Está en la página 1de 12

QUÉ ES EL PROCESO?...

la definición depende del gusto del lector1

Johan S. Camargo Acosta2

SUMARIO: I.- Introducción.- II.- ¿Cómo se define el Proceso?.- III.- Los sistemas procesales.- IV.-
El Centrismo Procesal, Sistema Mixto o Publicista.- V.- ¿Cuál es el riesgo de contar con un Sistema
Mixto?.- VI.- La probanza de las afirmaciones es una carga procesal.- VII.- Entonces… ¿Qué pasa
con los desprotegidos?, ¿acaso están condenados a ser siempre derrotados en juicio?

I.- Introducción

Lo natural en un proceso supone la presencia de dos partes que, en condición de


igualdad de armas y de posibilidades, acuden ante un tercero imparcial, impartial e
independiente a fin que éste dé solución a su conflicto; en tal sentido, si aquella que
reclama un derecho no cuenta con los medios necesarios para acreditar sus
alegaciones –por desidia o cualquier otra circunstancia- verá desestimada su
pretensión; ello, responde a que sólo a ella es a quien le corresponde acreditar todo
aquello que afirma y lo que corresponde le sea dado.

Al menos en teoría, quien va a un proceso a reclamar un derecho debe ir preparado


con las herramientas necesarias para obtener un resultado que no le sea adverso,
correspondiendo al juzgador la tarea de valorar todo aquello que ha sido aportado
por las partes; no así pretender éstas que toda omisión suya –grave o superficial-
sea subsanada por aquel a quién le es encomendada la tarea de poner fin a la
controversia.

Así, es preocupación para el procesalismo, quizá más de contenido filosófico que


técnico, la determinación de las condiciones de participación de las partes al
interior del proceso y el papel que debe cumplir en éste el tercero imparcial,
impartial e independiente llamado Juez, pues, no sorprende advertir que en
reiteradas ocasiones decisiones judiciales cuestionables conllevan una abierta
sensación de injusticia en los justiciables –regularmente el demandado- quien, sin
participar en el proceso en igualdad de condiciones con su contraparte, ha
resultado perdedor de una contienda. Y tal vez no porque a su contraparte se le
haya permitido realizar actos que a ella se le negaron sino, lo que es peor aún, por

1 La versión original de este texto ha sido previamente publicada en el libro colectivo:


CONSTITUCIONALISMO Y PROCESO – Tendencias Contemporáneas (Director: Roberto González Álvarez),
Editorial ARA, Agosto 2014.
2 Abogado por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de San Agustín, Maestría en Derecho
Procesal por la Universidad Nacional de Rosario – Argentina y Maestría en Derecho de Empresa por la
Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas – UPC, Egresado del Doctorado en Derecho y Ciencias
Políticas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Miembro y Actual Director Académico de la
Sociedad Peruana de Ciencias Jurídicas, Miembro Titular del Instituto Panamericano de Derecho
Procesal, Ex Profesor de la Facultad de Negocios de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas - UPC
y Árbitro. johan.camargo@hotmail.com Fan Page: Prof. Johan Camargo
una intromisión judicial disfrazada bajo del título de prueba de oficio o medida para
mejor resolver, que termina por inclinar la balanza de la justicia a favor de una de
las partes del proceso.

Esto ha generado que muchas veces se presenten discusiones en las aulas


universitarias entre alumnos, entre profesores, entre los unos con los otros sobre el
propósito del proceso, es decir, se intenta descubrir ¿para qué sirve?, incluso, he
oído discutir a notables juristas por el tema y lamentablemente no siempre se
ponen de acuerdo.

II.- ¿Cómo se define el Proceso?

Resaltamos la vital importancia que reviste este primer ítem, toda vez que será a
partir de la concepción filosófica que se tenga de esta institución –de manera
global-, que se interiorizará el conocimiento y se desempeñará la práctica procesal;
por ello nos permitimos resaltar algunos aspectos referidos a este concepto, que
estimamos pertinente aclarar a nuestros amigos lectores para lograr un mejor
entendimiento del tema abordado.

Partiremos precisando en palabras del maestro Adolfo ALVARADO VELLOSO que el


proceso es “el método de debate dialéctico y pacífico entre dos personas que actúan en pié
de perfecta igualdad ante un tercero que ostenta el carácter de autoridad.”3

Dentro de la noción básica que solemos tener de “El Proceso”, se tiene la idea de
un mecanismo o medio estructurado en diversas etapas previamente definidas,
mediante el cual dos contendores, en perfecta situación de igualdad, a los que les
asiste los mismos derechos y oportunidades de actuación en su interior, buscarán
resolver sus conflictos ante un tercero llamado Juez, quien deberá actuar con
absoluta imparcialidad, tanto durante la tramitación del proceso como al momento
de decidir lo que se le pone a conocimiento y ejecutar lo decidido.

El Proceso debe servir como un instrumento que permita a los particulares, ante la
imposibilidad de autojusticiarse –o recurrir a la justicia popular-, encontrar
solución a sus conflictos de una manera racional, con la intervención de un tercero
al que llamamos Juez, pero que se revista de tres características elementales que lo
convierten en tal: Impartialidad4, Imparcialidad e Independencia5; las mismas que
a su vez permiten concebir la idea de proceso, pues no cabe en nuestras mentes la
idea de un proceso sin Juez, de un proceso en el que únicamente existan las partes

3 ALVARADO VELLOSO, Adolfo. Introducción al Estudio del Derecho Procesal - Tomo I. Editorial Ed. Rubinzal-
Culzoni, Santa Fe, Argentina, 1989, p. 44.
4 No ser parte del proceso.
5 Decidir sin estar subordinado a la voluntad de alguna de las partes o a cualquier otra voluntad ajena.
y un tercero que también acuse o coadyude en la labor de probanza que finalmente
beneficiará únicamente a una de las partes.

Esta noción de proceso6 se difunde no sólo a partir de las líneas del suscrito, sino
de importantes profesores universitarios de Argentina, Brasil, Chile, Colombia,
España, Paraguay, Uruguay, Venezuela y naturalmente Perú.

Lo importante del proceso es que éste sea –como sostenemos- un instrumento en el


que el Juez actúe no sólo siendo impartial o independiente, sino también con
absoluta imparcialidad.

Sin embargo, pese a lo explicativo de la noción brindada, ésta resulta ser


insuficiente, toda vez que deja muchas interrogantes que deben ser respondidas
necesariamente para comprender el fenómeno llamado “proceso”, tales como
¿Cuál es la importancia de las etapas predefinidas y de su cumplimiento?, ¿Qué
significa ser imparcial?, entre otras.

La imparcialidad es concebida como la carencia de interés en la solución del


conflicto planteado ante el juzgador, pero no la falta de interés tradicional a la que
comúnmente hacen referencia algunos abogados no comprometidos –aún– con el
verdadero sentido del proceso y que más que como un instrumento pensado
filosóficamente para resolver conflictos, lo ven fríamente como un cargamontón de
plazos en el que se cocina un ceviche con azúcar, es decir una mezcla que apunta a
un sinsentido que puede manipularse como mejor parezca.

Para decir que el Juzgador es imparcial, no debe: existir en éste ningún interés de
figuración por la trascendencia de la causa que se le pone a conocimiento, sentir
pena por la trágica historia de quien acude al proceso, tener afinidad religiosa con
alguna de las partes, de pronto tener afinidad por la opción sexual de alguno de los
justiciables, responder a presiones mediáticas o de justicia popular, o cualquier
otra circunstancia, que sin llegar a entenderse como pérdida de independencia en
el Juzgador, pueda generar que éste consciente o inconscientemente termine
limitando las posibilidades de protagonismo en el proceso de alguna de las partes,
sea omitiendo el otorgar la posibilidad de contradicción a alguna de ellas,
convirtiéndose en protagonista de los interrogatorios, formulando preguntas
motivadas en su personal deseo de saber más sobre la cuestión controvertida, sin
que sean las partes quienes por iniciativa propia realicen tales aclaraciones o
actuando pruebas de oficio.7

6
Cfr. FARÍAS ALTUVE, Cora. El Procedimiento Breve Inquilinario en Revista Dogmática Procesal Sudamericana
Año II Nº 4, Editorial ADRUS, Arequipa: Octubre 2010. p. 199-200; GRISALES CARDONA, William. La Acción Una
Garantía Constitucional de Libertad en Revista Dogmática Procesal Sudamericana Año II Nº 4, Editorial ADRUS,
Arequipa: Octubre 2010. p. 185-190; PALAVECINO CÁCERES, Claudio. Sistemas Procesales e Ideología en Revista
Dogmática Procesal Sudamericana Año II Nº 4, Editorial ADRUS, Arequipa: Octubre 2010. p. 15-20.
7
Cfr. ALVARADO VELLOSO, Adolfo. El Garantismo Procesal, Editorial ADRUS, Arequipa: Septiembre 2010. p. 37.
Esa falta de interés debe ser identificada con la imagen de la justicia que todos
conocemos: aquella mujer con los ojos vendados, con los oídos cubiertos por la
misma venda que cubre los ojos, con una balanza pareja de ambos lados y una
espada, que no representa otra cosa que la función que debe cumplir todo Juez,
cual es sostener en sus manos la balanza de la Justicia y dejar que ésta –por acción
de las partes del proceso- se incline hacia la parte que revista de mayor peso sus
alegaciones en el proceso; entiéndase porque el derecho no sólo ha sido alegado,
sino probado; sin que las percepciones que el Juzgador tenga sobre las partes
afecten la inclinación de la balanza, toda vez que al tener los ojos vendados, el
Juzgador no podrá sentir afinidad por ninguna de las partes por cuanto no las
observará y consecuentemente no se verá afectada su imparcialidad, debido a que
la balanza de la Justicia se inclinará hacia un lado u otro a partir de criterios
eminentemente objetivos y no subjetivos. La venda que cubre los ojos, indica que la
justicia no entiende de rango, riquezas o intereses particulares.

A lo expuesto cabe adicionar que “el Derecho no es una idea lógica, sino una idea
de fuerza; he ahí por qué la justicia, que sostiene en una mano la balanza donde
pesa el Derecho, sostiene en la otra la espada que sirve para hacerle efectivo. La
espada, sin la balanza, es la fuerza bruta, y la balanza sin la espada, es el Derecho
en su impotencia; se completan recíprocamente; y el Derecho no reina
verdaderamente, más que en el caso en que la fuerza desplegada por la justicia
para sostener la espada, iguale a la habilidad que emplea en manejar la balanza... " 8

Esto da lugar a que el Juzgador pueda garantizar la igualdad de las partes en el


proceso, que no es otra cosa que la paridad de oportunidades y de audiencia 9 en el
proceso, puesto que no se puede hablar de igualdad si el Juez no actúa siendo
imparcial; de modo tal que de lo que el Derecho ha regulado y lo que el Juzgador
aplica, no debe resultar una situación de ventaja para una de las partes frente a la
otra; es decir, la oportunidad que se le brinda a una de las partes, le debe ser
brindada a la otra. A esto, en el interior del proceso lo llamamos bilateralidad.

III.- Los sistemas procesales

Para explicar los niveles de intervencionismo del Juzgador en un proceso, la


doctrina ha desarrollado a lo largo de la historia de éste, dos sistemas procesales;
así, desde la antigüedad primaban las nociones de disposición e inquisición, hoy, la
primera se ve reflejada en el denominado GARANTISMO PROCESAL, en tanto
que la segunda, en el denominado activismo procesal. Ambas explican las formas de
pensamiento referidas a la forma de concepción de este fenómeno social llamado

8
VON IHERING, Rudolf. Estudios Jurídicos -la lucha por el Derecho. del interés en los contratos. la posesión- Traducción
del alemán por Adolfo González Posada, Editorial HELIASTA S.R.L., Buenos Aires: 1974. p. 10.
9
Cfr. ALVARADO VELLOSO, Adolfo. El Garantismo Procesal, Editorial ADRUS, Arequipa: Septiembre 2010. p. 43.
“proceso”, privilegiando el GARANTÍSMO al MÉTODO en tanto que el
ACTIVISMO lo hace con la META.

El primero de ellos es el denominado sistema dispositivo, garantista, acusatorio o


privatístico, según el cual el proceso es entendido como “el medio a través del cual el
Estado concede a los particulares la oportunidad de resolver su conflicto de intereses. Por
esta razón, como el Estado está a disposición de los particulares, el proceso, que es el
vehículo del servicio, está bajo el control de quienes lo reciben, es decir, de los particulares.
Se trata, pues, de una concepción que sólo toma en cuéntale interés particular de los
justiciables: la solución de su conflicto de intereses, de allí que los principios que los
desarrollan sólo tienen en cuenta el interés de las partes, es del caso del principio
dispositivo, el principio de congruencia, el principio de impugnación privada, etc.”10. Este
sistema postula que “un proceso se enrola en el sistema dispositivo cuando las partes son
dueñas absolutas del impulso procesal (…), y son las que fijan los términos exactos del
litigio a resolver, las que aportan el material necesario para confirmar las afirmaciones, las
que pueden ponerle fin en la oportunidad y por los medios que deseen”11

Un rasgo que por sobre todo distingue a este sistema es la participación y niveles
de intervención del juzgador en el proceso, toda vez que éste, “carece de todo poder
impulsorio, debe aceptar como ciertos los hechos admitidos por las partes así como
conformarse con los medios de confirmación que ellas aportan y debe resolver ajustándose
estrictamente a lo que es materia de controversia en función de lo que fue afirmado y negado
en las etapas respectivas”12

El segundo de ellos es el denominado sistema inquisitivo, según el cual el proceso


es entendido como un medio para obtener la verdad absoluta a costo de sacrificar
cualquier garantía procesal en aras de conseguir el objetivo de la verdad absoluta;
mediante este sistema se le otorga facultades plenas al juzgador, de modo tal que
éste, a diferencia del sistema dispositivo, cuenta con facultades para promover la
instancia, dar impulso al proceso y autogenerarse los medios probatorios
necesarios para la obtención la verdad material, aun cuando ello suponga emplear
medios irracionales para su obtención.

IV.- El Centrismo Procesal, Sistema Mixto o Publicista

En un punto intermedio, se encuentra el denominado sistema publicístico, también


llamado centrismo procesal o sistema mixto, el cual postula que “el proceso civil no
sólo es un instrumento para resolver los conflictos intersubjetivos de intereses, sino que

10 BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. “El Derecho Fundamental a Probar y su Contenido Esencial”. En: Ius et Veritas.
Lima, Junio: 1997. pp. 173.
11 ALVARADO VELLOSO, Adolfo. Introducción al Estudio del Derecho Procesal - Tomo I. Editorial Ed. Rubinzal-

Culzoni, Santa Fe, Argentina, 1989, p. 44.


12 ALVARADO VELLOSO, Adolfo. Introducción al Estudio del Derecho Procesal - Tomo I. Editorial Rubinzal-Culzoni,

Santa Fe, Argentina, 1989, p. 44.


tiene por finalidad abstracta lograr la paz social en justicia. (…) Ya no se trata entonces de
una concepción que sólo tome en cuenta el interés de los particulares, sino,
fundamentalmente, el interés público, lograr la paz social en justicia. (…) sus principios
rectores son el inquisitivo, el de dirección judicial del proceso, impulso de oficio,
inmediación, concentración, celeridad, economía procesal, vinculación y elasticidad,
socialización, adquisición, entre otros.”13

Este sistema, proclama la convivencia simultánea del sistema dispositivo con el


inquisitivo14, en tanto se reservan todas las facultades de instar, impulsar y
delimitar la actividad probatoria a las partes, con la salvedad de permitir al
juzgador disponer la actuación de medios probatorios de oficio cuando los
ofrecidos por las partes resulten insuficientes para lograr convicción en el juzgador
respecto de los hechos alegados o afirmados por las partes.

Sin embargo, sostiene el maestro Adolfo ALVARADO que disposición e inquisición


son sistemas incompatibles, toda vez que “la norma que le confiere al juez la facultad
de acreditar por sí mismo un hecho litigioso ¿no tiene la virtualidad de tirar por la borda
toda la regulación dispositiva referente a carga, plazos, negligencia, caducidad, etcétera, en
materia de confirmación?”15

Al ser este el propósito del sistema publicista, no deja de ser en puridad un sistema
inquisitivo; al respecto conviene citar lo expresado por Reynaldo BUSTAMANTE
cuando al referirse al sistema publicista refiere que “Cosa distinta es que el juez o
juzgador, en uso de sus facultades inquisitivas, ordene de oficio la incorporación de esos
medios probatorios al proceso y se proceda a su actuación. Pero aquí la incorporación y
práctica de estos medios probatorios no deriva del ejercicio de derecho alguno de las partes,
u otros sujetos procesales, sino de la facultad inquisitiva del juez, que más que facultad es
una facultad-deber”16

Para intentar graficar este sistema procesal, imaginemos un duelo en el cual los
contendores desenvainan sus espadas con el propósito de vencer al oponente de
turno con la mayor ferocidad posible; en un momento determinado del duelo se
evidencia igualdad de condiciones de ambos contendores para afrontarlo, y como
consecuencia de un forcejeo, ambos hacen caer sus espadas al suelo y lo
suficientemente lejos como para que resulte inviable la posibilidad de que vuelvan
a cogerlas en sus manos. En ese preciso momento, el juez del duelo -que también
cuenta con una espada- desenvaina la suya y la lanza al terreno de duelo; no
13 BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. “El Derecho Fundamental a Probar y su Contenido Esencial”. En: Ius et Veritas.
Lima, Junio: 1997. pp. 173.
14 Es importante anotar que la distinción evacuada respecto de los sistema procesales es enfocada desde el

punto de vista del Derecho Procesal Civil.


15 ALVARADO VELLOSO, Adolfo. Introducción al Estudio del Derecho Procesal - Tomo I. Editorial Ed. Rubinzal-

Culzoni, Santa Fe, Argentina, 1989, pp. 68-69.


16 BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. “El Derecho Fundamental a Probar y su Contenido Esencial”. En: Ius et Veritas.

Lima, Junio: 1997. pp. 173.


resulta difícil concluir que ésta será alcanzada por alguno de los contendores, o
peor aún asumamos que el Juez del duelo motivado por su piedad, se compadece
de uno de los contendores por ser más pobre –o por cualquier otra circunstancia– y
le hace entrega directamente de su espada.

El nuevo escenario que se presenta es el de un duelista armado frente a otro


absolutamente desprotegido, que no tendrá ya más remedio que ver pasar el
tiempo hasta el momento en el que lo alcance la muerte luego de recibir un certero
y más aún, letal puntazo que le atraviese el corazón; entonces, si el juez del duelo
iba a tener tal actuación ¿qué propósito tenía llevar a cabo la contienda?, ¿no era
mejor asesinar al contendiente perdedor sin necesidad de duelo alguno? Al fin y al
cabo, el resultado sería el mismo y se hubiera ahorrado todo el protocolo
innecesariamente ejecutado. Este relato suele reproducirse en la contienda procesal
actual, cuando las partes despojadas en algunos casos ilegítimamente de los
medios para acreditar su derecho a recibir lo reclamado y en otros, simplemente
carentes de éstos, ven la solución a este problema en la piedad del Juzgador, quien
suple esta desigualdad “material y no procesal”17 con una inesperada intromisión
judicial ocasionalmente denominada prueba de oficio o medida para mejor resolver, que
arroja como resultado el nuevo escenario de aquellos que se retaron a duelo, por lo
que a la parte no favorecida con la brillante idea del hombre de la justicia no le
quedará más que aguardar a recibir la estocada final que termine por revelar su
derrota en el proceso.

Entonces si ésta es la lógica que encontraremos en un proceso ¿qué propósito tiene


llevar a cabo un proceso judicial?, ¿no sería mejor condenar desde un inicio a la
parte vencida sin necesidad de proceso alguno?. Si éste es el “proceso” que
queremos, que se guíe por una intención Maquiavélica de que “el fin justifique los
medios”, carece de sentido darle toda una estructura que entre comillas pretenda que
se hable de la noción de debido proceso o de respeto al derecho de defensa o de
audiencia bilateral, toda vez que si algo primará en éste, será la impredecibilidad
de su resultado final y su clara inutilidad como medio de heterocomposición
pacífica, pues lo importante no será poner sobre la mesa nuestros argumentos y
medios para acreditarlos, sino lo que -a fin de cuentas- determine unilateralmente
el juzgador, quien asume así e indebidamente un trascendental protagonismo en el
desarrollo del proceso.

Con estas premisas, si nos preguntamos nuevamente: ¿para qué sirve el proceso?,
surge a modo de respuesta una segunda interrogante: ¿para buscar la verdad

17
Recuérdese que no contar con los medios para acreditar el derecho a recibir lo reclamado no es un problema
de igualdad procesal sino de igualdad material que no tiene su origen en la tramitación del proceso, sino en la
indebida preparación de la parte que acude al proceso, sea por carecer de medios económicos para prepararse
de cara al proceso, por descuido, negligencia, por contratar a un abogado poco preparado o irresponsable, o
por cualquier otra razón ajena al desarrollo mismo del proceso.
material a cualquier costo, aun desviando las reglas del proceso con la consecuente
pérdida de imparcialidad del Juzgador porque éste asume una posición
investigadora, actuando pruebas de oficio, realizando interrogatorios a partir de
sus dudas, entre otras actitudes?.

V.- ¿Cuál es el riesgo de contar con un Sistema Mixto?

A pesar de todo lo dicho hasta ahora, lo importante no es definir que sistemas


procesales existen en doctrina, ni que sistema es el adoptado por nuestro Código
Procesal Civil, pues en apariencia al revisar su Título Preliminar pareciera que la
intención es orientarse hacia un sistema dispositivo, pues un lado ha reservado la
participación en el proceso (iniciativa, impulso y facultades probatorias) a las
partes al regular en el artículo IV del Título Preliminar del Código Procesal Civil el
principio de iniciativa de parte18; sin embargo, al efectuar la revisión del artículo
194, se evidencia un rasgo característico del sistema inquisitivo; lo importante es
verificar si el hecho de otorgar facultades probatorias al juzgador supone o no de
algún modo una violación a algún derecho de los justiciables.

Nótese que el Juez actúa pruebas de oficio únicamente cuando no se siente


plenamente convencido de algo, ello supone que se encuentre en un estado de
duda, pues de tener certeza sobre la ocurrencia de un determinado hecho no
actuaría prueba de oficio alguna.

La duda puede surgir sea porque no se siente convencido de la fundabilidad de la


pretensión, o bien porque no se siente convencido de la fundabilidad de la
resistencia.

En materia procesal civil, ante la duda que aqueja al juzgador, éste tiene dos
posibilidades, la primera, no actuar ningún medio probatorio de oficio, permanecer
con la duda y desestimar la pretensión o la resistencia 19, según el origen de la
duda20; la segunda, disponer la actuación de la prueba de oficio; en este último
supuesto podría obtener los siguientes tres resultados: el primero, que la prueba de
oficio no saque de la duda al juzgador y consecuentemente proceder a desestimar

18 Artículo IV.- Principios de Iniciativa de Parte y de Conducta Procesal.-


El proceso se promueve sólo a iniciativa de parte, la que invocará interés y legitimidad para obrar. No
requieren invocarlos el Ministerio Público, el procurador oficioso ni quien defiende intereses difusos.
Las partes, sus representantes, sus Abogados y, en general, todos los partícipes en el proceso, adecúan su
conducta a los deberes de veracidad, probidad, lealtad y buena fe.
El Juez tiene el deber de impedir y sancionar cualquier conducta ilícita o dilatoria.
19 El estado de duda debe entenderse como aquel que recae sobre el juzgador respecto de la fundabilidad de la

pretensión o de la fundabilidad de la resistencia o defensa.


20 Para explicarnos mejor, si la duda en el juzgador surge por la falta de convicción sobre la fundabilidad de la

pretensión, al no actuar la prueba de oficio, el juzgador desestimará la pretensión; mientras que si esta duda
surge por la falta de convicción sobre la fundabilidad de la resistencia, al no actuar la prueba de oficio, el
juzgador desestimará la resistencia.
la pretensión o la resistencia21, el segundo, convencerse de la infundabilidad de la
pretensión o la resistencia y consecuentemente proceder a desestimar la pretensión
o la resistencia según corresponda y, el tercero, convencerse de la fundabilidad de
la pretensión o la resistencia, procediendo a amparar la que corresponda.

En cualquiera de los casos, sea cual fuere la decisión del juzgador y eventualmente
el resultado a obtener, su intervención ha de favorecer sin duda alguna a una de
las partes del proceso, lo que supone que éste pierda notoriamente su
imparcialidad.

Al efecto, Teófilo IDROGO señala que “El Juez como director del proceso no sólo tratará
de conducir los actos de procedimiento sino también está facultado para permitir que las
partes tengan iguales oportunidades para ofrecer, admitir y actuar los diferentes medios
probatorios, así como que tengan los mismos derechos para proponer tachas y oposiciones
en la forma más adecuada y oportuna que les permita expedir una resolución final, la más
justa posible, sino que está facultado para impedir la desigualdad de las partes que se
encuentran en una contienda judicial“22. Esto únicamente se logrará en la medida en
la que el juzgador conserve su imparcialidad, es decir, sin favorecer a ninguna de
las partes; por lo que, siendo la actuación de medios probatorios de oficio
conducentes a favorecer a una de las partes, el juzgador en aras de conservar su
imparcialidad, debe abstenerse de toda práctica destinada a la actuación de medios
probatorios de oficio.

VI.- La probanza de las afirmaciones es una carga procesal

Una carga procesal23 es entendida como “un imperativo en propio interés. El que no
cumple un acto que le conviene a su propio interés en el proceso, sufre las consecuencias de
ese incumplimiento, pierde la condición ventajosa que hubiera obtenido de cumplir ese acto.
Nadie obliga a la parte a cumplir ese acto, pero ella sabe que le conviene hacerlo y si no lo
hace puede verse perjudicada”24; una carga no es sino un derecho subjetivo que
permite a la parte hacer o no algo, pero con la particularidad de que si decide no
hacer ese algo, perderá la ocasión de realizarlo posteriormente, asumiendo los
perjuicios que para sí mismo conlleva su no hacer.

Vista la idea de carga procesal, podemos afirmar que la carga de la prueba no


supone que la parte sobre la cual recae, sea quien necesariamente deba ofrecer el
medio probatorio, sino que es a ella a quien le interesa hacerlo.

21 Véase explicación contenida en el pié de página anterior.


22 IDROGO DELGADO, Teófilo. Principios Fundamentales de la Prueba Judicial, en libro colectivo: Temas de Derecho
Procesal Peruano, Director: Johan S. Camargo Acosta. Editorial ADRUS, Arequipa: Julio 2007. pp. 45-46.
23 Se distingue de los deberes procesales que constituyen imposiciones de conducta a los sujetos, a las partes,

en miras del interés de la comunidad. ej. Lealtad. Y de las obligaciones procesales que supone el sometimiento
del individuo para cumplir una obligación en beneficio de otro, tales como la condena de costos.
24 LIÑAN ARANA, Luis Alberto. “Apuntes sobre la Prueba en el Proceso Civil”. En: Advocatus Nº 4. Lima, p. 250.
Nada obsta que el medio probatorio pueda ser ofrecido por la contraparte en
beneficio del primero; el problema surge por el hecho de que si nadie ofrece el
medio probatorio, las consecuencias de esa omisión, las sufre la parte sobre la cual
recae la carga de la prueba.

La carga de la prueba busca determinar a quién le interesa probar y no quien debe


probar.

Si la parte interesada en el ofrecimiento de un medio probatorio determinado


omite ofrecerlo en el momento oportuno, será de aplicación el principio de
preclusión que “se presenta prima facie como situación provocada por la falta de oportuno
desarrollo de una actividad, sin la cual la parte no puede conseguir un cierto resultado
(como la introducción en el proceso de elementos fácticos, su cuestionamiento cuando se
requiera y la prueba de los hechos)”25 y no podrá realizarlo una vez concluida la etapa
o el plazo fijado para ello, surtiendo efectos al momento de sentenciar la
denominada carga de la prueba.

Es por esta razón que en ocasiones no necesariamente gana un proceso quien tenga
efectivamente el derecho o interés jurídicamente tutelado, sino quien no lo tiene
pero no por una administración de justicia injusta, sino porque la parte sobre la
que pesaba una carga procesal no ejercitó el acto correspondiente (p.e. no haber
ofrecido los medios probatorios que sustenten sus alegaciones) en la oportunidad
que tenía para ello y es en virtud del principio de preclusión que ya no lo podrá
realizar en otra etapa del proceso; esto definitivamente puede sonar muy injusto
para quien tiene el derecho, pero su irresponsabilidad, descuido, negligencia o
mala intención no puede ser tolerada por un proceso que se postula a ser un
proceso moderno y eficiente y precisamente la eficiencia no necesariamente se
materializa dándole la razón a quien tiene el derecho a costo de tolerar sus
inconductas, sean estas inconscientes o malintencionadas, pues ello daría lugar a
que el proceso sea un proceso en el que prime la sorpresividad, la cual sin lugar a
dudas debe ser y está proscrita de nuestro ordenamiento jurídico procesal.

La solución correcta ante la insuficiencia probatoria en materia procesal civil,


estimamos que sería la propuesta por Reynaldo BUSTAMANTE quien sostiene que
“si alguna de las partes no ha ofrecido medio probatorio alguno para acreditar un
determinado hecho (…) determinante para el éxito de su pretensión o defensa, el juez debe
aplicar el instituto de la carga de la prueba declarando infundada la demanda o defensa
según corresponda”26; ello creemos permitirá cumplir con el propósito de nuestro

25 GRASSO. “Interpretazione della preclusione e nuevo processo civile in primo grado”. En: Rivista di diritto processuale.
1993. p. 639.
26 BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. “El Derecho Fundamental a Probar y su Contenido Esencial”. En: Ius et Veritas.

Lima, Junio: 1997. pp. 174.


ordenamiento cual es administrar justicia que como venimos sosteniendo éste “ha
previsto –sin decirlo expresamente- que hacer justicia, para ser más precisos, es darle a cada
uno lo que se merece”27.

Como preludio a la breve explicación dispersada en estas líneas reiteramos, que


ésta ha sido enfocada desde el punto de vista del proceso civil, toda vez que “La
investigación de los hechos por parte del juez en los procesos modernos (…) debe responder
a la naturaleza particular de cada tipo de proceso”28

VII.- Entonces… ¿Qué pasa con los desprotegidos?, ¿acaso están condenados a
ser siempre derrotados en juicio?

Decir que insoslayablemente el Juez debe cumplir un rol absolutamente imparcial


en el proceso no debe ser entendido de ninguna manera como un afanoso intento
de colocar en un estado de indefensión a los actores débiles del proceso para que
aquellos que estén en mejores condiciones: económicas, sociales, políticas,
culturales o de cualquier otra índole, para afrontar un proceso conviertan a éste en
una jungla africana con propósitos carniceros en el que el más fuerte termine por
devorar al más débil.

Sin duda, la posición del más débil preocupa sobremanera, por ello, en
contrapartida queda para el Estado una importante tarea conducente a lograr el
emparejamiento material de las partes para mejorar sus condiciones de cara a la
participación en el proceso mediante instituciones creadas para tal fin, tales como
Defensorías Ad-Hoc, como ocurre con las defensorías públicas o las defensorías de
oficio del Ministerio de Trabajo para el caso de procesos laborales, o de
asesoramiento técnico especializado a los abogados de las partes, etc.29; pero de
ninguna manera debe corresponder esta labor de emparejamiento material al
Juzgador, pues ello implicaría la desnaturalización del proceso.

Señala el destacado maestro procesalista argentino Adolfo ALVARADO VELLOSO30


que “algunos jueces que, aceptado estos parámetros lógico-interpretativos y
académicos, afirman no compartirlos en el campo de la Justicia, pues ese criterio

Así en los procesos constitucionales, contencioso-administrativos y laborales, si bien guardan mucho del
proceso civil, tienen objetivos abiertamente distintos, por lo que creemos que al tratarse de procesos tuitivos,
resulta absolutamente viable la actuación de medios probatorios de oficio en la medida en que favorezcan al
titular del derecho constitucional afectado, al administrado o al trabajador. Esto es sin duda materia o otra
larga explicación cuya posibilidad escapa a estas líneas.
27 VID. CAMARGO ACOSTA, Johan S. El Concepto de Justicia a partir del Derecho a la Tutela Jurisdiccional y el Derecho

al Juez Natural, en Temas de Derecho Procesal Peruano, Director: Johan S. Camargo Acosta. Editorial ADRUS,
Arequipa: Julio 2007. p. 111.
28 BUSTAMANTE ALARCÓN, Reynaldo. “El Derecho Fundamental a Probar y su Contenido Esencial”. En: Ius et Veritas.

Lima, Junio: 1997. pp. 173.


29
Cfr. ALVARADO VELLOSO, Adolfo. El Garantismo Procesal, Editorial ADRUS, Arequipa: Septiembre 2010. p. 39.
30
ALVARADO VELLOSO, Adolfo. El Garantismo Procesal, Editorial ADRUS, Arequipa: Septiembre 2010. p. 40.
aséptico de imparcialidad (…) no sirve para prevenir la desigualdad de la parte
más débil que no pudo contratar al abogado de renombre que asiste a su contrario
y, por eso, deben ayudar para que el joven y poco preparado letrado efectúe una
defensa correcta y, llegado el caso, suplirlo (con lo cual la ayuda ya no es para la
parte débil sino para el abogado ignorante). (…) Para empezar, de nada vale ser
bien abogado para estos jueces justicieros que, en lo que creen su augusta misión,
igualan hacia abajo. Por esto mismo es que el joven abogado no se prepara
adecuadamente: no sólo no le sirve –pues así es como logra la ayuda del juez- sino
que, tragicómicamente, el estudio conspira contra sus propios intereses: cuando
sea un letrado reconocido y capaz de abogar como Dios manda, el juez tomará
partido seguro por el adversario joven e inexperto, ignorante y chapucero…”

Por ello hemos se sostiene que “quien va a un proceso a reclamar un derecho debe
ir preparado con las herramientas necesarias para obtener un resultado que no le
sea adverso, correspondiendo al juzgador la tarea de valorar todo aquello que ha
sido aportado por las partes; no así pretender éstas que toda omisión suya –grave o
superficial- sea subsanada por aquel a quién le es encomendada la tarea de poner
fin a la controversia”31.

31
CAMARGO ACOSTA, Johan S. Presentación a “El Garantismo Procesal” de Adolfo Alvarado Velloso. Editorial
ADRUS, Arequipa: Septiembre 2010. p. 9.

También podría gustarte