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EL ROL DE LAS MUJERES EN LA PATAGONIA INDÍGENA

Revista: TODO ES HISTORIA Nº 477

MARÍA, LA CACICA DE LOS TEHUELCHES

Por LILIANA EVA M. VIDELA

La necesidad de contar lo extraño, dio lugar a una serie de crónicas del mundo
americano, vistas desde la óptica europea. Sin embargo, el conocimiento de estos
textos sobre ciertos pueblos indígenas del cono sur americano, ilustran el modo de vida
y la existencia de mujeres en roles de jefatura, al momento de tomar contacto con los
europeos, hacia fines del siglo XV.

El gran jefe tehuelche arribó... una mujer que, acompañada por más de mil indios, lo invitó a
negociar y conocer los derechos que su pueblo tenía sobre ese territorio.

Fitz Roy: 113


A pesar de la notoria distancia y juicios de valor subyacentes, las crónicas de los
viajeros del siglo XVI al XIX aportan datos sobre las sociedades patagónicas, donde se
puede observar jefaturas de caciques, fundadas en la redistribución de bienes
económicos y en la concentración del poder político. En consecuencia, el cacicazgo es
un cargo en el que se ejerce, al menos, un mínimo poder; creando lealtades por fuera
de un aparato formal de represión. Más allá del andamiaje teórico, se plantea, no solo la
presencia de la jefatura entre los Tehuelches sino el ejercicio que hizo de la misma, una
mujer. Por osadas que puedan resultar algunas conjeturas ¿quién querría detener al
audaz?, existían en la Patagonia jefaturas femeninas, donde el poder estructural del jefe
y la legitimación del rol de cacique trascendían el papel de género y se basaban en la
herencia primogénita así como en las virtudes y cualidades demostradas para ejercer
dicho cargo.

Reflexionar sobre la estructura social, analizar lo que ocurre desde un recorrido


histórico y revisar que sucede con las representaciones que están en juego en este
vínculo, indio-blanco, implica una relación compleja que puede ser abordada desde
diferentes miradas y perspectivas de análisis. Elijo una de las tantas posibles,
reconociendo que no es la única y que puede integrarse a otras. En la creencia de que
es necesario comenzar a abrir preguntas que nos ayuden a comprender que pasó y que
esta pasando en estas sociedades, para generar pensamiento y producir experiencias
que permitan responder antiguos interrogantes.

La presencia de cacicas

La noción de jefatura es y ha sido centro de un debate frecuente dentro de las ciencias


sociales. El origen y las características de las mismas es un tema que ha producido una
gran polémica. Las sociedades indígenas de la Patagonia meridional conformaban
jefaturas en las que se manifestaban algunos rasgos tribales durante los siglos
cercanos a la llegada de los españoles. El relativo aislamiento en el que se mantuvieron
por varios siglos los pobladores indígenas de la zona sur patagónica permite hablar de
cierta independencia política hasta principios del siglo XX, lo que implicó de alguna
manera mantener su forma política cacical. Nombres como Service, Sanders, Marino;
Sahlins, Rostworowski, Carneiro, Johnson y Earle son ejemplos de una empeñosa labor
de investigación en procura de explicar “el ejercicio del poder”1.

Mis observaciones se basan en las definiciones elaboradas por Johnson y Earle primero
y por Earle posteriormente. No ahondaremos aquí en las diversas teorías, las que
mayoritariamente admiten que la principal característica de una jefaturas es el hecho de
poseer una organización socio-política que produce y administra excedentes y bienes
de alto valor cultural, con una distribución diferencial de sus asentamientos
residenciales, control del intercambio de bienes a nivel regional, y símbolos y rituales
que refuerzan la diferenciación social y el poder político de los líderes.

En este juego de desentrañar los misterios del pasado, es necesario definir el “cristal
desde donde miramos lo que afirmamos”. En principio considero que más que posible,
es probable que esta tendencia a excluir del poder político a la mujer, tiene sus raíces
en la concepción errónea en donde el ideal de control y de dominio se relaciona
exclusivamente con una historiografía teórica que considera todo estudio sobre la mujer
como estudio de género2. No se trata aquí simplemente de reivindicar el rol femenino en
la historia, si no que intentamos dilucidar las relaciones que existieron en las
sociedades indígenas y las visiones teóricas que en torno a ellas se produjeron.
¿Cuáles eran entonces las formas y condiciones de vida de esa población indígena
que, hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX ocupaba una extensa porción de las
costas patagónicas meridionales y el Estrecho de Magallanes, además de las tierras
vecinas de la Patagonia septentrional? El primer aspecto a considerar tiene que ver con
las condiciones materiales de vida de esa población, es decir, qué recursos tenían,
cómo los obtenían, qué percepción del paisaje y qué idea de territorio tenían. Durante
mucho tiempo, los estudiosos del tema, consideraron a los indígenas como bandas de
nómades que vagaban sin rumbo fijo viviendo de lo que adquirían de la caza y la
recolección. Sin embargo un análisis mas profundo de la organización y funcionamiento
de la economía indígena revela su complejidad y nos obliga a abandonar muchas ideas
arcaicas. Uno de los primeros investigadores en esta línea de pensamiento, hace
apenas un cuarto de siglo es el historiador argentino Raúl Mandrini.
Ahora bien, cabe preguntarnos ¿qué factores dentro de la estructura societaria y
cultural de estas comunidades posibilitaron que una mujer accediera y desempeñara el
rol de cacica? En nuestra historia de fronteras, las mujeres han tenido protagonismos
diferentes. En la mayoría de las investigaciones realizadas su papel fue singularizado al
rol de machis, lenguarazas o compañeras de caciques que en la urdimbre del poder
fortalecían alianzas entre diferentes jefes y capitanejos. Entre ellas podemos citar a
Juana Urpina (1573-1610), lenguaraza entre los comechingones; a María López (1780-
1800), lenguaraza tehuelche; a Agustina, princesa de los tehuelches; Liropeyá, princesa
guaraní; y la lenguaraza puelche María López; para dar solo algunos ejemplos3. La
lista, sencillamente, es interminable. Pero con cacicas, son muy pocos los
investigadores que se aventuraron.

Sin embargo, existieron claros ejemplos de mujeres que accedieron a dicho rango y que
a lo largo de la historia ejercieron distintos grados de dominación sobre su gente: la
Reina de los Poyas del lago Nahuel Huapi registrado por Mascardi, en el siglo XVI;
María, conocida a través de las crónicas de Villarino, en el XVIII y María Grande, cacica
de los Tehuelches meridionales del estrecho de Magallanes y la Costa Patagónica
quien representó a su pueblo e intercedió ante el blanco, desempeñando como líder
funciones que aparentemente excedían las reservadas a la mujer en las sociedades
indígenas del siglo XIX. Finalmente los datos que aportan las crónicas de los viajeros
del siglo XIX sobre las sociedades patagónicas meridionales, nos permiten observar la
presencia de jefaturas al mando de caciques cuyo poder estaba basado en la
redistribución de bienes económicos y en la concentración del poder político, liderazgo
desempañado hasta entonces casi exclusivamente por hombres. Al hablar sobre la
organización social de los Tehuelches meridionales hacemos referencia a caciques que
alcanzaban tal categoría a través de las relaciones de parentesco que los vinculaban
con otros caciques. Es decir que el poder estaba asociado con la pertenencia a esas
familias.
Relato de una vida

El hecho que queremos destacar es el caso de la cacica de los Tehuelches


meridionales, María Grande, conocida como María Vieja, La Reina o Santa María, como
la denominó Charles Darwin. Creemos que el caso de María refleja un claro rol de
jefatura de grupos que tenían una organización social cacical con adquisición del
caballo4, eran seminómades que habían establecido redes comerciales con los loberos
y con el establecimiento de Carmen de Patagones. La mayoría de los capitanes loberos
que cruzaban el estrecho, intentaban comunicarse con María en busca de carne de
guanaco para sus tripulaciones. La autoridad de esta cacica, que comandaba a los
indios radicados en la vecindad de Bahía Gregorio en la costa norte del estrecho y cuya
movilidad se extendía desde el Río Negro al Estrecho de Magallanes, era respetada por
su gente a lo largo de todo ese territorio.

En 1792 el teniente Juan José Elizalde desembarcó en Santa Cruz encontrándose con
el cacique tehuelche Vicente, su mujer Cogocha que oficiaba de traductora, y su hija a
quién llamaron Mariquita5. Esta es la primera referencia sobre María que confirma que
era hija de un cacique. En 1820 James Weddell6 conoció a María mientras viajaba
cazando focas. Loberos y balleneros contactaban a los tehuelches meridionales de
Santa Cruz en Bahía Gregorio. Weddell creyó que María era mestiza y asegura que era
una gran oradora que apaciguaba los ánimos de sus guerreros, e inmediatamente la
identificó como líder de los Tehuelches.
Luis Vernet conoció a María en Península Valdés en el año 1823, cuando recaló en
puerto San José para cazar caballos salvajes7. Vernet se enteró de que los indios
pensaban arrasar el campamento apenas llegara su cacique principal. Cuando “el gran
jefe tehuelche” arribó pudo ver que se trataba de una mujer. Argumentó que los
caballos eran de su propiedad porque se criaban en el territorio que ellos ocupaban y
los obligó a pactar siendo necesario entregar bienes a cambio de ganado. Fue entonces
cuando la llamó “María Grande” en alusión a la emperatriz prusiana. Más tarde, en
1831, siendo gobernador de las Islas Malvinas, recibió a ella y a su comitiva, con todos
los honores de un gran jefe. Advirtiendo que María ejercía un cacicato real, la invito a
conocer Puerto Luis con el propósito de concretar la creación de una factoría en Bahía
Gregorio que gozara de la protección de la cacica.

En mayo de 1827, durante el primer viaje inglés de exploración hidrográfica, el capitán


del Adventure, Philip Parker King conoció a Maria8 en la Bahía Gregorio. El capitán
pretendía descender en busca de carne de guanaco para intercambiar por cuchillos y
cuentas, y fue invitado a la toldería. Eran unos quince toldos, el de María estaba
ubicado en el centro y uno más pequeño se utilizaba como depósito. Reiteradas veces
el capitán King recurrió a María para conseguir carne fresca para frenar el escorbuto y
las enfermedades intestinales de su tripulación. Entre la tripulación del Beagle viajaba
Robert Fitz Roy, quien regresó en una segunda expedición como capitán y volvería a
encontrarse con María y su gente continuando con los intercambios comerciales9. Fitz
Roy tuvo la oportunidad de presenciar la ceremonia que la cacica oficiaba con «su
cristo» y observar el manejo y fascinación que ejercía sobre el resto de su gente. María
tenía muchos refugiados en sus tolderías, desertores de buques loberos o prófugos de
la justicia, algunos fueren sus protegidos10 y otros sus enemigos. William Arms y Tutis
Coan, dos misioneros que permanecieron desde el 14 de noviembre de 1833 hasta el
25 de enero de 1834 en la Bahía de San Gregorio, se vincularon con María cuando
intentaban realizar un viaje hacia Chile, pues ya la identificaban como la representante
de sus pueblos11.

En 1843 el capitán Blanchard del buque lobero francés Le Fleurs también nos brinda
información sobre María a quien encontró en Bahía Posesión; la describe como vieja y
con autoridad 12.

Se ha señalado el año 1841 como el año de la muerte de María. Muchas leyendas no


muy precisas sostienen que falleció alrededor de 1848, pero es muy posible que su
desaparición fuera anterior al asalto del bergantín inglés Avón, ocurrido en Puerto Santa
Cruz en 1847. Estas leyendas relatan que, a la muerte de María, grandes fogatas
fueron encendidas a lo largo de la costa, sus mantas, su quillango de piel de zorrino,
sus arreos, todas sus pertenencias fueron quemadas. Este postrer homenaje y
reconocimiento confirma una vez más el estatus que poseía la “reina María”. Años
después el cacique Casimiro decía haberla conocido en su juventud y haberle rendido
homenaje cuando en sus tribus se encendieron hogueras fúnebres al enterarse de su
muerte. Francisco Pascasio Moreno conoció a María, presunta nieta de María Grande,
en Pavón.
Esta mujer era la esposa del cacique Cochingam, radicado en las vegas del Shewen o
Chalia en el territorio de Santa Cruz. A esta india al parecer no le faltaban condiciones
aunque no ejerció ninguna influencia más allá de su tribu l3.

La reina María

Los puntos a tratar no son una sumatoria de rasgos utilizados para definir una jefatura
indígena; por el contrario creemos que los ejemplos precedentes adquieren coherencia
y sentido al entenderlos como parte de la propia dinámica de las complejas estructuras
socio-políticas dentro de un contexto histórico determinado. Las jefaturas son entidades
políticas que basan su poderío en un jefe, perteneciente a familias que ocupan
territorios definidos. María era hija del cacique Vicente y hermana del cacique
Bysante14, su esposo se llamaba Manuel y tenía cinco hijos, el primogénito era el
llamado, “capitán chico”15. Entre los tehuelches meridionales tanto la primera hija mujer
como el primer hijo varón gozaban de privilegios especiales. En su primer encuentro
con Vernet, en 1823, queda claro su concepto de territorio, al no permitirle a Vernet
carnear ganado cimarrón en sus tierras, para ella el territorio también estaba vinculado
a aquel que sus animales pudieran pisar. Los bienes suntuarios de acceso restringido
son indicadores de estatus social. En los cacicazgos, las relaciones entre lo civil y lo
religioso se complementaban. Las fuentes documentales permiten aproximarnos a las
concepciones del poder entre caciques, basándonos en la información contenida en
ellas sobre la retención de objetos sagrados por parte de los mismos. La posesión de
estos objetos se asocia a la sujeción de un conocimiento o sabiduría, al manejo de
fuerzas mágico - religiosas y a la apropiación y el establecimiento de relaciones con
seres sobrenaturales con fines benéficos y de protección frente al enemigo. Poder y
religión son inseparables en las jefaturas.

Los objetos sagrados hacían poderoso a un cacique, así como su capacidad real de
controlar el acceso a determinados bienes. Cómo los distribuía y cómo los organizaba,
sumado al conocimiento adquirida por el contacto con los “otros” y por la posesión de
los objetos exóticos, era lo que le brindaba la oportunidad de convertirse en más menos
poderoso. La competencia entre los caciques por el control de las ruta comerciales y
por la adquisición de conocimientos y bienes, evidencian una palpitante red de
intercambio indígena en esta época. Como ejemplo de ello, podemos citar las medallas
cristianas, que María usaba coma aretes16.

El número de miembros que formaban la jefatura de María era de unos 120 individuos
en el momento que fueron vistos por Fitz Roy en la costa. Dicha cantidad variaba según
la época del año en que se encontraban, lo que da cuenta de los momentos de
agregación o segregación estacional. También permite comprender su capacidad para
conducir y coordinar un numeroso grupo de guerreros.

Los Tehuelches meridionales poseían una economía basada en la caza, la recolección


y el comercio. Este comercio les permitía la acumulación y redistribución de bienes.
Durante el intercambio, el cacique se apropiaba de un excedente social a la vez que
reforzaba su prestigio frente a los visitantes haciendo gala de una amplia
geneerosidad17.En el segundo encuentro con Fitz Roy, María lo invitó a su toldo y le
ofreció una manta para sentarse, al tiempo que ella y su familia se ubicaban frente a él.
El resto de la tribu los rodeaba. Este uso del espacio doméstico, y la distribución de ella
y su familia, establecen una diferencia de su posición frente al extranjero y define un
lugar de líder e interlocutor. En ese encuentro intercambia presentes con el capitán
inglés y le obsequió un freno para su caballo y ella lo retribuyó con dos mantas, una de
guanaco y otra de zorrino18, mantas que para los tehuelches eran bienes muy
preciados. En esta escena se encuentran María y su familia, pero es ella la que ejerce
las funciones políticas, económicas y religiosas, y quien posee el derecho a la
administración y a la predistribución de bienes. Al analizar la distribución del
campamento, según las fuentes históricas correspondientes, se observa una
disposición diferencial del toldo de María19: es el más grande, esta ubicado en el centro
y además tiene un toldo anexo para sus provisiones. King fue invitado a conocer la
toldería donde pudo evaluar la importancia de la cacica: eran 15 toldos, el de María en
el centro, con un toldo más pequeño que utilizaba coma depósito de mercaderías,
(…)20. El mismo autor relata también coma se ubicaban sus guerreros respecto de ella.
Entre ellos, montada en su caballo blanco, se encontraba María, que con debida escolta
paladeaba en la playa, provocándonos a reconocerla. En el centro del campamento,
una gran bandera izada en un asta era para nosotros señal de la ubicación de su toldo.

Como cacica, María reforzaba su estatus a través de bienes suntuarios como los que
describe Fitz Roy al hablar sobre su vestimenta. María legitima su poder a través del
uso de una iconografía ritual, como el Cristo al cual le habla. A través de estas
prácticas, ejerce su poder y su estatus como media para definir vínculos y asociaciones.
Ella manipula la iconografía del Cristo mezclando palabras y ritos indígenas con
cristianos, logrando un sincretismo religioso que le permite acentuar, a través de la
ceremonia, el carácter divino de la imagen tanto frente a su pueblo como frente a la
expedición extranjera.

Según unos náufragos portugueses, María no era la única que realizaba ritos religiosos,
sino que en cada familia habla mujeres encargadas de hacerlo; esta comprobación es
utilizada para refutar su poder de líder religiosa. Sin embargo, el argumento entra en
franca contradicción si nos detenemos a analizar la ceremonia presenciada y descripta
por Fitz Roy en la cual María es la encargada de indicar quién, dónde y cómo debe su
marido Manuel desangrar a los hombres de su tribu. Durante esta ceremonia, María
utiliza un espacio común socialmente organizado entre los toldos, para desempeñar
funciones religiosas, como lo hizo al despedirse cuando partió hacia las islas Malvinas21
y dejó a Manuel, su consorte, a cargo del campamento.

A su muerte le rindieron homenajes que reflejan la importancia que había tenido en


vida: durante tres días y tres noches se encendieron hogueras a lo largo de la costa,
según lo recuerda el cacique Casimiro quien decía haber participado de ellas durante su
juventud. Las tradiciones indígenas suelen ser bastante confusas, particularmente al
hablar sobre sus antepasados a quienes no solían mencionar directamente porque les
estaba prohibido.
Los viejos tehuelches que la conocieron, se negaron a revelar el lugar de su tumba
como prueba del respeto que le profesaban. Todavía guardaban en su memoria
aquellos tiempos en que la reina gobernaba, tiempos en que su pueblo no había sufrido
guerras internas ni tampoco con los extranjeros que llegaban a su territorio. Tiempos en
los cuales, bajo su cacicazgo, habían mantenido relaciones comerciales y pacíficas
tanto con los canoeros como con los españoles de Carmen de Patagones y los
navegantes.

Resplandor de hogueras

Dilucidar las diversas formas en que este poder es expresado, sigue siendo hasta la
fecha tema de debate, que concita la atención de arqueólogos, lingüistas, historiadores
y filósofos. Con el avance de la colonización, los caciques debieron enfrentar cambios
ocurridos en sus territorios, estableciendo distintos tipos de relaciones con los
conquistadores y viajeros. Esto es nodal para identificar los rasgos que caracterizaron la
dinámica de las relaciones sociales a principios del siglo XIX en el territorio patagónico
meridional.

A medida que nos acercamos al siglo XIX, evidenciamos el deterioro en las relaciones
coloniales en el extremo patagónico meridional, entre los cacicazgos, los oficiales
gubernamentales, los comerciantes, los ganaderos, y luego con el Estado nacional.
Estas relaciones son las que, finalmente, marcan los cambios y la pérdida de autonomía
política.

La organización social de tipo cacical fue expresada a través de territorialidades, de


defensa y pertenencia a un territorio, de ritos y símbolos que legitimaban el rol de los
caciques o cacicas, hombres y mujeres, que supieron ejercer dichos roles, tal como lo
indican las crónicas desde el siglo XVI al XX. La mujer tehuelche meridional poseía los
mismos derechos de primogenitura que los hombres.
En el caso de la Reina María su poder no sólo estaba sustentado por la herencia, sino
que ella demostró poseer sobradas dotes de habilidad política y comercial en las
relaciones que mantuvo con los loberos, con exploradores como Fitz Roy,
gobernadores como Vernet, o misioneros como Arms y Coan. Su capacidad política le
permitió obtener de estas relaciones acuerdos benéficos y pacíficos tanto para ella
como para su pueblo. Antes de la intromisión española las relaciones que se
establecían entre los pueblos indígenas residían principalmente en la variabilidad de las
fronteras étnicas y los intereses de las etnias en cuestión. Con la llegada de
instituciones de poder foráneas, traspasaron la frontera nuevos objetos, nuevos
lenguas. Nuevos acuerdos. De esta forma, se asiste a un proceso de transformación de
las relaciones coloniales, que estructuró las futuras relaciones de resistencia y pérdida
de identidad cultural. Comenzó así la desintegración, nunca total, lenta e inexorable, de
estas sociedades. Este nuevo poder político desdibuja sus fronteras y cambia sus
territorios en pos de una territorialidad propia que desconoce e ignora el derecho sobre
la tierra que alguna vez habían ejercido los caciques o cacicas patagónicos.

En las sociedades patagónicas existe mayor variación social que la esperada, variación
que supera las alternativas propuestas por los modelos y esquemas tipológicos y
evolutivos clásicos. Al encarar el tema de los cacicatos femeninos nos encontramos con
problemas de grado más que de clase; estas clasificaciones suelen enmascarar las
variaciones culturales y temporales de sociedades que presentaban una amplia gama
de opciones dentro de un tipo de un tipo de organización social basada en la figura de
un jefe cuyo principal poder reside, en nuestra opinión, en la capacidad de coerción que
ejercía sobre su pueblo. Su poder se reflejó en creciente control sobre los recursos
claves de los territorios, y en la concentraci6n y movilización de recursos humanos. Esta
diferenciación social también se ve reflejada en el plano ritual, el que, a través de la
complejización de las ceremonias, indica una consolidación de las diferencias.
Socialmente lo que se valora no depende de lo que las personas hacen sino del sentido
de sus comportamientos en el entretejido social.

La elucidación de un enigma, cuando además no es posible iluminarlo a nuestra


voluntad sino apenas entreverlo a media luz, no era por cierto el fin propio de estas
páginas. Con este intento, deseaba arengar a favor de la ampliación metodológica de
los confines temáticos de nuestra disciplina. Categorías inadecuadas de una teoría
evolucionista impidieron a la historia, poner el propio material a disposición de nuestra
libertad de pensamiento. No se trata aquí de concluir, pues esto sería detenerse, trazar
una línea. No obstante, mirando antiguas cosas con ojos nuevos, podemos observar, en
los datos que nos impelen a pensar, que las relaciones de poder eran muy duras, que el
peso del patrimonio y el prestigio no se cuestionaba ni analizaba y que la realidad, se
vivía en la acción y la aventura diaria. En este escenario de pasiones encontradas, de
un paisaje que atosiga y abruma, María no fue la única cacica, pues nadie camina solo;
cada uno de nuestros senderos es un camino que se imbrica en una red que nos
conecta con la cadena irrompible de la vida.
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Notas
1. El término chiefdom significa territorio o dominio de un jefe. Fue utilizado por J. Steward en
el Handbook of South American Indians y definido por Service quien lo tradujo al español
como jefatura en 1984. Otros autores utilizan el termino señorío (Sanders y Marino) o
cacicato, voz de origen caribe que significa territorio de un cacique (Sahlins), o curacazgo,
voz de origen quechua (Rostworowski).
2. Aquellos que se preocuparon porque los estudios de la mujer focalizaban estrecha
separadamente a la mujer, usaron el término 'género' para introducir una noción relacional
en nuestro vocabulario analítico. De acuerdo con esta visión, las mujeres y los hombres son
definidos uno en relación con el otro, y no se puede comprender a ninguno estudiándolo
separadamente. Scott, op.cit. 1993, pág. 18.
3. Ver Terrera. op.cit.
4. Mandrini, op.cit., 1992, la alta movilidad de los indígenas (…) no debe confundirse con
nomadismo. En algunos casos (…) puede hablarse (…) de un seminomadismo estacional
(…)"
5. Vignati, 1940, pág. 176 y Ratto, 1930, pág.21.
6. Explorador que cruzó el círculo polar y descubrió el sector antártico que ahora lleva su
nombre.
7. Vernet y sus socios habían obtenido derechos exclusivos de pesca y caza de ganado
cimarrón en las Malvinas, concedidos por el gobernador Rodríguez como pago de servicios
al Estado.
8. Fitz Roy, op.cit .En una cima cercana vimos a tres o cuatro patagones, en grupo y a pie, con
los caballos pastando a su lado. En el acto encendieron una hoguera para llamarnos la
atención, señal a lo que contestamos desplegando bandera (...). Habiendo fondeado en
Bahía Gregorio (…) lanza un cohete, quemé una luz azul y despaché al teniente Cooke para
pedir una gran provisión de carne de guanaco que pagaríamos con cuchillos y cuentas, el
bote regresó inmediatamente trayendo a bordo a cuatro indios, tres hombre y María.
9. Fitz Roy, op.cit, (...) el comercio de ese día nos procuró por unas pocas libras de tabaco,
carne de guanaco suficiente para toda la gente durante dos días. Había sido carneada esa
mañana y traída a lomo de caballo, cortada en grandes trozos, cada uno de los cuales hubo
de negociarse (…) mientras Maria acomodaba las pieles y mantas que nos quería vender
(…). ( ... ). Para canjear con sus pieles y carne de guanaco son artículos muy solicitados las
espadas, cuchillos largos, tabaco, yerba, frenos, monturas, fusiles, plomo para balas, paño
rajo, cuentas (especialmente de color celeste), harina, azúcar y alcoholes. ( ... ) En cuanto
concluyeron su comida, toda la partida, excepto María y las niñas, empezó a mercar mantas
y pieles, ("')" .La vez siguiente que fuimos a la playa, habían llegado varios indios, divididos
en tres grupos, exponiendo a la venta mantas, plumas de avestruz, pieles y carne de
guanaco. ( ... ) Así que desembarcaron se dio principio a un tráfico muy activo. Págs., 120,
122, 133, 148, 145.
10. Fitz Roy, op.cit., pág. 134 .Entre ellos había un indio fueguino (…) era evidentemente un
gran favorito, y a pesar de que María hablaba siempre con desprecio de los fueguinos, le
había tornado bajo su protección, pues le alojaba en su toldo y partía con él todos los
presentes que se le hacían.
11. Arms y Coan, op.cit. .Como otros ella es muy pedigüeña, aunque al mismo tiempo parece
generosa, pues me ofreció un manto de cuero de león, y cueros de guanaco, si quería.
12. Canclini, op.cit.
13. Ver Moreno, op.cit.
14. Fitz Roy, op.cit, pág. 114, (…) se decía hermana de Bysante Cacique de una tribu cercana
al río Santa Cruz y personaje importante, por su estatura (que según María era inmensa) y
sus riquezas. Hablando de el diría ella que era muy rico, tiene muchas mantas y también
mucho cuero.
15. Fitz Roy, op.cit, pág. 117.
16. Fitz Roy, op.cit, pág. 115 (…) usaban aros, de medallas con estampa de la virgen María,
que, junta con el prendedor de bronce que le sujetaba la manta sobre el pecho, le había
sido regalado por un tal Lewis.
17. Arms y Coan, pág 138. María hospedó a los misioneros estadounidenses en su toldo, los
agasajó y les regaló un quillango de cuero de guanaco pintado.
18. Fitz Roy, pág. 146.
19. Ver King, op.cit, Arms y Coan, op.cit, y Fitz Roy, op.cit.
20. Fitz Roy, págs. 122/145.
21. Llarás Samitier, op cit, 1954, pág. 14 .Antes de embarcar, María reunió a su tribu y en
chocante ceremonia delegó el mando en su esposo Manuel (…). Para investirlo de
autoridad mientras durara su ausencia, improvisó frente a su toldo una tribuna con un par de
monturas, y desde allí arengó a los presentes (…). Luego colocó un gorro de piel gris en la
cabeza de su consorte y le dió algunos golpecitos en el pecho (…).

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