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Índice
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1Fundamento
2Procedencia
3Efectos
4Recepción
5República Argentina
6Referencias
7Enlaces externos
Fundamento[editar]
--La institución tiene su fundamento en la buena fe contractual, pues no se puede forzar al
deudor a cumplir su obligación cuando han cambiado sustancialmente las condiciones en que
el contrato se originó (por aplicación del principio "Rebus sic stantibus"), condiciones que de
existir al tiempo de celebración, no hubieran permitido el contrato o, en caso contrario, en
condiciones radicalmente diferentes.
La imprevisión se basa en el hecho que las obligaciones establecidas en un contrato se
entienden contraídas en virtud de ciertas condiciones prevalecientes al momento de su
celebración (rebus sic stantibus). Precisamente, por distintas circunstancias imprevisibles para
las partes al momento de perfeccionarse el contrato, la equivalencia de las prestaciones
originales puede perderse, dejando a una de las partes en una grave desventaja frente a la
otra. Su prestación se ha hecho de tal modo gravosa frente a la prestación de la otra parte
que, con fundamento en la equidad, el juez puede determinar la extinción o modificación de su
prestación.
También se ha fundamentado en el mantenimiento del necesario equilibrio entre las
prestaciones a cargo de los contratantes, que se encuentra en la base de la concepción
sinalagmática del contrato moderno.
Procedencia[editar]
Sólo es posible invocar la imprevisión en los contratos conmutativos y de tracto sucesivo o de
ejecución diferida en el tiempo.1 2 Así por ejemplo, en el arrendamiento de cosas, de obras o
servicios; en el mutuo de dinero; etc.
En el sistema jurídico argentino, se requiere, además, el carácter oneroso del contrato y que el
deudor de la prestación afectada no haya actuado con culpa ni esté en estado de mora.1
En cambio, no procederá en los contratos aleatorios si la excesiva onerosidad de la prestación
que intenta impugnarse, proviene del riesgo propio del contraro (Vg. Contrato de seguro).
Tampoco es aplicable, en los contratos de ejecución continuada o de tracto sucesivo, respecto
de los efectos ya cumplidos.1
Efectos[editar]
En términos generales, el instituto comentado faculta al deudor perjudicado para solicitar la
extinción del vínculo contractual y, por ende, de las obligaciones nacidas a consecuencia del
mismo. Sin embargo, en determinados casos, dicha extinción no alcanza a los efectos ya
cumplidos del contrato.
Alternativamente, el deudor puede solicitar una modificación equitativa de las obligaciones
emergentes del contrato afectado. La existencia o no de tal opción a favor del deudor depende
de los sistemas jurídicos concretos.
Recepción[editar]
La recepción de dicha teoría en los Códigos legales de tradición continental es variada,
aunque en aumento. Entre los sistemas jurídicos que han legislado al respecto, se encuentran,
entre otros:
Código Civil del Estado de Aguascalientes, 1733, que casi desde su versión originaria se
encuentra en esos términos.
Código Civil del Estado de Chihuahua Última Reforma POE 2007.11.10/No. 90
Código Civil del Estado de México, artículo 7.35.
Código Civil de la República Argentina, art. 1198, 2ª parte (Decreto-Ley 17.711, de 1968).
Código Civil Boliviano, Art. 581 - 583 (Decreto ley 12760 1976)
Código Civil Italiano, art. 1467
Código Civil Portugués, art. 437
Código Civil de Perú, art. 1440 y s.
Código Civil de Brasil, art. 478 y ss.
Código Civil de Guatemala , art. 1330
Código del Comercio de Colombia, art. 868
En cambio, otros países de tradición continental, como España, Francia o Chile, no han
legislado al respecto. En el caso español, la teoría de la imprevisión ha obtenido cierto
reconocimiento jurisprudencial; en tanto que en Francia (paradójicamente, la cuna de la misma
en su versión moderna) la jurisprudencia civil la rechaza, al igual que en Chile.
República Argentina[editar]
En la Argentina, la teoría de la imprevisión está receptada por el artículo 1198 del Código Civil:
Art. 1.198. Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe y de acuerdo con lo
que verosímilmente las partes entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y previsión.
En los contratos bilaterales conmutativos y en los unilaterales onerosos y conmutativos de ejecución
diferida o continuada, si la prestación a cargo de una de las partes se tornara excesivamente onerosa,
por acontecimientos extraordinarios e imprevisibles, la parte perjudicada podrá demandar la resolución
del contrato. El mismo principio se aplicará a los contratos aleatorios cuando la excesiva onerosidad se
produzca por causas extrañas al riesgo propio del contrato.
En los contratos de ejecución continuada la resolución no alcanzará a los efectos ya cumplidos.
No procederá la resolución, si el perjudicado hubiese obrado con culpa o estuviese en mora.
La otra parte podrá impedir la resolución ofreciendo mejorar equitativamente los efectos del contrato.
Cuando el deudor se encuentra en mora desde antes que ocurra el suceso que torna
oneroso el cumplimiento del contrato.
Cuando las partes hayan renunciado expresa y anticipadamente a la Teoría de
Imprevisión.