La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela
desalmada
I. Sobre el realismo mágico
García Márquez, escritor a toda legitimidad, decide extender su creación literaria luego de escribir Cien años de soledad (1967), con una serie de relatos bajo el mismo estilo narrativo que, incluso antes de su primera novela La hojarasca (1955), ya se vislumbraba en los cuentos cortos que publicaba con cierta frecuencia en el periódico El Heraldo, para el que trabajó como columnista y reportero en la década del 50. Precisamente La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada (1972) fue uno de estos cuentos largos o novelas cortas, vaya uno a saber, que García Márquez escribió post Cien años de soledad, pero donde el realismo mágico seguía siendo el protagonista. Si bien la trama de la historia resulta sencilla, como con frecuencia lo son otras piezas del realismo mágico, la importancia en este estilo literario radica especialmente en la forma en cómo están narradas dichas historias. Así pues, tenemos por un lado una abuela que luego de criar a su nieta y hacerse cargo de ella desde su nacimiento, se auto adjudica la potestad de hacer con Eréndira, una insignificante y vulnerable niña, lo que quiere; especialmente cuando, tras un penoso incidente provocado por un descuido de Eréndira, la casa donde vivían se quema por completo y la abuela, llevada por una ternura ambiciosa, prostituye a la nieta bajo el siguiente presagio: “Mi pobre niña. No te alcanzará la vida para pagarme este percance”. La trama, insisto, que puede fácilmente aparecer en cualquier corriente literaria distinta a la del realismo mágico, pasa a convertirse en un ejemplo más que pertinente porque la forma en que está contada es descrita perfectamente por la definición de María Achitenei: “El realismo mágico es una corriente literaria cuyos rasgos principales son la desgarradura de la realidad por una acción fantástica descrita de un modo realista dentro de la narrativa”. Las acciones fantásticas del relato parecen pasar por inadvertidas -característica fundamental del realismo mágico- pese a que existen varias. Incluso, muchas de estas acciones fantásticas podrían ser ordinarias sino fuesen tratadas por García Márquez con un desmedido pero excepcional uso de la hipérbole, una figura retórica que parece creada por el realismo mágico porque se ajusta a las pretensiones de desgarrar la realidad. Las acciones exageradas, llevadas al punto más álgido de la realidad y al cruce perceptible del acontecimiento pero imperceptibles por la naturalidad de la escritura, van desde el aburrimiento de los chivos y su predisposición para suicidarse; el millar de hombres con los que se acostaba Eréndira a diario; el pescado que Eréndira vio pasar navegando por el aire de la tormenta mientras perdía su virginidad; los descomunales monólogos de la abuela mientras dormía; la superstición del “viento de la desgracia”; las naranjas de diamantes de Ulises y la resistencia a morir de la abuela; por mencionar algunas de dichas acciones fantásticas que, sin embargo, en el universo cerrado -otra característica del realismo mágico- del relato son verosímiles para el lector e imperceptibles y cotidianas para los personajes. La historia de la Cándida Eréndira y la abuela desalmada está dotada de características del realismo mágico, algunas de ellas propuestas por Achitenei y reconocidas en la praxis por la mayoría de los escritores del género. Por un lado, la clarividencia y la reiteración de los sueños y la figura del viento en la revelación del futuro. Cada vez que estaba por ocurrir un suceso desafortunado en la cotidianidad de Eréndira, la aparición del viento de la desgracia era declarado como primer anunciante. Del mismo modo ocurría con la abuela, pero esta vez, bajo la revelación de los sueños. Al final, la reiteración del viento y el sueño siguió de anunciante, pero cambiando radicalmente el destino de los personajes. El viento se convirtió en laureles mientras que la abuela soñaba con un pavorreal en una hamaca blanca. Es decir, Eréndira estaba a puertas de quedar libre del yugo ensordecedor y agobiante de la abuela desalmada porque el sueño con el pavorreal había pronosticado su muerte. “Ten cuidado, que ya tuvo un aviso de la muerte. Soñó con un pavorreal en una hamaca blanca”. Le dijo Eréndira a Ulises poco antes de que el joven, llevado por el amor, asesinara a la abuela. Pese a que el relato no mostró un tiempo infinito, la idea de una vida larga - características del realismo mágico- aparece encarnada por la abuela en su personificación de la viudez, la soledad, la codicia y la exaltación de todo aquello que no tuvo antes de que el primer Amadís, su esposo, la rescatara de un prostíbulo de las Antillas; porque pese a su fallecimiento final, la mujer suponía una resistencia extraordinaria a la muerte tras soportar con total normalidad los dos primeros ataques de Ulises. Incluso, su notable fuerza vital sobresaltó la agonía de las cuchilladas perpetradas por Ulises hasta casi vencer al joven quien quedó desparramado y vencido por el agotamiento del suceso. Como otra característica indispensable dentro del realismo mágico, está la idea de lo cíclico como aquello que sugiere al final un nuevo comienzo y que en este relato se presenta por duplicado. En primer lugar, la historia de la Eréndira presupone la misma experiencia vivida por la abuela quien fue prostituida en Las Antillas y rescatada por Amadís, el abuelo de Eréndira. Tal como en la historia más reciente dentro del relato, la niña fue prostituida por su abuela y rescatada por Ulises, repitiéndose así la realidad bajo la variación de algunos acontecimientos y con personajes que encarnan los descritos al principio cuando el narrador los presenta levemente. En segundo lugar, García Márquez termina la historia con una frase de final abierto que conserva la moción de que el destino de una mujer que escapa de su desgracia (como la abuela escapó de Las Antillas y Eréndira de su abuela), es el de convertirse en una futura desalmada. Un hecho que precede el surgimiento del realismo mágico, como corriente literaria latinoamericana, es la necesidad que tenían los pueblos de crear sus propias historias épicas, dotadas de héroes reales y epopeyas provenientes de la cotidianidad. Según esto, García Márquez, un experto en la construcción de ficciones basadas en la realidad, que hizo uso de la memoria que adquirió en su infancia, las vivencias de su pueblo y las anécdotas transmitidas por sus antepasados, especialmente de sus abuelos maternos; creó en la historia de la Cándida Eréndira un héroe al que además de su valentía, le sumó un nombre épico, como para que no hubieran dudas de que un pueblo recóndito del Caribe colombiano era capaz de generar héroes de un accionar extraordinario pero a su vez trágico, con un guiño impresionante al Ulises de Homero. Además, García Márquez reincorporó a este relato una frase que permaneció en su memoria desde que su abuelo, el coronel Nicolás Márquez, le dijo en repetidas ocasiones: “Tú no sabes lo que pesa un muerto”, refiriéndose al hecho de haber matado a Medardo Pacheco en un duelo, un copartidario político al que se vio obligado a matar por razones de honor y que se convirtió en un acontecimiento indispensable en el interés de García Márquez por la muerte. La premisa fue incorporada en muchos relatos del Nobel, pero aún más en la repetida acotación de esta historia cuando la abuela desalmada cargaba, de manera literal, a sus dos muertos (el hijo y el esposo, los Amadís). En pocas palabras, los autores de realismo mágico buscan lo mágico que está dentro de la realidad; en el caso de García Márquez, la magia fue tomada de su memoria en casi todas sus novelas y cuentos.
II. Análisis literario
El estilo narrativo garciamarquiano de este relato está conformado por un tipo de narrador homodiegético que se repite constantemente en sus obras. Es importante destacar la formación periodística de García Márquez y, por tanto, la notable influencia que tenía en su estilo. El escritor usufructuaba de la realidad, al igual que un periodista, y luego lo plasmaba en el papel haciendo uso de los elementos antes mencionados del realismo mágico. De hecho, en un fragmento sobre el desenlace del relato, cuando Eréndira y Ulises son capturados intentando escapar por primera vez, el narrador que parecía ser un narrador omnisciente, se convierte en un testigo directo (como lo fue Crónica de una muerte anunciada) en aquel párrafo que expresa: “Las conocí por esa época, que fue la de más grande esplendor, aunque no había de escrudiñar los pormenores de su vida sino muchos años después, cuando Rafael Escalona reveló en una canción el desenlace terrible del drama…” Así mismo, los géneros discursivos aparecen en el relato mediante el uso no excesivo, pero siempre importante de diálogos, mensajes de sueños, canciones, noticias que transitan de pueblo en pueblo y personajes que facilitan estos géneros discursivos primarios y secundarios de los que se compone la literatura. Por su parte, si analizamos el relato desde el modelo actancial propuesto por Greimas a través del sujeto de Eréndira, vemos que el objeto -al menos en la mayoría del relato y exceptuando el momento en que se entregó a la resignación y surge la nulidad de objetivo- es el deseo que ella tiene de ver morir a su abuela y conseguir la libertad. Dicho objeto sobrepasa incluso el amor que llegó a sentir por Ulises, al que abandona finalmente. En el caso del destinador para Eréndira no parece ser otro que el resentimiento que guarda por los actos barbáricos y desalmados de su abuela. A diferencia de una gran parte de relatos de la literatura universal, Eréndira no estaba movida por un estímulo exterior o interior positivo -como el amor o el heroísmo- que mantenía su línea actante; por el contrario, su motivación surgía de un odio desmedido por la abuela. Esta es la razón por la que el destinatario principal era ella misma, siendo que el único personaje que se benefició de la muerte de la abuela fue Eréndira, que quedó en libertad y con las manos limpias tras no haber sido la autora material del crimen. Está claro que el ayudante principal de Eréndira fue Ulises gracias a su disposición de asesinar a la abuela. En algunos fragmentos, estuvieron presentes otros ayudantes temporales, como el fotógrafo que ayudó a la pareja a escaparse la primera vez; y las monjas que protegieron a Eréndira en el convento por un tiempo. Por su parte, el oponente fue la abuela misma, quien durante toda su vida se interpuso entre Eréndira y su objeto, la libertad. Desde el sujeto de la abuela, el objeto era su deseo de riqueza a costas de los servicios de la nieta. El destinador probablemente era ese deseo reprimido de grandeza que adquirió luego de ser liberada del prostíbulo en Las Antillas. El destinatario era ella misma e, incluso, se podría decir que hasta la nieta, porque en su extraño imaginario siempre creyó estar haciéndole un bien al ofrecer su cuerpo y obligándola a estar a su lado. Los ayudantes fueron escasos porque en su mayoría utilizaba a las personas para conseguir sus objetivos y luego eran desechos por completo, como el marido que le consiguió a Eréndira para sacarla del convento. Finalmente, su oponente principal fue Ulises, el único que fue capaz de arrebatarle a su nieta cuando escaparon hacia la frontera y que terminó con su vida. En este universo cerrado construido por García Márquez queda expuesto a la perfección el concepto de realismo mágico, pero, además, estamos ante un relato de una riqueza literaria excepcional, llena de magia cotidiana y de figuras retoricas impresionantes, donde la palabra escrita -como en la buena literatura- es puesta en primer plano. Seguramente, el suceso lingüístico de este mundo ficticio tendrá continuidad en el tiempo y seguirá siendo un aporte analizable, más que eso, disfrutable.