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Andrés Felipe Reza Galván

La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela


desalmada

I. Sobre el realismo mágico


García Márquez, escritor a toda legitimidad, decide extender su creación literaria luego
de escribir Cien años de soledad (1967), con una serie de relatos bajo el mismo estilo
narrativo que, incluso antes de su primera novela La hojarasca (1955), ya se
vislumbraba en los cuentos cortos que publicaba con cierta frecuencia en el periódico
El Heraldo, para el que trabajó como columnista y reportero en la década del 50.
Precisamente La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada
(1972) fue uno de estos cuentos largos o novelas cortas, vaya uno a saber, que García
Márquez escribió post Cien años de soledad, pero donde el realismo mágico seguía
siendo el protagonista.
Si bien la trama de la historia resulta sencilla, como con frecuencia lo son otras piezas
del realismo mágico, la importancia en este estilo literario radica especialmente en la
forma en cómo están narradas dichas historias. Así pues, tenemos por un lado una
abuela que luego de criar a su nieta y hacerse cargo de ella desde su nacimiento, se auto
adjudica la potestad de hacer con Eréndira, una insignificante y vulnerable niña, lo que
quiere; especialmente cuando, tras un penoso incidente provocado por un descuido de
Eréndira, la casa donde vivían se quema por completo y la abuela, llevada por una
ternura ambiciosa, prostituye a la nieta bajo el siguiente presagio: “Mi pobre niña. No
te alcanzará la vida para pagarme este percance”.
La trama, insisto, que puede fácilmente aparecer en cualquier corriente literaria
distinta a la del realismo mágico, pasa a convertirse en un ejemplo más que pertinente
porque la forma en que está contada es descrita perfectamente por la definición de
María Achitenei:
“El realismo mágico es una corriente literaria cuyos rasgos principales son la
desgarradura de la realidad por una acción fantástica descrita de un modo realista
dentro de la narrativa”.
Las acciones fantásticas del relato parecen pasar por inadvertidas -característica
fundamental del realismo mágico- pese a que existen varias. Incluso, muchas de estas
acciones fantásticas podrían ser ordinarias sino fuesen tratadas por García Márquez
con un desmedido pero excepcional uso de la hipérbole, una figura retórica que parece
creada por el realismo mágico porque se ajusta a las pretensiones de desgarrar la
realidad.
Las acciones exageradas, llevadas al punto más álgido de la realidad y al cruce
perceptible del acontecimiento pero imperceptibles por la naturalidad de la escritura,
van desde el aburrimiento de los chivos y su predisposición para suicidarse; el millar
de hombres con los que se acostaba Eréndira a diario; el pescado que Eréndira vio pasar
navegando por el aire de la tormenta mientras perdía su virginidad; los descomunales
monólogos de la abuela mientras dormía; la superstición del “viento de la desgracia”;
las naranjas de diamantes de Ulises y la resistencia a morir de la abuela; por mencionar
algunas de dichas acciones fantásticas que, sin embargo, en el universo cerrado -otra
característica del realismo mágico- del relato son verosímiles para el lector e
imperceptibles y cotidianas para los personajes.
La historia de la Cándida Eréndira y la abuela desalmada está dotada de características
del realismo mágico, algunas de ellas propuestas por Achitenei y reconocidas en la
praxis por la mayoría de los escritores del género. Por un lado, la clarividencia y la
reiteración de los sueños y la figura del viento en la revelación del futuro. Cada vez que
estaba por ocurrir un suceso desafortunado en la cotidianidad de Eréndira, la aparición
del viento de la desgracia era declarado como primer anunciante. Del mismo modo
ocurría con la abuela, pero esta vez, bajo la revelación de los sueños. Al final, la
reiteración del viento y el sueño siguió de anunciante, pero cambiando radicalmente el
destino de los personajes. El viento se convirtió en laureles mientras que la abuela
soñaba con un pavorreal en una hamaca blanca. Es decir, Eréndira estaba a puertas de
quedar libre del yugo ensordecedor y agobiante de la abuela desalmada porque el
sueño con el pavorreal había pronosticado su muerte.
“Ten cuidado, que ya tuvo un aviso de la muerte. Soñó con un pavorreal en una hamaca
blanca”. Le dijo Eréndira a Ulises poco antes de que el joven, llevado por el amor,
asesinara a la abuela.
Pese a que el relato no mostró un tiempo infinito, la idea de una vida larga -
características del realismo mágico- aparece encarnada por la abuela en su
personificación de la viudez, la soledad, la codicia y la exaltación de todo aquello que no
tuvo antes de que el primer Amadís, su esposo, la rescatara de un prostíbulo de las
Antillas; porque pese a su fallecimiento final, la mujer suponía una resistencia
extraordinaria a la muerte tras soportar con total normalidad los dos primeros ataques
de Ulises. Incluso, su notable fuerza vital sobresaltó la agonía de las cuchilladas
perpetradas por Ulises hasta casi vencer al joven quien quedó desparramado y vencido
por el agotamiento del suceso.
Como otra característica indispensable dentro del realismo mágico, está la idea de lo
cíclico como aquello que sugiere al final un nuevo comienzo y que en este relato se
presenta por duplicado. En primer lugar, la historia de la Eréndira presupone la misma
experiencia vivida por la abuela quien fue prostituida en Las Antillas y rescatada por
Amadís, el abuelo de Eréndira. Tal como en la historia más reciente dentro del relato, la
niña fue prostituida por su abuela y rescatada por Ulises, repitiéndose así la realidad
bajo la variación de algunos acontecimientos y con personajes que encarnan los
descritos al principio cuando el narrador los presenta levemente. En segundo lugar,
García Márquez termina la historia con una frase de final abierto que conserva la
moción de que el destino de una mujer que escapa de su desgracia (como la abuela
escapó de Las Antillas y Eréndira de su abuela), es el de convertirse en una futura
desalmada.
Un hecho que precede el surgimiento del realismo mágico, como corriente literaria
latinoamericana, es la necesidad que tenían los pueblos de crear sus propias historias
épicas, dotadas de héroes reales y epopeyas provenientes de la cotidianidad. Según
esto, García Márquez, un experto en la construcción de ficciones basadas en la realidad,
que hizo uso de la memoria que adquirió en su infancia, las vivencias de su pueblo y las
anécdotas transmitidas por sus antepasados, especialmente de sus abuelos maternos;
creó en la historia de la Cándida Eréndira un héroe al que además de su valentía, le
sumó un nombre épico, como para que no hubieran dudas de que un pueblo recóndito
del Caribe colombiano era capaz de generar héroes de un accionar extraordinario pero
a su vez trágico, con un guiño impresionante al Ulises de Homero. Además, García
Márquez reincorporó a este relato una frase que permaneció en su memoria desde que
su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, le dijo en repetidas ocasiones: “Tú no sabes lo
que pesa un muerto”, refiriéndose al hecho de haber matado a Medardo Pacheco en un
duelo, un copartidario político al que se vio obligado a matar por razones de honor y
que se convirtió en un acontecimiento indispensable en el interés de García Márquez
por la muerte. La premisa fue incorporada en muchos relatos del Nobel, pero aún más
en la repetida acotación de esta historia cuando la abuela desalmada cargaba, de
manera literal, a sus dos muertos (el hijo y el esposo, los Amadís). En pocas palabras,
los autores de realismo mágico buscan lo mágico que está dentro de la realidad; en el
caso de García Márquez, la magia fue tomada de su memoria en casi todas sus novelas
y cuentos.

II. Análisis literario


El estilo narrativo garciamarquiano de este relato está conformado por un tipo de
narrador homodiegético que se repite constantemente en sus obras. Es importante
destacar la formación periodística de García Márquez y, por tanto, la notable influencia
que tenía en su estilo. El escritor usufructuaba de la realidad, al igual que un periodista,
y luego lo plasmaba en el papel haciendo uso de los elementos antes mencionados del
realismo mágico. De hecho, en un fragmento sobre el desenlace del relato, cuando
Eréndira y Ulises son capturados intentando escapar por primera vez, el narrador que
parecía ser un narrador omnisciente, se convierte en un testigo directo (como lo fue
Crónica de una muerte anunciada) en aquel párrafo que expresa:
“Las conocí por esa época, que fue la de más grande esplendor, aunque no había de
escrudiñar los pormenores de su vida sino muchos años después, cuando Rafael
Escalona reveló en una canción el desenlace terrible del drama…”
Así mismo, los géneros discursivos aparecen en el relato mediante el uso no excesivo,
pero siempre importante de diálogos, mensajes de sueños, canciones, noticias que
transitan de pueblo en pueblo y personajes que facilitan estos géneros discursivos
primarios y secundarios de los que se compone la literatura.
Por su parte, si analizamos el relato desde el modelo actancial propuesto por Greimas
a través del sujeto de Eréndira, vemos que el objeto -al menos en la mayoría del relato
y exceptuando el momento en que se entregó a la resignación y surge la nulidad de
objetivo- es el deseo que ella tiene de ver morir a su abuela y conseguir la libertad. Dicho
objeto sobrepasa incluso el amor que llegó a sentir por Ulises, al que abandona
finalmente.
En el caso del destinador para Eréndira no parece ser otro que el resentimiento que
guarda por los actos barbáricos y desalmados de su abuela. A diferencia de una gran
parte de relatos de la literatura universal, Eréndira no estaba movida por un estímulo
exterior o interior positivo -como el amor o el heroísmo- que mantenía su línea actante;
por el contrario, su motivación surgía de un odio desmedido por la abuela. Esta es la
razón por la que el destinatario principal era ella misma, siendo que el único personaje
que se benefició de la muerte de la abuela fue Eréndira, que quedó en libertad y con las
manos limpias tras no haber sido la autora material del crimen.
Está claro que el ayudante principal de Eréndira fue Ulises gracias a su disposición de
asesinar a la abuela. En algunos fragmentos, estuvieron presentes otros ayudantes
temporales, como el fotógrafo que ayudó a la pareja a escaparse la primera vez; y las
monjas que protegieron a Eréndira en el convento por un tiempo. Por su parte, el
oponente fue la abuela misma, quien durante toda su vida se interpuso entre Eréndira
y su objeto, la libertad.
Desde el sujeto de la abuela, el objeto era su deseo de riqueza a costas de los servicios
de la nieta. El destinador probablemente era ese deseo reprimido de grandeza que
adquirió luego de ser liberada del prostíbulo en Las Antillas. El destinatario era ella
misma e, incluso, se podría decir que hasta la nieta, porque en su extraño imaginario
siempre creyó estar haciéndole un bien al ofrecer su cuerpo y obligándola a estar a su
lado. Los ayudantes fueron escasos porque en su mayoría utilizaba a las personas para
conseguir sus objetivos y luego eran desechos por completo, como el marido que le
consiguió a Eréndira para sacarla del convento. Finalmente, su oponente principal fue
Ulises, el único que fue capaz de arrebatarle a su nieta cuando escaparon hacia la
frontera y que terminó con su vida.
En este universo cerrado construido por García Márquez queda expuesto a la perfección
el concepto de realismo mágico, pero, además, estamos ante un relato de una riqueza
literaria excepcional, llena de magia cotidiana y de figuras retoricas impresionantes,
donde la palabra escrita -como en la buena literatura- es puesta en primer plano.
Seguramente, el suceso lingüístico de este mundo ficticio tendrá continuidad en el
tiempo y seguirá siendo un aporte analizable, más que eso, disfrutable.

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