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IMPOSTORES EN LA LITERATURA

‘Los poetas son mentirosos’

PLATÓN

El título de estas notas podría parecer que esconde un oxímoron porque ¿no
es toda literatura una impostura per se? ¿No es todo escritor un farsante
declarado y sus producciones, sarta de mentiras?

Es posible, sí y no, todo depende del estatus que le queramos otorgar a la


ficción; o la relevancia que para nosotros tenga eso que llamamos realidad.
Aunque lejos de querer cuestionar el verismo en la literatura o el peso que la
ficción tiene en ella; lejos de abordar el viejo dilema entre realidad y ficción lo
que pretendo es acercarme al mentiroso, al impostor, al gran embaucador que
se parapeta tras algunas máscaras literarias. El
personaje impostado.

La idea de hablar de embaucadores me ha surgido


precisamente por la aparición de la última novela de
Javier Cercas, El impostor. En ella, sin ficción alguna
(ya la pone el personaje, nos recuerda su autor)
Cercas nos habla de Enri Marco, ese farsante que
engañó a todo un país haciéndose pasar por una
víctima del holocausto nazi. En el libro, el autor trata
de entender –no justificar- las motivaciones que
impulsaron a Marco a llevar a cabo tan horrorosa y
descomunal mentira. Una vida de engaños que está
plagada de muchas mentiras y algunas verdades.

Si hacemos memoria bibliográfica el caso no es


aislado ni único. Borges en 1935 publicó un libro
de textos, entre el ensayo apócrifo y el cuento,
titulado Historia universal de la infamia. En él hay
una pieza, ‘El impostor inverosímil Tom Castro’,
en la que nos cuenta la historia de un tal Tom
Castro, quien al saber que una viuda está
buscando a su hijo, Roger Charles Tichborne, se
presenta ante ella suplantándolo. La madre, ávida de encontrar a su hijo –como
España de víctimas y héroes que glorifiquen su doloroso pasado- cree ver en él
a su vástago, y como tal trata al impostor. El caso, más allá de la duda
razonable que levita sobre la verdadera identidad del hijo pródigo, hace
reflexionar sobre la capacidad que tiene la ficción para erigirse como realidad, y
cómo los deseos configuran nuestras percepciones, y las modifican. La verdad
acaba siendo lo que queremos que sea verdad. Aunque sea mentira o ficción.

Uno de los primeros farsantes- aunque éste sí que era además un héroe- fue
Ulises. No solo luchó en Ítaca y navegó los mares; también inventó historias
para poder salir victorioso de más de un embrollo. Al cíclope Polifemo le
engañó; también mintió al llegar a Ítaca, haciéndose pasar por un viejo
desconocido. Sabemos que su abuelo materno fue Autólico, hombre que
sobrepasó a todos los hombres en ingenio a través de juramentos falsos y
procedimientos poco honrosos, hurtos y robos incluidos. Le dice Atenea a
Ulises en el Canto XIII: ‘Bien astuto y taimado ha se ser quien a ti te aventaje
en urdir añagazas del modo que fuere…’

No nos vamos a detener en nombrar a otros mentirosos clásicos: Alonso


Quijano, ese hombre de pueblo que se hizo pasar por caballero andante; Enma
Bovary, infiel mujer desesperada o el mismísimo
Pinocho.

El impostor que relata Cercas se parece mucho al


que Emmanuel Carrère retrató en El adversario. Un
tipo que fingió ser médico durante toda una vida y
que acabó asesinando a su familia, cuando fue
descubierto. Más feliz es el caso de Enrique Vila-
Matas, quien en una de sus primeras novelas
rescribió la historia de un tipo mentiroso, farsante y
usurpador. Al igual que Borges, Carrère y Cercas,
Vila-Matas extrajo su ficción de la savia de la
realidad. En este caso –me refiero a su novela
Impostura- el personaje es un loco, desmemoriado al
que la señora Bruch reconoce como su esposo. Pero a la vez, la identidad es
disputada por una segunda mujer. Claudio Nart o Ramón Bruch, ¿quién es?
¿Está loco, sin memoria o es alguien que está sacando provecho de la
confusión? Vila-Matas extrae su fantasía de la realidad para recordarnos que la
ficción es mucho más poderosa, porque no tiene límites o porque es capaz de
mezclarse con ella (la realidad) y confundirnos.

Todos los impostores, llevados al papel, acaban siendo reales. Cobran una
especie de vida inmortal. Quizá ese es el verdadero secreto de la literatura:
convertir la mentira en una verdad eterna, transformar la realidad efímera y
gris en una página infinita y colorida de la Gran Ficción.

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