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SEMINARIO INTERMISIONAL SAN LUIS BELTRÁN

Pbro. Omar López, Cristología, J Jaider Bayona, II Configuradora


CAPÍTULO VII
EL MENSAJE DE LAS PARÁBOLAS
Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger.

NATURALEZA Y FINALIDAD DE LAS PARÁBOLAS

Indudablemente las parábolas son el corazón de la predicación de Jesús. En las parábolas teniendo en cuenta también la
singularidad lingüística, que deja traslucir el texto arameo sentimos inmediatamente la cercanía de Jesús, cómo vivía y
enseñaba. Pero al mismo tiempo nos ocurre lo mismo que a sus contemporáneos y a sus discípulos: debemos preguntarle
una y otra vez qué nos quiere decir con cada una de las parábolas. En el entorno de Jesús, la alegoría era la forma habitual
del lenguaje en imágenes y, por tanto, era elemental que se interpretaran las parábolas como alegorías, siguiendo este
modelo. En los Evangelios mismos encontramos a menudo interpretaciones alegóricas de las parábolas puestas en boca de
Jesús, por ejemplo: la parábola del sembrador. Las parábolas no son alegorías, sino que son fragmento de vida real en el
que se trata de reflejar sólo una idea y aun esta entendida en su forma más común, un único punto dominante.
La parábola es un relato breve que, tomando como punto de partida hechos de la vida cotidiana, describe figuradamente
un suceso con la intención de provocar una respuesta en los oyentes y de transmitir una verdad o una enseñanza moral. Hay
quien considera la parábola como una alegoría de estructura narrativa. Sin embargo, se diferencia de ella en que la parábola
no persigue una correspondencia detallada, sino global, entre el plano figurado y el plano real. Aunque la parábola no es
desconocida en los escritos de AT (Ez 17; 19), es en el NT y, más concretamente, en los evangelios sinópticos donde logra
su máxima difusión y expresividad, pues fue uno de los medios privilegiados de la enseñanza de Jesús. A veces, la parábola
va acompañada de una explicación pormenorizada de sus elementos (Mc 4, 13-20), dando lugar a un fenómeno llamado
alegorización.
A través de las parábolas Jesús anunció la llegada del reino de Dios y expresó cuáles eran los rasgos característicos de
este reino que él anunciaba. De hecho, muchas de ellas comienzan con la expresión Sucede con el reino de Dios lo que con
(Mt 13, 44-46). Por eso, las parábolas son un camino excelente para conocer el mensaje central de la predicación de Jesús.

TRES GRANDES RELATOS DE PARÁBOLAS DE LUCAS


En estos tres grandes relatos, cuya belleza y profundidad conmueven de forma espontánea incluso al no creyente: la
historia del buen samaritano, la parábola de los dos hermanos y el relato del rico epulón y el pobre Lázaro.
La parábola del buen samaritano (Lc 10, 25-37)
¿Quién es mi prójimo? Para el judaísmo tradicional, el prójimo era el hermano de pueblo, el otro de origen israelita; los
demás no eran prójimos. Pero aun dentro del sistema socio-religioso del judaísmo, ese próximo debía reunir unas
condiciones especiales para poder acercarse a uno, no debía estar impuro legalmente para que no hiciera impuro a nadie. El
samaritano que se acerca al herido –es el prototipo de la persona odiada, rechazada, que resulta incómoda porque su sola
presencia ponía en riesgo la pureza legal- sirve a Jesús como modelo de lo que significa ser prójimo. El samaritano actuó
contra la Ley y podría ser motivo de acusación del piadoso doctor de la Ley, pero su acción supera con mucho a la Ley
misma porque ha actuado con amor, con compasión, con generosidad, con desinterés, y sobre todo, con misericordia.
La parábola de los dos hermanos (el hijo pródigo y el hijo que se quedó en casa) y del padre bueno (Lc 15, 11-32):
Jesús revela su experiencia de Dios como Padre, un Padre que ama con igual medida tanto a su hijo mayor como el menor;
la diferencia de este amor la imponen los dos hijos. El mayor cree que ha hecho los méritos suficientes para ganarse todo el
amor del Padre porque no ha contradicho ni uno solo de sus mandatos y por tanto tiene que ser recompensado, mientras que
la conducta del menor debe ser castigada. Los escandalosos de la parábola es cómo Jesús muestra al hijo menor que
acapara el amor del Padre a pesar de todo lo que ha hecho. El legalismo del hijo mayor no le permite ver la gratitud del
amor divino, amor que no exige como pago a una buena conducta, sino que se recibe por gracia, y se celebra
permanentemente según la propia conciencia de ese amor gratuito; y en segundo lugar, en esta relación amorosa con Dios
siempre estamos ante el riesgo de romperla por nuestras actitudes antiamorosas con los demás; pero esa misma gracia
divina nos llama al arrepentimiento y a la búsqueda del perdón del Padre quien acoge de inmediato y él mismo se pone a
celebrar con nosotros la fiesta del perdón.
La parábola del rico epulón y el pobre Lázaro (Lc 16, 19-31): Para redondear el tema de la incompatibilidad entre
seguimiento de Jesús y servicio a la riqueza y los bienes materiales, Lucas presenta esta parábola que, como todas las
demás, muestra también algún aspecto particular de lo que Jesús concibe como realidad del reino de Dios. Aquí se hace
más clara la advertencia sobre la imposibilidad de servir a Dios, a su reino, y al dinero. La consecuencia más inmediata es
el olvido de las más mínimas relaciones de justicia y de la finalidad de la misma vida. El servicio a la riqueza se convierte
en esclavitud a la misma a tal punto que se pierde la sensibilidad por el que sufre y se pierde, además, el sentido y la
finalidad de la misma existencia humana.

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