó n , c o n s i d e r a d o c o m o c o n -
t e n i d o d e la e n u n c i a c i ó n d e un i n d i v i d u o h u m a n o . L o s v a l o r e s « p s i -
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 213

•of thought es la misma de Kant, y gracias á él


fueron importados en I n g l a t e r r a los trabajos de
Noiré (1), comentador inteligente y fervoroso
adepto del filósofo de Koeñigsberg. Quiso ade-
m á s celebrar el centenario de la p r i m e r a publi-
cación de la Critica de la razón pura, contribu-
yendo con su nombre y su autoridad á una t r a -
ducción inglesa de la obra del g r a n crítico
alemán.
Los prestigios de D a r w i n y de Herbert Spen-
•cer fascinaron d u r a n t e mucho tiempo las inteli-
gencias, a t r a y é n d o l a s sobre el problema de la
evolución; u n a p l é y a d e de sabios, entre ellos
Huxley, Tyndall y Romanes, y de psicólogos
m á s observadores que metafísicos, herederos de
David Hume y de H a r t l e y , especialmente los
dos Mili y Alejandro Bain, secundaron la ten-
dencia empírica del pensamiento filosófico; pero
la influencia de K a n t , á pesar de ser t a r d í a , no
es allí menos poderosa al p r e s e n t e . Un obser-
vador de primer orden, Balfour, escribía no

q u i c o s » d e p e n d e n d e l o s p r i m e r o s v a l o r e s R, i n d i r e c t a m e n t e p o r e l
i n t e r m e d i o d e l s i s t e m a n e r v i o s o c e n t r a l , l l a m a d o sistema O. D e t e r -
m i n a r p r i m e r o l a s m o d i f i c a c i o n e s d e l s i s t e m a C , b a j o la a c c i ó n d e l
m e d i o , describir d e s p u é s y clasificar l o s v a l o r e s p s í q u i c o s s e g ú n las
o s c i l a c i o n e s d e l s i s t e m a O; t a l e s el o b j e t o q u e el a u t o r s e h a p r o -
p u e s t o e n ana d o s v o l ú m e n e s d e l a Critica de lapura expsriencia. Ha
l l e g a d o de este m o d o , dice uno de sus d i s c í p u l o s , A considerar los
d o s m u n d o s del ser y del p e n s a m i e n t o de una manera unitaria y con-
secuente, como valores E , dependientes de variaciones determina-
d a s d e l s i s t e m a C . — ( C A R S T A N . T E N , Vierteljahrsschr. f wiss. Phi
los. 1 8 9 6 , S . 3 8 1 . )
( 1 ) L U D W I G N O I R É , Die Lehre Kants und der Ursprung der Ver-
.MUII/Y, M a i n z , 1 S 8 2 . Die Entwicklung der abendländischen Philosophie,.
.Mainz, 1 8 8 3 .
214 LOS ORÍGENES

h a c e mucho lo que sigue: «El idealismo t r a n s -


cendental» no está representado en I n g l a t e r r a
más que por u n a pequeña minoría; pero e s t a
minoría comprende lo más selecto entre los es-
pecialistas, y c u y a importancia sería inútil des-
conocer» (1).
El idealismo k a n t i a n o h a desenvuelto en I n -
g l a t e r r a , lo mismo que en Alemania, la lógica
de sus consecuencias; T. H . Green es tenido
como el jefe de este movimiento de ideas; e l
hegelianismo h a conseguido p e n e t r a r en las Uni-
versidades de Glasgow y de Oxford; Caird, q u e
a c a b a de suceder á Jowett en Oxford, y Brad-
ley, fellow del Colegio Mentón en Oxford, son
los continuadores del espíritu hegeliano (2).

En los Estados Unidos, durante la p r i m e r a


mitad de este siglo, ejerció el realismo escocés
sobre las inteligencias u n a influencia poderosa;
más t a r d e se apasionaron allí por la evolución,
por la de H. Spencer más aún que por la d e
Darvvin, recibiendo así, envuelto en el realismo
«transformado» del evolucionista inglés, el pri-
mer fermento idealista; y h a c e unos veinte a ñ o s
comenzó la juventud a m e r i c a n a á t r a n s p o r t a r d e

(1) BALFOUR, The foundations of belief, p 6; p p . 1 3 8 y s i g .


(2) L a o b r a d o B R A D L E Y , Appearance and reality, q u o t u v o e n
Inglaterra una gran resonancia, concluye con estos términos: «Hay
una frase m u y conocida de H e g e l , q u e y o no aceptaría sin r e s e r v a s -
Pero quiero terminar con ana proposición poco diferente de ella, y
q u e q u i z á e x p r e s e m á s e x a c t a m e n t e e l m é t o d o e s e n c i a l d e la filo-
sofía h e g e l i u n a . F u e r a del espíritu no b a y ni puede haber realidad:
alguna, y en la m e d i d a en que una cosa es espiritual, es verdadera-
m e n t e real >
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 215

las Universidades a l e m a n a s sus teorías franca-


m e n t e idealistas, más hegelianas que k a n t i a n a s ;
y puede decirse que son éstas las que hoy domi-
n a n en la enseñanza universitaria de los Esta-
dos Unidos (1).
En Francia, y a en el primer cuarto de
siglo, habían recibido en distintos grados la
influencia del idealismo alemán primero Víctor
Cousin, y más tarde Vacherot, Secretan y Ra-
vaisson.
Pero la acción v e r d a d e r a de K a n t d a t a prin-
cipalmente de Renouvier; sus Essais de critique
genérale, que aparecieron de 1859 á 1864, ejer-
cieron sobre el pensamiento francés u n a influen-
cia sorda pero continua; Pillon, D a u r i a c y Bro-
c h a r d tomaron de él directamente sus ideas, y
este último llama á Renouvier «el hombre que
puede,.con razón, ser tenido al presente como el
mejor r e p r e s e n t a n t e de la filosofía francesa.»
Algunos años m á s t a r d e , M. Lachelier introdu-
cía en la e n s e ñ a n z a universitaria el criticismo
kantiano; y uno de los que más ascendiente con-
siguieron sobre la juventud francesa, M. Bou-
troux, discípulo de Lachelier, continuó promo-
viendo la tendencia crítica de su m a e s t r o .
Renouvier había fundado, en 1871, la Criti-
que phiíosophique, y al d e s a p a r e c e r ésta en .1889,
inauguró M. Pillon, al año siguiente, u n a publi-

co V é a s e B O Y C E , Systematic Philosophy in America in the years,


1893-189S; A r c h i v f ü r s y s t e m . P h i l o s o p h i c . 1M7, S. 248.-V. M A T T O O N
M O N R O E C U R T I S , An Outline of philosophy iii America; Western Re-
serve Univ. Bulletin. M a r c h , 1896.
216 LOS ORÍGENES

cación concebida en el mismo criterio, V Année


plúlosoplúque.
No queremos con esto decir que los escritores
y profesores de las Universidades en F r a n c i a
h a y a n adoptado de un modo absoluto y siste-
mático el criticismo en toda su extensión; pero
es lo cierto, que el espíritu del filósofo de Kce-
nigsberg se h a infiltrado por todas p a r t e s en
la esfera intelectual, y que después de él se
observa cierta predilección por Hegel y Berke-
ley; por m a n e r a , que la tendencia g e n e r a l de la
filosofía en F r a n c i a es hoy bien manifiesta h a c i a
el idealismo ó el subjetivismo.
Los p r o g r a m a s de curso explicados en las
Universidades francesas son u n a demostración
p a l m a r i a de la decadencia de los estudios meta-
físicos, y de que el pensamiento filosófico se es-
p a r c e , más aún que en Alemania, si c a b e , en
cuestiones exclusivamente de detalle. D u r a n t e
este mismo año académico de 1897-1898, no
hemos encontrado en p r o g r a m a alguno (1), tanto
del Colegio de F r a n c i a , como de las Universida-
des de P a r í s , Aix, Alger, Besancon, Bordeaux,
Caen, C l e r m o n t - F e r r a n d , Dijon, Grenoble, Lille,
Lyon, Montpellier, N a n c y , Poitiers, Iiennes y
Toulouse, ni un solo curso de Metafísica general.
Se h a b l a r á de todo: de la filosofía tanto antigua
como moderna; de estética, de las condiciones
generales de la conciencia, de la imaginación

(1) V é a s e e l s u p l e m e n t o d e la Revue de Métaphysique et de Morale,


S e p t . - N o v . 1897.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 217

c r e a d o r a , de Ja idea democrática en F r a n c i a ,
de los principios de las ciencias sociales, e t c . .
M. Séailles, por ejemplo, anuncia en la Univer-
sidad de P a r í s conferencias sobre «la ley de la
síntesis én la vida del espíritu;» M. Hamelin, en
Burdeos, se propone explicar «los elementos
principales de la representación y su encadena-
miento;» M. Bernés, en Montpellier, toma como
asunto «la idea de justicia y algunas fases de su
evolución»... y como éstos, todos los d e m á s .
P e r o no h a y que b u s c a r quien h a g a la «justicia»
de buscar la v e r d a d e r a «ley de la síntesis en la
vida del espíritu», en una psicología inspirada
en la s a n a metafísica.
No debemos omitir h a b l a r aquí de la Revue
de Aíétapliysique et de Afórale, fundada en 1893;
porque refleja con exactitud la última orien-
tación del pensamiento en F r a n c i a . L a ten-
dencia de dicha r e v i s t a r e p r e s e n t a la reacción
c o n t r a el culto exclusivo del hecho, y por este
título merecen aplauso los esfuerzos de esta
j u v e n t u d que se h a propuesto «salir por los fue-
ros de la razón y servirla, considerando en ello
el bien más g r a n d e que deben h a c e r por el
honor de su nación.» Seria de desear, dicen
estos jóvenes en el Artículo-programa, que la
especulación filosófica se pusiera en vías de
m a y o r desenvolvimiento público tal, que no
cediera en vigor al pensamiento filosófico de
ningún otro país» (1). Pero no h a y que formarse

(1) Articleprogramme, j a n v i e r p. 1893,5.


218 LOS ORlG.iNES

la ilusión de que la metafísica de la n u e v a re-


vista sea la ontologia tradicional, ó filosofía pri-
m e r a , que m á s allá de las propiedades físicas
del mundo sensible, y por encima de l a c u a n -
tidad geométrica ó aritmética, busca el ser como
tal, sus atributos y sus relaciones.
Al leer el artículo-programa podrían caber
dudas respecto á sus tendencias y c a r á c t e r me-
tafísico. «Nuestro propósito, se lee en él, es d a r
m a y o r relieve á las doctrinas de filosofía propia-
m e n t e dicha; quisiéramos a t r a e r la atención
pública hacia las teorías generales del pensa-
miento y de la acción, de l a s cuales h a estado
aquélla alejada algún t i e m p o , y q u e , sin em-
b a r g o , h a n sido siempre, bajo el nombre des-
acreditado hoy de metafísica, el origen único de
las creencias racionales» (1). Pero los artículos
aparecidos en la m i s m a revista desde 1893, bajo
las firmas de MM. Rauh, Remacle, Louis W e b e r ,
H a l é v y , Brunschwicg y Bergson, indican clara-
mente que la metafísica no es p a r a todos ellos
otra cosa que el análisis psicológico de la con-
ciencia.
El escritor- más original de todos es Berg-
son; de su última obra h a dicho Fonsegrive q u e ,
después de Maine de Biran, no se había escrito
n a d a semejante en la filosofía francesa (2). L a
psicología de M. Bergson se h a l l a condensada en
sus dos obras: Essai sur les données immediates

( 1 ) Article-programme, j a n v i e r 1803, p â g . 2.
i2) Spiritualisme et Matérialisme, a r t i c u l o d e l a Quinzaine, 1 e r
fé-
v r i e r 1897, P a r i a .
D E LA PSIOOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 219

de la conscience y Matière et Mémoire (1). Bajo el


imperio de las necesidades de la vida individual
y social, nos vemos precisados á representarnos
los datos de la conciencia como cosas fijas, como
elementos cuantitativos, yuxtapuestos y simul-
táneos. Semejante m a n e r a de r e p r e s e n t a r las
cosas «en lenguaje de espacio», dice Bergson,
obedece á necesidades utilitarias. El artificio
del método científico consiste en desprenderse
de este convencionalismo vulgar en la m a n e r a
de concebir el conocimiento, y en e x a m i n a r la
realidad, tal como ella es (2). Ahora bien: esta
realidad de que tenemos conciencia se compone
de fenómenos cualitativos, que se suceden en el
tiempo.
En su p r i m e r a obra dejaba subsistir Berg-
son la oposición entre el yo «utilitario ó artifi-
cial» y el yo «profundo» y «verdadero»; pero
en la segunda concluye por resolver este dua-
lismo. L a oposición d é l o s dos principios, cuerpo
y a l m a , m a t e r i a y espíritu, no existe, dice el au-
tor, en el contenido r e a l de la conciencia, sino
que debe mirarse como creación artificial del en-
tendimiento. «Aquélla se resuelve en la triple
oposición de lo inextenso y lo extenso, de la

(1) P a r í s , A l e a n , 1889 y 189«.


(2) "El a r t i f i c i o d e l m é t o d o c o n s i s t e s i m p l e m e n t e e n d i s t i n g u i r e l
p u n t o d e v i s t a d e l c o n o c i m i e n t o usual ó útil y el d e l c o n o c i m i e n t o
v e r d a d e r o . E l t i e m p o , en el cual nos contemplamos obrando, y en q u e
es útil que n o s c o n t e m p l e m o s , es una duración c u y o s e l e m e n t o s se
d i s o c i a n y y u x t a p o n e n ; p e r o l a duración en que obramos, es una du-
ración, en la cual nuestros estados conscientes se fundan unos en
o t r o s . » Matière et Mémoire, p a g . 205.
220 LOS ORÍGENES

cualidad y la cuantidad, de la libertad y la ne-


cesidad» (1). Pero entre lo inextenso y lo ex-
tenso h a y un término medio, cual es, lo r e a l en
sentido estricto, esto es lo extensivo, el carácter
extenso de la sensación; del mismo modo, entre la
cualidad y cuantidad h a y u n a transición, y ésta
es la tensión; y, por último, la oposición e n t r e la
libertad y la necesidad se resuelve de u n a m a -
n e r a análoga, «dejando una amplitud, c a d a vez
mayor, al movimiento en el espacio, y una ten-
sión creciente y concomitante de la conciencia
en el tiempo.»
Aunque M. Bergson se h a propuesto a p a r t a r
la conciencia de lo. convencional, p a r a dirigirla
á la intuición de la realidad p u r a , p e r m a n e c e ,
sin embargo, envuelto por el idealismo. L a rea-
lidad se compone, p a r a él, n a d a más que de un
conjunto de imágenes (2).
Otros escritores de la misma revista, y espe-
cialmente M. Remacle y M. Luis W e b e r , se h a n
e n c a r g a d o de llevar el idealismo h a s t a la m á s ex-
tremosa exageración. El idealismo, dice M. Re-
macle, no puede detenerse en la negación de la
cognoscibilidad de la realidad del mundo ex-
terior; la lógica nos obliga á p a s a r a d e l a n t e ,
igualando en este punto con el mundo exterior
no sólo el noúmeno interior, el yo substancial,
sino h a s t a los mismos fenómenos de conciencia,

(1) Matière et Mémoire, p á g i n a s 273-278.


(2) L l a m o materia, escribe B e r g s o n , al c o n j u n t o de i m á g e n e s , y
percepción de la materia, á estas mismas relacionadas con la acción
p o s i b l e d e u n a i m a g e n d e t e r m i n a d a , q u e e s m i c u e r p o . Ibid,, p á g . 7.
DK 1 . * P S I C O L O G Í A CONTEMPOKÁNEA 221

cuando y a han p a s a d o . En general, los estados


de conciencia no pueden ensenarnos nada sobre
la existencia ó n a t u r a l e z a de un objeto distinto
de ellos mismos. Debemos citar sus propias pa-
l a b r a s , y por ellas comprenderemos todo el
poder destructor del principio idealista.
«Conocer un estado de conciencia, escribe,
»es u n a expresión contradictoria; porque cono-
»cerle equivale evidentemente á no conocerle
•»tal cual es, ó mejor dicho, tal cual era; porque
»no existe y a en el momento en que se da uno
«cuenta de él... H a y , pues, aquí dos idealismos
«que se imponen: el idealismo que podríamos
»llamar externo, p a r a dar á entender que se
«refiere al mundo exterior, y el idealismo que
«nosotros llamamos, míenío, p a r a significar que
»concierne al mundo de la conciencia. El se-
»gundo es la razón fundamental del primero...»
«La ciencia, de que el hombre tanto se enva-
«nece, no es más que una quimera; y una qui-
«mera que h a creado de su propia cosecha el
«día en que, en el orgullo y exaltación del pen-
«samiento h u m a n o , apareció, con la idea del
•»yo, la posibilidad y luego la necesidad de la
«reflexión» (1).
«No solamente nos es imposible conocer un
»no-yo objetivo, pero ni siquiera podemos cono-
»cer, por medio de la reflexión, nuestros esta-
»dos de conciencia; porque somos una duración

(1) S E M A C L E , Bevue de Miitapliysique et de Morale, an 1893, p á g i -


nas 251-265.
222 LOS ORÍGENES

»(serie de estados sucesivos), y sólo el conoci-


«rniento espontáneo puede ofrecernos un cono-
»cimiento verdadero de los mismos» (1).
Si, pues, no pedemos conocer un no-yo obje-
tivo, ni los estados de conciencia que y a pasa-
ron, ¿de qué sirve entonces la reflexión?—Esta
significa el deseo y la tendencia h a c i a la exis-
tencia consciente futura; el acto de reflexión
t e r m i n a por c r e a r un nuevo estado de concien-
cia, y engendra u n a especie de prolongamiento
de la existencia h a c i a lo porvenir.
L a psicología no se propone otra cosa que
continuar sistemáticamente esta realización de
nosotros mismos; de aquí q u e . m á s bien que
ciencia, es arte: el a r t e de realizar el alma con-
forme á un ideal que debe ser la duración. «La
psicología n o r m a l puede, pues, definirse: una
expansión de nosotros mismos en la duración, pro-
duciéndose según la duración.»
Y siendo n u e s t r a duración una existencia
cualitativa y un llegar á ser «devenir» continuo,
el a r t e de la psicología deberá observar estas
dos reglas: consiste la p r i m e r a en no poner en
práctica ningún elemento objetivo, es decir, nin-
g u n a noción t o m a d a del espacio, porque los ca-
r a c t e r e s generales del espacio son diametral-
mente opuestos á los de la duración; y la segun-
da, en no afirmarse nunca definitivamente, sino
desechar siempre toda certidumbre; la concien-
cia debe tender h a c i a la duda r e a l , porque la

(1) Ibid., 1896, p á g . 149.


DE LA P S I C O L O G Í A CONTEMPORÁNEA 223

construcción psicológica debe estar siempre in


fieri, como el a l m a que en ella se realiza. En la
antítesis, por tanto, entre el sujeto y el objeto,
no deberá t o m a r partido por el uno ni por el
otro, ni contra los dos. El espíritu h a de g u a r d a r
u n a actitud crítica respecto de todo, aun res-
pecto de nuestro propio pasado psicológico; y
así, el a l m a se h a r á independiente de toda rea-
lidad interior y exterior (1).
Por su p a r t e , Louis W e b e r acusa á los idea-
listas de inconsecuentes. Consideran éstos —
dice—la Metafísica como una teoría del conoci-
miento; y el conocimiento es p a r a ellos u n a cosa
en sí con la cual pretenden construir la ciencia;
luego c a e n en el realismo que querían evitar.
K a n t , Renouvier, Spencer nos p r e s e n t a n las ca-
tegorías del entendimiento, las formas de la
intuición sensible, ó los estados de conciencia
como «cosas determinadas», como- «objetos»;
a p a r e c e n así la idea del objeto y el objeto
mismo opuestos uno á otro, como dos términos
heterogéneos, el primero de los cuales sólo tiene
existencia lógica, y al segundo se le supone exis-
tencia real; se da por supuesto que, entre estos
dos términos heterogéneos, la idea y su objeto,
el conocer y lo conocido, h a y una relación fija
que a l idealismo toca determinar. Ahora bien:
semejantes concepciones son todas realistas; la
única existencia es «la existencia lógica; la exis-

to V é a s e «Estudio de un m é t o d o e n psicología» (continuación),


vite de Mét. et de Mor., 1897, p á g i n a s 320-341.
224 I-OS ORÍGENES

tencia no encierra n a d a más que la idea de exis-


tencia.»
«La opinión común cree que la existencia de
»las cosas... no depende de la aflrmación de las
«mismas, que las h a c e participar del ser inme-
«diato de la enunciación.
«En efecto, vivimos en la creencia i n n a t a é
«indeclinable de la realidad de las cosas, del
«mundo exterior y de nosotros mismos, y nos es
«absolutamente imposible no atribuir á los obje-
«tos una existencia distinta é independiente de
«las ideas que de ellos tenemos. P a r e c e así que
ȇ todas las ideas corresponden objetos que n o
«son ideas, ó al menos que éstas, por lo mismo
«que son ideas de lo real, h a n de tener su objeto
«es decir, su propia realidad fuera del ser lógico.
»La historia de la filosofía se confunde, h a s t a
«cierto punto, con la historia de esta cuestión;
«todos los recursos de la dialéctica y todos los
«esfuerzos del análisis psicológico h a n venido
«dirigiéndose-hacia este fin, y á medida que se
« a v a n z a b a en este sentido, iba haciéndose m á s
«inaccesible el objeto último de la ciencia y es-
c o n d i é n d o s e en un horizonte c a d a vez más obs-
«curo. Así que la historia de la filosofía e x p r e s a
«la historia de las vicisitudes de nuestro realismo
«incurable. El objeto material, extenso y divisi-
»ble, fué sustituido por el objeto psíquico, sensa-
«ción ó imagen, apetito ó voluntad; éste, des-
«pués, por el objeto p u r a m e n t e intelectual, las
«categorías del entendimiento y las formas de la
«intuición; y, por. último, h a quedado el objeto
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 225

^ e s t r i c t a m e n t e racional, la idea u n i v e r s a l y el
«pensamiento consciente de sí. H a s t a el fenome-
«nismo h a caído también en el realismo; porque,
»á pesar de considerar al realismo anterior á él
«como una consecuencia inevitable de nuestra
«constitución mental y un elemento inseparable
*de doble representación, uniendo lo represen-
atado al r e p r e s e n t a n t e , h a tomado las catego-
«rias por u n a realidad superior á la realidad co-
«nocida por medio de ellas, erigiendo así en una
«existencia suprema las condiciones del pensa-
«miento de la misma existencia. Cualquiera, por
«tanto, que sea el término final, y a sea éste la
«idea del mundo, ó la idea de la imagen del
«mundo, ó la idea de la idea de esta imagen,
«siempre resulta más órnenos que se cae en las
«ilusiones del realismo n a t u r a l , porque siempre
«se h a creído en la existencia de un objeto
»de estas i d e a s , y siempre también se ha
«creído percibir u n a realidad última, existente
«en sí y por sí, de una existencia extra-lógica,
«es decir, exterior á los juicios en los cuales
«ésta se afirma como sujeto lógico del verbo
»sér» (1).
«En v a n o se replicará que las ideas corres-
«ponden á objetos, y que á estos objetos como
«tales, y no á las ideas que de ellos tenemos, os
ȇ quien debo atribuirse la existencia. Porque,
«¿qué es el objeto de una idea, considerado como

(1) L . W E B E R . L'idéalisme logique, en l a (lev. de Met. et de Mar.,


Nov., 18!)7, pag. 681.

15
226 LOS ORÍGENES

«término de la reflexión? Éste á su vez no es


«más que una idea, respecto de la cual ta p r i -
«mera es la idea e l e v a d a al grado superior de la
«reflexión y promovida al r a n g o de idea. L a r e -
«ttexión se mueve en el seno del ser, y sus obje-
>>tos nunca son otra cosa que formas del ser,
«donde ella contempla su propio ser afirman -
«dose. Sin duda que vivimos, percibimos, sufri-
«mos; pero, ¿cómo juzgamos estas cosas, si no es
«por las ideas que tenemos de' vivir, de percibir
«y de sufrir? I m p o r t a poco que el hecho c u y a
«existencia afirmamos sea ficticio ó real; ficción
«ó realidad no tienen, en el sentido de ser, m á s
«que una significación r e l a t i v a . Se t r a t a de
«saber si la afirmación de vivir, de percibir y
«de sufrir es tan sólo una afirmación lógica,
»un reflejo del pensamiento discursivo, con el
«mismo título que la afirmación de cualquiera
«otra cosa. Se t r a t a de saber si la existencia de
«estos objetos, q u e , por inevitable ilusión de
«óptica intelectual, se localiza más allá de la
«afirmación que de ellos se h a c e en el discurso,
«no es simplemente la existencia lógica que
«envuelve toda afirmación, tanto de lo v e r d a -
«dero como de lo falso. Enunciar esta p r e g u n t a
«equivale á h a b e r dado implícitamente la res-
apuesta. Si la existencia no se distingue lógica-
emente del ser, tampoco se distingue realmente,
«porque la realidad que se busca fuera del ser
«está en él contenida toda e n t e r a , por lo mismo
«que se pretende oponerle como el exterior al
«interior. Todo lo demás que no es idea tampoco
D E I.A P S I C O L O G Í A C O N T E M P O R Á N E A 227

»es más que una idea. Luego, en s u m a , estas


«diversas tentativas del criticismo kantiano y
»post-kantiano, del positivismo y del agnosti-
»cismo, son semejantes en los resultados. Todos
«ellos aspiran á conocer la existencia extra-
«lógica fuera del ser; lo cual es tan contradic-
»torio como creer que un globo pueda subir más
«allá de la atmósfera terrestre.
«No solamente la m a t e r i a y la extensión, sino
«también el apetito y la voluntad, sin exceptuar
«la l l a m a d a conciencia intima y profunda de
«nuestra propia vida interior, son conceptos su-
»mámente obscuros, que encubren la creencia
«en una e x i s t e i c i a , que sostendría la existencia
«lógica, á la m a n e r a como el fuego interior del
«globo sostiene la corteza exterior sobre la cual
«nos movemos.» (1).
Hemos llegado y a al último término de las
negociaciones antirrealistas.
Descartes estableció el principio, de que
n a d a h a y absolutamente cierto, fuera del testi-

(i) L . W E D E R . lbid., p á g i n a s Wi, liíisy 690.—XI. W e b e r , en s u c r i t i c a


d e l i d e a l i s m o , h a b l a d e la existencia lógica; hubiera sido más exacto
d e c i r ser l ó g i c o . E l s e r s e d i s i d e e n real y lógico; e l p r i m e r o e-i e l q u e
e x i s t e ó p u e d e e x i s t i r i n d e p e n d i e n t e m e n t e del p e n s a m i e n t o q u e l e r e -
p r e s e n t a ; el s e r irreal, lógico, de pura razón, no tiene otra entidad
q u e a q u e l l a q u e l e d a la r ? p r e s e n t a c i ó n . L a i d e a de e s t e ú l t i m o e s n e -
g a t i v a y presupone desde l u e g o e s e n c i a l m e n t e la n o c i ó n del ser real.
¿Qué s e r í a , e n e f e c t o , l a c r e e n c i a d e u n s e r lógico, irreal, s i n o s e s u -
p o n e e l s e r r e a l , d e l q u e el a n t e r i o r e s n e g a c i ó n ?
M. W e b e r s e p r e g u n t a s i - l a a f i r m a c i ó n d e v i v i r , d e p e r c i b i r y d e
sufrir no es una afirmación lógica».
N o s e trata aquí d e si la afirmación es u n a afirmación sin m á s . S e
t r a t a d e s a b e r si l a a f i r m a c i ó n d e v i v i r , d e p e r c i b i r , d e s e n t i r , e s l a afir-
m a c i ó n de otra afirmación s i m p l e m e n t e , ó si aquélla es la afirmación
d e alguna cosa q u e s e l l a m a v i v i r , p e r c i b i r , s u f r i r . S e t r a t a a d e m á s
22« LOS O R I G E N IOS

mouio de la conciencia sobre la realidad del


pensamiento y del yo pensante. Locke, Berkeley
y H u m e , á su vez, niegan todo valor á nuestros
conocimientos de objetos exteriores; y el último
de éstos llega á negar también la substanciali-
dad del a l m a . H a s t a aquí queda aún al abrigo
del excepticismo la certidumbre empírica; y el
mismo K a n t , bien es v e r d a d que sacrificando la
lógica, opone á las representaciones fenoméni-
cas los datos de la experiencia; en la intuición
presupone las impresiones, y en la forma de co-
nocimiento el contenido ó m a t e r i a . •
Pero una vez admitido que la participación
del sujeto en la representación del objeto b a s t a
p a r a a l t e r a r el valor de lo representado, e r a
evidente que el h a c h a del idealismo había de
aplicarse, tarde ó t e m p r a n o , también á la con-
ciencia, cortando en ella las bases de toda cer-
tidumbre interna. Porque el idealismo interno,
y en esto tiene razón M. Remaclc, es la base del
idealismo externo.

-fie s a b e r si la a f i r m a c i ó n q u e r e c a e s o b r e el v i v i r , p e r c i b i r , s u f r i r l e s
u n a e n t i d a d d e p u r a r a z ó n , ó, s i al c e n t : a r i o , e s l a e x p r e s i ó n p a l p i -
t a n t e d e un p e n s a m i e n t o q u e v i v e y s e s i e n t e v i v i r , el a c t o de ali/uno
q u e p o n e en e l o r d e n l ó g i c o el v i v i r , el p e r c i b i r y el s u f r i r .
Un g l o b o , dice W e b c r , no puede ascender m a s allá de l os l í m i t e s
d e la a t m ó s f e r a t e r r e s t r e , e s c i e r t o ; p e r o s i h a y l í m i t e s , l u e g o h a y un
m á s a c á y un m á s a l i a d o e s o s l í m i t e s ; e l l a d o d e a l l á e s la f i c c i ó n ;
sea: p e r o ¿y t i d'j a c á ? H o y n e c e s a i ¡ a m e n t é u n n í u u d o o p u e s t o á la
ficción, y a e s t e m u n d o e l g é n e r o h u m a n o l e h a l l a m a d o s i e m p r e l a s
cosas, la realidad.
¡ E s t o , á m e n o s q u e M. W e b e r n o p r e t e n d a q u e l a a s c e n s i ó n e n
g l o b o e s u n a f i c c i ó n d e a e r o n a u t a , e n u n a ficción d e g l o b o , á t r a v é s d o
u n e s p a c i o f i c t i c i o , b a s t a un l i m i t e f i c t i c i o , q u e s e p a r a u n a f i c c i ó n d e
a t m ó s f e r a terrestre.de las ficciones..!
DBS L A P S ' O L O Í i í A CONTEMPORÁNEA 229

Háse dicho que el idealismo, así entendido,


conduce al solipsismo. Esto es poco decir toda-
vía. El solipsismo suprime todo lo que no es el
sujeto pensante, es v e r d a d ; pero conserva el su-
jeto p e n s a n t e , el mismo que j u z g a , razona y tra-
duce mentalmente el idealismo en la fórmula:
Solus, ipse. Ahora bien, el solipsismo es lógico
al no admitir otro individuo que el yo—solus—,
pero olvida sus premisas cuando admite un
yo—ipse.—, un sujeto idéntico á sí mismo á tra-
vés de los juicios y de los razonamientos que
conducen á la enunciación del idealismo; cuan-
do, del yo fenoménico dado por la representa-
ción, h a c e un yo p e r m a n e n t e , el mismo, ipse, ó
lo que es igual un yo substancial.
Pero el antirrealismo lleva la negación m á s
lejos, y destruye no sólo la realidad del su-
jeto, sino h a s t a del acto mismo r e p r e s e n t a t i v o .
La vida m e n t a l se sucede como el agua de
un arroyo en la duración; el observador, colo-
cado cu la orilla, tiene la m i r a d a fija en el
a g u a , la ve p a s a r una vez; pero cuando pre-
tende contemplar la misma a g u a por segunda
vez, y a pasó. «La reflexión no puede contem-
p l a r los actos que pasaron» (1). ¿Qué queda,

(1) ¿Cómo K e m a c l e no lia v i s t o q u e , si asi f u e r a , la c o n c i e n c i a n o


t e n d r í a el s e n t i m i e n t o d e la duración? S e n t i r s e durar, e s e n c o n t r a r s e
el m i s m o eu d o s m o m e n t o s . S u p ó n g a s e u n a s e r i e s u c e s i v a de p u n t o s
m a t e m á t i c o s , y añádaseles la conciencia, cada uno conocerá su posi-
c i ó n en un m o m e n t o d e t e r m i n a d o , e s c i e r t o ; p e r o s i n o c o n o c e a d e m á s
l a p o s i c i ó n del m o m e n t o a n t e r i o r , i o p o d r á c o n o c e r q u e h a c a m -
i n a d o ; n o p e r c i b i r á , p o r c o n s i g u i e n t e , la sucesión de posiciones d e uu
m i s m o p u n t o , e s d e c i r , ni el m o v i m i e n t o ni l a d u r a c i ó n .
230 LOS ORÍGENES

entonces, á la vista de la conciencia? N a d a real,


una afirmación lógica.Lo único que puede cono-
cerse, concluye M. W e b e r , es el ser lógico, el
ser de razón.
Supérfluo nos p a r e c e añadir, que el idealis-
mo así entendido envuelve una contradicción
demasiado manifiesta, p a r a no acusar una ab-
surda concepción en su origen. Haremos ver cla-
r a m e n t e su falsedad, cuando llegúela ocasión de
someter á la crítica el principio general en que
el idealismo se funda p a r a n e g a r toda certidum-
bre. Por a h o r a nos limitamos á demostrar, que el
idealismo de los escritores de la Revuc, da méta-
physique et de, moróle presenta incompleto el pro-
blema del conocimiento, es decir, considerado
desde un punto de vista exclusivamente negati-
vo; y la teoría del conocimiento no puede acan-
tonarse en el antirrealismo, porque tiene siem-
pre un fin positivo que cumplir.
L a ley fundamental de toda filosofía consiste
en comprender, en toda su integridad, los hechos
elementales de la conciencia, y en formar una
síntesis sin despreciar ninguno de estos datos.
En el número de los datos primitivos hallamos
éste por demás evidente: algunas representacio-
nes, á diferencia de otras, llevan consigo el sen-
timiento de una impresión e x p e r i m e n t a d a por
nuestra conciencia, y de la cual no nos senti-
mos autores; F i c h t e la l l a m a b a sentimiento de la
necesidad, y hacía notar que damos el nombre de
experiencia a l a s representaciones a c o m p a ñ a d a s
de este sentimiento. Herbert Spencer reconocía
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 231

la oposición entre los «estados débiles de la


conciencia, es decir, las representaciones ima-
ginativas cuyo orden de sucesión puede depen-
der de nosotros, y los «estados fuertes» que do-
minan al yo y le imponen la ley de su encade-
namiento.
Un filósofo alemán, Deussen, profesor en
Kiel, h a c e r e s a l t a r con energía esta resistencia
invencible de la conciencia á resignarse a n t e las
conclusiones sistemáticas del idealismo. Mirado
desde el punto de vista del idealismo—escribe,—
el mundo es una representación. Todo este uni-
verso m a t e r i a l , extendido en el espacio y en el
tiempo, sólo puede percibirse por la inteligencia;
pero, mi inteligencia, ' d a d a su constitución na-
tural, no me ofrece más que representacio-
nes; luego el universo entero, sin exceptuar mi
cuerpo, tal y como la inteligencia lo percibe en
el espacio y en el tiempo, no es otra cosa que
mi representación.»
«Pero—sigue el mismo Deussen,—la fuerza
de esta conclusión idealista se estrella c o n t r a í a
resistencia que n a t u r a l m e n t e y de un modo ne-
cesario nos sentimos obligados á oponerle. Esta
resistencia n a t u r a l se fortifica, por otra p a r t e , al
e n t r a r la reflexión. Basta, en efecto, p a r a sen-
tirla a g r a n d a r s e en nosotros con sólo pensar
que, si el idealismo está conforme con la v e r d a d ,
los más punzantes dolores, las m á s crueles q u e -
m a d u r a s de nuestro cuerpo serían p a r a la inte-
ligencia tan sólo representaciones, ni más ni m e -
nos como los dolores ó quemaduras que pudiera
232 LUS ORÍGENES

sufrir cualquier otro individuo, y de las cuales


tuviéramos^representación» (1).
Toda filosofía cualquiera que ella sea, idea-
lista ó realista, h a de tener en cuenta este sen-
timiento de pasividad que irresistiblemente ex-
perimentamos en la conciencia; este sentimiento
exige un objeto que se h a g a sentir y le produz-
ca; enfrente, y como opuesto á la r e p r e s e n t a -
ción que llamamos experiencia, existe lo q u e
experimentamos y á que damos el nombre de
realidad. Desconocer estos hechos primitivos y
fundamentales, equivale á suprimir a r b i t r a r i a -
mente uno de los elementos esenciales del p r o -
b l e m a crítico del conocimiento.
L a realidad en sí misma, y en este punto to-
dos los idealistas están de acuerdo (2), no a p a -
r e c e homogénea; el movimiento m a t e r i a l y l a
conciencia, «lo físico y lo mental,» «el cuerpo y
el espíritu,» se oponen a b i e r t a m e n t e uno á otro.
De aquí se sigue n e c e s a r i a m e n t e una de e s t a s
dos cosas: ó se dejan subsistir las dos series re-
firiéndolas á substancias distintas é i n d e p e n d i é i s
tes, estableciendo entre ellas la reciprocidad
de acción, ó se reducen una y otra á la unidad.
Y en el último c a s o , ¿ q u é unidad s e r á ésta?
¿Se dirá con el monismo materialista que la ma-
teria, al llegar á cierto grado de desenvolvi-
miento, engendra la conciencia y produce ella

( 1 ) D E U S S E M : Die Elemente der díetapliysil:, S . 21-22. Leipzig, Broc-


k l i a u s , 1890. ' '
( 2 ) V é a s e H O I ' F D I K G : Outlines of psychology, t r a n s í , b y ¡VI. L O W N D E S , .
p á g i n a 6 2 . L o n d o n , A l a c m i l l a n , 1891.
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 233

sola toda la vida intelectual? ¿Se dirá, al con-


t r a r i o , con el monismo espiritualista, que lo in-
m a t e r i a l engendra lo m a t e r i a l , que lo m e n t a l e s
el\elemento constitutivo de lo físico? O final-
m e n t e , si ninguna de estas dos concepciones
empíricas del monismo es a c e p t a b l e , ¿se recu-
r r i r á á la hipótesis de una entidad metafísica
única, de la cual sean los fenómenos irreducti-
bles de movimiento y de conciencia modalida-
des aparentes?
Todas estas hipótesis han tenido sus p a r t i d a -
rios. Al presente el monismo materialista, con-
siderado como explicación inmediata de los fe-
nómos internos, está en descrédito; más a r r i b a
hemos tenido ocasión de citar testimonios irre-.
cusables en este sentido. El monismo espiritua-
lista no encuentra tampoco mucho eco; no se
comprende cómo los fenómenos materiales po-
drían interpretarse en términos de conciencia.
Y así como el fenómeno m a t e r i a l no se con-
cibe, en momento alguno de la evolución de la
m a t e r i a , que pueda identificarse con un acto
espiritual, ni éste tampoco con un acto material,
de igual modo tampoco se concibe la acción real
del uno sobre el otro. En el supuesto-de que e l .
movimiento se convierta en calor, y el calor en
proceso químico de la substancia cerebral, ¿se
dirá por esto que el proceso nervioso se con-
vierte á su vez en un equivalente de pensa-
miento? El sabio que observa por de fuera los
fenómenos de la n a t u r a l e z a no tiene derecho
p a r a afirmar una transformación de este gene-
234 LOS ORÍGENES

ro, porgue el pensamiento consciente no está al


alcance de sus medios de observación; no h a y ,
por otra p a r t e , medida común entre el pensa-
miento consciente y los procesos físico-químicos
que le han precedido.
¿Deberemos creer entonces que se i n t e r r u m p e
la continuidad de la naturaleza? Esto no lo ad-
mite hoy ningún sabio. El proceso nervioso que
suscita el pensamiento.se convierte en otro pro-
ceso material equivalente, y merced á esta ley
de continuidad la constancia de la energía
queda á salvo. Cuanto al proceso psíquico, sólo
puede afirmarse de él que va á la p a r con el
nervioso, pero sin que con éste tenga enlace de
causalidad de ningún género; lo único que en
este punto nos enseña la experiencia es que el
proceso psíquico y el físico son paralelos. «Nun-
ca, escribe Paulsen, los procesos físicos son efec-
tos de los psíquicos; é inversamente, los procesos
psíquicos tampoco son j a m á s efecto de los físi-
cos» (1K O, según la expresión de Ziehen, las
dos series no son subordinadas una á otra, sino
coordinadas (2). En estas breves fórmulas s e
resume la concepción de la n a t u r a l e z a , y más
especialmente de la n a t u r a l e z a h u m a n a , cono-
cida con el nombre de teoría del paralelismo,
hacia la cual se inclina g e n e r a l m e n t e la psico-
logía c o n t e m p o r á n e a .
Por medio de interpretaciones ligeramente

(1) P A U L S E N , Einleitung in din Pliüosophie, i t e . Aufl. B e r l í n , W .


H e r t z , 1 8 9 6 , S. SS-91.

(2) Z I E I U O N , Leit/'aden d. pligs I'sycli. Jen»., I8¡)(>, S . 2 2 5 .


D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 235

variables de esta hipótesis, se puede suponer


también con W u n d t por ejemplo, que todas las
partículas de la m a t e r i a o r g a n i z a d a tienen su
concomitante psíquico paralelo; ó ir más lejos
todavía, y sostener con Durand de Gros que
toda la m a t e r i a , aun la inorgánica, está dotada
de vida en cierto grado (polizoismo-polipsiqms-
mo); ó con Fouillée que por todas p a r t e s en el
fondo de lo físico existe lo m e n t a l ; ó, final-
mente con Paulsen, que n a d a h a y en el mundo
que no sea animado y consciente (Allbeseelung).
Pero es evidente que esta extensión ilimitada de
la teoría es totalmente a r b i t r a r i a ; la experien-
cia, escribe Ziehen, sólo nos revela la aparición
de las dos series, física y psíquica, en el dominio
muy .circunscrito de los centros corticales del
cerebro. Aquí, pues, es donde únicamente tiene
aplicación el problema del paralelismo.
Muchos de los que habían renunciado á su-
bordinar la función nerviosa á la fuerza espiri-
tual (esplritualismo), ó la función psíquica á la
actividad cerebral (materialismo), intentaron
reducir á unidad las dos series coordinadas de
fenómenos, recurriendo, á la hipótesis metafísica
de Spinoza ó á otra semejante á ella. I m a g i n a n ,
en efecto, mía substancia absoluta, Dios ó el
mundo, y la dotan de los atributos, pensamiento
y extensión (extensio et gotatio); ó también se
figuran que las últimas moléculas de la m a t e r i a
poseen, á la vez que extensión y propiedades
físicas, elementos psíquicos, con lo cual se per-
suaden h a b e r dado unidad al mundo. Pero, ob-
236 LOS ORÍGENES

serva con m u c h a razón Ziehen, «semejantes


teorías no nos ofrecen más que una unidad for-
m a l y p u r a m e n t e lógica p a r a unir una á otra
las dos series independientes; ni tienen otro va-
lor que el de simples conjeturas sin pruebas, que
en realidad no sirven de n a d a p a r a resolver el
problema de la connexión entre las dos series.
Recurriendo á procedimientos sofísticos m á s
ó menos hábiles, continúa Ziehen, se h a buscado
una m a n e r a de desvirtuar y obscurecer el con-
t r a s t e que presentan las dos series, física y psí-
quica.
H a n dicho unos: las dos series prolongan sus
raíces h a s t a lo absoluto, donde so identifican;
aquí está, por tanto, la unidad que desdoblán-
dose da origen á la diferenciación de las dos
series coordinadas; y otros, pagándose de pala-
b r a s , h a n dicho que lo material y lo espirital son
la misma realidad bajo dos aspectos diferentes,
el uno físico accesible á la observación exte-
rior, y el otro psíquico observable por la con-
ciencia; es decir que son dos c a r a s de una
misma realidad (1).
i
(!) S o n m u c h o s l o s p s i c ó l o g o s q u e a c e p t a n h o y e s t a « h i p ó t e s i s d e
la i d e n t i d a d " . N o s v e m o s o b l i g a d o s , d i c e l l ü f f o d i n g , ti c o n c e b i r l a s
a c c i o n e s r e c í p r o c a s d e l o s e l e m e n t o s q u e c o m p o n e n el s i s t e m a n e r -
v i o s o , c o m n l a f o r m a e x t e r i o r d e la u n i d a d i d e a l i n t e r n a d e l a c o n -
c i e n c i a . » Obra cit., p á g . <>5.
E b b i n g h a u s e s c r i b e cu el m i s m o s e n t i d o : « L a s c o s a s m a t e r i a l e s y
l a s a l m a s s o n p a r c i a l m e n t e c o m o d o s t e j i d o s h e c h o s do la m i s m a h i l a -
za... L o s m i s m o s p r o c e s o s q u e , v i s t o s por f u e r a s o n m a t e r i a l e s , n e r -
viosos, v i s t o s por dentro son intuiciones, p e n s a m i e n t o s , deseos...»
Grund:. d. Psych . S . 4 « .
Esta h i p ó t e s i s data de Kechnor. «Entre el c u e r p o y el a l m a , e n t r e
la m a t e r i a y e l e s p í r i t u , d i c e F e c h n e r , n o h a y m a s q u e u n a d i f e r e n c i a
D E LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 237

H a y que ser sinceros, concluye Ziehen; se


impone inevitablemente la distinción absoluta
entro las dos series c o o r d i n a d a s ; definitiva-
mente, debemos r e n u n c i a r á e n c o n t r a r un prin-
cipio r e a l de unidad entre ellas. .
Problema es éste ante el cual se estrellará
siempre la teoría de la evolución; a n t e la reali-
dad evidente son inútiles los esfuerzos teóricos
de mistificación. Porque, dense c u a n t a s vueltas
se quiera al problema, siempre resultará que los
procesos c e r e b r a l e s se verifican según las exi-
gencias de la vida o r g á n i c a , independiente-
mente de la conciencia; luego ésta no sería más
que un fenómeno superfluo, absolutamente in-
explicable dentro de las leyes de la evolución
biológica.
Pero la psicología experimental, a ñ a d e Zie-
hen, no necesita p r e o c u p a r s e de los problemas
metafísicos; su derecho y su deber consisten en
atenerse n a d a más que á los hechos inmediatos.
¿ Y son igualmente inmediatas las dos series de
procesos psíquicos y físicos? De ningún modo.

d e g r a d o ; u n o y o t r o s o n c o m p a r a b l e s al e x t e r i o r ó i n t e r i o r d e un
c i r c u l o . IV'l m i s m o m o d o q u e un o b s e r v a d o r , c o l o c a d o d e n t r o d e l
c í r c u l o n o v e mi'is q u e l a p a r t e c ó n c a v a , y el q u e la m i r a d e s d e fuera
s ó l o v e l a c o u v u x a , así el o b s e r v a d o r d e l a n a t u r a l e z a uo p u e d e leer
e n ID c o n c i e n c i a , ni la c o n c i e n c i a v e r d i r e c t a m e n t e l a n a t u r a l e z a . N o
pueden o b s e r v a r s e i l l a v e z los d o s lados o p u e s t o s de una cosa; pero
en realidad es una sola, y la cualidad apárenle proviene del m o d o de
c o n s i d e r a r l a > F K C H N E U , Elemente der l'&ychoihysik, ate. Aull. Bd.
I , S . 1-7.
Sabido es que Taino h a popularizado en Francia esta interpreta-
ción ilusoria de los fenómenos inmateriales. Estos, dice, serían c o m o
la cara ó supeí iicie c ó n c a v a de una lente, cuyo superficie c o n v e x a nos
presentaría la experiencia externa.
238 LOS ORÍGENES

Al m i r a r un árbol, por ejemplo, podrá p a r e c e r


que el árbol y la visión sean simultáneos; pero
en realidad no es así; tan sólo la impresión vi-
s u a l ' e s inmediata; la representación objetiva
del árbol es elaboración consecutiva á la impre-
sión inicial (1). Hablando, por tanto, con pro-
piedad, el psicólogo debe a t e n e r s e ú n i c a m e n t e
á los procesos psíquicos. En consecuencia, dice
Ziehen, p a r a nosotros, que nos e n c e r r a m o s en
una concepción estrictamente crítica y experi-
mental de la psicología, no existen las dificulta-
des que t r a e consigo la teoría del paralelismo.
H a y , por lo demás, entre los filósofos moder-
nos una viva r e p u g n a n c i a á dejar subsistir este
antagonismo irreductible en que h a n venido á
t e r m i n a r las dos direcciones racionalista y me-'
canicista de la psicología c a r t e s i a n a ; y esta
repugnancia se explica. En primer lugar, la
tendencia n a t u r a l del espíritu humano es á uni-
ficar; así es que, cuando se le presentan elemen-
tos múltiples entre los que no h a y incompati-
bilidad manifiesta, h a c e necesariamente un es-
fuerzo con el fin de unificarlos.
H a y , a d e m á s , tantos índices de unión entre el
cuerpo y el a l m a del hombre, que, lejos de im-
ponerse á la conciencia el dualismo de Descar-
tes, a p a r e c í a éste á las inteligencias libres de
preocupación de escuela en contradicción con
la realidad.
Por último, h a y otra r a z ó n explicativa de

'1) Z I E H E » , obra cit., p á g i n a s 225-228.


D» l . A PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 239

esta r e p u g n a n c i a al dualismo, q u e , aunque de


orden histórico, no es menos poderosa: las ideas
de continuidad y de evolución de la n a t u r a l e z a
han penetrado hoy donde quiera q u e se elabo-
r a n ia ciencia y l a filosofía; p a r a unos, los q u e
se inspiran en la dialéctica hegeliana, la evolu-
ción será idealista; p a r a otros, seducidos por el
mecanicismo universal, ó por las teorías bioló-
gicas de típencer ó de D a r w i n , la evolución r e -
vestirá un c a r á c t e r más ó menos materialista;
pero todos ellos creen necesario admitir, á m a -
n e r a de postulado, q u e las diferencias entre los
seres son debidas, no á diversidad de n a t u r a -
leza que los h a g a irreductibles, sino á u n a lenta
acumulación de modificaciones infinitesimales.
Esta influencia a v a s a l l a d o r a y universal de la
continuidad de la n a t u r a l e z a data de Leibniz; la
aplicación que de ella hizo inventando el cálculo
diferencial, le indujo á suponer que las móna-
d a s forman u n a serie infinita, y qué c a d a uno
de sus términos, a u n q u e con n a t u r a l e z a propia
é independiente, no difiere, sin embargo, del que
le precede y le sigue m á s que en modo inapre-
ciable é insensible (1).
De este modo interpretado el antiguo adagio,
natura non facit saltum, contenía el germen de
las teorías que explican por la evolución el origen
y diferencias de los seres y su unidad de conjunto,
por l a unidad de n a t u r a l e z a ó de composición.

(1) V é a s e D E L A N T S H E E R E , e n el a r t . c i t . d e l a Revue Néo-Scolasti-


que, A b r i l , 1894, f>ag. 107.
240 LOS ORÍGENES

En resumen: iniciadores como H. ¡Spencer,


A. Fouillée y G. Wundt, cuyos sistemas h a n sido
expuestos; filósofos como Dcussen, Kauffmann,
Avenarins y Paulsen (1), y psicólogos como
Fechner, Hoffding, Ziehen y Ebbinghaus, todos
ellos tienen una tendencia más ó menos acen-
t u a d a h a c i a el monismo; el punto de p a r t i d a , y
las razones con que pretenden justificar esta
tendencia, v a r í a n según los distintos puntos de
vista ontológico, psicológico y crit ortológico en
que se colocan; pero el resultado final es en to-.
dos ellos uno mismo.

*
* *•
La psicología contemporánea ofrece un tercer
c a r á c t e r saliente, y es la influencia c a d a vez
m a y o r , que en ella se concede á la experiencia.
L a tendencia á condensar los resultados de la
observación en fórmulas m a t e m á t i c a s r e i n a b a

(1) H a c e poco t i e m p o , un escritor francas, q u e había c o m e n z a d o su


c a r r e r a filosófica p o r m u y d i s t i n t a s t e n d e n c i a s , M . PAITI. J A N E T , ter-
m i n a b a s u ú l t i m a o b r a , Principes de Zlébapliijaique el de l'sychologie,
p o r e s t a s p a l a b r a s : « N o d u d a m o s e n afirmar, d i c e , q u e s e h a e x a g e r a d o
l a n o c i ó n d e l a p e r s o n a l i d a d d i v i n a , q u e se h a n a s e m e j a d o d e m a s i a d o
los atributos d i v i n o s a los atributos humanos, y que en la formación
d e l a t e o d i c e a h a i n t e r v e n i d o m u c h o la p s i c o l o g í a ; t a m b i é n s e h a e x a -
gerado, en otro sentido, la transcendencia que, t o m a d a al pie de la
letra, haría una separación total del h o m b r e respecto de Dios y do
D i o s r e s p e c t o d e l h o m b r e ; asi q u e , s i n ir I n s t a el p a n t e í s m o , a d m i t i -
m o s l o q u e un f i l ó s o f o a l e m á n l i a l l a m a d o p a u e n t e u m o , x i v i v
Obra c i t . I I , páar. 615, P a r í s , O e l a g r a v e , 18D7.
E l f i l ó s o f o a l e m a n a q u i e u s e refiere P a u l J a n e t e s K r a u s e , c u :
y a s i d e a s p r i n c i p a l e s h a d e s e n v u e l t o M. 1 i b c r g ' n i e n e n B é l g i c a . « L a
c o n c i l i a c i ó n , e s c r i b í a e s t e ú l t i m o , e n t r o la t r a n s c e n d e n c i a d e l o s t e ó -
l o g o s y l a i n m a n e n c i a d e l o s filósofos n o e s i m p o s i b l e . E s t o a c u e r d o
D E L A PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 241

h a c e y a dos siglos en el dominio de la física; y


últimamente h a conseguido p e n e t r a r también
en el domiuio de l a psicología.
W e b e r fué quien hizo los primeros ensayos
metódicamente en este sentido; en sus expe-
riencias se proponía fijar c u a n t i t a t i v a m e n t e las
relaciones entre la intensidad del excitante exte-
rior y l a sensación p r o v o c a d a . E n los resulta-
dos de l a s observaciones creyó h a b e r encontra-
do l a siguiente ley que lleva su nombre: «Las
sensaciones crecen en cantidades absolutamente
iguales, cuando los e i c i t a n c e s crecen en canti-
d a d e s relativamente iguales.»
F e c h n e r (1) expresó l a l e y de Weber en
esta fórmula m a t e m á t i c a : El aumento de l a
intensidad de la sensación sigue úná.progresión
aritmética, mientras q u e la del excitante sigue
u n a progresión geométrica; ó en este otro enun-
ciado niás breve: L a sensación crece como el
logaritmo de la excitación. Al estudio de l a s
relaciones e n t r e el excitante y l a diversidad d e
sensaciones provocadas se le l l a m a propiamen-
te psico-física.

c o n s t i t u y e e l panenteismo, r e a l i z a d o m e t ó d i c a m e n t e e n l a d o c t r i n a
d e K r a u s e . » T I B E I Î G H I E N , Introduction á la Philosophie. B r u x e l l e s ,
M a y o l e z 1880, X X X V I . Prefacio de la 2 . " edición. Y en otra parte
dice: «Tenemos derecho á decir q u e la doctrina de Krausc, elevada á
esta unidad superior y armónica, señala e n el orden provideucial d e
l a s c o s a s e l a d v e n i m i e n t o d e l a t e r c e r a e d a d d e l a h u m a n i d a d . - Essai
théorique sur la génération des connaissances humaines. B r u x e l l e s ,
P è r i c h o n , 1S14, pAg. i>95.
( 1 ) L a p r i m e r a e d i c i ó n d e l o s Elementé der Pshychophysik a p a -
r e c i ó e n 1860. E n s u p r i m e r a p a r t e , l a m a s i m p o r t a n t e d e l a o b r a ,
presenta el autor l o s principios, l o s m é t o d o s y l a s leyes d e la «me-
dida» e u s u aplicación a l a s diferentes clases d e sensaciones.

16
242 LOS ORÍGENES

W u n d t es el iniciador de la psico-fisiolo-
gía (1); esta ciencia n u e v a , de la cual forma un
capítulo la psico-física, comprende el estudio
experimental de los fenómenos conscientes en
sus relaciones con los hechos de orden fisioló-
gico y de orden físico. Y decimos ciencia nueva,
porque las pretensiones manifiestas de W u n d t y
de sus discípulos se dirigen á verificar en bene-
ficio de sus estudios predilectos una n u e v a di-
visión del trabajo. L a psicología experimental,
dicen ellos, tiene así su objeto y sus métodos
propios; por tanto, debe constituir una ciencia
distinta, lo mismo de las otras ciencias n a t u r a l e s
como de la filosofía (2).
El primer laboratorio de psico-fisiología fué
fundado en Leipzig por Wundt en 1878. Desde
esta época han ido formándose cientos de t r a -
bajadores en la escuela del maestro; buen nú-
mero de ellos h a n ido, á su vez, á establecer en

(1) VorlesungenüberMenschm-u. Thierseele. l t e . Aufl. 1863: Grund-


züge der phyeiologischen Peychologie, l t e . Anfl. 1874.
(2) «La p s i c o l o g í a e x p e r i m e n t a l , d i c e A. B i n e t , s e h a o r g a n i z a d o
definitivamente en'ciencia distinta é inuependiente. Al presente, la
psicología experimental representa una porción de estudios cientí-
ficos, q u e , h a s t a c i e r t o p u n t o , s e b a s t a n p o r si s o l o s , l o m i s m o q u e
l o s d e l a b o t á n i c a y d e la z o o l o g í a ; s e h a s e p a r a d o d e e s t e c . n j u n t o
confuso y mal definido de c o n o c i m i e n t o s , á l o s cuales se da el n o m -
b r e de filosofía, y h a c o r t a d o l o s l a z o s q n e h a s t a a h o r a l a u n í a n á la
metafísica.
-Pero entendámonos bien sobre este punto importante: La psico-
l o g í a e x p e r i m e n t a l es i n d e p e n d i e n t e de la m e t a f í s i c a , p e r o no e x c l u y e
ningún estudio metafísieo. N o supone ninguna solución determinada
d é l o s g r a n d e s p r o b l e m a s d e l a v i d a y d e l a l m a , ui p o r l o m i s m o
tiene por s í n . i s m a tendencia alguna espiritualista, materialista ó
monista: es una ciencia natural y nada más.» A. B I K E T , Introduction
á la Psyckologie experiméntale.' P a r í s , Alean-, 1 8 9 4 . -
D » LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 243

F r a n c i a , en Bélgica y en los Estados Unidos


sobre todo, centros de estudios experimentales
de psicología; M. Víctor H e n r i da cuenta de
estos progresos de la psicología experimental,
h a s t a 1893, en un artículo publicado en la Revue
Phüosophique (1), donde describe los cuatro la-
boratorios entonces existentes en Alemania, y
h a c e á l a vez u n a m u y ligera r e s e ñ a de los t r a -
bajos que en ellos se verificaban.
El autor del artículo h a c í a n o t a r la g r a n d e
aceptación é i m p o r t a n c i a y la propagación in-
e s p e r a d a de tales estudios en menos de quince
años, después de l a fundación del p r i m e r labo-
ratorio psicológico. Treinta laboratorios exis-
tían y a en 1893, de los cuales seis correspon-
dían á América, dos á I n g l a t e r r a , uno á c a d a
u n a de estas naciones, F r a n c i a , Italia, Suiza, Di-
n a m a r c a , Suecia, R u m a n i a , Holanda y Bélgica,
y cuatro, por último, á Alemania, donde había
tenido su origen el movimiento.
El p r i m e r laboratorio, creado p o r W u n d t en
Leipzig en 1878, se componía en 1893 de once
salas de experiencias, y recibía a n u a l m e n t e
u n a subvención de 1.500 marcos. Los estudios
preferentes e r a n los de psicometría, de modo
que d u r a n t e los c a t o r c e primeros años h a b í a n
podido reunirse y a c u a r e n t a y ocho trabajos,
cuyo conjunto podía servir p a r a un curso deta-
llado de introducción á la psicología experi-

( 1 ) V I C T O R H E N R I , Les Laboratoires de Psychologie expérimentale


en Allemagne. (Revue Philosophique. T . X X X V r , d é c e m b r e 1893,
p p . 608-622.) '
244 LOS ORÍGENES

m e n t a l . Doce trabajos se p r a c t i c a b a n en 1893,


de los cuales el más importante, dirigido por
M e u m a n n , tenía por objeto estudiar el sentido
del tiempo; y a el año anterior, h a b í a atraído
la atención del mundo sabio una teoría n u e v a
de L e h m a n n sobre el tránsito del p l a c e r al
dolor. El laboratorio de Leipzig era frecuen-
tado en e s ' a época por veintidós estudiantes, di-
rigidos por Wundt, Külpe y Meumann.
El segundo por orden de fecha, fundado en
Grcettinga por E. Müller en 1879, se componía
de cinco salas, y sostenido d u r a n t e mucho tiempo
por su fundudor, recibió, después de su agrega-
ción á la Universidad, u n a pensión a n u a l de 500
m a r c o s . Los a p a r a t o s , debidos en g r a n p a r t e
á la generosidad de un discípulo, eran nume-
rosos; los estudiantes, en cambio, muy pocos.
Los trabajos de este laboratorio se publican en
revistas especialistas; h a s t a el año' 1893 sólo
h a b í a n visto la luz pública c u a t r o , debidos á
Müller y á S r h u m a n n .
El lerccro, instalado en Bonn por Martius
en 1888, y propiedad de su fund.-idor, e r a seme-
j a n t e en todo al de Leipzig; su-¡ experiencias
e r a n publicadas en los Pliilosophisclw S'udien, y
por razones e x t r a ñ a s á la ciencia a t r a í a m u y
pocos discípulos. F i n a l m e n t e , el cuarto fundado
por Ebbinghaus en Berlín, aunque en período de
formación todavía, c o n t a b a y a en la citada épo-
c a algunos discípulos, y prometía g r a n d e s espe-
ranzas.
El movimiento salió de Alemania, propagan-
DE LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 245

dose por todas p a r t e s . Moscou, Roma y Ginebra


tienen sus Laboratorios, y F r a n c i a cuenta con
dos. En 18S8 fué fundado el primer laboratorio
francés en la Escuela de Estudios Superiores de
P a r í s bajo la dirección de M. M. Beaunis y
Binet (1), y más t a r d e se estableció otro en la
Facultad de Filosofía en Rennes, que dirige
M. Bourdon.
En América, la fundación del primer labo-
ratorio, que sólo duró cinco años, por Stanley
Hall discípulo de W u n d t en la Universidad de
Hopkins (Baltimore), d a t a de 1881; hoy la situa-
ción de los estudios psicológicos experimentales
en los Estados Unidos es a ú n m á s floreciente
que en Alemania.
En un trabajo muy completo publicado
en 1894, describía el Dr. E. B. D e l a b a r r e , di-
rector del laboratorio de la Universidad de
Brown (Providencia, R. J . ) , con toda la exten-
sión que pueda desearse en tales m a t e r i a s , el es-
tado y organización de los laboratorios ameri-
canos. De este trabajo, traducido por A. Binet y
publicado en el Anuís Psychologique ('2), así como
de otros análogos (Scripture, Ths nsw psycho-
logy), resulta qua, en números a p r o x i m a d o s ,
los 27 laboratorios entonces existentes en los
Colegios y Universidades americanos se compo-
nían de 123 salas de experiencias, con un mate-

(1) V é a s e e n l a Introduction á la Psycliologie experiméntale de B i -


n e t ( P a r í s , A l e a n , 1891), l a d e s c r i p c i ó n d e l l a b o r a t o r i o d e P a r í s .
12) Anee Peycliologique, p u b l i c a d o p o r H . B e a u n i s y A. B i n e t .
P a r í s , A l e a n , 1895
246 LOS ORÍGENES

rial valuado en 365.879 francos, y un crédito


a n u a l de 61.750 francos. De estos laboratorios,
ocho ó nueve e s t a b a n dedicados á la enseñanza
casi e x c l u s i v a m e n t e ; de cinco á ocho á estudios
especiales, y diez, por lo menos, estaban destina-
dos á los dos fines á la vez. E n t r e las 16 Univer-
sidades, según cálculo de D e l a b a r r e , no resul-
t a n , s u m a d a s en conjunto, menos de ciento
ochenta y siete l a s h o r a s c o n s a g r a d a s á la psico-
logía por s e m a n a ; en cambio la metafísica está
poco menos que a b a n d o n a d a en todas ellas. El
hecho de h a b e r s e constituido, d u r a n t e la Expo-
sición de Chicago en 1893, u n a sección psicoló-
gica donde funcionaban con r e g u l a r i d a d dos la-
boratorios, dirigidos por las eminencias de la
ciencia en los Estados Unidos, constituye «un
suceso de los más significativos» p a r a formarse
u n a idea del interés y aceptación que allí h a n
adquirido esta clase de estudios; desde aquella
época, el movimiento h a ido acentuándose más
y más.
El Japón y la China h a n seguido también el
ejemplo de Europa y América: un g r a n labora-
torio funciona en la Universidad de Tokio, bajo
l a dirección del profesor Motora, y a c a b a de
c r e a r s e en la de Pekín u n a clase de psicología
experimental.
W u n d t (1), Ziehen (2), Külpe (3) y Ebbing-
(1) Grundzüge derphya. Psychologie; Vorlesungen über Menschenu.
Thíeraeele; Grundriaa der Psychologie.
(2) Leitfaden derphya. Psych., 3 t e Aufl., J e n a , 1896.
(3) Grundrisa der Psychologie auf experitnenteller Grundlage, L e i p -
z i g , E n g e l m a n n , 1893.
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 247

haus (1), en Alemania; Sergi (2) en Italia; Su-


lly (3) en I n g l a t e r r a ; L a d d (4), Dewey (5), Tit-
c h e n e r (6), Baldwin (7) y William J a m e s (8),
en América, h a n consignado en tratados espe-
ciales los resultados progresivos de la psico-
fisiología. M. Binet anuncia u n a obra del mismo
género en F r a n c i a .
El número de publicaciones periódicas con-
s a g r a d a s exclusivamente á la psicología expe-
rimental a u m e n t a de día en día: W u n d t pu-
blica desde 1881 la revista Philosophische Stu-
dien; y después de ésta h a n aparecido sucesiva-
mente en Alemania la Zeitschrift für Psychologie
und Physiologie der Sinnesorgane, fundada por
Ebbinghaus y König (1890); los Psychologische
Arbeiten por Kräpelin, en Heidelberg (1896); y
en el mismo año comenzó á publicar, en Bonn,
Martius los Beiträge zur Psychologie und Philo-
sophie. En F r a n c i a a p a r e c e todos los años, des-
de 1895, una publicación de este género, el Année
é Psychologique, debida á los directores del labo-
ratorio de P a r í s MJVI. Beaunis y Binet.
I n g l a t e r r a p a r e c e resistirse á secundar el
movimiento originado en Alemania; es induda-

( 1 ) Grundzüge der Psychologie, L e i p z i g , 1897.


(2) La Psychologie physiologique, t r a d , franc., P a r i s , 1888.
(S) The human mind, L o n d o n , J e a g m a n , 1892.
(4) Elements of physiological psychology, N e w - Y o r k , 1887,—Outlines
of physiological psychology, 1891.
(5) Psychology, N e w - Y o r k , 1887.
(6) An outline of psychology, N e w - Y o r k , 189«.
(7) Handbook of psychology, L o n d o n , 1891.
(8) The principles of Psychology, L o n d o n , M a c m i l l a n , 1890.
248 LOS ORÍGENES

ble que sus h o m b r e s , tales como Spencer, Bain,


Sully, G-alton, h a n contribuido poderosamente á
d a r á la psicología su c a r á c t e r actual; pero los
ingleses se h a n preocupado m u y poco h a s t a el
presente de la experimentación propiamente
dicha. Sin embargo, según anuncia M. Scripture
en su última obra (Tlie neto psychology), está y a
en vías de organizarse en Londres un laborato-
rio de psico-fisiología.
Pero donde el impulso dado á esta clase de
estudios h a sido más poderoso es en América;
de lo cual es buena p r u e b a el que en t a n pocos
anos h a y a n aparecido dos grandes revistas de-
dicadas exclusivamente á la psicología: Ameri-
can Journal of Psychology, fundada en 1887 por
Stanley Hall, y la Psychological Review, publi-
c a d a desde 1894 por Catell y Baldwin; deben
mencionarse a d e m á s de estas revistas, que son
las más importantes, otras dos publicaciones
anuales: los Estudios del Laboratorio de Psicolo-
gía de Yole, dirigida por E. W . Scripture, y los
Boletines de la Sociedad Americana de Psicología.
Muchas Universidades publican también ana-
les, en donde a p a r e c e n trabajos de psicología;
por ejemplo, los University series de N e b r a s k a ,
y los Anales de la Universidad de Pensilvania,
donde se h a n publicado trabajos de Cattell y de
Fullerton. Se h a n constituido además dos socie-
dades psicológicas, una de las cuales, que h a
publicado en 1889 un volumen de sus trabajos,
está afiliada á la Sociedad inglesa de estudios
psíquicos.
D B LA PSICOLOGÍA CONTEMPORÁNEA 249

Por último, y como p r u e b a fehaciente del


interés universal por los estudios experimenta-
les de psicología y de la vitalidad creciente de
la joven ciencia en formación, debe consignarse
la celebración de tres Congresos, el de P a -
rís (1S89), el de Londres (1892) y el de Mu-
nich (1896) (1). En estos Congresos ha ido am-
pliándose sucesivamente el p r o g r a m a ; así, el de
P a r í s se denominó Congreso internacional de
psicología fisiológica, donde sólo c a b í a n trabajos
de experimentación; en cambio, el de Munich
comprendía la psicología en todas sus aplica-
ciones, y adoptó el título universal de Congreso
internacional de psicología.
Por todo lo dicho a p a r e c e bien á las c l a r a s
que el pensamiento, á medida que se aleja de l a
metafísica, v a concentrando sus esfuerzos en la
p a r t e experimental de la psicología.

H a s t a aquí hemos t r a t a d o de p r e s e n t a r las


ideas directrices y los c a r a c t e r e s más salientes
de la filosofía contemporánea; a h o r a quisiéra-
mos exponer, en sus líneas m á s generales, los
g r a n d e s principios de la psicología, ó mejor di-
cho, de la antropología aristotélica y escolás-
tica.
El capítulo siguiente tendrá por objeto corn-

i l ) E n A g o s t o ú l t i m o a c a b a d e c e l e b r a r s e e n P a r í s el c u a r t o C o n -
g r e s o de psicología, d o n d e h a podido verse una amplitud de ideas 7
t e n d e n c i a s m a y o r t o d a v í a q u e en el de M u n i c h .
250 LOS O R Í G E N E S D E LA PSICOLOGÍA C O N T E M P O R Á N E A

p a r a r y oponer á la psicología racionalista de


Descartes la concepción aristotélica y escolás-
t i c a de la antropología. L a psicología c a r t e s i a n a
se ocupa exclusivamente, según hemos visto, de
los hechos de conciencia; en este c a p . IV h a r e -
mos ver el c a r á c t e r distinto que corresponde á
la filosofía tradicional.
Los capítulos siguientes c o m p r e n d e r á n : pri-
mero, la crítica fundamental del idealismo, con-
secuencia n a t u r a l de l a psicología c a r t e s i a n a
(capítulo V); después la del mecanicismo, á que
h a dado lugar la física del reformador francés
(capítulo VI), y, por último, el e x a m e n del posi-
tivismo agnóstico, donde h a n venido á encontrar-
se las tendencias idealista y mecanicista (ca-
pítulo VII). Estos tres estudios tienen como fin
común poner en evidencia l a s exageraciones por
uno y otro extremo, y los errores que lleva con-
sigo el segundo de los c a r a c t e r e s que anterior-
mente hemos atribuido á la psicología contem-
p o r á n e a (1).
E n el VIII y último capítulo haremos u n a rá-
pida reseña del movimiento neo-tomista, estu-
diando á la vez l a posible adaptación de l a doc-
trina escolástica á los análisis de experiencia.

(1) V é a s e m á s a r r i b a , p á g . 187 y s i g u i e n t e s .
CAPÍTULO IY
Psicología y Antropología.

Bajo el nombre de Antropología entendemos


aquí la filosofía del hombre; y elegimos esta pa-
l a b r a por oposición á la de psicología, que m á s
propiamente conviene á la filosofía del alma.
Por esto, la idea dominante de las páginas
que h a n de seguir es, que los estudios compren-
didos hoy bajo el nombre de psicología suelen
imponer a l objeto de ésta u n a restricción arbi-
t r a r i a , reemplazando por el del a l m a el estudio
del compuesto h u m a n o .
Sucede en esta ciencia que la intención del
psicólogo es la de estudiar a l hombre, las mani-
festaciones múltiples de su actividad y la na-
t u r a l e z a del principio en donde éstas nacen.
P e r o debido á la influencia de ideas preconce-
bidas, de las cuales no siempre es fácil darse
cuenta, suele perderse de vista aquella idea ge-
n e r a l , h a s t a llegar á no ver en la n a t u r a l e z a
h u m a n a otra cosa que aquello que nos r e v e l a la
conciencia, continuando así en la persuasión de
que cuanto no está al alcance de la m i r a d a in-
262 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

t e r n a del espíritu no es y a el hombre que co-


r r e s p o n d e estudiar al psicólogo, sino al fisiólogo
ó al físico. De aquí resulta que el hombre estu-
diado de hedió por el psicólogo es distinto del
que tenía intención de estudiar. Quizá las con-
clusiones de semejante psicología, deducidas ex-
clusivamente, de las informaciones de la con-
ciencia, puedan aplicarse á un ser ideal, c u y a
n a t u r a l e z a consistiera toda ella en pensar; pero
á buen seguro que nadie c r e e r á posible hacer
la misma aplicación á este ser r e a l no sólo de
espíritu, sino también de c a r n e y hueso, que
nos constituye.
Se nos dice, poniendo por testigo á la con-
ciencia, que el a l m a h u m a n a es una, simple, in-
material; pero nosotros no conocemos ese ser
uno, simple, i n m a t e r i a l , como el que se nos des-
cribe. El hombre que conocemos a p a r e c e lo mis-
mo á la observación científica que á la concien-
cia; está sujeto á las leyes de la g r a v e d a d y de la
atracción; reacciona como los cuerpos químicos
de nuestros laboratorios; la zoología le h a clasi-
ficado en la familia de los primates; la circula-
ción de la s a n g r e en sus a r t e r i a s y el funciona-
miento de su vida nerviosa nos demuestran que
se cumplen en él las leyes generales fisiológicas,
lo mismo que en los demás r e p r e s e n t a n t e s del
reino orgánico. ¿Qué razón h a y p a r a h a c e r de
él un ser a p a r t e ? Y el materialista podría con-
cluir de aquí: todos los argumentos con que pre-
tendéis defender la simplicidad y la inmateria-
lidad caen en falso, porque no h a y a l m a i n m a t e -
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 253

rial. No está, .en efecto, probado que el a l m a sea


i n m a t e r i a l de tal modo que toda su actividad se
reduzca á la conciencia, y que la conciencia de-
muestre i n m e d i a t a m e n t e la inmaterialidad de la
misma alma; la idea del a l m a concebida en tales
condiciones es p u r a m e n t e hipotética. Contra este
ser imaginario, las reivindicaciones de la física
y de la fisiología son legítimas, y las conclusio-
nes que de aquí deduce el materialismo no tie-
nen réplica.
Pero del mismo modo que el esplritualismo
en un sentido, así también el materialismo por
el lado opuesto está fuera de la cuestión pro-
puesta en la realidad, y los argumentos de éste
caen igualmente en falso.
¿Es cierto ó no que somos un ser corporal,
con dimensiones espaciales, sometido á la in-
fluencia de agentes físicos, compuesto de células
vivientes, provisto de v é r t e b r a s , de un sistema
nervioso y de órganos de los sentidos, y dotado
además de cierta actividad psíquica igual por
lo menos á la de los tipos m á s elevados de la es-
c a l a animal? Evidentemente que sí; y en todo
esto, á nadie puede caber la menor duda. Luego
el objeto de la psicología, no falseada con prejui-
cios sistemáticos, h a de comprender este ser
complejo que llamamos hombre. Los filósofos de
la época medioeval le l l a m a b a n microcosmos,
p a r a d a r á entender que su rica y v a r i a d a acti-
vidad es u n a especie de síntesis de todas las
energías cósmicas.
L a s manifestaciones de la actividad huma-
254 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

n a , son reductibles todas ellas á las de los a n i m a -


les inferiores? y en caso de no ser posible e s t a
reducción, ¿cuál es su naturaleza? ¿Qué son en
sí mismas estas actividades? ¿Cuál es la relación
que g u a r d a n u n a s con otras r e s p e c t i v a m e n t e , y
todas ellas con el sujeto de donde proceden? H e
aquí enunciados los problemas esenciales de l a
ciencia antropológica. Esto equivale á proponer
como tesis fundamental de la antropología, t a l y
como entendían esta ciencia los escolásticos por
oposición á la psicología de Descartes, la unidad
substancial del hombre.

L a s manifestaciones más elevadas de la vida


intelectual y moral dependen del organismo.
En efecto, l a t e m p e r a t u r a n o r m a l del cuerpo
humano es de 36 á 37,5 grados; dos grados m á s
abajo p a r a l i z a n el ejercicio de la inteligencia, y
otros dos más a r r i b a e x a l t a n sus funciones h a s t a
provocar el delirio. Mosso llegaba á conocer por
las pulsaciones de l a mano si u n a p e r s o n a r e -
flexiona ó está distraída; a d v e r t í a modificarse
las c u r v a s de las pulsaciones, según que el su-
jeto sometido á la observación leyera u n a pá-
gina entretenida y fácil de l i t e r a t u r a , ó se ocu-
p a r a en t r a d u c i r versos de Homero. L a s emocio-
nes sufren cambios y variaciones que pueden
determinarse por medio del plethysmógrafo, fa-
voreciendo ó contrariando las tendencias de la
voluntad, según los casos; porque es lo ciertoj
que el ser libre está siempre sometido á l a in-
fluencia de l a s emociones; no h a y nadie q u e e s t é
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 255

libre de h a b e r sentido en sus miembros esta ley


d e g r a d a n t e , de q u e habla S a n Pablo, contra la
que es necesario l u c h a r p a r a d a r dentro de sí
mismo el triunfo á la virtud (1).
Por t a n t o , l a s funciones de la vida h u m a n a ,
en todos sus grados, están en relación de m u t u a
dependencia; la integridad de los órganos y su

(i) Santo T o m á s h a r e s u m i d o a d m i r a b l e m e n t e estas relaciones d e


m u t u a d e p e n d e n c i a c u t r e el a l m a y el c u e r p o e n u n t e x t o m u y c i t a d o ,
que d e b e m o s reproducir aqui: <Secundum natura! o r d i n e m , propter
c o l l i g a n t i a m v i r i u m a n i m a i in u n a e s s e n t i a , e t a n i m a ; e t c o r p o r i s in
uno esse c o m p o s i t i , v i r e s s u p e r i o r e s e t i n t e r i o r e s , e t e t i a m corpus,
i n v i c e m in s e efiluunt quod i u a l i q u o eoruin s u p e r a b u n d a d et inde
est quod ex apprchensione anima' transmutatur corpus, secundnm
calorcm e t frigna e t q u a n d o q u e u s q u e ad salutatemi e t . r g r i t u d i n e m ,
et u s q u e a d m o r t e m : c o n t i n g i t e n i i u a l i q u e m e x g a u d i o v e l t r i s t i t i a
v o i a m o r e mortami i n e n r r e r e .. A n i m a c o n j u n e f a c o r p o r i , e j u s c o m p l e -
x i o n e s imitatili- s e c n m l u m a m e n t i a m v e l d o c i l i t a t e m , c i a l i a h u j u s -
m o d i . S i m i l i t e r e x v i r i b u s s u p e r i o r i b u s tìt r e d u n d a n t i a i n i n f e r i o r e s :
cuni ad m o l i m i v o l u n t a t i s i n t c n s u m s e q u i t u r p a s s i o in s e n s u a l i a p p c -
titu, e t ex i n t e n s a c o n l c m p l a t i o n c retralinntur v e l imped.untur v i r e s
a n i m a l e s a sui.s u c t i b u s ; e t e c o n v e r s o e x v i r i b u s i n f c r i o r i b u s fitre-
d u n d a n t i a in s u p e r i o r e s : ut c u m e x v e h e m e n t i a p a s s i o n u m i n s e n -
suali appetiti! e x i s t c n t i u m obtenebratur ratio, u t judicet quasi s i m -
p l i c i t e r b o n u u i i d c i r c a q u o d h o m o p e r p a s s i o n e r ò a f l i c i t u r . » (De veri-
tate, q. X X V I , a r t . X . )

P o d r í a n c i t a r s e n u m e r o s a s e x p e r i e n c i a s q u e f o r m a n un c o m e n t a r i o
científico á e s t a p á g i n a d e Santo T o m á s . M e n c i o n e m o s , entre otras,
l a s s i g u i e n t e s d e M. C. l'erti; « U n m u c h a s o c a s i o n e s — e s c r i b í a e n 1887
el s a b i o m é d i c o d e í i i c é t r c , — h e p o d i d o o b s e r v a r q u e cuando algiín
s u j e t o e r a v i c t i m a d e a l g u n a e m o c i ó n d o l o r o s a d i s m i n u í a la t e n s i ó n
del órgano, q u e d a n d o debajo de la normal; y al contrario, se elevaba
la tensión cuando aquél se hallaba e n u n a situación moral inversa.
El p l c t l i i s m ó g r a f ó p u e d e , p u e s , r e v e l a r n i a n i f e s t a e i o n c s p s í q u i c a s á
que no acompaña n i n g u n a manifestación motriz aparente; lie podido
convencerme, por un loco, q u e se producen modificaciones circulato-
rias, aun cuando las alucinaciones sean poco intensas. E s t a observa-
c i ó n p u e d e s e r útil e n l e s loi'os q u e d i s i m u l a n , p a r a p o n e r e n c l a r o l a s
alucinaciones ó las impulsiones, y para q u e el .médico pueda cono-
cer l o s g r a d o s d e e x c i t a c i ó n y d e p r e s i ó n , y t a m b i é n p a r a o n s e ñ a r l »
tiué i n f l u e n c i a s s o n l a s m á s á p r o p ó s i t o para m o v e r a l e n f e r m o . »
O. F É n É . Sentíment et mouvemenl. P a r i s . A l e c a n , 1887, p. 1 1 5 .
256 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

funcionamiento fisiológico n o r m a l a s e g u r a n el
curso r e g u l a r de la vida de nutrición y de la sen-
sible; éstas, á su vez, constituyen la b a s e necesa-
ria d é l a vida intelectual y moral, y todas las
diferentes formas de la actividad h u m a n a apa-
recen e n l a z a d a s formando unidad; se necesita
por consiguiente, a d e m á s del principio de unión,
u n a tendencia original común, que las h a g a con-
v e r g e r h a c i a este resultado maravilloso, esta-
ble y ordenado, que es el término de todas ellas.
No nos extenderemos más sobre este punto,
puesto que no es n u e s t r a intención d e m o s t r a r
aquí ex professo, y una por una, las tesis prin-
cipales de la psicología escolástica, sino t a n
sólo indicar la a l t a importancia y el valor de las
mismas enfrente de los otros sistemas, que más
a d e l a n t e nos proponemos e x a m i n a r y discutir.
Si, pues, t a l es como hemos dicho la natu-
r a l e z a del h o m b r e , y si, en consecuencia, el
a l m a c a p a z de tener conciencia de sus actos no
constituye m á s que uno de los elementos del ser
h u m a n o , dependiente, por otra p a r t e , en todas
sus funciones del otro elemento que es el cuer-
po, sigúese de aquí que no puede deducirse la
n a t u r a l e z a del alma de la consideración e x c l u -
siva del pensamiento.
«Yo soy u n ser que piensa, y n a d a más, de-
cía Descartes; y este ser que piensa es lo que
yo llamo indistintamente espíritu, a l m a , inteli-
gencia ó razón.» (1).—Yo soy un sor que piensa,

"W V é a s e m á s a r r i b a , p a g . 7.
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 257

ó más e x a c t a m e n t e , mi n a t u r a l e z a tiene el poder


de pensar: admitido. Yo soy nada más que un ser
p e n s a n t e , ó en o t r a s p a l a b r a s , toda mi n a t u r a -
leza consiste en pensar; esto de ningún modo es
admisible. L a proposición de D e s c a r t e s , v e r d a -
d e r a en el sentido simplemente afirmativo, re-
sulta falsa y en oposición con el testimonio de l a
conciencia y de l a experiencia en c u a n t o se l e d a
un sentido exclusivo. Ni aun siquiera en el sentido
afirmativo es rigurosamente exacto que yo sea
u n a cosa que piensa; sólo soy un ser dotado del
poder de pensar. Mucho antes de pensar yo exis-
tía, vivía y r e a l i z a b a u n a multitud de actos;
porque el niño, aun en el seno de su m a d r e , no
es esencialmente distinto del hombre que en una
época más a v a n z a d a de la vida juzga, r a z o n a ' y
delibera. ¿Qué razones de experiencia ni si-
quiera de suposición pueden a l e g a r s e p a r a afir-
m a r que el niño pensaba?
El historiador de la filosofía c a r t e s i a n a , F r a n -
cisco Bouillier, prefirió admitir esta consecuen-
cia, antes que r e n u n c i a r al principio de donde
lógicamente se deriva. «Hay u n a compenetra-
ción absoluta de la conciencia, escribe, en to-
dos los fenómenos psicológicos, y de éstos en
la conciencia... L a conciencia, a ñ a d e , no es
propia solamente de todas las facultades intelec-
tuales, sino que se extiende á todas las faculta-
des del a l m a sin excepción.» (1). Un sistema

(1) F R . B O U I L L I E R . De la conscience en psychologie et en morale, c.


V I , p á g . 82.

17
258 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

q u e lleva á tales consecuencias está y a j u z g a d o .


Desde que l a célula primitiva, resultado de
la fecundación, se divide y multiplica, dando
origen a l nacimiento de las hojas g e r m i n a t i v a s ,
y se diferencia p r o g r e s i v a m e n t e primero en te-
jidos y después en a p a r a t o s apropiados á l a s
funciones especiales del organismo; desde que
el sistema nervioso central en los v e r t e b r a d o s
comienza á dibujarse, h a s t a que los hemisferios
c e r e b r a l e s llegan á adquirir su desenvolvimienT
to, han pasado muchos meses, d u r a n t e los cua-
les h a venido ejerciéndose l a vida fisiológica, sin
que legítimamente pueda presumirse l a existen-
cia de l a vida consciente. Por l a embriogenia se
s a b e que los hemisferios cerebrales no comien-
zan á formarse sino después de siete s e m a n a s
de vida embrionaria, debiendo t r a n s c u r r i r algu-
nos meses h a s t a que aquéllos t e r m i n e n su des-
envolvimiento (1). Al principio de l a vida e x t r a -
uterina pueden m u y bien producirse algunos
fenómenos nerviosos en el recién nacido—y
también y a en el embrión d u r a n t e el período ul-
timó de l a vida intra-uterina;—pero l a s induc-
ciones de la fisiología nerviosa y cerebral incli-
n a n á creer que el sentido íntimo de l a s opera-
ciones vitales no es posible h a s t a más t a r d e . E n
efecto, según los últimos trabajos de Flechsig, el
cerebro del recién nacido se asemeja entera-
mente, en cuanto á su funcionamiento, a l cere-
bro de los mamíferos inferiores privados de cen-

(1) H E R T W I G . Émbryoíogie, p á g . 395


PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 259

tros de asociación; h a s t a los últimos días del


primer mes de la vida extra-uterina, todos los
movimientos del niño son movimientos reflejos.
Sin desenvolvimiento en los centros de asocia-
ción, llamados por Flechsig «centros intelec-
tuales», el niño no puede realizar todavía movi-
miento alguno voluntario; así que todas las ma-
nifestaciones d¿ su v i d a son respuestas por vía
refleja á las excitaciones exteriores. L a forma-
ción completa, a d e m á s , de la fibra nerviosa, se
c a r a c t e r i z a por la aparición de la myelina al-
rededor del cilindro eje; y Flechsig ha hecho
v e r que las fibras sensitivas del telencéfalo no
comienzan á formar su myelina h a s t a h a b e r
pasado siete meses, por lo menos, de la vida in-
tra-uterina, lo cual h a c e antes imposible la con-
ducción de las impresiones á los centros de pro-
yección; y solamente después que estos últimos
centros h a y a n sido provistos de fibras myelini-
z a d a s es cuando se establecen conexiones e n t r e
los mismos y los centros de asociación, lo cual
ocurre h a c i a el décimo mes de la vida extra-
uterina (1).
De hecho, observa P r e y e r , el recién nacido
no llega á mirar los objetos más que por grados;
a l principio, su visión v a g a y p a s i v a c a e en el
vacío, y sólo en un período bastante a v a n z a d o
se observa en él la m i r a d a concreta y activa;
comienza entonces á seguir con los ojos y la ca-

( 1 ) P . F L E C H S I G . Qehirn und Seele, L e i p z i g , I89ii, S «3. V é a s e V A S


G E H U C I I T E S , Anat. du syst. ñero. L o u v a i n , 1897, p á g . 704,
260 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

beza el objeto que se presenta á su vista, y busca


y a por sí mismo las cosas que están, á su al-
cance (1).
Estas conclusiones del sabio psicólogo de
l e n a y las del anatómico de Leipzig, coinciden
e x a c t a m e n t e con l a antigua distinción a d o p t a d a
por los escolásticos entre los sentidos externos y
el sentido íntimo. • L a vida sensitiva p a s a p o r
multitud de fases sucesivas; y l a conciencia sen-
sible, y con mucha más razón la conciencia in-
telectual, no a p a r e c e n al principio sino en el tér-
mino de esta evolución; l a vida sensitiva misma
v a precedida d e una fase de desenvolvimiento
biológico, en que absorbe toda la actividad del
a l m a la organización de la m a t e r i a viviente.
Sigúese, pues, de aquí con toda evidencia
que la- esencia del alma h u m a n a no consiste,
como lo quería D e s c a r t e s , en pensar, ó lo que es
lo mismo, en ejercer el acto del pensamiento, y
ni siquiera en poder p e n s a r ó conocer, entendido
esto en el sentido ordinario de l a p a l a b r a ; l a
función primordial del a l m a es la de informar
la m a t e r i a corporal, a n i m a r l a , es decir h a c e r l a
vivir, o r g a n i z a r í a , y ponerla de este modo en
condiciones de ejercer las funciones de l a v i d a
sensible, á medida del desarrollo progresivo del
organismo. Y en cuanto á l a vida intelectual
propiamente dicha, ésta depende, á su vez, d e
las funciones sensitiva^, en l a s que e n c u e n t r a
sus condiciones y auxiliares necesarios.

ti) P R K Y K P . L'úmeAe Venfant, png. 147.


PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 261

Por t a n t o , la p r i m e r a tesis fundamental de


la antropología escolástica sobre la unidad subs-
tancial del hombre, conduce directa é inmedia-
t a m e n t e á las siguientes conclusiones: El alma
humana está por naturaleza destinada á informar
el cuerpo. — Las operaciones, y especialmente la
conciencia, son posteriores al acto substancial de
la información.

El orden de aparición de los actos, que ori-


g i n a r i a m e n t e e m a n a n del sujeto, es el siguiente:
• en el orden n a t u r a l y cronológico, los fenómenos
biológicos son anteriores á la sensación; el sen-
tido íntimo, el apetito y el movimiento, son pos-
teriores á la sensación externa; y, en fin, el co-
nocimiento intelectual y los actos de orden moral
a p a r e c e n los últimos en la vida del alma. El
análisis y la comparación de estos diversos actos
nos llevan lógicamente á formular esta t e r c e r a
conclusión: Los distintos actos, cuyo primer prin-
cipio reside en la naturaleza humana, no se pro-
ducen sino por medio de las facultades; entre
aquella naturaleza y estas facultades, lo mismo
que entre unas y otras facultades, existe una dis-
tinción real.
En resumen, contra la psicología demasiado
sencilla y superficial del autor del Discurso del
método y de las Meditaciones, psicología que h a c e
del a l m a un ser pensante y n a d a más (por ma-
n e r a que e n t r e el pensamiento y el a l m a sólo
h a b r í a una simple diferencia de punto de vista),
la filosofía escolástica establece la tesis de la
262 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

distinción r e a l entre la substancia y sus actos,


entre el a l m a y sus facultades; é insistiendo so-
bre la multiplicidad de las facultades, considera
de g r a n importancia establecer el fundamento
de su división.
V a m o s , p u e s , á demostrar que nuestros
actos no son p u r a s modalidades del a l m a , como
creia D e s c a r t e s , sino que proceden de la subs-
t a n c i a anímica por intermedio de las facultades
r e a l m e n t e distintas de ella. L a tesis es u n a de-
rivación de otra más universal, puesto que en
realidad tiene aplicación á toda substancia
c r e a d a . Ninguna substancia c r e a d a es, á decir
v e r d a d , a c t i v a por sí misma: todas necesitan de
intermediarios, llámense causas instrumentales,
potencias ó facultades, p a r a realizar los actos,
cuyo origen primero está en las mismas subs-
tancias. En efecto, el existir y el obrar de los
seres creados son dos formas de acto que no
pueden identificarse; todo acto es según la po-
tencia actualizada, porque debe h a b e r necesa-
r i a m e n t e proporción entre el acto producido por
el sujeto y el sujeto mismo que le produce.
«Semper enim actus proportionatur ei cujus est
actus» observa oportunamente Santo Tomás.
Como consecuencia, los dos sujetos susceptibles
respectivamente de los actos de existir y de o b r a r
no pueden ser idénticos. Al sujeto del primer acto
damos el nombre de esencia ó substancia, y al
del segundo el de potencia o p e r a t i v a ; luego la
esencia ó substancia y la potencia o p e r a t i v a di-
fieren r e a l m e n t e . Solamente en Dios, la subs-
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 263

t a n c i a es a c t i v a por sí misma; ó más bien, todo


lo que en los seres creados corresponde respec-
t i v a m e n t e á la esencia y á las potencias, á l a
existencia y á las acciones, no es en el Ser di-
vino mas que una sola é indivisible perfección
transcendental.
Quizá pudiera decirse, que el acto de existir
r a d i c a i n m e d i a t a m e n t e en la esencia, y la ope-
ración en la misma esencia pero existente; de
donde p a r e c e r í a lógico concluir que p a r a expli-
c a r cómo la existencia y la acción corresponden
á dos sujetos distintos, no sería necesario acudir
á facultades distintas de la esencia. Pero no
puede hacerse de ningún modo de la operación
un acto, que se base en el acto de la existencia;
éste es necesariamente el último, «esse est ulti-
mus actus;» la existencia es el coronamiento de
todo ser y de todo cuanto h a y en el mismo ser.
Es imposible concebirla como u n a potencia sus-
ceptible de p a s a r a l acto, sea por una operación ó
de cualquiera otra m a n e r a ; cuando de u n a cosa,
substancia, potencia, operación, decimos, que
existe, hemos pronunciado la última p a l a b r a , y
no es posible añadir otra cosa. «Esse est ultimus
actus.» Luego la operación no puede a c t u a l i z a r
la existencia. En su consecuencia, el a r g u m e n t o
metafísico de Santo Tomás queda en pie: la ope-
ración y la existencia difieren r e a l m e n t e . Aho-
r a bien: los actos r e a l m e n t e distintos no pue-
den menos de d e t e r m i n a r potencialidades r e a l -
m e n t e distintas; luego la potencia d e t e r m i n a d a
por el acto de obrar es r e a l m e n t e distinta de
264 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

l a esencia determinada por el acto de existir.


Los fenomenistas, como es sabido, sostienen
q u e somos aquí engañados por u n a ilusión; la
facultad no sería más que la m a n e r a cómoda de
e x p r e s a r «una posibilidad p e r m a n e n t e de ac-
ciones.» Más a d e l a n t e , al h a c e r la crítica del po-
sitivismo, tendremos ocasión oportuna de discu-
t i r e s t a m a n e r a de concebir la actividad; entre-
tanto, prosigamos sin interrumpir la demostra-
ción de la existencia de facultades r e a l m e n t e
distintas del sujeto substancial. Apliquemos di-
r e c t a m e n t e al a l m a la tesis anterior de la dis-
tinción r e a l de las facultades.
En el supuesto de que la substancia no fuese
r e a l m e n t e distinta de sus facultades, ó lo que es
lo mismo, si la substancia ó n a t u r a l e z a del a l m a
se identificara en la realidad con las potencias
de la vida orgánica, de la sensitiva y de la in-
telectiva; ó en otros términos, si en nosotros no
hubiera más que una potencia activa, debería
h a b e r también en ella un solo acto, en que se
manifestara toda la actividad de que es c a p a z el
a l m a . Pero no sucede así; n u n c a el a l m a ejer-
cita á la vez toda su potencialidad, sino al con-
trario siempre de un modo parcial, u n a s veces
en forma de funciones vitales, otras de sensa-
ción ó de apetito sensible, y por último otras
bajo la forma de pensamiento ó de volición.
Estas distintas formas de actividad se asocian,
se combinan diversamente, pero n u n c a t e n d r e -
mos conciencia de un acto, en donde a p a r e z c a
c o n d e n s a d a la plenitud de la actividad del a l m a .
PSICOLOGÍA Y ANTROP01 OGÍA 265

—Luego, la n a t u r a l e z a h u m a n a no es una sola


potencia.
Supongamos, al contrario, en el hombre
varios principios de acción r e a l m e n t e distintos,
y c a d a uno poseerá su modo propio de actividad
y sus condiciones especiales de ejercicio, y el
a l m a podrá entonces comunicar diversamente
su energía según las circunstancias, que es lo
que efectivamente pone de manifiesto la expe-
riencia.
Quizá se diga que el a l m a constituye una
potencia única, pero que en la realidad n u n c a
pueden darse las condiciones de acción total.—
Semejante suposición sería a r b i t r a r i a : porque
un poder que no se realiza debe tenerse por
quimérico. No existe otro medio de llegar h a s t a
el principio de acción que los propios actos;
afirmar, por t a n t o , la existencia de un principio
de acción, cuyos actos son e n t e r a m e n t e desco-
nocidos, equivaldría á establecer un apriorismo
arbitrario.
Descartes ha sido, pues, víctima de una
ilusión, cuando creyó poder identificar la rea-
lidad del acto del pensamiento con la del sujeto
p e n s a n t e , fundado en el hecho de que los fenó
menos internos «la idea ó el juicio, las afeccio-
nes sensibles y las voliciones,» son todos ellos
representables por el pensamiento; y no vio que,
de que entre ellas h a y a u n a relación común de
representabilidad, no por esto son menos distin-
t a s en su realidad intrínseca. Vivir la vida or-
g á n i c a , conocer por los sentidos ó por la inteli-
266 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

gencia, querer un bien sensible ó suprasensible,


moverse, son actos. que nadie se a t r e v e r á á
identificar; luego ni tampoco los principios en
que estos actos tienen toda su r a z ó n de ser.
Lo que efectivamente diversifica las poten-
cias son los actos que de ellas proceden, y p a r a
los cuales existen; u n a potencia no es o t r a cosa
que el medio de llegar al acto; la potencia y el
acto son, pues, correlativos. De donde se sigue
que, si clasificar los actos es clasificar t a m b i é n
las potencias, si no puede h a b e r p a r a las dos
clasificaciones más que un solo é idéntico funda-
mento, siendo por otra p a r t e el fundamento de
la distinción real de los actos la distinción for-
mal a d e c u a d a de sus objetos, el fundamento de
la distinción r e a l de las potencias ó de los actos
tendrá su base en esta misma distinción formal
a d e c u a d a de los objetos.
Se dirá que l a distinción en los objetos no
demuestra h a s t a la evidencia la distinción co-
rrespondiente en los principios.—A esto respon-
deremos con el Cardenal Cayetano que esto es
no entender la cuestión: «Los actos suponen la
distinción de sus potencias, no como los efectos
sirven p a r a distinguir sus causas, sino como los
fines p a r a distinguir los medios» (1). Sin duda
alguna que la facultad es un principio de efi-
ciencia, de la que el acto es un efecto ó resul-
tado; pero, mirando las cosas desde otro punto

(l) C A J E T A N . In Summ. Theol., I, q 51, a. 3—Vide S O A R E Z , De


anima, l i b . I I , c a p . 2, n. 7 e t s e q .
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 2ti7
de vista, ¿no es también un medio, cuyo término
ó fin es el acto; una aptitud ó tendencia á rea-
lizar este fin?
Por todo lo dicho será necesario concluir con
este dilema: ó bien es posible que una potencia
se dirija h a c i a fines diversos y a d e c u a d a m e n t e
distintos—lo que sería absurdo;—ó de lo con-
trario, estos mismos fines corresponden á ten-
dencias n a t u r a l m e n t e diferentes, ó sea á facul-
tades ó potencias r e a l m e n t e distintas.
H a y , por lo demás, actos entre los cuales
atestigua la conciencia una r e a l y viviente reci-
procidad de acción, ¿cómo en este caso podrán
identificarse? ¿Cómo en el mismo instante po-
drá ser un mismo sujeto agente y paciente á
la vez, motor y móvil? ¿Y cómo entonces h a b r á n
de reducirse á la unidad los principios de estos
actos? ¿No es una v e r d a d mil veces atestigua-
da por la experiencia, que el querer se subordi-
n a r e a l m e n t e á' la representación del bien,
hacia el cual se dirige? ¿No es también cier-
to, que la voluntad puede someter á su domi-
nio el pensamiento dirigiendo y ordenando l a
atención del espíritu? Sigúese, pues, con toda evi-
dencia que la n a t u r a l e z a c r e a d a no es a c t i v a
por sí misma, sino que tiene necesidad de po-
tencias distintas de ella p a r a llevar á la acción
las energías de su actividad, cuyo principio ori-
ginario está en ella misma.
«La misma conclusión, dice Santo Tomás, se
deduce del orden existente entre las potencias
del a l m a y de su acción mutua y recíproca in-
268 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

fluencia. Así debemos observar que u n a poten-


cia mueve á otra, como, por ejemplo, el enten-
dimiento á la voluntad; lo cual sería imposible
en el caso de que todas las potencias fuesen la
substancia misma del alma; porque dos seres ab-
solutamente idénticos no podrían moverse uno
á otro.» Luego, por esta razón también, la mul-
tiplicidad de facultades lleva consigo el corola-
rio de su distinción con el ser substancial del
a l m a , puesto que un sujeto no puede ser idén-
tico á varios otros que no son idénticos entre sí.
Inspirándose en las anteriores considera-
ciones, distinguen los escolásticos en el hombre
cinco géneros diferentes de facultades, que com-
p r e n d e n r e s p e c t i v a m e n t e la vida o r g á n i c a , el
conocimento sensible, el conocimiento intelec-
t u a l , l a s tendencias correspondientes á este
doble conocimiento y los actos de locomoción.

Dos cuestiones, íntimamente e n l a z a d a s con


lo que precede y motivadas por la psicología
contemporánea, se p r e s e n t a n a h o r a á nuestro
e x a m e n , y en las cuales sería conveniente fijar
por el momento nuestra atención. L a p r i m e r a se
r e d u c e á saber, si las facultades son en defini-
tiva otra cosa que simples denominaciones ge-
néricas, ó etiquetas cómodas p a r a designar gru-
pos de fenómenos que presentan los mismos
rasgos característicos. ¿No b a s t a r í a , en efecto,
concebirlas á la m a n e r a de Taine por ejemplo,
como «posibilidades permanentes» de sensacio-
nes? Pero esta discusión t e n d r á su l u g a r más
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 269

oportuno en el capítulo donde habremos de exa-


m i n a r la doctrina positivista (1).
El segundo punto que nos proponemos dis-
cutir se refiere al c a r á c t e r é importancia de la
«sensibilidad afectiva» en nuestra vida psicoló-
gica; pero antes conviene presentar el estado de
la cuestión entre los psicólogos del presente.
L a psicología c a r t e s i a n a h a b í a sustituido,
según hemos visto, por el estudio del hombre el
estudio del a l m a , y de una p l u m a d a borró de su
p r o g r a m a los fenómenos biológicos y locomo-
tores; opuso después los fenómenos «intelectua-
les» á los fenómenos «voluntarios,» pero dejando
p e r m a n e c e r la duda sobre la distinción n a t u r a l
que existe entre los fenómenos de orden sensible
y los del suprasensible, á c a u s a deh¿\ber reunido
bajo el nombre equívoco de «sentido íntimo» ó
de «conciencia» todos los actos cognoscitivos, y
bajo el de «voluntad» á todos cuantos p r e s e n t a n
un c a r á c t e r apetitivo. En cambio, había englo-
bado los fenómenos afectivos en un grupo ó fa-
cultad a p a r t e , á la cual dio el nombre de «sen-
sibilidad afectiva» ó sentimiento.
Podría p a r e c e r á p r i m e r a vista que. entre la
actividad r e p r e s e n t a t i v a de los sentidos ó de la
inteligencia y el movimiento volitivo por éstas
provocado existe un estado intermediario, en

(1) S a l d r í a m o s d e l o s l í m i t e s q u e n o s h e m o s p r o p u e s t o , s i q u i s i é -
r a m o s detenernos a justificar en cada uno de sus puntos la doctrina
ti a d i c i o n a l d e l a s f a c u l t a d e s . N o c o n s i d e r a n d o p o r o t r a p a r t e e s t e
e s t u d i o m á s q u e c o m o u n a i n t r o d u c c i ó n g e n e r a l á la p s i c o l o g í a , n o s
l i m i t a t e m o s aquí á i n d i c a r IHS lineas g e n e r a l e s d e l a s t e o r í a s pre-
sentes.
270 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

donde, sin relación de sujeto á objeto, ni de ob-


jeto á sujeto, se opera un cambio todo él interno
y pasivo, que se t r a d u c e , siempre dentro de
nosotros, bajo la forma de sentimiento, ó de sen-
sensación a g r a d a b l e ó desagradable de placer
y de dolor. ¿No h a b r á razón b a s t a n t e p a r a atri-
buir tales fenómenos afectivos ó emotivos á
una facultud afectiva especial, formando con
ellos un grupo a p a r t e en la psicología?—No lo
creemos así. Desear un bien, tomar posesión de
él y gozar con esta posesión, no se nos presen-
t a n como actos específicamente distintos, sino
más bien como tres estados ó momentos conse-
cutivos en el desarrollo g r a d u a l de u n a sola
tendencia.
Dos concurrentes, por ejemplo, solicitan u n a
misma posición; ambos aspiran á ella, y ponen
los medios p a r a conseguirla; esta dirección de
la voluntad constituye el p r i m e r estado, ó sea
el deseo de un bien ausente. El uno de los dos
llega á conseguirlo, y el otro se resigna á per-
derlo; el primero, entonces, goza con la pose-
sión del bien, y el segundo sufre con h a b e r per-
dido las e s p e r a n z a s . ¿No se ve aquí el desarrollo
g r a d u a l de u n a sola tendencia, satisfecha en un
caso y c o n t r a r i a d a en otro; de una misma ten-
dencia, q u e , impulsándonos h a c i a la posesión de
un objeto, h a c e g o z a r al que le h a obtenido y
sufrir al que le perdió? Ahora bien: todos con-
vienen en que la facultad de desear el bien no
es distinta de la voluntad; y no debe deducirse
n a t u r a l m e n t e de aquí, que la misma voluntad
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 271

es la que produce el placer y el dolor, mientras


el tránsito del deseo al goce ó al dolor deberá
atribuirse á la acción determinante de un prin-
cipio i n t e r m e d i a r i o , de un conocimiento, sea
sensible ó intelectual?
El bien lejano e r a primero concebido como
apetecible; considerado después como al alcance
de la voluntad, se le juzga en condiciones de po-
seerse; y por último, la voluntad se inclina y di-
rige h a c i a él; la dilatación de la voluntad, que
sigue á la posesión adquirida del objeto, es lo que
se l l a m a alegría, goce, p l a c e r . Este sentimiento
lo constituye, en nuestro sentir, una m a n e r a de
ser de la facultad volitiva, d e t e r m i n a d a por un
juicio que h a c e v e r como presente el bien a m a -
do. L a unión de la facultad volitiva con el obje-
to a m a d o tiene por c a u s a d e t e r m i n a n t e un acto
cognitivo; y es la intuición, de- que el objeto"de la
tendencia ó deseo se halla entonces al alcance
de la voluntad.
De este análisis se deduce, que no h a y razón
alguna p a r a a g r u p a r en un orden a p a r t e los fe-
nómenos afectivos, ni p a r a i n v e n t a r una facul-
t a d especial que sirva de explicación de los
mismos.
Lo que p a r e c e h a b e r inducido á este error á
los psicólogos cartesianos y leibnizianos, es el
h a b e r prescindido de la existencia en nosotros
de facultades pasivas. Y llamamos pasivas á las
facultades, no en el sentido de que puedan ó de-
b a n recibir la acción de un agente distinto de
ellas mismas; porque en este sentido bien puede
272 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

decirse que todas las fuerzas c r e a d a s son pasi-


vas; todas, en efecto, a u n las m e c á n i c a s y físico-
químicas, obedecen á la ley de la acción y de l a
reacción; cuando las fuerzas a c t ú a n sobre un
objeto, éste á su vez reacciona sobre ellas, y por
consiguiente, sufren la acción,que es un efecto de
la ejercida antes por ellos. Pero existen poten-
cias pasivas también en este otro sentido, de q u e
p a r a poder ejercer su acción tienen necesidad de
recibir un complemento intrínseco, u n a especie
de co-principio formal que las da condiciones
de ejercicio y determina la orientación de su
actividad. Sin una determinación de este géne-
r o , ninguna facultad cognitiva, c a p a z por otra
p a r t e de conocer cualquier objeto, podría n u n c a
conocer tales ó cuales objetos en p a r t i c u l a r , si
de hecho no se hubieran éstos presentado al ejer-
cicio de su energía; y del mismo modo, la volun-
t a d no se ejercería j a m á s en concreto sin la
ocasión, p r e s e n t a d a por el entendimiento á "la
facultad volitiva, de un ser ofrecido como ob-
jeto á un acto p a r t i c u l a r de la voluntad (1).
Este fenómeno pasivo, inherente á diversas
facultades del alma, es lo que los partidarios de
la división de las facultades en tres géneros h a n
creído poder considerar como un hecho distinto
de todos los demás, y procedente de una facul-
t a d especial. P a r e c e m á s conforme á los datos
de la experiencia interna el h a c e r del sentimien-

( 1 ) <Potentìa appetitiva est potentia passiva qua; nata est moveri ab


opprehtnso S . T H O M A S . S t i m m a theolog. l . a
p. q. 80, a. g. a d . 6 .
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 273

to un simple c a r á c t e r genérico, común á muchas


facultades. Se explicaría así el placer como u n a
m a n e r a especial, de ser de las facultades apetiti-
v a s , de la voluntad sobre todo, en relación con
el objeto y a poseído; porque si es cierto que todas
las facultades pueden ser causas del placer, don-
de propiamente reside éste es en las apetitivas.
Debe a d e m á s a d v e r t i r s e , que no p o r incluir
el c a r á c t e r de pasividad los fenómenos d e pla-
cer y dolor, se sigue de aquí que sean pasivos
de un modo exclusivo. Toda acción n o r m a l , es
decir, la que no a l t e r a l a actividad de l a facul-
tad correspondiente, sino que, a l contrario, es
producida según el orden n a t u r a l que subordina
armoniosamente todas l a s facultades a l fin in-
trínsico del s e r total, e n g e n d r a en l a voluntad
u n a disposición pasiva á recibir, por mediación
del conocimiento, el término definido de cual-
quier tendencia particular; en estas condiciones,
se produce la actividad que conduce a l a volun-
t a d hacia el término, que le es presentado en el
conocimiento. Y siempre que la acción conserva
su c a r á c t e r normal, l a consecución por parte]de
l a voluntad del bien querido t r a e consigo el pla-
cer, el cual se a g r a n d a r á , á medida que aumen-
t e — sin e x c e d e r l e , - - e l grado de adtividad.
Cuanto a l dolor, experiencias recientes h a n ve-
nido á demostrar una vez m á s que corresponde
al aumento ó disminución de l a energía, lo cual
confirma en un todo nuestra m a n e r a d e v e r (1).

(1) V é a s e D . M E I K I K K . Ptychuloyie, ü." e d i t , p á g . 3 7 1 .

18
274 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

Descartes no tuvo en cuenta este c a r á c t e r


pasivo de las facultades; y así, en lugar de con-
cebir la inteligencia como es en realidad, como
u n a aptitud del alma á dejarse impresionar por
las cosas, creyó que el a l m a pensante e r a una
substancia a c t i v a por constitución propia y na-
t u r a l , de tal modo que le fuese posible deducir
de sí misma é independientemente de los obje-
tos, la noción del yo, del espíritu, de Dios y de
las cosas sensibles exteriores.
Sin duda que el a l m a se halla en estado de
percibir en sí misma, desde el momento en que
adquiere conciencia de sus acciones, el hecho
general de su existencia, siquiera sea de un
modo confuso é incompleto. La acción no se re-
vela á la conciencia, sin que á la vez acompa-
ñe de alguna m a n e r a la percepción de la cau-
sa que la produce y que v a envuelta en la ac-
ción misma; h a s t a los hechos de conciencia más
rudimentarios, tales como el sentimiento gene-
r a l de nuestra vida interior, á que se h a dado
el nombre de cenestesia, y que muchos filóso-
fos h a n creído deber referir á un sentido fun-
d a m e n t a l distinto de los demás, son insepara-
bles de una conciencia sorda de la existencia
del yo.
Pero, fuera de esta noción primitiva de la
presencia del a l m a á sí misma, toda idea de
la inteligencia depende de causas e x t e r n a s , cuya
acción h a debido recibir antes. No h a y u n a s i -
quiera cuyo contenido no proceda de un origen
sensible, cuyo empleo no r e q u i e r a la colabo-
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 275

r a c i ó n de ia imaginación, y, por tanto, del m e -


c a n i s m o c e r e b r a l ; consúltese lo que en este
punto dice la conciencia, consúltese la fisiología
del cerebro, retrocédase h a s t a los orígenes del
lenguaje, y siempre tropezaremos irremediable-
m e n t e con la dependencia del pensamiento res-
pecto del mundo sensible (1).
Es frecuente, entre ciertos psicólogos espi-
ritualistas, distinguir las ideas en p u r a s y mix-
t a s , atribuyendo las primeras á la actividad
•exclusiva de la inteligencia, y suponiendo que
las segundas se producen con el concurso de
l a imaginación ó de los sentidos. P e r o , la v e r -
d a d es que, si hemos de creer al testimonio de
la conciencia, no h a y tales ideas puras; to-
d a s n u e s t r a s representaciones intelectuales re-
q u i e r e n el concurso de ios sentidos á la vez y
del espíritu; todas ellas dependen de los senti-
dos p a r a producirse, lo mismo que p a r a re-
p r o d u c i r s e , y siempre la idea se a c o m p a ñ a
de una base sensible sin el cual aquélla no
revive.
Es más: h a s t a la idea del Ser concebido por
nosotros como el Pensamiento substancial, como
•él supremo Espíritu, nos la representamos va-
liéndonos de elementos tomados del mundo ma-
terial. Y en efecto, todos los elementos positivos
del contenido de nuestra idea de Dios son atri-
búteles igualmente á las cosas de experiencia

(1) V é a s e e l d e s a r r o l l o d e e s t a s i d e a s e n l a Ptycholoijie de D . M E K -
• C I E R , n . 162, p . 307-312.
Z¡6 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

sensible que á Dios mismo; y nos es necesario


acudir á una negación p a r a designar el conte-
nido positivo de un signo que pueda ser aplicable
á solo Dios.
Muy fácil es, por o t r a p a r t e , d a m o s c u e n t a
de que lo sensible es siempre apoyo necesario
del a l m a en sus ascensiones h a c i a lo a b s t r a c t o .
Si intentamos, v. gr., r e p r e s e n t a r n o s de u n a
m a n e r a concreta y bien definida la noción de
igualdad, ¿no tenemos conciencia de c r u z a r
por nuestro espíritu dos cosas sensibles, dos
magnitudes ó las dos líneas del signo que sim-
boliza la igualdad? Aproximamos estas dos m a g -
nitudes y las c o m p a r a m o s , con el fin de e x t r a e r
del ejemplo una relación que no sea exclusiva
de estas imágenes sensibles; y últimamente, tra-
tamos de fijar en n u e s t r a inteligencia un con-
cepto abstracto que defina la igualdad. S a n t a
Tomás tenía, pues, razón al decir que por la ex-
periencia conocemos que abstraemos: Experi-
mento cognoscimus non abstrahere. Y la misma,
p a l a b r a a b s t r a c c i ó n (ábs-tractio), ¿no es una ex-
presión significativa del esfuerzo que nos es pre-
ciso hacer, p a r a s e p a r a r de los c a r a c t e r e s sen-
sibles las notas inteligibles de los objetos que-
comparamos?
Sentimos en la conciencia que este apoyo,
sensible es indispensable, h a s t a p a r a h a c e r re-
vivir en la inteligencia los conceptos a b s t r a c -
tos. «La vida de la inteligencia consiste, según
la frase de Santo Tomás, en a b s t r a e r la idea d e
la imagen, y en leer aquélla en el hecho imagi-
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 277

nado» (1). El enlace n a t u r a l del pensamiento con


la imagen sensible concreta es, pues, un hecho
incontestable.

Pero, en el trabajo de abstracción, la facul-


t a d que verifica el a c t o cognoscitivo no es u n a
fuerza a c t i v a p o r sí misma, sino u n a potencia
p a s i v a que, p a r a ponerse en acción, debe reci-
bir un complemento intrínseco, sin el que per-
m a n e c e r í a siempre en el estado de p u r a poten-
cia. Y este segundo teorema ideológico tiene
t a m b i é n en su apoyo la experiencia.
Existe de hecho u n a ciencia que se dice habi-
tual, especie de estado intermedio e n t r e la sim-
ple y p u r a potencialidad y el acto en ejercicio.
Antes de que c o m e n z a r a á enseñársenos l a geo-
metría de Euclides, teníamos el conocimiento
potencial de l a misma; el m a e s t r o que nos l a en-
señó sirviéndose de los conocimientos y a adqui-
ridos poseía l a ciencia actual, y su enseñanza
nos ayudó á poseer de hecho los conocimien-
tos que teníamos la potencia de adquirir (2).
E n t r e esta simple potencia de adquirir u n a
noción y la noción misma, considerada en el
momento de ofrecerse á la vista del espíritu, h a y

(1) « F i n í s intellectivíB p o t e n t i s e . . . e s t c o g n o s c e i e s p e c i e s i n t e l l i -
gibiles quas apprehendit a phantasmatibus et in phantasmatibus se-
c u n d u m s t a t u m p r e s e n t í s vitas>. Summ. theol. 3 . " , q . 11, a. 2, a d l . v

(2) L a d o c t r i n a d e l o s e s c o l á s t i c o s s o b r e e l hábito a c a b a d e s e r
o b j e t o d e u n e s t u d i o p r o f u n d o d e S. E . e l C a r d e n a l S . V T O L L I . S e i n -
t i t u l a el e s t u d i o : De habitibus doctrina sancti Thomae Aquinatis,
Romx 18M7. L o s c a p í t u l o s I y I X , notio habitua; ded-.stinctione virtutum
intellectualium, s o n p a r t i c u l a r m e n t e i n t e r e s a n t e s d e s d e el p u n t o d e
v i s t a i d e o l ó g i c o , q u e e s a q u í el n u e s t r o .
278 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

un estado intermedio, donde la idea, informan-


do la potencia cognitiva, h a c e i n m e d i a t a m e n t e
posible el acto del conocimiento; en este momen-
to, sin embargo, el objeto de la idea no r e v e l a
aún su contenido á la conciencia. L a idea, con-
siderada en este estado intermedio, se l l a m a
habitual. Cuando suspendemos el ejercicio de la.
inteligencia, las ideas no desaparecen en abso-
luto, sino que quedan en'estado latente, y el co-
nocimiento entonces de actual que era p a s a á s e r
habitual; esta p e r m a n e n c i a de las ideas se m a n i -
fiesta bien c l a r a m e n t e en la aptitud que posee-
mos de despertar á voluntad las nociones adqui-
ridas, lo cual de ningún modo puede confundir-
se con la simple facultad de adquirir los conoci-
mientos .
Se dirá que la ciencia habitual es una simple-
disposición á r e h a c e r el trabajo y a efectua-
do, ó una facilidad adquirida p a r a volver á pen-
s a r las mismas ideas. Pero h a y algo m á s . El q u e
posee la ciencia habitual puede, según quiera,
h a c e r revivir los elementos objetivos, las idéate
L a facilidad m a y o r que siente al volver á pen-
s a r en las mismas ideas, proviene de que y a l a s
tenía en sí mismo; y la prueba de ello es que, á
medida que son más amplias y firmes las ideas
habituales necesarias que intervienen en la per-
cepción intelectual, a u m e n t a la facilidad de en-
c a d e n a r los conceptos, los juicios y los razona-
mientos de una ciencia cualquiera, por ejemplo-
d e la geometría.
Estas ideas, que forman el conjunto de l a
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 279

ciencia habitual, constituyen en el momento de


su aparición las determinaciones complementa-
rias del poder cognoscitivo del entendimiento; y
son las que en lenguaje de la Escuela se l l a m a n
«especies inteligibles», las «formas inteligibles»,
por medio de las c u a l e s l a inteligencia,
se pone en condiciones de p a s a r de la potencia-
lidad al acto. Ahora bien: es físicamente impo-
sible que una potencia pueda darse á sí misma
el complemento intrínseco necesario á su acción;
porque, p a r a dársele, debería antes ponerse en
acción y, por consiguiente, presuponer y a el
complemento mismo que le falta. Luego toda fa-
cultad en el estado potencial, como el
exige una fuerza activa de quien h a y a de reci-
bir l a . a c c i ó n , y esta fuerza a c t i v a , que en la
psicología de Aristóteles recibe el n o m b r e de
entendimiento eficiente, es realmente
distinta de la facultad cognitiva; porque obrar
por eficiencia, y concebir la representación de
un objeto, son dos actos específicamente diferen-
tes, y por lo mismo, en virtud del principio es-
tablecido más a r r i b a (1), suponen facultades dis-
tintas é irreductibles.
Pero el entendimiento eficiente no obra solo;
su acción se combina con la i m a g i n a t i v a p a r a
producir en el sujeto, que ha de concebir la r e -
presentación de las cosas, la determinación ne-
cesaria al conocimiento.

il) Véase m i s arriba, p.26S.


280 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

D e s c a r t e s no se había dado cuenta de la pa-


sividad del entendimiento; se había imaginado,
por el contrario, á la inteligencia en posesión,
desde su origen, de todas las condiciones nece-
sarias al ejercicio del pensamiento; de otro modo
no podríamos, según él, adquirir la idea de Dios.
L a idea de un Ser perfecto no puede, dice,
provenir de un ser imperfecto, ni de nosotros
mismos, ni menos de las cosas c r e a d a s que nos
rodean; luego debe existir innata eii nosotros y
tener por autor á Dios mismo. El paralogismo es
aquí manifiesto. Cierto que una idea perfecta del
Ser perfecto, sólo puede provenir de una c a u s a
perfecta, es decir, de Dios; pero la idea que te-
nemos del Ser perfecto es -muy imperfecta. La
multiplicidad de elementos de que se compone,
su origen sensible, las negaciones que necesa-
riamente hemos de emplear p a r a elevarnos á la
a l t u r a del concepto aplicable solamente á Dios,
todo esto atestigua que nuestra idea del Ser
perfecto está, por donde quiera que se la mire,
llena de imperfecciones. El innatismo cartesia-
no por tanto, lejos de poder invocar la experien-
cia, está en abierta oposición con ella.
Semejante teoría ideológica es, por lo demás,
inútil; porque, si en el pensamiento de D e s c a r -
tes, el fin de nuestras ideas es ponernos en rela-
ción con el mundo exterior al yo; ¿para qué ha-
bían de servirnos aquí las ideas innatas? ¿Su
aplicación á los objetos de la n a t u r a l e z a h a b r á
de h a c e r s e á ciegas, ó de un modo consciente?
Supóngase lo primero, y admitamos que todo
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 281

el contenido de las ideas proviene exclusiva-


mente del sujeto pensante, y que las aplicamos,
á ciegas, á las cosas exteriores. ¿Dónde está, en
e s t a hipótesis, l a . g a r a n t í a de fidelidad en la
aplicación de nuestras ideas á las existencias de
las cosas? C a d a paso del entendimiento en este
terreno, sería un salto h a c i a lo desconocido. Si,
por el contrario, la inteligencia verifica su obra
de aplicación con conciencia; si en otras pala-
b r a s , se le reconoce el poder de c o m p a r a r la
conformidad de sus ideas con las cosas á que
t r a t a de aplicarlas, la suposición de las ideas
i n n a t a s es inútil; porque una vez admitido que
n u e s t r a inteligencia puede deducir de los objetos
exteriores las ideas, que ha de c o m p a r a r con
las que y a tenía en sí misma, ¿para qué sirven
estas ideas innatas?
En consecuencia, la ideología c a r t e s i a n a , en
lo que se refiere al origen de nuestras ideas, es
no solamente u n a teoría sin fundamento des-
mentida por la experiencia, sino también inútil
y superflua.

No menos deficiente y errónea a p a r e c e la


filosofía de D e s c a r t e s , examinándola desde el
punto de vista criteriolágico.
L a preocupación constante del autor del Dis-
curso del Método y de las Meditaciones es la de
a s e g u r a r la certidumbre de la realidad. Después
de haber intentado—dice él—poner mi duda en
los limites extremos de lo posible, y cuando he
llegado á dudar de todo, absolutamente de todo,
282 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

me queda todavía el hecho de que dudo, pienso


y soy; la certidumbre de la existencia de mi
duda, de mi pensamiento y de mí mismo, es «el
primer principio de la filosofía q u e yo buscaba».
Al conocer mi duda, conozco mi imperfección, y
de aquí deduzco que debo tener un conocimiento
anterior de lo perfecto. L a noción d é l o perfecto
no puede provenir más que de un Dics perfecto,
luego Dios existe; y siendo obra suya mi natu-
r a l e z a , puedo estar seguro y cierto de que este
tíér sabio y bueno no h a de permitir que yo me
engañe, cuando de mis propias fuerzas trato de
formar las nociones c l a r a s y distintas de l a s
cosas que por mi n a t u r a l e z a puedo conocer.
Juzgúese como se quiera la g a r a n t í a supre-
m a de la certidumbre, que desde el punto de
vista sintético puede el espíritu encontrar en los
atributos divinos (1), es indudable que conside-
r a d a desde el punto de vista analítico, la crite-
riología de Descartes es s u m a m e n t e deficiente.
L a cuestión a c e r c a de n u e s t r a certidumbre
sobre la realidad es secundaria en criteriología.
L a m a y o r p a r t e y la más principal del s a b e r ,
proviene de los juicios ideales; así, las ciencias
matemáticas y metafísicas son exclusivamente
de orden ideal; las ciencias físicas y la p r á c t i c a
de nuestra vida cotidiana suponen el empleo de
numerosos principios ideales; y en p r u e b a de

(1) V é a s e s o b r e e s t e p u n t o u n n o t a b l e e s t u d i o d e M . G. F O N S E -
G R I V E , Las supuestas contradicciones de Descartes (Bevue Philosophi-
que, t. X V , 1883, p p . ñftl y 643).
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 288

ello, b a s t a r á mencionar las leyes de los números,


los axiomas sobre el ser y el no ser, el principio
de causalidad, e t c . , de uso constante en la cien-
cia y en la vida. Y esta certidumbre de los jui-
ciosideales son independientes de las existencias
contingentes. Porque, que h a y a ó no en la na-
turaleza seres reales susceptibles de multiplica-
ción, siempre será cierto que en la multiplicación
es siempre el mismo el producto, cualquiera que
sea el orden de los factores, y que la oposición
del ser y del no ser, de la afirmación y de la ne-
gación, domina y es anterior á toda experiencia.
Aunque el mundo físico se redujera á la n a d a , y
no q u e d a r a más realidad que la inteligencia
p a r a conocerse á sí misma, sería entonces p a r a
ella lo mismo u n a v e r d a d , quo la inversión de
los factores no c a m b i a el v a l o r del producto, y
que el ser excluye al no ser, la afirmación á la
negación.
Sin duda que, aun en esta hipótesis, quedaba
todavía una existencia contingente, la del sujeto
pensante. Pero si es cierto que la existencia del
pensamiento y del sujeto es la condición xine qua
non p a r a la intuición de los términos incluidos
en los principios, y, por consiguiente, necesaria
p a r a la existencia psicológica de los mismos
principios, también lo es que la verdad del prin-
cipio formulado no se funda en la existencia del
hecho psicológico, ni tampoco la c e r t i d u m b r e
del principio tiene por causa determinante la
verdad del hecho psicológico.
El objeto, pues, de las ciencias racionales es
284 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

distinto del que corresponde á las ciencias de


observación, y da origen á un problema de filo-
sofía crítica diferente del de la certeza- de las
existencias; y éste, por otra p a r t e , a u n reducido
á la existencia del pensamiento y del sujeto pen-
s a n t e , r e c l a m a necesariamente el apoyo de los
principios ideales. E s t a r cierto de p e n s a r y de
existir, no equivale simplemente á percibir la
manifestación interior de un objeto ideal; es juz-
gar que sobre la objetividad ideal h a y una exis-
tencia real; mejor dicho, es j u z g a r que, dado el
hecho de la percepción consciente inspiradora
del juicio, se necesita que el término objetivo del
conocimiento tenga su correspondiente r e a l .
P a r a estar cierto ele u n a cosa no basta, en
efecto, saber que esta cosa es; h a c e falta ade-
más la persuasión de que no puede ser otra más
que ella. L a existencia de todo hecho, el más
sencillo, así sea el hecho mismo del pensa-
miento, exige como base indispensable la afir-
mación de una necesidad, superior á las exis-
tentes concretas; esta necesidad consiste en que
lo percibido sea r e a l (1).
La cuestión general de la certeza da, pues,
lugar á dos problemas esencialmente distintos:
el primero se refiere á la objetividad de la rela-

(1) « C o n t i n g e n t i a p o s s u n t d u p l i c i t e r c o n s i d e r a r ! - o b B e r v a S a n t o
Tomàs—: uno m o d o e e c u n d u m quod c o n t i n g e n z a sunt; alio m o d o s e -
cundum quod in eis aliquid necessitatis invenitur: n i h i l eniin est
adeo c o n t i n g e n s , quin in se aliquid n e c e s s a r i u m habeat; sicut h o c
i p s u m quod est S o c r a t e m currere, in se q u i d e m c o n t i n g e n s est s e d
habitudo cursus a d motum est necessaria; necessarium enim est So-
c r a t e m m o v e r i , si currit.» Snmm. theol. 1.", q. 86, a 3.
PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA 285

ción entre el predicado y el sujeto, y puede re-


ducirse á la objetividad de los principios de orden
ideal; el segundo r e c a e sobre la realidad obje-
tiva de los términos del juicio, realidad que
puede ser lo mismo la del sujeto ó del yo, q u e
la de los objetos exteriores. La, solución del
primer problema es independiente de la que
pueda d a r s e a l segundo; en cambio, la de este
último está esencialmente subordinada á la del
primero. K a n t apreció sabiamente la diferencia
de estas dos fases sucesivas de la crítica de la
r a z ó n , cuya importancia Descartes no había
comprendido. De aquí que el filósofo francés sólo
se preocupó de a s e g u r a r la certidumbre de las
existencias, resultando asi u n a filosofía crítica
estrecha y sin base suficiente.

El e x a m e n de la psicología de Descartes nos


h a obligado á poner de relieve las tesis funda-
mentales, que el g r a n innovador de la filosofía
moderna había combatido ó desconocido. He
aquí formuladas l a s tesis, sobre las cuales nos
h a parecido necesario fijar la atención:
1. El hombre constituye una substancia com-
puesta de m a t e r i a y de un a l m a inmaterial.
2. El a l m a h u m a n a está destinada por su
propia n a t u r a l e z a á informar la m a t e r i a . L a s
operaciones, y en particular la conciencia, son
posteriores al acto substancial de información.
3. La substancia del a l m a no es activa por
sí misma, ni substancia c r e a d a alguna, obra in-
m e d i a t a m e n t e por sí misma; luego, entre el alma
286 PSICOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

y sus actos debe h a b e r principios intermediarios,


facultades ó potencias r e a l m e n t e distintas del
sujeto de donde e m a n a n .
4. L a s potencias del hombre comprenden
cinco géneros. Sus potencias distintivas tienen
por término respectivo el pensamiento y la vo-
lición. No existe razón p a r a asignar á los fenó-
menos afectivos un lugar a p a r t e , ni p a r a acudir,,
con el objeto de explicarlos, "á la hipótesis de
una facultad especial, que llevaría el nombre de
sensibilidad afectiva ó sentimiento.
5. La inteligencia, facultad cognitiva supe-
rior del a l m a , es una potencia pasiva. Su acto
cognitivo requiere una determinación intrínseca
complementaria, en la eficiencia combinada de
la imaginación y del entendimiento activo; éste
es una causa eficiente realmente distinta del po-
der de conocer del entendimiento.
6. El problema criteriológico debe dividirse
en dos: r e c a e en primer lugar sobre la objetivi-
dad de las relaciones formuladas en los juicios,
y el rigor del método exige que primero se apli-
que á los juicios de orden ideal, y en segundo
término sobre la realidad objetiva de los térmi-
nos del juicio. El segundo problema depende
esencialmente de la solución del primero.
CAPÍTULO V

Critica de los principios idealistas.

En el fondo de todas las teorías idealistas


late el pensamiento común de que más allá de
nuestras propias ideas, es radicalmente imposi-
ble conocer u n a realidad absoluta; el sujeto no
puede salir de sí mismo, luego la «cosa en sí»
(das Ding a n sich), aun dado que existiera, sería
absolutamente inaccesible al conocimiento.
Conviene, desde luego, advertir que el idea-
lismo no puede detenerse á medio camino. Es
imposible al sujeto, dice el idealista, salir de sí
mismo p a r a ponerse en comunicación con el
mundo externo; porque ignora, con Descartes
debe ignorarlo, si sus ideas representan con fide-
lidad la n a t u r a l e z a y también la existencia de
las cosas materiales. ¿Quién nos a s e g u r a r á , en
efecto, que la modalidad del acto cognitivo no
deforma la realidad absoluta? Pero si el argu-
mento vale contra el conocimiento del mundo
exterior, vale también contra las informaciones
de la conciencia. P o r q u e , si bien se examina, la
conciencia no percibe en sí misma el sujeto cons-
288 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS IDEALISTAS

c í e n t e ni s u s propios e s t a d o s s u b j e t i v o s , sino e s
por m e d i o del c o n o c i m i e n t o ; y si e n un c a s o v a l e
l a s u p o s i c i ó n d é q u e el a c t o c o g n i t i v o p o d r í a
modificar esencialmente l a r e a l i d a d , es preciso
llevar la lógica h a s t a l a última consecuencia, y
s o s t e n e r c o n M. R e m a c l e ( l ) , q u e « l a ilusión a c o m -
p a ñ a á todos los e s t a d o s d e c o n c i e n c i a . . . q u e
c o n o c e r un e s t a d o d e c o n c i e n c i a e s u n a e x p r e -
sión c o n t r a d i c t o r i a , p u e s t o q u e c o n o c e r l e equi-
v a l e e v i d e n t e m e n t e á no c o n o c e r l e tal cuál es;
debe por tanto concluirse «que h a y dos idealis-
» m o s q u e s e i m p o n e n i g u a l m e n t e : el i d e a l i s m o
» q u e p u d i é r a m o s l l a m a r externo, p a r a significar
» c o n esto q u e s e refiere a l m u n d o e x t e r i o r , y el
« i d e a l i s m o interno, q u e c o n c i e r n e a l m u n d o i n t e -
«rior, y en el q u e e s t á l a r a z ó n f u n d a m e n t a l d e l
«primero».
P e r o ni a u n el m i s m o R e m a c l e , c o n ir t a n le-
jos, es consecuente; la lógica de l a s consecuen-
cias idealistas pide que se v a y a todavía m á s
allá. «El estado de conciencia, escribe, es una
e x i s t e n c i a en sí, un a b s o l u t o . L a v i d a m e n t a l
del h o m b r e no es o t r a c o s a , en s u s m i s t e r i o s a s
p r o f u n d i d a d e s , q u e un flujo i n c e s a n t e d e c o s a s
en s í . » S o s t i e n e , es cierto, q u e «el c o n o c i m i e n t o
no a l c a n z a á l a s c o s a s e n sí; a l c o n t r a r i o , d i c e ,
el c o n o c i m i e n t o s e opone á l a c o n c i e n c i a , y el
e s t a d o d e c o n c i e n c i a , c o m o t a l , no d i c e r e l a c i ó n
á n a d a ; a h o r a bien: el c o n o c i m i e n t o l e d a un c a -
r á c t e r r e l a t i v o , t r a n s f o r m a n d o e n ilusión l a r e a -

,1) V é a s e l a pAg. 2 2 1 .
CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S IDEALISTAS 289

lidad; así que el conocimiento es por definición


«la creación de la ilusión ó de la apariencia,
Pero de todos modos, siempre resulta
q u e Remacle admite las cosas en sí, estados
conscientes que el sujeto desfigura ó «degrada»
cuando, cual nuevo Tántalo, se empeña en co-
nocerlos; y puesto que quiere conocerlos, apa-
rentemente tiene te en la realidad que busca.
Desde luego, semejante' idealismo peca de
ilógico. Si es esencial al conocimiento desfigurar
la realidad, también debe h a c e r lo mismo res-
pecto del estado de- conciencia, por el hecho
mismo de t o m a r l a como término de un acto cog-
nitivo; y p a r a h a b l a r de un estado de conciencia,
con el fin de oponerle al objeto del conocimiento,
es necesario, por lo menos a p a r e n t e m e n t e , co-
nocerle; lo contrario equivaldría á discutir de
cosas que no se conocen, lo cual no sería y a
idealismo, sino psittacismo. Es, de consiguiente,
contradictorio h a b l a r de un estado de concien-
cia que fuese una realidad en sí, virgen de toda
alteración cognitiva, p a r a oponerla á este mis-
mo estado, transformado por un acto consecuti-
vo del conocimiento.
L a condición indispensable, según Remacle,
p a r a que un estado de conciencia sufra la trans-
formación o p e r a d a en el conocimiento, es la de
e s t a r presente a l espíritu; es decir, después de
h a b e r y a sufrido esta transformación, que el es-
t a r presente al espíritu h a c e inevitable. Imposi-
ble, por t a n t o , c o m p a r a r un estado de conciencia
puro con otro transformado, una realidad p u r a
19
290 CKÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S IDEALISTAS

(tal sería la realidad de un estado consciente) con


la realidad desfigurada por la representación
cognitiva. Por consiguiente, la supuesta oposi-
ción entre la realidad en sí y el objeto del cono-
cimiento no se comprende; es contradictorio
c o n t r a p o n e r l o «conocido» á lo «consciente» no
conocido; y p a r a decirlo en una p a l a b r a , el pro-
blema del conocimiento en los términos en que
M. Remacle lo h a entendido, es decir, el proble-
m a de la conformidad del conocimiento con las
cosas en sí, es un contrasentido.
Ya hemos visto, en o t r a p a r t e , la profesión
de fe de idealista radical hecha por M. W e b e r ,
que negaba toda distinción entre el ser r e a l y el
ser ideal. «Más ó menos, dice, siempre se h a
caído en las ilusiones del realismo vulgar, atri-
buyendo á todos los objetos una existencia dis-
tinta é independiente de las ideas que tenemos
de ellos... Siempre se h a creído percibir una rea-
lidad última, existente en sí y por sí, distinta de
una existencia extra-lógica, es decir, exterior á
los juicios, en los cuales aquélla se afirma como
sujeto lógico del verbo ser... P e r o , lo r e a l extra-
lógico es una p a l a b r a que envuelve un concepto
contradictorio... Decir que lo real es inconcebible,
inexpresable, inefable, es decir poco t o d a v í a ,
porque al d e t e r m i n a r l e así de u n a m a n e r a aun-
que sólo sea n e g a t i v a , se le aBrma aún positiva-
m e n t e , y se le h a c e participante del ser. Lo r e a l
n u n c a debería pensarse como objeto.»
He aquí el suicidio de la razón; habíase dicho
q u e el idealismo conduce al solipsismo, pero esto.
CRÍTICA DR L O S P R I V C I P I ' i S IDEALISTAS 291

e r a poco t o d a v í a ; a n t c l a s últimas consecuencias,


h a s t a el yo mismo y los estados de conciencia
desaparecen, toda la realidad se d e s v a n e c e , p a r a
convertirse en el sor p u r a m e n t e «lógico» (1).
¿La vida intelectual, en semejantes condicio-
n e s , v a l e la p e n a de vivirla? ¿No seria preferi-
ble en tal caso y m-'is sabio, dejar inculta la inte-
ligencia y p r o c u r a r su atronamiento, o n v i r t i ó n -
dose, según la expresión de Aristóteles, en un
idiota o».o-.o: O-JZ", sin Meas ni sentimientos?
L a serie de consecuencias que a c a b a m o s de
deducir son, sin e m b a r c o , todas ellas r i g u r o s i s ,
y M. W e b e r reconocía ól mismo que si en l a
vida práctica no h a y otro remedio, de buen ó
mal g r a d o , que hacer concesiones al realismo,
y h a b l a r de lo real como si vxh'iira, esto se h a c e
sacrificando la lógica al absurdo. La necesidad
de vivir y de o b r a r impone al pensamiento el
someterse á ser un auxiliar no 'osario de la vida;
pero, a ñ a d e el mismo autor, la certeza evidente
de que este uso práctico del pensamiento es bas-
tardo é ilógico, c-i suficiente p a r a m a n t e n e r in-
tactos los derechos del idealismo ea el terreno

(1) « L a p r o p o s i c i ó n r e f e r e n t e íi l a e x i s t e n c i a m>s i n d i j d a h l o (le t o -


d a s , e s l.i q u e afirma la e x i s t e n c i a en g e n e r a l . ICxistc a l g o ; a q u í n o e s
p o s i b l e l a d u d a , p o r q u e e n el s u p u e s t o de q u e n i la e x i s t i e s e , s e m e -
j a n t e n e g a c i ó n d e la e x i s t e n c i a i n p l i c i r í a u n a f i r m a c i ó n d e l a e x i s -
t e n c i a d e l a p r o p o s i c i ó n ncarativa.
L a e x i . s t e u c a, a f i r m a d a a s i d e u n a m u ñ e r a a b s o l u t a é i n d e t e r m i -
n a d a , q u e r e s i - t e A t o d a s l a s n e g i.eione? p >r:i uc l a s e n v u e l v e t o d a s y
a c o m p a ñ a & c a d a a c t o d e la r e f l e x i ó n y i c i la j u i c o s o b r e el j u c i ó ,
e s la c x i s t c n c i i l ó g i c a ó el ser. lis i i l i f - i u l e "mpleai U ' u ú o t r o d e
l o s d o s t é r m i n o s . » (Reoue de MéUi;ihii.<¡.¡ i: LÍ di llórale, J í o v . 1887,
p . 682.)
292 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S IDEALISTAS

teórico, y ' l a v e r d a d incontestable de sus deduc-


ciones.»
Pero la contradicción no está solamente de
p a r t e de la teoria enfrente de la p r á c t i c a ; existe
también en el seno mismo de la teoría. ¿De dón-
de, en efecto, podría venir el concepto de lo r e a l ,
si lo r e a l no existe? ¿De dónde vendría por con-
siguiente el pensamiento de n e g a r el realismo,
p a r a afirmar el idealismo lógico, si á la m i r a d a
del espíritu no a p a r e c i e r a m á s que el ser lógico?
¿Se dirá que lo r e a l es la negación de lo lógico?
Precisamente es lo contrario; d i r e c t a m e n t e no
percibimos más que lo real; el acto de la per-
cepción misma y las realidades lógicas á que da
origen, requieren, p a r a aparecer al espíritu, un
segundo proceso m e n t a l consecutivo al primero.
Un relámpago d e s g a r r a la nube, yo le percibo:
he aquí el primer acto, por el que percibo lo
real; luego, me doy cuenta de que he visto bri-
llar el relámpago; la percepción de este segundo
acto depende del primero, y sólo es posible des-
pués de verificado aquél. L a existencia, pues,
de una afirmación lógica no es cognoscible di-
r e c t a m e n t e , ni puede serlo m á s que en segundo
término, y, por t a n t o , no n a c e en n u e s t r a inte-
ligencia el concepto de lo r e a l , de la negación
de la existencia lógica, sino al contrario, lo
r e a l es lo que da origen, por el procedimiento de
negación, al concepto del ser lógico; éste se de-
fine el ser que no está realizado ni es realizable
en la n a t u r a l e z a .
No puede, según esto, ser enunciado el idea-
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS IDEALISTAS 293

lismo lógico sin que se le d e s t r u y a al mismo


tiempo; es decir, que su misma enunciación es
y a contradictoria, En ella se afirma la conce-
bibilidad únicamente del ser lógico, y se niega
l a del ser real; a h o r a bien: aquella concebibili-
d a d de lo lógico no tiene sentido alguno á no
ser subordinándola al concepto de lo r e a l , de lo
c u a l es lo lógico u n a negación. De donde resul-
ta que la fórmula del idealismo lógico ni siquie-
r a merece la p e n a de que se discuta, puesto que
es una logomaquia sin sentido alguno inteligible.
L a etimología del lenguaje ideológico con-
firma esta conclusión. Conocer, de cognoscere
(Yqvdiaxw, de Y''vvou.ai, ser engendrado), proviene,
con concebir, concepto, concepción, de la idea r a -
dical genérica de generación m a t e r i a l . Apren-
der, comprender, concebir (percípere, del verbo
capero), son tomadas del sentido del tacto.—El
verbo latino cogitare, y su derivado cogitatio (de
cum y agitare, frecuentativo de agere), t r a e un
origen semejante. Pensar (penderé, pensare), sig-
nifica etimológicamente pesar; a b s t r a e r (de ab y
trahere) equivale á extraer; reflexionar (re y
flectere), significa replegarse.—Juzgar (judica-
re, jus dicere), viene de una r a d i c a l sánscrita
ya, que significa unir, enlazar (1). Discernir (de
cerneré, de la p a l a b r a l a t i n a circinus, d e r i v a d a
de circus, círculo, circo), envolver en un círculo,
s e p a r a r en esferas distintas.—Considerar (de

(1) V . M A X M Ü L L E R , Science of Thought, p. 390, L o n d o n . L o n g -


m a n s , 1887.
291 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S IDEALISTAS

sidus, m i r a r á los astros), tomado del sentido


de la vista.—Saber (sapere) del gusto.—Estimar
(de azstimare—ais—), es término de negocios.
Inteligencia (intelligere, de inter legere, escoger
e n t r e muchas cosas), expresa la idea de elección
e n t r e cosas materiales.
Podría continuarse indefinidamente esta no-
m e n c l a t u r a , pero creemos que es suficiente lo
a p u n t a d o p a r a h a c e r v e r el origen sensible de
las nociones ideológicas, lo cual viene á con-
firmar nuestra conclusión de que el idealismo
«externo» es una consecuencia lógica del idea-
lismo «interno», y de que éste conduce, á su
vez, a l idealismo «lógico», c u y a fórmula expre-
s a u n a contradicción (1).

Otra consecuencia necesaria del idealismo


e s , que no hay distinción alguna entre la lógica
y la v e r d a d , e n t r e el ilogismo y el error.
Si la inteligencia h u m a n a no conoce más que
sus propias ideas, podrán sus actos ser lógicos ó
p e c a r de ilógicos, es decir, podrá la inteligencia
estar de acuerdo ó en desacuerdo conmigo mis-
m a e n el encadenamiento de sus ideas, juicios y
raciocinios, pero la cuestión do la conformidad
•ó no conformidad entre sus conocimientos y la
realidad objetiva que representan, no tendría
y a sentido. Sería, pues, preciso b o r r a r del len-

il) f-'on i n t e r e s a n t e s l a s p i g i n a s e n d o n d e H . S p c n c e r n a p r e s e n -
t a d o a l i d e a l i s m o c o m o n e c e s a r i a m e n t e u n i d o al r e a l i s m o . V é a s e
m á s a r r i b a , p p . 108 y 109.
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS I D E A L I S T A S 295

guaje todos los términos que expresan diferen-


cia entre la rectitud lógica y la Verdad.
En el fondo del idealismo, se incluye una in-
terpretación deficiente de los datos del problema
sobre la certeza. Hemos dicho antes que Des-
c a r t e s había concentrado su atención sobre el
problema do la realidad existente, sin preocu-
p a r s e directamente de justificar el valor de los
principios abstractos, que forman las ciencias
racionales, y sobre los cuales deben a p o y a r s e
necesariamente tanto las ciencias experimenta-
les, como los juicios todos en nuestra vida prác-
tica y ordinaria. De aquí que el problema de la
existencia real h a y a sido formulado, en la cri-
teriología c a r t e s i a n a , sin comprender sus tér-
minos, y de aquí también proviene, en nuestro
sentir, el vicio esencial del idealismo.
L a v e r d a d , se dice comúnmente, es la con-
formidad de la inteligencia con las cosas, y por
estas cosas se h a entendido las cosas en sí. Co-
nocer que poseemos la v e r d a d sería, según esto,
percibir la conformidad del conocimiento con
u n a cosa en si, en su estado absoluto (substancial).
Pero, ¿en qué consiste esencialmente el pro-
blema crítico? Consiste en saber si la inteli-
gencia h u m a n a es capaz de saber la v e r d a d .
Luego, según el concepto convencional, el pro-
blema crítico consistiría esencialmente en sa-
ber si el espíritu humano se halla en condiciones
de ver la conformidad de sus conocimientos con
las cosas, consideradas, no con relación á él,
sino en su estado absoluto.
296 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS IDEALISTAS

P a r a resolver el problema así propuesto,


se h a n tenido en cuenta dos cosas: p r i m e r o ,
la razón pura, es decir, el espíritu humano' con-
siderado en sí mismo, con todas las condiciones
que hacen posible el conocimiento, pero anterior-
mente á la actuación de su poder cognosciti-
vo; en segundo lugar, la cosa en sí, dejando
á un lado sus relaciones con el poder cognos-
citivo del espíritu h u m a n o . D e este modo en-
tendidos los términos del problema, se h a tra-
tado de resolverle, determinando h a s t a dónde
el acto intelectual podía r e p r e s e n t a r las cosas
en sí mismas, das Ding an sich. Pero el proble-
m a , entendido y presentado en semejantes c o n -
diciones, c a r e c e de sentido, y esto por dos r a -
zones: primero, por la muy sencilla de que,
p r e t e n d e r j u z g a r del poder de la inteligencia sin
ponerla en ejercicio, es pretender lo imposible.
P a r a apreciar la fuerza muscular de un hom-
b r e , se pone á p r u e b a por medio del ejercicio;
del mismo modo, p a r a a p r e c i a r el poder cogni-
tivo del entendimiento, es preciso r e a l i z a r actos
cognoscitivos. Ninguna potencia, en efecto, es
apreciable directamente como tal; requiere p a r a
ello la condición de su ejercicio; en sus actos,
pues, y por sus actos ú n i c a m e n t e puede ser co-
nocida; en sí misma es esencialmente incog-
noscible.
El error fundamental de K a n t proviene de
h a b e r concebido u n a «razón p u r a » , de tal modo
que sus leyes de acción fueran cognoscibles por
el análisis directo de ella misma^ a n t e r i o r m e n t e
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS IDEALISTAS 297

á las acciones que de ella proceden. E n tal sen-


tido comprendida la crítica «transcendental»,
es absolutamente imposible; la solución del pro-
blema del conocimiento de la v e r d a d por el aná-
lisis de las condiciones metafísicas de la posibili-
dad de la ciencia es una quimera. De nuestras
facultades cognitivas puede decirse lo que de
la conciencia moral de la humanidad: Ex fruc-
tibus eorum cognoscetis eos, dice el Evangelio;
debe j u z g a r s e el árbol por sus frutos.
El h a c e r consistir el problema crítico en un
paralelismo entre la p u r a potencia, vacía de
todo conocimiento efectivo, y u n a cosa absolu-
t a , es en segundo lugar absurdo. U n a cosa
a b s o l u t a , es decir, una cosa que se supone
existente, pero sin relación con el sujeto apto
p a r a conocerle, es en realidad p a r a éste mis-
mo una p u r a n a d a . ¿Y cómo c o m p a r a r un acto
intelectual con la n a d a ? ¿Cómo j u z g a r si h a y
ó no conformidad entre . el conocimiento y lo
que p a r a el sujeto no es n a d a ? L a cuestión es
ininteligible.
L a condición absolutamente necesaria p a r a
que las cosas se relacionen con el conocimiento
d é l a s mismas,—de un todo corporal, por ejem-
plo, con el conocimiento de este todo—, es que
aquéllas lleguen á constituirse en objeto pre-
sente al que ha de conocerlas. L a p a l a b r a objeto
(ob-jectum), lo expresa con exactitud; designa, no
la realidad en absoluto, sino la realidad coloca-
da enfrente (ob) del sujeto; indica, pues, las co-
sas puestas y a en relación con la facultad cogni-
298 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS IDEALISTAS

t i v a . D a d a esta relación, la r e a l i d a d e n t r a en el
dominio de la cognoscibilidad; la realidad cog-
noscible es lo que la metafísica llama lo v e r d a -
dero ontológico. Cuando, merced al primer acto
de aprehensión subjetiva, llega la realidad á ha-
cerse presente al sujeto, y por consiguiente p a s a
á ser realidad cognoscible, v e r d a d ontológica,
entonces y en este momento solamente es repre-
sentable. El sujeto se encuentra, de hecho, some-
tido á c a d a instante á sufrir la acción de excita-
ciones sin número. L a substancia c e r e b r a l es de
una movilidad e x t r e m a d a ; de aquí que el objeto
de la p r i m e r a presentación subjetiva no queda
fijado de un modo definitivo, sino que se diso-
cia, se difunde y ofrece á la mirada- del sujeto
diversidad de p a r t e s objetivas relacionadas a la
vez; c a d a una de estas partes del todo disociado
forma el objeto r e l a t i v a m e n t e simple de u n a
nueva aprehensión; á esta difusión del todo per-
cibido, es á lo que J l a m a m o s manifestación de
l a v e r d a d ontológica ó, en lenguaje técnico, la
evidencia de la verdad.
Cuando el objeto del primer concepto h a di-
fundido así sú contenido dando m a t e r i a p a r a
n u e v a s representaciones, aparecen entonces á
l a vista del espíritu dus términos objetivos sus-
ceptibles y a de c o m p a r a c i ó n , y habiendo dos
términos comparables (campar, par que indica
la dualidad de los términos, y cum la simulta-
neidad), es posible la comparación e n t r e ellos;
h a y y a dos términos referibles uno á otro, y
que pueden ó no identificarse.
CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S I D E A L I S T A S 299

El objeto del primer acto aprehensivo conte-


n i a la m a t e r i a de esta relación, pero de un modo
n a d a más implícito; el desenvolvimiento de este
objeto, esto es, lo que hemos llamado difusión de
su contenido, h a c e formalmente posible el for-
m u l a r dicha relación, y esto es lo que se llama
juicio.
J u z g a r es, según esto, enunciar e x p r e s a m e n t e
que un objeto representado en la inteligencia es
idéntico, en todo ó en p a r t e , á otro objeto y a an-
teriormente presente á la misma. El objeto del
acto representativo se l l a m a predicado, y el de
l a p r i m e r a aprehensión recibe el nombre de su-
jeto. El juicio, pues, consiste en el acto m e n t a l
por el que se relacionan uno ó más predicados á
un sujeto dado en la inteligencia. L a relación
e x p r e s a d a en el juicio, enuncia la conformidad
ó no conformidad de un predicado con un sujeto;
y el juicio es verdadero, cuando esta relación se
establece conforme á las exigencias del conte-
nido de l a p r i m e r a aprehensión, esto es, á la
v e r d a d ontológica; es falso, cuando la fórmula
del juicio no está de acuerdo con las exigencias
de la v e r d a d ontológica.
En una p a l a b r a , la v e r d a d del conocimiento
ó lógica, es l a conformidad del mismo con l a
v e r d a d ontológica; y falsedad lógica, es el des-
acuerdo del conocimiento con la v e r d a d ontoló-
gica (1).

il) A p l i q u e m o s á un ejemplo concreto estas consideraciones abs-


tractas. Su capital importancia en criteriología, justificara esta i n s i s -
t e n c i a — 6 e a n n t o d o d i v i d i d o e n p a r t e s . N i ¿ s t o t o d o en s i m i s m o , n i
300 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS IDEALISTAS

El problema critico r e c a e sobre la existencia


ó no existencia de la v e r d a d lógica; consiste,
según esto, en h a c e r un e x a m e n reflexivo del
primer juicio espontáneo, con el objeto de ver si
éste contiene la v e r d a d lógica, ó, lo que es lo
mismo, á fln de v e r si el juicio espontáneo está
de acuerdo con las exigencias de la v e r d a d on-
tológica r e a l m e n t e contenida en el objeto del
primer acto aprehensivo del espíritu. L a con-

aprehendido por un primer acto representativo, s o u verdaderos ni


falsos.
Pero s u p o n g a m o s que e s t e todo se difunde, r e v e l a n d o al espíritu
lo que es, y que por un s e g u n d o a c t o de a p r e h e n s i ó n el espíritu s e le
r e p r e s e n t a de n u e v o , en todo ó en parte, y e n t o n c e s h a y y a en el es-
píritu dos t é r m i n o s comparables entre si, y por tanto, la relación es
p o s i b l e . E l todo d i v i d i d o en partes — término del primer acto de
aprehensión,—es idéntico al m i s m o todo, colección de partes dividi-
das,—término del s e g u n d o , a c t o de aprehensión; en una palabra, el
t o d o e s i d é n t i c o a l a s u m a d e s u s p a r t e s . P o r e l c o n t r a r i o , el t o d o d i -
v i d i d o — o b j e t o d e la p r i m e r a a p r e h e n s i ó n , — no e s i d é n t i c o A e s t e
m i s m o objeto considerado en cada una de sus partes, ó lo q u e es l o
m i s m o , el t o d o n o e s i d é n t i c o á u n a c u a l q u i e r a d e s u s p a r t e s . D o s r e -
laciones, una de i d e n t i d a d y otra de no identidad, dos v e r d a d e s o n t o -
l ó g i c a s , r e c l a m a n d e p a r t e d e l e s p í r i t u d o s a c t o s , el u n o d o c o m p o s i -
c i ó n y el o t r o d e d i v i s i ó n , e s t o e s , d o s j u i c i o s ^ u n o a f i r m a t i v o y o t r o
negativo.
E l t o d o e n s í m i s m o f o r m a e l o b j e t o d e la p r i m e r a r e p r e s e n t a c i ó n
inteleotual; la s u m a de las partes reunidas del todo difundido, cons-
t i t u y e n el o b j e t o de la s e g u n d a r e p r e s e n t a c i ó n ; l a r e l a c i ó n d e i d e n t i -
d a d e n t r e l o s d o s o b j e t o s , e s u n a v e r d a d o b j e t i v a ú o n t o l ó g i c a ; 1»
i n t u i c i ó n , y d e c o n s i g u i e n t e , la a f i r m a c i ó n d e e s t a v e r d a d , u n j u i c i o
lógicamente verdadera.
L o s e s c o l á s t i c o s tenían, pues, razón al decir que la v e r d a d l ó g i c a
n o e x i s t e en su e ' t a d o formal m á s q u e en el j u i c i o . Y de h e c h o , e l
s e n t i d o c o m ú n confirma e s t a doctrina: las palabras d e l d i c c i o n a -
rio, en efecto, que e x p r e s a n la s i m p l e ajirehensión ideal no s o n para
n a d i e ni v e r d a d e r a s ni f a l s a s . L a v e r d a d y el error s o n a t r i b u t o s
d e l a p r o p o s i c i ó n . «IIspl yip aúvOícsív y.w. Staipsaív SÍSTI - ó <|>süooc
TE XÍÍI T ¿ áXr¡lhz. Circa conjunctionem et disjunctionem falsum et
verum esí.» A H I S T . , De Interpret. C. I .
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS IDEALISTAS 301

ciencia de la v e r d a d lógica de este juicio c a u s a


en el a l m a cierta tranquilidad y bienestar, que
resulta de h a b e r satisfecho su n a t u r a l necesidad
de conocer, y que se l l a m a certidumbre.
Del análisis que precede resulta que los ini-
ciadores de la filosofía idealista no h a n llega-
do á comprender las condiciones ontológicas de
la posibilidad del conocimiento-cierto. Enfrente
de la realidad en sí, h a n concebido el sujeto
c a p a z de r e p r e s e n t a r l a ; y en estas condiciones
h a n creído poder a n a l i z a r la estructura men-
tal del sujeto y deducir de este análisis si la
r e p r e s e n t a c i ó n es ó no la expresión fiel de la
realidad absoluta. Pero semejantes pretensiones
hemos demostrado ser intrínsecamente imposi-
bles por dos razones principales. El poder repre-
sentativo, en efecto, sólo es apreciable por me-
dio del acto de representación en donde aquél se
manifiesta; y la cosa en sí, en su entidad abso-
luta es n a d a , como si no existiera p a r a el su-
jeto; el problema del conocimiento es, pues, tal
como le p r e s e n t a el idealismo dos veces inso-
luole. Así que las críticas idealistas contra la
posibilidad del conocimiento, c u y a s condiciones
no h a n sido comprendidas, c a e n en falso, sin
que puedan comprometer en n a d a la v e r d a d e r a
teoría de la ciencia cierta.
L a condición esencial de la posibilidad del
p r o b l e m a del conocimiento consiste, hemos di-
cho, en la presencia al espíritu de dos conceptos,
provenientes de dos actos sucesivos de aprehen-
sión; y en el juicio que une estos dos conceptos, •
302 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S IDEALISTAS

afirmando la conveniencia ó no conveniencia


del segundo al primero, del predicado al sujeto,
es donde solamente puede residir la v e r d a d ó l a
falsedad.
Y por lo mismo que el juicio puede ser v e r d a -
dero ó falso, requiere un e x a m e n previo. Este
e x a m e n , cuyo ejercicio supone lo que Montaigne
l l a m a b a «instrumento judiciario», es decir, un
medio de discernir lo verdadero de lo falso, lo
que se llama criterio de v e r d a d , constituye todo
el objeto de la crítica del conocimiento.
Respecto de este objeto, la criteriología sus-
cita dos problemas esencialmente distintos. El
acto por el cual se verifica la síntesis del predi-
cado con el sujeto, ¿tiene como causa determi-
n a n t e u n a ley p u r a m e n t e subjetiva del pensa-
miento, ó es provocada por una causa objetiva,
que ejerce su acción sobre el espíritu? ¿Es este
acto un juicio sintético a priori, como lo preten-
día K a n t , ó es un acto de percepción y de adhe-
sión motivada por la evidencia de la convenien-
cia objetiva del predicado con el sujeto? T a l es,
en pocas p a l a b r a s , el enunciado del primer pro-
blema, el de la subjetividad ú objetividad del
acto del juicio.
Admitamos que el dogmatismo tiene r a z ó n , y
que el valor objetivo de los principios esté ase-
gurado; el principio de contradicción «lo que es
no puede no ser», y el de causalidad «el ser con-
tingente depende por necesidad de una c a u s a » ,
por ejemplo, ofrecerán entonces la g a r a n t í a de
una plena certeza. Pero no se limita á esto el pro-
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS IDEALISTAS 303

blema critico; la aplicación de estos principios


á los datos de la experiencia da lugar á otro
segundo problema esencial de la filosofía crí-
tica.
Hemos visto confesar á los más idealistas ex-
t r e m a d o s que se sienten dominados bajo el im-
perio de una necesidad, que no proviene de ellos
mismos, de algo c u y a acción de bueno ó m a l
grado deben sufrir, y á que forzosamente lla-
m a n , como todo el mundo, realidad, experiencia.
¿Habrá, en efecto, nadie en el mundo que se
atreviese á sostener que un dolor de dientes,
por ejemplo, no es en realidad más que una re-
presentación del espíritu? Evidentemente que
no; y quien pretendiera lo contrario, faltaría á
la sinceridad. Si pues el espíritu, ó esta otra
p a r t e de nosotros mismos que llamamos cuer-
po, e x p e r i m e n t a n el sentimiento pasivo de u n a
impresión recibida, debe h a b e r u n a causa ac-
tiva de donde viene la impresión; y si esta cau-
sa no es el yo que la experimenta, será forzosa-
mente el no-yo, el mundo exterior. Luego, si
es posible demostrar que el objeto de nuestros
conceptos está tomado" de realidades, cuyo sen-
timiento se origina en la experiencia, y a sea
interna ó e x t e r n a , sigúese evidentemente que
tales conceptos no e x p r e s a n simplemente u n a
objetividad fenoménica ó subjetiva, sino q u e
envuelven u n a realidad objetiva. Tal es el se-
gundo problema esencial de la filosofía crítica.
No seguiremos m á s adelante; nuestro fin e r a
únicamente h a c e r la crítica del principio que
304 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S IDEALISTAS

inspira al idealismo contemporáneo; dejamos


p a r a otro l u g a r m á s oportuno el estudio amplio
de los problemas criteriológicos, y allí t r a t a r e -
mos de p r e s e n t a r la solución positiva de los
mismos (1).

(1) D . M E K C I H R , La Oritériologie genérale, V o l . I V d e l Ooura de


philosophie.
CAPÍTULO V I

Crítica de los principios mecanicistas.

El mecanicismo materialista está hoy juzgado.


Hemos oído ya contra 61 las solemnes protestas
de Dubois-Rcymond en el Congreso de n a t u r a -
listas de Leipzig (1882) (1); hemos presenciado
la reacción espiritualista de D u r a n d de Gros,
de A. Fouillée, de G. Wundt, y el mismo H.
Spencer h a formulado respecto del materialismo
su juicio n a d a favorable. L a s p r i m e r a s figuras
de la psicología contemporánea confiesan unáni-
m e m e n t e , «que es imposible reducir, por identi-
ficaciones sucesivas, la psicología á la fisiología,
ésta á la química ó á la física, y éstas, á su vez,
á simples modificaciones espaciales del movi-
miento ó de la extensión.»
No obstanicesto, las ideas mecanicistas inva-
den el pensamiento contemporáneo, y no son
pocos los sabios y filósofos que, respirando esa
atmósfera intelectual, h a n venido á p a r a r en un
estado de a l m a indefinido y excéptico semejan-

(1) V é a n s e l a s p á g i n a s 81 y s i g u i e n t e s .
20
306 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S MEOANICISTAS

te al de H. Spencer; quien por u n a p a r t e no


a d m i t e otra cosa, en el número de los datos
iniciales de la evolución, que las «atracciones
y repulsiones», y confiesa por otra que no h a y
entre los fenómenos de conciencia y los hechos
m a t e r i a l e s «ninguna comunidad de n a t u r a l e z a
visible ni concebible.» Con lo cuai quiere ex-
p r e s a r s e en principio lo siguiente: el m a t e r i a -
lismo es una hipótesis a r b i t r a r i a , y hasta incon-
cebible; pero es una deducción necesaria de la
ciencia, la cual h a c e hoy causa común con el
mecanicismo.
¿Pero, es v e r d a d que la ciencia sea mecani-
cisia"? ¿Hay alguna razón que justifique tales
pretensiones?
Los dogmas esenciales del mecanicismo pue-
den reducirse, según y a lo hemos dicho antes (1),
á los dos siguientes: Los fenómenos del mundo
m a t e r i a l , si no todos los fenómenos del universo,
son modos de movimiento; no h a y más que cau-
sas eficientes, las causas finales no existen en la
n a t u r a l e z a . L a p r i m e r a de estas proposiciones
se a p o y a en los descubrimientos do la termodi-
n á m i c a , y la segunda debe su crédito á la física
de Descartes, á las bufonadas de Bacón, y á
las teorías d a r w i n i a n a s . Examinemos s e p a r a d a -
mente una después de otra estas dos proposicio-
nes que constituyen la b a s e del mecanicismo.

(i 1
V é a s e la p&g. 67.
CKÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S MBCANÍCISTAS 307

El mecanicismo y l a s ciencias físicas.

En la termodinámica no h a y n a d a que justi-


fique el mecanicismo. U n a vez admitido que el
universo material lo constituye un sistema de
cuerpos en movimiento, no h a b r í a , es cierto, en
realidad más que acciones mecánicas; las fuer-
z a s físicas y químicas serian entonces v e r d a d e -
r a s fuerzas mecánicas, y no sería difícil pensar
que todas las acciones de los cuerpos pudieran
regularse segán una ley de equivalencia mecá-
nica; la ley newtoniana de la igualdad entre las
acciones y las reacciones de los cuerpos, podría
traducirse sinónimamente en la de equivalencia
mecánica; y bajo la tendencia á la simplificación
y á la unidad, de que y a hemos hablado antes (1),
seguiría así extendiéndose la concepción mecá-
nica á los organismos, á la p l a n t a máquina, al
a n i m a l m á q u i n a y, finalmente, al hombre má-
quina.
Pero este procedimiento de unificación siste-
mática no se justifica ni a priori ni a posteriori.
No se justifica a priori: porque es absolutamente
imposible explicar «los procesos espirituales por
medio de la mecánica de' los átomos del cere-
bro (2)»; porque «es igualmente imposible redu-
cir la cualidad á una simple forma de la cuanti-
dad ^3)»; « porque los fenómenos físicos y los

(1) P á g . 62 y s i g u i e n t e s .
(2) D U B O I S - R E Y M O N D , Blip. p. 84.
(3) F O U I L T . E E , sup. p. 86.
308 C R Í T I C A D E LOS P R I N C I P I O S MECANICISTAS

hechos conscientes no tienen n a d a de común en


su n a t u r a l e z a (1).» Es decir, que según el p a r e -
cer sincero de sus protagonistas y más ardientes
defensores, el mecanicismo universal es incom-
prensible, es un absurdo.
¿Pero, qué importaría esto, si, por o t r a p a r t e ,
estuviera científicamente demostrado? Sin duda
que las formas distintas de la energía m a t e r i a l
son sustituibles todas ellas en la n a t u r a l e z a u n a s
por otras; también es indudable que el ejercicio
de las fuerzas m e c á n i c a s está sometido á la ley
de igualdad rigurosa en la acción y reacción;
y, si no con un rigor absoluto, está demostrado
en condiciones suficientes de precisión p a r a e n -
g e n d r a r u n a certidumbre práctica, que la uni-
dad de calor, la caloría, tiene su equivalente
mecánico de 425 kilográmetros p r ó x i m a m e n t e .
Tenemos, pues, aquí dos formas de energía por
lo menos, el calor y la fuerza m e c á n i c a , que se
sustituyen u n a por otra conforme á u n a ley de
equivalencia. Los trabajos de W e b e r y de Hel-
mholtz han venido á demostrar que las conclusio-
nes de ¡a termodinámica se extienden también á
la electricidad: el volt, unidad de fuerza electro-
motriz, equivale á 23 calorías. L a ciencia tiende,
pues, á generalizar la-aplicación de la ley de la
equivalencia m e c á n i c a á las diversas formas de
energía de la n a t u r a l e z a ; y tiende también á
considerar todos los sistemas de fuerzas de la
n a t u r a l e z a como sistemas permanentes, es decir,

(1) H . SPKNCKR, sup. p. ¡<8.


C R Í T I C A D E LOS P R I N C I P I O S MECANICISTAS 309

como una demostración del teorema de la con-


servación de la energía.
Es v e r d a d que semejante verificación del teo-
r e m a no está rigurosamente p r o b a d a , ni en los
sistemas de la m e c á n i c a terrestre, ni mucho me-
nos en todo el conjunto del universo (1); puede,
sin embargo, aplicarse la ley de la conservación
de la energía á las fuerzas de la n a t u r a l e z a tanto
inorgánica como orgánica, con una probabilidad
b a s t a n t e p a r a que no sea temerario el suponerla
d e m o s t r a d a . Aceptémosla, pues, como un hecho,
y veamos si el mecanicismo filosófico se deduce

(1) El teorema de la conservación de la energía considerado en su


m a y o r g e n e r a l i d a d puede enunciarse en estos términos: «En u n sis-
t e m a c e r r a d o é i n d e p e n d i e n t e , e s d e c i r , a i s l a d o d o la i n f l u e n c i a d e
t o d a o t r a f u e r z a e x t e r i o r , m e c á n i c a , c a l o r í f i c a , e l é c t r i c a , e t c . , la e n e r -
g í a t o t a l es i n v a r i a b l e ; pero con la c o n d i c i ó n de i n c l u i r e n la e n e r g í a
cinética, no sólo la que corresponde á los m o v i m i e n t o s v i s i b l e s de los
d i v e r s o s puntos del sistema, sino t a m b i é n la que p r o v i e n e de los m o -
v i m i e n t o s i n v i s i b l e s , d e l o s c u a l e s s e s u p o n e q u e p r o c e d e n el c a l o r ó
la l u z , l a s c o r r i e n t e s e l é c t r i c a s q u e l e a t r a v i e s a n , e t c . ; e s d e c i r , q u e
h a d e t e n e r s e e n c u e n t a i g u a l m e n t e e n la e n e r g í a p o t e n c i a ! , n o s ó l o
l a q u e s e o r i g i n a e n l a s a c c i o n e s m e c á n i c a s , s i n o t a m b i é n la q u e
puede ser debida á las tensiones eléctricas, á las afinidades químicaB,
e t c é t e r a » . ( A P P I S L L , Traite de mécanique rationnelle, t o m o II, 1S!)6, pá-
gina 123.)
« N o e s t á p r o b a d o , e s c r i b e n u e s t r o s a b i o c o l e g a M. P A S Q Ü I E B , q u e
t o d o s l o s s i s t e m a s d e la m e c á n i n a t e r r e s t r e s e a n p e r m a n e n t e s (conser-
vatifsj, a u n q u e s e a l e g í t i m a la s u p o s i c i ó n d e q u e l a m a y o r p a r t e d e
las fuerzas de la naturaleza (gravitación, fuerzas moleculares, fuerza
calorífica, eléctrica, m a g n é t i c a , etc.), se s o m e t e n al t e o r e m a de l a
c o n s e r v a c i ó n d e la e n e r g í a . . .
• S i n e m b a r g o , p r o s i g u e el m i s m o P a s q u i e r , no c r e e m o s q u e el es-
t a d o actual de la c i e n c i a p e r m i t a afirmar, s e g ú n lo h a c e n el m a y o r
n ú m e r o do l o s a u t o r e s , q u e l a f o r m a d e l a s f u e r z a s s e a e n t o d o s l o s
s i s t e m a s de tal naturaleza que pueda hacerse una aplicación a b s o l u t a
de la l e y d e la conservación de la energía. Hay, en efecto, ciertas
fuerzas (los frotamientos, por e j e m p l o , de los s ó l i d o s contra los sóli-
dos, líquidos ó gases, la resistencia de los medios, las l e y e s e l e c t r o .
310 CRÌI ICA D B LOS PRINCIPIOS MEC ANICI ST AS

necesaria y legítimamente de este postulado de


las ciencias físicas y mecánicas.
Desde luego podemos contestar negativa-
m e n t e . El movimiento es condición general de
la actividad en las substancias m a t e r i a l e s . L a
experiencia, en efecto, nos demuestra que los
cuerpos no tienen acción sensible unos sobre
otros si no es á distancias apreciables, estando
la intensidad de su acción recíproca en función
de la distancia. El movimiento de aproximación
de un cuerpo h a c i a otro es, según esto, u n a con-
dición del modo de ejercicio, lo mismo que d e i g r a -

d i n á m i c a s d e W e b e r , G a u s s , R i e m a n n ; q u e , a p a r e n t e m e n t e al m e n o s ,
s o n funciones de las intensidades.
•Pero, reconociendo y todo que tales fuerzas no son bien conoci-
das, de n i n g ú n m o d o p o d e m o s considerar c o m o d e m o s t r a d o que en
último análisis sean, c o m o las demás, e x c l u s i v a m e n t e funciones d e
l a s d i s t a n c i a s . V i s t a la i g n o r a n c i a en q u e e s t a m o s r e s p e c t o d e e s t a s
l e y e s un tanto obscuras de la m e c á n i c a terrestre, nos inclinamos con
p r e f e r e n c i a d e l l a d o d e a q u é l l o s q u e se a b s t i e n e n d e d o g m a t i z a r d e
un modo absoluto...
»Y si el t e o r e m a d e b e a p l i c a r s e c o n r e s e r v a s á n u e s t r o g l o b o t e -
r r e s t r e , a ú n d e b e r á n é s t a í s e r m a y o r e s en e l c a s o d e q u e s e p r e -
t e n d i e r a aplicar el m i s m o t e o r e m a al u n i v e r s o e n t e r o .
• Porque no debe olvidarse, en primer lugar, que la ciencia está
m u y lejos de haber l l e g a d o al c o n o c i m i e n t o de este u n i v e r s o en su
conjunto; puede decirse que apenas si se c o m i e n z a t o d a v í a á entrever
a l g o del m o v i m i e n t o y de la c o n s t i t u c i ó n de las e s t r e l l a s y de l a s ne-
bulosas. Por lo demás, creemos con M . D u h e m , que aunque sólo fuera
p o r r a z o n e s d e o r d e n m e t a f í s i c o , d e b e r í a m o s d u d a r ¡.obre la l e g i t i m i -
dad de la aplicación universal de dicho teorema; porque, aun cuando
l a m e t a f í s i c a h u b i e r a d e m o s t r a d o la l i m i t a c i ó n d e l u n i v e r s o , e s e n
absoluto i m p o t e n t e para d e t e r m i n a r las Condiciones en que se e n -
c u e n t r a n s u s l í m i t e s ; ¿ p o d r í a afirmar, p o r e j e m p l o , q n e e s t o s l i m i t e s
forman, entre otras c o n d i c i o n e s , u n a superficie i m p e r m e a b l e al calor?
Y s i n embargo, esta condición sería necesaria para poder considerar
c o m o c o n s t a n t e m e n t e nula la s u m a de acciones elementales de las
f u e r z a s e x t e r i o r e s » . P A S Q U I E R , Cours de mécánique rationnclle, 3. a

s e c c i ó n , p á g i n a s 78-89 y 90.
C R I T I C A D E I.O.S P R I N C I P I O S MECANICISTAS 311

do de intensidad de todas las fuerzas materiales.


A fortiori deberá ser el movimiento la condición
sine qua non de los cambios debidos á acciones
materiales, si, como la experiencia lo demues-
t r a , estos cuerpos no obran m á s que por contacto.
H a s t a las formas superiores de la actividad,
tales como el pensamiento y la volición, necesi-
lan del concurso de las fuerzas materiales some-
tidas á esta ley del contacto (1).
De aquí se sigue, que p a r a armonizar la ex-
periencia con las leyes de la física mecánica, no
es preciso admitir que los fenómenos físicos, quí-
micos y biológicos sean idénticos en absoluto á
los fenómenos mecánicos; b a s t a con reconocer
que las fuerzas de la n a t u r a l e z a m a t e r i a l no
obran sin a c o m p a ñ a r s e del movimiento; y los
hechos, interpretados con fidelidad, no dicen
otra cosa. «El estudio más superficial de los he-
chos, escribía Hirn en 1868, nos h a c e ver que
los fenómenos de luz, calor y electricidad pue-
den sustituirse unos á otros recíprocamente; que
h a y entre ellos u n a relación de equivalencia;
que cuando uno de ellos desaparece sin d a r lu-
g a r á una cantidad de trabajo ó á un movimien-
to definitivo de la m a s a m a t e r i a l , se transforma
en otro del mismo género. Estos hechos h a n sido
admirablemente estudiados en los últimos tiem-
pos, habiendo sido, a d e m á s , clasificados y coor-
dinados, de un modo más metódico que lo esta-

<l) V é a s e D. I U E B C I E I I . La pensée etla loi de la comervation de


Vétienjie. p a g . 8 .
312 CRÍTICA DE 1.0.3 PRINCIPIOS MEÜAN1CISTAS

b a n antes, por muchos físicos; como ejemplo de


ello b a s t a r í a citar el hermoso libro de M. Grove.
Ninguno de estos hechos, ni el m á s insignifi-
cante de entre ellos nos autoriza p a r a afirmar
ni p a r a n e g a r que l a luz, el calor y la electrici-
dad deban referirse á un mismo principio. P e r o ,
todos sin excepción nos llevan á un mismo tér-
mino final: «La relación recíproca, la sustitu-
ción mutua de unos y otros conforme ]á una ley
c u a n t i t a t i v a de equivalencia, y según u n a l e y
superior de equilibrio. Nih'l ex nilúlo; nihil in
niliiltim» (1).
Por consiguiente, l a afirmación, t a n t a s veces
repetida en las obras elementales y de vulgari-
zación de las ciencias físicas, de que las fuerzas
de la naturaleza se reducen á movimiento no es
e x a c t a , y exige u n a explicación.
Todo ejercicio de l a s fuerzas n a t u r a l e s supo-
ne movimiento; las fuerzas, según esto, h a n de
p r e s e n t a r siempre un aspecto mecánico, y por
t a n t o , l a intensidad de su acción es v a l u a b l e en
términos de mecánica: esta proposición es en
c a d a u n a de sus partes la expresión de los
hechos. Y a ú n pudiera añadirse que el fenóme-
no motor que a c o m p a ñ a a l ejercicio de las fuer-
zas de la n a t u r a l e z a no puede l l a m a r s e movi-
miento, sino en u n a acepción genérica; en reali-
dad, v a r í a con los fenómenos físicos ó químicos

(1) H I R N . Analyse élémentaire de l'univers, p a g . 326, Paris, Gau-


t h i e r - V i l l a r s , I8i">8.— V é a s e D E S A N , Cosmologia, L o v a n i i , 1881, p . 3 3 »
e t siff. —• K Y S , Le problème cosmologique, Louvain, 1888, e h , l i ,
Art. H I , pp. 55-61.
CRÍTiCA DK I O S PRINCIPIOS MECANICISTAS 813

que entran en juego. Porque, en unos casos, el


movimiento consiste en ondulaciones de molécu-
las elásticas de la m a t e r i a ponderable, como en
los fenómenos acústicos; en otros, el movimiento
resulta de las vibraciones de la m a t e r i a y a pon-
d e r a b l e , ó bien del éter, tal sucede en fenóme-
nos de calor, de luz y de electricidad; ó y a tam-
bién, como acontece en los fenómenos químicos,
el movimiento debido á la intervención de las
fuerzas físicas es v a r i a b l e . No h a y , pues, un
solo movimiento, sino varias especies de movi-
mientos en la n a t u r a l e z a .
Pero analicemos el movimiento en sí mismo,
y veamos si la interpretación de los fenómenos
n a t u r a l e s , que reduce las fuerzas á movimientos,
está conforme con este análisis.
El movimiento, en sí mismo, no es más que
la sucesión de posiciones distintas ocupadas por
un móvil en el espacio; el movimiento, como t a l ,
no es u n a acción, y ni siquiera u n a de aquellas
acciones comunicadas ó de transmisión que los
antiguos l l a m a b a n ab-extrinseco. ¿Cómo, enton-
ces, podrá admitirse que lo que ni siquiera es
u n a acción h a y a de constituir el fondo íntimo de
todos los modos de ejercicio de las fuerzas ma-
teriales? (1)
Por eso cuando los hombres de ciencia ha-
blan del movimiento, suelen usar esta p a l a b r a en
dos acepciones muy diferentes. Uñas veces de-
signan con ella el movimiento propiamente

'1) V é a s e B o u T i t o u x . De la eonUnqence, p. <¡3 y s i g .


314 CRÍTICA DE LOS PRINCIPIOS MECANICISTAS

dicho, ó sea el desplazamiento local, la serie de


posiciones sucesivas de un móvil; pero otras la
emplean p a r a significar la impulsión activa, por
la que los cuerpos a c t ú a n unos sobre otros; tal
es, por ejemplo, la acción de la luz ó del calórico
sobre los órganos de nuestros sentidos. E s t a im-
pulsión cualifica a l agente que la posee; es, por
tanto, u n a cualidad.
¿Se dirá que esta cualidad, este nisus impul-
sivo, no es más que una fuerza motriz? Aun en
el supuesto de que así fuera, siempre resultaría
que la n a t u r a l e z a m a t e r i a l no es reductible á
movimiento en la acepción rigurosa de la pa-
l a b r a , sino que a d e m á s está dotada de fuer-
zas. Sería, por otra p a r t e , fácil deducir la di-
versidad de fuerzas impulsivas, de la diversidad
de modificaciones sufridas por el objeto que re-
cibe la impulsión.
¿Podríase, á lo menos, afirmar en nombre de
la ciencia que la diversidad de estas fuerzas es
n a d a más cuantitativa, de orden mecánico? De
ningún modo; porque si es v e r d a d que estas fuer-
zas a c t i v a s son fuerzas motrices, puesto que pro-
ducen el movimiento, la experiencia no autori-
za p a r a concluir que sólo sean fuerzas motrices.
Es muy frecuente, bien lo sabemos, entre
muchos sabios p r e s e n t a r la tesis, y a u n supo-
nerla, de la unidad de las fuerzas físicas; de
donde se seguiría primero la identificación de
éstas con la fuerza mecánica, y después la in-
terpretación exclusivamente m e c á n i c a de la ley
de la conservación de «la fuerza». Pero esta
CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S M E C Á N I C I S T A S 315

hipótesis no tiene en su favor ni la observación


de los hechos, ni el voto unánime de los maes-
tros de la ciencia. L a n g e , el célebre historia-
dor del m a t e r i a l i s m o , lo confiesa así explícita-
mente: la i n t e r p r e t a c i ó n — d i c e — d e la conser-
vación de la fuerza en el sentido mecanicista
no es una conclusión de la ciencia, es t a n sólo
una hipótesis, «un ideal de la razón». L a natu-
r a l e z a íntima de la m a t e r i a y de la fuerza—
a ñ a d e — t r a s p a s a el dominio de la ciencia; el
problema que de aquí resulta sólo e n c u e n t r a
solución en Ja teoría del conocimiento.
Párecenos oportuno citar íntegro el testimo-
nio del sabio a l e m á n , á fin de h a c e r ver cómo,
del mismo modo que los hechos de observación,
tampoco la autoridad de los hombres que pien-
san dan al primer dogma de la filosofía meca-
nicista el crédito de teoría científica. «La ley
de la conservación de la fuerza, á que hoy se
concede t a n t a importancia, puede ser enten-
dida de dos m a n e r a s : puede en primer l u g a r
admitirse, que los elementos químicos poseen
ciertas propiedades invariables, con las cua-
les coopera el mecanismo general de los áto-
mos p a r a p r o v o c a r el nacimiento de los fenóme-
nos; y se puede también suponer, que las pro-
piedades de los elementos químicos no son o t r a
cosa que formas determinadas del movimiento
general y esencialmente uniforme de la m a t e r i a .
Se comprendería esta última hipótesis sin difi-
cultad, una vez considerados los elementos quí-
micos como simples modificaciones de la m a t e r i a
316 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS MECANICISTAS

primitiva y homogénea. Pero es preciso recono-


cer que la ley de la conservación de la fuerza,
i n t e r p r e t a d a conforme á esta teoría, la más es-
tricta y la más lógica, no está ni mucho menos
demostrada. Esta no es más que un «ideal de la
razón»; pero como semejante ideal constituye
el fin supremo de la ciencia empírica, de ahí que
n u n c a podamos prescindir de él» (1).

£1 mecanicismo y l a doctrina de l a s c a n s a s A n a l e s .

Estamos presenciando hoy una reacción po-


derosa c o n t r a la exclusión sistemática de la
finalidad en la n a t u r a l e z a . El «querer vivir»
de Schopenhauer, la «idea fuerza» de Fouillée,
identificada por él con el apetito; el «volunta-
rismo» de Wundt, son otras t a n t a s pruebas de
que la filosofía vuelve hoy al finalismo. El mo-
vimiento neo-kantiano, t a n g e n e r a l en nuestros
dias en F r a n c i a , obedece á una tendencia a n á -
loga.
Uno de los hombres más sabios y autoriza-
dos al presente en Alemania, M. Paulsen, profe-
sor en la Universidad de Berlín, protesta, siem-
p r e que se le presenta ocasión, contra lo que él
l l a m a con el naturalista von B a e r , «teleofobia»
de los hombres de ciencia, y no duda en procla-

( 1 ) L A N G E , Iliatoire du matérinlisme, trad, franc, del alom., II


1>. 229, P a r i s , E e i n w a l d , 1879.
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS MECANICISTAS 317

m a r m u y alto que en el estudio de la n a t u r a l e z a


el punto de vista finalista es lo fundamental (1).
Del mismo modo, M. Emilio Boutroux profe-
sor de la Sorbona h a emprendido, hace y a mu-
chos años, en F r a n c i a u n a c a m p a ñ a c o n t r a l a s
tendencias e x t r e m a d a s del determinismo mecá-
nico. No admite que la necesidad imponga su
dominio soberano en la n a t u r a l e z a ; la experien-
cia demuestra que en la sucesión de los fenóme-
nos existe cierta contingencia, la cual, dice, es
indicio de cierta espontaneidad en los seres, y,
por consiguiente, de la finalidad que les rige.
«Los seres todos de la n a t u r a l e z a , escribe,
tienen un ideal que cumplir, y por esta r a z ó n ,
debe h a b e r en todos ellos un grado de esponta-
neidad, un poder de c a m b i a r proporcionado á la
n a t u r a l e z a y a l v a l o r de este ideal... El orden
oncológico, ó enlace causal de los fenómenos, en-
cierra v e r d a d e r a s causas ó potencias metafísi-
c a s que dan origen á los cambios del mundo...
L a contingencia, pues, reina, h a s t a cierto pun-
to, en la serie de c a u s a s d e t e r m i n a n t e s . . . L a
finalidad en sí misma supone alguna contingen-
cia en la sucesión de los fenómenos (2).»
P a r a E. Boutroux, la cuestión de la finalidad
en el mundo se r e d u c e á saber si en la sucesión
de los fenómenos interviene de algún modo la

( 1 ) F u . VAVi-SKìl.—Einleitung indie Philosophie. S. 224-239.—Eausa-


litàt und Finalitilt. B e r l i n , ÎS'.IO.
(2) B o u T i t o u x . De la contingence des lois de la nature, 2." e 1 , p . 1G7,
1 6 8 , 1 4 3 . P a r i s , A l c a n , 1895.—V. De l'idée de la loi naturelle. Paris,
A l c a n , 1895.
318 CKITIOA D E LOS PRINCIPIOS MECANICISTAS

contingencia; é i n v e r s a m e n t e , el determinismo
mecánico encontraría su expresión en un mundo
regido por la uniformidad y la necesidad.
No entendemos nosotros así el problema de
la finalidad. La libertad y la espontaneidad su-
ponen, es v e r d a d , un cierto grado de contingen-
cia, puesto que la libertad consiste en poder
elegir los medios que no tienen, con el fin que-
rido por el agente libre, más que u n a relación
contingente; y l a espontaneidad es la tendencia
á un bien querido, y como consecuencia nece-
saria también conocido: no está, pues, sujeta á
las leyes fatales del determinismo mecánico,
sino que sigue las influencias caprichosas del
sentimiento nacido en el sujeto á causa de una
apreciación individual, y por lo mismo r e l a t i v a ,
de las realidades exteriores.
Pero, aun cuando no hubiera en el mundo
a g e n t e s dotados de espontaneidad y de liber-
tad, subsistiría lo mismo el problema teleoló-
gico. «Los dientes se comprimen bajo el imperio
de la necesidad, decía y a Demócrito; los de de-
l a n t e son cortantes y á propósito p a r a desga-
r r a r ; los molares, al contrario, planos, y en
condiciones p a r a t r i t u r a r los alimentos; ¿qué
razón h a y p a r a ver en esto un fin intentado y
no u n a simple coincidencia? En general, donde
quiera que p a r e c e r e i n a r la finalidad en un con-
curso de elementos, ésta no interviene p a r a
n a d a . Allí donde h a n coincidido todos los ele-
mentos e x a c t a m e n t e , como si los hubiera r e -
unido una adaptación intencional, los productos
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS MECANICISTA3 319

son duraderos, debido á que el acaso les h a do-


tado de condiciones ventajosas p a r a subsistir;
al contrario, en las coincidencias menos felices,
les productos h a n perecido y perecen, como lo
dice Empédocles de los monstruos medio hom-
bres y medio bestias» (1). T a l es, condensada
por Aristóteles, la fórmula antigua del determi-
nismo mecánico y del problema de la finalidad;
de Demócrito á Darwin los términos esenciales
del problema no han c a m b i a d o . H a y en la
n a t u r a l e z a coincidencias más ó menos felices,
disposiciones m á s ó menos favorables; la talla
de los incisivos p a r a morder, la de los mo-
lares p a r a t r i t u r a r , son efectos que tienen sus
causas eficientes; ¿pero qué necesidad h a y de
ver en esto, a d e m á s , medios apropiados á sus
fines?
Sin duda a l g u n a , que las cosas son siempre
el término de una serie no interrumpida de an-
tecedentes y consiguientes, en esto convienen
los finalistas; pero no es esta la cuestión, se
t r a t a de saber si la causalidad eficiente b a s t a
por sí sola p a r a explicar la n a t u r a l e z a en toda
su amplitud y en la infinita v a r i e d a d de sus as-
pectos. No se t r a t a , en efecto, de p r e s e n t a r la al-
t e r n a t i v a entre las causas eficientes y las finales.
El finalista admite lo mismo que el mecanicista
la acción causal de los antecedentes, que por
eficiencia producen los consiguientes; pero h a y ,
a ñ a d e el p r i m e r o , tal orden en la n a t u r a l e z a , que

il) A K I S T O T K I . E S , Phys. 11, c. V I H . 2." e d . D i d o t .


320 C R Í T I C A D E LOS P R I N C I P I O S MECANICISTAS

no se explica ni pudiera existir sin los fines, en


relación con los cuales h a ido la misma n a t u r a -
leza disponiendo la acción de los antecedentes.
A p a r e n t e m e n t e , no h a y razón alguna a priori
p a r a que los setenta y cinco cuerpos simples de
la química de nuestro globo se u n a n en combi-
naciones, c a d a vez más complejas y persisten-
tes, h a s t a formar, en ciertas condiciones, pri-
mero una molécula albuminoide, después una
mezcla de substancias albuminoides heterogé-
neas que constituyen el protoplasma dando ori-
gen á los organismos celulares, y finalmente un
tejido orgánico que toma aquí la forma de inci-
sivos y allí la de muelas p a r a triturar, que se
convierte en otra p a r t e en tejido muscular con-
tráctil y en alas de pájaro, ó en la t r a m a com-
plicadísima del órgano visual.
Cierto que n a d a tiene de extraño que el ani-
mal triture los alimentos, en el caso de que t e n g a
dientes; que el pájaro vuele, si tiene alas; que el
ojo v e a , una vez que se le presenten los objetos
iluminados; pero lo que no tiene explicación nin-
guna, lo que desconcertará siempre á todo el que
se encierre dentro del dominio exclusivo de la
causalidad mecánica, es que h a y a n podido pro-
ducirse al acaso un diente incisivo ó molar, el ala
de un pájaro, ó el órgano de la vista. En la na-
turaleza existen todos los materiales que e n t r a n
en la construcción de nuestros edificios: ¿cómo
es que la casualidad no h a hecho de ellos n u n c a
un palacio? En la n a t u r a l e z a existen también el
oro, la p l a t a , el cobre: ¿cómo es que las partí-
CRÍTiOA D E LOS FBINCIt'IOS MECANICISTAS 321

culas de estos metales n u n c a se h a n reunido


p a r a formar casualmente un a p a r a t o de reloje-
ría? Que a p a r e c i e r a levantado un edificio allí
donde antes sólo habíamos visto piedras, a r e n a
y t i e r r a mezcladas en confusión, ¿acaso d u d a r í a
alguno que aquello es obra de u n a mano inteli-
gente? Y cuando las partículas metálicas a p a r e -
cen formando una m á q u i n a de reloj, ¿quién se
a t r e v e r á á dudar que allí h a intervenido u n a
inteligencia?
¿Y cómo es posible que estos palacios natu-
rales, como los nidos de las a v e s , las chozas de
los castores, los p a n a l e s de las abejas, y o t r a s
mil maravillosas construcciones de la n a t u r a l e -
za sean efecto de la casualidad, sin plan ni fin
de ningún género? ¿Acaso son más inteligibles
que las obras de la industria h u m a n a los com-
plicadísimos mecanismos de los organismos vi-
vientes, t a n a d m i r a b l e m e n t e dispuestos p a r a sus
respectivas funciones? «Si la n a t u r a l e z a t u v i e r a
que construir edificios, dice s a b i a m e n t e Aristó-
teles, obraría á la m a n e r a de nuestros arquitec-
tos y de nuestros albañiles; y r e c i p r o c a m e n t e ,
si el a r t e ó la industria pudieran reproducir las
obras de la n a t u r a l e z a , le b a s t a r í a al h o m b r e
con copiar los procedimientos de la n a t u r a l e z a .
Es muy r a z o n a b l e por consiguiente, atribuir á
la n a t u r a l e z a la finalidad de l a s obras h u m a n a s
y recíprocamente» (1).
¿Y cuál es la n a t u r a l e z a de la causa final?

(1) A R I S T Ó T E L E S , Paye. I I , C a p . V I I I , i.

21
322 CRITICA D E LOS P R I N C I P I O S MECANICISTAS

Desde luego no es ésta una fuerza sobreañadida


á las causas eficientes, como la entiende Bou-
troux, en donde tenga su razón de ser cuanto no
pueda explicarse por los factores antecedentes
de un efecto cualquiera. «Cuando los hechos a n -
teriores rigurosamente observados b a s t a n , dice
éste, p a r a explicar e n t e r a m e n t e un fenómeno,
la explicación es causal; y cuando, al contrario,
no b a s t a n los hechos pasados y h a y que acudir
á buscar la explicación en algo que aún no se
h a realizado, que todavía ño existe y que quizá
ño haya de r e a l i z a r s e j a m á s c o m p l e t a m e n t e , ó
á lo más en lo porvenir, lo cual entonces única-
m e n t e se concibe como posible, la explicación
es más ó menos finalista» (1).
Es muy de temer que semejante m a n e r a de
h a b l a r sea expuesta á equivocaciones. L a c a u s a
final es «algo que no existe todavía», que «se
concibe como posible», pero ¿y cómo lo que a ú n
no existe podrá o b r a r , «ser causa»? Esta defi-
nición de la c a u s a es aplicable cuando más á
los fines extrínsecos, que el Ordenador supremo
h a debido de tener presentes p a r a r e g u l a r la ar*
monía de los seres en el conjunto del universo.
L a s v e r d a d e r a s causas finales, aquellas por las
que Aristóteles a b o g a b a en su PTilsica, son las
causas finales internas, i n m a n e n t e s á los seres
de la n a t u r a l e z a .
Descartes y Bacón no conocieron más que
los fines extrínsecos, á los cuales hicieron objeto

(1) B O Ü T B O O X , De Vidée dé loi naturellé, p. 97.


•CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S MBCANICISTAS 323

dé sus burlas; Leibniz consideró cómo substan-


cias las causas finales, y cayó, por, una conse-
cuencia muy lógica, en los mismos obstáculos
que sus rivales; es necesario volver al peripate-
tismo p a r a h a l l a r la v e r d a d e r a noción de la
finalidad i n m a n e n t e de la n a t u r a l e z a . Consiste
ésta en una impulsión primordial que orienta
toda la actividad del ser; en realidad, es la
esencia misma del ser, en cuanto tiende toda
ella h a c i a un término que es su fin. En virtud
de esta inclinación final «appétitus náturális»,
el ser, que es uno, se dirige y obra con todas
sus fuerzas ó facultades en el sentido del fin
fijado á su actividad.
L a demostración de la filosofía finalista se'
funda principalmente en que, sin los principios
de la finalidad i n t e r n a , q u e d a r í a n los seres y sus
acciones a b a n d o n a d o s á los caprichos del acaso;
de donde se seguiría que el desorden en la natu-
raleza sería la ley, y el orden la excepción:
precisamente todo ló contrarió de lo que u m v e r -
s a l m e n t e nos r e v e l a la experiencia.
Suponiendo, en efecto, que los elementos in-
numerables que e n t r a n en la formacióü de los
mundos estelares, de nuestros continentes y de
nuestros océanos, ó en la constitución del infini-
to número de especies vegetales y animales de
nuestro globo, suponiendo que todo esto no lle-
v a r a en su seno ningún principio de estabilidad
y fuese todo ello producto exclusivo del acaso,
es cierto que aún podría concebirse cierto equi-
librio dinámico ett' el universo,, toda vez que el
324 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S MFCANICISTAS

equilibrio depende t a n sólo de las m a s a s y de las


distancias, y esta condición de las m a s a s y de
las distancias existe n e c e s a r i a m e n t e , desde el
momento en que existe la m a t e r i a ; pero fuera
de este equilibrio y de sus leyes mecánicas uni-
formes, ¿á qué quedaría reducido, el orden del
cosmos?
El acaso también, es v e r d a d , puedeproducir el
orden, observa j u s t a m e n t e Aristóteles; pero esto
es únicamente por excepción, in paucioríbus.
E n t r e todas las combinaciones posibles de ele-
mentos cósmicos, sería infinitamente g r a n d e la
probabilidad a priori de combinaciones cahóti-
cas y casuales, é infinitamente pequeña la de las
combinaciones ordenadas; las anomalías y las
excepciones serían, pues, la r e g l a , y los tipos
ordenados y armónicos la excepción. A. c a d a
paso se producirían en c a n t i d a d innumerable
los agregados inestables, que al momento se di-
solverían; y en cambio, los compuestos pei'ma-
nentes aparecerían como casos extraordinarios
y maravillosos.
Ahora bien: ¿qué es lo que nos muestra la
experiencia? ¿y qué nos dice la ciencia? Todo
cuerpo inorgánico sometido á la observación y
al análisis a p a r e c e dotado de propiedades mi-
neralógicas, físicas y químicas, que le c a r a c -
terizan, y se e n c u e n t r a n las mismas en un nú-
mero considerable de tipos de la misma especie;
los tipos de c a d a especie tienen sus leyes es-
pecíficas, y á t r a v é s de las múltiples influencias,
favorables u n a s y c o n t r a r i a s o t r a s , de que es-
CRÍTICA D E IOS PRINCIPIOS MECANICISTAS 325

tos cuerpos dependen constantemente, las espe-


cies-minerales y químicas p e r d u r a n . ¿A qué h a -
b l a r de los s e r e s vivientes? El organismo más
sencillo, solamente la célula nos ofrece una
agrupación armoniosa y complicadísima de ele-
mentos y de fuerzas mecánicos, físicos y quími-
cos, y cuya reunión y disposición compleja es
indispensable á l a s condiciones de su organiza-
ción. L a s substancias albuminoides son cuerpos
por lo menos quinarios, donde e n t r a n en propor-
ciones diversas el carbono, el hidrógeno, el nitró-
geno, el oxígeno y el azufre; u n a molécula albu-
minoide e n c i e r r a c e n t e n a r e s de átomos; ¿cuál
no será la complejidad de las composiciones
protoplásmicas? Y ¿qué decir con más r a z ó n de
l a célula misma, de la multitud de elementos que
componen su organismo? ¿Qué decir, con m a y o r
razón todavía, de los organismos multicelulares,
de donde h a n salido las infinitas especies, vege-
tales y animales, que h a n poblado y pueblan hoy
nuestro globo? Y todos estos organismos verifi-
c a n en c a d a una de sus p a r t e s un movimiento
incesante de asimilación y de desasimilaeión; y
el viviente se desenvuelve y multiplica, y este
flujo de vida se prolonga á t r a v é s de los siglos
indefinidamente, sin que j a m á s el desorden ven-
g a á t r a s t o r n a r el mundo biológico.
Este concierto y armonía universales ¿serán
por v e n t u r a o b r a d e . l a casualidad? De n a d a
sirve aquí decir, con el organicismo, q u e todo
ello es un resultado de la organización; puesto
que se t r a t a de las condiciones de la organiza-
326 C R Í T I C A D E . LOS P R I N C I P I O S MECAN1 PISTAS,

ción misma, de este conjunto armonioso y apro-


piado al funcionamiento de la vida que .ella,
r e a l i z a , de su generalización en el espacio y de
su perpetuidad á t r a v é s del tiempo.
De n a d a sirve tampoco decir con D a r w i n , que,
las circunstancias que rodean á los vivientes los
disponen favorablemente en uno ú otro sentido,
y que los organismos se a d a p t a n al medio y se
fortifican progresivamente en la lucha por la
vida; la*teoría de la selección n a t u r a l es senci-
l l a m e n t e una petición de principio. De u n a p a r -
te, se afirma que el tipo en el cual v a n acumu-
lándose g r a d u a l m e n t e las disposiciones favora-
bles que le a d a p t a n al medio y le fortifican en
la lucha por la vida, resiste á las influencias
c o n t r a r i a s de este medio y lucha ventajosa-
m e n t e por la v i d a ; mientras que por otra sé da
por supuesto que estas disposiciones, que le son
necesarias p a r a no sucumbir, no las h a adquiri-
do. Se señala un número largo de años, y aun
de siglos, p a r a que la acumulación de modifica-
ciones favorables, a y u d a d a s de la h e r e n c i a ,
pueda c r e a r un órgano con una función n u e v a ,
útil ó necesaria. P e r o , y entre t a n t o , ¿de dónde
viene al viviente, antes de la creación del órga-
no, el poder de resistencia? P a r a resistir es ne-
cesario un punto de a p o y o ; y, por hipótesis, el
punto de apoyo no existe todavía; ¿cómo un ór-
gano podrá resistir antes de nacer?
P a r a la disposición ordenada y armoniosa, y
p a r a la constancia de 'los tipos orgánicos, lo
mismo que p a r a la existencia y p e r m a n e n c i a de
CRÍTICA D B LOS PRINCIPIOS MECANICISTAS 327 •

los tipos específicos, sólo h a y u n a explicación


plausible: y es ésta, la existencia, en el seno,de.
c a d a uno de los tipos específicos, de un principio
interno de estabilidad, en virtud del cual todos
los elementos y fuerzas de que disponen los se-
res toman respectivamente la dirección que re-
c l a m a n la conservación, y el desenvolvimiento
del conjunto.
Tales son los principios internos de estabili-
dad, que los filósofos de la E d a d Media llama-
b a n con Aristóteles formas especificas, ó formas
substanciales específicas de los compuestos de
la n a t u r a l e z a . Lo que en el orden de la constitu-
ción de los seres se llama forma específica, equi-
vale en el orden de la finalidad al principio in-
terno que los impulsa á obrar, inclinándolos con
todo su peso hacia el fin, que el autor de la na-
turaleza h a asignado á su actividad.
El principio de finalidad no a ñ a d e fuerza al-
guna á las fuerzas eficientes, ni está destinado á
explicar la producción de efectos contingentes
que pudieran a p a r e c e r incompatibles con la efi-
ciencia de las leyes fatales; es el complemento
obligado de aquéllas, i n m a n e n t e en la n a t u r a -
leza misma, en virtud del cual el principio fun-
d a m e n t a l de eficiencia y todas las fuerzas ó fa-
cultades que de él derivan se h a l l a n en condicio-
nes de r e a l i z a r su a c t i v i d a d .
Existe, pues, entre la causa eficiente y la
final u n a dependencia r e a l y recíproca. El prin-
cipio eficiente es c a u s a del fin, porque éste h a c e
que el principio sea causa del mismo; y el fin,
328 CRÍTICA D B LOS. PRINCIPIOS MECANICISTAS

á su vez, es causa de la eficiencia, porque ésta


no se produce si no es p a r a r e a l i z a r el fin; el
a g e n t e recibe, por t a n t o , del fin su poder de efi-
ciencia (1).
Negar la realidad de estos principios inter-
nos, equivale á sustituir la explicación racional
de los hechos por u n a p a l a b r a mágica que n a d a
explica, el acaso; ó, de lo contrario, á buscar en
u n a c a u s a extrínseca, y en su intervención á
c a d a momento en la producción de todos los fe-
nómenos creados, la razón inmediata de la exis-
tencia y conservación del orden de la n a t u r a l e -
z a . L a historia confirma estas deducciones. El
ocasionalismo de Malebranche y de Leibniz, que
sustituye la acción inmediata de Dios á la acción
d e las causas segundas; las teorías d a r w i n i a n a s ,
reproducción de la teoría del acaso de Demo-
crito y Empédocles, brotaron de la física antifi-
nalista de Descartes y de Bacón, como la explo-
sión r e s u l t a de substancias explosivas lentamen-
te acumuladas.

(1) Efflciens est causa finis, finis autem causa efflcientis. Efflciens
est causa finis quantum ad esse quidem, quia movendo perducit effl-
ciens ad hoc quod est finis. Finis autem est causa efficientis non quan-
tum ad esse, sed quantum ad rationem causalitatis. Nam efficiens est
causa in quantum agit; non autem agit nisi causa finis. Unde ex fine
hdbet suam causalitatem efflciens. ( S . T H O M A S , i n V Metaph. l e c t . 2 ) . —
P u e d e l e e r s e s o b r e e s t e p u n t o e l b e r m o s o e s t u d i o d e M. D M E T D E
V O H G E S , Cause efficiente et cause finale, p u b l i c a d o c u l o s Annales de
phil. chret., p . 130 y s i g . — V é a s e t a m b l é n P . D E R E G N O N , La Métaphy-
sique des causes, l i b . V I , c. I I I .
CAPÍTULO VII

Crítica de los principios positivistas.

. Lo sensible constituye el objeto único del co-


nocimiento; por m a n e r a que lo no sensible ó su-
prasensible debe p a r a nosotros ser sinónimo de
no r e a l . Tal es la doctrina fundamental de los
positivistas al erigir en principio, con S t u a r t
Mili, que el espíritu humano uo tiene m á s modos
de pensar que uno: «el modo de p e n s a r positivo»;
lo que quiere decir en lenguaje v u l g a r , q u e el
h o m b r e no tiene más medios de conocer que por
los sentidos.
Todo el problema positivista se encierra en
esta proposición fundamental: Lo sensible cons-
tituye la esfera toda del conocimiento; el hom-
bre ignora, por constitución de su propia natu-
r a l e z a , lo que t r a s p a s a el orden empírico.
E s t a proposición es un postulado sin r a z ó n
alguna que le justifique. Cierto que los primeros
m a t e r i a l e s de todos nuestios conocimientos p r o -
ceden de la experiencia sensible, e x t e r n a ó in-
terna; y y a anteriormente hemos sostenido esta
misma doctrina, oponiéndola á las teorías inna-
330 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS

tistas de D e s c a r t e s . Pero no está demostrado, ni


mucho menos, que estos materiales deban con-
s e r v a r indefinidamente los c a r a c t e r e s de parti-
cularidad y de contingencia que afectan en la
n a t u r a l e z a y en n u e s t r a s percepciones sensibles.
Con Aristóteles y con todos los filósofos que h a n
ilustrado la Edad Media, y éstos constituyen le-
gión, h a y razones evidentes p a r a sostener que
los materiales empíricos se h a l l a n sometidos á
una elaboración mental, que los p r e s e n t a en
un estado a b s t r a c t o . Cuando nos preguntamos lo
que una cosa es, TÍ sa-i según la frase de Aristó-
teles, empleamos siempre en la definición u n a
fórmula a b s t r a c t a ; aquello, cualquiera cosa que
sea, TO T Í san. sivaí, que está presente al espíritu de
un modo a b s t r a c t o .
Los seres se a g r u p a n en clases; los hechos se
condensan en leyes; las ciencias generales de la
n a t u r a l e z a se constituyen por abstracción; en
todos estos casos, el ser a b s t r a c t o es conside-
rado reflexivamente sin los c a r a c t e r e s indivi-
duales con que a p a r e c e en la n a t u r a l e z a y en la
sensación, refiriéndose á toda una serie indefini-
da de objetos que poseen ó pueden poseer, bajo
la envoltura de sus c a r a c t e r e s distintivos, la na-
turaleza común que la inteligencia había sepa-
r a d o por su acto abstractivo.
Si el positivismo tiene razón, todo esto son
ilusiones: el concepto que todos tenemos de lo
a b s t r a c t o es u n a quimera; las ideas universales
no son más que nociones colectivas, ó sea, un
conjunto limitado de percepciones; el concepto
C R Í T I C A D E -LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS 331

de línea r e c t a , por ejemplo, aplicable á todas las


r e c t a s p a r t i c u l a r e s , sería imposible; sólo cono-
ceríamos líneas d e t e r m i n a d a s por sus c a r a c t e r e s
concretos de l a r g u r a y dirección, por su posición
en el espacio ó por la realización en la n a t u r a l e z a
en un momento dado de tiempo. L a s leyes mate-
m á t i c a s y metafísicas serían n a d a más que fór-
mulas a b r e v i a d a s , condensando, p a r a comodidad
de la memoria, un número limitado de experien-
cias verificadas y de resultados adquiridos; el r a -
zonamiento demostrativo, fuera de la inducción,
no tendría más que un valor p u r a m e n t e v e r b a l ,
y h a s t a l a inducción misma comprendería tan
sólo una acumulación de experiencias. L a cien-
cia y la filosofía quedarían, en u n a p a l a b r a , r e :

ducidas á u n a coordinación de juicios empiricos.


Ahora bien: p a r a erigir en tesis ideas t a n
d i s p a r a t a d a s y opuestas al sentido común, sería
preciso poder a p o y a r l a s en a l g u n a p r u e b a . Por-
que de lo contrario, antes de creer que los jui-
cios espontáneos de la humanidad son engaño-
sos, observa el P . Monsabré, es muy justo presu-
mir que Ja h u m a n i d a d tiene razón.
Pero el positivismo no se p a r a en b a r r a s , im-
portándole muy poco los asentimientos espontá-
neos de la h u m a n i d a d , y de un golpe, sin detener-
se en demostraciones que le justifiquen, propone
como un axioma evidente, p a r a tomarle como
base de todas sus deducciones, el principio de
q u e ú n i c a m e n t e lo sensible puede ser objeto del
conocimiento. Veamos cuál es la «evidencia» de
este principio.
332 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

L a s ideas de ser y de ser material, no tienen


u n a comprensión idéntica; la m a t e r i a l i d a d a n a -
de al ser algo que no se halla incluido nece-
s a r i a m e n t e en esta idea; luego el concepto in-
trínseco del ser es en sí mismo independiente
del concepto de ser m a t e r i a l . De doude resulta
evidentemente, que no puede rechazarse apriori
la posibilidad intrínseca de seres inmateriales,
en nombre del análisis de nuestros conceptos
esenciales.
Sin duda que no es afirmable a priori la po-
sibilidad intrínseca de seres distintos de los
cuerpos, puesto que de hecho deben su conte-
nido nuestros conceptos á la experiencia sensi-
ble, y la experiencia sensible no percibe ni
puede a l c a n z a r más que al ser corporal. Así
que, no se v e la posibilidad positiva de lo inma-
terial, ni, por consiguiente, su positiva inteligi-.
bilidad por medio de un conocimiento superior
á los sentidos, pero tampoco a p a r e c e la imposi-
bilidad de lo inmaterial, y por consecuencia ne-
cesaria, ni la imposibilidad del conocimiento h i -
per-empírico. En esta distinción estriba toda la
cuestión sobre la posibilidad ó imposibilidad de
la metafísica; cuestión que no puede resolver-
se a priori, y sería además de irracional anti-
científico, c o r t a r l a de buenas á primeras y sin
p r u e b a alguna con u n a negación, como lo h a c e
el positivismo.
Nosotros, por el contrario, al oponer la me-
tafísica al agnosticismo lo hacemos partiendo
de los hechos empíricos, y demostrando que, en
CRÍTICA D E LO^ P R I N C I P I O S POSITIVISTAS 333

el terreno mismo de la experiencia se impone


la contradicción, si no se admite lo inmaterial; y
si existe, luego es posible; luego los derechos y l a
razón de ser de la ciencia metafísica son legíti-
mos. Por consiguiente, cuando elpositivísmopre-
tende encastillarse en sus negaciones a priori,
sólo puede hacerlo hollando los derechos á la
vez de la razón y de la misma experiencia.
Quien se ofrece á p r e s e n t a r p r u e b a s de la exis-
tencia, y por tanto, de la posibilidad de lo in-
m a t e r i a l , tiene derecho á ser escuchado; r e h u s a r
prestarle atención como lo h a c e el positivismo,
sería d a r por resuelto lo que se discute. Ade-
m á s de que todo hombre que piensa h a c e meta-
física, lo mismo el que la niega que quien la
afirma; en el mismo hecho de n e g a r l a reconoce
implícitamente el agnosticismo la existencia de
los problemas q u e ella encierra.
¿Se quiere decir, acaso, que los tiempos de
construcciones sistemáticas a priori, á la m a n e -
r a de las de F i c h t e , Schelling, Hegel, von H a r t -
m a n n y Schopenhauer y a p a s a r o n ; que la com-
p a r a c i ó n e n t r e los progresos continuos de las
ciencias experimentales de u n a p a r t e , y la este-
rilidad de la metafísica durante la p r i m e r a mi-
t a d del siglo xix de otra, deben alejarnos de
ciertos sistemas, cuyo solo mérito, si tal pudiera
l l a m a r s e , consiste en la originalidad r e b u s c a d a
de sus autores? Estamos conformes. Pero h a y
ciertos problemas generales que las ciencias p a r -
ticulares no resuelven; h a y fuera de los confines
de la física y de la psicología ciertas cuestiones
334 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S P O S I T I V I S T A S

últimas sobre la naturaleza de los cuerpos y del


espíritu, sobre el modo de concebir la universa-
lidad de las cosas...; á estos problemas últimos
y universales», dice j u s t a m e n t e Paulsen, t r a t a r á
siempre el hombre de buscar iuvenciblemente
una respuesta, mientras aliente en su a l m a el
deseo de conocer; y en este sentido,'dice, la me-
tafísica es inmortal (1). El fondo íntimo de los
seres, sus relaciones en el conjunto del univer¿
so, la objetividad y génesis del conocimiento, la
transcendencia moral de las acciones h u m a n a s :
estas cuestiones y otras de la misma naturale-
za, no podrán j a m á s ser iiidiferentes á los espí-
ritus reflexivos (2).
H a c e unos sesenta años poco m á s ó menos,

(1) P A U L S E N . Einleitung in die Pliilnsophie, S . 4<!, 47.


(2) M. P A U L S E N e x p r e s a d e l m o d o s i g u i e n t e l o s p r i n c i p a l e s p r o -
b l e m a s m e t a f í s ' i c o s , q u e o c u p a n el p e n s a m i e n t o c o n t e m p o r á n e o :
E l p r i m e r o s e refiere it la n a t u r a l e z a d e l a r e a l i d a d . E s t a c u e s t i ó n
n o p u e d e t e n e r u n a c o n t e s t a c i ó n a b s o l u t a ; p o r q u e l a r e a l i d a d n o so
presenta al c o n o c i m i e n t o i d é n t i c a y de una manera uniforme. Hay,
e n e f e c t o , r e a l i d a d v i s i b l e c o m o l a f í s i c a , y la h a y t a m b i é n i n v i s i b l e , ,
c o m o l a p s i c o l ó g i c a . ¿ H a y d o s e s p e c i e s d'j r e a l i d a d e s c o m p l e t a m e n t e
d i s t i n t a s ? ¿ P u e d e n r e d u c i r s e á u n a s o l a l a s f o r m a s d e l a r e a l i d a d fí-
sica y psíquica? D e las distintas respuestas a esta cuestión, resultan
l o s d i f e t e n t o s p a n t o s d e v i s t a m e t a f í s i c o s q u e r e c i b e n l o s n o m b r e s de
dualismo, materialismo y esplritualismo ó idealismo. La filosofía-
t i e n d e s i e m p r e d e l d u a l i s m o á la u n i d a d , y s e g ú n el t é r m i n o d e esta-
u n i d a d a s í el m o i n i s m o s e r á m a t e r i a l i s t a , e s p i r i t u a l i s t a ó i d e a l i s t a , ó
t a m b i é n u n m o n i s m o e n v u e l t o p o r el a g n o s t i c i s m o .
E l s e g u n d o p r o b l e m a e s el c o s m o l ó g i c o ó t e o l ó g i c o , y p u e d e for-
mularse en estos términos:
¿Qué i d e a d e b e m o s f o r m a r n o s d e l e n c a d e n a m i e n t o de las
-
cosas/
¿Cuál e s l a f o r m a d e l a r e a l i d a d c o n s i d e r a d a c o m o un t o d o ? E l ato-
mismo, el teísmo y el panteísmo, son otras tantas respuestas á esta
cuestión. El a t o m i s m o no es necesariamente materialista, y un ejem
p í o t e n e m o s e n l a i n o n a d o l o g í a d e L e i b n i z , q u e t i e n e un a s p e c t o e s -
p i r i t u a l i s t a . P e r o a q u í t a m b i é n l a filosofía p l u r a l i s t a e n c i e r r a a l g u n a
t e n d e n c i a a l a u n i d a d . L a c o n c e p c i ó n m o n i itiiea.del ü n t v e r á o . s u p o n e •
C R Í T I C A D E J OS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS 335

én ía época en que Hegel, derribado de su pe-


destal, e r a pisoteado por Schopenhauer; cuando
«la e x t r e m a i z q u i e r d a hegeliana», r e p r e s e n t a d a
por F e ü e r b a c h , Bruno Bauer, Max Stirner y Ar-
nold Ruge, volvía la espalda al maestro, é iden-
tificaba la «idea» y la n a t u r a l e z a concreta, ni
más ni menos como lo hubiera hecho un mate-
rialista ateo del siglo XVIII; cuando Büchner,
Moleschott y Carlos Vogt colocaban el materia-
lismo sobre el a l t a r deshonrado de la ciencia;
cualquier observador superficial .hubiera podido
predecir la m u e r t e definitiva de la metafísica,
sin que pudiera volver á la vida después de pa-
s a d a la t o r m e n t a revolucionaria.
Pero la reacción no ha traído otros resulta-
dos que a t a r corto á las «ficciones» del espíritu
metafísico, según la frase de Wuiídt; el estudio
de los problemas fundamentales, a n t e los cuales

e n t o n c e s ó u n a u n i d a d d e p l a n , q u e e s el t e í s m o , ó u n i d a d r e a l , s u b s -
t a n c i a l , q u e d a o r i g e n al p a n t e í s m o .
O t r o s p r o b l e m a s t i e n e n p o r o b j e t o el c o n o c i m i e n t o , d e l o s c u a l e s
h a y d o s f u n d a m e n t a l e s , q u e s e r e f i e r e n , r e s p e c t i v a m e n t e , al v a l o r
o b j e t i v o y a l o r i g e n del c o n o c i m i e n t o . ¿Qué e s c o n o c e r ? Á e s t a pri-
m e r a c u e s t i ó n r e s p o n d e n el realismo y el idealismo ó fenomcnismo.
¿Cómo se p r o d u c e el c o n o c i m i e n t o ? L a s r e s p u e s t a s a e s t a s e g u n d a
c u e s t i ó n s e e n c u e n t r a n e n e l empirismo y en el racionalismo
E x i s t e n , p o r ú l t i m o , o t r o s p r o b ' e m a s d e o r d e n moral. L a s a c c i o -
n e s y l o s s e n t i m i e n t o s d e l h o m b r e n o t i e n e n e l m i s m o v a l o r ; ¿cuál e s
la n o r m a s u p r e m a d e l v a l o r d e l a s a c c i o n e s h u m a n a s ? L a é t i c a teleoló-
gicu, l l a m a d a e n I n g l a t e r r a utilitarismo, considera como bueno 6
toalo l o q u e e s f a v o r a b l e ó d e s f a v o r a b l e al i n d i v i d u o ó á l a t o t a l i d a d
d é l o s individuos; la moral formalística ó intuicionista está represen-
t a d a p o r e l hedonismo, q u e da por b a s e á la m o r a l i d a d l o s s e n t i m i e n -
t o s d é p l a c e r ó d e f e l i c i d a d , y p o r e l enerqisino, q u e h a c e c o n s i s t i r el
b i e n s u p r e m o en h a c e r v a l e r todo lo posible las a p t i t u d e s m á s eleva-
d a s d e l a n a t u r a l e z a h u m a n a . Obra cit., p p . 4S-52.
336 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS

se detienen las ciencias .particulares, domina


hoy como siempre todo el pensamiento filosófico.
L a unidad de composición de los seres de l a
n a t u r a l e z a ; la prioridad ontológica de lo mental,
es decir, de un fondo de apetición, sobre la reali-
dad física, por el mecanismo de las ideas-fuerzas;
la ley de la evolución universal, y la negación
de lo trascendente; el idealismo como solución
al problema del conocimiento; la construcción
de la moral sobre la idea ilusoria de la libertad:
tal es, bajo forma de postulados (1) ó de conclu-
siones, la metafísica de A. Fouillée.
L a experiencia necesita un c o m p l e m e n t o ,
escribe Wundt; el principio de razón suficiente
apoyado sobre los datos empíricos sostienen á la
razón en su camino h a c i a lo t r a s c e n d e n t e , y la
conduce á la aplicación en psicología, en cos-
mología y en ontología, de las ideas de unidad
y de totalidad.
Y la filosofía de Herbert Spencer, filosofía

;i) C u a n d o A . F o u i l l é e , i d e a l i s t a y a g n ó s t i c o e n s u t e o r í a d e l c o -
n o c i m i e n t o , r e p r o c h a á S p e n c e r el c a r á c t e r t r a n s c e n d e n t e d e l o i n c o g -
noscible, y le s u b s t i t u y e p o r una filosofía r a d i c a l m e n t e inmanente-,
c u a n d o a c u s a al e v o l u c i o n i s m o s p e n c e r i a n o d e h a b e r d e j a d o s u b s i s t i r
el d u a l i s m o e n t r e l a s d o s s e r i e s física y psíquica, o p o n i é n d o l e la uni-
dad de c o m p o s i c i ó n d e los s e r e s y la universalidad i l i m i t a d a de s u l e y
d e e v o l u c i ó n , ¿qué h a c e s i n o p o n e r á s u v e z l o s p o s t u l a d o s n e c e s a r i o s
d e BU m e t a f í s i c a ? Y d e c i m o s postulados, porque, en realidad, ¿dónde
e s t á l a p r u e b a a posterior i de que todos los seres sean, y cuál la prueba
apriori de que todos deban ser de idéntica naturaleza (monismo), so-
metidos á una evolución perpetua (evolucionismo) é independientes
d e t o d a i n f l u e n c i a t r a n s c e n d e n t e (filosofía d e l a i n m a n e n c i a ) ?
[Qué razón t i e n e y cuánto m á s a v i s a d o aparece W u n d t , c u a n d o
c o m p a r a s e m e j a n t e s c o n s t r u c c i o n e s apriori 1 l a s ficciones d e l o s p o e -
t a s y r e n u n c i a á ellas para c o l o c a r s e r e s u e l t a m e n t e s o b r e el t e r r e n o
firme d e l a e x p e r i e n c i a !
CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S P O S I T I V I S T A S 337

que en el pensamiento de su autor no p a r e c e ser


otra cosa que una generalización de la expe-
riencia, ¿no constituye, en último término, una
reacción contra los radicalismos positivistas?
L a s leyes fundamentales de la evolución, espe-
cialmente la ley de «la instabilidad de lo homo-
géneo» (1) con su movimiento rítmico de asocia-
ción y disociación, de evolución y disolución; la
ley de «la polaridad de las unidades fisiológi-
cas» (2) ¿no son acaso hipótesis metafísicas sobre

(1) N o e n t r a e n el p l a n d e e s t a o b r a d i s e n t i r a q u í l a d o c t r i n a s p e n -
c e r i a n a d e l a e v o l u c i ó n , y p o r e s o la d e j a m o s p a r a e l s i g u i e n t e v o l u -
m e n d e n u e s t r o s Estudios psicológicos. Sin embargo, no estará demás
h a c e r aquí una o b s e r v a c i ó n sobre el carácter e s e n c i a l m e n t e h i p o t é -
t i c o d e l a s « l e y e s » i n v o c a d a s p o r e l filósofo i n g l é s . D e j e m o s l a p a l a -
b r a al n a t u r a l i s t a I v é s D e l a g e . « L a B i o l o g í a , e s c r i b e é s t e , n o s a c a r á
j a m á s partido a l g u n o de estas fórmulas sonoras, tales c o m o , por ejem-
p l o , l a d e l a Instahili.d.ad de lo komoaénM. ¿Qué s i g n i f i c a s e m e j a n t e
p r i n c i p i o ? ¿que un s i s t e m a h o m o g é n e o t i e n d e á c o n v e r t i r s e e n h e t e r o -
g é n e o p o r l a s f u e r z a s i n c i d e n t e s ? S e a . P e r o , ¿qué s e d e d u c e d e a q u í ?
Nada.
»La v a r i a c i ó n , d i c e él (Spencer), es i n e v i t a b l e á causa de la insta-
bilidad de todo s i s t e m a , aunque éste sea h o m o g é n e o . D e otra parte,
el h u e v o no fecundado no puede desenvolverse, porque siendo h o m o -
g é n e o n o e s t a n i n e s t a b l e , le e s n e c e s a r i o e l e s p e r m a t o z o i d e p a r a d i -
versificar su s u b s t a n c i a , h a c e r l a h e t e r o g é n e a , r o m p e r su e q u i l i b r o
e s t a b l e y a b r i r a s í el c a m i n o á l a e v o l u c i ó n . D e d o n d e s e s i g u e , q u e
e n u n c a s o s e p r o d u c e el e f e c t o á pesar d e l a h o m o g e n e i d a d , y e n o t r o
n o p u e d e p r o d u c i r s e d causa d e l a h o m o g e n e i d a d . T o d o d e p e n d e ,
p u e s , d e l a c u a n t i d a d , d e l g r a d o de h o m o g e n e i d a d . ¿Y c u á l e s e l g r a d o
c o m p a t i b l e c o n la p r o d u c c i ó n d e u n e f e c t o d a d o ? El p r i n c i p i o n o l o
d i c e ; y p r e c i s a m e n t e e s t o e s lo ú n i c o q u e i n t e r e s a . L a c a u s a p o r q u é
e l s e r v a r i a e n un c a s o , aunque, s e a h o m o g é n e o , y p o r q u é e l h u e v o
p e r m a n e c e e n e s t a d o p a s i v o , por lo mismo q u e e s h o m o g é n e o , e s l o
ú n i c o que i m p o r t a saber, y para lo cual de nada s i r v e el principio».
D E L A G E , La structure du protoplasma et les théorie» sur l'hérédité,
p á g i n a 438. P a r í s , R e i n w á l d , lsaá.
(2) ^Polaridad significa s i m p l e m e n t e una fuerza a t r a c t i v a d i r i g i d a
e n cierto s e n t i d o . Esta fuerza no puede variar m á s que en intensidad,
en d i r e c c i ó n y r e s p e c t o de su p u n t o de a p l i c a c i ó n . E s t o s tres factores
no son, á la verdad, s u s c e p t i b l e s de c o m b i n a c i o n e s m u y variadas. La

22
338 CRÍTICA DE LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

el origen de las cosas? Y cuando en sus Prime-


ros principios formula la conclusión g e n e r a l de
que: «Existe un absoluto que nos es desconocido;
substratum único y p e r m a n e n t e del movimien-
to, de los cambios, de la m a t e r i a , de la fuerza
y de la conciencia»; ¿no es esto la contestación
á los problemas ontológico y epistemológico, de
los cuales decía Paulsen que p r e o c u p a b a n y
a t o r m e n t a b a n siempre al espíritu humano?
Cierto que la solución dada por Spencer á
tales problemas es á p r i m e r a vista contradicto-
ria. Si, como h a intentado demostrarlo, lo abso-
luto, la m a t e r i a , el yo, son nociones formadas de
elementos contradictorios, lo absoluto, la mate-
ria y el yo son intrínsecamente imposibles, y
entonces resulta por demás evidente que lo ab-
soluto, la m a t e r i a y el yo, no existen. Si el pen-
samiento está condenado á sufrir lá ley de la
relatividad (1), como por otra p a r t e el conoci-
miento de lo absoluto excluye las condiciones de
esta ley; y si la conciencia implica necesaria-
mente dualidad r e a l de términos, resulta evi-
dente que un sujeto conociéndose á sí mismo en
su identidad como objeto es una cosa contradic-

v a r i e d a d de f o r m a s c r i s t a l i n a s n o s m u e s t r a s i n d u d a t o d o c u a n t o s e
p u e d e s a c a r d e e l l o s . S u p o n g a m o s q u e a d e m á s i n t e r v i e n e Ix f o r m a
que el a g r e g a d o r e v i s t e á cada m o m e n t o de su c o m p l i c a c i ó n p r o g r e -
siva. L a i m a g i n a c i ó n s e resiste á concebir que pueda baber allí los
elementos de una variedad de formas igual á la v a r i e d a d de organis-
m o s . ¿Ha p o d i d o S p e n c e r m i s i n o r e p r e s e n t a r s e , n i s i q u i e r a e n i m a g e n
aproximada, la diferencia inicial entre las unidades de dos especies
vecinas, que sólo se distinguen por a l g u n o s caracteres m í n i m o s qu«
a p a r e c e n a l fin d e s u o n t o g é n e s i s ? » Ibid, p á g . 439.
(1) V é a s e m á s ai r i b a , p á g . 119, ......
CRÍTICA D E I O S PRINCIPIOS POSITIVISTAS 339

toria, y se impone la conclusión de que, el pen-


samiento no alcanza á lo absolutojri al y o .
¿Qué imperiosa necesidad metafísica h a b r á
forzado la inteligencia del filósofo inglés p a r a
afirmar, pasando por encima del criterio de l a
inconcebibilidad del cual hizo la norma de su
pensamiento, la existencia de lo transcendente
incognoscible? Y este t r a n s c e n d e n t e , que dice no
conocer, lo declara único, lo juzga permanente, y
dice que se halla sometido á la ley de la evolución
de lo homogéneo y de lo heterogéneo. Y la mate-
ria incognoscible, objeto de los movimientos, y
el yo incognoscible, sujeto de los estados cons-
cientes, y Dios, el fondo incognoscible de todas
las religiones, son tenidos por idénticos. ¿Hay
n a d a m á s inconcebible y al mismo tiempo m á s
arbitrario que semejante identificación? ¿Las r e -
sistencias interiores, que Spencer h a tenido que
forzar, p a r a afirmar la coexistencia, en un
mismo sistema de pensamientos, de t a n t a s par-
tes incoherentes, ¿no nos ofrecen una prueba bien
c l a r a y elocuente de que la ciencia llevada á
sus últimas generalizaciones conduce necesaria-
mente á la metafísica?
Pero la metafísica, aunque sea posible y r e -
c l a m a d a por la r a z ó n , necesaria á todos, aun á
los agnósticos que al n e g a r l a la ponen en prác-
tica, ¿no es, por su propia n a t u r a l e z a , de ten-
dencia c o n t r a r i a al progreso científico? ¿Las tres
e t a p a s , que señaló A. Comte, de la teología á la
metafísica y de ésta á la física, ¿no siguen l a
línea del progreso del pensamiento? ¿No respon-
340 CRÌTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS

den, según lo quería Comte, en la v i d a de los


pueblos lo mismo que en el desarrollo del indi-
viduo, á las tres edades de la infancia, de l a ju-
v e n t u d y de la virilidad?
Aun históricamente esto no es e x a c t o , ó al
menos exige muchas r e s e r v a s .
P o d r á admitirse que en distintas épocas de su
historia se c a r a c t e r i c e el esfuerzo del espíritu
h u m a n o por u n a tendencia m á s a c e n t u a d a á l a .
fe, ó á la metafísica, ó á las'ciencias de obser-
vación; pero es e n t e r a m e n t e falso que en épo-
c a a l g u n a de la v i d a histórica de los pueblos,
h a y a excluido cualquiera de estas tendencias
á las otras dos. ¿Quién se a t r e v e r á á n e g a r que
en Aristóteles, por ejemplo, el espíritu metafi-
sico más completo a p a r e c e unido en armoniosa
síntesis al espíritu de observación el m á s inten-
so? ¿No se h a visto á toda u n a escuela, la glo-
riosa escuela de Alejandría, que tanto se distin-
guió por su fe, r e a c c i o n a r enérgicamente contra
las exageraciones anticientíficas de la escuela
africana, y unir brillantemente en los nombres
de los principales maestros del Didascáleon la
ciencia más analítica de las cosas á las más abs-
t r a c t a s concepciones del universo? ¿Descartes,
Leibniz, Newton, no fueron á la vez creyentes,
metafísicos y hombres de ciencia? ¿Kant y Hel-
mholtz y W u n d t , en nuestros días, h a n dejado de
ser sabios por ser metafísicos? No: todos ellos
c o m e n z a r o n por la ciencia, y c o n t r a las preten-
siones a r b i t r a r i a s de Comte, la ciencia los con-
dujo á la metafísica.
CRÍTICA DE l.OS P R t N ' C I P I >S P D S I T I V I S T A S 341

Pierden inútilmente el tiempo los positivistas,


cuando se entretienen en buscar la conciliación
de estos hechos y de tantos otros., con las tres
supuestas fases «históricas» de Augusto Comte.
Lo único que de aquí c l a r a m e n t e se deduce es,
que A. Comte ha confundido lastimosamente los
sueños y construcciones imaginarias con la me-
tafísica, el fetichismo con la religión.
«Sin duda, escribe un joven filósofo amigo
nuestro á propósito de semejante confusión de
ideas, que la religión y la superstición suponen
u n a y otra la creencia en algo incomprensible y
sobrenatural; pero la creencia supersticiosa es
ciega, a r b i t r a r i a , las más de las veces tonta, y
en contradicción manifiesta'con las conclusiones
de la experiencia, que.revela la existencia de un
orden universal y constante en el mundo; por el
contrario, la creencia religiosa, cuya expresión
m á s elevada es el monoteísmo, lejos de oponerse
á un orden de esta n a t u r a l e z a , se deduce espon-
t á n e a m e n t e de él... Y, pues que la religión y la
superstición se desenvuelven en sentido inverso
la una de la o t r a , el confundirlas equivaldría á
incurrir en un error crasísimo y evidente» (1).
En la vida individual es indudable que el
niño cree, antes de a p a r e c e r la reflexión perso-
nal; la educación y la fe forman aquí el primer
fondo del saber. ¿Pero acaso cuando la reflexión
n a c e , destruye las creencias que la educación y

(1) J E A N H A L L E U X , Les principes du positivisme contemporain^


L o u v a i n , I n s t i t u t s u p é r i e u r d e P h i l o s o p h i e , 1895.
342 CRÍTICA D E I.OS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

l a fe religiosa depositaron en su a l m a ? ¿A quién


se le ocurrirá pensar que, p a r a cultivar con
fruto las ciencias físicas, h a y que comenzar por
r e n e g a r de las doctrinas metafísicas tradicio-
nales?
La p r u e b a convicente de que estos tres esta-
dos pueden coexistir sin excluirse es, que los he-
mos visto coexistir de hecho, según a c a b a m o s
d e decirlo, en los más g r a n d e s genios con que se
h o n r a la h u m a n i d a d .
Hecha esta r e s e r v a , no tenemos inconve-
niente en reconocer que las observaciones de
A. Comte encierran algo de v e r d a d . Conside-
r a d a la cuestión desde el punto de vista especial
de la ciencias físicas, las preocupaciones reli-
giosas y metafísicas pueden ser una r e m o r a p a r a
su desarrollo. Expliquémonos. En la ciencia
sirve g e n e r a l m e n t e de muy poco el i n v o c a r las
c a u s a s extrínsecas y lejanas; el único medio de
demostración, que puede decirse r i g u r o s a m e n t e
científico, es el que Aristóteles l l a m a b a con el
n o m b r e de Ó - Ó O S I Í ' . ; ZW-J., y que consiste en referir
los fenómenos de observación á las v.-JA. olzsíai,
á las propiedades intrínsecas é i n m e d i a t a s de los
objetos.
Así, no tendría n a d a de científico, por ejem-
plo, en medicina, el explicar una enfermedad
d e t e r m i n a d a por el estado de los humores, ó pol-
las disposiciones mórbidas de los t e m p e r a m e n -
tos; descubrir el bacilo que produce la enfer-
m e d a d del organismo, e x a m i n a r el modo propio
y particular de su vida p a r a s i t a r i a , las reaccio-
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS 343

nes químicas que provoca, las substancias tóxi-


cas que de aquí se originan y los efectos infec-
ciosos que estas substancias introducen en el or-
ganismo, tal es el fin de la ciencia patológica.
El explicar la complejidad de nuestra vida
psicológica por principios indeterminados, que se
cubren con el n o m b r e de facultades ó de alma,
esto no es ciencia psicológica, es más bien pa-
g a r s e de p a l a b r a s . Contribuye además esto á
detener el desenvolvimiento de la psicología;
porque la satisfacción provisoria, que natural-
mente producen en la r a z ó n perezosa tales a p a -
riencias de solución, disminuye la intensidad del
afán por el estudio, y r e t a r d a las soluciones r e a -
les y v e r d a d e r a s . Substituir á D i o s por las causas
segundas, como lo h a c í a n , por ejemplo, Male-
b r a n c h e y en psicología Leibniz, es h a c e r in-
útil el trabajo científico y dar ocasión á que la
inteligencia h u m a n a d u e r m a t r a n q u i l a en u n a fe
estéril.
Y cuando, al modo como los físicos de hoy
atribuyen al éter ó éteres supuestos las manifes-
taciones físicas de calor, luz y electricidad, cuya
n a t u r a l e z a y antecedentes generadores ignoran
en absoluto, los escolásticos de la decadencia, no
contentos con emplear términos misteriosos p a r a
designar causas que ellos mismos tenían concien-
cia de no conocer, se persuadían de h a c e r un tra-
bajo útil reemplazando el hecho concreto que se
t r a t a b a de explicar por este mismo hecho, oculto
bajo u n a fórmula a b s t r a c t a , en realidad lo que
h a c í a n era obstruir el camino de la ciencia, en-
344 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS

m a r a ñ á n d o l e de obscuridades que detenían su


progreso.
Así que A. Comte tiene razón al l e v a n t a r s e
contra el fetichismo religioso, que substituye con
ídolos artificiales é imaginarios al Dios único de
la razón y de la fe racional, y contra el fetichis-
mo metafísico que introduce a r b i t r a r i a m e n t e en
la ciencia positiva entidades indeterminadas, sin
relación inmediata con los hechos que con ellas
se p r e t e n d e explicar.
El Curso de filosofía positiva significa u n paso
a t r á s h a c i a la concepción aristotélica, la única
rigurosamente científica y del saber v e r d a d e r o ,
según la cual podría definirse la ciencia: Un
conjunto sistemático de proposiciones, deducidas,
y a inmediata ó m e d i a t a m e n t e por el intermedio
de otras proposiciones evidentes y ciertas, de la
n a t u r a l e z a y propiedades de un objeto dado, ha-
ciendo ver á la vez en estas propiedades el fun-
damento de las leyes á que se ajustan los fenó-
menos observados. Esto es la ciencia, y aquí
está el término de las aspiraciones del espíritu
humano; todo estudio que, ó no pase de la afir-
mación del hecho, ó se limite á sus causas indi-
r e c t a s y lejanas, queda fuera de los límites que
e n c i e r r a n la ciencia propiamente dicha.
L a metafísica, en sí misma considerada, es
en g r a n p a r t e solidaria de la ciencia así enten-
dida. Sin duda alguna que h a y proposiciones
axiomáticas y ciertas deducciones generales p a r a
las cuáles basta la observación vulgar; y la his-
toria de la filosofía nos h a b l a de tantos genios
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS 345

metafísicos de primer orden que h a n enriqueci-


do la «perenuis philosophia», sin observar otros
hechos que los que están al alcance de todo el
mundo; pero esto no quita que la ciencia deba
ser la vía ordinaria del progreso metafísico.
Antes de señalar á la universalidad de las co-
sas sus causas últimas, es n a t u r a l que se bus-
quen las causas inmediatas respectivas de los
grupos heterogéneos. Al t e r m i n a r un siglo como
el nuestro, en que la física m e c á n i c a y las mate-
máticas h a n a g r a n d a d o por modo tan extraordi-
nario sus dominios; en que la química, la biolo-
gía, la embriogenia, la psicofísica y t a n t a s otras
ciencias a p o r t a n constantemente sus materiales
conquistados al pensamiento, ¿quién no espera
un genio que lleve á cabo la síntesis metafísica
de este vasto saber?
' Cuando Wolff rompió la trilogía i n t e l e c t u a l .
que los antiguos habían siempre respetado cui-
d a d o s a m e n t e , la metafísica recibió un golpe fa-
tal; desde que la ciencia de la n a t u r a l e z a y las
m a t e m á t i c a s se desligaron de la metafísica, des-
apareció el lenguaje común entre los que se de-
dicaron al estudio especial de c a d a una de ellas.
Surgieron, n a t u r a l m e n t e , los equívocos y la con-
fusión; los términos con que se designaban las
nociones fundamentales, como los de m a t e r i a ,
substancia, causa, movimiento, fuerza, energía
y otros mil, recibieron acepciones distintas en
las ciencias y en filosofía; de aquí las m a l a s in-
terpretaciones y la confusión general, que fueron
a c e n t u á n d o s e con el aislamiento«entre aquéllas
346 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

y ésta; y de aquí también el que se llegasen á


considerar como incompatibles, y h a s t a en con-
flicto necesario, las dos tendencias científica y
metafísica, como lo hizo creer A. Comte.
Pero la supuesta oposición de tendencias es
irracional, y r e p u g n a lo mismo á la n a t u r a l e z a
de la ciencia que de la metafísica. L a s ciencias
especiales son p a r t e s integrantes de la filosofía,
y todo sabio consecuente es, por esto mismo y en
su especialidad científica, un metafísico. No h a y
m á s que una divergencia a p a r e n t e entre la con-
cepción antigua de la metafísica, y esta «grande
especialidad nueva» que quería A. Comte, y á
la que asignaba por objeto «el estudio de las ge-
neralidades científicas». «Es de temer, decía,
que la inteligencia h u m a n a no termine por per-
derse en los trabajos de detalle. H a y que re-
conocer que aquí está precisamente el lado dé-
bil por donde los partidarios de la filosofía teo-
lógicafy la filosofía metafísica pueden a t a c a r ,
todavía con esperanza de éxito, la filosofía posi-
tiva. El verdadero medio de c o n t r a r r e s t a r esta
influencia perniciosa, que p a r e c e a m e n a z a r el
porvenir intelectual, á causa de la demasiada
especialización de los estudios individuales, no
podría consistir evidentemente en volver á la
antigua confusión de trabajos, esto sería h a c e r
r e t r o g r a d a r el espíritu h u m a n o , lo cual, por
otra p a r t e , h a llegado a f o r t u n a d a m e n t e á ser
hoy imposible. El medio de e v i t a r semejante
dispersión científica debe buscarse, por el con-
trario, en el perfeccionamiento de la misma di-
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS P O S I T I V I S T A S 347

v i s i ó n del t r a b a j o , p a r a lo c u a l b a s t a con h a c e r
del estudio d e l a s g e n e r a l i d a d e s científicas u n a
g r a n d e e s p e c i a l i d a d m á s » (1).

¿ D e d ó n d e p r o c e d e e n t o n c e s el d e s a c u e r d o
e n t r e l a a n t i g u a m e t a f í s i c a y el p o s i t i v i s m o a g -
n ó s t i c o ? — S e d e b e m á s á confusiones e q u í v o c a s ,
q u e á d i v e r g e n c i a s de fondo.
U n a de e s t a s confusiones procede de que
g r a n n ú m e r o de a d v e r s a r i o s y d e f e n s o r e s de l a
m e t a f í s i c a tienen f o r m a d a d e e l l a i d e a m u y es-
t r e c h a y e r r ó n e a ; l a c r e e n , en e f e c t o , l i g a d a
e x c l u s i v a m e n t e al método reflexivo, juzgándola
c o m o u n a c o s a e x t r a ñ a , si no hostil, a l p r o -
g r e s o y á los m é t o d o s d e l a s c i e n c i a s d e obser-
vación.
D e s c a r t e s y Wolff h a n sido los p r i m e r o s a u -
t o r e s de e s t a confusión p e l i g r o s a ; p e r o h a y o t r o s
e n g r a n n ú m e r o , h e r e d e r o s del espíritu de D e s -
cartes, de Leibniz y de Maine de Biran, que,
p r e o c u p a d o s a n t e t o d o del c r i t i c i s m o , h a c e n
c o n s i s t i r p r i n c i p a l m e n t e l a m e t a f í s i c a en el a n á -
lisis del p e n s a m i e n t o y del s e r p e n s a n t e , y en el
e x a m e n de los p r o b l e m a s c r i t e r i o l ó g i c o s .
E s c i e r t o q u e hoy n i n g ú n filósofo p u e d e sus-
t r a e r s e á l a n e c e s i d a d del e x a m e n crítico y r e -
flexivo d e los f u n d a m e n t o s del s a b e r . S ó c r a t e s .
P l a t ó n , A r i s t ó t e l e s , los d o c t o r e s d e l a e s c o l á s -
t i c a , v i v í a n en p a z y t r a n q u i l a m e n t e r o d e a d o s
d e un d o g m a t i s m o q u e á n a d i e s e lo o c u r r í a po-

ní A . C O M T E . Cours de Philosophie positioe, t. I, p p . 2¡i-30.


348 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S P O S I T I V I S T A S

ner en duda; aquellos tiempos y a pasaron, y


después de Descartes, H u m e , K a n t , Hegel, se
impone, como punto capital en filosofía, la dis-
cusión de los problemas críticos; pero de aquí
no se sigue que éstos h a y a n de ocupar el l u g a r
que corresponde á la ontología. L a metafísica
s e r á siempre la ciencia última de lo r e a l , y abar-
ca en su objeto lo mismo la realidad exterior
al yo, que la percibida por la conciencia; en
cambio, la epistemología (criteriología), que tie-
ne por objeto la certidumbre, es decir, u n a pro-
piedad del conocimiento, no es más que u n a
p a r t e de la psicología, y a fortiori, una p a r t e
m u y limitada de la metafísica (1).
Otra confusión l a m e n t a b l e proviene del sen-
tido que debe atribuirse á los resultados de la
especulación metafísica. ¿El objeto de la meta-
física debe decirse que nos es conocido, ó debe,
al contrario, afirmarse con el agnoticisrao que
es desconocido ó incognoscible?
El objeto de la metafísica es doble: primera-
m e n t e lo constituye el ser concebido sin materia,
es decir, en su generalización más a m p l i a ,
a p a r t e de las propiedades sensibles y de la cuan-
tidad t o m a d a en sentido m a t e m á t i c o ; de este
modo concibe la inteligencia el ser y los atri-
butos que derivan del ser, tales como l a unidad

(1) Entro los a n t i g u o s e s c o l á s t i c o s , la p s i c o l o g i a f i r m a b a parte


de la física ó filosofía de la naturaleza; s u c e s i v a m e n t e la p s i c o l o g í a
b a ido separándose de la física; después, la i d e o l o g í a se d e s p r e n d i ó
d e l a p s i c o l o g í a , y h o y la c r i t e r i o l o g í a ó e p i s t e m o l o g í a n o s ó l o s e
ha constituido en ciencia independiente, sino que tiende á absorber
en p r o v e c h o propio el m o n o p o l i o de l a m e t a f í s i c a .
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS 349

y la multiplicidad, la potencia y el acto; (1) en


segundo lugar, el ser desprovisto realmente de
materia. El ser entendido según el primero de
estos dos modos, a b s t r a y e n d o d e él todo atributo
m a t e r i a l , constituye el objeto de la metafísica
general, y el ser positivamente inmaterial, forma
el contenido de la metafísica especial. Pefo en
ninguna de estas dos acepciones es concebido
el objeto de la metafísica del mismo modo que
los objetos de las ciencias físicas ó m a t e m á t i c a s .
Estos son, en las ciencias físicas, los hechos con-
cretos é imágenes sensibles, y en m a t e m á t i c a s
los c a r a c t e r e s determinados de las figuras y sím-
bolos, los cuales e m b a r a z a n el pensamiento en
metafísica general, impidiéndole p e n e t r a r en el
fondo íntimo de las cosas. Cuanto a l ser positi-
v a m e n t e inmaterial, sólo por vía indirecta puede
ponerse en contacto con la inteligencia h u m a n a .
D e aquí es que, cuando un físico ó matemático
se h a habituado á t o m a r como tipo único del
conocimiento humano el de su ciencia particu-
l a r , fácilmente l l e g a r á á persuadirse de que
cualquiera representación m e n t a l de o t r a natu-
r a l e z a no merece y a el n o m b r e de conocimiento.
El objeto de la metafísica será entonces p a r a él
incognoscible, y lo es, efectivamente, en el sen-
tido, restringido y arbitrario que da al acto de
conocer.

(I) . I l l a s c i e n t i a c s t m á x i m o i n t e l l e c t u a l i s , d i c e S a n t o T o m á s ,
«tuse c i r c a p r i n c i p i a m á x i m e u n i v e r s a l i a v e r s a t u r . Quoe q u i d o u s u n t
e n s , e t e a , qu¡u c o n s e q u u n t u r e n s , u t u n u m e t m u l t a , p o t o u t i a e t
a c t us». In XII Met. Prcemium.
350 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS

V e n d r á después un teórico del conocimiento,


que atribuirá el mismo conocimiento ó el concepto
á un principio efectivo (Verstand), distinto del
(Vernunft) que piensa las ideas metafísicas, y
formulará la conclusión de que las substancias,
el yo, lo absoluto son ideas de la razón, pero que
no son susceptibles de conocimiento'. T a l es el
pensamiento, con ligeras variaciones, de K a n t ,
Spencer, W u n d t y muchos otros. ¿Quiere esto
decir que p a r a dichos filósofos, las substancias,
el yo y Dios sean absolutamente, y en todos los
sentidos posibles de la p a l a b r a , incognoscibles?
N a d a de esto.
No conocemos, es cierto, dice K a n t , las subs-
t a n c i a s , el yo y á Dios, como conocemos los ob-
jetos de experiencia, porque todo objeto de ex-
periencia debe e s t a r condicionado por el espacio
y el tiempo; pero también lo es que no podemos
sustraernos á la necesidad de p e n s a r , que si h a y
u n a serie indefinida posible de fenómenos condi-
cionados, debe h a b e r p a r a la totalidad de estos
fenómenos una condición que por sí misma sea
incondicionada, ó m á s c l a r a m e n t e , un absoluto
que condicione el conjunto de fenómenos de ex-
periencia i n t e r n a , otro p a r a los datos de la expe-
riencia e x t e r n a , y finalmente otro tercer abso-
luto, que condicione todo lo que es condicionado;
estos tres absolutos son el alma, el mundo y
Dios.
«No poseemos de lo absoluto, escribe Spen-
cer, u n a conciencia definida; pero, a u n q u e in-
completos, no son menos reales los conceptos
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS 351

que tenemos de él, en el sentido de que éstos son


modalidades, afecciones n o r m a l e s é indeclina-
bles de la inteligencia» (1). Y t a n persuadido
está el filósofo inglés de no ignorar lo absoluto,
que, a u n declarándole incognoscible, h a c e de
él el súbstratum fundamental de la materia, de
la fuerza, del movimiento y de la conciencia,
afirmándole además único.
El principio de razón suficiente, escribe á su
vez W u n d t , tiene transcendencia universal; y
debido á él podemos legítimamente completar
los datos de la experiencia por medio de elemen-
tos que no e n t r a n en ella, pero que nos obliga á
p e n s a r y utilizar cierta necesidad invencible,
que nos impulsa á relacionar y unificar nuestros
conocimientos.
Se v e , pues, que los maestros de la filosofía
c o n t e m p o r á n e a , no obstante su adhesión y sim-
p a t í a por el positivismo agnóstico, se ven forza-
dos por la necesidad á representarse de alguna
manera el dominio de la metafísica, que por o t r a
p a r t e declaran incognoscible; y en el mero hecho
de discutir sus problemas, es evidente que los
conciben, puesto que nadie puede discutir lo que
de algún modo no se r e p r e s e n t a .
¿Es que h a y en esto contradicción? Creemos
que no. L a distinción por ellos establecida entre
lo cognoscible y lo incognoscible responde en el
fondo, según nuestro sentir, á la antigua distin-
ción escolástica entre las nociones positivas, pro-

(1) V é a s e m á e a r r i b a , p á g . 119.
352' CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

pías, inmediatas, y las que son n a d a más que


negativas, analógicas, transcendentes. Veamos de
justificar esta relación entre el lenguaje del po-
sitivismo agnóstico y el umversalmente em-
pleado en la Escuela. Al efecto, seguiremos la
m a r c h a progresiva del pensamiento, desde la
p r i m e r a noción, la de la substancia, h a s t a la úl-
tima, ó sea de lo absoluto.

Cuando la organización cerebral y la vida de


los sentidos que de ella depende h a n llegado á
su desenvolvimiento n o r m a l , haciendo posible el
comienzo de la vida de la inteligencia, ¿cuál es
el p r i m e r paso del espíritu en esta vida superior,
y qué importancia tiene en el conocimiento hu-
mano? El espíritu no percibe en los primeros mo-
mentos más allá de las manifestaciones acciden-
tales de la materia. Las concibe, es cierto, como
cosas en sí; la resistencia que la m a n o experi-
m e n t a al contacto de los objetos, la luz percibi-
da por la vista, son tenidas como alguna cosa que
ofrece resistencia, como algo que se halla ilumi-
nado, es decir, que se les atribuye el c a r á c t e r
indeterminado de un ser que existe en sí mismo,
aliquid sistens; y el balbuceo vago é indefinido
del niño que aplica el pronombre demostrativo
esto, cela, das, that, á todo lo que se ofrece á sus
sentidos, expresa de un modo claro el c a r á c t e r
que reviste la percepción del primer objeto del
pensamiento. Esta p r i m e r a noción es de un ac-
cidente, pero de un accidente percibido á la ma-
nera de cosa existente por sí, ó de cosa-,en sí. Es
CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS 353

t a m b i é n positiva y propia, ofreciendo los mismos


c a r a c t e r e s que los atributos de unidad, de plu-
ralidad, de acto y de potencia, que son de n o t a r
en el primer principio de la metafísica g e n e r a l .
Pero t a n pronto como de esta noción de cosa
existente p a s a la inteligencia á la de cosa subsis-
tente ó de substancia, realiza entonces procedi-
mientos indirectos de negación y de analogía.
Así, siempre que la realidad nos p r e s e n t a , en un
«complexus» indiviso habitualmente el mismo,
diversos accidentes, a p a r e c e n á la vez habitual-
m e n t e asociadas las sensaciones subjetivas que
responden á los accidentes, y el sujeto que sufre
su acción llega á r e p r e s e n t á r s e l a s como un con-
junto de cosas reales, como un objeto. Espontá-
neamente el espíritu c o m p a r a entre sí los diver-
sos elementos de este objeto, y v e que algunos de
ellos v a n y vienen, a p a r e c e n y d e s a p a r e c e n ,
m i e n t r a s que otros p e r d u r a n y no c a m b i a n en el
objeto; el s e p a r a r y discernir las manifestaciones
v a r i a b l e s , de estas otras que se e n c u e n t r a n in-
v a r i a b l e m e n t e en un número más ó menos consi-
derable de objetos de un tipo genérico de la na-
t u r a l e z a , es el p r i m e r indicio espontáneo del
trabajo que, en lenguaje científico, lleva el nom-
b r e de inducción. Este es, en efecto, el procedi-
miento lógico que s e p a r a mentalmente las pro-
piedades estables de un objeto, de sus accidentes
variables. L a inducción permite así especificar
los seres por sus propiedades, las cuales consti-
tuyen la base de su modo r e g u l a r de acción y
l a ley de su actividad distintiva.

23
S54 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

Sin embargo, u n a observación m á s a t e n t a


nos h a c e v e r que esta misma estabilidad de los
tipos específicos y de sus propiedades distintivas
no es más que relativa. Las reacciones químicas
que todos los días se verifican á la vista del vulgo
en la n a t u r a l e z a , lo mismo que las realizadas por
un sabio en su laboratorio, demuestran la muta-
bilidad esencial de todos los individuos que com-
ponen las especies n a t u r a l e s . L a s propiedades
físicas sufren las mismas variaciones que los
compuestos químicos. «La m a t e r i a se manifiesta
á nosotros por sus propiedades, escribe A r m á n d
Gautier, pero ninguna de éstas p a r e c e pertene-
cería n e c e s a r i a m e n t e . Entre los objetos m a t e r i a -
les, los cambios incesantes de luz. calórico,
electricidad, fuerza mecánica, e t c . , se verifican
comunicando su luz, color, calor, elasticidad y
movimientos que les h a c e sensibles; pero el subs-
tratum de que est¿ín formados los cuerpos ma-
teriales queda siempre insrte, es decir, incapaz
'de e n g e n d r a r por sí mismo ni el movimiento, ni
ninguna otra de las propiedades con que se ma-
nifiestan los cuerpos. La m a t e r i a , ha dicho Clau-
dio B e r n a r d , no engendra los fenómenos que
manifiesta, no h a c e m á s que d a r á estos fenó-
menos las condiciones de su manifestación» (1).
Este «substratum inerte» que la inteligencia
distingue en todos los cuerpos de la n a t u r a l e z a ,
y que ella concibe como preexistente á las pro-

(1) A . G A U T I E K , lievue deí Science» pvres et appliquécs, 1897, n ú -


m e r o 7. p . 291.
CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSIT1V1ST iS 355

piedades, nos h a c e desdoblar el ens sistens ma-


terial de la primera percepción en un sub-jectum,
sub-stratum, sub-stans ( ¡ k o * s í u . s v o v ) de una p a r t e ,
y de otra en accedentia (l-<.w\i.§tf-qv.¿-sj), accidentia;
en una p a l a b r a , en la substancia y en los acci-
dentes.
Ahora bien: ¿cuál es el concepto que nos for-
mamos de la substancia? Sabemos que ella es;
que en la realidad compleja bajo la cual se pre-
senta á nosotros, obra sobre otros cuerpos y so-
bre nosotros mismos; pero fuera de estos atribu-
tos indeterminados de ser y de acción, concebidos
bajo la forma positiva y distintiva, que creemos
convienen á los objetos de la n a t u r a l e z a , ¿qué sa-
bemos de la substancia de los cuerpos en gene-
ral? ¿Y qué sabemos de las diversas substan-
cias de la n a t u r a l e z a ?
Cuando t r a t a m o s de c o m p a r a r y oponer la
substancia á los accidentes, y, á fin de fijar su
constitución íntima, buscamos comprender la
mezcla de estabilidad é instabilidad del cuerpo
m a t e r i a l , p a r e c e como que la realidad positiva
se desvanece; debiéndonos contentar con repre-
sentaciones que nos dicen, no ya lo que son los
objetos y cómo son, sino lo que no son y aquello
en que difieren de lo que conocíamos, según la
realidad.
Pregúntese al más poderoso genio metafísico,
en qué consiste la substancia m a t e r i a l . La subs-
t a n c i a m a t e r i a l , contesta Aristóteles, se com-
pone de dos p a r t e s constitutivas:—la u n a , m a t e -
r i a p r i m e r a , no es ni cualidad ni cuantidad, ni
356 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS

ésto ni aquéllo;—la otra es, por lo q u e la m a t e -


r i a p r i m e r a recibe su actualización, y el cuerpo
su complemento esencial (bKzUyj-w), el principio
de todas sus energías. M una ni otra son conoci-
das tales como son, porque mentalmente sólo
conocemos lo q u e h a sido abstraído de los datos
empíricos; y la experiencia directa no llega á los
componentes en los cuerpos, sino ú n i c a m e n t e
nos ofrece el cuerpo mismo en su ser compuesto.
I m p o r t a poco á nuestro fin, que la teoría
aristotélica de l a m a t e r i a y de la forma se con-
sidere aquí como doctrina bien fundada, ó como
u n a hipótesis a r b i t r a r i a y desprovista de base;
lo que intentamos h a c e r v e r es que, según el
sentir de Aristóteles—y bien sabido es que los
maestros de la metafísica escolástica le h a n se-
guido fielmente d u r a n t e muchos siglos en este
punto,—la inteligencia h u m a n a no posee, sobre
la constitución de la substancia material en gene-
ral, otras nociones que l&snegativas y analógicas.
Por otra p a r t e , las substancias específicas no
son p a r a nosotros m á s q u e cuerpos, que c a r a c -
terizamos por algunas de sus propiedades; luego
también l a s nociones metafísicas, que llegamos á
formar de los diversos tipos específicos de la n a -
t u r a l e z a , son tributarios de la negación y de la
analogía. Luego en algún sentido puede afirmarse
de las substancias materiales, que no son cognos-
cibles, y no lo son efectivamente, de una manera
positiva y según la realidad que encierran. El co-
nocimiento del metafísico es de m u y distinta
n a t u r a l e z a , del que poseen r e s p e c t i v a m e n t e el
CRÍTICA DE LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS 357

físico y el geómetra sobre las modificaciones


sensibles y sobre la cuantidad.
En cuanto al conocimiento de los seres inma-
teriales, se subordina á su vez al de las cosas
materiales. De las nociones que poseemos a c e r c a
d é l a n a t u r a l e z a del espíritu y del Ser divino,
unas son positivas y otras n e g a t i v a s . Pero todo
el contenido positivo de las p r i m e r a s es t o m a d o
de la experiencia sensible, sea e x t e r n a ó inter-
n a , y por t a n t o , no siendo incompatible con l a s
condiciones de la existencia m a t e r i a l , no p u e d e
e n t r a r como c a r á c t e r distintivo en la definición
del espíritu; sólo, por consiguiente, la negación
podrá t r a z a r la línea divisoria entre el mundo
sensible y el dominio de lo i n m a t e r i a l .
Reúnanse todas las perfecciones que en vir-
tud del principio de causalidad deben a t r i b u i r s e
al Autor y p r i m e r principio del universo, colee-.
tiva lo mismo que distributivamente pueden
atribuirse, sin contradicción intrínseca, á un ser
que no t r a s p a s a r a las proporciones de lo finito;
luego, ni solas ni en conjunto forman por sí
mismas un c a r á c t e r positivo que pertenezca ex-
clusivamente al Ser divino. P a r a p e n s a r un con-
cepto distintivo del Ser divino, es necesario que
la razón a ñ a d a que las perfecciones c r e a d a s ,
las m á s p u r a s , deben atribuirse al Ser necesario
de manera distinta de como pueden convenir á
los seres contingentes. Es necesario, en efecto,
que estas perfecciones se confundan en u n a uni-
dad t r a n s c e n d e n t e , en u n a superexcelencia que
r e e m p l a c e á todas las conocidas, y mientras q u e
358 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

aquéllas piden un sujeto susceptible de existir,


á la superexcelencia del Ser divino le es esencial
el existir. Ahora bien: la inteligencia h u m a n a
no posee noción alguna positiva de esta super-
excelencia, en la cual sería contradictorio el
concebirla en el estado de p u r a posibilidad. Es,
pues, rigurosamente exacto, bajo las r e s e r v a s
hechas anteriormente, el calificar lo absoluto
de incognoscible; «la perfección del conocimiento
de Dios, observa con penetración Santo Tomás,
consiste en conocer que p e r m a n e c e descono-
cido» (1).
Es muy cierto, que g r a n número de a d v e r s a -
rios de la metafísica rompen lanzas contra ella,
engañados por los equívocos que hemos tratado
de disipar. L a metafísica es p a r a ellos un siste-
m a de concepciones subjetivas, e x t r a ñ a s á los
métodos científicos; su objeto le creen inaccesi-
ble, porque la inteligencia no le concibe con la
misma perfección y por el mismo procedimiento

(1) « S e c u n d u m h o c (a D I O N Y S T O , Myst. thcol. c. J , § 3) d i c i m u r i n


fide riostras c o g n i t i o n i s D e u m t a r a q u a m i g n o t u m c o g n o s c e r e , q u i a
tune, m á x i m e m e n s i n D e i c o g n i t i o n e p e r f e c t i s s i m e i i w e n i t u r , q u a n d o
a g n o s e i t . e j u s e s s e n t i a m e s s e s u p r a o u i n e id, q u o d a p r e h e n d e r é p o t e s t
i n s t a t u h u j u s vitse.» S. T h o m a s , i n Boeth. de Trin., proosm. q. I . a. 2.
a d 1. * S u c c u m b a t h u m a n a i n í i r m i t a s glorian D e i . . . L a b o r c i n u s s e n s u
h a í r e a m u s i n g e n i o , d e f l e i a m u s o l o q u i o : l i o n u m e s t ut n o l i i s p a r u m s i t ,
q u o d e t i a m r e c t e d e D o m i n i m a j e s t a t e s e u t i m u s . » Uerm. I I S. Leonit
Papal de Pass. Dora.
E l a n á l i s i s q u e p r e c e d e d a la c l a v e , en n u e s t r o s e n t i r , p a r a e x p l i -
c a r l a s a n t i n o m i a s q u e S p e n c e r h a c r e í d o e n c o n t r a r e n la n o c i ó n d e
l o a b s o l u t o . (.Véanse p á g s . 113 y s i g u i e n t e s . ) P a r a el p s i c ó l o g o i n g l é s ,
conocer q u i e r e d e c i r c o n o c e r la e s e n c i a i n d i v i d u a l ó e s p e c í f i c a d e u n
Bér p o r m e d i o d e c o n c e p t o s p o s i t i v o s y p r o p i o s . L o q u e n o s e s c o n o -
cido nada más que por vía de n e g a c i ó n y a n a l o g í a , equivale á sus o j o s
á lo d e s c o n o c i d o .
CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS 359

con que conoce el objeto de las ciencias físicas


y m a t e m á t i c a s . H a y aquí dos equívocos, que
d a n lugar á interpretaciones erróneas, según
hemos hecho ver; de consiguiente, podemos con-
cluir, que los dos argumentos generales invoca-
dos por el agnosticismo p a r a n e g a r la posibilidad
de la metafísica caen en falso.

H a y otro a r g u m e n t o , que los positivistas tie-


nen siempre en la boca, y que se dirige más in-
m e d i a t a m e n t e á combatir la metafísica especial
ó psicología racional. El positivismo se h a pro-
puesto arrojar del c a m p o de la ciencia psicoló-
gica el a l m a , el yo y las facultades, considerán-
dolas como otras t a n t a s entidades v a n a s é imagi-
n a r i a s , á que se ha convenido en dar el nombre
de entidades «escolásticas». Cuando más allá de
los hechos conscientes pone la psicología un yo
substancial con sus facultades, ¿no equivale esto,
dicen, á lomar p a l a b r a s por realidades? Comen-
zamos por v a c i a r la substancia de su realidad,
es decir, de sus a c t o s , escribe T a i n e , y «por
una ilusión de óptica, creamos u n a substancia
v a c í a , qüc es el yo concebido por sí mismo» (1).
En realidad, «el yo es la t r a m a de fenómenos,
sin que contenga e n . s í n a d a , fuera de estos
fenómenos y sus relaciones». Del mismo modo,
«las fuerzas, facultades ó potencias no son más
queposibilidades p e r m a n e n t e s defenómenos» (2).

( 1 ) T A I N E , De VIntclUgence, I , pá¡r. 3 1 5 .
(2) « L a s f u e r z a s , f a c u l t a d e s ó p o t e n c i a s q u e p e r t e n e c e n á la t r a m a
c o n s t i t u t i v a de un ser no son, pues, otra cosa que la propiedad que
360 CRÍTICA D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

Taine atribuye aquí á los metafísicos doctri-


n a s que ellos mismos son los primeros en repu-
diar. No se pretende, en efecto, que la concien-
cia perciba, en momento alguno de nuestra exis-
tencia, un yo vacío de<f enómenos ó potencias sin
actos; el yo substancial no es cognoscible m á s
que en el ejercicio de sus facultades, ni éstas lo
son tampoco más que en sus actos. Estas afir-
maciones se refieren al orden lógico. Pero el «en-
lace» ontológico de los fenómenos, que T a i n e
supone ser no u n a serie discontinua sino u n a
«trama», y el derecho de afirmar que un solo
yo, que «este ser» siente, imagina, piensa y
quiere en momentos diferentes, ¿no r e c l a m a n
uno ó muchos sujetos realmente distintos de los
actos que producen y por los cuales se r e v e l a n
al espíritu, uno ó muchos sujetos preexistentes
á los actos fugitivos, y que p e r d u r a n después
que estos actos h a n desaparecido?—No, dice Tai-
ne; tal sujeto ó sujetos no son más que la «posi-
bilidad p e r m a n e n t e de fenómenos».
Examinemos lo que pueda ser esta posibili-
dad de fenómenos. Puede significarse con esto
u n a posibilidad lógica; negativa, intrínseca, ó
también una posibilidad real, positiva, extrínse-
ca. L a p r i m e r a no es más que la ausencia de

u n f e n ó m e n o c u a l q u i e r a d e la s e r i e t i e n e d e i r s e g u i d o c o n s t a n t e -
m e n t e , dadas ciertas c o n d i c i o n e s e x t e r n a s ó internas, de otro fenó-
m e n o interno ó externo. N o h a y , por consiguiente, en la trama otra
realidad, fuera de los fenómenos y los enlaces m á s ó m e n o s lejanos
q u e e l l o s t i e n e n e n t r e sí ó c o n l o s h e c h o s e x t e r n o s ; y e l y o , q u e e s
la trama, no contiene nada sino son estos fenómenos y sus relacio-
n e s . » T A I N E . Obr. cit., pág. 346.
C R Í T I C A D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS 361

contradicción entre los diversos elementos de


un mismo concepto: t a l sería, por ejemplo, la
posibilidad de u n a multitud infinita. El concep-
to de multitud infinita es posible (posibilidad
lógica), puesto que el objeto del concepto no
es imposible (posibilidad negativa), siendo como
son sus elementos compatibles e n t r e sí (posibili-
dad intrínseca).
L a segunda posibilidad presupone la pri-
m e r a , pero requiere a d e m á s la existencia de u n a
causa c a p a z de realizar lo que sólo e r a intrínse-
camente posible. L a posibilidad así entendida se
a p o y a sobre u n a realidad (posibilidad real),
existente fuera del objeto intrínsecamente posi-
ble (posibilidad extrínseca), y dotada de lo nece-
sario p a r a hacer p a s a r del orden ideal al de las
existencias, l o q u e se supone no ser más que in-
trínsecamente posible.
. ¿Se quiere, ahora, decir, que el yo y sus facul-
tades son las posibilidades p e r m a n e n t e s reales,
positivas, de nuestros actos sucesivos, y la ra-
zón explicativa de sus relaciones constantes en
la t r a m a de n u e s t r a v i d a psicológica? Es preci-
samente lo que afirmamos nosotros. Pero, pre-
tender que el yo y sus facultades sean posibili-
d a d e s lógicas, negativas, intrínsecas; afirmar q u e
«la noción de hecho ó fenómeno es lo único que
corresponde á objetos reales» (1), y sostener que
u n a simple posibilidad lógica, es decir, n a d a
r e a l y existente, pueda ser la razón de un enlace

(1) Ibid., p . 350.


362 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS

constante real, esto es sencillamente p a g a r s e de


p a l a b r a s (1). «De un gancho clavado en el muro,
dice Taine repitiendo la frase de un inglés, no
puede suspenderse más que u n a c a d e n a que esté
c l a v a d a en el muro.» Sin d ú d a l a sabiduría ingle-
sa, replica con cierta g r a c i a De G r a e n e , no debe
de servir más que al positivismo. El clavo sería
aquí l a realidad del yo y de sus facultades, y l a
c a d e n a suspendida del clavo los hechos que nos
ponen á la vista la actividad del uno y de las
o t r a s . Si se quiere que estos hechos sean una
cosa semejante á «la c a d e n a pendiente del
muro», deberá admitirse que la realidad de que
dependen es también una cosa real, como el
clavo fijo en el muro» (2). L a «posibilidad per-
m a n e n t e de sensaciones» no tiene, pues, sentido
alguno, si no se supone algo real dotado de cier-
t a cualidad necesaria p a r a producir las sensa-
ciones.

Si, pues, el positivismo no se halla justificado


por razón alguna, sigúese c l a r a m e n t e que la tan
desacreditada metafísica es posible.

( 1 ) «¿Cual e s , p r e g u n t a M a x M u l l c r , l a n a t u r a l e z a d e p a l a b r a s ta-
le» c o m o p o s i b i l i d a d ? S i g n i f i c a n c l a r a m e n t e u n a c u a l i d a d , y d e c o n -
s i g u i e n t e , u n a c u a l i d a d do a l g u n a c o s a . C u a n d o d e u n a c o s a d e c i m o s
q u e e s r e a l i z a b l e , d a m o s A e n t e n d e r q u e p u e d e sor h e c h a ; c u a n d o d e -
c i m o s que una c o s a es d e s t r u c t i b l e , queremos significar q u e puede
s e r d e s t r u i d a . S i , a d e m a s , n o s v e n o s p r e c i s a d o s ¡1 h a b l a r d e m u c h a s
cosas realizables ó destructibles, nuestra lengua nos ofrece el medio
de formar n u e v o s s u b s t a n t i v o s de estos adjetivos, y de hablar sobre
la realizabilidad, la destructihilidad, la posibilidad de las cosas.»
Science of tiwught, L o n d o n , 1 8 8 7 , p. 2 4 8 .
( 2 ) D E G U A E N E , De la spirituálité de l'&me, p . 3 0 1 .
C R Í T I C A D E LOS P R I N C I P I A S POSITIVISTAS 3G3

De los actos percibidos en la conciencia y


c u y a s manifestaciones exteriores se p r e s e n t a n
á la observación, es lógico r e m o n t a r á las facul-
tades, y de éstas al sujeto substancial que obra
por medio de ellas; la diversidad de actos nos
fuerza á afirmar la diversidad de facultades, de
las cuales u n a s son materiales y otras inmate-
riales; luego el sujeto que las posee debe ser ma-
teria y espíritu; es preciso, a d e m á s , que este su-
jeto sea uno, porque todas las manifestaciones
de la vida que la psicología estudia en el hom-
bre, están en relación de dependencia unas de
otras, y acusan un mismo principio fundamen-
tal: luego la m a t e r i a y el a l m a inmaterial for-
man un solo compuesto substancial, el hombre.
Bien conocida es la interpretación aristotéli-
ca y escolástica de la unión substancial del cuer-
po y del alma; el cuerpo por sí mismo no es más
que u n a potencia, pero no una potencia lógica de
forma que en el orden ontológico sea p u r a n a d a ,
sino u n a potencia real; el acto de la m a t e r i a del
compuesto humano es el a l m a inmaterial, forma
substancial del hombre, y, según la doctrina t a n
enérgicamente defendida por Santo T o m á s , for-
ma substancial ú n i c a de todo el ser humano.
Y si, ampliando el c a m p o de la metafísica,
se t r a t a de referir el hombre y los seres que le
rodean á una unidad superior, á fin de construir
el edificio, uno, completo, inquebrantable, del
saber (1), de modo que llegue por sí solo á cons-
( 1 ) L a m e t a f í s i c a n o e s en d e f i n i t i v a o t r a c o s a a u e el c o r o n a m i e n t o
d e l s a b e r ; y p o d r í a : i n t e t i z a r . - e e n la f r a s e e x p r e s i v a d e A r i s t ó t e l e s :
364 CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS

tituir un sistema, 3 Ú 3 T 7 ¡ u , a , según la enérgica con-


cisión de la p a l a b r a griega (1), nos conducirá l a
lógica á las conclusiones siguientes:
El hombre y los seres exteriores son contin-
gentes, lo c u a l significa q u e la esencia d e nin-
guno de ellos implica la existencia; y , puesto
que el hombre y los seres existen, luego h a y u n a
causa que les h a hecho existir. P e r o u n a c a u s a
contingente no podría r e s o l v e r por sí misma, y
f u n d a m e n t a l m e n t e , el p r o b l e m a de las existen-
cias, atendido que t a m b i é n ella por su p a r t e
exige otra c a u s a . Luego forzosamente h a b r á de
existir p a r a las c a u s a s contingentes u n a c a u s a
que no sea en sí misma contingente, sino necesa-
ria, es decir, tal que en ella la esencia se iden-
tifique con la existencia. Luego á nombre de la
experiencia es como afirmamos la existencia de
un Ser necesario; la r a z ó n obliga, en efecto, á

Scire omnia máxime. D e b e m o s citar á este propósito uo notable traba-


j o d e l P. L e m i n s i u t i t u l a d o Saggio sintético delta metafísica di S. Tom-
maso d'Aqitino, p u b l i c a d o e n la Accademia romana di san Tommaso.
«¿Eu q u e c o n s i s t e , s e p r e g u u t a L e m i u s , et c o n o c i m i e u t o p e r f e c t o ? N o e s
m a s q u e el c o n o c i m i e n t o d i s t i n t o y c i e r t o d e u n a v e r d a d a d e c u a d a . . .
P a r a que el c o n o c i m i e n t o sea perfecto, es preciso q u e lo v e r d a d e r o
s e a p e r f e c t o y p e r f e c t a s u p o s e s i ó n ; y c o m o , por o t r a p a r t e , l a i n t e l i -
g e n c i a p o s e e el o b j e t o de dos m o d o s , por a p r e h e n s i ó n y por j u i c i o ,
l a a p r e h e n s i ó n y el j u i c i o d e b e r á n s e r i g u a l m e n t e p e r f e c t o s . L a v e r -
dad es perfecta si es a d e c u a d a , la a p r e h e n s i ó n es p e r f e c t a si es dis-
t i n c a , y el j u i c i o e s p e r f e c t o si e s f u n d a d o ; e s , p o r c o n s i g u i e n t e , m u y
j u s t a esta definición del c o n o c ' m i e n t o perfecto: el c o n o c i m i e u t o dis-
tinto y fuudado de u n í verdad adecuada. Y esto os, precisamente, lo
q u e e x p r e s a A r i s t ó t e l e s en f r a s e e n é r g i c a y c o n c i s a : *Scire omnia
máxime, omnia c o n r e l a c i ó n a l a s p e c t o o b j e t i v o , y máxime a l s u b -
j e t i v o . » Obra cit., p . 1 8 , 1 .
(1) S o b r e l a s c o n d i c i o n e n d e s i s t e m a t i z a c i ó n d e l a c i e n c i a , véase
T I B E R G H I E N , Introduction d la philosophie et préparation d la méta-
physique. B r u x e l l e s . M a y ó l e s , 1880.
C R Í T I C A D E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS 365

o p t a r ó por la afirmación de la existencia de


Dios, ó por la afirmación de u n a contradicción
esencial en el seno mismo del ser contingente,
c u y a existencia afirmamos.
Por lo demás, la unidad de orden que el uni-
verso realiza, la finalidad i n m a n e n t e en c a d a
u n a de las substancias c r e a d a s , y la ley de su-
bordinación de los fines tanto del orden moral
como del orden físico á un fin supremo, condu-
cen á la razón á afirmar que el Ser necesario,
Inteligencia y Voluntad, autor del universo crea-
do, es la suprema sabiduría y el supremo a m o r .
El análisis del concepto de ser necesario nos
lleva él sólo á la conclusión de que Dios es uno,
perfecto, infinito.
Tal es, reducida á sus conceptos los más sim-
ples, la metafísica tradicional, considerada en
relación con los seres que más a r r i b a hemos lla-
mado positivamente inmateriales, es decir, en re-
lación con el a l m a h u m a n a y Dios.
¿Y á esta metafísica tradicional, qué es lo
que opone la filosofía moderna? Porque es lo
cierto, y todos los días lo presenciamos aunque
p a r e z c a una contradicción ridicula, que después
de mucho g r i t a r contra la metafísica, de repetir
que está en conflicto con la ciencia, y de procla-
m a r l a imposible ó estéril, no se e n c o n t r a r á un
pensador, aun entre los que se h a n propuesto
desacreditarla, que t a r d e ó temprano no elabore
l a suya.
En psicología existe, según se h a visto, la
tendencia bien m a r c a d a á reproducir la teoría
366 CRÍTICA B E LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

del paralelismo. Y hemos dicho reproducir, por-


que de hecho el y u x t a p o n e r el movimiento y el
pensamiento, el cuerpo y el a l m a en dos series
p a r a l e l a s , ¿es acaso otra cosa que plantear el
problema que se t r a t a de resolver? Y cuando se
supone que en la base desconocida de los fenó-
menos h a y una substancia única, análoga- á lo
que imaginó Spinoza, con la extensión (extenúo)
y el pensamiento (cogitatio) por atributos, ¿qué
se h a c e sino buscar la solución del mismo en una
realidad a r b i t r a r i a m e n t e supuesta, después de
h a b e r reconocido la imposibilidad de resolverle
en la esfera de los objetos conocidos?
La metafísica del pensamiento contemporá-
neo a c e r c a de la filosofía de la n a t u r a l e z a , puede
resumirse, a p a r t o diferencias de detalle, en es-
tas dos teorías: el monismo y el evolucionismo; el
monismo ó la unidad de composición de los se-
res; el evolucionismo ó unidad de origen en todos
ellos, mediante la acumulación indefinida de mo-
dificaciones graduales. La unidad de origen fun-
d a d a en el proceso evolutivo es," por otra p a r t e ,
el corolario necesario de la unidad de n a t u r a -
leza ó de composición de los seres del universo.
Pero, ¿y en virtud de qué experiencia ó de
qué principio es afirmada semejante unidad de
composición? A nombre de ninguno; es tan sólo
u n a suposición a prior i. Si el monismo conquista
las preferencias de H. Spencer, de F o u ü l é e , de
W u n d t , de Paulsen, de Ziehen, de Hoffding, d e '
Ebbinghaus ó de otros, sobre el dualismo, esto no
significa que la n a t u r a l e z a se acomode á esta
CRÍTICA D E LOS P R I N C I P I O S POSITIVISTAS 367

preferencia, ni h a y a razón positiva que lo jus-


tifique. ¿Qué contradicción h a y en la suposición
c o n t r a r i a de que dos ó varios elementos, ó fuer-
zas, ó factores sean r e c í p r o c a m e n t e irreducti-
bles? Absolutamente ninguna (1).
Y en cuanto á Ja evolución, ¿se afirma esta
hipótesis en nombre de los hechos ó en nombre
de los principios? El profesor de la Sorbona,
Ivés Delage, propone e x p r e s a m e n t e y sin rodeos
esta cuestión en su g r a n d e obra, La structure du
protoplasma et les theories sur l'hérédité, y con-
testa en estos términos bien significativos:
«Yo doy de la r a z a — t o m a d a esta p a l a b r a en
su acepción más a m p l i a — u n a definición que im-
plica la descendencia (evolución), y se me pre-
g u n t a r á con qué derecho la empleo, sin h a b e r
antes justificado este derecho. Confieso ingenua-
mente que nunca he visto á una especie engen-
d r a r á otra ni transformarse en otra, y que
tampoco existe observación indiscutible y for-
mal por la cual pueda demostrarse que esto h a y a
tenido n u n c a l u g a r . Hablo aquí de u n a v e r d a -
dera especie, fija como las especies n a t u r a l e s , y
viviendo como ellas sin la intervención artifi-
ciosa del h o m b r e . Y si esto debe decirse de las
especies, con m u c h a m a y o r r a z ó n es v e r d a d de
los géneros.
»Yo considero, no obstante, la descendencia
t a n cierta como si estuviera objetivamente de-

(1) V é a s e s o l i r e e s t e p u n t o u n a h e r m o s a p á g i n a d e A . D E M A B -
G E H I E , e n l o s Annales dcphil. chrét. K o u v . s é r i e , t. X X X V , n ú m . 2,
p . 1 7 8 . La philosophie de M. Fouillée.
368 CRÍTICA DE LOS PRINCIPIOS POSITIVISTAS

m o s t r a d a , porque fuera de ella no h a y otras hi-


pótesis posibles que la de la generación espon-
t á n e a de todas las especies h a s t a las superiores,
y la de la creación por un acto del poder divino.
Pero estas hipótesis son t a n extra-científicas la
una como la otra, y por eso no nos detendremos
á discutirlas.»
Estas líneas v a n seguidas de esta franca de-
claración:
En las líneas que a c a b a n de leerse «empleo
la p r i m e r a persona> p a r a mostrar que expreso
mis juicios personales y no los de los transfor-
mistas, muchos de los cuales se e s c a n d a l i z a r á n
al leer esta declaración. Estoy, sin embargo, ab-
solutamente convencido de que el ser ó no t r a n s -
formista no procede de razones s a c a d a s de la His-
toria N a t u r a l , sino que se funda exclusivamente
en opiniones filosóficas.
»Si hubiera alguna otra hipótesis científica
distinta ue la descendencia p a r a explicar el ori-
gen de las especies, serían numerosos los t r a n s -
formistas que abandonasen su opinión actual
como insuficientemente demostrada» (1).
Hemos transcrito los párrafos anteriores, por-
que proceden de un hombre á quien se reconoce
competencia excepcional en las ciencias n a t u r a -
les. Y si el transformismo de las especies orgá-
nicas es presentado como una simple suposición
sin p r u e b a que le justifique, a fortiori la evolu-

(1) Obra cit. P a r í s , K e i m v a l d , 1895, \>. 184.


CRÍTICA D B L I S PRINCIPIOS POSITIVISTAS 360

ción en general no tiene otro valor que el de


m e r a hipótesis.
Y he aquí cómo la filosofía monista y evolu-
cionista, después de tanto combatir la metafísica
tradicional, tachándola de construcción subje-
t i v a y c a d u c a , después de h a b e r proclamado la
necesidad de sustituirla por u n a filosofía sólida-
m e n t e b a s a d a en los hechos, es decir, por una
filosofía «científica», se encuentra al fin con que
n o puede invocar en favor de la unidad de natu-
r a l e z a de los seres del universo y de la evolu-
lución, más que preferencias filosóficas pura-
mente subjetivas, y suposiciones.
Hablando de Schelling, escribía Trendelen-
burg en 1870 lo siguiente: «Si esta inteligencia
poderosa hubiera elegido como maestro princi-
p a l , no á Fichte p a r a desde él r e m o n t a r á K a n t ,
á Spinoza y á otros semejantes, sino á Aristóte-
les, Alemania hubiera presenciado el adveni-
miento de ideas bien distintas, y h a b r í a visto la
realización de una obra algo más g r a n d e , m á s
sólida y más fecunda. Cuánta v e r d a d es que no
s e debe cortar la tradición de los g r a n d e s pensa-
dores de la humanidad.»
«Tiempo es y a , concluye el sabio promove-
dor del aristotelismo en Alemania, de r e n u n c i a r
á este prejuicio tan común entre nosotros, según
el cual, aún no se ha encontrado un principio
nuevo p a r a la filosofía de lo porvenir. Este prin-
cipio lo poseemos; y reside en la concepción or-
g á n i c a de las cosas, que tiene su origen en
Platón y en Aristóteles, cuyos principios y p a r -
24
370 CRÍTICA D E LOS PR1NGIPIOS POSITIVISTAS

tes orgánicos debieran profundizarse m á s y m á s


por la meditación, mientras que de otra p a r t e el
comercio p e r m a n e n t e con las ciencias de obser-
vación debiera contribuir á desenvolverla y per-
feccionarla» (1).
En esta concepción aristotélica es donde prin-
cipalmente se inspira el neo-tomismo.

(Ii A D . '1 K E N D E L E N B L K G , Loyische Untersuchungen, 8tte. Aufl


V o r w o r t , S. I X .
CAPITULO VIII

El Neo-tomismo.

D u r a n t e los tres últimos siglos, h a venido co-


rriendo muy g e n e r a l y v a l e d e r a la opinión de
que, después de la decadencia de la escuelas de
la Grecia h a s t a la publicación del Discurso del
Método, h a b í a quedado muerto el pensamiento
filosófico, sin producir n a d a que con justicia
mereciese fijar la atención de los filósofos. L a
escolástica e r a tenida d u r a n t e esa época gene-
r a l m e n t e como una especie de parodia burlesca
de l a s a ñ a filosofía; y no h a n faltado historiado-
res que, como á tal, la h a y a n despreciado sin
escrúpulo. L a Revolución francesa fué como u n a
violenta sanción, que puso el sello á esta im-
popularidad universal, ante la cual p a r e c i e r o n
abismarse en el olvido las más g r a n d e s y h e r -
mosas obras, dignas de admiración y de inmor-
tal respeto. Hoy, debido á los numerosos y con-
cienzudos trabajos hechos con espíritu sereno é
independiente, e n t r e los cuales debemos citar
por su importancia en el dominio de la filosofía,
los de H a u r é a u , Ehrle, Denifle, Baümker, Pica-
372 EL NEO-TOMISMO

vet, D e Wulf y otros muelios; y g r a c i a s también


á la inconsistencia y á las incertidumbres del
pensamiento moderno, que r e c l a m a n c a d a vez
m á s imperiosamente la necesidad de u n a orien-
tación definitiva, se estudia con más a r d o r y se
a p r e c i a con m á s justicia la g r a n d e y sólida t r a -
dición de la Escuela.
Hoy se conviene y a g e n e r a l m e n t e , en que la
Edad Media, en su conjunto, no fué época de es-
terilidad, y en que no es merecedora del descré-
dito acumulado sobre ella por los siglos que nos
h a n precedido; en p a r t i c u l a r , se reconoce en los
siglos x i n y xiv u n a e r a de g r a n fecundidad,
en que florecieron las síntesis filosóficas más
v a r i a d a s , vigorosos renacimientos del pensa-
miento de Platón, de San Agustín, de los P a d r e s
de la Iglesia, lo mismo que del aristotelismo
al cual dieron n u e v a vida, infundiéndole savia
nueva.
A p a r t i r del siglo x v , es v e r d a d , la escolás-
tica comienza á decaer. Se d e b a t í a n l o s intereses
de la filosofía ante, un siglo de h u m a n i s t a s , que
j u z g a b a n el lenguaje escolástico como una j e r g a
incorrecta y b á r b a r a ; y como consecuencia in-
evitable, a l c a n z a r o n también al fondo de la doc-
t r i n a los a t a q u e s y las b u r l a s q u e se dirigían á
su expresión.
El Renacimiento, que entonces c o m e n z a b a á
r e s t a u r a r el culto de l a s letras p a g a n a s , hizo re-
vivir al mismo tiempo las filosofías de la Grecia
antigua; y, á m e d i d a que a p a r e c í a n y se multi-
plicaban los partidarios de las escuelas neo-pi-
EL NKO-TDMISMO 373

tagóriea y neo-platóniéa, ó los adeptos del nuevo


aristotelismo y del nuevo estoicismo, a u m e n t a b a
también el número de los adversarios de la esco-
lástica decadente.
Por otra p a r t e , á medida que se había ido
alejando la época de los grandes maestros P e d r o
Lombardo, Alejandro de Hales, Alberto el Gran-
de, Tomás de Aquino, los herederos y continua-
dores de su obra se entregaron á controversias
secundarias y sutiles, haciendo solidaria á la
metafísica de estos maestros, de las teorías físi-
c a s ó cosmogónicas sin c a r á c t e r científico, lo
mismo que de t a n t a s opiniones a r b i t r a r i a s y
conjeturales, de las cuales había sabido muy
bien g u a r d a r s e el genio de Santo Tomás (1). Así
que no tiene n a d a de e x t r a ñ o que la ciencia ex-
perimental, rodeada de todo el prestigio que le

(1) B i e n c o n o c i d o e s el t e x t o en q u e S a n t o T o m á s p o n e e n d u d a el
v a l o r de c i e r t a s s u p o s i c i o n e s a d m i t i d a s por A r i s t ó t e l e s , c o n el o b j e t o
de explicar las irregularidades a p a r e n t e s del m o v i m i e n t o de los pla-
netas: > Astroloirorum s u p p o s i t i o n e s — d i c e el D o c t o r A n g é l i c o — q u a s
invenerunt, non est necessarium esse veras. Licet enim talibus sup-
positionibus factis appareant s o l v e r e , non tamen oportet dicere,
h a s s u p p o s i t i o n e s e s s e v e r a s , quia forte secundum alium modum non-
dum al> kominibus comprehension, apparentia circa Stellas salvatur.
Aristóteles tamen utitiir hujusmodi suppositionibus ad qualitatem mo-
tuum tanquam veris.* ( D e C03Í0 e t m u n d o , l i b . II, l e c t . 17,. I a m b i é n
Alberto el Grande hacia restricciones á sus e n s e ñ a n z a s en h i s t o r i a
natural: «Earum q u a s poneinus (seutf.ntias), q u a s d a m q u i d e m ipsi
n o s e x p e r i m e n t o p r o b a v i m u s , q u a s d a m a u t e m referimus ex dictis eo-
r u m , q u o s c o m p e r i m u s non de facili a l i q u a dicere, nisi probata per
e x p e r i m e n t u m Experimantum eni/n solum certificat in talibus, eo
quod de tam particular ib as naturis sullogismus haberi non potest.*
D e V e g e t a b i l e d . J a i i u n y Y , I . u g d u n i , 1 ii5i, p á g . 430.) V i d e , D o c t o r
Cari P o r a i g , Ueber did philosophische Bedeutuny von Schulbüchern.
P h i l . J a h r b . 1891, p á g i n a s 4U6 y 407.
374 EL. NEO-TOMISMO

dieron descubrimientos inesperados, eclipsara


u n a doctrina t a n torpemente m a n t e n i d a (1).
Se h a exagerado m u c h a s veces, preciso es
decirlo, esta decadencia de la Escuela al h a c e r l a
general. Si el siglo x v es p a r a la escolástica u n a
época de decadencia, no faltan, sin e m b a r g o ,
herederos que mantienen fielmente la g r a n tra-
dición doctrinal. A este siglo pertenecen nom-
bres tan ilustres como los de Capreolo, llamado
el príncipe de los tomistas; Silvestre F e r r a r i e n -
se, comentador el m á s apreciado de la Suma
contra los gentiles; Gersón, el célebre canciller
de la Universidad de París; Dionisio el Cartuja-
no, y sobre todo, Tomás del Vio, llamado el Ca-
yetano.
En los siglos x v i y xvii brillaron: la escuela
dominicana de S a l a m a n c a , Francisco de Vitoria
y sus discípulos Domingo Soto y Medina; los
teólogos y filósofos de la Compañía de Jesús,
p a r t i c u l a r m e n t e Gabriel Vázquez, Suárez, los

(1) L a l u c h a e n t r e l o s c o p e r n i c a n o s y l o s p a r t i d a r i o s fieles d e
A r i s t ó t e l e s y d e l ' t o l o m e o o f r e c e , r e s p e c t o al a s u n t o q u e a q u í n o s
ocupa, una i m p o r t a n c i a capital. La é p o c a de m a y o r e x c i t a c i ó n fué,
s o b r e t o d o , la p r i m e r a m i t a d d e l s i g l o x v i i , á c o n s e c u e n c i a d e l o s
célebies descubrimientos astronómicos de Galileo. Estos arruinaban
las ideas aristotélicas sobre la incorruptibilidad, inmutabilidad in-
trínseca é inalterabilidad de los cuerpos celestes, sobre l a i n m o v i l i d a d
a b s o l u t a d e n u e s t r o g l o b o , e t c . . De o t r a p a r t e , l o s p e r i p a t é t i c o s d e -
f e n d í a n la a u t o r i d a d d e l e s t a g i r i t a , r e c u s a n d o l a s p r u e b a s c o n t r a r i a s
que muchas veces no eran decisivas; m u c h o s de entre ellos, decía
G a l i l e o , - m i s b i e n q u e i n t r o d u c i r a l g u n a a l t e r a c i ó n en el c i 'lo d e
A r i s t ó t e l e s , s e e m p e ñ a n p e r t i n a z m e n t e en n e g a r l a s q u e v e n en el
c e l o d e la n a t u r a l e z a . - C o n v i e n e l e e r , s o b r e l a s p e r i p e c i a s d e e s t a
l u c h a en H é l g i c a , la o b r a d e l D r . G. M O N C H A M P , Galilée, et la Bel-
gique, S a i n t - T r o n d , 1892. - V . S. T H O M A S , De coeln et mundo, espe-
c i a l m e n t e I, l e c t . 6 y 7.
EL NEO-TOMISMO 375

profesores del Colegio de Coimbra; el Colegio de


Carmelitas de Alcalá, J u a n de Santo Tomás:
todos ellos se inspiraron constantemente en
Aristóteles y en el Doctor Angélico; m á s t a r d e ,
Fenelón, Bosuet y h a s t a Leibniz recibieron la
influencia poderosa de Santo Tomás, si bien su
filosofía ofrece y a un c a r á c t e r ecléctico.
D u r a n t e el siglo XVIII, no queda interrum-
pida la tradición escolástica, pero no t r a s p a s a
los umbrales de los monasterios, en cuyos claus-
tros silenciosos se había refugiado; mientras
tanto que sigue libremente su curso el pensa-
miento de los innovadores, sin que la tradición
h a g a n a d a por detener la corriente, ni por cana-
lizarla. Al concluir el siglo, no encuentran qué
oponer los filósofos cristianos al sensualismo
francés é inglés y á la influencia lenta del cri-
ticismo a l e m á n , si no es un espiritualismo vago é
inconsistente, inspirado por Descartes. Bonald,
Bautain y L a m e n n a i s se dieron cuenta, con r a -
zón, de la debilidad de este espiritualismo, pero
estuvieron poco felices en sus t e n t a t i v a s de re-
novación filosófica. El fideísmo y el tradiciona-
lismo fué la base que eligieron p a r a afianzar su
filosofía, y la Iglesia r o m a n a , más cuidadosa de
m a n t e n e r la v e r d a d que de acceder á las pre-
tensiones de sus amigos—magia árnica varitas—,
no dudó en condenar estos sistemas.
Entonces los filósofos cristianos se echaron
e n brazos del espiritualismo clásico (cartesiano),
y p a r a darle n u e v a vida, les pareció bien pedir
inspiración á Malebranche, creyendo e n c o n t r a r
376 EL NEO-TOMISMO

aquí el pensamiento de San Anselmo y de San


Agustín. Entonces vino la época del ontologis-
mo, cuyos principales r e p r e s e n t a n t e s en I t a l i a ,
en F r a n c i a y en Bélgica fueron Gerdil, Rosmini,
Grioberti, U b a g h s , Laforét y otros. Por segunda
vez, y con el mismo sentimiento de tener q u e
c o n t r a r i a r á los fieles y eminentes servidores d e
la Iglesia, hubo de d e c l a r a r la S a n t a Sede que
la v e r d a d no e s t a b a por este lado (1).
L a condenación de estos esfuerzos, más ge-
nerosos que acertados, de los apologistas cris-
tianos p a r a h a c e r frente al enemigo, de u n a
p a r t e , y de otra la invasión creciente de las filo-
sofías anticristianas s a l i d a s . de A l e m a n i a y de
I n g l a t e r r a , hicieron sentir c a d a vez más impe-
riosamente la necesidad de r e n o v a r la tradición
de las edades p a s a d a s . Poco después de mitad de
siglo comienza y a á manifestarse un renaci-
miento medioeval. Los monumentos de la arqui-
t e c t u r a , y el a r t e pictórico de aquellas e d a d e s ,
suscitan g r a n admiración y émulos e n t u s i a s t a s ;
León Gautier h a hecho revivir las antiguas epo^
p e y a s francesas «que nos ofrecen—dice—tipos
humanos que superan en cien codos las creacio-
nes de la antigüedad p a g a n a » (2); las doctrinas
políticas y económicas de Santo Tomás son es-
tudiadas con interés creciente; y en todos l o s

(1) V é a s e , M O N S D ' I I u i . S T , Philosophie séparéf. et philosohie chrá~


tienne, Nirnur, 139B, p. 20.
(2) L É O N G A U T I E B , La Chanson de JRoland, p r e f a c i o (le la 1 ' . " e d i -
ción.
E L NEO-TOMISMO 377

países de Europa la flloscfia escolástica está en


vías de r e c o b r a r su antigua g r a n d e z a .
El P . Ceferino González, de Cepeda, Ortí y
L a r a , U r r á b u r u y F a j a r n o s , en España; Sanse-
verino, Signoriello y Prisco, en Italia meridio-
nal; L i b e r a t o r e , Zigliara y Cornoldi, en Roma;
Kleutgen, Stöckl, Gutberiet, Baumker, Schneid,
Pesch, von Hertling, eu Alemania; Kaufmann,
en L u c e r n a ; S.-G- Mivart, en I n g l a t e r r a ; De
San, Dupont, Lépidi, Van W e d d i n g e n , Dum-
í n e r m u t h , en Bélgica; G r a n d c l a u d e , V a l l e t ,
F a r g e s , d'Hulst, Dornet de Vorges, G a r d a i r , Bu-
lliot, Elias Blanc (1), Monsabré, Coconnier, de
Regnon, y , algún tanto eclécticos, Peillaube,
Fonsegrive y P i a t , en F r a n c i a ; el P . de Groot
en Amsterdam: atestiguan, por la comunidad de
sus esfuerzos, que los filósofos cristianos han en-
contrado orientación definitiva.
Los P a p a s h a n tomado g r a n p a r t e en este re-
nacimiento de la filosofía cristiana. Ya Pío I X ,
en las c a r t a s que adquirieron gran celebridad,
dirigidas á los Arzobispos de Breslau y de Mu-
nich, e x p r e s a b a su satisfacción y su p a t e r n a l

(1) L a ¡listoire de la l'/iilosuplne, d e E l i a s B l a n c , c o n t i e n e mi ca-


p i t u l o m u y b i e n d o c u m e n t a d o s o b r e l a r e s t a u r a c i ó n d e la filosofia e s -
c o l a s t i c a . A p r o v e c h a m o s e s t a o c a s i i n para a g r a d e c e r a l a u t o r e l
i n t e r é s y s i m p a t i a q u e m a n i f i e s t a por el I n s t i t u t o s u p e r i o r d e la U n i -
v e r s i d a d de L o v a i n a . O r e e m o s , s i n e m b a r g j , n e c e s a r i o m a n i f e s t a r
n u e s t r o p a r e c e r , c o n t r a r i o al d e l s a b i o p r o f e s o r , al i n d i c a r c i e r t a
desconfianza r e s p e c t o de la psicofisica, y cuando nos h a c e una alu-
s i ó n ' h a b l a n d o d e la e x t e n s i ó n d e l a s s e n s a c i o n e s , l'ara c o n t e s t a r á l o
p r i m e r o , c r e e m o s ser s u f i c i e n t e lo q u e e s c r i b i m o s e n e s t e c a p í t u l o ; e n
c u a n t o á lo s e g u n d o , n o s b a s t a r á c o n r e c o r d a r la d o c t r i n a a r i s t o t é l i c a
i n v o c a d a p o r S a n t o T o m á s : * Statini non est propriam animai nequn
corporis, sed conjuncti'. tSurnm. t h e o l . 1.", q . 77, a. 5.)
378 EL NEO-TOMISMO

solicitud por la restauración del tomismo, Pero


estaba -reservado á León X I I I , el dar al movi-
miento neotomista un eficaz y universal impulso
y su v e r d a d e r a orientación. Al mismo tiempo
que el inmortal Pontífice excitaba con repetidas
instancias al mundo católico sabio, á volver «á
las a g u a s más p u r a s del saber, tales como las
que proceden del Doctor Angélico en caudal
a b u n d a n t e é i n a g o t a b l e » , definía, como p a r a
desvanecer de antemano las objeciones que pu-
dieran oponerse, en qué sentido debía realizarse
esta renovación escolástica; g u a r d á n d o s e , y a de
defender con obstinación sutilezas que p a s a r o n ,
y a también, de afectar desdén por los descubri-
mientos importantes que cada día se a ñ a d e n á la
historia de las ideas, ó a u m e n t a n el campo de
las ciencias n a t u r a l e s y de observación. «Procla-
mamos—decía en la Encíclica JEterni Patris—
que deben recibirse de buen grado y con recono-
cimiento todo pensamiento sabio y todo descu-
brimiento útil, v e n g a n de donde vinieren...» y,
*si apareciere en las doctrinas escolásticas al-
guna cuestión demasiado sutil, alguna afirma-
ción inconsiderada, ó cualquiera o t r a cosa que
no esté de acuerdo con las v e r d a d e s descubier-
tas en edades posteriores, ó algo, en una p a l a b r a ,
que esté desnudo de probabilidad, no entende-
mos en modo alguno que h a y a de proponerse á
la imitación de nuestro siglo» (1).

( 1 ) E n t r e l o s n u m e r o s o s c o m e n t a r i o s d e l a e n c í c l i c a JEterni Patria,
d e b e m o s c i t a r á V A N W E D D I N G E N , VEncyclique de S. S. Léon XIIIet
E L NEO-TOMISMO 379

Desde 1879, el movimiento no h a c e m á s q u e


extenderse por todas partes, siendo acogidas las
doctrinas tradicionales con simpatía por los filó-
sofos católicos. León X I I I funda la Accademia
Romana- di San Tommaso, á la vez que se co-
mienza.la edición pontificia de las Obras del Án-
gel de las Escuelas, ilustradas con los comenta-
rios de Cayetano y de Silvestre de F e r r a r a ;
M. (.-¿ardair a b r e en la Sorbona de París un curso
de filosofía de Santo Tomás, que a t r a e numerosa
y selecta concurrencia; al mismo tiempo que la
Universidad de Amsterdam incluye en sus pro-
g r a m a s oficiales la exposición de la filosofía
tomista, que es confiada al P . De Groot. Santo
Tomás es el que inspira la enseñanza teológica
y filosófica en la Universidad gregoriana, en la
facultad de teología de Innsbrück, en l a s Uni-
versidades católicas de P a r í s , Lille, Angers, To-
losa y Lyón, en la Universidad católica de W a s - -

hington, donde explica un sabio de primer o r -


den, M. Bouquillon, cuyos t r a t a d o s de moral
forman un comentario de tanto valor como fiel
de l a Suma teológica; y, finalmente, en l a Uni-
versidad de Friburgo, en Suiza, donde la ense-
ñ a n z a teológica y filosófica está confiada á los
mejores guardadores del tomismo, á los hijos de
Santo Domingo. No debemos t e r m i n a r esta enu-
meración sin mencionar el Instituto superior de

lu rml-auratiun dt• laphihmophie chrétie-mut, 4 . é d i t . B r u x e l l e s , 18S0.


c

SCHNEll), Die I'hitoxophie do.A kl. Thuma,t und ilu-<' li>'il>u>,h/ii!j /7/./- die
Geyi'iiwart. W ü r z b u r g , 18S1.
380 EL NEO-TOMISMO

Filosofía, fundado por el g r a n P a p a r e i n a n t e en


l a Universidad de Lo vaina, con el fin especial de
reunir en un solo cuerpo de doctrina la a n t i g u a
metafísica, y los frutos del trabajo científico de
los tiempos modernos (1).
Esta misma actividad, c a d a vez m á s acen-
t u a d a , en la fundación de clases ó centros con-
sagrados á la escolástica, se h a extendido h a c e
y a algunos a n o s , y en otro orden, á la creación
de numerosas revistas especiales de filosofía.
Antes de 1880, a p e n a s disponían los católicos de
otra publicación filosófica que los Anuales de
Philosophie chrétienne, de P a r í s . Después h a n ido
apareciendo sucesivamente: en P l a c e n c i a (Ita-
lia), el Divus Thomas (1880); en Roma, la Acca-
demia Romana di San Tommaso d'Aquino (1881);
en Budapest, el Bolcseleti Folyóirat (1885); en Pa-
derborn, el Jahrbuch für Philosophie und specu-
lative Theologie (1887), en F u l d a , el Philosophis-
ches Jahrbuch (1888), en Friburgo (Suiza), la Re-
vue Ihomiste (1883), y en Lovaina, la Revue Néo-
Scolastique (1894). L a Universidad católica de
Washington publica también una revista: el Ca-
tholic University Bulletin (1896), u n a p a r t e de la
cual está dedicada á la filosofía escolástica (2).

(1) « E q u i d e m n e c c s s a r i u m , u c d u m o p p o r t u n u m e s s e d u c i m u s , e a
(studia) recte et ordine d i s p e r t i t a s i c tradi alu nnis, ut c o m p l e x a quid-
quid v e t e r u m sapicntia tulit, et sedula recentiorum adjecit indus-
tria, large c o p i o s e q u e e o s Bintparitura fructus, qui r e l i g i o n i pariter
e t c i v i l i s o c i e t a t i p r o f i c i a n t . » (Carta d e L e ó n X I I I A S . li. e l C a r d e -
n a l A r z o b i s p o de .Malinas, c o n f e c h a d e 8 d e N o v . a ñ o d e 188!) )
(2) D e s d e D i c i e m b r e ú l t i m o v i e n e p u b l i c á n d o s e e n F r a n c i a u n a
i m p o r t a n t e r e v i s t a filosófica, t i t u l a d a llcvue de philosophie, órgano
del Instituto católico de París.
H, N E O T' 'MISMO 3S1

El movimiento neo-tomista h a sido afianzado


en varios congresos internacionales, aumen-
tando su energía y universalidad. Tres de estos
congresos científicos de los católicos se h a n re-
unido sucesivamente, el primero en P a r í s , des-
pués en Bruselas y últimamente en Friburgo.
Numerosos h a n sido los trabajos presentados en
las secciones de filosofía de estas a s a m b l e a s .
Ya en el Congreso de París (1891), entre las diez
y nueve memorias principales concernientes á la
filosofía, muchas de ellas se inclinaban al esco-
lasticismo ó eran francamente tomistas (1). En
el de Bruselas (1894), «el conjunto de trabajos
filosóficos presentados... manifiesta, ante todo,
la tendencia general á combatir el criticismo
k a n t i a n o y positivista» (2). Diez y seis memo-
rias importantes sobre la v e r d a d e r a doctrina
tomista, que a b r a z a b a n todas las cuestiones filo-
sóficas, valieron á sus autores el favor y aplauso
de la a s a m b l e a .
En F r i b u r g o , por último (ano 1895), ha po-
dido notarse que «la filosofía tradicional ex-
tiende m á s y más su imperio sobre las inteligen-
cias. Casi todos los trabajos pretenden relacio-
n a r s e m á s ó menos d i r e c t a m e n t e con las doctri-
nas fundamentales de Aristóteles; casi todos
buscan acogerse en definitiva al g r a n nombre de
Santo Tomás de Aquino. No es muy claro que

(1) V é a s e la Revue, des Questions scientifiques, j u i l l e t 1882, p á g i -


g i n a s 19'-209.
12) V é a s e J . H O M A N S , La l'hilosophie au Confiées scientifique in-
ternational des Catholiques. (Revue Néo-Scol astique, 1896, p . 81 y s i g . )
382 EL NEO-TOMISMO

tales pretensiones deban siempre justificarse;


pero esta tendencia á querer e v i t a r todo con-
flicto con el Ángel d é l a s Escuelas es muy signi*
ficativa» (1). U n a treintena de memorias leídas
en las sesiones h a n dado lugar á l a r g a s discu-
siones, donde más de una vez se h a afirmado la
tendencia de los católicos de hoy á s e p a r a r s e
del espiritualismo cartesiano ó ecléctico (2).
L a Encíclica JEtemi Patris h a traído como
resultado inmediato, todo este vigoroso renaci-
miento de la filosofía de los g r a n d e s maestros de
la escolástica; á la vez que h a dado unidad y
orientación á la e n s e ñ a n z a de las escuelas ca-
tólicas. El movimiento escolástico h a hecho fijar,
a d e m á s , sobre un mundo de ideas que e r a gene-
r a l m e n t e desconocido, la atención de eruditos y
pensadores alejados de la fe cristiana.
Así no es r a r o ver cómo h a s t a entre los pen-
sadores no cristianos se l e v a n t a n voces, apor-
tando apreciables homenajes á la superioridad
del genio filosófico de Santo Tomás de Aquino,
y á la importancia de este movimiento h a c i a
sus enseñanzas. «Se me h a acusado con r a z ó n ,
escribe Rodolpho von Ihering, profesor en l a
Universidad de Góttinga, y la misma acusación

• 1 ) V é a s e e l a r t i c u l o d e M . P . D E M U H N Y N C K , La Section de Philo-
sopliic (tu Oonyrés scientiflque de Fribttttrtj, en la Hetnte Néo-Scolasti-
que., lfi!>7, p .128 y s i g u i e n t e s .
(2i E n A g o s t o d e 1ÍI00 h a t e n i d o l u g a r e l I V i o n g r e s o i n t e r n a c i o -
n a l d e s a b i o s c a t ó l i c o s ; e n la s e c c i ó n d e filosofía s e hn p o d i d o a d v e r -
tir una tendencia m á s general y uniforme que en los Congresos
a n t e r i o r e s , á b u s c a r i n s p i r a c i ó n en l o s g r a n d e s p r i n c i p i o s d e l a tra-
dición escolástica.
EL NEO-TOMISMO 333
puede h a c e r s e con derecho á los filósofos mo-
dernos y á los teó'ogos protestantes en general,
de i g n o r a r los vigorosos pensamientos de Tomás
de Aquino. Cuando yo he llegado á conocer
esta poderosa inteligencia, me he preguntado
con sorpresa, cómo es posible que v e r d a d e s ,
como las que él h a expuesto, h a y a n podido c a e r
j a m á s e n t r e nosotros en olvido t a n completo.
¡Qué de errores se hubieran evitado, de h a b e r
g u a r d a d o fielmente sus doctrinas! Por mi p a r t e ,
de h a b e r l a s conocido un poco antes, creo que
no hubiera escrito mi libro, puesto que las ideas
fundamentales que h a b í a de publicar, estaban
y a e x p r e s a d a s con una claridad perfecta y ad-
mirable fecundidad de concepción en este g r a n
pensador» (1).
Un lenguaje semejante emplean en Holanda
los profesores Pierson, V a n der W y c k y Van
der Vlugt. «¡Qué sorpresa, escribe este último,
p a r a los que n u n c a conocieron á Santo Tomás,
sino es por relaciones falseadas de otros, si llega
el día feliz en que puedan encontrarse en con-
tacto inmediato con su pensamiento, leyendo di-
r e c t a m e n t e sus obras!... Un hombre como éste
no pertenece á una generación, pertenece á to-
dos los siglos. ¡Gloria á este pensador! ¡Gloria á
su obra!...» (2).

I I ) R D P O L I ' H E V O N I H E H I N G , Der Zweck im Recht, 2° Aufl. S . 161.


V i d e , Revue Nio-Scolastique, A r t i c l e - F r o g r a m m e , j a u v i e r 1801, nti-
m e r o 1, p . 7.
(2) V A N D E K V L V G T , c i t a d o en e l Philosophisches Jahrbuch, III,
1890, S . 1 3 3 . — V . la Revue Kfo-Scolastique, E u e r o d e 1S94, n ü i n . 1,
p a g i n a 7.
384 EL NEO-TOMISMO

He aquí cómo se expresa en I n g l a t e r r a un


h o m b r e t a n conocido como Huxley: «En p a r t e
a l g u n a del mundo h a b í a llegado á formarse, en
estos tiempos (siglo x n ) , encic'opedia del saber
en los tres órdenes (teología, filosofía y expe-
riencia), como la que puede hallarse en estas
o b r a s (de los escolásticos). L a filosofía escolás-
tica constituye un monumento prodigioso de pa-
ciencia y de genio, en donde el espíritu humano
emprendió la construcción de una teoría del uni-
verso lógicamente deducida, poniendo á contri-
bución todos los m a t e r i a l e s de que entonces
podía disponer. Y esta teoría no h a muerto,
ni está e n t e r r a d a como equivocadamente mu-
chos h a n supuesto. Muy al contrario, existe hoy
g r a n número de estudiosos, de cultura y ciencia
m á s que ordinarias, y con frecuencia de un po-
der y vigor de inteligencia n a d a comunes, que
buscan en esta teoría la mejor explicación de
las cosas, que h a s t a aquí se h a y a dado en toda
l a historia del pensamiento h u m a n o . Y lo q u e
es aún más de n o t a r , estos hombres, pensando
según las ideas escolásticas, h a b l a n , sin em-
b a r g o , el lenguaje de la filosofía moderna» (1).
Tres veces y a , en 1892, 1893 y 1896, h a pu-
blicado en la Revue philosophique M. P i e a v e t ,
profesor en la Escuela de estudios superiores de
P a r í s , artículos muy bien documentados sobre el
'neo-tomismo. He aquí cómo, no obstante s a c a r

,1-) T H . H . H U X L E Y , Select Works, A n i m a l a u t o m a t i s m a n d o t h e r


e s s a y s , p a g . [233] 41. N e w - Y o r k , J . - B A l d e n , 18SB.
E L NEO-TOMISMO 385

la cuestión de quicio soñando peligros donde no


los h a y , concluía su artículo último: «Los cató-
licos, unidos por el tomismo, que tienden á com-
pletar con una amplia información científica,
h a n llegado á h a c e r s e dueños del pensamiento
en Bélgica; se cuenta con ellos en América y en
Alemania; y su influencia se a g r a n d a c a d a vez
m á s en F r a n c i a , lo mismo que en Holanda y en
Suiza. Los hombre de estado de todos los países
debieran preocuparse de este movimiento, no
sólo por lo que toca á los asuntos interiores, sino
también por lo que se refiere á la política ex-
tranjera» (1). Pueden dormir tranquilos los hom-
bres de estado; que el neo-tomismo n a d a tiene
q u e ver con las tendencias y aspiraciones políti-
cas- No tiene más ambición que la de a p r o x i m a r
y a t r a e r á todos aquéllos que, partiendo de los
datos de la experiencia y de las informaciones
d e la historia, t r a t a n de construir, según la frase
d e Huxley, con la a y u d a de estos materiales,
u n a teoría lógicamente deducida, y v e r d a d e r a
del universo.
El neo-tomismo no busca vivir en el aisla-
miento respecto de las otras teorías filosóficas,
sino que t r a t a de relacionarse, con el pensa-
miento de Platón, de D e s c a r t e s , de Leibniz, de
K a n t , . d e Fichte, de Hegel, de W u n d t , t a n ple-
n a m e n t e quizá, y á buen seguro con t a n t a sin-
ceridad como aquéllos que nos colocan en un
partido opuesto al suyo; si nosotros diferimos de

(I) Reme, philosophique, X.LI, ISÍ'6. Le Ifi'o-Tomiime et la Hcolasti-


<¡ue, p á g i n a s 77-78.
25
386 EL NEO-TOMISMO

estos filósofos, no es porque fallemos sobre nin-


gún genio sin tener en cuenta más que su época;
nuestro criterio es muy distinto, y estimamos
que una doctrina cualquiera, así sea de la Edad
Media ó la o b r a de un santo, n u n c a t e n d r á p a r a
ser a p r e c i a d a más que una n o r m a , y esta n o r m a
es su valor.
¿Acaso no nos advierte el Jefe del catolicismo
en su Encíclica, «que es preciso acoger con
a g r a d o y reconocimiento todo pensamiento sa-
bio, cualquiera que sea el punto de donde vinie-
re?» (1). Y el mismo g r a n Pontífice a ñ a d e , que
debe aceptarse con los mismos sentimientos de
leal gratitud «todo descubrimiento útil». Así
que, muy mal conocen el p r o g r a m a de la filoso-
fía tomista todos aquellos que t r a t a n de oponerla
á «la filosofía científica»; como si la observa-
ción en todas sus formas no fuese el punto de
p a r t i d a de la filosofía escolástica.
Permítasenos, á este propósito, r e p r o d u c i r
aquí el pensamiento con que inauguramos, en
Octubre de 1893 (2), el curso del Instituto supe-

(1; N o s r e f e r i m o s a q u í á la f r a s e d e M. P i e a v e t . e n d o n d e e c h a e n
c a r a á l o s n e o - t o m i s t a s — e s d e a d v e r t i r q u e la a c u s a c i ó n s ó l o e s a p l i -
c a b l e s a l g ú n q u e o t r o c a s o — , d e e n r i q u e c e r a l g u n a s t e c e s a s u filósofo,
y d e a t r i b u i r l e c o m o si fuera s u y o , l o q u e é l h a t o m a d o d e o t r o s . ( V é a s e
la Reñir pliihinnphiqw, tomo X X X V , pag. 119) Entre los estudios que
e s n e c e s a r i o h a c e r s o b r e l a h i s t o r i a d e l a s e s c u e l a s de la E d a d Me-
dia, sería u n o d e l o s m a s i m p o r t a n t e s , en e f e c t o , el trabajo de cla-
sificación ó de a t r i b u c i ó n r e s p e c t i v a , en d o n d e se a s i g n a r a á cada
m a e s t r o la p a r t e e x a c t a q u e l e c o r r e s p o n d e d e la d o c t r i n a g e n e r a l .
Ksta e m p r e s a e s p e r a m o s q u e a l fin s e l l e v a r á á c a b o , p e r o h a b r á
de ser la obra de m u c h a s g e n e r a c i o n e s .
(2) Ltt créiititm (Vnnr, écolf .sttpárietirc (le plnlosophie, p á g . 9. ( T o -
m a d o d e l a Svience catholique, 1893.)
E L NEO-TOMISMO 387

rior de Filosofía, fundado en la Universidad de


Lovaina bajo los auspicios de León X I I I .
L a filosofía, decíamos allí, es por definición
el conocimiento de la universalidad de las cosas
por sus causas s u p r e m a s . ¿Y no es, según esto,
evidente, que antes de llegar á las causas supre-
m a s debe p a s a r s e por otras más próximas, cuyo
estudio compete á las ciencias particulares?
Aristóteles fué un sabio, como quizá no h a y a
habido otro semejante; Alberto el G r a n d e , el
maestro de Santo Tomás de Aquino, nos h a de-
jado en importantes y numerosas obras el fruto
de sus pacientes observaciones (:); los doctores
de los siglos x n , x i n y x i v conocían las m a t e -
máticas y las ciencias de sus tiempos: ¿no deben,
en este caso, todos aquéllos que se glorían de
tomarlos por maestros, p e r m a n e c e r fieles á la
tradición científica que les h a sido legada?
El campo de las ciencias se h a a g r a n d a d o en
proporciones e x t r a o r d i n a r i a s , de lo cual h a r e -
sultado la división y multiplicación de las mis-
m a s . A la observación, que v e á los efectos salir

(1) E n el m i s m o a r t í c u l o d e l a Jíertu? }>hiloso]>l!i<iu?, d o n d e t r a t a


d e o p o n e r la filosofía . c i e n t í f i c a » á l a e s c o l á s t i c a , a p r e c i a M. P i c a -
v e t t n n u m e r o s o s p a s a j e s el m e t o l o e x p e r i m e n t a l e m p l e a d o p o r l o s
e s c o l á s t i c o s . C i t e m o s , e n t r e o t r o s , l o s s i g u i e n t e s : «En el s i g l o x m ,
A r i s t ó t e l e s , dice, d o m i n a por A v i c e n n a . T o d o s l o s p e n s a d o r e s guia-,
dos por él, llegan á la p s i c o l o g í a empírica; todos tienden hacia una
p s i c o l o g í a g e n é t i c a . » — « A l b e r t o el G r a n d e p r o c e d e d e A r i s t ó t e l e s y d e
A v i c e n n a ; a u m e n t a el n ú m e r o d e l o s h e c h o s , l o s p r e s e n t a m á s c l a -
r a m e n t e y en un o r d e n m á s d i d á c t i c o ; c o n él, la p s i c o l o g í a l l e g a á
s e r u n a c i e n c i a n a t u r a l . » - «La E d a d M e d i a h a p r a c t i c a d o l a e x p e r i - ,
m e n t a c i ó n , aun s u p o n i e n d o que no h o y a c o n o c i d o el m é t o d o e x p e r i -
m e n t a l . » Jievne jihilosopJdque, t o m o X X X V , 1898, p á g i n a s 418-419.
388 EL NEO-TOMISMO

de sus causas inmediatas, la ciencia moderna


h a añadido la experiencia, que reproduce las
condiciones de ejercicio de las fuerzas naturales
p a r a obligarlas á manifestar sus efectos. La filo-
sofía neo-tomista está destinada, lo mismo por
tradición que por su propia n a t u r a l e z a , á s a c a r
partido de las ciencias utilizando sus resultados.

Es muy cierto que los progresos de la filosofía


no siempre están en r a z ó n directa de la canti-
dad de materiales acumulados por las ciencias
experimentales; la s a g a c i d a d y el genio valen
aquí m á s que el amontonamiento desordenado
de hechos y detalles; y uno que sepa i n t e r r o g a r
y comprender la n a t u r a l e z a , quizá saque más
partido de una observación v u l g a r que otros,
faltos de estas cualidades, de continuos y multi-
plicados análisis. Pero siempre s e r á verdad, que
el estudio incesante de los hechos constituirá la
condición ordinaria del progreso del pensa-
miento.
Á fin de corroborar la teoría con la p r á c t i c a ,
determinó el episcopado belga establecer en el
nuevo Instituto de Lovaina un curso, con su co-
rrespondiente laboratorio de psico-fisiología, en
una época en q u e , según el Année psychologique
de Beaunis y Binet, no existía todavía semejante
e n s e ñ a n z a en ningún centro de F r a n c i a (1).

(1) H a b l a n d o d e l a l e c c i ó n d o Introducción à la paico-flaiologia,,


p u b l i c a d a e n l a Bévue Néo-Scolastique ( A b r i . , 1395), p o r M. T h i é r y ,
d e c í a e l Année psychologique ( p á g . 847): <Á e s t e c u r s o ( d e p s i c o l o g í a
FAJ NEO-TOMISMO 389

¿Qué razón h a y p a r a que, no obstante nues-


t r a s leales y sinceras protestas, confirmadas con
los hechos, de buscar en la experiencia la condi-
ción de la filosofía, se nos presente como hom-
bres de ideas preconcebidas, cuyo tiempo, se
dice, y a pasó, y esto en nombre de la ciencia
experimental? En este mismo Année psycliologi-
que, que a c a b a m o s de citar, M. Binet había
acogido u n a invitación de M. P i c a v e t á la «tole-
r a n c i a recíproca entre católicos y adversarios,
que t r a e r í a , dice, g r a n provecho p a r a la ciencia
y p a r a la religión, á la civilización y á la filoso-
fía». Pero era necesario ceder á una tendencia
preconcebida, añadiendo: «Nosotros debemos
oponer á este pensamiento t a n sensato que, co-
locándonos, p a r a j u z g a r el movimiento nuevo,
en el punto de vista especial y restringido de la
psicología experimental, no podemos dar nues-
t r a aprobación á u n a tendencia que busca en la
observación y en la experiencia la confirmación
de u n a idea preconcebida, sobre todo, de u n a
idea vieja y a de muchos siglos. Estamos acos-
tumbrados, por el contrario, á tomar la obser-
vación corno punto de p a r t i d a , como origen d e
los estudios, como fuente de la v e r d a d y m a e s -
t r a soberana de la ciencia» (1). Por nuestra
p a r t e , acogemos con simpatía el ofrecimiento de
tolerancia recíproca de los dos escritores fran-

í i s i o l ó g i c a d e l I n s t i t u t o d e L a v a i n a v a a n e j o un l a b o r a t o r i o , l o c u a l
c o n s t i t u y e una e n s e ñ a n z a c o m p l e t a de psico-iisiolosría normal, lo
q u e al p r e s e n t e n o e x i s t e todo v í a en Fi-aucia. »
(I) Année paycholagique, 18SIU, p a g . 840.
390 Eft NEO-TOMISMO

ceses, á pesar de los prejuicios con que v a acom-


pañada.
Pero, ¿y qué se entiende por «idea precon-
cebida»? ¿Estará prohibido al sabio tener una
filosofía? Y los que no profesan esta filosofía,
¿tendrán derecho á calificarla de «ideas precon-
cebidas», porque ellos no a c e p t e n ninguna? A
este paso, ú n i c a m e n t e el escéptico estaría libre
de sospecha, y él sólo t r a b a j a r í a por el fin puro
de la ciencia.
Cuando se a c e p t a ó r e c h a z a el sistema de
Aristóteles ó de Santo Tomás, lo mismo que
cuando se está por ó contra las ideas de Augusto
Comte ó de K a n t , no quiere esto decir que se
considere tal ó cual de estas filosofías, tomada
en su conjunto, como la expresión más completa
del saber v e r d a d e r o ; no significa que se la tenga
por un monumento a c a b a d o , a n t e el cual no le
queda al espíritu más que h a c e r , sino p e r m a n e -
cer extasiado en una contemplación estéril; esto
no quiere decir tampoco que se la juzgue irre-
formable.
No h a y un filósofo católico que no esté dis-
puesto á sacrificar «una idea vieja de muchos
siglos», desde el momento en que e n c o n t r a r a
h a l l a r s e en oposición manifiesta con un hecho
observado. Porque también nosotros «estamos
acostumbrados á t o m a r la observación como
punto de p a r t i d a , como base de las explicacio-
nes, como fuente de la v e r d a d y m a e s t r a sobe-
r a n a de la ciencia».
L a consecuencia práctica de estos prejuicios,
B L NRO TOMISMO 391

y á fin de h a c e r ver cómo son infundados, es que


los católicos debemos, con más razón a h o r a que
n u n c a , estudiar asiduamente la ciencia y culti-
v a r l a en nuestras escuelas filosóficas. En el te-
r r e n o de la psicología es muy cierto, que la filo-
sofía aristotélica se presta mejor que ninguna
o t r a á la interpretación de los hechos, que for-
m a n el objeto de la psicología experimental.
Recuérdese, á este propósito, la conclusión de
los Principios de psicología fisiológica del funda-
dor del laboratorio de Leipzig. Los resultados
de mis trabajos no se avienen ni con la hipótesis
materialista ni con el dualismo platónico ó car-
tesiano; únicamente el animismo aristotélico,
q u e relacionó la psicología con la biología, es el
que se deduce, como conclusión metafísica plau-
sible, de la psicología experimental.
Y en efecto, si los materialistas estuvieran en
lo cierto, si el alma, como ellos pretenden, no es
más que un mecanisco dinámico ó fisiológico, se
seguiría como consecuencia que la psicología
fisiológica no es y a una ciencia a p a r t e , sino un
capítulo de la mecánica ó de la fisiología. Por el
contrario, si el alma es tal que toda su n a t u r a -
leza se reduce al pensamiento (conciencia), si
subsiste independiente del cuerpo viviente, siendo
observable directa y exclusivamente por la con-
ciencia, es evidente que en tales condiciones ni
siquiera se concibe un laboratorio de psicología
experimental; porque éste supondría la preten-
sión de experimentar el a l m a y de someterla á
a p a r a t o s de medida, de peso, de fuerza, etc.;
392 E L NEO-TOMISMO

en otras p a l a b r a s : todo esto presupondría, en


el mismo h e c h o , la n a t u r a l e z a material del
a l m a (1).
Pero, si con Aristóleles y todos los maestros
de la Escolástica se admite que el hombre es
u n a substancia compuesta de m a t e r i a y de un
a l m a inmaterial; que las funciones superiores
tienen respecto de las inferiores una relación d e
dependencia real; que no se da en el hombre un
solo proceso interior que no tenga su correlativo,
físico; que no h a y idea sin i m a g e n , ni acto de la
voluntad sin emoción sensible: resulta entonces
que el fenómeno concreto que se ofrece á la con-
ciencia presenta el c a r á c t e r de un complexus
psicológico y fisiológico á la vez; siendo accesi-
ble, por tanto, á la observación de la concien-
cia por n n a p a r t e , y por otra á la observación
biológica y fisiológica; en una p a l a b r a : la razón
de ser de una ciencia psico-fisiológica está aquí
bien indicada.
Y t a n indicada, que, en la filosofía aristotélica,
la psicología y la fisiología no formaban dos cien-
cias distintas, cuanto menos dos ciencias opues-
tas, sino una ciencia única. Así lo h a c e n o t a r
juiciosamente el D r . H e r m a n n Siebeck, el histo-
riador de la Psicología. Aristóteles—dice—ha
sido el primero en comprender profundamente
que e r a necesario, p a r a explicar los actos espi-
rituales del hombre, d a r cuenta de su relación

O) A . T H I É R V , Revue jXéo-Scolast.úpir., A b r i l , 18!)ó, y. 1 8 2 .


EL NLO-TOMISMO 393

genética con las funciones del organismo (1).


Y M. Boutroux, e n - u n notable artículo de la
Grande Encyclopédie, dice, con justísima razón:
«Aristóteles es un genio á la vez universal y
c r e a d o r . . . No se eleva en alas del entusiasmo,
como Platón; vuelto su espíritu á la realidad,
r e p u t a quimérico cuanto no se relacione con la
experiencia; pero no es empírico, sino que en lo
sensible busca siempre lo inteligible... H a y más
todavía: p a r a Aristóteles, las distintas r a m a s
del saber g u a r d a n entre sí relaciones concretas,
que determina con claridad precisa. En general,
lo superior debe conocerse por lo inferior, y con
la a y u d a del conocimiento de lo inferior; pero,
al mismo tiempo, en lo superior es donde h a de
buscarse la razón de ser y la causa v e r d a d e r a
de lo inferior» (2).
L a antropología aristotélica y tomista res-
ponde, pues, admirablemente á las necesidades
y á las tendencias de la psicologia contemporá-
nea; semejante conclusión resulta espontánea-
mente de c a d a uno de los tres c a r a c t e r e s que
hemos reconocido en esta psicología, y a por la
semejanza, y a por su contraste con las enseñan-
zas de Aristóteles y de la Escuela. Los psicó-
logos que siguen inspirándose en el dualismo
cartesiano asignan como objeto exclusivo á los
estudios psicológicos los hechos internos, obser-

(1) H E R M A N N S I E B E C K , Gesckiclüe der rsyeholmjie, 1 Th., 2. Abth.


S. 12(5.

( 2 ) B O O T R O U X , Grande EncyHopédie. en la p a l a b r a Avistóte, t. I I I ,


p p . 394-311«.
394 E L N E O TOMISMO

vables por la conciencia; de donde lógicamente


se sigue esta conclusión: la ciencia psico-fisioló-
gica es imposible ó impracticable. L a a n t r o -
pología de Aristóteles y de Santo T o m á s , al
contrario de esta psicología estrecha, y por lo
mismo que se a p o y a sobre la experiencia interna
á la vez y e x t e r n a , asienta las bases de la psico-
fisiología.
L a metafísica y en particular la psicología
racional h a n caído, según hemos hecho ver, en
un descrédito y abandono completos entre las
escuelas filosóficas del presente, excepción he-
cha de las cristianas: la tendencia metafísica es
g e n e r a l m e n t e tenida hoy como d i a m e t r a l m e n t e
opuesta a l a científica(1).—La antropología aris-
totélica y escolástica, por el contrario, sobre la
base experimental afirma l a p a r t e racional ó as-
pecto metafísico de la psicología; deduciendo dé-
los hechos científicamente observados y someti-
dos á la conciencia, la naturaleza del hombre, y
después su origen y su destino. L a aplicación
del principio de razón suficiente á los diversos
datos de la conciencia y de la observación nos
lleva primero á la distinción de las facultades,
y luego á la n a t u r a l e z a compuesta del ser hu-
mano, primer principio de aquellos datos. El
estudio de la actividad superior del espíritu
( v o s ? ) , actividad combinada del v o y ; i t o n r p y . ó ; y del

(1) A n t e s h e m o s d e m o s t r a d o c 4 i a o la m e t a f í s i c a , l e j o s d e s e r i n -
c o m p a t i b l e c o n la c i e n c i a , . s e g ú n c o n f r e c u e n c i a s e h a d a d o e n d e c i r ,
c o n s t i t u y e el c o m p l e m e n t o n a t u r a l d e la c i e n c i a . V é a s e e l c a p . V I I .
EL NEO-TOMISMO 395

vouc ouv¿u.et, ofrece la demostración de la natu-


r a l e z a i n m a t e r i a l del a l m a h u m a n a (á\urr c, sin t

mezcla); y este mismo estudio nos obliga á bus-


c a r el origen del a l m a en la acción de u n a causa
e x t r a - m a t e r i a l ( Í ^ D Ü S V ) , y su destino en la posesión
inamisible del bien supremo.
Ahora bien, observa con razón M. Loomans:
«las distintas partes de la filosofía se derivan
todas del conocimiento de sí mismo; todas ellas
tienen un punto de p a r t i d a psicológico» (1). L a
metafísica, p u e s , así entendida no es «poesía»,
sino el complemento lógico de la ciencia.
D u r a n t e mucho tiempo, no dudamos en reco-
nocerlo, la metafísica en sentido k a n t i a n o , es
decir, el estudio de los problemas críticos, no
h a ocupado en la filosofía escolástica el lugar
que requiere la importancia intrínseca é histó-
rica de tales problemas. Pero semejante hecho
á nadie debe sorprender. L a humanidad es na-
t u r a l m e n t e dogmática (1). El niño cree n a t u r a l -

(1) C H . L O O M A N S , T)C la conuiiitxance de noi-rnéme, M u q u a r d t ,


B r u x e l l e s , 1880, I n t r o d u c c i ó n , § 3. E l s a b i o p r o f e s o r r e c o r r e s u c e s i -
v a m e n t e la l ó g i c a , l a m e t a f í s i c a , la filosofía m o r a l , l a e s t é t i c a , a fin
d e m o s t r a r c ó m o cada, u n a d e e l l a s r e p o s a s o b r e u n a •! a.-e p s i c o -
lógica", y t e r m i n a su i n t r o d u c c i ó n por este s a b i o c o n s e j o d i r i g i d o
a la e s c u e l a p o s i t i v i s t a : « L o s p o s i t i v i s t a s s e o c u p a n d e m u c h a s c o -
s s, e x c e p t o d e l o q u e m a s n o s i n t e r e s a , q u e s o n l a s c u e s t i o n e s f u n -
d a m e n t a l e s de la p s i c o l o g í a . Lo que sobre t o d o nos i m p o r t a cono-
cer es n u e s t r a n a t u r a l e z a , y , por c o n s i g u i e n t e , n u e s t r o o r i g e n y
nuestro destino.»
(1) H e m o s d e s e n v u e l t o e s t e p e n s a m i e n t o e n un t r a t a d o a u t o g r a -
fiado: llu fondement de la certitud?, L o u v a i n , 1888, p. líl e t F U ' V . —
V . Revue Xco-Scolueiiquc, E n e r o d e 1S95, /.a. théorie. d,e¡t trole vérités
primitiven.—De YVulf, Arcli. f. Gesch. der J'hit., 1^97, p 40:\ /,<?s lois
organiqurs de. Vhistoire "de la psgcholoyie.
396 BL N E O - l OMISMO

mente á su p a d r e , á su m a d r e y á cuantos le
rodean. Por experiencia, el h o m b r e del pueblo
h a podido a p r e n d e r á dudar de la p a l a b r a de
otro; pero no duda de sus sentidos ni de su r a -
zón. Cuando el físico y el filósofo advierten cier-
tos errores de los sentidos, y se dan cuenta de
h a b e r caído en paralogismos inconscientes, bus-
c a n reglas empíricas p a r a evitarlos, pero n u n c a
pierden la confianza en sus facultades n a t u r a -
les, persuadidos de que los errores cometidos
son n a d a más que accidentales. A los pensadores
de la Edad Media, lo mismo que á los de la Gre-
cia antigua, no se les ocurrió poner en duda, en
condiciones normales, la sinceridad n a t u r a l de
nuestras facultades cognitivas. Y cuando Sexto
Empírico (2) se l e v a n t a contra el dogmatismo,
sobradamente confiado de los filósofos, lo h a c e
en nombre de ciertas equivocaciones reconoci-
das de los sentidos ó del espíritu; p a r a ello opone
juicio á juicio, sistema á sistema, t r a t a n d o de
h a c e r ver, fundado en estos extravíos anorma-
les, la imposibilidad de discernir el uso legítimo
de la razón; pero la posibilidad del uso legítimo
de la razón no le p a r e c e dudosa. L a descon-
fianza que los escépticos de la antigüedad t r a -
t a b a n de suscitar, se refería á la razón especu-
lativa, á los sistemas y disputas de escuelas;
afirmaban la necesidad de a t e n e r s e á la certi-

(2) Hypotyposes Pyrrhou. II, 1—Vóase sobre este punto á


D. MERCIKK, ('riLér¡üloui.t', p t>0 y s i g . Aperen surtes acoles scep-
tiques.
h i. Ni-.o-! OÍMISMO 397
d u m b r e p r á c t i c a y de orden moral, dando así
indirectamente testimonio de su confianza en el
destino n a t u r a l del espíritu á la posesión de la
verdad.
Toda la Edad Media ha reposado tranquila y
confiada en estas adhesiones espontáneas. El
espectáculo constante del orden universal no
permitía sospechar que el hombre, la obra maes-
t r a de la creación, pudiera ser la única rueda
fuera de su centro, que rompiese esta armonía
general. L a ley del destino n a t u r a l de los seres
bajo el imperio de un principio interno de finali-
dad, por la cual c a d a uno de ellos debía cumplir
el fin dispuesto por la providencia en el conjunto
del cosmos, d e s c a r t a b a como imposible la idea
de un desorden esencial en la constitución del
espíritu h u m a n o . Así es que, cuando en sus co-
mentarios sobre las Analíticas de Aristóteles ó
en la* metafísica, se ocupan los escolásticos del
conocimiento de la v e r d a d , á lo más que aspiran
es á mostrar en el e x a m e n renejo de la inteli-
gencia h u m a n a , la razón íntima de u n a fe que
creen en sí misma indiscutible (1).
F u é necesario que precedieran, el desarrollo
de ideas provocado por el Renacimiento en el
seno de la decadencia escolástica, l a s descon-
fianzas y dudas sistemáticas de Descartes, y toda
la serie de causas unidas y enlazadas entre sí
de que hemos hablado y a (2), p a r a que el genio

(1) Véase, entreoíros, á SANTO TOMÁS, V« veritat*, q. l , a r t . » .


(2) C a p . I I , p&gH, 41-79 passim.
398 EL NEO-TOMISMO

del escepticismo moderno, K a n t , pudiera apli-


c a r la piqueta de la duda á la raíz misma de
nuestras facultades cognitivas. Bajo la influen-
cia del Discurso del método y de la Crítica de la
razón pura, quedó planteado el problema crítico
en la filosofía moderna, aunque en términos con-
tradictorios; pero lo cierto es que fué planteado,
y su influencia en el pensamiento de nuestros
días es decisiva.
Cometerían los neo-tomistas u n a g r a n tor-
peza, si en lugar de e n t r a r con decisión en este
terreno desconocido en otras épocas, se cruza-
r a n de brazos a n t e problemas que hoy tanto
preocupan. ¿ P a r a quiénes filosofamos, sino p a r a
los hombres de nuestro tiempo? ¿Y cuál es nues-
tro deber, sino proponer u n a solución á las du-
das de nuestros contemporáneos?
Numerosas son, por otra p a r t e , las cuestio-
nes secundarias que la duda fundamental del
criticismo ha suscitado, y del más alto interés.
Acojamos con reconocimiento, según la frase de
León X I I I , que nos complacemos en repetir
aquí, «todo pensamiento sabio, v e n g a de donde
viniere»; los hombres de genio no operan una
revolución intelectual, sin que en medio de sus
grandes e r r o r e s h a y a algún «fondo de verdad».
Ocurre en los problemas de filosofía lo que
en las cuestiones de la fe; aquí la herejía suele
ser la ocasión más ordinaria de la definición de
los dogmas católicos; el criticismo de K a n t ha-
b r á de ser, si los filósofos cristianos comprenden
la necesidad de edificar en este terreno, la oca-
EL NEO-TOMISMO 399

sión de una filosofía crítica profunda, posible


ho5 , imposible en edades p a s a d a s de fe filosófica
r

universal. Este será un bien, que el neo-tomismo


deberá á la filosofía moderna.
Además, le deberá otro no menos importante,
según y a hemos dicho, y que consiste en un des-
envolvimiento más intenso de la observación
científica y de la experiencia en psicología. No
creemos que pueda p r e s t a r s e mejor servicio y
Utilidad más provechosa á las doctrinas gene-
rales de la psicología, escolástica, que ponién-
dolas en relación con los resultados adquiridos
por la ciencia en biología celular, en histolo :

gía, en embriogenia, en fisiología y en filología;


simplificando h a s t a donde sea posible los hechos
psíquicos, imitando en esto á los asociacionistas
ingleses; t r a t a n d o de completar el conocimiento
psicológico del hombre adulto por el estudio de
la psicología del niño y del animal, del hombre
sano y moral por la del hombre patológico y
criminal, como se h a c e en psiquiatría y en an-
tropología criminal, donde la observación minu-
ciosa de ciertos estados excepcionales acusa m á s
vivamente determinados c a r a c t e r e s que no apa-
recen en el estado sano, en el tipo normal; si-
guiendo las modificaciones particulares ó las
variaciones de la actividad h u m a n a en las dife-
rentes r a z a s ó en épocas distintas de la historia,
como lo h a hecho Herbert Spencer; y sometiendo
el objeto de la psicología á esta especie de disec-
ción m e n t a l , que permiten las experiencias hip-
nóticas y las sugestiones sabiamente practica-
400 Kh NEO T O M I S M )

das. Pero, sobre todo, urge en gran m a n e r a , que


los neo-tomistas lleguen á ocupar un puesto im-
p o r t a n t e en el movimiento dado á los estudios
psicológicos por la escuela experimental ale-
mana.
No se t r a t a aquí, ni mucho menos, de pesar el
pensamiento ni de calcular las dimensiones del
a l m a h u m a n a , como p a r e c e deducirse muchas
veces de ciertas obras ó resúmenes de filosofía.
He t r a t a sencillamente de tomar el hecho cons-
ciente t a l como se presenta en la realidad, en su
complejidad m a t e r i a l á la vez é inmaterial. Por
su lado material se relaciona con el mundo ex-
terior, cuya acción recibe primero, p a r a des-
pués r e a c c i o n a r sobre él. La observación más
vulgar nos da cuenta de este hecho de un modo
g e n e r a l , y la conciencia nos p r e s e n t a de la misma
m a n e r a los resultados.
Pero la conciencia por sí sola no puede ana-
lizar los elementos que concurren á la formación
del fenómeno complejo, que a p a r e c e indiviso á
la introspección espontánea. Disociar estos ele-
mentos, á fin de llegar á los datos analíticos los
más simples, los que W u n d t denomina con el tér-
mino técnico de impresiones; reconstituir sintéti-
c a m e n t e el complexus concreto de la conciencia
espontánea, esto es, la representación, y deter-
m i n a r las leyes de asociación de las representa-
ciones: t a l es, en dos p a l a b r a s , el p r o g r a m a de
l a n u e v a ciencia psicológica. ¿Hay aquí algo que
s e oponga á los principios y leyes de la s a n a psi-
cología?
BL NEO-TOMISMO 401

Quizá se diga que esta ciencia es v a n a é in-


útil; que no sirve de n a d a saber si una sensación
de color es simple ó compleja; que no nos inte-
r e s a conocer las condiciones físicas y fisiológicas
de una representación, ni las leyes según las cua-
les se combina después el contenido total de l a
conciencia, e t c . . Pero, ¿quién puede profetizar
la i m p o r t a n c i a ó no i m p o r t a n c i a de un descubri-
miento p a r a lo porvenir? Lo que e l T o d o Pode-
roso h a creído digno de ser creado, y la suprema
sabiduría se digna g o b e r n a r , ¿ha de ser indigno
de que la razón h u m a n a se ocupe en conocerlo?
Nos p a r e c e que es entender m u y mal la digni-
dad de la ciencia, el servirla con preocupacio-
nes tan poco desinteresadas.
No negamos la utilidad de la ciencia, dicen
otros; lo que no vemos es la r a z ó n de ser de la
psico-física«?i filosofía. —¿Dudan acaso estos psi-
cólogos, que así muestran su desconfianza res-
pecto de la psicología, en reconocer á la física,
á la química, á la geología, el título de ciencias
auxiliares de la cosmología? ¿Y no es la psico-
fisiología, con igual r a z ó n , una ciencia auxiliar
de la psicología, entendida ésta en el sentido
tradicional?
L a s ciencias de la n a t u r a l e z a , a ñ a d e n otros,
enriquecen r e a l y efectivamente el dominio de
la observación; pero la conciencia no dispone
más que de un medio de analizar su interior, y
es la conciencia misma; por consiguiente, no h a y
r a z ó n , ni es posible dividir la psicología en dos
26
402 EL NEO-TOMISMO

p a r t e s , una racional, donde se e x a m i n a r a la con-


ciencia por sí misma, y otra e x p e r i m e n t a l , donde
s e t r a t a r a de a n a l i z a r los fenómenos de concien-
c i a por medio de a p a r a t o s é instrumentos de la-
boratorio. H a y aquí un equívoco, porque no se
s a b e en qué consiste la experimentación psicoló-
g i c a , responde muy á propósito M. Thiéry (1).
E n efecto, la psicología experimental exige, lo
mismo que la racional, el método de introspec-
ción; en una y en otra, lo esencial es que la con-
ciencia se observe á sí misma. Si la p r i m e r a re-
cibe el nombre de e x p e r i m e n t a l , obedece á que
los datos del sentido íntimo son estudiados aquí,
no sólo en sí mismos, sino también con anotacio-
n e s de a p a r a t o s científicos.
Semejante m a n e r a de división la vemos tam-
bién en otras ciencias, en Astronomía, por
ejemplo. ¿ P a r a qué sirven en esta ciencia los
instrumentos astronómicos? El cielo que hoy se
estudia en los Observatorios no es distinto del
cielo que contemplaban los pastores de la Cal-
d e a , llegando á v i s l u m b r a r obscuramente las
constelaciones. Inútil es decir que los telesco-
pios de hoy no r e e m p l a z a n á los ojos; lo único
q u e h a c e n es prolongar la visión. Algo igual
o c u r r e en psicología; el que a h o r a estudiamos
« n los laboratorios de psicología no es un hom-
b r e distinto del que estudiaban los escolásticos

( I ) T H I É R V , Introduction á lapsucho^pliysiologie, e n l a Reoue Nttr


JScolaitique, A b r i l , 1895, p a g . 183.
HL NEO-TOMISMO 403

de la Edad Media; pero utilizamos, p a r a precisar 1

nuestros juicios, instrumentos que multiplican el


poder de percepción (1).

( 1 ) A , CcMTE o b j e t a ( v é a s e la p á g . 7 7 ) q u e el m é t o d o d e o b s e r v a -
c i ó n i n t e r i o r e s c o n t r a d i c t o r i o , p o r l a r a z ó n d e q u e «el i n d i v i d u o
p e n s a n t e no podría dividirá;' e n d o s , de los cuales uno r a z o n a r a ,
m i e n t r a s el o t r o c o n t e m p l a r í a el r a z o n a m i e n t o » .
Si e l s u j e t o q u e o b s e r v a e s un ó r g a n o f o r m a d o d e m a t e r i a , la o b -
j e c i ó n e s d e c i s i v a ; p e r o cae en f a l s o si el s u j e t o e s i n m a t e r i a l . L a d i -
f i c u l t a d d a por r e s u e l t a la c u e s t i ó n e n t r e e l p o s i t i v i s m o d e C o m t e y
el esplritualismo.
A . C o m t e s e e n g a ñ a b a t a m b i é n r e s p e c t o d e l nOjelo d e l a o b s e r v a -
c i ó n c o n s c i e n t e . Creía, en e f e c t o , q u e el s u j e t o d e b e , para c o n o c e r s e ¡í
s i m i s m o , h a c e r el v a c i o e n el a l m a . E n o t r a p a r t e ( p á g i n a 29t¡ y s i -
g u i e n t e h e ñ i o s d e m o s t r a d o c ó m o e s t o s e r i a c o n t r a d i c t o r i o ; el a l m a
no s e conoce más que en su actividad. ¿No es arruinar fatalmente t o d a
l a c i e n c i a h u m a n a el n e g a r la o b s e r v a c i ó n i n t e r i o r ? D e s p n é s do p e r -
c i b i r p o r l o s s e n t i d o s y la i n t e l i g e n c i a l o s h e c h o s e x t e r i o r e s , ¿no e s
preciso observarnos á nosotros m i s m o s para adquirir una idea e x a c t a
d e lo (jue h e m o s p e r c i b i d o ? L a f i l o s o f í a p o s i t i v a , ¿es, p o r l o d e m á s ,
o t r a c o s a q u e la r e a l i z a c i ó n d e u n a i d e a q u e A u g u s t o C o m t e h a e n -
c o n t r a d o d e n t r o d e si m i s m o ? ¿La h u b i e r a , a c a s o , é l e n u n c i a d o , s i ,
a n t e s d e e x p r e s a r l a , n o la h u b i e r a c o n c e b i d o y r e c o n o c i d o en s í
mismo?
CONCLUSIÓN

Si no hemos sido víctimas de una ilusión, las


doctrinas antropológicas fundamentales de Aris-
tóteles y de Santo Tomás se han afirmado más
y más en su inquebrantable solidez, después de
la p r u e b a á que las hemos sometido, confrontán-
dolas con las ideas dominantes de la psicología
contemporánea.
Con m a y o r razón que n u n c a hemos podido
darnos cuenta de la necesidad de unir los hechos
observados por la conciencia á los biológicos, y
definir el a l m a , no diciendo con el naturalismo:
el a l m a no existe, ó es un conjunto de propieda-
des especiales de la m a t e r i a c e r e b r a l ; ni t a m -
poco con el espiritualismo dualista de Descar-
tes: el a l m a , exterior al cuerpo sobre el cual
obra por un punto inconcebible del cerebro, es
una substancia inmaterial, cuya n a t u r a l e z a
toda consiste en pensar;—sino volviendo á la
definición aristotélica, y diciendo del alma, en
g e n e r a l , que es: .
E'.OCIQ 3cuu.cíToc cpu3'.'/.oD Suvájis! C"J?j'' i'^ovco;. II '^•/r¡ SSTIV

Ivrekéy^w.fi Ttptínr; O¿I\LCI-U^ (p'ja'.xou Suvcqísi Ci'íjv syovco;. El S Ó T


del a l m a es como la forma del cuerpo n a t u r a l
406 CONCLUSIÓN,

teniendo en potencia la vida; el a l m a es el a c t o


primero del cuerpo, teniendo en potencia la
v i d a (1).
Definiremos, pues, el a l m a humana: \\ -Vjyv¡ u
TO'JTO oí í m u s v y.o.l ctsOctvbiisÜa xa'. O'.avoaúu.sga ~¡x<>~mz, aque-
llo por lo cual, r a d i c a l m e n t e , vivimos, sentimos
y pensamos (2). Estas definiciones resumen l a s
tesis esenciales de la antropología, evitando
igualmente los errores por defecto y por exceso
de la psicología contemporánea, y presentando
u n a base sólida y amplia p a r a los análisis atre-
vidos de la filosofía crítica y de psico-fisiología,
á los cuales K a n t y W u n d t h a n dado, c a d a uno
por su p a r t e , t a n vigoroso impulso.
Repetimos lo que decía Trendelenburg á sus
compatriotas alemanes: no es necesario esperar
á que un genio nos descubra el principio de l a
filosofía; este principio lo poseemos y a ; y sólo
falta desenvolverle c a d a día más por la medi-
tación de las v e r d a d e s generales y por un co-
mercio asiduo con las ciencias experimentales.
Los discipulos de Aristóteles, g r a c i a s á su
teoría del origen experimental del p e n s a m i e n t o ,
estarán siempre menos expuestos que cualquiera
otro á las exageraciones y sueños del idealismo
y del subjetivismo. P o d r á n t a m b i é n , como lo r e -
conocía la Eevue identifique, de P a r í s , «hacer
e n t r a r en los cuadros de su filosofía los estudios
contemporáneos de fisiología y de psico-física,

(1) De Anima, l i b . I I , c a p . I . , 4, 5.
(2> De Anima, l i b . I I c a p . I I , J¡¡.
CONCLUSIÓN 40»

sin necesidad de ceder en sus doctrinas haciendo-


concesiones, y sin d e s n a t u r a l i z a r en n a d a l a
ciencia» (1).
Si el neo-tomismo se mantiene fiel á este p r o -
g r a m a , conseguirá rejuvenecer la filosofía esco-
lástica por adquisiciones felices, podrá renovar-
en p a r t e su forma exterior, y ofrecer á l a v i s t a
de nuestros sucesores un aspecto lleno de v i d a ,
m u y distinto del que presenta hoy. No o b s t a n t e
esto, aquéllos que se p r o p o n g a n sondar sus pro-
fundidades, e n c o n t r a r á n siempre en sus líneas
y estructura interior el edificio integral de los
principios que h a n presidido á la civilización
occidental. Verán con satisfacción que en este
renovamiento h a habido progreso sin revolu-
ción, adquisición sin pérdidas, desenvolvimiento-
fecundo de u n a unidad siempre viviente, enri-
quecida por la v a r i e d a d de relaciones que le
h a b r á n prestado todas las r a m a s del saber hu-
mano (2).
L. D .

( 1 ) Rcmie scientiftque, t o m o L I , 1 3 9 3 , P a r í s , p á g . 5 5 . V é a s e la I n -
troducción.
(2) V é a s e M O N S . D ' H O L B T , Philoaophia séparée et philosophie chré-
tienne. N a m u r , 1 8 9 ( ¡ , p á g i n a s 2 7 - 2 8 .
^IPÉILNrnDIOlE (1)

He aquí la distribución de las materias t r a t a -


d a s en los diversos cursos, ejercicios y trabajos
de Filosofía, d u r a n t e el semestre del verano, en
las 21 Universidades a l e m a n a s , comprendiendo
en ellas la Academia Munster. (Vid. Hochschul-
Nackrichten, Enero, F e b r e r o , Marzo de 1897.)
Cursos
ó
ejercicios.

Introducción à la Filosofia 6
Propedéutica filosófica 3
Cuestiones fundamentales ó principales de la Fi-
losofia 4
Ejercicios filosóficos 6
Instrucciones sobre el
estudio de la Filosofiay de
la P e d a g o g i a 1
L ó g i c a 6 introducción á la Filosofia 4
Lógica 5
Cuestiones especiales ó ejercicios sobra la Lógica.
L ó g i c a y Criteriologia 10
Criteriologia y Metafísica 1
Metafisica +
Filosofia de l a Naturaleza 1
Filosofía de la Religión 7
Cuestiones especiales d e Filosofia d e la Religión. :i

(1) V é a s e la p&g. 209.


410 APÉNDICE

Cursos
ó
ejercicios.

P e d a g o g i a ó Didáctica 6
Historia de la P e d a g o g i a f>
Cuestiones especiales de P e d a g o g i a 2
Ejercicios sobre la P e d a g o g i a 5
Moral y P e d a g o g í a 1
Moral 4
Cuestiones especiales de Moral 1
Moral y Filosofia del derecho 1
Estadística moral 3
Filosofia del Derecho 7
Cuestiones especiales ó ejercicios sobre la filoso-
fia del derecho • 4
Sociologia 3
P s i c o l o g i a social 1
Psicologia 12
Psicologia animal. '. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2
Cuestiones especiales de Psicologia 5
Ejercicios de P s i c o l o g i a 5
Psico patologia - 3 ;

Psicologia experimental ó Psico-fisica 6


Trabajos ó ejercicios de Psicologia experimental. 7
E s t é t i c a y t e o r i a de las bellas artes 2
Cursos especiales de Estética ó de Bellas Artes y
su historia 9
Filosofía de la Historia 1
Historia (general) de la Filosofía.. 6
Trabajos de historia de la Filosofia ... . 1
Filosofia india 1
Historia de la Filosofía a n t i g u a 3
í d e m id. id. g r i e g a ... 2
Cursos ó ejercicios sobre P l a t ó n . . 2
í d e m id. sobro la Metafísica de Aristóteles . . . . 2
Historia de la Filosofía de la a n t i g ü e d a d y de la
Edad Media 1
Historia de la Filosofia de la Edad Media 1
APÉNDICE 411
Curses
ó
ejercicios.

L e c t u r a de Santo Tomás 1
Historia de la Filosofía moderna 5
í d e m id. desde Desc¿irtes hasta nuestros d i a s . . . . 1
í d e m id. id. hasta Kant 4
Ejercicios sohre las Meditaciones de D e s c a r t e s . . . 2
í d e m sobre la Moral de Spinosa 1
í d e m sobre el Ensayo sobre el entendimiento hu-
mano de Locke 1.
í d e m sobre los opúsculos de Leibniz 1
í d e m sobre los escritores de Moral de H u m e 1
Hamlet de Shakespeare 1
Espíritu y l e n g u a j e de la Filosofía a l e m a n a 1
Historia de la Filosofía del siglo x i x 2
í d e m Id. desde Kant hasta el presente 2
Filosofía de K a n t . 5
Criticismo de K a n t 1
Ejercicios sobre la Critica de la razón pura, de
Kant 5
í d e m id. id. id. práctica 3
í d e m sobre los principios fundamentales de la
Metafísica de las costumbres de Kant 3
í d e m sobre los Prolegómenos de K a n t 1
í d e m sobre los escritos de Moral de K a n t 1
La Filosofía de Schiller en sus dramas 1
Fichte 1
Historia critica de la Filosofía p o s t h e g e l i a n a . . . . 1
Cursos ó ejercicios sobre Schopenhauer 5
Comte y el positivismo 1
Cursos ó ejercicios sobre L o f c z e . . . . ; 2
Filosofía ó filósofos contemporáneos 3
Helmholtz (Thatsachen i n der W a h r n e h r n u n g ) . . 1
Von Hartmann 1

En las cifras anteriores no se hallan incluidos


los cursos de Filosofía explicados en los liceos
412 APÉNDICE

(de éstos h a y siete en Baviera), y en los semina-


rios ó institutos diocesanos de Alemania. Esta
omisión no debilita las conclusiones formuladas
a n t e r i o r m e n t e , porque las hemos hecho aten-
diendo solamente á las escuelas no católicas,
que h a n roto con la tradición escolástica. Y aun
aquí debemos n o t a r , que de los cuatro cursos de
Metafísica, indicados en el cuadro precedente,
tres son explicados por profesores católicos:
B a u m g a r t n e r en Munich, Rappes y H a g e m a n n
en Munster.
NOMBRES CITADOS EN LA 0 6 R A

A g u s t i n (San), 372, 376. Bouquillón, 379.


Alberto el Grande, 373. Boutroux, 215, 313, 317.
Alejandro de Haies, 373. Bradley, 214.
Anselmo (San), 376. Braig, 373.
Appell, 309. Brochard, 215.
Aristoteles, passim. Bruno (Giordano), 1.
Aselli, 2. B r u n s c h w i c g , 218.
Avenarius, 211, 240. Büchner, 205.
A v i c e n a , v. Bulliot, 377.
Busse, 21i).
Bacön, 2, 69, 192, 306.
Bain, 123, 213, 248. Caird, 214.
B a l d w i n , 247. Campanella, 1.
Balfour, 213. Capreolo, 374.
Bauer, 335, Cardan, 2.
B a u m k e r , 371, 377. Carstanien, 211.
Bautain, 375. Cattell, 248.
Beaunis, 245, 388. C a y e t a n o , 266, 374.
Bergson, 218, 220. Chanut, 3.
B e r k e l e y , 46, 51, 56, 147. Claudio Bernard, 354.
B e r n e s , 217, Clausius, 67
B i n e t , 242, 215, 247, 388. Clerselier, 29, 64.
Blanc (Elias), 377. Coconnier, 377.
Bonald, 375. Comte, passim.
Bossuet, 375. Cpndillac, 57, 58, 192.
Bouillier, 257. Copernico, 2.
414' NOMBRES CITADOS EN LA OBRA

Coriioldi, 377. F a r g e s , 377.


Cousin, 215. Fechncr, 146, 236, 241.
Curtis (M. M.), 215. F e n e l ó n , 375.
F e r é , 255.
Darwin, passim. Feuerbach, 335.
Dauriac, 215. Fichte, 143, 202, 203, 230, 303.
D e Cepeda, 377. Flechsig, 259.
D e Craene, 362. F o n s e g r i v e , 218, 282, 377.
D e Groot, 377, 379. Fouillée, passim.
Delabarre, 245. Francisco de Vitoria,
Delacroix, 212. Fries, 203.
D e l a g e , 337, 367. Fullerton, 248.
D e Lantsheere, 237.
D e Margerie, 367. Galileo, 2, 374.
Demôcrito, 318. Galton, 248. i
D e Munnynck, 382. Gardair, 377, 379.
Denifle, 371. Gauss, 310.
D e K e g n o n , 328, 377. Gautier (A ), 354.
D e San, 312, 377. Gautier (Leon), 376.
D e w e y , 247. Gerdil, 376.
D e Wulf, 372. Gerson, 374.
Descartes, passim. Gioberti, 376.
D e u s s e n , 2 3 1 , 240. Gonzalez, 377.
D'Hulst, 376, 377. Grandclaude, 377.
Dionisio el Cartujano, 374. Green, ¿14.
Dornet de Vorges, 328, 377. Grove, 312 362.
Dubois Reymond, 84, 90, GuCberlet, 182, 377.
306. Gutrhie, 88.
D u h e m , 310. G u y a u , 128.
Dummermuth, 377..
Dupont, 377. H a l é v y , 218.
D u q u e s n o y , 9, 14. Hall, 215.
Durand de Gros, 89,90,235 H a l l c u x , 341.
H a m e l i n , 217.
Ebbinghaus, 236,244, 247. Hamilton, 93, 119.
Ehrle, 371. Hartley, 213.
Empedocles, 328. Hartmann, 202, 206.
Euclides, 277. H a r v e y , 2.
NOMBRES CITADOS E N L A OBKA 415
Haureau, 371. Lavoisier, 67, 68.
H e g e l , 202. Lehmann, 244.
Helmholtz, 8, 205. Leibniz, 158, 164, 167, 179,
Henri (Victor), 243. 190, 198, 239.
Herbart, 147,152, 16.6,180, Lemius, 364.
204. L e ó n el Grande (San).
H e r t w i g , 258. León XIII, 378, 380,'398.
Hirn, 212. Lepidi, 377.
Hobbes, 192. Lévy-Bruhl, 205.
Höffding, 232, 236, 240. Liard, 2.
Homans, 381. Liberatore, 377.
H u m e , pasaim. Liebmann, 205.
H u x l e y , 213, 384. Littré, 76, 192.
Locke passim.
J a c o b i , 203. Loomans, 395.
J a m e s , 247. Lotze, 146.
J a n e t , 14, 240. Lowndes, 232.
J o u l e , 67. Lucrecio, 28.
J o w e t t , 214. Lyell, 92.
J u a n de Santo Tomas, 375.
Maine de Biran, 218.
K a n t , passim. Malebranche, 42, 44, 375.
Kaufmann, 210, 240. Martius, 241, 247.
Kepler, 2. Maudsley, 128, 129.
K l e u t g e n , 377. Mayer, 67, 68, 104.
K ö n i n g , 247. Medina, 374.
Kräpelin, 247. Meumann, 244.
K r a u s e , 243. Mill, 56, 93, 192,213, 329.
Külpe, 244, 246. Moleschott, 205, 335.
Kuno Fischer, 192. Monchamp, 374.
Monsabré, 331, 377.
Lachelier, 215. Montaigne.
Ladd, 247. Motora, 246.
Laforöt, 376. Müller (M), 212, 293, 364.
Lamennais, 375. Müller (E.), 244.
L a Mettrie, 62.
L a n g e , 146, 192, 205, 315. Neper, 2.
L a p l a c , 72. N e w t o n , 67, 72, 82.
416 NOMBRES CITADOS B N LA O B R A

Nietzsche, 206. Sanseverino, 377.


Noiré, 212. Satolli, 277.
N y s , 312. Schelling, 202, 204, 333, 369.
Scheleiermacher, 204.
Orti y Lara, 377. Schneid, 377.
Schopenhauer, 166, 173,180,
Parodi, 90. 202, 206, 333.
Pasquier, 309. Schumann, 244.
Paulsen, 116, 234, 240, 316, Schuppe, 210.
334. S c h w a n n , 124.
P e i l l a u b e , 377. Scripture, 248.
Pesch, 377. Séailles, 217.
Piat, 377. Secretan, 217.
P i c a v e t , 371, 38i y s i g . Sergi, 247.
Pio IX. 377. Servet, 2.
Pedro Lombardo, 373. Sextus Empiricus.
Pierson, 388. Siebeck, 392.
Pillon, 215. Signoriello, 377.
Platon, 126, 164, 369. Soto, 374.
Preyer, 258. Spencer, passim.
Prisco, 377. Spinoza, 43, 44, 166,173,198,
235.
E a u h , 218. Stirner, 335.
Kavaisson, 201, 215. Stöckl, 377.
Rehmke, 210. Suárez, 374.
Reinhold, 203. S u l l y , 247J 248.
ß e m a c l e , 218, 220 y sig Sulzer, 190.
258. Silvestre deFerrara, 374.
Renouvier, 315.
Eiemann, 310. T a i n e , 192, 237, 359.
Romanes, 213. T e t e n s , 190.
Rondelet, 2. Thiéry, 388, 392.
Rosmini, 376. Tomás de Aquino ( S a n t o ) ,
R o y c e , 215. passim.
R u g e , 335. Tomás del Vio (véase Caye-
tano).
S a i n t G e o r g e Mivart, 97. T i b e r g h i e n , 241,
Saint-Simon, 70. Trendelenburg-, 369.
OBRÄ EN PREPARACIÓN

L O S P R O B L E M A S

1>K I.А

PSICOLOGÍA Ш Т Е Ш Ш Е Я
POR Et.

F. Ъ/L, A R N Á I Z

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