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CUMPLIMIENTO DE LAS OBLIGACIONES.

Concepto

La obligación es un vínculo de derecho, de naturaleza pecuniaria, que liga a dos o más


personas, unas llamadas acreedores, para quienes la obligación es un elemento activo en
su patrimonio, y otras llamadas deudores, para quienes la obligación es un elemento pasivo.
Dicho de otro modo: todas las relaciones pecuniarias que existen entre los hombres son
relaciones de obligaciones.

El objeto de la obligación es la prestación debida por el deudor. Consiste a veces en un


hecho positivo (obligación de dar o hacer), otras veces es un hecho negativo (obligación de
no hacer). Sin embargo, aunque la obligación no sea necesariamente el pago de una suma
de dinero, la obligación debe ser estimable pecuniariamente.

Los caracteres esenciales de la obligación. han sido indicados en su definición: a) la


obligación es un vínculo de derecho, b) es de naturaleza pecuniaria, y c) se verifica entre
personas.

El acreedor de una obligación no tiene derecho directo sobre los bienes de su deudor; tiene
solamente el derecho de constreñirlo a que le pague: el embargo es un procedimiento de
coacción, una vía de ejecución, no el ejercicio por el acreedor de un derecho real sobre los
bienes de su deudor. De ello resulta que el acreedor no tiene, sobre los bienes de su deudor,
ni el derecho de persecución ni el derecho de preferencia.

La obligación tiene un efecto relativo. Sólo liga al deudor; nada puede reclamar el acreedor
de alguien distinto de su deudor. La fuente de la obligación es el hecho que le da
nacimiento: puede ser voluntaria (contrato o promesa unilateral) o involuntaria (delito,
cuasidelito o cuasicontrato; a veces nace de la ley)

Las obligaciones se clasifican, de una parte, según sus fuentes, y de otra parte, según su
objeto. Demongue introdujo en éstas una clasificación más práctica: "obligaciones de
resultado" y "obligaciones de medios", a las que Henri, León y Jean Mazeaud prefieren
llamar "obligaciones determinadas" y "obligaciones generales de prudencia y diligencia",
respectivamente.
La causa de la obligación es el motivo que induce a las partes a ligarse en un vínculo de
derecho.

 Según la clasificación fundada sobre las fuentes, las obligaciones son: "contractuales",
"delictuales y cuasidelictuales" y "obligaciones cuasicontractuales".
 Según la clasificación fundada sobre el objeto, las obligaciones son: a) de dar, b) de
hacer y c) de no hacer.
 El deudor de una obligación de dar debe efectuar a favor del acreedor una
"transmisión (dación) de derecho real".
 La obligación de hacer compele al deudor a realizar, a favor del acreedor, un hecho,
distinto de una transmisión de un derecho real.
 La obligación de no hacer consiste en una abstención.

Unas veces el deudor está obligado a realizar un hecho determinado (obligación


determinada o de resultado); otras veces el deudor está obligado a observar diligencia, a
conducirse con prudencia para intentar obtener el resultado deseado (obligación general de
prudencia o diligencia). Esta clasificación introducida por Demongue se aplica a todas las
obligaciones, sean contractuales o extracontractuales.
En las obligaciones determinadas, basta al acreedor con probar que el resultado no se ha
obtenido y corresponde al deudor, para liberarse, probar que la falta de cumplimiento se
debe a una causa ajena; en cambio, en las obligaciones generales de prudencia y diligencia,
el acreedor debe efectuar la difícil prueba de una negligencia o de una imprudencia del
deudor.
No siempre resulta fácil saber si se está en presencia de una obligación determinada o de
una obligación general de prudencia y diligencia. ¿Cuál es el criterio de distinción?. En el
terreno contractual, hay que averiguar la voluntad de las partes. Ha tomado el deudor el
compromiso de lograr el resultado por el cual han contratado las partes?; entonces la
obligación es determinada. ¿Solamente se ha comprometido el deudor a intentar, por
una conductaprudente y diligente, la consecución del resultado que han tenido a la vista las
partes para concluir el contrato?; entonces la obligación es de prudencia y diligencia. A
falta de otras circunstancias que permitan descubrir esa voluntad, se averiguará si la
realización del fin perseguido por el contrato presenta alguna eventualidad. Cuando esa
realización es aleatoria, debe suponerse que la obligación asumida es tan sólo de prudencia
y diligencia. Por el contrario, cuando no es aleatoria la realización del resultado en vista del
cual se ha celebrado el contrato, cabe estimar normalmente que el deudor ha prometido esa
realización. La naturaleza aleatoria o no aleatoria de la realización del fin perseguido
permite descubrir, por lo tanto, la voluntad no expresada de los contratantes; estando
impuesta la obligación por la ley, es la voluntad del legislador la que ha de descubrirse
cuando no esté expresada.

Para André Tunc, la diferencia esencial entre las obligaciones de resultado y las de
prudencia y diligencia resulta de las circunstancias y no, en principio, de una diferencia de
grado o de intensidad de la obligación. Pero esa diferencia de circunstancias entraña
una inversión en la carga de la prueba. El Art.1315, párrafo 2, no se aplica en los casos de
obligaciones de prudencia y diligencia.

Según Aubry y Rau, en lo que respecta a la obligación de entregar una cosa, ella no es en
su naturaleza más que secundaria, y puede proceder sea de una obligación de dar, sea de
una obligación de hacer: toma su carácter del compromiso principal del cual deriva, y es
consiguientemente una obligación de hacer cuando el compromiso al cual se une es en sí
mismo un compromiso de hacer.

Otra clasificación importante es la que distingue las obligaciones civiles de las naturales.
Las primeras se enlazan con medidas coactivas y son susceptibles de ejecución forzosa; las
segundas no llevan consigo sino un cumplimiento voluntario. Cuando la obligación es
natural se está en presencia de una deuda sin responsabilidad en caso de incumplimiento y
sin coacción.

La regla es que la obligación tenga su origen en un contrato; la excepción es la obligación


extracontractual. El principio de la autonomía de la voluntad permite
al individuo la libertad de contratar, libertad que sólo es limitada por las buenas costumbres
y por el orden público.
No todas las obligaciones se crean de la misma manera; pero, una vez creadas, producen el
mismo efecto, se cumplen, se transmiten y se extinguen según las mismas reglas.

El objeto de la obligación

El objeto de la obligación es la prestación prometida por el otro contratante; no es una cosa,


sino una prestación. Sin duda esa prestación consiste en ocasiones en la transmisión de un
derecho real, es decir, en un derecho que recae sobre una cosa, pero puede ser diferente. En
las obligaciones de prudencia y diligencia (o de medios), el objeto de la obligación consiste
tan sólo en conducirse con prudencia y diligencia para intentar el logro del fin perseguido.
En las obligaciones determinadas (o de resultado), la prestación no consiste solamente en
una actitud general que haya de mantenerse sino que está concretada: el deudor está
obligado a alcanzar un resultado. El objeto de la obligación es patrimonial cuando la
prestación posee un valorpecuniario; extrapatrimonial, si la prestación tiene un valor
puramente moral.

Cuando el deudor se obliga a transmitir un derecho real, personal o intelectual, la


prestación consiste en la transmisión de un derecho al acreedor. Si se tratase de un
derecho real, la cosa debe existir. Cuando la cosa no existe, falta un elemento esencial del
contrato, que se halla así viciado de nulidad absoluta. Si bien la cosa prometida debe existir,
puede no existir sino en lo futuro: la obligación que recae sobre una cosa futura es válida
(Art.1130, párrafo 1)

La obligación debe recaer sobre una cosa que esté en el comercio. La prestación prometida
debe ser determinada (Art.1129). Los contratantes que no hayan concertado el objeto de su
obligación no están obligados a nada. La cosa debe estar determinada, al menos en cuanto a
la especie. La cosa debe, pues, estar determinada en su género, pero no se necesita que esté
individualizada. De ello resulta que la calidad de la cosa no tiene necesidad de ser
precisada.

En principio, el objeto de la obligación puede recaer sobre una cosa ajena. Sin embargo,
cuando el objeto de la obligación consiste en la transmisión de un derecho real, se necesita
que la persona que transmite ese derecho sea su titular: es nula la venta o la donación de la
cosa ajena. El objeto de la obligación consiste una veces en un hecho personal del deudor:
hecho positivo o negativo. Ese hecho debe poseer cuatro requisitos: a) ser posible, b ) ser
lícito, c) ser personal del deudor, d) presentar un interés para el acreedor.
El hecho prometido debe ser posible. A lo imposible nadie está obligado, dice el adagio.
Pero para que exista nulidad, la imposibilidad debe ser absoluta: debe ser imposible para
todos; si la obligación es posible para el contratante o para algunas personas, es una
obligación válida. En caso de imposibilidad absoluta, el contrato se anula por falta de
objeto. No obstante lo anterior, si el deudor al contratar conocía la imposibilidad absoluta
de cumplimiento, debe daños y perjuicios al acreedor de buena fe, porque ha incurrido en
culpa al obligarse en esas condiciones. El hecho prometido debe ser lícito. No cabe
obligarse válidamente a ejecutar un hecho inmoral o ilícito. El hecho debe ser personal del
que lo haya prometido. Una persona sólo se encuentra obligada por su voluntad o por la
ley; no cabe hacer a otro deudor contra su voluntad: es el efecto relativo del vínculo
obligatorio. Sin embargo, el Art.1120 permite garantizar la obligación de un tercero,
prometiendo el hecho de un tercero. El hecho prometido debe presentar un interés para
el acreedor, pero no es necesario que sea un interés pecuniario, basta un interés moral. Si el
objeto de la obligación no presenta ningún interés para el acreedor, éste no dispondrá
de acción para reclamar su cumplimiento.
La causa

La causa de la obligación es la razón por la cual asume su obligación el contratante. La


causa de la obligación es una noción desligada de la personalidaddel contratante,
esencialmente técnica: es la pieza fundamental del mecanismo del contrato. Es siempre la
misma en cada categoría de contrato.

La validez de la causa de la obligación exige varios requisitos: a) la causa debe ser lícita, b)
debe existir (la obligación no debe carecer de causa. En loscontratos a título gratuito, la
falta de la intención liberal anula los contratos; en los contratos sinalagmáticos, por tener
cada obligación por causa la obligación correlativa, si ésta no se perfecciona, la primera
carece de causa), c) la causa no debe ser falsa (la causa falsa es una causa inexistente. La
causa falsa no debe confundirse con la causa simulada, la cual es válida en principio)

La validez de la causa del contrato exige varios requisitos: a) la causa debe existir (la
jurisprudencia francesa se niega a admitir la inexistencia de la causa cuando el contratante
ha cometido un error sobre los móviles; en cuanto al motivo simulado, tampoco es
inexistente: el motivo real y no el aparente es el que debe ser examinado); b) debe ser lícita
(este requisito es esencial por permitir a los tribunales ejercer un control eficaz sobre
la moralidad de los contratantes). Resulta a veces difícil saber si la que es ilícita o inmoral
es la causa de la obligación, la causa del contrato, el objeto de la obligación o el objeto del
contrato. El objeto de la obligación es la prestación debida; en general esa prestación,
separada de los móviles que han impulsado a exigirla, es lícita: pagar una suma de dinero,
entregar una cosa, ejecutar un trabajo, etc. Sin embargo, puede ser de otra manera: si una
persona se compromete a causar un daño a otra, el objeto de esa obligación es ilícito. La
causa de ese contrato será también ilícita porque el fin perseguido por las partes está
prohibido por la ley. El objeto del contrato es la operación jurídica considerada: venta,
permuta, arrendamiento, donación, etc. Ese objeto es lícito cuando la ley permite la
operación; pero existen operaciones jurídicas que el legislador prohíbe, las cuales, sin
embargo, pueden estar inspiradas por móviles morales y lícitos: el pacto sobre sucesión
futura, el contrato de venta entre esposos, etc.

La causa inmoral o ilícita torna el contrato nulo de nulidad absoluta, por aplicación del Art.
6.

Se presume lícito el motivo perseguido por los contratantes. El que invoca la inmoralidad o
la ilicitud debe probarla. La regla es la misma para los terceros que invocan la nulidad del
contrato.
La jurisprudencia francesa permite ya apelar a todos los medios extrínsecos y no sólo a los
intrínsecos, para probar la ilicitud o la inmoralidad de la causa del contrato. La prueba de
la ilicitud o de la inmoralidad de la causa de la obligación está a cargo del que la alegue, y
puede realizarse por todos los medios. No es necesario para la validez del acto, excepto en
la hipoteca convencional, que la causa de la obligación se mencione en el "instrumentum".
Pero si la falta de mención en el "instrumentum" no afecta, en principio, a la validez del
acto, posee necesariamente un influjo sobre la prueba de la existencia de la causa. Así, hace
falta, desde este punto de vista, distinguir según la causa esté o no expresada en el contrato.
Es importante porque si la causa está expresada, el deudor que pretende negar la existencia
debe probar contra la causa expresada sólo por medio de un documento o con un principio
de prueba por escrito. Esta regla se excluye cuando el deudor quiere establecer que la causa
expresada es sólo una causa simulada, y que la simulación oculta un fraude a la ley, en
cuyo caso podrá probar el fraude por todos los medios. La regla no se aplica a los terceros,
quienes pueden probar por todos los medios, incluso por presunciones, la falta de causa. Si
la causa no se ha expresado en el "instrumentum", el contrato es válido. El litigante que
alegue la existencia de la causa no tienen nada que probar; el que invoque la inexistencia de
la causa es el que ha de demostrarla: el que alega la situación anormal, la inexistencia de la
causa, debe probarla.

La fuerza del vínculo obligatorio

La convención es ley para las partes. Los redactores del Código civil tomaron la fórmula
de Domat y la reprodujeron en el Art.1134 de ese cuerpo de leyes. La regla es interpretada
de manera que una obligación nacida del contrato se impone a las partes contratantes con la
misma fuerza de una obligación legal. De lo anterior se deduce: 1. La fuerza del vínculo
obligatorio sólo liga a las partes; por virtud del Art. 1165, el acreedor no podría compeler a
un tercero a cumplir la prestación debida por el deudor; 2. No está permitido al juez
modificar una convención lícita concluida entre las partes.

El efecto relativo del vínculo obligatorio debe entenderse con sumo cuidado. Si bien, en
principio, el contrato no perjudica ni aprovecha a los terceros, la obligación surgida del
contrato y que une a las partes, cuando es lícita, existe con respecto a todos; para los
terceros constituye un hecho, que no tienen derecho a desconocer. Desconocer a sabiendas
esa obligación, al hacerse cómplice del deudor, constituye una culpa delictual: el contrato
válido es oponible a los terceros. La obligación es un hecho que los terceros no tienen el
derecho de desconocer. El tercero no tiene derecho a exigir el cumplimiento de la
obligación surgida del contrato, que es para él "res inter alios acta": ni es acreedor ni se
convierte en éste, salvo los casos de estipulación a favor de tercero (Art.1121); tampoco
podría exigir el cumplimiento de una obligación a menos que la ley no lo hubiera designado
como acreedor. Pero le resulta lícito alegar la existencia y el incumplimiento de una
obligación, aquélla y éste, como simples hechos. Todo lo anterior, sin perjuicio de la
estipulación a favor de tercero, que es la excepción a la regla del Art.1165.
No obstante lo anterior, el Art.1167 del Código civil permite al acreedor desconocer los
actos celebrados por su deudor, en fraude de los derechos del primero, con un tercero. Es
la acción pauliana.

La simulación es la operación por la cual se crea una situación jurídica aparente que
difiere de la situación jurídica verdadera. El acto aparente será una veces un acto ficticio,
otras veces un acto disfrazado, o un acto que incluye interposición de persona. La
contraescritura es, pues, un contrato mantenido en secreto y que las partes celebran antes o
al mismo tiempo que un acto aparente, el cual no corresponde a su voluntad, y que tiene por
única finalidad disimular la realidad.

Los terceros, que pueden ser perjudicados en sus derechos, pueden probar contra el
contrato aparente por todos los medios y poner al descubierto el acto verdadero. En su
provecho, el tercero a quienes los contratantes quisieron engañar con el acto aparente, tiene
entonces dos opciones: 1. hacer que prevalezca el acto aparente sobre el acto verdadero; y
2. puede hacer verificar la simulación mediante la acción declarativa de simulación. La
regla del Art.1321 está dictada a favor de los terceros, quienes se pueden aprovechar de ella
si así lo desean.

Entre las partes contratantes, cuando las contraescrituras tienen un objeto lícito, son
válidas. En tales casos, el acto verdadero prevalece sobre el acto aparente. En
los conflictos entre terceros, el que invoque el acto aparente debe prevalecer sobre el que
invoque la contraescritura, el acto verdadero.

Del pago

El pago de una obligación supone dos actores: el "solvens" o deudor y el "accipiens" o


acreedor.

Para que el pago sea válido, el accipiens debe ser acreedor y debe ser capaz. El pago
puede ser recibido, aparte del acreedor originario, por los causahabientes universales
del accipiens después de la muerte de éste; el cesionario de un título de crédito,
causahabiente singular, tiene título para recibir el pago. El pago también puede ser hecho al
representante legal o convencional del acreedor y, a veces, al gestor de negocios.
El pago hecho fuera de esos casos no libera al deudor. "Quien paga mal, paga dos veces",
dice el adagio. Sin embargo existen tres casos en los cuales el pago puede ser válido fuera
de las situaciones anteriores: 1. cuando el acreedor ratifica el pago hecho a
un "accipiens" sin título; 2. cuando el acreedor se ha aprovechado del pago; y 3. el pago
hecho de buena fe a quien esté en posesión del crédito es válido. (Arts. 1239 y 1240 del
Código civil). Existe un caso excepcional en que el pago hecho al acreedor no libera al
deudor: Cuando el deudor designado tercero embargado. El es caso del embargo crediticio
o retentivo.

El solvens necesariamente no debe ser deudor de la obligación: el Art.1236, párrafo 2o., le


permite efectuar el pago aunque no esté interesado en ella. Sin embargo, ello no se aplica
cuando la obligación ha sido contraída en consideración a la persona del deudor, intuitu
personae. El solvens debe ser capaz de disponer.

La subrogación es la sustitución, en una relación de derecho, de una cosa en lugar de otra,


subrogación real, o de una persona en vez de otra, subrogación personal, que se beneficia
así de todos los derechos de la primera. El pago con subrogación es un caso de subrogación
personal.

El tercero que paga una deuda ajena se subroga en los derechos que tenía el acreedor
contra el deudor. El tercero subrogado dispone en todos los casos de una acción que le es
propia contra el deudor: la acción de préstamo, si ha prestado la suma para efectuar el pago;
la acción de mandato, si el deudor le ha encargado que pague; la acción de negocios ajenos
y la acción "de in rem verso", según se encuentren reunidos los requisitos de los
cuasicontratos de gestión de negocios ajenos o de enriquecimiento sin causa,
respectivamente. Pero cuando el solvens intenta la acción que le es propia, por simple
acreedor quirografario, se encuentra en concurso con los demás acreedores del deudor por
el que ha pagado.

La subrogación puede ser convencional o legal, conforme con los Arts. 1249 al 1252 del
Código civil. El Art.1250 del Código civil exige varios requisitos para la validez del pago
con subrogación: 1. El acreedor debe consentir en la subrogación; si el acreedor rechaza
la oferta del solvens éste no podrá sino pedirle al deudor que le consienta la subrogación,
pero esa subrogación por el deudor no es posible más que si el tercero solvens entrega
dinero al deudor y no al acreedor; 2. La subrogación debe ser expresa; y 3. La subrogación
debe ser consentida en el momento del pago. Casi siempre, la convención subrogatoria se
acredita en el recibo entregado por el acreedor al tercero solvens, denominado recibo
subrogatorio; este recibo sólo es oponible a los terceros cuando tiene fecha cierta.
El pago de las obligaciones de hacer y de no hacer no suscita problemas particulares. Se
determina haciendo la prueba de un hecho positivo o negativo.

La obligación de dar es la obligación de transmitir la propiedad u otro derecho real. La


obligación de entregar la cosa cuya propiedad se transmite no puede ser separada de
aquella, por ser su consecuencia necesaria. Las reglas particulares del pago de las
obligaciones de dar, vale decir las del cumplimiento de una obligación de entrega, se
precisa en los Arts.1245 y 1246 del Código civil.

Reglas concernientes al pago de dinero

 Es una obligación de dar.


 Las fluctuaciones de valor de la cosa debida que se produzcan entre el contrato y su
cumplimiento no poseen influencia alguna sobre la prestación; el deudor es el que las
sufre o se beneficia de las mismas, no el acreedor. La cantidad en moneda permanece,
pues, invariable (Art.1895). Esta regla sólo se refiere a las obligaciones contractuales.
 Las cláusulas sujetas a índice, o de escala móvil, están consideradas, en principio,
como lícitas; pero son nulas cuando las partes tienen por finalidad evitar
la depreciación de la moneda. Cuando en el contrato las partes hayan indicado
expresamente su voluntad de precaverse contra la depreciación de la moneda, los
tribunales anulan esa cláusula. Cuando no se expresa en el contrato, los tribunales
deben descubrir la voluntad de las partes, estudiando el índice elegido. Un indicio para
descubrir la voluntad de las partes es un índice sin relación económica con la principal
actividad de las partes o con la causa del contrato. Los índices económicos son
válidos, los índices monetarios son nulos. Según Mazeaud, es imposible pretender
distinguir las cláusulas con finalidad económicas, válidas, con las de finalidad
monetaria, nulas, cuando en realidad todas tienden a un mismo fin: sustraerse a la
desvalorización de la moneda.
 Cuando una cláusula es nula, lleva consigo la nulidad del contrato, siempre que
aquélla haya sido la causa impulsora y determinante.
 El pago es indivisible, lo cual significa que el deudor está obligado a liberarse de una
sola vez de todo cuanto deba; no puede obligar al acreedor a aceptar pagos parciales
(Art.1244). Sin embargo, los tribunales pueden otorgar al deudor plazos de gracia para
el pago. De ello concluye la jurisprudencia francesa que el juez posee la facultad de
imponer al acreedor el fraccionamiento de los vencimientos dentro de ese plazo.
Tiempo y lugar del pago.

El Art.1187 dispone que el plazo se presume estipulado a favor del deudor, presunción
simple, a menos que resulte de la estipulación o de las circunstancias que ha sido convenido
también a favor del acreedor.

Cuando en un préstamo se han pactado intereses, éstos permiten presumir, hasta prueba en
contrario, que el término convenido es en interés común de las partes.
Salvo convención contraria, el pago debe ser hecho en el domicilio del deudor (Art.1247):
el pago es cobradero. Existe una derogación de este principio en los casos de pago de
pensiones alimenticias que, en principio, son pagaderas en el domicilio del acreedor.
Cuando se trata de un cuerpo cierto y determinado, el pago debe hacerse en el lugar donde
estuviera la cosa en el momento de la obligación (Art. 1247). Esta regla es supletoria.

La prueba del pago.

La carga de la prueba de la obligación pesa sobre el acreedor. La carga de la prueba del


pago pesa sobre el deudor. El Art.1315, párrafo 2, es inaplicable en los casos de
obligaciones de prudencia y diligencia.

El pago es un acto jurídico, por lo tanto, no puede probarse, por encima de 30 pesos, más
que por un procedimiento de prueba perfecto. En el caso de pagos parciales, esa prueba se
exigirá si el total de los pagos supera los 30 pesos (Arts.1341 y siguientes). Sin embargo,
nuestra Corte de casación ha dicho en alguna oportunidad que la regla que prohibe probar
por testigos los pagos superiores a 30 pesos no es de orden público y por consiguiente la
parte que se aprovecha de ella puede renunciarla.

La regla dispuesta por el Art.1341 sólo se aplica a los pagos de sumas de dinero para los
cuales se exige un recibo; se permite por todos los medios la prueba de la obligación de
hacer. El Art. 1348 permite acudir a todo medio de prueba cuando ha sido imposible
moralmente procurarse un documento o recibo que pruebe el pago realizado. En las
compraventas al contado, donde la costumbre es no entregar recibo, puede invocarse el Art.
1348.
Del cumplimiento forzoso

Las obligaciones de hacer y de no hacer se resuelven en el abono de daños y perjuicios en


caso de incumplimiento por parte del deudor. Es la traducción del adagio "Nemo praeoise
potest cogi ad factum (Nadie puede ser obligado a la ejecución personal de un hecho),
recogida en su espíritu por el Art. 1142. Pese a esa afirmación de alcance general, en el
ámbito de esas obligaciones, el cumplimiento en especie puede obtenerse con frecuencia. Y
es que tal principio sólo es aplicable a las obligaciones de hacer que han sido
contraidas intuitu personae. Siempre que la obligación de hacer sea susceptible de ser
cumplida por un tercero, el acreedor puede ser autorizado también, en caso de
incumplimiento, para cumplir él mismo la obligación a expensas de su deudor. (Art. 1144).
El principio es idéntico en las obligaciones de no hacer.

La astreinte

La astreinte consiste en una condena pecuniaria pronunciada por el juez, que tiene por
objeto vencer la resistencia de un deudor recalcitrante, y llevarlo a cumplir una resolución.
Conviene distinguir la astreinte y los daños y perjuicios moratorios. Con independencia de
la astreinte, el acreedor tiene derecho a la reparación del perjuicio que le causa el retraso en
el cumplimiento. Y una astreinte puede ser ordenada aun cuando el retraso no implique
perjuicio alguno para el acreedor. Las dos cuestiones son independientes. La astreinte se
gradúa por las facultades del deudor, por sus posibilidades de resistencia, y no por el
perjuicio experimentado por el acreedor. La astreinte tiene una finalidad precisa:
asegurar la ejecución de las sentencias. De ahí resulta que el punto de partida de la astreinte
no puede ser anterior al pronunciamiento del fallo. La astreinte es una amenaza, tiene
carácter conminatorio y tiene por finalidad obligar al deudor al cumplimiento; por lo tanto
el juez está en la posibilidad de agravar su importe.

Existen varios grados posibles en la función conminatoria de la astreinte: a) La amenaza


más eficaz es la astreinte definitiva, la cual no está sujeta a modificación. Tan sólo le sería
posible al juez modificar, para lo porvenir, el monto fijado primeramente; b) La astreinte
constituye una seria amenaza cuando su fijación es provisional. El juez condena al deudor y
se reserva la posibilidad de volver sobre su resolución. El acreedor debe acudir entonces
nuevamente ante el juez para pedirle que liquide la astreinte; en este momento pertenece al
juez, fallando soberanamente, condenar al deudor al importe señalado primitivamente,
reducir ese importe o suprimirlo por completo, según la actitud adoptada por el deudor; c)
El tercer procedimiento consiste en fijar una astreinte también provisional, pero que
desaparecerá totalmente, sin dejar subsistente nada más que una condena al abono de daños
y perjuicios moratorios, cuando el deudor haya cumplido. Este procedimiento es poco
eficaz: puesto que el deudor sabe que el día que se decida a cumplir no será condenado más
que a reparar el daño causado por su retraso.

La astreinte sólo debe pronunciarse cuando no existe otro medio de obtener el


cumplimiento de la obligación: el juez no debe pronunciarla cuando el acreedor tenga la
posibilidad de obtener de un tercero el cumplimiento.

Medios para asegurar el patrimonio del deudor

 la vía o acción oblicua.


 la acción pauliana.

La acción oblicua

La vía oblicua es la facultad que tiene un acreedor para ejercer los derechos provistos
de acciones de su deudor negligente, con excepción de aquellos ligados exclusivamente a
su persona. (Art.1166). Se le llama también acción indirecta o subrogatoria.

El acreedor no puede ejercer sino los derechos de que sea ya titular el deudor. Se trata tan
sólo de hacer que reingrese materialmente en el patrimonio un derecho que figura
jurídicamente en él. No le permite introducir modificaciones en ese patrimonio. Los
acreedores no tienen derecho de ejercitar las acciones que se refieran a reparar el daño
moral causado al deudor, por estar éstos derechos unidos a la personalidad; por el contrario,
les está permitido ejercer, por la vía oblicua, la acción de reparación de un daño causado a
los bienes y a la integridad física del deudor. La solvencia notoria del deudor prohibe al
acreedor la vía oblicua, por falta de interés. Para que el acreedor pueda demandar por esta
vía, pues, es necesario que el deudor esté en situación de insolvencia.

El acreedor que ejerce la acción o vía oblicua no cuenta con privilegio sobre el bien que
haya hecho que reingrese en el patrimonio del deudor: el bien se convierte en prenda
común de todos sus acreedores. Por el principio anterior, parte de la doctrina ve en la
acción oblicua una medida conservatoria. La Corte de casación francesa, sin embargo, se
negó a conceder la acción oblicua cuando el crédito no era cierto, líquido y exigible (Req.
25 de marzo de 1924; D.H. 1924. 282). La acción oblicua se utiliza poco, pues es más
eficaz el embargo de créditos o embargo retentivo.
La acción pauliana.

La acción pauliana o revocatoria es aquella mediante la cual el acreedor hace revocar los
actos de su deudor que le causan un perjuicio y que han sido cumplidos en fraude de sus
derechos (Art.1167). Según Henri Capitant, la acción pauliana se distingue de la acción en
nulidad de una enajenación por causa de simulación, la cual tiende a que se juzgue que el
bien no ha salido del patrimonio del deudor. Los acreedores cuyo crédito sea anterior al
acto impugnado son los favorecidos con la acción pauliana. La acción pauliana la ejerce el
acreedor en su propio nombre, con lo cual se diferencia de la acción oblicua, que el
acreedor ejerce en nombre de su deudor. La acción pauliana sólo aprovecha al acreedor que
la ejercita en su propio nombre.

Las modificaciones introducidas en el patrimonio del deudor fuera de su voluntad quedan


al margen de la acción pauliana, porque esta acción supone un fraude, por tanto, un acto de
voluntad. El ámbito de la acción pauliana está, pues, limitado a los actos jurídicos. El
párrafo 2o. del Art. 1167 exceptúa del ámbito de la acción pauliana las particiones
sucesorias y de la comunidad de bienes. El pago de una obligación queda fuera del ámbito
de la acción pauliana. Al pagar, el deudor cumple con una obligación a la que estaba sujeto
jurídicamente. Sin embargo, en materia comercial, en caso de quiebraexisten reglas
particulares para realizar pagos válidos.

La acción pauliana está sometida a varios requisitos: a) interés del acreedor. No tendrá
interés el acreedor cuando el deudor sea solvente; b) perjuicio causado al acreedor por el
acto impugnado; c) empobrecimiento del deudor. Es impugnable el acto por el que se
niegue a enriquecerse el deudor, en consecuencia, el acreedor tiene derecho a impugnar el
acto por el cual renuncie el deudor a invocar una prescripción que le favorece (Art.2225); el
acreedor puede impugnar la renuncia del heredero a una sucesión cuando ésta le favorezca
(Art.788); y d) el acto debe ser fraudulento. El elemento intencional ("consilium fraudis")
debe existir en el deudor. La acción pauliana no puede ser ejercitada contra un acto a título
oneroso más que se el tercer es cómplice del fraude ("consius fraudis"). Si el acto,
económicamente equilibrado, está destinado a defraudar a los acreedores, el tercero debe
tener la voluntad de ayudar al deudor a organizar el fraude a perjudicar a sus acreedores.
Por el contrario, cuando el acto es económicamente perjudicial para el deudor, es suficiente
con que el tercero tenga conocimiento de la insolvencia del deudor y con que sepa que el
acto crea o aumenta esa insolvencia.

La complicidad del tercero no es necesaria cuando el acto impugnado sea un acto a título
gratuito. Consideremos la situación de los subadquirentes, es decir de aquellos que reciben
sus derechos del tercero. Cuando el primer adquirente no estuviera expuesto a la acción
pauliana (había adquirido a título oneroso y no era cómplice en el fraude) el bien ha salido
definitivamente del patrimonio del deudor; el acreedor no puede ya hacerse pago sobre él.
Poco importan las condiciones en que haya adquirido el subadquirente. Por el contrario,
cuando el primer adquirente estuviera sometido a la acción pauliana (había adquirido a
título gratuito o era cómplice en el fraude), para intentar la acción contra el subadquirente,
será necesario que haya adquirido a título gratuito, o que habiendo adquirido a título
oneroso, haya sido cómplice en el fraude contra los acreedores.

La acción pauliana es una acción de inoponibilidad. Resulta de ello que la acción pauliana
no favorece sino al acreedor que la ejercita; el acto impugnado sigue siendo oponible contra
cualquiera otra persona. Y es que la acción pauliana no es una acción en nulidad: el acto
sigue siendo válido en las relaciones entre el tercero y el deudor. Igualmente, por no
tratarse de una acción de nulidad, el fraude cometido por el adquirente no repercute
necesariamente sobre el subadquirente. Por no producir la acción pauliana ningún efecto
con respecto al deudor, quien continúa obligado frente al tercero con el que había celebrado
el acto impugnado. El tercero puede, en consecuencia, repetir en garantía contra el deudor.
El único efecto de la acción pauliana es la reposición en el estado anterior; la acción
pauliana no concede derecho al abono de daños y perjuicios. Sin embargo, resulta posible
unir la acción pauliana a una acción de responsabilidad.

Reglas de cumplimiento particulares de ciertas obligaciones

Existen cuatro series de obligaciones que derogan las reglas generales que hemos
estudiado. Son ellas: a) las obligaciones naturales, las cuales están desprovistas de acción a
favor del acreedor; sólo resulta posible el cumplimiento voluntario; b) las obligaciones
nacidas de un contrato sinalagmático. En razón de su reciprocidad, el deudor puede
rechazar el cumplimiento, oponiendo la excepción "non adimpleti contractus" o de toma y
daca; c) las obligaciones afectadas por una modalidad: término o condición; y d) las
obligaciones plurales, cuya complejidad resulta ya sea de alguna modalidad, ya sea de la
pluralidad de objetos o de los sujetos de la obligación.

El término.

El término puede ser de dos clases: extintivo o suspensivo.


 El término extintivo es un acontecimiento futuro y cierto que, sin retrotraerse,
extingue una obligación. El término extintivo, por no afectar el cumplimiento de la
obligación, no será estudiado en este momento.
 El término suspensivo es un acontecimiento futuro y cierto que suspende el
cumplimiento de la obligación.
El término, que es siempre un acontecimiento cuya llegada es cierta, se llama una veces
"cierto" y otras veces "incierto". Mazeaud propone llamarlos "conocido" y "desconocido".
El término es cierto cuando el día de la llegada del acontecimiento es conocido. Ejemplo: el
24 de diciembre. El término es incierto cuando el día de la llegada del acontecimiento es
desconocido. Ejemplo: cuando muera Fulano.

La condición.

La condición es una modalidad que tiene por efecto subordinar el nacimiento o la


resolución de un acto jurídico a la circunstancia de que se produzca un acontecimiento
futuro e incierto (Art.1168.La condición posee, a diferencia del término, un influjo no sólo
sobre la exigibilidad, sino también sobre la existencia de la obligación. La condición resulta
siempre de la voluntad de las partes.

Existen dos categorías diferentes de condiciones: a) La que suspende, al mismo tiempo que
al cumplimiento, el nacimiento de la obligación: es la condición suspensiva. b) La que
resuelve, destruye la obligación cumplida: es la condición resolutoria.

Efectos de la condición suspensiva:

 La obligación no existe todavía; sin embargo, el acreedor tiene un derecho eventual.


 En tanto que no esté seguro del cumplimiento de la condición suspensiva, la
obligación no se perfecciona.
 El deudor que paga por error una deuda bajo condición suspensiva, paga lo indebido.
Por consiguiente, dispone de la acción de repetición.
 Puesto que la obligación no puede ser pagada, no puede extinguirse por
compensación.
 El contrato bajo condición suspensiva no transfiere inmediatamente la propiedad pura
y simple: el vendedor sigue siendo propietario bajo condición resolutoria y conserva
todas las atribuciones del derecho de propiedad. El riesgo queda, pues, a su cargo.
(Estúdiese, no obstante, la ley483 sobre ventas condicionales de muebles)
 El deudor de una obligación "pendente conditione" está ya obligado, no a cumplir lo
que será eventualmente la obligación definitiva, sino a respetar desde luego el derecho
actual del acreedor. Si impidiera fraudulentamente la realización de la condición
suspensiva, comprometería suresponsabilidad contractual (Art.1178)
 A partir de la realización de la condición suspensiva, la obligación se retrotrae al día
en que se haya celebrado el contrato. Todo sucede como si la obligación hubiera
nacido pura y simple. Se considera que nunca ha sido eventual (Art. 1179)
 Por retrotraerse la condición, la capacidad de las partes se aprecia en el momento en
que se concluye el contrato y no en el momento en que se cumple la condición
suspensiva.
 Son importantes las consecuencias de la retroactividad de la condición suspensiva: a)
si el deudor "pendente conditione" ha pagado, pierde la acción en repetición: al
verificarse la condición, la obligación se convierte en pura y simple, el deudor ha
pagado lo debido; b) se destruyen, en principio, retroactivamente todos
los derechos que el vendedor condicional haya podido consentir a un tercero sobre la
cosa "pendente conditione"; la jurisprudencia francesa admite la validez de los actos
de administración. El enajenante condicional conserva loa frutos; c) para apreciar si el
contrato es lesivo, hay que situarse en el día de su conclusión y no en el de su
cumplimiento.
 No obstante lo anterior, el Art. 1182 deja a cargo del deudor de la entrega de la cosa
(el enajenante condicional) el riesgo que se haya corrido "pendente conditione".

Cuando no se produce la condición suspensiva todo pasa retroactivamente como si el


contrato no se hubiera concluido, como si no hubiera existido ningún vínculo de derecho,
ni siquiera eventual.

Efectos de la condición resolutoria.

 La obligación bajo condición resolutoria nace y es exigible inmediatamente, desde el


instante de la conclusión del contrato.
 El comprador bajo condición resolutoria de un cuerpo cierto, por comportarse como
propietario puro y simple, asume los riesgos.
 Si se realiza el acontecimiento previsto, la condición se retrotrae: se considera que la
obligación no ha existido nunca, pues desaparece retroactivamente (Art. 1183). Por el
contrario, cuando la condición se frustra, todo sucede como si hubiera nacido sin estar
afectada por condición alguna. El contrato se consolida retroactivamente.
Caracteres y validez de la condición.

El acontecimiento debe ser extrínseco a la relación de derecho. Esta debe poder existir sin
la condición, que no es más que una modalidad de la misma; por consiguiente, un elemento
esencial del contrato no constituye jamás una condición. La condición potestativa es
aquella que depende de la voluntad de una u otra de las partes. Es "puramente potestativa"
cuando depende de la exclusiva voluntad de una de las partes; es "simplemente potestativa"
cuando el acontecimiento depende a la vez de la voluntad del deudor y de circunstancias de
la que él no es dueño. La condición mixta depende, a su vez, de la voluntad del deudor y de
un tercero.

 La condición simplemente potestativa y la condición mixta son válidas.


 La condición puramente potestativa por el lado del acreedor es válida (las reglas de los
Arts.1659 y 1588 son ejemplos de ello).
 La condición puramente potestativa por el lado del deudor es nula (Art.1174)
 La nulidad de la condición lleva consigo la nulidad de todo el acto cuando ha sido la
causa impulsora y determinante de la voluntad del contratante; en caso contrario, la
condición se considera sencillamente como no escrita.

La resolución judicial

Cuando un contratante no cumpla con su obligación, el acreedor puede exigir el


cumplimiento en especie o por equivalente. Pero el acreedor de una obligación nacida de un
contrato sinalagmático posee una acción que no se concede a los demás acreedores: puede
reclamar a los tribunales que pronuncien la resolución, es decir, el aniquilamiento
retroactivo del contrato. La resolución judicial del contrato sinalagmático lleva consigo la
extinción de las obligaciones.

La resolución presenta ventajas para el acreedor. Al dispensarle de cumplir o al permitirle


recuperar su prestación sin sufrir el concurso de los demás acreedores de la otra parte
contratante, crea a su favor un verdadero privilegio. Y es que la resolución obra
retroactivamente.

Los profesores Mazeaud ven en la resolución judicial una forma de reparar el perjuicio que
causa al acreedor el incumplimiento de su obligación por el deudor.
La víctima del incumplimiento no está obligada jamás a demandar la resolución: tiene dos
opciones, ya sea pedir el cumplimiento, ya sea demandar la resolución. El acreedor
conserva la alternativa mientras no se haya dictado una decisión definitiva. La elección no
pertenece sino al acreedor: el deudor responsable del incumplimiento no podría exigir la
resolución; no puede imponerle a la víctima el modo de reparación de un perjuicio del que
sólo es imputable él.

La intervención de los tribunales es necesaria. Los jueces no verifican la resolución: la


pronuncian! Y es que la resolución es facultativa para los tribunales: los jueces no están
sujetos nunca por la elección del acreedor; aún cuando éste reclame solamente la
resolución, pueden aquéllos, a su juicio, ya sea conceder la resolución, ya sea rechazar
la demanda resolutoria y pronunciar en su lugar una condena al abono de daños y
perjuicios, ya sea concederle al deudor un plazo de gracia.

Por deberse medir la reparación por el daño, el juez, cuando estime que la resolución que
pronuncia no es suficiente para reparar el perjuicio causado por el incumplimiento, puede
agregarle una condena del deudor por daños y perjuicios compensatorios.

El tribunal que conozca de una demanda resolutoria no tiene la posibilidad de modificar el


contrato. Sin embargo, la jurisprudencia comercial francesa permite al juez modificar
el precio cuando la mercadería entregada no sea conforme con la que se había prometido;
es lo que se llama el reajuste del contrato.

A fin de evitarse el ser compelidas a dirigirse a los tribunales para que pronuncien éstos la
resolución, las partes suelen insertar en el contrato una cláusula resolutoria, denominada
también pacto comisorio. Ante la presencia de esta cláusula, los jueces están en la
obligación de pronunciar la resolución del contrato.

Todo incumplimiento no lleva consigo necesariamente la resolución: el juez posee u poder


soberano para apreciar la gravedad del incumplimiento. Y no es necesario que el
incumplimiento haya sido total. Un incumplimiento parcial puede causar bastante perjuicio
como para justificar la resolución.

Tampoco resulta necesario que la obligación incumplida haya sido una obligación esencial.
El incumplimiento de una obligación accesoria puede entrañar la resolución.
La prescripción extintiva

La prescripción extintiva o liberatoria es una excepción (medio de inadmisión) que el


deudor puede oponer a la acción del acreedor, cuando éste ha descuidado ejercerla dentro
de un plazo determinado. La prescripción no extingue la obligación, pues deja con cargo al
deudor una obligación natural. La obligación no se extingue, tan sólo se extinguen
los medios de exigir el cumplimiento, o sea, la acción.

La interrupción destruye la prescripción, por borrar retroactivamente todo el plazo


transcurrido; de modo que si, tras la interrupción se inicia de nuevo la prescripción, el plazo
anterior no cuenta ya. La única interrupción que afecta a la prescripción extintiva es la
interrupción civil, la cual resulta de actos formalistas taxativamente señalados por la ley
(Art.2244 y siguientes)

Los actos por los cuales el acreedor intima a su deudor para que pague (Art.2244) no
interrumpen la prescripción más que si la acción conduce al reconocimiento del derecho del
acreedor. La interrupción se considera nula (Art.2247): cuando la demanda es nula, salvo
que la causa de nulidad sea la incompetencia del juez; cuando el demandante desiste del
juicio o deja que caduque absteniéndose durante tres años de instar el procedimiento; por
último, en caso de rechazamiento de la demanda, sea cual sea la causa de la desestimación,
incluso por vicio de forma, salvo por incompetencia.

La interrupción destruye retroactivamente el plazo transcurrido. El plazo que comience a


correr de nuevo luego de la interrupción es, en principio, el mismo que aquel que había sido
interrumpido. Sin embargo, la cosa es diferente para las "prescripciones breves" fundadas
sobre una presunción de pago: la interrupción tiene por efecto en estos casos no sólo
destruir el lapso transcurrido; no es ese el plazo que se reinicia, sino el plazo de treinta
años*: la interrupción sustituye la prescripción abreviada con la prescripción veintiañal del
derecho común, con lo que existe una modificación de prescripción.

La interrupción civil posee un carácter relativo: en caso de pluralidad de deudores no rige,


en principio, sino con respecto al que ha sido demandado. El principio se aplica a los
deudores mancomunados y a los codeudores "in solidum", no así a los codeudores
solidarios.

La suspensión de la prescripción es un compás de espera en el transcurso del plazo; no


anula el tiempo cumplido, mientras que actúa la causa de suspensión el plazo no corre;
pero, apenas cesa esa causa, la prescripción se reanuda desde el punto en que se había
quedado: el plazo adquirido con anterioridad a la suspensión prosigue de nuevo. Los
Arts.2252, 2253 y 2258, párrafo 1, son ejemplos de ello.

La obligación cuya acción ha prescrito es una obligación natural, por lo que no puede
compensarse con una obligación civil.

El deudor debe invocar la prescripción. El juez no puede de oficio declarar prescrita la


acción del acreedor, aun cuando compruebe que están reunidos todos los requisitos: el
deudor puede renunciar a alegar la prescripción ganada, pero le está prohibido renunciarla
por anticipado.

La renuncia de la prescripción puede ser incluso tácita, o sea resultar de hechos que
supongan el abandono del beneficio de la prescripción (Art.2221). Para renunciar a la
prescripción se requiere la capacidad de enajenar.

La renuncia destruye retroactivamente la prescripción. Cuando se produce una vez


cumplido el plazo, es válida; la que tuviera lugar en el momento del nacimiento de la
obligación, y antes de que el plazo hubiese empezado a correr, sería nula. Cuando se
produjera en el curso del plazo, entonces contiene un reconocimiento de los derechos del
deudor; por ese título, interrumpe la prescripción iniciada, pero no impide que empiece a
correr una nueva prescripción.

En principio, la prescripción ganada prohibe, dentro de un interés social, toda prueba de


derecho. El principio es el mismo para las "prescripciones breves", pero en este caso se
presenta un aspecto diferente porque el fundamento de estas prescripciones no es de orden
público sino una presunción de pago. Si se tratara de una presunción simple, se destruiría
por la prueba en contrario. Pero es una presunción irrefragable, que por no descansar en
motivos de orden público admite el procedimiento extraordinario del juramento como
prueba de falta de pago (Art.2227, párrafo 1)

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