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OTRA DIMENSIÓN DE LA COLECCIÓN GAVIOTAS DE AZOGUE

CÁTEDRA IBEROAMERICANA ITINERANTE DE NARRACIÓN ORAL ESCÉNICA


COMUNICACIÓN, ORALIDAD Y ARTES
Número 59 / Hiperbrevedades / Madrid / México D. F. / 2012

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LOS CUADERNOS
DE LAS GAVIOTAS
© Mónica Rodríguez Jiménez
© De esta Edición: F. G. C. / Comunicación, Oralidad y Artes (COMOARTES)
Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE)
Director General: Francisco Garzón Céspedes
Asesora General: María Amada Heras Herrera
Director Ejecutivo: José Víctor Martínez Gil
Directora de Relaciones Internacionales: Mayda Bustamante Fontes
Directora de Extensión Cultural: Concha de la Casa.
Madrid / México D. F., 2012 / ciinoe@hotmail.com
Los textos incluidos en esta edición se publican amparados por las Bases de los Concursos Internacionales,
de Microficción y de Microtextos “Garzón Céspedes”, de los que son premios internacionales
o en los que han obtenido otros reconocimientos, y por las normas del proyecto ¿Escribimos? de F. G. C.
Derechos reservados. Se autoriza el reenvío sólo por correo electrónico como archivo adjunto PDF.
Se autoriza la publicación en medios digitales citando cada vez autor y fuente.
No se autoriza edición o impresión alguna en papel u otros soportes sin permiso previo de la Editorial.
Se autoriza a las bibliotecas a catalogarlo exclusivamente para consulta en sala por el público.

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Cuentos

CUENTA ATRÁS

La habitación se tiñó de naranja con la luz del atardecer. Él observó cómo

las manecillas del reloj avanzaban lentas, inexorables, con pesados y diminutos

pasos de tortuga. Quiso detener el tiempo. Sabía que todo esfuerzo era inútil y

tendría que volver al baúl. Había llegado la primavera. También para los abrigos.

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DESDE LA DISTANCIA

Ella piensa: “¡Apártate de mí. Me duelen tus ojos de vacío. Me duelen tus

manos, esquivas, que rehúyen rodearme. Me duele tu boca que ya no pronun-

cia las palabras que ansío escuchar.” Ella piensa: “¡Quiero que caigas, te pre-

cipites desde lo alto”. Ella piensa: “¡Quiero poder hablar de ti en tercera perso-

na, para que tú dejes de ser tú, para convertirte en él y, así, no me duelas”.

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LA INMUTABILIDAD DE LA ESENCIA

La que antaño fuera sirena, añoraba el azul de sus viejos días, mien-

tras tocaba las piernas que habían sucedido a su cola de pez. Pero cada vez

que se dejaba invadir por la nostalgia y las lágrimas anegaban sus ojos, ella

las bebía con fruición, recordándole su única y reconfortante realidad: ella

fue, era, y siempre sería,

MAR.

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Cuento de nunca acabar

DE CÓMO SE QUISO DECAPITAR


A UNA PROCESIÓN DE HORMIGAS

La minúscula rueda giró y giró y, en la primera vuelta, aplastó a la primera hormiga

y la minúscula rueda giró y giró y, en la segunda vuelta, aplastó a la primera hormiga

y la minúscula rueda giró y giró y, en la tercera vuelta, aplastó a la primera hormiga…

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Cuento para niñas y niños

EL LAGARTO ASOLEADO

La curiosa lombriz de tierra, después de días de observación, preguntó

al lagarto, lagartito, lagartijito, si no se cansaba nunca de tostarse al sol, acon-

sejándole que fuese precavido pues hacía calor y podía quedarse frito, fritito,

frititijito. El lagarto, sonriente, respondió que no se preocupase por él. Estaba

muy a gustito tostándose al sol y así lo querría más su lagarta, lagartita, lagarti-

jita. Crujiente, crujientito, crujientijito.

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Dicho
Quien despierto sueña, en las noches de insomnio pena.

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Pensamiento
El futuro no

existe:

es el hoy

de mañana

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Poema

¿SUERTE?

Salmodian

Sirenas

Siempre

Solas

(Ningún iluso escucha su canto)

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Poema para niñas y niños

PRÉSTAME TUS OJOS

Abre los ojos,

corazón.

Deja que me asome

a su océano de ilusiones.

¡Azul!

De colores

¡Rojo, Verde!

Irisado tornasol

¡Amarillo!

Quiero mirar con tus ojos,

tal como miras tú.

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Monólogos teatrales

EL ACIERTO DE LOS FRACASOS

Varón, mediada la treintena. Mujer de la misma edad, bellísima. Ambos entran

en escena por accesos opuestos.

HOMBRE:

¡Escúchame! Por una vez, no alces la voz por encima de la mía. Gritar no te va

a dar la razón. Tampoco me va a callar como otras veces. Hoy no.

No voy a consentir que me apabulles hablándome de ese modo, impidiéndome

la réplica porque me aturdes hasta tal punto, que soy incapaz de reaccionar a

tiempo.

He tardado en comprender, no he querido ver que las palabras también llagan.

Me he aferrado al inmovilismo, a la aparente comodidad que supone confor-

marse. Consideraba inadmisible reconocer, de cara a la galería, el fracaso. Pe-

ro estaba equivocado. No me avergüenzo de errar. No importa qué digan los

demás. Seguramente piensen que estoy loco por querer alejarte de mi lado. En

su lugar, puede que también yo lo pensase. Eres como la rosa, aparentemente

perfecta, pero llena de lacerantes espinas. Ocultas hasta que no estás muy

cerca y ya es demasiado tarde. Y te desgarran. Donde más duele. Dentro.

Cuando nos conocimos, no podía creer que te hubieses fijado en mí. A tu lado

me sentía insignificante. Microscópico. Y tú has pretendido hacerme más pe-

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queño aún. Pero he descubierto el juego y no voy a dejarme engañar. No por

más tiempo.

¿Sabes?

(Pausa. Determinación.)

La rosa roja no ha acabado con el ruiseñor, que quiere seguir cantando.

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MUJER A OSCURAS

Mujer de más de cuarenta años sentada a oscuras frente a una ventana. El

resplandor de las farolas de la calle ilumina ligeramente su rostro; a contraluz

sólo se distingue de forma desdibujada su silueta en la que se perfilan sus en-

marañados cabellos y el color claro de una prenda suelta, tal vez un camisón,

que cubre flácido su cuerpo desmadejado. En la penumbra, le brillan los ojos

de un modo casi febril. Un brillo tan inusual que parece próximo a la locura. Su

mirada se pierde sin ver, más allá de la ventana. Sola, comienza a hablar len-

tamente con voz queda, trémula, angustiada. Paulatinamente su voz se vuelve

más firme y por momentos, también furiosa, aunque nunca cesan la tensión ni

la angustia.

MUJER:

Esa maldita lluvia ya está otra vez… Arreciando sobre mí, horadándome con

cada gota. Todos los días la misma lluvia incesante, en esta terrible oscuridad,

que es como un inmenso vacío en el que me hundo sin remedio. Los poros de

mi piel se han vuelto permeables y estoy calada por dentro. Permanentemente

empapada, permanentemente fría. Congelada. Se acabaron los sueños. La

esperanza era la última posibilidad, e incluso ella, como todos, se ha alejado de

mí. ¡Estoy harta de suplicar a ese Dios, que parece ciego, sordo y mudo! Con-

denada a la soledad sin saber cuál ha sido mi delito. Por mis arterias ya sólo re-

torna tristeza, cada vez más despacio, alimentando mi cuerpo. Corrompiendo mi

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cuerpo, aunque poco hay que corromper donde el tiempo todo lo ha agostado.

Pausa larga. La voz se ahoga en llanto, casi inaudible. Muy despacio. Dete-

niéndose tras cada palabra.

También yo, Yerma.

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YO NO QUIERO MANTOS NEGROS

Mujer y hombre, ambos de mediana edad. Ella mantiene el semblante serio. Él,

serio y triste, próximo al llanto.

La mujer coge de las manos al hombre. Comienza a hablar con voz monocor-

de. Pausada.

MUJER:

“¡Aquí no hay más que mantos de luto!”

Nuestra casa se ha vuelto tristeza. Sombras. El preámbulo de un adiós. Siento

que me asfixio…

La mujer se lleva las manos al pecho, como si estuviera ahogándose.

¡Abre las ventanas, por favor!

Dramática. Voz más alta.

Aquí huele a despedida y necesito gritar. Rasgar este angustioso silencio. Has-

ta que se rompa. Como tú. Que presintiendo el final, anticipándote, te has ves-

tido de negro demasiado pronto, sin darte cuenta de que aún no me he ido.

Siento ganas de agarrarte por los hombros y zarandearte. ¡Aún sigo aquí! No

es momento de derrochar lágrimas, ya sé que falta poco, pero ¿para qué des-

perdiciar el tiempo que nos quede, sea poco o mucho? Nunca me gustaron las

despedidas, no creo en el adiós, prefiero pensar que existe un hasta pronto, un

ápice de optimismo en el final. La posibilidad de construir algo bueno desde los

cimientos desmoronados. Aunque deje de existir un “nosotros”.

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Pausa larga.

No quiero mantos de luto

porque este amor haya muerto…

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Soliloquios teatrales

EN BLANCO Y NEGRO

Hombre de unos cincuenta años, sentado en un sofá con las piernas apoyadas

en una mesa de centro. Lleva una bata de cuadros y, debajo, pijama.

HOMBRE:

(Comienza a hablar, aparentemente hastiado.)

Lunes, martes, miércoles…ya está otra vez. Lunes, martes, miércoles… vuelta

a empezar. Inauguro semana y amanezco a su lado. Siempre igual. Los días se

suceden, uno tras otro, como canción que sólo es estribillo. Estribillo que de

tanto oírlo pierde la letra.

(Repentinamente, se vuelve vehemente.)

¿Es esto rutina? No, yo lo definiría como vida. Mi vida. Y nadie tiene por qué venir

a reprocharme que no tenga otras aspiraciones. Mucho menos ella. Después de

veinticinco años, tiempo hubo atrás de aspiraciones. Ahora es momento para que

se asienten telarañas. Ahora es momento para estar frente al televisor y volver a

ver nuestras películas favoritas. Pero ella no comprende. Dice necesitar brisa fres-

ca que no encuentra en nuestro lar. ¿Brisa fresca? ¡Menudo eufemismo!

(Con enojo.)

¡Aburrida! ¡Ella está aburrida! Y no lo entiendo, la verdad. ¿Qué hay de malo en

el silencio compartido? Con sólo mirarla, sé. Sin utilizar palabras. Mejor dicho:

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sabía. Tendré que hablar en pretérito. Porque a esta mujer de ahora no la co-

nozco. Es como si hablase otro idioma y, a estas alturas, viejo me veo para

hacerme políglota. Hablando con propiedad, más que viejo, desidioso. ¿Para

qué tratar de adaptarme, cuando no quiero hacerlo? Estoy muy bien así. Si

quiere marcharse, no seré yo quien le cierre la puerta. Que se busque a un

hombre polícromo que la lleve de paseo, al teatro, a recorrer el mundo o a per-

derse cuanto más lejos, mejor. No me importa. Yo quiero seguir en mi particular

“mar en calma”. Pensándolo bien, ¿qué me estaba dando? Compañía frente al

televisor, una sonrisa del otro lado de la mesa, su cuerpo junto al mío en la ca-

ma…Tampoco es tanto…

(Consternado.)

Pero, ¿a quién pretendo engañar? ¿A mí mismo? No puedo, no.

(Resignado.)

Si ella se va…

(Suspiro. Pausa.)

… siempre me quedará… ¡Casablanca!

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LADRÓN DE SILENCIOS

Primer plano, perfectamente iluminada, mujer muy joven, poco más que una

adolescente. Cabello largo desordenado, sujeto a la altura de la nuca con un

bolígrafo corriente. Algunos mechones rebeldes se adueñan de su rostro, en el

que brilla un pequeño arete dorado que taladra su nariz. Viste un blusón inma-

culadamente blanco y una falda larga de vuelo, que parece estar confecciona-

da con dispares jirones multicolores de diversos tejidos, primorosamente cosi-

dos entre sí.

Muestra el ceño fruncido y en su boca se dibuja una mueca de contrariedad.

Junto a ella, en el suelo y, aparentemente al descuido, una ajada mochila de

cuero, de la que se escapan libros y papeles.

En un segundo plano, varón joven, en la segunda mitad de la veintena, tenue-

mente iluminado y de perfil, dando a entender que las palabras de la mucha-

cha, de las que no es partícipe, se refieren a él. Camiseta y vaqueros grises.

Calzado negro. Cabello convencionalmente cortado y barba incipiente.

MUJER:

(Rezongando.) ¡Otra vez me ha vuelto a preguntar! ¡Será idiota! ¿Es que acaso

no percibe mis dudas? ¿Acaso está en Babia? Aprovecha hasta la más mínima

oportunidad para jactarse de lo mucho que ha vivido, de la experiencia que tie-

ne, de cuánto sabe de las mujeres… Y a mí ¡ni siquiera me intuye! Yo lo miro y

él no es capaz de leer en mis ojos el miedo, la indecisión, el no saber si estaré

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equivocándome. Tal vez no merezca la pena esforzarse en que “esto” que

compartimos, a lo que ni siquiera sé qué nombre ponerle, llegue a buen puerto.

Tal vez no merezca la pena. Pero él ¡se muestra tan ilusionado! Cada vez que

hablamos noto que mi voz es valiosa para él. Más que valiosa: necesaria. ¡Se

conforma con tan poco!

Y yo, yo… ¡no sé qué siento! Desde luego, no lo mismo. Desde luego, menos.

Y así le respondo con una de cal y otra de arena. Él se desconcierta ante mi

errática actitud; me inspira lástima; me siento culpable y compenso los desaires

con muestras de afecto que él acoge como si fueran maná caído del cielo. Y

es precisamente esa veneración que él me profesa la que a mí me lleva a re-

troceder, a dar marcha atrás. Tanto que dice saber y tan poco que entiende. No

basta con que yo le diga que necesito más tiempo. No basta con que le pida

paciencia. Nada es suficiente. Todo es poco. Y él se empeña hasta en robarme

mis silencios. Puede que ésta sea la prueba de fuego. Depende de cómo se

comporte, así será mi reacción. ¿Y si me hubiera equivocado y simplemente

sea un pobre, torpe enamorado? Si él reconoce mi respuesta, si él sabe que no

es mía y se da cuenta del juego, si por fin demuestra que hay algo por lo que

luchar dentro de esa aparente mediocridad, entonces, de verdad me daré. Si

otra vez volviera a preguntarme ¿en qué piensas?, mi respuesta sería, será,

definitivamente será:

“No pienso, yo ordeno.”

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Monoteatros sin palabras

SIMULACRO

En el escenario se ve una sala de estar, decorada con muebles vetustos.

Al fondo se ve una estantería con libros viejos. Al lado, en la pared, pende un

retrato a carboncillo de una mujer peinada con moño italiano. Los bordes del

retrato enmarcado amarillean. Junto al retrato hay una ventana.

En un primer plano, a la izquierda se encuentra un sillón orejero y una mesita

auxiliar. A la derecha del sillón, hay una mesa camilla con faldón rojo, parcial-

mente cubierto por un mantel de cuadros. En la mesa hay un vaso, una serville-

ta, una cuchara y una jarra de agua.

Entra en escena un hombre de unos setenta años, con batín de felpa abrochado.

HOMBRE:

Camina con pasos titubeantes, sosteniendo un plato con una lata de fabada

que humea. Se acerca a la mesa donde deja con cuidado el plato y se sienta.

Sin molestarse en volcar el contenido de la lata en el plato, sopla para enfriar y

empieza a comer. Apenas ha probado tres o cuatro bocados, abandona la cu-

chara sobre el mantel y ésta cae al suelo. El hombre suspira y la recoge. Su

rostro refleja hastío, que no parece ser producto de lo poco que ha comido.

Se levanta dejando la mesa atrás y se acerca, arrastrando los pies, al retrato y

lo acaricia. Por primera vez, se le ve sonreír. Incluso canturrea. Pero su sem-

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blante pronto vuelve a ensombrecer. Gruñe y se aparta del retrato después de

golpear el cristal con el puño cerrado. El retrato apenas se tambalea.

El hombre se dirige al sillón y se deja caer sobre él. Mira la hora en su reloj.

Sobre la mesita hay un transistor viejo. El hombre lo enciende. Enseguida gira

la rueda del dial buscando otra emisora de radio, que tampoco parece conven-

cerle. Repite el gesto varias veces, hasta que apaga el transistor y lo deja so-

bre la mesita. Vuelve a mirar la hora. Se pone las gafas y hojea un periódico

que hay junto al transistor. Mira nuevamente la hora.

Se pone en pie y se acerca a la ventana. Se oye el ladrido de un perro. Poco

después ladra un segundo perro y, pronto, otros tantos animales se unen a la

jauría.

El hombre abre la ventana. Para ahuyentar a la soledad, en un simulacro inútil

de sentirse acompañado, se coloca las manos alrededor de la boca a modo de

pantalla, dispuesto a formar parte del coro de perros con sus ladridos.

Su boca, muda por el desuso, es incapaz de producir sonido alguno

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ÚNICO TESTIGO: LUNA

Escenario desnudo. Tan sólo, al fondo, una ventana a través de la cual se

ven vastos campos de olivos y en lo alto, grande y brillante, la luna. Es no-

che cerrada.

Una mujer irrumpe en escena. Resuella. Su cabello se encuentra alborotado y

se distinguen, prendidas de él, briznas de paja. Cubre su cuerpo con un gran

manto de paño oscuro y sujeta su falda larga con las manos, para no tropezar.

Se le ve la enagua. Sus andares son desacompasados, seguramente porque le

falta un zapato.

Todos los indicios apuntan a que lleva un rato corriendo campo a través. Tal

vez haya caído al suelo, de ahí los restos de barro en su ropa.

MUJER:

La mujer abraza su pecho, como tratando de recuperar el aliento. Suspira hon-

damente. Se lleva las manos a la cabeza en un intento inútil de recomponer su

desordenado cabello, suelta las horquillas y las vuelve a colocar, suelta las

horquillas y las vuelve a colocar. Hay algo compulsivo en la repetición del ges-

to. La falda ha vuelto a su lugar y la mujer la sacude, una y otra vez, una y otra

vez. De pronto, la frenética actividad cesa. La mujer se deja caer al suelo. De

cualquier manera. Sentada, como un muñeco de trapo. Sacude la cabeza en

un gesto de negación y rompe a llorar. Solloza. El desconsuelo se palpa. Su

cuerpo se quiebra en fuertes espasmos. Pero, al cabo de unos instantes, vuel-

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ve la calma. Quietud. El silencio de la noche, únicamente violado por el silbido

del viento.

La mujer se quita el zapato y se pone en pie. Sonríe tristemente, con la mirada

perdida. Parece estar recordando. Su mano dibuja en el aire una silueta mas-

culina y se lleva la mano al vientre. Un vientre plano, sobre el que ella dibuja

una curvatura inexistente. Sonríe soñadora.

El sosiego se interrumpe. Se oyen los cascos de un caballo. La sonrisa se inte-

rrumpe. Ella corre por la escena, se golpea contra las paredes. Mira por la ven-

tana. El sonido se acerca, se oye cada vez más fuerte. Ella se detiene. Toca su

vientre de nuevo. Los brazos se relajan y caen a su posición natural. Queda

inmóvil. Despacio, su mano derecha asciende y busca algo bajo el manto. Ex-

trae una daga. La mira fijamente y se la lleva al pecho donde la clava. Grita. La

sangre mana. Cae al suelo y queda tendida en posición fetal. Aún sujeta el ar-

ma. De nuevo, vuelve la tranquilidad. El sonido de los cascos del caballo se

aleja. Los focos dejan de iluminar a la mujer y se dirigen a la ventana, a la luna

que se convierte así en el único testigo.

Sólo queda el viento.

“El aire la vela, vela.

El aire la está velando.”

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Monólogo para niñas y niños

DUERME, MI BIEN

En un dormitorio infantil se ve a una madre, sentada junto una cama en la que

un niño pequeño se encuentra acostado. La madre tiene un libro de cuentos

cerrado en su regazo y acaricia el cabello del niño al que, contra su resistencia,

se le van poco a poco cerrando los párpados

MADRE:

Duerme, mi bien, no sientas miedo. Nadie vendrá a hacerte daño. Y esas som-

bras que tanto te asustan, no son sino tus propios temores. ¿Sabes? La oscu-

ridad no hace más que llamar a tus sueños. Ellos también duermen y, con tu

sueño, despiertan. Porque los sueños necesitan despertarse. Lo hacen poco a

poco, como tú. Primero se estiran. Ése es el momento en que me llamas pi-

diéndome que te cierre la puerta del armario, porque crees que desde dentro

va a salir un monstruo. Es un sueño, pobrecito de él, que bosteza con tanta

fuerza desde el armario, que ha hecho que sus puertas se abran. Pero si vengo

a cerrarle la puerta, le costará más salir y tendrá que hacerlo en forma de luz.

Eso sucede cuando ves esos puntitos de colores en tu habitación, que piensas

que son diminutos ojos que te observan. Son fragmentos de sueño, pedazos de

imaginación que tratan de reunirse. Y esos bultos sospechosos que aparecen

entre las sombras y que agudizan tus miedos, no son más que muebles, ropa,

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tus cosas, desde donde juegan al escondite los sueños, esperando a que por

fin duermas.

Por eso, no debes temer. No hay nada más maravilloso que soñar. Cuando

cierras los ojos es posible que ocurra cualquier cosa.

Tal vez esta noche te crezcan alas, esponjosas como nubes, o quizás te con-

viertas en príncipe. ¿Quién sabe si hoy derrotarás a un dragón? Un dragón gi-

gante de trapo, con lengua de caramelo. Dulce, dulce, como el algodón de la

feria. ¿Recuerdas ese día? Papá te cogía de la mano para que no te extravia-

ses. Porque, lo creas o no, siempre estamos contigo, cogiéndote de la mano.

Lo que pasa es que, a veces, nuestra mano se vuelve invisible. Es una mano

con poderes mágicos, por ese motivo puede que no la veas. Pero siempre está

ahí para protegerte. Contigo. No temas, ella te acompaña. Y cuando el cansan-

cio te venza y apague la luz de tu habitación para irme a mi propia cama, no

estarás solo.

Vida de mi vida, vida mía, contigo yo siempre estoy.

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ÍNDICE

LOS CUADERNOS DE LAS GAVIOTAS

LA INMUTABILIDAD DE LA ESENCIA Y OTROS TEXTOS HIPERBREVES

CUENTA ATRÁS / Cuento

DESDE LA DISTANCIA / Cuento

LA INMUTABILIDAD DE LA ESENCIA / Cuento

DE CÓMO SE QUISO DECAPITAR


A UNA PROCESIÓN DE HORMIGAS / Cuento de nunca acabar

EL LAGARTO ASOLEADO / Cuento para niñas y niños

¿SUERTE? / Poema

PRÉSTAME TUS OJOS / Poema para niñas y niños

QUIEN DESPIERTO SUEÑA… / Dicho

EL FUTURO NO EXISTE… / Pensamiento

EL ACIERTO DE LOS FRACASOS / Monólogo teatral

MUJER A OSCURAS / / Monólogo teatral

YO NO QUIERO MANTOS NEGROS / Monólogo teatral

EN BLANCO Y NEGRO / Soliloquio teatral

LADRÓN DE SILENCIOS / Soliloquio teatral

SIMULACRO / Monoteatro sin palabras

ÚNICO TESTIGO: LUNA / Monoteatro sin palabras

DUERME, MI BIEN / Monólogo teatral para niñas y niños

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Rodríguez Jiménez, Mónica (Madrid, España, 1976). Premio Iberoamericano de Comunicación,
Oralidad y Oralidad Escénica “Chamán”. Premio Gaviota de Anécdotas Personales y Conversación Escéni-
ca. Narradora oral escénica. En la actualidad y desde hace unos años: una de las primerísimas figuras de la
renombrada Compañía de la Imaginación –el referente internacional en su campo: la oralidad escénica
contemporánea– de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE) –donde
comenzó a formarse en este arte hace más de diez años con Francisco Garzón Céspedes y José Víctor
Martínez Gil, sus Directores, que la han codirigido de modo directo en sus espectáculos unipersonales–.
Licenciada en Administración de Empresas por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM, 1998), viajera
incansable de un continente a otro, ser humano que disfruta conociendo otras culturas; entre sus pasio-
nes se encuentran la acuariofilia y las casitas de muñecas. Al ser una de las primerísimas figuras de La
Compañía de la Imaginación ha sido elegida para presentarse (conversando escénicamente y compar-
tiendo anécdotas, contando, diciendo la poesía…) en todos sus eventos relevantes en Madrid (Muestras,
Festivales… como “Contar con Madrid, “Contar con la Universidad Complutense de Madrid”, Festival del
Cuento de Buen Humor, Festival de Oralidad Escénica, Festival Arte Oral de Vanguardia, Festival del
Opti-mismo…), y en otros de las anuales Giras España de Narración Oral Escénica. Ha contado en recin-
tos escénicos, centros culturales, librerías y cafés, de Madrid y de otras ciudades y pueblos de España
(Barcelona, San Lorenzo de El Escorial, Valladolid…), y se ha presentado en recintos –en varios en nu-
merosas ocasiones– como el Teatro Fernán Gómez / Centro de Arte de Madrid, la Universidad Complu-
tense de Madrid, la Feria del Libro de Madrid, el Teatro “Calderón de la Barca” de Valladolid y el Instituto
de Sociología y Psicología Aplicadas (ISPA) de Barcelona. Recientemente ha narrado oral escénicamente
en “Contar con Zurich”, en “Contar con Helsinki” y en “Contar con Tallin”, en espacios como los del Ate-
neo Popular Español de Zurich, la Sala de la Unión Europea en Finlandia, la Universidad Nacional de
Helsinki y la Universidad Nacional de Tallin. Como escritora entre el 2007 y el 2011 ha obtenido varios
premios internacionales, y otros reconocimientos de primer nivel, en los Concursos Internacionales de Micro-
ficción y de Microtextos de la Cátedra (CIINOE) y COMOARTES, y ha sido incluida en sus publicaciones
tanto para los adultos como para la niñez, en diversos géneros, especialmente de la narrativa y del teatro
hiperbreves, así como en otros géneros como el dicho y el pensamiento. Sus cuentos orales han pasado
por Radio Nacional de España y Radio Exterior de España, entre otras emisoras nacionales e internacio-
nales. Ha sido antologada en Los 1001 cuentos de una línea, Aloe Azid, Thule Ediciones, Barcelona
2007, y, de próxima salida, en Antología de cuentos iberoamericanos en vuelo, José Víctor Martínez Gil,
Ediciones COMOARTES, Los Libros de las Gaviotas X, Madrid/México D. F. 2012.

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TÍTULOS EDITADOS EN LA COLECCIÓN
LOS CUADERNOS DE LAS GAVIOTAS

1. Cuentos con la palabra mar / Microficción narrativa iberoamericana


2. Garzón Céspedes, Francisco / Primera Trilogía del Amor
Poemas / Incluye traducciones al italiano hechas por Guadalupe Flores Alatorre,
al inglés, Vivian Watson, y al catalán, Pere Bessó.
Incluye la Trilogía para los que están solos, traducciones al francés: Tanya Tynjälä.
3. Martínez Gil, José Víctor / Diecisiete veces ja
Cuentos hiperbreves: Diez editados, siete inéditos, todos en italiano e inglés.
4. Cuentos con la palabra amor / Selección de microficción iberoamericana
Cuentos hiperbreves
5. Garzón Céspedes, Francisco / Microfvisual
/ Historias hiperbreves visuales / Hipermicroficción
Género cuento hiperbreve / Género de la fugacidad narrativa.
Incluye también fórmulas y cuentos visuales de nunca acabar.
6. Guadalupe Ingelmo, Salomé / Sueñan los niños aldeanos
con libélulas metálicas. Cuento en castellano y traducido al italiano.
7. La luciérnaga y la serpiente / Doce cuentos de las tradiciones orales
Cuentos hiperbreves
8. Garzón Céspedes, Francisco / Notas de lector / Condición Literatura.
Comentarios sobre libros
9. Escobar, Froilán / El ruido gozoso de la palabra
Fragmento de la novela La última adivinanza del mundo
10. Tres cuentos de Tío Conejo y Tío Coyote / De las tradiciones orales
Brevedad e hiperbrevedad universal vuelta a contar por F. Garzón Céspedes
11. Garzón Céspedes, Francisco / Hipermicroficción
De 1 letra a 10 palabras. Hiperbrevedades narrativas.
12. Antonio Abdo / El nombre y la sombra / Poema
13. Poemas para siempre desde otros tiempos
Poemas de China, Turquía, México, Corea
14. Garzón Céspedes, Francisco / Pequeña antología de amor / Poemas
15. Pedroza, Liliana / Subterráneos / Cuento
16. Poesía clásica de Corea / Poemas
17. Garzón Céspedes, Francisco / Microficción / Microtextos:
50 formas literarias. De lo popular a lo experimental
Guía no exhaustiva de géneros hiperbreves y de otras formas literarias
y singularidades de la hiperbrevedad / Hiperbrevedades
18. Bustamante, Mayda / Habana, una obsesión – La silla / Cuentos
19. Netzahualcóyotl / Diez poemas / Poemas.
20. Garzón Céspedes, Francisco / Orígenes e identidad de la acción de narrar
Artículo / Teoría de la comunicación y la oralidad
21. Pascaner, Analía / Un soplo de luz y otras historias / Cuentos
22. Valdelomar, Abraham / El buque negro / Cuento
23. Garzón Céspedes, Francisco / Amor es amor correspondido
Testimonio / Crónica cinematográfica
24. Cocina, Beatriz / Dos cuentos del libro “Indiscreciones” / Cuentos
25. Riva Palacio, Vicente / El divorcio / Cuento
26. Garzón Céspedes, Francisco / Trilogías para los que están solos / Poemas
27. Pfeiffer, Mar / Casas de arañas y otros textos / Hiperbrevedades varias
28. Siete mitos de la creación de los cinco continentes / Tradiciones, mitos, y literatura
29. Garzón Céspedes, Francisco / Dos llamamientos por la oralidad / Teoría
30. Gómez Benet, Mercedes / Cuerdas y otros textos / Hiperbrevedades varias
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31. Rumi, Celaleddin Mehmet / Emre, Yunús / Siete poemas derviches / Poemas
32. Garzón Céspedes, Francisco / Amar es abrir las puertas / Monólogo teatral
33. Sorrentino, Fernando / La lección / Cuento
34. Hiperbreves con la palabra soledad / Microficción iberoamericana
35. Garzón Céspedes, Francisco / Del cuento a la fugacidad que narra / Teoría
36. Martínez Gil, José Víctor / Contando los dedos del ciempiés
Cuentos de nunca acabar hiperbreves
37. Cuentos con la palabra cuento / Microficción narrativa iberoamericana
38. Garzón Céspedes, Francisco / Cuentos de la bibliotecaria / Cuentos hiperbreves
39. Ardila, Jhon / Oralidad, oralidad narradora artística y transformación social
Ensayo
40. ¿Escribimos? (1) 2011 / Una propuesta de F. Garzón Céspedes
Microficción narrativa iberoamericana / Cuentos hiperbreves
41. Garzón Céspedes, Francisco / Cuentos hiperbreves de metaliteratura
Hiperbrevedades
42. ¿Escribimos? (2) 2011 / Una propuesta de F. Garzón Céspedes
Microficción narrativa iberoamericana / Cuentos hiperbreves
43. Cuentos de nunca acabar con la palabra cuento
Microficción narrativa iberoamericana
44. Garzón Céspedes, Francisco / Literatura e hiperbrevedad: Sacralización
y desacralización / Ensayo
45. ¿Escribimos? (3) 2011 / Una propuesta de F. Garzón Céspedes
Microficción narrativa iberoamericana / Cuentos hiperbreves
46. ¿Escribimos? (4) 2011 / Una propuesta de F. Garzón Céspedes
Microficción narrativa iberoamericana / Cuentos hiperbreves
47. Garzón Céspedes, Francisco / Decir la poesía
Hacia la renovación de la poesía oral artística desde la fundación
realizada de la poesía oral escénica / Teoría
48. Hiperbrevedad de creación colectiva / Una propuesta de F. Garzón Céspedes
Microficción narrativa iberoamericana / Cuentos hiperbreves
49. Garzón Céspedes, Francisco y Martínez Gil, José Víctor
Cuentos a dúo / Cuentos hiperbreves
50. Garzón Céspedes, Francisco (Entrevista a F. G. C.)
“La comunicación es un laberinto del nosotros” / Teoría y técnica
Autoras de la entrevista: Cabezas Señoránz, Adriana; Carril Parapar,
Alessandra; Corral Cumbreras, Marta; Contreras Villar, Leslie;
Galán Vargas, Cristina; Muñoz Morillo, María; Rodríguez Castellanos, Sonia
51. ¿Escribimos? (Edición especial México D. F.) 2012
Una propuesta de F. Garzón Céspedes realizada por J. Víctor Martínez Gil
Microficción narrativa iberoamericana / Cuentos hiperbreves
52. ¿Escribimos? (5) 2012 / Una propuesta de F. Garzón Céspedes
Microficción narrativa iberoamericana / Cuentos hiperbreves
53. Garzón Céspedes, Francisco / Versos que viajan solos / Poemas
54. ¿Escribimos? (Edición Especial Madrid) 03/2011
Una propuesta de F. Garzón Céspedes
Microficción narrativa iberoamericana / Cuentos hiperbreves
55. ¿Escribimos? (6) 2012 / Una propuesta de F. Garzón Céspedes
Microficción narrativa iberoamericana / Cuentos hiperbreves
56. Garzón Céspedes, Francisco / La narración oral vista desde textos literarios
/ Varios géneros / Teoría y técnica de la narración oral desde la literatura
57. Martínez Cortijo, Fátima / La soledad nunca suena en estéreo / Varios géneros
58. Jefe Seattle / Todo está enlazado / Carta
59. Rodríguez Jiménez, Mónica / La inmutabilidad de la esencia y… / Varios géneros
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OTRA DIMENSIÓN DE LA COLECCIÓN GAVIOTAS DE AZOGUE
Número 59
LA INMUTABILIDAD DE LA ESENCIA Y OTROS TEXTOS
Mónica Rodríguez Jiménez

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