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Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él
un usurero; no le exigiréis interés. Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo
devolverás al ponerse el sol, porque con él se abriga; es el vestido de su cuerpo.
¿Sobre qué va a dormir, si no? Clamará a mí, y yo le oiré, porque soy compasivo.
El Libro del Éxodo muestra un avance, aún sumamente lejano, de la universalidad del
mensaje de Salvación y del Mandamiento del amor. Es notable, de todas maneras, la
superioridad de la legislación de Israel sobre otros pueblos, que nosotros consideramos
más "civilizados", en el tema de la opresión de los débiles: la prohibición de prestar con
interés, la remisión periódica de deudas, el descanso del sábado...
Pero la respuesta del hombre a Dios como amor es aún más tardía. No se encuentra en
Génesis ni en Exodo. Hay que acudir al Deuteronomio (6,5; 10,12) y a textos
posteriores. Aún más rara es la expresión de amor al prójimo. Hay muchos
"mandamientos" de justicia, de piedad... y pocas veces se alcanza la palabra amor en
referencia al prójimo. Se encuentra por primera vez en Levítico 19,18, y 19,34, y no se
vuelve a encontrar hasta el Nuevo Testamento.