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Escuela Secundaria Oficial No. 418 “Lic.

Adolfo López
Mateos”

Asignatura: ESPAÑOL.

LEYENDAS MEXICANAS
DE TERROR

Ana María.
Ana Michelle.
Leonardo.
Adrián.
Dulce.
Prologo
El propósito de esta antología es hablar sobre las
leyendas mexicanas de terror, porque son muy
entretenidas, son cortas, son interesante, tienen final
inesperado y personajes fuera de este mundo, entre
estas podrás encontrar:
- La planchada.
- El jinete sin cabeza.
- La nahuala.
- La llorona.
- Entre otras.
Nosotros escogimos este tema porque tienen
contenidos muy interesantes, son conocidas, y
algunas están basadas en hechos reales.
Creemos que estas leyendas, se han ido
transmitiendo a través de los años, se modificaron
depende de las regiones y algunas otras son
clásicas, que todo mexicano sabe, pero siguen
siendo entretenidas y aterradoras.
Nosotros recomendamos estas leyendas porque
tienen lenguaje sencillo, son cortas, te harán temblar
de miedo, las puedes leer con quien tu quieras y en
donde quieras.
Índice
Prologo……………………………………………… 3
El jinete sin cabeza………………………………… 4
La llorona………………………………………….... 6
EL niño de la pelota……………………………….. 8
El callejón del muerto…………………………….. 9
La descarnada……………………………………. .10
La mulata de
córdoba…………………………………………….. 13
La planchada……………………………………… 15
La niña de la mina………………………………... 17
La isla de las muñecas…………………………... 19
El jinete sin cabeza
El jinete sin cabeza, una leyenda que cuenta sobre un cliente
habitual de la cantina, llegó aquel día pidiendo a sus amigos
unos pesos para llevar a su hijo enfermo con el doctor. Pero
aquellos bribones encontraron en la desgracia de su
compañero, un motivo para seguirse divirtiendo, uno de ellos
le dijo: -No tenemos ni un peso, pero le comparto un secreto.
Dicen que si monta al caballo negro que corre por la loma y
logra domarlo, lo llevará a la cueva de su antiguo amo, que
está llena de oro. Y puede agarrar lo que quiera para su
chamaco.
Por supuesto aquello era mentira, lo habían inventado en ese
momento, para burlarse de su amigo. Pero el otro andaba tan
desesperado que se enfiló a la loma, y sobre la rama de un
árbol, esperó al caballo y se dejó caer sobre él. Con tanto
relinchido y movimiento, la cabeza del hombre quedó
colgada en aquella misma rama y su sangre cubrió completo
los ojos del animal. La bestia emprendió la carrera, con el
cuerpo del hombre a cuestas, sus manos habían quedado
bien sujetas al pelaje y en unos segundos ambos cayeron por
el despeñadero. Hombre y bestia estaban ahora unidos
por un lazo de sangre y muerte, no se sabía cuál era uno y
cual el otro.
La sangre corría como un rio salvaje, haciendo grietas en la
tierra seca, que la succionaba como si estuviera sedienta, se
llenó de burbujas y en un momento comenzó a arder, entre el
fuego intenso, ambos cuerpos fueron tragados por la tierra.
Los sujetos no hablaron de lo sucedido a nadie, pero; en el
amanecer de cada siguiente día, encontraron sobre alguna
puerta la quemadura de una herradura.
La séptima noche después de lo ocurrido, entre las rocas de
la cañada, un eco insistente les crispaba los nervios.
Parecían cascos de caballo, que avanzaba a trote lento,
dando tiempo a que todos lo escucharan, alcanzaron a divisar
a lo lejos, una bola de fuego que bajaba por la loma, así que
todos se fueron a refugiar a sus casas. Desde alguna
pequeña grieta entre las paredes, los mirones vieron un
inmenso caballo negro, cuyas patas y crin eran solamente
llamas y exhalaba fuego y obedecía las ordenes de un jinete
sin cabeza, que lo llevó a través de todas las puertas
marcadas, y salieron cargando seis cabezas, con las que
luego alimentó a la gran bestia, dejando atrás solamente los
cuerpos calcinados de los impertinentes bromistas.
Dicen desde entonces en aquel pueblo: “Quien no tenga
intención de ayudar a un alma en desgracia, será decapitado
por el jinete sin cabeza y su cuerpo convertido en cenizas
por el fuego del infierno, que el caballo negro lleva consigo”.
La llorona
Se dice que la historia nace en el Lago Texcoco, cuando una
mujer de origen indígena se enamora de un español muy
guapo -según diferentes versiones-. Él era un hombre muy
fuerte, con cabello oscuro y con una sonrisa con la que podía
conquistar a todo mundo si éste quisiera. La mujer era muy
bella, tenía el cabello oscuro, una sonrisa que hacía sonrojar
a más de uno, también tenía un rosto angelical y un cuerpo
muy bien formado, todo hombre del pueblo quería lograr
conquistarla.
Un día, mientras que la llorona, como hoy la conocemos, se
encontraba en las orillas del río lavando la ropa, el misterioso
hombre del que ella se enamoró apareció de la nada
lanzando destellos de felicidad mientras se dirigía a ella. A lo
que ella respondió con una dulce y tierna sonrisa. Hablaron y
cayó presa del amor. Varios meses después de tener un
romance apasionado tuvieron tres hijos que la mujer cuidaba
con mucho amor y cariño, tal y como una madre lo haría con
sus propios hijos.
Pero resulta ser que el español del que se había enamorado
la llorona era una persona infiel y que le gustaba enamorar a
las mujeres con su sonrisa de oro. La mujer deseaba que su
relación se formalizara y que se casaran de inmediato así que
muchas veces habló con él y siempre evadía la pregunta,
recordemos que ambos vivían juntos. Así que después de
que se fue, pasaron varias semanas antes de que volviera a
escuchar de él.
La mujer escuchó de muchas voces que el español se había
comprometido con una mujer española de la alta sociedad y
que dentro de unos meses se casaría. Después de escuchar
esto, la llorona llevó a sus hijos que inocentemente la
siguieron, y los ahogó a las orillas de río. Viendo lo que había
hecho por despecho, la mujer tomó su vida y se convirtió en
lo que hoy conocemos como la llorona.
Se dice que todavía se puede escuchar los lamentos de esta
mujer arrepentida por siempre, un alma en pena que jamás
logra descansar y que todavía pregunta por sus hijos en las
calles más oscuras de la ciudad de México. Los que corren la
mala fortuna de toparse con esta mujer aseguran que está
vestida completamente de blanco y los lamentos se escuchan
más cerca de lo que parece.
“Ay, mis hijos, ay mis hijos” …
Si te ha gustado esta la leyenda de la llorona te invito a
leer otras versiones, agradecería mucho que la compartieras
por tus redes sociales y con tus mejores amigos. Si gustas de
las leyendas tanto como yo, entonces no olvides seguirnos y
estar pendiente de nuestras próximas entradas.
El niño de la pelota.

Se cuenta que ubicado en Av. López Mateos del estado en


Aguascalientes, México, hay un edificio de oficinas, donde
habitualmente algunos empleados salen un poco más tarde
de lo acostumbrado. En esa ocasión una chica había
abordado el ascensor y un hombre apresurándose a poca
distancia le pidió que esperara por él. Amablemente la chica
se paró entre las puertas para evitar que estas se cerraran. El
hombre abordó, y mientras se daban las buenas noches,
notaron que el ascensor subía. El hecho les pareció un poco
extraño, pues se suponía que estaba programado para no ir
más allá de ese piso, pues el de arriba se encontraba
clausurado y nadie trabajaba ahí.
El ascensor se detuvo en el cuarto piso, pero las puertas no
se abrieron por lo que pensaron que había sido un fallo
temporal, pero alcanzaron a escuchar las risas de un niño,
que jugaba con una pelota. Sin darles tiempo de pensar nada,
el elevador bajó, al salir vieron al velador y le comentaron lo
sucedido.
El hombre muy tranquilamente les dice que también lo ha
escuchado, que se trata del espíritu de un niño que falleció
ahí años atrás, cuando su pelota fue a parar al cuarto piso, el
chico fue por ella y al ver que se acercaba un guardia, se
escondió para hacerle una broma, pero al momento que el
niño salió gritando, el guardia le disparó pensando que era un
ladrón. Desde entonces el niño juega tranquilamente en el
cuarto piso, quien se queda hasta tarde puede escuchar las
risas, los pasos, los golpes de la pelota contra el piso.
Otros sin tanta fortuna han visto la pelota bajar por la escalera
cuando al niño se le cae desde el piso de arriba, esta tiene
marcadas con quemaduras las pequeñas manos del niño…
después de esto la gente renuncia a su empleo, pues se sabe
que detrás de una pelota… siempre viene un niño… y no les
gustaría toparse con el pequeño fallecido.
El callejón del muerto.

En el año 1600 el español Tristán de Alzúcer, se estableció en


la Ciudad de México para abrir una abarrotería, aquí el
arzobispo fray García de Santa María Mendoza solía visitarlo
con frecuencia para conversar, habiendo encontrado en
común que ambos eran originarios de la misma localidad. La
abarrotería prosperó y Tristán de Alzúcer envió a su hijo a
buscar mercaderías en la ciudad de Veracruz para ampliar la
variedad de mercancías ofrecidas en la tienda.

En las costas del sureste, lejos de su padre, el hijo contrajo


una enfermedad mortal de tal gravedad que le impidió su
regreso a la Ciudad de México. Tristán de Alzúcer le prometió
a la Virgen que caminaría hasta el santuario del cerrito, si
hacía caso de sus ruegos y le devolvía a su hijo vivo. Unas
semanas después su hijo regresó débil y convaleciente,
obteniendo ya lo que quería con el paso del tiempo, Tristán
olvidó su promesa hacia la Virgen, se dedicó al negocio que
prosperaba próspero.
Al recordar que no había cumplido su promesa sintió
remordimientos y visitó a su amigo el arzobispo para
comentarle sobre su promesa, el arzobispo le afirmó que con
un rezo bastaba, lo eximió de su promesa y Don Tristán
aliviado la olvidó.
La descarnada.

Esta es una leyenda poco conocida, pero sin duda


escalofriante. Hace mucho tiempo, en un pequeño pueblo a
las afueras de Tenochtitlán, habitaba un valiente y celebre
guerrero con su esposa, ella no había podido darle aun
descendencia, y eso fue suficiente para ser despreciada por
todas las personas del lugar. Según las tradiciones de los
ancestros, cuando una mujer era infértil debían expulsarla de
la comunidad para evitar que su mal se esparciera sobre los
demás causándoles desgracias.
Afortunadamente, su esposo era bueno, la amaba
profundamente, y evitaba a toda costa que la mandaran al
exilio. Pero no pudo protegerla siempre, el fue enviado a la
guerra, justo en ese mismo día ella descubrió que por fin
había sido favorecida con un embarazo, corrió, intentando
alcanzar a su marido para darle la noticia; pero, las demás
mujeres querían cumplir su tradición, la apedrearon a la
salida del pueblo, matando el retoño que apenas crecía en su
vientre.
Tirada casi inconsciente con un inmenso dolor en el corazón
por haber perdido aquel regalo de los Dioses, les rogó que la
ayudaran en su venganza, sus plegarias fueron escuchadas y
le concedieron el poder de arrancarse la piel y despojarse de
sus carnes para aterrorizar a aquellas mujeres y después
matar a sus hijos, terminado el acto atroz, podría de nuevo
vestirse con su apariencia normal y así evitar cualquier tipo
de sospechas. En siete noches logró acabar con muchas de
las mujeres que la apedrearon, no tuvo más tiempo porque su
marido volvió de la guerra.
Su tarea no estaba terminada aun, así que a pesar de que su
esposo había vuelto, una noche se levantó a continuar con su
reinado de terror, salió de su choza y por allá entre los
árboles, se quitó la piel y la carne como todas las noches,
ignorando que su marido la había seguido con cautela gracias
a sus dotes de guerrero, el hombre estaba ya espantado al
ver a su esposa despojarse de la piel con facilidad, dejando
expuesta la carne viva y sangrante, para después deshacerse
de ella también, la imagen de por si era aterradora, y
aumentó al verla realizar aquellos actos de tortura sin
remordimiento alguno, contra aquellas mujeres que le había
robado el mayor anhelo de su vida. El guerrero no podía
soportar el sufrimiento de ver a su mujer convertida en un ser
maligno, así que se dirigió al árbol donde había escondido su
piel, la tiró al suelo y la llenó de sal. Al regresar de su cacería,
la mujer se puso la carne, después la piel, pero la sal le
quemó todos los músculos, causándole un dolor tan inmenso
que ella terminó muriendo retorciéndose de
agonía, despojada de su carne con los huesos expuestos, fue
donde recibió el nombre de La descarnada. Después de su
muerte se escuchaban aterradores alaridos y lamentos
cuando una mujer daba a luz, que la gente atribuía al espíritu
de aquella mujer, que envidiaba a todas aquellas mujeres que
tenían lo que a ella le fue arrebatado con tanta saña.
Nunca nadie había vuelto a ver a la descarnada, solo se
podían escuchar sus gritos, pero hace algo de tiempo un
grupo de hombres vio en los senderos que hay en las faldas
del Popocatépetl, una figura humana, sangrante con la carne
a plena vista, sin piel que la cubriera, que caminaba mientras
gritaba con un dolor profundo.
Cierto día por la mañana, el arzobispo se encontraba
caminando por la Calle de La Misericordia cuando se topó
con Don Tristán quien estaba algo pálido y demacrado,
llevaba puesto un sudario blanco, cargando una vela
encendida, le dijo con voz tenebrosa que estaba cumpliendo
la promesa.
Extrañado el arzobispo, fue por la noche a casa de Tristán
para pedirle una explicación y encontró su cadáver que
estaba siendo velado por su hijo, el cuerpo del difunto vestía
las mismas ropas con las que el arzobispo lo vio por la
mañana. El hijo le comentó que su padre había muerto al
amanecer.

Se dice que el arzobispo se había topado con el espíritu de


su amigo, quien se manifestó para cumplir la promesa y sintió
remordimientos por eximirlo de ella.
Después de varios años el alma de Tristán siguió
deambulando por la calle de la Misericordia que desde el
incidente del arzobispo la gente lo llamó El callejón del
Muerto y siglos después se le renombró calle República
Dominicana.
La mulata de córdoba.

En el siglo XIX se recuerda el caso de una niña nacida en el


monte de la ciudad de Córdoba, donde vivía un matrimonio
dedicado a la cría de ganado porcino y aves de corral, así
como a la siembra de árboles frutales, forma como se
ganaban la vida; esa casa era muy concurrida por la gente
que, hacia sus compras con el matrimonio, siendo otro
atractivo para visitarlos el nacimiento de la bella niña.

La niña fue creciendo en medio del campo, teniendo amistad


con los animales, especialmente con los coyotes, cosa que
atemorizaba a sus padres. Una tarde, cuando la niña tenía 14
años su madre se enferma gravemente y su papá la manda a
buscar a la curandera, orden que ignora poniéndose la niña a
hervir agua y junto con un manojo de hierbas comienza a
pasárselas por el cuerpo a su madre, teniendo como
resultado que al cabo de un rato la señora recupera su salud
de forma milagrosa; este hecho, conmovió tanto a la
población que en cuanto se supo lo de la curación a su
madre, comenzaron a visitarla gente de todas partes con
enfermos para que los curara, cosa que hacía con gusto. Un
día cuando la hermosa mulata tenía 23 años llegaron unas
personas hasta el patio de su casa con la intención de
matarla, ya que la acusaban de ser una bruja, habiéndose
salvado solo por la intervención de sus viejos amigos los
coyotes, que se le fueron encima a la gente y los ahuyentaron
del lugar.

Los rumores en toda la población aumentaron fuertemente


hasta llegar el momento en que la autoridad tuvo que
intervenir y la mulata fue detenida, acusada de practicar la
brujería, se dice que a pesar de estar recluida en una celda
de la cárcel del ayuntamiento local, su casa siempre estaba
concurrida de gente que ella acudía a curar a través de
poderes de desdoblamiento que ella poseía, poderes que le
hacían estar en dos lugares al mismo tiempo.

Tiempo después fue trasladada a una mazmorra del castillo


de San Juan de Ulúa, donde con su belleza causaba
admiración y cierto temor entre los guardias del castillo, ya
que comentaban que había ocasiones en que parecía no
haber nadie en la celda de la mulata, y que solo se alcanzaba
a apreciar una espesa niebla que no permitía ver hacia el
interior, y que solo dejaba observar un barco dibujado en la
pared por la joven; esta situación, y tantas otras que se
contaban de la joven mulata entre la gente del pueblo, orilló a
las autoridades a dar la orden de asesinarla en los
quemadores públicos que existían en ese entonces por toda
la ciudad.

Una mañana antes de su ejecución, al despuntar el alba, la


mulata le preguntó a un guardia si le parecía bueno el dibujo
del barco, a lo que contesto el guardia que lo único que le
hacia falta al barco era navegar, respondiendo la mulata, que
ese no era problema; horas más tarde, cuando estaban los
guardias haciendo ronda, vieron a la mulata caminando
tranquilamente por los pasillos rumbo a su celda, a lo que
corrieron los guardias para atraparla y encerrarla de nuevo,
solo para llegar a la celda de la mulata y ver un enorme
hueco por donde se veía el barco que había dibujado la joven
en la pared navegando y perdiéndose poco a poco en el
horizonte llevando a la mulata por única tripulación.
Nunca más se supo de la mulata de Córdoba, por más que la
buscaron en el castillo nunca la encontraron.

La planchada.
La Planchada Fue una leyenda de las más populares del siglo
XX, también es conocida como “La Enfermera Visitante”.
Se dice que, en el Hospital Juárez, de la Ciudad de México,
en las noches circula por los pasillos una enfermera con
vestido largo, blanco, perfectamente almidonado, entra a los
cuartos y atiende a los enfermos. Cuando estos reciben la
visita de la encargada en turno, argumentan haber sido
atendidos por una joven de buena presencia vestida con una
blancura impecable, una mujer hermosa, de pelo corto y
rubio, seria, pero, sobre todo, estricta, con el uniforme
almidonado y bien planchado. Según se cuenta,
tal enfermera es el fantasma de una joven llamada Eulalia,
que trató mal a los enfermos, y su espíritu vaga ahora en el
viejo inmueble, cuidando que los enfermos se encuentren
bien, en castigo a la crueldad que tuvo con ellos cuando vivía.
Hay ocasiones en que las enfermeras del turno nocturno, al
hacer guardia se han quedado dormidas, y precipitadamente
les han propinado una palmada en sus cabezas. Estas al
despertar, no ven a nadie a su alrededor, solo
sienten escalofríos y ven los largos y viejos pasillos quietos
en la mitad de la noche.
Una de las versiones de cómo ocurrieron los hechos narra
que la enfermera de nombre Eulalia formaba parte del
personal del hospital, era entregada a su vocación, amable y
querida por los pacientes. Se enamoró de un médico recién
egresado que entró también al hospital, que a diferencia de
ella era un tipo orgulloso y envanecido. En poco tiempo se
hicieron novios, aunque la relación no era equitativa: ella le
entregaba todo su amor y él era fanfarrón, coqueteaba con
otras enfermeras. Pasado más de un año, el Doctor le dijo
que se casarían. Y la joven comenzó a ilusionarse con la
boda.
Cierto día el Doctor le comentó que tendría un seminario al
norte del país y tardaría al menos dos semanas, la joven le
deseo buen viaje y esperando su regreso para planear la
boda empezó a extrañarlo demasiado. Había transcurrido
apenas una semana, cuando recibió la invitación de uno de
sus compañeros para asistir a una fiesta, a lo cual ella se
negó argumentando que no podía aceptar su invitación por
estar comprometida con el Doctor Joaquín su amigo un poco
desconcertado le dijo: -Como van a estar comprometidos si él
se acaba de casar, está en su viaje de bodas y renuncio
porque se va de la ciudad-.
Tras esta decepción Eulalia no pudo evitar sumirse en una
profunda depresión por el engaño del que había sido víctima.
Comenzó a llegar tarde al trabajo, descuidó a algunos
enfermos, algunos murieron por su falta de interés. Pasó el
tiempo, y ella cayó en cama por una enfermedad que la llevó
más tarde a la tumba, en el mismo hospital donde trabajaba.

Poco tiempo después los pacientes empezaron a reportar ser


atendidos por una joven que correspondía a la descripción de
Eulalia, y las enfermeras la llamaron “La Planchada” por la
manera impecable en la que siempre viste.
La niña de la mina.
Corre el año de 1908 cuando una niña es encontrada muerta
en el interior de una oscura mina en la ciudad de Guanajuato.

Su cuerpo es hallado en lo más profundo de una excavación


diseñada para sacar oro y no cadáveres. Los mineros que
dieron con ella no podían creer que el frágil cuerpo de una
niña, que no rebasaba los diez años, pudiera ser dejado de
esa forma. Los datos en torno a la niña y las circunstancias
de su muerte son imprecisos, contradictorios, y dan pauta a
un sinfín de versiones. El cuerpo no es reclamado por nadie.
Las limitadas labores de peritaje de entonces no arrojan datos
reveladores. La ubicación de su sepultura se mantiene en
secreto. A los pocos días del suceso, la ciudad retoma su
curso, pero el impacto de la muerte de esa niña innominada
queda grabado para siempre en el imaginario colectivo de los
guanajuatenses.

Los primeros en sufrirlo son los mineros. En la profunda e


impenetrable oscuridad de los túneles, decenas de estos
mineros ven la figurita de una niña de diez años vestida con
ropas extrañas, imitando voces que parecen bramidos de
animales salvajes y con el rostro cubierto de polvos que
deforman su apariencia. La inmensa mayoría de estos
mineros pierden la salud mental y no la recobran nunca. Es
así que comienzan a murmurarse leyendas sobre la niña. La
más extendida es que la niña era hija de un importante
minero canadiense. La hija de este hombre solía pasearse sin
permiso por las minas de la ciudad. La niña sufría de un
trastorno psicológico desconocido que la hacía mentirosa,
caprichosa, de humor volátil, que se burlaba de las
devociones religiosas de la gente y que le gustaba vestir de
forma extravagante, emulando a seres fantasmagóricos que
solo su adulterada imaginación era capaz de ver. Se dice
también que fue su mismo padre quien la mutiló dejando su
cadáver abandonado en lo más recóndito de esa mina.

104 años después, la leyenda de la niña de la mina sigue


vigente en Guanajuato capital. Adoptada por el club nocturno
más importante del centro del país, esa leyenda deviene
perversamente en la fiesta de disfraces más vibrante de
México. Mujeres y hombres de todas las latitudes se
congregan en dicho club caracterizados como personajes
terroríficos con un solo propósito: extraer de las oscuras
profundidades del pozo del horror una diversión legendaria
que brille como el oro.
La isla de las muñecas.
Cuenta la leyenda que, mientras aún vivía, Don Julián se
encontró un día con el cadáver de una niña, aparentemente
ahogada en uno de los canales de la isla al enredarse entre
los lirios de la orilla. Desde entonces, el único morador de la
isla fue sistemáticamente sorprendido por lo que él mismo
definió como el espíritu de la pequeña difunta, que lloraba,
gritaba y se quejaba incesantemente. Atemorizado, Don
Julián no tardó mucho tiempo en encontrar una solución al
problema: rodeó su chinampa con muñecas de todos los tipos
y tamaños para protegerse. Hoy, estas guardianas colgadas y
clavadas se cuentan por miles.

Sobre los comienzos del año 2001, un envejecido Don Julián


se acercó hasta uno de los canales de la isla para pescar
acompañado de su sobrino. Fue entonces cuando confesó
que existía una sirena de río que pretendía llevárselo desde
hacía mucho tiempo. Cuando el sobrino de Don Julián
regresó al canal después de ir a controlar el ganado que
pastaba en las inmediaciones, se encontró con el cadáver de
su tío, muerto por un infarto y caído al agua.

Desde entonces, el lugar es conocido como la Isla de las


muñecas, un paraje signado por la tragedia y el misterio. Los
visitantes aseguran que las muñecas allí presentes,
envejecidas, con las cuencas oculares vacías y sus
extremidades mutiladas, cobran vida en las penumbras y
ahuyentan a los espíritus que merodean ruidosamente por el
lugar.

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