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Reseña de “Pierre Menard, autor del Quijote” de Jorge Luis Borges

María Fernanda Cabrera Sosa

En relato nos encontramos con un narrador personaje hablando en primera persona, y con

una prosa de tipo ensayística. Nuestro narrador realiza una suerte de crítica literaria,

presentando una queja a la decisión de madame Henri Bachelier de no incluir a cierto autor

(Pierre Menard) en un catálogo. Sustenta la autoridad de sus palabras con los testimonios de

dos mujeres: la baronesa de Betacourt y la condesa de Bagnoregio; en esta parte nos explica

la procedencia e importancia de dichas mujeres.

Luego de esto, se da lugar en la narración a una lista (hecha por el narrador, al que

podremos denominar “nuestro crítico”) con una enumeración de la obra visible del autor

defendido: Pierre Menard. En dicha lista nos encontraremos con diferentes temas, así como

su tipo de presentación: un soneto, tres monografías, un artículo técnico, borradores de

monografía, un examen, una réplica, una traducción, un prefacio, una obra, un análisis, una

trasposición, una invectiva, una definición, un ciclo de sonetos y una lista manuscrita de

versos.

Entre los temas recurrentes en dicha lista, encontramos referencias al pensamiento de

Descartes, de Leibniz, y de John Wilkins; también hay alusiones al juego de ajedrez, a la

construcción del vocabulario poético y a las reglas métricas de la prosa francesa, entre otros.

Después de enumerar la obra visible, el narrador nos habla de la obra importante de Menard,

es decir, de la parte significativa, que fue escribir el capítulo noveno y trigésimo octavo, y un

fragmento del capítulo veintidós de la primera parte del Quijote.


Entramos en una suerte de tema que alude a la muerte del autor y Borges lo aborda

de una manera sumamente interesante. El narrador personaje comienza a explicar el aspecto

del anacronismo en las obras, (ejemplificando con Cristo y con Hamlet situados en lugares

modernos) presentando una postura en contra y refiriendo que Menard también lo rechaza.

En esta parte se nos explica que Menard no buscaba hacer un Quijote contemporáneo y que

esto calumniaba su memoria.

La supuesta idea de Menard era escribir y amoldarse a la manera de Miguel de

Cervantes, en un español del siglo XVII aplicado a la época actual; se refiere como imposible

pero nos transmite su método en una carta que le hace al narrador personaje. En dicha carta

se explican las razones de Menard: Conocer bien el español, recuperar la fe católica, guerrear

contra moros, ser Cervantes. Lo descartó todo por fácil.

Volvemos a entrar en las referencias a Poe, a Baudelaire, a Mallarmé, Valéry y

Edmond Teste, el narrador refiere que ciertas frases encontradas en obras de ellos son

imprescindibles, pero que el Quijote no lo es. Hay una enumeración de obras importantes de

Cervantes y una comparación entre lo escrito por él mismo en el Quijote y lo escrito por

Menard. Nos vamos dando cuenta de que lo escrito por Menard es exactamente lo mismo

que escribió Cervantes por una suerte de ejemplificación que hace el narrador: muestra un

pasaje del capítulo noveno de la primera parte del Quijote.

El autor muere y la obra sobrevive, la época tampoco importa. El contexto en el que

está situada la obra hace que la interpretación vaya cambiando de acuerdo a los lectores de

la misma, el autor deja de existir y deja de tener importancia para pasar al lugar de cualquiera.

El narrador defiende el estilo de Menard contra el de Cervantes (tachándolo de escribir con

desenfado y refiriendo contraste de estilos), sin embargo en el ejemplo observamos que el


pasaje dice lo mismo letra por letra. Dicho pasaje del Quijote nos refiere al conocimiento en

el tiempo, a la historia como madre de la verdad; esto nos será muy útil puesto que nos

explica de cierta manera la trascendencia de las obras. Pese al esfuerzo del narrador por

reconstruir la obra y las investigaciones de Menard respecto al Quijote, explica que el

esfuerzo es vano y que solo otro Menard podría continuar con dicho trabajo (puesto que se

encargó de que no le sobreviviera).

En la parte final, el narrador expresa que “glorificar y atesorar pensamientos antiguos y

ajenos es confesar la barbarie” de nuestro pensamiento, puesto que pensar, analizar e inventar

es propio de la inteligencia: las obras están en constante renovación porque el pensamiento

y el espíritu de la época siempre está cambiando.

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