Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Pero el problema es aún más grave de como lo describe el doctor Belisario Betancur, por cuanto
él se refiere casi que exclusivamente al sistema educativo tal y cual viene funcionando (pre-
escolar, elemental, secundaria, universidad). Pues bien, dicho sistema -al cual debemos llamarle
formal- no acoge sino siete millones de personas de los veintiocho millones de habitantes que
Colombia posee en la actualidad; el resto de personas, o sea. Veintiún millones entre infantes,
preescolares, jóvenes, adultos y ancianos, se encuentran por fuera del sistema educativo formal.
Planteemos el tema desde otro punto de vista para entenderlo en su gran magnitud, con el fin de
precisar el reto educativo que todos y cada uno de los colombianos tenemos que afrontar.
De acuerdo con unos datos preliminares de la Campaña de Instrucción Nacional (CAMINA),
Colombia posee una población alrededor de veintiocho millones de habitantes, de los cuales la
cuarta parte están vinculados a la educación formal, con la siguiente distribución aproximada:
Quedan pues, tres cuartas partes de los habitantes fuera del sistema. De esos, aproximadamente
cinco millones son analfabetos totales o funcionales; entre siete y ocho millones son adultos que
recibieron menos de tres años de educación básica; cuatro millones y medio son trabajadores
independientes; un millón son minusválidos y siete millones son trabajadores independientes o
de empresas que necesitan perfeccionar sus conocimientos o actualizarse en sus oficios y
profesiones. (7)
Además de los anteriores elementos -que tomados objetivamente y sin necesidad de ningún
análisis profundo, muestran una situación educativa colombiana que causa alarma- enumeremos
otros aspectos de carácter cualitativo que agravan aún más la profunda crisis -ahí sí. la crisis-
educativa que experimenta nuestra sociedad.
1. Es innegable el casi total divorcio existente entre la educación y la realidad económica, social
y cultural del país. Casi es un axioma afirmar que, en una sociedad como la colombiana que la
caracteriza básicamente la transición -porque no la estabilidad- y la cual ha sufrido profundos
cambios estructurales, la educación -especialmente la formal- ha permanecido prácticamente
inmutable al cambio. O, en otras palabras, la educación colombiana viene transmitiendo valores
y conocimientos con técnicas y metodologías que conducen más a la conservación del statu quo.
que al reto del cambio.
2. Los colombianos -de todas las condiciones- llevamos en el alma la firme tendencia de
confundir escolarización con educación. Creemos que si no estamos entre cuatro paredes, con
tiza y tablero y un profesor en estrado, no aprendemos. Además, como diría un famoso educador
y filósofo nuestra educación "se ha ocupado principalmente de la generalidad, la intelectualidad,
la abstracción, frente a lo vivo, lo sensible y lo concreto". Escolaridad y diletantismo, caracterizan
el sistema educativo colombiano, los cuales -a su vez- hasta ahora han brindado status social y
económico.
3. Todavía es mucho más grave el hecho que el sistema educativo formal en nuestro país no ha
logrado dar el salto de la concepción de "enseñanza" a la concepción de "aprendizaje", a pesar
de la revolución pedagógica que viene experimentando el mundo desde hace muchos años. Es
nada menos que el salto de "aprender a memorizar" al de "aprender a hacer". Entre nosotros
todavía impera el concepto según el cual dentro del proceso educativo, el alumno debe ser el
receptor de conocimientos y el maestro el transmisor, cuando la nueva pedagogía nos enseña
que el maestro no es sino un animador y orientador del proceso de aprendizaje, proceso éste
que mirado en el mundo moderno debe ser la columna vertebral de la nueva tecnología
educativa. Los colombianos no hemos entrado en la revolución copernicana de la educación.
4. El sistema educativo formal y escolarizado. Tal y cual hemos visto en las estadísticas
presentadas, no ha logrado resolver el gravísimo problema de la cada vez más creciente
demanda educativa del pueblo colombiano y, en la medida que ha logrado ampliarse, se ha
observado una terrible ineficiencia, motivo éste que nos ha llevado a que todos los colombianos
tengamos la aproximación de que la calidad de la enseñanza ha descendido considerablemente.
De un lado, nuestra educación ha creado una profunda discriminación entre la ciudad y el campo,
no sólo por la calidad de la enseñanza impartida sino también porque la educación ha sido
planeada con mentalidad urbana, olvidándonos del entorno socio económico del poblador rural
y de sus necesidades urgentes de integrarse eficientemente al sistema productivo con
socialización.
De otro lado, pareciera como que la deserción educativa se hubiera convertido en un propósito
nacional, cuando es uno de los factores de mayor discriminación. No entremos a analizar aquí
dicho fenómeno, pero digamos que muchos de nuestros maestros y profesores tienen como
filosofía de vida crear dificultades para que el alumno continúe en el proceso educativo: su
autoridad es mayor en la medida en que "raje" el mayor número de alumnos.
En tercer lugar, dejemos un pensamiento sencillo pero profundo, cual es de que el sistema
educativo colombiano nos prepara para competir y no para compartir.
6. Por último, no es posible que después de haber consagrado como canon constitucional que la
educación primaria es gratuita y obligatoria -desde hace muchos años- y después de que el
mundo ha vivido dos revoluciones industriales, la de la máquina y la de la electrónica, pero ya a
sólo dieciocho años del Siglo XXI, el sistema educativo colombiano muestre, sin que nos
inmutemos, cinco millones de analfabetos totales o funcionales; siete u ocho millones de adultos
que han recibido menos de tres años de educación básica; pero también siete millones de
trabajadores independientes o de empresas que necesitan perfeccionar sus conocimientos o
actualizarse en sus oficios o profesiones.
Esta es pues la situación educativa colombiana en 1982, descrita descarnada pero objetivamente
y de la cual debemos avergonzarnos porque si bien por algunos brotes literarios reclamamos
orgullosamente el título de "Atenas Suramericana". por otro lado, tenemos que pensar que una
sociedad sin educación, también es una sociedad esclavista como la Atenas de entonces.
Sólo nos queda un reto si es que queremos hacer de Colombia una nación democrática en lo
social, en lo económico, en lo político, en lo cultural, en lo humano, y ese reto no se llama sino
la "democratización educativa", a través de la cual recordemos el grito que invocábamos al
principio: "La educación ha dejado de ser un privilegio limitado a un grupo minoritario para dar
paso a la educación de masas".