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El libro de jueces está lleno de violencia, intriga, guerra civil, abusos, juicio,
luchas por el poder y pecados horrendos; pero cuando Su pueblo errante
clamaba a Él, Dios siempre enviaba a un libertador para darles paz.
Ése es el comportamiento de un Padre amoroso que les advertía a menudo
sobre su comportamiento y quien sufría dolor al verlos volver repetidas veces a
formas destructivas de vida. Las cosas llegaron a tal extremo al final del libro
que Dios cambió totalmente la forma en que se relacionaba con Su pueblo. Los
primeros capítulos de 1 Samuel terminan la historia de Jueces e inicia la era de
los reyes.
¿Por qué el cambio? Si la nación entera no pudo mantenerse fiel a las Leyes
de Dios, quizá un hombre – el rey – sí lograría serle fiel.
Jueces 3:7-9 “Hicieron, pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de
Jehová, y olvidaron a Jehová su Dios, y sirvieron a los baales y a las
imágenes de Asera.
Y la ira de Jehová se encendió contra Israel, y los vendió en manos de
Cusan-risataim rey de Mesopotamia; y sirvieron los hijos de Israel a
Cusan-risataim ocho años.
Y sirvieron los hijos de Israel a Eglón rey de los moabitas dieciocho años.
CONCLUSION
Los beneficiarios de la misericordia divina son además con título especial Israel
y Jerusalén, Dios es ternura, ¿cómo no exigirá a sus criaturas la misma ternura
mutua? Ahora bien, este sentimiento no es natural al hombre: Lo sabía muy
bien David, que prefería “caer en las manos de JEHOVA, porque es grande
su misericordia, antes que en las manos de los hombres” (2Samuel 24:14).
También en este punto va Dios progresivamente educando a su pueblo.
Condena a los paganos, que sofocan la misericordia.
Lo que quiere es que se observe el mandamiento del amor fraterno muy
preferible a los holocaustos; quiere que la práctica de la justicia sea coronada
por un «amor tierno» (Miqueas 6:8). Si se quiere verdaderamente ayunar, hay
que socorrer al pobre, a la viuda, al huérfano, no hurtar el cuerpo ante el que es
nuestra propia carne.
Dios ensanchará poco a poco los corazones humanos hasta las dimensiones
del corazón de Dios: «Yo soy Dios, no hombre» (Oseas 11:8).
El horizonte se extenderá sobre todo gracias al mandamiento de no saciar la
sed de venganza, de no guardar rencor. Pero sólo quedará realmente
despejado con los últimos libros de sabiduría, que en este punto muestran ya el
mensaje de Jesús; el perdón debe ejercerse con todo hombre. Amen.
Bibliografía
Dale Ralph Davis, Judges: Such a Great Salvation (Great Britain, Christian
Focus Publications, 2013).
Timothy Keller, Judges for You (US, The Good Book Company, 2013).